SOCIOLOGÍA - 2ª parte
SOCIOLOGÍA - 2ª parte
SOCIOLOGÍA - 2ª parte
El poder, según la definición clásica de Weber (1921), es “la probabilidad de alcanzar unos
objetivos pese a la oposición de otras personas”. De aquí se entiende que el poder es un
ejercicio de fuerza e imposición, en el que unos individuos o grupos se imponen a otros.
Sin embargo, Weber consideraba que el ejercicio de la fuerza no podía garantizar la
estabilidad social a largo plazo, porque los individuos sometidos terminan por rebelarse e
infringir las normas que no respetan.
PODER Y AUTORIDAD
FOUCAULT Y EL PODER
El filósofo francés Michel Foucault amplió con sus trabajos el concepto de poder. Afirmó
que “el poder está en todas partes y se encuentra en todas las relaciones”. Es decir, ya no
estamos hablando de algo que se posee o no, como en la percepción clásica. Aquí es algo
que se ejerce en toda relación social, algo de lo que no podemos escapar. Se encuentra en
los encuentros cotidianos, en las interacciones cara a cara, dentro de las familias, entre
hombres y mujeres, en los colegios, etc.
Esta perspectiva hace más complicada la definición clara de las relaciones de poder, pero
también enriquece el concepto y lo saca del dominio de las instituciones formales. Así, el
poder ya no es algo que viene impuesto desde arriba y sobre lo único que puede hacerse es
resistirlo. La visión foucaultiana amplía los campos de construcción de alternativas
sociales y políticas, al margen de las grandes organizaciones políticas y económicas.
En nuestras sociedades, los espacios en los que más claramente se manifiestan las
relaciones de poder son los de la política formal y los gobiernos. La política formal “es la
institución social donde se distribuye el poder, se establecen las prioridades de la sociedad
y se toman decisiones” (Macionis y Plummer). Mientras, el gobierno “es el ejercicio de la
autoridad política, económica y administrativa en los asuntos oficiales de un país en todos
los niveles” (Macionis y Plummer).
TOTALITARISMO: “un sistema político que tiene como objetivo controlar y regular
ampliamente la vida de los ciudadanos” (Macionis y Plummer). Estos regímenes se han
desarrollado solo durante el siglo XX, cuando el desarrollo de los medios de comunicación y
la tecnología en general permiten controlar ampliamente la vida de la población.
Estos gobiernos tienen como objetivo principal la concentración total del poder (de ahí el
término “totalitario”), anulando cualquier tipo de oposición política y bloqueando las
influencias externas. Otra de sus características fundamentales es que promueven entre la
población una fuerte lealtad al régimen, no se conforman con la simple resignación ante la
falta de libertades. Se busca la obediencia total al Estado.
Ejemplos más claros: Alemania Nazi (extrema derecha), Corea del Norte (extrema
izquierda).
Las monarquías absolutas de Oriente Medio (Arabia Saudí, Omán) y las juntas militares que
gobernaban en América en los años 60 y 70 (Argentina, Chile, Brasil, etc.) son ejemplos de
gobiernos autoritarios. El régimen franquista que gobernó España entre 1939 y 1975 es otro
claro ejemplo.
MONARQUÍA: “un tipo de sistema político en el que una familia gobierna generación tras
generación” (Macionis y Plummer). Estos gobiernos están legitimados por la autoridad
tradicional de la que ya hablamos. Aún existen monarquías absolutas que ejercen un control
muy amplio sobre la vida de sus súbditos (ya vimos el ejemplo de Oriente Medio), pero lo
más habitual es encontrar monarquías constitucionales (España, Noruega, Reino Unido,
Suecia, etc.).
Este tipo de monarquías se diferencia poco de los sistemas democráticos que veremos
luego. El monarca tiene un poder meramente simbólico y el gobierno es elegido por la
población, en base a unas reglas de convivencia social previamente definidas (las
constituciones).
