Nikola - Karlee Dawa

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Título: Nikola.

© 2020, Karlee Dawa.


De la cubierta y maquetación: 2020, Roma García.

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conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva.
Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las
leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de
esta obra por ningún medio sin permiso.
A Rocío.

Gracias por enseñarme el valor de la palabra amistad.


Prefacio

Continué avanzando a pesar de lo exhausta que me sentía. La noche había


caído y eso aliviaba temporalmente mis ojos irritados. Ni siquiera sabía
cómo mis pies podían moverse de una forma tan mecánica que parecía un
robot.
—Ya queda poco Laurie, aguanta.
Su voz masculina llegó a mis oídos, pero me costó varios segundos
definir sus palabras. Cada paso que daba equivalía a un intenso dolor en
todo mi cuerpo, podía sentir como cada vena se movía y se cruzaban unas
con otras, generando una sensación áspera que me hacía chirriar los dientes.
Era una tortura. Incluso mis pulmones habían decidido unirse y se contraían
con cada exhalación que daba, golpeando mi pecho con dureza.
—No aguanto —sollocé, consciente de que si tardábamos más terminaría
muerta.
—Solo un poco más. Estamos cerca.
Percibí su tono suplicante, incluso un deje de preocupación. No me hacía
falta ver la expresión de su rostro para saber que temía que el plan fallara.
Me detuve al sentir un fuerte dolor en mis costillas y tensé la mandíbula,
haciendo chirriar mis dientes doloridos. Mi vista comenzaba a nublarse y un
fuerte temblor recorrió mi cuerpo, provocando que mis piernas temblaran y
tuviera que quedarme sentada en el suelo.
—¡Laurie! —exclamó al enterarse de mi pequeño accidente.
Fui incapaz de pronunciar una sola palabra audible, el cansancio terminó
por apoderarse de mí. Me sobresalté al sentir cómo me elevaba y una de sus
fuertes manos se posó con firmeza sobre mi cintura para sujetarme.
—Bájame —protesté—. Iremos más lento.
—No dejaré que mueras.
—Sería lo mejor —murmuré apesadumbrada—. Solo soy un estorbo.
—No lo eres —respondió enfadado—. Eres la mujer más fuerte y
poderosa que he conocido, tanto por fuera como por dentro. Resiste un poco
más, solo un poco más.
—¿Y luego qué? —pregunté, acomodando mi cabeza sobre su suave
jersey—. Ni siquiera sabemos si funcionará.
—Luego recuperarás la vida que perdiste. La vida que tenías que haber
tenido desde el principio.
—Pero envejeceré. Y tú no, y… —respondí de forma atropellada.
—Siempre me mantendré a tu lado, pase lo que pase. Es lo mínimo que
puedo hacer después de todo esto. Si hubiera tenido cuidado, quizás… —
susurró, dejando las últimas palabras en el aire.
Contuve la respiración al escucharle y parpadeé, esperando poder
enfocar mi mirada hacia su rostro. Forcé mi vista para observar como sus
ojos grises se habían oscurecido y tragaba saliva con fuerza. Mi corazón
latió a un ritmo frenético, bombeaba tan deprisa que cada movimiento que
daba contra mi pecho me hacía tensar la mandíbula por el dolor.
Nikola no era un chico expresivo. Conseguir que se abriera requería de
mucha paciencia y fuerza de voluntad. Pero lo estaba logrando. Esas
palabras lo significaban todo para mí.
—Por eso tienes que luchar como nunca. Necesito que te aferres a tu
humanidad.
Estaba a punto de asentir con la cabeza cuando un intenso olor llegó a mi
nariz, haciéndome abrir los ojos con fuerza. Mis pupilas no tardaron en
detectar de quién se trataba. La melena castaña de Sham ondeaba al viento,
sus manos sujetaban un arma metálica, seguramente ungida con agua bendita,
y sus ojos oscuros estaban fijos sobre…
—¡Cuidado! —chillé con todas mis fuerzas, tratando de usar el poco
control que quedaba sobre mi cuerpo para apartarme.
Entonces disparó.
Capítulo I * Sin Retorno

