Complejo de Edipo

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EL COMPLEJO DE EDIPO

Y LA CASTRACIÓN

Sigmund Freud. La disolución del


complejo de Edipo.
Jacques Lacan. La familia. Seminario 5
“Las formaciones del inconsciente”
• Freud elaboró el concepto de “Complejo” al
descubrir en el análisis de las neurosis los
hechos “edípicos”.
• Concepto que define, más particularmente,
las relaciones psíquicas en la familia
humana.
Esquema del complejo

• El psicoanálisis (Freud) ha revelado en el niño


pulsiones (genitales), cuyo apogeo se sitúa en
el cuarto año de edad.
• Al fijar el niño, a través de un deseo, al objeto
más cercano (que tiene presente y que se
interesa por él), estas pulsiones constituyen la
base del complejo.
• Por su parte, la frustración de sus pulsiones
forma su nódulo.
• El niño relaciona esta frustración con un
objeto tercero, que las mismas condiciones
de presencia y de interés le señalan,
normalmente, como el obstáculo para su
satisfacción: el progenitor del mismo sexo.
• En efecto, la frustración que sufre se acompaña,
por lo general, con una represión educativa,
cuyo objetivo es el de impedir toda culminación
de estas pulsiones.
• El niño, por otra parte, adquiere una cierta
intuición de la situación prohibida, tanto a través
de los signos discretos y difusos que revelan a su
sensibilidad las relaciones parentales, como por
los azares intempestivos que se las descubren.
• A través de este doble proceso, el progenitor
del mismo sexo se le aparece,
simultáneamente al niño, como el agente de
la prohibición sexual y el ejemplo de su
transgresión.
• La tensión, así constituida se resuelve:
– Por un lado, a través de una represión de la
tendencia sexual que permanecerá, desde
entonces, latente hasta la pubertad.
– Por otro, a través de la sublimación de la imagen
parental que perpetuará en la conciencia un ideal
representativo, garantía de la coincidencia futura
de las actitudes psíquicas y fisiológicas, en el
momento de la pubertad.
• Este doble proceso tiene una importancia
genética fundamental, ya que permanece
inscrito en el psiquismo en dos instancias
permanentes: la que reprime se llama
Superyó; la que sublima, Ideal del yo.
• Ambas representan la culminación de la
crisis edípica; la cual, a su vez, marca la
culminación de la sexualidad infantil.
• Se observó una disimetría, que se comprobó
desde las primeras investigaciones, en lo
referente a la situación de ambos sexos en
relación con el Edipo.
• El proceso que va desde el deseo edípico hasta
su represión aparece, con la simplicidad con la
que lo hemos señalado, sólo en el niño varón.
• El deseo edípico se manifiesta como mucho más
intenso en el caso del niño y, así, hacia la madre.
• Por otra parte, en su mecanismo, la represión
revela rasgos que sólo parecen justificarse si en
su forma típica se ejerce de padre a hijo: es ello
lo que corresponde al complejo de castración.
Edipo en la niña

