Captura 2024-06-06 A Las 21.07.36
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COMUNICACIÓN 2
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MANUAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA
GOBERNADORA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
Lic. María Eugenia Vidal
SUBSECRETARIO DE EDUCACIÓN
Lic. Sergio Siciliano
PRESENTACIÓN
Este material que hoy llega a sus manos forma parte de una serie de módulos del Programa de
Educación a Distancia (Res. 106/18) de la Dirección de Educación de Adultos de la Provincia de Buenos
Aires. El mismo busca ampliar el acceso a la educación secundaria de aquellos jóvenes y adultos
mayores de 18 años que se encuentren imposibilitados de concurrir a nuestras escuelas.
La evolución de las tecnologías de la información y de la comunicación nos permite repensar el
modelo educativo de enseñanza-aprendizaje. El objetivo de la modalidad a distancia es superar las
limitaciones de tiempo y espacio de todos aquellos bonaerenses que quieran terminar sus estudios
secundarios. Este Programa tiene como propósito que los estudiantes puedan ingresar y egresar en
cualquier momento del año, avanzando según su propio ritmo y con la posibilidad de organizar su
trayecto formativo.
La Educación a Distancia es una herramienta que se suma a las ofertas de terminalidad secundaria
que ofrece la provincia de Buenos Aires en pos de alcanzar a aquellos que el sistema educativo no les
proponía una alternativa de estudio que no requiera concurrir a los servicios educativos presenciales
de tiempo completo y con desplazamiento diario.
Esta modalidad se caracteriza por la mediatización de la relación entre el docente y el estudiante, a
Los estudiantes contarán así con el acompañamiento permanente de un profesor tutor a través de
los distintos recursos que ofrece el Campus Virtual (campusvirtualadultos.com.ar), y también en
instancias presenciales de encuentros individuales e intercambios abiertos grupales para compartir
intereses, preocupaciones, dudas, opiniones, explicaciones, materiales, etc.
Este material estará disponible tanto en formato digital como impreso, para que sin importar sus
posibilidades, los estudiantes tengan acceso al mismo. Completar sus estudios secundarios es,
fundamentalmente, dar un paso más en la construcción de su ciudadanía.
de lectura, decidir los propósitos del itinerario de lectura. Reconocer las características y
particularidades del género elegido, los autores representativos, la historia.
discurso.
Comparar obras literarias con obras pertenecientes a otros lenguajes artísticos.
Diferenciar las características propias de cada género literario para su posterior
escritura.
Escribir como lectores: comentar las obras, escribir reseñas, recomendar libros, etc.
Leer, analizar y comprender textos conforme a su proyecto personal de lectura.
se opone a la idea más difundida de que se nace escritor es decir “se nace
reducir demasiado a textos que muchas veces no resisten -como todo género
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Pensemos por ejemplo cuando vemos una película de terror, una
Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la
mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras de
antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados
de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me
destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado; sin embargo, me siento extrañamente satisfecho
y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir más allá, hacia
el otro.
rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre
odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones
tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una
sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y
sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.
Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido a mis
necesidades; sin embargo, no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna cosa viviente
salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera que me haya cuidado, debió haber
sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una persona viva fue la de algo
semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para mí no tenían nada de grotescos los
huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de piedra cavadas en las profundidades de los cimientos
Obras Completas H.P.Lovecraft. Buenos Aires, Diada, 2011
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» ACTIVIDAD 1 Obligatoria
a) Hay alguien que está contando una historia; a ese alguien en literatura lo llamamos narrador .
Imaginen ahora las características de este narrador y redacten un breve texto descriptivo. Pueden
utilizar las siguientes preguntas como guía: ¿quién es? ¿qué aspecto tiene? ¿qué edad tiene? ¿a
qué se dedica? ¿desde qué momento de su vida o desde qué época narra este fragmento?
b) En la consigna que presenta el fragmento se menciona al autor del cuento al que pertenece.
¿Qué diferencias existirán entre el autor y el narrador? Pueden investigar en distintas fuentes
de información que traten la diferencia entre estos dos conceptos para redactar la respuesta
c)
cuenta los distintos elementos que aparecen en el texto (personajes, espacios, tiempo, acciones,
2. 1. Continuamos…
Continuamos con la
lectura del apunte
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En esta narración, todos los datos que forman parte de su verosimilitud
se relacionan con el espanto y el terror, género literario en el que se destacó
el escritor H.P. Lovecraft.
» ACTIVIDAD 2
Ustedes también pueden tomar el rol de escritores. Como dijimos, los escritores no “sacan de la
realizarán lo siguiente:
a) Recuerden algún lugar de la infancia, de la adolescencia, de la actualidad, que les parezca
interesante ya sea porque se tejieron historias barriales alrededor de él, porque allí les sucedieron
hechos agradables o desagradables, o simplemente porque por algún motivo aún lo tienen presente
Para la realización de esta situación de escritura, deberán además inventar un narrador que
describa ese espacio elegido con el mayor lujo de detalles posible, tratando al mismo tiempo de
mostrar las sensaciones que ese lugar les produce, como se narra en el fragmento del cuento de
H. P. Lovecraft. Para poder construir ese narrador la sugerencia es que describan el lugar como si
fueran otra persona: un anciano, una niña, un ama de casa, un maestro, etc. Esto los ayudará a
Vamos a continuar con la lectura de un fragmento del cuento “Agosto de 2026: Vendrán
lluvias suaves” del escritor norteamericano Ray Bradbury:
La voz del reloj cantó en la sala: tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete, como si temiera
que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo y repitiendo llamadas en el
vacío. Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!
En la cocina el horno del desayuno emitió un seseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho tostadas
perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de jamón, dos tazas de café y dos vasos de leche fresca.
–Hoy es cuatro de agosto de dos mil veintiséis –dijo una voz desde el techo de la cocina– en la ciudad de
Allendale, California. –Repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara–. Hoy es el cumpleaños del
señor Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del seguro y también
las cuentas de agua, gas y electricidad.
En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se deslizaron bajo ojos
eléctricos.
Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno! Pero las puertas
no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones de goma. Llovía afuera. En la puerta
de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: Lluvia, lluvia, aléjate... zapatones, impermeables, hoy… Y la lluvia
resonó golpeteando la casa vacía.
Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó la puerta, y descubrió un coche con el motor en marcha. Después
de una larga espera, la puerta descendió otra vez.
A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio los echó
en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta de metal que después de digerirlos
los llevó al océano distante. Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron secos y relucientes.
Las nueve y cuarto, cantó el reloj, la hora de la limpieza.
Ray Bradbury, Crónicas marcianas, Buenos Aires, Minotauro, 1980, pp. 226-233.
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» ACTIVIDAD 3
Después de la lectura del fragmento del cuento “Agosto de 2026: Vendrán lluvias suaves”, responder
los siguientes interrogantes:
a) ¿Qué diferencias notan entre el narrador de este cuento de Bradbury y el narrador del fragmento
de Lovecraft? ¿tienen la misma relación con aquello que están narrando, con los espacios y los
personajes?
b)
una voz que cuenta “desde afuera” los hechos que se van sucediendo
sin mediación humana. Más adelante analizaremos la cuestión del
narrador literario. Por ahora podemos deducir que la categoría narrador
no es estática; se puede contar una historia desde una primera persona
gramatical que forma parte de lo contado - yo-nosotros - o desde la tercera
persona gramatical, alguien exterior a ella, - él/ellos-.
Si en el fragmento que leímos - “El extraño” - era importante el espacio,
en el relato de Bradbury, aparece otro elemento que carga de sentido la
narración: el tiempo. Este tiempo se encuentra bien marcado por las horas
del reloj que, automáticamente a una hora programada, hace funcionar
la casa y va llevando adelante el relato a partir del hecho del pasaje de
horas. Es decir, aquí hay un espacio que depende de un tiempo más que
de las sensaciones de un personaje particular. Cuando leemos “Las ocho
y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las
ocho y uno! Pero las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las
suaves pisadas de los tacones de goma…”, nos damos cuenta de forma
paulatina - ya que este momento no es la primera indicación al respecto
que tenemos- de que la casa está vacía, de que no hay ocupantes que
realicen las acciones que para ellos estaban programadas.
Podemos decir, entonces, que Bradbury ha construido su verosímil desde un
espacio muy diferente al de Lovecraft y nos damos cuenta de esa diferencia
por ese tiempo programado, que nos va indicando que la casa se encuentra
deshabitada. Así como Lovecraft al hablar de la angustia de su personaje
perdido en un castillo extraño, daba sensaciones del lugar en relación con
las impresiones que ese espacio provocaban en su personaje, creando así
un verosímil relacionado con el espanto y el horror; Bradbury realiza una
operación similar tomando en este caso el tiempo como elemento central
de la creación del verosímil en el texto: el paso del tiempo que sirve a los
seres humanos para regular la cotidianeidad carece de sentido, ya que los
humanos han desaparecido y es este uso del tiempo lo que le otorga al texto
2. 4. Recapitulando
Continuamos con la
lectura del apunte
datos en un escrito.
A estos tres momentos, que son válidos para cualquier género discursivo,
construye un verosímil
y para ello necesita de un narrador que relate los hechos en un tiempo y
un espacio
Además, las distintas maneras que tienen Lovecraft y Bradbury de construir
sus verosímiles tienen que ver también con que pertenecen a géneros
discursivos literarios diferentes. Recuerden que los géneros discursivos
narraciones breves. La diferencia de género tiene que ver con que el tema
que tratan impone una elección de frases y una forma de disponerlas en
sus escritos totalmente diferentes diferentes : el cuento de Lovecraft suele
ubicarse dentro del género de terror, y el de Bradbury, dentro del género
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3. Algunas cuestiones que ayudan a escribir:
recursos de cohesión
Cuando escribimos debemos hacer elecciones que se relacionan con
lo que queremos decir. En esas determinaciones utilizamos los términos
Por ejemplo:
Sustitución léxica
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“Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto
y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella
por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar” (El extraño).
En el primer ejemplo el pronombre los evita la repetición de los referentes
huevos y tostada.
En el segundo la palabra torre es sustituida por el pronombre ella.
Por medio de la paráfrasis: cuando ya no nos quedan sinónimos
o cuando no los encontramos, podemos utilizar frases que tienen el
“En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja (…)”
(Vendrán lluvias suaves”).
En la elección de palabras que Bradbury tuvo que realizar en la
construcción de su verosímil, el término referente reloj es sustituido por
caja del tiempo.
Por último encontramos como un recurso de sustitución un
procedimiento llamado elipsis: En la elipsis no hay sustitución de
palabras, la repetición se evita por la omisión del término de referencia,
ACTIVIDAD 5
Esta actividad propone continuar con su rol de escritores. Como tales, entonces, tendrán que
revisar y reescribir, si es necesario, el texto que produjeron en la actividad 2 en la que inventaron
un narrador y construyeron un espacio.
narrando, van a tener que controlar que “problemas de repetición” presentan en sus escritos y
corregirlos de acuerdo a los recursos de sustitución que estuvieron aprendiendo en la unidad 1.
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Continuamos con la
4. Taller de lectura
lectura del apunte
En este espacio proponemos la lectura de un cuento del escritor argentino
Julio Cortázar, a quien ya conocimos en Lengua y Comunicación 1 por su
texto “La inmiscusión terrupta”. Algunas de las categorías narrativas que
» ACTIVIDAD 6
Después de la lectura del cuento “La noche boca arriba” analicen:
¿En cuántos espacios y tiempos transcurren los hechos? Describirlos
¿Qué tipo de narrador posee el cuento? Describirlo teniendo en cuenta los distintos tipos de
narradores vistos hasta el momento en otros textos leídos.
Luego de leer el apartado “Para saber algo más”, analizar qué características del boom
latinoamericano presenta el cuento.
VIDEO
Los cortos fílmicos son también géneros discursivos en los que sus autores suelen versionar
textos literarios. Los invitamos a disfrutar los siguientes videos en los que con estilos diferentes se
reproducen los cuentos leídos. Con toda seguridad observarán nuevos modos de contar lo mismo.
El extraño
https://www.youtube.com/embed/sNX_dLeBKos?rel=0&controls=0&showinfo=0
Vendrán lluvias suaves
https://www.youtube.com/embed/53u4iD_Tkgc?rel=0&controls=0&showinfo=0
La noche boca arriba
https://www.youtube.com/embed/bCLtddjsU6c?rel=0&controls=0&showinfo=0
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H. P. Lovecraft, El extraño
Infeliz es aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve
la mirada hacia horas solitarias en bastos y lúgubres recintos de cortinados marrones y alucinantes hileras
de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos,
cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en las alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que
los dioses me destinaron… a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado; sin embargo, me siento
extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi
mente amenaza con ir más allá, hacia el otro.
cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores
estaban siempre odiosamente húmedas y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de
cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme
se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra, sobrepasaba el ramaje y salía al
cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas y sólo se podía ascender a ella por un escarpado
muro poco menos que imposible de escalar.
Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido
a mis necesidades; sin embargo, no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna
cosa viviente salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos. Supongo que, quienquiera que me haya
cuidado, debió haber sido asombrosamente viejo, puesto que mi primera representación mental de una
persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para
mí no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de piedra cavadas
en las profundidades de los cimientos. En mi fantasía asociaba estas cosas con los hechos cotidianos y
esos libros aprendí todo lo que sé. Maestro alguno me urgió o me guió, y no recuerdo haber escuchado
en todos esos años voces humanas…, ni siquiera la mía; ya que, si bien había leído acerca de la palabra
hablada nunca se me ocurrió hablar en voz alta. Mi aspecto era asimismo una cuestión ajena a mi mente,
ya que no había espejos en el castillo y me limitaba, por instinto, a verme como un semejante de las
las sombras se hacían más densas y el aire más impregnado de crecientes temores, de modo que eché a
correr frenéticamente por el camino andado, no fuera a extraviarme en un laberinto de lúgubre silencio.
negra soledad, el deseo de luz se hizo tan frenético que ya no pude permanecer inactivo y mis manos
suplicantes se elevaron hacia esa única torre en ruinas que por encima de la arboleda se hundía en el
instante el cielo y perecer, que vivir sin haber contemplado jamás el día.
