Siempre quise aburrirme y nunca pude.
A un amigo mío, a Nano, el hijo del notario Antón, siempre le era de lo más fácil.
Sólo con decir:
—Me aburro.
Ya se le ponía cara de asco.
Yo decía:
—Me aburro.
Y no funcionaba.
Juan Farias. Los caminos de la luna