Nikola - Karlee Dawa
Nikola - Karlee Dawa
Nikola - Karlee Dawa
Abrí los ojos nada más volver en mí, comprobando que ya no estaba en el
bosque. Los estímulos del lugar no tardaron en ser captados por mi cerebro
como si fueran flashes de neón, aturdiéndome.
Podía notar como un intenso olor a moho y cerrado llegaba a mis fosas
nasales; podía sentir unas fuertes cadenas metálicas atadas a mis manos con
algún tipo de líquido corrosivo especial que hacía escocer mis muñecas;
podía percibir los escasos muebles del pequeño lugar a pesar de la
oscuridad que albergaba mi alrededor y, sobre todo, fui capaz de hallar la
presencia de un hombre mayor y desgarbado, con cabello canoso y unos
pequeños ojos oscuros que me miraban desde las tinieblas con una mezcla de
recelo y odio.
Parecía una cabaña como la de Nikola, pues todo a mi alrededor era de
madera. Era un lugar bastante sobrio y sencillo, sin sofás ni televisor. No
parecía una vivienda. Mis ojos captaron unos objetos extraños y punzantes,
incluso tenía algún crucifijo y pequeños botes de cristal con algún tipo de
líquido transparente. No era un lugar normal y la palabra peligro rebotaba en
el ambiente, avisándome de que debía encontrar la manera de irme cuanto
antes si quería mantener lo que me quedaba de vida intacta.
—¿Quién eres? —pregunté después de tragar saliva y parpadear varias
veces seguidas. No me pasó desapercibido el rápido movimiento del
hombre, sujetando una especie de jeringuilla—. ¿Qué quieres de mí?
—Cállate —bramó con voz rasposa—. No converso con seres malignos.
Tanteé mi alrededor en milésimas de segundo, tratando de hallar la
manera de salir. Me moví de forma descontrolada para intentar deshacerme
de la fuerte sujeción que las cadenas ejercían sobre mí, pero era imposible.
Cada movimiento que producía me generaba un pequeño desgarro en la piel,
me ardía.
De repente fui golpeada por el fuerte olor corporal que ese hombre tenía
y arrugué la nariz en respuesta. Era tan intenso que me generaba ganas de
vomitar y me mareaba. No parecía normal. Reprimí un grito al sentir sus
ásperas manos aferradas a mi barbilla, analizando mis ojos con expresión
repulsiva. No sabía quién era, pero podía sentir las vibraciones de su alma y
su respiración agitada, podía identificar su odio.
No parecía un dhampir. De serlo ya me hubiera matado o estaría en una
situación peor de lo que estaba. Al menos eso quería pensar. ¿Era un humano
normal? ¿Un fanático anti vampiros cuyo único objetivo era proteger a la
gente de su alrededor? ¿Dónde demonios me encontraba? ¿Y dónde estaba
Nikola cuando lo necesitaba? Tenía que aprender a valerme sola, pero su
ayuda en estos momentos no me vendría nada mal, dadas las circunstancias.
Abrí la boca para formular una nueva pregunta, pero mi voz se quedó
ahogada al ver cómo se hacía un pequeño corte en el brazo con un cuchillo
afilado y unas gotas de sangre brotaron, haciéndome aspirar su dulce aroma,
recordándome al vino que tantas veces me ofrecieron los hermanos Herczeg
y bebí extasiada.
La bestia de mi interior despertó con ferocidad y se abalanzó sobre el
hombre, mientras que unos colmillos comenzaron a aparecer, produciéndome
un daño intenso en las encías. Podía sentir como el tono azulado que
caracterizaba a mis ojos se tornaba negro, sanguinario, como si la oscuridad
estuviera emanando de mi interior. Incluso las venas moradas que estaban
cerca de la zona ocular luchaban con sobresalir, rasgándome la piel.
Pero las cadenas me impidieron lograr mi objetivo, haciéndome soltar un
alarido de dolor al clavarse más hondo en mi interior, bloqueándome
cualquier tipo de movimiento. Entonces el hombre se movió con una rapidez
impropia para la edad que aparentaba y me clavó la jeringuilla en la
clavícula, produciéndome un malestar instantáneo que me hizo retroceder,
chocando contra una pared cercana.
—Neófita —susurró, captando mi atención.
Me removí con angustia tratando de quitar la aguja afilada que seguía
clavada en mi piel y un resquemor empezó a recorrer mi cuerpo,
generándome una molesta irritación. Me sentía como si hubiera caído en
medio de un monte y hubiera terminado topándome con un montón de ortigas.
Intenté exhalar el mayor aire posible y empecé a rascarme de forma
frenética mientras observaba con preocupación mis brazos, pues unos
pequeños círculos rojizos empezaron a aparecer.
—¿Qué me has echado? —gruñí deseando atacarle de nuevo, movida por
la sed de sangre.
—Interesante —respondió él de forma escueta, ignorando mi pregunta.
—¿Quién eres? —repetí mientras forcejeaba con las cadenas que me
atrapaban.
—Cállate. No he terminado contigo. Tus reacciones son peculiares.
Observé con cautela como me daba la espalda para alejarse hacia una
esquina de la sala, donde había una ventana antigua con una persiana de
madera rota que filtraba la escasa luz que la luna debía estar emitiendo en la
oscuridad.
Aproveché su descuido para intentar abalanzarme de nuevo, dejando que
la bestia dominara mi cuerpo y se encargara de transformar el miedo que
estaba sintiendo en un instinto primitivo y animal, cubierto de hambre y odio
irracional. Podía escuchar el chirrido de las cadenas al desplazarse por el
suelo, rozando mi liberación, pero se adhirieron más a mi piel,
devolviéndome al mismo lugar.
—Deja de malgastar fuerzas. Todavía tengo mucho que investigar —me
advirtió sin ni siquiera temblarle la voz. No estaba asustado, ni su corazón
se había acelerado. Su semblante estaba tranquilo, observando la mesa que
estaba frente a él, repleta de objetos.
Aprecié como rebuscaba entre sus cosas hasta encontrar una libreta negra
y forcé la vista para leer las palabras que tenía escritas. Su letra era
prácticamente ininteligible, con una grafía pegada y cursiva, con trazos
entrelazados y tachones entre los párrafos, pero pude entender algunas
palabras, como religión y tortura. ¿Estaba experimentando conmigo? ¿Era
algún tipo de conejillo de indias? ¿Me encontraba metida en una secta?
—Han pasado unos minutos y sigues en pie. No lo entiendo —murmuró
para sí, pero mis finos oídos fueron capaces de captarlo como si lo hubiera
dicho a viva voz.
—Déjame en paz —protesté, tratando de zafarme de nuevo de las
cadenas que me bloqueaban—. No quiero hacerle daño a nadie.
—Eso me pareció al ver cómo te abalanzabas hacia la pobre muchacha.
—¡Tú la ataste! Y no quise…, Yo… —respondí, abrumada por los
remordimientos que golpeaban mi parte sádica—. Yo no quise esto.
—No la até. La encontré así cuando me acerqué para ver qué alaridos
eran esos. Iba a liberarla, pero entonces te sentí —contestó con tranquilidad,
debatiéndose entre un arma de tortura u otra—. No pareces un neófito
normal. No respondes igual que ellos, pero tus impulsos por la sed de sangre
te delatan. Sin duda tu transformación es reciente, así que seguiré hasta
averiguar el motivo de tu resistencia. Ya va siendo hora de terminar con esta
era de oscuridad y muertes.
Me removí de nuevo para intentar librarme de su ataque, pero su
velocidad y reflejos eran impresionantes para ser un hombre mayor. Sin duda
debía de ser algún tipo de cazador. El contenido de la segunda jeringuilla
empezó a expandirse por mi interior, quemando mis músculos y huesos
lentamente, dificultando que mis pulmones pudieran retener el oxígeno.
El hombre se mantuvo inmóvil, con sus ojos fijos en mí. Parecía estar
disfrutando observando cada movimiento que daba, cada sonido de dolor
que producía, cada gesto de desesperación que era incapaz de inhibir. Sus
experimentos estaban llegando demasiado lejos, si no me apresuraba no
sabía cuánto más podría aguantar.
Un sentimiento de angustia invadió mi cuerpo, incrementando la
adrenalina que sentía en ese momento. No conocía mis capacidades, no sabía
lo que sería capaz de soportar y ese hombre parecía dispuesto a torturarme
hasta matarme. Necesitaba ayuda con urgencia, pero ¿quién me iba a ayudar?
Ni siquiera sabía dónde me encontraba y seguramente Nikola no se había
percatado de mi desaparición. Nadie podría salvarme, aparte de mí misma.
Tenía que romper las cadenas antes de que fuera demasiado tarde, aunque me
quedara sin articulaciones.
Eché la cabeza hacia atrás tratando de asimilar el dolor que estaba
recorriendo cada resquicio de mi cuerpo, como si hubieran prendido una
llama en algún órgano cercano. Mi corazón bombeaba más lento y mi
garganta empezaba a cerrarse, asfixiándome. Debía apurarme.
Me removí de nuevo y empecé a moverme de forma desesperada. Mi
cerebro me suplicaba que buscara la manera de liberarme, pero mis pupilas
estaban centradas en la sangre que aún sobresalía del corte de su brazo.
Estaba sedienta y mi bestia interior rugía como nunca, deseando abalanzarse
y hundir los colmillos en su piel.
El hombre aprovechó mi trance y me disparó cerca del pecho con algún
tipo de objeto punzante, provocando que mi alrededor diera vueltas y mi
cuerpo se desplomara en el suelo, haciéndome perder el conocimiento
durante unos segundos.
Al abrir los ojos de nuevo intenté levantarme, pero parecía que una
inmensa roca invisible me impedía hacerlo. Sentía que mi cuerpo pesaba
toneladas y los músculos no me respondían, unas fuertes descargas de fuego
me bloqueaban.
—Déjame —supliqué con un hilillo de voz, deseando aplacarlo—. Yo…
—¿Por qué no te mueres? —protestó con tono desesperado—. No lo
entiendo. ¿Qué cojones eres? Tendré que informar a…
No fui capaz de escuchar el final de la frase. Un molesto pitido atacó mis
oídos, haciéndome chirriar los dientes. Sentía como mi cuerpo me ardía,
cada movimiento que intentaba dar hacía que mis músculos se resquemaran y
en consecuencia soltaba unos sonidos lastimeros. Estaba perdida. Ese
hombre no descansaría hasta lograr su objetivo y la oscuridad que me
albergaba parecía estar tan atada como yo.
Me iba a morir.
Mis ojos apreciaron como el hombre se acercaba de forma lenta, pero
segura. Cada paso que daba resonaba en mis oídos, generando un eco
molesto que rebotaba en mis tímpanos por encima del pitido que aún seguía
torturándome. Incluso, de fondo, podía escuchar las manecillas de un reloj
cercano, con ese ritmo agónico pero constante que me avisaba lo que estaba
a punto de suceder. Me informaba de mi final.
Mis sentidos respondieron tratando de moverme al sentir la calidez de su
áspera mano sujetándome el mentón, analizando cada recoveco. Entonces
capté como sus latidos se incrementaron y su respiración empezó a agitarse,
antes de escuchar un murmullo helador, casi parecía un escalofrío.
—Ese crucifijo... N-no, no es posible.
No me hizo falta escuchar nada más. Absorbí la poca fuerza que me
quedaba y di vueltas por el suelo para intentar poner a salvo mi bien más
sagrado. No permitiría que nadie me lo arrebatara, pues lo único que tenía
claro era que el regalo de mi padre sería mi salvación.
—¿Por qué tienes ese dije? ¿A quién se lo quitaste? —preguntó
moviendo sus ojos de forma frenética mientras me clavaba las uñas.
—¡A nadie! —chillé, protegiéndome de él—. Es mío.
—¡Eso es imposible! —respondió, acercándose más para tratar de
quitármelo.
—No dejaré que me lo robes. Me pertenece.
Me moví con rapidez, rebotando contra una pared cercana mientras las
cadenas chirriaban en respuesta. Podía sentir como estaba cerca de
conseguir liberarme. Solo necesitaba un empujón más.
Cerré los ojos pensando en mi familia y amigas, en todo lo que llevaba
vivido. Me aferré a mis ansias de vivir y conseguir recuperar todo lo que
había perdido. Se lo debía a mi madre, a Ana, a Angie… a cualquiera que
había creído en mí. Entonces tiré de las cadenas mientras soltaba un alarido
de dolor. Y ellas chirriaron en respuesta, terminando por soltarse del
enganche al que se aferraban.
No le di oportunidad de actuar en respuesta. Dejé que mis impulsos de
supervivencia se movieran por mí y reboté contra las paredes y el mobiliario
del pequeño lugar, abalanzándome hacia la puerta de salida. Forcejeé con la
cerradura hasta conseguir abrirla, pero sus fuertes manos me detuvieron en el
último minuto, empujándome contra el interior.
—Antes muerto a dejar que te vayas —bramó, acercándose hasta mí—.
Dámelo.
—Eso nunca —respondí, tratando de estabilizarme y nivelar mis
sentidos.
Giré la cabeza en dirección hasta donde él se encontraba para dar un
salto que me hiciera apartarme, pero el hombre fue más rápido. Sus manos
arrugadas encontraron mi cuello y sus firmes dedos se hundieron en mi piel,
produciendo un movimiento brusco que me impidió hacer cualquier
movimiento posible. Solo fui capaz de captar una presencia cercana que se
aproximaba hasta donde estaba a gran velocidad, antes de desplomarme por
completo.
Exhausta.
Capítulo III * Enigma
—Vamos. Es la hora.
Me sobresalté al escuchar su voz. A pesar de que había sentido sus
pasos, su presencia no dejaba de intimidarme. Nikola tenía ese don con solo
mostrarte su fría y grisácea mirada.
—N-no, no quiero. Me niego —protesté, notando cómo mis manos
temblaban y mi estómago se removía.
—Habértelo pensado mejor el momento que decidiste vivir tu romance
cliché con el estúpido badboy. Deberías haber aprendido con esos libros
que es imposible hacerlos cambiar —respondió con tono mordaz—. Así que
ahora colabora poniendo de tu parte si quieres atrasar tu muerte. La
definitiva.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué me ayudas? Si no te agrado podías
haberme dejado morir.
—¿En serio estás haciendo esa pregunta? ¿En serio? —exclamó alzando
sus cejas. Me tensé al escucharle chirriar su dentadura—. Atary no te
convirtió en vano. Hay algo que se me escapa, pero pienso averiguar qué es.
—A lo mejor estaría mejor con él y…
—Vamos —masculló en un tono casi inaudible—. Me niego a escuchar
más tonterías.
Mi estómago rugió en respuesta y el iris de mis ojos comenzó a
oscurecerse, podía notar como el mal que albergaba en mi interior se
expandía, liberando a la bestia que tuve la desgracia de despertar.
«Maldita. Estás maldita» Las palabras cargadas de odio y rencor de
Franyelis antes de morir no paraban de resonar en mi cabeza, torturándome.
Me asustaba el hecho de ver el poco tiempo que llevaba en transición y las
ansias de sed de sangre que tenía. ¿Esto iba a ir a más? ¿Iba a convertirme en
un animal descontrolado? Me aterraba.
—Tiene que haber otra manera —musité.
Me levanté de la cama y salí de la habitación a gran velocidad, chocando
con el marco de la puerta de la cocina al no saber controlar mis nuevas
destrezas. Inquieta, abrí la nevera para buscar algún tipo de alimento. Cerré
la puerta con brusquedad al no encontrar nada. Estaba vacía.
—¿Esperabas un buffet libre? —preguntó Nikola a mi espalda, apoyado
contra el marco, mientras me miraba fijamente—. Solo nos alimentamos de
sangre, Laurie. Somos vampiros.
—Pero en la facultad... En el castillo comíais comida humana. Yo os vi
—murmuré antes de abalanzarme hasta los armarios de la cocina y
encontrarme con la misma situación. Ni un solo rastro de comida humana con
el que intentar ingerir algo.
—Podemos comer comida humana, pero no nos llena, no sabe a nada. Es
como comer una hoja de lechuga sin aliñar. Solo nos sirve como tapadera
para que el resto no sospeche.
—Tengo miedo. —Me sinceré, girándome para mirarle a los ojos—.
Miedo a asumir que me he convertido en un monstruo y no hay manera de
volver atrás. No quiero matar a nadie más, no quiero disfrutar el sabor de la
sangre como saboreaba el…vino. Pero, sobre todo, no me quiero morir.
—Tú no has matado a nadie, Laurie. Al menos no por voluntad propia.
Iba a suceder de un momento a otro y no hubieras podido evitarlo —contestó
sin vacilar—. Pasaste de ser un peón a convertirte en la pieza principal de
Lilith. Por eso tienes que asimilar la realidad cuanto antes. Sino nos ganará
terreno, y eso es jodidamente malo. Créeme.
—¿Iba a suceder? ¿A qué te refieres con eso?
—Todo estaba planeado. Cada paso que diste, cada acto, cada
decisión… fuiste llevada al son de Atary, Vlad y Lilith. Ellos no se fijaron
en ti por casualidad. Eso tenlo claro. Y Franyelis solo fue una marioneta
más. En un inicio fue tu amiga de forma real. Si cambió fue por culpa de
ellos, Vlad la controlaba.
—Atary no…, él…
—Nunca ha estado enamorado de ti. Jamás —sentenció—. Fue todo una
farsa. Y estoy seguro que volvería a hacerlo una y otra vez. Asúmelo.
—¡No puedo! —grité, empujándole contra una pared cercana. Mi pecho
subía y bajaba a gran velocidad, al compás de mis emociones inestables—.
No sé por qué, pero no puedo hacerlo. Yo… le necesito. Es algo que no
puedo controlar, es…enfermizo.
Observé cómo las facciones de Nikola se endurecieron, aún más de lo
que le caracterizaba. Un halo de oscuridad le rodeó, haciéndome retroceder,
y no pude evitar tragar saliva al ver unas delgadas líneas negras acentuando
sus ojos.
—Vámonos ya.
No fui capaz de negarme, el aura que desprendía me alertaba que era
mejor dejar el tema en el aire, relegado a un segundo plano. Me sentía tan
fuera de lugar y sola que lo único que podía hacer era acompañarle. No
estaba preparada para enfrentarme a los peligros del exterior.
Salimos de la pequeña casa a una velocidad sobrehumana, Nikola iba tan
rápido que me resultaba difícil seguirle sin golpearme con algún tronco o
tropezarme con alguna rama.
No nos llevó mucho tiempo pero, seguramente, a pasos humanos
hubiéramos tardado horas. La noche nos acompañaba, iluminándonos con su
manto de estrellas y lo único que había a nuestro alrededor, aparte de
árboles, era un silencio sepulcral.
—¿Y ahora qué debo…? ¿Qué tengo que hacer?
—Quédate aquí unos segundos. Quiero que uses tus sentidos y los
explotes al máximo. Necesitas acostumbrarte a ellos si quieres sobrevivir.
Con esas palabras desapareció, dejando tras él una estela negra. Nikola
parecía una sombra, sus movimientos eran tan rápidos que parecía
mimetizarse con el manto estrellado que conformaba la noche. No podía
evitar sentirme una carga para él. Mis movimientos, a su lado, parecían los
de un bebé recién nacido.
Segundos más tarde reapareció, dejando entrever un hilillo de sangre que
brotaba por sus labios, degustándolo con un sencillo movimiento de lengua.
Sus irises brillaron con un tono rojizo antes de apagarse y volver a su color
habitual. Durante esos instantes Nikola se permitió el lujo de sacar su
verdadera identidad a flote, y eso me dio verdadero pavor. Era el auténtico
reflejo de un monstruo.
—¿Qué has hecho? —pregunté con voz temblorosa. Confiaba en que
Nikola no era un asesino y no había atacado a ningún humano, pero no lo
conocía lo suficiente como para poder asegurarlo. Era un vampiro, un
depredador, y yo misma había podido experimentar lo poderosa e intensa
que es la sed de sangre. Imposible de ignorar.
—Usa tu olfato. Rastréalo.
—¿A quién?
—No bebo sangre humana si es lo que te preocupa. Me esfuerzo cada día
en mantener mis impulsos primitivos a raya para no hacer daño a nadie más
—respondió con tono hosco. En sus ojos se percibía un deje de melancolía.
—¿A nadie más? ¿Has bebido sangre humana?
La expresión de su rostro volvió a endurecerse y tensó la mandíbula antes
de resoplar y ordenarme centrarme en la caza. Decidí dejarlo estar por el
momento y concentrarme en lo que me decía, cerrando los ojos para agudizar
el oído y el olfato, dejándome llevar por un tímido olor que comenzaba a
adherirse a cada poro de mi piel.
—¿Hueles la sangre? ¿Localizas el cuerpo? —preguntó, instándome a
reaccionar.
—Sí —respondí, notando mi voz con un tono ronco, avisándome de lo
que estaba a punto de suceder.
Sentí como mi instinto salvaje se apoderaba de mi cuerpo y dejé que me
guiara por el bosque, moviéndome de forma instintiva sin preocuparme en
chocar con algo. Parecía que sabía por dónde iba, mi lado animal controlaba
cada paso de forma despreocupada. Mi parte racional había quedado
relegada a un segundo plano.
Continué avanzando de forma autómata, solo era consciente de los
movimientos de Nikola, que se encontraba unos pasos más atrás, como si
fuera mi sombra. Empecé a salivar al oler la sangre animal de forma más
intensa y mis ojos adquirieron otro color al percibir la figura desangrada de
lo que parecía un ciervo por su pelaje oscuro y sus pequeñas orejas.
Me quejé al sentir unos pinchazos en mis encías, podía notar como mis
colmillos crecían y se afilaban, chocando contra mis labios hasta formar una
pequeña herida que los hizo sangrar.
Me abalancé sobre el animal indefenso que se removía emitiendo sonidos
agónicos, luchando por sobrevivir. Podía escuchar la voz de mi conciencia
quejarse por lo que estaba a punto de hacer, pero era incapaz de frenar. Mis
ganas de alimentarme eran mil veces superiores a las de dejar al pobre
animal tratar de sanar.
Entonces di un salto y me relamí, deseosa de cumplir mi objetivo, pero
entonces mi cuerpo chocó con algo que apareció de la nada, tirándome al
suelo.
Levanté la cabeza preparada para enfrentarme al peligro y atacar, fue
entonces cuando, para mi sorpresa, contemplé la figura esbelta de Rocío
aproximarse hasta Nikola para empujarlo. Pero él reaccionó y, en lo que me
duró un parpadeo, era ella la que estaba siendo aprisionada contra el tronco
de un árbol y el rostro de Nikola esbozaba una sonrisa cargada de diversión.
—Pensaba que me invitarías a la cacería —dijo a modo de saludo,
apartándose de su agarre con un solo movimiento.
—Y yo que vendrías cuando estuviera todo preparado.
—Y lo está —respondió ella, mostrando unos billetes de avión—. Pero
sois muy lentos y me aburría. Así que me entretuve localizándoos. No fue
muy complicado al oler la sangre del pobre bambi.
—¿Vamos a viajar en avión?
Parpadeé perpleja. Lo que menos esperaba era viajar en un transporte
público, acompañada por dos vampiros. Aunque no me preocupaban ellos,
sino yo misma. En ese momento era un peligro para cualquiera.
—Céntrate en tu presa, Laurie. A este paso se escapará y como lo haga te
encargarás tú solita de buscarte a otra víctima. No me hago responsable de
las consecuencias. —Me advirtió él.
Me concentré en luchar contra mis ganas de estamparle yo misma contra
el tronco del árbol y les di la espalda para cerrar los ojos y alimentarme del
animal. El encontronazo con Rocío me había devuelto la cordura y me
costaba ceder a visualizar un acto tan gore y cruel.
Jadeé aliviada al sentir mis colmillos incrustarse en el pelo del animal.
Parecía un cachorro con dolor de dientes que necesitaba morder para
mitigarlo. Y, en efecto, así había sido. Bastó hundirlos en su piel para que
todo el dolor se fuera y mi cuerpo se relajó mientras mi garganta succionaba
su sangre hasta dejarlo seco.
Me incorporé con cautela, dándoles la espalda para que no vieran mi
boca cubierta de ese líquido viscoso que había dejado de brotar de su
herida. El sabor no era igual al del vino, más ácido y amargo, así que
segundos más tarde mi estómago se encargó de rechazarlo y vomité todo el
contenido unos metros más allá.
La presencia de Rocío no tardó en llegar y apartó los mechones
anaranjados de mi cabello, colocándolos tras mis orejas. Entonces me
levantó la cabeza por el mentón y escudriñó mi rostro, girándose después
hacia Nikola con gesto preocupado.
—Ha devuelto todo, Nik. Eso no es normal.
—¿Me voy a morir? —pregunté alarmada, mirando a ambos para intentar
descifrar la expresión de sus rostros.
—No. No te vas a morir —respondió él en tono calmado, relajándome
ligeramente. Aun así podía percibir que ni él mismo estaba del todo
convencido—. La sangre que llevas en tu interior es más poderosa que la de
un vampiro común, así que es normal que te cueste asimilarla.
—Aun así sería mejor apresurarnos para llegar a Miskolc. Escocia ha
dejado de ser segura desde el despliegue de cazadores por la zona. Y no
sabemos cómo pueden reaccionar al ver a Laurie así —añadió Rocío—. Una
vez pongamos pie en tierras húngaras hablaremos con Ákos.
—¿Con Ákos? Es meterla en la boca del lobo.
—Es el sitio más seguro, Nik. Si algún dhampir nos siguiera el rastro no
se atrevería a pisar la fortaleza. No sin refuerzos. Muchos —recalcó—.
Sería un suicidio para ellos. Además, Laurie necesita alimentarse o se
acelerará el proceso de cambio.
—¿Quién es Ákos? —pregunté, arrugando el ceño.
—Es el gobernador de Hungría. Su posición hace que controle todo y a
todos. Y conoce muy bien a los Herczeg.
—¿Y es un vampiro?
—Uno de los más peligrosos de allí, por detrás de Lenci —dijo Nikola.
—No entiendo porque os relacionáis con vampiros peligrosos, ni quién
es esa, ni por qué no quieres que vayamos con él. ¿No está de tu parte?
—Es necesario, es una Hija Oscura y es peligroso —respondió de forma
escueta a cada duda que tenía, torciendo la boca—. Haces muchas preguntas.
—Y tú le das muy pocas respuestas, Nik —me apoyó Rocío.
—Ya verá todo con sus propios ojos —le contestó, posando sus ojos en
mí—. Tú limítate a mantenerte callada y hacer todo lo que yo te diga.
—Ignórale —dijo su amiga, posando su mano en mi brazo para tirar de
mí y hacerme andar—. Gruñe, pero no muerde. Al menos no a vampiros.
No entendía por qué íbamos en avión. De hecho, era la primera vez que
salía de Escocia y me subía a uno.
El trayecto desde la cabaña hasta el aeropuerto lo hicimos en coche, a
ojos de cualquiera parecíamos humanos comunes, pero solo los que miraban
de verdad podrían darse cuenta del monstruo que habitaba oculto entre las
sombras de nuestro interior, esperando saciar su oscuridad.
Capítulo V * El Viaje
Abrí los ojos y miré hacia mi alrededor tratando de ubicar dónde estaba.
Durante unos instantes fantaseé pensando que me encontraba en mi
habitación y que nada más bajar las escaleras estaría mi madre preparando
el desayuno mientras mi padre leía el periódico y Ana María no tardaría en
llegar, dispuesta a comerse la mitad de lo que me preparasen. Pero la
realidad me golpeó en cuestión de segundos y recordé que eso era
imposible.
Mi madre estaba muerta, mi padre había decidido centrarse en sus
problemas como director de la academia dhampir y faltaba recordar el
hecho que ni siquiera era mi padre de verdad. Y Ana María estaba con él,
seguramente esforzándose para acabar con los seres que eran como yo.
¿Cómo actuaría en caso de tenerme en frente y percatarse de mi nuevo
estado? ¿Me mataría? ¿Me odiaría y no querría saber nada más? Ella había
sido una hermana para mí.
Me levanté estremeciéndome de terror. Estaba sola en el mundo,
enfrentándome a una condición que me daba auténtico pavor y me costaba
asimilar que Atary había desaparecido, dejándome a merced del destino y el
azar. Me costaba respirar.
Además tenía hambre, la bestia que habitaba en mi ser se quejaba con
desesperación, haciendo que en mi rostro salieran las líneas que denotaban
mi estado vampírico. Respiré para tratar de calmarme y evitar que la sed de
sangre me dominara. Tenía que controlarme.
Y no ayudaba el escuchar las voces que habitaban en el lugar. Podía
escuchar a una pareja discutiendo en una de las habitaciones, otra parecía
disfrutar destrozando los muelles de alguna cama cercana, incluso la voz de
Nikola llegó a mis oídos, haciéndome poner atención en lo que estaba
diciendo. Parecía que estaba hablando con Rocío.
—No pretenderás dejarme de niñera, ¿verdad, Nik?
—Tengo que encontrarla, es nuestra única opción —gruñó—. Ni
siquiera he visto a Lenci por ningún sitio.
—¡Por Nyx, Nik! Ya aparecerá, ¡estamos hablando de Lenci! La misma
Lenci que ama la sangre tanto como las fiestas de Medianoche. ¿Qué te
hace pensar que no asistirá?
—No quiero que Laurie asista a esa fiesta, Rocío. No está preparada y
el hecho de que tanto Ákos como Lenci puedan estar allí… nadie puede
enterarse de las marcas —respondió—. ¡Joder! Necesito tiempo. Seguro
que Lilith no tardará en mandar a Atary y no necesitamos más
complicaciones de las que ya tenemos.
—¿Piensas qué…?
—¡Claro que lo hará! Si Laurie fue lo suficientemente estúpida como
para caer en sus redes siendo humana, imagínate ahora. Él la convirtió, su
sangre todavía circula por sus venas. Es peligroso.
—No seas tan duro con ella, Nik… Laurie ha sufrido mucho en todo
este tiempo. Y aun así intenta la manera de permanecer de pie. Es
admirable —me defendió ella.
—Admirable es la cantidad de problemas que acarrea. Es como un imán
—protestó—. Tendrás que vigilarla e impedir que descubra Medianoche.
Tienes que ser su sombra, Rocío. Yo me encargaré del resto.
—Sí, genial. Lo he captado —respondió con tono de molestia—. Nada
de diversión. Solo aburrimiento.
Me mordí el labio, fascinada. No había entendido toda la conversación
porque estaban hablando en español, pero sí algunas partes. Lo suficiente
para saber que Nikola no quería que asistiera a una fiesta porque no confiaba
en mí y quería que Rocío fuera mi niñera particular.
Dejé de escuchar y múltiples sentimientos empezaron a crecer en mi
interior, sobre todo el enfado y la rabia. Nikola tenía un don para hacerme
sentir una niña inútil. No se daba cuenta de lo mucho que me estaba
esforzando en aceptar y asimilar mi nueva condición.
El orgullo que cobijaba mi cuerpo se intensificó debido a la molestia que
sentía. Daba igual lo que hiciera o dijera pues Nikola siempre me vería
como un obstáculo, un error con el que debía de cargar.
Pues no me daba la gana de quedarme quieta y que se saliera con la suya,
haciéndome sentir un estorbo. Le demostraría que estaba poniendo todo mi
esfuerzo y que podía asistir a una fiesta sin que sucediera nada malo. ¿Qué
es lo peor que podría pasar?
Un rato después no tardaron en aparecer en mi recién estrenada
habitación para buscarme y bajar juntos hasta la sala principal, donde al
parecer se encontraban los vampiros más "madrugadores" conversando o,
peor todavía, desayunando. Por desgracia, Nikola no tardó más de un par de
minutos en salir del palacio, dejándonos completamente solas y
desamparadas. ¿Tan poco le importábamos como para irse sin ni siquiera
ofrecer una explicación?
Estuve un rato bailando sin preocuparme en nada más que no fuera seguir
los pasos y entrenar mi oído intentando traducir la letra de las canciones que
iban sonando que, por supuesto, estaban en húngaro.
