Nomenclatura de Las Enfermedades Cerebrovasculares
Nomenclatura de Las Enfermedades Cerebrovasculares
Nomenclatura de Las Enfermedades Cerebrovasculares
Presentación
Correspondencia: Exuperio Díez Tejedor, Unidad de Ictus, Servicio de Neurología, Hospital Universitario La Paz, Universidad
Autónoma de Madrid, Paseo de la Castellana, 261.
Equipo directivo y
comité científico
28046. Madrid, España.
El concepto de enfermedad vascular cerebral se refiere a todo trastorno en el cual un área del encéfalo se afecta de forma transitoria
Congreso virtual de o permanente por una isquemia o hemorragia, estando uno o más vasos sanguíneos cerebrales afectados por un proceso
neurología patológico. El término ictus representa de forma genérica un grupo de trastornos que incluyen el infarto cerebral, la hemorragia
cerebral y la hemorragia subaracnoidea. “Ictus”, es un término latino que al igual que su correspondiente anglosajona, “stroke”,
significa “golpe” y describen perfectamente el carácter brusco y súbito del proceso. Son sinónimas las denominaciones de Accidente
Cebrovascular, Ataque Cerebral y Apoplejía.
Según su naturaleza, la enfermedad vascular cerebral se puede presentar como isquemia o como hemorragia (Fig. 1), con una
proporción en torno al 85% y al 15% respectivamente.
La isquemia se produce por la disminución del aporte sanguíneo cerebral de forma total (isquemia global) o parcial (isquemia
focal). Según la duración del proceso isquémico se presentará como accidente isquémico transitorio (AIT) o como infarto
cerebral, en función de que el déficit isquémico revierta o no antes de 24 horas. La hemorragia es la presencia de sangre, bien en el
parénquima o en el interior de los ventrículos cerebrales (hemorragia cerebral), bien en el espacio subaracnoideo (hemorragia
subaracnoidea).
Utilizamos el término de isquemia cerebral global cuando la disminución del flujo sanguíneo cerebral se produce en todo el cerebro
de manera simultánea debido a una hipotensión arterial marcada. Afecta a los hemisferios cerebrales de forma difusa, asociada o no
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a una lesión del tronco del encéfalo y/o cerebelo. Sus causas más frecuentes son el paro cardiaco y la cirugía con circulación
extracorpórea, pero cualquier cuadro de shock prolongado, independientemente de su etiología, lo puede producir. Las
consecuencias clínicas abarcan desde un déficit cognitivo leve (memoria, atención) hasta el estado vegetativo persistente por
necrosis neocortical e incluso, si la duración es elevada, muerte cerebral por afectación troncoencefálica.
Desde el punto de vista anatomopatológico, podemos encontrar dos tipos de infarto cerebral:
· Infarto cerebral pálido. Generado en la zona distal a una oclusión arterial persistente. En las zonas con flujo sanguíneo, como
por ejemplo el borde del infarto, se observa presencia leucocitaria. Posteriormente los macrófagos ocupan la zona y los
productos necróticos se eliminan durante meses.
· Infarto cerebral hemorrágico. Presenta una importante concentración de eritrocitos dentro de la zona infartada. Las placas
petequiales predominan en la sustancia gris, dada su mayor vascularización relativa. Frecuentemente está asociado a infartos de
mecanismo embólico.
Infarto cerebral. Se objetiva una imagen hipodensa en la TC. Correspondería al infarto pálido que hemos comentado
previamente.
Infarto cerebral hemorrágico. En este caso, en la TC observaremos imágenes hiperdensas (contenido hemático) en el área
hipodensa del infarto.
Infarto cerebral silente. Son infartos evidenciados en un estudio de neuroimagen que no han producido manifestaciones
clínicas previas.
Leucoaraiosis. Se define como rarefacción de la sustancia blanca del cerebro. En la TC craneal se observa un área de
hipodensidad. En la RMN craneal dependerá del tipo de secuencia empleada, en T2 aparece como una hiperintensidad.
Puede ser periventricular o subcortical, siendo ésta última la que probablemente tenga un origen isquémico más claro.
Emplearemos como referente la “III Clasificación de Enfermedades Cerebrovasculares, propuesta por el NINDS en 1990 (1). La
finalidad de esta clasificación fue la de definir de forma precisa los tipos de enfermedad vascular cerebral, así como los diversos
aspectos etiológicos, patogénicos y diagnósticos.
Según la clasificación NINDS hay diversas formas de presentación clínica de la enfermedad vascular cerebral (Tabla 1), pero
simplificándola podríamos hablar de dos tipos básicos: asintomática o sintomática.
a) Sistema carotídeo
b) Sistema vertebrobasilar
c) Ambos
d) Localización incierta
e) Posible AIT
2. Ictus
a) Perfil temporal
1) Mejoría
2) Empeoramiento
3) Ictus estable.
b) Tipos de ictus
1) Hemorragia cerebral
2) Hemorragia subaracnoidea(HSA)
4) Infarto cerebral
Mecanismos
· Trombótico
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· Embólico
· Hemodinámico
Categorías clínicas
Aterotrombótico
Cardioembólico
Lacunar
Otros
Sistema vertebrobasilar
Arteria vertebral
Arteria basilar
C. Demencia vascular
D. Encefalopatía hipertensiva
Es aquella que todavía no ha dado síntomas cerebrales o retinianos pero que ha producido algún daño vascular demostrable. El
ejemplo típico sería el paciente con estenosis carotídea asintomática. Con la profusión de las técnicas de neuroimagen es cada
vez más frecuente el hallazgo casual de infartos cerebrales en pacientes que nunca presentaron síntomas neurológicos, son los
llamados infartos cerebrales silentes.