• También el sexo femenino desarrolla un


complejo de Edipo, un superyó y un período de
latencia: ¿pueden serle atribuidos asimismo un
complejo de castración y una organización fálica?
• Desde luego, sí; pero, no los mismos que en el
niño: la diferencia morfológica ha de
manifestarse en variantes del desarrollo
psíquico.
• El clítoris de la niña se comporta, al principio,
exactamente como un pene; pero, cuando la
sujeto tiene ocasión de compararlo con el
pene verdadero de un niño, encuentra
pequeño el suyo y siente este hecho como
una desventaja y un motivo de inferioridad.
• Durante algún tiempo se consuela con la
esperanza de que crecerá con ella, iniciándose en
este punto el complejo de masculinidad de la
mujer.
• La niña explica su falta de pene suponiendo que
en un principio poseía uno igual al que ha visto
en el niño; pero, que lo perdió luego por
castración.
• No parece extender esta conclusión a las
demás mujeres, a las mayores, sino que les
atribuye, de completo acuerdo con la fase
fálica, un genital masculino completo.
• Resulta, pues, la diferencia importante de
que la niña acepta la castración como un
hecho consumado, mientras que el niño
teme la posibilidad de su cumplimiento.
• El complejo de Edipo de la niña es mucho más
unívoco que el del niño, y según mi experiencia,
va muy pocas veces más allá de la sustitución de
la madre y la actitud femenina con respecto al
padre.
• La renuncia al pene no es soportada sin la
tentativa de una compensación.
• La niña pasa -podríamos decir que siguiendo una
comparación simbólica- de la idea del “pene” a la
idea del “niño”.
• Su complejo de Edipo culmina en el deseo,
retenido durante mucho tiempo, de recibir del
padre, como regalo, un niño, tener de él un hijo.
• Experimentamos la impresión de que el
complejo de Edipo es abandonado luego,
lentamente, porque este deseo no llega jamás a
cumplirse.
• Los dos deseos, el de poseer un pene y el de
tener un hijo perduran en lo inconsciente,
intensamente cargados, y ayudan a preparar a la
criatura femenina para su ulterior papel sexual.
El Complejo de Castración, en el niño
• La represión se opera a través de un doble
movimiento afectivo del sujeto niño:
– Agresividad contra el progenitor frente al cual su
deseo sexual lo ubica en postura de rival.
– Esto, deviene en un temor secundario, experimentado
como retorno de una agresión semejante.
• Estos dos movimientos se encuentran
apuntalados por una fantasía tan notable, que ha
sido individualizada en un complejo llamado de
castración.
• Este término se justifica por los fines agresivos y
represivos, que aparecen en ese momento del
Edipo; pero, se adecúa escasamente a la
“fantasía” que constituye su hecho original.
• Esta fantasía consiste, esencialmente, en la
mutilación de un miembro; es decir, en un
tormento que sólo puede servir para castrar a un
macho.
• La ausencia de la satisfacción deseada acaba por
apartar al infantil enamorado de su inclinación
sin esperanza.
• El complejo de Edipo sucumbiría, así, a su propio
fracaso, resultado de su imposibilidad interna.
• El niño comienza a contar, definitivamente, con
la posibilidad de una castración, a partir del
descubrimiento de los genitales femeninos.
• Siempre se le presenta alguna ocasión de
contemplar la región genital de una niña y
convencerse de la falta de aquel órgano, del que
tan orgulloso está, en un ser tan semejante a él.
• De este modo, se hace ya posible representarse
la “pérdida” de su propio pene, y la “amenaza”
de la castración comienza, entonces, a surtir sus
efectos.
• Las cargas de objeto quedan abandonadas y
sustituidas por identificaciones.
• La autoridad del padre o de los padres,
introyectada en el yo, constituye el nódulo del
superyó, que toma del padre su rigor, perpetúa
su prohibición del incesto y garantiza, así, al yo
contra el retorno de las cargas de objeto
libidinosas.
• Las tendencias libidinosas correspondientes al
complejo de Edipo quedan, en parte,
desexualizadas y sublimadas, cosa que sucede
probablemente en toda transformación en
identificación; y, en parte, inhibidas en cuanto a
su fin, y transformadas en tendencias
sentimentales.
• En fin, con la disolución del Edipo empieza el
período de latencia que interrumpe la evolución
sexual del niño.
LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO
• Está un primer momento en donde el Deseo
Materno se presenta como devorador en
tanto se supone al niño como el falo, ya que
la incompletud, lleva a la mujer a ubicar al
niño como aquel objeto que la completa, y a
su vez el niño se identifica como aquello que
la completa, el falo.
• En palabras de Miller, 2002, pág. 169

Sobre este primer momento de estructuración es


importante señalar que aquí interactúan tres elementos:
niño, falo y madre, así la función de la madre es como:
“una fiera que busca algo para devorar. Así la madre en
falta tiene como función primaria, no el cuidado ni la
atención del niño, sino la devoración. Porque está en
falta, busca qué devorar”
• Seguido de este primer momento en donde prevalece la
tríada madre-falo-niño, sigue un segundo momento en
donde va a hacer presencia el padre:
• … el padre es una metáfora. (...) Una metáfora es, ya se los
he explicado, es un significante que viene en lugar de otro
significante. Digo exactamente el padre es un significante
sustituido a otro significante. Y ahí está el resorte, y el
único resorte esencial del padre, en tanto que interviene
en el complejo de Edipo. Y si ustedes no buscan las
carencias paternas a ese nivel, no las encontrarán en
ninguna otra parte. (Lacan, 2007, pág. 103)

