LEX2
LEX2
LEX2
A. Apendicitis
1. Epidemiología. La apendicectomía es el procedimiento quirúrgico de urgen-
cia más extendido que se realiza. El riesgo de por vida de someterse a una
apendicectomía es de 7 a 12% en la población general, con una inciden-
cia más alta en la segunda y tercera décadas de la vida.
2. Presentación. El malestar progresivo, persistente en la parte media del abdo-
men a causa de una obstrucción y distensión apendicular estimula la res-
puesta dolorosa visceral. Sobrevienen la anorexia y la fiebre de bajo grado,
y a medida que la distensión apendicular aumentada y la congestión venosa
estimulan la peristalsis, la sensación de calambre es seguida por náusea y
vómito. La inflamación se extiende a través de la pared visceral hacia el
peritoneo parietal, donde estimula fibras de dolor somático, que determinan
que el dolor se localice en el cuadrante inferior derecho, el cual empeora con
el movimiento. A continuación se observa fiebre leve y taquicardia. El inicio
de los síntomas en el momento de la presentación es por lo general me-
nor de 24 horas para la apendicitis aguda.
3. Presentaciones inusuales. La localización retrocecal o retroileal del apéndi-
ce crea una separación del apéndice del peritoneo abdominal anterior que de-
termina la ausencia de signos abdominales de localización. La irritación
de las estructuras adyacentes puede causar diarrea, aumento de la frecuen-
cia urinaria, piuria o hematuria microscópica. La localización pélvica del
apéndice puede imitar a una gastroenteritis, con dolor difuso, náusea, vómi-
to y diarrea.
4. Exploración física. Valorar el abdomen lejos del área de sensibilidad sos-
pechada. En tanto que la localización del apéndice es variable, su base suele
estar a nivel del cuerpo vertebral S1, lateral a la línea medioclavicular derecha
en el punto de McBurney, a 2/3 de la distancia desde el ombligo a la espina
ilíaca anterosuperior. El examen rectal se realiza para descartar una enferme-
dad inflamatoria en el área perirrectal y para examinar presentaciones atípi-
cas sugestivas de apéndice pélvico o retrocecal. En los pacientes femeninos
es necesario un examen pélvico para valorar la sensibilidad al movimiento
cervical o masas. Una masa palpable no es rara, pero su presencia puede
indicar un absceso o flemón periapendicular.
a. Signo del obturador. Con el paciente en decúbito supino, las caderas y
rodillas flexionadas, rótese la cadera en dirección interna y externa. Una
prueba positiva es cuando el paciente experimenta dolor hipogástrico
durante la maniobra. Su presencia puede indicar apendicitis aguda o una
hernia obturatriz.
b. Signo del psoasilíaco. Con el paciente en decúbito lateral izquierdo,
las rodillas flexionadas, y el muslo hiperextendido, un dato positivo es el
dolor reproducible sobre el lado derecho. Esto se produce en la apendi-
citis retrocecal que excita el músculo psoasilíaco.
c. Signo de Rovsing. Con el paciente en decúbito supino, la palpación del
cuadrante inferior izquierdo (CII) produce dolor en el cuadrante inferior
derecho (CID), lo que indica un proceso inflamatorio en este último.
5. Evaluación de laboratorio
a. Hemograma completo. Una cuenta leucocitaria mayor de 10 000 célu-
las/ml con predominio de células polimorfonucleares (> 75%) tiene
77% de sensibilidad y 63% de especificidad para apendicitis [Radiology.
2004;230(2):472-478]. La cuenta total de glóbulos blancos y la pro-
porción de formas inmaduras se incrementan con la perforación apen-
dicular.
(2) Una fuga en el cierre del muñón apendicular puede ocasionar fístu-
las enterocutáneas; en ocasiones, requieren cierre quirúrgico, pero
casi todas cierran de manera espontánea.
(3) La pileflebitis es la trombosis séptica de la vena porta causada por
Escherichia coli y se presenta con fiebres altas, ictericia y puede com-
plicarse con abscesos hepáticos. La TC demuestra trombos y gas en
la vena porta. El tratamiento expedito (operativo o percutáneo) de la
infección primaria es fundamental, junto con antibióticos intraveno-
sos de amplio espectro.
B. Colecistitis aguda
1. Presentación
a. De manera clásica, se reconoce el antecedente de un cólico biliar que
se presenta como dolor epigástrico o en el cuadrante superior derecho
después de una comida grasa.
b. La presentación típica es mediante dolor epigástrico o en el cuadrante
superior derecho con náusea/vómito a las 4 a 6 horas después de comer.
c. La exploración física se caracteriza por sensibilidad en el cuadrante supe-
rior derecho y signo de Murphy positivo.