A la húmeda luz crepuscular subí los vetustos peldaños de piedra hasta llegar al nivel donde se
interrumpían, y de allí en adelante, trepando por pequeñas entrantes donde apenas cabía un pie, seguí mi
peligrosa ascensión. Horrendo y pavoroso era aquel cilindro rocoso, inerte y sin peldaños; negro, ruinoso y
solitario, siniestro con su mudo aleteo de espantados murciélagos. Pero más horrenda aún era la lentitud
de mi avance, ya que por más que trepase, las tinieblas que me envolvían no se disipaban y un frío nuevo,
como de moho venerable y embrujado, me invadió. Tiritando de frío me preguntaba por qué no llegaba a
la claridad, y, de haberme atrevido, habría mirado hacia abajo. Se me antojó que la noche había caído de
pronto sobre mí y en vano tanteé con la mano libre en busca del antepecho de alguna ventana por la cual
espiar hacia afuera y arriba y calcular a qué altura me encontraba.
De pronto, al cabo de una interminable y espantosa ascensión a ciegas por aquel precipicio cóncavo y
desesperado, sentí que la cabeza tocaba algo sólido; supe entonces que debía haber ganado la terraza o,
cuando menos, alguna clase de piso. Alcé la mano libre y, en la oscuridad, palpé un obstáculo, descubriendo
que era de piedra e inamovible. Luego vino un mortal rodeo a la torre, aferrándome de cualquier soporte
donde la valla cedía y reanudé la marcha hacia arriba, empujando la losa o puerta con la cabeza, ya que
utilizaba ambas manos en mi cauteloso avance. Arriba no apareció luz alguna y, a medida que mis manos
iban más y más alto, supe que por el momento mi ascensión había terminado, ya que la puerta daba a
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sin duda el piso de alguna elevada y espaciosa cámara de observación. Me deslicé sigilosamente por
el recinto tratando que la pesada losa no volviera a su lugar, pero fracasé en mi intento. Mientras yacía
exhausto sobre el piso de piedra, oí el alucinante eco de su caída, pero con todo tuve la esperanza de
volver a levantarla cuando fuese necesario.
Creyéndome ya a una altura prodigiosa, muy por encima de las odiadas ramas del bosque, me incorporé
fatigosamente y tanteé la pared en busca de alguna ventana que me permitiese mirar por vez primera
el cielo y esa luna y esas estrellas sobre las que había leído. Pero ambas manos me decepcionaron, ya
que todo cuanto hallé fueron amplias estanterías de mármol cubiertas de aborrecibles cajas oblongas de
alto recinto construido a tan inmensa distancia del castillo subyacente. De pronto mis manos tropezaron
rugosa a causa de las extrañas incisiones que la cubrían. La puerta estaba cerrada, pero haciendo un
supremo esfuerzo superé todos los obstáculos y la abrí hacia adentro. Hecho esto, me invadió el éxtasis
más puro jamás conocido; a través de una ornamentada verja de hierro, y en el extremo de una corta
escalinata de piedra que ascendía desde la puerta recién descubierta, brillando plácidamente en todo su
esplendor estaba la luna llena, a la que nunca había visto antes, salvo en sueños y en vagas visiones que
no me atrevía a llamar recuerdos.
Seguro ahora de que había alcanzado la cima del castillo, subí rápidamente los pocos peldaños que me
separaban de la verja; pero en eso una nube tapó la luna haciéndome tropezar, y en la oscuridad tuve que
avanzar con mayor lentitud. Estaba todavía muy oscuro cuando llegué a la verja, que hallé abierta tras un
cuidadoso examen pero que no quise trasponer por temor a precipitarme desde la increíble altura que
había alcanzado. Luego volvió a salir la luna.
De todos los impactos imaginables, ninguno tan demoníaco como el de lo insondable y grotescamente
inconcebible. Nada de lo soportado antes podía compararse al terror de lo que ahora estaba viendo; de las
extraordinarias maravillas que el espectáculo implicaba. El panorama en sí era tan simple como asombroso,
ya que consistía meramente en esto: en lugar de una impresionante perspectiva de copas de árboles vistas
desde una altura imponente, se extendía a mi alrededor, al mismo nivel de la verja, nada menos que la tierra
una antigua iglesia de piedra cuyo devastado capitel brillaba fantasmagóricamente a la luz de la luna.
Medio inconsciente, abrí la verja y avancé bamboleándome por la senda de grava blanca que se
extendía en dos direcciones. Por aturdida y caótica que estuviera mi mente, persistía en ella ese frenético
anhelo de luz; ni siquiera el pasmoso descubrimiento de momentos antes podía detenerme. No sabía,
ni me importaba, si mi experiencia era locura, enajenación o magia, pero estaba resuelto a ir en pos
de luminosidad y alegría a toda costa. No sabía quién o qué era yo, ni cuáles podían ser mi ámbito
y mis circunstancias; sin embargo, a medida que proseguía mi tambaleante marcha, se insinuaba en
campo abierto; unas veces sin perder de vista el camino, otras abandonándolo para internarme, lleno
de curiosidad, por praderas en las que sólo alguna ruina ocasional revelaba la presencia, en tiempos
remotos, de una senda olvidada. En un momento dado tuve que cruzar a nado un rápido río cuyos restos
de mampostería agrietada y mohosa hablaban de un puente mucho tiempo atrás desaparecido.
Habían transcurrido más de dos horas cuando llegué a lo que aparentemente era mi meta: un venerable
castillo cubierto de hiedras, enclavado en un gran parque de espesa arboleda, de alucinante familiaridad
para mí, y sin embargo lleno de intrigantes novedades. Vi que el foso había sido rellenado y que varias
de las torres que yo bien conocía estaban demolidas, al mismo tiempo que se erguían nuevas alas
que confundían al espectador. Pero lo que observé con el máximo interés y deleite fueron las ventanas
abiertas, inundadas de esplendorosa claridad y que enviaban al exterior ecos de la más alegre de las
francachelas. Adelantándome hacia una de ellas, miré al interior y vi un grupo de personas extrañamente
vestidas, que departían entre sí con gran jarana. Como jamás había oído la voz humana, apenas sí podía
adivinar vagamente lo que decían. Algunas caras tenían expresiones que despertaban en mí remotísimos
recuerdos; otras me eran absolutamente ajenas.
Salté por la ventana y me introduje en la habitación, brillantemente iluminada, a la vez que mi mente
saltaba del único instante de esperanza al más negro de los desalientos. La pesadilla no tardó en venir,
ya que, no bien entré, se produjo una de las más aterradoras reacciones que hubiera podido concebir.
No había terminado de cruzar el umbral cuando cundió entre todos los presentes un inesperado y súbito
pavor, de horrible intensidad, que distorsionaba los rostros y arrancaba de todas las gargantas los
chillidos más espantosos. El desbande fue general, y en medio del griterío y del pánico varios sufrieron
desmayos, siendo arrastrados por los que huían enloquecidos. Muchos se taparon los ojos con las manos
y corrían a ciegas llevándose todo por delante, derribando los muebles y dándose contra las paredes en
su desesperado intento de ganar alguna de las numerosas puertas.
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Solo y aturdido en el brillante recinto, escuchando los ecos cada vez más apagados de aquellos
espeluznantes gritos, comencé a temblar pensando qué podía ser aquello que me acechaba sin que yo
lo viera. A primera vista el lugar parecía vacío, pero cuando me dirigí a una de las alcobas creí detectar
una presencia… un amago de movimiento del otro lado del arco dorado que conducía a otra habitación,
similar a la primera. A medida que me aproximaba a la arcada comencé a percibir la presencia con más
nitidez; y luego, con el primero y último sonido que jamás emití -un aullido horrendo que me repugnó casi
tanto como su morbosa causa-, contemplé en toda su horrible intensidad el inconcebible, indescriptible,
inenarrable monstruo que, por obra de su mera aparición, había convertido una alegre reunión en una
horda de delirantes fugitivos.
No puedo siquiera decir aproximadamente a qué se parecía, pues era un compuesto de todo lo que es
impuro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Era una fantasmagórica sombra de podredumbre,
decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino; la atroz desnudez de algo que la tierra
misericordiosa debería ocultar por siempre jamás. Dios sabe que no era de este mundo -o al menos había
dejado de serlo-, y, sin embargo, con enorme horror de mi parte, pude ver en sus rasgos carcomidos, con
huesos que se entreveían, una repulsiva y lejana reminiscencia de formas humanas; y en sus enmohecidas
y destrozadas ropas, una indecible cualidad que me estremecía más aún.
Estaba casi paralizado, pero no tanto como para no hacer un débil esfuerzo hacia la salvación: un
tropezón hacia atrás que no pudo romper el hechizo en que me tenía apresado el monstruo sin voz y sin
a cerrarse, si bien el terrible objeto, tras el primer impacto, se veía ahora más confuso. Traté de levantar la
mano y disipar la visión, pero estaba tan anonadado que el brazo no respondió por entero a mi voluntad.
hacia adelante para no caer. Al hacerlo adquirí de pronto la angustiosa noción de la proximidad de la cosa,
cuya inmunda respiración tenía casi la impresión de oír. Poco menos que enloquecido, pude no obstante
adelantar una mano para detener a la fétida imagen, que se acercaba más y más, cuando de pronto mis
dedos tocaron la extremidad putrefacta que el monstruo extendía por debajo del arco dorado.
No chillé, pero todos los satánicos vampiros que cabalgan en el viento de la noche lo hicieron por mí, a
la vez que dejaron caer en mi mente una avalancha de anonadantes recuerdos.
ante mí, mirándome de soslayo mientras apartaba de los suyos mis dedos manchados.
Pero en el cosmos existe el bálsamo además de la amargura, y ese bálsamo es el olvido. En el supremo
horror de ese instante olvidé lo que me había espantado y el estallido del recuerdo se desvaneció en un
correr rauda y silenciosamente a la luz de la luna. Cuando retorné al mausoleo de mármol y descendí los
peldaños, encontré que no podía mover la trampa de piedra; pero no lo lamenté, ya que había llegado a
odiar el viejo castillo y sus árboles. Ahora cabalgo junto a los fantasmas, burlones y cordiales, al viento de
la noche, y durante el día juego entre las catacumbas de Nefre-Ka, en el recóndito y desconocido valle de
Hadoth, a orillas del Nilo. Sé que la luz no es para mí, salvo la luz de la luna sobre las tumbas de roca de
FIN
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Ray Bradbury, Vendrán lluvias suaves
La voz del reloj cantó en la sala:
–Tictac, las siete, hora de levantarse, hora de levantarse, las siete.
Como si temiera que nadie se levantase. La casa estaba desierta. El reloj continuó sonando, repitiendo
y repitiendo llamadas en el vacío.
–Las siete y nueve, hora del desayuno, ¡las siete y nueve!
En la cocina el horno del desayuno emitió un siseante suspiro, y de su tibio interior brotaron ocho
tostadas perfectamente doradas, ocho huevos fritos, dieciséis lonjas de tocineta, dos tazas de café y dos
vasos de leche fresca.
-Hoy es 4 de agosto de 2026 -dijo una voz desde el techo de la cocina- en la ciudad de Allendale,
California -repitió tres veces la fecha, como para que nadie la olvidara-. Hoy es el cumpleaños del señor
Featherstone. Hoy es el aniversario de la boda de Tilita. Hoy puede pagarse la póliza del seguro y también
las cuentas de agua, gas y electricidad.
En algún sitio de las paredes, sonó el clic de los relevadores, y las cintas magnetofónicas se deslizaron
bajo ojos eléctricos.
-Las ocho y uno, tictac, las ocho y uno, a la escuela, al trabajo, rápido, rápido, ¡las ocho y uno!
Pero las puertas no golpearon, las alfombras no recibieron las suaves pisadas de los tacones de
goma. Llovía fuera. En la puerta de la calle, la caja del tiempo cantó en voz baja: “Lluvia, lluvia, aléjate…
zapatones, impermeables, hoy.”.
Y la lluvia resonó golpeteando la casa vacía. Afuera, el garaje tocó unas campanillas, levantó la puerta y
descubrió un coche con el motor en marcha. Después de una larga espera, la puerta descendió otra vez.
A las ocho y media los huevos estaban resecos y las tostadas duras como piedras. Un brazo de aluminio
los echó en el vertedero, donde un torbellino de agua caliente los arrastró a una garganta de metal que
después de digerirlos los llevó al océano distante.
Los platos sucios cayeron en una máquina de lavar y emergieron secos y relucientes.
“Las nueve y cuarto”, cantó el reloj, “la hora de la limpieza”.
De las guaridas de los muros, salieron disparados los ratones mecánicos. Las habitaciones se
poblaron de animalitos de limpieza, todos goma y metal. Tropezaron con las sillas moviendo en círculos
los abigotados patines, frotando las alfombras y aspirando delicadamente el polvo oculto. Luego, como
invasores misteriosos, volvieron de sopetón a las cuevas. Los rosados ojos eléctricos se apagaron. La
casa estaba limpia.
Las diez. El sol asomó por detrás de la lluvia. La casa se alzaba en una ciudad de escombros y cenizas.
