MEP Diabetes 2016
MEP Diabetes 2016
MEP Diabetes 2016
A)
INTRODUCCIÓN
La diabetes mellitus (DBT) es una entidad muy frecuente en la práctica ambulatoria. Su prevalencia
oscila entre el 5% y el 10% de la población adulta de la Argentina. La mayoría de los pacientes
diabéticos presenta la forma más común de la enfermedad, la DBT tipo 2 (antes llamada “no
insulino dependiente”). Esta forma clínica puede ser manejada por el médico de familia y el
generalista adecuadamente entrenados y actualizados. La DBT tipo 1 (antes llamada “insulino
dependiente”) es una entidad menos frecuente y mucho más grave que, por lo general, comienza
en la infancia y exige, para su correcto manejo, un intercambio constante entre el médico general y
el especialista.
El principal problema de la DBT tipo 2 es que en la mayoría de los casos cursa en forma silente y
asintomática hasta que se manifiesta mediante la enfermedad micro y macrovascular, lo que
determina que tenga una elevada tasa de morbimortalidad a mediano y largo plazo. Por lo tanto,
una de las principales tareas del médico está relacionada con la educación de los pacientes para
que comprendan la importancia de lograr un control adecuado de la enfermedad. En ese sentido,
desde su inicio en 1977, la educación del diabético, considerada como una de las más importantes
herramientas terapéuticas de la enfermedad, logró reducir en forma significativa la mortalidad de los
diabéticos.
En adelante, utilizaremos la sigla DBT tanto para referirnos a la entidad como a los y las pacientes
diabéticos/as. Es importante aclarar que este capítulo está orientado al manejo ambulatorio de la
DBT tipo 2 y a su seguimiento en el consultorio. Existe una gran área del manejo de los pacientes
DBT que se relaciona con las complicaciones agudas (cetoacidosis DBT o coma hiperosmolar no
cetósico), con la DBT gestacional y con la DBT tipo 1 que no serán desarrolladas en este capítulo.
B)
OBJETIVOS
CONTENIDOS
1) Generalidades
2) Diagnóstico
3) Herramientas terapéuticas I
4) Herramientas terapéuticas II
5) Manejo del paciente diabético
1 GENERALIDADES
Las manifestaciones a largo plazo de la DBT incluyen: arteriosclerosis (con riesgo de accidente
cerebrovascular, enfermedad coronaria y enfermedad arterial periférica), retinopatía (con potencial
riesgo de pérdida de la visión), nefropatía (con posibilidad de insuficiencia renal crónica), neuropatía
periférica (con riesgo de úlceras de los pies y amputaciones), neuropatía autonómica (puede causar
disfunción sexual eréctil, síntomas cardiovasculares, urinarios y gastrointestinales).
Las complicaciones agudas y crónicas de la DBT producen una gran incapacidad y son
responsables de un enorme gasto en salud. Es por esto que la educación ocupa un lugar
fundamental entre las herramientas terapéuticas que tienen como finalidad lograr un adecuado
cuidado y control de la enfermedad por parte del paciente.
2) Glucemia en ayunas mayor o igual a 126 mg/dL (7 mmol/L). “En ayunas” se refiere a
ocho horas después de la última ingesta de alimentos.
3) Glucemia igual o mayor a 200 mg/dL luego de dos horas de una carga oral con 75
gramos de glucosa disuelta en agua (PTOG 75 g a las dos horas).
*mg/dl (miligramos/decilitros) es lo mismo que mg% (miligramos por ciento). En adelante, ambas unidades serán utilizadas
indistintamente. ** La prueba debe realizarse en un laboratorio utilizando un método certificado por NGSP y estandarizado
según el ensayo DCCT.
Existen también dos categorías de sujetos que no cumplen los criterios diagnósticos de DBT, pero
cuyos valores de glucemia tampoco deben ser considerados normales: a) GA mayor o igual a 100
mg/dl (5.6 mmol/L) pero menor que 126 mg/dl (7 mmol/L): se le asignó el nombre de “pacientes
glucemia en ayunas alterada”; y b) Glucemia luego de dos horas de una carga oral de 75 gramos de
glucosa (PTOG 75 g 2 horas) mayor o igual que 140 mg/dl (7.73 mmol/L) pero menor que 200 mg/dl
(11.1 mmol/L): se le asignó el nombre de “pacientes con tolerancia a la glucosa disminuida”. A esta
categoría corresponden los pacientes con valores de HbA1C entre 5.7 y 6.4%.
Se considera normal un valor de glucemia menor de 100 mg/dl. Un valor entre 100 y 126
mg/dl es denominado “glucemia en ayunas alterada”, y un valor mayor de 126 mg/dl
sugiere el diagnóstico de DBT (recordar que, para confirmarlo, hay que repetir el dosaje).
De la misma manera, se considera normal un valor de glucemia a las dos horas de haber
tomado 75 g de glucosa (PTOG 75 g 2 horas) menor de 140 mg/dl. Un valor entre 140 y 200
mg/dl hace el diagnóstico de “tolerancia a la glucosa disminuida” y un valor mayor de 200
mg/dl se considera como diagnóstico provisional de DBT (recordar que, para confirmarlo,
hay que repetir el dosaje).
La glucemia en ayunas alterada y la tolerancia a la glucosa disminuida no son entidades clínicas per
se, sino factores de riesgo de DBT futura. Estos pacientes son considerados prediabéticos, término
que indica el mayor riesgo que tienen de desarrollar DBT y enfermedad cardiovascular. Estas
categorías representan un estadio intermedio en el proceso de enfermedad metabólica.
Clasificación
Básicamente, se distinguen cuatro tipos de DBT: 1) DBT tipo 1; 2) DBT tipo 2; 3) DBT
gestacional; y 4) Otros tipos de DBT.
DBT tipo 1
DBT tipo 2
Constituye la forma más prevalente de DBT. Suele comenzar después de los 40 años pero puede
iniciarse a cualquier edad. Incluye tanto a los pacientes con insuficiencia en la secreción de insulina
(que puede ser desde leve hasta severa) como a aquellos con una falla en la respuesta periférica a
la insulina secretada (insulinorresistencia). La DBT tipo 2 se asocia con obesidad en el 60% de los
casos. Otras entidades asociadas son la HTA, la dislipemia, el sedentarismo y los antecedentes
familiares de DBT. Los pacientes DBT tipo 2 suelen responder en forma adecuada al tratamiento
con educación, dieta y medicación oral, y la mayoría de ellos no requiere insulina para mantener el
estado metabólico y nutricional.
La DBT gestacional es una forma de DBT que se caracteriza por la elevación de la glucemia
durante el embarazo. Se presenta más frecuentemente en mujeres mayores de 25 años, con
antecedentes de partos de niños de más de 4.100 kilos, obesas, y en aquellas con antecedentes
familiares de DBT o personales de tolerancia a la glucosa disminuida. Se calcula que la prevalencia
de DBT gestacional es del 4% de todas las embarazadas. La DBT gestacional puede detectarse
solo en el embarazo y, luego del parto, la paciente vuelve a valores normales de glucemia pero, por
lo general, estas mujeres tienen mayor riesgo de desarrollar DBT futura. La DBT gestacional se
asocia con un aumento de la morbilidad perinatal (polihidramnios, preeclampsia, cesárea,
macrosomia fetal, trauma perinatal y trastornos metabólicos del recién nacido como
hiperbilirrubinemia, policitemia, hipoglucemia, anomalías congénitas, etc.).
Entre ellos se incluyen defectos genéticos de la función celular beta, de la acción de la insulina,
enfermedades del páncreas exócrino (pancreatitis, pancreatectomía o traumatismo, neoplasia,
fibrosis quística, hemocromatosis, pancreatopatía fibrocalculosa), endocrinopatías (acromegalia,
síndrome de Cushing, feocromocitoma, hipertiroidismo, glucagonoma, somatostatinoma), disfunción
pancreática inducida por drogas (tiazidas, corticoides, interferón alfa, ácido nicotínico,
betaadrenérgicos, hormona tiroidea), agentes químicos (veneno de rata); infecciones (rubéola
congénita, citomegalovirus), formas poco comunes de DBT mediada inmunológicamente (Siff man,
anticuerpos antirreceptor de insulina), otros síndromes genéticos relacionados con la DBT
(síndrome de Down, Klinefelter, Turner, porfiria, etc.).
Algunos autores incluyen dentro del grupo “Otros tipos específicos de DBT” a la glucemia alterada
en ayunas y a la tolerancia a la glucosa disminuida, entidades que ya hemos definido.
La DBT es una entidad con un importante componente heredofamiliar. Los gemelos homocigotos
tienen el 90% de concordancia para el desarrollo de DBT tipo 2 y el 30% para el desarrollo de DBT
tipo 1. Un tercio de los DBT refiere que el padre, la madre o ambos son DBT. Si un individuo tiene
ambos padres DBT, su riesgo de desarrollar DBT es el doble que el de otro con padres sin la
enfermedad. El riesgo de desarrollar DBT tipo 2 antes de los 65 años en un individuo con algún
pariente de primer grado con DBT es del 5 al 10%. Un dato curioso es que los DBT tipo 2 que no
tienen historia familiar de DBT comienzan la enfermedad a mayor edad y tienen la secreción de
insulina “más normal” que los pacientes con antecedentes familiares de DBT. En los DBT tipo 2 es
más habitual que la agregación familiar se dé en pacientes obesos y con hipersecreción de insulina
endógena (resistencia a la insulina).
La glucemia elevada es el parámetro que mejor predice la evolución a DBT tipo 2 y cuanto mayor
sea la concentración mayor será la probabilidad de desarrollar DBT. Los pacientes con PTOG
alterada pueden o no evolucionar hacia la DBT. A los 10 años, 53% de los pacientes tiene
glucemias normales. La progresión a DBT varía entre 11% a los cinco años y 21% a los 10 años.
Existen estudios que avalan que el aumento de la actividad física, el descenso de peso e incluso
algunas drogas pueden prevenir la evolución a DBT de los pacientes intolerantes a la glucosa.
La obesidad es el factor de riesgo predictivo de DBT tipo 2 más importante. Existe una correlación
estrecha y lineal entre el grado de obesidad y la prevalencia de DBT tipo 2 en la población general.
La relación aumenta con el tiempo de evolución de la obesidad y su localización central.
Aproximadamente, dos tercios de los individuos a quienes se les diagnostica DBT tipo 2 son
obesos. Hay evidencia que indica que en los individuos obesos la reducción de peso previene el
desarrollo de DBT tipo 2.
Otros
La obesidad es el factor de riesgo modificable más importante para el desarrollo de DBT. Los
antecedentes heredofamiliares son muy útiles para discriminar a los individuos con riesgo,
pero no son modificables. La GA alterada, la tolerancia a la glucosa disminuida y el
antecedente de DBT gestacional son parámetros que el médico no debe soslayar, ya que estos
pacientes tienen mayor riesgo de desarrollar DBT futura. Cuanto mayor cantidad de factores de
riesgo sume un individuo, mayor será su probabilidad de desarrollar la enfermedad. Por el
contrario, los individuos sin factores de riesgo tienen, por lo general, baja probabilidad de
desarrollar DBT. En términos prácticos, la herramienta con la que contamos para prevenir el
desarrollo de DBT en los individuos con mayor riesgo es la recomendación de mantener un
peso adecuado y realizar actividad física constante.
Epidemiología
La tasa de mortalidad por DBT es de 25 a 30 por cada 100.000 habitantes. La Argentina es uno de
los países de Latinoamérica con mayor prevalencia de DBT. El aumento de la morbimortalidad se
debe a enfermedad cardiovascular y renal. Dentro de esta se incluyen la enfermedad coronaria, la
vasculopatía periférica y la nefropatía. La DBT duplica el riesgo de infarto agudo de miocardio (IAM),
anula la protección femenina de padecer IAM antes de la menopausia y confiere un riesgo 30 veces
mayor de desarrollar vasculopatía periférica.
Los DBT tienen una incidencia de accidente cerebrovascular (ACV) y patología coronaria dos a seis
veces superior a la del resto de la población y la mortalidad por causa cardiovascular es cinco veces
mayor en los DBT comparada con los no DBT. El 45% tiene arterioesclerosis obliterante al cabo de
20 años de evolución de la enfermedad y son frecuentes las amputaciones secundarias a úlceras y
gangrena. Como puede observarse en el cuadro 1, la mortalidad por causa cardiovascular alcanza
cifras alarmantes.
Total de Mortalidad
Ídem más un Ídem más dos Ídem más tres
Pacientes cardiovascular
FRC FRC FRC
estudiados 350.977 a los 6 años
Luego de 15 años del diagnóstico, 33% de los DBT tiipo 1 tiene nefropatía y los DBT en general
representan el 25% de los casos nuevos en diálisis. Los DBT tipo 2 se presentan con proteinuria
en forma precoz, pero la patología renal no suele ser tan progresiva como en la DBT tipo 1.
