te amé,
incluso, te soñé sin conocerte;
eras ave de lluvia
amparado en la enramada de mis brazos,
y yo, partícula de fuego
diluida entre tu cuerpo y un turbión de miradas.
Amanece.
Te llamo en silencio
con la pasión eterna del bosque al invierno,
y la inquietud de la distancia a una estrella.
El viento arrastra tu nombre
al dintel de mi alma,
flota en mi pecho
como embrujo dormido de aurora,
serpentea por mi piel
como gotas de rocío en el cristal.
Amanece esta tarde de nubes grises
y llueven tus palabras de azul ternura
llenando un vacío de luz
con aroma a jazmín macerado
que desliza sus enigmas
en medio de la niebla de febrero.
© Lissette Flores López. Derechos Reservados.