Antecedentes y Análisis de La Carta de Jamaica

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Antecedentes y Análisis de la Carta de Jamaica

Antecedentes de la Carta de Jamaica


Era necesario en aquellos momentos, abrir perspectivas al movimiento de independencia;
levantar el ánimo de los vacilantes y pesimistas del campo patriota, y al mismo tiempo,
neutralizar en los posibles aliados extranjeros los efectos de la propaganda realista, disipar la
mala impresión reinante en el exterior, explicar la justeza de la causa patriota; el origen de la
guerra de independencia; las contradicciones entre las colonias y la metrópoli y las condiciones
sociales y políticas favorables que constituían la base histórica del movimiento de
independencia.
El Libertador, una vez más en el exilio, vivía entonces los peores momentos de su azarosa vida
política. Sin embargo, no perdió ni un momento la voluntad de continuar la lucha, ni la
seguridad en el triunfo definitivo. Desde mayo había llegado a Kingston, capital de la isla de
Jamaica, en donde se dedicó activamente a buscar auxilios, principalmente con el gobierno
inglés, para continuar la lucha en Tierra Firme. El Libertador estaba convencido de la necesidad
de la ayuda exterior para alcanzar la independencia. Lo mismo que lo estuvieron Miranda y
Miguel José Sanz, la guerra no podía librarse sin armas, sin pertrechos, sin dinero para atender
a los gastos del conflicto. Y tales elementos había que buscarlos en el exterior, pues las
condiciones de atraso económico en que se encontraba Venezuela, no permitían ni siquiera
pensar en obtenerlos dentro del país. Para continuar la guerra no había otra alternativa que
recurrir a la ayuda de los países extranjeros. La posición de El Libertador en relación con este
aspecto aparece claramente expresada en este párrafo de una carta suya escrita en Jamaica a
Sir Ricardo Weliesley, alto funcionario del gobierno inglés:

“Si me hubiese quedado un solo rayo de esperanza de que la América pudiese triunfar por sí
sola, ninguno habría ambicionado más que yo el honor de servir a mi país, sin degradarlo a la
humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi separación de la Costa
Firme. Vengo a procurar auxilios: iré en su busca a esa soberbia capital; si fuese preciso
marcharé hasta el polo, y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi
deber, aunque inútilmente y volveré a morir combatiendo en mi patria”.

Los auxilios que buscaba El Libertador eran armas, municiones y dinero para continuar la
guerra. En aquellos mismos días había escrito a su amigo Maxwell Hyslop, comerciante inglés
de Kingston exponiéndole las necesidades de los patriotas, las cuales estimaba así:

“… veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de guerra;
municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas
americanas: he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner el
universo en equilibrio”.

“La Costa Firme se salvaría con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes y
quinientos mil duros para pagar los primeros meses de la campaña”.

Por último, la idea de El Libertador en relación con esta ayuda era que no seria gratuita y las
naciones que contribuyeran a la independencia, obtendrían, a cambio, los beneficios del
comercio con los nuevos países, que durante siglos había sido monopolio de España.

Análisis de la Carta de Jamaica

(Alberto Arias Amaro)

De los escritos dejados por El Libertador durante su exilio en Jamaica, ninguno tan importante
ni de tanta trascendencia como su carta de fecha 6 de septiembre de 1815, conocida con el
nombre de CARTA DE JAMAICA. Este documento aparece en las obras de El Libertador bajo
el título de “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”; y aunque
durante muchos años se creyó que el destinatario había sido un personaje imaginado por
Bolívar, una meticulosa investigación ha dejado aclarado que el destinatario fue el Sr. Henry
Cullen, vecino del puerto de Falmouth, al norte de Jamaica.

Muchos elogios se han escrito para El Libertador en torno a la Carta de Jamaica, basándose
unos en la claridad del análisis de los acontecimientos a que se refiere; a la certeza de las
ideas sociales que expone; al conocimiento profundo de la realidad hispanoamericana que
revela o a la facultad de prever el futuro de nuestros países. Se ha insistido tanto en este último
aspecto, que a veces se olvidan otros no menos importantes o quedan opacados por la
fascinación que produce el acierto con que El Libertador predijo entonces el futuro de los
países de Hispanoamérica. Esto ha dado origen al nombre de “Carta Profética”, como también
se conoce el documento.