La Argentina es uno de los países de América latina con mayor prevalencia de DBT. El
90% de los DBT son de tipo 2. La DBT ocasiona una elevada morbimortalidad, en especial
relacionada con enfermedad cardiovascular (macroangiopatía), retino y nefropatía
(microangiopatía) y neuropatía.
2 DIAGNÓSTICO
El diagnóstico de la DBT no es sencillo y, por lo tanto, nos detendremos en él con el objeto de dar
una idea cabal de cómo puede manejarse en el consultorio.
Si bien dentro de los criterios descriptos el diagnóstico de DBT puede hacerse tanto con
la GA como con la PTOG o la HbA1C, en la práctica la más utilizado es la GA. La PTOG y la
HbA1C no suelen utilizarse de rutina y se reservan para los pacientes con alta sospecha
clínica de DBT que tienen una GA normal (ver más adelante).
A todo paciente que consulta por síntomas compatibles con DBT debe solicitársele un
dosaje de glucemia. En ese caso, puede usarse tanto la GA (utilizando un valor de corte
mayor o igual a 126 mg/dl) o bien la glucemia al azar no en ayunas (utilizando un valor de
corte mayor o igual a 200 mg/dl). En ambos casos, para confirmar el diagnóstico, el dosaje
debe repetirse otro día, a menos que la hiperglucemia sea inequívoca y esté acompañada
de descompensación metabólica.
Como hemos visto, la DBT es una enfermedad metabólica que cursa con hiperglucemia, y si bien
dicha hiperglucemia puede causar síntomas (poliuria, descompensación aguda, etc.), lo más
habitual es que los pacientes permanezcan asintomáticos mucho tiempo y desarrollen las
manifestaciones micro y macrovasculares de la enfermedad en el mediano y largo plazos. Es decir,
si bien la definición o el diagnóstico de la DBT se hace según un valor dado de glucemia, es
importante que el médico cambie el paradigma de pensamiento por el cual la DBT es “azúcar alta”,
y pueda “pensar” que en realidad la DBT es “retinopatía, nefropatía, infarto agudo de miocardio
(IAM), etc.” Este cambio de paradigma nos va a ayudar a comprender el concepto de rastreo y su
importancia.
En el capítulo “Prevención en la práctica clínica” hemos definido “rastreo” como la aplicación de una
prueba para detectar una condición o enfermedad potencial en una persona que no tiene signos ni
síntomas conocidos de esa enfermedad o condición. En el caso de la DBT, debemos imaginarnos
que la “enfermedad sintomática” (ver figura 1) es la macro y la microangiopatía y la neuropatía, y
que la “enfermedad asintomática” es la hiperglucemia en un paciente sin estas alteraciones (por lo
menos manifiestas desde el punto de vista clínico). Ambos pacientes están enfermos, tienen DBT,
por lo que hacer el diagnóstico en la etapa asintomática (mediante rastreo) es hacer prevención
secundaria, es decir, hacer el diagnóstico y comenzar el tratamiento lo más temprano posible.
Figura 1.
La DBT cumple con casi todas las características necesarias para que la detección temprana
(rastreo) sea eficaz (criterios de Frame y Carlson): es causa común de morbimortalidad, es
detectable y tratable en la etapa asintomática, existe un test diagnóstico (la GA) efectivo y eficaz
para diagnosticarla en el período asintomático, el daño potencial del tratamiento precoz es menor
que el del tratamiento tardío, el tratamiento después de la detección temprana tiene mayor beneficio
que el que se implementa en una fase más avanzada.
Si bien no existe un estudio que evalúe el impacto del rastreo en la población general ni existe
evidencia del beneficio de tratar pacientes asintomáticos diagnosticados tempranamente a partir del
rastreo, se sabe que el control estricto de la glucemia en los DBT conocidos disminuye las
complicaciones microvasculares a largo plazo, lo cual hace suponer que cuanta menor exposición a
la hiperglucemia tenga el paciente, mejor será su evolución.
Existe evidencia suficiente para justificar el rastreo en pacientes de riesgo (hipertensos y
dislipémicos) y existe consenso entre los expertos de rastrear a aquellos pacientes que tienen
La Fuerza de Tareas de los Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF su sigla en inglés)
recomienda rastrear a los adultos de entre 40 y 70 años con sobrepeso u obesidad (recomendación
tipo B). En cuanto al rastreo de DBT, intolerancia a la glucosa o glucemia en ayunas alterada en
adultos asintomáticos, la evidencia es insuficiente para justificarlo (recomendación tipo I).
La Asociación Americana de Diabetes (ADA, su sigla en inglés) recomienda rastrear a todos los
individuos mayores de 45 años y repetirlo cada tres años. Se debe comenzar antes o rastrear más
seguido a los pacientes con índice de masa corporal mayor a 25, sedentarios, con familiar de primer
grado DBT, pertenecientes a una etnia de riesgo (afroamericanos, latinos, americanos nativos), con
antecedentes de DBT gestacional o un recién nacido de más de 4100 g de peso, dislipémicos,
hipertensos, que padecen síndrome de ovario poliquístico, o que tienen glucemia en ayunas
alterada, intolerancia oral a la glucosa o antecedentes de enfermedad vascular.
Por su lado la Fuerza de Tareas Canadiense (Canadian Task Force) recomienda el uso de
calculadoras de riesgo validadas para determinar en qué pacientes se debe realizar rastreo. Las
calculadoras de riesgo recomendadas para determinar el riesgo de desarrollar DBT a 10 años son
el FINDRISC (el score de riesgo de DBT finlandés, disponible en http://canadiantaskforce.ca/ctfphc-
guidelines/2012-type-2-diabetes/clinician-findrisc/) y la Canrisk (calculadora de riesgo canadiense
disponible en http://canadiantaskforce.ca/ctfphc-guidelines/2012-type-2-diabetes/canrisk/). Los
factores de riesgo considerados por estas calculadoras son: edad, obesidad, antecedentes de
niveles elevados de glucosa, historia de hipertensión arterial, antecedentes familiares de DBT,
niveles limitados de actividad física y la dieta con una ingesta limitada de frutas y verduras. Estas
herramientas consideran un riesgo bajo, cuando el score da entre 1% y 4%; moderado, más allá de
17%; alto, con más de 33%; y muy alto, cuando el valor calculado es superior a 50%. La fuerza de
tareas canadiense no recomienda el rastreo de rutina en adultos con riesgo bajo a moderado de
desarrollar DBT (determinado por una de estas calculadoras). Para los adultos con alto riesgo de
desarrollar DBT recomiendan el rastreo de rutina con HbA1c cada tres a cinco años y en aquellos
con muy alto riesgo, recomiendan el rastreo anual con Hba1c.
A modo de resumen:
Hoy en día, el diagnóstico de DBT suele realizarse a partir de la solicitud de una GA por parte del
médico en los pacientes asintomáticos con mayores probabilidades de ser DBT (los mayores de 45
años y los que tienen los factores de riesgo mencionados arriba). Si la GA es mayor o igual a 126
mg%, se deberá realizar un nuevo dosaje, y si este nuevamente es mayor o igual a 126 mg%, se
confirma el diagnóstico de DBT. Si al repetir el dosaje la GA es menor que 126 mg%, se deberá
seguir al paciente más de cerca hasta confirmar el diagnóstico de DBT o descartarlo. Si la sospecha
clínica es alta, puede solicitarse una PTOG o HbA1C.
En resumen:
Consideramos que cada vez hay mayor evidencia que demuestra que tiene sentido detectar la
situación de riesgo de padecer DBT y realizar una prueba diagnóstica. Recordemos que las
personas obesas y las hipertensas representan una proporción importante de los pacientes
que ve cotidianamente el médico de familia en su consultorio y que, en ellos, el rastreo de DBT
mediante GA es una estrategia de prevención efectiva. Ahora bien, hay que ser cautos y
buscarla solo en los pacientes con mayor riesgo de padecerla o que tienen otras
comorbilidades que se beneficien del tratamiento (dislipémicos e hipertensos). Por otra parte,
debemos tener en cuenta que, cuando trabajamos con población sana, nuestra principal misión
es no enfermarla. Es distinto decirle a un paciente asintomático de 47 años, que acudió a la
consulta a hacerse un control y le acabamos de confirmar el diagnóstico de DBT: “Usted tiene
DBT, si no se cuida se va a morir”, que decirle “Tiene DBT. Si trabajamos juntos para
controlarla es muy probable que Ud. pueda evitar la mayoría de los problemas que ocasiona
esta enfermedad”.
3 HERRAMIENTAS TERAPÉUTICAS I
El objetivo de estos dos contenidos (Herramientas terapéuticas I y II) es ambicioso: describir las
herramientas terapéuticas más importantes con las que cuenta el médico para controlar a sus
pacientes DBT en el consultorio con el objeto de evitar el desarrollo de las manifestaciones tardías
de la enfermedad (enfermedad cardiovascular, nefropatía, etc.). En el contenido cinco, explicaremos
cómo se pueden integrar las herramientas descriptas para lograr un correcto manejo de los
pacientes y cuáles son las principales dificultades.
El modo de presentar estos dos contenidos tiene como objetivo jerarquizar todas las herramientas
terapéuticas por igual. Hemos evitado la división clásica en “tratamiento no farmacológico” y
“tratamiento farmacológico” de la DBT ya que consideramos que, actualmente, tal división no es útil
desde el punto de vista práctico y no ayuda a comprender la complejidad de la DBT. Esto cambia la
forma clásica de presentar un texto sobre DBT, pero la evidencia demuestra que manejar bien DBT
implica manejar bien (y con la misma calidad) la hiperglucemia, la hipertensión arterial (HTA), la
dislipemia, la nefropatía incipiente, la obesidad, etc. Por lo tanto, no podemos seguir pensando que
el tratamiento de la DBT consta solo de “educación, dieta, actividad física y medicación
hipoglucemiante”, sino que es necesario agregarle otras variables que hacen al control de la
enfermedad micro y macrovascular, así como de la neuropatía. En ese sentido, queremos destacar
que la educación, la dieta y la actividad física siguen siendo los pilares del tratamiento y del manejo
de la DBT en su nuevo sentido global en el que, al indicar actividad física sabemos que bajamos la
hiperglucemia, pero también controlamos la obesidad, los lípidos y la presión arterial.
El médico que hoy atiende un paciente DBT debe comprender que el tratamiento de todos
los factores de riesgo cardiovascular (HTA, dislipemia, obesidad y tabaquismo) forma
parte del tratamiento de la DBT, de la misma forma que el tratamiento farmacológico y no
farmacológico de la hiperglucemia.
Es importante volver a señalar que este capítulo está orientado al manejo ambulatorio de los
pacientes DBT y que no desarrollamos las herramientas ni el manejo de las complicaciones agudas
(cetoacidosis, etc.).
En el capítulo “Obesidad” hemos descripto algunos lineamientos generales para indicar la AF.
Cualquier AF siempre es mejor que el sedentarismo. Es importante indagar las preferencias del
paciente y no realizar indicaciones sin tenerlas en cuenta. Están especialmente indicados los
ejercicios aeróbicos, es decir, aquellos que implican un movimiento rítmico, repetido y continuo de
un mismo grupo muscular durante, al menos, diez minutos. Estos ejercicios pueden ser caminatas,
trote, ciclismo, remo o natación, siempre adaptados a la edad y a la historia del paciente. Por
ejemplo, en los DBT hipertensos lo ideal es indicar caminatas, trote o bicicleta, mientras que en los
DBT con neuropatía se recomienda más bien la bicicleta o la natación.
La AF más eficaz es la que se desarrolla al menos tres a cuatro veces por semana, durante 30 a 60
minutos. Idealmente se deben cumplir 150 minutos por semana de ejercicio moderado a intenso, es
decir el que eleva la frecuencia cardíaca del 50 al 70% de la frecuencia cardíaca máxima (220 - la
edad), o 90 minutos de ejercicio vigoroso (que eleva la frecuencia cardíaca al 70% de la frecuencia
cardíaca máxima), al menos durante tres días a la semana y por no más de dos días consecutivos.
Últimamente, también se han reconocido las ventajas de realizar ejercicio de resistencia (aquel
capaz de producir un aumento de la fuerza de los distintos grupos musculares).
En principio, la recomendación de realizar AF debe ser amplia. El comienzo siempre debe ser
paulatino. Se aconseja evitar la actividad intensa en los pacientes con glucemias mayores a 300
mg%, en aquellos que son incapaces de prevenir la hipoglucemia cuando efectúan ejercicios
intensos o prolongados y en los pacientes con nefropatía. Algunos expertos recomiendan realizar
una ergometría antes de iniciar la AF en todos aquellos DBT sedentarios con alto riesgo
cardiovascular (ver el capítulo “Riesgo cardiovascular global”).
