3.4 Los Austrias Del S.XVII
3.4 Los Austrias Del S.XVII
3.4 Los Austrias Del S.XVII
SIGLO XVII
3.4. LOS AUSTRIAS DEL S. XVII. POLÍTICA INTERIOR Y EXTERIOR
Tras la muerte de Felipe II en 1598 se sucedieron tres reyes Felipe III, Felipe IV y Carlos
II que renunciaron a ejercer personalmente las tareas de gobierno (absentismo real). Se les
denomina Austrias menores porque durante sus reinados España pierde la hegemonía en Europa y
se produce a decadencia del imperio español. De este modo, el gobierno pasó a manos de validos,
generalmente eran nobles, amigos del rey, que gozaban de su confianza, ambiciosos y muy
impopulares. Habitualmente abusaban del nepotismo. Los validos más destacados del S.XVII
fueron el Duque de Lerma (Felipe III), el Conde-Duque de Olivares (Felipe IV) y el padre
Nithard, Valenzuela y Juan José de Austria (Carlos II) entre otros.
El S. XVII se caracteriza por la decadencia del Imperio español. Con el reinado de Felipe
III (1598-1621) el hecho más destacado en política interior fue la expulsión de los moriscos
(1609) por causas religiosas (búsqueda de la unidad religiosa) y políticas (miedo a una posible
conexión con los turcos). Las consecuencias de esta expulsión fueron negativas tanto para la
economía como para la demografía. El duque de Lerma trasladó la capital a Valladolid de 1601 a
1606. En política exterior se produce la Pax Hispánica, una época de pacificación, debido al
agotamiento español y a la muerte de los antiguos enemigos de Felipe II, por ello, se firma la paz
con Inglaterra (el Tratado de Londres 1604), la Tregua de los Doce Años con las Provincias
Unidas (hoy los Países Bajos) (1609) y una doble alianza matrimonial con Francia (Felipe IV
contrae matrimonio con Isabel de Borbón y Luis XIII con la infanta española Ana de Austria). A
finales del reinado, se inicia la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), una guerra de religión
que terminó siendo un conflicto por la hegemonía de Europa y en la que los Habsburgo españoles
apoyaron a sus parientes austríacos. La primera fase de la guerra resultó favorable para los
Habsburgo, y los tercios de Spínola lograron importantes victorias. Con Felipe IV (1621-1665) se
intenta recuperar la hegemonía española a base de éxitos militares, por lo tanto, España
intervendrá en todos los conflictos bélicos del momento: se reanuda la Guerra de los Países
Bajos: Guerra de los Ochenta años (1568-1648), obteniendo la victoria de Breda, y la derrota
naval de las Dunas (1639), continúa la Guerra de los Treinta Años, en la que España vence a
los suecos en la batalla de Nördlingen (destaca la figura del cardenal infante don Fernando). Tras
la derrota sueca, Francia entra en la guerra contra España, pese a ser católica. España queda
derrotada en sucesivas batallas como Rocroi (1643), firmando la Paz de Westfalia (1648) por la
que se reconoce la independencia de las Provincias Unidas (Paz de Münster), de los cantones
suizos, las anexiones de Francia en Alsacia y Lorena que interrumpían el “camino español” y la
libertad religiosa de los príncipes del Imperio. Tras el fin de este conflicto España continuó en
guerra contra Francia (1648-1659) que concluyó con la Paz de los Pirineos (1659) por la que
Rosellón, Cerdaña y diversas plazas de Flandes pasan a Francia, quedando fijada la frontera en los
Pirineos, también se pactará una nueva alianza matrimonial (Mª Teresa de Austria con Luis XIV).
Con la Paz de los Pirineos, España cedía el liderazgo europeo a Francia.
