De la compleja relación de amor-odio que a lo largo de la historia han mantenido España e Inglaterra —y uno de cuyos más recientes episodios ha sido el «troleo» de ForoCoches— una de las cosas que tenemos que agradecerles es haber salvado para la posteridad la que unánimemente se considera nuestra mejor novela. Porque por mucho que ahora se la venere como la obra maestra de nuestra literatura, la génesis de la novela moderna, la más grande historia jamás escrita, resulta que el Quijote no tuvo en nuestras letras ninguna repercusión. Por sorprendente que nos resulte, el Quijote NO creó escuela. No en España, al menos. La novela de Cervantes empezó a ser leída con curiosidad e interés a raíz de que los románticos la rescataran, intrigados por los elogios que de ella hacían los ingleses. Pero para entonces la novela ya era otra cosa, y la tradición que recogieron nuestros novelistas venía de Francia en la forma del «realismo». Así pues, la anécdota de Borges sobre el Quijote —del que decía que era «una mala traducción» del inglés, la lengua en que lo leyó en su infancia— no carece de cierta justicia.