Era la única que quedaba en pie. De noche, la ciudad en ruinas emitía un resplandor radiactivo que podía
Las diez y cuarto. Los surtidores del jardín giraron en fuentes doradas llenando el aire de la mañana
con rocíos de luz. El agua golpeó las ventanas de vidrio y descendió por las paredes carbonizadas del
oeste, donde un fuego había quitado la pintura blanca. La fachada del oeste era negra, salvo en cinco
sitios. Aquí la silueta pintada de blanco de un hombre que regaba el césped. Allí, como en una fotografía,
instante titánico-, un niño con las manos levantadas; más arriba, la imagen de una pelota en el aire, y
frente al niño, una niña, con las manos en alto, preparada para atrapar una pelota que nunca acabó de
caer. Quedaban esas cinco manchas de pintura: el hombre, la mujer, los niños, la pelota. El resto era una
Hasta este día, qué bien había guardado la casa su propia paz. Con qué cuidado había preguntado:
“¿Quién está ahí? ¿Cuál es el santo y seña?”, y como los zorros solitarios y los gatos plañideros no le
respondieron, había cerrado herméticamente persianas y puertas, con unas precauciones de solterona
que bordeaban la paranoia mecánica.
Cualquier sonido la estremecía. Si un gorrión rozaba los vidrios, la persiana chasqueaba y el pájaro huía,
sobresaltado. No, ni siquiera un pájaro podía tocar la casa.
La casa era un altar con diez mil acólitos, grandes, pequeños, serviciales, atentos, en coros. Pero los
dioses habían desaparecido y los ritos continuaban insensatos e inútiles.
El mediodía.
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a DISTANCIA
Un perro aulló, temblando, en el balcón.
La puerta de la calle reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, en otro tiempo grande y gordo, ahora
huesudo y cubierto de llagas, entró y se movió por la casa dejando huellas de lodo. Detrás de él zumbaron
unos ratones irritados, irritados por tener que limpiar el lodo, irritados por la molestia.
Pues ni el fragmento de una hoja se escurría por debajo de la puerta sin que los paneles de los muros
se abrieran y los ratones de cobre salieran como rayos. El polvo, el pelo o el papel ofensivos, hechos trizas
por unas diminutas mandíbulas de acero, desaparecían en las guaridas. De allí unos tubos los llevaban al
sótano, y eran arrojados a la boca siseante de un incinerador que aguardaba en un rincón oscuro como
un Baal maligno.
cielo interminable y cálido. Los animales se retiraron a las malezas y los manantiales.
Era la hora de los niños.
Las cinco. La bañera se llenó de agua clara y caliente.
Las seis, las siete, las ocho. Los platos aparecieron y desaparecieron, como manipulados por un mago, y
en la biblioteca se oyó un clic. En la mesita de metal, frente al hogar donde ardía animadamente el fuego,
brotó un cigarro humeante, con media pulgada de ceniza blanda y gris.
Las nueve. En las camas se encendieron los ocultos circuitos eléctricos, pues las noches eran
frescas aquí.
Las nueve y cinco. Una voz habló desde el techo de la biblioteca.
-Señora McClellan, ¿qué poema le gustaría escuchar esta noche?
La casa estaba en silencio.
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a DISTANCIA
Una suave música se alzó como fondo de la voz.
-Sara Teasdale. Su autor favorito, me parece…
Vendrán lluvias suaves y olores de tierra,
y golondrinas que girarán con brillante sonido;
y ranas que cantarán de noche en los estanques
y ciruelos de tembloroso blanco
y petirrojos que vestirán plumas de fuego
y silbarán en los alambres de las cercas;
y nadie sabrá nada de la guerra,
a nadie le interesará que haya terminado.
A nadie le importará, ni a los pájaros ni a los árboles,
si la humanidad se destruye totalmente;
y la misma primavera, al despertarse al alba,
apenas sabrá que hemos desaparecido.
El fuego ardió en el hogar de piedra y el cigarro cayó en el cenicero: un inmóvil montículo de ceniza. Las
sillas vacías se enfrentaban entre las paredes silenciosas, y sonaba la música.
A las diez la casa empezó a morir.
Soplaba el viento. La rama desprendida de un árbol entró por la ventana de la cocina.
La botella de solvente se hizo trizas y se derramó sobre el horno. En un instante las llamas envolvieron
el cuarto.
-¡Fuego! -gritó una voz.
Las luces se encendieron, las bombas vomitaron agua desde los techos. Pero el solvente se extendió
sobre el linóleo por debajo de la puerta de la cocina, lamiendo, devorando, mientras las voces repetían
a coro:
-¡Fuego, fuego, fuego!
La casa trató de salvarse. Las puertas se cerraron herméticamente, pero el calor había roto las ventanas
y el viento entró y avivó el fuego.
La casa cedió terreno cuando el fuego avanzó con una facilidad llameante de cuarto en cuarto en diez
millones de chispas furiosas y subió por la escalera. Las escurridizas ratas de agua chillaban desde las
paredes, disparaban agua y corrían a buscar más. Y los surtidores de las paredes lanzaban chorros de
lluvia mecánica.
Pero era demasiado tarde. En alguna parte, suspirando, una bomba se encogió y se detuvo. La lluvia
dejó de caer. La reserva del tanque de agua que durante muchos días tranquilos había llenado bañeras y
había limpiado platos estaba agotada.
El fuego crepitó escaleras arriba. En las habitaciones altas se nutrió de Picassos y de Matisses, como
de golosinas, asando y consumiendo las carnes aceitosas y encrespando tiernamente los lienzos en
negras virutas.
Después el fuego se tendió en las camas, se asomó a las ventanas y cambió el color de las cortinas.
De pronto, refuerzos.
De los escotillones del desván salieron unas ciegas caras de robot y de las bocas de grifo brotó un
líquido verde.
El fuego retrocedió como un elefante que ha tropezado con una serpiente muerta. Y fueron veinte serpientes
las que se deslizaron por el suelo, matando el fuego con una venenosa, clara y fría espuma verde.
Pero el fuego era inteligente y mandó llamas fuera de la casa, y entrando en el desván llegó hasta las
bombas. ¡Una explosión! El cerebro del desván, el director de las bombas, se deshizo sobre las vigas en
esquirlas de bronce.
El fuego entró en todos los armarios y palpó las ropas que colgaban allí.
La casa se estremeció, hueso de roble sobre hueso, y el esqueleto desnudo se retorció en las llamas,
revelando los alambres, los nervios, como si un cirujano hubiera arrancado la piel para que las venas y los
capilares rojos se estremecieran en el aire abrasador. ¡Socorro, socorro! ¡Fuego! ¡Corran, corran! El calor
rompió los espejos como hielos invernales, tempranos y quebradizos. Y las voces gimieron: fuego, fuego,
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a DISTANCIA
corran, corran, como una trágica canción infantil; una docena de voces, altas y bajas, como voces de niños
que agonizaban en un bosque, solos, solos. Y las voces fueron apagándose, mientras las envolturas de los
alambres estallaban como castañas calientes. Una, dos, tres, cuatro, cinco voces murieron.
En el cuarto de los niños ardió la selva. Los leones azules rugieron, las jirafas moradas escaparon dando
saltos. Las panteras corrieron en círculos, cambiando de color, y diez millones de animales huyeron ante el
fuego y desaparecieron en un lejano río humeante…
Murieron otras diez voces. Y en el último instante, bajo el alud de fuego, otros coros indiferentes anunciaron
la hora, tocaron música, segaron el césped con una segadora automática, o movieron frenéticamente un
paraguas, dentro y fuera de la casa, ante la puerta que se cerraba y se abría con violencia. Ocurrieron mil
cosas, como cuando en una relojería todos los relojes dan locamente la hora, uno tras otro, en una escena
de maniática confusión, aunque con cierta unidad; cantando y chillando los últimos ratones de limpieza se
lanzaron valientemente fuera de la casa ¡arrastrando las horribles cenizas!
Y en la llameante biblioteca una voz leyó un poema tras otro con una sublime despreocupación, hasta que
se quemaron todos los carretes de película, hasta que todos los alambres se retorcieron y se destruyeron
todos los circuitos.
El fuego hizo estallar la casa y la dejó caer, extendiendo unas faldas de chispas y de humo.
En la cocina, un poco antes de la lluvia de fuego y madera, el horno preparó unos desayunos de
proporciones psicopáticas: diez docenas de huevos, seis hogazas de tostadas, veinte docenas de lonjas
de tocineta, que fueron devoradas por el fuego y encendieron otra vez el horno, que siseó histéricamente.
El derrumbe. El desván se derrumbó sobre la cocina y la sala. La sala cayó al sótano, el sótano al
subsótano. La congeladora, el sillón, las cintas grabadoras, los circuitos y las camas se amontonaron muy
abajo como un desordenado túmulo de huesos.
Humo y silencio. Una gran cantidad de humo.
La aurora se asomó débilmente por el Este. Entre las ruinas se levantaba solo una pared. Dentro de
la pared una última voz repetía y repetía, una y otra vez, mientras el sol se elevaba sobre el montón de
escombros humeantes:
-Hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es 5 de agosto de 2026, hoy es…
FIN
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la
motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que
del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando
el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.
Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga,
apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía,
se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario
relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a
la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la
mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como
dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la
moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar
la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo
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su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba
la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del
accidente no tenía más que rasguños en la piernas. “Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la
máquina de costado…”; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con
guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse
policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda
la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte;
unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada.
“Natural”, dijo él. “Como que me la ligué encima…” Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al
hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de
ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar
quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin
que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del
estómago se habría sentido muy bien, casi contento.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre
el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le
acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban
de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la
mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a
pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no
volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que
se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a
caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de
no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara
contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. “Huele a guerra”,
pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido
inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños
abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos,
probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo
teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal
que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo
selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la
calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado.
En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó
desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de
sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado,
ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto,
entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando
a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le
frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía
hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le
a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez
ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle
es peor; y quedarse.
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a DISTANCIA
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más
precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente
en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los
ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un
poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor
del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o
confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de
copas de árboles era menos negro que el resto. “La calzada”, pensó. “Me salí de la calzada.” Sus pies se
hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le
azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se
agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada
podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como
un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los
labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora
de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en
había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de
la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran
el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el
tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte,
vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el
primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo
rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo
atrapó desde atrás.
un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa
hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado
del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que
ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco
él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el
pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo
alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con
todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al
malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el
abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió
las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y
húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto
con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo
habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que
gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que
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a DISTANCIA
tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un
esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó
por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta
que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le
llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes
lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se
sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los
portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo
vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el
pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba.
Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua
tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando
el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que
cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez
del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen
sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada… Le costaba mantener los ojos abiertos,
la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la
botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía
interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque
el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de
la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se
cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada
vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando
hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la
tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por
despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo
aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido
el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una
ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal
también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba
con los ojos cerrados entre las hogueras.
FIN
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UNIDAD 2 La vida es cuento, algunos géneros discursivos también
Apunte de clase:
La vida es cuento, algunos géneros discursivos también
o no relatar, por la relación que tenga con lo que cuente, etc. Esto sucede
los personajes y las situaciones en los que ellos se mueven; en este caso
vamos a estar ante un narrador objetivo.
Por el contrario el narrador subjetivo se entromete, opina, hace
interpretaciones sobre lo que va ocurriendo, se mete y compromete en
la historia.
En los dos casos, subjetividad y objetividad, se trata de hacer cumplir
al narrador con una de sus funciones literarias: construir un efecto de
verosimilitud, una sensación de realidad. La forma en que se cuenten los
hechos, la manera en que el texto muestre “su realidad”, nos guiará en
ese pacto del que hablamos en la clase anterior: creer, por el tiempo que
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dure nuestra lectura, que los lugares descriptos en la historia nos rodean,
que los personajes nos hablan directamente a nosotros y logran nuestra
simpatía o nuestro rencor absoluto. Esto último sucede mayormente en la
narración subjetiva muy común en las historias románticas, de aventuras,
de terror, maravillosas, etc.
Contrariamente, cuando la historia se presenta distante despojada
de sensaciones, sin demasiada descripción, se produce una especie de
extrañamiento: el lector se siente alejado de lo que lee, recorre las páginas
buscando un efecto que le anuncie qué está pasando y qué anticipaciones
Porque nuestro cuerpo está preparado para moverse mucho. Yo diría que la escasez de espacio es
una tortura tan grande como la de la gota que según dicen utilizan los chinos. Ya sabes a qué tortura
después, te cae la segunda, y luego la tercera, la cuarta, la quinta... claro, consideradas de una en
una, las gotas no suponen nada, pero cuando ya ha pasado un día y te han dado en la cabeza 1.440
gotas, o cuando después de una semana estás esperando la gota número 10.080, entonces es una
tortura enloquecedora, y la muerte resulta mil veces más deseable. Y con la falta de espacio viene
a suceder más o menos lo mismo. En esta cárcel, el tramo más largo lo constituyen los 160 pasos
que hay de una pared a otra del patio, y el espacio libre que queda en las celdas no pasará de cuatro
metros cuadrados. Claro, normalmente no lo notas. Pero, a veces, por cualquier bobada, tomas
conciencia de ello, y comienzas a sentir la gota en la cabeza.”
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“Señores y señoras: tengan ustedes la completa seguridad de que quién les habla no es ningún improvisado
humildad. Tachar. Pueden ustedes estar seguros de que, modestia aparte, quien les habla conoce el tema.
Y ese conocimiento no proviene de puras especulaciones teóricas o de saberes adquiridos en otro lado que
delicadeza, por el toque justo, por el movimiento perfectamente coordinado. La importancia de la tarea bien
hecha. No todos lo ven así.
