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La Primera Guerra Mundial fue un conflicto militar que se dio por

tierra, aire y mar, de carácter mundial pero centrado


principalmente en Europa. En los cuatro años que duró la Guerra,
1914-1918, murieron más de ocho millones de militares
(representando casi el 60% de las personas que lucharon) y 6,6
millones de civiles aproximadamente debido a la gran suma de
personas desaparecidas o heridas.
La Gran Guerra cambió al mundo notablemente. Sin embargo,
profundizaremos principalmente en cómo la incorporación de las
mujeres al mercado laboral transformó su papel en la sociedad.
Antes de que comenzara la Guerra, la mujer solo se encargaba de
las tareas domésticas, del cuidado de sus hijos, de acompañar a sus
maridos a actos sociales; solo unas pocas, especialmente el caso de
las solteras, lograban trabajar, pero eran menospreciadas y sus
salarios eran muy reducidos a comparación del de los hombres.
La situación cambió debido a las exigencias bélicas que
transformaron organización social; es decir, gran parte de la
población masculina fue reclutada para acudir en el frente. Por otro
lado, las necesidades industriales que surgen en un conflicto de
esta magnitud demandan demasiada mano de obra y, en la
industria general (fábricas, comercio, campo) había muchos
puestos vacantes. Es por esto, que las mujeres de cualquier clase
social, incluidas burguesas, fueron atraídas con mucho apremio al
ámbito de trabajo. De todos modos, las mujeres no solo tuvieron
que ir a trabajar, sino que también tuvieron que ejercer el rol de
“jefas del hogar”, el cual no estaba permitido hasta ese momento.
Los años de guerra detuvieron, en gran parte, los movimientos
feministas que luchaban por la igualdad y los derechos, ya que
ahora las mujeres tenían la responsabilidad de luchar por su nación
y colaborar para ganar la guerra. Sin embargo, su incorporación al
mundo laboral y a la realización de tareas “masculinas”, modificó el
punto de vista social sobre la debilidad e incapacidad de las
mujeres para realizar diversas tareas. Asimismo, dicho ingreso las
liberó de las tareas domésticas y las hizo sujetos activos de la
población. Los Estados vieron la introducción de las mujeres solo
como una necesidad y una sustitución del hombre debido a la
guerra, donde sostenían que los típicos roles de género se
rompieron por el bien de las naciones y que no fue algo forzado,
pensando que las mujeres volverían a “sus labores propias” cuando
cesara la guerra. Además, propusieron nacionalizar a las mujeres
como madres que educarán a sus hijos en valores patrióticos
cuando terminara la guerra, por ende, necesitaban formarlas y
educarlas. Otra medida que tomaron los Estados en relación con la
anterior, fue por preocupación hacia las obreras, sobre todo si eran
madres de familia; les proporcionaban tiempo de descanso,
organizaban guarderías y tiempos para que pudieran amamantar.
Toda esta situación, trajo resistencias y disconformidades por parte
de los hombres que continuaban trabajando en fábricas. Estos no
aceptaban que las mujeres tuvieran la capacidad de realizar las
mismas tareas que ellos, además temían que la brecha salarial que
había entre ambos pudiera acabar afectándoles (igualmente las
mujeres defendieron sus derechos y llevaron a cabo
manifestaciones para reducir dicha brecha salarial). Es más, surgió
una crisis moral que fue resuelta con el fin de la Guerra; las
personas opinaban y propugnaban que la industria no eran lugar
para las “señoritas”, apareciendo el miedo a que la mujer dejase de
ser sensible, delicada y femenina para empezar a ser más
“masculina”, entonces, por ende, desplazarían al hombre de su
ocupación establecida por los roles sociales.
A pesar de la incorporaron de las mujeres al mercado laboral, estas
no lograron independizarse completamente ya que pasaron de ser
recluidas en sus casas a serlo en las fábricas. Por ejemplo, las
mujeres eran más requeridas en la industria armamentística que en
la industria general, por lo que trabajaban como “municionistas”.
Sin embargo, no contaban con una remuneración acorde a los
ingresos de la fábrica ni acorde a la exigencia y explotación del