La enfermedad vascular cerebral sintomática, sería aquella que se hubiera expresado clínicamente y abarcaría:
Disfunción cerebral focal: engloba los accidentes isquémicos transitorios de cualquier localización y los ictus isquémicos o
hemorrágicos. Dentro de los ictus nos encontramos tres tipos: hemorragia cerebral, hemorragia subaracnoidea e infarto cerebral; la
hemorragia asociada a malformación arteriovenosa, que el NINDS considera un grupo independiente, sin embargo, al igual que
muchos autores, la incluiremos dentro del grupo de la hemorragia cerebral, pues en el 87% de las ocasiones, la hemorragia
secundaria a una malformación arteriovenosa tiene esta localización (7).
La disfunción cerebral focal, como hemos comentado, se podrá manifestar bien como ataque isquémico transitorio o bien como
ictus.
– Ictus progresivo: aquellos en que el déficit neurológico inicial evoluciona al empeoramiento, por aumento de intensidad o por
adición de nuevos síntomas y signos. Debería considerarse como tal sólo a aquel ictus en el que hay un aumento del tamaño
lesional, bien de infarto, bien de hemorragia. Cuando el deterioro clínico es debido a complicaciones sistémicas concomitantes al
ictus no debería ser considerado en esta categoría. El término ictus deteriorante podría ser adecuado para definir estos últimos.
– Ictus con tendencia a la mejoría: aquéllos que tienden a remitir de modo que a las tres semanas del inicio de los síntomas, la
recuperación de la focalidad neurológica es igual o superior al 80% del total inicial.
– Ictus estable: cuando el déficit neurológico inicial no se modifica en un periodo de tiempo que estimamos en 24 horas para los
ictus carotídeos y 72 horas para los vertebrobasilares.
Demencia vascular.
Encefalopatía hipertensiva.
Ya dijimos que la isquemia puede ser global o focal; la primera la hemos analizado previamente, por tanto hablaremos sólo de la
isquemia cerebral focal. Según su duración, la isquemia focal se presentará como ataque isquémico transitorio o como infarto
cerebral (Fig. 1).
Episodio breve de isquemia cerebral focal, que se produce como consecuencia del déficit de aporte sanguíneo en el territorio
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irrigado por un sistema vascular cerebral. De forma característica es reversible y no existe déficit neurológico permanente tras su
finalización. Frecuentemente no se produce de forma aislada, sino que existen múltiples.
Convencionalmente se considera un ataque isquémico transitorio al episodio isquémico focal de duración inferior a las 24 horas. Sin
embargo puede haber imagen de infarto cerebral en pacientes con signos transitorios, fundamentalmente en los de gran duración.
Generalmente duran entre 2 y 15 minutos, superando en pocas ocasiones la hora de duración y suelen ser de comienzo rápido
(menos de cinco minutos, generalmente menos de dos), pero los episodios fugaces, con una duración sólo de segundos,
probablemente no son accidentes isquémicos transitorios.
Los mecanismos de producción y los subtipos etiológicos serán similares en cualquier tipo de isquemia cerebral, sea un ataque
isquémico transitorio o un infarto (Fig. 1).
Los ataques isquémicos transitorios se clasificarán en función de los síntomas y del territorio vascular afectado.
· Según la topografía y las manifestaciones clínicas, pueden ser retinianos (amaurosis fugaz), hemisféricos corticales,
lacunares y atípicos.
La amaurosis fugaz es una ceguera monocular transitoria que generalmente dura unos minutos y está producida por un émbolo de
origen carotídeo o cardiaco; si el ataque isquémico transitorio se manifiesta clínicamente con signos o síntomas que revelan una
disfunción cortical, se trata de una forma hemisférica cortical; el lacunar es el que se presenta como un síndrome lacunar motor o
sensitivo, asociándose con mucha menor frecuencia que los corticales a estenosis carotídea; el atípico es el que no se
corresponde a ninguno de los tres primeros.
· Según el territorio vascular afectado, los AIT son carotídeos o vertebrobasilares. Cuando los síntomas producidos no
permiten adscribirlo a ninguno de esos dos sistemas, lo calificamos de indefinido.
I Los AIT del sistema carotídeo se caracterizan por presentar alguno de los siguientes signos o síntomas:
2. Pérdida de visión en el ojo ipsilateral (amaurosis fugaz) o, raramente, el campo contralateral de la visión (hemianopsia
homónima).
1. Disfunción motora de cualquier combinación de miembros superiores e inferiores y hemicara, izquierda y/o derecha.
Debido a la corta duración de los episodios, es imprescindible una anamnesis cuidadosa y tener en cuenta las siguientes
recomendaciones:
· La mayoría de los pacientes con AIT presentan síntomas motores. Los síntomas sensitivos que afectan sólo parte de una
extremidad o sólo un lado de la cara durante un único accidente no acompañados de otros síntomas son difíciles de interpretar
con certeza.
· Un AIT que no incluya déficit motor, pérdida visual o afasia, debería ser revisado cuidadosamente antes de ser diagnosticado
como isquémico transitorio.
· Los siguientes síntomas no son característicos del AIT: pérdida de conciencia sin otros síntomas de déficit circulatorio posterior,
actividad tónica o clónica, progresión de los síntomas sobre varias áreas del cuerpo y escotoma escintilante.
·. Los siguientes síntomas no se consideran producidos por un AIT: progresión de un déficit sensitivo, incontinencia vesical o rectal,
pérdida de visión asociada con alteración de la conciencia, síntomas focales asociados con migraña. Tampoco consideraremos
como tales ninguno de los siguientes si se dan de forma aislada: vértigo, mareo, disfagia, disartria, diplopía, confusión, amnesia,
o drop attacks.
