Internet Ha Cambiado El Español, Pero No para Mal

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Internet ha cambiado el español, pero no para mal

Para expertos como la lingüista canadiense Gretchen McCulloch,


Internet y las redes sociales no han sido factores negativos para la
lengua española. Según McCulloch, cuando una persona redacta un
mensaje en Whatsapp, Facebook o Twitter, analiza lo que quiere decir y
busca recursos como signos de puntuación, emoticonos y stickers para
expresar de forma concisa sus ideas. Para esta lingüista, el español no
se degrada con el uso de Internet y de las redes sociales, ya que estos
medios no crearon la comunicación informal o la oralidad, solo la
hicieron más común y habitual.

Cuando se escribe un mensaje en las redes sociales, se debe tener en


cuenta el número de caracteres permitidos y la velocidad de escritura
para cumplir con el feedback en relación con otros usuarios: estas
características hacen que el usuario redacte un mensaje de forma
informal y, en muchos casos, este contiene vocablos, signos o
expresiones que no se rigen por las normas de la lengua española, pero
expresan todo lo que el usuario desea comunicar.

Al final, quizás, lo más importante es expresar lo que sentimos


adecuándonos al contexto y al interlocutor. Sin embargo, no hay
respuestas definitivas en este debate. Veamos cómo evolucionará el
lenguaje en futuro.
¿Las redes sociales son un riesgo para la lengua española?
El problema es cuando no se tiene conciencia sobre la diferencia del
objetivo del lenguaje. Yo no veo alarmante nada de lo que pasa en
cuanto a lenguaje en las redes sociales, porque de lo contrario
me estaría pintando como un troglodita del siglo XIX. Por mi
formación, soy de los que escriben todo y no abrevian nada, entonces,
si te mando un mensaje por WhatsApp son cuatro líneas. Pero así como
digo esto, entiendo que un adolescente abrevie todo, a veces hasta
innecesariamente, porque ¿qué beneficio se encuentra en poner ‘casa’
con K? Ninguno. Vivimos un proceso cultural que nos está
demandando la vinculación a una serie de nuevas herramientas,
y ni la educación ni la lingüística pueden quedarse atrás de eso.
¿Qué hay que hacer? Lograr que el usuario sea capaz de
discernir cuándo puede recurrir a esas maneras y cuándo no.
Pero entonces sí hay un riesgo en el hecho de que no se sea
capaz de discernir…
El riesgo está en que la educación no refuerce la capacidad de
discernir, porque un niño puede crecer creyendo que como se escribe
en redes es como debe ser. Distinto ocurre con personas que hemos
aprendido antes de la existencia de dispositivos como los celulares. Hay
lingüistas que han teorizado sobre esto y hablan de la ‘ciberlingua’ para
decir que esa lengua tiene unos parámetros específicos, distintos, y por
eso ese tipo de licencias no se ven como errores sino como los modos
de facilitar la comprensión del mensaje. La lengua no es ajena a lo
que pasa en la vida, en la sociedad, siempre está relacionada con
eso.
¿Qué factores influyen en una persona para que hable y escriba
bien?
El lugar de nacimiento no es lo único que determina la forma de
expresarse; también, que tenga una mejor o una peor educación, pero
hay otro factor que nos interesa destacar y es que el buen hablar o el
mal hablar dependen mucho de la persona. Hay una
responsabilidad personal, no se puede descargar solamente en los
educadores, en el Ministerio de Educación; hay una responsabilidad
personal de escribir cada vez mejor y de producir cada vez mejor el
mensaje. Las redes sociales han promovido que la gente escriba
más que hace 50 años, pero es una contradicción que
escribiendo más lo hagamos cada vez peor. Debería haber en los
programas de educación del lenguaje contenidos sobre cómo
escribir en redes sociales.

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