Tiempo en La Filosofía, Relatividad

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E S T U D I O S

EL TIEMPO EN LA FILOSOFIA Y LA TEORIA


RELATIVISTA

I . — E L MOVIMIENTO V EL ESPIRITU.

Todas las dificultades que encontramos al estudiar el concepto


de espacio, aparecen aquí agravadas a causa de la ténue entidad del
tiempo. Sin embargo, a pesar de su vaporosidad, el tiempo es algo
que forma parte de nuestra vida con unas exigencias, a veces, crue-
les. El tiempo, inmisericorde, transcurre fatalmente dejando en co-
sas y personas sus huellas inconfundibles. Es esta, sin duda, la idea
que quisieron plasmar los artistas griegos en la imagen del dios
Cronos, adornado de sus atributos, la guadaña y la clepsidra, en
actitud de devorar a sus propios hijos.
También los egipcios representaron originalmente esta imagen
del "dios tiempo" adornado de cuatro alas, dos en disposición de
volar y dos plegadas, para simbolizar la movilidad y la quietud que
simultáneamente disfrutaba. Además de las cuatro alas, le represen-
taban con cuatro ojos en la cara y dos en la nuca, para expresar que
veía tanto el presente, como el pasado y el futuro.
Este enigmático personaje, hijo de Urano dios del cielo y de
Gea diosa de la Tierra, nos lleva directamente a una concepción del
tiempo genuinamente popular. ¿Qué es el tiempo, sino un misterio-
so flujo que nos envuelve sin remisión? ¿Quién puede escapar a su
insaciable voracidad?
El tiempo constituye uno de los conceptos primarios que se for-
man en la inteligencia a partir del movimiento. Es una idea que en
su formación exige una serie de experiencias repetidas, las cuales,
merced a la memoria, sirven de términos de enlace (1).
Es además un concepto universalísimo, pues todos nuestros jui-
cios sobre las cosas tienen siempre un carácter temporal; aún los
mismos conceptos atemporales los concebimos en función de la idea
de tiempo.
El tiempo aparece como un continuo, al igual que el espacio,
que sólo puede recorrerse en un sentido. Aparece como una línea
continua que pasa sin interrupción del futuro al pretérito por el frá-
gil puente del instante presente. Pero, ¿Qué es el tiempo?
Las palabras de San Agustín, "si nemo me quaerat, scio; si
quaerenti explicare velim, nescio" (2), no constituyen un lugar co-
mún, sino la acertada opinión de uno de los más profundos pensa-
dores del mundo occidental, acerca del concepto más oscuro de la
filosofía.
La idea del tiempo se forma a partir del movimiento. En efecto,
tanto el concepto de espacio como el de tiempo tienen su origen en
el movimiento, pero ninguno de los dos son conceptos originarios,
sino aquellos del ser y del devenir, o traducidos a términos físicos,
cuerpos extensos y cuerpos en movimiento.
El concepto de ser, es el más conocido y el más fundamental,
imposible de resolver en ningún otro más claro, y que sirve a su vez
para explicar todos los otros conceptos (3).
Pero junto a esta afirmación primordial del ser, se encuentra la
realísima noción del devenir, que Aristóteles conjuga magistralmen-
te con la noción de ser, frente a las antagónicas doctrinas del inmo-
vilismo del ser de Parménides, como la del fluyente devenir de He-
ráclito, mediante la teoría del acto y la potencia (4).
A partir pues de la intuición del devenir, las facultades internas
elaboran el concepto de tiempo. Aparece inseparablemente unido al
movimiento, y, sólo mediante el movimiento se le puede percibir, de
tal forma que, en faltando éste, se pierde la noción del tiempo, co-
mo ocurre en ciertos estados sicológicos.

(1) J. PIAGET, Le développement de la notion de temps chez l'enfant, Pa-


rís 1946.
(2) S. AGUSTÍN, C o n f e s i o n e s .
(3) De Veritate.
Por el contrario, cualquier actividad de la conciencia, sea me-
diante el recuerdo, la reflexión o modificaciones volitivas, permiten
percibir el tiempo, aunque los sentidos externos no reciban ninguna
sensación ele movimiento.
Aparecen así dos elementos diversos en torno al concepto de
tiempo: la conexión con el movimiento y su percepción por la con-
ciencia. ¿En qué proporción entran estos elementos en la formación
del concepto de tiempo? ¿Acaso alguno de los dos es accidental?
Todas las tendencias explicativas del problema se pueden en-
cuadrar dentro de tres posiciones fundamentales: ultrarrealismo,
subjetivismo y la posición realista del aristotelismo.
Veamos con brevedad las posiciones extremas, para adquirir
una elemental perspectiva histórica desde la cual poder comprender
mejor la teoría aristotélica.
Entre aquellos que consideraron al tiempo como una realidad
absoluta, aparecen representantes en la antigüedad griega, como la
opinión de Pitágoras, para quien el tiempo era la ultima esfera (5),
o la opinión de los que consideraban el tiempo como un fluido eté-
reo que rodeaba a todo el mundo (6).
Gassendi, como los antiguos atomistas, también lo consideraba
como un ser incorpóreo, ni espíritu, ni materia, un ser intermedio
que no sería ni sustancia ni accidente. El tiempo estaría presente a
todas las cosas como una entidad independiente de nuestra mente
(7).
Por su parte, Newton expone una doctrina paralela a la del es-
pacio. De esta manera, el tiempo absoluto tiene una independencia
total, y es capaz de medir por igual a todas las cosas: "Tempus ab-
solutum, verum et mathematicum, in se et natura sua, sine relatio-
ne ad externum quodvis, aequabiliter fluit, alioque nomine dicitur
duratio. Relativum, apparens et vulgare est sensibilis et externa
quaevis durationis per motum mensura (seu accurata seu inaequabi-
lis) qua vulgus vice veri temporis utitur, ut hora, dies, mensis, annus"
(8).

(6) Cf. R. MONDOLFO, L'infinito net pensiero dei greci, Firenze 1934,
p. 47.
(7) P. GASSENDI, Phys., sec. I, 1 . 2 , c. 1 .
(8) I. NEWTON, Philosophiae N a tu ralis Principia Mathematica, Londres
Ya vimos en el capítulo anterior, como el espacio absoluto está
exigido en la mecánica clásica, por la necesidad de dar un contenido
a los principios de la mecánica. Igualmente el tiempo absoluto .y
único juega un papel fundamental en la expresión del movimiento
absoluto.
La concepción espiritualista que Newton llegó a adquirir sobre
el tiempo, fue tenazmente defendida por su discípulo Clarke en las
célebres controversias sostenidas con Leibniz (9).
Pero de mayor importancia es la tendencia que se afirma como
subjetivista en la consideración del tiempo. El mismo Aristóteles,
al comienzo de su exposición, recoge la sentencia de los que nega-
ban una realidad objetiva al tiempo, pues éste se compone de cosas
que no existen: el futuro que aún no ha llegado, y el pasado que
tampoco existe a no ser en el recuerdo, separados por el indivisible
del momento presente (10). De donde se seguiría, que, el tiempo no
es nada, fuera de la inteligencia que lo recompone dándole una en-
tidad sucesiva, merced al recuerdo del pasado y a la imaginación
de lo futuro. La única realidad sería la del movimiento con la que
se identificaría, y su unidad formal sería tan sólo una consecuencia
de la operación del sujeto.
En esta dirección se encuentran Scoto, Occam y Suárez.
Scoto inicia una tendencia que disfrutará de muchos seguidores,
según la cual, el tiempo consta de dos elementos: material y formal,
y según esta distinción, el tiempo "secundum suum esse materiale
est in rebus extra, secundum suam vero rationem formalem est ab
anima et est in e a " (11).
Según esta distinción la realidad formal del tiempo sería algo
puramente subjetivo: "Cum istae rationes —prius et posterius— ut
sit acceptae, dicant puram distintionem et solum sint in continúo ab
actione animae, sic tempus vere et totaliter est quantitas discreta, et
est totaliter etiam solum in anima, non in re extra"... (12).
W . Occam por su parte acentúa aún más esta posición subjeti-
vista, en la que el alma representa una necesidad absoluta en la
definición de tiempo, ya que sólo el alma puede medir el movimien-

(9) W. LEIBNIZ, Die philosophischen Schriften, Berlin


(11) DUNS SCOTO, De rerum principio Quarachi 1910.
to mediante otro movimiento, y por consiguiente "impossibile est
quod motus sit tempus nisi per animam" (13).
Para Francisco Suárez tan sólo la inteligencia puede distinguir
el tiempo del movimiento, ya que en la realidad son lo mismo: "tem-
pus non distingui a motu secundum rem, sed tantum secundum ra-
tionem cum fundamento in r e " (14).
De donde se sigue, que, no es uno y el mismo el tiempo de to-
dos los movimientos, sino tantos como movimientos; y la unidad
del tiempo sólo puede venirle de una manera extrínseca, esto es, de
la inteligencia que toma como medida el tiempo del movimiento ce-
leste.
Leibniz en su empeño por rechazar el espacio absoluto de New-
ton, cae en un racionalismo idealista, en el que la duración tempo-
ral no es otra cosa que "ordinem successivorum". El tiempo, al
igual que el espacio, sólo tiene una existencia ideal, no es mas que
una relación de las cosas sucesivas.
Esta posición racionalista la encontramos más adelante en Bal-
mes. Para el filósofo de Vich, el movimiento se mide por el tiempo;
pero éste no se define cumplidamente con llamarlo medida del mo-
vimiento (15).
La idea fundamental de Balmes consiste en considerar el tiem-
po como una relación entre el ser y el no ser. De esta manera la de-
finición de tiempo sería: " L a sucesión de las cosas consideradas en
abstracto. Y ¿Qué es la sucesión? Es el ser y el no ser. Una cosa
existe, cesa de existir; he aquí la sucesión" (16).
Y más adelante explica su definición por comparación al espa-
dón: "'El espacio en sí no es nada distinto de los cuerpos: es la
misma extensión de los cuerpos; el tiempo en sí no es nada distinto
de las cosas: es la misma sucesión de las cosas" (17).
Expresión que coincide exactamente con la de Leibniz en su
contestación a Clarke.
El empirismo anglosajón representado por Berkeley y Hume,
conduce a un subjetivismo aún más acentuado como expresan las

(13) W. OCCAM, Expositione super libros Phvsic., Ed. Boehner

(14) F . SUAREZ.
(15) B A L M E S , Filos. Fundamental. Madrid B.A.C.
siguientes palabras de Hume: "The idea of time, being deriv'd
from the succession of our perceptions of every kind, ideas as well
as impressions, and impressions of reflections as well as of sensa-
tions" (18).
La doctrina del tiempo es en Kant semejante a la que expusi-
mos al tratar del espacio. El tiempo es algo subjetivo, no es una
propiedad de las cosas sino condición de nuestra actividad sensible,
esto es, una forma a priori de la sensibilidad: "El tiempo no es una
cosa que exista en sí o que sea inherente a las cosas como una deter-
minación objetiva, y que por consecuencia, subsista si se hace abs-
tracción de todas las condiciones subjetivas de su intuición... El
tiempo no es más que la forma del sentido interno, es decir, de la
intuición de nosotros mismos y de nuestro estado interior" (19).
Otros autores importantes trataron del tema del tiempo, cuyas
interpretaciones no encajan perfectamente en la división tripartita
que hemos establecido.
Para Platón, el tiempo es algo creado por el Demiurgo, y vie-
ne a ser como la energía del alma del mundo, una noble imagen de
la idea de la eternidad; sin embargo este tiempo se desenvuelve en
días, meses, años, como propiedad de las cosas mudables (20).
Plotino en sus Enneadas, III, 7, define al tiempo como "Vita
animae in suo motu transeúnte ex uno in alium statum vitae".
San Agustín depende en gran parte de esta corriente neoplató-
nica y considera al tiempo como una imagen de la eternidad creada
por Dios en el alma humana, cuva definición no puede ser en modo
alguno el numeras motus de Aristóteles (21), aunque nos sirvamos
del movimiento para medirle.
Por último indicaremos algo de la doctrina del filósofo de la
temporalidad. Para Bergson, el tiempo como duración representa
un movimiento vital, en el que cada momento está condicionado por
las adquisiciones pasadas, es irrepetible y en constante crecimiento.
El tiempo real para Bergson es algo heterogéneo, cualitativo, por

(18) D. H U M E , Treatise of human nature.