Habrá ocasiones en que sea complicado establecer o descartar el diagnóstico en estos pacientes, antes que asumir o rechazar la
etiología isquémica, con todos los problemas que pueden derivar de una actuación diagnósticoterapéutica errónea tanto en uno
como en otro sentido, utilizaremos el diagnóstico de posible accidente isquémico transitorio. Estos pacientes deben someterse a
un seguimiento clínico estrecho, lo cual nos posibilitará realizar un diagnóstico de certeza y un tratamiento preventivo adecuado.
Otras manifestaciones clínicas más infrecuentes son: temblor, sacudimiento rítmico u oscilación no comicial del brazo, mano o todo
el hemicuerpo (limb shaking) por hipoperfusión en territorio frontera asociado a oclusión o estenosis importante de la carótida
contralateral, paraparesia transitoria por isquemia en territorio de las arterias cerebrales anteriores y ceguera bilateral aislada e
inversión de la imagen visual por isquemia vertebrobasilar bilateral.
Se produce cuando la isquemia cerebral es lo suficientemente prolongada en el tiempo como para producir un área de necrosis
tisular. Convencionalmente se considera como tal cuando el déficit neurológico tiene una duración superior a 24 horas aunque,
como ya hemos comentado, con duraciones inferiores se puede observar lesión isquémica en los estudios de neuroimagen.
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Hay diversos tipos de infarto cerebral según sea su mecanismo de producción, la categoría clínica en la que se encuadra y la
localización topográfica. A continuación analizaremos estos aspectos.
Trombótico
Existe una estenosis u oclusión de una arteria cerebral intra o extracraneal. El infarto trombótico ocurre generalmente cuando un
trombo crece sobre una placa aterosclerótica u otra lesión vascular. En algunas circunstancias el infarto trombótico puede ser
precipitado por un estado hipercoagulable.
Embólico
El infarto embólico se debe a la oclusión de una arteria por un émbolo distal a un punto donde exista un adecuado flujo colateral. El
émbolo se origina proximalmente, pudiendo ser arterioarterial (se desprende un trombo de la pared arterial e impacta distalmente),
cardiaco, pulmonar o paradójico (el que procedente de la circulación derecha pasa al corazón izquierdo a través de una
comunicación derechaizquierda).
Hemodinámico
El infarto determinado hemodinámicamente ocurre cuando la perfusión global cerebral está críticamente disminuida, debido a una
hipotensión arterial importante, y el flujo compensatorio colateral es insuficiente; se favorece si coexiste una estenosis grave o una
oclusión arterial. Suelen producirse en el área limítrofe entre dos territorios arteriales principales. Son también llamados infartos
frontera o de último prado. Las localizaciones habituales son: entre laarteria cerebral media y la anterior, entre la arteria cerebral
media y la posterior, y entre los territorios superficial y profundo de la misma arteria.
Según la causa subyacente, el infarto ha sido comúnmente considerado como aterotrombótico, cardioembólico o lacunar;
además existen otras causas menos frecuentes que pueden producirlo, dando lugar a la categoría de infarto de causa inhabitual;
su porcentaje varía mucho según las series o no se puede asignar a ninguna de estas categorías y se clasifica como infarto de
origen indeterminado (Tabla 2) (Fig. 1). Las categorías clínicas que comentaremos a continuación están basadas
fundamentalmente en los criterios NINDS (1990) (1), Laussane Stroke Registry (Bogousslavski, 1997) (3), a su vez inspirado en los
criterios TOAST (2) y en los establecidos por el comité ad hoc del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la
Sociedad Española de Neurología (1998) (5).
Para establecer el diagnóstico del subtipo etiológico, previamente deben plantearse los siguientes pasos diagnósticos: anamnesis y
examen clínico, estudios de neuroimagen (TC o RM), estudio ecocardiográfico (sospecha cardiopatía embolígena), Doppler de
circulación cerebral extracraneal y transcraneal, estudios de hemostasia y angiografía cerebral si fuese preciso.
Una vez considerados dichos aspectos, asignaremos el infarto a uno de los siguientes subtipos etiológicos, que resumimos en la
Tabla 3:
Tabla 3. Clasificación de los infartos cerebrales en sus diferentes subtipos etiológicos[adaptada del Laussane Stroke Registry, (Bogousslavsky 1997) y del comité ad
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Tabla 3. Clasificación de los infartos cerebrales en sus diferentes subtipos etiológicos[adaptada del Laussane Stroke Registry, (Bogousslavsky 1997) y del comité ad
hoc del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares(Arboix, 1998)].
Previamente deberá realizarse: anamnesis y exploración física, estudio de neuroimagen, ecocardiograma, Doppler de troncos supraórticos y transcraneal, estudios
de hemostasia y angiografía cerebral si fuesen preciso.
Infarto generalmente de tamaño medio o grande, de topografía cortical o subcortical y localización carotídea o
vertebrobasilar, en el que se cumple alguno de los dos criterios siguientes:
A. Aterosclerosis con estenosis: estenosis mayor o igual al 50% del diámetro luminal u oclusión de la
arteria extracraneal correspondiente o de la arteria intracraneal de gran calibre(cerebral media, cerebral
posterior o tronco basilar), en ausencia de otra etiología.
B. Aterosclerosis sin estenosis: presencia de placas o de estenosis inferior al 50% en la arteria cerebral
media, cerebral posterior o basilar, en ausencia de otra etiología y en presencia de al menos dos de los
siguientes factores de riesgo vascular cerebral: edad mayor de 50 años, hipertensión arterial, diabetes
mellitus, tabaquismo o hipercolesterolemia.
