Alguna vez he dejado ya constancia de lo poco paciente y constante que soy. Nunca he podido coleccionar nada durante mucho tiempo. Me aburro
bastante rápido de las cosas (ya me estoy sorprendiendo de llevar dos meses en el mundo blogueril con un ritmo más o menos constante, que no diario como me gustaría). No consigo concentrar mi pasión en un objeto (o varios del mismo tipo) en concreto.
He tenido la típica de búhos (qué original que soy, madre!) y conseguí atesorar unos cuantos, tantos que les tengo hasta manía; y es que todooooooo el mundo me regalaba búhos, pues sabían que los coleccionaba y me gustaban. Todavía recuerdo (hoy con estupor) un cumpleaños en el que recibí muchísimos regalos y todos y cada uno de ellos tenía algo que ver con el bichejo este en cuestión: que si uno de adorno y ya, que otro que era una cajita, otro que era una hucha, otro portada de una libreta... Así llegué a tener de prácticamente cada rincón de España, incluso algunos búhos extranjeros.
Tuve la época de los posavasos, que también me duró lo suyo, aunque no fue tan fructífera, pues normalmente eran los mismos en cada bar (y yo coleccionar cosas absurdas, vale, pero repetidas no!), o más sosos que Marichalar. De mi estancia en Mallorca recuerdo, entre otras cosas, que conseguí varios posavasos chulísimos, que me gustaban muchísimo y que todavía andarán por algún rincón de mi cuarto en España.
Cuando chiquitita me encantaba coleccionar monedas. Y no es que yo fuese avara, no, no, nada más lejos que Cuenca!! Pero me encantaba atesorar monedas (los billetes me hacían menos gracia) y las contaba y recontaba un día sí y otro también. Y mi Madre, muerta de risa, me preguntaba si por contarlas tantas veces pensaba que iban a reproducirse. No llegué tampoco a la cúspide de la colección, pues sigo a años luz de la cuenta bancaria de Botín (que, por cierto, hablando de todo un poco y como el Pisuerga pasa por Valladolid, ya me gustaría saber qué coño hacía una avioneta cargada de drogas aterrizando en una finca suya).
He coleccionado amantes y los he tenido irrepetibles: altos, bajos, rubios, morenos, pseudopelirrojos, con barba, con perilla, con bigote, afeitaditos, imberbes, de pelo largo, corto, rasta... Con esa colección terminé (qué remedio, si pretendo que me devuelvan lo mismo!) cuando conocí al Costillo. Esta colección, en concreto, merecería página web aparte pero, como suele decirse, en este aspecto, como en otros tanto, valgo más por lo que callo que por lo que digo.
Hace años (me estaré haciendo vieja que de todo me parece que han pasado siglos) me dio por las postales de publicidad (las de lugares enviadas por alguien todavía me chiflan y, desde luego, conservo todas y cada una de las que me han enviado a lo largo de los tiempos... y no son pocas). Eran como un imán que perseguía con ojo avizor. Era entrar a un local y, como las tuviesen, arramplaba con una de cada, que ya en casa haría el proceso de selección de las que me iba a quedarme. Incluso tiré de amistades para tener de otros países. Me he ido desprendiendo de ellas (en ocasiones regalándoselas a alguien que hoy sé las merecía, pues habían sido mi pequeño tesoro durante un período de mi vida), pero hay algunas que he querido conservar porque me siguen transmitiendo las mismas emociones que en su día, porque me relajan o me atraen sus colores, o su originalidad. Por razones varias, el caso es que sigo atesorando unas pocas. Hoy quiero compartir con vosotros una de las que más me gustan (llamadme cursi si queréis), pero creo que da una imagen romántica, sensual y entrañable del mundo gay, no siempre bien tratado ni en la imagen ni en la palabra, lo que en mi opinión, ha llegado a hacer pensar a mucha gente que todo gay tiene que ser, en consecuencia, una "loca" que, por supuesto!!, anda siempre en algún cuarto escaso de luz. Patético.
Ahora mismo no colecciono nada, pero aún así cuando veo una de esas postales publicitarias, no puedo evitarlo y tengo que llevármela a casa. La mayoría, bien es cierto, terminan en el container de papel para reciclar. Con el resto, quizás, algún día haga algo. Quizás.
Pstt. Perdonad la calidad de la imagen, pero he tenido que fotografiar la postal (obvio, no iba a poner esta en el blog).
La foto es de Peter Knutson. Y la postal me vino desde la fría Suecia. Quién lo diría viendo lo cálida que es la imagen, no?