(19) E. K A N T , Critica de la razón pura, Ed. El Ateneo, B. Aires.
(20) P L A T O N , El Tiempo.
(21) S . A G U S T Í N , Confesiones.
el que se aprehende la sucesión de los diversos estados de concien-
cia (22).
En general la filosofía de Bergson es una filosofía de la vida,
no se refiere al espacio y al tiempo que tratan las ciencias, pues és-
tas sólo presentan un aspecto superficial de las cosas, sacrificando
lo interior del hombre, su vida de conciencia y su espontaneidad,
como puede verse en sus obras: Materia y memoria, y la Evolución
creadora.
Esta visión panorámica nos da una idea de la complejidad del
problema; las dos corrientes examinadas afirman parcialmente ele-
mentos integrables. Aristóteles al comenzar la cuestión que nos ocu-
pa, tiene una expresión elocuente: Agreddi de tempore, como señal
inequívoca de las dificultades que entraña. Pasemos a su exposición,
completada por Santo Tomás, doctrina que fue seguida por muchos
escolásticos y no escolásticos, y que, sin duda alguna, conserva un
auténtico valor en su integración dentro de las modernas teorías fí-
sicas.

11.—DOCTRINA ARISTOTELICO-TOMISTA.

En primer lugar, debemos señalar la idea de que el tiempo, pa-


ra Aristóteles, es una realidad eminentemente cosmológica; esto es,
una propiedad del ser móvil, objeto de la Cosmología. Por consi-
guiente, dentro de este marco cosmológico hemos de encuadrar su
doctrina sobre el tiempo. Cualquier apreciación subjetivista está,
por principio, descartada de la posición aristotélica.
Así como dijimos que para el Estagirita, el ser es el concepto
primero que alcanza la inteligencia, todo el contenido de la Física
o Filosofía de la naturaleza está gravitando continuamente sobre el
concepto de naturaleza, como principio de movimiento (23).
Es pues, por relación al movimiento, como entramos en contac-
to con la noción de tiempo; y de tal manera, que, las percepciones
de tiempo y movimiento van indisolublemente unidas, y sin la no-
ción de movimiento, ni siquiera podríamos tener la del tiempo. San-

(22) H. BERGSON, Essai sur les données inmédiates de la Conscience, Al-


ean, Paris 1911.
to Tomás llegará a decir que "tempus non potest intelligi sine-mo-
t u " (24).
Esta necesidad de la percepción del tiempo mediante el movi-
miento no significa que el tiempo sea el movimiento, como algunos
pensaron (25), sino que, no siendo el mismo movimiento, el tiempo
no existe sin él: "Patet igitur tempus nec esse motum nec sine mu-
tatione. Quoniam autem quaerimus quid sit tempus, sumendum est,
hinc facto initio, quid motionis sit. Simul enim motionem sentimus
ac tempus" (26).
Con dos razones prueba Aristóteles, que el tiempo no puede ser
el mismo movimiento, pues el movimiento está en su sujeto móvil
y el tiempo está en todos; y porque el movimiento puede ser más o
menos veloz, mientras que el tiempo transcurre igual para todos
Y como el tiempo no se da sin el movimiento, se deduce que debe
ser algo del movimiento. Es así como concluye el Estagirita: "tem-
pus aut est motus aut aliquid ipsius motus. Quoniam igitur non est
motus; necesse est ut sit aliquid ipsius motus" (27).
Y es que el tiempo no pertenece a la categoría de los seres per-
manentes, sino que su realidad es esencialmente sucesiva como el
mismo movimiento. -En lealidad "todo lo que en el tiempo hay de
entidad se debe al movimiento y así también todo aquello que de
más característico reconoce en la temporalidad un análisis fenome-
nológico de la misma, tiene sus raíces más hondas en la entraña del
ser móvil, objeto de la Cosmología" (28).
Esta dependencia al movimiento, se entiende de cualquier mo-
vimiento, aún puramente anímico, de manera que aunque los senti-
dos no reciban ninguna sensación de movimiento, basta que se per-
ciba una sucesión de imágenes, para percibir el tiempo: " E t sic per-
cipiendo quemcumque motum, percipimus tempus: et similiter e
converso, cum percipimus tempus, simul percipimus motum. Unde
cum non sit ipse motus; ut probatum est, relinquitur quod sit aliquid
motus" (29).

(28) A. GONZALEZ FUENTE, La naturaleza del tiempo en Santo Tomás, en


Est. Filos.
(29) S . THOMAS.
Llegados a este punto surge una disyuntiva: El tiempo es sim-
plemente una comparación que realiza el alma; o por el contrario,
si el tiempo sigue a todo movimiento, debe hablarse de diversos
tiempos.
Con la solución de esta objeción, saldrá clarificada la definición
del tiempo, totalmente irreductible a una intención de razón: "Si
autem tempus consequatur motum animae, sequetur quod res non
comparentur ad tempus nisi mediante anima; et sic tempus non erit
res naturae, sed intentio animae, ad modum intentionis generis et
speciei. Si autem consequatur universaliter omnem motum, seque-
tur quod quot sunt motus, tot sint témpora; quod est impossibile, quia
duo témpora non sunt simul, ut supra habitum est" (30).
La solución la presenta Santo Tomás tomada de la causalidad
del primer móvil, de tal forma, que, cualquier movimiento, sea den-
tro o fuera del alma, es consecuencia y efecto de aquel primer movi-
miento. Percibiendo, pues, cualquier movimiento se percibe el pri-
mer movimiento: "Ad igitur evidentiam sciendum est, quod est
unus primus motus, qui est causa omnis alterius motus. Unde quae-
cumque sunt in esse transmutabili, habent hoc ex illo primo motu,
qui est motus primi mobilis. Quicumque autem percipit quemcum-
que motum, sive in rebus sensibilibus existentem, sive in anima, per-
cipit esse transmutabile, et per consequens percipit primum motum
quem sequitur tempus. Unde quicumque percipit quemcumque mo-
tum, percipit tempus: licet tempus non consequatur nisi unum pri-
mum motum, a quo omnes alii causantur et mensurantur: et sic re-
manet tatum unum tempus" (31).
De este párrafo del Santo Doctor, es útil subrayar la afirmación
de la unicidad del tiempo, como consecuencia del primer movimien-
to. 'Este recurso a la causalidad del primer móvil, no es original del
Santo, como tendremos ocasión de ver en seguida, sino recibida de
Averroes, aunque ciertamente dentro de la línea aristotélica más ge-
nuina.
En orden a ofrecer una definición del tiempo, Aristóteles exami-
na la relación entre la sucesión antes y después. Tocio móvil al tras-
ladarse de un término a otro, recorre una magnitud, y como toda
magnitud es continua, lo será el movimiento y en consecuencia el

(30) S . THOMAS.
tiempo. Por lo tanto: "Jam vero prius et posterius in loco primum
s u n t : et hic quiclem positione partium. Quum autem in magnitudi-
ne sit prius et posterius; necesse est ut etiam in motu sint prius et
posterius, quae illis proportione respondeant. Quin etiam in tempore
est prius et posterius, quia semper horum alterum alteri consequens
est" (3¡2).
Y como el tiempo sigue al movimiento, le ha de seguir según
el antes y el después, con lo que la definición queda terminada: "Quum
autem prius et posterius sentimus, tunc dicimus esse tempus. Tem-
pus enim nihil aliud est quam numerus motus secundum prius et
posterius. Tempus igitur non est motus, nisi quatenus motus nume-
rum habet" (33).
El tiempo sigue al movimiento pero difieren en su razón formal,
pues mientras que al movimiento le compete ser "actus in potentia
prout est", la razón formal del tiempo, es la del "numerus" que mi-
de el movimiento. El tiempo sigue al movimiento, pero expresa al-
go que no va incluido en la noción de movimiento, esto es, la nume-
rabilidad del antes y el después. Así lo afirma claramente Santo To-
más: "Sic igitur prius et posterius sunt idem subjeto cum motu,
sed differunt ratione" (34).
Las dos características, tanto del tiempo como del movimiento,
son la continuidad y la sucesión. En tanto en cuanto captamos una
parte anterior y otra posterior en el movimiento, separadas por la
posición actual, percibimos el tiempo numerando el antes y el des-
pués del movimiento. Es pues, en la consideración de la sucesión
del movimiento en la que percibimos el tiempo: " I n motu proprie
accepto est duo reperire, scilicet continuitatem et successionem: et
secundum quod ihabet continuitatem sic proprie mensuratur per lo-
cum, quia ex continuitate magnitudinis est continuitas motus...; se-
cundum autem quod habet successionem sic proprie mensuratur per
tempus: unde tempus dicitur numerus motus secundum prius et
posterius" (35).
¿(Existiría el tiempo si no hubiese alguien que lo numerase?