Los aspectos más importantes de que trata la Carta de Jamaica, son los siguientes:

1. Presenta un panorama general de la guerra de independencia a fines de 1815. Los realistas


dominaban la mayor parte de sus antiguas colonias (Venezuela, Nueva Granada, Quito, Perú,
Cuba, Puerto Rico). En Chile y México la situación no se había decidido; y sólo en el Río de La
Plata habían triunfado los independientes.

A pesar de este balance negativo, El Libertador expresa su seguridad y confianza en el triunfo


definitivo de la causa patriota. Dice al respecto:

“Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna.
En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes
obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero
conmovido y armado para su defensa?

El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de América se ha fijado


irrevocablemente.”

El Libertador considera la revolución de independencia como un hecho irrevocable, que no


podía volver atrás, y que a pesar de los fracasos sufridos, terminaría con la victoria definitiva de
la causa independiente.

2. En la Carta de Jamaica, El Libertador critica duramente el sistema colonial y señala la


incapacidad de España para seguir manteniendo su dominación en América.

En sus críticas al sistema colonial, El Libertador señala como aspectos negativos la conducta
de los españoles con la población americana, desde las “barbaridades” cometidas contra los
indígenas a partir del descubrimiento, hasta las “atrocidades” que hablan puesto en práctica
durante la guerra de independencia. Y al denunciar estos hechos, El Libertador se apoyaba en
testimonios de los propios españoles, entre otros el Padre Bartolomé de Las Casas, quien fuera
uno de los primeros en denunciar el carácter inhumano de la colonización española.

En cuanto a la incapacidad de España para mantener su dominio en las colonias, El Libertador


emite juicios acertados sobre las condiciones económicas, sociales y políticas de la metrópoli
que justificaban aún más el movimiento de independencia.

“Que demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin
tesoro y casi sin soldados, pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio
pueblo en una violenta obediencia…”

“¿Podrá España hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin
producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política?”.
Según El Libertador, España no estaba en condiciones de atender el comercio de sus colonias.
El comercio español fue en gran parte un comercio de comisión. Compraban las mercancías a
otros países europeos y luego las revendían en sus colonias. Las consecuencias de este
sistema fueron la escasez y los altos precios, y el desarrollo del contrabando, que en muchos
casos fue superior al comercio legal. Todo esto tuvo su origen en la política económica de
España, que durante siglos se orientó a la búsqueda de metales preciosos y su atesoramiento
y al monopolio comercial, descuidando la industria y la manufactura. Estas circunstancias
determinaron que a la postre el mercado colonial quedara indirectamente al servicio de otros
países, en donde el mercantilismo se orientó hacia el desarrollo de la industria, la navegación y
el comercio, a objeto de lograr una balanza comercial positiva. España no podía, pues,
continuar usufructuando un comercio que no podía satisfacer y cuyos beneficios tenían que
pasar a manos de los nuevos países y de las naciones extranjeras que estuvieran en
condiciones de atenderlo.

En cuanto a la situación política de España a la cual también hace referencia El Libertador en la


Carta de Jamaica, era igualmente desfavorable para la causa realista. En efecto con la
restauración vino al trono Fernando VII, quien desconoció la Constitución de 1812 dictada por
las Cortes españolas durante la guerra. Fernando restableció los privilegios y volvió al gobierno
absolutista. Estas medidas, unidas al malestar económico y al descontento que producía la
guerra con las colonias, dio origen a un movimiento liberal revolucionario en España, que
culminó hacia 1820 con la proclamación de la Constitución, el establecimiento de impuestos al
clero y la nobleza, suprimió la inquisición y tomó otras medidas de clara orientación liberal. Este
movimiento fue sofocado con la intervención de la Santa Alianza, que junto con el ejército
organizado por la reacción española, aplastaron al movimiento liberal y restauraron el
absolutismo. A estas circunstancias aludía El Libertador en la Carta de Jamaica, al decir que
España pretendía “reconquistar la América… casi sin soldados, pues los que tiene apenas son
bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia”.