En los pacientes con retinopatía proliferativa se recomienda evitar los ejercicios anaeróbicos y las
maniobras de Valsalva, ya que pueden predisponer a la hemorragia vítrea o al retraimiento de la
retina; los pacientes con neuropatía periférica significativa deben evitar el levantamiento de pesas,
las caminatas prolongadas, correr en la cinta y el step, ya que pueden sufrir ulceraciones y
fracturas, mientras que aquellos con neuropatía autonómica deben evitar la AF en lugares muy
cálidos o muy fríos ya que podrían estar más predispuestos a sufrir episodios de isquemia silente o
muerte súbita.
El PA, al igual que la AF, es otro de los pilares fundamentales del tratamiento de la DBT.
Las metas del PA en la DBT son: 1) Mantener una glucemia lo más cercana a lo normal (de
esta forma se evitan los síntomas de la enfermedad y se pospone el desarrollo de la
enfermedad microvascular); 2) Lograr un perfil lipídico lo más cercano a lo normal (así se
evita o se pospone el desarrollo de la enfermedad macro y microvascular); 3) Lograr un
nivel de presión arterial lo más cercano a lo normal (se disminuye el riesgo de
enfermedad macro y microvascular); y 4) Lograr un peso lo más cercano a lo normal (se
disminuye el riesgo de enfermedad vascular en general).
Prácticamente no existe una dieta específica para los pacientes con DBT. La mayoría
de las recomendaciones dietéticas son las mismas que para la población general. El
objetivo es lograr un peso adecuado. En términos generales, la alimentación de los DBT
debe ser balanceada en hidratos de carbono, grasas, proteínas y fibras. Se deben evitar
los carbohidratos de rápida absorción, como los dulces. Es muy importante el
fraccionamiento en cuatro comidas para el DBT tipo 2 y en cuatro comidas y dos
colaciones para el tipo 1. El concepto más importante es que el DBT puede comer de todo,
la clave está en que coma poca cantidad en cada comida y en que evite los dulces. Hay
una regla mnemotécnica para enseñarle a los pacientes: COLAMI (“coma la mitad”). Para
llevarla a cabo, puede ser útil que el paciente se acostumbre a comer en plato de postre.
Las recomendaciones dietéticas mencionadas (cualitativas) son muy sencillas y todo médico de
familia debe hacerlas. También son útiles las ilustraciones que se utilizan en los talleres de
educación para el DBT, en las que el paciente y sus familiares pueden visualizar el alimento y la
cantidad recomendada para recordarlo luego. Si el médico lo considera, también pueden hacerse
recomendaciones alimentarias más específicas que no siempre son imprescindibles y que pueden
ser realizadas por el médico de familia o bien por el personal de enfermería o un especialista en
nutrición.
Una dieta sana debe incluir carbohidratos de granos enteros, frutas, vegetales y lácteos
descremados.
La dieta debe ser hipocalórica, según la necesidad de pérdida de peso de cada paciente.
Habitualmente se recomienda una dieta de 1.000 a 1.200 calorías para las mujeres y de 1.200 a
1.600 para los varones. Las dietas hipocalóricas y la pérdida de peso aumentan la sensibilidad a
la insulina y mejoran la glucemia a corto y largo plazo. Se ha demostrado que mediante pérdidas
moderadas de peso (de entre 5 y 9 kg) sin tener en cuenta el peso inicial, se mejora el control de
la HTA, la dislipidemia y la hiperglucemia. El 55-60% de las calorías totales deben ser
carbohidratos no refinados con alto contenido de fibras, es importante elegir apropiadamente los
tipos de carbohidratos que se incluyen en la alimentación, reduciendo el consumo de
monosacáridos y disacáridos reemplazándolos por almidones. Un 10% de la ingesta calórica
total en azúcares refinados pareciera no influenciar el control glucémico. Las fibras solubles
reducen la hiperglucemia posprandial y disminuyen l a LDL. Se deben ingerir fibras en una
cantidad mayor a 40 g/día si no hay intolerancia. El 20% de las calorías totales deben ser
derivadas de proteínas, y menos de 30%, de grasas, reduciendo el contenido de ácidos
grasos saturados en los alimentos e incrementando el consumo de los mono y polinsaturados.
Leche: descremada líquida o en polvo, en licuados. Yogur: descremado, natural o con sabor a
frutas, dietético. Queso: blanco descremado, ricota descremada, cottage, fresco descremado.
Huevos: en preparaciones de todo tipo. Evitar las yemas. Carnes: vacuna magra, aves sin piel,
pescados, mariscos, jamón cocido o crudo desgrasado, paleta, hamburguesas caseras, vísceras:
hígado, riñón, mondongo. Limitar la cantidad, sobre todo en hipercolesterolémicos, en todas sus
formas de cocción evitando las grasas y frituras. Vegetales tipo A (sin restricciones en la cantidad):
acelga, achicoria, apio, berenjenas, berro, brócoli, coliflor, escarola, endibias, espárragos, espinaca,
hinojo, hongos, lechuga, pepino, rabanito, radicheta, repollo, tomate, zapallitos. Vegetales tipo B y
C (limitando la cantidad): B: alcaucil, arvejas, calabaza, cebolla de verdeo, chauchas, nabos,
palmitos, perejil, pimientos rojos y verdes, puerro, remolacha, repollitos de Bruselas, zanahoria,
zapallo. C (incluye tanto vegetales en su forma natural como harinas): batata, choclo, mandioca,
arroz, fideos, ñoquis de papa o de ricota descremada, polenta, tallarines, canelones, ravioles de
verduras. Frutas (limitando la cantidad): frutillas, grosellas, guinda, limón, mandarina, melón,
pomelo, sandía, ananá, ciruela, durazno, damasco, frambuesa, manzana, mora, pera, kinoto,
cereza, mamón, membrillo, níspero, uva, banana, dátil, higo. Todas las frutas en cualquier
preparación permitidas. Bebidas: agua corriente o mineral, soda, gaseosas o jugos light, café, té,
mate, caldo desgrasado; no se recomienda tomar más de un vaso de vino por día; otras bebidas
alcohólicas permitidas con restricción de cantidad son whisky, cognac, jerez y champagne secos.
No son recomendadas cerveza, sidra, champagne dulce, copetines, licores, oporto. Edulcorantes:
se deben usar moderadamente. Entre los aprobados por la FDA están la sacarina, el aspartamo, el
acesulfamo de potasio y la sucralosa. No tienen calorías y su seguridad para el consumo está
probada, incluyendo a grupos especiales como los diabéticos y las embarazadas. Harinas: 2
medialunas pequeñas, 2 baybiscuits, 1 porción pequeña de bizcochuelo, 1 porción de tarta, 2
empanadas, 2 porciones de pizza.
Educación
Cada vez se cuenta con mayor evidencia que demuestra que el control de la HTA es muy
importante en los DBT ya que, en este grupo, pequeñas reducciones de la tensión arterial
(TA) disminuyen notablemente la incidencia de los síntomas tardíos de la DBT (ataques
cardíacos, accidentes cerebrovasculares, microangiopatía) e, incluso, la muerte (en los
DBT tipo 1, el tratamiento agresivo de la HTA redujo la mortalidad del 94% al 45%).
Obviamente, no todos los pacientes DBT son hipertensos y, por lo tanto, el control y el tratamiento
de la HTA solo está indicado en los DBT hipertensos. Sin embargo, la evidencia es tan contundente
en relación con las ventajas de mantener una presión baja en los DBT que las recomendaciones
son muy estrictas.
Las recomendaciones para el control, manejo y seguimiento de la TA en los DBT son las
siguientes: 1) Medir la TA en cada visita; 2) Si ambos valores [TA sistólica (TAS) y TA diastólica
(TAD)] son menores de 120/80 mmHg respectivamente, se debe controlar la TA en todas las visitas,
pero no es necesario tomar una conducta activa; 3) Si alguno de los dos valores (TAS o TAD) es
mayor que 120/80 mmHg, se debe confirmar otro día; 4) Si alguno de los dos valores de TA
confirmada es mayor que 120/80 mmHg, se deberían dar indicaciones de cambios en el estilo de
El objetivo debe ser que todos los pacientes DBT tengan una TA promedio menor que
140/90 mmHg. Esta estrategia demostró ser una herramienta fundamental en el manejo y
el control tanto de la DBT tipo 1 como la tipo 2.
En los DBT mayores con tratamiento farmacológico no se recomienda bajar la TA por debajo de
130/70 mmHg ya que valores de sistólica por debajo de 130 mmHg no han mostrado mejorar los
resultados cardiovasculares y diastólicas por debajo de 70 mmHg se asociaron con mayor
mortalidad.
Las drogas de primera elección para el tratamiento de los pacientes con DBT e HTA son los
inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y los bloqueantes del receptor de
angiotensina II (BRAII) ya que demostraron reducir el número de eventos cardiovasculares y
retardar la progresión de la nefropatía (recomendación de tipo A). Si el paciente no tolera una
droga de un grupo puede probarse con una del otro grupo. Muchos pacientes DBT necesitarán
tres o más drogas para alcanzar las metas de TA propuestas. Así como los IECA y los
BRAII, los diuréticos, los bloqueantes de los canales de calcio y los betabloqueantes también
demostraron reducir el número de eventos cardiovasculares y pueden agregarse al tratamiento.
Todo paciente con DBT e HTA debería recibir tratamiento con un régimen que incluya un
IECA o un BRAII como droga de primera elección.
La Asociación Americana de Diabetes (ADA su sigla en inglés) recomienda intensificar los cambios
en el estilo de vida dirigidos a reducir el peso (si es necesario), disminuir el consumo de colesterol y
grasas saturadas, aumentar el consumo de ácidos grasos omega 3 y fibras y aumentar la actividad
física para mejorar el perfil lipídico en todos los pacientes DBT (recomendación A).
Las drogas de primera elección para el manejo de la dislipemia son las estatinas.
Recomendamos al lector dirigirse al capítulo “Dislipidemias” para ampliar la información sobre este
tema.
El tabaquismo es un factor de riesgo coronario muy severo que genera una elevada
morbimortalidad. Estudios en DBT muestran una asociación estrecha entre el uso de tabaco y
la incidencia y progresión de la enfermedad macro y microvascular. El tabaquismo es la causa
modificable más importante de muerte prematura. El consejo médico y el tratamiento del
tabaquismo son tareas fundamentales del médico de atención primaria en el manejo de sus
pacientes DBT y no pueden omitirse bajo ningún concepto (ver “Tabaquismo”).
El control del peso y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad constituyen dos de las
tareas más complejas e importantes en el manejo de la DBT, ya que el descenso de peso
disminuye la hiperglucemia y la TA y mejora la dislipemia. Las estrategias para lograr esta
reducción han sido desarrolladas en el capítulo “Obesidad”. Queremos recordar aquí que
la modificación de la conducta alimentaria y la AF regular son las herramientas más útiles
para bajar de peso y que el PA solo, generalmente, no produce beneficios a largo plazo.
El clopidogrel (75mg/día) se recomienda como alternativa a la aspirina para los pacientes con
enfermedad cardiovascular y alergia a la aspirina documentada.
Los pacientes que hayan tenido un evento cardiovascular agudo podrían beneficiarse de un año
de doble antiagregación (aspirina + clopidogrel) por el año postevento.
Los estadios clínicos de la NFPDBT están bien establecidos: 1) Aumento del tamaño renal (por
aumento de la tasa de filtración glomerular); 2) Microalbuminuria: definida como la presencia de
entre 30 a 299 miligramos (mg) de albúmina en una muestra de orina de 24 horas o de 30 a 299
microgramos (mcg) de albúmina por mg de creatinina urinaria tomados en una muestra de orina al
azar, o de 20 a 199 mcg de albúmina por minuto tomada en una muestra de orina de cuatro horas.
En cualquier caso, el resultado debe ser confirmado con un segundo dosaje en un período de tres a
seis meses. La presencia de microalbuminuria es considerada un factor de riesgo de enfermedad
coronaria; 3) Proteinuria manifiesta: definida como la presencia de 300 mg o más de albúmina o
500 mg de proteínas en una muestra de orina de 24 horas, 300 mcg o más de albúmina por mg de
creatinina en orina al azar o 200 mcg o más por minuto en una muestra de cuatro horas. Por lo
general, la proteinuria manifiesta se acompaña de HTA; 4) Síndrome nefrótico (proteinuria de 3 g
por día más edemas y dislipemia); 5) Nefropatía avanzada (el clearance de creatinina es menor que
70 ml/min); y 6) Muerte por enfermedad renal terminal o por enfermedad concurrente cardiovascular
(30 a 40 veces más riesgo que los que no tienen NFPDBT).
Los estadios mencionados siempre se suceden en este orden y son témporo dependientes. En el
caso de los DBT tipo 2, como lo más habitual es que el diagnóstico se realice en la etapa
asintomática, es frecuente que al evaluarlos inicialmente se compruebe la presencia de
microalbuminuria (el 30% de los DBT tipo 2 tienen microalbuminuria en el momento del diagnóstico).