(35) S . THOMAS.
La duda se la propone el mismo Aristóteles (36), como una con-
secuencia de su definición del tiempo. En efecto, el número implica
un alma intelectual que realice la numeración, pues numerar es com-
parar una cantidad con otra que se toma como unidad, y esta com-
paración es operación propia de la razón. Luego parece que el tiempo
no es nada sin una razón que lo numere.
La respuesta de Aristóteles (37) representa serias dificultades
críticas que Hoenen examina detalladamente (38). El texto utilizado
por Santo Tomás, tal y como aparece en sus comentarios: "quod
utcumque ens est tempus, ut si contingit motum esse sine anima",
difiere, en la opinion de Hoenen, del original, determinando el co-
mentario de Santo Tomás. Nosotros no obstante aceptamos la inter-
pretación del Santo por estar en consonancia con los pasajes ante-
riormente comentados, y además por seguir una línea de pensamien-
to claramente aristotélica, en cuyo contexto queda perfectamente es-
clarecido el sentido, que para Sto. Tomás y para muchos escolásticos y
comentadores, tiene el tiempo cosmológico.
El movimiento es un ser esencialmente sucesivo, no está fijo en
las cosas, sino que continuamente pasa de la potencia al acto tan
sólo es actual el indivisible que delimita el antes y el después. La
consideración del movimiento en su totalidad sólo ocurre dentro de
la inteligencia que representa las diversas partes. Igual ocurre con
el tiempo; sólo es actual el nunc indivisible que separa el antes y el
después del movimiento, y sólo el alma puede recomponerlo en toda
su totalidad. El movimiento y el tiempo tienen fuera de la inteligen-
cia un ser imperfecto, y la objeción ya apuntada, de que el tiempo
no es nada por estar formado por partes inexistentes, tiene com 0
respuesta la distinción siguiente: como ser perfecto no tiene exis-
tencia fuera del alma, pero lo tiene imperfecto como el mismo mo-
vimiento: "Ad evidentiam autem hujus solutionis considerandum
est, quod positis rebus numeratis, necesse est poni numerum. Unde
sicut res numeratae dependet a numerante, ita et numerus earum.
Esse autem rerum numeratarum non dependet ab intellectu, nisi sit
aliquis intellectus qui sit causa rerum, sicut est intellectus divinus:
non autem dependet ab intellectu animae. Unde nec numerus rerum

(38) P. HOENEN, Cosmología, Roma.


ab intellects animae dependet: sed solum ipsa numeratio, quae est
actus animae, ab intellectu animae dependet. Sicuti ergo possunt
esse sensibilia sensu non existente, et intelligibilia intellectu non
existente, ita possunt esse numerabilia et numerus, non existente
numerante.
Si ergo motus haberet esse fixum in rebus, sicut lapis vel equus,
posset absolute dici, quod sicut etiam anima non existente est numerus
set absolute dici, quod sicut etiam anima non existente est numerus
lapidum, ita etiam anima non existente esset numerus motus, qui
est tempus. Sed motus non habet esse fixum in rebus, nec aliquid
actu invenitur in rebus de motu, nisi quocldam indivisibile motus,
quod est motus divisio: sed totalitas motus accipitur per considera-
tionem animae, comparantis priorem dispositionem mobilis ad pos-
teriorem. Sic igitur et tempus non habet esse extra animam, nisi se-
cundum suum indivisibile: ipsa autem totalitas temporis accipitur
per ordinationem animae numerantis prius et posterius in motu, ut
supra dictum est" (39).
Con todo, la naturaleza del tiempo no queda perfectamente acla-
rada con la obra de Aristóteles. Tomando como base su definición,
y el sentido particular del numerus, como numerus numeratas o mt-
merabilis, aparece una dificultad: Si el movimiento celeste por me-
dio de su tiempo sirve para medir todos los demás movimientos, re-
sultaría que este tiempo sería numerus numerans.
La dificultad fue afrontada por los comentaristas tanto árabes
como escolásticos siguiendo una doble dirección: la propugnada
por Averroes, San Alberto Magno y Santo Tomás, que sostienen
la unidad objetiva del tiempo, y la corriente nominalista, que, co-
menzando con Scoto, sigue por Occam y después aparece de nuevo
con Suárez y otros muchos escolásticos que le siguen, para quienes
la unicidad del tiempo es debida a un acto de la inteligencia.
Averroes, el Comentador, defiende la unidad objetiva del tiem-
po recurriendo a la dependencia de los movimientos respecto del
primer móvil, de tal manera que, percibiendo un movimiento cual-
quiera se percibe el movimiento del primer móvil a través de la pro-
pia mutabilidad, y en consecuencia el tiempo: " E t manifestum est
quod nos non sentimus nos esse transmutabili, nisi ex transmutatio-
ne caeli. Et, si esset possibile ipsum quiescere, esset possibile nos
esse in esse non transmutabile. Ergo necesse est ut sentiat hune mo-
tum qui non sentit motum corporis caelestis, scilicet per visum...
Et nos esse in esse transmutabili sentitur per se; nos enim sentimus
quod instans in quo incepimus scribere (hunc sermonem, est aliud
ab illo in quo fuit completus. Motus igitur, qui, cum sentitur pri-
mo et essentialiter tempus, est motus ex quo sentimus nos esse in
esse transmutabili, et nos trasmutan quia sumus in hoc esse. Nos
igitur esse in esse transmutabili sentitur, sicut diximus, cum sense-
rimus quemeumque motum. Sentire igitur nos esse in esse transmu-
tabili est illud ex quo sequitur nos sentire tempus primo" (40).
San Alberto 'Magno, en la misma línea objetivista, hace residir
el tiempo en el primer movimiento celeste como en su sujeto propio,
donde es medida intrínseca, y tan sólo de una manera extrínseca y
secundaria mide a todos los demás movimientos: "Cum autem dici-
mus suum tempus esse mensuram aliorum temporum, non intelligi-
mus plura esse témpora, sed unum diversimode referri ad multa. Re-
fertur enim tempus ad primum mobile et ad motum ejus sicut ad sub-
jectum et numeratum, ad alios autem motus sicut numerus extrinsecus
ad numerata solum et in illis non est sicut in subjecto: et ideo non
multiplicatur multiplicatione eorum" (41).
Santo Tomás, como (hace ver claramente Mansión en el artículo
citado, depende en esta cuestión de la unidad del tiempo, de San Al-
berto y de Averroes. La solución apuntada por Santo Tomás en su
comentario al libro de los Físicos, parece el pensamiento definitivo
del Santo.
Algunos han querido ver una cierta variación en el pensamiento
de Santo Tomás, después de comparar críticamente los diversos lu-
gares donde habla del tema. Se impone pues, una digresión crítica
sobre los pasajes en cuestión.
Así, en el comentario al primer libro de las Sentencias, escrito
entre 1253 y 1255 (42), la dependencia a Averroes es evidente, pues
cita casi sus mismas expresiones: "Dicendum, quod tempus per se
est mensura motus primi; unde esse rerum temporalium non men-

( 4 0 ) Citado por A. MANSION, Le temps chez les péripatéticiens médiévaux,


Revue Neoscholast.
(41) S. ALBERTUS MAGNUS.
(42) La cronología la tomamos de A. WALZ, en Angelicum, 1936.
suratur tempore nisi prout subjacet variationi ex motu caeli. Unde
dicit Commentator, IV Phvs., quod sentimus tempus, secundum
quod percipimus nos esse in esse variabili ex motu caeli. Et inde
est quod omnia quae ordinantur ad motum caeli sicut ad causam
cujus primo mensura est tempus, mensurantur tempore; et quicum-
que sentit quaecumque variabilitatem quae consequitur ex motu cae-
li, sentit tempus, quamvis non videat ipsum motum caeli" (43).
En el comentario al segundo libro de las Sentencias, escrito ha-
cia la misma época, 1253-1255, la dependencia es a la vez de San
Alberto y Averroes. Esta dependencia está armónicamente utilizada,
sin muestras de ninguna contradición, citando primero la explica-
ción de San Alberto y a continuación la del Comentador: "«Est
etiam quaedam mensura extrínseca, et hanc non est necesse multi-
plican ad multiplicationem mensuratorum, sed est in uno sicut in
subjecto ad quod multa mensurantur, sicut multi panni mensuran-
tur ad longitudinem unius ulnae: et hoc modo multi motus mensu-
rantur ad numerum unius primi motus, qui numerus est tempus...
Et ideo dicendum est cum Commentatore in IV Physicorum
quod tempus est unum ab unitate motus primi mobilis, tempus enim
comparatur ad istum motum, non tantum ut mensura ad mensura-
tum, sicut ad alios motus, sed sicut accidens ad subjectum, quod
habet unitatem et multitudinem. Unde primo mensurat motum diur-
num, et per illum mensurat omnes alios: sicut enim dicitur in X
Metaphysicorum, unumquodque mensuratur per illud quod est pri-
mum et minimum sui generis" (44).
En el tercer libro Contra Gentiles, compuesto entre 1261 y 1264,
de nuevo expone aisladamente la opinión de Averroes: " E a quae
causantur ex motibus caelestibus, tempore subduntur, quod est nu-
merus primi motus caelestis" (45).
En la primera parte de la Suma Teológica, escrita de 1266 a 1268,
aparecen nuevamente fundidas las dos opiniones, la de Averroes y
la de San Alberto Magno, añadiendo la autoridad de Aristóteles
acerca de la simplicidad del primer movimiento, característica que
le hace servir de unidad de comparación: "Est ergo ratio unitatis
temporis, unitas primi motus, secundum quem, cum sit simplicis-
simus, omnes alii mensurantur, ut dicitur in X Metaphys. Sic ergo
tempus ad ilium motum comparatur non solum ut mensura ad mensu-
ratum, sed etiam ut accidens ad subjectum; et sic ab eo recipit uni-
tatem. Ad alios autem motus comparatur solum ut mensura ad men-
suratum. Unde secundum eorum multitudinem non multiplicatur:
quia una mensura separata multa mensurari possunt" (46).
En 1268, entre la composición de la I parte de la Suma y la I-II, o
quizás simultáneamente comentó los ocho libros de los Físicos. En el
libro IV, lección 17, número 4, que ya hemos dejado expuesto más
arriba, el comentario depende únicamente de la opinión de Averroes.
¿Qué se puede concluir de esta comparación? ¿Acaso temía
que la opinión de su maestro San Alberto Magno podría ser inter-
pretada como una posición derivable hacia el subjetivismo al fun-
dar su interpretación sobre la idea de medida?
Un cuidadoso examen ele los textos aleja esta sospecha. Pode-
mos considerar la Suma Teológica como la obra de la madurez de
Santo Tomás, y en ella las dos opiniones no aparecen contrapuestas,
sino consecutivas, siendo la razón de la unidad del tiempo, la uni-
dad del primer movimiento del que el tiempo es su medida intrínseca.
mientras que de los demás movimientos sólo es la medida extrínseca.
Esta es la misma consecuencia que obtiene en su estudio A.
González Fuente condensado en esta frase: " L a opinión pitagórica
de que el tiempo fuese la esfera celeste, calificada al comienzo de
estulta no le parece a Aristóteles tan desacertada desde el punto de
vista métrico. Porque si no la esfera, sí su movimiento será el ver-
dadero fundamento y aún el sujeto del tiempo cosmológico. Pero
mientras que en Aristóteles parece que no se habla nada más que
de una unidad métrica, en .Santo Tomás es unidad física, pues, co-
mo hemos repetido, este tiempo único no es sólo matemático, sino
cosmológico. Hasta tal punto es esto cierto para Santo Tomás, que
según él, cuando el hombre percibe cualquier movimiento en la na-
turaleza, percibe también el tiempo cosmológico único de la primera
esfera, y ésto aún cuando aparentemente no haya medio de referir
tal movimiento particular a aquel otro privilegiado" (47).

