Acto Administrativo y Contrato Administrativo
Acto Administrativo y Contrato Administrativo
Acto Administrativo y Contrato Administrativo
CAPÍTULO 7
ACTO ADMINISTRATIVO Y CONTRATO
ADMINISTRATIVO
POR MARÍA JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS
Más allá de la literalidad del Artículo 16 del Código Civil, los principios generales del
derecho, y los que informan el ordenamiento jurídico administrativo –y las específicas
instituciones de esa naturaleza– juegan un papel cardinal, en tanto no son simples fuen-
tes subsidiarias aplicables ante la insuficiencia u oscuridad de las normas sino el punto
del cual se ha de partir al examinar las instituciones organizadas en diferentes preceptos
a los que dan su sustento y su total sentido y alcance3 .
3
Cfr.: García de Enterría, Eduardo – Fernández, Tomás Ramón, Curso de Derecho Administrativo, t. I, octava
edición, Editorial Civitas, Madrid, 1997, p. 74 y s.; Cassagne, Juan Carlos, Derecho Administrativo, t. I, sexta
edición actualizada, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998, p. 165 y s. (ver citas de la nota 119).
4
Escola, Héctor Jorge, La revocación del acto administrativo afectado de nulidad absoluta, LL, 1977.C, p. 816.
5
Marienhoff, Miguel S., Tratado de Derecho Administrativo, t. I, cuarta edición actualizada, Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1990, p. 33 y s. No obstante que alude a la satisfacción “inmediata” de las necesidades públicas,
al caracterizar al contrato administrativo como el celebrado por un órgano del Estado “en ejercicio de las
funciones administrativas que le competen” hace sólo referencia a que su fin es “satisfacer finalidades públi-
cas”, aclarando que “la finalidad pública puede lograrse en forma directa o inmediata (vgr. en la concesión de
servicio público), y también en forma mediata o indirecta (vgr. concesión de uso de agua pública para irriga-
ción)” (p. 37). También aclara –en un párrafo anterior– que los contratos administrativos “no sólo pueden tener
por finalidad inmediata la satisfacción del interés general, sino también el interés particular del cocontratante,
como ocurre, por ejemplo, en la concesión de uso del dominio público” (p. 33). Sostiene: “Es un error pensar
que todo acto administrativo creador de derechos públicos subjetivos, deba tener como causa jurídica el interés
público directo o inmediato; dicha causa puede ser válidamente el interés público mediato o indirecto, logrado
a través de los intereses particulares de los sujetos de derechos nacidos al amparo de aquellos actos. Sólo se
requerirá que los derechos así nacidos guarden concordancia con los fines de la ley, que en los supuestos de
concesiones de uso del dominio público requerirán armonía con el fin para el cual el bien fue puesto fuera de
comercio” (nota 23, p. 33).
CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
6
Marienhoff, Miguel S., op. cit., t. II, cuarta edición actualizada, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1993, p.
263 y s.
7
Hace notar que la expresión “órgano del Estado, en ejercicio de las funciones que le competen” obedece a dos
razones: “1° Que... la noción de “Administración” está tomada en sentido objetivo, material o sustancial, y no
en sentido orgánico o subjetivo... Cualquiera de los tres órganos esenciales del Estado –Legislativo, Judicial o
Ejecutivo– puede, pues, celebrar contratos administrativos. 2° Que esa expresión tiende a advertir que se está
en presencia de un contrato “administrativo”, propiamente dicho, y no de un contrato de derecho común de la
Administración, pues cuando un órgano del Estado actúa ´en ejercicio de las funciones administrativas que le
competen, ese órgano estatal actúa ejerciendo potestades públicas ´strictu sensu´, lo que no ocurre cuando el
contrato es de derecho común de la Administración” (op. cit. t. III–A, cuarta edición actualizada, Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1994, p. 36).
8
Marienhoff, Miguel S., op. cit., t. III–A, p. 34.
9
Ha de recordarse, asimismo, que según dicho autor para que un acto emitido por la Administración Pública
constituya un acto administrativo es imprescindible que al hacerlo aquélla actúe en su calidad de tal, ejercien-
do su normal capacidad de derecho público; esto es, en su carácter de órgano esencial de la estructura del
Estado (op. cit., t. II, p. 259 y s.).
10
Marienhoff, Miguel S., op. cit., t. III–A, cit., p. 25 y s. Ver, asimismo, t. V, tercera edición actualizada, Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 1992, p. 411. Sostiene el autor que tanto el permiso de uso –al que no considera un
contrato– como la concesión de uso –a la que califica de contrato administrativo regido por el derecho públi-
co– se otorgan en interés “privado” del permisionario o del concesionario. Va de suyo que si ese interés “ab
initio” estuviese en contra del interés general, el respectivo acto no se otorgará, y que si la discordancia con el
interés público fuere sobreviniente, el acto deberá revocarse por razones de oportunidad, con las consecuen-
cias emergentes de tal tipo de revocación.