(…) El hombre tenía una jarra de agua y una copa sobre la mesa. Con la vista recorrió un imaginario auditorio,
escrutando las caras del público fantasmal.
(…)Si ustedes me lo permiten, intentaré explicarlo. Esto. Cuando él viene, cuando a él lo traen, ya está
“El hombre desconectó el aparato. Se levantó. Inclinándose hacia adelante, doblándose como un muñeco
mecánico, ensayó una reverencia. En sus oídos parecían resonar imaginarios aplausos, cerrados, densos
como un trueno. El hombre juntó sus notas, se secó la transpiración, se ciñó el reloj en la muñeca, miró a
un costado y a otro, como si saludara a alguien con leves movimientos de cabeza. Murmuró:
-Cuando tengo que pronunciar una conferencia, me gusta ir bien preparado-
Y dicho esto, se dirigió hasta mí, que lo había escuchado sentado en aquella silla, las manos y los pies
atados, una mordaza en la boca, él y yo solos en la habitación, uno frente al otro. Se dirigió hacia mí,
encendió la fuerte luz que caía directamente sobre mis ojos, cegándome. Y tomando en sus manos el
instrumento punzante se acercó a mí, se acercó, se acercó, mientas yo lo miraba con espanto.”
» ACTIVIDAD 7
Lean los siguientes fragmentos extraídos de textos literarios y analicen el narrador que aparece en
cada uno de ellos. Pueden hacerse algunas de estas preguntas para orientar el análisis:
a)
b) ¿Sabe mucho o poco de lo que está contando?
c) ¿Deja traslucir su opinión en su narración?
d) ¿Es uno de los personajes o sólo un narrador exterior a la historia?
e) ¿Según lo que nos cuenta, nos es posible deducir qué está pasando o qué va a pasar?
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TEXTO 1
“Deja caer las agujas sobre el regazo. La mecedora se mueve imperceptiblemente. Paula tiene
una de esas extrañas impresiones que la acometen de tiempo en tiempo; la necesidad imperiosa
de aprehender todo lo que sus sentidos puedan alcanzar en el instante. Trata de ordenar sus
violeta en la ventana, sombras moradas a ambos lados de la pieza, olor a viejo, a lana, a paquetes
de cartas. Apenas ha concluido el análisis cuando la invade una violenta infelicidad, una opresión
física como un bolo histérico que le sube a las fauces y le impulsa a correr, a marcharse, a cambiar
de vida; cosas a las que una profunda inspiración, cerrar dos segundos los ojos y llamarse a sí
misma estúpida bastan para anular fácilmente.
La juventud de Paula ha sido triste y silenciosa, como ocurre en los pueblos a toda muchacha que
—un pull-over gris simplísimo—, se acentúa en su rostro la sombría conformidad del que alcanza
la paz a través de moderado razonamiento y no con el alegre desorden de una existencia total. Es
una muchacha triste, buena, sola. Tiene veinticinco años, terrores nocturnos, algo de melancolía.
Toca Schumann en el piano y a veces Mendelssohn; no canta nunca pero su madre, muerta ya,
recordaba antaño haberla oído silbar quedamente cuando tenía quince años, por las tardes”.
Julio Cortázar, “Bruja”
TEXTO 2
Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso.
Parece dirigido a ti, a nadie mas. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza
de te que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. tu releerás. Se solicita historiador
joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto,
coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés,
preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara
cómoda, asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras mas negras
y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe Montero, antiguo becario en la
Sorbona, historiador cargado de datos inútiles, acostumbrado a exhumar papeles amarillentos,
profesor auxiliar en escuelas particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso,
sospecharías, lo tomarías a broma. Donceles 815. Acuda en persona. No hay teléfono.”
Carlos Fuentes, Aura .
TEXTO 3
“Escribo: un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me asesina con la perversa
lentitud de un verdugo de pesadilla.
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche? Escribí:
mi lengua se pudre ¿Yo escribí eso, hoy, un día de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la
noche?
Y ahora, escribo: me llamaron - ¿importa cuándo?- el orador de la Revolución. Escribo: una risa
larga y trastornada se enrosca en el vientre de quien fue llamado el orador de la Revolución. Escribo:
mi boca no ríe. La podredumbre prohíbe, a mi boca, la risa.
Yo, Juan José Castelli, que escribí que un tumor me pudre la lengua, ¿sé todavía, que una risa
larga y trastornada cruje en mi vientre, que hoy es la noche de un día de junio, y que llueve, y que el
invierno llega a las puertas de una ciudad que exterminó la utopía pero no su memoria?”
Andrés Rivera, La Revolución es un sueño eterno
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a DISTANCIA
TEXTO 4
“La sesión siete mil cincuenta y cuatro del Congreso Galáctico estaba reunida en solemne
cónclave en la vasta sala de conferencias semicircular de Erón, segundo planeta de Arturo.
Lentamente, el presidente delegado se puso en pie.. Su marcado semblante de arturiano enrojeció
con excitación, al contemplar a los delegados que le rodeaban. Su sentido dramático le impulsó a
nuevo sistema planetario en la gran familia galáctica no es algo que pueda ocurrir dos veces en la
vida de u hombre.
Allí se encontraban seres de todos los tipos y formas humanas. Algunos eran altos y esbeltos,
otros grandes y corpulentos y otros bajos y gordos. Había los de cabello largo y resistente, los que
tenían un escaso vello gris que les cubría la cabeza y la cara, otros con grandes rizos rubios, y otros
completamente calvos. Había un delegado de piel verde, uno con una nariz de veinte centímetros y
Continuamos con la
2. Había una vez: los cuentos populares
lectura del apunte
A partir de esta clase y con lo que aprendieron en la anterior,
consideramos que como estudiantes están más preparados para transitar
con mayor complejidad otro espacio, otros géneros en los que la lengua
se despliega con otras convenciones. Les proponemos ingresar en un
lugar especial en el que nada es lo que parece, un territorio en el que las
fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi
parte, yo la llamo literatura. (…) ”
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esas prácticas. En realidad en estos sectores , si bien no tenían ninguna
posibilidad de acceder a la letra escrita, las personas se las ingeniaban
para crear “relatos orales” que contenían muchísimos saberes de su
experiencia social (pensemos en las guerras cuyos efectos sufrían, en
las luchas por las coronas de las que formaban parte involuntariamente,
las hambrunas relacionadas con su condición de vasallaje, las pestes de
servía para elevar las cualidades del protagonista, para atrapar a los
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a DISTANCIA
En un primer momento fueron difundidas oralmente por cada comunidad
dentro de su entorno y luego pasaron a las diversas manifestaciones
artísticas –música, danza- a través del género folclórico.
En estas historias las creencias sagradas de los pueblos originarios
americanos de cada región se fueron mezclando con la cultura religiosa
de los conquistadores españoles originando nuevas historias producto del
intercambio entre las diferentes representaciones del mundo que cada
civilización portaba.
El Herrero Miseria
LA RIOJA
Éste que era un viejo que tenía una herrería, pero era tan pobre que todo cuanto encontraba llevaba a su
herrería para cuando le fuera útil. Como era tan juntador de cachivaches se le denominaba Herrero Miseria.
Un día Nuestro Señor salió a conquistar almas acompañado de San Pedro. Iban acompañados en un
burro. De repente éste pierde la herradura. Entonces San Pedro le dice a Nuestro Señor:
-Ahí hay una herrería, vamos a pedirle al herrero que le coloque la herradura al burro para poder continuar
viaje. Llegaron y cuál no fue el asombro de los dos viajeros cuando pasaron a la herrería. Todo era miseria.
El viejo herró al burro y cuando terminó los viajeros le pidieron precio, a lo que el viejo respondió que no
valía nada.
-Bueno -le dijo Nuestro Señor-, para retribuir su generosidá le concederé tres gracias. Pidamé lo que
quiera.
Entonces San Pedro corrió procurando colocarse detrás de Nuestro Señor, para hacerle seña al herrero
que pida el cielo. El viejo no le hacía caso y pidió lo que a él le pareció mejor.
La primera gracia: «Que todo el que se siente en la silla de su casa no se levante más sin su permiso».
-Concedida -dijo Jesús.
-«Que todo el que suba en su nogal que se quede pegado hasta que él lo mande a bajar».
-Concedido -dijo Jesús.
-«Que donde él se siente, nadie lo haga levantar».
Una vez concedidas las tres gracias, los viajeros siguieron su camino.
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a DISTANCIA
Un buen día llegó a la casa de Miseria el diablo mayor a llevarseló. El dueño de casa estaba muy ocupado
y por eso le dijo al visitante que se sentara hasta que termine el trabajito. Pasó un rato y el diablo cansado
de esperar quiso pararse para irse y no pudo; estaba pegado a la silla. Entonces Miseria le dijo:
-Si prometes no volver más a molestarme te dejaré ir, de lo contrario, allí permanecerás pegado.
El diablo prometió no molestarlo, y así pudo salir.
Después vinieron otros diablos a quererlo llevar a la fuerza, pero Miseria tranquilamente les dijo que
era necesario llevar provisión y les dijo que fueran al nogal a juntar nueces. En el acto obedecieron y se
pusieron a comer nueces. Una vez hartos quisieron bajar y no pudieron, pues estaban pegados. Entonces
el herrero les hizo prometer que se irían de inmediato para dejarlos bajar. Así lo prometieron y se fueron.
Cuando Miseria murió y se fue a golpear la puerta del cielo, sale San Pedro. Reconoció en seguida al
herrero y dice:
-¿Qué buscás, viejo?
Fue a consultar al libro de las obras buenas y aprovechando que la puerta del cielo quedó abierta, el viejo
Herrero entró y se sentó rápido en la silla de San Pedro.
Cuando San Pedro volvió a decirle a Miseria que no estaba anotado, lo encontró muy sentado en su silla...
Disjustado fue a darle parte a Dios, y Nuestro Señor le dice:
-¿Y qué, no recuerdas la tercera gracia que pidió Miseria? Ahora, Pedro, si Miseria se sentó, no hay quien
lo haga levantar...
Así el viejo se quedó en el cielo sin haberlo pedido directamente.
Antonia Ercilia Páez. Alto Bayo. General Roca. La Rioja, 1950.
La narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la comarca.
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Sólo se podía bajá si el hombre le permitía. El hombre se puso a dormí. Se levanta más tarde y el diablo
siempre estaba arriba de la higuera, todavía no se baja. Entonce el hombre a la oración le hace seña que
se baje y se vaya. El diablo se baja golpeandosé, acalambrado, y se va.
Al otro día viene otro diablo. El hombre le pide que lo deje comer con la familia como último día. El diablo
enseñado por el que vino ante, sabe que no hay que trepá por la higuera, pero se sentó en el banco.
El hombre terminó de comé, vino y le dice:
-Bueno, ya estoy listo, vamos.
El diablo se quiso levantá, pero no podía levantarse del banco. Hacía fuerza, pero no podía. Y nada,
estaba pegado el diablo en el banco. Entonce el hombre le dice que él va a dormí la siesta mientra él se
levanta. Durmió, se levantó y nada, el diablo estaba pegado. En la oración, le hace seña el hombre al diablo
que se levante y se vaya. El diablo se levanta todo encogido de tantas horas de estar sentado y se va.
Al otro día viene otro diablo. El hombre le pide que lo deje comer con la familia como última vé, y le dice
que no. Éste venía enseñado y no trepó a la higuera ni se sentó en el banco. Entonce el hombre se pone
las apargata, y le dice al diablo:
Pero el hombre con las apargata salió caminando y cada paso que daba era una legua, y en seguida se
perdió del diablo y no lo vio má. Y así ganó el hombre.
Paulino Silvano Olivera, 59 años. Eldorado. Iguazú. Misiones, 1961
había una bolsa. Entonce San Crispín dijo que iba a volvé despué, y que se iba a llevá no má la crú. Entonce
le pidió a la guaina que le preste esa bolsa que ‘taba áhi, para envolvé la crú, que era muy pesada. La
guaina no le pudo negar. Entonce San Crispín sacó la bolsa que tenía el diablo, y entonce dice:
- ‘Tá sucia la bolsa, yo la voy a limpiá, yo la voy a sacudí.
Alzó la bolsa y la puso por el yunque y con el martillo la empezó a sacudí. El diablo no podía dispará
porque San Crispín la tenía agarrada por la boca. Y dice que le pegó tanto martillazo que lo dejó molido al
diablo. Y dice que la tiró a un rincón, y dice:
-’Tá muy sucia esta bolsa. Me voy con la crú no má.
Y así se salvó la guaina por San Crispín. Y desde entonce el diablo tiene miedo de entrá a la herrería. Y
cuando ve una herrería sale huyendo de miedo que le sacuda con el martillo otra vé.
Juan Sanabria, 68 años. Mercedes. Corrientes, 1959.
El narrador aprendió el cuento de la abuela, que sabía muchos cuentos antiguos
» ACTIVIDAD 8
Después de leer los tres textos, respondan las siguientes preguntas:
a)
b) Vimos que la transculturación es un proceso por el cual se crea un nuevo producto cultural (en
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a DISTANCIA
Muchas narraciones antiguas siguen teniendo, aún hoy, un gran
Continuamos con la atractivo. Escritores, directores de cine, creadores de comics vuelven
lectura del apunte
a ellas reelaborándolas con elementos actuales pero manteniendo la
tradición literaria que las hizo famosas en su tiempo y les permite seguir
todavía vigentes.
VIDEO
Observen el siguiente video relacionado con la Leyenda de la Salamanca y luego realicen la
actividad 9.