(47) A. GONZALEZ FUENTE, La naturaleza del tiempo según Santo Tomás,


en Estudios Filosóficos.
Por consiguiente, para Santo Tomás la explicación de là uni-
dad numérica del tiempo descansa en la existencia de un primer mo-
vimiento, regular y privilegiado que sea fácilmente perceptible y
más universal que los demás movimientos.
Este movimiento no es otro que el movimiento del Sol: "Quo-
rum primum est, quod inter alios motus, primus et magis simplex
et regularis est motus localis; et inter alios motus locales, motus
circularis, ut in octavo probabitur... Et inter alios motus circulares,
maxime regularis et uniformis est primus motus, qui revolvit firma-
mentum motu diurno: unde illa circulatio, tanquam prima et sim-
plicior et regularior, est mensura omnium motuum" (48).
El tiempo es, pues, la medida intnínseca de ese primer movi-
miento, en quien se da como en su sujeto propio. Como consecuen-
cia, todos los movimientos y duraciones particulares están someti-
das a este tiempo único.
La intuición de Santo Tomás está en fundar el tiempo sobre un
primer movimiento regular, y perceptible para todos, capaz de me-
dir a los demás. Que este movimiento sea el de la última esfera, es
cosa que no le preocupa; si se descubriese otro movimiento mas uni-
versal que el movimiento de la última esfera, ese sería el sujeto del
tiempo cosmológico: "Accidit enim tempori quod sit numerus mo-
tus firmamenti in quantum hic motus est primus motuum. Si autem
esset alius motus primus, illius motus mensura esset tempus, quia
omnia mensurantur primo su i generis" (49).
Esta amplitud de pensamiento, que no se cierra ante los estre-
chos límites de la ciencia de su época, es un rasgo característico de
Santo Tomás, que partiendo de la experiencia, formula sus doctri-
nas, pero no considera infalible los presupuestos físicos que utiliza,
sino que su espíritu está siempre abierto a nuevas conquistas, en la
seguridad que ellas le ayudarán a formarse una idea más exacta de
la naturaleza.
Es admirable el detalle de que, en sus últimos días, cuando es-
taba redactando la última parte de la Suma Teológica, y su mente
se elevaba hasta la consideración de los novísimos, simultáneamente
comentaba uno de los libros de Aristóteles sobre la naturaleza de los
animales.
Buen ejemplo para todo filósofo que se precie de llamarse rea-
lista, y clara indicación de un indispensable recurso a la experiencia
para permanecer dentro de la realidad.
Algunos han querido ver en Santo Tomás algunas expresiones
que parecen enseñar un cierto subjetivismo en la doctrina del tiem-
po. Así lo hace notar por ejemplo R . Masi (50) presentando dos
textos tomados de los comentarios a los libros de las Sentencias:

"In tempore autem est aliquid quasi fórmale, quod


se tenet ex parte quantitatis discretae, scilicet numerus
prioris et posterions; et aliquid materiale, per quod est
continuum, quia continuitatem habet ex motu in quo est
sicut in subjecto" (51).

"Quam ob rem tempus fundatur quidem in motu,


quantum ad id quod est materiale, sed quantum ad id
quod est fórmale in tempore, scilicet numeratio, comple-
tur per operationem intellectus numerantis" (52).

De una manera semejante se expresa Nys, poniendo lo formal


del tiempo en el número y lo material del mismo en el movimiento

Creemos que las expresiones expuestas no tienen ningún signi-


ficado subjetivista acerca del tiempo. Ya vimos como en los princi-
pales lugares donde lo trata, sus expresiones no dejan lugar a dudas
sobre la objetividad del tiempo cosmológico.
Así lo entendieron los comentaristas del Santo, de los que en-
tresacamos como muestra las palabras de Juan de Santo Tomás:
Nos autem dicimus, tempus neque entitative esse aliquid rationis,
neque formaliter consistere in relatione mensurae...
Ens autem successivum a parte rei datur et a parte rei durat
successive, alias non duraret motus in re. Sed tamen hoc ipso, quod
successivum est, non possunt colligi ejus partes et applicari nisi per
actum rationis... (54).

R. MASI. Cosmología, Roma

D. NYS, La notion de temps, Louvain.


Ioannis a Santo Thoma.
Y por si no estuviera claro el sentido de esa cierta formalidad,
añade a renglón seguido: "Tempus esse reale sencundum entita-
tem suam eo modo quo motus, cujus duratio intrínseca est; requirit
tamen aliquam formalitatem rationis in ordine ad mensurandum, quia
non potest mensurare nisi conjungantur aliquae partes et designen-
tur ac distinguantur per números, quod fieri non potest designatio-
ne aliqua reali, sed rationis comparante, et assumente partem prae-
teritam cum futura (55).
La mismo encontramos en Rosselli al tratar de la misma cues-
tión de la objetividad del tiempo y su relación con el alma: "...atque
ita licet tempus sit reale, ejus tamen ratio completur per operationem
mentis prius et posterius numerantis in motu.

La razón de la consideración de la inteligencia estriba en su


carácter esencialmente sucesivo, que no tiene existencia perfecta en
el instante presente, ya que el instante por ser un indivisible no pue-
de sustentar ninguna sucesión (57).
Pero sin acudir a los Comentaristas, en el mismo texto de San-
to Tomás se puede ver el alcance de esas expresiones. Examinado
el texto, ya expuesto, de Santo Tomás en el IV de los Físicos, aun-
que verbalmente no aparecen las palabras material y formal, se pue-
den sobreentender sin dificultad, pues dice: "tempus esse imperfecte
(materialiter) extra animam", esto es, en cuanto indivisible; "per-
fecte" (formaliter) según la totalidad del tiempo, por la ordenación
que !hace el alma recomponiendo él pasado con el futuro.
En consecuencia, el tiempo es la medida intrínseca del primer
movimiento, en donde existe como en su propio sujeto. Resumiendo
los principales conceptos aristotélico-tomistas sobre el tiempo, tene-
mos:

a) El tiempo es algo objetivo, real, deducido del movimien-


to (58).
b) Todo lo que el tiempo tiene de entidad, le viene del movi-
miento, sin embargo no se identifica con él (59).

S. ROSSELLI, Sum. Philos., Roma.


c) El tiempo es la medida del movimiento del primer móvil,
en donde reside como en su sujeto propio (60).
d) La continuidad del tiempo le viene del movimiento, y a és-
te, a su vez, de la magnitud recorrida (61).
e) Aunque no hubiera ningún ser inteligente que lo conside-
rara, el tiempo se daría igualmente (62).
f) Existe un único tiempo como medida de la duración de los
seres sometidos al movimiento (63).

III.—APORTACION RELATIVISTA.

IEI intento de Lorentz de dar una explicación racional al resul-


tado del experimento de Michelson, le condujo a la hipótesis de la
contracción de los cuerpos en la dirección del movimiento. Las fór-
mulas que introdujo, eran no obstante, una mera hipótesis sin con-
tenido objetivo. Fue Einstein quien explicó que tales fórmulas re-
presentaban la realidad, no estaban vacias de sentido, sino que tra
ducían lo que realmente sucedía en el mundo físico.
Para ello había que desprenderse de un concepto, que, hasta el
momento se había conservado como algo n a t u r a l : la idea de un
tiempo absoluto, invariante y universal.
Este tiempo así concebido por Newton, independiente de todo,
era inaceptable por muchos conceptos. Al aplicarlo a las ecuaciones
de Maxwell, éstas no permanecían invariantes para cualquier siste-
ma, mientras que aplicando el grupo de ecuaciones de Lorentz, aque-
llas permanecían invariantes.
Un tiempo de esas características, universal y necesario, fue
transformado por Kant en forma a priori de la sensibilidad, en fun-
ción de esas mismas características. Einstein no disimula su dis-
gusto ante estos rumbos que tomó el tiempo físico y así lo mostró
en la conferencia que sostuvo el 6 de abril de 1922 en la Sociedad
francesa de filosofía (64), y lo volvió a repetir sin lugar a dudas en
una obra más reciente: "Estoy convencido de que los filósofos han

(64) Recogido en Bulletin de la Société franc, dc Phil.


tenido una influencia dañosa sobre el progreso del pensamiento cien-
tífico, desviando ciertos conceptos fundamentales del dominio del
empirismo, donde eran sometidos a nuestro control, a las alturas
intangibles del a priori" (65).
Un tiempo absoluto, sea dentro de nuestra conciencia, sea flotando
sobre el universo, no resultan ideas útiles en física. Para que el
tiempo tenga un significado físico, debe renunciarse a cualquier pre-
juicio racional y hacerlo depender de un proceso físico cuya consta-
ción no admita dudas. Ningún proceso físico más apto que aquel de
la luz: " P a r a atribuir un significado físico al concepto de tiempo
se requieren procesos que permitan establecer relaciones entre pues-
tos diferentes. No tiene importancia que tipos de procesos se esco-
jan para una tal definición de tiempo, pero es teóricamente ventajo-
so escoger sólo aquellos procesos sobre los cuales se conozca algo
seguro. Esto vale para la propagación de la luz en el vacío, en una
medida mayor que para cualquier otro proceso que se pueda consi-
dera"; Gracias a las indagaciones de Maxwell y de Lorentz" (66).
Supuesta la invariancia de la velocidad de propagación de la
luz, el tiempo deja su carácter absoluta, para adquirir un carácter
relativo, dependiente del sistema de referencia. U n tiempo único,
absoluto, carece de sentido en la teoría de la Relatividad, ya que es
la misma naturaleza la que presenta una estructura diversa a como
lo captan nuestros sentidos en la intuición del espacio y el tiempo
En consecuencia se llega a una definición de tiempo, en virtud
de una convención, como resultado de una operación conceptual-
mente posible: "Imaginemos tres relojes idénticos en los puntos
A, B, C, de la vía férrea {sistema de coordenadas), ajustados de tal
modo que las posiciones correspondientes a sus agujas sean simul-
táneas, en el sentido precedente (es decir que la luz emplee el mismo
tiempo en recorrer la distancia A-B que B-A). Se designa enton-
ces por tiempo de un suceso, la indicación (posición de la aguja) del
reloj inmediatamente próximo (en el espacio). Se asocia así a cada
suceso un valor de tiempo fácilmente observable en principio" (67).