2. Pruebas auxiliares
a. Las pruebas de laboratorio pueden revelar leucocitosis y una elevación
ligera de las enzimas hepáticas. Una bilirrubina elevada debe alertar
acerca de la posibilidad de un proceso obstructivo en el colédoco.
b. Los estudios radiográficos incluyen la EG en busca de cálculos biliares,
vesícula biliar con engrosamiento de su pared, líquido pericolecístico,
signo ecográfico de Murphy, tamaño del conducto biliar, y una gamma-
grafía con ácido diisopropiliminodiacético que muestre falta de llenado
de la vesícula biliar.
C. Pancreatitis aguda
1. La causa más común es el consumo de alcohol, con los cálculos biliares
como representantes de la mayoría de los demás casos. Otras causas son la
pancreatitis aguda post-CPRE (colangiopancreatografía retrógrada en-
doscópica), algunos medicamentos y la hipertrigliceridemia.
2. Presentación
a. Dolor epigástrico grave que se irradia hacia la espalda.
b. Los datos de la exploración física se caracterizan por sensibilidad epi-
gástrica y grados variables de taquicardia, fiebre e hipertensión, según la
gravedad del episodio.
c. El espectro de gravedad va desde el edema peripancreático leve a la necro-
sis pancreática con infección.
d. La gravedad del episodio y el pronóstico pueden estimarse por medio de
los esquemas de clasificación, como los criterios de Ranson y la califica-
ción APACHE II.
3. Estudios auxiliares
a. Los estudios de laboratorio demuestran elevación de la amilasa, lipasa y
transaminasas séricas; el grado de elevación no correlaciona con la gra-
vedad.
b. Las radiografías simples pueden revelar un asa centinela o calcificaciones
pancreáticas consistentes con pancreatitis crónica.
c. En los casos graves, son necesarios los estudios de TC con contraste
IV con el fin de identificar una necrosis pancreática o una colección
líquida. Éstos se obtienen de manera óptima 3 días después del inicio
agudo.
(2) Una fuga en el cierre del muñón apendicular puede ocasionar fístu-
las enterocutáneas; en ocasiones, requieren cierre quirúrgico, pero
casi todas cierran de manera espontánea.
(3) La pileflebitis es la trombosis séptica de la vena porta causada por
Escherichia coli y se presenta con fiebres altas, ictericia y puede com-
plicarse con abscesos hepáticos. La TC demuestra trombos y gas en
la vena porta. El tratamiento expedito (operativo o percutáneo) de la
infección primaria es fundamental, junto con antibióticos intraveno-
sos de amplio espectro.
B. Colecistitis aguda
1. Presentación
a. De manera clásica, se reconoce el antecedente de un cólico biliar que
se presenta como dolor epigástrico o en el cuadrante superior derecho
después de una comida grasa.
b. La presentación típica es mediante dolor epigástrico o en el cuadrante
superior derecho con náusea/vómito a las 4 a 6 horas después de comer.
c. La exploración física se caracteriza por sensibilidad en el cuadrante supe-
rior derecho y signo de Murphy positivo.
2. Pruebas auxiliares
a. Las pruebas de laboratorio pueden revelar leucocitosis y una elevación
ligera de las enzimas hepáticas. Una bilirrubina elevada debe alertar
acerca de la posibilidad de un proceso obstructivo en el colédoco.
b. Los estudios radiográficos incluyen la EG en busca de cálculos biliares,
vesícula biliar con engrosamiento de su pared, líquido pericolecístico,
signo ecográfico de Murphy, tamaño del conducto biliar, y una gamma-
grafía con ácido diisopropiliminodiacético que muestre falta de llenado
de la vesícula biliar.
C. Pancreatitis aguda
1. La causa más común es el consumo de alcohol, con los cálculos biliares
como representantes de la mayoría de los demás casos. Otras causas son la
pancreatitis aguda post-CPRE (colangiopancreatografía retrógrada en-
doscópica), algunos medicamentos y la hipertrigliceridemia.
2. Presentación
a. Dolor epigástrico grave que se irradia hacia la espalda.
b. Los datos de la exploración física se caracterizan por sensibilidad epi-
gástrica y grados variables de taquicardia, fiebre e hipertensión, según la
gravedad del episodio.
c. El espectro de gravedad va desde el edema peripancreático leve a la necro-
sis pancreática con infección.
d. La gravedad del episodio y el pronóstico pueden estimarse por medio de
los esquemas de clasificación, como los criterios de Ranson y la califica-
ción APACHE II.
