El lugar donde he sido mandado a vivir sin ninguna experiencia previa en el medio de la más huérfana inconstancia. El que me obliga a tomar por sorteo hasta la más inocente de mis decisiones, como la de creer en la más pálida idea...

enero 27, 2006

Respuestas necesarias

Daniel Massei dedica buen espacio en Póstumos a responder mis últimos dos post. En cuanto al debate de ideas hay poco que agregar porque precisamente sus respuestas no aportan nada nuevo más que imputaciones personales, ironías y descalificaciones hacia mi. Me limitaré a aclarar lo que creo estrictamente imprescindible.


Algunas falacias evidentes

-Cuando él habla de los demás, o refuta, o interviene sobre los textos ajenos, sea del modo que sea, guardando las formas de un debate o tratando a los demás como infradotados, siempre se trata de una “crítica” y como tal merece ser analizada despojada de toda implicancia personal. Cuando los demás realizan algún tipo de reflexión con aporte de ideas al respecto de tus textos, resulta que es un ataque personal o una campaña en su contra.

-Si Massei editorializa sobre la auto-indulgencia en la literatura, y alguien como yo toma ese tema casi como una propuesta de reflexión -es decir valorando por ese sólo hecho su texto- y emite otra opinión diferente, se trata de una respuesta a él o una parte más de un contragolpe a una de sus “críticas”.

-Me reprocha haber hecho comments tipo spams autopublicitarios “En mi blog me meto con este tema”. Esto merece una aclaración. El mismo Massei en un post habló de lo interesante que es a veces pasar del nivel de un comment al de un post cuando algún intercambio amerita un análisis y una escritura más desarrollada. El aparente spam que menciona Massei –se ve que investigó en todos los archivos de los blogs cosas para imputarme- es lo que hago para avisar que en vez de seguir con un comment el hilo del debate desarrollado allí, decidí a hacerlo en forma de post en mi blog. Obvio que quiero que sea leído y también es una ayuda a quién lee por si le interesa saber que pienso del tema. Lo voy a seguir haciendo salvo que el dueño del blog me pida que no lo haga. Aclaro que jamás Massei pidió que no lo hiciera.


Críticas y ataques personales

Nunca consideré que haya habido una crítica de Massei hacia mis textos. En caso de que hubiera existido orgánicamente, y hubiera sido expresada dentro del contexto pertinente, con el rigor y el fundamento suficiente, la tomaría en cuenta como puedo tomar cualquier observación que considere me puede enseñar algo, venga de quién venga. Lo que si ha realizado Massei es a lo sumo, en el fragor del ida y vuelta de los comments, el lanzamiento de algunos zarpazos aislados sin la suficiente entidad como para que los considere crítica. Podría enumerar: el uso de alguna palabra fuera de contexto para huir del centro de algún debate, hacer imprecisas y vagas menciones despectivas sobre mi estilo, mi rigor o mi capacidad de focalizar los discursos. Este último tópico es particularmente gracioso, que Massei se atreva a dar consejos sobre como “enfocar los discursos” es como si en este momento Guillermo Coria se atreviera a ofrecer a los demás tenistas del circuito consejos de cómo “enfocar el saque”. Por lo tanto no hubo ningún encono hacia él porque “me hizo una crítica” y menos que debido a eso yo haya escrito los dos posts como pensó. Lo que le tenía que decir sobre ese tema de sus arañazos en los comments del "debate Quintín" se lo dije en ese mismo ámbito con suficiente claridad, con algo de humor si, pero sin ambigüedades. Los nuevos posts se relacionaban con los textos de su blog sobre la autoindulgencia de los bloggers y demás, y con el debate suscitado con Omar Genovese acerca de los mismos.


Sobre mi semblanza descubrió parte de la verdad, acierta en que no era solamente dedicada a él pero se equivoca en cuanto cree que se trata de un ataque personal vengativo. Luego para no perder la costumbre dice que es el único post donde mostré al menos una escritura trabajada para de inmediato adjudicarse él mismo el mérito. Así que ya saben: lo único bueno que encuentren en mi blog se debe a Massei, todo lo demás y malo a mi.

Si a él le cupieran todas las descripciones del hipotético “escritor vacante” del que hablaba la semblanza, de ningún modo sería eso motivo para atacarlo o acusarlo de nada, ni menos que menos de una imbecilidad tal como de “inmodestia”. En mi post no se hacen juicios de valor, se trata de una lectura posible de un patrón de ser en el mundo de cierto tipo de “bloggercritor” que anda rondando, así es como podríamos llamar a esa mezcla de blogger con escritor que llamé "escritor vacante". Creo que ese patrón se expone de forma muy difusa confundido con diversas actitudes. Hay mucho de Massei en esa descripción por supuesto –para que negar que se lleva las palmas-, pero también hay de Beatriz Vignoli, de algunos otros blogers que he leído y de mi también, eso prueba que la idea del post estaba muy lejos de ser un ataque hacia él, y lo que intentaba exponer alguna idea en torno al tema, más allá de los casos personales puntuales. No es la primera vez que escribo sobre este tópico y que expreso esa línea de pensamiento, así que no la inauguré para atacarlo a él. Existen en mi blog varios ejemplos antecedentes como los comentarios que hice sobre las ponencias del Rojas –entre ellas la del mismo Massei- en los que me referí al tema de la consideración del lector en general, y en otros como por ejemplo “Un lector llamado literatura”. Que sirva de paso como para desterrar sus insinuaciones de yo fui “instigado” a replicarle por alguien más en esta ocasión.


Las dos perlitas de su argumentación

Dos breves muestras del “rigor” de los enfoques de este analista y maestro ciruela todo terreno. Una es su mención –infiero que descalificatoria- de mi profesión de arquitecto, totalmente irrelevante y sin ninguna conexión. Un dato que obtuvo vía un mail privado que le mandé y que decide revelar. No me conoce, no sabe que otros estudios y capacitaciones he realizado aparte de mi carrera, pero más allá de eso me deja azorado el concepto que está detrás de esta mención, un “argumento” discriminatorio típico de la más baja estofa intelectual. Me pregunto: ¿entonces él cree que por ser periodista o redactor de un diario está habilitado para divagar sobre cualquier materia y ser crítico y experto de todas las ciencias y las artes, y los que practican otras profesiones no? Espero que todos los que han culminado estudios de, entre otras cosas, abogacía, profesorados, licenciaturas en comunicación, computación o traductorados escriban sólo de su profesión ya que si lo hacen de algún otro tema de los que Massei considera su coto de caza, les será enrostrado en algún momento. Creo que haber terminado estudios en una disciplina, o ejercer determinada profesión no inhabilita para educarse y formarse lo suficiente como para actuar en otras actividades como la literaria, o la que sea. Si seguimos a Massei, Beatriz Vignoli, por ejemplo que es traductora, quedaría descalificada para opinar sobre todo lo fuera más allá de la traducción de la voz pasiva del inglés al castellano.