Así pues, la constancia de la velocidad de la luz es la que enla-

za los conceptos de espacio y de tiempo, constituyéndose en un pa-

A. EINSTEIN, II significato della Relativité, Torino

A. EINSTEIN, La théorie de la Relativité, Paris.


rámetro fundamental del que dependen estos. Así lo recordó Hei-
senberg no hace mucho en unos diálogos celebrados en Genève:
"Einstein aclaró a los físicos que la velocidad de la luz no signifi-
caba la propiedad de una materia especial llamada éter, que permi-
tía la propagación de la luz, como se había supuesto anteriormente
en electrodinámica, sino de una gran propiedad del espacio y el tiem-
po, y por lo tanto de una gran propiedad general de la naturaleza,
que no tiene nada que ver con objetos o cosas especiales de la misma.
También la velocidad de la luz puede considerarse como un parámetro
de la naturaleza" (68).
De esta manera el tiempo físico quedaba desposeído de cualquier
elemento psicológico. Para Einstein, el tiempo filosófico al modo de
Kant o Bergson, es un tiempo que incluye a la vez elementos psico-
lógicos y físicos (69).
Como consecuencia el concepto de simultaneidad queda impli-
cado. La simultaneidad es una relación temporal que todo el mundo
entiende como la cosa más simple. Basta abrir los ojos e inmediata-
mente percibimos a nuestro alrededor sucesos que son simultáneos.
¿Cómo puede negar Einstein la simultaneidad absoluta?
Es cierto que al abrir los ojos se pueden captar sucesos a nues-
tro alrededor en el mismo instante, y entonces decimos que son si-
multáneos. Pero también se suele decir que son simultáneos por
ejemplo, un relámpago y el cambio ele "disco" del semáforo que
está a nuestro lado. ¿Fueron, en efecto, simultáneos?
Una reflexión nos hará comprender que nuestra conciencia nos
hace percibir como simultáneas cosas que no lo fueron en la reali-
dad, ya que la luz tarda mucho más desde el lugar donde se produjo
el relámpago, que desde el semáforo que está a nuestro lado. Y lo
que para nosotros fue simultáneo, no lo sería para otro observador
situado en otro lugar.
La relatividad de la simultaneidad se impone, máxime que ca-
da móvil tiene su tiempo, y una indicación de tiempo "no tiene sen-
tido si no se menciona el sistema de referencia utilizado para la me-
dición del tiempo" (70).

(68) W. HEYSENBERG, Rencontre internat, de Genève 1958, recogido en Co-


lee. G u a d a r r a m a .
(69) Véase en Bulletin de la Societ. Franc, de Phil.
(70) EINSTEIN.
El problema aún se complica cuando se trata de observadores
fijos y móviles, debido a la peculiar propagación de la luz, que sien-
do de 300.000 kilómetros por segundo para el observador fijo, es
exactamente igual para el observador móvil (invariancia de la luz).
Es por lo que Einstein decía: "Vemos que no podemos atribuir al
concepto de simultaneidad un significado absoluto, sino que acon-
tecimientos, que considerados en un sistema de coordenadas son si-
multáneos, no pueden considerarse como tales, considerados desde
otro sistema en movimiento con respecto al primero" (71).
Así pues, la noción de simultaneidad que se tiene vulgarmente,
no es otra cosa que una simultaneidad de percepción; pero de la si-
multaneidad de la percepción se pasa inconscientemente a la consi-
deración de la simultaneidad de las cosas en sí mismas, en la creen-
cia irrefleja de que nuestras percepciones coinciden con los fenóme-
nos tal y como ocurren en la realidad. Este comportamiento incons-
ciente está suponiendo una velocidad de propagación de los fenó-
menos infinita, todo lo cual es ajeno a los hechos.
Con lo que aparece claro la distinción entre percepción de la
simultaneidad y la misma simultaneidad. ¿Significan las palabras
de ¡Einstein una negación de la simultaneidad absoluta?
Una simultaneidad absoluta, fundada en los conceptos de ser
y duración, una simultaneidad que pudiéramos llamar ontológica,
es perfectamente compatible con lo expuesto anteriormente; pues
esta simultaneidad que ya Aristóteles colocó entre los postpredica-
mentos, es algo que sigue al ser abstrayendo de cualquier determi-
nación de lugar.
¡El físico no puede considerar tal simultaneidad absoluta, a no
ser en el caso límite, esto es, admitiendo en la práctica una veloci-
dad infinita a la luz, cosa que puede admitirse prácticamente cuan-
do las energías y magnitudes son de orden de las magnitudes en las
que nos movemos en la vida práctica.
Mas el físico no puede negar la existencia de la simultaneidad
absoluta, por el hecho de que es imposible constatarla; ésto sería
un paso ilegítimo; tan sólo puede afirmar que esa simultaneidad
ontológica, absoluta, carece de sentido en Física, esto es, no tiene
ninguna aplicación en la Física.
Estas consideraciones nos llevan de la mano a las sugestivas pa-
radojas del tiempo. Ya Langevin propuso la curiosa posibilidad de
que un hombre viajando por el espacio a gran velocidad, a su vuelta
a la Tierra encontrara a su hermano gemelo más viejo que él. En
efecto si el tiempo corre más despacio viajando deprisa, se seguiría
la curiosa paradoja. El tema ha dado materia para muchos libros
divertidos como el de George Thomson, The foreseable Future, por
no citar sino uno reciente.
La otra paradoja, ciertamente sugestiva, es la inversión del tiem-
po, explotada con éxito por la literatura de ciencia ficción.
Dado que la simultaneidad absoluta carece de sentido en la Físi-
ca, y tan sólo puede conocerse una simultaneidad relativa, puede ocu-
rrir que un mismo suceso es para un observador pretérito mientras
que para otro sea aún futuro.
Esto se comprende claramente teniendo en cuenta que la veloci-
dad de propagación de la luz, aunque inmensamente grande, es no
obstante limitada, y por el contrario, las distancias del universo son
ingentes. Sabemos que la luz a la fabulosa velocidad de propagación
que posee, tarda cuatro años en llegarnos de una de las estrellas más
próximas a nosotros, la estrella Alfa del Centauro; de manera que
si en este momento hiciera explosión, hasta dentro de cuatro años no
nos enteraríamos, durante cuatro años sería para nosotros un futuro.
Pero no lo sería, sino cosa pasada para los hipotéticos observadores
que estuvieran en las cercanías de aquella estrella.
Esto no significa de ninguna manera que la realidad no esté
determinada, ni que la unicidad serial del tiempo haya perdido su
valor, muy al contrario, al describir el universo de Minkowski, diji-
mos que todo suceso está claramente determinado por cuatro núme-
ors que dan su posición en el continuo tetradimensional. Toda rela-
ción de causa a efecto queda perfectamente definida, en virtud de la
velocidad límite de propagación de la luz; de forma que, en la re-
presentación geométrica de Minkowski, todo suceso causa queda con-
tenido en el cono del pasado y todo efecto de esa causa, queda conte-
nido en el cono del futuro.
La causalidad no ha sido anulada por la teoría de la Relativi-
dad, así se expresa Eddington, uno de los relativistas más conspi-
cuos: "La causa y el efecto están íntimamente ligados en la flecha
del tiempo; la causa debe preceder al efecto. La Relatividad del
tiempo no ha anulado ese orden. Un suceso aquí-ahora sólo puede
causar sucesos en el cono del futuro absoluto y puede ser causado
por acontecimientos en el cono del pasado absoluto..." (72).
Los temores de los filósofos, por este lado, son totalmente in-
fundados. Dentro del campo de la microfísica, es cierto que reina
el indeterminismo, mas este concepto no debe confundirse con la
ausencia de causalidad: "la confusión es tan burda que no merece
ser refutada. El indeterminismo puesto en cuestión, como observa
De Broglie, atañe para el físico, a la previsibilidad de los fenóme-
nos; toda ilación con el principio de causalidad es puramente arbi-
traria" (73).
En cuanto a la inversión del tiempo, tan sugestivo para temas
de películas, hay que anotar que la velocidad de la luz juega el pa-
pel decisivo de velocidad límite, que en manera alguna puede ser
traspasada, según nos enseña la teoría de la Relatividad (74). Mate-
máticamente se pueden obtener curiosos efectos suponiendo que un
cuerpo va adquiriendo mayor velocidad: cada vez su tiempo corre
más despacio, y llega a pararse cuando alcanza la velocidad de la
luz y cambia de sentido si la velocidad se hace mayor, pero en este
caso el resultado es imaginario. Ya vimos en el capítulo tercero de
este trabajo, como no era posible traspasar esa velocidad límite; lo
que no es lógico es olvidarlo y achacar a la teoría de la Relatividad
lo que ella misma propone como imposible, a no ser que se haga
por pasatiempo, en cuyo caso no propone cuestión.
El paso que media entre esta afirmación y la creencia de que
aún las mismas operaciones fisiológicas sufren ese retardo o alarga-
miento, fue dado inconscientemente. Si los relojes ralentan con la
velocidad, escogiendo una velocidad adecuadamente alta se podrían
hacer viajes intragalácticos y volver a la Tierra más joven que aque-
llos que quedaron en ella. En el libro mencionado de Thomson, se
explica con detalles un hipotético viaje a una estrella próxima, via-
je que entre la ida y la vuelta duraría dieciocho años, para los que
quedaran en Tierra, pues para los intrépidos viajeros sólo les habría
durado quince años y medio.
Las discusiones acerca de este punto se han hecho célebres aún
dentro de los mismos autores relativistas. La paradoja no sería tal

(72) A. E D D I N G T O N , La naturaleza del mundo físico.


(73) M. SCIACCA. La filosofía hoy, Madrid.
(74) A . E I N S T E I N , La théorie de la Relativité.
en opinion de muchos, entre los que citamos a M. Born: "La con-
clusión que se deriva, según la cual un viajero espacial a su retorno
sería más joven del hermano gemelo que quedó en casa, no debe
ser considerado como una paradoja, sino más bien como un milagro
de la ciencia, en el mismo sentido en que se habla de milagros de
la radio o de la televisión, o en otro campo, del milagro económico"
(76).
Otros, más cautos, se desentienden del problema, o claramente
-exponen sus dudas debido a ciertas extrapolaciones introducidas en
la suposición del problema. Ofrecemos aquí la opinión del merito-
rio Paolo Straneo: "1. a , la teoría ele la relatividad restringida sólo
es aplicable entre dos sistemas en relativa traslación uniforme, y no
entre dos sistemas de los cuales uno (coincidente con el reloj) efectúa
un viaje de ida y vuelta, implicando necesariamente aceleraciones;
2.a, la imposición unilateral de la dependencia de la marcha del re-
loj viajero está en pleno contraste con el principio de relatividad
puesto a la base de la teoría, pues atribuye al sistema en reposo un
carácter prácticamente absoluto" (77).
En efecto, parece que la dilatación del tiempo tomada aislada-
mente representa una dilatación recíproca entre los dos sistemas en
traslación uniforme, lo que representaría una situación contradic-
toria, o al menos un simple perspectivismo, una especie de ilusión
como les ocurre a dos personas que se observan desde lejos, cada
una le parece a la otra más pequeña.
Volveremos más adelante sobre ello. Pero queremos recoger aquí
unas palabras que son todo un poema, reflejando el oculto deseo de
la humanidad de una eterna juventud. Refiriéndose a ella, dejó es-
critas estas palabras el ilustre J. Perrin: " E t ne serait-il pas encore
plus admirable que secretamente l'audace humaine espérait faire de
ce rêve une réalité? (78).
El tema es muy complejo, pues se juntan a la vez ilusión y
ciencia, no debemos olvidar que, para que los efectos del ralanta-
miento sean notorios, las velocidades deben ser bastantes próximas
a la velocidad de la luz. ¿Cómo imaginar el comportamiento del or-
ganismo a esas velocidades? Dejamos al lector que imagine las cu-

(76) M. BORN, Il potere delta física, Torino.