La progresión de microalbuminuria a proteinuria manifiesta difiere entre los DBT tipo 1 y los tipo 2,
ya que en los primeros suele llevar cinco años mientras que en los segundos la progresión es muy
variable y puede tardar mucho más. Una vez establecida la proteinuria manifiesta, los dos tipos
pueden desarrollar insuficiencia renal terminal en un lapso de seis años.
Ahora bien, ¿podemos hacer algo para disminuir la incidencia y la progresión de la NFPDBT?
La respuesta es que sí. A continuación explicaremos la evidencia con la que contamos hasta
el momento: 1) El control estricto de la glucemia retarda la aparición y la progresión de la
NFPDBT tanto en los DBT tipo 1 como en los tipo 2; 2) El tratamiento adecuado de la HTA
demostró reducir la incidencia y la progresión de la NFPDBT así como la necesidad de diálisis
y transplante renal. Tal como vimos antes, el tratamiento de la HTA en los DBT debe ser
agresivo, llevando las cifras de TA a menos de 140/90 mmHg. Los inhibidores de la enzima
convertidora de angiotensina (IECA) disminuyen la microalbuminuria, retardan la progresión de
microalbuminuria a proteinuria manifiesta, disminuyen la excreción de proteínas en los
pacientes con proteinuria manifiesta y retardan la disminución anticipada de la tasa de filtración
glomerular. Además, demostraron reducir el número de eventos cardiovasculares fatales en
pacientes normotensos con microalbuminuria. Los bloqueantes de los receptores de
angiotensina II (BRAII), al igual que los IECA, también mostraron reducir y retardar la
progresión de la nefropatía. El efecto se logra con toda clase de IECA y de BRAII, así que es
correcto elegir de acuerdo con el costo y los efectos adversos. Los pacientes que no toleren los
IECA o BRAII deben recibir otras drogas para lograr controlar la HTA y si bien algunos
bloqueantes cálcicos pueden disminuir la albuminuria, no parecen tener efecto sobre la caída
del filtrado glomerular; 3) La limitación de la ingesta de proteínas en aquellos pacientes con
algún grado de compromiso renal. Está establecido el beneficio de la restricción de la ingesta
proteica en aquellos pacientes en quienes la nefropatía progresa a pesar del control de la
glucemia y la presión arterial. Existe consenso en prescribir al paciente con nefropatía
manifiesta una ingesta proteica de aproximadamente 0.8 g/kg/día, que es lo habitualmente
recomendado para un adulto sano, correspondiente a alrededor del 10% de las calorías de la
dieta. Cuando el filtrado glomerular comienza a caer, se la puede reducir a 0.6g/kg/día. Llegado
este período se aconseja consultar al nefrólogo.
Tanto si se utilizan IECA como BRAII, es importante monitorizar periódicamente el potasio sérico y
el filtrado glomerular (creatininemia). Se debería consultar con el especialista siempre que existan
dificultades en el manejo de la hiperkalemia o la HTA secundaria (de causa renal), cuando el
paciente tiene proteinuria manifiesta (en estos casos, es muy importante establecer una dieta
hipoproteica) y cuando el clearance de creatinina cae por debajo de 70 ml/min.
El uso combinado de IECA y BRAII no mostró beneficios renales ni cardiovasculares pero sí una
mayor tasa de eventos adversos por lo que debe evitarse esta combinación.
Debido a que el hallazgo de NFPDBT implica cambios en el manejo clínico de la DBT y a que esta
entidad se desarrolla de forma asintomática, es importante rastrear a todos los DBT en busca de
esta entidad.
Las pruebas diagnósticas con las que contamos para detectar la presencia de microalbuminuria
son:
Se ha detectado que existen pacientes DBT sin microalbuminuria que igualmente tienen caída del
filtrado glomerular. Por este motivo, también es importante realizar el rastreo de NFPDBT con
creatininemia anual.
La conducta que debe tomar el médico práctico para evitar la incidencia y la progresión de
la NFPDBT en todos los pacientes DBT es la siguiente: a) Tratar agresivamente la HTA en
los hipertensos hasta llegar a una TA menor que 140/90 mmHg, independientemente de la
presencia o no de proteinuria o microalbuminuria; b) Prevenir la incidencia de HTA en los
normotensos, recomendando dieta hiposódica y AF; c) Rastrear proteinuria y
microalbuminuria y tratar a los positivos con IECA o BRAII. Los negativos deben seguirse
anualmente con pruebas para la detección de microalbuminuria; y d) Intentar un control
estricto de la hiperglucemia.
Al igual que la NFPDBT, la RNPDBT también tiene estadios bien diferenciados que presentan las
siguientes características oftalmoscópicas: 1) Retinopatía no proliferativa (RNP): se produce por
un aumento de la permeabilidad capilar. En ella pueden observarse microaneurismas, hemorragias
o exudados duros. La RNP no ocasiona alteraciones visuales a menos que el aumento de la
permeabilidad capilar ocurra sobre la mácula; 2) Retinopatía preproliferativa: los capilares
desarrollan isquemia y se cierran, las capas nerviosas de la retina se infartan. En la oftalmoscopía
se ven exudados algodonosos; 3) Retinopatía proliferativa (RP): debido a los cambios isquémicos,
se desarrolla neovascularización de la retina y del cuerpo vítreo seguida de hemorragias y cambios
fibroproliferativos que pueden manifestarse como alteraciones visuales, según el sitio anatómico
donde se encuentren.
Todo DBT debe saber que la enfermedad entraña un riesgo de pérdida total o parcial de la
visión y debe consultar ante cualquier síntoma relacionado. Además, debe saber que el
control de la hiperglucemia, de la HTA y, en menor medida, de la dislipemia previene el
desarrollo de la RNPDBT. Debe concurrir periódicamente al oftalmólogo y tratarse cuando
corresponda. Por otra parte, debe saber que ciertos ejercicios físicos (como el
levantamiento de pesas en los miembros superiores) y el embarazo empeoran la RNPDBT.
La NPTDBT forma parte de la historia natural de la mayoría de los DBT. Luego de cinco a diez
años del comienzo de la enfermedad, puede detectarse, mediante estudios electrofisiológicos,
un enlentecimiento subclínico de la conducción nerviosa sensoriomotora en casi todos los
DBT. Desde el punto de vista clínico, lo que más se ve afectada es la sensibilidad, lo que
determina el desarrollo de lesiones en los pies (pie diabético) y puede llevar a la amputación.
¿Podemos hacer algo para disminuir la incidencia y la progresión de la NPTDBT? En este caso, si
bien el control estricto de la glucemia podría mejorar la evolución de la polineuropatía (no sería así
en la neuropatía autonómica), la tarea fundamental de prevención no está relacionada con la
disminución de la incidencia y la progresión de la NPTDBT sino con su detección precoz, con el
objeto de evitar las complicaciones que acarrea (úlceras, pie diabético, amputaciones).
El rastreo de la NPTDBT es una tarea muy importante en los pacientes DBT, ya que la presencia
de NPT implica que se deben extremar los cuidados de los pies (ver más adelante).
Además del examen mencionado, lo ideal es realizar dos pruebas que son muy útiles para detectar
NPTDBT: a) Prueba del diapasón: es un test muy sensible para detectar alteraciones en la
sensibilidad vibratoria. El evaluador debe contar con un diapasón. Se le pide al paciente que cierre
los ojos, se apoya el diapasón vibrando sobre el maléolo interno o externo del pie y se le pide que
diga si lo siente vibrar o no; b) Prueba del monofilamento: es un test muy sensible para la
detección precoz de NPTDBT que evalúa la capacidad del paciente para detectar una presión muy
leve (ejercida por un monofilamento) sobre la planta del pie. La idea es que si el paciente no siente
la presión del monofilamento (test positivo) es porque tiene NPTDBT y, por lo tanto, tiene mayor
riesgo de ulceración (el valor predictivo positivo de un test positivo para la posibilidad de ulceración
futura es cercano al 70%). El monofilamento es un instrumento muy sencillo y relativamente
económico, que se compra en las casas de productos médicos y que consta de un hilo similar a una
tansa o hilo de pescar adosado a un capuchón o manubrio (existe una variedad más sencilla que
puede conseguirse solicitándola a algunos laboratorios farmacéuticos). El instrumento está
calibrado de tal forma que si uno apoya el filamento contra una superficie, este se dobla cuando se
ejerce una determinada presión. Los pacientes sanos sienten la presión o presencia del
monofilamento apenas el evaluador lo apoya o comienza a presionar suavemente contra la planta
del pie mientras que los pacientes con NPTDBT, al no sentir la presión suave, solo la sienten
después de que el filamento se dobla por la presión ejercida por el evaluador. Es decir, el test se
considera positivo si el filamento se dobla y el paciente no ha sentido aún su presencia. La prueba
debe repetirse en seis lugares de cada pie (ver figura 2).
Todos los pacientes DBT deberían recibir educación sobre el cuidado de los pies (ver más
adelante). Si los tests de rastreo de NPTDBT son negativos, deben repetirse cada año, mientras
que si alguno de ellos es positivo, eso indica que el paciente tiene mayor riesgo de ulceración y que,
por lo tanto, debe ser evaluado más frecuentemente. En ese caso, se le debe indicar una consulta
podológica preventiva y debe recibir una educación intensiva sobre el cuidado de los pies (que
incluya autoexamen de la piel, uñas y sensibilidad).
Para evitar las lesiones en los pies se recomienda entregarle a todo paciente DBT una cartilla donde
se explique cómo realizar el cuidado de los pies.
1) Tomar un baño templado de pies durante 20 minutos todas las noches. Secarlos suave y
completamente, especialmente entre los dedos, con una toalla absorbente y blanda; 2) Una a tres
veces por semana, aplicar vaselina sobre los pies después del baño para mantener la piel suave
(sustituirla por alcohol si la piel se ablanda demasiado); 3) Cortar las uñas rasando el extremo de los
dedos, nunca hacia atrás en los lados; 4) Aplicar talco una vez a la semana; 5) Usar calzado
cómodo, de material blando, de manera de no producir frote o ajuste. Evitar el uso de zapatos
ajustados; 6) Acostumbrarse a no andar descalzo para, de esta forma, evitar el contacto de los pies
con el suelo; 7) Las callosidades deben ser tratadas por personas competentes, cuidadosas de la
Vacunación
La influenza y la neumonía son enfermedades infecciosas comunes que aumentan la morbilidad,
internaciones y mortalidad en ancianos y pacientes con enfermedades crónicas. Existen vacunas
efectivas y seguras contra la neumonía y la gripe que reducen el riesgo de complicaciones serias
por esta enfermedad. Su efectividad fue probada también en DBT.
Tratamiento quirúrgico
En los pacientes DBT con un índice de masa corporal (IMC) mayor o igual a 35, especialmente si
presentan mal control de la DBT y comorbilidades luego de la implementación de cambios en el
estilo de vida y terapia farmacológica, puede considerarse la cirugía bariátrica como otra opción
para mejorar el control de la DBT. Es importante tener presente que los pacientes con DBT que
han sido sometidos a cirugía bariátrica necesitarán mantener los cambios en el estilo de vida y
elseguimiento médico. No existe suficiente evidencia para recomendar esta intervención en
pacientes con IMC menor a 35. Se necesitan estudios a largo plazo para poder evaluar los
beneficios, rentabilidad y riesgos de la cirugía bariátrica comparado con el tratamiento
convencional en personas obesas DBT.
44 HERRAMIENTAS TERAPÉUTICAS II
Recién después de haber desarrollado el contenido anterior, en este contenido nos ocupamos de la
herramienta terapéutica más tradicional en el tratamiento de la DBT: el control de la hiperglucemia.
Para facilitar su estudio, lo hemos dividido en los siguientes puntos: evidencia en relación con la
eficacia del tratamiento hipoglucemiante, herramientas para evaluar el nivel de hiperglucemia y el
estado metabólico, tratamiento no farmacológico de la hiperglucemia (TNFH) y tratamiento
farmacológico de la hiperglucemia (TFH).
3) Fructosamina: similar a la anterior, difiere en que da cuenta de la glucemia de los últimos quince
días. Si un paciente tiene una HbA1C menor que 7, una fructosamina elevada y una glucemia en
ayunas elevada, podemos presumir que su mal control data de un par de semanas.
4) Glucosuria: debe realizarse en orina recién emitida y puede hacerse en el laboratorio o mediante
tirillas reactivas en la casa (automonitoreo). El umbral renal para la aparición de glucosuria es una
glucemia sérica de 180 mg%. La principal ventaja de este método es que no hay que pinchar al
paciente, es económico y sencillo, mientras que la principal desventaja es su gran variabilidad y
escasa exactitud.
5) Cetonuria (test en orina para determinar la presencia de cuerpos cetónicos) y cetonemia (test en
sangre): es la única forma de objetivar la acidosis-cetosis. Se utiliza en pacientes inestables. La
cetonuria tiene una alta tasa de falsos positivos y negativos, por lo que, ante la duda, siempre se
sugiere determinar la cetonemia.