2. Infarto Cardioembólico
Infarto generalmente de tamaño medio o grande, de topografía habitualmente cortical, en el que se evidencia,
en ausencia de otra etiología, alguna de las siguientes cardiopatías embolígenas: presencia de un trombo o
un tumor intracardíaco, estenosis mitral reumática, prótesis aórtica o mitral, endocarditis, fibrilación auricular,
enfermedad del nodo sinusal, aneurisma ventricular izquierdo o acinesia después de un infarto agudo de
miocardio, infarto agudo de miocardio(menos de 3 meses), o presencia de hipocinesia cardíaca global o
discinesia.
Infarto de pequeño tamaño(menor de 1.5 cm de diámetro) en el territorio de una arteria perforante cerebral, que
habitualmente ocasiona clínicamente un síndrome lacunar(hemiparesia motora pura, síndrome sensitivo puro,
síndrome sensitivomotriz, hemiparesiaataxia y disartriamano torpe)en un paciente con antecedente personal de
hipertensión arterial u otros factores de riesgo cerebrovascular, en ausencia de otra etiología.
Infarto de tamaño pequeño, mediano o grande, de localización cortical o subcortical, en territorio carotídeo o
vertebrobasilar en un paciente en el que se ha descartado el origen aterotrombótico, cardioembólico o lacunar. Se
suele producir por enfermedades sistémicas(conectivopatía, infección, neoplasia, síndrome mieloproliferativo,
alteraciones metabólicas, de la coagulación…) o por otras enfermedades como: disección arterial, displasia
fibromuscular, aneurisma sacular, malformación arteriovenosa, trombosis venosa cerebral, angeítis, migraña, etc.
Infarto de tamaño medio o grande, de localización cortical o subcortical, en territorio carotídeo o vertebrobasilar,
en el que tras un exhaustivo estudio diagnóstico, han sido descartados los subtipos aterotrombótico,
cardioembólico, lacunar y de causa inhabitual, o bien coexistía más de una posible etiología. Dentro de esta
etiología indeterminada se podría plantear unas subdivisiones que aclararían mejor este apartado;estudio
incompleto, más de una etiología y desconocida.
Son infartos de tamaño medio o grande, de topografía cortical o subcortical en pacientes con presencia de uno o varios factores de
riesgo vascular cerebral. Son originados por una oclusión o estenosis de arterias de mediano o gran calibre por trombosis o embolia
de material trombótico. Ante un paciente con evidencia de estenosis u oclusión de probable origen aterosclerótico en una o más
localizaciones (por ejemplo, cardiopatía isquémica o enfermedad vascular periférica) aumenta la posibilidad de que el infarto
cerebral que padece pertenezca a esta categoría clínica; pero para establecer el diagnóstico con fiabilidad recomendamos seguir los
criterios TOAST modificados propuestos en el registro de Laussane, que considera infarto de origen aterotrombótico o
arteriosclerosis de vaso grande al que cumple una de las dos condiciones siguientes:
– Arteriosclerosis con estenosis: estenosis arterial mayor del 50% en las arterias extracraneales correspondientes con la clínica o
intracraneales de gran calibre en ausencia de otra etiología.
– Arteriosclerosis sin estenosis: estenosis arterial menor del 50% en las aterias antedichas y al menos dos de los siguientes
factores de riesgo: edad mayor de 50 años, hipertensión arterial, diabetes mellitus, tabaquismo o hipercolesterolemia.
La frecuencia de este subtipo etiológico varía según las series, estando entorno al 25% a 30% del total de los infartos.
La aterosclerosis puede producir un infarto cerebral mediante dos mecanismos: en primer lugar, por producir una estenosis crítica,
es decir, la placa puede aumentar hasta alcanzar un tamaño determinado que comprometa seriamente la luz del vaso sanguíneo,
superponiéndose frecuentemente un trombo, que hace disminuir aún más la luz arterial; además, el trombo formado sobre una
estenosis u oclusión arterial puede propagarse distalmente, afectando al origen de vasos distales a la estenosis inicial. El segundo
mecanismo por el que una placa aterosclerótica puede provocar un infarto es el embolismo del trombo superpuesto o de fragmentos
de la propia placa (émbolo arteriaarteria).
Las lesiones ateroscleróticas afectan de forma predominante a la bifurcación y curvatura de arterias extracraneales y grandes
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arterias intracraneales.
Es aquel infarto que se produce como consecuencia de la oclusión de una arteria por un émbolo de origen cardiaco. Generalmente
es de tamaño medio o grande, de topografía habitualmente cortical, (subcortical en menos ocasiones), frecuentemente con inicio de
los síntomas en vigilia e instauración súbita o aguda, siendo habitual que el máximo déficit neurológico se dé al comienzo de la
misma.
Son sugerentes de embolismo los síndromes corticales aislados, sobre todo las afasias y la hemianopsia homónima aislada,
síndromes aislados de la arteria cerebral posterior, síndromes del top de la basilar e infartos subcorticales estriatocapsulares
medianos y grandes.
Es imprescindible la presencia de una cardiopatía embolígena demostrada y la ausencia de evidencia de aterotrombosis u otra
etiología concomitante.
La base para el diagnóstico reside en la demostración de una fuente cardiacatranscardiaca de émbolos sin evidencia de otras
posibles causas de isquemia cerebral. Las enfermedades cardiacas que de forma más relevante pueden producir émbolos son: la
fibrilación o flutter arterial intermitente o continuo (que es la causa más frecuente de cardioembolismo), el infarto de miocardio
reciente (menos de tres meses), la insuficiencia cardiaca congestiva, la valvulopatía mitral o aórtica, el trombo o tumor cardiaco, las
válvulas protésicas, la endocarditis, el síndrome del seno enfermo, el aneurisma o acinesia ventricular y la hipocinesia o discinesia
cardiaca global.
Cuando la fuente es transcardiaca a través de un shunt derechaizquierda (embolia paradójica), la fuente embólica generalmente es
una trombosis venosa profunda, aunque sólo se consiga la demostración radiológica en un 10% de los casos. Otras causas de
embolismo distintas al cardiaco son: embolia grasa, gaseosa y por cuerpo extraño.