(77) P. STRANEO, Le teorie della física nel loro sviluppo storico, Brescia

(78) Citado por P . STRANEO.


riosas sorpresas que se llevarían los viajeros espaciales, pues llega-
rían más jóvenes, pero no olvidemos que juntamente con la dilata-
ción del tiempo, el volumen disminuye...
El significado de la Relatividad hay que tomarlo en su conjun-
to y en su preciso significado, cualquier extrapolación puede dar lu-
gar a jocosas consideraciones, que eluden, normalmente, los cien-
tíficos.
La afirmación de la relatividad del tiempo lleva como conse-
cuencia la desaparición de un tiempo absoluto a la manera de New-
ton. Este tiempo era absurdo para un filósofo e inadmisible para un
físico. Mach lo había rechazado como una "entidad metafísica" pri-
vada de sentido, expresión que nos revela la mentalidad del autor
con respecto a la filosofía, pero que expresa un contenido cierto pa-
ra un científico como lo proclama Reichenbach: "Las afirmaciones
sobre la realidad sólo tienen sentido, si se pueden expresar en afir-
maciones sobre cosas reales; la referencia del acontecer universal a
esencias ideales de carácter misterioso, como el tiempo y el espacio
absolutos, deben abandonarse fundamentalmente" (79).
Esta és la opinión general en el campo científico, aunque inopi-
nadamente aparezca alguna voz que disiente, como la de J. Pala-
cios; según el cual, existiría un sistema privilegiado: "el que ha
permanecido invariable ligado al sitio de la creación" (80) del que
se derivarían un espacio y un tiempo absolutos. Opinión que ya está
suficientemente criticada a lo largo de este trabajo, y que sobre la
realidad del tiempo absoluto, lo más que llegó a concederle un sabio
tan poco sospechoso como Poincaré, es de que se trataba de una
"cómoda convención, pero privada de sentido" (81).
Resumiendo los puntos principales, la teoría de la Relatividad
nos enseña:
a) Una simultaneidad absoluta no tiene sentido en Física.
b) La noción de. simultaneidad de Einstein no contradice la
noción intuitiva u ontológica.
c) La simultaneidad de sucesos lejanos, se reduce a un juicio
de ordenación temporal de dos sensaciones en un mismo individuo
y en un mismo lugar.

(79) H . R E I C H E N B A C H , Atomos y Cosmos, Madrid.


(80) J . PALACIOS, Relatividad, una nueva teoría, Madrid.
(81) H. P O I N C A R E , La science et l'hypothèse, Paris.
d) La definición de tiempo en Física debe estar fundada en al-
gún fenómeno real, comprobable, dejando a un lado toda elucubra-
ción idealista o psicológica.
e) La unicidad serial del tiempo no queda destruida, por el
contrario, su expresión es perfectamente adecuada dentro de la re-
presentación espacio-temporal de Minkowski.
f) No existe un tiempo único; cada cuerpo en movimiento tie-
ne su tiempo local, el cual desligado de su sistema de referencia
pierde su sentido.
La lectura de estas conclusiones relativistas demuestra que no
están tan lejos del realismo aristotélico como muchos filósofos han
expresado abiertamente. Se han exagerado de más las consecuen-
cias de la teoría de la Relatividad, causando alarmas infundadas en
muchos filósofos, cuando en realidad no es para tanto, como nos di-
ce Straneo: "Las afirmaciones de que la teoría de la Relatividad
tiende a producir perturbaciones en el campo de la filosofía son exa-
geradas. La única perturbación sensible como hemos señalado re-
petidamente, atañe al defasamiento del tiempo, a la falta de contem-
poraneidad que relativamente observan dos observadores en un mo-
vimiento relativo de traslación, cada uno de los cuales valúa el tiem-
po en el sistema del otro. El físico, con esta ocasión, dice al filóso-
fo: Nosotros los físicos hemos creído siempre y erróneamente en
una especie de tiempo absoluto, aunque recurríamos para medirlo
a criterios y métodos que hoy nos resultan falaces. Aún cuando, en
general, los filósofos no se hayan preocupado de estos criterios, nos
creemos en el deber de señalarles este resultado que nos ha sorpren-
dido mucho, aunque probablemente no ataña en modo alguno al
tiempo de la filosofía y aunque acaso continuemos todos sin saber
a ciencia cierta que cosa sea. Incluso quienes entre nosotros habían
creído poderlo reducir a un simple parámetro privado de significado
físico, han tenido que desengañarse y reconocer que es precisamente
la física la que exige su consideración" (82).
Así pues, la única divergencia está en el defasamiento del tiem-
po, es decir en su relatividad, respecto de otro sistema de referencia.
La pregunta es impone: ¿Existe un único tiempo objetivo para to-
do el universo?

(82) P . STRANEO, en H u m a n i t a s .
Es innegable para la inteligencia, que capta el concepto de ser
en todo aquello que existe, la existencia de una duración absoluta,
que no es otra cosa que la permanencia de las cosas en su ser. Esta
duración absoluta está ligada al concepto de ser, y es independien-
te del espacio y del tiempo. Por tanto, el concepto de duración, co-
mo el concepto de existencia del que no difiere esencialmente, caen
dentro del campo de la ¡Metafísica. Un hombre y una piedra son
medidos por el tiempo en cuanto a su existencia, y dentro de esta
duración absoluta se da la simultaneidad independientemente de
de cualquier observador. Hasta ahora estamos en un plano metafí-
sico; al descender a un orden físico, Aristóteles no encontró ningu-
na dificultad en identificar esta consideración abstracta, absoluta de
duración con el movimiento aparente del cielo. Para ello utiliza dos
presupuestos: la creencia de que la velocidad de la luz es infinita
(instantánea), y la característica privilegiada del movimiento celes-
te. De esta manera la identificación era fácil: el tiempo, medida de
la duración de las cosas mudables se transfería al primer movimien-
to donde se ciaría como en su sujeto propio midiéndole intrísica-
mente, y a él se podían referir instantáneamente todos los demás
movimientos y duraciones particulares.
De esta forma se tenía una escala objetiva del tiempo, único y
universal que medía la duración de todo el universo.
El descubrimiento ele Copérnico destruyó el soporte de este tiem-
po universal al poner en evidencia que el movimiento del cielo era
sólo una apariencia; y no obstante, la idea del tiempo universal
siguió siendo utilizada por diversos motivos.
Se impone la separación entre el concepto metafísico de dura-
ción y el concepto de tiempo físico. No podemos olvidar que nues-
tro sistema solar es un grano de arena en el conjunto de nuestra
galaxia, la famosa Vía Láctea: se calcula que son más de cien mil
millones de soles semejantes al nuestro, los que existen en esta gala-
xia. Esta, a su vez, forma una especie de isla. A distancias inmen-
sas se encuentran otras muchas galaxias, cuyo número es imposible
de determinar, pero que según algunos astrónomos, sobrepasan los
mil millones, y no se llega al límite. En este universo inmenso, todo
él en movimiento incesante, ¿Dónde encontrar un movimiento pri-
vilegiado para constituirle sujeto del tiempo?
Ambos conceptos de duración y tiempo, tal y como lo utiliza-
ron los antiguos es aún. perfectamente utilizable en la vida práctica,
en el sistema inercial que forma la superficie de la Tierra para todos
los habitantes de ella. Nuestro planeta girando alrededor de su eje
con velocidad angular constante, permite establecer el día o tiempo
sidéreo, como el lapsus que transcurre entre dos pasos sucesivos de
la misma estrella ante el retículo de un anteojo fijo, en cuya corres-
pondencia se construyen los relojes.
Mas, en la Física moderna el concepto de duración absoluta no
tiene sentido, como no lo tiene el de tiempo absoluto. El tiempo es
relativo a cada movimiento y está en dependencia de las coordena-
das espaciales; pero junto a esta relatividad del tiempo, toda la apor-
tación aristotélica queda incorporada: su existencia objetiva; su
carácter continuo y a la vez sucesivo por su dependencia aî movi-
miento y su numeralibilidad, que determina la unicidad serial del
tiempo.
En la teoría de la Relatividad, todos los tiempos particulares
quedan fundidos en el absoluto espacio-temporal, ligados a la pro-
pagación de la luz como propiedad universalísima del espacio-tiem-
po, así como todos los movimientos y duraciones particulares queda-
ban fundidos en la duración absoluta, medida por el tiempo univer-
sal de la filosofía aristotélica. Recordemos de paso, que, el argu-
mento que ofrecía la interpretación averroista para mostrar la uni-
dad objetiva del tiempo era un recurso a la causalidad del primer
movimiento. Este recurso es hoy insostenible como hemos mostrado
a lo largo de este trabajo.
Se impone pues la distinción: duración única y absoluta y tiem-
po relativo al estado de movimiento de los cuerpos. De esta manera
queda a salvo el ámbito de la ontología, con sus conceptos absolutos
de ser, existencia, duración, simultaneidad, y la física con su plurali-
dad de tiempos particulares y su simultaneidad relativa, siempre por
referencia a un sistema.
Todas las valiosas consideraciones que descubrió la física aris-
totélica sobre la naturaleza del tiempo quedan incorporadas a la fí-
sica, como un primer escalón, como un primer estadio en el descu-
brimiento de nuestro universo. La raíz de las divergencias está en
la consideración del movimiento local, que, fue considerado durante
muchos siglos como absoluto. Los conceptos derivados del movi-
miento han de ser revisados, y la solución parece venir de la distin-
ción hecha entre concepto de duración, ligado al concepto de ser,
y concepto de tiempo, ligado al movimiento local.
IV.—SIGNIFICADO DE LA TEORIA DE LA RELATIVIDAD.