3. Estudios auxiliares
a. Los estudios de laboratorio demuestran elevación de la amilasa, lipasa y
transaminasas séricas; el grado de elevación no correlaciona con la gra-
vedad.
b. Las radiografías simples pueden revelar un asa centinela o calcificaciones
pancreáticas consistentes con pancreatitis crónica.
c. En los casos graves, son necesarios los estudios de TC con contraste
IV con el fin de identificar una necrosis pancreática o una colección
líquida. Éstos se obtienen de manera óptima 3 días después del inicio
agudo.
G. AAA roto
1. Se presenta con un dolor abdominal de inicio agudo y manifestaciones va-
riables de irradiación hacia el flanco o la espalda.
2. La ruptura libre intraabdominal tiene una tasa de mortalidad alta. La fuga
de su contenido puede llevar al choque.
3. La exploración física revela una masa abdominal sensible, pulsátil.
4. Las radiografías simples pueden mostrar calcificación de la pared aórtica.
La TC es el estándar de oro para el diagnóstico, pero sólo se realiza en los
pacientes con estabilidad hemodinámica.
5. Los pacientes con hipotensión a causa de un aneurisma conocido deben
atenderse de manera urgente en el quirófano sin estudios adicionales. La
inducción de la anestesia y la hipotensión consiguiente deben retrasarse hasta
que el paciente esté preparado y vestido para el acceso rápido al abdomen.
I. COLELITIASIS
A. Cálculos biliares asintomáticos
1. Presentación. Por lo general, los cálculos asintomáticos se descubren en estu-
dios rutinarios de imagen o de manera casual en la laparotomía por proble-
mas sin relación.
2. Tratamiento. La colecistectomía profiláctica no tiene lugar en la mayoría
de los pacientes con cálculos asintomáticos. La colecistectomía profiláctica
puede justificarse en individuos con cálculos asintomáticos que tienen otros
factores de riesgo para cáncer de vesícula biliar, como se destaca después.
Los niños con cálculos tienen una indicación relativa de colecistectomía a
causa de la dificultad general para describir e interpretar los síntomas de esta
población. El tratamiento de los cálculos que se descubren durante la lapa-
rotomía permanece controversial; la bibliografía es contradictoria respecto a
la incidencia de síntomas biliares después de la intervención quirúrgica en
quienes no se extirpó la vesícula biliar.
B. Cálculos sintomáticos
1. Presentación. El cólico biliar es el síntoma principal y se desencadena por
un cálculo impactado en la salida de la vesícula biliar. Un ataque se caracte-
riza por su periodicidad, localización y momento de presentación. El dolor se
presenta en ataques característicos que duran desde 30 minutos hasta varias
horas. De manera típica, el dolor se sitúa en el epigastrio o el cuadrante
superior derecho, en ocasiones con síntomas concomitantes en la espalda y
en el cuadrante superior izquierdo. El dolor se presenta en el transcurso de
algunas horas después de la ingestión de alimentos y a menudo despierta al
paciente de su sueño. Otros síntomas son náusea y vómito.
2. Diagnóstico. Los signos físicos comprenden hipersensibilidad a la palpación
en el cuadrante superior derecho, aunque puede haber pocos hallazgos
abdominales durante un ataque. Si se presenta ictericia, debe buscarse otra
causa. El diagnóstico con ecografía se basa en la presencia de estructuras
ecógenas con sombras acústicas posteriores. Por lo común, se observa poco
o ningún engrosamiento de la pared de la vesícula biliar u otra evidencia
de colecistitis. Los conductos biliares se valoran en busca de dilatación o
coledocolitiasis.
3. Tratamiento. La colecistectomía laparoscópica (CL) es el tratamiento apro-
piado para la gran mayoría de pacientes con cálculos sintomáticos, como se
describe después.