En política interior, su valido Olivares pretendió integrar a todos los territorios en un sólo Estado
común, con las mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo castellano (Gran Memorial),
en definitiva, una centralización, fortalecer el Estado, la monarquía y una equitativa contribución
tanto de soldados como de financiación por parte de todos los territorios de la Corona, creando un
ejército de 140000 soldados para poder así recuperar la hegemonía. (Unión de Armas) (1625). Su
intento fue un fracaso y originó graves enfrentamientos internos y una oleada de insurrecciones
separatistas en a década de los 40 (crisis de 1640). Se producen, la rebelión catalana, la
independencia de Portugal y revueltas menores que fueron sofocadas rápidamente en Vizcaya,
Andalucía, Aragón, Nápoles y Sicilia, a causa de la presión fiscal y las intrigas de Francia.
En Cataluña la revuelta estalló cuando Olivares, en plena Guerra de los Treinta años
(1618-1648), abrió un frente militar contra los franceses en los Pirineos, obligando a los catalanes
a alojar a las tropas y a contribuir al gasto militar. En junio de 1640 los segadores entraron en
Barcelona asesinando al virrey de Santa Coloma (Corpus de la Sangre). La Generalitat se declaró
en rebeldía y estableció una república que, tras la habilidad diplomática francesa acabaría
acatando la soberanía de Luis XIII, nombrado conde de Barcelona. Desde Barcelona se extendió la
revuelta al resto de Cataluña que contó con la ayuda de Francia. El conflicto duró hasta 1652 con
la rendición de Barcelona al ejército real dirigido por don Juan José de Austria. La Generalitat juró
fidelidad al rey Felipe IV, quién se comprometió a respetar los fueros y privilegios catalanes.
En Portugal aprovecharon la sublevación de Cataluña para que el duque de Braganza se
proclamara rey (Juan IV). La crisis portuguesa estuvo motivada por el rechazo a la Unión de
Armas, las dificultades comerciales en las colonias debido a la participación española en la Guerra
de los Treinta años y en el aumento de los impuestos. La secesión dio lugar a la Guerra de la
Restauración (1640-1668). España no tenía fuerzas militares suficientes y Portugal con el apoyo
europeo (Francia e Inglaterra), y tras la decisiva batalla de Montes Claros, consiguió la separación
definitiva en 1668, solo Ceuta permaneció bajo dominio español.
Será el rey Carlos II (1665-1700) quien firmará la Paz con Portugal (1668) por el tratado de
Lisboa. Libró la Guerra de Devolución con Francia (1667-1668). Durante su reinado, España
cedió a Francia el Franco Condado por el Tratado de Nimega, Luxemburgo y diversas ciudades de
los Países Bajos. A su muerte España sólo conservaba, el Milanesado, Nápoles, Sicilia y
Cerdeña y parte de los PPBB.
A la muerte de Felipe IV (1665), el nuevo rey Carlos II tenía 5 años por lo que la regencia recayó
en su madre Mariana de Austria que delegó el gobierno en el padre Nithard, éste rechazado por el
pueblo llano y la aristocracia es sustituido por una Junta de Regencia que intentó realizar reformas
boicoteadas por los privilegiados. En 1675 Carlos II es proclamado rey, aunque el gobierno esta
vez recayó en distintos personajes de la camarilla de palacio que velaban más por sus intereses
personales llegando a subastar hasta los virreinatos. Otros personajes influyentes fueron su
hermanastro, don Juan José de Austria, el duque de Medinaceli o el conde de Oropesa.
Finalmente, su segunda esposa Mariana de Neoburgo se hizo con el poder.
Con el reinado de Carlos II, último rey de la Casa de Austria, resurgieron disturbios sociales
(los barretines en Cataluña, la segunda germanía en Valencia y el motín de los gatos en Madrid).
Durante su reinado se produjo un neofeudalismo, la alta nobleza (los grandes de España) pasaron
a controlar la monarquía y un neoforalismo, es decir un pacto no escrito entre los reinos y la
Corona para no enfrentarse ni ampliar los impuestos. Otro rasgo de su política fue la debilidad en
política exterior, aprovechada por el rey francés Luis XIV. Pero el problema más destacado fue la
falta de sucesión, que produjo la inquietud nacional y las ambiciones europeas. Finalmente, tras su
muerte, estallará la Guerra de Sucesión (1701-1713/15).