Qué triste llega el aroma de los lirios
a los cristales del balcón en el invierno,
a horas en que la noche llora estrellas
y la memoria vuela –cual libélula-,
en sumida fatiga, a ras de una cansada brisa.
La penumbra se inunda de suspiros
y los muros de luminosas siluetas
que se estancan en el techo
como la luna, de pronto,
en las baldosas mojadas de la calle.
Silba el viento una absurda melodía
que apaga la vida en su vaivén
y funde, en solemne quietud,
pasión y languidez
en romántica y jaral armonía.
En los ramajes henchidos de sombras
se expande el rumor de piel de los amantes
liberando un enjambre de libélulas
que portan en sus alas de cristal
el triste aroma de los lirios en invierno.
© Lissette Flores López. Derechos Reservados.