Metformina
La metformina forma parte del grupo farmacológico de las biguanidas (pero como es la única
biguanida que se comercializa, nos referiremos solo a ella). Ejerce su efecto hipoglucemiante
mediante los siguientes mecanismos de acción: inhibe la gluconeogénesis (lo que disminuye la
producción de glucosa por el hígado), disminuye la absorción gastrointestinal de glucosa, estimula la
glucólisis anaerobia, estimula la captación de glucosa por los tejidos periféricos, aumenta la unión
de la insulina a su receptor (disminuye la resistencia a la insulina), inhibe la lipogénesis, estimula la
lipólisis y aumenta la actividad fibrinolítica sanguínea. Es una droga muy eficaz ya que produce una
disminución promedio de la GA del 60 mg% y de la HbA1C de 1.5 a 2 g%. Otro aspecto importante
de esta droga es que disminuye la glucemia posprandial, la LDL y los triglicéridos y aumenta la HDL.
Su uso no causa aumento de peso. Un dato interesante en relación con la metformina es que es el
único hipoglucemiante oral que puede disminuir la morbilidad macrovascular (además de la
microvascular, como todos los hipoglucemiantes). Es la droga de elección al inicio del tratamiento
de la DBT tipo 2.
El rango de dosis de metformina es de 500 a 2.550 mg (dosis máxima), vía oral. La dosis diaria
promedio es 1500 mg y se indica junto con las comidas. La mayoría de los pacientes utilizan dos
a tres comprimidos de 500 mg por día, divididos en dos a tres tomas diarias, o dos comprimidos
de 850 mg de liberación prolongada (AP). Para evitar la intolerancia digestiva se aconseja
comenzar con medio comprimido de 500 mg durante tres a cinco días con la cena y, si es bien
tolerado, se va aumentando la dosis y se agrega la dosis del almuerzo hasta llegar a la dosis
promedio al cabo de dos a tres semanas. Luego, se ajusta la dosis en base a los valores de
glucemia y de HbA1C, teniendo en cuenta que las dosis submáximas pueden ser tan o más
eficaces que la dosis máxima, con menos efectos adversos.
La metformina se indica siempre con las comidas. Lo habitual es comenzar con 500 mg en
el almuerzo y 500 mg en la cena (dos tomas diarias) o bien con 850 mg AP con el almuerzo
o la cena. Se puede administrar la mitad de la dosis inicial para probar tolerancia durante
tres días y aumentarla lentamente. Si bien los efectos adversos gastrointestinales son
relativamente frecuentes, suelen ser pasajeros y no implican, necesariamente, que deba
discontinuarse la droga. Una gran ventaja de la metformina es que entre sus efectos
adversos no se cuenta la hipoglucemia.
Sulfonilureas (SU)
Las SU tienen una eficacia similar a la metformina para lograr el descenso de la GA (descenso de,
aproximadamente, 60 mg%) y todas las drogas que pertenecen a este grupo tienen una eficacia
similar. Existe un porcentaje relativamente elevado de pacientes (el 35%) que no responde
favorablemente a las SU (fallo primario a las SU). Luego de una respuesta inicial adecuada, la
acción terapéutica de las SU disminuye entre el 5% y el 10% de pacientes por año. Esto se conoce
como fallo secundario y puede depender del paciente (falta del cumplimiento del PA, AF, pobres
conocimientos sobre la enfermedad o situaciones intercurrentes), de la DBT (aumento de la
deficiencia insulínica y/o de la resistencia a su acción) o de la terapéutica (dosificación inadecuada,
desensibilización de la célula beta a la acción de la SU, disminución de la absorción de la SU
debido a hiperglucemia extrema o administración concomitante de drogas que aumentan la
glucemia).
Las SU son, junto con la metformina, los hipoglucemiantes orales más utilizados. Son muy
eficaces y siguen siendo drogas de primera elección en muchas situaciones (ver próximo
contenido), pero es importante recordar que pueden fallar desde el comienzo (fallo
primario) o luego de haber sido eficaces (fallo secundario).
Las SU deben tomarse 30 minutos antes de las comidas. Esto es muy importante por dos razones:
1) Al comer luego de la toma, el paciente evita el principal efecto adverso de las SU: la
hipoglucemia; y 2) La efectividad para lograr un adecuado descenso de la glucemia posprandial es
mayor. La duración del efecto hipoglucemiante de las SU alcanza las 24 horas, por lo que pueden
darse en una sola dosis diaria (siempre y cuando la dosis diaria requerida sea baja. Si se usa una
sola dosis diaria, esta puede indicarse antes del almuerzo (AA) o antes de la cena (AC); la decisión
queda a elección del paciente según cuál sea la comida más importante. Habitualmente, se
comienza con una dosis baja (dosis inicial), una vez por día, y se va aumentando cada una a cuatro
semanas, hasta que se alcanza la meta de glucemia deseada (ver contenido siguiente), o hasta
llegar a la dosis máxima de SU, dividida, en este caso, en dos a tres tomas diarias.
Las SU pueden administrarse una vez por día (si se utilizan dosis bajas) o en dos a tres tomas
diarias (si se utilizan dosis altas). Es muy importante recordarle al paciente que no debe
olvidarse de comer después de tomar la medicación porque, si no lo hace, puede sentirse mal
debido a la hipoglucemia. Esta representa, junto con la ganancia de peso, el principal efecto
adverso de las SU; sin embargo, en la práctica, las SU son muy bien toleradas y solo el 2% de
los pacientes abandona la medicación a causa de los efectos adversos.
El metabolismo de las SU es hepático, por lo que se debe ajustar la dosis cuando se altera la
función del hígado, o bien cambiarlas por insulina en las hepatopatías severas. La eliminación es
renal pero hay diferencias significativas entre las distintas SU, siendo de elección la glipizida y
gliclazida cuando hay deterioro del clearance de creatinina (anormal, pero mayor que 30 ml/minuto),
situación muy común en los pacientes ancianos. Cuando la insuficiencia renal está bien establecida
(clearance de creatinina menor que 30 ml/min), no se deberían utilizar SU y debe indicarse insulina.
Si bien la clorpropamida es una SU que cada vez se usa menos, se deberá tener mucha precaución
con esta droga debido a su larga vida media, su tendencia a la acumulación en pacientes con
compromiso de la función renal y en los ancianos, y su mayor riesgo de provocar hipoglucemia.
Las SU están contraindicadas en forma absoluta como único tratamiento en la DBT tipo 1 no
controlada o la DBT secundaria a insuficiencia pancreática con acidosis o coma. Tampoco pueden
utilizarse en cuadros de estrés, traumatismos severos, infecciones graves, cirugías mayores,
hiperalimentación enteral o parenteral o antecedentes de hipersensibilidad a sulfodrogas. No se
recomienda su uso en el embarazo ni en la lactancia (pese a que no existen estudios adecuados en
humanos y a que no haya evidencia de riesgo en los estudios hechos en animales). El uso de las
SU en las hepato y nefropatías y en los pacientes con pérdida de peso es una contraindicación
relativa.
Las SU interaccionan con muchos medicamentos: 1) Aumentan la acción de las SU y, por lo tanto,
tienden a la hipoglucemia: la ingesta aguda de alcohol, los antiinflamatorios no esteroideos, los
betabloqueantes, los anticoagulantes orales, el clotrimoxazol y otras sulfonamidas, el cloranfenicol,
el probenecid, el clofibrato, el bezafibrato, los antidepresivos tricíclicos y los antifúngicos; 2) Disminuyen
la acción de las SU y, por lo tanto, tienden a la hiperglucemia: la ingesta crónica de alcohol, las
tiazidas, la furosemida, el propranolol, los corticoides, los anticonceptivos orales, los estrógenos, los
simpaticomiméticos (drogas en gotas nasales, anfetaminas), hormonas tiroideas, bloqueantes
cálcicos, rifampicina, isoniazida, miconazol, ácido nicotínico, fenotiazinas, difenilhidantoína y
acetazolamida.
Insulina
La insulina es una hormona anabólica (forma nuevas estructuras) que, principalmente, estimula la
síntesis, a partir de la glucosa, de los siguientes compuestos: glucógeno (glucogenogénesis), lípidos
(lipogénesis) y proteínas. A su vez, inhibe la degradación (catabolismo) de estos tres compuestos y,
por consiguiente, la formación del producto catabólico final de todos ellos: los cuerpos cetónicos.
Un individuo normal secreta entre 20 y 40 U (unidades) de insulina por día (0.2-0.5 U/kg/día). La
mitad corresponde a la secreción basal y la otra mitad, a la secreción en respuesta a las
comidas.
Desde el punto de vista terapéutico, parecería que los efectos más importantes de la insulina en los
DBT tipo 2 están relacionados con el control de la hiperglucemia y la hipercolesterolemia, la
disminución de la insulinorresistencia y el mejoramiento de la función endotelial (la insulina tendría
una acción antiagregante plaquetaria, antiinflamatoria y vasodilatadora), lo que tendría un
importante efecto antiaterogénico y una correlación directa con la disminución de la morbimortalidad
cardiovascular.
Se debe iniciar la terapia insulínica en: 1) DBT tipo 1; 2) DBT tipo 2 en cualquier
momento del tratamiento cuando no se obtiene el control deseado; 3) DBT y embarazo
(DBT gestacional o embarazo en DBT conocida); 4) DBT pospancreatectomía o
secundaria; 5) DBT con pancreato, nefro o hepatopatías; 6) Situaciones de estrés en DBT
tipo 1 o en DBT tipo 2 (desnutrición, infecciones graves, traumatismos, cirugía,
alimentación enteral o parenteral, accidente cerebrovascular u otras enfermedades que
requieran internación) y 7) Luego de un infarto agudo de miocardio en un paciente DBT
conocido. La indicación más común para el médico de atención primaria es la segunda
opción, en general luego de que con una o dos drogas por vía oral no se llega a
alcanzar las metas o ante síntomas importantes de hiperglucemia o ante hemoglobina
glicosilada de más de 9.
Existen diferentes tipos de insulina. En la Argentina, las insulinas más usadas son la cristalina
(o rápida) de corta duración, la NPH (o intermedia) y las mezclas (bifásicas). Según su origen
se prefiere a la humana que es la de menor antigenicidad, aunque la insulina porcina y la
bovina son más económicas. La insulina se utiliza como monoterapia o en combinación con
fármacos orales. Se aplican por vía subcutánea (SC) y, en ocasiones, para los pacientes que
requieren internación y no logran el control glucémico mediante la vía SC se puede aplicar por vía
endovenosa.
Meseta a las 4 a 6
Glargina 2 horas horas (no tiene pico de 20 a 24 horas
acción)
Los tiempos de acción y duración mencionados son generales. Sin embargo, hay que tener en
cuenta que existe una amplia variabilidad interindividual en la cinética de acción de la insulina. El
pico de hipoglucemia puede variar hasta el 50% en diferentes pacientes; gran parte de estas
diferencias se deben a la absorción SC, sobre todo, con la insulina NPH. La mezcla de insulina
cristalina y NPH no altera las características de la primera; en cambio, si se mezcla cristalina con
lenta, se reduce la disponibilidad de la cristalina.
Los esquemas de aplicación posibles son: 1) una dosis, 2) múltiples dosis y/o intensivo (estos
últimos esquemas son de competencia del especialista o de médicos de atención primaria
especialmente entrenados para tal fin).
1) Esquema de una dosis: una dosis a la noche disminuye la glucotoxicidad y mejora la respuesta
al tratamiento oral al reducir la producción hepática de glucosa, la resistencia periférica y la
absorción de glucosa intestinal, disminuye la HBA1C 1gr% y la glucemia más de 40 mg%, produce
menor ganancia de peso e hipoglucemias que el tratamiento con insulina sola y reduce la dosis total
de insulina diaria administrada. Se utiliza un esquema bed time; es decir, se aplica una única dosis
diaria a la hora de irse a la cama. Las insulinas que se utilizan para este esquema son la NPH, la
glargina y la detemir (con menor tasa de hipoglucemias que la NPH). La dosis de inicio (DI)
promedio es de 10 a 12 UI, aunque en los ancianos y en aquellos pacientes con índice de masa
corporal inferior a 19 es menor (6 a 10 UI). La DI se puede calcular también a razón de 0.1 a 0.25 U/kg.
El ajuste de la dosis se realiza con 2 a 4 UI cada tres días, según el automonitoreo de glucemia que
el paciente realiza a la mañana siguiente midiendo la glucemia en ayunas (ver cuadro 3). El ajuste
se basa en un esquema sencillo que puede ser manejado por el médico de atención primaria y cuyo
objetivo es alcanzar el control matinal (es decir, una glucemia en ayunas de 70 a 130 mg/dl) y a
largo plazo (HBA1C menor que 7 gr%). Si el paciente tiene en el automonitoreo valores menores a
55 mg/dl o síntomas de hipoglucemia, se debe disminuir la dosis de insulina en 2 a 4 UI por día.