A medida que los minutos pasaban parecía que mis oídos se iban
acostumbrando a la pronunciación y las palabras que usaban. Era cómodo
poder moverme mientras las distintas voces me rodeaban, evadiéndome del
resto del mundo.
De vez en cuando iba buscando a Nikola con la vista y mi estómago se
encogía al comprobar que seguía conversando con esa insistente chica. Pero
ni me molesté en acercarme a él o seguramente me devolvería al palacio de
una patada. Y en algunas ocasiones Ákos aprovechaba para bailar conmigo e
intentar conseguir algún tipo de acercamiento mayor, aunque fui rechazándole
con sutileza. No estaba en mis planes pecar.
Por desgracia todo cambió de manera drástica al entrar una joven pareja
de enamorados que, por la expresión acaramelada de sus rostros, parecía
que acababan de casarse. Me di cuenta que eran humanos normales y, por la
manera en que actuaron todos, sin despegar su vista de la pareja mientras
continuaban bailando intentando disimular, parecía que lo peor estaba a
punto de suceder.
Y no me equivoqué. En el momento que la chica abrió la boca para
hablar y aprecié la sonrisa maliciosa que esbozó Ákos, permitiéndoles
pasar, todo pasó muy rápido. Tan pronto como estaban en la barra pidiendo
alguna bebida, escuché como el hombre ponía cara de asco y escuché la
palabra sangre. Ákos se carcajeó y pronunció unas palabras que me dieron
escalofríos, anunciando lo que se avecinaba.
—Por suerte acabamos de contar con suministros de sangre fresca, mi
favorita —sonrió, dejando ver sus afilados colmillos.
La joven chilló por el miedo, pero fue tarde. Ákos fue el primero en
abalanzarse sobre ella con los ojos completamente negros para clavarle sus
colmillos con rapidez mientras la sujetaba para que no se escapara.
Su pareja chilló mientras sus ojos parecía que se salían de órbita y se
quedó completamente paralizado, observando como el cuello de su
prometida se desangraba. Tras eso un par de vampiros más se lanzaron a por
él y litros y litros de sangre comenzaron a emanar de sus cuerpos,
incrementando mi sed al verme rodeada de tan fuerte y delicioso olor. Eso
había ido demasiado lejos y estaba fuera de mi control.
En ese momento empezaron a repartirse los cuerpos inertes de la pareja
entre ellos y gemidos y jadeos de satisfacción comenzaron a inundar la sala.
Me relamí de forma inconsciente el labio inferior y mi mandíbula se contrajo
al sentir un fuerte dolor en mis encías. Estaba congelada contemplando la
grotesca escena pero era incapaz de levantar la vista y alejarme. Mi bestia
interior se removía frustrada instándome a abalanzarme y calmar mi
ansiedad con ese líquido dulce y espeso que parecía mi medicina, pero
también mi maldición.
«No lo hagas. No dejes que tu bestia te controle» escuché a una voz en mi
interior que me resultaba familiar. Era la misma que me había hablado en
algunas ocasiones estando en Edimburgo. «Aférrate a tu humanidad y lucha
contra tus impulsos». Entonces lo vi. Era Nikola.
Su voz quedó relegada a un segundo plano, como si fuera un eco lejano,
entremezclándose en mis oídos con las voces que emitían los vampiros en la
sala. Habían empezado a pelearse entre ellos para degustar su preciado botín
y de los labios de Ákos cayeron unas gotas que no dudó en atrapar con su
lengua de forma seductora, captando aún más mi atención. Entonces murmuró
unas palabras que mis oídos fueron capaces de captar.
—¿Por qué no te unes, belleza? Estoy deseoso de probar la sangre directa
de tus labios.
Sentí como mis pupilas se dilataban y las líneas purpureas de mis ojos
comenzaron a aparecer. El dolor que estaba sintiendo en mis encías era
insoportable y mi bestia crecía cada vez más, a punto de controlar mi cuerpo
por completo. Mi estado de sensatez estaba cerca de desaparecer. Podía
escuchar mi pulso acelerado y todo mi alrededor se había convertido en una
mancha difusa y distorsionada. Lo único que era capaz de ver eran esos dos
cuerpos desangrándose, ese reguero carmesí que me estaba esperando para
chuparlo y saciarme de una vez por todas.
Avancé con rapidez, permitiendo a mi monstruo ser liberado, y me
abalancé a por uno de los cuerpos, clavando mis alargadas uñas en su piel.
Tomé impulso inclinando la cabeza hacia atrás y me preparé para degustar su
sabor cuando unas manos férreas me sostuvieron y lo siguiente que vi fue a
Nikola llevándome a gran velocidad fuera del pub para golpearme contra
una pared oscura de algún inhóspito callejón.
—¡No puedo contigo! —bramó, empujándome todavía más mientras me
dedicaba la mirada más ardiente y furiosa que jamás imaginé—. ¿Se puede
saber qué mierda haces aquí? ¿Y tú eras la que tenías el control? ¡Casi lo
echas todo a perder!
Escupió sus palabras con odio. Sus ojos centelleaban por la rabia que
sentía y su agarre ejercía cada vez una mayor presión sobre mi piel. Mi
pecho subía y bajaba acelerado mientras intentaba liberarme para llevar a
cabo mi objetivo. Mi mente no pensaba en otra cosa que no fuera sangre y
mis ojos estaban a punto de derramar lágrimas de desesperación al no poder
mitigar el dolor de mis colmillos, que estaban expuestos del todo frente la
luz de una farola cercana.
—¡Déjame! —chillé con voz ronca—. Tengo…necesito beber.
—No voy a dejarte, Laurie —respondió sin suavizar la expresión de su
rostro—. Tú decidiste venir, ahora te toca sufrir las consecuencias. Así
aprenderás a no exponerte a situaciones que no sabes manejar. Tienes que
madurar de una jodida vez.
—¡Suéltame!
Mi monstruo rugió en respuesta al sentir el poder que bullía por mis
venas. La rabia y la desesperación se mezclaron generándome una sensación
de ansiedad que era incapaz de manejar. Estaba siendo controlada por él, así
que no era consciente de lo que estaba haciendo, incluso conseguí zafarme y
le di un sonoro bofetón.
—Se acabaron las contemplaciones —gruñó.
Lo siguiente que recuerdo fue a Nikola alzarme y moverse a gran
velocidad, tanta que fui incapaz de ver a donde me llevaba, hasta que me
lanzó sobre la cama de su habitación en el palacio y cerró con llave la
puerta. Dejándonos a ambos dentro.
—Sácame de aquí, Nikola, o te juro que encerrarme será lo último que
hagas. —Le amenacé, abalanzándome hacia él.
Estaba descontrolada. Mi bestia se removía como una serpiente furiosa y
era incapaz de pensar con claridad. Forcejeé con él cayendo los dos al suelo
y sentí su respiración sobre mi rostro, mientras me apresaba las manos para
impedir que me moviera.
—Puedes amenazarme y atacarme lo que quieras, pero no conseguirás
nada. Aun siendo el más débil de mis hermanos soy el triple de fuerte que tú
—respondió, incrementando su agarre.
Ignoré su advertencia revolviéndome como si fuera un gato tratando de
escapar de un baño y miré a mi alrededor desesperada, intentando encontrar
la manera de salir y volver a Medianoche para cumplir mi intento frustrado.
La garganta se me estaba secando por el hambre y mis colmillos seguían
suplicando un poco de alivio.
Escuché una voz lejana en mi interior pero era tan imperceptible que era
incapaz de entender lo que me estaba diciendo. La única palabra que bailaba
por mi mente, instándome a continuar luchando contra Nikola era sangre. No
había espacio para nada más.
—Joder… —gruñó él. Parecía que se estaba impacientando y apretó los
dedos contra mi piel, pegando lo máximo posible su cuerpo al mío. Eso hizo
que algunos mechones de su cabello rozaran mi cuello, provocando unas
inocentes cosquillas que, de ser consciente, hubieran causado una explosión
de sentimientos en mi estómago. Pero fue en vano, ni siquiera ese gesto me
sirvió para volver a ser racional.
—¡Dale tu sangre, Nik! —escuché decir a una voz cantarina, no muy lejos
de nosotros—. ¡Está demasiado descontrolada!
—Eso no…
—¡Hazlo! —ordenó con desesperación—. ¡Llevas siglos sin beber
sangre humana! No le hará daño.
Si hubiera vuelto a la normalidad, podría haber captado como su rostro
dibujaba una expresión de duda y miedo, formando una mueca. Sus ojos iban
y venían entre Rocío y yo, que no sabía cómo había llegado a nuestro lado,
sin terminar de decidirse.
—Pero los recuerdos…
—¡A la mierda la conexión, Nik! Será capaz de controlarla. Si no lo
haces ya, no tardará en regresar a Miskolc y hará una masacre. —Le
advirtió.
Entonces dejó asomar sus colmillos y se mordió a sí mismo en la muñeca,
dejando que un poco de sangre se deslizara por su piel.
Lo siguiente que recuerdo fue como acercó su herida hacia mis labios
enrojecidos y me susurró que bebiera con un tono helador. Mi bestia cedió,
desesperada por calmar la sed y mis colmillos se hundieron en su piel
mientras mi lengua se movía en círculos, atrapando la mayor cantidad
posible de sangre.
De fondo escuché un sonido ronco proveniente de la garganta de Nikola.
Parecía de placer pero estaba demasiado ocupada tratando de saciar mi
ansiedad como para detenerme a analizar sus gruñidos. Mis uñas seguían
clavadas en su piel, complacida al notar como tan maravilloso líquido
descendía por mi garganta y se repartía por mi cuerpo. Incluso el dolor de
los colmillos había desaparecido.
En el momento que el siguiente jadeo de Nikola brotó de lo más profundo
de su ser, todo se removió a mi alrededor y un orgasmo liberador me
teletransportó a otra dimensión. Una que estaba cargada de recuerdos
vividos varios siglos atrás.
Unos que no me pertenecían.
Capítulo X * Secretos Desvelados
—¿Te estás dando cuenta de lo que estás diciendo? Es… ¡es surrealista!
—exclamé alzando la voz—. ¿Hija de un ser oscuro y de una humana fuera
de lo común? ¡Estuve diecisiete años pensando que tenía una familia normal!
¡Humana! —recalqué—. ¿Y ahora tengo que asimilar más?
—Mira. Contamos con el as de que esos tatuajes te han salido ahora y
Lilith no sabe nada —respondió—. Lo primordial es custodiar el dije y
averiguar pronto qué era exactamente tu madre. Por eso necesitamos a
Morgana.
—¿Y ella nos ayudará? ¿Es una bruja, no? Recuerdo que lo habías
mencionado.
—Sí —suspiró—. Es hermana de Lenci. Una bruja milenaria creada por
Lux para contrarrestar el poder de Elly.
—Por Lux…así que ella es ¿buena? —pregunté alzando las cejas—. Pero
si es hermana de Lenci…No, n-no entiendo. ¿Y quién es Elly?
—Ironías de la vida. Y Elly es una bruja de Nyx, pero eso no es
importante ahora —respondió encogiéndose de hombros—. Por eso Nik
quiere salir a buscarla cuanto antes, porque puede ayudar. Y, sin duda, es
extraño que una bruja milenaria haya desaparecido sin dejar rastro.
—Vampiros, brujas… y yo que pensaba que eran cosa de libros de terror.
—Y se te olvidan los ángeles, demonios, hombres lobo… cada rincón del
planeta es habitado por diversos seres que harían temblar al más valiente.
Quizás por eso hay personas que desaparecen al tratar de investigar su
existencia —sonrió con malicia.
—Y respecto al dije —continué, recordando lo que había visto al
succionarle la sangre a Nikola—, ¿por qué lo tenía esa chica, Amélia?
—Se ve que es cosa de familia. Perteneció a su madre y a ella se le dio
su abuela, y así sucesivamente —suspiró—. Cuando Amélia falleció, Nikola
no dudó en ponerle el dije a su bebé para asegurar su protección.
—Pero si ese dije se pasaba de generación en generación y mi padre lo
tenía…
—Sí, por eso al principio Nik pensó que eras algún tipo de descendiente
de él. Y se alivió al saber que no era así. Creo que no lo soportaría.
—¿Por qué? —pregunté dolida.
—Porque aunque lleve vivo varios siglos, no deja de tener ciertos
principios e ideales. No soportaría asimilar haberse fijado en alguien que
lleva su sangre y la de Amélia. Para él no sería ético ni moral.
—¿Que él qué? —retrocedí—. Eso es absurdo. Nikola me odia.
—Nik no te odia. Admito que el tacto no es lo suyo y se mueve por la
envidia, pero no te odia. Solo intenta protegerte y le molesta ver que a pesar
de todos sus intentos tú siempre haces lo que te da la gana. Él quería
conservar tu humanidad, Laurie —respondió Rocío—. Así que no lo culpes
por enfadarse. Porque él daría lo que fuera por volver a ser humano y tú
desperdiciaste esa oportunidad. Y aun así…
—¡No sabía lo que iba a suceder! Lo menos que pensaba era que iba a
conocer a un chico con cientos de secretos a su espalda y una madre
psicótica cuyo propósito es crear un maldito apocalipsis —protesté—. Lo
único que alcanzaba a pensar mi mente era que podía ser un chico al que le
gustaran las fiestas y fumar, y eso decepcionaría a mis padres. Nada más. Lo
siento por no ver venir que era un vampiro y me iba a convertir en uno de
ellos. Y mucho menos que soy hija de… Espera, ¿qué? —Frené de golpe al
recordar esa parte, que a raíz de escuchar tantas bombas informativas había
quedado relegada en un segundo plano—. Soy hija de un ¿ser oscuro? ¿De
quién? ¿No te referirás a los…?
En ese momento sentí la sangre congelándose por cada vena de mi piel y
miles de pensamientos y sentimientos se concentraron en mi mente,
ahogándome. Vlad había mencionado que algo nos unía, que tendría que atar
cabos y que no lo asimilaría. Si los Hijos Oscuros eran siete y ya conocía a
seis, eso quería decir que…
—No creo que estés preparada para…
—Rocío —susurré con voz heladora, negándome a asimilar lo que estaba
a punto de escuchar—, dime que no es lo que creo que estoy pensando. Dime
que mis opciones no se reducen a tres. Y que todos llevan el apellido
Herczeg. Niégamelo porque estoy a punto de vomitar la sangre que he
ingerido horas atrás y mi cuerpo está temblando, amenazando con
descontrolarse.
—Laurie…
—¿Quién es mi padre? —pregunté recalcando cada palabra, notando
como mi corazón latía cada vez más lento. Me negaba a asimilar que Nikola,
Atary o Vlad pudieran serlo. Era imposible de digerir. Y todas mis cartas
estaban puestas sobre uno de ellos.
—Vlad. Vlad es tu padre.
—Oh, Dios… —mascullé, tocando con fuerza mi frente mientras
intentaba respirar. La vergüenza y la repulsión golpeaban mi estómago sin
cesar—. Siento la sangre rozando mi bilis. Esto es…
Todas las imágenes de mis encontronazos con él me golpearon con
dureza, recordándome cada error que había cometido. Él había rondado a mi
alrededor sin preocuparle quién era, se había acostado conmigo sabiendo
que era su hija y, lo peor de todo, eso quería decir que mi madre…
Cerré los ojos y me apoyé contra un árbol cercano para deslizarme hasta
quedar en cuclillas e intentar devolver la sensación de malestar que había
explotado en mi interior como si fuera una bomba nuclear. Mis oídos pitaban
de forma descontrolada y mis pensamientos iban de un lado a otro,
aturdiéndome hasta el punto de sentir que me iba a desmayar. Incluso mi
garganta se había estrechado y mis encías me dolían, amenazando con
despertar a la bestia. Y eso equivaldría a salirme de control y morder el
cuello de algún humano que estuviera no muy lejos del cementerio.
—Tienes que calmarte, Laurie —respondió, sujetándome los hombros
para intentar retenerme—. Sé que es duro de digerir, pero…
—¿Duro? He vivido bajo las reglas e imposiciones de mi madre. En mi
familia no había sitio para los secretos, las mentiras, las traiciones o los
pecados —escupí con rabia—. ¿Y ahora resulta que todo lo que repudiaban
nos rodeaba? ¿Cómo fueron capaces de educarme así cuando ellos fueron los
primeros en romper una regla tras otra? Es… es… ¡Mi propia madre!
—Ella no era consciente de lo que hacía —contestó, apretando sus uñas
en mi piel—. Estaba bajo el influjo de Vlad.
—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso ella te lo contó mientras tomabais un té? —
pregunté con sorna—. ¡Joder!
Golpeé el árbol dándole una patada tras otra, mientras un chasquido me
advertía que el tronco estaba a punto de romperse y terminaría
desplomándose en el suelo, al igual que la poca estabilidad que me quedaba
para mantenerme cuerda. ¡Me había acostado con mi puñetero padre
biológico! ¿Y me había acostado con su hermano? ¿En qué situación me
ponía eso? ¿Qué clase de persona era?
La voz de Rocío atrajo mi atención, haciéndome frenar mis movimientos,
dejando al árbol tranquilo. Pero la rabia todavía me dominaba.
—¡Es obvio, Laurie! Los Hijos Oscuros necesitan una cantidad inhumana
de sangre albergando en su cuerpo en el momento del… acto. Vlad controló
a tu madre y se acostó con ella para tenerte. Necesitaban crear a una niña que
fuera fiel a la religión de Lux para corromperla y así usar el poder de su
sangre para resucitar a los originales.
—Así que soy eso. Un objetivo a ojos de los demás. Un comodín que
usar para que su plan fuera un éxito —gruñí, haciendo chirriar mis dientes—.
Por favor… qué asco. Mi padre…Y Atary es… ¿mi tío? Joder.
—Por desgracia así fue… Nik intentó evitarlo, pero fue demasiado tarde
—suspiró—. Y no es tu tío. ¡Por Nyx, Laurie! No son hermanos biológicos,
no han vivido en el mismo siglo y cada uno tuvo sus propios padres.
Entonces recordé la nota de mi madre, ignorando esta última información.
A mi mente llegó la llamada que intentó hacerme cuando estaba con Atary y
su insistencia en hablar conmigo. Recordé el momento en que fui a verla y la
encontré tendida en su cama, con el cuerpo inerte. ¿Se había liberado?
—¿Por eso sentía esa atracción hacia Vlad? ¿Estoy ligada a él por ser
su….hija?
—Eso tiene más bien que ver con su esencia. Vlad representa el pecado
de la lujuria. Cualquier ser cae ante él aunque se niegue, ya te lo dije. Es
como una red invisible que te va apresando lentamente y te va llevando hasta
él, como si fuera una tela de araña. Por más que te retuerces o intentes
escapar…es imposible. Pero si reconozco que la lujuria debe estar
impregnada en ti, por llevar su sangre. Debe ser el pecado capital que más
se ha potenciado en tu interior.
—¿Cómo pudo? ¡Es antinatural! —exclamé. Todavía sentía la cabeza
dándome vueltas—. Joder, joder… —suspiré, me estaba asfixiando por la
repulsión que sentía en ese momento—. Todo esto no puede estar
sucediéndome, tiene que ser una pesadilla.
—Es un Hijo Oscuro —dijo, haciéndome mirarla de nuevo—. Un
vampiro que lleva siete siglos vivo. Su única meta en la vida es llegar al
éxtasis mediante la unión cuerpo y sangre. Aparte de servir a Lilith, claro. Él
no te ve como a su hija, te ve simplemente como una persona más, un cuerpo
con el que saciar sus impulsos más primitivos. Para él no existen los lazos
familiares ni los sentimientos paternales. Esos sentimientos solo los tienen
los humanos y Vlad los ha dejado atrás hace ya…demasiado.
—Todo esto es…
—Sé que es demasiado —suspiró, removiendo su cabello—. Nik no
estaba de acuerdo en contártelo, pero algo así es complicado de mantener en
secreto. Ibas a terminar enterándote tarde o temprano.
—Sentía celos enfermizos por Franyelis… cuando Richard y sus amigos
casi me ahogan en el mar deseé sus muertes, incluso cuando ella murió…
disfruté. Yo pensaba que era un monstruo, que estaba maldita, ¡escuchaba una
voz desde pequeña!. Había algo que me instaba a hacerlo y… ¡Incluso mi
madre me castigaba por ello! Ella sabía que no era normal. Se esforzó en
cambiarme. Y todo fue por…
Me arrodillé en el suelo, movida por la desesperación y la rabia. Sabía
que había algo mal en mí, pero nunca me imaginé el verdadero motivo. Todo
esto me estaba superando. Dios debía de estar muy decepcionado conmigo
por todo lo que había hecho.
—Hicieron un buen trabajo contigo —susurró—. Fueron llevándote por
el camino que ellos mismos idearon, solo con el objetivo de hacer despertar
a la bestia que dormitaba en tu interior. Y lo lograron, vaya si lo hicieron.
Necesitaban que rompieras los mandamientos uno a uno hasta llegar al
último, el más macabro de todos: Matar. Eso es lo que abre la puerta hacia la
oscuridad. Eso es lo que inició que te convirtieras en lo que ahora eres.
—¿Y el tatuaje? Pensé que Dios, Lux… quien quiera que sea, me daría la
espalda.
—Está claro que no. Por eso no debes sucumbir todo lo que puedas a la
tentación de la sangre. Si bebes sangre humana serás una vampiresa con
todas las letras. Con todo lo que eso implica.
—Será… será mejor que regresemos —respondí, tratando de asimilar
toda la información recibida en los últimos minutos—. Esto me hace tener
hambre y, en vista de que no puedo ingerir nada, mejor vamos a descansar.
Supongo que no tardará en salir el sol.
—Claro —asintió—. Y… Laurie.
—¿Sí?
—Saldremos de esta, te lo prometo —aseguró, esbozando una sonrisa
para intentar calmarme.
—Ya.
Con esas palabras volvimos al palacio y me refugié en mi habitación
esperando que todo fuera una pesadilla y que a la mañana siguiente fuera a
despertarme en mi habitación de Luss, para recuperar la vida tranquila y
humana que tenía. Pero eso era imposible. Así que solo me quedaba intentar
asimilarlo y avanzar, aunque eso implicaba enfrentarme a problemas que no
era capaz ni de imaginar.
Al parpadear atisbé un amplio bosque, con un follaje tan denso que era
incapaz de ver más allá. El aire invernal helaba las ramas y las hojas que se
mantenían unidas, albergando una densa capa de nieve. Podía sentir el frío
calando por mi piel y al respirar formaba un vaho que corría el riesgo de
convertirse en un cubo de hielo. ¿Qué hacía aquí?
Caminé unos pasos intentando encontrar un lugar donde refugiarme para
no morirme congelada. Era sorprendente como cada paso que daba,
cubriendo mis botas de nieve, se sentía real. Cada pensamiento, cada sonido
que escuchaba a mi alrededor eran tan nítidos que me costaba recordar que
se trataba de un sueño. Si no fuera porque era consciente de que me había
ido a dormitar a mi habitación, hubiera pensado que me había ido de
excursión con Nikola y Rocío a algún rincón remoto, de esos que le gustan a
él para poder escalar.
Me abracé el cuerpo mientras continuaba observando el entorno donde
me encontraba. Mis oídos eran capaces de escuchar una conversación lejana
y no pude evitar estremecerme al captar el aullido de unos lobos. No sabía si
era verdad o solo una leyenda literaria, pero no quería comprobar si éramos
enemigos mortales. Ni en la realidad ni en los sueños.
Miré a un lado y hacia el otro y a lo lejos atisbé una cueva que podía
servirme de cobijo. Me aproximé como pude, parecía que mis sentidos
también se habían enfriado debido a las bajas temperaturas. Si no me metía
prisa, quizá no llegaría a tiempo. Y temía verme atacada por una tormenta de
nieve.
Cuando ya estaba cerca, advertí una manada de lobos custodiando la
entrada. Incluso uno de gran tamaño y largo pelaje negro parecía controlarme
desde lo alto de una montaña cercana. Sus ojos ambarinos brillaban con
fuerza, cautelosos.
«Oh, vamos Laurie, ¿qué es lo peor que te podría pasar? Es solo un
sueño» me regañé para mis adentros, intentando infundirme ánimos. Con
cada paso que daba, todos los pares de ojos iban deteniéndose en mí,
parecía que iban a atacarme si decidía adentrarme en la cueva.
Pero entonces escuché una voz. Se oía un murmullo femenino, sonidos
apenas audibles de alguien que parecía hablar una lengua extraña, arcaica.
Me aproximé un poco más, mis pies casi rozaban la cueva y el inmenso lobo
que me vigilaba desde lo alto aulló, seguramente avisando a su manada.
Quizás era el alfa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver como todos se
pusieron alerta y me mostraron los colmillos, en señal de amenaza.
—Quietos, lobitos. Esto es solo un sueño —dije en tono conciliador, sin
despegar mi mirada del que parecía el líder—. Dejadme refugiarme hasta
que consiga despertar. No sé cómo son capaces de manejar sus descansos el
resto.
Mantuve la respiración mientras observaba la entrada de la cueva. Si
aprovechaba mis sentidos al máximo quizás podría llegar a tiempo. ¿Los
lobos de un sueño no podrían hacerme nada, verdad? Cerré los ojos y conté
mentalmente hasta tres. Entonces me centré en retener la fuerza en mis
piernas y eché a correr hacia el interior, dándome de bruces con un pequeño
espacio que albergaba a una chica, atada con cadenas metálicas que le
impedían moverse.
Sus ojos asustados se toparon con los míos, su cabello rubio estaba en
estado salvaje, repleto de tierra y suciedad. Tenía pequeños cortes y heridas
en el rostro, pero lo que más me sorprendió fue que le hubieran atado las
muñecas, enlazando las cadenas entre sus dedos.
Mi corazón bombeó la sangre que aún conservaba de Nikola de forma
descontrolada. Podía escuchar los aullidos a escasos metros de mí, pero
todavía no habían entrado. ¿Acaso la temían? ¿O a mí? Era absurdo. Aunque
nadie dijo que los sueños podían tener sentido. No desde que soñaba con
mujeres extrañas y chicas atadas.
—No han entrado —musitó, contemplándome con genuina fascinación y
caviló—. Puedo captar que eres un vampiro, pero no siento que seas fuerte y,
sin embargo… ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Cómo has creado una
barrera para impedir su paso?
—¿Una qué?
Pero no pudo decirme nada más, pues una bestia peluda con semblante
amenazante y largos colmillos afilados y repletos de babas entró, corriendo
para abalanzarse hacia mí. Mi respiración se detuvo al contemplar sus ojos
furiosos, pero lo que más me congeló fue apreciar el símbolo que tenían los
Herczeg tatuado en sus ojos con destellos dorados.
Entonces chillé.
Abrí los ojos a la par que la boca, tratando de aspirar la mayor cantidad
de oxígeno posible. No entendía por qué tenía pesadillas tan reales que me
hacían despertarme empapada de sudor y con el pulso por las nubes. Tragué
saliva con fuerza y miré a mi alrededor, tranquilizándome al contemplar el
ostentoso tocador de Katalin y la gruesa cortina que tapaba los tímidos rayos
del sol que luchaban por acariciar mi piel.
Entonces miré mi cuerpo para asegurarme de no tener alguna marca o
símbolo extraño y aprecié que el tatuaje de mi brazo se había expandido,
formando una línea nueva. «¿Pero qué rayos está pasando?» susurré
perpleja, incapaz de entender qué sentido tenía que mi tatuaje creciera al
soñar.
Me levanté de golpe. Necesitaba despejarme y hacer algo de provecho
para reducir mi ansiedad. Las emociones se arremolinaban en mi interior
amenazando a mi estabilidad, y eso equivalía a manejar peor la bestia que
dormitaba en mi cuerpo. Esa que me susurraba que me alimentara y me
convirtiera en aquello que más temía: Un monstruo.
Abrí el armario de Katalin, esperando encontrar algo de ropa que
ponerme, a pesar de que su estilo no casara con el mío. Minutos más tarde
salí de la habitación con un jersey ceñido de cuello alto y unos pantalones
gruesos que parecían retener el calor. Eso debía ser suficiente y taparía la
muestra de lo extraña que era.
Entonces me dispuse a dirigirme hacia el salón principal, esperaba
encontrar a Nikola a tiempo y decidiera darme respuestas. Todavía no me
había olvidado de mi conversación con Rocío y era consciente de que debía
ganarme su perdón. Me había pasado al inmiscuirme en su vida privada y
casi dejarle seco. Me merecía lo que me había sucedido por pensar, ilusa de
mí, que era lo suficientemente fuerte para poder con los impulsos que
manejaban mi sed de sangre. Todavía tenía mucho que aprender.
Al llegar lo encontré en una esquina, hablando con esa chica que había
visto a su lado en la fiesta. Ella le miraba con notoria coquetería y posaba
sus alargadas uñas en su hombro. A él parecía no importarle porque no hacía
un ademán de apartarse.
Antes de acercarme me dediqué a analizarla un par de minutos, al menos
ahora no tenía la máscara para ocultarse. Su cabello caía sobre sus hombros
hasta llegar a su pecho, sus ojos azules eran como un mar caribeño y sus
labios gruesos y sugerentes. Realmente esa chica llamaba la atención.
¿Acaso no existían vampiros feos en este lugar? ¿En el mundo?
Cansada de la mezcla de sentimientos que se estaba revolviendo en mi
interior, me aproximé hasta ellos y me quedé a escasos centímetros de
Nikola. La chica pareció verme, pero me ignoró. Estaba segura que él
también lo había hecho. Sus sentidos debían ser más agudizados que los
míos.
Molesta, carraspeé para hacerme notar y, en vista de que seguía sin
prestarme atención, apoyé mi mano en su hombro, imitando el gesto que
había tenido ella hacía escasos minutos.
—¿Qué quieres, Laurie? ¿No te enseñaron que es de mala educación
molestar a alguien cuando está hablando con otra persona? —preguntó con
tono mordaz, sin ni siquiera mirarme.
—¿Quién es ella? —preguntó la otra chica, arrugando sus labios para
hacer una mueca que en ella parecía inocente y sexy.
—Nadie en particular, Lenci. Déjalo estar —respondió él, advirtiéndome
de reojo que me fuera.
«¿Nadie en particular? ¿En serio?» pregunté para mis adentros, haciendo
chirriar mis dientes. No podía creerme que actuara con esa frialdad, como si
fuera alguien insignificante. Indigno ante su divina presencia. Pues no se iba
a salir con la suya. Como que me llamaba Laurie Duncan que no iba a
retroceder y dejarle ligar como si nada.
—Soy Laurie, su acompañante aquí en Miskolc —respondí con una
inocente sonrisa, extendiendo mi mano para estrechársela—. Me encontró y
decidió ayudarme a adaptarme a mi nueva situación. Es un graaan profesor.
Observé como la chica alzaba una ceja extrañada y miró a Nikola con un
brillo de rabia. Parecía que no le habían gustado mis palabras.
—¿Me has sustituido por una novata cateta de pueblo, terroncito? —
preguntó en tono meloso, forzando una sonrisa afable—. Te creía con un
gusto refinado, pero parece que se te atrofió durante mi ausencia. Por fortuna
vuelves a estar a mi lado y eso puede solucionarse.
—¿Terroncito? —repetí con sorna, sin poder evitar soltar una risa de
burla. Me esperaba cualquier cosa menos esa palabra tan cursi—. Nunca
había escuchado un mote tan triste. Y a él le pegaría más…hielito. O
icebergcito. Incluso gruñoncito. Nikola es de todo menos un terroncito.
Observé como la chica se levantaba del asiento donde se encontraba y se
puso frente a mí, cruzando los brazos. Sus ojos centelleaban de rabia,
incluso podía sentir sus celos. Entonces escupió sus palabras con el mayor
odio posible.
—Mira niña, parece que tu profesor —dijo, remarcando la última palabra
—. No te ha puesto al día y te ha dicho quién soy. No te conviene molestar a
una Hija Oscura, y mucho menos a alguien cuyo pecado capital es la gula y
su mayor afición es extasiarse con la sangre. Incluso la de otros vampiros.