Es tarea casi imposible, catalogar las numerosas interpretacio-


nes que han aparecido sobre la teoría de la Relatividad. En reali-
dad, cada autor la ha recibido según su criterio, tiñéndola, por así
decirlo, del color de su sistema filosófico.
Desde el principio mismo de su aparición, físicos v filósofos to-
maron posiciones abiertas en pro o en contra de la teoría.
Los físicos, cada vez en mayor número, la fueron aceptando
por la fuerza de los hechos, hasta el momento presente en que po-
demos decir que toda la Física es relativista. No faltaron sin embar-
go acérrimos enemigos que trataron de impugnarla: en Alemania,
Lenard y Stark, que llegaron a declararla como una invención c!e
los judíos, afirmando a la vez, que, el método genuino de la ciencia
era él método experimental (3); en Italia, Q. Maiorana (84), y en
España Julio Palacios, que afirma: "lo más que se puede decir de
ella es que es irreprochable desde el punto de vista matemático" (85).
Los filósofos de tendencias idealistas la vieron aparecer con agra-
do, tomándola como una contribución importante a sus puntos de
vista filosóficos. Entre ellos hemos de citar a Eddington y a Milne,
para quienes las leyes de la naturaleza se derivan de puros princi-
pios epistemológicos, uno de los cuales es el método operativo. De
esta manera el "mundo físico consiste, por decirlo así, en grupos de
medidas que reposan sobre un fondo oscuro ajeno al dominio de la
Física" (86).
En la línea de un puro subjetivismo se encuentran E. Cassirer,
quien encuentra en la teoría de la Relatividad una justificación de
su posición kantiana (87).
Dentro de un relativismo realista encontramos la posición de
Aloitta, que afirma la realidad por relación al sujeto cognoscente:
"El valor de la verdad de las ecuaciones de Einstein está en su con-
creta verificación en los hechos de nuestra experiencia. Son leyes
que expresan relaciones entre estos sucesos y no pueden por esto,

M. B O R N , Il potere della física, T o r i n o .


Que manifestó su oposición en diversos artículos en Rendiconti dell'Ac-
cademia dei Lincei, entre los años.
J . PALACIOS, Relatividad, una nueva teoría, Madrid.
A . E D D I N G T O N , La naturaleza del mundo físico, Madrid.
E . C A S S I R E R , Einstein's theory of relativity considered from the episte-
mological standpoint, Chicago.
concebirse existentes sino en la concretización de los hechos, de
donde resulta el universo en relación a nuestra vida espiritual" (88).
El positivismo o neopositivismo del que el mismo Einstein par-
ticipa por su formación, afirma como verdadero aquello que es per-
ceptible, observable; llevado hasta el extremo es altamente subjeti-
vista, y como dice Born, "el positivismo en su sentido más estricto
debe negar la realidad de un mundo externo, objetivo y real o al
menos la posibilidad de hacer sobre él aserciones de cualquier gé-
nero" (89).
Esta corriente neopositivista está ampliamente representada por
gran número de científicos modernos, ya sea de una manera incons-
ciente, como mera actitud práctica, o bien de una manera sistemáti-
ca empujados por presupuestos filosóficos.
La interpretación que hacen de la Física las escuelas neopositi-
vistas son rechazadas fundamentalmente a su vez por el marxismo,
pues "según la terminología marxista, el positivismo es una doctri-
na subjetivista, y por ello rechazada por el materialismo" (90).
Una interpretación formalista (fenomenología) se extendió en-
tre filósofos de diversas tendencias a partir de P . Duhem, para quien
la Física no considera como la Filosofía, las causas y las esencias
de las cosas, sino que tan sólo se contenta con explicar los hechos
observados, realizar medidas y confeccionar leyes que expliquen las
observaciones y mediciones (91).
Esta opinión encontró eco en muchos neoescolásticos más o me-
nos vinculados a la Universidad de Lovaina. Entre ellos figuran Ma-
ritain, Nys, Renoirte, Amerio, Van Hagens, Van Steenberghen, etc.
a) Maritain mantuvo una exacerbada primera época de oposi-
ción, en la que llegó a calificar a los físicos relativistas de "destruc-
tores del tiempo real, de la realidad física que es la duración de lo
que cambia" (92), a la vez que ponía en guardia a los filósofos con-
tra jos físicos con ideas metafísicas, con la original expresión "pre-

A . ALIOTTÁ, En Cinquent'anni di Relatività, Firenze 1955, p. 476. Véa-


se también, Relativismo, idealismo e la teoría d'Einstein, Roma .
M. B O R N , Il potere della física, Torino.

P. DUHEM, La théorie physique, son object, sa structure, Paris


J. MARITAIX, Einstein et la notion de temps, en Revue Universelle.
nez garde à la physique moderne" (93), algo así como el cave canem,
que los patricios romanos ponían en las entradas de sus villas.
En 1923 publicaba otro artículo proponiendo las irreductibles
posiciones entre físicos y filósofos, imposibles de cualquier acerca-
miento, ya que los físicos trabajan con medidas y los filósofos con
abstracciones (94).
Esta posición intransigente fue encauzada posteriormente ha-
cia una consideración de la física eñ sentido empiriológico, por con-
traposición a la metafísica, que trata la realidad con un sentido on-
tológico: En el análisis empiriológico "se trata de definir por me-
dio de posibilidades de observación y de medida, mediante opera-
ciones físicas a realizar; en el otro caso, —análisis ontológico—
procura definir mediante caracteres ontológicos, por medio de ele-
mentos constitutivos de una naturaleza o de una esencia inteligible,
por obscura que la perciba" (95).
b) Renoirte, como él mismo nos señala en el prólogo de su
libro Elementos de crítica de las ciencias y Cosmología, expresó su
opinión primeramente, en una colección de artículos publicados en
la Revue néoscolastique de Philosophie, entre los años 1923-4; y
que, ampliados con una copiosa recopilación de expresiones de di-
versos físicos, concluye en el mismo sentido que Maritain, posición
que queda expresada en los siguientes términos: "Las propiedades
físicas no tienen otra definición que la descripción de sus procedi-
mientos de medida" (96). Y más adelante completa su pensamiento
de la siguiente manera: "Se podía dar a la teoría como finalidad la
explicación real de las cosas y de las leyes. Enunciar una explica-
ción real sería expresar la naturaleza; naturaleza que es la causa
de los fenómenos observados.
Pero el físico no conoce las cosas sino por sus propiedades, y
éstas por la descripción de sus procedimientos de medida. El con-
junto de números variables y cualificados, que son las únicas infor-
maciones que de la experiencia interesan al físico, no le permiten
enunciar la naturaleza de las cosas como causa de sus propiedades.
En consecuencia, el físico no pretende dar una explicación real; a

J. MARITAIN, La Metafísica dei fisici ossia la simultanéitá secondo


Einstein, en Riv. Filos. Neo-Scalastica.
J. MARITAIN, Filosofía de la Naturaleza, B. Aires.
F. RENOIRTE.
lo sumo, lo que él afirma puede significar: las cosas son de una
naturaleza desconocida tal que, si se les aplica este o aquel proce-
cimiento de medida, obtendremos ciertos números entre los cuales
se darán aproximadamente tales relaciones'' (97).
En pocas palabras, las magnitudes de que trata la física "no
son inmediatamente cualidades ontológicas reales de las cosas, sino
solamente medios de descripción provisionalmente designados por
los procedimientos de medida" (98).
Expresiones que va las habíamos vistos en el inmortal Poincaré,
cuando decía: "Les théories mathématiques (des phénomènes phy-
siques) n'ont pas pour objet de nous révéler la véritable nature des
choses; ce serait la une prétention déraisonnable. Leur but unique
est de coordenner les lois physiques que l'expérience nous fait con-
naître, mais que sans secours des mathématiques nous ne pourrions
même énoncer" (99).
Para todos estos autores, la teoría de la Relatividad no pasa de
ser una concepción puramente matemática, pero que no expresaría
la realidad del universo, como nos afirma Nvs: Considerada en su
conjunto "nous parait être une concepción purement mathématique,
una synthèse abstraite, constituée d'éléments logiquement enchaî-
nés par les artifices du calcul, mais qu'il serait au moins téméraire
de regarder comme un décalque de la réalité" (100).
Esta misma opinion es sustentada por filósofos de diversas es-
cuelas. Así la presentó Herbert Dingle, profesor de Filosofía de las
Ciencias en la Universidad de Londres, durante una conferencia te-
nida en Edimburgo en 1951: " L a s cosas de que se ocupa la Física
no son medidas de propiedades objetivas de parte del mundo mate-
rial externo; son simplemente los datos que obtenemos cuando rea-
lizamos ciertas operaciones" (101).
Y refiriéndose al tema concreto del tiempo, dice: "Lo que la
teoría de la Relatividad aclara no es la naturaleza metafísica del
tiempo, sino la función que las medidas del tiempo pueden tener en
física" (102).

F. RENOIRTE.

H. PoixCARE, La science et l'Hipothese, Paris.


D. NYS, La notion d'espace, Bruxelles.
Citado por M. BORN, en II potere della fisica, Torino.
H. DINGLE, en Albert Einstein scienziato e filosofo,
Schilpp, Torino.
Por su parte los filósofos escolásticos hicieron una dura crítica
a la teoría de la Relatividad a propósito de la celebración del Pri-
mer Congreso Tomista de Roma en el año 1925, donde el P . Gredo
tuvo una ponencia en la que examinó la teoría desde los principios
aristotélicos-tomistas (¡103.); el tema se ceñía a la consideración del
movimiento, espacio y tiempo, que según Einstein son relativos, y
que el P. Gredt los refutó siguiendo los principios de la escuela.
Las últimas palabras que pronunció aseguran, que, la teoría de la
Relatividad responde al idealismo y al positivismo del que están
imbuidos sus autores, citando las opiniones de Lenard y Maritain,
cuyas posiciones ya hemos expuesto. El cronista nos refiere que se
produjo una viva controversia en la que fue enérgicamente combati-
do. El P . Barbado afirmó que se podía aceptar la relatividad del
tiempo extrínseco, al modo de Einstein. Y el P . Munnynck tenía
por cierto que el sistema de Einstein no era conocido en sus fuentes
y explicado en su genuino significado (104), palabras que encierran
una dura crítica contra el sustentador de la ponencia.
Esta corriente tiene sus representantes en la actualidad, y en-
tre ellos citamos las palabras de R . Masi que responden a esta idea
de disociación entre Física y Filosofía Natural: " L a relatividad no
puede tener pues un sentido real" (105). El motivo es claro para el
autor: " E l principio de relatividad y toda la teoría relativista de
Einstein, no indican relatividad objetiva, sino que son suposiciones
lógicas y matemáticas, que permiten preveer medidas efectivas y
sintetizar en un esquema las leyes de la física. La relatividad no
tiene entonces un significado ontológico, sino solamente' fenomé-
nico y sintético" (106).
Según esta concepción de la Física y de la Filosofía natural,
lo que dicen cada uno en su campo tiene un sentido diverso y es
verdadero; pero como hablan de cosas distintas, no tiene por qué
haber ningún roce entre ambas. "Concluyamos pues, que la relati-
vidad puede adaptarse a la física en sentido fenoménico y no es ne-
cesario que indique la realidad objetiva y ontológica de las cosas. En
este sentido la relatividad permanece como una magnífica teoría

