Antecedentes y Análisis de La Carta de Jamaica
Antecedentes y Análisis de La Carta de Jamaica
Antecedentes y Análisis de La Carta de Jamaica
“Si me hubiese quedado un solo rayo de esperanza de que la América pudiese triunfar por sí
sola, ninguno habría ambicionado más que yo el honor de servir a mi país, sin degradarlo a la
humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi separación de la Costa
Firme. Vengo a procurar auxilios: iré en su busca a esa soberbia capital; si fuese preciso
marcharé hasta el polo, y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi
deber, aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria”.
Los auxilios que buscaba El Libertador eran armas, municiones y dinero para continuar la
guerra. En aquellos mismos días había escrito a su amigo Maxwell Hyslop, comerciante inglés
de Kingston exponiéndole las necesidades de los patriotas, las cuales estimaba así:
“… veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de guerra;
municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas
americanas: he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner el
universo en equilibrio”.
“La Costa Firme se salvaría con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes y
quinientos mil duros para pagar los primeros meses de la campaña”.
Por último, la idea de El Libertador en relación con esta ayuda era que no seria gratuita y las
naciones que contribuyeran a la independencia, obtendrían, a cambio, los beneficios del
comercio con los nuevos países, que durante siglos había sido monopolio de España.
De los escritos dejados por El Libertador durante su exilio en Jamaica, ninguno tan importante
ni de tanta trascendencia como su carta de fecha 6 de septiembre de 1815, conocida con el
nombre de CARTA DE JAMAICA. Este documento aparece en las obras de El Libertador bajo
el título de “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”; y aunque
durante muchos años se creyó que el destinatario había sido un personaje imaginado por
Bolívar, una meticulosa investigación ha dejado aclarado que el destinatario fue el Sr. Henry
Cullen, vecino del puerto de Falmouth, al norte de Jamaica.
Muchos elogios se han escrito para El Libertador en torno a la Carta de Jamaica, basándose
unos en la claridad del análisis de los acontecimientos a que se refiere; a la certeza de las
ideas sociales que expone; al conocimiento profundo de la realidad hispanoamericana que
revela o a la facultad de prever el futuro de nuestros países. Se ha insistido tanto en este último
aspecto, que a veces se olvidan otros no menos importantes o quedan opacados por la
fascinación que produce el acierto con que El Libertador predijo entonces el futuro de los
países de Hispanoamérica. Esto ha dado origen al nombre de “Carta Profética”, como también
se conoce el documento.
Los aspectos más importantes de que trata la Carta de Jamaica, son los siguientes:
“Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna.
En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes
obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero
conmovido y armado para su defensa?
En sus críticas al sistema colonial, El Libertador señala como aspectos negativos la conducta
de los españoles con la población americana, desde las “barbaridades” cometidas contra los
indígenas a partir del descubrimiento, hasta las “atrocidades” que hablan puesto en práctica
durante la guerra de independencia. Y al denunciar estos hechos, El Libertador se apoyaba en
testimonios de los propios españoles, entre otros el Padre Bartolomé de Las Casas, quien fuera
uno de los primeros en denunciar el carácter inhumano de la colonización española.
“Que demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin
tesoro y casi sin soldados, pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio
pueblo en una violenta obediencia…”
“¿Podrá España hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin
producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política?”.
Según El Libertador, España no estaba en condiciones de atender el comercio de sus colonias.
El comercio español fue en gran parte un comercio de comisión. Compraban las mercancías a
otros países europeos y luego las revendían en sus colonias. Las consecuencias de este
sistema fueron la escasez y los altos precios, y el desarrollo del contrabando, que en muchos
casos fue superior al comercio legal. Todo esto tuvo su origen en la política económica de
España, que durante siglos se orientó a la búsqueda de metales preciosos y su atesoramiento
y al monopolio comercial, descuidando la industria y la manufactura. Estas circunstancias
determinaron que a la postre el mercado colonial quedara indirectamente al servicio de otros
países, en donde el mercantilismo se orientó hacia el desarrollo de la industria, la navegación y
el comercio, a objeto de lograr una balanza comercial positiva. España no podía, pues,
continuar usufructuando un comercio que no podía satisfacer y cuyos beneficios tenían que
pasar a manos de los nuevos países y de las naciones extranjeras que estuvieran en
condiciones de atenderlo.
3. En la Carta de Jamaica, El Libertador hace un llamado a las naciones extranjeras para que
ayuden a la independencia de las colonias españolas.
En cuanto a los Estados Unidos, era de esperar que ayudaran al conflicto; primero, por ser un
país vecino, que treinta años antes había conquistado su independencia y servido de ejemplo a
las demás colonias americanas; segundo, porque les interesaba que se afirmara en América un
sistema de estados independientes como garantía de su propia seguridad; y tercero, por los
beneficios económicos que obtendrían al poder participar en el comercio con los nuevos
estados.
Sin embargo, la política tradicional de Inglaterra había cambiado con la entrada de España en
la lucha contra Napoleón. El gobierno inglés retiró su ayuda a los revolucionarios
hispanoamericanos, a quienes venia auxiliando en sus intentos separatistas; y a partir de 1810
se negó a reconocer el gobierno de la Junta Suprema de Caracas. La política de Inglaterra en
aquellos años de guerra contra Napoleón era la de garantizar la integridad del imperio colonial
de su aliada España.