—Me amenazó, siseando la última palabra.
La tranquilidad y vanidad que emitía al lanzarme esa advertencia me hizo
alzar el mentón y absorber toda la rabia y orgullo que mi cuerpo era capaz
de albergar. Mi bestia interior se revolvió clamando sangre y dejé que me
controlara un poco, lo suficiente para esbozar una sonrisa pérfida y ladear la
cabeza dulcemente antes de responderle.
—No te tengo miedo —contesté, clavando mis uñas en el hombro de
Nikola, el cual se mantenía callado con expresión molesta y añadí,
guiñándole un ojo al terminar—. Y no te preocupes, gruñoncito me ha puesto
al día, en todos los sentidos.
Entonces Lenci emitió un gruñido bastante extraño, como si fuera el siseo
de una serpiente enfurecida y su rostro empezó a oscurecerse, revelando
unos ojos rojizos y unas venas purpureas a su alrededor, a la par de unos
inmensos y alargados colmillos.
Inspiré fuerte depositando toda la confianza que tenía en Nikola —que no
era mucha— para no retroceder y mostrar debilidad. Por suerte, pude
suspirar al ver cómo este la sujetaba con firmeza y la apartaba de mi lado
mientras me ofrecía una expresión endurecida en el rostro. Parecía que había
vuelto a enfadarle, y con razón, pero no estaba dispuesta a admitirlo en voz
alta. Ella se lo había ganado a pulso por sus aires de diva, parecidos a los
de Katalin.
—Ya basta. Las dos —advirtió, mirándonos a ambas con un tono glaciar
—. Solo os falta pelearos en una piscina de barro. Es lamentable.
—¿Ahora trabajas como niñero? —replicó molesta, haciendo un ademán
para liberarse de su agarre, volviendo a su rostro normal—. Quizás por eso
todavía no encontraste a mi hermana.
—Eres la menos indicada para exigir cuando has estado muy ocupada
degollando a gente en orgías de sangre —respondió con tranquilidad—. Y
estoy en ello.
—Necesito hablar contigo, Nikola. —Me metí en la conversación,
tratando de hacerle ver que era importante.
—Está bien —suspiró—. Luego nos vemos, Lenz.
No la dejó terminar porque me sujetó por el brazo y usó su velocidad
para sacarme fuera del palacio, hasta dejarme en lo que parecía un jardín
cercano. Los rayos del sol eran débiles, se notaba que ya estaba
atardeciendo y el invierno no le permitía brillar más.
—Pensé que nunca volvería a ver los rayos del sol —murmuré, con
miedo por si acaso me quemaba.
—No te vas a quemar —contestó él en respuesta—. No eres cualquier
vampiresa. Tu aguante es igual, quizás algo superior al mío. ¿Me has
molestado por un ataque de celos?
—No te creas tan importante —gruñí, observando de reojo como
esbozaba una sonrisa burlona en respuesta—. Tengo demasiadas cosas en la
mente. No sé ni por dónde empezar.
—Por aquello que pueda interesarme a mí y no involucren dramas
hormonales de vampiresa inestable ni secretos o líos familiares. Puedo leer
tu mente y todos tus pensamientos vuelan de forma descontrolada. Lo único
que he podido entender es que ya sabes que la polla de Vlad no puede
estarse quieta. Tendríamos que haberle castrado, como a los perros, pero
seguramente sea capaz de recomponerse, como las colas de las lagartijas.
—Haré como que no has mencionado la parte íntima de… Vlad. He
tenido otro sueño y el tatuaje ha crecido, tiene una nueva línea —suspiré,
levantando la manga para mostrarle—. Fue un sueño tan real. Había lobos y
uno era inmenso, sus ojos tenían el símbolo ese que tenéis vosotros. También
había una chica atada. Podía sentir su miedo.
El rostro de Nikola cambió de forma notoria. Sus ojos me miraron
expectantes y pude observar como sus hombros se tensaban y su mandíbula
se movía, haciéndola sonar. Incluso escuchaba los latidos de su corazón, que
bombeaban de forma más lenta y su respiración se había cortado durante
unos segundos, cautivándome al exhalar todo el aire de vuelta.
—Haber empezado por ahí, Laurie. Porque no has soñado con cualquier
lobo y con cualquier chica. Y que el tatuaje crezca cuando sueñes me lleva a
pensar que tienes un poder especial. Estás conectada a algo que debemos
averiguar qué es. O quién. Porque ya soñabas siendo humana y eso me
inquieta —respondió, clavando sus ojos grisáceos en mí antes de torcer sus
labios, en señal de preocupación—. Parece que vas a resultar más útil de lo
que pensé. Y, por cierto, aun me debes una disculpa. La eternidad a tu lado
se ha vuelto una tortura agonizante. Realmente empiezo a echar de menos
soportar a Vlad o las locuras psicóticas de Lilith. Con eso te lo digo todo.
—Puedes esperar sentado, terroncito —respondí con tono mordaz,
alzando el mentón—. Si dedicaras tu tiempo en ayudarme, en vez de ponerte
a ligar con chicas extrañas o descargar tu rabia contra mí, nada de esto
hubiera pasado. Así que, más bien, tú me la debes a mí.
—Tenía que haberte dejado sola en Edimburgo —gruñó, sin despegar sus
ojos de mí—. Pero estar tanto tiempo con Vlad ha debido de influenciarme y
me ha vuelto masoquista.
—Lástima —susurré, acercándome hasta su oreja para que mis palabras
la rozaran como una caricia—. Ahora ya es demasiado tarde. Me convertiré
en la pesadilla más dulce que hayas tenido nunca, tan intensa y poderosa que
te resultará imposible olvidarte de mí. Te lo prometo.
Capítulo XII q*Lobitos
Una vez dentro, Ryuk se movió por la estancia como si fuera su propia
casa. Por suerte no era grande, así que no resultó complicado llegar hasta la
habitación de Morgana. El estilo que prevalecía en su hogar era claramente
gótico, con muebles que me recordaban a los de la casa de las Spellman.
Pero, al llegar allí, me sorprendió el contraste con su habitación. Su cama
era a dosel con color rosado y los cojines y la almohada turquesa; la mesita
de al lado era blanca e infantil y el armario que había empotrado en una
esquina combinaba con los adornos que tenía el cabecero. Lo que más
destacaba era unos estantes rosados repletos de botes con diferentes líquidos
y bolsas con cosas que me pareció mejor no cotillear.
Ryuk se acomodó quedándose arrodillado en el suelo, a su lado. Yo
decidí mantenerme apartada apoyada en la puerta, mirando con detenimiento
como él comprobaba su pulso y extendía sus manos sobre el cuerpo,
proyectando sobre ella una luz verde que era acompañada por dos mariposas
de color violeta, las cuales revoloteaban alrededor.
Su tatuaje se expandió ligeramente al hacerlo, parecía una enredadera que
disfrutaba enroscándose por su brazo, como una serpiente silenciosa. Eso me
recordó al árbol que había visto en mi sueño, lo que me llevó a pensar ¿por
qué quería que estuviera a su lado? Y lo más importante de todo, ¿por qué a
solas?
—¿Vas a quedarte ahí todo el rato mirando?
—Tampoco me has dado instrucciones sobre qué hacer —respondí
arrugando el ceño. Empezaba a cansarme de tener gente borde a mi
alrededor.
—Colócate a mi lado. Quiero comprobar una cosa.
Analicé durante un instante la expresión de su rostro, evaluando si su
mirada era sincera. Pero no vi nada extraño o que me llevara a pensar que
fuera una trampa, así que me aproximé, quedándome a su lado frente a
Morgana.
Sus manos continuaban extendidas y las mariposas revoloteaban a mi
lado, haciéndome sonreír. Me recordaba a cuando era pequeña e iba al
campo con mi padre, el único que había estado apoyándome todo este
tiempo, a pesar de las mentiras. Me enseñó a atraparlas con un
cazamariposas y las observábamos en un bote de cristal con una lupa durante
un tiempo, para después liberarlas y dejarlas volar de nuevo. Era un
momento hermoso. De los pocos donde no me sentía sola.
—¿Qué hacen las mariposas? —pregunté, admirando su bella danza.
—Potenciar la curación. Sus heridas son graves y los lupus dejan un
veneno al morder que afecta en gran medida a los brujos —explicó—. Por
eso quiero comprobar si tus sueños provienen de algo mayor. Tu tatuaje me
indica que en tu interior corre sangre de Lux. Alguien te ha iluminado con su
gracia y te ha transmitido su poder. Quizás un o una druida. O… puede que
algo superior.
—Bien —suspiré, expectante por lo que podía suceder—. ¿Qué debo
hacer?
—Extiende tus manos como hago yo y concéntrate en dejar fluir tu poder
por el cuerpo, llevándolo hasta ellas. Tienes que sentir la energía de la
naturaleza.
Contemplé como algunas heridas que Morgana tenía comenzaban a
desaparecer ante el poder del druida y tragué saliva, nerviosa por si hacía
algo mal. Me sentía como un bebé recién nacido que no tiene idea sobre
nada. Aun así, extendí mis manos como me indicó y cerré los ojos para
concentrarme mejor, recordando lo que sentí al pisar —de forma onírica—
ese extraño lugar donde estaba Ryuk.
Me quedé así durante unos instantes pero no sentí nada sobre mis manos,
así que abrí un ojo e hice un mohín al comprobar que no había sucedido
nada. Carecía de magia.
—No me sale —protesté, mirándole decepcionada.
—Requiere tiempo y esfuerzo —respondió, intentando animarme—.
Además, también eres un ser de Nyx, lo cual es extraño. No pueden habitar
las dos dualidades en un mismo cuerpo.
—¿Por qué?
—Rompe el equilibrio. Es como un arma de doble filo, un fuego que
arrasa con todo pero con el que te puedes quemar —contestó, mientras
continuaba con su tarea, sellando más heridas de Morgana—. Por eso me
fascina e intriga a la vez. Eres un caso excepcional.
—¿Estás seguro de que tengo poder de Lux?
—La duda ofende. Estos tatuajes solo nos aparecen a los hijos directos
de Lux.
—¿Es algo así como los Hijos Oscuros de Lilith?
—No —sonrió—. No es por descendencia directa. Digamos que hay
ángeles escondidos entre la sociedad y deciden a quién transmitir su poder
según el color de su aura. Bendicen a aquellos que son limpios de corazón.
—Los bendicen —repetí, tratando de asimilar la información—. ¿Y por
qué? ¿Cuál es su intención?
—Los seres de Nyx se propagan a gran velocidad, lo cual rompe el
equilibrio natural entre ambos bandos. Lux intenta que se nivelen para que
haya igualdad en caso de tener que enfrentarse. Y viendo los pasos de Lilith
últimamente…parece que ese momento está más cerca que tarde.
—Así que son peones —respondí, haciendo una mueca de desagrado—.
¿Es que todos tienen fines egoístas? ¿No hay actos altruistas y
bienaventurados?
—Puedes mirarlo así si quieres, pero piensa que si Lux permitiera que
los seres de Nyx se propagaran sin control y gobernara el caos, todo podría
empeorar. Lilith se mueve por las ansias de venganza al haber castigado a
Lucifer haciéndole desaparecer y pretende encontrarlo para crear el
apocalipsis. Quiere eliminar a todos los seres de Lux y usar a los humanos
como donantes de sangre para su especie. ¿Acaso eso es mejor? ¿Condenar a
la humanidad a siglos de desolación y tortura? —susurró y observé como la
energía que salía de sus manos se tornó oscura, como sus ojos.
—No, tienes razón —suspiré, estremeciéndome al ver como sus ojos y
energía volvieron a la normalidad—. Pero eso no quita que pretendáis que
arriesguen su vida si eso sucede al enfrentarse a ella.
—El sacrificio de unos pocos conduce a la victoria de muchos.
—¿De ahí viene tu interés hacia mí?
Suspiré. Estaba cansada de que todos me usaran, solo quería encontrar a
alguien noble que pudiera guiarme por el camino.
—Eres especial, pequeña vampyr y ese tatuaje me dice que un resquicio
de luz habita en ti. Solo hay que potenciarlo para evitar que la oscuridad te
domine.
—¿Y si la oscuridad gana? —pregunté alzando el mentón—. ¿Qué
pasaría entonces?
—No tendrás salvación.
—¿Por qué?
—No hay cabida en el cielo para los monstruos. Solo hay espacio en el
infierno y, una vez allí, créeme que es imposible salir.
—Ya estoy en él —respondí con un hilillo de voz—. He muerto,
¿recuerdas? Soy una vampiresa en transición que se muere por beber sangre
humana. Que se retuerce de dolor al sentir ese dulce olor, que su rostro
cambia y se vuelve aterrador al dejarse dominar… que ha matado al dejarse
llevar por los celos, el odio, la rabia y la desesperación. Soy un monstruo.
—Quizás lo seas, pero Lux te ha concedido una segunda oportunidad al
concederte su gracia y perdón. Serías una insolente si la rechazas —dijo con
seriedad—. Así que piensa bien en qué bando estás. La humanidad es un
bien demasiado preciado como para desperdiciarlo entre lamentaciones y
remordimientos. Y la eternidad es demasiado larga y solitaria. Cualquier ser
inmortal desearía recuperar todo lo que perdió.
—¿Todos los seres de ambos bandos son inmortales?
—No. Solo los más antiguos, exceptuando a los vampiros, claro. Aun así
todos tienen alguna debilidad. La eternidad conlleva una deuda de la que
muchos tratan de escapar.
—Y ¿qué más seres hay? —pregunté fascinada—. ¿Todos tienen
poderes?
—Somos muchos seres: Hadas, dhampirs, ángeles, cambiaformas,
brujos, elementales… y no, no todos tienen poderes. Y, como en todo, hay
una jerarquía de clases. De los seres de Nyx la primera pareja, por así
decirlo, son Lilith y Lucifer y de Lux son Adán y Eva.
—Pero Adán y Eva no continúan aquí, ¿verdad? Me contaron que hay
rumores y leyendas sobre ellos, nada cierto.
—Se rumorea que están escondidos en algún lugar para evitar que Lilith
sospeche algo y poder así aparecer en el momento necesario —susurró,
mirándome con intensidad. Bajo sus ojos comenzaron a aparecer unas finas
líneas doradas de cansancio. Parecía que la curación le estaba dejando
exhausto—. Pero son todo rumores, claro. Nadie los ha visto nunca. Así que
la gran mayoría piensa que dejaron de existir hace ya mucho tiempo.
—¿Y tú que piensas? ¿Es verdad?
—Creo que Lux nunca permitiría que la oscuridad venciera a la luz, así
que estoy seguro que guarda algún as bajo su manga —respondió con la
mirada perdida, para volver a fijarla sobre Morgana, comprobando su
estado—, pero la oscuridad se propaga con rapidez, engullendo todo a su
paso.
Entonces su energía cesó, cayendo al suelo, y apoyó sus manos para
quedarse sentado. Su pecho subía y bajaba acelerado y sus ojeras se habían
incrementado, incluso sus labios comenzaban a agrietarse y el tono de su
cabello estaba tornándose oscuro, como sus ojos.
—¿Estás bien?
—Lo estaré en cuanto me alimente —contestó con voz ronca, antes de
carraspear—. He gastado mucha energía. Más de la que debería.
—¿Puedo hacer algo?
—Parece que por el momento es suficiente con que asimiles toda la
información que te he dado. Tendré que entrenarte para ver si tus poderes
salen a la luz —respondió—. Parece que tienen dificultades al mezclarse
con la oscuridad.
—¿Y por qué me contaste todo esto? ¿No tienes miedo que me consuma
la oscuridad y lo saque como provecho?
—Cualquier beneficio conlleva ciertos riesgos, y es más interesante
apostar por ello. Si Lux depositó su confianza en ti es por algo —contestó,
humedeciendo después sus labios al pasar la lengua.
Asentí con la cabeza. Estaba tan debilitado que apenas podía levantarse
para mantenerse en pie. Le miré apenada y eché un vistazo rápido a
Morgana, sus heridas habían desaparecido y su respiración se había
relajado. Ya no tenía expresión de sufrimiento en su rostro, solo una apacible
paz.
—Por cierto, ¿de qué se alimentan los druidas?
—De vampiros —contestó con seriedad, ladeando su cabeza con una
sonrisa que me produjo escalofríos.
Retrocedí nerviosa hasta chocar con una pared cercana y mi rostro se
transformó, preparándose para un posible ataque al ver como se acercaba
lentamente. Entonces se detuvo y se echó a reír, dulcificando la expresión
cansada de su rostro.
—Es broma —dijo con un brillo infantil en su mirada—. Me alimento de
la naturaleza del bosque. Ese al que fuiste a visitarme.
—¿Ese roble gigante que se enlazaba a los demás? —musité con
dificultad, aun aterrada por el susto que me había dado.
—El mismo. Por eso me resultó extraño que aparecieras ahí de repente.
Ningún ser que no sea druida puede pisar ese lugar. Está en otro plano,
conectado con el terrestre.
—¿Otro plano?
—Es largo de explicar. Dejémoslo en que no está a la vista de cualquier
ser —dijo de forma escueta—. Pero tú…
—Fue en sueños —contesté, haciendo un gesto con las manos—. No era
mi intención molestarte allí. Ni siquiera sabía cómo eras.
—Habrá que intentar enlazar tu poder a los sueños —murmuró para sí,
rascándose la nuca—. Quizás así…
Sus cavilaciones fueron interrumpidas al escuchar toser a una voz
femenina que se encontraba a nuestro lado. Morgana miró a ambos
sorprendida y observó a su alrededor antes de comprobar el estado de su
cuerpo y suspirar aliviada.
—Ryuk —dijo a modo de saludo—. No esperaba encontrarte aquí.
—Ya ves. Resulta que soy una poción andante para brujas.
—Mea culpa —respondió ella con una sonrisa amable—. No tenía que
haber pisado el terreno de Ira.
—¿Ira? No sabía que ahora te iban las emociones fuertes. Brujas de Lux y
licántropos malditos no casan bien.
—No me digas, árbol —respondió poniendo los ojos en blanco—. Me
parece que lo he experimentado.
—Mejor no pregunto cómo llegaron a atraparte.
—Sí, mejor, porque es humillante. Fui una estúpida —resopló—. En fin,
¿qué hace ella aquí? A ti esperaba encontrarte pero a esta chica…no.
—No soporto a los seres de Nyx, y necesitaba a alguien al lado por si
consumía demasiada energía.
—Ella es un ser de Nyx, Ryuk —respondió arrugando la frente.
—Pero no del todo. Se nota desde lejos que está en transición.
—Miénteme lo que quieras, pero sé de sobra que tienes algún tipo de
interés sobre ella. Y pude comprobar que tiene algún poder extraño, no es
una vampiresa común. ¿Me equivoco?
—No, no te equivocas —sonrió—. Pero no compartiré mis teorías
contigo, querida Morgana.
—Pensaba que estábamos en el mismo equipo —contestó en tono infantil,
poniendo morritos.
—No teniendo a una purasangre de hermana que ama hacer masacres. No
es una buena influencia para ella.
—Así que, ¿la vas a proteger?
—Creo que de eso ya se encarga cierto vampyr envidioso —rio.
Sonreí al pensar en Nikola y recordé que aun debía decirle el objetivo de
Ira. Debíamos ir a Edimburgo cuanto antes o todo empeoraría a pasos
agigantados. Miré a ambos intranquila, si Morgana ya estaba bien quizás ya
podríamos regresar. En el fondo deseaba volver a ver a Ana y a Angie. Tenía
que comprobar que estuvieran bien. Y Arthur, mi… padre, esperaba que me
aceptara y me diera explicaciones. No volví a verle desde que desapareció
el día que Atary me rescató y eso me tenía preocupada.
Decidida, avancé hasta la puerta principal y resoplé al observar que
había una enredadera enroscada al manillar, impidiendo poder abrirla. Miré
hacia atrás y observé a Ryuk apoyado contra el marco de la puerta de
Morgana, observándome con expresión divertida.
—¿Intentando volver con tu amado?
—No es mi amado —bufé—. Y ya hemos acabado aquí. Tenemos asuntos
pendientes que resolver. Así que si fueras tan amable de abrir…
—¿Ah sí? —preguntó levantando una ceja, claramente interesado—.
¿Cómo cuáles?
—Como intentar frenar a Lilith en lo que sea que quiera hacer.
Ryuk mostró una sonrisa amplia de satisfacción y giró la cabeza,
ladeándola ligeramente. Sus ojos verdes brillaron con fuerza, recordándome
a un prado con la hierba recién cortada.
—¿Así que has decidido seguir el bando correcto?
—Más bien soy autodidacta —sonreí, contagiada por su humor—. Me
guío por mis propias reglas.
—Supongo que me conformaré con eso, por el momento.
Con esas palabras, giró sus manos mirando hacia la puerta, consiguiendo
que la enredadera se esfumara y Nikola entró de lleno, mirándonos a ambos
con expresión recelosa, pero su cuerpo se relajó al comprobar que todo
estaba bien.
—No era necesario que atrancaras la puerta —gruñó, clavando su mirada
en Ryuk.
—Créeme que sí, molestáis.
—¿Y Morgana?
—Estoy bien —respondió ella, asomándose desde su habitación—. Ryuk
es un buen druida.
Al escuchar eso, Ryuk alzó sus cejas y arrugó el ceño, cruzándose de
brazos antes de responder con molestia.
—¿Acaso esperabas menos?
—En mi situación ya no esperaba nada —contestó con sorna.
Nikola observó a ambos, parecía incómodo. Entonces posó sus ojos
sobre mí para ordenarme que me quedara quieta. Abrí la boca para
responder, pero no me dio pie. En seguida se dirigió hasta la habitación de
Morgana y cerró la puerta. Básicamente me estaba diciendo que quería
privacidad.
—Parece que nos hemos quedado solos —anunció Ryuk con una sonrisa
lobuna, apoyándose en una pared cercana—. ¿Qué te apuestas a que está
pendiente de lo que hablo contigo? Tiene un alto interés en ti.
—No soy tan importante —resoplé, mirando hacia la puerta donde se
había metido, sin entender nada—. De todas formas, si le molesta ya puede
meterse la molestia por donde le quepa. No haberme dejado sola.
—Uhh —canturreó, mirándome con malicia—. Apestas a celos. Deberías
bañarte.
—¿Sabías que cambias de humor constantemente? —repliqué con poca
paciencia—. Y no es necesario que te metas en temas que no te incumben.
Céntrate en dejar seco a tu árbol.
—Hasta ya hablas como él —rio—. Interesante.
Traté de ignorarle centrándome en potenciar mis oídos para intentar
escuchar lo que decían, pero algo me lo impedía. Es como si sus voces
rebotaran en la pared, distorsionándolas. Parecía imposible escuchar con
claridad.
—No te molestes. Morgana ha hecho un hechizo de silencio.
Chasqueé la lengua en señal desaprobatoria y le dediqué una mirada de
pocos amigos. No entendía por qué tuvo que hacer eso. ¿Qué podían estar
hablando que fuera tan importante como para no poder escuchar?
—Es una pena que sea tan cerrado, ¿verdad? Si tan solo hubiera una
forma de averiguar lo que piensa —canturreó, esbozando una sonrisa
divertida—. Algún método que te desvelara sus pensamientos. Incluso… sus
sentimientos. Aunque eso me costaría de creer. Los vampiros están más
ligados a los impulsos y el propio egoísmo que a los sentimientos humanos
que conducen lentamente a la debilidad. Pero… quién sabe.
—¿Qué insinúas? —pregunté arrugando el ceño. Había conseguido captar
mi atención.
—Ah. Ahora me haces caso —respondió, guiñándome un ojo—. No hace
falta ser muy listo para saber que tienes un vínculo con él. Aunque… No lo
suficientemente fuerte, ¿verdad?
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tu forma de actuar te delata, pero más allá de lo meramente
superficial, capto la energía de las personas. Es lo que tiene que ser druida
—respondió, encogiéndose de hombros—. Tu energía está tímidamente
ligada a la suya. Te atrae. Lo que me lleva a pensar en el vínculo de sangre.
—¿Y si aumentara podría saber lo que piensa? Sus… ¿intenciones?
—Ajam —asintió—. Vuestro vínculo físico pasaría a ser mental.
Vuestras almas estarían ligadas, conectadas.
—¿Pero eso no es peligroso?
—Bueno, todo lo peligroso que llega a ser el amor. Una vez que entras en
él ya no puedes escapar. Te hace querer más y más —contestó—. Pero no
será tan peligroso cuando todas las personas pasan la vida desesperadas,
anhelando encontrar su alma gemela. Y cuando lo hacen no hay nada
comparable. Es un sentimiento de éxtasis y plenitud que rompe todas las
barreras. Te hace sentir poderosa.
Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza, como un profundo eco
que rebotaba en cada resquicio de mi mente. En mi cuerpo había germinado
una semilla llamada curiosidad. Deseaba romper las barreras que Nikola
había creado, saber por qué se comportaba conmigo de diferente forma,
confundiéndome.
Si era capaz de controlar el vínculo, de ligar mi alma lo suficiente para
conectar con la suya pero sin dejarme atrapar, podría averiguar sus
intenciones. Después solo tendría que alejarme para volver a ser yo misma.
Además, una parte de mí sentía que seguía unida a Atary. Quizás, si me
aferraba a esa parte, todo volvería a la normalidad.
—Nosotros nos vamos ya —dijo Nikola de repente al salir de la
habitación, haciéndome pegar un salto. Me había quedado sumida en mis
pensamientos y no había escuchado sus pasos.
Ryuk se aproximó hasta mí, interponiéndose entre Nikola y yo para
mirarme fijamente e impedir que este me sacara de mala manera de la casa
de Morgana. Entonces se acercó lentamente hasta mi oreja. Podía sentir sus
labios moverse demasiado cerca, poniéndome en tensión.
—Cuando te decidas por un bando, y estoy seguro que serás lo
suficientemente inteligente para decidir de forma correcta, dímelo —susurró
—. Te estaré vigilando entre las sombras.
Nikola nos observó a ambos juntando sus oscuras cejas, pero no dijo
nada. Se limitó a colocarse en posición de defensa, mirando en señal de
advertencia a Ryuk. Sus ojos grises echaban chispas y por la manera en que
clavaba sus dedos sobre mi piel, algo me decía que no aprobaba el
acercamiento que el druida estaba teniendo.
Salí de la casa en el momento que Lenci decidió entrar con un rastro de
sangre pegado a sus labios y, al comprobar que estábamos solos en ese
extraño y solitario lugar, me zafé de su agarre y le miré enfadada. No
entendía su reacción.
—¿Pero qué te pasa? —exclamé—. Me dejas a solas con él y ahora te
comportas como un novio protector. ¡Quién te entiende! Si no lo querías
cerca de mí, haber entrado desde un principio o no haberme dejado ahí
tirada. ¿O estabas tan a gusto solo con Morgana que se te olvidó?
—Vamos, Laurie. Es tarde. —Me advirtió, entornando sus ojos en señal
hostil—. Y no tengo tiempo para tus celos.
—No vamos a ningún lado hasta que me expliques que te pasa. Me
confunde que a veces te comportes de forma amable conmigo y luego me
golpee tu frialdad. No te entiendo.
Nikola miró un instante hacia el cielo antes de exhalar un profundo
suspiro e hizo chirriar sus dientes, tensando su mandíbula con fuerza. Pero
eso me daba igual, estaba demasiado acostumbrada a su cara de molestia.
—No me fío de él. Está demasiado interesado en ti.
—¿Y? Al menos él se esfuerza en explicarme algo más de la situación.
Desde que me convertí me tratas como si lo supiera todo. ¡Y no sé nada de
este mundo! ¡No entiendo lo que me pasa! ¡Ni siquiera comprendo por qué
los sentimientos me dominan así! —grité. Mi pecho subía y bajaba
acelerado.
Nikola aprovechó el momento para sujetarme por la cintura y en lo que
duró un parpadeo me encontré apoyada contra un árbol, cuyo tronco hizo un
crujido al darse de bruces con mi cuerpo. Él se encontraba enfrente de mí,
sus manos se habían apoyado con tanta fuerza que había hecho dos agujeros,
ocultándolas. Su cuerpo estaba a escasos centímetros del mío y sus ojos
grises parecían un tornado a punto de arrasar con todo.
—Te trato como tú quieres que te trate. Desde que te encontré no has
parado de intentar demostrar una fuerza y control que no tienes —respondió
con voz ronca y grave—. No has parado de llamar mi atención, de
desafiarme. ¿Y ahora quieres que te explique las cosas?
Tragué saliva al observar sus labios moviéndose cerca de los míos. El
aroma que desprendía su ropa iba adentrándose en mi nariz, alterando mis
sentidos. Por muy enfadada que estuviera con él, prevalecía un sentimiento
de deseo y conexión mucho mayor. Mi bestia interior se revolvía, me
suplicaba que bebiera más sangre de él. Anhelaba el vínculo que se había
empezado a formar al alimentarme de él. Ryuk tenía razón.
—Es peligroso, Laurie —respondió, sin dejar de mirarme—. Si te
alimentas de mí de nuevo el vínculo aumentará. Los sentimientos que ahora
tienes por Atary se entremezclarán con los míos. No pensarás con claridad.
—¿No es eso lo que quieres? —susurré, aun observando la forma de sus
labios. Mis encías comenzaban a dolerme. Podía sentir su sangre
recorriendo las venas que estaban ocultas bajo su piel.
—Lo que quiero es que seas tú quien tome cada decisión, no el vínculo.
Quiero que cuando Atary aparezca, seas tú de forma consciente quien le
rechace porque te has dado cuenta de que todo fue una mentira. Que seas tú
la que decida qué hacer. No quiero ver a una Laurie sumisa y dependiente. Y
mucho menos por mí —respiró, acariciando mi rostro con el aire que salió
de su nariz—. Ya me das suficientes dolores de cabeza como para añadir
más.
—Tengo hambre, Nikola —supliqué, pasando mi lengua por mi labio
inferior mientras le miraba fijamente a los ojos—. Solo un poquito. Podré
controlarme.
Él se revolvió pero no se apartó. Sus ojos se movían de un lado hacia
otro mirándome, dudando. Entonces meneó la cabeza en señal de rechazo y
llevó una de sus manos a mi rostro, atrapando mi labio con dos dedos.
—Sé que es difícil, pero tienes que hacer un esfuerzo y controlarte sin
beber de mí —respondió, tragando saliva—. En estos momentos llevas la
sangre de tres Hijos Oscuros fluyendo por tus venas. Eso te otorga fuerza, y
poder. Lo suficiente para poder continuar sin problemas.
—Eres cruel —protesté—. Yo no tengo tu capacidad de autocontrol. Me
consumen las ansias por alimentarme. Necesito hundir mis colmillos y beber
hasta sentirme llena.
—Sabías perfectamente a quién te juntabas —susurró cerca de mi oído,
dejándome desarmada—. Ahora no me vengas con lamentaciones, porque no
te servirán de nada.
—¿Es que eres de piedra? ¿No sientes las mismas ganas que yo?
Niégame que no te gustaría beber mi sangre hasta saciarte.
—Yo probé la sangre humana, Laurie —respondió con una voz heladora
cargada de intensidad—. Si tus ganas te consumen imagínate lo que es haber
probado la sangre. Haber hundido tus colmillos en piel humana, notar como
se insertan de forma delicada, dulce, y beber aferrando tus dedos a su cuerpo
para que no pueda liberarse. Escuchar sus gritos de terror pero ser incapaz
de frenar, saborear cada sorbo como si fuera un puto paraíso, sentir un
enorme éxtasis que te conducirá a tener un fuerte orgasmo, el cual nunca
volverás a sentir durante el sexo. Esto es mucho mayor. Es… salvaje y
peligroso.
—Pero yo… el vino —repliqué tragando saliva al notar como sus pupilas
se dilataban y se aproximaba más a mí, embriagándome con su aroma a
pecado y perdición.