“La Salamanca- La casa de los espíritus - Bloque 3”.
https://www.youtube.com/watch?v=1wQp4Ytqo3U
» ACTIVIDAD 9
Después de observar el video de la clase 2, lean la siguiente leyenda en la que se mantiene la
siguientes preguntas:
a) ¿En qué coinciden las dos representaciones de la Salamanca: la que presenta el video
La leyenda de la salamanca es general en toda la Provincia. No hay apenas lugar, donde la gente no crea
ver o sospeche la existencia de una salamanca.
Según la leyenda la Salamanca es un lugar diabólico, donde el “supay” enseña sus artes, donde las brujas
debe introducirse a la Salamanca con un iniciado. A la entrada de la caverna existe un Cristo “cabeza
abajo” al que hay que pegar y escupir. Ya, en el recinto subterráneo, se ven los animales más repugnantes y
asquerosos: arañas peludas, sapos y escuerzos de gran tamaño, ampalaguas, víboras y umucutis, ante los
cuales debe el iniciado permanecer impasible “aunque las víboras se envuelvan en el cuerpo”. Si ha podido
Como entretenimiento, durante la reunión, se hace música con bombo, violín, guitarra y arpa; se queman
cohetes de estruendo; y se celebran bacanales que duran toda la noche.
Es creencia general que la música de la Salamanca sólo deja de sonar cuando alguien se arrima a la cueva
y que los animales que pasan por cerca de ella se “espantan” y huyen despavoridos.
Recuperado de:
Seguramente en algún momento de sus vidas escucharon algún relato o pudieron ver en cine o
televisión películas que volvían a recrear viejas leyendas. Escriban el argumento de esa historia, qué
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2. 6. El mito: una explicación sagrada
Continuamos con la
lectura del apunte
Los seres humanos trataron de explicar su origen y el del mundo que
los rodeaba desde tiempos remotos: la sucesión del día y la noche, el
sentido de la muerte, etc. Como conocían muy poco acerca de la causa
de los fenómenos naturales como la lluvia o los terremotos, recurrieron
al pensamiento mágico para dar un sentido a los sucesos inexplicables.
Estas primeras narraciones llamadas mitos ayudaron a los pueblos, donde
se originaron, a mantener la memoria de su propia historia y lograr, a partir
de ellos, construir una identidad comunitaria. Estos relatos compartidos
fueron los primeros en explicar los misterios de este mundo, de cuyos
peligros y amenazas sólo podían protegerlos los héroes y los dioses que
poblaban las narraciones.
En la actualidad asociamos el mito con el género literario, creado por la
imaginación del hombre. Sin embargo, en su origen fueron escuchados
como “reales” –recordemos su carácter oral- y considerados verdades
absolutas porque daban explicaciones creíbles para hechos que, de otro
modo, eran inexplicables. Algunos temas se repiten en los mitos de distintas
culturas y en los lugares más distantes del mundo como por ejemplo, el del
origen del universo y la aparición del primer humano en la Tierra.
Pero no se trataba únicamente de explicaciones de lo incomprensible.
Cuando se producían amenazas naturales –como epidemias o sequías-
las personas intervenían solicitando ayuda o protección a sus dioses,
los únicos capaces de recuperar el equilibrio perdido. Esta participación
se llevaba a cabo mediante distintos actos religiosos o ritos en los
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a DISTANCIA
El mito de Perséfone
Perséfone es hija de Zeus y Deméter (hija de Cronos y Rea, hermana de Zeus, y diosa de la fertilidad y el
toma y se la lleva.
con la cómplice ayuda de Zeus, pero en la ausencia de Deméter, por lo que ésta inició unos largos y tristes
viajes en busca de su adorada hija, durante los cuales la tierra se volvió estéril.
Al tiempo, Zeus se arrepintió y ordenó a Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era posible
voluntad propia o tentada por Hades. El problema era que un bocado de cualquier producto del Tártaro o
junto a Hades, y la otra parte sobre la tierra con su madre, mientras Deméter prometiera cumplir su función
germinadora y volviera al Olimpo.
El mito cuenta que el origen de la Primavera radica precisamente en este rapto, pues cuando Perséfone
la alegría que les causa el retorno de la joven. Como la presencia de Perséfone en la tierra se vuelve cíclica,
al Tártaro, o mundo subterráneo, como la esposa de Hades, la tierra se vuelve estéril y sobreviene la triste
estación del Invierno.
y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las
Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga, tomó un grano
maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el prometido grano de maíz a los
hambrientos indígenas.
Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y cosecharon.
El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron ciudades, palacios,
templos...Y desde entonces vivieron felices.
Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo de los hombres,
el dios que les trajo el maíz.
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» ACTIVIDAD 10 Obligatoria
Después de leer ambos mitos, respondan:
a) ¿Qué características del mito comparten?
b) ¿Qué fenómenos del mundo natural tratan de explicar?
c) ¿Por qué les parece que eran considerados sagrados por los pueblos que los crearon?
Continuamos con la
3. El cuento fantástico: la distorsión de la realidad
lectura del apunte
Las narraciones fantásticas, al igual que los mitos y las leyendas, son
consideradas un subgénero dentro de la literatura.
espanto y a lo nocturno.
La literatura fantástica contemporánea, no intenta instalar el terror como
centro de la historia sino que apunta a que el lector se sumerja en una
historia en la que lo extraño e inexplicable cuestione la lógica del mundo
en que vivimos. Busca instalar en los lectores la sensación de que existe un
mundo desconocido que puede irrumpir en el nuestro como una muestra
de que existen temas sobre los que aún no tenemos todas las respuestas.
Estas narraciones se construyen como una llamada de atención sobre
aquello que creemos conocer: la muerte, la posibilidad de otras vidas, la
Clotilde Ifrán
Lloró todo el día por el traje de diablo que no le habían hecho. Faltaban tres días para Carnaval, la fecha
de su cumpleaños. Su madre no tenía tiempo para ocuparse de esas cosas.
-Buscate una modista. Ya tenés nueve años. Sos bastante grande para ocuparte de tus cosas.
misterio de las proximidades de Carnaval. Clemencia buscó la libreta vieja donde estaban anotados los
números de teléfono. En la letra M encontró el número de una modista que había muerto hacía ocho años.
Clemencia no dijo nada: era la pequeña venganza que utilizaba en contra de su madre por no haberse
ocupado del traje de diablo. Durante las horas que esperó a Clotilde Ifrán, Clemencia no comió ni durmió.
Cuando llegó Clotilde Ifrán se sentía envejecida. No había nadie en la casa. Se hubiera dicho que los relojes
la frente y, arrodillada frente al espejo, le probó el traje de diablo, que olía a aceite de ricino. Le quedaba
muy bien, salvo los cuernos del gorro y las costuras del pantalón que en cinco minutos se podían corregir
con unas puntadas.
-¿Cuántas diabluras harás? -musitó la modista con una sonrisa distraída.
Clemencia sintió una gran simpatía por Clotilde Ifrán y se echó en sus brazos.
-Te llevaría conmigo a mi casa. Tengo bombones y una careta preciosa -exclamó con ternura-, pero tengo
miedo que tu mamá no te dé permiso.
-Tengo aquí la plata para pagarle la hechura -dijo Clemencia abriendo un monedero de material plástico-.
-Es mi regalo de cumpleaños -respondió Clotilde Ifrán, al despedirse-. Una luz oscura resplandeció en sus
ojos enormes.
-Quiero irme con vos ahora mismo -protestó Clemencia-. No me dejes.
-Vamos -dijo Clotilde-.
Envolvieron el traje de diablo en un papel de diario para llevarlo y dejaron la valija con el cepillo de dientes
y el camisón. Las dos salieron tomadas de la mano.
Silvina Ocampo, “Clotilde Ifrán”, Cuentos Completos II , Buenos Aires: Emecé, 1999.
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» ACTIVIDAD 11 Obligatoria
Después de leer el cuento, respondan las siguientes preguntas:
a) Teniendo en cuenta las características de ambos géneros vistas anteriormente, ¿se trata de un
b) Caracterizar al narrador del cuento, repasando las características de los mismos vistas
anteriormente.
VIDEO
En la Unidad pudieron leer que los colonizadores españoles pasaron de la oralidad a la escritura las
narraciones de los pueblos originarios. Si bien este pasaje en un primer momento fue manuscrito,
con el tiempo los españoles trasladaron a sus colonias en América todas sus costumbres, ideologías
y objetos de consumo, entre estos últimos la imprenta. Observen el siguiente video en el que resume
la importancia que esta “tecnología” tuvo en la circulación masiva de la letra impresa.
¿Qué pasó?: Imprenta (capítulo completo) - Canal Encuentro
https://www.youtube.com/watch?v=rvEK2Qhf-JU&feature=youtu.be
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UNIDAD 3 Cada cuento con su tema
Apunte de clase:
Cada cuento con su tema
1. Entre la ciencia y la sospecha: ciencia ficción y policiales
“Porque la literatura es una manera de escribir pero,
además y sobre todo, es una manera de leer.”
Juan Sasturain
las historias a partir de los pactos de lectura con los que cada lector se
apropia de cada relato.
Desde esta perspectiva nos fuimos acercando en este módulo a la
literatura desde deteminados elementos comunes que nos permiten
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2. Ciencia ficción: la representación del futuro
crítico y editor literario: “una forma de narrativa fantástica que explota las
perspectivas imaginativas de la ciencia moderna”, es decir un tipo de relato
Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían
como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón
diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo,
dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo.
Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba desde
letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL CIELO. ¡VISITE
MARTE! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas docenas, porque casi
todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la Tierra. Y a esta enfermedad la llamaban la
soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de
que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar,
mar de nubes, y más aún, cuando los Estados Unidos son sólo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta
parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por
las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.
No era raro, por lo tanto, que los primeros hombres fueran pocos. Crecieron y crecieron en número hasta
superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores.
Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.
Ray Bradbury, “Los colonos”, Crónicas marcianas , Buenos Aires: Minotauro, 2018.
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nosotros como lectores, también nos vemos involucrados en la polémica
instalada en el texto. De alguna manera debemos tomar una posición ante
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2. 1. Lectura: cuento del escritor Ray Bradbury
Lean el siguiente cuento del escritor Ray Bradbury:
El Peatón (adaptación)
Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera
de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios,
nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las
avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente
no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que
se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro.
Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un
árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El
señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba
quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el
esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.
en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una
otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.
y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya
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- ¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?
- Caminando para tomar aire. Caminando para ver.
- ¡Su dirección!
- Calle Saint James, once, sur.
- ¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?
- Sí.
-¿Y tiene usted televisor?
- No.
- ¿No?
Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.
- ¿Es usted casado, señor Mead?
- No.
- No es casado - dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.
- Nadie me quiere - dijo Leonard Mead con una sonrisa.
- ¡No hable si no le preguntan!
¿Sólo caminando, señor Mead?
- Sí.
- Pero no ha dicho para qué.
- Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.
- ¿Ha hecho esto a menudo?
- Todas las noches durante años.
- El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente.
- Bueno, señor Mead - dijo el coche.
- ¿Eso es todo? - preguntó Mead cortésmente.
- Sí - dijo la voz - Acérquese. - Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió
de par en par - Entre.
- Un minuto. ¡No he hecho nada!
- Señor Mead...
Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla
delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el
coche.
Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en
miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada
blando.
- ¿Hacia dónde me llevan?
- Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.
Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas,
lanzando adelante sus débiles luces.
las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto
de la helada noche de noviembre.
Ray Bradbury, “El peatón”, en: Las doradas manzanas del Sol
» ACTIVIDAD 12
Después de leer el cuento “El peatón”:
a) Transcriban tres fragmentos del texto donde se evidencien los cambios que los adelantos
tecnológicos están produciendo en la vida cotidiana de las personas y en su forma de relacionarse.
de un cita textual.
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2. 2. Lectura: cuento escrito por Isaac Asimov
Continuamos con la
lectura del apunte
Luego de leer y conocer las características de este género, podemos
—¿Vienes, Ames?
—Naturalmente.
—¿Tomarás parte en el torneo?
poderosa visión de la extensa galaxia contra el terciopelo de la nada, y las líneas de fuerza pulsada en
forma incesante por una multitudinaria vida energética, discurriendo entre las galaxias.
manipular la Materia. ¡Imagínate! Una sinfonía de Materia. ¿Por qué molestarse con Energía? Es cierto que
nada hay de nuevo en la Energía. ¿Cómo podría ser de otra forma? ¿No nos enseña esto que debemos
experimentar con la Materia?
—¡Materia!
—¿Por qué no? —dijo—. Nosotros mismos fuimos Materia en otros tiempos… ¡Oh, quizás un trillón de años
¿Por qué no construir una imitación nuestra con Materia, una Materia a nuestra imagen y semejanza, tal
como fuimos alguna vez?
—Yo lo recuerdo —dijo Ames con seguridad—. No he pensado sino en eso y estoy comenzando a recordar.
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Ames no sentía aquel temblor a lo largo de sus líneas de fuerza desde... ¿desde cuándo? Si lo intentaba
—Es la palabra que designa la cabeza. Los símbolos que representan el sonido de la palabra. Dime que
la vida.
representación de las lágrimas. La cabeza de Materia hizo lo que los seres energéticos ya no podían hacer
y lloró por toda la humanidad y por la frágil belleza de los cuerpos que abandonaron un billón de años atrás.
Isaac Asimov, “Los ojos hacen algo más que ver”
» ACTIVIDAD 13
En el cuento I. Asimov hipotetiza sobre una posible transformación de la materia en energía. En
la humanidad ha perdido su condición material a lo largo de un trillón de años luz. Uno de ellos,
Ames, como parte de un proceso de creación artística, trata de recrear la forma humana tan
remota como olvidada.