En los países desarrollados, aproximadamente el 20% de los infartos cerebrales tienen este origen, siendo mayor la proporción en
pacientes jóvenes (entre el 23% y el 36%).
Las zonas donde se alojan preferentemente los émbolos son: bifurcaciones arteriales (por ejemplo, entre la arteria cerebral media y
la anterior), divisiones mayores de la arteria cerebral media, tercio distal de la arteria basilar y arterias cerebrales posteriores, áreas
arteriales estenosadas por ateromatosis y ramas arteriales distales.
Ciertas características son orientativas de este tipo de infarto, como la presencia de infartos en múltiples territorios arteriales
cerebrales o sistémicos, la ausencia de accidente isquémico transitorio en el mismo territorio vascular y la afectación del territorio
tanto superficial como profundo de la misma arteria. En la neuroimagen, a veces es posible ver infartos con componente
hemorrágico.
Es un infarto de pequeño tamaño lesional (menos de 15 mm de diámetro) localizado en el territorio de distribución de las arteriolas
perforantes cerebrales, que ocasiona clínicamente un síndrome lacunar, es decir, hemiparesia motora pura, síndrome sensitivo puro,
hemiparesiaataxia, disartriamano torpe o síndrome sensitivomotor. Además de los clásicos, existen otros muchos síndromes
lacunares descritos, entre los que se encuentran: hemicorea, hemibalismo, hemidistonía, síndrome cerebelopiramidal, ataxia crural
pura, síndrome de la encrucijada hipotalámica, hemiataxia aislada, disartria aislada, etc. Una evolución especial del infarto lacunar
es el llamado síndrome pseudobulbar, que se produce por la sucesión de numerosos infartos lacunares de forma bilateral.
Dado que estas arterias tienen pocas conexiones colaterales, la obstrucción del flujo sanguíneo conduce generalmente a un infarto
en el territorio de la arteria interesada. Con el tiempo el infarto se hace quístico y se rellena con el fluido tisular adyacente, de aquí el
nombre de laguna o lago, generalmente inferior a 1.5 cm en el diámetro mayor.
Observamos este tipo de infarto en pacientes con hipertensión arterial u otrs factores de riesgo cerebrovascular. Aunque la
arterioloesclerosis local con microateromas y la hipohialinosis son las principales causas, existen otras menos frecuentes: diabetes,
carioembolias, embolias arterioarteriales, estados protrombóticos, angeítis, etc.
El síndrome lacunar puede ser ocasionado por causas distintas del infarto cerebral, por ello ante un paciente con este síndrome
realizaremos el protocolo diagnóstico habitual en un paciente con ictus y no nos apresuraremos a etiquetarlo de infarto lacunar.
Este subtipo etiológico representa alrededor del 15% al 20% del total de los infartos cerebrales.
Son aquellos infartos cerebrales en los que, tras un correcto estudio diagnóstico, la etiología no se puede adscribir a ninguno de los
grupos anteriores.
Las afecciones más comunes son: la disección arterial, la displasia fibromuscular, el aneurisma sacular, la malformación
arteriovenosa, la trombosis venosa cerebral, la angeítis, las enfermedades sistémicas (conectivopatías, infecciones, neoplasias…),
las alteraciones de la coagulación (en especial los estados protombóticos), el infarto migrañoso, los trastornos de base genética (por
ejemplo CADASIL, síndrome de Sneddon), etc.
Su frecuencia está en torno al 6% a 15%, siendo de alrededor del 25% al 35% en pacientes con edades inferiores a 45 años. Es
lógico que este tipo de infartos predominen en pacientes por debajo de esta edad, debido a la menor frecuencia de aterosclerosis y
enfermedad de pequeño vaso en este grupo etáreo.
Dentro de las causas inhabituales, podriamos resaltar la trombosis venosa cerebral. Clínicamente se puede manifestar como:
hipertensión intracraneal, síndrome del seno cavernoso o afectación cerebral focal, siendo ésta última la manifestación de un infarto
cerebral. Existe una amplia posibilidad de etiologías subyacentes que pueden agruparse en cuatro grandes apartados: alteraciones
hematológicas (por ejemplo, estados protrombóticos, síndrome de hiperviscosidad), alteraciones de la pared vascular (por ejemplo,
sarcoidosis, conectivopatías), alteraciones del flujo sanguíneo (por ejemplo, fallo cardiaco) y otras causas (idiopática, caquexia,
fármacos).
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Infartos de origen indeterminado
Son infartos de tamaño generalmente medio o grande, de localización cortical o subcortical, que afectan al territorio carotídeo o
vertebrobasilar y en los que, tras un correcto estudio diagnóstico, se ha descartado que pertenezcan a ninguno de los cuatro grupos
anteriores, siendo éste un diagnóstico de exclusión. También incluiremos en esta categoría los casos en que coexista más de una
posible etiología (en el registro de infartos de Laussane esto ocurrió en un 3% de los casos, siendo lo más frecuente la asociación de
enfermedad de grandes vasos y cardioembolia), así como los que quedaron sin determinar por no poder realizarse las exploraciones
complementarias oportunas.
Según series, su frecuencia estaría en un intervalo del 8% a 30%, situándose en el límite superior cuando nos referimos a pacientes
jóvenes. Posiblemente la causa de un rango tan amplio estribe en la heterogeneidad de los criterios diagnósticos empleados.
El cuadro clínico está determinado por la localización y el tamaño de la lesión cerebral. Dependiendo del territorio arterial afectado,
los síntomas serán distintos. Asimismo, los infartos secundarios a trombosis venosa cerebral tendrán una traducción clínica distinta
según la zona cerebral involucrada.