Los pacientes que reciben insulina y que son sometidos a una cirugía deben suspender la NPH el
día de la operación y se indican correcciones cada cuatro horas con insulina corriente sólo si los
valores de glucemia superan los 200 mg/dl (por ejemplo: 2 UI entre 200 y 250 mg/dl; 4 UI entre
250 y 300 mg/dl y 6 UI si es mayor a 300 mg/dl).
La hipoglucemia es un efecto adverso muy frecuente en los pacientes que utilizan insulina. Por
lo tanto, todos deben estar educados para reconocer los síntomas y comer rápidamente algo
(una manzana, unos caramelos o cualquier cosa dulce). La mejor forma de evitar la
hipoglucemia es comer bien después de aplicarse la dosis y no saltearse comidas.
Otros hipoglucemiantes
Existen otras drogas que están incluidas en todos los algoritmos actuales para el manejo de la
DBT pero su eficacia para reducir la glucemia es menor, la mayoría de ellas son costosas,
varias son de aplicación subcutánea y la evidencia acerca de su seguridad a largo plazo es
limitada. Las describimos muy brevemente a continuación para que el lector las conozca.
b) Inhibidores de la dipeptidil peptidasa 4 (DPP4): inhiben a la DPP4, enzima que inactiva a las
hormonas incretinas que, liberadas por el intestino, participan de un sistema endógeno que regula la
homeostasis de la glucosa. Aumentan la liberación de insulina y reducen los niveles de glucagon
con un comportamiento glucosa dependiente. Son: sitagliptina (dosis: 100 mg por día),
vildagliptina (50-100 mg por día), saxagliptina (2.5-5 mg por día) y linagliptina (5 mg por día).
Todas se indican una sola vez al día, independientemente de las comidas. Eficacia: disminuyen
HbA1C de 0.6 a 0.8%. Si se usan en combinación con insulina y/o secretagogos de insulina (por
ejemplo, sulfonilureas) puede ser necesario disminuir las dosis de los últimos. Efectos adversos:
angioedema, urticaria, alteración de la función inmune con aumento de las infecciones respiratorias
(sitagliptina). Existen algunos reportes de pancreatitis aguda. No afectan el peso corporal. No
producen hipoglucemia. Si bien algunas guías de tratamiento las sugieren como drogas de primera
línea en el manejo de la DBT, no recomendamos utilizarlas como primera opción debido a la
modesta eficacia que mostraron en la reducción de la glucemia, su alto costo, la experiencia clínica
limitada y la falta de seguridad a largo plazo.
c) Agonistas de los receptores del GLP-1 (tipo glucagon): exenatide y liraglutide, son análogos
de acción prolongada del péptido similar al glucagon, glucagon like peptide 1 (GLP-1). El GLP-1 es
una hormona incretina secretada por las células del íleon y el yeyuno en respuesta a la comida que
amplifica la secreción de insulina e inhibe la secreción inapropiada de glucagon, enlentece el
vaciado gástrico, incrementa la sensación de saciedad y aumenta la sensibilidad a la insulina en los
tejidos periféricos y la masa de las células beta del páncreas, mejorando su funcionalidad. Se
utilizan por vía subcutánea. El exenatide circula en sangre más tiempo que su equivalente en el
organismo. Se indican dos aplicaciones diarias de 10 mg. Su vida media es de cuatro horas. La
liraglutida se indica en una aplicación diaria de 1.2 a 1.8 mg, su vida media es de once horas.
Eficacia: disminuyen 0.7 a 1.2 g% la HBA1C y 2 a 3 kg el peso corporal en seis meses. También
reducen la presión arterial y los lípidos. Hay poca información sobre su uso a largo plazo. Efectos
adversos: gastrointestinales (náuseas y vómitos que disminuyen con el tiempo), hipoglucemia
menor (especialmente cuando se asocian con SU), reacciones en el sitio de inyección (prurito,
nódulos, eritema) y cefalea. Se reportaron casos de pancreatitis aguda y de falla renal y estudios
con ratas mostraron una relación con el carcinoma medular de tiroides. Constituyen una opción de
tercera línea, cuando, en pacientes con índice de masa corporal mayor de 30, no se alcanza un
buen control con plan alimentario, actividad física y medicamentos orales (metformina y/o SU).
Existiendo otras drogas que han demostrado ser seguras y efectivas para el
tratamiento, creemos que por el momento no existe demasiado espacio para el uso
de las glitazonas y recomendamos utilizar las terapias pilares (metformina,
sulfonilureas, insulina) para alcanzar los objetivos glucémicos y reservar este grupo
de drogas exclusivamente para pacientes muy seleccionados.
g) Pramlintide: es un agonista de la amilina sintetizada por células beta pancreáticas. Se usa por
vía subcutánea. Eficacia: reduce 0.5 a 1 g% la HBA1C y alrededor de 1.5 kg el peso en seis meses
de uso. Efectos adversos: gastrointestinales (disminuyen con el transcurso del tiempo),
hipoglucemia (sobre todo si se lo asocia con SU), cefalea, mareos, tos irritativa y reacciones en el
sitio de inyección.
El médico de familia puede hacerse cargo del manejo de los DBT tipo 2. Los DBT tipo 1
deberían ser seguidos en forma conjunta con el especialista (endocrinólogo o diabetólogo).
La tarea de tratar y seguir a un paciente DBT durante largos años no es sencilla. Como hemos visto,
es preciso integrar varias herramientas terapéuticas que deberán manejarse en forma conjunta y
aplicarse en un paciente que, por lo general, no se considera enfermo y que, por lo tanto, tendrá
una resistencia natural a tratarse. Sin embargo, si bien manejar y seguir pacientes DBT representa
un importante desafío para el médico general, se trata de una tarea muy gratificante que exige un
vínculo muy particular con el paciente. Afortunadamente, existe un recurso invalorable con el que
contamos y que debemos saber utilizar correctamente: el tiempo.
El manejo del paciente DBT es artesanal. Contamos con varias herramientas terapéuticas que
debemos utilizar y con un paciente, por lo general asintomático (que, por consiguiente, se
considera sano), que deberá ir adaptándose lentamente a las indicaciones del médico: cambios
en el estilo de vida, uso de medicación, controles, etc. Hay que tener en cuenta que el objetivo
del tratamiento de la DBT es disminuir su morbimortalidad a largo plazo y que, por lo tanto, el
manejo adecuado de los tiempos es fundamental. La idea que queremos desarrollar es que no
se puede hacer todo a la vez, que el médico tiene que darse tiempo y darle tiempo al paciente
para que pueda ir aprendiendo lo que hay que hacer e incorporando la información de manera
de llegar a la mayor autonomía posible en el manejo de su enfermedad.
Ahora bien, para sistematizar este contenido lo hemos estructurado en los siguientes ítems: a) Evaluación y
manejo inicial ante el diagnóstico de DBT o ante la atención de un nuevo paciente DBT; b) Manejo integral
y metas del tratamiento; c) Manejo específico del tratamiento hipoglucemiante; y d) Seguimiento.
Recordamos que si bien gran parte de las conductas mencionadas a continuación son similares para el
manejo de la DBT tipo 1 y tipo 2, de aquí en adelante damos por sentado que nos estamos refiriendo solo a
pacientes con DBT tipo 2.
Los puntos importantes que evaluar mediante el interrogatorio son: si realiza o no AF, el tipo de AF
que realiza y la predisposición tiene para hacerla; conocer cómo es su alimentación; qué conoce el
paciente sobre la DBT; si consume tabaco o no; si tiene síntomas probablemente relacionados con
la enfermedad (enfermedad coronaria, enfermedad cerebrovascular, disfunción eréctil, síntomas de
hiperglucemia) y los antecedentes y resultados de otros tratamientos (para la DBT, para la
obesidad, etc.). Los puntos importantes que evaluar mediante el examen físico son: toma de la TA;
registro del peso y del índice de masa corporal; rastreo de NPTDBT (examen físico de los pies,
prueba del diapasón, monofilamento) y rastreo de RNPDBT (solicitar un fondo de ojo realizado por
un oftalmólogo). Los puntos importantes que evaluar mediante estudios complementarios son:
análisis de sangre solicitando glucemia en ayunas (GA), hemoglobina glicosilada (HbA1C), LDL,
HDL, TG y creatininemia (es importante conocer la función renal ya que determina el tipo de
medicación hipoglucemiante podrá utilizarse eventualmente); análisis de orina para buscar
glucosuria y proteinuria y, si no hay proteinuria, solicitar dosaje de microalbuminuria (rastreo de
NFPDBT); y ECG (es importante tener un ECG basal de todo paciente DBT ya que el riesgo de
enfermedad coronaria en ellos es elevado y su hallazgo modifica la conducta terapéutica).
En el manejo inicial del paciente DBT deberá hacerse hincapié en la herramienta terapéutica
más importante en la DBT: la educación. Si el paciente no comprende por qué debe tratarse y
controlarse y cómo debe hacerlo, no habrá forma de garantizar un tratamiento adecuado.
Una vez que se le ha explicado al paciente (y a su familia) qué es la DBT y por qué es tan
importante tratarla, la siguiente información educativa que debe recibir el paciente está relacionada
con la importancia fundamental de la AF y del PA en el manejo de la enfermedad. Obviamente, las
indicaciones deberán ser individualizadas pero, en términos generales, todo paciente debería
comprender y aceptar, luego de las primeras consultas, la importancia de la AF y el PA, e
incorporarlos a su vida cotidiana. Lo ideal es que el paciente camine, trote, ande en bicicleta, haga
remo, natación o cualquier otro deporte, por lo menos tres a cuatro veces por semana, durante 30 a
60 minutos, y que realice cuatro comidas en las que deberá ingerir poca cantidad de alimentos
(COLAMI). Ambas indicaciones deben escribirse como si se extendiera una receta.
El manejo inicial de un DBT se basa en comenzar a trabajar sobre los “tres pilares” del
tratamiento: educación, AF y PA. En la práctica, la adherencia a la AF es uno de los
mejores indicadores pronósticos de la enfermedad.
La evaluación inicial y el manejo inicial forman parte de un proceso que debe comenzar en las
primeras consultas; sin prisa, pero sin pausa. La idea es que luego de tres o cuatro consultas, el
médico tenga una idea del riesgo cardiovascular global del paciente y de la capacidad de respuesta
a sus indicaciones generales. No es lo mismo cómo deberá encararse el tratamiento de un DBT con
múltiples factores de riesgo cardiovascular que otro cuyo único dato positivo es la hiperglucemia.
Tampoco es igual el abordaje de un DBT que rápidamente se adhiere a la indicación de realizar AF
y al PA que otro que vuelve luego de un año de la primera consulta. En los pacientes excedidos de
peso (que son la mayoría de los DBT tipo 2), el descenso de peso es un parámetro objetivo muy útil
para verificar la adherencia al tratamiento. También en esta etapa es importante que el médico
tenga en cuenta y comience a utilizar los recursos con los que cuenta para ayudar en el manejo:
personal de enfermería, asistente social, grupos de autoayuda, material gráfico, etc.
Por supuesto, sin un orden pautado, pero es imprescindible trabajar con metas; no importa si no se
cumplen, lo que importa es que tanto el médico como el paciente sepan que el tratamiento tiene un
objetivo y que existe un concepto de “control”.
Las metas del tratamiento de la DBT son las siguientes: a) Que el paciente realice AF; b) Que
siga un PA adecuado; c) Que conozca la enfermedad y sepa cómo controlarla (educación);
d) Que tenga valores promedio de TA menores que 140/90 mmHg; e) Que reciba estatinas
si tiene más de 40 años y otro factor de riesgo cardiovascular además de la DBT; f) Que no
fume; g) Que tenga un peso adecuado, es decir, un índice de masa corporal o (BMI) menor
que 24 en las mujeres y que 25 en los varones; h) Que reciba 75 a 162 mg diarios de AAS
si tiene enfermedad cardiovascular establecida o tiene un riesgo cardiovascular a 10 años
superior a 10%; i) Que reciba un IECA o BRAII si tiene microalbuminuria o proteinuria; j) Que
reciba un adecuado tratamiento oftalmológico si presenta RNPDBT; k) Que se le provea
una educación y cuidado especial si presenta NPTDBT; l) Que tenga los siguientes valores
relacionados con el control de la hiperglucemia: GA entre 80 y 110 mg/dl (se considera
que el control es inadecuado si la GA es mayor que 150 mg/dl); glucemia posprandial
(medida una o dos horas después del inicio de la comida) menor de 180 mg/dl;
hemoglobina glicosilada (HbA1C) menor que 7 g% (el valor normal es menor que 6 g% y se
considera que el control es inadecuado si la HbA1C es mayor que 8 g%). Las metas
relacionadas con el control de la glucemia deberían ser más laxas en los ancianos y en
aquellos con enfermedad cerebrovascular, ya que estos pacientes tienen mayor riesgo de
hipoglucemia y de presentar efectos adversos con la medicación hipoglucemiante; ll) Que
reciba vacunación antigripal (anual) y antineumocóccica.