Les proponemos que imaginen y escriban, como parte del cuento, un párrafo que explique las
razones que motivaron tal transformación. Algunas ideas ¿una guerra nuclear, lluvia ácida,
manipulación genética masiva?
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Continuamos con la
3. Razonamientos y pistas: el género policial
lectura del apunte
tan reales que muy bien podrían formar parte de la sección policial de
cualquier diario. Además, la aceptación popular que el género ha tenido
ha traspasado su formato para instalarse en otros como el cine, las series
televisivas y las historietas.
Lo interesante del género policial es que, además de todos los elementos
mencionados, necesita un lector tan apasionado por los enigmas como el
personaje investigador. Esto lo va a convertir, también a él en un detective
más: seguirá los datos, huellas y pistas que el texto le presente y llegará
“El hombre está caído junto a un árbol, los ojos abiertos, la boca abierta, las piernas y los brazos formando
una cruz, muerto. Cerca de la mano derecha se ve un revólver de seis tiros. El viento mueve la corbata.
La pechera de la camisa está manchada de sangre. La corbata golpea suavemente la cara del muerto,
se adhiere a los coágulos que quedaron sobre la mejilla, sobre la barba de dos días. El viento la impulsa
otra vez: un hilo de sangre se prolonga desde la cara hasta la corbata, se rompe, cruza la nariz y los
labios. La corbata es verde. El saco está desabrochado, abierto sobre la hierba: cayó de espaldas al morir.
Los pantalones arrugados, las rodilleras, las botamangas angostas y deformadas, las medias, los zapatos
Ojos: marrones. Estado civil: soltero. Señas particulares: ninguna. En un bolsillo del chaleco hay un estuche
de cuero para anteojos. Fecha y lugar de nacimiento. Hijo de. Y de. Alto, caído, muerto sobre la hierba de
un parque, el viernes 15 de julio de l966”.
Juan Martini, “Descripción de un asesinato
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las felicitaciones propias de la época. Lo encontré tumbado en el sofá, con una bata morada, el colgador
de las pipas a su derecha y un montón de periódicos arrugados, que evidentemente acababa de estudiar,
al alcance de la mano. Al lado del sofá había una silla de madera, y de una esquina de su respaldo colgaba
“Usted había hecho las cosas con tanta limpieza que nadie, ni siquiera el muerto, hubiese podido culparlo
del asesinato.
En la noche, cuando las sustancias se sumergen en una identidad de aristas y de planos que sólo la
luz podría romper, usted vino armado de un cuchillo curvo, de hoja vibrante y sonora y se detuvo junto a
la habitación. Escuchó, y al no hallar más réplica que la del silencio, empujó la puerta; no con la lentitud
sistemática del personaje de Poe, aquel que le tenía odio a un ojo. Sino con alegre decisión, como cuando
se entra en casa de la novia o se acude a recibir un aumento de sueldo. Usted empujó la puerta, y sólo un
motivo de elemental precaución pudo disuadirlo de silbar una tonada. Que, no está de más decirlo, hubiera
sido Gimiendo por ti.
despacio, calculando la distancia que lo separaba del lecho; cuando estuvo a un metro, hizo alto. La
ventana, que Ralph dejaba abierta para recibir la brisa del amanecer (y levantarse a cerrarla por mero
rumorosa y llena de caprichos esa noche, y a usted le causó gracia observar la competencia entablada, sin
cuartel, entre las marcas de cigarrillos y los distintos tipos de neumáticos.”
Julio Cortázar, “Puzzle”.
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» ACTIVIDAD 14
Luego de leer los tres fragmentos, analizar:
a) ¿En qué o quién focaliza cada uno? Para responder, tener en cuenta quién narra y qué elementos
o personajes describe.
b) Los tres fragmentos son muy diferentes entre sí porque pertenecen a tradiciones o estilos distintos
dentro del género. ¿Qué elementos presenta cada fragmento (objetos, personajes, acciones,
con el investigador o con los personajes que circulan por la narración. Por
el cuento o novela.
Ahora bien, como otros géneros literarios, el policial fue cambiando y
agregando nuevas características: a la centralidad del investigador como
especialista y protagonista principal se le agrega su historia personal
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a DISTANCIA
La loca y el relato del crimen
I
gastada, las ojeras, vacilando contra la luz malva que bajaba del cielo: altiva, borracha, indiferente, como
si él fuera una planta o un bicho. “Poder humillarla una vez”, pensó. “Quebrarla en dos para hacerla gemir
y entregarse”.
de las seis de la tarde. Parado enfrente, retacón, ensimismado, Almada encendió un cigarrillo y levantó la
cara como buscando en el aire el perfume maligno de Larry. Se sentía fuerte ahora, capaz de todo, capaz
de entrar al cabaret y sacarla de un brazo y cachetearla hasta que obedeciera. “Años que quiero levantar
vuelo”, pensó de pronto. “Ponerme por mi cuenta en Panamá, Quito, Ecuador”. En un costado, tendida en
un zaguán, vio el bulto sucio de una mujer que dormía envuelta en trapos. Almada la empujó con un pie.
-Che, vos -dijo.
La mujer se sentó tanteando el aire y levantó la cara como enceguecida.
-¿Cómo te llamás? -dijo él.
-¿Quién?
-Vos. ¿O no me oís?
-Echevarne Angélica Inés -dijo ella, rígida-. Echevarne Angélica Inés, que me dicen Anahí.
-¿Y qué hacés acá?
-Nada -dijo ella-. ¿Me das plata?
-Ahá, ¿querés plata?
-La mujer se apretaba contra el cuerpo un viejo sobretodo de varón que la envolvía como una túnica.
-Bueno -dijo él-. Si te arrodillás y me besás los pies te doy mil pesos.
-¿Eh?
-¿Ves? Mirá -dijo Almada agitando el billete entre sus deditos mochos-. Te arrodillás y te lo doy.
-Yo soy ella, soy Anahí. La pecadora, la gitana.
-¿Escuchaste? -dijo Almada-. ¿O estás borracha?
-La macarena, ay macarena, llena de tules -cantó la mujer y empezó a arrodillarse contra los trapos que
le cubrían la piel hasta hundir su cara entre las piernas de Almada. Él la miró desde lo alto, majestuoso, un
brillo húmedo en sus ojitos de gato.
-Ahí tenés. Yo soy Almada -dijo, y le alcanzó el billete-. Comprate perfume.
-La pecadora. Reina y madre -dijo ella-. No hubo nunca en todo este país un hombre más hermoso que
Juan Bautista Bairoletto, el jinete.
Por el tragaluz del dancing se oía sonar un piano débilmente, indeciso. Almada cerró las manos en los
-La macarena, ay macarena -cantaba la loca-. Llena de tules y sedas, la macarena, ay, llena de tules
-cantó la loca.
Antúnez entró en el pasillo amarillento de la pensión de Viamonte y Reconquista, sosegado, manso
ya, agradecido a esa sutil combinación de los hechos de la vida que él llamaba su destino. Hacía una
perversamente. Antúnez se despertaba pasado el mediodía y bajaba a la calle, olvidado ya del resplandor
se paró desnuda en medio del cuarto y como si hablara sola le pidió que no se fuera. Antúnez se largó a reír:
“¿Para qué?”, dijo. “¿Quedarme?”, dijo él, un hombre pesado, envejecido. “¿Para qué?”, le había dicho,
pero ya estaba decidido, porque en ese momento empezaba a ser consciente de su inexorable decadencia,
de los signos de ese fracaso que él había elegido llamar su destino. Entonces se dejó estar en esa pieza, sin
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envuelta en la neblina del amanecer. Se acostumbró al modo que tenía ella de entrar trayendo el cansancio
de los hombres que le habían pagado copas y arrimarse, como encandilada, para dejar la plata sobre la
mesa de luz. Se acostumbró también al pacto, a la secreta y querida decisión de no hablar del dinero, como
si los dos supieran que la mujer pagaba de esa forma el modo que tenía él de protegerla de los miedos que
de golpe le daban de morirse o de volverse loca.
Nos queda poco de juego, a ella y a mí”, pensó llegando al recodo del pasillo, y en ese momento, antes
de abrir la puerta de la pieza supo que la mujer se le había ido y que todo empezaba a perderse. Lo que
no pudo imaginar fue que del otro lado encontraría la desdicha y la lástima, los signos de la muerte en
los cajones abiertos y los muebles vacíos, en los frascos, perfumes y polvos de Larry tirados por el suelo:
la despedida o el adiós escrito con rouge en el espejo del ropero, como un anuncio que hubiera querido
dejarle la mujer antes de irse.
Vino él vino Almada vino a llevarme sabe todo lo nuestro vino al cabaret y es como un bicho una basura
oh dios mío ándate por favor te lo pido salvate vos Juan vino a buscarme esta tarde es una rata olvídame te
lo pido olvídame como si nunca hubiera estado en tu vida yo Larry por lo que más quieras no me busques
porque él te va a matar.
II
escribiendo reseñas de media página sobre el desolado panorama literario nacional era sin duda la causa
de su melancolía, de ese aspecto concentrado y un poco metafísico que lo acercaba a los personajes de
Roberto Arlt.
El tipo que hacía policiales estaba enfermo la tarde en que la noticia del asesinato de Larry llegó al diario.
El viejo Luna decidió mandar a Renzi a cubrir la información porque pensó que obligarlo a mezclarse en esa
Angélica Echevarne. Cuando la encontraron acunaba el cadáver como si fuera una muñeca y repetía una
historia incomprensible. La policía detuvo esa misma mañana a Juan Antúnez, el tipo que vivía con la
copera, y el asunto parecía resuelto.
-Trata de ver si podés inventar algo que sirva -le dijo el viejo Luna-. Andate hasta el Departamento que a
las seis dejan entrar al periodismo.
En el Departamento de Policía Renzi encontró a un solo periodista, un tal Rinaldi, que hacía crímenes en
el diario La Prensa. El tipo era alto y tenía la piel esponjosa, como si recién hubiera salido del agua. Los
hicieron pasar a una salita pintada de celeste que parecía un cine: cuatro lámparas alumbraban con una
luz violenta una especie de escenario de madera. Por allí sacaron a un hombre altivo que se tapaba la cara
con las manos esposadas: enseguida el lugar se llenó de fotógrafos que le tomaron instantáneas desde
-Yo no he sido -dijo-. Ha sido el gordo Almada, pero a ese lo protegen de arriba.
Incómodo, Renzi sintió que el hombre le hablaba sólo a él y le exigía ayuda.
-Seguro fue este -dijo Rinaldi cuando se lo llevaron-. Soy capaz de olfatear un criminal a cien metros: todos
tienen la misma cara de gato meado, todos dicen que no fueron y hablan como si estuvieran soñando.
-Me pareció que decía la verdad.
-Siempre parecen decir la verdad. Ahí está la loca. La vieja entró mirando la luz y se movió por la tarima
con un leve balanceo, como si caminara atada. En cuanto empezó a oírla, Renzi encendió su grabador.
-Yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas el corazón
que pertenece que perteneció y va a pertenecer a Juan Bautista Bairoletto el jinete por ese hombre le estoy
diciendo váyase de aquí enemigo mala entraña o no ve que quiere sacarme la piel a lonjas y hacer visos
encajes ropa de tul trenzando el pelo de la Anahí gitana la macarena, ay macarena una arrastrada sos no
tenés alma y el brillo en esa mano un pedernal tomo ácido te juro si te acercas tomo ácido pecadora loca
de envidia porque estoy limpia yo de todo mal soy una santa Echevarne Angélica Inés que me dicen Anahí
tenía razón Hitler cuando dijo hay que matar a todos los entrerrianos soy bruja y soy gitana y soy la reina
que teje un tul hay que tapar el brillo de esa mano un pedernal, el brillo que la hizo morir por qué te sacás
el antifaz mascarita que me vio o no me vio y le habló de ese dinero Madre María Madre María en el zaguán
Anahí fue gitana y fue reina y fue amiga de Evita Perón y dónde está el purgatorio si no estuviera en Lanús
donde llevaron a la virgen con careta en esa máquina con un moño de tul para taparle la cara que la he
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tenido blanca por la inocencia.
-Parece una parodia de Macbeth -susurró, erudito, Rinaldi-. Se acuerda, ¿no? El cuento contado por un
nota bajo la luz amarilla no te acerqués si te acercás te digo no me toqués con la espada porque en la luz
es donde yo he visto todo he visto como si me viera el cuerpo todo por dentro los ganglios las entrañas el
corazón que perteneció que pertenece y que va a pertenecer.
-Vuelve a empezar -dijo Rinaldi.
-Tal vez está tratando de hacerse entender.
-¿Quién? ¿Esa? Pero no ve lo rayada que está -dijo mientras se levantaba de la butaca-. ¿Viene?
-No. Me quedo.
-Oiga, viejo. ¿No se dio cuenta que repite siempre lo mismo desde que la encontraron?
-Por eso -dijo Renzi controlando la cinta del grabador-. Por eso quiero escuchar: porque repite siempre lo
mismo.
Tres horas más tarde Emilio Renzi desplegaba sobre el sorprendido escritorio del viejo Luna una
transcripción literal del monólogo de la loca, subrayado con lápices de distintos colores y cruzado de marcas
y de números.
-Tengo la prueba de que Antúnez no mató a la mujer. Fue otro, un tipo que él nombró, un tal Almada, el
gordo Almada.
-¿Qué me contás? -dijo Luna, sarcástico-. Así que Antúnez dice que fue Almada y vos le creés.
-No. Es la loca que lo dice; la loca que hace diez horas repite siempre lo mismo sin decir nada. Pero
precisamente porque repite lo mismo se la puede entender. Hay una serie de reglas en lingüística, un
código que se usa para analizar el lenguaje psicótico.
