ES MEJOR LA OLANZAPINA QUE LA COCAÍNA - Arda

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¿ES MEJOR LA OLANZAPINA QUE LA

COCAÍNA?

Trabajo Final: Historia y Epistemología en Salud Mental 2024.

Residente: Lic. Ardá Agostina.

RISAM - 2024
RESUMEN

Un debate sobre la falta de alternativas efectivas se abre a partir de la


presentación de pacientes cuyos cuadros revelan cierta falta para con los servicios de
salud mental al interior de los hospitales generales. Es entonces que, profesionales de la
salud mental y practicantes del psicoanálisis coinciden en que, al margen de que las
instituciones de salud mental sean foco de un tipo de crítica, cumplen una función aún
esencial, de difícil reemplazo.

En esto la ética es crucial, ya que el debate anteriormente mencionado convoca a


su vez en pensar en un enfoque interdisciplinario que respete la singularidad del paciente
y promueva el diálogo profesional es fundamental para mejorar la atención en salud
mental.

PALABRAS CLAVES

Ley de salud mental n° 26.6657, hospitales, ética profesional, psicoanálisis, ética


profesional, cura, bioética, medicalización, demanda de amor, instituciones psiquiátricas.
INTRODUCCIÓN

Para enmarcar este trabajo, el cual tiene como objetivo realizar un escrito desde la
cátedra de epistemología, primero tendremos que mencionar en que se piensa cuando se
habla de epistemología. Reig (2015) menciona “en términos generales, el concepto
significa teoría del conocimiento o de la ciencia en sentido amplio. Hace referencia a
cómo se produce un determinado conocimiento o bien, cuáles han sido los pasos o
procedimientos en procura de un saber más rico y acabado”

Esto me permite introducir en qué términos se leerá este trabajo. Como


posicionamiento ético, no puedo pensar e intento conocer al sujeto desde otro lado que no
sea desde el psicoanálisis.

Habiendo transitado por algunos de los lugares que empuja la residencia no se


puede evitar poner el foco de atención para con una serie de situaciones, vale decir,
intervenciones, observadas a lo largo de la rotación por Hospitales tanto generales como
monovalentes.

En ese sentido el presente trabajo surge del recorrido hasta ahora realizado y se
propone responder a una serie de interrogantes - de esto se trata la propuesta de esta
investigación - como lo son los siguientes: ¿A que lleva a un profesional a intervenir desde
cierto lugar? ¿Qué ocurre en los profesionales que muestran cierto grado de agresividad
al momento de desempeñarse como tales? ¿Cómo esto puede repercutir en los
pacientes?
MARCO TEÓRICO

Profesionales de distintas ramas a fines de la salud mental, e incluso otros con no


tanta afinidad, tienden a coincidir en que existiría cierta molestia, una suerte de malestar,
en torno a las instituciones de salud mental. Pero lo cierto es que también se llega a un
mismo punto que la experiencia nos revela; no es posible prescindir de lo que ellas
cumplen en el marco de nuestra sociedad y la función que desempeñan en el campo de la
salud mental.

Si bien la ley de salud mental n° 26.657 plantea que queda “prohibido” la apertura
de nuevos espacios de manicomios y a su vez la sustitución de estos por dispositivos
alternativos, en la actualidad no hay una propuesta superadora - esto es central-.
Pacientes que no son alojados en hospitales generales por múltiples circunstancias como
por ejemplo, el presunto riesgo que se les adjudica, la no "adaptación a las condiciones
edilicias", etc., no tienen donde transitar lo relativo a la urgencia, servirse de una
internación, si no es en los nosocomios tan criticados. Levis (2018) en cuanto a esto hace
un comentario mencionando:

“La Ley 26657 instala un enemigo: el manicomio. Y como representante del


mismo, el médico psiquiatra. Luchar contra el uno y el otro parece ser la
base de la estrategia que la norma propone. Intencionada o no, esta fuerte
consigna no escrita pero presente sotto voce ha generado consecuencias.
Las más visibles: el enfrentamiento entre psiquiatras y psicólogos, y el
estigma del médico psiquiatra convertido (por enésima vez) en el culpable
del encierro y la violencia contra el paciente con trastornos psiquiátricos”.

