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Some day you will be old enough to start reading fairy tales again.

C.S Lewis

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La otra era que todo aquello resultaba tremendamente divertido: un hombre de su edad, cayéndose de un barco.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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Sin ser en absoluto esnob ni hacer un culto de las buenas maneras, Standish era realmente un caballero, en el buen sentido, del tipo discreto. Caerse de un barco causaba muchas molestias a los demás.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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La razón por la que se sintió tan tonto, comprendió muchas horas después, fue que estaba excitado como un niño, y eso es algo que los hombres adultos rechazan de solo pensarlo.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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El barco solitario abriéndose camino a través del ancho mar, la miríada de estrellas desvaneciéndose en el amplio firmamento... eran cosas elementales que lo calmaban y al mismo tiempo lo inquietaban. Como si por primera vez se diera cuenta de que todos los molestos problemas de su vida eran irrelevantes e intrascendentes; y aun así se avergonzaba de haberlos tenido en el mismo mundo que ahora creaba una situación como esa.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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De hecho, los superlativos más comunes le bastaban a Standish para describir mentalmente el viaje. Había cosas que no podían ponerse en palabras, como los colores del atardecer, el suave oleaje del mar y la galaxia de estrellas en los cielos por la noche. En cuanto al resto: el camarote que le habían asignado, la comida, el aire, la litera no muy blanda con sus sábanas limpias y sus mantas fragantes, todo le parecía maravilloso, magnífico y fantástico.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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Si nunca volviera a experimentar tranquilidad no se preocuparía, porque ahora sabía que existía tal cosa. Su estrella era la Estrella Polar, baja en el cielo en aquella latitud, y la había elegido de entre todas las demás porque no sabía mucho de estrellas y esa era la más fácil de localizar y recordar.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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En furiosa batalla contra sí mismo, Standish intentó recuperar la compostura: esa fue, tal vez, su perdición. Porque logró, con un esfuerzo tremendo, volver a ser una persona racional.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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Los pensamientos de Standish durante esos segundos tuvieron que ver, y esto es bastante extraño, más con la vergüenza que con el temor. Los hombres como Henry Preston Standish no andaban cayéndose de barcos en medio del océano; eso, sencillamente, no se hacía. Era algo estúpido, infantil y de mala educación, y si hubiera habido a quien pedirle perdón, Standish lo habría hecho.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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Todos esos ignorantes que no entendían el mar creían que los marineros eran sucios por naturaleza; era solo que no querían ponerse demasiado mar encima.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar

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Las estrellas, rodeándolo, lo llenaron de admiración. Todo era tan magnífico que Standish se sintió como un niño.

Herbert Clyde Lewis. El caballero que cayó al mar