lacionan con los datos de los estudios de imagen. Los signos inflamatorios
locales incluyen dolor y sensibilidad en el cuadrante superior derecho, así
como un signo de Murphy positivo, el cual consiste en un paro inspiratorio
durante la palpación profunda en el cuadrante superior derecho. Los signos
sistémicos incluyen fiebre, leucocitosis y un nivel elevado de la proteína
C reactiva. Aunque la ictericia leve es posible, la ictericia grave es rara y
sugiere cálculos en el colédoco, colangitis u obstrucción del colédoco por
compresión externa en un síndrome de Mirizzi. Un recuento de leucocitos
muy elevado (> 20 000 células/μl) sugiere complicaciones como gangrena,
perforación o colangitis. Las pruebas de función hepática (PFH), incluidas
bilirrubina sérica, fosfatasa alcalina, transaminasa de alanina (ALT, alanine
transaminase), transaminasa de aspartato (AST, aspartate transaminase) y
amilasa sérica, también pueden ser anormales. La ecografía puede revelar
el engrosamiento de la pared de la vesícula biliar, líquido pericolecístico
y un signo sonográfico de Murphy, como se designa a la sensibilidad de la
vesícula biliar cuando la sonda de la ecografía la comprime. Ahora, la tomo-
grafía computarizada (TC) se realiza con frecuencia para evaluar al paciente
con dolor abdominal agudo. La TC puede demostrar cálculos, aunque es
menos sensible que la ecografía. Otros signos de colecistitis aguda en la
TC comprenden engrosamiento de la pared de la vesícula biliar, líquido
pericolecístico, edema y colecistitis enfisematosa (aire en la pared de la
vesícula biliar). La colangiogamagrafía con radionúclidos puede ser útil como
un estudio adjunto en el diagnóstico de colecistitis aguda. La gammagrafía
con ácido 2.6-dimetiliminodiacético hepático (HIDA) permite visualizar el
sistema biliar. El radionúclido es concentrado y secretado por el hígado, lo
que permite visualizar las vías biliares y la vesícula biliar dentro de los 30 mi-
nutos siguientes. Ya que la prueba depende de la excreción hepática de bilis,
no es útil en pacientes ictéricos. La falta de llenado de la vesícula biliar
después de 4 horas se considera evidencia de colecistitis aguda. La adminis-
tración de morfina puede mejorar la prueba al causar espasmo del esfínter de
Oddi, lo que estimula el llenado de la vesícula biliar. Aunque su sensibilidad
y especificidad son más altas que las de la ecografía, su costo y la duración
total del estudio lo limitan para ser el estudio de imagen de primera elección.
2. Tratamiento. Los pasos iniciales en los pacientes con colecistitis aguda son
hospitalización, reanimación con líquidos intravenosos (IV) y antibióticos.
Las directrices de Tokio establecen recomendaciones adicionales de acuerdo
con la gravedad de la colecistitis aguda (tabla 21-1). Se recomienda una co-
lecistectomía laparoscópica (CL) temprana para la colecistitis aguda leve.
Para la colecistitis aguda moderada, puede realizarse colecistectomía tem-
prana o retrasada. La pequeña minoría de pacientes con colecistitis aguda
grave o con enfermedades médicas graves concomitantes puede someterse a
colecistostomía percutánea. De manera ulterior, el paciente puede someterse
a una colecistectomía o extracción percutánea de cálculos y retiro de la sonda
de colecistostomía. Esta eliminación no operatoria de cálculos como trata-
miento definitivo es razonable en individuos muy ancianos o debilitados que
no pueden tolerar la anestesia general. Varios estudios prospectivos aleatorios
compararon la CL temprana con la retrasada (6 semanas) para la colecistitis
aguda. Metaanálisis recientes de la bibliografía no identificaron diferencias
importantes entre los procedimientos tempranos y los retrasados con respecto
a mortalidad, tasa de conversión, lesión al colédoco y complicaciones pe-
rioperatorias. Sin embargo, estos estudios mostraron de manera casi uni-
versal muchas menos readmisiones por complicaciones y una estancia hos-
Grado Criterios
Leve Colecistitis aguda que no cumple con los criterios para un grado
(grado 1) más grave
Tomado de Yokoe M, Takada T, Strasberg SM, et al. TG13 diagnostic criteria and severity grading
of acute cholecystitis (with videos). Modificado de J Hepatobiliary Pancreat Sci. 2013;20(1):35-46.
sea normal. Los pacientes con riesgo alto de coledocolitiasis tienen evi-
dencia ecográfica de cálculos en el colédoco, niveles de bilirrubina mayo-
res de 4 mg/dl, colangitis ascendente clínica, o un colédoco dilatado en
los estudios ecográficos, con una bilirrubina mayor de 1.8 mg/dl. En estos
pacientes, se recomienda una CPRE antes que una CL con CIO. Para pa-
cientes que se encuentran en un riesgo intermedio, es decir pacientes que no
tienen un riesgo alto ni bajo, su tratamiento es controversial. Estudios recien-
tes favorecen la CL temprana con CIO, seguida por la exploración lapa-
roscópica del colédoco si se comprueban cálculos en éste, en oposición
a la CPRE. Las medidas intraoperatorias para dejar el colédoco libre de
cálculos incluyen administración de glucagón IV, irrigación, catéteres con
balón o canastillas para cálculos que se pasan de manera ciega o bien bajo
la guía de un coledocoscopio. Si resulta imposible depurar el colédoco de
cálculos mediante la exploración laparoscópica, es posible que se requiera
su exploración abierta o una CPRE postoperatoria, pero esto es excepcio-
nal. La CPRE con esfinterotomía y extracción de cálculos se usa en pa-
cientes que no son candidatos quirúrgicos, o a quienes ya se les extirpó la
vesícula, están ictéricos o padecen una colangitis aguda. Los pacientes con
cálculos intrahepáticos y aquéllos con numerosos cálculos coledocianos sue-
len tratarse con CPRE. La sospecha clínica de tales entidades dicta las
pruebas apropiadas que se necesitan. La CPRE con esfinterotomía implica
un riesgo de mortalidad menor de 1% y un riesgo de morbilidad de entre
5 a 10%, sobre todo pancreatitis aguda. La indometacina rectal ha sido in-
vocada como profilaxis de la pancreatitis post-CPRE. Debe efectuarse un
colangiograma durante la intervención quirúrgica aun si se realizó una
CPRE preoperatoria porque un porcentaje pequeño de pacientes puede ser
portador de cálculos residuales.