La otra perlita que muestra su “nivel” de razonamiento es la novedosa inferencia que hace: porque yo escribo los comments en un word, yo considero “textos” a los comments ¡!!???? Primero que no veo que tendría de malo incluir dentro de la denominación genérica de “textos” a los comments, ya que son textos y no verdura. Pero presumiendo que apunta a alguna otra descalificación por esto, vaya a uno a saber cuál, aclaro que se trata de una cuestión absolutamente instrumental que obedece a razones de orden trivialmente práctico: no me gusta redactar el comment en esas ventanitas de haloscan o blogger, y además si se produce un microcorte en la conexión – mi conexión de internet es por antena y suele tener ese tipo de interrupciones breves muy seguido- pierdo lo que escribí. Asi que tengo hábitos de lectura y escritura fijos, si hay un texto que me interesa analizar y me motiva una relectura, un post de algunos de los blogs que leo por ejemplo, lo copio a un word. Desde alli hago la lectura. Si en el post aparece algún comment interesante también copio el texto de la ventanita y lo pego en mi archivo junto al post original. Por eso es que si escribo un comment sobre el post o sobre los comments posteriores, lo hago en ese archivo, tengo todos los textos disponibles para cualquier relectura si fuera necesario, y una vez terminado lo copio y pego en la ventana del blog que corresponde. Inferir de esta cuestión práctica cualquiera otra interpretación intencional o subliminal es directamente un dislate. Cuando me referí a esto fue para recordar que en mi caso a los comments los escribía en el momento y sin correción ni reescritura, más que algún borroneo de palabras mínimo para corregir errores de tipeo evidentes que uno realiza al escribir un mail o cualquier otro tipo de texto rápido.


Lo bizarro

Por último recordar lo desconcertante y bizarro que es su “análisis” de mi último post que incluía apuntes reflexivos sobre el tema de la indulgencia y la autoexigencia. Allí no le toca parte como en la semblanza, se trata sencillamente de una interpretación más del tema donde tomo su post como disparador para expresar algunas ideas propias sobre la cuestión, que si supiera leer bien se daría cuenta que no van en dirección de refutar las suyas, sino que expresan una lectura diferente, tomando partido por una ponderación distinta de la indulgencia y la exigencia en el proceso y los resultados creativos. Pero en realidad lo que hace en esta última parte de su recapitulación es “inaugurar un nuevo formato de crítica” que consiste en una serie de citas textuales de mi post acompañadas de pequeñas burlas o ironías pero sin expresar otra idea alguna. Pareciera que con el sólo hecho de citarlas ya las está refutando o qué, vaya uno a saber.

Un detalle: en una parte ironiza acerca de cómo yo “junto certezas” en torno a este tema, supongo que lo dice por el estilo de la expresión “neutral” y sentenciante que usé en mis reflexiones, que casualmente es el que él mismo emplea en su post cuando pontifica acerca de la indulgencia de los bloggers. ¿Por qué crítica esto en mi texto y no se lo autocrítica en el suyo?

Después el colmo: cita una serie de comments que aparecen en mi blog y da por concluida su tarea escrutadora -se supone dotada del mejor rigor lógico- clausurando este verdadero “debate invisible” con un gran descubrimiento ¿Que descubre este tipo ahora? Ta, tán, ta, tán……..ayyyy ¡Que hay un comment en desacuerdo! Que lo parió! Listo el pollo, prueba superada, su tesis ha sido demostrada. ¿Hace falta decir que es lo más normal del mundo que haya comments en desacuerdo? Creo que en mi modo de hacer el blog trato de fomentar el desencadenamiento de opiniones diversas.


Respecto de lo que involucra a otras personas en este debate y sus relaciones de amistad no voy a opinar, los problemas entre amigos se solucionan entre amigos.

Tema cerrado para mi, los textos están a disposición de todos, que cada uno saque sus conclusiones. Seguramente Massei bregará por el rigor, por la aceptación de la crítica y por el debate de ideas. Yo le diría, perfecto, pero que ojalá empiece por su casa, y que no tenga un discurso para cuando critica y otro para cuando le toca ser criticado.

enero 25, 2006

El experimento indulgente

Segunda y última entrega derivada de los textos de El Fantasma (éste y éste) y Póstumos ( éste, éste, y éste). En este caso se trata de una serie de apuntes conectados principalmente en torno al tema de la auto-indulgencia y la auto-exigencia en relación a la experimentación y la excelencia. Para no marearse con este palabrerío habrá que tener... paciencia :-)


"Confiar demasiado en la auto-indulgencia me parece un desperdicio, pero hacerlo en la auto-exigencia también."


I
Interesante aura de indagación filosófica tiene este tema. En música por ejemplo se suele acusar de autoindulgencia a los que confían demasiado en los resultados de las jams sessions, de las improvisaciones conjuntas. Se los imputa de enamorarse fácilmente de lo que les sale, de sobrevalorarlo tanto como para creer que es suficiente, por oposición a los que crean mediante un proceso de elaboración más gradual y trabajado que incluye sucesivas reescrituras y correcciones. En trazos muy gruesos aparecen en ambas márgenes como referentes de cada tendencia por un lado la mística del jazz, y por el otro la de la música clásica.

En esta cuestión planteada en torno a la escritura de los blogs y la literatura, la cosa no pasa por oponer los resultados de supuestos ejercicios de improvisación ligera frente a los trabajos más elaborados en el tiempo mediante un proceso, la cuestión va más allá, a los limites y a las posibilidades mismas del hacer de la escritura, a sus musas inspiradoras y a sus verdugos estranguladores, y como ellos juegan frente a la excelencia del resultado –correcto-excelente-sobresaliente-trasformador-imposible.

Sin autoindulgencia no hay experimentación posible y no hay gestación posible de nuevas ideas, pero sin un grado de elaboración e inconformismo no es posible su concreción y consolidación. El proceso más interesante es el que combina ambas instancias: cierta dosis de inconformismo y de obstinada desconfianza a los resultados creativos es bueno porque predispone a desafiar nuevos procesos, a expandir siempre los límites; pero para que de aquellos procesos sea posible la emanación de oscilaciones innovadoras y transformadoras se necesita altas dosis de auto-indulgencia y auto-autorización para asumir el riesgo de la incertidumbre de los resultados.


II
Puede que conviva en todo bloger –me incluyo obviamente- la sensación de que lo que sube tras el impulso fácil y tentador del botón “publicar post” no está lo suficientemente probado, testeado, reescrito, corregido, evaluado, sopesado, decantado y culeado. Pero es precisamente el terror a las des-jerarquización uno de las cosas que el ejercicio catártico del blog desactiva, al cortar las dependencias institucionalizadas de las evaluaciones habilitantes. El blog enseña lo que no se enseña, probablemente, en ninguna otra parte, que en la compleja diversidad de las sociedades jamás se puede estar seguro de donde pueden venir los disparos de ideas. Los que le pegan entre ceja y ceja al ladrón que huye haciendo justicia, y los que le pegan en el corazón a la viejita que venía cruzando la calle.