Observé la expresión de su rostro. Sus facciones se habían endurecido
otorgándole un aspecto salvaje que me generó excitación. Y la situación de
estar solos, ocultos tras un árbol y mi cuerpo atrapado por el suyo no
ayudaban. Todos sus gestos y movimientos me incitaban a abalanzarme a sus
brazos y ser yo quien le empujara hacia otro árbol cercano. Su olor, el poder
que desprendía cada poro de su piel, su sangre… me llamaban para hundir
mis colmillos en él. Quería sentir ese éxtasis. Necesitaba arder en el infierno
que él creaba solo con mirarme. Sabía perfectamente cómo hacerme sentir
desnuda y frágil al acorralarme contra su cuerpo. Me tentaba.
—El vino contenía sangre de Atary para ampliar tu vínculo hacia él —
musitó de repente soltando su respiración sobre mi rostro, haciéndome
estremecer. Parpadeé confusa al escuchar la confesión.
—Su… ¿sangre?
—Sí. Eso hizo que tus emociones hacia él se multiplicaran y tu bestia
interior se despertara. Su sangre desató tu caos.
—Pero ¿y Vlad? Yo no lo rechacé… lo que hice… yo cedí ante él. Me…
—balbuceé confundida.
—Vlad representa el pecado capital de la lujuria, Laurie. —Me cortó él
—. Es complicado de explicar, pero era muy difícil que lo rechazaras. Y
encima te unían lazos de sangre. La conexión padre hija siendo el padre un
vampiro es diferente. La bestia de tu interior digamos que es como una parte
de la suya. Es…otro tipo de conexión.
—Genial —resoplé, sintiendo repulsión al recordar de nuevo que me
había acostado con mi verdadero padre. Uno que tenía más de setecientos
años—, así que estoy unida a él. ¿No tenéis algún hermano más para unirme
también? Digo…ya que estoy. Parece que tengo vínculo para todos. Tiene
gracia que me hayan educado bajo una profunda religión para acabar así. Es
insultante.
—Bueno —sonrió de forma ladeada durante un instante, haciendo que
mis piernas temblaran—. Siempre te queda Ira, aunque ya comprobaste que
la delicadeza y los vínculos amorosos no son lo suyo. Terminar en un
vínculo con él significa soportar su posesividad y malos gestos. No te lo
recomiendo.
—No gracias —dije formando una mueca—. Tengo suficiente con tres
Herczeg.
—El apellido Herczeg era una tapadera para pasar desapercibidos.
Como has podido comprobar no somos hermanos reales, aunque
compartamos sangre de Lilith. De ahí que nos llamen los Hijos Oscuros. Yo
soy Nikola Alilovic, hijo de una campesina y un vampiro provenientes de un
pueblo de aquí de Hungría. Mi… padre se aprovechó de su precaria
situación y la usó para crearme a mí. Fueron órdenes de Lilith.
—Supongo que es la costumbre. Todo esto es difícil de asimilar—
suspiré. Al menos el pensar en Vlad había hecho que mis hormonas se
relajaran. Si no hubiera terminado hincándole el diente a Nikola—. ¿Solo
podéis procrear bajo órdenes de Lilith? ¿No por intención propia?
—Es la primera vez que un Hijo Oscuro ha tenido un hijo. Puede ser
peligroso porque traspasa una parte del alma de Lilith al bebé, otorgándole
un poder… inimaginable. Sé que todo esto es difícil de asimilar para ti y no
quiero involucrarte más de lo que ya estás. Así que será mejor que
continuemos con lo nuestro —respondió, apartándose ligeramente—. Porque
mi autocontrol tiene un límite y últimamente lo estoy rozando con la punta de
los dedos.
—¿Y qué pasaría si lo pasaras? ¿Tan malo sería? —pregunté conteniendo
la respiración.
Observé como su rostro esbozó una sonrisa perversa y se volvió a
aproximar, notando como su nariz rozaba mi mejilla antes de llevar sus
labios a mi oreja. Su cuerpo tocaba el mío, conduciéndome lentamente a la
tortura más lenta y deliciosa.
—Conocerías al verdadero monstruo que habita en mí. Y no te lo
recomiendo —susurró, antes de alejarse para traspasar mi alma con la
tormenta que representaba sus ojos—. Porque tendrías pesadillas para toda
la eternidad.
—¿Tan malvado eres?
—No te haces una idea de lo sádico y salvaje que puedo ser si dejo que
la Bestia me domine por completo. Así que, yo que tú, no intentaría
liberarlo.
—Pero yo soy una vampiresa. ¿Por qué tienes miedo? —cuestioné,
inspirando con fuerza para no dejarme llevar por las sensaciones del
momento.
Una parte de mí, y no sabía lo potente que podía ser esa parte, deseaba
conocer al verdadero monstruo que se escondía en su interior. Pero, ¿y si al
hacerlo me daba de bruces con el mío? ¿Qué pasaría entonces?
—Porque no eres una vampiresa del todo y puede que tu sangre en parte
sea humana. Si la pruebo nadie me asegura que sea capaz de controlarme —
confesó—. Y no he estado todo este tiempo luchando contra mis ansias,
alejándome de ti, para terminar convirtiéndome en aquello que más temo. No
quiero perder mi identidad.
—¿Por eso te alejabas de mí? ¿Mi sangre te tentaba?
—No puedo mantener contacto humano con nadie porque siento su pulso.
La sangre recorriendo sus venas termina adentrándose en mi mente,
volviéndome loco. Puedo sentir como cada glóbulo rojo se desliza por su
cuerpo, invitándome a probarlo. Es una tortura —resopló—. Pero también
me ayudaba a alejarme tu inmadurez y preguntas estúpidas. Realmente me
daban dolor de cabeza.
—Eres idiota —bufé entornando los ojos. Nikola había roto de un
plumazo la atmósfera ardiente que se había formado entre ambos.
Me alejé dándole un empujón y empecé a caminar, tratando de averiguar
dónde estábamos metidos. Me sentía desilusionada porque Nikola había
empezado a abrirse, pero volvía a poner en medio su coraza para impedirme
conocerle realmente. Parecía que había algo que le había hecho el suficiente
daño como para pretender alejar a todos de él mediante burlas y palabras
hirientes. «¿Por qué, Nikola?» pensé para mis adentros, maldiciendo que
fuera tan frío y cerrado.
—Y tú una ingenua. Si me hubieras hecho caso el día que nos conocimos
ahora estarías yendo a misa con el vende Biblias de tu vecino.
—Antes muerta que estar con Richard —resoplé.
—Mira, parece que tu deseo se ha cumplido.
—Sí y ya estoy pagando suficiente penitencia por ello.
—Pues todavía te queda un poco más. Tenemos que buscar a Atary —
informó, empezando a seguirme el paso.
—¿Para qué?
—Para matarlo. Así recuperarás tu humanidad —respondió con voz
pausada. Pero a mí me dejó completamente helada, consiguiendo que dejara
de caminar y me girara para observarle con el rostro desencajado.
—¿Perdona, qué?
Nikola dibujó una sonrisa en su rostro, cargada de maldad.
Capítulo XVI * Edimburgo
Bajé las escaleras a toda prisa para salir de mi casa y miré hacia mi
alrededor, esperando que sea quien fuese hubiera decidido acercarse y así
poder despejar mis dudas. Pero mis labios formaron un mohín de decepción
al no ver a nadie. La inquietante presencia se había esfumado sin dejar
rastro.
—¿Se puede saber qué haces? —exclamó una voz claramente molesta,
tirando de mí hacia el interior de la casa. Me quejé al sentir mi espalda
colisionar contra una de las paredes de la entrada.
—¡Vi a alguien por la ventana!
—¿Y te parece que quedarte parada buscándolo es una buena idea? —
bufó, colocando sus manos a ambos lados de mi cabeza—. ¡Puede ser un
maldito dhampir, Laurie! ¿Acaso quieres que te clave una flecha y luego te
mate?
—Pero me pareció…
—Me da igual quién te pareciera. ¡Deja de exponerte sin ni siquiera
avisarme! —gritó exasperado, dando un puñetazo a la pared.
—¡Si te avisaba igual se iba!
—¡Se ha marchado de todas formas! ¿No?
Observé su rostro. En estos días me había acostumbrado a ese brillo
feroz que arrasaba su mirada y el gesto torcido de sus labios, en señal de
molestia. Pero eso no quitaba el hecho de que seguía intimidándome de una
manera que me asustaba. Me sentía atraída hacia él a la par que me
inquietaba.
—Sí —suspiré frustrada, intentando alejarme de él—. Le asustó ver tu
fea cara.
—Oh, claro. Muy madura, Laurie —gruñó, entornando los ojos, pero sin
apartarse.
Mi estómago se encogió en señal de molestia y mordí mi labio inferior
para contener mi rabia, puesto que él solo había intentado protegerme.
Estaba decepcionada por no haber sido capaz de reconocerlo. ¿Era
realmente Atary? ¿Estaba buscándome o espiándome? ¿Había venido a por
mí?
Todas las preguntas se agolpaban en mi mente, torturándome, mientras un
cosquilleo placentero recorría mi espina dorsal al sentir la respiración
acelerada de Nikola tan cerca de la mía. Estábamos tan cerca el uno del otro
que los latidos de su corazón se filtraban en mis oídos, impidiéndome
reaccionar.
Me sentía tonta, impotente, débil. Veía sus labios entreabrirse mientras
sus ojos seguían clavados sobre los míos. Una de sus manos se apartó de la
pared y me sobresaltó al sentir como se posaba en mi mejilla, descendiendo
sus dedos hasta mi mentón, alzándolo para poder analizarme mejor. Sus ojos
tormentosos me desarmaban. Generaban en mi interior una explosión de
sentimientos que me consumía en una tortuosa agonía. ¿Qué pasaba conmigo?
«Avariciosa. Te has sentido atraída por los tres hermanos y resulta que
uno es tu padre biológico. ¿Dónde quedó la inocencia y la religión? ¿Es
que acaso necesitas saborear al único que se te resiste?» se burló mi
bestia, removiéndose en mi interior ante el deseo que hacía explosionar cada
parte de mi cuerpo.
Me daba vergüenza admitirlo, pero tenía que reconocer que era verdad.
Nikola me fascinaba de una manera que nunca había imaginado. Y el hecho
de haberme puesto nerviosa solo por pensar que Atary podía estar cerca de
mí no ayudaba. Necesitaba aclararme. Tenía que ser la confusión por todo lo
que había vivido en estos últimos meses. Me estaba afectando tener ese
vínculo.
—¿Laurie? —susurró, haciéndome estremecer al sentir su cálida
respiración rozar mi piel y el tacto de sus dedos acariciando mi mejilla con
cautela—. Te has quedado callada.
—¿No es lo que querías?
—Sí, pero como nunca sucede no puedo evitar preocuparme —respondió
apartándose ligeramente, dejándome expuesta y confundida—. Pensé que
estabas al borde del desmayo.
—Casi —reconocí y pasé la lengua por mi labio inferior para
humedecerlo. Lo sentía seco.
—Bien —asintió y se apartó del todo, dejándome vía libre—. Será mejor
que busquemos un lugar donde dormir. Está anocheciendo y no podemos
llamar la atención. Más de lo que ya hemos hecho.
—¿Por qué no nos quedamos aquí? En vista de que está vacía no pasaría
nada.
—Tu padre es el jefe de los dhampir de aquí y había alguien rondando
fuera. No me parece la mejor opción.
Asentí con la cabeza, aturdida por el acercamiento tan intenso que
acabábamos de tener y acomodé mi cabello. Era un gesto inconsciente que
me daba un poco de tregua para intentar asimilar todo lo sucedido en los
últimos minutos. Primero me pareció ver a Atary y casi me abalancé a
buscarle y después su hermano me acorraló contra una pared de mi casa y
acarició mi mejilla en un gesto tan íntimo que aceleró todo mi sistema. ¿Qué
estaba pasando aquí?
Tenía que serenarme. Este regreso me estaba causando estragos por la
cantidad de recuerdos que me estaban bombardeando. No sabía si era
debido a mi condición o simplemente que la culpa y el arrepentimiento me
asfixiaban, pero tenía que hacer algo. Entonces me di cuenta que aún me
faltaba algo por hacer. Tenía que pedir perdón a las personas que había
fallado. Eso me haría perdonarme a mí misma y podía seguir adelante. Solo
así podría avanzar.
—Necesito ir a otro sitio antes de descansar, Nik. No está muy lejos, así
que no tardaremos mucho. Es importante.
—¿Qué sitio? Te la estás jugando mucho yendo de aquí para allá. Te
estás exponiendo demasiado ante los dhampir de la zona.
—Aun así prefiero arriesgarme. —Me sinceré—. Si no lo hago siento
que el peso de la culpa me va a ahogar. Es una sensación que me aprieta…
no me deja respirar. Necesito liberarme de mi pasado.
—¿Culpa? ¿El pasado? —Insistió—. Tienes que centrarte en el presente.
El resto no importa.
—¡Claro que importa! El pasado nos influye, condiciona nuestras
acciones y nuestra manera de pensar. El pasado nos hace caminar en una
dirección u otra. No se puede esquivar o ignorar así como así. No… no es
tan sencillo dejarlo atrás.
Nikola suspiró e hizo un movimiento con la cabeza, negando. Era un
chico tan hermético que saber lo que pensaba era misión imposible. ¿Por qué
huía de esa manera? ¿Por qué esa insistencia en negar el pasado? Sabía que
tenía un secreto que se esforzaba en ocultar.
—¿Dónde quieres ir?
—Al cementerio de aquí. Necesito enfrentarme a la muerte de mi madre.
Sus cejas se elevaron al escucharme e hizo una mueca con sus labios,
torciéndolos.
—¿Para qué? ¿Qué tiene eso de útil? Ya no está, no va a volver.
Mi corazón latió acelerado al escucharle. Era consciente de que mi
madre no iba a regresar, pero eso no quitaba que necesitaba enfrentarme a
esa realidad. Había estado tan atrapada en ese bucle de sufrimiento y
egoísmo que había sido incapaz de asimilar que la había perdido. Y eso
incluía saber que no podría aferrarme a ese pilar. Que ya no viviría para
protegerme de ese mal que durante tanto tiempo había estado acechándome,
preparado para atacar.
—Tampoco espero que lo comprendas. Solo acompáñame por si alguien
me sorprende por la espalda.
—Como si no lo estuvieras pidiendo a gritos —respondió rodando los
ojos.
Pero accedió.
Abrí los ojos extrañada, sin saber muy bien dónde me encontraba. A mi
alrededor había oscuridad, exceptuando la luz que se filtraba por la ventana.
Parecía que aún era de noche.
Palpé la cama al escuchar una respiración tranquila a mi lado y fue
entonces cuando sentí la mano de Nikola sujeta en mi cintura, atrayéndome
hacia él. ¿En qué momento había sucedido eso?
Sus ojos estaban cerrados, protegidos por el oscuro abanico que
conformaban sus pestañas. Su pelo, revuelto por el sueño, le otorgaba un
aspecto desenfadado y su torso desnudo, a medio tapar por la sábana,
invitaba a pecar de una forma que mi cuerpo anhelaba. Se notaba que era
hija de Vlad, porque mi mente no paraba de pensar en eso y el deseo me
dominaba. Tenía que controlarme.
Movida por la curiosidad, moví un poco la mano en dirección a su rostro,
atraída por el momento íntimo que estábamos teniendo. Temía que un
movimiento brusco propiciara volver a terminar en el suelo y con él encima,
pero las ganas de querer saber lo que sentiría al entrar en contacto con su
piel era superior. ¿Volvería a sentir esa electricidad?
Inflé mi pecho de aire debido a la indecisión y lo solté por la nariz con
lentitud, intentando no hacer ruido. Estaba decidida, ya que todavía no
habíamos incrementado nuestro vínculo permitiéndome morderle, lo
conseguiría de una forma más humana, más pasional.
Acerqué mis dedos hasta la mejilla del perfil que había dejado al
descubierto y mordí mi labio inferior al sentir cómo por mis yemas
comenzaba a deslizarse una corriente eléctrica, un cosquilleo agradable que
solo me generaba ganas de querer avanzar.
Nikola hizo un ruido extraño, moviendo sus labios, y arrugó su nariz
durante un instante, antes de exhalar un suspiro, pero no abrió los ojos.
Parecía que seguía dormido.
En ese momento mi corazón se disparó. Nunca había llegado tan lejos con
él, pues Nikola rechazaba cualquier contacto físico que fuera más allá de lo
normal. Su coraza no le permitía disfrutar de las increíbles sensaciones que
proporcionaba el tacto piel con piel.
Me aproximé un poco más hacia él. La distancia que nos separaba no era
otra que la respiración que salía por su nariz, haciéndome cosquillas al
acariciar mi mejilla de forma inconsciente. Tragué saliva al observar tan
cerca su carnosa boca, desde ese punto mis ojos podían percibir con total
claridad las finas líneas que conformaban su labio inferior y el pequeño
lunar que tenía algo más abajo, cerca de su barbilla.
¿Es posible sentir que tu corazón da un vuelco y se encoge para luego
expandirse en profundidad, haciéndote flotar? Porque eso era lo que estaba
experimentando yo. No entendía que me sucedía, parecía que estaba
embebida por su exótica presencia, que tanto me intimidaba cuando me
analizaba con esos ojos grises.
Pero ya era tarde para echarse atrás, mi nariz casi rozaba la suya y mis
ojos estaban fijos sobre sus labios, lo que me llevó a humedecer los míos de
forma inconsciente. Un movimiento más y esa conexión explotaría,
convirtiéndose en algo superior. Pero, ¿estaba preparada para eso? ¿Desde
cuándo Laurie Duncan, sinónimo de vergüenza y timidez, se estaba tomando
tantos atrevimientos? Supuse que, cuando el mal te acecha, los miedos se
alejan, dando paso a una agradable libertad.
Cerré los ojos, nerviosa por lo que estaba a punto de suceder, cuando
sentí unas manos apresar las mías y mi cuerpo fue lanzado contra el colchón,
haciéndome rebotar ligeramente debido a la fuerza con la que me había
empujado.
Parpadeé confusa y vi los ojos grises de Nikola abiertos, más de lo
normal, y sus gruesas cejas se juntaron, generando unos finos pliegues sobre
su frente.
Ups, parecía que la había vuelto a liar.
—¿Se puede saber qué haces? —exclamó, exhalando profundamente—.
¿Te has propuesto no dejarme dormir? ¿O es que quieres morir?
—¿Por qué no me dejas besarte?
Le miré dolida, parecía que le molestaba mi atrevimiento. Su cuerpo se
había vuelto a tensar y sus dedos se aferraban a mis muñecas, haciendo una
marca sobre mi nívea piel.
—¡Me has atacado! ¿No puedes ser una persona normal? ¿O es que te va
la necrofilia?
—Yo solo… solo quería…
—No vuelvas a hacer eso. —Me advirtió, siseando las palabras en un
tono frío que congeló mi corazón.
—¿Por qué?
—Porque el beso solo sería la mecha que encendería todo lo que vendría
a continuación —susurró con voz ronca. Sus labios estaban cerca de mi
oreja, rozándola ligeramente.
Tragué saliva. La expresión de su mirada se había relajado, pero su
cuerpo seguía apresándome. Mi piel tocaba la suya cada vez que se elevaba
al inspirar el aire caldeado que se había formado en el ambiente, generando
una deliciosa tensión.
—¿Y? —Le apremié.
—No sería capaz de mantener el control, Laurie. Y sería nuestra
perdición.
—¿Por qué? —protesté—. ¿Qué tiene de malo?
Nikola suspiró y me soltó los brazos, preparado para acomodarse en la
cama y darse la vuelta, dejándome contemplar su amplia espalda con
expresión estupefacta. ¿Podía confundirme más este hombre con sus gestos y
palabras? Me encendía con su apremiante deseo, para luego dejarme fría
como el hielo. Así era él, apasionado e hiriente a la vez. Todo un tesoro.
—No puedo. Así que no vuelvas a tomarte esas confianzas, porque la
próxima vez no tendré tanta paciencia. Y no quieras sobrepasar mi límite, te
lo advierto —murmuró contrariado.
—¿Por qué? —exclamé, incorporándome para poder mirarle a la cara—.
¡No me des evasivas! Explícame porque te acercas para luego alejarte. ¿Es
por Atary? ¿Por Vlad? ¿Te avergüenza que haya sobrepasado la línea con
ellos? ¿Piensas que soy…?
—¡Porque no puedo! —Se incorporó él también, mirándome con rabia—.
Joder, Laurie, deja de querer saberlo todo y comerte la cabeza con dudas
estúpidas que no tienen nada que ver. Hay cosas que simplemente no se
pueden contar y no tiene nada que ver contigo. Simplemente…déjalo estar.
Tú y yo no podemos estar juntos. Asúmelo.
Sus palabras sonaron gélidas, con un toque de indiferencia que hicieron
golpear mi corazón, sacudiéndolo por completo. No me esperaba esa
reacción por su parte, podía notar cómo había algo que nos acercaba. Una
atracción, un deseo, una conexión…algo que no era capaz de definir, pero
era real. Y él, irónicamente, se negaba a asumirlo. ¿Por qué? ¿Por qué me
torturaba de esa manera?
—Está bien —murmuré dolida—. Como quieras.
Me di la vuelta, resentida por lo que acababa de pasar. Cada paso que
avanzábamos equivalían a tres que retrocedíamos. Y eso frustraba. Era como
un muro de piedra que me impedía pasar. Nikola era experto en poner una
barrera de acero entre los dos.
Esperé a que él se diera por aludido e hiciera algo para remediarlo, pero
se levantó de la cama soltando un gruñido de molestia y se puso la ropa.
Acto seguido subió la persiana y saltó por la ventana, dejándome sola y
decepcionada. Nikola era, sin duda, el Hijo Oscuro más complicado con el
que tenía que lidiar.
Ya caerá, todos los hombres lo hacen. Y los vampiros no dejan de serlo,
con la ventaja de que son incapaces de controlar sus impulsos más
salvajes, y eso incluye el deseo.
Me removí el pelo, despeinándome. La situación me había sobrepasado y
mis emociones se encontraban a flor de piel, casi podía palparlas con los
dedos. Miré por la ventana con la esperanza de que Nikola regresara, pero
en el fondo sabía que tardaría un buen rato. Muy valiente para algunas cosas
pero en lo que concernía a los sentimientos se desenvolvía huyendo de mí.
«Muy maduro» pensé para mis adentros.
Así que me quedé tumbada en la cama, sin llegar a meterme dentro, y dejé
la vista fija en el techo, mientras diferentes pensamientos iban y venían,
torturándome al imaginar lo que Atary podría pensar de mí. Necesitaba
aclararme pronto o me volvería loca. Tenía que romper ese vínculo como
fuera.
Horas más tarde Nikola seguía sin aparecer y los rayos del sol
comenzaban a asomarse tímidamente por la ventana, anunciando el amanecer.
La luz comenzó a bañar mi rostro, así que no me quedó más remedio que
salir. Por suerte, Edimburgo tenía fama de ser un sitio nublado, y más en
invierno. Así no me exponía tanto al calor, aún no había controlado en qué
grado me podía afectar.
Me levanté y me vestí con rapidez, llevaba un jersey holgado con unos
pantalones vaqueros y unas botas, perfecto para combatir el frío. Me anudé
el cabello de nuevo en una coleta alta y salí en busca de Nikola, pues no
había nada que pudiera desayunar —a menos que alguien me ofreciera su
hermoso cuello repleto de sangre— cosa que dudaba, por supuesto.
Una vez fuera, atisbé a una figura que me resultaba familiar, la cual se
encontraba sentada a la orilla del lago contemplando el horizonte mientras el
aire invernal desordenaba su cabello azabache y acentuaba el color rosado
de sus labios.
Al acercarme me percaté de que tenía la mirada perdida. Nikola
permanecía inmóvil, sin apenas parpadear. Me resultaba extraño verlo así,
con ese aire tan solitario y taciturno, como si no hubiera nada a su alrededor
que le importara.
—¿Nik? —Le llamé, cruzándome de brazos para resguardarme del frío
—. Llevas mucho tiempo fuera. Y hace frío.
—¿Y?
—Estaba preocupada —enmudecí ante su tono helado, ni siquiera me
miró.
—Pues ya ves que estoy bien. Puedes regresar a la habitación.
—Prefiero estar aquí.
—No es necesario que te pegues a mí todo el rato como si fueras una
sombra. Te dije que no vinieras pero, como siempre, no haces ni puñetero
caso —resopló, y lanzó una piedra que había cerca al lago, generando unas
ondas en el agua.
—Si estás molesto o frustrado no lo pagues conmigo. Tampoco te he
hecho nada.
—Ya, nada —respondió, soltando una risa seca—. Tú nunca haces nada,
pero terminas haciéndolo todo.
—¿Hm?
—Ve a cazar por ahí algún animal. Tienes que alimentarte.
—No sirve de nada, sabes que termino vomitando todo.
Al decir eso, Nikola giró su rostro y clavó sus profundos ojos grises en
mí, torciendo su boca en un gesto de desagrado.
—Pues tendrás que acostumbrarte, como hice yo —respondió—. Sino
terminarás muriendo antes de tiempo. Ni siquiera sé cuánto podrás aguantar
hasta que empieces a debilitarte o tu bestia enloquezca.
—Tú te convertiste en un vampiro, del todo…
—¿No es obvio? —preguntó enarcando sus cejas mientras se señalaba a
sí mismo, antes de volver a mirar el horizonte.
—¿Por qué? ¿A quién…?
—No es asunto tuyo —murmuró con hostilidad.
—Parece que nada lo es —suspiré, sentándome a su lado pero dejando
una distancia prudencial.
Nikola continuó ignorándome, jugando con las piedras que encontraba a
su alrededor, lanzándolas al lago. El sonido que hacían al caer era lo único
que evitaba un silencio incómodo, que me hacía desear meterme en su
cabeza. ¿Tanto la había cagado? ¿Tanto le desagradaba tener conexión
conmigo? Me hacía sentir que no era suficiente para él.
—¿Volvemos a Edimburgo ya? —pregunté, deseando recuperar su
atención y que se relajara.
—Sí. Cuanto antes encontremos a Pereza, antes volveremos a Miskolc
con los demás.
—Seguro que estás deseando volver con Rocío —murmuré molesta al
escuchar sus palabras.
—Pues sí, y poder perderte de vista de una vez. Desde que te encontraron
tu nombre resuena por todos lados. Es agotador.
Su respuesta fue cómo una bofetada para mí. Tragué saliva con fuerza y
apreté mis dedos en un puño, intentando controlar los sentimientos inestables
que recorrían mi cuerpo, amenazando con descontrolarme en cualquier
momento. Se estaba pasando actuando con esa frialdad.
—Tranquilo. No te haré perder más tiempo —siseé, intentando no mirarle
—. Prefiero ir sola antes que tener que soportar a idiotas inestables como tú.
Al menos yo voy de frente, ¿sabes? Mientras tú eres un maldito cobarde que
no es capaz de enfrentarse a la realidad. Me decepcionas, Nikola.
Me levanté de la orilla y corrí a una velocidad sobrenatural, esquivando
cualquier cosa que se interpusiera en mi camino. Serpenteé las pequeñas
casitas del pueblo hasta que divisé nuestro coche e intenté abrir la puerta del
conductor.
No tenía conocimientos de conducción, ni siquiera sabía lo que iba una
vez girabas la llave para encender el motor, pues mi madre no quiso que
sacara el carnet. Pero me negaba a seguir ahí con un compañero tan
insoportable y amargado. Era lo que menos necesitaba en esos momentos.
Me mordí el labio inferior al percatarme que no tenía la llave para irme,
así que el coche permaneció parado, riéndose de mí. Di un puñetazo a la
puerta y me alejé unos pasos, intentando pensar qué hacer.
Suspiré al mirar la carretera y algunos coches que pasaban por ahí. Solo
me quedaban dos opciones: Irme corriendo aprovechando mis nuevos
poderes o hacer autostop. Aunque temía que esto último propiciara dejar a
los conductores morirse desangrados. Y más cuando el sentimiento de ira y
decepción fluía por mis venas, haciendo que mi bestia se revolviera y
creciera, pidiéndome que la dejara dominarme. Pero la ignoré. Aun así de
dolida, prefería aferrarme a mi humanidad. Aun resentida, mi orgullo estaba
por encima.
Así que empecé a caminar en dirección a Edimburgo, pero no pude llegar
muy lejos porque una mano firme me sujetó por el hombro y tiró de mí para
hacerme retroceder, golpeándome de lleno con el duro torso de Nikola. Ese
hombre que estaba cansado de mí pero que, a su vez, no me dejaba en paz.
—¿Se puede saber qué haces ahora? —preguntó entornando los ojos.
—¿A ti qué te parece?
Me revolví para librarme de él y le di un codazo, consiguiendo que me
soltara. Le miré enfadada por la forma en la que me estaba tratando. Su
carácter hosco me sacaba de quicio. No había quien lo aguantara estando así.
—Me parece que te comportas como una niña queriendo llamar mi
atención. Te pones en peligro continuamente.
—Perdona, ¿qué?
—Lo que has oído —masculló, sujetándome por el brazo para llevarme a
su antojo.
—Mira. Llevo días siendo una vampiresa tratando de lidiar con la sed de
sangre. Hace poco asimilé que me acosté con mi padre biológico y además
tengo un vínculo con la persona que me mordió, además de su… hermano, o
lo que quiera que seas. Sin olvidarme que, o mato a alguien, o moriré yo,
pero ¡ja! Ya maté una vez al forcejear con Franyelis en el balcón y cada
noche debo lidiar con mis fantasmas por haberlo hecho —bufé, soltándome
de nuevo para propinarle un empujón y alcé mi voz, sintiendo como mi labio
inferior temblaba—. Por si no fuera poco, tengo sueños o visiones muy
turbias que no se lo deseo a nadie, ni siquiera a ti, por muy odioso que seas.
Y las únicas personas que todavía conservo con vida están lejos de mí y
puede que cuando me vean me rechacen. En este tiempo he perdido un
montón de cosas, me han chupado la sangre, mentido, traicionado,
manipulado, usado y matado, ¡así que no me vengas con que soy lo peor de tu
vida y es muy difícil soportarme! ¡Porque no tengo tiempo ni ganas de
aguantarte yo a ti! Ponte a la cola en mi fila de problemas y cuando pueda te
atenderé. Pero ya puedes ir sentándote, porque esto va para largo.
Le miré desafiante mientras la rabia comenzaba a dinamitar mi sangre,
haciéndola entrar en ebullición. Mis manos temblaban ligeramente, incluso
mi ojo derecho parpadeaba en una especie de tic nervioso. Estaba al borde
de perder el poco juicio que me quedaba. Y eso equivalía a desatar a la
bestia, a abalanzarme sobre él y morderle. Equivalía a dejar salir al
monstruo que permanecía oculto en mi interior.
—¿Has acabado? —murmuró, inhalando una gran cantidad de aire para
almacenarlo en sus pulmones.
—¿Has acabado tú? —Le desafié, tratando de ignorar la adrenalina que
permanecía en mi cuerpo, amenazando con explotar como un volcán en
erupción.
—Sí.
—Bien —asentí—. Pues si no quieres que acabe sumida en otro peligro
del que seguramente me tendrás que sacar, llévame a Edimburgo. Ahora.
Nikola alzó las cejas sorprendido por mi tono autoritario, pero apretó los
labios y desvió la mirada en señal de rendición. Entonces me dio la espalda
y empezó a caminar en dirección al coche. No me lo podía creer, había
dejado al odioso sin palabras. Había conseguido zanjar la discusión.
El trayecto en coche de vuelta agradecí que fuera breve, porque la tensión
entre ambos podía cortarse con un cuchillo. Él no despegaba la mirada del
volante y yo no podía evitar dibujar una sonrisa triunfal en mi rostro. Me
sentía orgullosa de empezar a sacar el carácter. Era hora de dejar atrás a la
Laurie sumisa y asustada que se dejaba arrastrar a merced de los demás.
Empezando por el señor inestable.
Al entrar en Edimburgo mi corazón latió acelerado. El volver a ver los
distintos edificios que habían significado tanto para mí meses atrás me hacía
volver a recordar todo, como si fuera un chicle explotando en mi cara.
