¿A qué compararé la gente de este tiempo? Es comparable a los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta, y no bailasteis; cantamos canciones tristes, y no llorasteis.’ Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus obras.
Siempre buscamos excusas para no actuar. Si la misa es muy tradicional, decimos que es aburrida y no hay vida. Si se tocan guitarras, se hace la homilía compartida, se baila...decimos que eso no es litúrgico.
Lo mismo hacemos con las personas. Siempre las juzgamos de forma negativa. Si son alegres no son serias. Si son serias, decimos que son aburridas y exageran.
Todo esto lo hacemos para no cambiar, para seguir siempre igual. Para no actuar. Y Dios espera nuestras obras, no nuestras palabras y juicios. Él quiere que actuemos, que cambiemos, que nos convirtamos.
Adviento es tiempo para esto, para convertirse.
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