Internet Ha Cambiado La Lengua

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Internet ha cambiado la lengua, pero no para mal

Ahora escribimos muchos textos informales y eso es bueno

JAIME RUBIO HANCOCK 2 AGO 2019 - 09:08 BRT

Cuando se habla de lengua e internet, las quejas son habituales: no


cuidamos ni la ortografía ni la puntuación, es mejor comunicarse en persona,
cada vez escribimos y leemos menos y peor… La lingüista canadiense Gretchen
McCulloch acaba de publicar Because Internet (Porque internet), un
libro en el que cuestiona estos tópicos y propone casi lo contrario: cuando
enviamos WhatsApps y publicamos tuits, nos fijamos cada vez más en lo que
queremos decir y en cómo queremos decirlo.
Para McCulloch todo es una cuestión de registros. Estábamos
acostumbrados al lenguaje oral formal (el de un discurso, por ejemplo) y al
informal (una charla con un amigo). También a leer textos formales (artículos,
libros). Pero lo que ha crecido con internet es el lenguaje escrito informal, que
hasta la aparición de chats, redes sociales y apps de mensajería estaba confinado
a notas, cartas y diarios. “Internet no inventó la escritura informal -dice
McCullock-, sino que la hizo más común”.

Que sean textos informales no quiere decir que se descuiden: cuando


escribimos un tuit o enviamos un WhatsApp seguimos una serie de normas más o
menos conscientes y cuyo objetivo es que nos entiendan. Estas son algunas de las
características de estos textos.
1. Menos no siempre es más. McCulloch recuerda que, por lo
general, tendemos a ser lo más eficientes posibles con el lenguaje. Es decir, a
intentar transmitir el máximo significado con el mínimo esfuerzo. Pero el
principio de la economía no es lo único que tenemos en cuenta: a menudo
hacemos un esfuerzo extra y es precisamente ese paso más lo que aporta otro
significado a nuestros mensajes.
Por ejemplo, si usamos más palabras podemos transmitir cierta voluntad de ser
más educados y no molestar a nuestro interlocutor innecesariamente, con
expresiones como "si no es molestia", "perdona si interrumpo", además de los
siempre bienvenidos "gracias" y "por favor". McCulloch explica que cada vez
hay menos malentendidos por este motivo: algunos rasgos que se han atribuido a
los textos por internet, como la frialdad y distancia, han sido fruto, según la
lingüista, “de una curva de aprendizaje” y eran más propios de hace dos décadas
que de ahora.

Esto no quiere decir que nuestras intenciones siempre se


entiendan. McCulloch recuerda, por ejemplo, que muchos padres escriben
mensajes con punto y final a sus hijos. Los más jóvenes interpretan este punto
como un mensaje pasivo agresivo.
No se trata de una manía sin sentido: cuando escribimos de modo informal a
menudo queremos subrayar que estamos en un espacio, precisamente, informal,
con lo que ayudamos a que nuestro interlocutor se sienta cómodo. Cuando
añadimos ese punto, estamos haciendo un esfuerzo extra, por pequeño que sea,
que se considera innecesario en este contexto. “Estamos creando nuevas reglas
para el tono de voz tipográfico”, subraya McCulloch.

2. <modo serio on> La ironía se puede entender. La


propia lengua de internet también evoluciona: LOL se empezó a usar en los años
80 para expresar que algo nos había hecho reír (son las siglas de laughing out
loud). Luego pasó a expresar simplemente que algo nos había hecho cierta
gracia, para pasar a reservarse a un uso irónico. Aunque pasó unos años olvidado,
el acrónimo se vuelve a utilizar, pero en otros contextos: cuando se quiere
suavizar un mensaje o se busca cierta complicidad o simpatía.
Los acrónimos anticuados son solo una de las formas mediante las que se
puede expresar la ironía, en ausencia de rasgos como el tono de voz o los gestos.
A veces se usan mayúsculas para enfatizar y se repiten vocales, por ejemplo. En
ocasiones se usan métodos más explícitos, como marcar la ironía igual que si se
tratara de código <modo ironía on>. También con las clásicas comillas, que se
pueden usar a su vez de modo irónico, como en este artículo metairónico de la
web de humor McSweeney's, en el que el autor confiesa ser "adicto" a la
ironía. </modo serio off>
3. Identificamos y usamos bien los registros. Sabemos
cuándo hablar de forma más formal (ante el consejo de administración de nuestra
empresa) o informal (con un amigo). Con la lengua escrita pasa lo mismo. Como
dice la autora, en las tesis doctorales no se escriben textos como “la mecánica
cuántica es un poco wtf 😲”.
Incluso puede haber diferentes registros dentro de lo informal. McCulloch
recuerda cómo cada vez más se usan diferentes plataformas para diferentes
contextos: no es lo mismo un tuit, rastreable y recuperable en una futura
entrevista de trabajo, que una historia de Instagram, que desaparece a las 24
horas.

Otros cambios vienen dados por la tecnología: WhatsApp y los teclados


predictivos han desterrado los mensajes propios de los sms con limitación de
caracteres y un puñado de teclas para todas las letras. Ya nadie escribe “dnd
stas?”, a pesar de que estas abreviaciones iban a terminar con el español tal y
como lo conocemos, según los más agoreros.
4. Los emojis y emoticonos son gestos. A menudo, cuando
enviamos un whatsapp o publicamos un tuit, intentamos usar la tecnología para
“reconstruir nuestros cuerpos en la escritura”, escribe McCulloch. Cuando
hablamos podemos encogernos de hombros, sonreír o llevarnos las manos a la
cabeza. Los emojis de caras y manos cumplen precisamente la función de estos
gestos en la comunicación no verbal, llamados emblemas. Encajan dentro de
frases y si no se entienden bien, pues ¯\_(ツ)_/¯.
5. Todo esto ya lo hacían nuestros abuelos. Aunque
muchos de estos recursos nos parezcan nuevos, ya habíamos usado herramientas
similares hace décadas.. En las notas que dejábamos en la nevera y en las
postales que enviábamos desde la playa a menudo dibujábamos caras sonrientes,
por ejemplo.
También hay dibujos y garabateos en manuscritos, diarios personales y cartas. De
hecho, el móvil no ha inventado los corazones en los textos: la imprenta los
eliminó porque añadir cualquier carácter era caro. ☞ Con alguna
excepción, como la manecilla, el carácter con forma de mano que señalaba
fragmentos de interés.

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