• De esta manera en este segundo momento en donde
interviene el padre como privador de la madre, en tanto
que se presenta ante la madre y el hijo con una prohibición
de incesto para ambos. De esta forma el niño se replantea
su lugar de ser o no ser el falo para la madre. Es
importante señalar que en este momento el padre hace
presencia en tanto la madre permite dicha aparición al
reconocer su falta, es por ello que el padre interviene
operando así la castración imaginaria, en este momento el
padre enfrentando a la madre es quien lidia con la falta de
ella, abriéndose la posibilidad que ella sea más que
madre, mujer.
• De esta manera en este segundo momento en donde
interviene el padre como privador de la madre, en tanto
que se presenta ante la madre y el hijo con una prohibición
de incesto para ambos. De esta forma el niño se replantea
su lugar de ser o no ser el falo para la madre. Es
importante señalar que en este momento el padre hace
presencia en tanto la madre permite dicha aparición al
reconocer su falta, es por ello que el padre interviene
operando así la castración imaginaria, en este momento el
padre enfrentando a la madre es quien lidia con la falta de
ella, abriéndose la posibilidad que ella sea más que
madre, mujer.
• Si no llegase el padre a lidiar con dicha falta y
la madre no reconoce su falta, y el niño se
identifica y reconoce como falo de la madre,
es decir cede en ser deseo de su deseo,
quedaría identificado al falo, elige entonces la
perversión operando así la Verleugnung
(Renegación) de la Metáfora Paterna, siendo
entonces el niño: el falo de la madre.
• Si no llegase el padre a lidiar con dicha falta y
la madre no reconoce su falta, y el niño se
identifica y reconoce como falo de la madre,
es decir cede en ser deseo de su deseo,
quedaría identificado al falo, elige entonces la
perversión operando así la Verleugnung
(Renegación) de la Metáfora Paterna, siendo
entonces el niño: el falo de la madre.
• Por otro lado si el niño queda posicionado en
el lugar de fantasma de la madre debido a
que la Metáfora Paterna no ha operativizado
dando lugar a la Verwerfung (Forclusión) del
Significante primordial Nombre del Padre, es
posicionado como objeto de goce, es decir
queda fijado como objeto del fantasma
materno
• En cambio al ser operativizada la Metáfora
Paterna y al reconocerse la madre en falta, el
niño se constituye como sujeto en tanto recibe el
significante primordial, lo cual da lugar a la
castración simbólica, así hay un padre que
representa la ley y se reconoce en falta, dicho
esto la castración operada (Verdrangung) en el
niño trae consigo la falta y por ende la
posibilidad de que el niño pueda desear
• La tercera etapa es tan importante como la
segunda, pues de ella depende la salida del
complejo de Edipo. El falo, el padre ha
demostrado que lo daba sólo en la medida en
que es portador de la ley. De él depende la
posesión o no por parte del sujeto materno
de dicho falo.
• Si la etapa del segundo tiempo ha sido atravesada,
ahora es preciso, en el tercer tiempo, que lo que el
padre ha prometido lo mantenga. Puede dar o negar,
porque lo tiene, pero del hecho que él lo tiene, el falo,
ha de dar alguna prueba. Interviene en el tercer
tiempo como el que tiene el falo y no como el que lo
es, y por eso puede producirse el giro que reinstaura la
instancia del falo como objeto deseado por la madre, y
no ya solamente como objeto del que el padre puede
privar.
• En el tercer tiempo, pues, el padre interviene
como real y potente. Este tiempo viene tras la
privación, o la castración, que afecta a la madre,
a la madre imaginada, por el sujeto, en su
posición imaginaria, la de ella, de dependencia.
Si el padre es interiorizado en el sujeto como
Ideal del yo y, entonces, no lo olvidemos, el
complejo de Edipo declina, es en la medida en
que el padre interviene como quien, él sí, lo
tiene.
• EL papel que desempeña aquí la metáfora
paterna es ciertamente el que podíamos
esperar de una metáfora – conduce a la
institución de algo perteneciente a la
categoría del significante, está ahí en reserva
y su significación se desarrollará mas tarde. El
niño tiene todos los títulos para ser un
hombre.

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