Volver a ver la catedral, la residencia de Pollock Halls, la universidad…,
cada elemento que veía hacía que mi pequeño gran órgano diera un vuelco.
Me sentía expectante.
Mientras nos adentrábamos y subíamos por las calles en coche, me
percaté que entre los viandantes se mezclaban algunas personas de aspecto
extraño, con ropa oscura y el rostro semioculto. Estaba prácticamente segura
que eran dhampir.
Miré a Nikola preocupada y abrí los ojos para advertirle, pero él me
miró antes y me hizo un gesto con la cabeza, en señal de que no me
preocupara. Continuamos nuestro camino en silencio y con mis ojos controlé
que ningún peligro nos acechara. Intuía que la visita al castillo ya nos iba a
traer más que suficientes.
Uno, dos, tres… Había perdido la cuenta del número de veces que había
intentado quitarme la estaca que habían clavado a escasos milímetros de mi
corazón. Habían formado una herida que no paraba de sangrar y con cada
latido sentía la textura lisa de la madera, prolongando mi agonía.
Eso me mantenía débil y paralizada. Me preocupaba continuar
desangrándome y terminar muriendo, pues no dejaba de estar en transición y
eso equivalía a tener una parte humana, vulnerable. Volví a intentarlo de
nuevo llevando mis manos a la estaca para intentar removerla, pero cada vez
que lo hacía sentía un inmenso dolor que salía de mis entrañas en forma de
grito. Era horrible.
Mi respiración se iba ralentizando y mi vista se emborronaba. Mi bestia
interior se revolvía instándome a beber sangre. Necesitaba reponer todos los
litros que estaba perdiendo por culpa de mi padre y su séquito de dhampir.
Frustrada, golpeé el puño contra el suelo y observé el sótano donde me
encontraba. La puerta era grande y metálica, lo suficientemente gruesa y
pesada para que me resultara complicado escapar, en el caso de conseguir
liberarme de ese objeto de tortura. El espacio era pequeño y sencillo, no
había nada que me pudiera resultar útil y, por el olor que desprendía, parecía
que lo usaban para guardar papeles y trastos sin valor. Era la primera
vampiresa en pisar el lugar.
Qué honor.
Intenté usar la poca fuerza que me quedaba para agudizar los oídos y
tratar de escuchar alguna conversación que me concerniera. Necesitaba
averiguar qué iban a hacer conmigo y si habían encontrado a Nikola o
seguiría en paradero desconocido.
Justo cuando unas palabras empezaron a adentrarse en mis oídos como si
fueran una melodía, una voz hosca y familiar se adentró en mi mente,
resonando con tal fuerza que parecía que se hallaba a mi lado, retenido como
yo.
«¿Dónde estás?». Suspiré al escuchar el tono molesto de su voz, como si
me estuviera recordando lo estúpida que había sido al decidir acompañarle.
Estaba tan cansada que me esforcé en visualizar mi entorno y el estado de mi
cuerpo. Quizás eso le serviría de respuesta y me ahorraría asimilar la
vergüenza de admitir que él tenía razón. Era un estorbo para él.
«Un… ¿sótano?» gruñó «¿La reunión familiar no salió como
esperabas?». Maldije su poco tacto murmurando unas palabras malsonantes,
bastante molesta y humillada conmigo misma me sentía ya como para
escuchar su regocijo al descubrir mi localización. Tenía que averiguar la
manera de salir de aquí para demostrarle que podía sola. De lo contrario
debía de admitir que era incapaz de sobrevivir sin él. Estaba segura que era
lo que él esperaba. Y no estaba dispuesta a verbalizarlo. No cuando tenía
esperanza en mí misma.
«Está bien… no es divertido, lo admito. Lo primero que tienes que
hacer es sacarte la estaca para liberar tu estado y permitir a tu sangre
sanar. Sino vas a estar jodida de verdad». Gruñí al escuchar su consejo
dentro de mi mente. Era una novata en esto de ser una bestia salvaje sedienta
de sangre, pero el malestar que sentía al tener la estaca incrustada era obvio.
Sabía que lo debía hacer, pero no podía. Así que le informé de mi problema
y acomodé la cabeza contra la pared, cerrando los ojos para intentar
conservar mi energía y no desmayarme.
«Tendrás que hacer un esfuerzo, Laurie. Tienes que demostrarle a tu
padre que prevalece tu humanidad por encima de la bestia»
—¿Y cómo hago eso? —murmuré mientras lo pensaba en mi mente. Era
consciente de lo complicado que era. Él solo veía en mí a un monstruo, no a
su dulce e inocente hija. Aunque lo entendía, yo también veía lo mismo en mi
interior. La Laurie de unos meses atrás había desaparecido.
«Sentimientos, Laurie. Los humanos se mueven por sentimientos, las
bestias por impulsos. Y si hay algo que diferencia a los monstruos de las
personas, es que nosotros no podemos amar».
Sus palabras resonaron en mi mente como un tortuoso eco, no podía
creérmelo. ¿No podían amar? ¿Era diferente por estar en transición?
Asimilar eso significaba admitir que Nikola tenía razón, solo había sido un
juego para Atary. Me mintió. Y eso significaba también reconocer que el
Hijo Oscuro que me acompañaba nunca tendría un interés amoroso en mí.
Jamás me correspondería como yo a él. Pero, ¿qué sentía yo exactamente?
¿Todo era fruto de haber bebido la sangre de ambos? ¿Mis sentimientos por
Nikola eran reales? ¿Y por Atary?
Mientras la estaca seguía clavada cerca de mi corazón, desangrándome e
impidiéndome moverme, distintos pensamientos revolvieron mi mente
provocando un vaivén de emociones. Nikola siempre había estado ahí para
mí, pendiente de cada movimiento que daba, protegiéndome de cualquier
peligro; pero tenía una manera horrible de demostrarlo.
Sus gestos me indicaban que le molestaba mi presencia, pero de hacerlo
no hubiera gastado su valioso tiempo en cuidarme. Y últimamente nos
habíamos acercado, de forma lenta, pero certera. ¿De verdad los monstruos
como nosotros no podíamos amar? ¿O solo era una mentira para que no
rompiera su coraza? ¿Tenía miedo de aceptar sus auténticos sentimientos?
¿De verdad le podía asustar?
Suspiré frustrada, masajeándome la sien. Nunca lo sabría a no ser que
ampliara el vínculo. Nikola era demasiado cerrado como para confesarme la
verdad. Calibré la opción de volver a hablar con mi padre para intentar
hacerle en razón, pero no tenía mucha fe en eso, dado que Arthur Duncan
había dejado clara su postura. Dijera lo que dijese no estaría dispuesto a
creerme.
Cerré mis ojos para concentrarme de nuevo en los estímulos que se
encontraban en la academia, esperando sacar algo de provecho. Fue entonces
cuando unos pasos cercanos me pusieron alerta al adentrarse en mis oídos y
los colmillos no tardaron en salir de mis encías, haciéndome retorcerme de
dolor.
Era fascinante observar como mi cuerpo se preparaba para atacar ante
cualquier peligro que acechara, pero me relajé al sentir el aroma de Ana
cubriendo el pequeño sótano y su oscura cabellera apareció por la puerta,
mirándome apenada al ver el estado en el que me encontraba.
—Lo siento —murmuró acercándose hasta mí con cautela, colocándose a
una distancia prudencial.
—Comprendo que queráis evitar una desgracia pero, en serio, ¿una
estaca? —protesté tensando la mandíbula por el dolor que me provocó al
moverme, soltando un siseo amenazante.
—Arthur se ha… vuelto un poco frío e impasible a raíz de lo sucedido en
los últimos meses. Odia a los vampiros con toda su alma, y es lo principal
que nos enseñan aquí, a no vacilar y matarlos en cuanto tenemos oportunidad
—susurró, mirándome con tristeza y citó—: Los sentimientos deben ser
bloqueados, los vampiros exterminados. Un solo paso en falso y todo se
habrá acabado. Actúa con cabeza, nunca con corazón.
—¿Eso es lo que os enseñan? —pregunté asqueada—. Parece una secta.
—Los vampiros han hecho estragos desde el inicio de los tiempos. Son
seres sin escrúpulos, se mueven mediante la manipulación y el ansia de
aumentar su poder y doblegar a los demás. No les importa nadie que no sea
ellos mismos. Les da igual madres, ancianos, niños, familias… Es normal
que nos queramos proteger, sobre todo ahora que rompieron el tratado de
paz.
—¿En qué consiste exactamente ese tratado? —susurré, deseando que me
quitara la dichosa estaca para poder respirar sin que la madera me
desgarrara la carne con cada movimiento.
—Ella y los Hijos Oscuros se mantendrían al margen o destruiríamos la
configuración que contiene a Pereza, que es lo más importante para ella.
Pero…
—No la tenéis en vuestras manos y Lilith se enteró —terminé por ella.
El rostro de Ana adquirió una expresión de sorpresa, arqueando sus cejas
indicando que no entendía por qué yo tenía esa información. Sus ojos
marrones brillaron con fuerza al escuchar mis palabras y llevó una de sus
manos hasta mi brazo. En ese momento me removí para deshacerme de la
tentación que me producía sentir su sangre tan cerca de mí y solté un grito
desgarrador al sentir como la estaca se clavaba más a fondo, desangrándome
todavía más, debilitándome.
—¿Cómo lo sabes? ¿Te lo contaron?
—No —musité, soltando una bocanada de aire al intentar recolocarme—.
Ellos solo me dijeron que lo estaba buscando y presencié una ceremonia
donde dijo que estaba cerca. Que lo había visto. Y… soñé con la
configuración, Ann. Soñé con…Lucifer.
Mi pecho se contrajo al decir su nombre, como si hubiera pronunciado
una palabra maldita. La estaca me estaba apresando, impidiéndome moverme
como me gustaría. Y la pérdida de sangre me impedía pensar con claridad.
¿Cuánto duraría esta agonía? Era como si la piel tratara de juntarse para
curar la herida pero la estaca se lo impedía.
—¿Con Lucifer? Mierda, Laurie ¿En qué estás metida?
—No lo sé —gruñí—, pero puedo encontrarla. Necesito que me saques
de aquí, Ann. Sino puede terminar recuperándola Lilith. Estoy de vuestro
lado.
—Voy a hablar con Arthur, ¿vale? Tiene que acceder, no puede dejarte
morir aquí. Eres…tú.
—Me parece que le importa una mierda que sea yo. —Me sinceré—. Lo
único que ve es lo que soy por fuera, no por dentro.
—Bueno, vuelvo ahora ¿vale? Tengo que intentarlo. No puedo sacarte
por mi cuenta porque no tardarían en atraparnos y acabarías muerta y yo
desterrada.
—¿Y no puedes sacarme esta maldita estaca? Duele como el infierno —
gruñí.
—Lo haría. Sabes que lo haría, pero no puedo desobedecer las órdenes
de Arthur —resopló, despeinando su larga melena—. Aguanta un poco más.
Te sacaré de aquí, lo prometo.
Siseé al ver como se alejaba. Estábamos perdiendo el tiempo esperando
que a Arthur se le iluminara el cerebro y decidiera actuar como padre, no
como líder de Lux. Y mientras tanto yo continuaba perdiendo sangre y
sintiéndome cada vez más débil, y eso equivalía a tener más hambre, y eso…
a perder el control.
De hecho, el olor a sangre llegó a mi nariz y olfateé el lugar mientras las
venas purpureas comenzaban a aparecer, a la par que mis colmillos.
Entonces la cabeza curiosa de Angie se asomó por la puerta y me lamenté de
la poca seguridad del lugar. Estaba entrando en la cueva del lobo, solo
esperaba tener la fuerza suficiente para no devorarla.
—¿Laurie? —preguntó su voz dulce e inocente.
—Vete —gruñí, embebida por el movimiento que ejercía su corazón,
disparado por los nervios—. No es un buen momento.
—Ella tiene razón —dijo una voz algo más grave, pero femenina—. Deja
ya de ponerte en peligro, Angie. Arthur nos ha prohibido acercarnos a la
prisionera.
—¿Te estás oyendo, Soid? ¡Es Laurie! No me va a hacer nada.
—Ella quiere que te vayas. —Le advirtió, seguramente sujetándola por el
brazo.
—Me da igual, aparta —respondió, corriendo para adentrarse en el
pequeño sótano donde me retenían—. ¡Jesús santo! ¿Qué te han hecho?
Observé en silencio como se abalanzaba hasta quedarse a mi lado,
torturándome con el sonido de su corazón, su respiración acelerada, su
sangre fluyendo por las venas… Mis encías dolían. Dolían tanto que lo único
que podía pensar era en el aroma que desprendía al estar tan cerca de mí y
cómo sabría su sangre si solo probara un poco, lo justo para no sentirme tan
desfallecida.
—Vete, Angie —supliqué, consciente del poco tiempo que me quedaba
sin perder el control—. Haz caso a tu hermana y vete.
—Por muy vampiresa que seas sigues siendo Laurie. Eres mi amiga —
susurró acercándose lentamente para analizar las cadenas que me sujetaban,
y la estaca que me impedía moverme.
—Vete o no seré dueña de mis actos.
Aprecié de reojo como Soid se mantenía pegada a la puerta, mirándome
con recelo, odiando el monstruo en el que me había convertido. Tenía un
arma sujeta en su mano, preparada para usarla por si se me ocurría atacar a
Angie. Y en el fondo respiré aliviada, no quería hacerle daño, pero cada
segundo que pasaba mi bestia iba ganando. No podría resistir mucho más.
—Encontraré la forma de sacarte de aquí aunque me castiguen, me da
igual. —Me avisó, acercando su mano hasta la estaca.
Mis pupilas se dilataron de golpe al sentir un mechón de su pelo rozar mi
piel, el pulso de su cuello estaba tan cerca de mí que me llevaba a ejercer
una incesante lucha contra mis impulsos, contra mis demonios más internos,
los cuales me gritaban que me abalanzara sobre ella y me alimentara hasta
que muriera vaciada.
—Angie…
—Aguanta, Lau.
Mi alocada amiga se aproximó más a mí y sujetó la estaca con sus manos,
cerrando los ojos para lo que parecía prepararse. Entonces tiró levemente y
el dolor que me provocó sentir la madera subir por mi herida ensangrentada
me hizo chillar, disipando mi lado racional.
Angie chilló en respuesta soltando la estaca que aún seguía clavada en mi
cuerpo, rozando mi corazón, y retrocedió unos pasos gateando para quedar
lo suficientemente lejos de mí, y llevó la mano hasta su corazón, respirando
con dificultad.
—Por la virgen de los sustos…no vuelvo a desear encontrarme un
vampiro frente a mí —dijo con los ojos bien abiertos—. Ya me veía
exprimida como un zumo de fresa.
—Soid… —gruñí, sintiendo a mi bestia revolverse para zafarme de las
cadenas—. Llévatela.
No hizo falta que dijera más, su hermana gemela entró en el sótano para
tirar de ella por el brazo, a pesar de sus quejas y suplicas para que la
soltara, hasta terminar cerrando la puerta y dejarme sumida en la oscuridad.
Mi hambre era atroz, como un fuego que reducía a cenizas todo lo que iba
dejando a su paso. Me revolví inquieta intentando contener lágrimas de
sangre, producidas por el dolor, e intenté apoyarme contra la pared y cerrar
los ojos, deseando que todo esto pasara.
«Sácame de aquí, Nikola» supliqué, antes de perder el conocimiento.
Volvía a encontrarme en ese lugar extraño, oscuro y repleto de árboles,
con una neblina cubriendo el espacio, impidiéndome ver más allá. Era
fascinante observar distintas figuras translucidas, sin expresión aparente,
meciéndose de un lugar a otro sin rumbo fijo.
Me moví sin seguir una ruta concreta, esperando volver a encontrarme
con esa mujer que me había dado el tatuaje, seguramente era la misma que
me había salvado y yo necesitaba respuestas.
Por fortuna no tardé demasiado y al poco rato me encontraba de nuevo en
ese prado brillante, con la gran cascada de agua cristalina que conseguía
relajarme al escuchar como chocaba al llegar al agua estancada.
—Lucero, estás aquí.
—Eres tú —musité al darme de bruces con su brillante presencia, su
rostro resplandecía como si tuviera los rayos del sol detrás.
—Tienes que darte prisa para conseguir la configuración. La oscuridad
no puede hacerse con ella.
—¡Estoy retenida! —me quejé—. Mi padre nunca me dejará marchar. No
le importa que me muera allí, solo ve a un monstruo.
—Está cegado por el odio que siente hacia los seres de la noche, pero sé
que empieza a ver la luz —explicó—. Solo necesita de tu poder para
despertar. Entonces le podré recuperar. Le necesitamos.
—¿Le… necesitamos?
Fruncí el ceño sin entender nada, ¿por qué iba a necesitarle esa mujer?
¿Y qué tenía que ver mi poder en todo esto? ¿Era un tipo de dios o algo así y
no me había enterado?
—Todo a su debido tiempo, lucero. Por el momento encárgate de Lucifer.
Él es el principio del final.
—¿Por qué tengo este tatuaje? ¿Por qué mis sueños se entremezclan con
la realidad? ¿Y qué voy a hacer yo frente a alguien tan poderoso como él?
Es…imposible —pregunté, temerosa por si pronto despertaba y seguía en
este callejón sin salida.
—Porque tú eres especial, Laurie Duncan.
—¡Especial por qué! Exijo respuestas. No me puedes dejar así.
Entonces la mujer con ropaje vaporoso y largo pelo rubio hizo un
movimiento con sus manos y de sus palmas salió una cálida ráfaga que
acarició mi rostro, haciéndome cerrar los ojos. Al abrirlos, parpadeé
confusa y abrí la boca de forma inconsciente al darme de bruces con la
realidad. Frente a mí se encontraba mi madre, Elizabeth. ¿Esa mujer era mi
madre? ¿Qué era yo exactamente? ¿Y quién era ella en realidad? No entendía
nada.
—¿Mamá? —murmuré, sintiendo mis labios temblorosos, incapaz de
asimilar la carga afectiva que albergaba esa palabra—. ¿Eres tú?
—Laurie…
Mis ojos se detuvieron en sus labios, que se movían bajo un efecto
hipnótico, pero fui incapaz de entenderlo. Era como si de repente hablara en
otro idioma y su presencia empezó a desaparecer, dejándome rodeada por
una profunda niebla que comenzó a absorberme. ¿Qué estaba pasando?
Abrí los ojos y me llevé las manos a la cabeza al darme de bruces con la
realidad. Me encontraba atada otra vez en el mismo lugar donde me había
enfrentado a mi padre. La sala del consejo seguía estando rodeada por
diversos dhampir que me miraban sin un ápice de compasión, exceptuando
Ana y Angie. Mi padre volvía a estar sentado en su silla, ocultando sus
sentimientos bajo una capa de indiferencia y expresión expectante. Parecía
que era un dejà vu.
Me sentía tan cansada que ni siquiera me molesté en intentar
incorporarme y enfrentarme a él como me hubiera gustado. La herida me
tenía agotada, tener una estaca atravesándome la piel era la peor de las
torturas.
—No tengo mucho tiempo —expresó mirando a Ana, con gesto de
cansancio. Esta mordió el labio inferior para contener su rabia, pero avanzó
un paso sin dejarse intimidar.
—Laurie sabe dónde está la configuración, tenemos que liberarla.
—¿Y te la crees? —preguntó alzando una ceja y soltó una risa amarga—.
Diría lo que fuera para que la dejáramos escapar y volver con su creador. Es
absurdo perder el tiempo de esta manera.
—Sí, creo en ella —asintió alzando el mentón, sin dejar de mirarle.
—Entonces hemos educado a una ilusa incompetente.
Mi bestia se revolvió ante la ira que estaba sintiendo en ese momento,
escuchando la humillación pública a la que estaba sometiendo a mi mejor
amiga. No se merecía dejarse hablar así por él, por muy líder que fuera.
—Ya basta —gruñí, incapaz de mantenerme en pie.
—¿Qué has dicho? —preguntó el líder de los dhampir, exhalando por la
nariz de forma ruidosa.
—He dicho que ya basta.
Luché con todas mis fuerzas contra mi debilidad para poder mantenerle la
mirada. Estaba cansada de que me viera como una amenaza, cuando
seguramente iba a ser la mejor ayuda que podría recibir debido a mis
sueños. Si esa mujer, mi madre o quien quiera que fuese quería que
despertara, no dudaría en hacerlo, aunque tuviera que zarandearlo.
Necesitaba recuperar a mi padre, ese que vio luz en mí cuando me absorbió
la oscuridad.
—No estás en condiciones de exigir nada.
—Y tú no estás en condiciones de humillar a nadie —contraataqué—. Y
mucho menos a la única persona que cree en mí y se mantiene a mi lado.
—Y eso es un lamentable error. Un paso en falso ante un monstruo y
terminas devorado.
—¿Y por qué no me matas? —repliqué cansada de tanto tiempo perdido,
tanta sangre derramada, tanto odio hacia mí—. Si tanto me odias, tan
monstruosa soy, tan mezquina… ¿por qué sigo respirando? Una vez me
dijiste que era como una rosa, frágil y delicada, y que por ello debía usar
mis espinas, para que nadie tuviera el valor de marchitarme. Pues eso estoy
haciendo. Llevo todo este tiempo luchando para mantener a raya mi sed de
sangre, esforzándome en aferrarme a la humanidad que aún conservo, aunque
eso me acerque lentamente hasta la muerte definitiva. ¿Y tú me juzgas por mi
condición? ¡Yo no la escogí! Nadie me avisó de las mentiras que me
rodeaban. Descubrí la realidad de la manera más dura y cruel que jamás
imaginé. ¿Por qué nunca me dijiste nada? Podía haberlo…entendido.
Le miré mientras la ira que había empezado a sentir ante la humillación
de Ana pasaba a un nivel superior, donde me hacía entrar en convulsión.
Estaba tan exhausta que no era mi mente la que hablaba por mí, sino mi alma,
ese pequeño resquicio que luchaba por aferrarme a la cordura.
—No puedo aceptarte —susurró con un tono cargado de dolor y
desesperación—. Miro tu rostro y en tus ojos puedo ver a Elizabeth. Veo su
pelo, sus ojos, su boca… Y sin embargo ya no está. Me torturo cada día
recordando lo ingenuo que fui al no darme cuenta de que estaba siendo
manipulada por ellos. Veo tu rostro maldito y lo único que siento es odio y
asco, una profunda vergüenza porque se han llevado todo lo que yo quería, el
motivo de mi existencia.
Sus palabras resonaron en la sala dejando a los dhampir atónitos. Nadie
decía nada, ni siquiera se movían, contemplaban la escena como si
estuvieran en el cine y admiraran la parte clave de una película dramática. El
rostro de mi padre se tornó rojizo y sus ojos brillaron, como si amenazaran
con explotar en cualquier momento debido a la intensidad de sus palabras.
Estaba soltando todo lo que había retenido este último mes.
—Cuando descubrí que no eras mi hija sentí mi mundo tambalearse, pero
estaba dispuesto a continuar; yo te vi crecer. Estaba preparado para entablar
una conversación con Elizabeth y cuando me enteré… —hizo una pausa,
conteniendo la respiración—. Mi corazón se rompió en mil pedazos y nunca
más se podrá recomponer. Lo único que disipa el gran vacío que siento es la
rabia, un deseo de venganza que me consume. Y el que seas como ellos…
implica que tú también debes morir. Es lo que enseño en esta academia.
Mantenerte con vida sería ir en contra de uno de los principios más
importantes. Y no voy a permitir que ningún vampiro se ría de mí. No dejaré
que nadie doblegue a Arthur Duncan, cazador de la oscuridad. Ni siquiera tú.
—No pondré resistencia si es lo que quieres —expresé, tragando saliva
para disimular el miedo y la tristeza que estaba sintiendo. Era incapaz de
mirar a Ana y Angie a la cara, porque rompería la valentía que había
conseguido mantener a flote para pronunciar esas palabras—. Pero tendrás
que hacerlo tú. Tendrás que marchitarme tú mismo, papá.
Podía escuchar los murmullos de los dhampir a mi alrededor, sus voces
inquietas y sorprendidas se filtraban en mis oídos, produciéndome un
profundo dolor de cabeza. Mi corazón cada vez bombeaba más lento y mi
sed aumentaba a una velocidad peligrosa.
No quería morir, pero sabía que dijera lo que dijese no le iba a amilanar
en su objetivo. Lo único que podía hacerle cuestionarse todo era rendirme de
verdad, mostrar una completa sumisión ante él y asumir mi destino. Ese que
tan importante parecía para los demás.
—¿Estás loca? —chilló Ana, corriendo para zarandearme como si fuera
una niña pequeña—. ¡No dejaré que mueras! Es absurdo.
—Aléjate, Ana.
—¡No! —exclamó mirándole con infinito odio—. Sabía el odio que
profesabas a los vampiros, pero nunca imaginé que estuvieras dispuesto a
asesinar a tu propia hija. Porque no es el ADN lo que da valor a esa palabra,
sino el amor que se forma con el paso del tiempo. La familia. Eso es lo que
importa de verdad. ¿Y estás dispuesto a destruirlo?
—Mantente al margen. Soy tu líder y es una orden.
Observé con dificultad como Ana abrió la boca para decir algo y Sham
se acercó hasta ella para retenerla, mientras Arthur avanzaba hasta llegar a
mí, sosteniendo un puñal brillante con el mango de una serpiente enroscada.
Los gritos nerviosos de Ana y Angie me hicieron temblar desde donde me
encontraba. Podía sentir el olor a muerte y desesperación. Un aroma
profundo y desagradable que se colaba por cada poro de mi piel,
produciéndome un fuerte escalofrío.
Este era mi final.
Cada paso que daba resonaba en mi mente, alertándome. Lo único que
veía eran sus zapatos negros moviéndose por el suelo blanquecino que
brillaba con fuerza, reflejando la luz que salía de los grandes ventanales.
Todo lo demás había pasado a un segundo plano, como si no quisiera ser
consciente del sufrimiento que mis únicas amigas estaban teniendo por mí.
Ese era sin duda el amor de verdad, el real, el amor de una amistad, la
cual estaría dispuesta a dar la vida por poder mantener la tuya. Pero todo
amor requería un sacrificio, y ese era el que estaba dispuesta a dar yo.
Aunque me aterraba reconocer que estaba a punto de averiguar a qué sabía la
muerte. Y no estaba preparada.
Pero Arthur sí.
Una pequeña ráfaga se levantó al sentir el filo del arma alzarse sobre mi
piel, como un aviso de lo que iba a notar al sentir mi alma desvanecerse de
verdad. Cerré los ojos para prepararme y no observar los rostros
horrorizados de las dos personas que quería. Para no enfrentarme a la
mirada vacía que tenía ese que un día fue el pilar de mi vida, mi referente,
mi guía.
Nunca me hubiera imaginado que el hombre que me había protegido de
los monstruos de mis pesadillas estaba a punto de destruir al único monstruo
que había existido de verdad. Yo misma.
Sentí el tacto de sus dedos aferrarse a mi piel, como si quisiera aferrarse
a lo poco que le quedaba para cerciorarse de que estaba haciendo lo
correcto. Su calidez chocó con mi frialdad debido a mi condición vampírica,
y un chispazo eléctrico emanó de mi tatuaje, cubriéndonos a los dos.
Capítulo XXIII * Cobarde
Abrí los ojos confusa al verme frente a Nikola. Así, de repente, como si
nunca hubiera bajado a esa trampa que había por sala. Meneé la cabeza y
pellizqué mi brazo para asegurarme de que era real. No podía haber estado
soñado, recordaba todo lo sucedido. Era imposible.
Nikola mantenía una expresión expectante, mirándome de arriba abajo
esperando alguna explicación. Al girarme contemplé a Annie, que me miraba
con la misma cara de confusión. ¿Por qué?
—Qué… ¿qué ha pasado? —pregunté, mirando a los dos.
—Dímelo tú. Acabas de aparecer de repente y la pared está cerrada —
respondió Nikola mirando en dirección a mis manos, que sostenían la
configuración y el dije.
—Nada de esto tiene sentido. Yo estaba ahí y… ¿Estoy muerta?
—No tenemos tiempo para preguntas estúpidas, Laurie —gruñó él,
frunciendo el ceño—. No converso con fantasmas.
Miré a Annie, que continuaba mirándome con una expresión
indescifrable. Estaba tan sorprendida como yo de encontrarme ahí, con vida.
Como si nunca hubiera entrado con ella. Sus ojos eran el vivo reflejo de que
algo raro había sucedido allí abajo.
—No estás muerta —murmuró casi para sí misma—. Es… extraño.
—¿Planeabas matarme? —chillé presa por el pánico.
Nikola torció sus labios en señal de molestia y avanzó con rapidez hacia
mí, dejándome aturdida ante su gesto. Parecía que estaba cerca de
golpearme.
—¿Para qué iba a querer matarte? ¡Tú quisiste entrar ahí! Te advertí que
no eras Batwoman.
—¡No hablo contigo! —protesté zafándome de su ataque—. Hablo con
una mentirosa niña fantasma.
—Claro, la fantasma —suspiró revolviendo su cabello y se apartó de mi
lado.
Ignoré su tono cansado y volví la vista hacia ella, que continuaba
procesando lo sucedido. En ese momento me daba igual cuales habían sido
sus planes, solo quería saber qué me había pasado ahí abajo. ¿Por qué seguía
viva?
Estaba a punto de abrir la boca cuando Nikola me sujetó por el hombro y
me hizo girarme para mirarle. Sus ojos estaban abiertos ante la sorpresa y su
respiración se había acelerado, poniéndome nerviosa.
—Tu poder…
—¿Qué le pasa a mi poder? —pregunté confundida.
—Dile al espectro, o lo que sea, que vuelva abajo y compruebe si sigues
ahí.
—Estoy aquí, Nikola —respondí sin comprender nada.
—Díselo, rápido.
Miré a Annie pero ella ya había desaparecido, dejándonos solos. Me
moví de un lado para otro sin entender por qué estaba tan agitado y sin la
certeza de que esa niña traicionera fuera a regresar. No se había pronunciado
desde mi regreso y eso me desconcertaba. ¿De qué lado estaba?
—Sigues ahí. —Me informó de repente, sobresaltándome al sentir el frío
helador en mi nuca, que me alertaba de su etérea presencia.
—Sigo ahí. —Le repetí a Nikola, esperando que me indicara qué
significaba eso.
—Es tu poder, Laurie. ¿No te das cuenta? —Sus ojos brillaban con fuerza
al decirlo, como si fueran dos estrellas fugaces—. Estás soñando. Tu tacto es
diferente, como si no estuvieras en este plano.
—¿Y qué hago? —pregunté en tono desesperado—. Si me despierto
moriré allí abajo. Las paredes se aproximan rápido y tienen estacas por
todos lados.
—Tu poder no se limita a buscar a personas desaparecidas. Tienes que
concentrarte. Puedes regresar.
—¿Cómo voy a regresar? Es una locura.
Sus ojos continuaban brillando con fuerza y sus brazos se aferraron a los
míos, tratando de zarandearme ligeramente para centrar mi atención en él.
Mis pupilas se dilataron al encontrarme con sus iris tormentosos. Yo si
sentía el tacto de su piel contra la mía.
—Sé que puedes hacerlo. Si has hecho esto y te veo es que te puedes
teletransportar. Tu alma pende de un hilo que conecta la realidad con los
sueños. —Me animó—. Céntrate en mover tu cuerpo, Laurie. Eres poderosa.
Intenté ignorar los temblores de mi cuerpo provocado por los nervios y
cerré los ojos con fuerza, murmurando una oración que pudiera ayudarme.
Mientras pronunciaba cada palabra traté de dejar la mente en blanco,
dejándome atrapar por una incesante oscuridad que me acechaba desde las
sombras.
Contemplé la fachada del pub que se alzaba ante nosotros. Me sentía más
segura sabiendo que tenía a Nikola y Rocío cubriéndome las espaldas, pues
aún tenía mucho que aprender.
