"No es lo normal que un simple sacerdote, al que, por añadidura, ningún particular amplitud recomienda, prologue el libro de un miembro del cuerpo episcopal. Serìa ello inmodesto, por lo menos, sin duda alguna, si no se tratase de presentar al público de lengua francesa la traducción de una obra aparecida ya en otra lengua (la polaca) y cuyo mérito no necesita recomendación ante aquellos que ya la conocen. Con todo, habríamos dudado mucho en trazar estas pocas líneas, de no habérnoslo rogado con tanta insistencia S.Ex. misma Mons. Karol Wojtyla y tan directamente. Así, pues, ya que había que obedecerle, no podemos negar que nos alegramos de que se nos haya ofrecido de este modo la ocasión de rendir públicamente homenaje a uno de los que han trabajado en la actual obra conciliar. Porque, desde hace algún tiempo, tenemos la oportunidad de contemplar de cerca – y semejante espectáculo nos es una fuente de inagotable aliento – el cristiano vigor junto con la clarividencia con que se dedica al examen de las importantes cuestiones que están todavía estudiándose.
El punto de que trata la presente obra es precisamente uno de los más importantes y de los más discutidos. Sobre los problemas que se refieren al amor, a la castidad, al matrimonio, a la procreación, a la familia, se ha escrito mucho en estos últimos años. No creemos ofender a nadie al asegurar que raramente se ha hecho con mucho cuidado en el análisis y con mucho rigor intelectual; con parigual preocupación por integrar estos problemas y sus aspectos, tan diversos, en una visión de conjunto de la realidad humana. Sucesivamente la psicología, la metafísica y la moral aportan en este libro su contribución. Las descripciones más finas, en verdad deliciosas, alternan con la más vigorosa dialéctica. El papel y el valor de la sexualidad están aquí plenamente reconocidos, y tanto más cuanto que nunca se separa del sujeto al que afecta y que es responsable de ella. De este modo, la eminente dignidad del hombre, tal como la Iglesia de Cristo la promueve y defiende está, admirablemente, puesta de relieve.
El autor, no obstante, no se dirige únicamente a los creyentes: por lo menos no apela inmediatamente a su fe. No toma pie de las enseñanzas bíblicas, sino que arranca de las vías de la argumentación racional. Así, por ejemplo, nada dice de la mística paulina. Sin pegarse excesivamente a las modas de lenguaje, ha asimilado lo mejor de la moderna reflexión, especialmente de la fenomenología, y sabe sacar partido tanto de la filosofía de Aristóteles como – aun más – de la de Santo Tomás de Aquino para hacer resaltar más el personalismo latente.
Un libro como éste, es de lo más a propósito para mostrar que la tradición, la más clásica, ofrece incomparablemente más recursos a la inteligencia, en éste como en otros terrenos, que una cierta actitud crítica, hoy día demasiado extendida, puede procurar. No habrá, en todo caso, nadie que, después de haber leído este libro, pueda ya dedicarse a esas fáciles diatribas, a esas caricaturas folletinescas contra las tesis tradicionales, que deshonran incluso a algunas de nuestras publicaciones católicas. Nadie podrá ya, para desembarazarse de ello, reducir a un orden biológico, modelado al gusto del individuo, lo que es en realidad el orden mismo de la existencia, sometido a las normas personalistas.
La doctrina expuesta por el arzobispo de Cracovia, podrá parecer austera. Con todo, es la de un hombre que se preocupa del hombre: así como la de un pastor de almas que no ignora ni las debilidades de la naturaleza humana, ni los medios de gracia que vienen en su ayuda. Es la de un realista tanto como la de un hombre de fe. No pretende resolver las cuestiones valiéndose tan sólo de algunos principios que aplica a toda la variedad de los innumerables casos especiales. No cabe duda de que sería imposible prever la aplicación espontánea que harían aquellos pueblos que nunca han sido alcanzados por la Buena Nueva o que se han hecho insensibles a ella. Por esto mismo, sin duda, es muy posible que las mil voces de la publicidad entonen pocos himnos en su loor. Es posible también que sea juzgada como demasiado dura por algunos estudiosos, incluso clérigos. Sin embargo, no nos cabe duda de que, por el contrario, convencerá plenamente a los espíritus serios, deseosos de fundamentar las relaciones de los cónyuges en una antropología completa, coherente y hondamente trabajada. Tampoco nos cabe duda de que será acogida gozosamente por muchos hogares cristianos, dichosos de encontrar en esta doctrina las justificaciones racionales y las aclaraciones de aquello que su buena salud moral y el instinto del Espíritu se lo habían ya hecho comprender en lo hondo de su corazón.
Si el aggiornameto conciliar, propuesto por Juan XXIII y tenazmente proseguido por Paulo VI, ha de ser a base, necesariamente, de una renovación interior según el espíritu evangélico, la obra de Mons. Karol Wojtyla habrá de contribuir a ello grandemente. Sirve para disipar algunas ilusiones que lo pondrían en peligro. En efecto, entre tantos signos que mantienen hoy día nuestra esperanza, los hay también algunos otros que suscitan inquietud. El Padre Santo aludía a ellos el mes pasado, al decir: “Todo aquel que viese en el Concilio un relajamiento de los internos compromisos de la Iglesia para con su fe, su tradición, su ascesis, su caridad, su espíritu de sacrificio y su adhesión a la Palabra y a la Cruz de Cristo, o tal vez una indulgente concesión a la frágil y versátil mentalidad relativista de un mundo sin principios y sin fin trascedente, o una especie de cristianismo más cómodo y menos exigente, este tal estaría en un error.” Contra uno de esos errores de interpretación es contra el que nos pone en guardia Mons. Wojtyla. Y lo hace de una manera enteramente positiva, sin entrar en ninguna controversia, con la simple exposición de una doctrina largamente madurada. Dará alientos a muchos Al revés de lo que sucedería fatalmente si los hombres de Iglesia se dejasen arrastrar, so color de apertura al mundo, a las facilidades de un cristianismo tibio y a los abandonos propios de una moral sin dignidad, nos mete por el camino que ha de hacer nuestra fe más “contagiosa”. Esta obra es capaz de hacer reflexionar seriamente y de guiar a las almas rectas hacia la luz del Evangelio.
Henri de Lubac SJ"
Amor y responsabilidad. Estudio de moral sexual.„Milosc a Odpowiezialnosc”, en Ateneum Kaplanskie, a. 51, vol. 59, n. 2, 1959: 163 ss.,Milosc i odpowiedzialnosc. Studium etyczne, Lublin, KUL, , 1960.
Esta primera edición en polaco fue publicada por la editorial de la KUL. En 1962 apareció la segunda edición polaca en la editorial Znak de Cracovia.
Amour et responsabilité. Etude de moralle sexuelle. París, Societé d’Editions Internationales, 1965. Preface de Henri de Lubac La edición francesa se publica después del Concilio, donde cultivó Wojtyla amistad con quien prologa esta obra.
La edición inglesa se publicó el mismo año que la francesa.
La edición italiana, tres años más tarde: Amore e responsabilitá. Roma, Marietti, 1968. Proemio di card. G. Colombo.
La edición castellana se traduce de la francesa: Amor y responsabilidad. Estudio de moral sexual, Madrid, Razón y Fe, 1969. Prefacio de Henri de Lubac. Traducción del francés por Juan Antonio Segarra.
(referencias del libro de Graciela Palau: La autorrealización, según el personalismo de Karol Wojtyla – ver posts etiquetados Palau)