F. El íleo por cálculo biliar es una complicación rara que resulta de un cálculo
que corroe la pared de la vesícula biliar hacia el intestino adyacente (casi siempre
el duodeno). El cálculo suele migrar hasta que se aloja en la porción más estrecha
del intestino delgado, un punto justo proximal a la válvula ileocecal. Los pacien-
tes se presentan con síntomas de obstrucción intestinal y colangitis ascendente a
causa de la fístula colecistoentérica. El tratamiento consiste en una laparotomía
exploratoria y la extracción del cálculo obstructor, lo que se consigue al hacerlo
migrar con las manos hasta una enterotomía que se practica en el intestino sano.
Es necesario buscar de forma diligente otros cálculos en todo el intestino y debe
practicarse una colecistectomía si el paciente se encuentra estable y la inflama-
ción no es muy grave.
G. Colecistectomía laparoscópica
1. Indicaciones. La CL tiene una tasa de complicaciones baja y está disponible
para 95% de los pacientes, con una recuperación y tiempos de retorno al
trabajo excelentes. Las contraindicaciones incluyen peritonitis generalizada,
colangitis, y enfermedades concomitantes que impiden el uso de anestesia
general, así como el rechazo del paciente para someterse a una colecistecto-
mía abierta si la conversión urgente es necesaria.
2. Técnica. Como la identificación errónea del conducto cístico es la causa más
frecuente de lesión biliar, el cirujano debe usar una técnica que provea una
identificación concluyente del conducto y la arteria císticos. En la técnica con
visión crítica de seguridad iniciada en esta institución, el triángulo de Calot
se libera de grasa, tejido fibroso y areolar. En un tramo importante, el ex-
tremo inferior de la vesícula biliar debe disecarse del lecho hepático. Una
disección completa demuestra dos y sólo dos estructuras (conducto y arteria
císticos) que entran en la vesícula biliar, lo que constituye la «vista crítica de
seguridad». La CIO puede usarse como necesidad de confirmar la anatomía
de los conductos durante la CL siempre que la visión crítica no se logre.
La CIO también está indicada en pacientes con coledocolitiasis conocida,
antecedentes de ictericia, antecedentes de pancreatitis, un conducto cístico
largo y cálculos pequeños, cualquier anormalidad en las PFH perioperatorias
o conductos biliares dilatados en la ecografía. La ecografía laparoscópica es un
método alternativo para detectar cálculos en el colédoco; es muy precisa y,
en manos experimentadas, disminuye tanto el tiempo operatorio como el
costo.
3. Complicaciones. Al parecer, la CL se relaciona con una incidencia más alta
(~ 2.5/1 000) de lesión mayor de la vía biliar que la colecistectomía abierta.
Este problema serio se explica más abajo de manera adicional. Además,
otras estructuras también corren riesgo, entre ellas la arteria hepática y el in-
testino. El escape de un cálculo biliar puede ser fuente de complicaciones a
largo plazo raras pero graves, como la formación de un absceso o fístula. Los
factores que incrementan la tasa de conversión en un procedimiento abier-
to abarcan colecistectomía de urgencia, género masculino, edad mayor de 60
años, obesidad, inflamación de la vesícula biliar (colecistitis aguda), coledo-
colitiasis y operación abdominal alta previa.
