Trato de escribir desde el intento, quiero decir que no espero una respuesta o reacción: escribo porque necesito explicarme a mí misma ciertas cosas, dejando de usar a lo demás como pretexto para decirme lo que necesito oír.
Sin embargo, a veces ocurre que me dejáis un comentario o incluso un mensaje y la magia de la realidad se derrama en palabras.
L es una amiga de hace poco tiempo, alguien que apenas roza mi vida y con quien no suelo coincidir. Esta escasez no ha impedido que haya un vínculo profundo entre nosotras y que el otro día aún dolorida, me regalara parte de su autenticidad (ésa que guarda con tanto cuidado detrás de comentarios frívolos).
Por respeto a su privacidad, sólo añadiré que buscaba consuelo entre los mensajes del blog. Ésta es la respuesta que me he dado:
Un día descubrirás que no hay consuelo posible, sólo alivios pasajeros. Por eso los demás no pueden ayudarnos, por eso al final estamos sol@s con nosotr@s mism@s.
Primero intenté ser otra, cualquiera, no importaba quién y fue terrible descubrir que únicamente podía brillar siendo yo misma (a fuerza de negarme, tampoco esto sabía cómo hacerlo).
Después busqué las respuestas fuera de mí, lo que era, en realidad, otro desprecio, aunque más sutil.
Al fin un día empecé a darme las respuestas, lo que me dio la pista de que ya estaba.
Encontré en mi honestidad el amor hacia mí misma y como si un velo se levantara apareció el Otro. El Otro que era la vida expresándose en un espacio y tiempo distinto.
Pero había más.
Miré y descubrí a los seres que llaman inertes, tan antiguos como la tierra, y descuidadamente, levanté la vista y vi cómo las estrellas me hablaban y el tiempo desaparecía. Me vi moviéndome entre ellas pero el espacio ya no estaba.
Sobre mi respiración quedó mi cuerpo y sobre él, la sonrisa de quien ha comprendido.
Agradecida, Ada