III
Confiar que la excelencia va a nacer de una operación instrumental obsesiva y castrante como la auto-exigencia, es una confianza engañosa, una remake del viejo discurso del eficientismo lavorador, del esfuerzo infalible. La impostura es inventarse una flagelación cuando uno la está pasando bien, el auto-amedrentamiento culposo preventivo ante la falta de excelencia presunta. Eso si que es más de lo mismo. No existe auto-exigencia que pueda hacer ver más allá de las propias narices, ni que sea capaz de ganarle al goce como excitación creadora y “mejoradora”. Me opongo al discurso que pone el displacer y el esfuerzo como plataforma de la excelencia en el arte, y el placer y el goce como reposos aburguesados de la mediocridad.

Puede que lo que abrume sea la angustia por la jerarquía anarquizada. A cientos de cosas que se leen en los blogs puede que le falten una reescritura más, una autocrítica más, un examen más, un pulido más, pero me pregunto ¿para qué? La cultura del pasado en limpio no se muestra victoriosa frente a la exposición de los riesgos del hacer. Está bien, concedamos que el placer es al menos sospechoso, pero ¿y que de conformarse con la bruta ignorancia de lo que nos hace sufrir? ¿Por qué creer que ha de ser mejor aquello que nos hizo sangrar en sus intentos de reelaboración? ¿De donde viene esta concepción? “Parirás la letra excelsa con dolor” parece decirnos el mensaje; que no abandonemos el sentimiento culposo de auto desvalorización de nuestro bienestar.

Una conexión que se me ocurre es aquella del dolor o de la tragedia como motor de la expresión. Pero se trata de otro dolor, un sufrimiento experiencial que actúa en la gestación del impulso creativo, pero de muy distinto orden al displacer de la auto-exigencia correctiva y elevadora de la escritura que se supone allanaría el acceso a la excelencia a nuestras obras.

Lo imposible tiene tantas chances de nacer de la auto-exigencia como las que tiene mi querida Academia Racing Club de salir campeón este año. Lo imposible nace de la capacidad de ser hablados desde fuera de nuestros límites conocidos, es necesario entre otras cosas desencadenar la fisión atómica de lo posible, destruir sus células de retención, y creo que desde el placer es donde existen las mejores posibilidades de hacerlo.

IV
Si amamos los riesgos estéticos no podemos ser esclavos conservadores de los riesgos políticos. Si nos proclamamos fastidiados por la previsibilidad y la falta de riesgo estético no podemos al mismo tiempo enunciar tanto terror a sus consecuencias, al tiempo de subestimar y llamar auto-indulgencia a lo que tal vez es nuestra audacia liberadora. De tal brutal conservadurismo aterrorizado de la propia autorización es probable que no brote ningún fruto incorrecto.

V
El placer no es antagonista de la experimentación, por el contrario es el miedo al error y es la culpa lo que nos convierte en una máquina auto-censora. La corrección puede llegar a anular la capacidad transgresora de la experimentación, porque la corrección es la forma de condenarse a volver una y otra vez sobre-lo-sabido, y desechar todo los nuevos brotes que puedan crecer producto de esas oscilaciones. La auto-exigencia te lleva a siempre de retorno a lo probado, a los depósitos donde están bien guardadas tus seguridades; allí donde solo está aquello-que-se quedó-ahí, y que a causa precisamente de este mecanismo perverso, ha permanecido casi impermeable a la renovación.

Confiar mucho en la corrección y en la evaluación es peligroso. La gravedad de sus daños colaterales puede inutilizar totalmente el mejor de sus beneficios. Por más que mejoren un poco lo que ya es bueno, tampoco harán excelente algo que es malo, y es probable que hagan desechar promisorias gestaciones. Me hace acordar a esos editores de libros o discos cuya habilidad era rechazar grandes los talentos embrionarios. Y si rechazaron no es porque fueron miopes, sino porque por definición, en tanto correctores y evaluadores, trabajaron con los códigos preestablecidos y desconfiaron de lo que no tenían en memoria como valor.

VI
La mirada piadosa para con la propia obra no parece un peligro menor que el del enamoramiento del propio látigo y las propias armas de auto-tortura, y de las categorías con las que nos torturamos en todo caso. Con el rigor se puede conseguir un gran trabajador pero no un gran artista, el perfeccionismo no es algo que se aprenda sólo con disciplina.

¿Pero lo que digo yo que es? ¿Renunciar a toda disciplina y a todo trabajo de corrección? ¿Anular toda transpiración para instaurar el regodeo puro de la inspiración? ¿Una festichola contínua del hedonismo? No. El tema es saber reconocer que la corrección tiene un efecto esencialmente limitado y en el fondo castrante, y que si alguna chance de elevación es posible es superándola, algo así como usarla un poquito para matarla después. Y la angustia que en todo caso es necesaria aprender a soportar es la del salto al vacío después de emitido el propio acto creativo que desafía precisamente todos nuestros más rigurosos exámenes de validez al no aprobarlos. Amigarse con la adrenalina de esa incógnita es lo crucial.

VII
La literatura del mayor esfuerzo podrá ser en el mejor de los casos el entretenimiento favorito de los constipados, pero lo único que produce son excelentes soretes duros.

enero 24, 2006

La alucinación publicante

Recién salido de la artesanía fantasmal de Omar Genovese está disponible aquí mi libro "El hombre siamés".

Semblanza del escritor vacante

Intro
Primera entrega inspirada en la saga de textos recientes de El Fantasma y Póstumos ( links en la solapa inferior derecha de esta página ). Aclaro que cualquier parecido con algún bloger en particular es impura coincidencia. Por momentos la lectura los animará a realizar acertijos, en otros, en cambio, los desorientará. Es que el escritor vacante anda por todas partes, todos podemos ser él, y todos somos él. Pero quién es quién por ahora es lo que menos importa.


El escritor vacante es una falla del sistema

Y que no lea nada peyorativo en esto y en lo que vendrá, la historia de la oscuridad eterna prueba que las fallas en los sistemas son la fuente más prolífica en materia de luces, de las que balizan para bien los caminos.

El escritor vacante es aquel que proclama escribir para nadie y para el no-lector, para al mismo tiempo confirmar esta contradicción escribiendo un blog hecho y pensado para satisfacción pura de ese lector, casi como una guía obsesiva y constante que no falla un día en realizar todas las operaciones burocráticas y necesarias de mantenimiento, actos exclusivamente administrativos en función de satisfacer lúdicamente al lector. Que cumple el servicio de actualizarlo diariamente como una rutina casi empresarial.

Es aquel que como el tero pone los huevos en un lugar y canta en el otro. Es político, no se si correcto o incorrecto, pero si político, porque su posicionamiento siempre es político. Pero no busca réditos como los políticos partidarios, juega a que los encuentra y no los recoge. Es una opción, una motivación para la escritura, un modo de colgar su diploma existencial, una forma subliminal de mantener regado el jardín de las jerarquías para que no se vean como esa cruda y anárquica proliferación de yuyos donde lo que más se lamenta es que se mezclen los pastos silvestres con el fino rye-grass perenne.