H. La colecistectomía abierta se practica en una minoría de pacientes que tienen
contraindicaciones para la CL, en los que requieren la conversión de una CL
ante la imposibilidad para completar el procedimiento laparoscópico o en quie-
nes se someten a una laparotomía por otra intervención quirúrgica (p. ej., pan-
creatoduodenectomía). La conversión en una operación abierta frente a un pro-
cedimiento laparoscópico difícil nunca debe verse como una falla quirúrgica o
complicación sino como una forma de evitar una lesión potencial al paciente. Se
preconiza una colecistectomía parcial cuando las estructuras ductales y vasculares
del triángulo de Calot no pueden identificarse con certeza en el contexto de una
inflamación aguda marcada. En esta situación, se abre el fondo y se extraen los
cálculos. La pared anterior de la vesícula biliar se escinde, y la pared posterior se
deja fija al lecho hepático. En ese momento, se fulgura la mucosa y se coloca un
drenaje cerca del infundíbulo.
tensión. También se relaciona con un estado de «nada por vía oral» (NVO) pro-
longado y dependencia de la nutrición parenteral, con episodios de septicemia,
o durante una insuficiencia orgánica múltiple. La tasa de mortalidad es alta: de
alrededor de 30%. La presentación depende en gran medida de los trastornos
médicos concurrentes y con frecuencia se sospecha durante los estudios diagnós-
ticos infecciosos. Los individuos alerta suelen quejarse de dolor en el cuadrante
superior derecho o dolor e hipersensibilidad abdominales superiores difusos. No
obstante, muchos pacientes pueden no estar alerta y por tanto hasta 75% no
experimenta dolor e hipersensibilidad.
B. Diagnóstico. En los pacientes sedados, la leucocitosis y las PFH anormales,
aunque variables, pueden ser la única indicación de colecistitis acalculosa. Los
estudios de imagen son esenciales para establecer el diagnóstico porque es posi-
ble que un resultado falso positivo conduzca a una intervención innecesaria en
un paciente muy enfermo. Las mismas modalidades de imagen usadas para diag-
nosticar colecistitis calculosa pueden usarse para diagnosticar colecistitis acalcu-
losa. Gracias a su portabilidad y bajo costo, la ecografía es de forma casi univer-
sal la primera prueba de elección; no obstante, si el diagnóstico es dudoso, puede
añadirse una gammagrafía para mejorar de modo significativo el índice diag-
nóstico. En casos difíciles, la colecistostomía percutánea puede ser tanto diagnós-
tica como terapéutica porque permite descomprimir la vesícula biliar infectada
y extraer los cálculos a través de la sonda. La TC puede usarse para evaluar otras
fuentes potenciales de trastorno abdominal, en tanto que la colecistostomía
percutánea puede evitar un procedimiento innecesario en pacientes no aptos o
con contraindicación para tolerar una intervención quirúrgica.
C. El tratamiento de la colecistitis acalculosa implica antibióticos sistémicos, ayuno
absoluto y tratamiento de cualquier morbilidad concomitante. El tratamiento
primario comprende descompresión de la vesícula biliar, casi siempre con una
sonda percutánea. La terapéutica definitiva es la colecistectomía en un segundo
tiempo o retrasada.
D. Diagnóstico. Las imágenes axiles con TC o IRM son útiles para detectar las
colecciones abdominales de bilis que requieren drenaje percutáneo. En la actua-
lidad, la colangiopancreatografía de resonancia magnética (CPRM) con angio-
grafía suele ser la prueba inicial de imágenes de elección por su capacidad para
definir la anatomía tanto vascular como biliar, ya que con frecuencia las lesiones
biliares se relacionan con lesiones vasculares. El derrame continuo de bilis tam-
bién puede diagnosticarse mediante una gammagrafía con HIDA. La CPRE
también es útil para demostrar la anatomía biliar y con frecuencia es posible la
colocación de endoprótesis terapéuticas para los derrames ductales. En caso de
oclusión del colédoco, la colangiografía transhepática percutánea (CTP) pue-
de demostrar la anatomía biliar distal a la lesión y usarse para la descompresión
terapéutica del árbol biliar.
VII. QUISTES COLEDOCIANOS. Son dilataciones congénitas del árbol biliar que
pueden presentarse en cualquier conducto biliar pero de manera característica afec-
tan el hepático común y el colédoco. El diagnóstico y tratamiento son esenciales
porque los quistes predisponen a coledocolitiasis, colangitis, hipertensión portal y
colangiocarcinoma, el cual se desarrolla hasta en 30% de los quistes. Un esquema
anatómico de clasificación identificó cinco tipos distintos. Los quistes de tipo I son
dilataciones fusiformes del colédoco, además de los más frecuentes (65 a 90%).
Los de tipo II son divertículos saculares raros y aislados del colédoco. Los quistes
de tipo III, también llamados coledococeles, son dilataciones que se localizan den-
tro de la porción intraduodenal del colédoco. Casi todas las lesiones que se consi-
deran coledococeles son de hecho duplicaciones duodenales. Los quistes de tipo IV
se distinguen por múltiples áreas quísticas del árbol biliar, tanto dentro como fuera
del hígado. Los quistes de tipo V son lesiones únicas o múltiples situadas sólo en la
porción intrahepática del árbol biliar (enfermedad de Caroli).