-Decime, pibe -dijo Luna lentamente-. ¿Me estás cargando?
-Espere, déjeme hablar un minuto. En un delirio el loco repite, o mejor, está obligado a repetir ciertas
Para analizar esa estructura hay treinta y seis categorías verbales que se llaman operadores lógicos. Son
como un mapa, usted los pone sobre lo que dicen y se da cuenta que el delirio está ordenado, que repite
lo nuevo: es lo que el loco trata de decir a pesar de la compulsión repetitiva. Yo analicé con ese método el
delirio de esa mujer. Si usted mira va a ver que ella repite una cantidad de fórmulas, pero hay una serie de
esas palabras y ¿qué quedó? -dijo Renzi levantando la cara para mirar al viejo Luna-. ¿Sabe qué queda?
Esta frase: El hombre gordo la esperaba en el zaguán y no me vio y le habló de dinero y brilló esa mano que
la hizo morir. ¿Se da cuenta? -remató Renzi, triunfal-. El asesino es el gordo Almada.
El viejo Luna lo miró impresionado y se inclinó sobre el papel.
-¿Ve? -insistió Renzi-. Fíjese que ella va diciendo esas palabras, las subrayadas en rojo, las va diciendo
entre los agujeros que se pueden hacer en medio de lo que está obligada a repetir, la historia de Bairoletto,
de lugar son esas con las que ella trata de contar lo que vio.
-Che, pero qué bárbaro. ¿Eso lo aprendiste en la facultad?
-No me joda.
-No te jodo, en serio te digo. ¿Y ahora qué vas a hacer con todos estos papeles? ¿La tesis?
-¿Cómo qué voy a hacer? Lo vamos a publicar en el diario.
El viejo Luna sonrió como si le doliera algo.
-Tranquilizate, pibe. ¿O te pensás que este diario se dedica a la lingüística?
Hay que publicarlo, ¿no se da cuenta? Así lo pueden usar los abogados de Antúnez. ¿No ve que ese tipo
es inocente?
terminan así las locas esas. Me parece fenómeno el jueguito de palabras, pero paramos acá. Hacé una nota
de cincuenta líneas contando que a la mina la mataron a puñaladas.
-Escuche, señor Luna -lo cortó Renzi-. Ese tipo se va a pasar lo que le queda de vida metido en cana.
-Ya sé. Pero yo hace treinta años que estoy metido en este negocio y sé una cosa: no hay que buscarse
problemas con la policía. Si ellos te dicen que lo mató la Virgen María, vos escribís que lo mató la Virgen
María.
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-Está bien -dijo Renzi juntando los papeles-. En ese caso voy a mandarle los papeles al juez.
querés mezclar? -en la cara le brillaban un dulce sosiego, una calma que nunca le había visto-. Mira, tomate
el día franco, andá al cine, hacé lo que quieras, pero no armés lío. Si te enredás con la policía te echo del
diario.
Renzi se sentó frente a la máquina y puso un papel en blanco. Iba a redactar su renuncia; iba a escribir una
carta al juez. Por las ventanas, las luces de la ciudad parecían grietas en la oscuridad. Prendió un cigarrillo
y estuvo quieto, pensando en Almada, en Larry, oyendo a la loca que hablaba de Bairoletto. Después bajo
la cara y se largó a escribir casi sin pensar, como si alguien le dictara:
Almada salió ensayando un aire de secreta euforia para tratar de borrar su abatimiento.
Ricardo Piglia, “La loca y el relato del crimen
» ACTIVIDAD 15
Después de la lectura del texto, analicen:
a) Como parte de la Actividad 14 leyeron un fragmento de un cuento de Arthur Conan Doyle
¿Qué diferencias encuentran entre los personajes, las acciones, el lenguaje y los espacios de ese
fragmento y este cuento de Piglia?
los sujetos y objetos en relación con el mundo exterior. Casi todos los textos
narrativos se caracterizan por la utilización de diferentes tiempos verbales
para registrar diferentes situaciones y climas. Veamos los tres tiempos
verbales más utilizados en la narración de una historia.
El tiempo verbal más utilizado para narrar algo es el Pasado o Pretérito.
Existen distintos tiempos de pretéritos, utilizados según las características
de las acciones que narran.
El pretérito imperfecto es el tiempo verbal que expresa acciones
continuadas o repetidas en el pasado. Suele utilizarse, en las narraciones,
para presentar al personaje o las circunstancias en las que se va a
desarrollar la acción. Esto es lo que sucede en el siguiente fragmento de
“La loca y el crimen”:
“Las calles se aquietaban ya; oscuras y lustrosas bajaban con un suave
declive y lo hacían avanzar plácidamente, sosteniendo el ala del sombrero
cuando el viento del río le tocaba la cara”.
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El pretérito perfecto simple expresa lo que ocurrió en el pasado de forma
puntual y concluida. Se utiliza para narrar las acciones que desencadenan
hechos centrales de la narración, tal como ocurre en este fragmento de “El
peatón”:
“Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban
la ciudad”.
» ACTIVIDAD 16 Obligatoria
Lean el comienzo del siguiente cuento policial.
“Miré una vez más la foto: una cara juvenil, de ojos grandes, labios sensuales y pelo agresivamente
negro, Era bonita, pero carecía de esa belleza de camafeo, armoniosa y aburrida; tenía cierta capacidad
seductora, a mitad de camino entre la inocencia y la perversidad.
-Se llama Mercedes Gasset y va a estar en el hotel Los Faraones, el sábado, al mediodía.
Asentí con un ligero movimiento de cabeza. Me entregaron el cincuenta por ciento de lo pactado y el
vez y pregunté si habían pensado en algún sitio en especial. Uno de ellos dijo que la Cueva de los Verdes
en mí, se lo agradecí y comprendí que era hora de despedirse. En un par de días tendría que volar a
Lanzarote para encontrarme con esa tal Mercedes Gasset.
El vuelo fue tranquilo, debí soportar un compañero de asiento que había resuelto mitigar su soledad, o
el miedo a las alturas, contándome el encanto de las islas Canarias. Le concedí un par de monosílabos
y simulé un sueño reparador, logré que me dejara en paz. No me interesaban las islas y jamás había
estado en Lanzarote, solo tenía una vaga referencia por un cuento, o cierto capítulo de novela, en donde
La vi en el lobby del hotel y cometí el error de no consultar la foto. Así, en persona, el azabache de su
Poniéndote en el lugar de este narrador en 1ra persona, continúen el relato del fragmento
focalizando en las sensaciones y percepciones de este narrador-asesino, hasta llegar al
momento en que el crimen se produce. No se olviden de utilizar los tiempos de la narración
vistos anteriormente.
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VIDEO
Había una vez... (El Cuento Policial) - Canal Encuentro
https://www.youtube.com/watch?time_continue=180&v=69Tn1vTXn1U
OESTERHELD Y EL ETERNAUTA
Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López: el argumento se centra en la
historia de una invasión alienígena a Buenos Aires, contada al propio autor Oesterheld por
un sobreviviente que viaja en tiempo.
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UNIDAD 4 La literatura realista o el espejo del mundo
Apunte de clase:
La literatura realista
1. El realismo: la descripción ficcional de la realidad
“El escritor no puede olvidar al público que lo lee,
incluso si no pretende halagarlo. La literatura integra los destinos individuales
de una sociedad, pero llevar a la narración
“la vida misma” es el resultado de una construcción”
su verosímil.
En esta oportunidad vamos a trabajar con el realismo, que como
género literario surge en la segunda mitad del siglo XIX en Europa, como
consecuencia de las circunstancias sociales de la época: la consolidación
de la burguesía como clase dominante, la industrialización, el crecimiento
urbano y la aparición de la clase proletaria. Como característica principal
el realismo se apegó a la verosimilitud: el autor realista examinó
detalladamente el mundo que lo rodeaba y se interesó especialmente
en los problemas cotidianos de la sociedad a la que pertenecía. Las
características básicas del Realismo literario son:
Análisis detallado de la realidad: el autor lleva adelante una
observación detallada de la sociedad que luego se expresa en descripciones
pormenorizadas de esos personajes, acciones y espacios.
Representación de problemas existenciales: se incluyen descripciones
y problemáticas vinculadas a la psicología de los personajes, a sus
conductas y temperamentos.
Crítica social: estas descripciones centradas en la sociedad y en los
personajes que en ella se desarrollan suelen incluir una crítica por parte
del autor a alguno de sus aspectos.
Lenguaje reconocible: los personajes y el narrador utilizan términos
reconocibles para el lector, que permiten ubicar la narración en un tiempo
y espacio determinados.
Cada escritor otorga a estas características su estilo personal, pero en
líneas generales podemos decir que un escritor realista se caracteriza
por describir con la mayor exactitud posible todos los elementos que
forman parte de la historia que está narrando: ambientes, formas de
vida, diálogos, representaciones culturales de una sociedad en un
lugar y tiempo establecido. Para construir este efecto de verosimilitud
necesita crear también a un narrador que esté al corriente de todo: de
los movimientos externos de sus personajes, por ejemplo, pero también
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de sus pensamientos, emociones, sensaciones, etc.; a este narrador se
1. 1. Realismo no es realidad
intenta mostrar una realidad tal cual es. Para ello construye su verosímil
haciendo una mímesis o copia de la vida cotidiana sin embellecerla o
exagerarla.
Podemos decir que los escritores realistas tratan de mostrar el mundo
“tal como se ve”. Las descripciones minuciosas y la relación del hombre
con la sociedad en la que vive son características presentes en el género
desde sus orígenes y que aún persisten.
1. 2. El narrador
El narrador omnisciente es el que aparece con mayor frecuencia:
cuenta en 3ra persona gramatical y por lo general en un pasado
narrado en pretérito perfecto e imperfecto del modo indicativo (unidad
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“El hombre y la mujer despertaron con los huesos fríos, como dos arañas inútiles expuestas al sol. Estaban
tendidos en la expresión donde los había dejado el deseo, fatigado en una interminable reiteración mecánica
de un impulso iniciado hacía tiempo. Lo único visible del hombre era un largo brazo caído hacia el piso
puntiagudos debajo de la frazada, que latía en su fragilidad impulsada por cuatro pulmones. Últimamente
cada acto de amor les sabía a duelo, pero lo ocultaban ante el temor de que fuese verdad. Estaban ambos
boca arriba, casi juntos. Pensaban. El problema que tenían era cómo decirles a por lo menos dos de los nueve
hijos, los mayores, que ese día los entregarían a otras familias que pudiesen alimentarlos. Para los siete
restantes, menores y sin entendimiento, era un simple problema de combinar palabras, que para ellos, más
1. 3. La descripción
“Alrededor de la empalizada desigual que corona la meseta frente al río, las hogueras de los indios
chisporrotean día y noche. En la negrura sin estrellas meten más miedo todavía. Los españoles, apostados
cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las
sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas
porque demoramos en soltarlos, porque se enredaron en el cable de la luz o porque los sorprendió una
euforia, ese gusto por vivir que arrancaba los viernes después de la escuela, nos abandonara de repente”.
Eduardo Sacheri, “Domingos a la tarde”
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casa después del trabajo. Eran siempre noches grandes, cargadas de estrellas y de silencio. Así las veo.
Avanzábamos a través de un decorado de casas mudas y luces fantasmales en las ventanas y en los
patios. Yo me sentía extraviado en esa oscuridad y la sensación no me gustaba. Quería llegar rápido, para
que pasara la noche, y luego el día, y otra noche, y otro día, hasta que el cerco de las noches y los días se
y la promesa del descanso? ¿En qué medida mi presencia le servía de compañía, de incentivo, de alivio?
¿Me vería como yo me veo ahora en el recuerdo? Lo que veo es un cachorro impaciente, agazapado en el
fondo de sí mismo, esperando su oportunidad para dar un salto. Mi padre pedaleaba y yo trotaba a su lado.
No teníamos otra referencia que el foco de la bicicleta alumbrando un óvalo de tierra, hipnótico, surgido
» ACTIVIDAD 17
Después de leer los fragmentos, analicen:
a) ¿Qué se describe en cada uno?
b) ¿Incluyen solamente descripciones visuales? ¿qué otros sentidos o percepciones entran en
juego en cada descripción?
1. 4. Los diálogos
Continuamos con la
lectura del apunte
El género realista introduce los diálogos con diversas variedades
lingüísticas; el objetivo es construir la realidad de los personajes a través
de su forma de hablar.
Los escritores realistas no sólo transcriben las conversaciones de los
personajes sino también agregan observaciones sobre los modos en que
se producen los diálogos, los gestos que acompañan las palabras, los
sentimientos que las producen, etc.
“Nomás llegó, fue a la cocina a ver si estaba el mono. Estaba y eso la tranquilizó: no le hubiera gustado
nada tener que darle la razón a su madre. ¿Monos en un cumpleaños?, le había dicho; ¡por favor! Vos sí
que te creés todas las pavadas que te dicen. Estaba enojada pero no era por el mono, pensó la chica: era
por el cumpleaños.
–Los ricos también se van al cielo–dijo la chica, que aprendía religión en el colegio.
–Qué cielo ni cielo –dijo la madre–. Lo que pasa es que a usted, m’hijita, le gusta cagar más arriba del
culo.
A la chica no le parecía nada bien la manera de hablar de su madre: ella tenía nueve años y era una de
las mejores alumnas de su grado.
–Yo voy a ir porque estoy invitada –dijo–. Y estoy invitada porque Luciana es mi amiga. Y se acabó.
¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.
Rosaura parpadeó con energía: no iba a llorar.
–Callate –gritó–. Qué vas a saber vos lo que es ser amiga.
