Creo haber dicho ya que una vez oí a Borges decir que todos los argumentos estaban en la Odisea. Bueno, yo no recuerdo ningún triángulo en la Odisea. Tal vez será porque la dejé a medias (me aburrió tanto recitativo), aunque, ¿quién no conoce el argumento de cabo a rabo? Y no hay triángulos, ¿verdad? A lo mejor no dijo la Odisea; a lo mejor dijo Homero. ¡Ah! ¡Ahí ya sí! ¡Menelao, Helena y Paris! La Ilíada. Sí, seguro que dijo Homero... ¡Pues va a ser que tampoco! La Ilíada (ese monumento a la épica, que sí he leído entero y que merecería una reseña en este blog, pero una de las buenas) NO trata del famoso triángulo, sino del cabreo de Aquiles con Agamenón por un quítame allá una esclava (¿esto se podría considerar un triángulo?) Y a propósito de triángulos: ¿os habéis percatado que de los dos posibles, el XYX y el YXY (se entiende, ¿no?), sólo es este último el que inunda la literatura universal? Habría mucho que decir de la naturaleza humana partiendo solamente de esta observación.
sábado, 26 de octubre de 2013
lunes, 14 de octubre de 2013
Monsieur Pain, de Roberto Bolaño
Publicado por
José Cuesta
A Bolaño hay que entrarle por los grandes.
Este blog se ha declarado bolañista en varias ocasiones. Yo lo descubrí en Los detectives salvajes (tuve ese afortunado acierto) y le dediqué un apasionado elogio (a mi edad ya no es frecuente toparse con una obra maestra, y de esa calidad). Susanna hizo una inspiradísima reseña de 2666. Y el blog le ha dedicado algunas entradas más, en casi todas las cuales Bolaño sale a hombros por la puerta grande.
Esta vez no va a ser una de ellas.
Este blog se ha declarado bolañista en varias ocasiones. Yo lo descubrí en Los detectives salvajes (tuve ese afortunado acierto) y le dediqué un apasionado elogio (a mi edad ya no es frecuente toparse con una obra maestra, y de esa calidad). Susanna hizo una inspiradísima reseña de 2666. Y el blog le ha dedicado algunas entradas más, en casi todas las cuales Bolaño sale a hombros por la puerta grande.
Esta vez no va a ser una de ellas.
domingo, 13 de octubre de 2013
La pianista, de Elfriede Jelinek
Publicado por
José Cuesta
Pese a mi recelo ante el premio Nobel de literatura (un premio sólo algo menos desatinado que el de la paz), ha sido esa la razón que me ha llevado a probar con Elfriede Jelinek, de la que no sabía absolutamente nada hasta ahora, y el azar el que ha puesto esta novela y no otra en mis manos.
La novela se ha llevado al cine, de manera que la historia a algunos os sonará. La protagonista es una pianista fracasada que se gana la vida dando clases de piano. Es una cuarentona que vive con su madre, una mujer perturbada que ejerce sobre su hija un dominio absoluto. La relación está desquiciada desde antes de nacer. Hija única, fruto de una improbabilísima noche de debilidad, se ve sometida desde niña a la autoridad materna, que decide sacrificar su infancia al estudio del piano con el fin de convertirla en una gran artista. Aleja de ella toda relación de amistad y, por su puesto, de amor. Incluso se deshace del padre internándolo en una residencia. La obliga años y años a dedicarse en cuerpo y alma a la música, y para colmo de males la chica fracasa en una prueba decisiva. Perdida infancia, vida sentimental y carrera, se ve abocada a llevar una vida amargada, dando clases de piano y viviendo con una madre que insiste maniáticamente en tenerla acaparada para sí. Su relación es, por supuesto, enferma, mezcla de amor y odio, y no parece tener salida. Pero la aparición de un alumno que se siente atraído por su profesora presagia una grieta en la fortaleza.
La novela se ha llevado al cine, de manera que la historia a algunos os sonará. La protagonista es una pianista fracasada que se gana la vida dando clases de piano. Es una cuarentona que vive con su madre, una mujer perturbada que ejerce sobre su hija un dominio absoluto. La relación está desquiciada desde antes de nacer. Hija única, fruto de una improbabilísima noche de debilidad, se ve sometida desde niña a la autoridad materna, que decide sacrificar su infancia al estudio del piano con el fin de convertirla en una gran artista. Aleja de ella toda relación de amistad y, por su puesto, de amor. Incluso se deshace del padre internándolo en una residencia. La obliga años y años a dedicarse en cuerpo y alma a la música, y para colmo de males la chica fracasa en una prueba decisiva. Perdida infancia, vida sentimental y carrera, se ve abocada a llevar una vida amargada, dando clases de piano y viviendo con una madre que insiste maniáticamente en tenerla acaparada para sí. Su relación es, por supuesto, enferma, mezcla de amor y odio, y no parece tener salida. Pero la aparición de un alumno que se siente atraído por su profesora presagia una grieta en la fortaleza.
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