11
Con palabras de Barkhausen, a quien cita, “lo que sirve a la abeja sirve al enjambre” (t. V, cit., p. 420, nota
139). Lo que es coherente, por otra parte, con la naturaleza del bien, el cual está fuera del comercio privado y
sólo sujeto al “comercio” del derecho público y no puede ser desvinculado de una utilidad de naturaleza
pública.
12
Es una conclusión lógica del concepto dado acerca de las potestades públicas.
MARÍA JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS
interviniente actúe ´en ejercicio de las funciones administrativas que le competen´”; “ejer-
citando potestades públicas ´strictu sensu´”13 .
En conclusión, según su criterio: “Todo contrato administrativo es, substancial y esencial-
mente, un acto bilateral... de ello resulta que las reglas fundamentales que constituyen el
régimen jurídico de los actos administrativos son, por principio, aplicables a los contra-
tos” (cfr.: cita expresa del Art. 7° in fine del Decreto–ley Nº 19.549/72) 14 .
Además, en relación con los actos administrativos, señala, asimismo, que si no hubiere
una norma o regla “específica” de derecho administrativo que deba aplicarse, la solución
debe tratarse de lograr aplicando los principios generales que surjan del propio “derecho
administrativo” (reconocidos por la jurisprudencia y la doctrina); si tales principios tam-
poco existen en dicho derecho, podrá recurrirse al derecho privado, con las salvedades
requeridas por la índole propia de la materia 15 .
Asimismo, para Marienhoff, en los casos de duda –de una razonable duda– los contratos
de la Administración Pública deben considerarse administrativos, ya que el campo pro-
pio y natural de la Administración Pública es el del derecho público16 .
II.3. En la doctrina nacional también consideran al contrato como especie del acto admi-
nistrativo, o como acto administrativo bilateral: Bielsa17 , Bercaitz18 , Fiorini19 , Cassagne20 ,
Comadira 21 y Barra22 .
13
Marienhoff, Miguel S., t. III–A, cit., p. 37.
No es aceptable, según también señala, la afirmación de que los libres acuerdos de voluntades estén regidos
por el derecho privado....Y si bien en derecho público los acuerdos de voluntad tienen sus lógicas limitaciones,
también los tienen en el derecho privado, donde el orden público, por ejemplo, actúa como límite de la
libertad contractual.
14
Marienhoff, Miguel S., t. III–A, cit., p. 39.
15
Marienhoff, Miguel S., t. II, cit., p. 267 y s.
16
Marienhoff, Miguel S., t. III–A, cit., p. 89.
17
Bielsa, Rafael, Derecho Administrativo, t. II, Buenos Aires, 1955, p. 3.
18
Berçaitz, Miguel Ángel, Teoría general de los contratos administrativos, Editorial Depalma, Buenos Aires,
1952, p. 6.
19
Fiorini, Bartolomé, Derecho Administrativo, segunda edición actualizada, t. I, Buenos Aires, 1976, p. 596 y s.
20
Cassange, Juan Carlos, op. cit., p. 49 y s. Sostiene el autor que (más allá de las prescripciones de la Ley Nº
19.549) el acto y el contrato son especies del acto jurídico, y que al contrato se le aplican los principios de la
teoría general del acto administrativo, con las peculiaridades que hacen a la figura contractual; así como
también que ello no impide la aplicación analógica de las reglas del derecho civil o comercial “con las discri-
minaciones impuestas por la naturaleza de lo que constituye la sustancia” del derecho administrativo. Define:
a) a la función administrativa –en sentido material– como “aquella actividad que en forma inmediata, perma-
nente, concreta, práctica y normalmente espontánea desarrollan los órganos estatales para alcanzar el bien
común”; b) al acto administrativo, como “toda declaración de un órgano estatal, emitida en ejercicio de la
función materialmente administrativa y caracterizada por un régimen exorbitante, que produce efectos jurídi-
cos individuales, directos con relación a los administrados o terceros destinatarios del acto”; y c) al contrato
administrativo como “todo acuerdo de voluntades generador de obligaciones celebrado por un órgano del
Estado en ejercicio de la función administrativa, caracterizado por un régimen exorbitante del derecho privado,
susceptible de producir efectos con relación a terceros”. Según su interpretación, para que exista contrato
administrativo, como acto administrativo que es, en definitiva, se requiere que el acuerdo sea celebrado por un
órgano del Estado en ejercicio de la función administrativa, lo cual conduce al reconocimiento de un régimen
jurídico exorbitante del derecho privado (en materia especialmente de ejecución y extinción). A su criterio, la
presencia o no de este régimen exorbitante no depende de la voluntad de las partes. Distingue, en consecuen-
cia, el “régimen exorbitante” de la “cláusula exorbitante”, la cual sí depende de lo quieran quienes contratan.