Como puede observarse, las metas son extensas, pero no imposibles de cumplir. Es importante
destacar que no necesariamente podrán cumplirse todas; sin embargo, consideramos importante
enunciarlas de esta forma para que el lector reconozca que cada una de ellas tiene un valor en sí
misma. En otras palabras, el manejo integral de la DBT no puede limitarse al control de la
hiperglucemia sino que debe abarcar todos los factores que determinan un aumento de la
morbimortalidad cardiovascular. La imagen que queremos transmitir es la de un trabajo “en
abanico”, es decir que el médico deberá ir tomando decisiones simultáneas en relación con
múltiples variables, como el control del peso, la TA, los lípidos, el tabaquismo, la hiperglucemia, etc.
A veces, decidirá ocuparse más de una o de otra, pero siempre con una meta: llegar al máximo
control posible de la enfermedad en un proceso planeado en conjunto con el paciente, quien
comprende y participa activamente en su cuidado. Por ejemplo, ante un paciente DBT que fuma y
es hipertenso, la estrategia inicial elegida por el médico podría ser dedicarse en primera instancia a
ayudarlo a dejar de fumar y a controlar la HTA, y podría perfectamente dejar el control de la
hiperglucemia para más adelante. Debemos convencernos de que este médico, de esta forma, está
“tratando” la DBT y que si logra la abstinencia tabáquica y el control de la HTA habrá ayudado
mucho más al paciente a disminuir la morbimortalidad de la enfermedad que si se hubiera dedicado
solo al control estricto de la glucemia (entendiendo por “estricto” a llevar la glucemia a lo normal). En
la práctica, sin embargo, para la mayoría de los médicos este tipo de abordaje es contracultural.
También es importante detectar si hay depresión asociada o negación de la enfermedad que
puedan dificultar el autocuidado. Hacerle ver al paciente problemas de este tipo a veces es más útil
que indicarle múltiples y diferentes remedios.
Sin embargo, solamente el 10% de los pacientes logra glucemias aceptables (meta) a largo plazo
manejándose en forma exclusiva con el TNFH, por eso la tendencia actual es iniciar tratamiento
farmacológico en el momento del diagnóstico. No hay reglas fijas. Lo importante es no dejar de lado
el concepto de que más allá del uso de drogas, e incluso del cumplimiento de las metas de glucemia
con ellas, la AF y el PA son fundamentales para el pronóstico de la enfermedad.
Se recomienda la monoterapia inicial por vía oral en aquellos pacientes que no tienen
indicación para la utilización de insulina. Como se ha mencionado, en ausencia de
contraindicaciones específicas, la droga de primera elección para el tratamiento de la DBT tipo 2
es la metformina debido a que se ha demostrado su eficacia p ara controlar la hiperglucemia, no
produce aumento de peso ni hipoglucemias, es bien tolerada, es económica y tiene beneficio
sobre los eventos cardiovasculares a largo plazo. En los pacientes con contraindicaciones para
el uso de metformina, una SU de acción corta, como la glipizida, sería la primera elección. La
insulina es una opción de primera línea en aquellos pacientes que presentan DBT sintomática o
mal controlada o pacientes en los que es difícil distinguir entre DBT tipo 1 y tipo 2.
Por lo general, se recomienda comenzar con el tratamiento combinado si luego de tres meses de
monoterapia más TNFH no se logra llegar a las metas (o, al menos, acercarse).
En los últimos años, existe una tendencia a asociar una segunda droga antes de llegar a
las dosis máximas de la primera. La probabilidad de control adecuado con monoterapia
es aproximadamente la mitad que con la asociación de drogas y disminuye con el tiempo
de duración de la DBT, con la obesidad y con la inadecuada adherencia del paciente al
tratamiento. La mayor eficacia terapéutica se logra con las dosis medias, mientras que las
dosis máximas solo agregan un leve beneficio a cuenta de mayores efectos adversos.
Existen muchas opciones para combinar los tratamientos con agentes orales. Sin
embargo, consideramos que las más importantes para que maneje correctamente el
médico de atención primaria son las SU, la metformina y la insulina bed time.
Si luego de tres meses de tratamiento combinado con dos hipoglucemiantes orales no se logra
llegar a las metas, se recomienda agregar insulina bed time (tercer paso). El principal objetivo de la
terapia insulínica es corregir la hiperglucemia de ayuno, lo que favorece la respuesta a los
hipoglucemiantes orales. La dosis nocturna de insulina en el tratamiento asociado a otros
hipoglucemiantes orales es de 0.1 a 0.25 UI/kg de peso ideal. En los DBT tipo 2 el tratamiento con
insulina no es superior al tratamiento por vía oral, pero en los pacientes con muy mal control es
capaz de mejorarlo rápidamente porque contrarresta la glucotoxicidad. La insulina revierte el efecto
de la glucemia muy elevada sobre los tejidos periféricos (revierte la glucogenolisis, aumenta la
absorción intestinal de glucosa y disminuye la insulinorresistencia tisular periférica).
Creemos importante que los médicos de familia estemos familiarizados con el uso de l a insulina
y su prescripción (al menos con la insulina bed time), ya que es una droga muy segura, de
bajo costo y con buena efectividad demostrada para alcanzar las metas de tratamiento. Por
muchos años se relegó a la insulina a un último escalón en el tratamiento de los pacientes con
DBT tipo 2 por el aumento de peso que produce y porque se aplica por vía subcutánea, sin
embargo, con los nuevos dispositivos disponibles para su aplicación, esta última dificultad casi no
existe. Si se logra el acuerdo con el paciente y la familia, explicando pros y contras del
tratamiento, la insulina en general bien es bien aceptada por la mayoría de los pacientes. Evitar
la insulina, el más potente de todos los medicamentos hipoglucemiantes, a expensas de control
de la glucemia más pobre y mayores efectos adversos y costos, no parece ser una estrategia
que beneficie al paciente a largo plazo.
El seguimiento del tratamiento hipoglucemiante una vez logradas las metas es artesanal.
Por lo general, consiste en una combinación de controles pedidos por el médico y en el
automonitoreo. En cuanto a los primeros, se recomienda solicitar una GA cada dos a
cuatro semanas desde el comienzo del tratamiento hasta llegar a la meta y, en el paciente,
estable dosar la GA cada tres meses y la HbA1C cada seis meses, sobre todo cuando este
dato modificará la conducta.
El automonitoreo (AM) es una herramienta muy útil que permite el control del tratamiento
hipoglucemiante por parte del paciente. Proporciona un registro longitudinal del perfil glucémico,
permite tomar decisiones terapéuticas día a día basadas en datos inmediatos, mejora el control de
los pacientes tratados con insulina o medicación oral, y ayuda en el diagnóstico y el tratamiento de
las urgencias y en el diagnóstico y control de las hipoglucemias (incluso asintomáticas). Además, es
una herramienta educativa y de aprendizaje que permite aumentar la comprensión de la DBT por
parte de los pacientes y sus familias.
Los pacientes tratados con TNFH o con metformina (u otras drogas que no causan
hipoglucemia) no requieren pincharse el dedo y pueden usar el AM solo con tirillas de
glucosuria (si hay glucosuria, esto indica que la glucemia está elevada), mientras que aquellos
que reciben tratamiento farmacológico con drogas que causan hipoglucemia (básicamente SU
e insulina) deberían controlarse con pinchazos en el dedo ya que, además de la hiperglucemia,
hay que buscar la presencia de hipoglucemias asintomáticas.
En los pacientes que utilizan insulina es útil realizar un test a la mañana siguiente para ajustar la
dosis de NPH. En los pacientes con esquemas de insulina en dosis múltiples, el AM posprandial
(dos horas después de las comidas más importantes) sirve para ajustar la dosis de insulina antes
de comer. Si se observa que estos niveles son más elevados que la meta pactada, debe
aumentarse la cantidad de insulina rápida administrada en la corrección. Si los ajustes son muy
frecuentes se puede ajustar la dosis de insulina basal. El AM a la hora de acostarse permite
predecir la posibilidad de una hipoglucemia nocturna. Algunos pacientes pueden presentar
hipoglucemias que pasan inadvertidas, por lo que se sugiere realizar un control entre las 2 y las 4
de la mañana para determinar la presencia de hipoglucemia nocturna (efecto Somogy). Este
fenómeno se trata con la disminución de la insulina precena o bed time. Si, por el contrario, existe
normoglucemia o leve hiperglucemia entre las 2 y las 3 de la mañana e hiperglucemia de ayuno se
trata del fenómeno de Dawn o del amanecer, y es debido a las hormonas de contrarregulacion
(cortisol, hormona de crecimiento y adrenalina). En estos casos debe aumentarse la dosis nocturna
de NPH.
En el cuadro 4 se muestra el ejemplo de un AM. Un solo control por día, en diferentes momentos y
días, da una idea del control glucémico. Resulta particularmente útil en pacientes inestables o para
optimizar el tratamiento.
AD: antes del desayuno; DD: después del desayuno; AA: antes del almuerzo; DA: después del almuerzo; AM: antes de la
merienda; DM: después de la merienda; AC: antes de la cena; DC: después de la cena.
Todo paciente DBT tipo 2 que presenta síntomas de hiperglucemia (poliuria, polidipsia) pese a
recibir dosis máximas de hipoglucemiantes y tiene GA mayor que 270 mg% acompañada de
cetonemia, cetonuria o pérdida de peso requiere la instauración de un tratamiento con insulina (la
dosis que se utiliza en este caso es de 0.6 a 1 UI/kg/día). Estas características clínicas hacen
diagnóstico de fallo de la célula beta. Una vez que el paciente se estabiliza (generalmente, luego de
seis a ocho semanas de buen control), puede indicarse el cambio a medicación oral o reevaluarse la
necesidad de continuar con insulina. El uso de insulina permite un control más estricto de la
glucemia y revierte el círculo de glucotoxicidad (mayor glucemia, mayor resistencia periférica, menor
sensibilidad de las células beta pancreáticas, menor secreción de insulina, menor acción de las SU,
mayor glucemia). La insulina también debe usarse ante todo paciente inestable clínicamente
(deshidratación, hipovolemia), ante la presencia de cetonuria (esta medición debe solicitarse
siempre que se sospechen síntomas de cetosis –náuseas, vómitos, dolor abdominal), ante toda
enfermedad aguda o estrés, luego de un infarto agudo de miocardio en DBT conocidos, durante el
embarazo y, menos frecuentemente, en pacientes con pancreato o hepatopatías o con insuficiencia
renal con clearance de creatinina menor de 30 ml/minuto.
Comentario acerca de los pacientes DBT que han sufrido un infarto agudo de miocardio
La infusión de insulina-glucosa en pacientes DBT dentro de las 24 horas de haber sufrido un infarto
agudo de miocardio, seguida de por lo menos tres meses de régimen intensivo de insulina redujo la
mortalidad a largo plazo. Por lo tanto, sugerimos la consulta con el especialista en estos pacientes
para decidir su insulinización.
Ya hemos aclarado que el manejo de los DBT tipo 1 debería estar en manos del especialista (por lo
menos, en lo que atañe al uso de la insulina y al control de la glucemia); sin embargo, es importante
resumir algunos puntos con el objeto de que el médico de atención primaria conozca ciertos
aspectos del tratamiento actual de estos pacientes. Los objetivos del tratamiento de la DBT tipo 1
son: 1) Eliminar el estado catabólico que puede conducir a la cetoacidosis, el coma y la muerte;
2) Eliminar la cetonuria; y 3) Lograr la normoglucemia pre y posprandial y la normalización de la
HbA1C. Estos objetivos exigen el uso de insulina como único tratamiento hipoglucemiante. Los dos
primeros pueden lograrse con la terapia insulínica convencional mientras que el tercero solo se
logra con la terapia insulínica intensificada. Debido a que esta última se asocia con una menor
incidencia de complicaciones, se la debería ofrecer a todos los DBT tipo 1 que puedan y quieran
cumplir las indicaciones. El paciente DBT tipo 1 y su familia deben aprender a: 1) Administrar
insulina; 2) Monitorizar glucosa en sangre y orina; 3) Medir cetonas en orina; 4) Seleccionar
comidas y estimar cantidades; 5) Prevenir y tratar las hipoglucemias; y 6) Ajustar la insulina y las
ingestas de alimentos a cambios en el patrón de ejercicios y dieta usual.
Este concepto es, probablemente, el más importante en el manejo moderno de la DBT y tiene
muchas implicancias en la práctica. Determina que muchas tareas que hasta hace un tiempo no se
consideraban relacionadas con el manejo específico de la DBT (cese del tabaquismo, uso de
aspirina en pacientes con FRC y control de la HTA y la dislipemia), cobran mayor relevancia que el
control de la hiperglucemia (tarea considerada, clásicamente, como específica del manejo de la
DBT). Esto no significa que este último punto no sea relevante, pero es importante que el médico
comprenda que, hoy en día, no se puede decir que un paciente DBT que fuma, o es dislipémico o
hipertenso esté “controlado” solo porque tiene glucemias en rangos normales. Otro punto por
considerar es que el control estricto de la hiperglucemia en pacientes que no logran bajar de peso,
que no hacen AF y no cumplen el PA suele requerir el uso de dos o tres drogas hipoglucemiantes,
lo que implica un elevado costo para el paciente y para el sistema de salud y una mayor exposición
a los efectos adversos de la medicación (hipoglucemias y ganancia de peso).