La estrategia de “inmersión- emersión”

Periódicamente nominará como al pasar a algún referente jerárquico de un evidente oficialismo del talento literario. Se lo calificará de “escritor que tiene un blog”. Por consiguiente, los demás blogers no son escritores, dejando en claro lo que no se puede decir. Porque eso de andar ocultando las cosas a los gritos no hace más que ponerlas toscamente en evidencia. Enmascararlas a través de toda una trama articulada para su negación irónica, entre dudosas humoradas de humildad, no hacen más que confirmarlas.

El escritor vacante es aquel que metaboliza día a día su desembarco en el blog como una infiltración en los dominios de la escritura plebeya. Incluye la adopción de sus hábitos, sus valores, el empaparse de su corrección, capturar sus obsesiones y los que es urgente e indispensable, sus debilidades. Ser vecino reconocido y que goza de la confianza políticamente correcta del barrio blog es un primer paso en la sustentación del goteo. No olvidemos que la presencia de una sustancia en la piel parece ocasionar sólo cosquillas improductivas, pero no se debe subestimar su alta y efectiva capacidad de absorción. Y de tanto buscar les brechas aprende varias cosas: es divertido manipular la pusilanimidad natural de algunos novatos de espíritu, acariciar y cachetear su dulce amateurismo, ver como la inseguridad de su pletórica escritura festejante juega a su favor. Montarse sobre esa falla con su discurso hegemónico, puesto por encima desde el impostado lamento de la paridad.

La operación básica de su estrategia de “inmersión-emersión” es que primero se auto desvaloriza para desvalorizar a los otros a la vez que planea su estrategia para emerger límpido y rejerarquizado desde esa desvalorización simuladamente compartida. La primera oración casi siempre es del tipo “Los blogs son una cagada”. La segunda, que cuida de agregar bien rápido y de corrido para evitar cualquier confusión es “Y el mío también los es”. Es la cuota de consanguinidad en el fracaso que predisponga a la simpatía pero que no podrá ocultar la actitud de querer oscurecer a los demás aún a costa de esa declamada auto-prescindencia. La mediocridad del Otro es instalada a través de una sospechosa visita de solidaridad. Sucede que incluirse en el hundimiento no alcanza para oscurecer su responsabilidad autoral en él, como los suicidas islámicos que se inmolan abrazando a sus enemigos para llevarlos a donde no eligieron ir. La diferencia es que para los inmolados la estrategia de retorno es una confianza de jerarquización mística a realizarse fuera del campo de la vida terrena, en cambio la estrategia de regreso del escritor vacante es bien de este mundo y se presenta siempre a continuación como un perfecto mecanismo.

El escritor vacante disfraza su deseo de recibirse de escritor habilitado, pero lo hace a la vez actuando desde el rol de escritor habilitado, actuando sus escenas de forma verosímil, y –milagrosamente- sin que nadie lo note demasiado. Su impostación no es deliberada, sino inevitable consecuencia del juego de trampas que invade sus pasiones y al que se somete en busca de sobrevivir en una comunidad irremediablemente insuficiente. Una serie de simulacros hacia adentro y hacia fuera. De tanto jugar con espejos, negaciones y dobleces, se termina doblado, negado y espejado.

Es un escritor capaz de estar del otro lado, o que viene del otro lado, con los autorizados y consagrados, pero que a causa de algunas excentricidades de su enternecedora historia personal ha decidido desperdiciar tal condición ofrendando su entrega al mundo de la inferioridad de los blogs. Un extraño bohemio de la excelencia que se define como icono estatutario detrás de sus excesos de conducta, los que expone con puntillosa regularidad para sostener el modelo. Es el hijo pobre y descarriado del alto talento habilitado que en vez de dedicarse a convivir con sus pares, optó por regalarnos el privilegio de descender a compartir este condado menor del arte, aquel donde supone predomina la conformista autoindulgencia, esa periferia entusiasta de su propia imposibilidad. Pero al final se da cuenta que se aburre.

La puesta en flotación sucia de todas las jerarquías establecidas que pone en juego la oscilante vibración del blog lo desacomoda, porque por más que proclame lo contrario, todavía es esclavo de su estructura ordenadora, desde su sólido engreimiento de pertenecer y desde su sincera obediencia a los que pertenecen.

El escritor vacante es un líquido al que no le alcanza el envase que ha conseguido para contenerlo. Porque sobrestima el envase que no lo contiene, o porque subestima al que lo contiene.

Yo no le permitiría que quede vacante por nada del mundo, es más, ya tengo un puesto para ofrecerle en mi nómina de favoritos.

enero 18, 2006

La lengua entera

La categoría Pulsos de este blog aspira, aparte de ubicar mis posts relacionados con actualidad, a dar cuenta de la red de debates que se establecen en los blogs. A partir del artículo de Kaputt de Jorge Mayer Una cierta soberanía y en los blogs Póstumos y Tómenlo Como De Quién Viene (enlaces disponibles en este blog) ha crecido un intercambio atractivo al que me sumo con algunos comentarios de ocasión.

Lo que rescato del excelente texto de Mayer es la capacidad de entretejer con gracia unas ideas acerca del sesgo restrictivo que se huele en el ambiente de algunas concepciones literarias. Realiza un reclamo de soberanía de pleno derecho, delirante y cívico, ante un litigio aparente que se establece entre una reglas de composición oficiosas, decantadas a través de la experiencia de algunas figuras, y la fogosidad creadora del lenguaje en su totalidad indomable.

El lenguaje vivo es tanto la mezcla del habla inculta como de la culta, de la coloquial y de la formal, de los balbuceos monosilábicos de los parcos y los historiantes circunloquios de los parlanchines. Es la acritud seca de los que escriben palabras como cifras, porque nos dejan la sensación que de tan crudas y despojadas hasta les han quitado los ceros redundantes que van después de las comas. Y es la escritura derrochona, exuberante y selvática de esos que parecen baldearnos de palabras para limpiar una miguita de pan. Voces que van y vienen del barrio a la facultad, de los museos a las bailantas, de los jóvenes a los viejos, en un continuo intervenir y devenir, y dicho esto aún queda más: ¿por qué debiera la literatura limitarse a ser la captura hiper-realista de la lengua viva? La literatura es una de las industrias que participa en la fabricación del lenguaje, no una periodista testimonial ajena a su evolución. Se reclama que nos dejen jugar con toda la forma, que no nos achiquen la cantidad de juguetes; ni los de las almas ni los de las nubes.

¿Existe una lengua de lo literario por fuera de la lengua natural? No es sano que la literatura se convierta en una cámara oculta esclava, sin voz propia, y que se limite reflejar el lenguaje de los hechos, rescato esa soberanía que le permita introducir su voto artístico a la construcción de la realidad del lenguaje; la prevención que tengo es la de no creer que existe lo “literario” en si mismo definido como un manojo de palabras caracterizadas que acaparen ese rol. Ahí caeríamos en la misma estupidez restrictiva del realismo, hipostasiando a algunas entidades formales para que se abroquelan en si mismas y terminen formando una de esas odiosas ortodoxias excluyentes.

