Cuando se inicia el camino espiritual todo parece fácil, agradable, de color de rosa. Estamos ilusionados con nuevas actividades, nuevos amigos, nuevos propósitos. Sabemos que lo que hacemos es lo que debemos hacer y nos preguntamos como es que no hemos empezado antes.
Muchas personas se ponen el “hábito” correspondiente. Hablan dulce y pausadamente, cambian su vestuario e incluso la alimentación. Que si incienso, lámparas de sal, cojín de meditación, collares de cuentas, libros transcendentales de maestros iluminados. Vamos que se “adornan” con todos los artilugios pertinentes. Cambian externamente y las personas de su entorno que se percatan del cambio y se lo comentan, no hacen sino confirmarles que es cierto, que el “camino” que han iniciado les ha cambiado la vida. Externamente, claro, igual que el punk de los setenta que se reconvirtió en yoquesé que nueva tribu en los ochenta.
Todo cambia para que nada cambie. Lo que nos gustan las modas. Y estar a la última lo que más. Ahora se lleva… la espiritualidad, el yoga, la meditación, pues a disfrazarse tocan, a cantar OM cuanto más fuerte mejor y a aprenderse las citas de Osho para soltarlas sin ton ni son en cualquier conversación pedante para no ser menos.
Luego, poco a poco, casi sin darse cuenta empiezan a mirar por encima del hombro a las personas que “no están” en el mismo camino y ahí ya si que se les ve el “cartón”.
El hábito no hace al monje.
El cambio viene del interior y se refleja en el exterior, no al revés y nunca llega si no hay esfuerzo verdadero, humildad e introspección.
Conocerse a uno mismo, interiorizarse, aplicarse el cuento en primera persona. Da igual que se practique Zen, Budismo, Taoísmo, Cristianismo, Sufísmo. Da igual lo que se coma, o lo que se lleve encima. Si no se integra lo que se aprende no sirve. Cada persona tiene su camino, primero hay que averiguar cual es, no dejarse llevar por modas.
Es cierto que es muy difícil no dejarse llevar por esta sociedad tan materialista que se apropia de todos los valores y los adapta a sus necesidades. ¡Menudo negocio el yoga! Hasta los anuncios de yogures lo utilizan para vender más. Y las revistas, y los gimnasios. Solo hay que ver las fotos de los/as modelos/as de cuerpos perfectísimos (photoshop?) en posturas perfectísimas con el modelito perfectísimo en una perfectísima playa al atardecer.
Bueno, pues vuelvo al principio.
Que bonito parece todo cuando empiezas el camino espiritual. Pero si lo empiezas de verdad, ni es bonito, ni dulce, ni fácil. Porque te tienes que enfrentar contigo mismo, no con los demás. Y a medida que avanzas en los conocimientos profundos y en la práctica personal debe aumentar tu responsabilidad hacia ti mismo y hacia las demás personas, porque serán esas mismas personas las que te enseñarán. Serán tus maestras, el espejo donde se refleje tu evolución. Sí, esas mismas que mirabas por encima del hombro porque no recitan mantras ni comen tofu.
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MCD, FEB-10
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