Los sistemas burocráticos de las democracias son muy extensos (aunque también se dan
en otros sistemas políticos). Pero en las democracias se produce cierta tensión con
respecto a la burocracia, ya que la mayor parte de sus miembros no son elegidos ni
conocidos por la población. De este modo, mientras centramos nuestra atención en los
políticos, muchas de las decisiones que nos afectan son tomadas por burócratas que no
tienen que rendir cuentas ante los ciudadanos.
Pero las sociedades capitalistas son muy desiguales. El libre juego en el mercado
genera esa desigualdad y permite que determinados sectores acumulen mucha mayor
cantidad de recursos de todo tipo. Así, los más ricos tienen mayor capacidad para influir en
la política y proteger sus intereses frente a los del resto de la población. La crítica a este
sistema habla de que solo las necesidades de los más ricos son atendidas y que los que
tienen menos recursos no tienen margen de maniobra.
Por su parte, los sistemas de economía socialista ponen el énfasis en la igualdad. Sus
gobiernos buscan satisfacer todas las necesidades básicas de la población y garantizar una
vida digna. Se considera que no puede haber libertad política sin una base igualitaria.
Pero el problema aquí es que ese modelo implica una gran intervención del Estado sobre
la organización social y económica, lo que restringe la libertad de los individuos. El
espacio para desarrollar objetivos individuales está limitado y la libertad política es escasa o
nula.
Así podemos decir que el socialismo, buscando la igualdad económica, limita la libertad
individual, y el capitalismo, garantizando esa libertad individual, provoca grandes
desigualdades económicas.
Los modelos socialdemócratas configurados tras la II Guerra Mundial buscaban dar una
respuesta a esta tensión, aceptando el capitalismo como modelo económico, pero con un
fuerte papel del Estado en la corrección de las desigualdades.
Esto ha sido interpretado en ocasiones como la pérdida de soberanía de los Estados, que
ven reducidos sus márgenes de maniobra para desarrollar políticas, obligados a cumplir las
normas impuestas por los organismos supranacionales.
Desde una perspectiva diferente se entiende que esos organismos no son más que
conjuntos de Estados-nación, que siguen siendo los protagonistas principales, solo que
ahora en un diálogo internacional más intenso.
Se tenga una u otra perspectiva, el principal problema que se plantea con estos organismos
es su falta de transparencia y de procesos de elección democráticos. Funcionan como
“gobierno de gobiernos” en los que los intereses y reivindicaciones de la población quedan
muy lejos de los espacios de decisión.
Modelo pluralista: “sostiene que el poder se encuentra repartido entre muchos grupos de
interés diferentes y que compiten entre sí” (Macionis y Plummer). Esta perspectiva está
ligada al funcionalismo. Aquí, la política tiene como base la negociación y no la
dominación de un grupo sobre otro. Así, ninguna organización puede esperar alcanzar
todos su objetivos, dado que es necesario lograr alianzas. Esas alianzas reducen las
diferencias entre los grupos.
Modelo de la élite del poder: “el poder está concentrado en unas pocas manos (de las
personas más acomodadas)” (Macionis y Plummer). Esta perspectiva está ligada al
paradigma del conflicto social. La clase alta controla la mayor parte de la riqueza, el
prestigio y el poder de la sociedad. Las familias de esta clase se relacionan entre sí y
consiguen que las decisiones políticas estén a su favor y protejan sus intereses. Existe una
alta conexión entre el poder político y el poder económico, cuyos miembros fluyen
fácilmente entre ambos sectores (puertas giratorias).
Movimientos sociales
alternativos: son los que menos
amenazan el orden social, ya que
solo pretenden cambios limitados
en un sector específico de la
población y en un ámbito
concreto. Ej.: movimiento por la
planificación familiar, movimiento
por el matrimonio homosexual.
Movimientos de salvación (o
redención): se dirigen también a
un grupo limitado de gente, pero
buscan cambiar por completo sus
vidas y sus sistemas de
creencias. Ej.: organizaciones
religiosas fundamentalistas.
LA MCDONALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD
“Proceso por el cual los principios de la industria de la comida rápida se van aplicando cada
vez más a otros ámbitos de la vida social” (Macionis y Plummer). Compramos juguetes
uniformizados en ToysRUs, ropa en Zara, hacemos viajes previamente planificados por los
turoperadores, vemos programas de televisión estandarizados, etc. Este proceso llega
incluso a la educación. Recibimos cursos empaquetados bajo criterios fijos y se nos evalúa
a través de exámenes estandarizados iguales para todos.