Aquella observación de Fogwill sobre el original de Nielsen me pareció una simple y ligera observación de sentido común y ninguna expresión de maestría o ejemplo de verdad revelada del análisis literario como algunos la hicieron aparecer. La condición de Maestro con la que muchos tratan a este escritor debe justificar tanta celebración y darle de inmediato status de “corrección”. Frente a lo que se supone una intención del autor de trabajar con un lenguaje coloquial y de reproducción realista desde la primera persona del personaje principal –el empleado de la funeraria- como narrador, Fogwill nota un desajuste en esos términos y aconsejó usar otro y en su explicación parece quedar claro. Si el autor efectivamente considera que su intención es ajustarse a un efecto realístico en el habla verosímil del personaje narrador, la observación parece atinada. Si ese personaje elegido fuera un sodero y efectivamente “habla” como José, mi sodero que viene los martes, todo bien, que diga prender la luz, llena de felicidad cuando un autor que quiere ser realista acierta en la glosa. Pero después los matices son infinitos, que pasa si el autor lo que quiere es fabricar un sodero diferente, que sobresalga por no hablar como un sodero, o desplegar un realismo con fallas, jugar con la obediencia y la pequeña trasgresión a ese realismo casi perfecto introduciendo vocablos que deliberadamente suenen “fuera” de su léxico. O quizá suceda que José, el sodero, (o el funebrero del cuento de Nielsen) puesto a contar su relato ya no diga “prender” y diga “encender” en un intento de refinar su lenguaje, ya que es una actitud típica aún de las personas peores habladas del planeta, adoptar términos más elevados cuando están en situación de contar algo bajo un ámbito de cierta formalidad. Una cosa es un sodero hablando en la calle mientras trabaja o mientras juega a las cartas en el club con sus amigos que en la circunstancia de “ponerse en relator”, o cuando le toca hablar con la maestra de su hija. Y entonces en ese caso es probable que “encender” sea más ajustado que “prender” , aún desde el más porfiado de los hiper-realismos.

Muchas veces se observa un rasgo diferente, la extraña coincidencia del lenguaje culto del narrador con el de los personajes, como si no existiera una caracterización que los diferenciara. Si es una intención deliberada es válido, y habrá que ver que efecto produce, pero en otros quizá se trata de una falta de manejo -o de calle-, algo que se ata a lo que comentó Freidemberg: hay palabras que son ”de libro”, y que algunos cree que si no se incluyen, sea en boca de quién sea, no es literatura.

Creo que en literatura nada es correcto fuera de la decisión estética que lo hace ser correcto o incorrecto. Y desconfío de las recetas generalizadas sobre lo correcto e incorrecto que se dan así, al toque, pssss, viste pibe?, de puro troesma nomás.

Cito del texto de Mayer:
“Me gustaría que cundiera el ejemplo de Filloy y que cada autor se tome el tiempo que sea menester para encontrar la palabra precisa”

No leo una puesta como ejemplo de la obra de Filloy, sino una mención tangencial de un sano consejo instrumental que puede resultar en que la palabra precisa hallada después de tomarnos todo el tiempo sea ninguna o la misma de siempre.

enero 17, 2006

Periodismo alternativo y blog

Una fantasía acerca del periodismo blogger

En una de las mesas redondas del Rojas en septiembre del año pasado alguien que estaba en la sala, y que se presentó entre otras cosas como ex periodista del Buenos Aires Herald, le preguntó al ocasional expositor en ese momento –Daniel Massei- algo así como por qué no existía un blog importante tipo prensa alternativa. Recuerdo bien que Daniel le devolvió la pregunta al preguntador y ya no recuerdo nada más. Anteriormente a ello, en algún que otro debate por ahí creo que varios esbozamos que desde los grandes medios veíamos como de alguna forma se “alentaba” la consolidación e identificación del blog con un perfil acotado al ejercicio literario personal –el famoso diario íntimo- como si esto tal vez contribuyera a alejar cualquier identificación ascendente del blog como fuente de prensa alternativa en la formación de opinión frente a esos grandes medios. Ahí quedó. Estos días tomaba cuenta de una tendencia creciente pero desde el lado de lo que hacen los blogers, y realicé el famoso milagro de la conexión: tal vez, y más allá de cualquier influencia de los grandes medios, esto esté ligado a la razón por la que no existe ese blog o ese site de periodismo alternativo con la potencia y la consistencia que uno podría imaginar.


Enlace, bendito tu eres

Creo que la selección de contenidos es la base de sustentación del enlace, uno de los pilares del blog, del armado de su trama esencial de circulación. Cuando de enlaza a otros blogs y a otras publicaciones poco conocidas siento que se cumple una función de difusión imprescindible, se pone práctica un mínimo y vital auto-abastecimiento alimentario necesario para su supervivencia y afirmación como comunidad, creando esa red de referencias que va aumentando las posibilidades de acceso a cada vez más contenidos “ocultos”. Pero lo que se ha convertido en tendencia predominante en los blogs es el salpicado de enlaces y citas directas hacia artículos de medios mainstream, acción en si misma interesante, útil y valiosa dado que lo rescatable en ellos es escaso, sólo que su proliferación me inquieta: son demasiados los blogs que hacen lo mismo, es decir, que se dedican a actuar de correos, sin bajar línea propia o haciéndolo muy raramente. El problema es que a muchos nos termina llevando de vuelta a donde no queríamos ir: vamos a leer los blogs para NO IR a los medios centrales –llaménse Clarin, Nación, Página 12 y largo etcétera local e internacional-, para hallar una versión diferente de la realidad hecha letra, y desde los blogs nos hacen IR a donde no queríamos.

El peligro de proyectar la intensificación de la tendencia es convertir a los blogs en promotores y divulgadores de lo que escriben los mismos de siempre, que resulta ser –valga la redundancia- lo mismo de siempre. Que se entienda bien: no es caerle a los bloggers que practican el salpicado, muchos de ellos incluso desde fuera de cualquier vocación”periodística”; ni tampoco pretender que lo correcto fuera no seleccionar a los grandes medios, se trata de manifestar un interrogante ¿No será que este “pasatiempo” es el que está ocupando demasiado a los tipos capaces de inventar una prensa bloguera referente? Extraño que no haya más blogs o sites periodísticos capaces de generar propia información y/o editorializar con sus posturas y opiniones, que diseñen su agenda sin depender de lo que sale en los medios grandes.


Quiero leer un blogger que escriba sobre lo que hizo Kirchner, y no sobre lo que escribió Fulano sobre lo que hizo Kirchner

Imagino que sostener una publicación periodística de actualización frecuente no sería nada fácil de implementar por razones logísticas. Se entiende que un bloger no puede tener servicio de informaciones propio, pero al menos podría con el material que recoge de diferentes fuentes (aunque parte de esas fuentes sean esos otros medios) darnos otra opción periodística, unas interpretaciones ad-hoc de los hechos. El blog como prensa alternativa tiene posibilidades aún más inquietantemente fabulosas que en lo literario, pero a mi juicio tendría que ir enfocarse en lo posible en ir en busca de reflejar directamente los hechos, y no a lo publicado por los medios sobre esos hechos, abandonar la tercerización.