En esas condiciones pareciera ser que por el momento sólo restaría adaptarse y
preguntarse de qué manera nos desempeñamos para acompañar a los usuarios en su
pasaje por los efectores de salud mental, y de qué forma nos desenvolvemos para no
incurrir en daño, o provocar el menor perjuicio posible. Zenetti (2006) en relación a esto
menciona:

“Una práctica de alojamiento, de atención, de asistencia - y según la


ocasión de internación - es necesaria cuando las modalidades
devastadoras del retorno de lo real de la pulsión amenazan la
supervivencia o simplemente la vida social de las personas que sufre de
eso” (p. 96).

Esta práctica de alojamiento, no es sin considerar el acto ético, la posición que


cada profesional tomará frente a esas modalidades que acontecen en los pacientes.
Pablo Fridman (2009), en su texto “Los principios de la Bioética en Salud Mental y
Psicoanálisis”, introduce que como cada profesional maniobra es desde la ética. En
cuanto al acto ético menciona “se trata de lo singular, de lo irrepetible. De lo que tiene
valor en un momento, es una situación y solo para esa situación”. Inés Sotelo (2009)
puede aportar a esta idea cuando comenta que “nuestra presencia no es sin
consecuencia en el destino de una urgencia” (p. 67)

Cada vez que nos encontramos frente a una persona que llega a alguno de los
dispositivos tenemos de entrada un pedido, y allí es posible leer algo en términos de
Demanda. Ahora bien, para quienes optamos por tomar una orientación psicoanalítica
acordamos que toda demanda, en principio, es demanda de amor, de cura, de
reconocimiento y por qué no de saber.

En esto encontramos con Aramburu (2000) algo en lo que acordar, nuevamente:

“Es necesario tachar la voluntad de ser la ley, de hacer de su carpincho la


ley. Declinar en la voluntad de hacer de su fantasma la ley; ya que si no
hay verdad de la verdad bien puedo hacer mi voluntad, ya que la mía bien
vale por la de cualquiera. La pregunta pues no es si un perverso puede ser
analista sino más precisamente si un sádico puede serlo; pues es en esta
específica perversión donde su fantasma toma función de Voluntad de ser
la ley” (p. 68).

En torno a esto, Fridman (2009) introduce una diferencia entre la Bioética y la


moral profesional. Confundir estas dos es perder la riqueza y la complejidad que se
presenta en este terreno. La ética va de la mano de lo irrepetible, se trata de hacerse
responsable del acto y de sus respectivas consecuencias, no al azar, sino de las propias
del acto mismo.

En algunos casos se presenta algo del orden de la agresividad por no seguir las
indicaciones profesionales. Se pone sobre la mesa como si el paciente pudiera revertir su
accionar. Revertir su accionar, como si de lo que se tratase fuera algo que estrictamente
pasa por el campo de la conciencia, como si fuese que apelando a la voluntad aquel
hubiere de lograr hacer algo distinto por el sólo hecho de que se lo marque. Después de
todo, si resultase así ¿no sería menos convocante las problemáticas de consumo - por
tomar un ejemplo - por cuanto el quid de la cuestión estaría resuelta? “Deje de consumir.
Bueno”, y ahí está la clínica para mostrar que eso no sucede. En cuanto a esto, resuena
en mi nuevamente Fridman (2009) cuando introduce la “medicalización”. Expresa “La
medicalización de la vida hace de la cura del cuerpo, una obligación, y transforma a los
que se ocupan de atender la salud en “aliviadores” del dolor físico, desconociendo de la
enorme complejidad de la existencia humana”.

Los analistas han empezado a captar, que su deber no es solo escuchar,


encerrados en su reserva, sino saber transmitir en lo que concierne la condición humana
eso que, de la particularidad de un sujeto, del caso por caso, puede ser útil para un mayor
número, parafraseando lo que dice Lacan (1959 - 1960) a propósito del discurso
capitalista, que no constituirá un progreso, si es solo para algunos.