George Ritzer (1995) ha sido el teórico principal sobre este proceso. Apunta que la
burocratización de la sociedad que ya señalaba Weber ha ido más lejos y se ha hecho más
profunda.
Estos principios se extienden a todas las esferas de la vida. Las experiencias de consumo
que tenemos en los centros comerciales y las relaciones que establecemos a través de las
redes sociales son buenos ejemplos.
Weber identificó en su día el gran problema de estos procesos de racionalización, algo que
Ritzer ha venido a confirmar. Bajo la burocracia, la espontaneidad y la creatividad humanas
quedan aplastadas, el espíritu humano desaparece. Se produce un proceso de
deshumanización basado en el control de la creatividad, de la independencia y de la
autonomía humanas.
Ritzer afirma que “la irracionalidad última de la Mcdonalización es que las personas lleguen
a perder el control sobre el sistema y que sea este el que termine controlándonos”.
TEMA 5 - Medios de comunicación y nuevas tecnologías
- 22. Los medios de comunicación
- 23. Ciencia, ciberespacio y sociedad del riesgo
Estos medios de comunicación han pasado a tener un papel central en nuestra vida
diaria, configurando nuestras relaciones más básicas (familiares, educativas, sociales, etc.).
Todas las instituciones sociales se han visto modificadas por los medios de
comunicación (la política, la religión, la economía, el deporte, etc.).
“En una hora de visión, cualquiera de nosotros está expuesto a más imágenes de las que
ha visto en toda su vida un habitante de una sociedad no industrializada” (Fiske, 1991).
Con las nuevas tecnologías se está produciendo un desdibujamiento de las fronteras entre
lo público y lo privado. Ej.: las redes sociales son espacios de exposición pública en los
que se puede interactuar desde la privacidad del hogar.
Gran polarización en el debate en torno a los efectos de las nuevas tecnologías. Ej.: usos
de los drones.
Los medios de comunicación se han configurado como uno de los agentes de globalización
más importantes de la actualidad. A partir de ellos se habla de la tercera y la cuarta fase
de la revolución industrial, como nuevas formas radicalmente diferentes de organización
económica, productiva y social.
Este proceso está liderado por los estados occidentales, que concentran la mayor parte de
la producción mediática a nivel mundial. El impacto de esa producción en diversas
realidades locales es innegable, pero también se desarrollan procesos de adaptación local.
Esto nos devuelve al debate entre globalización y glocalización (ej: formatos
internacionalizados de concursos y series televisivas).
El control sobre los contenidos de los medios privados es mucho menor y ha generado
múltiples debates sobre las posibilidades de regulación (horarios infantiles, clasificación
por edades, publicidad, etc.). Digamos que se ha producido un choque entre el interés
público y el mercado, regido por las leyes de la oferta y la demanda (ej: Mediaset).
A su vez, acumulan importantes cuotas de decisión sobre los flujos de información, los
contenidos y las medidas de regulación de las comunicaciones. Estas empresas tienen
capacidad para influir fuertemente en la opinión pública, condicionando los temas de los
que se habla y orientando el consumo de los sujetos.
Nuevas formas de estratificación social que dividen entre aquellos que tienen acceso a la
información y los que no. Esto se está plasmando ya en una brecha generacional (las
personas mayores se ven marginadas), y en una brecha internacional (los países más
pobres tienen menos acceso a la información). Así, algunos autores hablan de que las
nuevas tecnologías aumentan la democracia y el acceso al poder, mientras que otros
hablan de la creación de ciberclases, un sistema que divide a las personas en función de
sus posibilidades de acceso a la información.
En definitiva, volvemos al debate sobre si los efectos de estos cambios culminarán en una
sociedad mejor, aprovechando las ventajas de la impersonalidad y la multiplicidad de
opciones, o si por el contrario se concretará en una huida del mundo real y la consolidación
del miedo a las interacciones.