A seguir con el ritmo diario después de la pausa obligada. A volver a las carreras cotidianas como si quisiéramos alcanzar algo y nunca atrapamos nada. La vida sigue su curso, los amigos se afianzaron y las relaciones esporádicas se perdieron en el olvido. Dicen que en la cárcel y en la cama se conoce a los amigos y yo me observo rodeada de infinidad de seres que ahora encuentro más cercanos, hermanados. Todos solidarios, todos preocupados, todos esperando escuchar mi voz, ver el bulto que hace mi cuerpo cuando aparece. No sabría cómo agradecer tanto afecto demostrado. Mi hijo se cansó de la sombra de su madre, pero también aprendió a cuidarme y a preocuparse y descubrí sus sentimientos amorosos e incluso los de hastío al tenerme de día y de noche cerca. En fin, que no del todo bien pero ya instalada en mi cotidianidad hago recuento y sigo pensando que soy afortunada porque me se querida; y la salud completa, esa se dará en cualquier momento, por ahora no me corre prisa.
Mis historias de todo y de nada