La oclusión de la arteria carótida interna en el cuello no produce ningún cuadro clínico característico. En presencia de un adecuado
flujo colateral intracraneal, la oclusión de esta arteria puede no producir ningún síntoma o signo. Si este flujo no es adecuado, puede
producirse desde un accidente isquémico transitorio a un gran infarto del hemisferio ipsilateral. El mecanismo puede ser
hemodinámico si la circulación colateral es pobre, por embolismo arterioarterial o por propagación u oclusión embólica distal.
El cuadro neurológico puede variar desde la monoparesia a la hemiparesia con o sin defecto homónimo en la visión, deterioro del
habla o lenguaje, diversas variedades de agnosia, y defectos sensitivos desde parcial hasta total. Generalmente, el territorio
afectado será el de la arteria cerebral media, pues el territorio de la arteria cerebral anterior puede recibir perfusión colateral a través
de la comunicante anterior.
Aunque la amaurosis fugaz está comúnmente asociada con estenosis u oclusión de la arteria carótida interna, la ceguera monocular
permanente raramente tiene este origen. Otros cuadros menos frecuentes asociados a afectación carotídea interna son: síncopes
ortostáticos, atrofia óptica y retiniana y claudicación mandibular.
La arteria cerebral media comienza en la bifurcación de la arteria carótida interna. La oclusión de la primera porción de la arteria
cerebral media (segmento M1) casi siempre produce déficit neurológico. La mayoría de las oclusiones aquí son debidas a émbolos,
aunque también puede existir una estenosis ateromatosa. Dado que la oclusión es distal al polígono de Willis, la única posibilidad de
circulación colateral se restringe al flujo anastomótico desde las arterias cerebrales anterior y posterior en la superficie cerebral;
cuando esto falla, la oclusión del segmento M1 origina un déficit grave que incluye hemiplejía, hemihipoestesia, hemianopsia
homónima, paresia de la mirada contralateral y, si el infarto es en el hemisferio dominante, afasia. Sin embargo, la oclusión del
tronco de la arteria cerebral media puede originar primariamente un déficit motor debido a la afectación aislada del territorio profundo
que ocurre cuando existe una adecuada perfusión colateral en la superficie cerebral. Si el coágulo ocluyente se rompe y migra
distalmente, se pueden ocluir las ramas y producirse síndromes parciales en función de la zona dañada.
La obstrucción proximal suele ser bien tolerada, ya que se puede recibir flujo colateral a través de la arteria comunicante anterior si
está permeable. La obstrucción distal comúnmente va asociada a debilidad del miembro inferior opuesto, generalmente más
importante en su parte distal y a veces asociada con debilidad de los músculos proximales de la extremidad superior. La afectación
sensitiva del mismo área puede acompañar a la paresia. También pueden aparecer apraxia, fundamentalmente de la marcha,
apatía, desviación oculocefálica, trastornos del comportamiento, paratonía contralateral, reflejos de liberación frontal e incontinencia
urinaria
Sistema vertebrobasilar
El sistema vertebrobasilar irriga el cerebelo, bulbo, protuberancia, mesencéfalo, tálamo, lóbulo occipital, e incluso porciones de las
uniones temporooccipital y parietooccipital. Singularizamos tres grandes vasos:
a) Arteria vertebral
La estenosis grave u oclusión de la arteria subclavia izquierda proximal al origen de la arteria vertebral puede causar un flujo
sanguíneo invertido en la misma. Esto generalmente no causa síntomas, salvo cuando se ejercita el miembro superior
correspondiente, pues en ocasiones se producen cuadros de isquemia vertebrobasilar (síndrome del robo de subclavia). Cuando
una de las arterias vertebrales está atrésica o finaliza en la arteria cerebelosa posteroinferior y la otra arteria vertebral se ocluye,
puede haber un infarto del tronco del encéfalo. La oclusión de una arteria vertebral o de la arteria cerebelosa posteroinferior
puede producir un infarto bulbar lateral; este síndrome se caracteriza por el comienzo súbito de vértigo grave, náuseas, vómitos,
disfagia, ataxia cerebelosa ipsilateral, síndrome de Horner ipsilateral, y descenso de la discriminación de dolor y temperatura en
la hemicara ipsilateral y el hemicuerpo contralateral.
b) Arteria basilar
La oclusión de la arteria basilar puede producir infarto del tronco del encéfalo o a veces un accidente isquémico transitorio o,
raramente, no ocasionar síntomas. Generalmente la oclusión o estenosis importante de la arteria basilar genera signos de
deterioro troncoencefálico bilateral, mientras que los síndromes debidos a la estenosis u oclusión de una rama afectan a
estructuras sólo de un lado del tronco del encéfalo. Además de las grandes ramas circunferenciales que van al cerebelo, la
arteria basilar tiene muchas ramas cortas que irrigan el tronco del encéfalo. Los síndromes que originan la afectación de estas
ramas pueden ser alternos, esto es afectar motora o sensitivamente un lado de la cara y el hemicuerpo contralateral. El vértigo
puede ser un síntoma prominente y el nistagmo es un hallazgo frecuente.
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Son muy típicos los síndromes del top de la arteria basilar, que se producen cuando se ocluye la parte distal de la misma, originando
un cuadro muy grave por infarto de todos los territorios distales y el de trombosis de la basilar, que es típicamente progresivo y de
mal pronóstico.