3. En la Carta de Jamaica, El Libertador hace un llamado a las naciones extranjeras para que
ayuden a la independencia de las colonias españolas.

Las demandas de ayuda se dirigían, en primer término, a Inglaterra; y en segundo término, a


los Estados Unidos. A Inglaterra, por su tradicional rivalidad con España por el control del
comercio colonial. En muchas oportunidades Inglaterra trató de apoderarse de territorios
coloniales españoles, y ayudó militar y económicamente a los colonos en sus intentos de
independencia. Además, siendo Inglaterra la primera potencia industrial de su época, era la
nación que con más propiedad podía servir las necesidades del comercio de los nuevos
estados.

En cuanto a los Estados Unidos, era de esperar que ayudaran al conflicto; primero, por ser un
país vecino, que treinta años antes había conquistado su independencia y servido de ejemplo a
las demás colonias americanas; segundo, porque les interesaba que se afirmara en América un
sistema de estados independientes como garantía de su propia seguridad; y tercero, por los
beneficios económicos que obtendrían al poder participar en el comercio con los nuevos
estados.

Sin embargo, la política tradicional de Inglaterra había cambiado con la entrada de España en
la lucha contra Napoleón. El gobierno inglés retiró su ayuda a los revolucionarios
hispanoamericanos, a quienes venia auxiliando en sus intentos separatistas; y a partir de 1810
se negó a reconocer el gobierno de la Junta Suprema de Caracas. La política de Inglaterra en
aquellos años de guerra contra Napoleón era la de garantizar la integridad del imperio colonial
de su aliada España.

Con la derrota de Napoleón, 1815, la política inglesa debía volver a su antiguo cauce y ayudar
a la independencia de las colonias españolas, por ser lo más conveniente a los intereses de
Inglaterra. En este sentido, El Libertador trataba de estimular el cambio, y ofrecía ventajas
económicas a los ingleses y en general a todos los países extranjeros que ayudarán a la causa
patriota.
En cuanto a Estados Unidos, su política era de neutralidad en el conflicto de las colonias con
España. Esta política en la práctica, favorecía al bando español, por la libertad de acción
internacional que disfrutaba frente al aislamiento y a la falta de reconocimiento de los países
hispanoamericanos. Y así lo habían denunciado los patriotas, desde comienzos del movimiento
de independencia. El enviado del gobierno de la Junta Suprema a Estados Unidos, Telésforo
Orea, escribía al gobierno de Caracas lo siguiente: “Usted sabe muy bien que este gobierno,
como todos los del mundo, no trata más quede su propio interés”. En este caso, el interés del
gobierno norteamericano era mantener su neutralidad en el conflicto y aprovechar sus
relaciones comerciales con ambos bandos.

A estas cuestiones relacionadas con la ayuda exterior se refería El Libertador en las siguientes
frases de la Carta de Jamaica:

“La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el proyecto
de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque
éste es el medio legítimo y seguro de adquiriese establecimientos ultramarinos de comercio…

Sin embargo… no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han
mantenido inmóviles espectadores de esta contienda…”.

No hay dudas que la independencia de las colonias españolas dependía en gran parte de la
situación internacional, de la correlación de fuerzas entre las potencias europeas. Y la ayuda
que buscaban los patriotas se justificaba, entre otras, por las siguientes razones: primero, por
las ventajas recíprocas que obtendrían los nuevos países y las naciones que los ayudaran, las
cuales iban a conseguir un amplio mercado para el comercio y la colocación de los productos
de su industria; segundo, por la incapacidad económica y política de España para mantener
aquel inmenso imperio colonial; y tercero, porque la formación de los nuevos estados
significaría un factor importante para el equilibrio político internacional.

4. En la Carta de Jamaica, El Libertador señala las causas principales del movimiento


emancipador.

La Carta de Jamaica es, sin duda, uno de los primeros documentos en los cuales se analizan
las causas de la independencia hispanoamericana. Tales causas fueron, según El Libertador,
las siguientes:

a) Políticas: Los hispanoamericanos estaban privados de derechos políticos.