En relación con la posición privilegiada que el Estado asume en el contrato administrativo, sostiene que la
jerarquía de los fines que persigue, en relación a los intereses particulares de quienes se vinculan contractualmente
con la administración, justifica la distinta situación jurídica en que ésta se halla colocada en la relación con-
tractual con el particular. Y hace hincapié, asimismo, en el fin público relevante que es perseguido a través del
CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
contrato administrativo, celebrado por los órganos del Estado en el ejercicio de la función administrativa. Cfr.:
Cassagne, Juan Carlos, El contrato administrativo, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1999, p. 15 y s.; y los artículos
publicados en ED los días 16/10/98 –Impugnación administrativa y judicial de los actos relativos a la celebra-
ción, ejecución, modificación y extinción de los contratos de la Administración–, 23/11/98 –Un intento doctri-
nario infructuoso: El rechazo de la figura del contrato administrativo–, y 23/3/99 –La delimitación de la catego-
ría del contrato administrativo–. Los últimos en respuesta a la crítica formulada a la doctrina de la sustantividad
del contrato administrativo por Mairal, Héctor, también en ED, los días 18/9/98 –De la peligrosidad o inutilidad
de una teoría general del contrato administrativo–, y 22/12/98 –El aporte de la crítica a la evolución del derecho
administrativo–.
21
Comadira, Julio R., Acto administrativo municipal, Depalma, Buenos Aires, 1992, p. 14 y s.
22
Barra, Rodolfo, Los actos administrativos contractuales, Buenos Aires, 1989, p. 186 y s.
23
Se reitera que no se examina en este trabajo lo atinente a la posibilidad de calificar de contrato administrativo
al celebrado “entre particulares” con base en que uno de ellos actúa por cuenta y a nombre del Estado, como
consecuencia de una “imputación de funciones” o de una “adjudicación de competencias”, o de una “delega-
ción –transestructural– de cometidos.
24
C.S.J.N., “YPF c/ Provincia de Corrientes”, 3/3/92.
25
Cfr. fallo cit. en nota anterior.
26
Ver el criterio de Marienhoff, expuesto en la obra cit., t. III–A, p. 53 y s.
MARÍA JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS
Es “lo público” –el sujeto público y el ejercicio de una función o actividad pública,
administrativa, con un fin público– lo que le acuerda esta especialidad a la relación, que
pasa a ser caracterizada como una especie de acto administrativo: el acto administrativo
bilateral o “contrato administrativo strictu sensu”27 .
Es “lo público” –el sujeto y la actividad o función, con sus fines– lo que determina la
existencia de un régimen de derecho público, exorbitante del derecho privado (en cuan-
to propio del derecho público, y no de las mal llamadas “cláusulas exorbitantes implíci-
tas”), y lo que puede justificar, en su caso, también la existencia de cláusulas exorbitan-
tes, pactadas.
Debe tenerse presente que para cumplir integralmente con sus funciones y cometidos, y
con los fines de bien común que persigue, el Estado –y, en particular, la Administración
Pública– dispone de “poderes”, “potestades” o “prerrogativas”, que nacen del ordena-
miento jurídico (y no de relación jurídica alguna), y que son inalienables e irrenunciables28 .
Dichas potestades deben ser ejercitadas en función del “interés público”, “de la comuni-
dad”, a la cual la Administración debe servir. Y, al respecto, se ha sostenido que la Admi-
nistración está obligada al ejercicio de sus potestades cuando ese interés comunitario lo
exija, y que la omisión del ejercicio de la potestad, en esos casos, constituye una irregu-
laridad en el funcionamiento de aquélla.29
III.2. Desde este enfoque, el contrato administrativo es una especie de acto administrati-
vo; un acto administrativo bilateral en su formación, atento a que no interviene –para su
creación– una única voluntad, sino que requiere el acuerdo de dos voluntades –en lo
sustancial, con intereses contrapuestos, aún cuando deba haber colaboración– que con-
vienen las relaciones creadas o establecen la vigencia de normas que regularán la con-
ducta de ambas partes30 . El régimen propio (y los caracteres propios) del acto administra-
tivo y del “contrato administrativo” provienen del sujeto público y de la función o activi-
dad pública administrativa con el fin público al que, como consecuencia, y en forma
inmediata o mediata, se persigue mediante el objeto de las prestaciones.