Acomodé mejor el cuello del jersey y tragué saliva con fuerza antes de
entrar. La temática del local había cambiado, los colores variaban en
tonalidades cálidas y la música húngara resonaba por los altavoces que se
hallaban al fondo del lugar.
Ya había muchos vampiros bailando de forma despreocupada, mientras
otros bebían diferentes bebidas a la par que conversaban por los sofás.
Nadie llevaba máscaras ocultando su rostro, lo cual me preocupó. Me
gustaba tener algo que me permitiera un poco de privacidad, como si eso
disminuyera el peligro. Pero tendría que conformarme con la presencia de un
Hijo Oscuro y una vampiresa argentina con mucho carácter.
—¿Estás bien? —me susurró ella acercándose a mi oreja.
Asentí con la cabeza y me aproximé hasta la barra para poder observar
los nombres de las bebidas. La mayoría estaban en húngaro, pero al llevar ya
un tiempo aquí me permitía comprender gran parte de la carta, y los restantes
en inglés. Era sorprendente que la inmensa mayoría fueran nombres que
enlazaban algo sexual con la palabra sangre, como Orgasmo sangriento o
Éxtasis carmesí.
—¿Cautivada por la lista de bebidas, belleza? Si lo deseas, puedo
recomendarte alguna que sin duda será una delicia para tu paladar. Un
verdadero… orgasmo para tus sentidos —susurró Ákos con voz rasgada,
demasiado cerca de mi oreja.
—Ákos…
—¿Por qué no te vas a molestar a otra? Yo asesoraré a Laurie
personalmente. —Se metió Nikola, apartándole con fiereza.
Sus oscuros ojos adquirieron unos destellos ambarinos, parecían
maliciosos. Pero fue la comisura de sus labios lo que más me preocupó, pues
en su boca danzaba un sentimiento común a las bestias más salvajes: Los
celos, la posesión.
—¿Desde cuándo te preocupas tanto por una neófita común? Sin ofender,
preciosa.
—Desde que yo la encontré en su peor momento y es mi deber mantener
su control a raya para evitar masacres innecesarias.
—Siempre has sido muy aburrido, Nikola —canturreó—.Incluso ahora
que la vida puso una hermosa flor frente a tus ojos no la sabes admirar como
se merece. Y los dos sabemos cómo se puede solucionar eso: Sin meterte en
mis asuntos.
—¿Me estás amenazando? —preguntó Nikola tensando su cuerpo. En su
cuello había empezado a marcarse la vena y su rostro se había tornado
sombrío.
—Advirtiendo, pero puedes tomártelo como una amenaza si lo ves
necesario —sonrió y se giró hacia mí—. Nos vemos pronto, mi reina.
Con esas palabras se alejó y Nikola no dudó en desatar su rabia contra
una copa de cristal que había sobre la barra del bar, terminando hecha añicos
en el suelo con todo el líquido derramado, embriagándome por el dulce olor
de la sangre.
Inspiré profundamente para calmarme y tiré de él para adentrarnos en el
tumulto de vampiros que se movían de forma despreocupada al son de la
música, completamente absortos de la pelea verbal entre machos alfa que
había tenido lugar hacía escasos segundos.
Contemplé a Nikola, completamente quieto enfrente de mí, mientras que
el resto bailaba, envolviéndonos en una íntima atmósfera en la que él no
parecía estar cómodo. Arrugué el ceño al ver que seguía sin moverse, ¿iba a
convertirse en una estatua?
—¿No bailas? ¿O es que no soy lo suficientemente buena para ti?
—Creo que ha quedado claro que yo no bailo. Con nadie —acentuó,
torciendo sus labios.
—Claro, no vaya a ser que te contagien la alegría y te enfermes —
murmuré rodando los ojos—. Nadie quiere ver a un Nikola despreocupado y
feliz.
—No, nadie quiere —respondió dibujando una pequeña sonrisa burlona.
—Bien, pues recomiéndame una bebida —dije retándole con la mirada.
—Todas llevan sangre, Laurie. ¿O es que no sabes leer?
—¿Pero cómo funciona todo eso? Me refiero… ¿Cómo obtienen la
sangre? ¿Son todas las bebidas de la misma persona?
Nikola negó con la cabeza antes de sujetarme por la muñeca y tirar de mí
para acercarme de nuevo hasta la barra del bar. Nos sentamos sobre unos
taburetes que, sorprendentemente, estaban vacíos y me señaló una de las
bebidas. La luz tenue que habían puesto ahora hacía que sus ojos brillaran y
su cabello azabache reluciera, atrayendo aún más mi atención.
—¿Ves esa?
—¿La de Escarlata explosiva? ¿Qué le pasa?
Mi acompañante asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior,
tirando de él para disimular la sonrisa de diversión que bailaba sobre su
rostro en ese momento. Parecía entretenido con mi ignorancia respecto a los
pubs vampíricos.
—Es la tercera bebida más poderosa que podemos beber.
—¿Y las otras dos?
—La segunda es la Triple E.
—¿Por qué? ¿Qué lleva? —pregunté dejándome embriagar por el aroma
que desprendía la copa que sostenía entre sus manos un vampiro que estaba
cerca de nosotros.
—Su nombre completo es Escarlata explosiva extrema. Es pura
dinamita. Lleva sangre de algún humano que haya ingerido heroína y alcohol.
—¿Y eso nos afecta? —cuestioné frunciendo el ceño debido a la
confusión.
—Claro. La sangre que sustraes termina en tu organismo, te vuelve
humana de nuevo —respondió formando comillas al decir la palabra humana
—. Con lo cual te afecta y tu cuerpo reacciona ante ella. Si tu víctima estaba
borracha, tú te emborracharás y sentirás los efectos del alcohol. Hay
vampiros que se vuelven adictos, se enganchan y tienen el mono si pasan los
días y no ingieren de nuevo drogas o alcohol. Por eso es de las bebidas más
peligrosas que ofrece Medianoche.
—¿Y la primera bebida? —pregunté fascinada.
—Ambrosía —respondió mirándome fijamente—. Mezclan la sangre de
un bebé con fentanilo. Por eso es tan cara.
—Eso es horrible —musité con una mueca de asco—. ¿Cómo pueden
hacer eso?
—Somos vampiros, Laurie. Algunos, como Ákos, se mueven entre la
fama y la riqueza. Les encanta el lujo, tener lo más codiciado. Y eso lo es.
Sus efectos son la euforia, tener cero preocupaciones… Dicen que es beber
un sorbo y sientes un orgasmo que te hace tocar el infierno.
—¿Lo has probado? —pregunté retrocediendo ligeramente por el
rechazo.
—No. Ya sabes que estoy a… dieta. Y no me va eso de andar fumado por
la vida, sin tener capacidad de reacción. Cualquiera puede aprovechar y
traicionarte. O terminar con tu vida.
—Y… ¿dónde están los vampiros más importantes? ¿Vienen aquí?
—Hay vampiros por todos lados. Algunos provienen de clanes muy
antiguos —me informó—. Incluso se rumorea que uno proviene del
mismísimo Caín, se hacen llamar Cainitas. Pero son tan antiguos y
exclusivos que no se dejan ver. Son casi una leyenda.
—¿Y los Herczeg? —sonreí, alzando el mentón.
—Al ser Hijos directos de Lilith la gran mayoría nos respeta, pero
también nos odian. Tener conexión con madre de demonios equivale a ser
muy importante. Y eso es codiciado.
—¿Y en qué lugar me deja eso a mí por ser…? Ya sabes —murmuré.
—Está prohibido formar descendencia. Tú eres la excepción. Ninguno
sabe las consecuencias que puede traer haber roto la regla, pero aquí estás…
Única y especial.
Me sonrojé al escuchar sus palabras, sonaron como una caricia entre sus
labios. Su mirada se había quedado perdida en algún punto fijo del local,
sumido en sus pensamientos. Entonces una voz femenina y desagradable nos
invadió, haciéndonos girar sobresaltados.
—¿Emborrachando a la neófita, terroncito? Seguro que no soportaría ni
la bebida más light.
—¿Qué quieres, Lenz? —preguntó Nikola tensando los hombros.
—Divertirme, beber hasta perder el conocimiento, follar contigo —recitó
—. Ya sabes, lo típico.
—Tienes a muchos vampiros para morder esta noche —replicó con tono
cansado—. Sabes que no estoy interesado en nada de eso.
—No seas aburrido. No cuando sé que tu lado oscuro desea salir y
disfrutar. Ambos lo queremos.
—Prueba con Ákos, seguro que está encantado.
—No es mi tipo, prefiero los vampiros guerreros y sexis con aire frío y
misterioso —respondió con una sonrisa cargada de malas intenciones.
—Lástima, no quedan.
—¡Vamos, Nik! Al menos accede a bailar una canción. Si no lo haces te
perseguiré toda la noche y te obligaré a beber ambrosía para luego succionar
tu sangre. Y tú beberás la mía.
Me sobresalté al escuchar el gruñido que salió de sus entrañas y me miró
de reojo antes de levantarse del taburete y extender su mano hacia ella, con
cara de desagrado. Mi estómago se encogió con fuerza debido al shock de
ver que Nikola estaba accediendo. ¿En serio iba a bailar con esa chica
insoportable? ¿Tanto poder tenía sobre él? ¿Me iba a dejar sola cuando
podía suceder cualquier peligro que nos expusiera y echara todo a perder?
Parecía que sí, porque Nikola se mezcló entre la multitud acompañado
por ella y su sonrisa triunfal. Lenci estaba complacida de haber ganado ante
mí. Y yo me había quedado en la sombra.
—No entiendo como una reina se ha podido quedar sin un lacayo que la
proteja. ¿Puedo ser yo el afortunado? —preguntó una voz ronca y varonil
cerca de mi oído.
—Ákos —suspiré, consciente de lo que se avecinaba.
—El mismo, ¿me añorabas, preciosa? Porque yo anhelaba poder volver a
disfrutar de tu luminosa presencia.
—¿Qué quieres? Estoy esperando a Nik.
—Al cual veo bellamente acompañado. ¿Son celos los que ensucian tu
hermoso rostro?
—Aburrimiento, más bien.
El rostro de Ákos se iluminó al dibujar una amplia sonrisa, llena de
malicia. La copa que sostenía entre sus manos resplandecía ante la luz del
pub y su impoluto traje combinaba con la estética del lugar. Estaba
deslumbrante.
—Eso tiene fácil solución, mademoiselle —dijo extendiendo su mano—.
Sígueme.
—¿Qué te hace pensar que te voy a acompañar a algún rincón recóndito y
seguramente lleno de peligro? No estoy tan loca, Ákos. Todo tú grita
perdición.
—Oh. Vamos, reina. Solo te quiero mostrar la zona prohibida del local
—respondió con tono divertido—. Reservada para aquellos vampiros más
vip.
—¿Y yo lo soy? Si soy una neófita común.
—Eres mucho más que eso —susurró, sintiendo su respiración rozando
mi oreja—. Eres la musa que me guía. La diosa que venero y deseo.
—Ya, ya. Suficiente —suspiré—. Tanta adulación empalaga, Ákos. Es
desbordante.
—No suelo seducir a las damiselas, preciosa. Más bien ellas vienen a
mí. Y en ocasiones las comparto con mi gran amigo Vlad. Seguro que Nikola
te ha hablado de él.
—No he tenido el placer —respondí tratando de sonreír. Me costaba
contener los nervios por escuchar ese nombre. ¿Habría averiguado algo?
—Una lástima. Juntos somos un dúo explosivo, pura dinamita.
—Tengo suficiente contigo —admití con toda sinceridad, lo que no iba a
reconocer era que había quedado saciada de ese vampiro que había
resultado ser mi padre. Nunca podría verle del mismo modo. Ni siquiera a
mí misma.
—Eso está claro —sonrió—. Así que no te hagas de rogar y
acompáñame, no tardaremos en subir.
—¿Está abajo? —pregunté alarmada, retrocediendo de forma
inconsciente.
—Claro. Es un lugar no apto para cardíacos. Los que lo frecuentamos lo
solemos llamar Infierno. Espero que estés dispuesta a quemarte.
—No me parece buena idea. Nikola se preocupará.
—No parece que le importes, belleza —susurró—. Parece que está muy
ocupado bailando con Lenci.
—Ella le insistió. Le amenazó.
—Un caballero nunca abandona a su dama. Si lo hace es que no es digno
de confianza. Así que, ¿vienes?
—No.
—Laurie —siseó en tono amenazador, haciéndome sobresaltar—. No
quieras conocer a mi Bestia, porque sin duda la estás despertando. Vamos.
Miré a Nikola de reojo antes de tragar saliva con fuerza y asentir. Temía
lo que pudiera hacer ese vampiro desquiciado si no cedía ante sus palabras.
Solo esperaba que mi acompañante se dignara a ver que me encontraba en
peligro, o que Rocío se hubiera percatado de la delicada situación en la que
me hallaba. ¿Dónde demonios estaba?
Le seguí tratando de esquivar al resto de personas que había a nuestro
alrededor y nos detuvimos frente a una sencilla puerta que había en un lateral
del pub. Ákos no tuvo que mover sus labios, pues el guardia que custodiaba
la puerta se hizo a un lado, dejándonos pasar. Allí había unas lujosas
escaleras de cristal azabache que brillaba bajo los focos.
Descendí escuchando la música atronadora que se filtraba del otro lado.
Los cristales reflejaban mis zapatos y cada paso que daba me ponía más
nerviosa. ¿Cuál sería su próximo movimiento? Mis sentidos estaban
agudizados, alerta por lo que me podía pasar, mientras él bajaba silbando
alguna melodía.
—¿Preparada para poner un pie en el infierno, belleza?
—No es como si hubiera tenido otra opción —farfullé.
—Vamos, te dejaré probar de mi copa.
Me removí incómoda al llegar a mis oídos los gemidos provenientes de
alguna sala cercana. Este espacio era pequeño, pero lo suficientemente
cómodo como para poder moverse sin chocar con nada. Los colores eran
oscuros y tenues, la música más tranquila y seductora y, a lo lejos, podía
distinguir unas cortinas brillantes que daban lugar a alguna sala destinada a
la lujuria.
—¿Qué hacemos aquí?
—Arder —respondió con una sonrisa abierta.
—Eh… No, gracias. —Negué, chocando contra una pared.
—No es negociable.
Mis pupilas se dilataron al sentir el peligro, la testosterona que
desprendía era palpable y no me tranquilizaba. Se iba aproximando
lentamente con una mirada llena de fiereza, como un león yendo a por su
presa. Y no estaba dispuesta a ser devorada esta noche.
Traté de moverme, pero Ákos fue más rápido y me bloqueó. Sus manos se
aferraron a la ropa que cubría mi piel y tiró de ella, desgarrándome el jersey.
Le miré aterrada mientras me removía sin conseguir nada. Así que le escupí.
Su rostro se contrajo de rabia y se quitó mi saliva con un movimiento de
dedo. Sus cejas se juntaron y torció su boca en señal de desagrado mientras
estampaba mi cuerpo contra la pared, provocando que mi pecho subiera y
bajaba acelerado.
—Me pone más cuando se rebelan, preciosa —ronroneó con un deje
ronco—. Eso hace sacar mi lado violento y oscuro.
Liberé una de mis manos para asestarle una bofetada y de su garganta
salió un gruñido amenazante, apresando mis brazos de nuevo para robarme
un beso que no dudé en removerme para deshacerme de él. Su aliento sabía a
sangre y alcohol. Me aturdía. Había bastado el simple roce de sus labios
contra los míos para sentir que mi control comenzaba a desvanecerse. Tenía
que salir de ahí de forma urgente.
Ákos aprovechó para tirar de mi jersey, terminando hecho jirones. Una
parte de mi tatuaje se liberó y sus oscuros ojos se detuvieron sobre él,
arrugando el ceño.
—¿Qué es eso? —murmuró—. Me parece haberlo visto en otra persona.
Me removí aprovechando su confusión y empecé a correr escaleras
arriba, pero él me alcanzó al momento y me lanzó de nuevo contra la pared,
provocándome una mueca de dolor al impactar contra ella. Su cuerpo volvía
a estar pegado al mío y sus manos se removieron por mi cintura, tratando de
aproximar su boca hasta mi cuello para morderme.
—Tenía mis dudas. Sabía que tenía que haber algún motivo para sentirme
tan atraído por ti, hasta arrastrarme a la locura. Nikola no se había sentido
tan posesivo con nadie, y mucho menos por una simple neófita —escupió—.
Estaba claro que no lo eres. ¿Quién eres, Laurie? ¿Qué escondes bajo esa
fachada de inocencia?
—No escondo nada —escupí.
—Respuesta incorrecta —gruñó, dejando entrever sus colmillos.
Me zafé de su agarre como pude y apreté mi mano contra su brazo,
tratando de retorcerlo para ganar tiempo. Mi tatuaje empezó a brillar y de su
piel salió una grisácea humareda con olor a azufre. Ákos se estremeció de
dolor y me miró fijamente, aterrado. Entonces me asestó un bofetón y me
lanzó contra la puerta de una sala, haciéndome deslizarme por la madera
debido al dolor.
—¿Qué me has hecho? —bramó.
Miré hacia la zona donde estaban las escaleras para abalanzarme hacia
allí, pero Ákos se movió primero y me dejó caer de forma brusca contra un
colchón. Podía oler su rabia entremezclada por el deseo. No sabía qué haría
primero, si forzarme o terminar con mi vida.
Se inclinó para dejar salir sus colmillos por completo y se relamió
complacido. Su agarre era tan fuerte que me impedía moverme un solo
milímetro, estaba atrapada.
—Estoy deseando probar tu sangre. Seguro que me ofrecerá una
respuesta.
—Yo que tú no lo haría —respondió una voz varonil que me resultaba
familiar—. Considéralo una advertencia.
Miré a Vlad con sorpresa, pero estaba segura que a Ákos le sorprendió
aún más. En menos de un segundo mi padre biológico había sujetado a Ákos
del cuello y lo había lanzado contra una pared, provocando algunas fisuras
por el impacto.
Sus ojos brillaron con malicia, pero no se detuvieron. Comenzó a
golpearle a diestro y siniestro, sin detenerse a respirar.
—¿Qué haces? —escupió mi acosador tensando su mandíbula.
—Protegerla.
Su enorme musculatura continuaba moviéndose para asestarle un golpe
tras otro, y su rostro empezó a tornarse sombrío mientras que sus ojos
adquirían un tono carmesí. Vlad era furia y rabia en estado puro.
Del rostro de Ákos comenzó a brotar sangre y fue entonces cuando Vlad
llevó una mano hasta la zona de su pecho y fue apretando, cada vez más
fuerte, hasta rozar su corazón. Parecía que estaba a punto de extraérselo,
consiguiendo que los ojos del gobernador de Hungría comenzaran a aumentar
de tamaño y el tono de su piel se tornara grisáceo.
Contemplé las pupilas de Vlad. El tono carmesí que las rodeaban empezó
a verse invadido por la oscuridad, la cual iba aumentando, y sus labios se
movieron pronunciando una orden clara y concisa.
—Te olvidarás de lo que ha sucedido esta noche porque habrás bebido
tanta ambrosía que te ha dejado KO. No recordarás nada, solo el número de
copas que llevaste a tu boca. Pero a partir de ahora protegerás a Laurie y
dejarás de acosarla. No volverás a ponerle un solo dedo encima —dijo con
voz autoritaria—. Cuando te despiertes te cambiarás de ropa y dejarás sanar
tu herida. Ahora duerme.
Entonces lo soltó, dejando ver la gran mancha de sangre que cubría su
ropa y empezó a toser de forma descontrolada, terminando por caer a plomo
contra el suelo. Parecía que había perdido el conocimiento.
—Vlad —susurré, atónita por lo que acababa de suceder—. ¿Qué has
hecho?
—Volvemos a vernos, ángel. Y le he ordenado, como has podido ver.
—Es tu… ¿Es tu poder?
—Sí. Aunque es limitado. Lilith es jodidamente egoísta y no quiere que
sus hijos sean más poderosos que ella —respondió con un tono cargado de
veneno—. Es tan maternal…
—Sé…—tragué saliva al asimilar frente a quien me encontraba y todo lo
que habíamos vivido. Todavía sentía una profunda repulsión subiendo por mi
garganta, apresándome—. Sé quién eres.
—¿Y quién soy?
—Mi padre.
—Bueno —respondió haciendo un ademán con la mano—. Digamos que
contribuí a que tuvieras buenos genes, aunque en estos momentos me
defraudas. No es muy lógico quedarte a solas con un vampiro que desconfía
de ti, suerte que estuviera disfrutando aquí abajo.
—¿Por qué lo haces? ¿Sientes cariño por mí? Me da asco pensar que nos
hemos acostado. Me he… Dios —suspiré, tratando de ignorar las arcadas
que estaba sintiendo.
—Ya te lo dije. Estoy al margen de esta guerra, sigo mis propias reglas.
Y que Ákos descubriera tu verdadera identidad no me interesaba —contestó
—. Así que no trates de engañarte pensando que voy a sustituir a tu figura
paterna fallida, porque no tengo ningún interés, ángel. Soy un vampiro cuya
única motivación en la vida es saciar el deseo que fluye por mis venas, nada
más. Para mí solo eres otra chica más, no me guío por sentimientos, sino por
el placer.
—¿Estás de parte de Nikola? ¿Ahora abandonas a tu… madre?
—No. Me trae sin cuidado lo que pretenda —respondió rodando los ojos
—. Pero no quiero que termines a manos de Lilith. No cuando puedes
despertar a Pereza y eso significa atarnos a todos. Las cadenas solo las
pongo yo. Y madre ha demostrado que hará lo que sea con tal de tener a su
amor.
—No lo haré —gruñí—. No soy idiota.
—Genial, porque traería problemas. Muchos.
—¿Sabes dónde está Atary?
Cerré la boca de golpe al escuchar la pregunta que acababa de formular.
Me sentía estúpida por centrarme en él y no en todo lo que acababa de
decirme. Los ojos de Vlad chispearon con diversión y meneó su cabeza de
un lado hacia otro, dibujando una sonrisa maliciosa en el rostro.
—Atary, Atary… Veo que te ha dejado marcada —sonrió—. Yo que tú no
desearía verlo, puede ser tu perdición.
—¿Por qué? —susurré.
—Porque sigue unido a madre por el cordón umbilical, ángel. Y no
quieras tener a una suegra psicótica y sangrienta. Sobre todo cuando anhela
tu sangre y ese dije que portas.
—Atary no me llevaría hasta ella. Él me quiere —gruñí.
Vlad rio, negando con la cabeza, y exhaló un suspiro de resignación,
removiendo su cabello.
—Ángel… Considera esto un consejo paternal, el único que seguramente
te dé —dijo guiñando un ojo—. Deja las relaciones tóxicas para los libros,
los protagonistas no cambian. Y mucho menos un Hijo Oscuro manipulador.
Atary está lleno de secretos, incluso para nosotros. No quieras descubrirlos,
no te conviene.
—Vlad…
—Cuídate, ángel. Y aléjate de todo esto o la oscuridad te acabará
arrastrando. Y, créeme…, cuando lo haga no habrá forma de escapar, porque
se encargará de aprisionarte por completo —sonrió—. Nos vemos.
Con esas palabras se alejó a gran velocidad, como si fuera una sombra.
Me había quedado sola en un rincón oscuro con un vampiro inconsciente.
Aturdida, subí las escaleras y esquivé a los vampiros que continuaban en el
pub hasta salir a la calle, que se encontraba vacía. Necesitaba respirar aire
fresco y asimilar todo lo sucedido.
Eran dos las ocasiones en las que me había encontrado con Vlad. Esta
vez me había salvado. Y por sus palabras parecía que seguramente habría
una segunda vez.
Estaba cansada de ser el centro de atención para todos. De no poder
librarme de los problemas con una bebida y un jodido baile, porque no era
una persona normal. Me costaba resistirme a la sangre y mi tatuaje quemaba
a los seres oscuros que trataban de herirme. ¿Podía ser más irónico?
Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, dejando que el aire helador
del invierno enfriara mi piel. Mi jersey seguía hecho jirones y mi tatuaje se
dejaba entrever por el tejido, así que los abrí de nuevo y tiré de la tela para
cubrirlo, aunque eso me dejara más expuesta. Debía regresar pronto a la
habitación para cambiarme.
Entonces una sombra fue atrapada por mis sentidos y moví mi cabeza en
la dirección que se había dirigido. Había sido un movimiento tan rápido que
un ojo humano no lo hubiera podido percibir. Pero yo sí.
—¿Quién eres? —pregunté, preparándome para lo peor.
Tragué saliva con fuerza cuando la sombra se empezó a transformar en
una silueta. Su piel de mármol relucía ante la luz reflejada por la luna.
Aunque usara una cazadora de cuero negra, su pelo azabache se movía por el
aire de la calle, despeinándolo, y sus ojos azules brillaban con fuerza
mientras que sus labios perfilaban una sonrisa que me hizo temblar. Había
pasado tanto tiempo que me había dejado desarmada. Me costaba
reconocerlo, pero un solo chasquido de sus dedos y terminaría arrodillada
en el suelo frente a él. Mi cuerpo seguía deseándole.
—Atary —musité, completamente bloqueada.
—Nos vemos pronto, pequeña —respondió con voz ronca—. Muy pronto.
Entonces desapareció. Y, a pesar de que eché a correr tras él como una
loca, no fui capaz de encontrarlo.
Fue en ese momento cuando sentí que el invierno me absorbió,
dejándome completamente helada. Estaba claro que no lo había podido
olvidar. El vínculo, o lo que fuera que sentía, no se había borrado. Me
llevaba hasta él, más fuerte que nunca.
Capítulo XXVII * Vorágine de emociones
Las semanas pasaron y, con ellas, se fue febrero. Marzo estaba a la vuelta
de la esquina y todo seguía igual. Atary no había vuelto a aparecer, Ákos se
había cansado de mí gracias al poder de Vlad y Lenci seguía igual de
molesta con Nikola y conmigo, haciéndome perder la paciencia.
Mi relación con Nikola seguía con sus idas y venidas; tan pronto se
acercaba a mí como se alejaba tanto que parecía que frente a nosotros había
un muro de piedra que nos separaba. Al menos iba controlando la sed de
sangre como podía y ya era capaz de entender las conversaciones entre los
húngaros que había en este lugar.
El haber visto a Atary en persona me había puesto nerviosa,
desestabilizando mis esquemas. Era como si una parte de mí estuviera
deseando volver a verle, poder tener una conversación con él. Mientras que
la otra parte estaba aterrorizada por lo que podía suceder, por asimilar
realmente que nunca había sentido nada por mí, que había jugado conmigo de
verdad. Aunque en el fondo me lo merecía, por haber pecado con su no
hermano mayor y mi sí padre biológico, Vlad.
Así que todo estaba aparentemente tranquilo; sin problemas, sin
oscuridad, sin seres en cuyos objetivos ocultos entraba yo. Y ahí estaba la
razón de mi malestar: El mal nunca descansa.
Apoyé mi cabeza contra la mullida almohada que presidía mi cama. Un
rato antes había ido a cazar animales junto a Rocío y comenzaba a asimilar
la sangre con mayor facilidad, pero me dejaba exhausta. Ella quería que
manejara mis habilidades vampíricas y fuera capaz de ir más rápido y tener
más fuerza, pero estaba claro que no ser una vampiresa por completo tenía
sus desventajas. Era más débil por mucho que me esforzara.
El cansancio no tardó en llegar, cerrando mis párpados, que cada vez los
iba sintiendo más pesados. La oscuridad me abrazó por completo, y con ella
llegó un sueño, el mismo que últimamente me rondaba una y otra vez,
torturándome.
Miré hacia arriba. Ante mí se alzaba la inmensa noche, rodeada por la
copa de los árboles y estaba presidida por una hermosa luna llena, la cual
estaba a punto de ser tapada por un eclipse.
No entendía el motivo, pero me sentía nerviosa, como si supiera que
estaba en peligro por alguna razón. Mi pecho subió y bajó agitado; y mi
cabeza miró por todo mi alrededor, cerciorándome de que estuviera a salvo.
Entonces miré hacia abajo y me percaté de que no estaba sola. Ahí, tirado
en el suelo entre las hojas de los árboles, se encontraba un chico de pelo
azabache. El sueño no me permitía verlo bien, o quizás era mi nerviosismo.
Fuera lo que fuese, mi vista se dirigía más hacia la herida que tenía cerca del
pecho y como su boca se tensaba debido al dolor. Parecía grave.
El tono de su piel se fue tornando grisáceo, como si se estuviera secando.
Mi pulso se aceleró debido a la angustia que sentía y mis labios se movían
con la esperanza de pronunciar su nombre.
En mis manos sostenía el dije, el cual me quemaba con solo hacer
contacto con mi piel. Si normalmente me molestaba su textura, en ese
momento parecía que estaba tocando lava hirviendo. Era insoportable.
Aun así continué sosteniéndolo, notando como la palma de mi mano
comenzaba a arder, amenazando con quedarme sin ella. Era como si algo de
fuerza mayor me detuviera. Como si no supiera qué hacer.
—Mátame, Laurie —suplicó una voz masculina, atrayendo mi atención—.
Mátame y terminemos con esto de una vez. Si no lo haces… Será demasiado
tarde.
—¿Por qué? —musité con un hilo de voz que me costó sacar de mi
garganta—. Sabes que no… No puedo hacer esto.
—¡Tienes que hacerlo! Hazlo antes de que me arrepienta y te arrastre
conmigo al infierno —susurró tensando la mandíbula.
—¡No puedo! ¿Vale? No puedo —sollocé. Mis manos temblaban
mientras que el dije seguía quemando mi piel—. Por más que lo intentara,
por más que me esforzara en rechazar lo que siento… Yo…
—Laurie.
Me sobresalté al sentir el tacto de su piel sobre la mía. Su mano la
apresaba con una insistencia feroz. Los dos sabíamos que no quedaba mucho
tiempo, los dos sabíamos que era una maldita masoquista por no querer
dejarlo ir. Pero no estaba preparada, nunca lo estaría para hacer algo así.
Varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Mi respiración cada vez
era más débil, acompañando la suya, y mi corazón latía a un ritmo tan bajo
que sabía que no me podía demorar mucho más. Eso era entre él y yo,
siempre lo había sabido.
Parecía atrapada en una película donde era una mera espectadora. Era mi
cuerpo el que actuaba por su cuenta, sin detenerse a pensar qué era lo mejor.
Ni siquiera era capaz de fijarme en su rostro, porqué actuaba bajo esa capa
de desesperación y amargor. ¿Finalmente había conseguido luchar frente a
mis ideales e iba a realizar el acto más atroz que jamás imaginé? ¿Sería
capaz de hacer algo así?
Una de mis manos limpió la siguiente lágrima que estaba a punto de caer
por mi barbilla para mojar mi cuello. Tragué saliva con fuerza y miré por
última vez el dije antes de tomar una decisión.
Entonces desperté.
—¡Laurie! ¡Laurie! —exclamó una voz, meciéndome de forma frenética.
Abrí los ojos con rapidez y la claridad que trataba de asomarse entre las
gruesas cortinas me hizo volver en sí. Otra vez esa estúpida pesadilla.
La primera vez que la tuve había pensado que se trataba de algo real, que
era otro de esos sueños donde interactuaba con alguien que encontraba, pero
no. Las sensaciones que sentía eran diferentes a cuando simplemente me
teletransportaba.
En esta pesadilla los movimientos eran más lentos, como si estuviera
bajo la influencia de alguna droga que me impidiera pensar con claridad. Mi
mente funcionaba a la perfección, pero el tiempo parecía detenerse en esa
escena concreta. Además, era incapaz de reconocer su rostro, ni siquiera la
voz. Solo sabía que era yo tomando una difícil decisión y por el tono
empleado al pronunciar esas palabras intuía que era Atary. Pues el
sentimiento tan fuerte que desprendía y la desesperación que me albergaba
solo podía provocarlo él.