¿Llevaría tiempo? Si, es cierto, aparenta ser un impedimento serio, requiere un tiempo imposible de sostener para una tarea vocacional sin rédito económico a menos que se viva de rentas, pero pensándolo bien creo que es posible teniendo en cuenta a mucha gente que aparece en la web y le pone mucha dedicación diaria, sería cuestión de ordenar esa dedicación a otro fin. Si ese enorme tiempo que se invierte por ejemplo en leer 456 websites de diarios y revistas de todo el mundo para armar las tutti-frúticas selecciones diarias, se dedicara a la construcción de algo propio ¿no sería diferente el resultado?

También lo veo difícil de llevar para una sola persona, por una cuestión de foco. Por eso creo que es algo que requiere una tarea grupal. Si Kaputt y otros ejemplos mostraron que en lo literario es posible hacer algo interesante llegando incluso a una actualización diaria, ¿por qué no?
Sigo esperando leer ese gran –o no tan gran- blog periodístico alternativo que hoy no encuentro. Finalmente apuesto que pronto lo podré leer, es una cuestión de tiempo, estoy seguro que aparecerá y algunos de ustedes lo van a escribir.

enero 16, 2006

Anónimatopeyas

!Como me cuesta completar un post en enero! He estado de vacaciones aunque sin viajar a ningún lugar donde se supone la gente va de vacaciones. La consecuencia es una insoportable estadía en la mismidad de la burbuja cotidiana, bajo un narcotizante efecto de irresolutividad que me acosa a toda hora, entrando a la PC como un acto fisiológico de consuelo. Y aparece ese enemigo último y aterrador que medra en los ríos revueltos de los eneros infames, el embole. Un embole tridimensional, caluroso y humectado, lluvioso y repulgado, arbitrario y afecto a neologismos pegajosos. Es que en enero toda participación en la realidad debiera cerrarse, nada es posible encontrar entre los fastidiosos acreedores de uno mismo.


-Este post se conecta en gran parte con lo publicado en Kaputt por Luis Bernard.


El texto de autor

Primero me referiré a las consecuencias enfocadas desde el lector y no desde el autor. No sólo es anónimo el texto que no tiene firma sino el que está firmado por un nombre desconocido, no construido, sin valor agregado. Desde el punto de vista del lector, la cuestión que acapara el mayor interés de un texto es saber quién es el autor, descansar sobre el sentido construido de su valor y reputación. Después y muy relegado puede venir el interés por el texto como tal. Esto contribuye demasiado a la primacía del culto al autor por sobre el culto al texto. Cualquiera que haga la prueba podrá comprobarlo: suba un texto más o menos decente suyo y cítelo como de algún autor conocido, o bien de algún nombre y apellido inventado –si suena con aire húngaro o iraní hasta mejor- pero al que deberá adosarle alguna edificante frase de presentación del tipo “uno de los escritores más premiados de Europa”, o “una de las nuevas esperanzas de la literatura” y tendrá un plafón mínimo de aprobaciones muy superior a que si lo firma usted. La valoración está abrumadoramente condicionada por la reputación consolidada o aparente del autor y no por el texto en si mismo. Si el texto fuera presentado como de un tal Juan Pérez desnudo, algún lector que sobreviviera a la falta de interés de tal nombre lo leería y tal vez si lo consideraría como texto despojado, pero es muy probable que opine negativamente de él por la aplicación del carácter transitivo (si el texto es de nadie debe ser malo) o no opine ante la falta de referencias. La chapa del autor es para la mayoría de los lectores –y buena parte de la crítica también- la única tabla de referencia segura de valoración posible, tal la orfandad de conceptos propios en la que el texto se halla. Construir una firma es el proceso central de la literatura, se necesita avalar el nombre con curriculums, antecedentes, opiniones, críticas favorables, premios o trayectorias académicas o mediáticas, y si es posible cualquier tipo de notoriedad. Obviamente que existen minorías dentro del universo lector que tratan de volver a texto y evitar el influjo de aquella tendencia, y la irrupción de los blogs puede introducir una interesante fisura por donde colarse.



Primeras disquisiciones sin red

Superada esta mirada creo que el tema del autor individual, el anónimo y el colectivo se “complica” en el buen sentido de requerir desarrollos que inervan necesariamente tensiones filosóficas, políticas y estéticas. En mi post anterior rocé parte del problema de la individualidad y la colectividad pero sólo desde mi inquietud ante la entraña del proceso creativo, pero de inmediato se pone en juego lo que va más allá. La cultura es una herencia colectiva, pero cada obra hecha desde la libertad experiencial posible de cada sujeto es individual, así sea la menos individuada de todas, o la enésima recopilación que se monta casi encadenada sobre el acerbo de obras heredadas, es subjetiva. Es la forma de ser-en-el-mundo del individuo la que produce la obra y sustenta el concepto de autoría, y no un concepto propietario o propietarista de autoría como posesión individual, como dueño de una mercancía. La obra es lo que cada uno hacemos con la cultura. La sucesión de individuaciones sobre ese inmenso soporte social de la cultura constituye la autoría. Y es así que toda obra individual puede leerse como un grano más en una arena colectiva que sobresale como masa consistente, pero se trata en todo caso de una operación forzada, la decantación documentaria, una amalgama hecha por fuera de la decisión de los autores.

Existe una reticencia a la publicación anónima que puede se deba en parte a la necesidad de cuidar el vínculo sano y originario de la autoría como pertenencia y pertinencia del texto al sujeto, de ser reconocido en él y por él, puesto que el texto es también una forma de respiración vital. No deben pagar por esta necesidad humana y socialmente constructiva, el mal uso del individualismo egoísta que pueda haber hecho el capitalismo en el sentido de inyectar el sentido de la individualidad como la resultante triunfal de una competitividad guerrera con el otro, y necesariamente excluyente del otro como opción cooperativa de creación. Allí llegan mis reparos frente a los colectivismos que destrozan la intangibilidad de la ligazón del sujeto individual a su hacer, y son destructivos de su humanidad y su naturaleza indisoluble, que no debiera ser subyugada en su condición para usarlo de carne de cañón de operaciones de “picadora de carne” colectivas. La relación de pertenencia e identidad con sus obras y sus objetos personales debe ser respetada, que incluye el derecho humano básico de ser reconocidos en su singular subjetividad. Que el industrialismo capitalista haya fetichizado esta relación hasta el punto de transformarla en una enferma obsesión destructiva, no habilita su supresión, más bien invita a su rescate. Recuperar la separación del hacer con lo hecho es jamás perder la ligazón de lo hecho con el sujeto que lo hace, y no permitir que se produzca la licuación del vínculo de lo hecho con el hacedor dentro de una bolsa colectiva enajenatoria. Muy diferente es participar del arte colectivo como decisión individual, donde la creación cooperante emana como una energía explosiva de esa interacción voluntaria, positiva e incluyente, liberada de la supresión del otro a la que lo obliga la condición competitiva de la obra vista como prueba supervivencial de rendimiento.

