Austrias Siglo XVII

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3.4 Los Austrias del siglo XVII. Política interior y exterior.

En el siglo XVII, España era un estado complejo, con instituciones, leyes y lenguas diferentes, y un
mismo rey. Era una potencia internacional, con un vasto imperio colonial. Pero sufrirá una decadencia en
todos los ámbitos salvo el cultural (Siglo de Oro) en un proceso ni brusco, ni uniforme.
Los Austrias pretenden la defensa de su patrimonio, la protección de la religión católica y la
conservación del monopolio con América. La falta de recursos financieros, la pérdida de efectivos militares,
la crisis demográfica, la acción de holandeses e ingleses y nuevos enemigos debilitaron el imperio. Felipe III,
Felipe IV y Carlos II tuvieron escaso peso político, contaron con validos. Felipe III contó con el Duque de
Lerma. Sin recursos, la política se volvió «pacifista». Se firma la Tregua de los Doce Años en Flandes, y la
paz con Inglaterra y con Francia. En política interior se decreta la expulsión de los moriscos (1609 y 1614),
afectando gravemente a Levante y que muchos nobles trataron de evitar. La administración sufre por la
corrupción. Felipe IV, confió en el Conde-Duque de Olivares, que intentó recuperar la hegemonia española,
en la guerra de los Treinta años (1618-1648), un enfrentamiento religioso que se transforma en una guerra
por la hegemonía de Europa, y consolidar el poder del monarca a través de la “Unión de Armas”, ante una
Castilla agotada. Quiere crear un estado centralizado en torno a las leyes de Castilla. Su política encontraría
especial oposición en Cataluña y Portugal. Se llevó a cabo una reforma fiscal, se devaluó la moneda y se
vendieron cargos, aumentando el descontento. La guerra de los Treinta años agravó el problema. Cuando
Francia se une al bando protestante la guerra se inclina contra España. En Cataluña explotó una rebelión
(“Corpus de Sang”) que la oligarquía convierte en revolución contra Castilla, buscando el apoyo de Francia y
la creación de una república catalana independiente, y en Portugal estalló una insurrección que acabó con
su independencia. Ante esta situación y la derrota de Rocroi el rey depuso al Conde Duque y trató de dirigir,
sin éxito, el reino. Se produjeron tumultos en distintos puntos de la Monarquía. La guerra, las pestes y el
hambre llevan a la Paz de Westfalia (1648), que pone fin a la hegemonía de España en Europa. La guerra
con Francia continuó hasta la Paz de lo Pirineos, Cataluña perdió el Rosellón y la Cerdaña. Carlos II
constituye el declive definitivo de la dinastía. Su reinado fue una lucha diplomática por quién quedaría
como heredero del Imperio. Su salud le impide hacerse cargo del gobierno. Su madre como regente y
sucesivos validos ejercen el poder. El neoforalismo y el neofeudalismo se extienden, paralizando las
reformas, aunque hay una cierta recuperación económica y demográfica. Hay algunos disturbios y revueltas
en el interior. Francia busca alcanzar unas fronteras naturales, con tres guerras que acaban en las paces de
Aquisgrán, Nimega y Ryswick. Sin descendencia, y tras la muerte de un primer sucesor de consenso, hay dos
candidatos a sucederle: Felipe de Borbón, apoyado por Francia y Castilla, y Carlos de Austria, apoyado por el
Imperio, Inglaterra, Holanda y la Corona de Aragón. Un mes antes de morir, en su testamento declara a
Felipe de Borbón heredero. La cuestión sucesoria se convierte en un problema europeo.

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