A. Diagnóstico. La clásica tríada de ictericia, masa abdominal palpable y dolor en
el cuadrante superior derecho que imita el cólico biliar sólo está presente poco
tiempo. A menudo, los neonatos experimentan obstrucción biliar, en tanto que
los niños mayores sufren ictericia y dolor abdominal. En raras ocasiones, la
pancreatitis o la obstrucción duodenal pueden deberse a un coledococele. Con
frecuencia, el diagnóstico inicial se establece con ecografía, TC o ambas. Debe
obtenerse una evaluación adicional del quiste con imágenes biliares específicas
de CPRE o CPRM.
B. El tratamiento es primordialmente quirúrgico. La extirpación del quiste con
una hepatoyeyunostomía en Y de Roux es la terapéutica de elección para los
tipos I y IV. También se ha realizado la extirpación simple del excepcional
quiste de tipo II. La descorticación endoscópica local de un quiste más la esfin-
teroplastia suelen ser eficaces para la enfermedad de tipo III. La enfermedad de
Caroli puede tratarse con hemihepatectomía cuando está confinada a un lado
del hígado. Con mayor frecuencia, la enfermedad bilateral se acompaña de daño
hepático y obliga al THO.
papilotomía transduodenal o escisión local amplia, pero los casos preocupantes por-
que despiertan sospecha de una enfermedad maligna suelen requerir una resección
de Whipple.
IX. COLANGIOCARCINOMA
A. Presentación. La ictericia, seguida de pérdida de peso y dolor, es la caracterís-
tica clínica que se observa con mayor frecuencia en la presentación. El colangio-
carcinoma se origina en el epitelio del conducto biliar y puede presentarse en
cualquier lugar a lo largo del árbol biliar. Los tumores tienden a ser localmente
invasivos y cuando producen metástasis suelen comprometer el hígado y el
peritoneo. Por lo general, se diseminan de manera microscópica a lo largo de
los conductos biliares por distancias que van más allá del extremo palpable del
tumor. Los factores predisponentes incluyen género masculino, CEP, quistes
coledocianos, cálculos intrahepáticos, infestaciones parasitarias con especies de
Clonorchis. El colangiocarcinoma se clasifica de acuerdo con su localización
anatómica: intrahepática (20%), conducto extrahepático superior (también lla-
mado tumor hiliar o de Klatskin, 40%) y conducto extrahepático inferior (40%).
La localización anatómica y patrón de crecimiento de los tumores perihiliares
se describen en forma adicional en el esquema de la clasificación de Bismuth
(tabla 21-2).
B. Diagnóstico. El antígeno carbohidrato 19-9 (CA19-9) es el marcador que se
utiliza con mayor frecuencia en el diagnóstico del colangiocarcinoma. La sen-
sibilidad y especificidad varían de acuerdo con el umbral usado y alteraciones
coexistentes como inflamación y colestasis, que pueden elevar los niveles. El
antígeno carcinoembrionario (ACE) es otro marcador tumoral que se usa con
mayor frecuencia para el diagnóstico del cáncer colorrectal. El ACE también
mostró alguna elevación en pacientes con neoplasias malignas de origen biliar.
La CPRM puede emplearse para una investigación de colangiocarcinoma. Pro-
vee una colangiografía, demuestra el tumor y su relación con los vasos clave, y
detecta metástasis intrahepáticas. La ecografía puede evidenciar masas y dilata-
ción en la vía biliar, y proporciona información rudimentaria de la extensión de
la afección tumoral dentro del hígado, y además pronostica el compromiso de la
vena porta. La TC puede ser útil para delinear la masa y definir su relación con el
C
lasificación de Bismuth-Corlette del colangiocarcinoma
Tabla 21-2
hiliar
Tipo I El tumor permanece por debajo de la confluencia de los conductos
hepáticos derecho e izquierdo
Tipo IV El tumor compromete las raíces secundarias tanto del conducto hepático
derecho como del izquierdo
II. COLITIS
A. La EII es un término general que en forma tradicional incluye a la colitis
ulcerosa crónica inespecífica (CUCI), la EC y a las «colitis indeterminadas». La
etiología exacta de la EII permanece incierta, pero es claro que tiene un compo-
nente ambiental y uno genético. Las manifestaciones extraintestinales pueden
relacionarse con la CUCI y con la EC e incluyen a la colangitis esclerosante
primaria (~ 3%), piodermia gangrenosa, eritema nodoso, iritis/uveítis (2 a 8%),
y a la estomatitis. Además, los pacientes con EII tienen un riesgo mayor de trom-
bosis venosa portal y mesentérica, así como de trombosis venosa profunda
(TVP) y de embolia pulmonar (EP).