Soy un individualista que cree en la capacidad de los logros colectivos, que la “individuación” y la “colectivación” son acciones posibles y paralelas, no excluyentes, en tanto se produzca la liberación del monopolio instituido del deseo de reconocimiento individual como salvoconducto existencial. Nacimos estructurados en una sociedad donde la individuación posible y la autoestima se reducen al resultado triunfal en un combate eterno, circular e infinito, si nos despojamos de estas cadenas es posible que los anonimatos y las colectividades formen parte más asiduamente de nuestros menús creativos.

enero 10, 2006

De autorías y coautorías

- De los egos filmantes y la autoría desmedida


En todo ámbito cultural creativo existen ambientes más propicios a la gestación, nacimiento y vida de los “superegos” creativos, yoes que vienen a constituir esa subraza especial dotada para fabricarse la ambición de que su destino es crearlo y saberlo todo.
Nada más que el viejo sueño tan esencial del control creativo del hecho artístico, allí donde “autoría” se une en concubinato incestuoso con su pariente sanguíneo “autoridad”.

En música por ejemplo están los multi-instrumentistas, que componen y arreglan sus obras, así como también ejecutan todos los instrumentos, componen las letras y realizan las mezclas de sus discos. Pero el caso más interesante es el de los cineastas porque a menudo procuran encarnar estos superegos desde una especie de “normalidad”, inscriptos en una tradición propia de ciertas corrientes del oficio donde está instalada la idea de que realizar un film implica la “obligación” de mandar sobre la mayor parte de los requerimientos creativos, aún de aquellos para los que no se registra una formación o una idoneidad “habilitante”. La mayoría, por tradición, se forma técnicamente en la realización y a menudo, ayudado por el clima imperante en ese ámbito formativo, confunde saber filmar con saber hacer un montón de cosas más. Dentro de la rica tradición europea, la condición del cineasta-que-hace-todo está muy arraigada, y creo que se define habitualmente en modelos que van del “cine de autor” a todo tipo de producto “artsy-fartsy”. Estos cineastas se forman en la concepción del realizador omnipotente que para obtener identidad de tal debe al menos imaginar, escribir y dirigir el film. Y a consecuencia de esto, lo que resalta a menudo es una asimetría enorme entre las amplias y variadas demandas de idoneidad artística que requiere este modelo y las típicas capacidades que desarrollan a nivel formativo los realizadores.

Sea como sea que ponderemos la mayor o menor influencia de algunos de sus componentes, lo importante respecto del cine es convenir el hecho innegable de su multi-disciplinareidad. Nada en un río cuyos afluentes principales son la literatura, el teatro y las artes visuales, integradas en un soporte cuya complejidad técnica implica ya todo un alto requerimiento de manejo. En tanto es teatro registrado sucesivamente, el rubro dirección de actores y todo lo relacionado a ello es crucial. En tanto es literatura, es primordial la historia que implica calidad narrativa, poética o ensayística, condiciones típicas de un escritor. Muchos cineastas creen que al entrar al proceso por el dominio de la variable técnica, están habilitados para el resto de las tareas. Esto se refleja en tantos intentos y proyectos llevados a cabo cuya endeblez resulta de tal asimetría de recursos; filmes que muestran destreza técnica y atrevimiento formal pero que parecen ser la versión filmada de la peor de las novelas y la peor de las puestas teatrales.

Del lado del cine mega-industrial como es el caso de Hollywood, la especialización es lo habitual, pero esta división del trabajo que puede tener cierta coherencia de origen, termina jugando un rol totalmente diferente dado que se inscribe como el modelo de división del trabajo de máxima efectividad en la despersonalización del producto final a la que apela la industria para mantener el control absoluto sobre el producto en términos de inversión económica. Funciona como mecanismo facilitador del condicionamiento artístico de todas las partes, aunque logísticamente contribuya en algunos casos a asignar los roles creativos de una producción según la máxima idoneidad en cada rubro.

Me adelanto a una objeción que pueda dirigirse a mi planteo y que tiene que ver con la confusión que pudiera establecerse entre el fenómeno del diletantismo y la integración artísticas por un lado, y la construcción artificiosa de un “superego” por otro. Este último enunciado no pretende ser una categoría, se trata de apenas de un apodo confianzudo con cierto fundamento conceptual. Se extraña a los verdaderos diletantes, aquellos artistas y creadores que han podido escindirse del mandato eficientista de la especialización y que demuestran interés en una expresión integradora, totalista, plena de ductilidad y síntesis, y que llegan a ella como consecuencia de un desarrollo paralelo y una imposibilidad casi emocional de reducir sus pasiones a alguna de las parcelas establecidas. El arte y el pensamiento moderno y posmoderno, a consecuencia de los mandatos de la industrialización, están enfermos de fragmentariedad e hiper-especialización. Pero la observación que planteo es un muy diferente, no se trata de renegar de los integradores, sino de mostrar el desencanto porque haya tan pocos a los que les de el cuero para serlo, y la mismo tiempo tantos productos de academias desmedidas que exponen el contraste contradictorio entre sus expandidas ambiciones y sus limitadas capacidades.

-De las individualidades y colectividades literarias

Ahora llega el turno de meterme con la literatura. El cine, siguiendo la línea de razonamiento anterior, se muestra como una maravillosa plataforma para la concreción del arte colectivo, para el trabajo en equipo. Pero tal vez esa otra poderosa convocatoria que lo incita a ejercer el modelo del autor omnipotente procede de la literatura, que es un arte esencialmente individual. Todos podríamos recordar o citar libros compartidos, hechos en coautoría por dos, tres o más autores, pero si reparamos un instante nos daremos cuenta que son casi siempre ensayos, investigaciones o trabajos periodísticos. La ficción ha sido siempre refractaria a la autoría pluri-personal. ¿Alguien podría citar el milagro de una novela escrita en coautoría al menos por dos autores? La novela en particular es un género casi exclusivamente individual, es casi sinónimo de soledad y absoluto control individual del ciento por ciento del proceso creativo (exceptuando de este análisis interferencias o metidas de cuchara de editores o empresarios). Hasta diría que es impensado imaginar que sea posible una novela escrita por dos autores – o más-trabajando en equipo. ¿Y una poesía? No, parece absurdo por donde se lo mire. Una poesía o una novela tienen una única firma, cuesta tomar en serio que dos personas puedan llegar a conformar tal milagro de convivencia autoral. Son géneros ideales para practicar los más esplendorosos partos de la propia existencia individual, para someterla a cirugías extremas que la desentrañen hasta los limites mismos de su volatilización, entre la arbitrariedad y la dependencia, entre el secreto absoluto de la soledad cómplice y la interferente vecindad de toda otredad. El neomundo simbólico de la novela se concibe como apogeo de esa subjetividad indivisible, insumable, irrestable e inmultiplicable que se regodea de su propia libertad de proyección, de su registro protegido tras la caja de cristal autonómica.

