El Cascabel Del Gato

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El cascabel del gato»

Había una vez unos ratones que vivían atemorizados por un gato. Cada vez que
salían a por comida, el gato los perseguía. Hacía semanas que no comían nada.
Entonces, uno de los ratones tuvo una idea:

—¡Ya sé! Pondremos un cascabel al gato. Así lo oiremos a tiempo y podremos


escapar.
—¡Qué buena idea! —contestó el ratón más viejo—. Pero ¿quién será el valiente
que le ponga el cascabel?

Todos los ratones pusieron excusas y volvieron a sus hogares, más que nunca.
 Moraleja: Del dicho al hecho hay un gran trecho. Esta no podía faltar entre
las mejores fábulas de Esopo. Nos enseña que es muy fácil opinar y
hablar, y que lo difícil es llevar algo a la práctica.

12. «La zorra y la cigüeña»


Cuentan que una zorra invitó a cenar a su vecina la
cigüeña. Le sirvió sopa en un plato llano, y la pobre
cigüeña no pudo tomar nada con su largo pico.
Entonces la cigüeña invitó a comer a la zorra. Le sirvió
un delicioso guiso de carne en una vasija alta.

—Vecina, así no alcanzo a comer nada —se quejó la


zorra.
—¿De verdad? Pues entonces disfrutarás de mi cena
tanto como yo disfruté de la tuya.
 Moraleja: No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti.
Esta fábula de Esopo nos enseña a tratar a los demás con respeto y
como quisiéramos que nos trataran a nosotros.

«El ciervo y su reflejo»


Había una vez un ciervo que se acercó a un lago
para beber. Al ver su reflejo en el agua, dijo:

—¡Qué cuernos tan majestuosos! Son


impresionantes. Pero ¿estas patas? ¡Qué frágiles
y finas en comparación con los cuernos!

De pronto, apareció un león dispuesto a comerle.


El ciervo corrió y corrió con sus ágiles patas. Casi
había despistado al león cuando sus cuernos se enredaron en las ramas de un
árbol. Y entonces comprendió que lo que tanto admiraba, su cornamenta, iba a ser
su perdición.
 Moraleja: Valora y aprecia lo que tienes: lo necesitarás cuando menos lo
esperes. Esta fábula de Esopo nos enseña a querernos como somos y
a valorar lo que tenemos, sin compararnos.

El congreso de los ratones


Había una vez una familia de ratones que vivía en
la despensa de una casa. Eran felices, pero vivían
con miedo de ser atacados por un enorme gato, de
manera que nunca se atrevían a salir ya que sin
importar que fuera de día o de noche ese terrible
enemigo siempre les vigilaba. Un buen día
decidieron poner fin al problema, por lo que
celebraron una asamblea a petición del jefe de los
ratones, que era el más viejo de todos. El jefe de
los ratones dijo a los presentes:

– “Os he mandado reunir para que entre


encontremos una solución. ¡No podemos vivir así!”.

– “¡Pido la palabra!”, dijo un ratoncillo muy atento.

– “Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda”.
Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes
aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo
avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.

– “¡Silencio!”, gritó el ratón jefe, para luego decir:

– “Queda pendiente una cuestión importante: ¿Quién de todos le pone el cascabel


al gato?”.

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, porque no podían


contestar a aquella pregunta. Y corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y
tristes.

Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo.

La corneja fugitiva

Tras mucho tiempo intentando cazar a una


corneja, un hombre consiguió al fin su
premio. Para evitar que se escapara su
codiciada pieza, le anudó un filo hilo a una
de sus patas y se la llevó a su hijo como
regalo. A pesar de que su pequeño dueño
se desvivía por darle los mejores cuidados
del mundo, la corneja no acababa de
sentirse cómoda en su nuevo hogar. Una
tarde, mientras el pequeño limpiaba la
jaula que le servía como hogar, la corneja
aprovecho que nadie la vigilaba para salir por la ventana y volar hacia el lugar en
que estaba construido su nido.
Tan emocionada estaba por recobrar su libertad, que al posarse sobre su árbol, el
hilo que colgaba de una de sus patas se enredó terriblemente en varias ramas. Al
darse cuenta de la situación, comenzó a aletear con todas sus fuerzas,
enredándose cada vez más. Prisionera en el lugar que tanto añoraba, dijo con
resignación:

– “¡Que tonta he sido! Por culpa de querer vivir de nuevo en libertad, voy a
terminar mis días en el árbol que me vio nacer”.

Moraleja: Cuanto más grande sea lo que deseamos, más grandes son los riesgos.

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