¿Qué me querían decir? ¿Acaso se trataba de un mensaje enviado por
Lux? ¿Acaso Atary me quería de verdad, tanto como para permitir morir
entre mis brazos? ¿Era un presagio de lo que iba a suceder y eso implicaba
escoger un bando? ¿O es que temían que renunciara a la luz cuando llegara
ese momento? Todas las preguntas martilleaban mi mente cada vez que
cerraba los ojos. Esa pesadilla estaba provocando que mi cansancio
aumentara y me diera miedo dormir. No quería repetirla. No otra vez. Temía
defraudar a todos, incluso a mí misma.
Mis ojos atraparon el rostro preocupado de Rocío. Desde que estuvo al
tanto de lo que me sucedía se había ofrecido a permanecer a mi lado y
despertarme si veía que me perjudicaba. Parecía que cuando estaba atrapada
por la pesadilla mi cuerpo se intranquilizaba y de mi garganta emanaban
chillidos de desesperación.
—Has tenido la pesadilla… Otra vez —suspiró—. ¿Cuánto lleva
repitiéndose?
—No lo sé —murmuré, llevando la mano hasta mi pelo para tratar de
peinarlo mientras intentaba serenarme—. No entiendo qué me quieren decir.
¿Dudan de mi lealtad? ¿Temen que deje que el mal triunfe?
—Si lo supiera te lo diría. Además, llevamos semanas sin saber nada del
mal. No sabemos nada de Vlad, ni de Atary. Y no me creo que Lilith se haya
olvidado de ti. Algo se nos escapa. Y sobre la muerte de Ryuk… Ya vimos
que no fue una muerte natural. Lo asesinaron.
—Sí, yo también estoy intranquila con eso. Es como si se los hubiera
tragado la tierra. ¿Se habrán olvidado de nosotros?
—Lilith nunca renunciaría a cumplir su venganza. De hecho, me preocupa
que no haya vuelto a por Nikola. Es como si tuviera alguna intención oculta
que desconocemos —respondió frunciendo el ceño—. Incluso, cuando me
conoció permanecía al tanto para llevárselo con ella. Ser un Hijo Oscuro
implica prisión, además de poder. Es obedecer cada una de sus órdenes y
bajar la cabeza si ella lo desea. Es doblegar tu alma y estar a su merced.
—¿Cómo os conocisteis? No pensaba que Nikola fuera capaz de tener
amigos. Yo… Al inicio sentía celos de la relación que tenéis —admití
avergonzada, quedando sentada sobre la cama.
—Es una historia algo humillante —contestó, antes de morderse el labio
inferior—. No sé si debería contarla.
—Por favor, me habías prometido que me la contarías cuando llegáramos
a Miskolc.
—Cierto, se me olvidaba tu insaciable curiosidad. Así que empezaré por
el principio —suspiró—. Creo que ya pasó casi un siglo de esto, aunque
parece que fue ayer. Un hombre me había atrapado cuando estaba caminando
por un parque y me llevó a un sitio apartado, donde no había nadie.
Recuerdo que era de noche y muchas veces me habían alertado de que no era
buena idea pasear por esa zona a altas horas, pero no hice caso. Nunca lo
hacía. Supongo que te puedes hacer una idea de lo que sucedió —dijo con
una risa seca, removiéndose por la vergüenza y la repulsión—. Cuando se
marchó yo me encontraba semidesnuda y ensangrentada, llorando por la
humillación que sentía. Pensé que me mataría, realmente me sentí morir
cuando me apretó el cuello y me amenazó. Apenas podía moverme, y
entonces apareció otro hombre muy diferente.
—¿Era Nikola? —pregunté sintiendo lo que ella transmitía en carne
propia. Su relato me estaba afectando de tal modo que realmente me sentía
como si me hubiera sucedido a mí. Solo deseaba que Nikola le hubiera dado
de su merecido.
—No. Era un hombre alto y atlético. Recuerdo su cabellera rubia y sus
ojos marrones, de un color que me recordó a la miel. Su sonrisa de
amabilidad me hizo sentir cómoda durante un instante, pero en el momento en
el que se agachó recuerdo que mi cuerpo se tensó. Me daba pavor que ese
hombre también decidiera aprovecharse de mi debilidad, pues seguía sin
poder moverme.
Tragué saliva con fuerza al escuchar sus palabras. Era incapaz de
verbalizar nada debido al shock que estaba sintiendo. No me hubiera gustado
ser ella en ese momento, sentir ese terror que te consume lentamente y te deja
completamente bloqueada. Debía de ser horrible.
—Pensé que se aprovecharía de mi estado y traté de apartarme, pero me
sujetó por las muñecas y me hizo mirarle a los ojos. Cuando lo hice sus
pupilas me atraparon, era como si hubiera caído en un profundo abismo, una
trampa que me hipnotizó. Sus labios se movieron pronunciando algo y en
seguida sentí paz, como si nada malo fuera a sucederme. No entendía lo que
me estaba sucediendo e iba a abrir la boca para preguntarle cuando él
intervino primero. Me preguntó si quería vengarme. Si deseaba ser más
fuerte que él y torturarle para que muriera lentamente, en una deliciosa
agonía; Si querría que mi agresor me suplicara que me detuviera y sentir el
poder que sintió él cuando estuvo encima de mí a pesar de mis súplicas.
—Era… ¿Era un vampiro? —pregunté conteniendo la respiración.
—Sí, era fuerte. Cuando aguantamos más de un siglo sin que la sed de
sangre nos delate podemos adquirir algunas habilidades interesantes, como
relajar a una persona antes de morderla, o hacer que lo último que haya
vivido se borre de su mente por completo. Nos sirve para poder
alimentarnos sin crear alarma social y no tener que huir a cada poco.
—¿Y te convirtió?
—En ese momento no sabía lo que era. Pensaba que simplemente iba a ir
tras él y se encargaría de darle una paliza, pero no… Le respondí que quería
vengarme, que estaba deseando que sufriera como lo hice yo. Y fue abrirle la
puerta hacia mi perdición. En el momento en que vi sus colmillos bajo la luz
de la luna sentí que era mi final. Cuando los hundió en mi piel no paraba de
temblar, a pesar que me había ordenado relajarme. Mientras sentía mi sangre
fluir hacia sus labios iba asimilando mi muerte. Y cuando bebí de la suya…
Rocío cerró los ojos y soltó una bocanada de aire antes de abrirlos de
nuevo y mirarme fijamente. Sus emociones salían a relucir con ese brillo que
nadaba entre sus pupilas y su respiración se entrecortaba al recordar el
momento. Debió de haber sufrido mucho. Entonces continuó con su relato.
—Estaba deseosa de poder vengarme. Me sentía desesperada por el olor
de la sangre y todos los sonidos cercanos a donde me encontraba me
atormentaban —dijo antes de tragar saliva—. El hombre que me convirtió
me trajo a mi agresor y lo sujetó por los hombros, instándome a realizar esa
tortura que me prometió. Y lo hice. Desquité mi rabia con él,
desmembrándole poco a poco. Cada tirón que le provocaba y cada alarido
de dolor que daba me generaban mayor satisfacción. Ver toda la sangre fluir
por su cuerpo, el sudor que producía y su piel nívea al hilo de la muerte…
Fue como un orgasmo liberador, el cual culminé bebiendo de él hasta
vaciarlo, dejándolo caer en el suelo como un juguete roto.
—Dios, Rocío. Eso es horrible.
—Sí. Lo recuerdo y vuelvo a sentir esa necesidad de venganza, ese deseo
por la muerte y ese placer por cada gesto de sufrimiento que hacía. Para mí
no equivalía a todo el dolor que sentí yo mientras a él no le importaba —
respondió con un infinito odio—. Y después de eso el hombre se marchó.
Desapareció dejándome completamente sola, incapaz de lidiar con la
necesidad de beber sangre. Volví a casa aturdida y aterrorizada. Pensaba que
si recuperaba mi rutina todo volvería a la normalidad, pero me equivoqué.
La pausa que hizo me inquietó profundamente. Rocío removió su cuerpo
con nerviosismo y bajó su cabeza avergonzada, jugueteando con las mangas
de su camiseta negra. Sus labios se movían barajando el pronunciar con
palabras lo que estaba recordando, pero parecía algo tan malo que era
incapaz de verbalizarlo.
—Los maté… Laurie. Asesiné a mi familia por no ser capaz de contener
mis instintos más primarios. Y mientras bebía de ellos escuchaba sus
súplicas y sus gritos de desesperación, pero fui incapaz de detenerme —dijo
con voz rota—. Después de hacer eso traté de quitarme la vida, pero no
había forma. Hiciera lo que hiciese despertaba una y otra vez. Los
remordimientos me atormentaban y no sabía dónde meterme. Solo me quería
morir.
—Rocío, eso es… horrible. No puedo ni imaginarme lo que sentiste —
musité acercando mi mano a la suya para apretarla en señal de apoyo
mientras mis ojos no se despegaban de su rostro.
—Ya no sabía qué hacer. Cuando el hambre me consumía mi Bestia me
controlaba, y cuando me despertaba mi ropa estaba cubierta de sangre y los
policías estaban buscándome —suspiró—. Fue entonces cuando conocí a
Nikola. Él estaba a punto de morder a una chica que me recordó a mi
hermana y me tiré encima de él, antes de comenzar a llorar. Le supliqué que
no lo hiciera si no quería acabar como yo. Y parece… que eso le hizo
cambiar.
—¿Cambiar? ¿Nikola? Si nunca le he visto morder a nadie.
—Fue la época en la que vivía descontrolado y su Bestia estaba a punto
de dominarlo por completo. Se dedicaba a realizar masacres junto a Lenci y
poco le importaba el sufrimiento de la gente. Aunque por dentro estaba
devastado.
—¿Nikola? Si tiene esa capa de frialdad, como si tuviera todo bajo
control y no hubiera nada que le hiciera flaquear. Parece tan fuerte —
respondí, incapaz de imaginármelo en ese estado.
—Todos tenemos algún momento de nuestra vida que deseamos borrar
porque nos avergüenza. Y todos necesitamos un pilar al que aferrarnos
cuando nuestro alrededor se está desmoronando, sino corremos el riesgo de
caer en el abismo y nunca más nos podremos recuperar.
—Supongo que tienes razón —murmuré, recordando cómo algo en mi
interior se rompió cuando Arthur estuvo a punto de matarme y de su boca
salía todo el odio y rencor que sentía por mí.
—Pues eso fui yo para él, un salvavidas al que se sujetó cuando estaba a
punto de naufragar. Y eso fue él para mí, el único que permaneció a mi lado
cuando ya no me quedaba nada. Juntos aprendimos a perdonarnos y sé que
sin él no soy nada. Solo un monstruo con un pasado a cuestas y un manto
infinito de errores y lamentos con el que lidiar día tras día, recordándome
todo lo que perdí.
—¿Por eso me protegéis tanto? ¿Teméis que me pase lo mismo?
—Tú todavía tienes una oportunidad, Laurie. No has completado la
transición y puedes salvarte. No dejes que la Bestia te devore y termine con
tu humanidad, porque es el bien más preciado que tenemos. Ambos
desearíamos poder volver atrás y recuperar la vida que nos arrebataron —
dijo con voz rota—. Lucha, Laurie. No te rindas aunque traten de poner
obstáculos y no seas capaz de ver el final. Lucha hasta conseguir recuperar tu
mayor tesoro y tener la vida que te mereces. Esa que debiste tener desde el
principio y por culpa de todos no pudiste.
—No es vuestra culpa, Rocío —respondí esbozando una sonrisa triste—.
Y no podré cargar con el peso de saber que puedo recuperar mi vida cuando
vosotros estáis atrapados en la oscuridad, sin la vuestra.
—No te preocupes por nosotros. Tenemos otras cosas en las que pensar.
—Tengo miedo —admití—. Deseo vengarme de Lilith por todo lo que
nos ha hecho, pero sé lo que eso implica y no quiero que suceda. ¿Por qué es
todo tan injusto? ¿Por qué su vida está al mismo precio que la vuestra? ¡No
tendría que ser así!
—Pero lo es —suspiró con fuerza, antes de tragar saliva—. Y créeme
que prefiero morir sabiendo que la humanidad puede descansar en paz,
sabiendo que nadie más tendrá que pasar por esta cárcel que es la eternidad.
—¿Estás segura?
—Laurie… —Sus ojos brillaron con fuerza cuando su mano apretó la
mía, haciendo que mi corazón se acelerara. Sus palabras vibraron de
emoción cuando escaparon de sus labios—: Si se presenta la ocasión no
dudes, no vaciles, ni siquiera pienses por un instante en dejarla huir. La
oscuridad ha permanecido demasiado tiempo entre nosotros y es hora de
dejarla atrás. Y yo creo en ti. Prométemelo.
—Creo que me sobrevaloráis —sonreí afligida, negando con la cabeza
—. Por muy hija de Vlad que sea, no dejo de ser una débil neófita que tiene
un pie en la muerte y otro en la oscuridad. No hay nada salvable o poderoso
en mí.
—Yo sé que lo hay —dijo, sosteniendo mi mano con más fuerza—. Solo
tiene que despertar. Entonces Lilith se echará a temblar.
Miré a Rocío sin creerme sus palabras. No me sentía tan importante o
poderosa como para ser capaz de terminar con una era de maldad y muerte.
Al menos no ahora, cuando era incapaz de enfrentarme a un vampiro como
Ákos o lidiar con mis sentimientos cuando Atary se encontraba ante mí.
¿Cómo iba a enfrentarme a la creadora de todo el mal cuando no podía ni
conmigo misma? Odiaba el maldito vínculo que me ligaba a él. Odiaba
seguir sintiéndome tan vulnerable a pesar de luchar con todos mis esfuerzos.
Me levanté de la cama y me vestí de forma adecuada, tapando ese tatuaje
que lo había empeorado todo. Necesitaba encontrar a Morgana y preguntarle
por mi sueño. Ella era una bruja de Lux y quizá podría responder alguna de
las dudas que tenía, o al menos guiarme por el camino que debía de seguir.
La incertidumbre me estaba consumiendo y el hecho de pensar que podía
terminar con la vida de Atary no me dejaba continuar tranquila. Era como si
estuviera a punto de perder una parte de mi ser.
Al llegar al salón principal busqué con la mirada a Nikola y no tardé en
encontrarlo conversando con otro vampiro que no recordaba haber visto
antes. Me aproximé con cautela hasta ellos y le toqué en el hombro con
suavidad para llamarle.
—¿Qué quieres, Laurie? —suspiró.
—Ven, es importante.
Nikola se giró para mirar al otro vampiro y le dijo unas palabras en
húngaro antes de alejarnos de la multitud, dirigiéndonos al jardín. Allí se
apoyó contra una pared y arrugó la nariz antes de inspirar profundamente y
clavarme sus ojos grises, expectante.
—¿Para qué me necesitas ya?
—Necesito que me lleves hasta Morgana. Tengo que hablar con ella.
Mi molesto acompañante enarcó las cejas con curiosidad sin apartar su
mirada de mí y se cruzó de brazos, con expresión divertida. Aunque a mí no
me hacía gracia, la pesadilla me tenía preocupada.
—¿Tengo pinta de cochero?
—¿Tengo pinta de bromear? —pregunté en un tono nada amigable.
—Calma, fiera —respondió esbozando una pequeña sonrisa—. Ya veo
que no estás para bromas.
—No, la verdad es que no. Necesito hablar con ella de forma urgente.
—¿Por qué?
—Usa tu poder si tanta curiosidad tienes, así sabes lo que significa para
mí querer saber algo y que no te lo digan.
—Vaya, alguien se levantó hoy con mal pie —murmuró torciendo la boca
—. Está bien, está bien. Te llevaré.
—¿Crees que Lenci estará con ella?
—No lo sé, pero si está va a ser muy divertido —replicó acentuando la
palabra.
—Espero que no —gruñí—. Sería lo que me faltaba.
Cuando llegamos suspiré aliviada al comprobar que solo estaba
Morgana. Paseé por el interior de su casa fijándome en los distintos
elementos que conformaban su hogar, hasta llegar a su habitación.
Morgana se encontraba sentada en la cama, apoyando la espalda contra el
cabecero y entre sus manos sostenía un libro negro de conjuros con un
símbolo estrellado, seguramente un grimorio. Sus ojos se movían a gran
velocidad sin apenas pestañear, estaba absorta en su lectura. Nikola
carraspeó y golpeó a la puerta para hacerla volver en sí. Entonces dio un
bote sobre la cama y despegó su mirada del antiguo libro.
—Me habéis asustado —dijo posando una mano sobre el pecho—. Un
segundo más y os hubiera congelado contra la pared.
—Gracias por no hacerlo —respondió Nikola frunciendo el ceño,
haciéndome un gesto para que me moviera—. Laurie quiere hablar contigo.
—¿Te vas? —pregunté al ver que se disponía a marchar.
—No me gusta meterme donde no me llaman. Esperaré fuera.
Asentí con la cabeza mientras le veía desaparecer, dejándome a solas con
ella. Morgana posó el libro encima de su colchón y se levantó, quedándose
frente a mí.
—¿A qué se debe esta visita?
—Últimamente tengo una pesadilla. Un sueño que no para de repetirse y
me tiene atormentada. Es como si estuvieran mandándome un mensaje, pero
no entiendo a dónde quieren llegar.
—Un sueño que se repite —murmuró para sí misma—. ¿Cómo una
visión?
—Yo… No lo sé. Normalmente manejo los sueños y controlo lo que
quiero decir o hacer, pero en este caso no. Lo que sucede no lo puedo evitar,
no lo puedo frenar —suspiré—. Es horrible.
—¿Puedes mostrarme tu tatuaje?
—¿Mi tatuaje? —repetí extrañada.
—Necesito ver si sigue igual o ha aumentado.
Arremangué la manga de mi camiseta larga con cuidado y comprobé la
expresión del rostro de Morgana mientras contemplaba las líneas negras que
conformaban ese tatuaje que cubría mi brazo. Parecía que había aumentado
porque comenzaba a tener forma de árbol, pues tenía las raíces y el tallo,
pero todavía faltaba la copa con las hojas.
—Entiendo.
—¿Qué entiendes?
—Déjame… Déjame tocar la palma de tu mano. —Me pidió ignorando
mi pregunta, mientras extendía la suya—. Puedo intentar comunicarme con
los espíritus de Lux para indagar si el sueño tiene algo que ver con ellos.
Quizás la extensión de tu tatuaje tiene algo que ver con su protección, parece
que se fortalece.
Tragué saliva antes de asentir y extendí mi brazo para que ella enlazara
su mano con la mía y cerró los ojos, murmurando unas palabras en alguna
lengua arcaica. En ese instante pude sentir un ligero cosquilleo, como si una
corriente eléctrica acariciara las finas líneas que conformaban mis manos.
Entonces llevó su cabeza hacia atrás y sus ojos se abrieron, quedándose
completamente blancos.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, pero luché contra mis ganas de
separarme. Morgana estaba en trance y temía que retroceder la afectara o la
perjudicara. No quería hacerle daño. Se mantuvo así durante unos minutos
antes de recuperar su estado natural y parpadeó varias veces seguidas antes
de tragar saliva y mirarme.
—¿En tu sueño estás arrodillada en el suelo de un bosque, en una noche
de luna llena y con un eclipse a punto de acontecer?
—Sí.
—¿Y hay un chico tirado en el suelo que pide que lo mates?
—Sí —repetí abriendo los ojos con fuerza.
—Es una visión de Lux —respondió—. Tu poder proviene de ellos, no
de la oscuridad.
—¿Cómo lo sabes? —murmuré intrigada—. ¿El tatuaje tiene que ver?
—Parece que tu poder viene directamente del tatuaje. Es la fuente de la
que emana tu energía y se amplía cada vez que te enfrentas al mal.
—¿Y si sucumbiera ante la tentación? ¿Si asimilara la transición y me
convirtiera en vampiresa?
Contuve la respiración. No sabía si estaba preparada para escuchar su
respuesta. Me aterraba la posibilidad de echarlo todo a perder, había
demasiado en juego y todos me tenían en el punto de mira
—Seguramente lo perderías —respondió con sinceridad—. La luz no
puede vivir rodeada de oscuridad. Y parece que estás unida a Lux gracias a
eso.
—¿Qué quieren de mí? ¿Qué me quieren decir?
—No lo sé. Solo me muestran lo que ellos quieren que vea. No es como
si mantuviera un diálogo con ellos. Pero parece que hay una mujer anclada a
ti, te protege.
—¿Una mujer?
—Sí, era algo etéreo. No pude verla bien porque estaba rodeada de luz y
claridad, pero estoy segura de que era una mujer.
—La primera vez soñé con una mujer y ella me dio el tatuaje —respondí
sin comprender nada—. Todo esto no se lo dices a Lenci, ¿verdad? Ni a
nadie.
—Me ofendes, Laurie —gruñó, poniendo los brazos en jarra—. Soy
consciente de lo que mi hermana representa y hay aspectos que prefiero
mantener al margen. Una cosa es la familia y otra la fe y la lealtad. Me debo
a Lux, y tú has sido bendecida por su gracia. No fallaré a mi señor.
—Menos mal —suspiré—. Porque me vuelve loca no saber en quién
confiar y todo esto… Me supera ir dando palos de ciego.
—Comprendo que es difícil de digerir. Es moverse a contracorriente
esperando encontrar algo que nadie te asegura que haya.
—Sí, es como si me mandaran las diferentes piezas de un puzle y
esperasen que las uniera, pero todavía me faltan. No me veo capaz.
—Si Lux te repite ese sueño una y otra vez es porque es una premonición
de algo que va a venir. Quiere que estés preparada.
—¿Preparada para qué? —insistí.
—No lo sé. Para tu decisión, supongo. Me imagino que espera que tomes
la decisión correcta.
—¡Ni siquiera sé a quién me enfrento! ¿Quién era? Dime que lo
reconociste —supliqué.
—No —suspiró—. Lo siento, pero solo he visto lo que Lux me ha dejado
ver. No puedo ayudarte mucho más.
—Gracias de todas formas —respondí con sinceridad, echando la cabeza
hacia atrás—. Supongo que Lux teme que tome una decisión equivocada,
pero me ayudaría mucho que hablara claro. Estoy cansada de que hablen
mediante acertijos.
—Los dioses no pueden interferir en las decisiones de sus creaciones. Al
menos no de forma directa. Va contra natura.
—¿Por eso se dedican a enviar mensajes celestiales? Qué creativos —
gruñí.
—Agradece que te haya honrado con su energía divina. Si Lux te ha
escogido es porque eres un elemento importante.
—Todos me decís lo mismo, pero no tengo tan claro que lo sea. Solo
soy… Yo. Laurie Duncan.
—Permanece atenta a las señales y déjate guiar por ellas. Estoy segura de
que, sin darte cuenta, te estarán llevando a la verdad.
—¿Y si me equivoco? —murmuré angustiada.
Los ojos claros de Morgana relucieron enternecidos. Las comisuras de
sus labios se movieron, dejando ver una sincera sonrisa que me otorgó algo
de paz.
—Estoy segura de que no lo harás.
—¿Por qué?
—Porque eres Laurie Duncan —sonrió, encogiéndose de hombros.
—No sé si eso me consuela.
Exhalé un suspiro. Al menos ese tema estaba claro, pero había otros que
me angustiaban. Estar semanas sin ver a Atary había hecho que mi cabeza
estuviera en otro lado, temía que me dijera cuatro palabras bonitas y el
vínculo me hiciera arrodillarme de nuevo ante él.
—¿Qué más te preocupa? Puedo notar que es sobre el amor o… el
vínculo —susurró con una sonrisa enigmática. Morgana arqueó sus cejas
mientras se dirigía hasta una mesita cercana a por una taza de ¿té? Al menos
desprendía un aroma dulce.
—¿Cómo lo sabes?
—Ventajas de ser bruja.
—¿Hay alguna manera de romper el vínculo con el vampiro que me ha
convertido? —Me lancé.
Mi corazón latió acelerado al ver su expresión de asombro. Si me
desprendía de esa unión podría pensar con claridad, no cometería tantos
errores. Temía que si Atary abriera la boca acabase sucumbiendo a la
oscuridad por completo. Entonces sería demasiado tarde.
—No. Eso es algo que está fuera de mi control. Ese vínculo reside del
poder que Lilitú ejerce sobre los demás. Una forma de control que asegura
que los seres inferiores le sirvan en caso de que la situación no juegue a su
favor. Ella nunca dejaría ningún hilo suelto. —Suspiró—. ¿Nikola es tu
creador?
—¿Qué? No —exclamé, retrocediendo ante su pregunta. No sabía si
podía contarle acerca de quién era el culpable, pero me imaginé que lo
mejor sería estar callada. Al menos, eso era lo que él siempre me
aconsejaba—. No, por eso quiero liberarme de esa unión. Temo que me
lleve por el mal camino, que regrese a por mí.
—Siento que también te une algo a él, así que podría haber
enfrentamientos. Nunca había visto a Nikola metido en una situación como
esta. Ni siquiera con mi hermana.
—Pero el de ellos se deshizo, ¿no?
—No, solo se redujo. Por eso Lenci se comporta de esa manera tan
infantil cuando está cerca de él. Ten en cuenta que el vínculo entre vampiros
independientes es diferente al del creador con su siervo.
—No me gustan mucho los términos —confesé.
—Son algo arcaicos. Lo que quiero decir es que el vínculo entre
vampiros independientes es parecido al nuestro o el de los humanos. Una
especie de enamoramiento que nubla tus sentidos cuando estás cerca de la
otra persona. Cuando se separan y ha pasado el tiempo suficiente, siglos en
vuestro caso. —Enfatizó—, puede romperse y seguir cada uno por su lado.
Pero con tu creador es imposible de borrar. Es una cadena irrompible.
—¿Y si el vampiro independiente se enfrentara al creador de su…
pareja? ¿Quién ganaría?
—Es una buena pregunta para la que no tengo respuesta. Es muy difícil
saber las consecuencias a las acciones que conciernen a los asuntos del
corazón. Ni cuál tiene más peso. Supongo que eso depende de la fuerza del
amor y de la persona vinculada. —Finalizó guiñándome el ojo.
Me sonrojé. Nunca me había sentido tan expuesta ante unas palabras y
una mirada que parecía traspasar lo poco que me quedaba de alma.
Las semanas pasaron sin que nos diésemos cuenta y la ausencia de Rocío
cada vez se notaba más, torturándonos a ambos. Echábamos en falta sus
palabras cargadas de humor, sus gestos de aliento, su sarcasmo… En verdad,
Rocío se había convertido en una amiga para mí y volvía a sentirme sola, a
pesar de estar acompañada.
Eso me llevó a pensar en Ana. Me dolía recordar que, además de mi
hosco acompañante —comúnmente conocido como gruñoncito—, solo me
quedaban Angie y Ana. Y la esperanza de volver a verlas era lo único que
me mantenía en pie. No podía defraudarlas, tenía que ser fuerte para poder
estar a su lado. Pero, ¿hasta qué punto podríamos recuperar la vida que
perdimos? ¿Sería eso posible?
Y Nikola… Nikola se había vuelto más hosco y frío con el paso de los
días. No sabía si era solo por la muerte de su mejor amiga o nuestro beso
había tenido algo que ver. Se limitaba a tocarme para lo estrictamente
necesario: Los entrenamientos. Y en sus momentos libres se dedicaba, entre
otras cosas, a vigilarme por si Lilith y sus esbirros decidían regresar, aunque
parecía que nos habían dado un tiempo de tregua.
El único momento en el que rompió un poco su coraza fue un día que para
mí siempre había sido importante, pero este año recordarlo hacía encoger mi
corazón. Un cumpleaños duele cuando no tienes una vida que celebrar. Mi
reloj se había detenido, pues las manecillas se habían quedado flotando en el
inmenso eco de la eternidad.
—¿Qué haces aquí sola?
Me giré con brusquedad al escuchar su voz. Había oído sus pasos, pues
no se había molestado en ser sigiloso, pero que me hablara después de
varios días en completo silencio me había descuadrado.
Sabía que estaba siendo duro para él, había perdido a la que
consideraba su mejor amiga y la situación conmigo era tensa, por eso que
ahora estuviera apoyando sus manos contra la barra del balcón de la que
ahora era mi habitación me había dejado desarmada. No estaba
acostumbrada a que expresara su preocupación hacia mí de una forma tan
directa.
—Es mi cumpleaños.
Nos quedamos en silencio. Supuse que sobraban más palabras, ni
siquiera sabía si alguna vez había celebrado el suyo. Habían pasado
quinientos años desde que él nació, eso eran muchos siglos. Demasiado
tiempo de vida. ¿Cuánto estaría yo dispuesta a aguantar? Me abracé el
cuerpo. Si ya me sentía sola sin mis amigas, no me quería imaginar cómo
se sentiría él ahora.
—¿Es duro… ser un vampiro?
Nikola me miró fijamente sin decir nada y apretó los dedos contra la
barra. Pasaron varios minutos hasta que decidió mirar el paisaje boscoso
que nos rodeaba. Entonces exhaló un suspiro que lo significó todo. Me
hizo estremecer.
—Ser un vampiro es sentirte como un reloj de arena o una flor llena de
pétalos. Al principio te sientes poderoso, invencible, pero el tiempo pasa y
la arena se va gastando. Los pétalos también se marchitan y van cayendo
uno a uno. Cada grano de arena, cada pétalo, ambos se llevan amigos y
familiares. Y tú te quedas ahí, solo, vacío, mustio, viendo como la vida
sigue, pero tú no, porque estás atrapado.
Los músculos que tenía ocultos bajo su ropa se tensaron. Su voz
resonaba en el ambiente en un tortuoso eco que me hechizaba y me
lastimaba a la vez. No pasaba desapercibido su tono quebrado, su mirada
perdida y el temblor de sus labios. Eran pocos los momentos en los que
Nikola se mostraba como estaba realmente: Solo, vacío, mustio… Roto. Y
eso me hacía empatizar con él, me hacía anclarme a su ser como un clavo
ardiendo. Me hacía aferrarme a mi humanidad.
Me aproximé a él un poco, lo justo para rozar su piel pero que a la vez
no pareciera que lo tocaba. Me daba miedo que se apartara, que esos
segundos de sinceridad se evaporasen con la noche, convirtiéndose en
etéreos. Me daba miedo no poder ser capaz de llegar a conocerlo
realmente, por culpa de esas capas de frialdad que se encargaba de crear
para separarme de él. De cualquier persona que lo pudiera lastimar.
Por eso, cuando vi que no se había movido y el aire acariciaba
nuestras mejillas, me atreví a dar el siguiente paso. Coloqué mi mano
encima de la suya y la apreté, ofreciéndole el gesto más cálido.
—Todavía veo pétalos en tu interior. Están ahí, ocultos, protegidos por
las espinas que has ido dejando crecer para protegerte.
—No sabes lo que dices, Laurie —contestó, arrastrando mi nombre
como si le pesara pronunciarlo—. No hay nada en mi interior.
—Quizás no, pero sé lo que veo. La flor está ahí, existe; está luchando
para no desaparecer. Y no dudaré en quitar las espinas aunque me hagan
daño, porque merecerá la pena mantenerla en pie. Te mereces ser feliz,
Nikola.
—Déjalo, es demasiado tarde.
Observé como se giraba para alejarse, pero le detuve. Estaba cansada
de que huyera, de que cada vez que se veía vulnerable decidiera
abandonarme. Tenía que enfrentarse a sus emociones, a sus mayores
miedos. Tenía que enfrentarse a sí mismo.
—¡No lo es, Nik! Deja de decir eso. No puedes autocondenarte de esa
manera.
La expresión derrotada que bailaba en sus ojos me desarmó. Nikola
estaba roto por dentro.
—Claro que puedo. Perdí a Amélia, Laurie. Ella era mi compañera, el
amor de mi vida. Ella lo era todo para mí y la asesiné con mis propias
manos, con mis colmillos. No fui lo suficientemente fuerte para protegerla
de mí mismo y ahora cumplo mi condena. Ni siquiera he sido capaz de
proteger a Rocío, he sido un estúpido insensato y egoísta. Es justo. No
espero que lo entiendas, ni tampoco que me salves. Dedica tu tiempo a
otra cosa, los monstruos no tenemos salvación. No te esfuerces.
—Yo… Yo no…
—Solo olvídalo. Olvídate de mí porque nunca te podré amar.