¿Pero acaso no sería posible hacer una novela o una poesía como obra de conjunto? A primera vista cualquier trabajo colectivo parece realizable. ¿Acaso no es algo común en composición musical, en dramaturgia o en escritura cinematográfica?

PROPUESTA DE HARGENTINA:

PRIMERA NOVELA DE LA HISTORIA A ESCRIBIRSE EN COAUTORIA

No importa que revisando archivos desde el siglo nonagésimo quinto antes de Cristo alguno de estos rasca papeles que azotan el éter irrespirable del mundo cultural encuentren ya algún antecedente, o que este autor haya ignorado algún ejemplo contemporáneo que pueda haber existido. Interesados en la idea vayan buscando compañero, de mi parte sólo puedo ofrecer un trato a mi hipotético socio: usted escribe y yo lo corrijo.

enero 02, 2006

Matando los frutos de tu árbol

Este post no tiene links pero hace referencia a un debate reciente suscitado en varios blogs ( Tómenlo Como De Quién Viene, Póstumos, Santos y Demonios, Et In Arcadia Ego entre otros) en relación a textos de Quintín publicados en el site Los Trabajos Prácticos

Caso curioso el de Quintín, pocas veces vi un tipo que en una misma pieza textual lance buenas puntas, observaciones agudas e interesantes planteos mezclados -al mismo precio y en un mismo paquete- con acusaciones necias, incoherencias peyorativas y tiros por elevación sin el más mínimo ajuste de blanco ni de proporcionalidad. Que prejuzgue, mal juzgue y confunda a todo el mundo a diestra, siniestra y al medio.


Me voy a ubicar como cuña entre la Genovesiana descripción de su inviabilidad –implacablemente convincente de cara a la evolución de los hechos- y la desconcertada mirada de Massei que parece no poder conciliar la luz intermitente de la aprobación con el apagón abrupto de la repulsión.

El problema central con Quintín me parece que es, aparte de sentirse permanentemente amenazado cuando se dispone a debatir con alguien, su falta de respeto por el valor de las personas. Creer que porque se escribe en un site de pretendida excentricidad se puede experimentar libremente con las cualidades humanas, éticas y profesionales de los demás como se experimenta con ratones y tubitos de ensayo, es todo un despropósito. También, y por otra parte, pareciera que a la hora de especular con las actitudes de esos otros se le nubla el entendimiento, toda coherencia razonativa parcial que pueda mostrar cuando emite juicios sobre otras cuestiones dentro de marcos impersonales, la pierde a la hora de ver involucrada la variable encarnada del debate.

Releyendo su vieja polémica con Fogwill-Link se puede observar lo mismo. En su primer planteo conviven islitas de crudas y atinadas observaciones respecto del mundillo literario, con juzgamientos personales arbitrarios y descontrolados que van desde mencionar una opinión contraria al aborto del autor como base para demonizarlo ética y estéticamente, hasta condenarlo por los dichos de sus personajes. Luego digamos que las respuestas de los aludidos se dirigen obviamente a estabilizar ese tipo de acciones y al leerlas uno observa que desgraciadamente terminan operando del mismo modo; mezclando argumentos pertinentes con la editorialización y el novelado de las descalificaciones personales, y todo otro tipo de procedimientos coadyuvantes a la pulverización denigratoria del rival. Pululan así las condenas absolutas por los delitos de portación de opinión puntual y portación de amigos o bien la investigación, reconstrucción testimonial y ventilación de la estela de odios y resentimientos dejados por la persona en los lugares donde supo ejercer su vida. Esta carrera contagiosa por reventar la reputación del otro ocupa el lugar de los argumentos “técnicos” sobre el tema debatido.


Sin embargo, al leer la última intervención de Quintín en aquel “debate” -gentileza de Santos y Demonios- se pueden aislar unos cuantos buenos planteos como por ejemplo la observación de ciertas prácticas del ambiente de los suplementos literarios, que inventan genios a cada rato no en base a valoraciones artísticas sino en un marketinero culto al exotismo personal, o lo curioso e impenetrable que es el círculo oficial de la crítica literaria. Pero claro, ¿adónde van a parar en la consideración en el medio de los ecos de sus descontrolados cachetazos iniciales?

Más allá de la falta de timón teórico de sus reseñas infinitas, en este asunto de la crítica al libro “La Joven Guardia” pasa lo mismo: cualquier brote fructífero que se desprenda de sus parloteos -por caso el tema derivado sobre la influencia de los talleres en la literatura actual rescatada por varios bloggers- queda relegado ante la colección de desatinos irrespetuosos que ofrece en la parte IV intentando ametrallar a todos los que dijeron algo de su texto, sin distinguir demasiado incluso entre los que hablaron bien o mal, porque parece que los elogios también le resultan persecutorios. Que decir de su mención lateral de un episodio donde estuvo involucrado el escritor del blog Roland Garrón, que trae a colación a sólo efecto de “ayudar” a la expiación de Genovese y Freidemberg, a los que sindica referentes de una entelequia llamada “La Pesada De La Literatura”. Quintín cree que para llenar el tanque del regador de mierda con el que intentará rociar a todos sus interlocutores, todo sirve y todo es aprovechable, todo es conexo, sean chimentos, habladurías o invenciones de cualquier índole. No sería de extrañar que en un próximo debate su argumento central se refiera a alguien que escribe de él como “es el mismo Fulano que en diciembre de 2002 en Avenida Santa Fe se pasó un semáforo rojo, lo que lo transforma en un fascista patotero”.
La escritura “en caliente”, aquella que se escribe de un solo golpe como respuesta a otro texto bajo un estado de alta concentración de adrenalina vindicativa en sangre, le sienta muy bien a mucha gente, le hace ganar coherencia y puntería argumental. Pero a otros como a Quintín pareciera que le descalibra todos los instrumentos, le desmagnetiza todas las brújulas y le suelta todas las cadenas que mantenían atados a sus perrunos instintos.

Ante estos casos me resulta difícil hallar una conclusión ajustada máxime si sólo dispongo de los textos de los debates y los comentarios blogueros. Como reseñador literario Quintín apela al derecho democrático de vapulear el trabajo ajeno sin correr riesgos de reprimendas personales -obviamente eso es un crédito inherente a cualquiera que ejerza ese oficio- pero al mismo tiempo debiera saber que si esas “reseñas” literarias incluyen imputaciones personales sobre los autores, será desde ése lugar desde donde serán respondidas. Y por último, si espera que los reseñados y opinados no tomen a mal sus opiniones, tampoco él debiera tomar como agresiones todas las opiniones de los opinados.

Si lo que se busca es cazar alguna que otra alimaña, no es una buena idea fumigar indiscriminadamente todo el bosque, es crucial ser preciso porque sino se termina envenenando hasta a los frutos del propio árbol.

En caso de que la entidad imaginaria llamada “La Pesada Literaria de los Blogs” existiese, aclaro que me sentiría orgulloso de integrarla.