El patito marino...
Nota: Este cuento lo tengo bastante atrás en el blog, va para todos, pero hay muchos que me habéis conocido hace relativamente poco, y como veo que os gustan mis cuentos, os pongo éste, que además cuando lo estaba escribiendo... lo viví tanto que me mondaba de la risa, es mi preferido, por lo bien que me lo pase cuando lo escribí hace bastante tiempo.
Ahí os va con todo cariño...
Allá en mi Galicia del alma... había una familia de patos: Papá, mamá y sus hijos... Eran una familia encantadora.
La mamá pata llevaba todos los días de paseo a sus seis hijos y les aconsejaba con ternura, amor y calor.
-No se os ocurra nunca escapar a la carretera. Os podría acontecer algo. Seriáis atrapados por manos de los hombres tragones, quienes aseguran que nuestra carne es más sabrosa que la de los pavos. Y ya véis que los pavos son gente respetable. Prometedme que no os escaparéis nunca.
-No mamaita, no -corearon con firmeza, todos los patitos-. Bueno, todos, no, porque el patito más intrépido... calló... y pasados unos minutos dijo:
-¡Yo no prometo nada! Sólo quiero saber qué es, y para qué sirve tanta agua como veo allá a lo lejos... (al principio se me olvidó deciros que está familia vivía muy cerquita de la playa de Bastiagueiro a tiro de piedra de La Coruña y el mar muy cerquita, allí mismo).
- Es el mar -contestó la madre con voz algo temblorosa-.
- Es muy grande, muchos dicen que el agua tiene sabor a sal y allí no pueden vivir los patos.
Hubo un silencio. El padre lo rompió, para decir:
- La tierra está dividida en cuatro partes, tres de ellas es agua.
- Los Océanos -siguió diciendo papá pato con gran énfasis- Son: Océano Glacial Atlántico, Océano Pacífico...
- Bueno -interrumpió de mal humor madre pata- No, nos vengas con tus monsergas de geografía.
- Esto se lo he oído a Javier... (decía papá pato) que es un chico listísimo y está siempre en el cuadro de Honor. Sabe un montón... y es un sol...
- Más le valiera que te enseñe algo de Zoología. Con ella sabríamos los gusanos que son más nutritivos y exquisitos para los patos...
- Pues se lo preguntaré, porque el chico sabe más que la Enciclopedia Espasa.
Así que poquito a poquito fue madurando su plan. Se hizo íntimo amigo del niño Javier. En las horas de estudio de Javier, el patito marino era, su mejor amigo, frotaba su pico mimosamente contra las piernas morenas de su queridísimo amigo. Javier tenía la costumbre de estudiar en voz alta y así nuestro patito marino iba adquiriendo conocimientos: Gramática, geografía, francés, inglés, literatura, historia, filosofía, matemáticas, geometría... Javier quería tanto al patito que lo subía sobre sus rodillas y un día, un felicísimo día, puso un bolígrafo en las membranas del remo derecho y, le enseñó a poner su nombre.
Vamos, que el patito marino se volvió loco de sabiduría, que mamá pata se puso más oronda que una violeta de cien hojas, y que los papás de Javier pensaron en explotar al patito en una exposición.
¡¡¡Pero al patito no se la daban ni con lombrices en almíbar!!! Ojo... alerta, avizor, iba creciendo tan hermoso que al poco tiempo era un patazo propio para una feria de muestras...
Entonces, cuando se encontró en condiciones magníficas, creyéndose un Salomón o por lo menos un Séneca, realizó su plan concebido. Cogió un diminuto taleguillo, y llenándolo con granos de maíz, arroz y otras frulerías, riquísimas para los patos, colgóselo a su cuello.
- A probar fortuna -se dijo-, y a conocer el mar.
Les dijo a sus hermanos que se estaban dando el baño diario y con el mayor desparpajo:
- Agur, adeu, adiós... y adieu. No diréis que no os doy mi despedida en cuatro lenguas diferentes. Que continuéis tan contentos entre el cacareo de las gallinas y las castañuelas de los zuecos... Yo me voy a probar fortuna...
Tuvo la suerte de que los papás no andaban por allí, sino, son chicas las chaparretas (azotitos) que se hubiera llevado.
Atravesó la carretera, con un poquito de miedo, pues recordaba aquello... que a las personas les gusta más la carne de pato que la de pavo... corría cuanto sus torpes patas se lo permitían...