1. La CUCI es un proceso inflamatorio de la mucosa colónica. Hay un ligero
predominio masculino. La enfermedad siempre incluye el recto y se ex-
tiende en continuidad por una distancia variable en dirección proxi-
mal. Los pacientes pueden presentarse con diarrea sanguinolenta, tenesmo,
dolor abdominal, fiebre y pérdida de peso. A medida que se incrementa la
duración de la inflamación, los cambios patológicos progresan. De manera
inicial, se ven úlceras mucosas y abscesos crípticos. Más tarde, se desarrollan
el edema mucoso y los seudopólipos (islas de mucosa normal rodeadas por
úlceras profundas), y los cambios patológicos finales muestran una mucosa
aplanada, displásica. El cáncer debe considerarse en cualquier estenosis coló-
nica en un paciente con CUCI. El riesgo de cáncer de colon se incrementa
en los pacientes con CUCI, pero se relaciona con la duración de la enferme-
dad, con un riesgo que se incrementa de manera significativa después de los
20 años y alcanza casi 10% después de esta duración.
a. El diagnóstico se hace de manera primaria mediante colonoscopia con
biopsias y por la constelación de síntomas. Los estudios de imagen pue-
den contribuir a determinar si el paciente tiene una enfermedad del ID
o una fístula indicativa de EC.
b. El tratamiento médico gira alrededor de un régimen terapéutico que
reduzca la inflamación colónica. Los pacientes con enfermedad distal
(proctitis) responden casi siempre a los derivados tópicos del ácido 5-ami-
nosalicílico (5-ASA) en la forma de enemas o supositorios. Para aquéllos
con una enfermedad más proximal, los 5-ASA orales o la sulfasalazina
oral (SSZ) inducen la remisión en la mayor parte de los pacientes con
enfermedad leve o moderada. Los pacientes que no responden al 5-ASA
y a la SSZ tópicos y orales pueden tratarse con corticoesteroides orales y
una vez que los síntomas se controlen regresar a los 5-ASA o SSZ. Los
corticoesteroides intravenosos se administran en quienes no responden
a los corticoesteroides orales o presentan una enfermedad sistémica con
colitis grave. La azatioprina (AZA) y la 6-mercaptopurina (6-MP) han
mostrado que ayudan a los pacientes en quienes se suspendieron los este-
D. Colitis infecciosa
1. La colitis seudomembranosa es una enfermedad diarreica aguda que resul-
ta de las toxinas producidas por el crecimiento excesivo de Clostridium dif-
ficile después de un tratamiento antibiótico (en especial, por el uso de clinda-
micina, ampicilina o cefalosporinas). Los antibióticos ya se suspendieron en
25% de los casos, y los síntomas pueden aparecer hasta 6 semanas después,
incluso con una sola dosis. El diagnóstico se realiza por la detección de
toxina A en una de por lo menos tres muestras de heces o cultivos de heces si
no se encuentra la toxina A, pero los síntomas están presentes. La proctosco-
pia demuestra desprendimiento de la mucosa colónica o seudomembranas,
y la TC a menudo muestra engrosamiento colónico transmural. El trata-
miento empieza con la suspensión de antibióticos innecesarios y el inicio
de metronidazol oral o intravenoso. La vancomicina oral (no intravenosa)
es un tratamiento alternativo aunque más caro. Para casos graves en pacien-
tes incapaces de tomar medicamentos orales, los enemas de vancomicina
(500 mg en 250 ml de solución salina) pueden ser útiles. En raras ocasiones,
la colitis seudomembranosa se presenta con irritación peritoneal grave y
distensión colónica con megacolon tóxico o perforación. Se requiere lapa-
rotomía de urgencia con colectomía total e ileostomía terminal.
2. Otras causas de colitis son las bacterias (E. coli, Shigella), las amebas, el
citomegalovirus (CMV) y la actinomicosis; no obstante, estas afecciones
se encuentran rara vez. De manera típica, se diagnostican por pruebas o cul-
tivos fecales y el tratamiento depende de estos resultados. La actinomicosis
se trata con una terapia antibiótica apropiada, la colitis por CMV se trata
con ganciclovir, y la colitis amebiana se trata con metronidazol oral.
3. La enterocolitis neutropénica después de quimioterapia ocurre casi siempre
en el marco de la leucemia mielógena aguda posterior al tratamiento con ara-
binósido de citosina. Los pacientes se presentan con dolor abdominal, fiebre,
diarrea hemorrágica, distensión y septicemia. El tratamiento inicial incluye
reposo intestinal, nutrición parenteral total, factor estimulante de colonias
de granulocitos (FECG) y antibióticos intravenosos de amplio espectro. Se
requiere laparotomía con colectomía total e ileostomía sólo si se desarrolla
peritonitis.