Señores feudales de estos tiempos,
que ahogáis a mi pueblo y quemáis el conocimiento.
Ediles de rediles castrados de pensamientos,
tiranos y verdugos de la libertad, falsos patriotas.
Dais destierro a nuestros jóvenes guerreros
ondeando banderas, mientras llora el obrero,
encorvando a tus ancianos, con falsa dignidad.
Soledad, el asedio que nos das.
Soledad no consentida; ¡gritad!
Mas no dudéis que volverán;
volverán a estas tierras saqueadas.
Se alzarán las manos, sin más armas
que una rama de romero, la verdad,
el ayuno impuesto y el hambre de libertad.
Y cuando rompamos el yugo de tu cuello
que impide los sueños y mata el ingenio,
volverán las luces a iluminar
los campos yermos de mi tierra,
que robasteis sin
piedad.