trabajo; eran tareas muy rigurosas ya que el polvo, el humo tóxico y
el ácido que se manipulaba allí era muy nocivo para la salud de las
trabajadoras. Sin hablar del riesgo que corrían constantemente sus
vidas por la continua manipulación de explosivos con escazas
medidas de seguridad.
Las mujeres no solo se adentraron en la industria, sino también en
el ejército. Principalmente ingresaron al campo de batalla en los
grupos auxiliares del ejército, ya sea como enfermeras, madrinas de
guerra (su trabajo se basaba en el intercambio de paquetes y
correspondencia con soldados sin familia) y cocineras; también
había mecánicas y conductoras de camiones, pero eran una minoría
porque se consideraba una tarea “para los hombres”. Solo algunos
países, como Rusia y Estados Unidos, abrieron filas del ejército a las
mujeres. También ejecutaron tareas de espionaje y se
desempeñaron como agentes secretas con el objetivo de recolectar
información; en estas tareas se tenía muy en cuenta a la población
femenina ya que suponían que nadie esperaría que una mujer fuera
lo suficientemente inteligente y capaz de manipular y mentir.
Debido a que la participación de las mujeres en las fábricas no era
del todo aceptada en la sociedad y que la mano de obra era mal
remunerada, en Francia, por ejemplo, se instalaron burdeles para
dar servicio sexual a los soldados como retribución por su
desempeño en la Guerra, tomándose a la prostitución como una
“profesión patriótica”.
Ahora bien, cuando se declara el fin de la Guerra en 1918, el mundo
intentaba reconstruirse, especialmente Europa. En ese momento,
los Estados ya no tenían como primera necesidad ocupar los
puestos vacantes en la industria, sino necesitaban que las mujeres
criaran para la patria, para reponer a los que no nacieron en esos
cuatro años y para cubrir las millones de pérdidas que se sufrieron
en el transcurso de la guerra. Es por esto que algunas mujeres
conservaron sus puestos de trabajo, sin embargo, fueron más las
mujeres que fueron despedidas (dejando en una situación
vulnerable principalmente a las viudas y solteras) o renunciaron
para volver a sus labores anteriores al conflicto. Así se creyó
finalizada la crisis moral que explicamos en párrafos anteriores.
A pesar de que no suelen considerarse las principales afectadas, las
mujeres también fueron víctimas: muchas de ellas tuvieron que
pasar por una espera agonizante ya que no sabían nada de sus
familiares y en cualquier momento podían recibir la noticia de que
su padre, hermano, marido, hijo había muerto en combate. Por
otra parte, las mujeres que habitaban las zonas que fueron
ocupadas estuvieron en situaciones muy delicadas sufriendo todo
tipo de abusos; entre ellos violaciones y embarazos no deseados,
situación que las llevo a practicar el aborto o asesinar a sus hijos a
muy corta edad; además tenían que alimentar a sus familias
racionando todo lo que les quedaba por la falta o privación de las
cosas más necesarias para vivir.
Por último y a pesar de la nueva necesidad de los estados, cuando
la Guerra terminó también se repensó a nivel global el nuevo papel
de la mujer. Aún con la suma de despidos y/o renuncias, la cantidad
de trabajadoras en fábricas no volvió a ser como era antes de la
Guerra. Así mismo, los Estados tuvieron en cuenta el esfuerzo y la
ayuda femenina durante el enfrentamiento y gracias a esto le
concedieron distintos derechos; el más adjudicado fue el del
sufragio, donde más de siete países permitieron votar a las mujeres
de su población. En medio de esta situación, las mujeres
concientizaron y notaron su visibilidad en la esfera pública laboral,
sindical, político e intelectual en general, así como que también era
muy poco probable que las barreras de género que se habían
construido volvieran totalmente; todo esto fue aprovechado por las
mujeres, sobre todo las que pertenecían a la burguesía ya que eran
el sector más privilegiado y, por ende, el que contaba con un mayor
peso y más posibilidades de cambiar las cosas. La suma de todo lo
desarrollado anteriormente, fue clave para la segunda ola del
feminismo, la lucha por los derechos de la mujer y la igualdad entre
sexos.

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