La arteria basilar finaliza en dos arterias cerebrales posteriores. La oclusión es frecuentemente debida a émbolos y la mayoría
produce un defecto visual homolateral, generalmente hemianópsico o cuadrantonópsico. Otros trastornos visuales, más
complejos, que puede producir son: palinopsia, poliopía, metamorfopsia, visión telescópica, prosopagnosia, etc. Hay problemas
adicionales, como la dislexia y la discalculia, que ocurren debido a la afectación del hemisferio dominante. La afectación del
hemisferio no dominante puede producir un síndrome parietal. En el infarto talámico puede ocurrir un déficit hemisensorial y,
ocasionalmente, llevar a un síndrome talámico. Cuando ambas arterias cerebrales posteriores están ocluidas, se produce la
ceguera cortical y frecuentemente alteraciones del comportamiento.
Se han realizado muchas clasificaciones en cuanto a la localización del infarto cerebral, basadas en distintos patrones topográficos.
Nosotros reproduciremos, por su amplia difusión y sentido práctico, la propuesta en 1991 por la Oxfordshire Community Stroke
Project (Tabla 4). La singularidad de esta clasificación es que utiliza exclusivamente criterios clínicos.
Tabla 4: clasificación del infarto cerebral: correlación de síndromes clínicos, territorio y etiología. Bamford y col. 1991.(OCSP)=Oxfordshire Community Stroke Project.
Tipos de infarto Síntomas y signos Territorio Causas
cerebral
1. Infartos § Déficit motor puro Ganglios basales Lipohialinosis
lacunares(LACI)
§ Déficit sensitivo puro Protuberancia Microateromas
anular
§ Déficit sensoriomotriz
§ Ataxia-hemiparesia
2. Infartos totales § Disfunción Territorio Embolia
de la circulación cerebral(disfagia, superficial y
anterior(TACI) discalculia, alteraciones profundo de Trombosis
visuoespaciales) ACM y ACA
§ Hemianopsia homónima y
déficit motor y/o sensitivo,
por lo menos en dos
regiones(cara, miembro
superior o inferior)
3. Infartos § Dos o tres componentes del Porción superior Embolia
parciales de la subtipo 2 e inferior de la
circulación ACM Trombosis
anterior(PACI) § Disfunción cerebral
§ Déficit sensoriomotriz
4. Infartos de la § Parálisis ipsilateral del III Territorio Embolia
circulación nervio craneal con déficit vértebrobasilar
posterior(POCI) motor y/o sensitivo trombosis
unilateral o bilateral Cerebelo
· TACI (Total Anterior Cerebral Infarction, infarto completo de la circulación anterior) Constituye el 15% de los infartos cerebrales.
La causa es más frecuentemente embólica.
· PACI (Partial Anterior Cerebral Infarction, infarto parcial de la circulación anterior) : es el más frecuente (35%). Las dos causas
más frecuentes son el cardioembolismo y la aterosclerosis en proporción similar.
· LACI (Lacunar Infarction, infarto lacunar): la frecuencia es del 25%. La causa más común es la lipohialinosis asociada a
hipertensión arterial así como microateromas.
· POCI (Posterior Circulation Infarction, infarto de la circulación posterior). Tiene una frecuencia del 25%. La causa más frecuente
es la aterosclerosis.
Se entiende como tal la extravasación de sangre dentro del encéfalo, secundaria a la rotura de un vaso. Representa de un 15% a un
20% de todos los ictus.
Puede ser de dos tipos de acuerdo con su localización. En primer lugar la hemorragia cerebral; en este grupo también incluimos la
hemorragia ventricular y la hemorragia secundaria a malformación arteriovenosa. El segundo grupo lo constituiría la hemorragia
subaracnoidea (Tabla 5).(Fig. 1)
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Hemorragia cerebral
La hemorragia cerebral se define como aquel vertido hemático que, secundario a una rotura vascular, se produce en el interior del
cerebro. Según la localización del sangrado, puede ser parenquimatosa o ventricular.
Hemorragia parenquimatosa
Se define como la colección hemática producida por una ruptura vascular espontánea que se localiza en el interior del parénquima
encefálico. En el 13% de los casos se asocia a una hemorragia subaracnoidea, ocurriendo generalmente por extensión de una
hemorragia en ganglios basales. Utilizamos el término de hemorragia parenquimatosa primaria cuando la ruptura de la pared
vascular se ha producido a consecuencia de la afectación de la misma por procesos degenerativos tales como la arteriosclerosis, la
angiopatía amiloide o la hipertensión arterial. Hablamos de hemorragia secundaria cuando se debe a la ruptura de vasos
sanguíneos congénitamente anormales (malformaciones vasculares), vasos neoformados (hemorragia intratumoral) o vasos
alterados por procesos inflamatorios (vasculitis o aneurismas micóticos).
Según la topografía, podemos clasificar la hemorragia cerebral en: lobar, profunda (ganglios basales, capsular o subtalámica),
troncoencefálica y cerebelosa (Tabla 5 ).
La clínica depende de la localización y el volumen del sangrado. Los signos y síntomas de una hemorragia cerebral pueden ser
indistiguibles de los de otros tipos de ictus, aunque en la hemorragia cerebral son más frecuentes la disminución de la
conciencia y la cefalea grave. Es preciso realizar una prueba de neuroimagen para realizar el diagnóstico y la de mayor utilidad
es la TC craneal. El inicio del cuadro clínico suele ser brusco, con una intensidad máxima desde el comienzo y se estabiliza en
pocos minutos; en la inmensa mayoría de las ocasiones, el paciente no suele experimentar mejoría en las primeras 24 a 48
horas.
La hipertensión arterial es la principal causa de este tipo de hemorragia, encontrándose en el 60% de los pacientes. Otras causas
son la ruptura de aneurismas, los angiomas cavernosos, las drogas, el alcohol, las discrasias sanguíneas, la terapia anticoagulante,
la angiopatía amiloide y los tumores cerebrales.