Una vez que el paciente DBT ha comenzado el tratamiento y está cumpliendo las metas
negociadas con él y su familia, el seguimiento debería pautarse para que sea regular y
periódico (por ejemplo, cada tres a seis meses). En cada encuentro con el paciente, el médico
de familia debe aprovechar para afianzar la educación diabetológica, evaluar cómo está
realizando la AF y el PA, controlar el peso y la TA, ofrecerle alternativas para dejar el tabaco si
fuma, indicar IECA o BRAII si tiene microalbuminuria e indicar AAS si tiene un riesgo
cardiovascular a 10 años mayor al 10%. Obviamente, los aspectos por controlar van a depender
de los hallazgos detectados en la evaluación inicial de cada paciente, así como de los distintos
tratamientos instaurados. En cuanto a los lípidos, cada vez hay mayor evidencia para indicar
tratamiento hipolipemiante, independientemente de los niveles iniciales, en los mayores de 40
años con otro factor de riesgo cardiovascular. En cuanto al seguimiento de la TA, hay DBT
normotensos que requieren solo controles periódicos, mientras que los que tienen valores por
encima de la meta deben recibir medicación y controlarse periódicamente (ver “Hipertensión
arterial”). En cuanto al control y seguimiento de la hiperglucemia y de su tratamiento, ya hemos
explicado antes cuáles son las pautas que seguir. Anualmente, en todos los DBT se recomienda
realizar rastreo de NFPDBT (dosaje de microalbuminuria/proteinuria y de creatininemia),
NPTDBT (examen físico, diapasón y monofilamento si se cuenta con uno) y RNPDBT (fondo de
ojo realizado por el oftalmólogo).
La mayoría de los DBT tipo 2 pueden ser manejados por el médico de familia. Sin embargo, el
seguimiento de algunos pacientes es complejo y muchas veces el médico general se ve excedido
por las tareas. Lo ideal es contar con ayuda de un equipo multidisciplinario (grupos de educación,
enfermeras especializadas, endocrinólogos, nutricionistas, etc.), pero esto no siempre es posible. El
médico de familia debería consultar con el especialista u otro colega siempre que tenga dudas en el
manejo de un paciente. Por otra parte, existen situaciones particulares, como la presencia de
enfermedades intercurrentes o comórbidas que dificultan el manejo o la cetoacidosis DBT, las
hipoglucemias recurrentes y el coma hiperosmolar, que exigen la consulta especializada en forma
perentoria.
Ser diabético es difícil, ya que el tratamiento no consiste en tomar una pastilla y nada más.
Atender pacientes DBT también es difícil porque el médico debe controlar múltiples variables
en relación con la enfermedad. Esta tarea es especialmente compleja para el médico de familia,
quien debe ocuparse, además de la DBT, de todos los aspectos que hacen a la salud del
paciente. Por lo tanto, el manejo debe ser flexible y artesanal. Toda decisión es válida si integra
los conocimientos científicos con el contexto en el que se mueve cada paciente.
Una estrategia muy útil para el manejo y el seguimiento de los pacientes DBT es incorporarlos a
grupos de educación diabetológica. En estos grupos, los pacientes pueden compartir experiencias
con otros pacientes, lo que les permite encontrar apoyo en sus pares, aprenden a comer y
reconocen la utilidad de la actividad física (puede demostrarse en grupo cómo baja la glucemia
después de realizar AF). Además, se les enseña el PA de una forma divertida, utilizando juegos y
medios visuales.
Los grupos de educación diabetológica representan una estrategia muy útil para el manejo
inicial y, sobre todo, para el seguimiento de los pacientes DBT. Hay estudios que
demuestran su utilidad para disminuir la morbilidad de la enfermedad.
La prevalencia de DBT es notoria en todo el mundo, y se estima que se duplicará en los próximos
25 años y que afectará a 300 millones de personas en 2025. Si bien existe amplia evidencia acerca
de los factores genéticos que influyen en el desarrollo de la enfermedad, el aumento de su
prevalencia indica que existen factores ambientales de gran importancia que favorecen su
desarrollo. Sin duda, el sedentarismo y la obesidad son los más importantes.
La mayoría de los pacientes se beneficiará en el futuro con el diagnóstico precoz de la DBT dado
que, librada a su evolución natural, esta enfermedad es progresiva y conduce a grandes
complicaciones a largo plazo. Por otro lado, se ha demostrado que el control de la HTA, la
dislipemia y la hiperglucemia disminuye la incidencia y la progresión de las complicaciones.
En cuanto a las drogas, la metformina demostró ser efectiva en prevenir el desarrollo de DBT tipo 2
en pacientes con intolerancia a la glucosa, aunque es menos efectiva que el PA y la AF. La dosis
recomendada es de 850 mg, dos veces al día.
La acarbosa también sería efectiva para prevenir DBT tipo 2 y revertir la intolerancia a tolerancia
normal a la glucosa. En un estudio demostró reducir en 25% (comparado contra placebo) la
progresión a DBT cuando se la administraba en dosis de 300mg, tres veces al día. Sin
embargo, la tasa de abandono secundaria a los efectos adversos gastrointestinales fue muy alta.
Algunos estudios previos no diseñados con este objetivo sugirieron que el ramipril, un inhibidor
de la enzima convertidora de angiotensina, era capaz de reducir la incidencia de DBT. Un
beneficio similar se observó con losartan (un bloqueante del receptor de angiotensina II) en
hipertensos, y con enalapril en pacientes con insuficiencia cardíaca. Pero estos hallazgos tienen
que ser confirmados por otros estudios.
La intervención más efectiva para prevenir la DBT tipo 2 es aquella orientada a que el
paciente modifique los hábitos de vida necesarios que garanticen al menos una reducción
del 7% del peso corporal y una AF moderada de 150 minutos semanales. En los pacientes
con alto riesgo de DBT, ya sea por antecedentes familiares, GA alterada o intolerantes, u
obesos, resulta fundamental: 1) Educar acerca del impacto de las diferentes
intervenciones para la prevención de la DBT; 2) Adaptar la recomendación de AF al
paciente individual y que sea sustentable a lo largo del tiempo; 3) Organizar un PA
balanceado rico en fibras, vegetales, frutas y pescado, y pobre en azúcares simples y
grasas; 4) Considerar drogas solo en pacientes muy motivados que, a pesar de un
adecuado PA y AF, tienen glucemia en ayunas alterada o intolerancia a la glucosa.
ALGORITMO FINAL
Solicitar GA (con ocho horas de ayuno) en: a) pacientes con síntomas de hiperglucemia y b) en los siguientes
2
pacientes asintomáticos: mayores de 45 años; con IMC igual o mayor de 25 kg/m ; hipertensos; madres de
recién nacidos con más de 4.100 g; con condiciones metabólicas frecuentemente asociadas a la DBT
(dislipemias –HDL menor de 35 mg/dl o hipertrigliceridemia mayor de 250 mg/dl-, hiperuricemia, etc.); con
infecciones recurrentes del tracto urogenital o de la piel; con antecedentes de GA alterada (100 a 126 mg%)
o PTOG alterada (140 a 200 mg% a las dos horas); con presencia inexplicada de enfermedad coronaria,
retinopatía, neuropatía o vasculopatía periférica; con síndrome de ovario poliquístico u otros cuadros de
insulinorresistencia; con antecedentes familiares de DBT en familiar de primer grado.
Si la GA es menor de 100 mg/dl el paciente no tiene DBT. Si la GA está entre 100 y 126 mg/dl, el paciente
tiene GA alterada. Si la GA es mayor de 126 mg/dl en dos oportunidades (dos valores), se hace diagnóstico
de DBT. Si el paciente es menor de 35-40 años, tiene síntomas de hiperglucemia, tendencia a la cetosis y
anticuerpos positivos, se trata de DBT tipo 1, mientras que de lo contrario es una DBT tipo 2. Hay tres
maneras más de diagnosticar DBT en personas no embarazadas: a) Glucemias mayores o iguales a 200
mg/dl luego de por lo menos 2 PTOG 75 g a las 2 horas. b) Presencia de síntomas clínicos como poliuria,
polidipsia y pérdida inexplicada de peso, acompañados de una glucemia mayor o igual a 200 mg/dl (en este
caso, no se requiere que la glucemia sea de ayunas) y c) HbA1C mayor o igual a 6.5%.
Evaluación inicial. Interrogatorio: AF, alimentación, conocimientos acerca de la DBT, tabaco, síntomas
(ECV, DE, hiperglucemia), patrón de HbA1C, antecedentes de otros tratamientos, presencia de complicaciones
(los tres últimos si el diagnóstico de DBT fue realizado con anterioridad); examen físico: TA, IMC, examen
cardiovascular, presencia de soplos, examen de los pies, gastroparesia1, diapasón, monofilamento2 y fondo de
ojos por oftalmólogo. Estudios complementarios: GA, HbA1C, LDL, CT HDL, TG, creatinina, orina,
microalbuminuria (si orina normal) y ECG.
Metas del tratamiento de la DBT tipo 2: AF; PA; educación; TA menor a 140/90 mmHg; dislipemia controlada; no
fumar; IMC menor a 24 en las mujeres y a 25 en los varones; GA entre 70 a 130 mg/dl, glucemia postprandial
menor a 180 mg/dl, HbA1C menor a 7 g/dl3. Además: indicar: 75 a 162 mg diarios de AAS si el paciente tiene ECV
establecida o tiene un riesgo cardiovascular a 10 años superior a 10% (esto incluye a la mayoría de los hombres y
mujeres DBT mayores de 50 años con al menos un factor de riesgo cardiovascular adicional: antecedentes
familiares de ECV precoz, HTA, albuminuria, dislipemia, tabaquismo) y estatinas si tiene más de 40 años y otro
factor de riesgo cardiovascular independientemente de los valores lipídicos. Indicar enalapril (y/o BRAII) si hay
microalbuminuria y/o proteinuria y/o HTA. Tratamiento oftalmológico si hay retinopatía; educación y cuidado
especial si hay neuropatía. Vacunación antigripal anual y antineumocóccica.
Manejo específico del tratamiento hipoglucemiante en pacientes estables con DBT tipo 2: 1) Siempre indicar
TNFH y considerar el inicio simultáneo de metformina; 2) Si a los tres meses el paciente no logró el control y aún no
comenzó tratamiento farmacológico, iniciar monoterapia con metformina, sobre todo si el IMC es mayor o igual a 24
o 25 (DI: 500 mg CA y 500 mg CC). Si la respuesta es parcial o existe intolerancia se puede indicar una SU:
glibenclamida si la FR es normal (DI: 5 mg 30 minutos AA) y glipicida, glicazida o glimepirida si la FR es anormal o
insulina en cualquier caso (mandatario si el paciente tiene GA mayor a 270 mg/dl sostenida a pesar de usar 2 drogas
y/o cetonuria); 3) Control cada dos a cuatro semanas con GA o AM y ajustar hasta llegar a la meta: subir metformina
hasta 1700/2500 mg por día repartida en dos o tres tomas CA y CC o SU hasta 10 a 15 mg de glibenclamida en dos
o tres tomas AD, AA, AC; 4) Si no se cumple la meta: terapia combinada con metformina y SU o agregar insulina
bed time, es decir, a la hora de acostarse (0.1 a 0.25 UI/kg de peso ideal).
Seguimiento de la DBT tipo 2: cada tres a seis meses, evaluar síntomas de hipoglucemia, otros síntomas y cada
una de las metas en todas las consultas. Una vez alcanzada la meta de glucemia, solicitar GA cada tres meses y
HbA1C cada seis meses, AM cuando corresponda (especialmente útil en los pacientes que usan insulina o SU).
Realizar anualmente dosaje de lípidos, creatinina, microalbuminuria, fondo de ojos por oftalmólogo, examen físico
de los pies, diapasón y monofilamento.
Referencias: GA: glucemia en ayunas; DBT: diabetes; IMC: índice de masa corporal; HTA: hipertensión arterial; TG:
triglicéridos; HDL: lipoproteína de alta densidad; PTOG: prueba de tolerancia oral a la glucosa; HbA1C: hemoglobina
glicosilada (el dosaje debe realizarse en un laboratorio que use un método certificado por el National Glicohemoglobin
Standarized Program –NGSP- y estandarizado según el ensayo Diabetes Control and Complication Trial (DCCT); ECV:
enfermedad cardiovascular; DE: disfunción eréctil; TA: tensión arterial; LDL: lipoproteína de baja densidad; PA: plan
alimentario; AAS: aspirina; BRAII: bloqueantes de los receptores de la angiotensina II; TNFH: tratamiento no farmacológico
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