Por otro lado, tenemos a Zenoni (2006) que realiza una distinción entre los
objetivos de la institución psiquiátrica y los de un analista. El autor entre otras, distingue
que la institución apunta a la desaparición del síntoma, mientras que el analista encuentra
la manera de hacer emerger los significantes del inconsciente y su relación con lo
pulsional. Continúa mencionando que la institución quiere el bien y la salud del individuo,
lo protege y lo ayuda, como en aquellos casos en donde se ha escuchado “si sigues
consumiendo te vas a morir”, “es mejor tomar Olanzapina que cocaína”. En cambio, el
analista no apunta a ningún bien, sino a que su deseo emerja, lo que no excluye el
malestar ni la angustia. “La institución en fin, trata de reconstruir la unidad del sujeto,
mientras que el analista apunta a su división” (p. 20)

Que se entienda. No se quiere decir que el o los abordajes cuyo objeto de estudio
se aparte del campo psicoanalítico sean inválidos o aún algo peor. No se propugna aquí
el empleo del discurso psicoanalítico como la opción entre otras. Sino que la reflexión
apunta a que sea el abordaje con la orientación que sea - dentro del marco del código de
ética - no devenga en imputación moralista y mucho menos que se habilite la violencia
para con la persona que tenemos enfrente.

CONCLUSIÓN

Llegados a este punto, ¿alguna orientación posible? Dar cuenta de la propia


praxis, habilitar el diálogo y la palabra con otros por fuera del contexto estrictamente
clínico se muestra como una alternativa viable. Pero claro, semejante tarea no es sin
menoscabo al narcisismo y sin angustia puesto que es a la vez ponerse en un lugar del no
saber-todo - no podría ser de otra manera, ubicarse como falto de, como no sabiéndolo
todo, es angustiante. Pero no hay aprendizaje sin algo de angustia.

Quizá esa sea una manera de no sólo resguardarse de propiciar malestar en un


otro, sino también de mantener un resguardo de parte del profesional para consigo
mismo. Creemos, es una opción sin garantías.

Para cerrar hacemos propias - más no nos expropiamos - unas palabras de Zenoni
(2006) “de apuntar a tratar al sujeto, la institución existe para recibirlos, ponerlos al abrigo
o distancia, ayudarlo o asistirlo: antes de tener un objeto terapéutico es una necesidad
social (...) Es un deber de la humanidad” (s/d).

Podemos aplicar el psicoanálisis dentro de un conjunto de disciplinas,


interdisciplinario, pero no por eso nuestra práctica se reduce a esa modalidad. El trabajo
interdisciplinario no implica la presencia de todos los profesionales en el mismo espacio
físico, es por esto que podemos introducir, por ejemplo, entrevistas individuales. Aquello
que propone el psicoanálisis podemos transmitirlo a otros como un modo de abordar, de
tolerar la subjetividad del paciente.
BIBLIOGRAFÍA

Aramburu, J. (2000). El deseo del analista. Tres Haches.

Fridman, P. (2009). Los principios de la bioética en salud mental y psicoanálisis. En J. C.


Fantin & P. Fridman (Comps.), Bioética, salud mental y psicoanálisis (1ª ed., pp. 33-44).
Polemos.

Lacan, J. (1959- 1960). La ética del Psicoanálisis. Paidós.

Reig, C. (2015). Estatus epistemológico del psicoanálisis: Herramientas para pensar su


objeto teórico (Tesis de licenciatura, Universidad Aconcagua).
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Reig%20Carolina.%20(2015).%20Estatus
%20epistemol%C3%B3gico%20del%20psicoan%C3%A1lisis%20Herramientas
%20para%20pensar%20su%20objeto%20te%C3%B3rico.%20Universidad
%20Aconcagua..pdf

Sotelo, I. (2009). Perspectiva de la clínica de la urgencia. Grama.

Zenoni, A. (2006). Orientación analítica en la institución psiquiátrica. Bitácora Lacaniana


Revista electrónica de la Nueva Escuela Lacaniana, 1
https://felipe.lavin.blog/app/uploads/2007/01/a_zenoni-orientacion-analitica-en-la-
institucion-psiquiatrica.pdf

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