Se detuvo un momento. Hasta allí llegaban el batir de las olas, el rico olor a mariscos y la brisa marina que abanicaba como abanico de plumas...
Pin... pan... Pin... pan... Ya se encontraba en la playa. Era mediodía y estaba desierta. La vista de tanta agua le intimidó un momento, pero nuestro patito era valiente y pronto sacudió el miedo...
A la una. A las dos y a las tres. ¿A qué si? ¿A qué me atrevo?...
¡Cuánta agua, aquello sí que no parecía una cazuelita!! ¡Qué bien debía nadarse allí en aquellas aguas que semejaban un cristal rizado!!...
Iba nadando el patito marino cuando da con un tiburón perdido por aguas gallegas... y el tiburón todo chuleta le dice :
- Qué haces por estos mares... patito. Soy el Ogro del Océano. Me llamo Don Tiburón.
- Ah, -contestó el patito con horrible temblor patuno- "Tanto gusto Don Tontotiburoncio..."
- Don Tiburón
-Me gustas mucho pequeño, dijo el Tiburón relamiéndose.
- Pues me alegro
- Contestó el patito marino... Es que nuestro patito marino era pura educación, y tenía mucha clase...
- Debajo de esas plumas que rico manjar debe esconderse.
- Muy rico, Don Tiburcio.
- Tiburón, idiota.
- Perdona.
- Le contesto nuestro elegante patito marino...
- ¡Ah qué rico, qué tierno, y qué mantecoso debes de ser!!...
- Tierno sí... lo creo, pues soy muy jovencito. Pero mantecoso no lo creo. Hace mucho tiempo que no pruebo la manteca...
El Tiburón sonrió, pero no con risa de conejo, que es una risa muy inocente, subiendo y bajando los bigotes, sino que sonrió malignamente, cruelmente. Y abriendo y cerrando la boca tres veces seguidas dijo:
- Au... -no sin que antes gritara el patito desvaneciéndose casi-.
- ¡Socorro...! ¡Qué me come Don Tiberio!!
- Tiburón, so analfabeto.
Y en la avaricia se engulló a nuestro patito marino con plumas y todo...
Buena la hizo Don Tiburón. Aquello no se podía digerir y el patito al verse encerrado en aquel calabozo, se envaléntono... se sentía el Cid y comenzó picotazo va, picotazo viene... en el estómago de Don Tiburón. Y éste:
- ¡Ay, ay, ay! Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy...
Y el patito marino elegante, educado... amén de un sin fin de atributos bien merecidos...
- Toma y toma, feísimo Tiburcio...
Con deciros que poco después el cuerpo del Tiburón parecía un colador. Tantos agujeros tenía que entraba y salía el agua como si fuese una regadera o un colador...
- ¡¡¡Ay que me muero!!!... Yo que creía era un bocado exquisito
- Decía el Tiburón.
Y el patito marino, replicaba:
- Conque era de manteca, ¿eh?...
En aquella cueva encontró el patito marino una verdadera despensa. Quisquillas, boquerones, sardinas, peces, gusanillos del mar. Un salmonete y una tortuga marina...
El buque mercante "San José", estaba a la vista cuando gritó un grumete:
- Viento en popa. Toque la sirena.
- Monstruo al alcance; debe estar muerto...
Le enrollaron con una fuerte cuerda y le subieron al barco.
- ¡Ah, qué hermoso ejemplar!
- Exclamó el capitán -
Abrieron su vientre y cual no sería el asombro de todos... cuando salió el patito marino con gran revuelo de alas y con un cuaq, cuaq, cuaq, regocijante...
- ¡Puf! ¡Qué ganas tenía de salir de ese asqueroso encierro!!...
Ese Don Tontobirucio era un tragón y en el pecado halló la penitencia...
Todos rieron la valentía del héroe y la hija del capitán preciosa niña de nueve años de nombre Naiara (significa en vasco "Mirando a la Mar..."), suplicó:
- Papaíto, dámelo a mí. Te lo cuidaré...
Pocos momentos después, el patito envió un cablegrama a su familia, que por cierto se estaba atiborrando a maíz...
"Papás patos. Hermanitos patos. Estoy bien. Navegamos rumbo a África Soy un pato marino, "condecorado..." por mi sapiencia. Abrazos..."