27
Para Barra: “El elemento público, el sujeto público, le acuerda a la relación jurídica una característica espe-
cial, en su misma esencia”. Para él la sustantividad de los contratos que realiza la Administración se sustenta en
la presencia subjetiva de esta última Cfr.: La sustantividad del contrato administrativo, E.D., Administrativo, 23/
4/99.
28
Como lo precisan García de Enterría – Fernández (op. cit., t. I, p. 433 y s.) y Cassagne (op. cit., p. 116 y s.), las
potestades públicas son “poderes de actuación” que, ejercitándose de acuerdo con el ordenamiento jurídico,
pueden generar situaciones jurídicas que obliguen a otros sujetos; es decir que, como una consecuencia de su
ejercicio, pueden surgir relaciones jurídicas particulares. La técnica de su atribución puede ser genérica, expre-
sa o específica (Cfr.: Art. 99 inc. 2 de la C.N., respecto de una especial potestad reglamentaria; el régimen de la
función pública en relación con la potestad disciplinaria; o el Artículo 12 de la Ley Nacional de Procedimientos
Administrativos en el que se establece la ejecutoriedad de los actos administrativos. García de Enterría – Fernández
y Cassagne destacan que a la potestad no corresponde ningún deber positivo o negativo, sino una simple
sujeción o sometimiento de otros sujetos (normalmente de un círculo de sujetos), a soportar sobre su esfera
jurídica los eventuales efectos (ventajosos o desventajosos) derivados del ejercicio de dicha potestad (tal afec-
tación de la esfera jurídica de un particular puede no existir). En ningún caso implicará un deber o una obliga-
ción, los cuales podrán surgir eventualmente de la relación jurídica que el ejercicio de la potestad es capaz de
crear, pero no del simple sometimiento a la potestad misma. No hay frente a la potestad un sujeto obligado, sino
una situación pasiva de inercia, que implica un sometimiento a los efectos que la potestad puede crear en su
ejercicio, la inexcusabilidad de soportar que tales efectos se produzcan y que eventualmente afecten la esfera
jurídica del sometido.
29
García de Enterría – Fernández, op. cit., t. I, p. 437
30
Cfr.: Fiorini, Bartolomé A., Derecho Administrativo, segunda edición actualizada, t. I, Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 1976, p. 596 y s., quien considera que el “acto administrativo” y el “contrato administrativo” son, a su
vez, especies del “acto jurídico de la administración pública”.
CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
31
Cfr.: Fiorini, op. cit.
32
Cfr.: críticas de Héctor A Mairal a la noción del servicio público, en La ideología del servicio público, Revista
de Derecho Administrativo, año 5, setiembre–diciembre 1993, N° 14, p. 359 y s., esp. p. 398 y s.
MARÍA JEANNERET DE PÉREZ CORTÉS
Por otra parte, ¿puede afirmarse que no hay seguridad jurídica por el sólo hecho de que,
conforme a los tiempos y a sus circunstancias, varíe la interpretación acerca del concepto
y de los alcances de la función y de la actividad administrativa?
¿La falta de esa seguridad jurídica no es debida más al obrar de los hombres que a las
teorías?
IV. Consecuencias fundamentales del criterio expuesto acerca de los principios del De-
recho Administrativo y de la sustantividad del contrato de esa naturaleza
En síntesis, por todo lo expuesto, al examinar e interpretar los concretos contratos admi-
nistrativos no sólo habrá que atenerse a lo que resulta de la letra y del espíritu de sus
especiales disposiciones, contractuales y reglamentarias, sino que no podrán dejar de
tenerse en cuenta: a) los principios generales y las normas atinentes a la función o activi-
dad pública administrativa ejercida; b) los principios y las normas propios de los actos
administrativos en general, aplicables por analogía –si ello fuera procedente– conforme a
la expresa directiva del Artículo 7º in fine de la Ley Nº 19.549; c) los principios y las
normas que regulan las contrataciones administrativas en general, y los que resultan de la
interpretación analógica de disposiciones referentes al mismo o a otro contrato admi-
nistrativo (vgr.: obras públicas, suministros, concesiones o licencias de bienes o servicios
públicos); y, por último, d) los principios que se desprenden, también por analogía, de las
normas propias del derecho privado.
33
Así lo ha sostenido Héctor A. Mairal. Cfr: De la peligrosidad o inutilidad de una teoría general del contrato
administrativo, y El aporte de la crítica a la evolución del derecho administrativo, El Derecho, Administrativo,
18/9/98 y 22/12/98.
34
Cfr.: opinión de Mairal, cit.
CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
35
Cfr.: sin embargo, en otros pronunciamientos, la doctrina sentada por la C.S.J.N. en los autos “Sánchez
Granel”, el ..., en relación con un contrato de obra pública, y la que surgiría del voto minoritario, disidente.