Todo aquello había sido una forma de sintaxis, un modo de ordenación de la realidad quizá no menos arbitraria que la alfabética. Pensé durante un momento en la disposición temática, o lógica, capaz de anudar en el interior de una charca a seres que, aunque diversos, eran tan dependientes entre sí, lo que no me ayudó a comprender el porqué de las cosas.
Juan José Millás. El orden alfabético
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Eso sentí aquella noche. La fiebre se había retirado, igual que el mar cuando baja la marea. Volvería a subir, como la marea también; lo notaba en la debilidad de las rodillas y en la tristeza que, procedente de las ingles y los codos, se anudaba en la garganta, confundiéndose con las anginas. La fiebre sube por la tarde y baja al amanecer. Cuando sube, te inunda el pensamiento, que es la playa del cuerpo. Si sales a pasear por el pensamiento después de que la fiebre se retire, encuentras en él estrellas de mar, caracolas agujereadas y restos de embarcaciones: fragmentos de otras vidas, en fin, que sin ser la tuya sientes que te conciernen. Aquella madrugada, paseando por mi pensamiento, vi pedazos de lo que había sido mi encuentro con Laura en el otro lado de la existencia, y encontré también residuos de todo lo demás que brillaban como piedras mojadas. Tal vez fragmento a fragmento lograra reconstruir en este lado aquél, pensé.
Juan José Millás. El orden alfabético
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En cualquier caso, lo cierto es que había visto llorar a mi padre, lo que me pareció que alteraba un orden natural no escrito. Regresé a la cama lleno de de presentimientos y convencido de que se había roto algo fundamental a cuya reconstrucción tendría que dedicar el resto de la vida.
Juan José Millás. El orden alfabético
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