Ella iba casi todas las tardes a la casa de Luciana y preparaban juntas los deberes mientras su madre
hacía la limpieza.Tomaban la leche en la cocina y se contaban secretos. A Rosaura le gustaba enormemente
todo lo que había en esa casa. Y la gente también le gustaba”
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1. 5. Los personajes
Los protagonistas de las historias realistas no sobresalen de lo normal,
no tienen características especiales; por el contrario, como el objetivo es
“Nena Daconte era casi una niña, con unos ojos de pájaro feliz y una piel de melaza que todavía irradiaba
la resolana del Caribe en el lúgubre anochecer de enero, y estaba arropada hasta el cuello con un abrigo
de nucas de visón que no podía comprarse con el sueldo de un año de toda la guarnición fronteriza.
Billy Sánchez de Ávila, su marido, que conducía el coche, era un año menor que ella, y casi tan bello, y
llevaba una chaqueta de cuadros escoceses y una gorra de pelotero. Al contrario de su esposa, era alto y
atlético y tenía las mandíbulas de hierro de los matones tímidos. Pero lo que revelaba mejor la condición
de ambos era el automóvil platinado, cuyo interior exhalaba un aliento de bestia viva, como no se había
visto otro por aquella frontera de pobres. Los asientos posteriores iban atiborrados de maletas demasiado
nuevas y muchas cajas de regalos todavía sin abrir. Ahí estaba, además, el saxofón tenor que había sido la
pasión dominante en la vida de Nena Daconte antes de que sucumbiera al amor contrariado de su tierno
pandillero de balneario.”
Gabriel García Márquez, “El rastro de tu sangre en la nieve”
ACTIVIDAD 18 Obligatoria
El realismo es una corriente que atraviesa distintas expresiones artísticas, incluida la pintura, que al igual
siguiente ejercicio de escritura: elijan una de las siguientes imágenes y luego, como narradores realistas,
escriban una pequeña historia que involucre a los personajes presentes en la pintura seleccionada. No
olviden que las descripciones son fundamentales en este género literario, así que imaginen y escriban
sobre el ambiente en el que se encuentran, sobre las situaciones pueden estar atravesando, sus
características psicológicas, etc. Tampoco olviden que la crítica social es otro aspecto constitutivo del
género, así que pueden incluir alguna que la imagen les sugiera.
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Continuamos con la
2. Literatura, realismo e historia: El matadero
lectura del apunte
Anterior al realismo, explicado al inicio de esta clase, surgió en América
otro movimiento literario llamado Romanticismo. Importado de Europa,
“Un exceso de retórica, de
adjetivación, de melodrama. Contagió a buena parte de la literatura de los
nuevos países y, al mismo tiempo que obligatorias obras fundadoras, dio
lugar al ampuloso lenguaje presente aún hoy en los discursos políticos y
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“Sucedió, pues, en aquel tiempo, una lluvia muy copiosa. Los caminos se anegaron; los pantanos se
pusieron a nado y las calles de entrada y salida a la ciudad rebosaban en acuoso barro. Una tremenda
avenida se precipitó de repente por el Riachuelo de Barracas, y extendió majestuosamente sus turbias
aguas hasta el pie de las barrancas del alto. El Plata creciendo embravecido empujó esas aguas que
venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplenes, arboledas, caseríos,
y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras. La ciudad circunvalada del Norte al Este por
algunos barquichuelos y negreaban las chimeneas y las copas de los árboles, echaba desde sus torres y
barrancas atónitas miradas al horizonte como implorando misericordia al Altísimo. Parecía el amago de un
nuevo diluvio. Los beatos y beatas gimoteaban haciendo novenarios y continuas plegarias. Los predicadores
por venir. La cólera divina rebosando se derrama en inundación. ¡Ay de vosotros pecadores! ¡Ay de vosotros
unitarios impíos que os mofáis de la iglesia, de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de
los ungidos del Señor! ¡Ay de vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará la hora
tremenda del vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vuestras herejías,
vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra las plagas del Señor. La
justicia y el Dios de la Federación os declarará malditos.”
Texto completo disponible en:
http://bibliotecadigital.educ.ar/uploads/contents/EstebanEcheverra-Elmatadero0.pdf
» ACTIVIDAD 19
Después de leer el fragmento de El matadero analicen:
a) ¿Cómo es la imagen de Buenos Aires que se construye a través de la descripción?
b) ¿Qué referencias a elementos o personajes de la época aparecen como parte de la construcción de
verosimilitud y del género realista?
2. 2. Análisis de El matadero
Continuamos con la
lectura del apunte
No sólo las descripciones y la ironía constituyeron el mejor recurso con
que Echeverría construyó su relato. Los diálogos –otro recurso realista-
resultaron efectivos en la caracterización de los personajes. Anteriormente
dijimos que en los textos literarios muchas veces los personajes aparecen
hablando determinada variedad de lengua, la cual puede darnos
características de ese personaje: su edad, su lugar social, su ideología, su
personalidad, su profesión, su culturización. La lengua adoptada asigna un
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“Sea como fuera; a la noticia de la providencia gubernativa, los corrales del Alto se llenaron, a pesar del
barro, de carniceros, achuradores y curiosos, quienes recibieron con grandes vociferaciones y palmoteos
los cincuenta novillos destinados al matadero.
-Chica, pero gorda -exclamaban.- ¡Viva la Federación! ¡Viva el Restaurador!
Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Federación estaba en todas partes, hasta entre
que al oír tan desaforados gritos las últimas ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron
y echaron a correr desatentadas conociendo que volvían a aquellos lugares la acostumbrada alegría y la
algazara precursora de abundancia.
a su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo en aquél, de entre la chusma que ojeaba y aguardaba la
presa de achura salía de cuando en cuando una mugrienta mano a dar un tarazcón con el cuchillo al sebo
o a los cuartos de la res, lo que originaba gritos y explosión de cólera del carnicero y el continuo hervidero
de los grupos, -dichos y gritería descompasada de los muchachos.
-Ahí se mete el sebo en las tetas, la tía -gritaba uno.
-Aquel lo escondió en el alzapón -replicaba la negra.
-¡Che!, negra bruja, salí de aquí antes que te pegue un tajo -exclamaba el carnicero.
-¿Qué le hago ño, Juan?, ¡no sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas.
-Son para esa bruja: a la m…
-¡A la bruja! ¡a la bruja! -repitieron los muchachos-: ¡se lleva la riñonada y el tongorí! -y cayeron sobre su
cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro.
Hacia otra parte, entre tanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un animal; allá una
mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un charco de sangre, caía a plomo,
cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se veían acurrucadas en hilera 400 negras destejiendo
sobre las faldas el ovillo y arrancando uno a uno los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado
en la tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire de sus
pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura.”
“Atáronle un pañuelo por la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogíase el joven, pateaba, hacía
como perlas; echaban fuego sus pupilas, su boca espuma, y las venas de su cuello y frente negreaban en
relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre.
-Átenlo primero -exclamó el Juez.
-Está rugiendo de rabia -articuló un sayón.
En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa volcando su cuerpo boca abajo.
Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual soltaron las ataduras que las comprimían en
la espalda. Sintiéndolas libres el joven, por un movimiento brusco en el cual pareció agotarse toda su fuerza
y vitalidad, se incorporó primero sobre sus brazos, después sobre sus rodillas y se desplomó al momento
murmurando: -Primero degollarme que desnudarme, infame canalla.
Sus fuerzas se habían agotado; inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo.
Entonces un torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven y extendiéndose
empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa. Los sayones quedaron inmobles y los espectadores
estupefactos.
-Reventó de rabia el salvaje unitario -dijo uno.
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-Tenía un río de sangre en las venas -articuló otro.
-Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado a lo serio -exclamó el
juez frunciendo el ceño de tigre-. Es preciso dar parte, desátenlo y vamos.
En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que propagaban a verga
y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse que federación saldría de sus cabezas y cuchillas.
Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga inventada por el Restaurador, patrón de la cofradía,
a todo el que no era degollador, carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien
puesto, a todo patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse a
las claras que el foco de la federación estaba en el Matadero.
visión subjetiva de quien las escribe. Sin embargo muchos lectores basan
sus elecciones literarias en estas reseñas y consumen lo elogiado por ellas.
En las críticas literarias la estructura predominante es la argumentativa
con la cual se construye la opinión del autor acerca de la lectura que está
reseñando. Se agregan además descripciones relacionadas con el texto y
algunas veces –según el estilo del crítico- se pueden agregar fragmentos
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Cuentos de amor, de locura y de muerte / Autor: Horacio Quiroga
La vida de Quiroga resultó ser una alegoría trágica. Acabó con la vida de un amigo en circunstancias
confusas, su primera mujer se quitó la vida a los pocos años de casados, su segunda esposa lo abandonó,
Cuentos de amor, de locura y de muerte es el corolario de esa vida abrumada y es donde a través de
ella, nos encontramos con el Poe más auténtico y en donde despliega todas sus artes. En estos cuentos, el
misterio es el principal protagonista amo y señor aunque siempre inmerso en situaciones cotidianas, lo que
aumenta el impacto. La locura y el amor se aúnan constantemente, para llevar infaliblemente a la muerte.
Sus narraciones, llenas de una violencia tácita, le abren paso a una opresiva tensión sólo redimida con el
El ámbito agreste y salvaje de la Misiones que él conoció, le dan marco a sus historias. Cuentos de Amor,
de Locura y de Muerte no es ni más ni menos que una de las primeras compilaciones de relatos que Quiroga
publicó; en ellos encontramos tempranamente toda su destreza como narrador y también lo esencial de su
visión del mundo. A lo largo de las páginas de Cuentos de Amor y Locura el lector se encuentra con unas
cuantas de sus historias imperecederas y un buen número de personajes que quedarán en la memoria
del lector como si los hubiera conocido a lo largo de una voluminosa novela. La vida de Quiroga fue una
parábola trágica.
En cuentos de amor de locura y de muerte nos encontramos con el Quiroga que ha conocido muy de cerca
las realidades del amor, de la locura y la muerte, realidades que son, en última instancia, la constante fatal
que traspone los cuentos escritos por un ser ermitaño como hombre y como escritor. Cuentos de un hombre
incomunicado en plena selva, en la zona lindante con Misiones, y también ya alejado de lo que aprendió
leyendo a Maupassant o a Chejov. Algunos cuentos reunidos en el volumen de 1917 podrán parecer al
lector ingenuo, fuera de quicio y morbosos, así y todo, no dejan de ser el homenaje a la maestría en un
género que es casi dominio literario del sub-continente latinoamericano. A pesar de la horrenda ocurrencia
que encierra La gallina degollada, puede advertirse la espeluznante frialdad de la narración, como allí
impera una lógica inconmovible y mortífera. Los cuatro niños idiotas han sacado provecho en el corral de
la lección como descabezar a su propia hermana, la única normal en la casa. En El solitario un hombre
En Quiroga no subsiste la idea de éxito o de felicidad forjada en sus cuentos. Los seres tan solo se
limitan a luchar, a enfrentarse entre sí y a luchar contra los obstáculos de la naturaleza. En La noche, el
celador de una tienda y su mujer remontan el Paraná cuando se halla peligrosamente crecido. El hombre
es emponzoñado por una raya y la mujer se ve obligada a remar sola a través de la noche. Los personajes
que se vuelven protagonistas de los cuentos son individuos incomunicados, ermitaños, que han optado
por la selva como lugar de vida a la avidez social de las ciudades. A través de todos sus cuentos el escritor
uruguayo va dejando claro la ineptitud del hombre de la ciudad y subrayando la superioridad de los hombres
y los animales.
A estos últimos los dibuja inmersos en una felicidad casi ideal, dejando atrás a las torpezas humanas. En
la Miel Silvestre un joven de la ciudad tras dar un paseo por la selva como si hiciera una caminata por un
parque, ingiere un poco de miel silvestre, es víctima de una parálisis y fallece engullido por las hormigas. En
La Insolación, dos perros se tumban a la sombra durante una insoportable oleada cálida, mientras su amo
Horacio Quiroga pone especial énfasis en el contraste entre la descomposición de la vida humana y la
natural armonía en que viven los animales.
Reseña escrita por Fernando Pineda
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No todas las reseñas incluyen un comentario sobre la vida del autor
literario o la descripción de los relatos que el libro incluye. Eso depende de
cada texto, de cada narrador y del estilo elegido por el crítico para realizar
sus recomendaciones.
» ACTIVIDAD 20
Luego de leer el texto completo de El matadero, escriban una reseña del mismo. Recuerden
que la reseña es un género discursivo argumentativo en el que deben escribir su opinión
VIDEO
El realismo literario - Canal Encuentro
https://youtu.be/RMcYEIxus9A
Impreso en Argentina: El matadero, Esteban Etcheverría - Canal Encuentro
https://youtu.be/YtA-G9ZWXuA
Bibliografía y Webgrafía
Alvarado, Maite. “Escritura e invención en la escuela”, en: A.A.V.V., Los CBC y la enseñanza de la
lengua, Buenos Aires, AZ, 1997.
Cuesta, Carolina: “Hacia la construcción de una nueva mirada sobre los lectores y la lectura” en
Lulú Coquette, Revista de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Año 1, N° 1. Bs. As. Editorial El
Hacedor. 2001
Egan, K.: “Cap. I - Imaginación y aprendizaje y Conclusión: Un complemento de fantasía e
imaginación: su poder en la enseñanza” en Fantasía e imaginación: su poder en la enseñanza.
Ediciones Morata, S.L. y Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1994.
Bas, A.: Escribir, apuntes sobre una práctica, Buenos Aires, Eudeba, 1999
Cassany, D.: Hacia una perspectiva sociocultural de la comprensión lectora
Disponible en
Gandolfo, E: El libro de los género, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma,2007
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