Con la derrota de Napoleón, 1815, la política inglesa debía volver a su antiguo cauce y ayudar
a la independencia de las colonias españolas, por ser lo más conveniente a los intereses de
Inglaterra. En este sentido, El Libertador trataba de estimular el cambio, y ofrecía ventajas
económicas a los ingleses y en general a todos los países extranjeros que ayudarán a la causa
patriota.
En cuanto a Estados Unidos, su política era de neutralidad en el conflicto de las colonias con
España. Esta política en la práctica, favorecía al bando español, por la libertad de acción
internacional que disfrutaba frente al aislamiento y a la falta de reconocimiento de los países
hispanoamericanos. Y así lo habían denunciado los patriotas, desde comienzos del movimiento
de independencia. El enviado del gobierno de la Junta Suprema a Estados Unidos, Telésforo
Orea, escribía al gobierno de Caracas lo siguiente: “Usted sabe muy bien que este gobierno,
como todos los del mundo, no trata más quede su propio interés”. En este caso, el interés del
gobierno norteamericano era mantener su neutralidad en el conflicto y aprovechar sus
relaciones comerciales con ambos bandos.
A estas cuestiones relacionadas con la ayuda exterior se refería El Libertador en las siguientes
frases de la Carta de Jamaica:
“La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el proyecto
de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque
éste es el medio legítimo y seguro de adquiriese establecimientos ultramarinos de comercio…
Sin embargo… no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han
mantenido inmóviles espectadores de esta contienda…”.
No hay dudas que la independencia de las colonias españolas dependía en gran parte de la
situación internacional, de la correlación de fuerzas entre las potencias europeas. Y la ayuda
que buscaban los patriotas se justificaba, entre otras, por las siguientes razones: primero, por
las ventajas recíprocas que obtendrían los nuevos países y las naciones que los ayudaran, las
cuales iban a conseguir un amplio mercado para el comercio y la colocación de los productos
de su industria; segundo, por la incapacidad económica y política de España para mantener
aquel inmenso imperio colonial; y tercero, porque la formación de los nuevos estados
significaría un factor importante para el equilibrio político internacional.
La Carta de Jamaica es, sin duda, uno de los primeros documentos en los cuales se analizan
las causas de la independencia hispanoamericana. Tales causas fueron, según El Libertador,
las siguientes:
Los colonos, dentro del sistema español, carecían de lo que El Libertador llama “el derecho a
ejercer la tiranía activa”. Se les privaba del derecho elemental de gobernarse a sí mismos. El
Libertador considera que ésta fue una de las causas de descontento que provocaron el
rompimiento con España, el no haber podido los hispanoamericanos “siquiera manejar nuestros
asuntos domésticos en nuestra administración interior”. A este respecto, El Libertador dice en la
Carta lo siguiente:
“Estábamos abstraídos y ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y
administración del estado. Jamás éramos Virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy
extraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en
calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados, ni
financistas y casi ni aún comerciantes: todo en contravención directa de nuestras instituciones”.
España mantuvo sus colonias como “coto cerrado” en beneficio de la economía peninsular. Se
prohibió el comercio con otros países y se impuso estricta vigilancia para impedir el
contrabando. Se prohibía el comercio entre las propias colonias. Se estableció un riguroso
control de la navegación, mediante la autorización de ciertos puertos para el comercio. Además
de esto, se prohibía la siembra de frutos europeos. Se prohibía establecer en las colonias
fábricas de paños y otros artículos, para que tuvieran que ser comprados a los comerciantes
peninsulares. Toda esta política económica estaba dirigida a convertir la economía de las
colonias en una economía complementaria de la economía española. A este respecto, El
Libertador dice en la Carta lo siguiente:
El Libertador consideraba que en aquellos momentos no era posible unir todos los países
hispanoamericanos en una sola nación, no porque no fuera partidario de la unificación de
Hispano América, sino porque “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,
caracteres desemejantes dividen a la América”.
“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase
los diferentes estados que hayan deformarse”.
El Libertador era partidario, pues, de la unidad de los países hispanoamericanos, ligados entre
sí históricamente por el origen, la lengua, las costumbres, la religión.
“La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república
central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en
honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países…
Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro
hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés, con la diferencia de que en lugar de un rey,
habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario, si se quiere
república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se
imponga entre las olas populares y los rayos del gobierno; y un cuerpo legislativo, de libre
elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra…”
El Libertador estuvo siempre en el centro de esta polémica sobre monarquía o república, que
fue una de las más interesantes en el proceso ideológico de la independencia. El ejemplo
norteamericano y la revolución francesa, ofrecían asideros sólidos en favor de la república;
mientras, por otra parte, el supuesto atraso cultural, la ignorancia, falta de virtudes en el pueblo,
fueron argumentos de quienes sostenían que nuestros pueblos eran incapaces de gobernarse
por sí mismos, y, por tanto, inaptos para el gobierno republicano. Argumentaban, además, que
las grandes potencias de Europa verían con mejores ojos la formación de monarquías América.
Consecuente con sus ideas políticas, El Libertador pensaba que dentro de un régimen
republicano sería más fácil elevar el nivel cultural y material de nuestros pueblos, sacarlos del
atraso y lograr para ellos la paz necesaria para organizar sus instituciones y superar las
devastaciones dejadas por la guerra. Pensaba, además, que la composición étnica, el carácter
mestizo de nuestros pueblos, debía contar con un sistema de gobierno que estimulara la
marcha hacia la igualdad social y la democracia.
“Los estados americanos ha menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las
llagas y las heridas del despotismo y la guerra”.