Esas palabras me rompieron. Nikola se alejó, ni siquiera se giró por
última vez para ver cómo me había quedado. Su tono desesperado se había
quedado anclado en mi mente, torturándome con la realidad.
No podía aceptarlo. No… No con todo lo que había pasado. No dejaría
que pusiera más capas entre nosotros. Estaba segura de que, en el fondo,
podía hacerlo. Nikola podía sentir de verdad.
Eso me volvía loca. Me atormentaba saber que entre nosotros dos había
algo más aunque él se negase a admitirlo, concediéndome un espacio que yo
no quería. Me dolía. No sabía qué sentía por mí, si era solo deseo o algo
más. No comprendía el motivo de que pusiera un muro entre los dos, como si
fuera prohibido. Aun así, no quería comerme la cabeza, así que me centré en
volverme más fuerte. Al menos así no podría destruirme.
Practicábamos en un terreno vacío de un pueblo cercano. Al parecer, era
la zona donde él había vivido con Amélia siglos atrás y estaba todo
abandonado, así que estábamos libres de miradas curiosas. Además,
entrenábamos de noche y cuando acabábamos exhaustos nos íbamos a cazar
algún inocente animal que se encontraba en nuestro camino. Así que era de
agradecer la privacidad.
La sangre animal la toleraba algo mejor, pero seguía revolviéndome. No
dejaba de ser un mal sustitutivo de la sangre que mi cuerpo realmente
reclamaba. Aunque me aliviara, al rato volvía a necesitar más, cada
movimiento era una tortura, una condena. Nikola me advirtió que la
transición estaba empezando a cobrar el precio de la muerte y si no pagaba
terminaría exhalando mi último suspiro, y no quería hacerlo.
Tenía que terminar de decidirme acerca de acabar con Atary o, por el
contrario, morirme yo. Me negaba a aceptarlo. Mi lado masoquista me
gritaba que no podía hacerle eso, que él me quería de verdad. Pero tenía
dudas. Muchas.
Por ese motivo me fui endureciendo, necesitaba estar preparada por si
algo más volvía a pasar. Poco a poco iba captando los rápidos movimientos
de mi acompañante y los ataques que este aguardaba a darme cuando me
pillaba desprevenida. Al principio mordía el polvo en cuestión de segundos,
con el cuerpo hecho mierda, pero a base de caerme aprendí a levantarme. Y
así haría siempre. Se lo debía a Ana, a Angie, a Rocío, a Nikola pero, sobre
todo, a mí misma. Quería sentirme tan poderosa como el apodo que él me
había asignado.
—¿Ya te cansaste, batwoman? ¿Demasiado entreno para ti?
El efímero brillo malicioso de sus ojos me puso alerta, preparándome
para un nuevo asalto. Nikola realmente era una bestia salvaje cuando se
trataba de un combate cuerpo a cuerpo. Usaba sus habilidades vampíricas
con una naturalidad que asustaba, enfocándose en pillar a su contrincante con
la guardia baja. Sus facciones duras se oscurecían, otorgándole un aspecto
aterrador que no dudaba en usar para intimidar. Sobre todo conmigo.
—Llevamos así toda la noche, pronto va a amanecer. —Me quejé,
quitando con la mano el sudor que bañaba mi frente.
—Las quejas dáselas a ellos cuando te pillen desprevenida y te ataquen
por la espalda —respondió—. Seguro que las disfrutan.
En un parpadeo se colocó a mi espalda y me sujetó por la cintura para
hacerme rodar por los aires y hacerme caer en el suelo, pero aproveché a
sujetar las manos contra la hierba y me levanté de golpe, como él me había
enseñado. Gruñí al ver que había visto venir mi ataque y corrí hasta él,
dando un salto para acabar sentada encima de sus hombros y enroscar mis
piernas para apresarlo y tirarlo al suelo.
Ambos rodamos por la hierba manchando nuestra ropa y aproveché la
situación para intentar darle un mordisco, pero él se adelantó y me hizo girar,
terminando encima de mí con una sonrisa pérfida y triunfal dibujada en su
cara. Entonces transformó su rostro, tornándolo oscuro, y me enseñó sus
afilados colmillos en señal de advertencia.
—Has mejorado, pero aún te queda mucho —dijo, recuperando su
habitual cara de molestia.
—Al menos ya no termino en el suelo a cada tres segundos —murmuré
haciendo un mohín.
—No, ya solo cada cuatro —respondió con mofa y añadió—: Batwoman.
—Eres odioso.
Me levanté del suelo quitándole de un empujón y le di la espalda para
quitarme la tierra que había ensuciado mis pantalones, a lo que él aprovechó
para sujetarme por las caderas y golpear mi espalda contra el tronco de un
árbol cercano, con su cuerpo a escasos centímetros del mío. Pero no tardó en
apartarse, ese era el escaso contacto corporal que nos concedía. Unos
minutos de intimidad que se evaporaban como nieve en el verano. Nikola era
un gélido y eterno invierno.
—Pensaba que eras más ingeniosa con los apodos.
—Bueno, recuerda que también puedo llamarte gruñoncito. —Me encogí
de hombros—. Pero odioso es lo que más te define. Hasta Ryuk lo sabía.
Nikola miró el horizonte, ignorando mis palabras. Frunció el ceño
mientras torcía sus labios, sin mediar palabra. No sabía lo que estaba
pensando pero me inquietaba no poder leerle la mente. Necesitaba
asegurarme de que todo estaba bien, de que él lo estaba.
—¿Qué pasa? —Le apremié—. ¿No te gustan los apodos?
—Estaba pensando en el elfo.
—Ryuk. —Susurré, rodando mis ojos—. ¿Qué sucede con él?
Había pasado bastante tiempo desde que nos habíamos enterado de su
muerte y con todos los problemas que habíamos tenido ni siquiera habíamos
tenido un momento para asumir lo que eso podía significar. ¿Lo habría
matado Lilith por haberse acercado a mí? Parecía que estaba maldita de
verdad, todas las personas cercanas a mí morían. Incluida yo.
—Es una intuición. Creo que no fue real su muerte, sino una farsa
preparada. ¿Y si tiene un as bajo la manga? Su acercamiento hacia nosotros
quizás captó la atención de Lilith y tuvo que apartarse.
—¿Insinúas que Morgana mintió? Ella lo vio muerto.
Nikola arrugó la nariz al escucharme y exhaló un suspiro, negando con la
cabeza. Sus ojos grises seguían inquietos, como si no terminara de creérselo.
—Ryuk es jodidamente listo como para que lo pillaran desprevenido y
sabe esconderse muy bien, es un puñetero duende. Quizás estén
compinchados y decidieron desviar la atención de madre a otro lado. No lo
hemos visto. Y Morgana se olvidó demasiado rápido de él.
—¿Piensas que está vivo? —pregunté esbozando una sonrisa. Esa era
una noticia muy esperanzadora.
—No lo sé. Yo… Desde la muerte de Rocío ya no sé qué pensar. Lo
único que tengo claro es que su muerte fue una advertencia de que no van a
parar hasta conseguir lo que quieren. A ti.
—Y… ¿Qué haremos?
—Luchar. —Sonrió con tristeza—. Luchar hasta el final.
—No me gusta que por mi culpa todos los que quiero estén en peligro —
resoplé—. Me siento responsable por todo lo que ha pasado.
—Y lo que quedará. A Lilith le da igual llevarse a todos por delante,
incluyendo a los Hijos Oscuros. Ya has visto lo que pretendía con nosotros.
—Pero eran tres féretros y vosotros erais cuatro —respondí con el ceño
fruncido al recordar la macabra escena de la noche del sacrificio. Agradecía
enormemente que me hubieran salvado de un acto tan retorcido y atroz.
—Los sacrificios eran para Vlad, Katalin y yo. Atary está al margen.
Siempre lo ha estado.
—¿Por qué?
—Es su favorito. Desde que me adentré en esa excéntrica familia me di
cuenta de que avaricia siempre ha sido su preferido y… aunque fueran
diferentes personas, por dentro parecen todos iguales.
—No… No entiendo —murmuré frunciendo el ceño.
—Mira, cada uno de nosotros ha crecido con su familia, su educación,
sus creencias, su religión… todo. Tenemos nuestros gustos, nuestras
preferencias y aficiones. Somos distintos, pero avaricia no.
—¿Qué quieres decir?
—Yo… No lo sé. Solo son hipótesis que llevo formulando con el paso
del tiempo, no puedo hablar con claridad.
En su rostro se asomaba la duda. Nikola revolvió su cabello exasperado
y exhaló una bocanada de aire, girándose para darme la espalda.
—Supongo que la avaricia siempre actúa igual porque su objetivo es
alcanzar el poder, ¿no? Tiene esa necesidad de conseguirlo todo.
—Pero eso no explica por qué les emocionaba lo mismo, odiaban lo
mismo, tenían los mismos gustos musicales, las mismas manías y gestos…
parecían calcomanías con diferentes cuerpos. Era frustrante.
—¿Hablas de dobles? ¿O reencarnaciones? ¿Es posible eso entre
vampiros?
Nikola se giró para clavar sus ojos sobre los míos y negó con la cabeza,
torciendo su boca. No podía leerle la mente, pero intuía que estaba echando
humo de tanto pensar.
—Hay muchas cosas que se me escapan y Lilith se reserva, es muy
desconfiada y egoísta. De ella puedo esperarme cualquier cosa. Y más si es
para protegerlo.
—Recuerdo que Vlad me dijo que Atary escondía muchos secretos —
comenté.
—Y entre ellos se encuentra su obsesión por ti.
A pesar de que había murmurado las palabras para sí mismo, el simple
sonido que produjeron sus labios llegó a mis oídos, haciéndome alzar el
mentón con atención. ¿Obsesión? ¿Nikola acababa de afirmar que Atary tenía
interés en mí? Cuando todo este tiempo me había jurado que no me amaba,
que todo había sido un juego para él, una trampa creada para usarme a su
antojo. ¿Qué era verdad y qué no? ¿Atary había sido sincero conmigo? Podía
ser retorcido, pero real.
—¿Obsesión?
—Es avaricia, Laurie. ¿Qué esperas que sienta hacia ti? ¿Azúcar y
purpurina?
—¡Pero siente hacia mí! —exclamé alzando los brazos sin creérmelo—.
Todo este tiempo…
—¡Todo este tiempo he intentado protegerte de él! ¡De todos! Y tú eres
una necia y una ciega que es escuchar su nombre y tardas dos segundos en
arrodillarte ante él, rogándole unas migajas de amor. Gritas debilidad por
todos lados.
Sus ojos comenzaron a oscurecerse y el tono de sus palabras destiló odio
y amargor. La vena de su cuello había empezado a hincharse y su pecho
subía y bajaba acelerado. Parecía que comenzaba a enfurecerse.
—¿Estás celoso?
Cerré la boca, atónita. Nikola era como una caja de sorpresas para mí.
Cuando pensaba que lo único que iba a obtener por su parte era indiferencia,
sus gestos impulsivos me abofeteaban.
—No. Sentir celos implica sentir amor, y tú no me interesas —respondió
con frialdad.
—¿Entonces qué te importa? ¿Por qué me ayudas? Puedes dejarme ir por
mi cuenta y olvidarte de todo esto. ¿Por qué no me dejas atrás? ¿Por qué
permaneces a mi lado? No te entiendo. No sé qué quieres de mí.
Mi ira aumentó al ver como soltaba una risa seca y negaba con la cabeza
mientras me clavaba una mirada llena de odio, como si para él fuera una
estúpida que no entendía nada y había que explicarme las cosas.
—Porque eres un saco de problemas y no quiero que le concedas el
poder de destruirnos a todos despertando a Lucifer —contestó con dureza—.
Nada más.
—¿Y? ¿No sé supone que es como vuestro padre o algo así? ¿No
deberíais de estar dando saltos de alegría? —pregunté tratando de disimular
el malestar que me habían provocado sus palabras. Seguía sin confiar en mi
valía. En mí.
—Cuando Lucifer renazca, Lilith no dudará en devorarnos para recuperar
todo su poder. Cuando él resurja de su prisión no tardarán en desatar una
guerra contra Lux para recuperar su trono. Ellos quieren destruirlo.
—Pero eso… —musité asustada y tragué saliva con fuerza.
—Eso implica que el mal reine, con todas las letras. Que el cielo
desaparezca y el infierno se extienda. Regresarán criaturas oscuras
inimaginables, permanecerán los pecados y los sentimientos negativos. La
humanidad morirá. Y Lilith cobrará su venganza.
—¿Y si superase la transición?
—Laurie… si Ryuk murió o se escondió es porque sabían que estaba de
tu parte, que a Lux le interesas. Si tienen tanta insistencia en convertirte es
precisamente porque no quieren que tengas el poder de ambos. Convertirte
es… hacerles ganar —bufó—. No tiene ningún sentido que lo hagas.
—Pero en el caso de que consiguiéramos recuperar mi humanidad, ¿de
qué serviría? Sería inservible.
—Mejor tener fecha de caducidad a una maldición eterna donde tienes
que doblegarte.
Suspiré al escuchar sus palabras, no lo tenía del todo claro. No sabía
cuáles eran sus objetivos exactos, si me necesitaban viva, muerta o
vampiresa. No sabía si me iban a sacrificar o solo tenía que decir unas
palabras mágicas para liberar a Pereza y ya me dejarían libre. Eso era lo que
más incertidumbre me causaba.
—Mejor morir sabiendo que vivir en la ignorancia —repliqué en un
murmullo de molestia.
—¿Qué?
—Que estoy cansada de ser el centro para todos y que nadie me explique
nada. Me siento como si todos tuvieran intenciones ocultas sobre mí, como si
fuera un comodín. Crecí sin saber quién era mi padre real, porqué sentía esas
ganas irrefrenables de matar y ese odio constante, esa maldad que habitaba
en mí y provocaba que mi madre me tachara de monstruo. Llegué a la
facultad y Ana desapareció de mi lado, todos me soltaban indirectas pero
nadie me hablaba abiertamente, incluido tú. Y mira cómo he terminado —
respondí frustrada.
—La ignorancia te hace estar al margen de los problemas, es un intento
de protección.
—La ignorancia es una mierda porque te hace estar desprevenida y
aprovechan a apuñalarte por la espalda para hacerte morir desangrada —
objeté.
—Ya te dije que no confiaras en nadie. Es la regla que debes aprender.
—¿Ni siquiera de ti?
—Ni siquiera de mí —respondió con frialdad—. Es de ilusos confiar en
un pecado capital.
Recordé que esa misma advertencia me la había hecho Atary meses atrás,
con la diferencia de que me había prometido que en él si podía confiar. Sin
embargo Nikola no vacilaba en responder lo contrario. Parecía seguro de sus
palabras, lo que provocaba sembrar en mí la semilla de la duda.
—¿Por qué?
Lo miré a los ojos, estos se habían oscurecido y había vacilado mirando
hacia el suelo durante un instante antes de tensar sus músculos y volver a
mirarme fijamente. Sus labios temblaron, pero los mordió para disimular y
los humedeció con su lengua antes de responder.
—Porque nos movemos por egoísmo y no dudaremos en destruir a los
que nos rodean si con ello nos salvamos nosotros mismos.
—Pero tú no eres así —murmuré.
—Pensé que lo habías comprobado —respondió con una sonrisa triste—.
Los monstruos siempre estaremos encadenados al infierno, por mucho que te
esfuerces en acercarnos al cielo. No te esfuerces, no merece la pena.
—Me esforzaré todas las veces que sea necesario, porque todos
merecemos una segunda oportunidad y tú ya has pagado por tus errores.
—No lo suficiente —musitó mirando hacia la noche estrellada, que
amenazaba con amanecer.
Suspiré. Nikola era un alma torturada, pero conseguiría que se redimiera
y hallara la paz. Se lo merecía por permanecer a mi lado. Solo tenía que
conseguir que terminara de abrirse, que confiara en mí como yo lo hacía en
él y se perdonara.
Esperaba lograrlo tarde o temprano.
Abrí los ojos al escuchar unas voces lejanas. La cabeza me daba vueltas
y el entorno se había tornado borroso. Froté mis ojos con las manos para
intentar centrar la vista y parpadeé. Entonces me di cuenta de que algo iba
mal.
Además de encontrarme encerrada en una jaula con barrotes, mis
habilidades vampíricas eran extrañas, sentía que se habían dispersado y
ahora estaban fuera de control. La oscuridad en la que estaba sumida me
ponía nerviosa, como si fuera una sensación nueva y mi sed de sangre había
cesado.
Me moví como pude tanteando el espacio mientras mi mente me repetía
una y otra vez lo sucedido, repasando los acontecimientos. Habíamos ido
tras Atary, pero no lo habíamos encontrado. Sham nos atrapó y entonces…
Mi corazón se detuvo al recordarlo. Nikola había muerto. Yo había acabado
con él.
Un escalofrío recorrió mi piel, erizando el vello de mi brazo. Toqué los
puntitos que se formaron con la yema de los dedos, sintiendo su textura. Me
mordí el labio inferior, me sentía tan extraña. Cada sensación que
experimentaba me resultaba cálida, humana. ¿Acaso Nik estaba en lo cierto?
¿Su muerte había servido para traerme a la vida de nuevo?
Cerré los ojos para serenarme y un par de lágrimas descendieron por mis
mejillas solo de pensarlo. Ser vampiresa era una trampa, te hacía sentirte
fuerte y poderosa, invencible, para luego destruirte por completo, dejándote
sin alma. Y, incluso así, Nikola había renunciado a su vida para salvar la
mía. El acto más noble y desinteresado que podía conceder un vampiro de su
calibre. Entonces lo entendí. Solo un acto tan puro y sincero podía ser la
representación real de la palabra amor.
Las voces que rebotaban contra las paredes de la sala se fueron
ampliando, recordándome que el peligro se acercaba. Miré a mi alrededor
mientras trataba de levantar mi cuerpo debilitado, las piernas me temblaban
como si no hubiera comido en días.
Nada. La celda estaba tan vacía que nada podría ser de utilidad. Me
acerqué a los barrotes para ver si podía romperlos, pero fue en vano. Cerré
los ojos para intentar focalizar mi rabia por todo lo sucedido, esperando que
mi identidad vampírica se revelara. Ladeé la cabeza al ver que todo seguía
igual, la oscuridad de mi interior había desaparecido.
Al escuchar una puerta abrirse retrocedí hasta chocar contra los barrotes,
golpeando mi espalda. Frente a mí aparecieron unas personas que conocía a
la perfección: Arthur y Sham me miraban expectantes, analizándome como si
fuera un mono de feria.
—¿La duermo? —preguntó el traidor, apuntándome con un arco.
—No será necesario.
—Confías demasiado —gruñó Sham, sin dejar de lado su arma.
Observé con cautela como Arthur se aproximaba hasta mi jaula con los
hombros relajados y andares tranquilos. Sus ojos se mantuvieron fijos en mi
rostro hasta que llevó las manos a la cerradura para girarla y dejarme libre.
Auné todas las fuerzas posibles para recuperar mi condición y poder
abalanzarme a por ellos. El hecho de recordar que Nikola ya no estaba a mi
lado hacía que mi sangre hirviera. No podía creerme que hubiera cometido
el fallo de dejar a Sham vivo, de haber sabido que iba a actuar de esa
manera hubiera acabado con él.
Pero nada. Mi oscuridad seguía desaparecida, como si nunca me hubiera
pertenecido. ¿Qué estaba pasando? Mi confusión era tan notoria que me
impedía derrumbarme. Necesitaba saber que su muerte no había sido en
vano.
—¿Confundida? —preguntó Arthur con el gesto serio.
—No entiendo qué hago aquí. ¿Por qué no acabáis conmigo de una vez si
tantas ganas tenéis? Empieza a ser molesto.
—No pensé que Nikola fuera tan inteligente como para hallar la manera
de hacerte volver, pero es sumamente gratificante —respondió, ignorando
mis quejas—. Aun así quiero hacer unas pruebas para confirmarlo. Por
prevención más que nada.
—¿Qué pruebas? ¿Volver?
Me crucé de brazos. Estaba cansada de ser un animal indefenso con el
que experimentar, como si mi vida no fuera importante. Ya no me fiaba de
nadie ni de nada, desde que conocí a Atary había ido asimilando que las
personas siempre me iban a fallar. Aún tenía que averiguar qué había pasado
cuando me desmayé, pues recordaba que una mano me había tocado.
—Lo primero será garantizar que tu sed de sangre ha cesado y no eres un
peligro para nosotros.
—Créeme que si no hubiera cesado ya estarías muerto. Ambos.
La risa sarcástica de Sham y su mirada hosca no me amedrentaron. Estaba
siendo sincera al decir esas palabras, pues los odiaba más que a nada en el
mundo. Me habían demostrado que no existía un bando bueno. Tanto a uno
como al otro no les importaba el sentimiento de los demás, solo salvarse el
culo y llenarse de medallas.
—Me siento más aliviado entonces —contestó Arthur en tono mordaz,
lanzándome un pequeño bote de cristal.
Lo sostuve con las manos antes de darme cuenta. Al menos mis reflejos
seguían siendo más rápidos de lo habitual, lo que me dio un poco de
esperanza. No quería ser inmortal, pero tampoco ser una débil humana a la
que pudieran manejar a su antojo. Deseaba con todas mis fuerzas que Nikola
no hubiera muerto en vano. De hecho, en cuanto pudiera intentaría averiguar
la manera de recuperarlo. Esto no podía quedar así. Demasiada gente se
había sacrificado para salvarme a mí.
—Haz los honores.
Lo miré con desconfianza y abrí la pequeña tapa que me separaba del
líquido carmesí. Había sido algo tan vital en mi vida que ya sabía lo que era
sin necesidad de preguntar. No cedí a abrirlo y olfatearlo como si fuera un
perro porque quisiera colaborar con ellos, sino porque era el momento
perfecto para salir de dudas sobre si quedaba algún resquicio de oscuridad
en mí. Necesitaba saber qué me había pasado desde el momento del
sacrificio.
—¿Y bien?
Le miré de soslayo con el gesto molesto y aspiré el aroma con ímpetu. Ya
no me resultaba dulce y adictivo como hasta hace nada, sino todo lo
contrario. La falta de olor me hizo cerrar el bote y aguardar sus movimientos
con desconfianza, esperando lo peor.
—No me sucede nada.
—Genial. Eso es lo que esperaba escuchar —asintió Arthur complacido
—. Sham, avisa al grupo. Yo guiaré a Laurie hasta el laboratorio.
Sham accedió y desapareció de la sala, no sin antes clavarme una mirada
acusatoria a la cual ignoré. Si me odiaba, no podía imaginarse el sentimiento
que me despertaba él. No descansaría hasta verle destruido.
—¿Por qué estás así conmigo cuando la última vez pensabas matarme? —
pregunté de golpe antes de avanzar por un pasillo, consciente de la realidad.
—Tienes mucho de lo que ponerte al día, Laurie. Empezando por esto.
Me sobresalté al sentir su cálida mano sosteniendo mi brazo para
acercarlo a mi vista, entonces mis ojos se focalizaron en un tatuaje. Estaba
en el mismo sitio donde antes tenía esas líneas negras, ese que durante tanto
tiempo me había acompañado. Ahora tenía un árbol cuyas raíces y hojas se
enlazaban, formando un círculo que le rodeaba. Al tocarlo con la yema de
mis dedos una sensación placentera me invadió, asustándome.
—Este tatuaje… recuerdo haberlo visto antes —murmuré, tratando de
recopilar las imágenes.
—Es el símbolo de los dhampir más importantes.
—¿Ahora soy una dhampir? —protesté, haciendo chirriar mis dientes.
—Creemos que eres algo superior.
—¿Perdón?
Miré sus ojos esperando una señal de burla, una broma. Lo que me
faltaba en ese momento era que ese dios que veneraban tuviera un estúpido
sentido del humor y hubiera decidido convertirme en una de ellos o algo por
el estilo. ¿Es que no podían dejarme descansar tranquila, al margen de todo
esto? No estaba interesada en participar en su guerra colaborando con ellos.
Iba a ser autodidacta. O más bien una estatua. No pensaba mover un solo
dedo sin Nikola. Mi mente solo pensaba en volver a tenerlo a mi lado.
—Senoi te explicará todo en cuanto terminemos con las pruebas. Después
podrás descansar.
—¿Senoi? —murmuré, llevándome los dedos hacia la frente.
Desde que había recuperado la conciencia sentía unas ganas inmensas de
escapar, de arrasar con todo lo que hubiera a mi alrededor y llorar
desconsolada por todas las pérdidas. Lo único que me mantenía en pie era la
estúpida esperanza de pensar que podría recuperarlos. Haría lo que fuera
para conseguirlo.
—Es mucha información, pero es importante que sepas lo que está en
juego ahora. El despertar de Lucifer ha hecho que tengamos que aligerar todo
—continuó, haciéndome un gesto para que lo siguiera.
Le seguí en silencio, deteniéndome a observar cada puerta y persona que
encontrábamos a nuestro paso. Los dhampir se giraban para analizarme y
seguían su camino hablando entre ellos, murmurando algo sobre el arma
definitiva.
Cada paso que daba, más segura que estaba de que debía de mantenerme
al margen, no me fiaba de ellos. Durante todo este tiempo había bailado al
son de ambos bandos, sin detenerme a pensar qué quería yo.
—Es por aquí —me indicó antes de abrir una gran puerta.
Arrugué la nariz al ver un hombre amordazado y paralizado con una
estaca cerca de su corazón. Su rostro pálido y las ojeras bajo sus ojos me
ayudaron a afirmar que se trataba de un vampiro, seguramente un neófito. Mi
corazón latió acelerado al sentirme atraída por el olor que desprendía la
sangre de su ropa. ¿Qué narices?
—Tengo que irme de aquí.
Empujé a Arthur para intentar ponerme en un lugar seguro. Mi mente
disparaba cientos de preguntas y miedos por verme deseando colmar mi
repentina sed. No tenía ningún sentido.
Gruñí al ver el cuerpo delgado de Arthur bloqueándome el paso,
impidiéndome marchar. Los nervios aceleraron mi sistema, aumentando mi
descontrol. Si no me iba pronto acabaría desatando el caos.
—Déjame marchar. Esto no tiene ningún sentido —me quejé, tratando de
forcejear con él.
Los ojos del neófito se clavaron en mi piel como si fueran dagas afiladas,
torturando la poca estabilidad mental que me quedaba. Mi garganta había
empezado a salivar ante el deseo, deseosa de nutrirse. Esto no podía estar
sucediendo.
—Será rápido.
Retrocedí asustada al ver como Arthur se acercaba a su víctima y le
extraía un poco de sangre en otro bote de cristal. Al llenarlo, se volvió hacia
mí con una sonrisa maliciosa y me sacó de la sala de la tortura dando un
portazo.
Mi corazón continuó latiendo agitado, poniendo alerta mis sentidos. Las
sensaciones fluían por mis venas sin control, como si se hubieran potenciado
al máximo. Nunca había sentido tantas ganas de acabar con una persona, viva
o muerta.
—¿Qué ha sido eso? —murmuré sin poder asimilarlo.
—Senoi tenía razón, Lux ha decidido bendecirte con un gran poder que
deberás usar con cabeza. La fuerza que fluye por tus venas puede atemorizar
a Lilitú.
—Habla claro, Arthur —gruñí sin poder dejar de observar el contenido
del bote que guardaba bajo su mano.
—Eres un híbrido. El primer ser que tiene la sangre de ambos dioses.
—Un… ¿híbrido? —pregunté en un susurro.
—Eres una humana, mortal —acentuó mirándome fijamente—, si eso es
lo que te preocupa.
—¡Mírame! —exclamé señalándome mientras dejaba que la rabia me
dominase—. ¿Acaso te parezco humana? Yo… iba a beber la sangre de ese
neófito. ¡No tiene ningún maldito sentido!
—Sé que es difícil de asimilar, pero es la verdad. Eres una dhampir, una
humana con habilidades vampíricas. Tu diferencia con el resto reside en tu
sed de sangre. Senoi asegura que la podrás dominar a base de práctica.
Me detuve mirándole sin entender nada. Cada palabra que salía de su
boca era como una pared con la que me golpeaba. Tenía que haber una
cámara oculta por algún sitio o de verdad Lux me estaba jodiendo viva. ¿Un
híbrido? ¿Sed de sangre de vampiros? Ni en la peor de mis pesadillas me
hubiera imaginado algo así.
—¿Quién es Senoi? ¿Y por qué parece saber tanto de mí? ¡Qué queréis!
¿¡Qué quiere Lux de mí!? Estoy cansada de no saber nada y descubrir todo a
base de golpes —chillé. Mi pecho subía y bajaba con rapidez.
—Yo soy Senoi, Laurie —dijo de repente una voz femenina,
sobresaltándome.
Llevé mi mirada en dirección al sonido. Mi mandíbula se tensó al ver el
rostro de la persona que tenía en frente, con el mentón alto y una expresión
de seguridad. Mis ojos azules se encontraron con los de Britt.
—¿Tú? —respondí, negando con la cabeza—. Esto es…
—Sé que hay mucho que explicarte, pero tienes que descansar. Es una
situación muy complicada para todos.
—No me hables de situaciones complicadas. —Exploté—. No cuando
todas las personas que quiero se mueren o me clavan un puñal por la
espalda. ¿Lo tenías todo preparado? ¿Disfrutabas mintiéndome a la cara?
¿Quién eres en realidad?
Todas las preguntas salieron de mi mente como si fueran vómitos. El
sentimiento de traición me asfixiaba y mi calma se evaporaba por momentos.
Si continuaba así terminaría consumida.
—Intentaba protegerte, Laurie. Te avisé como mejor supe. Soy uno de los
tres ángeles que crearon el dije de la que tú eres portadora. El ángel enviado
por Lux para terminar con el mal que cometió el error de dejar escapar.
—Esto no puede estar pasando. —Retrocedí mirando a Arthur y a la
mujer que sentía una completa extraña para mí. Me estaba volviendo loca—.
Tengo que irme de aquí. No me quedaré en un sitio donde me han mentido y
han intentado matarme.
—Quédate donde estás, Laurie —ordenó él soltando un suspiro de
cansancio.
Me crucé de brazos y alcé el mentón, esbozando una sonrisa de molestia.
No permitiría que me ordenara nadie más.
—No eres mi padre. No eres nadie para mandarme qué hacer —escupí
mirándole con odio.
—No soy tu padre, pero sí soy alguien a quién debes guardar respeto y
venerar.
—Por encima de mi cadáver —gruñí dándole la espalda, preparada para
escapar de esta academia de locos mentirosos.
El cuerpo menudo y fino de Senoi me bloqueó, mirándome con gesto
preocupado. Le di un empujón para intentar apartarla, pero no fue suficiente,
mis movimientos eran lentos debido al cansancio.
—Debes escucharlo, Laurie. Es importante.
—¡Lo único que me importa es largarme de aquí para acabar con todos
de una maldita vez! Cuando me recupere lucharé hasta el cansancio para
vengarme como prometí —chillé. Empezaba a ver mi alrededor borroso y
unos escalofríos recorrieron mi nuca.
—Morirás si lo haces por tu cuenta. Nos necesitas —escuché decir a
Senoi como un pitido lejano. Varias gotas de sudor comenzaron a perlar mi
frente.
—Yo caeré, pero todos caerán conmigo. Incluidos vosotros.
Llevé una mano hasta la pared para sujetarme. Mi respiración se estaba
agitando, acelerando mi desequilibrio.
—Sin mi ayuda la única que vas a caer eres tú, y tu venganza quedará en
nada. Deja de comportarte como una niña y afronta la realidad. Sin mí no
eres nadie —advirtió Arthur.
—¿Quién te crees que eres?
Escupí cada palabra de esa pregunta con todo el odio que tenía
acumulado y luché con todas mis fuerzas para no desvanecerme, alzando el
mentón para poder mirarle a la cara. Esa que durante tantos años había
amado y venerado como un padre de verdad. Ahora lo sentía un completo
desconocido.
—Soy Adán, mocosa. El padre de toda la humanidad.
AGRADECIMIENTOS