I. GREDT, en Actas del I Congreso Tomista, apud Academia Romana


S. Thomae.
L a Ciencia Tomista.
R . M A S I , Il significato della Relativitá, en Euntes Docete.
física y son eliminadas las dificultades que encuentra una interpre-
tación ontológica" (107).
La solución de estos autores no puede ser más sencilla y con-
tundente, de esta manera no puede haber dificultades, pero su mis-
ma sencillez peca de simplista.
¡Qué distinto es el parecer de los verdaderos científicos! Lo
que ellos intentan con sus teorías físicas, con sus tablas de medicio-
nes, con su complicada matemática, no es un conocimiento fenomé-
nico de la realidad del mundo, sino la misma naturaleza. Pero sa-
ben que ese mundo que se nos presenta ahí delante de nosotros, no
lo podemos comprender con juicios apreciativos hechos a ojo. Nues-
tros sentidos nos proporcionan sólo una cierta aproximación cuan-
do las magnitudes puestas a comparación son de un orden que caen
dentro de su limitado campo; por eso, en la filosofía aristotélica
se habla de más o menos veloz, cuando se tarda menos o más tiem-
p o , se habla de cualidades, examina una piedra y dice que es pesa-
da, tiene color rojizo, que es fría, etc., los físicos aplican las mate-
máticas y expresan la lev del movimiento por una ecuación bien de-
finida; toman la piedra y después de pesarla, nos clicen que tiene
tantos gramos, que su color rojizo es debido a que absorbe toda la
luz, excepto la componente monocromática correspondiente a una
longitud de onda de 7800 Angstroms, su temperatura es de tantos
grados centígrados, etc. Si aplican las matemáticas, no es por el
gusto de hacer complicadas las cosas; ni porque crean que los nú-
meros sean la realidad de los seres, sino porque tienen la convicción
de que en la Naturaleza todo es orden y armonía, o como decía Ga-
lileo, "porque la Naturaleza está escrita en lenguaje matemático".
Así lo declara abiertamente el mismo Einstein: " L a convic-
ción de que existe un mundo externo, independiente del sujeto que
lo percibe, es la base de toda la ciencia natural. Pero, como la per-
cepción sensorial nos proporciona sólo una información indirecta
sobre este mundo externo o realidad física, solamente podemos al-
canzar esta última con medios especulativos" (108).
Un realismo moderado se impone. Hoy día, gracias al tesón de
hombres beneméritos, una corriente realista y más útil, tanto para
la Física como para la. Filosofía, se va abriendo paso.

A. EINSTEIN, Come vedo io il mondo, Torino.


Esta corriente considera a la Física moderna, como la continua-
ción lógica de aquella otra que Aristóteles comenzara. Así lo defen-
dieron entre otros, el P . Aniceto Fernández (109); Hoenen (110);
Soccorsi (111); Selvaggi (112), etc.
De este último autor, reproducimos las siguientes palabras:
" L a conclusión que se impone, por tanto, es que la teoría de la re-
latividad no favorece de ningún modo al positivismo o neopositivis-
mo; ni al relativismo subjetivista; la relatividad de la Física es una
realidad objetiva y experimental. Podemos añadir, que, la teoría de
la relatividad, como, toda teoría verdaderamente científica, es la más
exquisita búsqueda del absoluto, en cuanto que se propone como fin
principal, el descubrir la verdad independientemente de los sujetos
que la piensan y la observan" (113).
Y refiriéndose al tema concreto del tiempo, se expresa sin dejar
lugar a dudas: "El tiempo local de Einstein no es un artificio de
cálculo, sino que se trata de una realidad objetiva, no debida a fór-
mulas a priori del sujeto cognoscente, ni a la actividad creadora o
formadora del espíritu, sino a las condiciones intrínsecas de la reali-
dad física, a las leyes que regulan las acciones físicas y su transmi-
sión a distancia" (114).
La Física, y en particular la teoría de la Relatividad, deben ser
tomadas como una búsqueda de la realidad, de la realidad física,
aunque no en su totalidad, sino bajo un aspecto parcial, esto es,
bajo la razón de observable.
E s suficientemente conocida la frase de rango aristotélico, de
que "differentiae substantiales, quia sunt ignotae, per differentias
accidentales manifestantur" (115). En efecto, no podemos llegar a
las esencias de las cosas sino mediante las propiedades, y éstas de-
ben ser sometidas a una observación científica y no sólo vulgar.
Querer relegar a la Física al oficio de simple descubridora de
técnicas aplicables, es un intento por el que no pasan los verdaderos

A . F E R N A N D E Z , II problema della relazione fra le scienze e la filosofía,


en Angelicum.
P . H O E N E N , Cosmología, R o m a .
P. S O C C O R S I , De vi cognitionis humanae in scientia phys., Roma.

P. SELVAGGI, Física, Cosmologia, Metafisica, em Studi filos., in torno


all'Esistenza, etc., R o m a .
P. SELVAGGI, Problemi della Física moderna, Brescia.
científicos. La Física, como herededa del espíritu que animaba a la
física aristotélica, es esencialmente filosófica, busca la realidad y su
comportamiento, las causas y los efectos previsibles, no puede redu-
cirse a una mera descripción de fenómenos.
Lo mismo, que, una Filosofía de la Naturaleza desligada de la
experiencia científica, no merece el nombre que lleva, es por lo que
Max Born se expresa de la siguiente manera: "Precisamente por-
que insisto en que la Física no tiene solamente tareas prácticas (co-
mo base de la técnica), mas debe ser también filosófica en sentido
absoluto, es por lo que rechazo las doctrinas filosóficas que se basan
solamente sobre la autoridad de grandes pensadores, se llamen Pla-
tón, Aristóteles, Tomás o Kant, Hegel o M a r x " (116).
Según concluye Born en las últimas palabras que dedica a la
obra de Einstein, la teoría de la Relatividad "representa una posi-
ción perfectamente equilibrada entre "fantasía libremente creadora,
una lógica crítica y una paciente adaptación a los hechos" (117).
En este aspecto crítico y deductivo es donde aparece más pa-
tente la grandiosidad de la teoría. Para Beltrand Russell, la Relati-
vidad representa el mayor descubrimiento sintético del entendimien-
to humano, representando una conquista singular como sistema ló-
gico-deductivo. En su libro El análisis de la materia afirma: "La
Relatividad se asienta sobre bases muy firmes. El avance sobre la
física antigua, en lo que se refiere a la Relatividad es principalmen-
te de orden lógico y filosófico" (118).
¿Porqué niegan la realidad objetiva a la física y en particular
a la teoría de la Relatividad? Sin duda, como hemos visto en los
defensores del carácter fenomenológico de las fórmulas relativistas,
por apreciar una contradicción en las contracciones del espacio y el
tiempo: "La contracción del espacio siendo recíproca, no puede ser
real. Lo mismo dígase del relantamiento del tiempo" (119).
Mas, como la división lógica del ser no admite otra que aquella
de real y de razón (120), las frases de estos autores encuentran una
difícil comprensión, a no ser que sean simples apariencias subjeti-

M. BORN, Il potere della física, Torino.


M. BORN, La teoría de la Relatividad de Einstein y sus fundamentos
físicos, Madrid.
B. R U S S E L L , Análisis de la materia, Madrid 1 9 2 7 .
R. M A S I , Il significato della teoría della.
I. G R E D T , Elementa Philosophiae II, Friburgo.
vas. Tonquedec no lo cree a s í : ¿Son ilusiones o impresiones Sub-
jetivas? Ni mucho menos. ''Nuestras impresiones y medidas son de
hechos: pertenecen a lo real. Tienen ciertamente una verdad relati-
va. Traducen nuestras relaciones con las cosas, las situaciones en
que nos encontramos con respecto a ellas: situaciones y relaciones
objetivas determinadas absolutamente como todo lo que existe y
que podrían ser observadas a su vez, y percibidas tal como son, por
un tercero dotado de las facultades necesarias para ello. Tal es el
contenido de las formulas relativistas: no están vacías, comprenden
una parte de la realidad. Es por lo que concluyen en resultados ve-
rificabas" (1,21).
En efecto, la teoría de la Relatividad traduce la realidad, la cap-
ta tal y como lo podemos hacer, y como el movimiento es esencial-
mente relativo, sigúese que el espacio y el tiempo que les siguen sean
también relativos, y no por ello menos reales que el mismo movi-
miento..
Las confusiones que sufren aquellos autores que sólo ven en la
teoría de la Relatividad una expresión fenoménica, son debidas al in-
tento de evitar el absurdo de admitir varias duraciones simultáneas
en cualquier suceso, y la intuitiva noción de simultaneidad absoluta
que ya analizamos. Volvemos a recordar la distinción que ya pusi-
mos más arriba: tanto la Metafísica como la Física tratan de la mis-
ma realidad, no tenemos otra. Pero mientras que la Metafísica abs-
trae y considera al ser y todo aquello que le sigue, como la existen-
cia o duración, y dentro de la existencia, la simultaneidad absoluta,
la Física trata de la misma realidad, pero sin abstraer de los seres
en concreto; y ante sus ojos aparecen cuerpos en movimientos, es-
pacios y tiempos relativos en dependencia al sistema de referencia.
Son dos consideraciones de una misma realidad, una en el or-
den de los conceptos abstractos donde se da la necesidad y la abso-
lutez; la otra, una consideración experimental sujeta a revisión, pe-
ro la mejor que tenemos hasta el momento presente.
¿Quién se atreverá a negar que la teoría de la Relatividad re-
presenta tan sólo una primera aproximación en la expresión de la
naturaleza? Así lo piensan los mismos científicos. Oigamos la opi-
nión de Straneo: "No debemos pensar que la sistematización de la
teoría cuántica relativista por medio de las ecuaciones de Dirac,

J. TONQUEDEC, La philosophie de la Nature, Paris.


aunque satisfactoria y estable, puede significar que las dos
teorías, o incluso esta última, hayan alcanzado un valor absoluto.
Son y permanecen teorías físicas, mejores sin duda, que las prece-
dentes, porque permiten integrar, con un número menor de postu-
lados un número enorme de fenómenos, muchos de los cuales con-
dujeron primeramente a la previsión teórica y después al descubri-
miento experimental; pero siguen siendo puras teorías físicas, cu-
yo hundimiento según el criterio experimental galileano, podría acon-
tecer con una sola experiencia que pusiera en evidencia cualquier
contraste con la realidad experimental" (122).
Así pues, para terminar, recordemos que la teoría de la Rela-
tividad, es una teoría física, lógica, experimental, que nos pone en
contacto con la realidad del universo, dándonos una visión que nues-
tros sentidos son incapaces de alcanzar; pero una teoría física que
busca la expresión de la realidad misma en cuanto objeto de obser-
vación. Asume todas las aportaciones, que, sobre la Física hicieron
la antigüedad griega, como la física clásica, sobre las que se levan-
ta como fruto de un racional desarrollo evolutivo.
Como el mismo Einstein y otros autores, relativistas afirmaron,
no intentan hacer Metafísica, simplemente quieren permanecer den-
tro de un orden físico donde sea posible la definición operativa.
Por consiguiente, debe evitarse la confusión entre conceptos
metafísicos, ontológicos, con otros de carácter puramente experi-
mental, tal como ocurrió en algunos estadios de la Historia.
De esta manera no sólo no habrá interferencias entre Ontología
y Física, sino que ambas facetas de la realidad, nos proporcionarán
un conocimiento más completo, aunque siempre fragmentario, so-
bre el fascinante problema del Cosmos.

ENRIQUE MOLERO, O. P.

P. STRANEO, La relatività della Física, en Humanitas.

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