En los pacientes con hemorragia lobar cortical o subcortical es menos frecuente hallar un antecedente de hipertensión que en los
pacientes con hemorragia profunda, encontrando en muchos de estos casos una angiopatía amiloide subyacente, sobre todo si el
paciente es de edad avanzada. Sin embargo no hay que olvidar que del 30% al 40% de las hemorragias secundarias a aneurismas
son parenquimatosas, por ello ante una hemorragia cerebral cuya localización y síntomas no sean típicamente hipertensivos, habrá
que contemplar, entre otras, un posible aneurisma arterial como etiología.
La hemorragia asociada a malformación arteriovenosa (MAV) puede clasificarse en este apartado o bien de forma independiente.
Las malformaciones arteriovenosas se caracterizan por una red de vasos anormales (nidus), entre una arteria nutricia y una vena de
drenaje. Son congénitas y de localización fundamentalmente supratentorial. La hemorragia asociada a una malformación
arteriovenosa generalmente es parenquimatosa, de ahí que suela clasificarse en este grupo, pero en ocasiones puede ser
subaracnoidea o mixta. Es característico que los síntomas producidos son menos graves que los originados por la ruptura de
aneurismas arteriales. Se pueden producir crisis epilépticas y aparecer signos focales. Pueden asociarse soplos intracraneales y
también hemorragias y angiomas retinianos.
Hemorragia ventricular
Se define así a una colección de sangre en el interior de los ventrículos cerebrales. Se denomina primaria cuando el sangrado se
localiza de forma exclusiva en el sistema ventricular; rara vez se demuestra una causa. Se conoce como secundaria a aquella
originada en el espacio subaracnoideo o en el parénquima y que se ha extendido posteriormente al sistema ventricular.
Hemorragia subaracnoidea
La hemorragia subaracnoidea (HSA) es la extravasación de sangre al espacio subaracnoideo encefálico. Se le llama primaria
cuando el sangrado tiene lugar directamente en el espacio subaracnoideo y secundaria cuando el sangrado se produjo inicialmente
en otro lugar, como el parénquima cerebral. Subaracnoidea espinal es la que ocurre en el espacio subaracnoideo espinal o medular.
La causa más frecuente de hemorragia subaracnoidea es la traumática. De las espontáneas, la más frecuente es la debida a la
rotura de aneurismas arteriales, que son dilataciones anormales de la pared arterial generalmente congénitos o secundarios a
arteriosclerosis. La localización principal de los aneurismas es en el origen o en las bifurcaciones del polígono de Willis. Los sitios
más frecuentes son las uniones de la arteria comunicante posterior con la carótida interna, de la comunicante anterior con la cerebral
anterior y fundamentalmente en el nacimiento de la cerebral media desde la carótida interna. Como causas mucho menos
frecuentes tenemos otras malformaciones vasculares y las neoplasias. Queda todavía un 10% a un 15% de las hemorragias
subaracnoideas que son de causa desconocida, de las cuales dos terceras partes se localizan en la cisterna perimesencefálica;
éstas suelen ser de buen pronóstico y se consideran variantes secundarias a la rotura de un capilar o vena en esta localización.
El cuadro clínico es característico: suelen tener comienzo súbito y cefalea muy intensa, siendo también frecuentes la disminución de
la conciencia y los vómitos. La mayoría de los pacientes tienen rigidez de nuca en la exploración. En el examen de fondo de ojo se
pueden encontrar hemorragias retinianas subhialoideas.
El diagnóstico de hemorragia subaracnoidea se realiza mediante TC craneal, pudiendo realizarse una punción lumbar si la TC es
negativa. El diagnóstico de aneurisma requerirá la realización de un estudio angiográfico.
DEMENCIA VASCULAR
Es la demencia secundaria a lesiones cerebrales causadas por enfermedad vascular cerebral. Su frecuencia es aproximadamente
del 10% al 20% del total de las demencias.
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Sus características clínicas son: deterioro intelectual en los tres meses siguientes a un accidente vascular cerebral con posterior
evolución fluctuante o escalonada, historia de alteración de la marcha y caídas frecuentes, signos de focalidad en la exploración
neurológica, predominio de déficit cognitivo subcortical y presencia de factores de riesgo vascular.
Se debe realizar siempre el diagnóstico diferencial con otras demencias, fundamentalmente con la enfermedad de Alzheimer y con
aquellas que presenten características mixtas entre ésta y la demencia vascular.
ENCEFALOPATÍA HIPERTENSIVA
Este síndrome ocurre fundamentalmente en pacientes con historia de hipertensión arterial crónica mal controlada. Se produce un
aumento importante y rápido de las cifras de hipertensión arterial, generalmente con presión diastólica superior a 130 mmHg, dando
lugar a una clínica de cefalea, síndrome confusional y disminución de la conciencia, que si progresa puede llegar al coma. Pueden
asociarse crisis comiciales y signos focales neurológicos. Son signos frecuentes el papiledema y las hemorragias retinianas. El
cuadro revierte si se logra reducir a tiempo la hipertensión arterial. De modo que si esta se trata de forma precoz y con éxito, los
estudios de neuroimagen no demuestran infarto ni hemorragia cerebral; asimismo los estudios de líquido cefalorraquídeo suelen ser
normales, a excepción de un aumento de su presión normal.
Hemos intentado, por un lado, reunir y sintetizar las clasificciones actualmente vigentes, huyendo de una excesiva pormenorización
en aras de ofrecer una visión global y esquemática de las enfermedades cerebrovasculares; por otra parte nos parecía importante
definir de forma precisa aquellos conceptos que resultan fundamentales para enfocar adecuadamente su etudio, constituyendo una
herramienta imprescindible para su diagnóstico y tratamiento.
REFERENCIAS
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Sociedad Española de Neurología. Ictus. Clasificación y criterios diagnósticos. En: DíezTejedor, E. (Ed.). Guía para el tratamiento
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