Viaje A Destiempo: Renée Ferrer de Arrégalla
Viaje A Destiempo: Renée Ferrer de Arrégalla
Viaje A Destiempo: Renée Ferrer de Arrégalla
Viaje a destiempo
Viaje a destiempo
A los torturados
y desaparecidos
«Viaje a destiempo» es, como reza su nombre, una meditación fuera de tiempo; un
internarse en las circunstancias que ensombrecieron esta treintena de silencio que acaba de
terminar, cuando las mismas empezaron a revelarse con su multiplicidad aterradora.
Nada personal me ha movido a escribir este libro, salvo la secreta culpa de una
indiferencia compartida, y el duelo que tanta tortura y tantas tumbas sin cruz provocaron en
mi espíritu una vez develadas.
R. F. de A.
V - 1989.
-I-
- II -
Negra noche
alta negrura
negra alta muda largo noche sin alba.
Todo lo envuelves,
lo envolviste,
lo has cubierto con tu luto implacable.
Sobre giros dispersos
buitres negros.
La aurora,
olvidada de clarear
se ahorca en sus giros lentos.
Olor a herrumbre,
a coágulo,
olor a grito con herrumbre coagulado.
Voz desmigajada de la voz
flotando,
retorciéndose,
hundiéndose en el agua,
yéndose
hacia el horizonte llamarada
donde mis ojos se sientan frente al crepúsculo. [12]
La aberración de mi andar
abre y cierra pozos en el agua.
Se recluye el cansancio en su cáliz de barro.
Peces yertos,
légamo,
ojos abiertos, boquiquietos.
No se pueden cerrar.
Están muertos.
Ya no hay estrellas.
Sólo los ojos de la intemperie nos asombran
desde el telón constelado.
¿Dónde están las estrellas viejas como los versos?
¿Nuevas como la rajadura de la noche?
Esperanza, esperanza
en la hendidura. [13]
Me duele el agua en la piel,
el frío que tirita en mi cuerpo,
el temor-viaje-absurdo
de que nunca amanezca. [15]
- III -
El espectro de mi obstinación
deambula
por el fondo del lago.
De ida hacia el recuento
el horizonte
nos mira de espaldas.
Mis plantas suenan en la orilla
como las alas de un ave
que alguien revienta.
Troncos de sonido,
en hilera,
a lo lejos.
Árboles de una selva que solloza.
Desenvainada de las gargantas
la voz
penetra en las sienes
para plantar la herida. [16]
La vida desangrándose
en el semicírculo de la mirada.
Un sordo destemplado
bajo alto
casi mudo lamento
resuena en el semicírculo de la mirada.
- IV -
-V-
- VI -
De mis brazos
tendidos hacia atrás,
cual alas dóciles que la liviandad solvento,
se multiplican figuras con sus caras de sebo.
Un sabor a salmuera
empaña
la suelta azulez del aire en calma,
fija en su libertad,
atado en su absoluto,
desprovista de cercos. [24]
- VII -
El pulso se coagula
al roce de glaciales presentidos.
La palabra en el aire
dibuja su derrumbe.
Más tarde,
cuando amaino la garúa del miedo,
se despierta un torrente
donde encuentran su ritmo los latidos. [26]
- VIII -
Cerca, cerca
resuenan las baldosas,
allí donde hasta hace un rato
el aire se asfixiaba
con los sahumerios de los ditirambos.
Hiperbólicas loas
han puesto el cielo
como vapor de fango.
- IX -
-X-
- XII -
En su misma nación:
extranjeros.
Huérfanos de la miel que aroma
el escondido corazón
del monte.
Sin tierra,
sin cántaro,
sin helechos tapizando por dentro
la intimidad del pozo.
Con hambre,
sin pan,
con la duda abierta y la certeza
avara frente a las enredaderas trashumantes.
Agredidos,
trasegados,
arrastrados
hacia las secretas islerías del desconcierto. [38]
- XIII -
Mira,
me crece el agua en los pies.
La baba insomne del lago
me acerca
a la boca tumba de un pulpo insaciable.
Las protestas,
como damas opulentas,
- XIV -
En el follaje se escurren
los acentos del sol,
dejando entre las hojas
añicos de su luz.
La distancia se alarga
hasta el origen de la mirada,
mientras la tibia placidez
anestesia los músculos
volviéndolos de barro.
Estoy.
Estoy
con mi té
mi libro
y la flor.
- XV -
Por el calcañar de mis plantas sube el frío de
la espada.
El frío de la espada enhebra la tibieza de la sangre.
La vida fluye espesándose hasta la negrura coagulada.
La noche levanta sus párpados paro alumbrar el verano.
Dentro del estío
el crepúsculo se retarda frente a la
antesala de la luna.
En la oscuridad trajinan velones encendidos,
tembladeros sobre las plegarias.
- XVI -
- XVII -
¿Dónde está la tierra de ojos de venado,
el asiento de los cacharros
y el resplandor de los
fogones;
dónde la ausencia absoluto del mal?
- XVIII -
Rostros disueltos
flotan
días dislocados.
Un aire a floración por todas partes.
Ya no existo.
Conmigo se ha quedado un atado de máscaras zozobrando
en las olas;
la resaca arrugado de múltiples silencios.
Abandona las aguas verdinegras de un lago.
Entera,
luminosa,
coronada.
La puedo ver.
Es ella:
la esperanza.
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