Los colonos, dentro del sistema español, carecían de lo que El Libertador llama “el derecho a
ejercer la tiranía activa”. Se les privaba del derecho elemental de gobernarse a sí mismos. El
Libertador considera que ésta fue una de las causas de descontento que provocaron el
rompimiento con España, el no haber podido los hispanoamericanos “siquiera manejar nuestros
asuntos domésticos en nuestra administración interior”. A este respecto, El Libertador dice en la
Carta lo siguiente:

“Estábamos abstraídos y ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y
administración del estado. Jamás éramos Virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy
extraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en
calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados, ni
financistas y casi ni aún comerciantes: todo en contravención directa de nuestras instituciones”.

Es importante observar que El Libertador reivindica estos derechos al gobierno y administración


de las colonias para la clase de los criollos, a los cuales caracteriza como “naturales del país
originarios de España”; “americanos por nacimiento que disputaban sus derechos a los indios y
a los dominadores españoles”. El Libertador hablaba a nombre de los criollos, quienes
constituían la “sociedad nueva en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo vieja
en los usos de la sociedad civil”. La experiencia civil de que habla El Libertador no era la de los
indios, ni siquiera la de los pardos, sino la de la oligarquía territorial que se formó al influjo de
las luchas civiles de los cabildos, a través de las cuales se fueron definiendo sus intereses y su
conciencia de clase.

b) Económicas: El monopolio comercial y las prohibiciones y restricciones económicas, que


impedían el desarrollo de las colonias.

España mantuvo sus colonias como “coto cerrado” en beneficio de la economía peninsular. Se
prohibió el comercio con otros países y se impuso estricta vigilancia para impedir el
contrabando. Se prohibía el comercio entre las propias colonias. Se estableció un riguroso
control de la navegación, mediante la autorización de ciertos puertos para el comercio. Además
de esto, se prohibía la siembra de frutos europeos. Se prohibía establecer en las colonias
fábricas de paños y otros artículos, para que tuvieran que ser comprados a los comerciantes
peninsulares. Toda esta política económica estaba dirigida a convertir la economía de las
colonias en una economía complementaria de la economía española. A este respecto, El
Libertador dice en la Carta lo siguiente:

“Los americanos, en el sistema español… no ocupan otro lugar en la sociedad que el de


siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores, y aún esta parte
coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de
Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de la fábrica
que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos
de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se
traten, entiendan ni negocien..”.

5. En la Carta de Jamaica, El Libertador predice el futuro de los países hispanoamericanos, y


opina sobre la forma de gobierno que debían adoptar.

El futuro político de los países hispanoamericanos es objeto de la preocupación del Libertador,


quien al respecto se plantea las siguientes cuestiones: ¿Debían las antiguas colonias unirse en
un solo Estado? ¿Se organizarían repúblicas o monarquías?.

El Libertador consideraba que en aquellos momentos no era posible unir todos los países
hispanoamericanos en una sola nación, no porque no fuera partidario de la unificación de
Hispano América, sino porque “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,
caracteres desemejantes dividen a la América”.

En el mismo párrafo, escribe lo siguiente:

“Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un solo
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase
los diferentes estados que hayan deformarse”.

El Libertador era partidario, pues, de la unidad de los países hispanoamericanos, ligados entre
sí históricamente por el origen, la lengua, las costumbres, la religión.

La paternidad de la idea de unir a América Española en un solo estado corresponde al


Precursor Francisco de Miranda, quien en 1790 propuso formar con todas las colonias una
monarquía bajo la autoridad de un Inca. En 1815, El Libertador descarta parcialmente estas
ideas mirandinas: la vasta extensión del territorio, la diversidad de climas, el aislamiento de
regiones tan distantes, y, en particular, los intereses opuestos de los grupos regionales,
impedían llevar a cabo idea tan grandiosa. Era una idea más realizable, formar uniones
regionales, unir secciones más pequeñas de aquel inmenso territorio y establecer lazos que
ligaran las distintas porciones así organizadas. En los párrafos transcritos, encontramos un
buen antecedente del Congreso de Panamá, convocado y reunido por El Libertador en 1826,
como un intento para unir los países hispanoamericanos y asegurar su independencia.
Y encontramos también un antecedente directo de la creación de la República de Colombia,
realizada a partir de 1819 en el Congreso de Angostura. En efecto, El Libertador, al referirse al
futuro de Venezuela y Nueva Granada, dice lo siguiente:

“La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república
central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en
honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países…

Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro
hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés, con la diferencia de que en lugar de un rey,
habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario, si se quiere
república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se
imponga entre las olas populares y los rayos del gobierno; y un cuerpo legislativo, de libre
elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra…”

Descartada, pues, la idea de un solo estado, El Libertador prevé la formación de 17 naciones


en el territorio hispanoamericano; y difiere también de Miranda en la forma de gobierno que
debían adoptar los nuevos estados. El Libertador era Partidario decidido del sistema
republicano. Rechaza toda idea de crear monarquías en la América antes española. Según él,
el sistema republicano está más de acuerdo con las necesidades de los nuevos estados,
“ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura”.

Las monarquías buscan el aumento del poder, la riqueza, la autoridad y a la conservación de


estos objetos por medio de la guerra y la conquista contra sus vecinos. Los países
hispanoamericanos, recién salidos de la colonia, necesitaban de un sistema político que los
ayudara a superar el atraso institucional, la inexperiencia política, a lograr la paz y el progreso
económico y social. Para estos fines, quería Bolívar que se establecieran repúblicas aunque,
pensaba que “se fundarían monarquías casi inevitablemente en América”.

El Libertador estuvo siempre en el centro de esta polémica sobre monarquía o república, que
fue una de las más interesantes en el proceso ideológico de la independencia. El ejemplo
norteamericano y la revolución francesa, ofrecían asideros sólidos en favor de la república;
mientras, por otra parte, el supuesto atraso cultural, la ignorancia, falta de virtudes en el pueblo,
fueron argumentos de quienes sostenían que nuestros pueblos eran incapaces de gobernarse
por sí mismos, y, por tanto, inaptos para el gobierno republicano. Argumentaban, además, que
las grandes potencias de Europa verían con mejores ojos la formación de monarquías América.
Consecuente con sus ideas políticas, El Libertador pensaba que dentro de un régimen
republicano sería más fácil elevar el nivel cultural y material de nuestros pueblos, sacarlos del
atraso y lograr para ellos la paz necesaria para organizar sus instituciones y superar las
devastaciones dejadas por la guerra. Pensaba, además, que la composición étnica, el carácter
mestizo de nuestros pueblos, debía contar con un sistema de gobierno que estimulara la
marcha hacia la igualdad social y la democracia.

6. En la Carta de Jamaica, El Libertador se refiere al régimen político y a la naturaleza de los


gobiernos que se debían adoptar en Hispanoamérica.

El Libertador rechaza el sistema federal de gobierno y se pronuncia a favor del centralismo.


Considera que la América Española no estaba preparada para separarse de la metrópoli, y
como consecuencia de la crisis ocurrida en la península, los americanos han pasado, “sin los
conocimientos previos, ni la práctica de los negocios públicos, a desempeñar funciones de
gobierno”. “Las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro
carácter, costumbres y luces actuales”. Las instituciones de gobiernos liberales y perfectas se
logran en sociedades civiles basadas en la justicia, la libertad y la igualdad, y nosotros
estábamos distantes de poseer tales bienes cuando apenas recién salíamos de las cadenas.
Por lo tanto, no estábamos en condiciones de practicar un gobierno perfecto como el federal.
Para llegar a tanto, se necesitaba la práctica y la experiencia civil política de la cual
carecíamos. Era preciso organizar los nacientes estados bajo un régimen político intermedio, a
través del cual se pudiera lograr la unidad y formar los talentos y virtudes que se requieren para
el ejercicio de sistemas populares de gobierno.

“Los estados americanos ha menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las
llagas y las heridas del despotismo y la guerra”.

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