—¿Estás mejor? —preguntó minutos más tarde con su habitual tono


hosco, apartándose de mi lado.
Todavía estaba en shock por todo lo sucedido. Hacía unas horas era
humana y ahora me había convertido en lo que más temía. Mi mente se
negaba a asimilar la realidad, solo quería volver atrás. Volver al tren, donde
estaba con Atary, y fugarnos los dos juntos, lejos de lo que se estaba
formando fuera de esta cabaña.
¿Por qué pensaba así? No tenía sentido. Recordaba haber hablado con él,
los dos sentados en los asientos del tren. En ese momento tenía claro que
debía alejarme, que no me hacía bien. Si cerraba los ojos podía volver a
sentir el dolor que había recorrido mi cuerpo al pronunciar cada palabra, la
sensación de ahogo al asimilar que lo mejor sería separarnos. Recordaba
que Atary había sacado al monstruo que habitaba en mí.
Toda esa dependencia, esos pensamientos de que sin él mi vida no tenía
sentido, que le necesitaba como el aire para respirar, se habían intensificado,
volviéndose insoportables. ¿Por qué mi cuerpo ansiaba salir a buscarle y
arrodillarme ante él para que me amara de nuevo?
—Algo —admití avergonzada, sintiendo como todas mis emociones se
concentraban en mi corazón, golpeando mi pecho. Tragué saliva y masajeé
mi sien, intentando serenarme. Nada de esta situación tenía sentido. Mi
mente generaba muchísimas preguntas, esperando respuestas.
Nikola asintió con la cabeza y, sin decir nada, se levantó y se alejó hasta
meterse en una de las habitaciones, dejándome sola, sentada en el suelo de
madera. Desde ahí podía escuchar cómo revolvía entre sus cajones y le
observé sacar un pequeño envoltorio plateado, además de un libro.
Me revolví sorprendida al percatarme que mis ojos se habían agudizado,
permitiéndome leer el título que descansaba sobre la portada y las siluetas
que se formaban. Era el libro que Sham me había dado al poco de conocerle.
Era el libro que había perdido.
—¿Tú me lo robaste? —exclamé horrorizada, abriendo los ojos hasta tal
punto que podía sentir la tirantez de mis párpados. Era una sensación muy
desagradable.
—¿Acaso tengo pinta de ladrón? —gruñó haciendo una mueca con sus
labios, lanzándome el libro con dureza.
Me sorprendí al ver mis manos atrapándolo por los aires sin ninguna
dificultad. Ni siquiera me había dado tiempo a alzar los brazos y ya lo
abrazaba, sujetándolo contra mi pecho. Miré al libro y a Nikola sin poder
cerrar la boca. Era sorprendente y abrumadora la velocidad que habían
alcanzado mis reflejos. Yo, Laurie Duncan, sinónimo de torpeza y desastre.
—Sí, lo sé, ser vampiro tiene sus ventajas —respondió encogiéndose de
hombros, sin darle importancia—, ya te acostumbrarás. Y fue Atary el que te
lo robó. Si tus neuronas hubieran hecho sinapsis en su momento te hubieras
dado cuenta de sus verdaderas intenciones.
—¿Por qué me lo robó? ¿Qué hay en el libro?
—Toda la historia de madre. Explica como nacimos nosotros, los hijos
oscuros —dijo señalándolo—. He de decir que los dhampir están bien
informados. Es un libro bastante completo.
—¿Por qué me lo das ahora?
—Necesitas respuestas, ¿verdad? Pues ahí las tienes todas. Y así me
ahorro darte yo las explicaciones —contestó de forma escueta—. Todas tus
dudas se resuelven con ese libro.
—¿Todas? ¿También que habilidades tenemos? ¿Tenemos alguna
debilidad? ¿El sol? ¿El ajo? ¿Las estacas?
—Al menos la mayoría de ellas.
Suspiré. Entendía que Nikola no tuviera paciencia, que le había metido en
varios problemas cuando él no tenía culpa ninguna, pero eso no quitaba que
necesitara ayuda y muchas respuestas. Era nueva en todo esto y esperaba que
quisiera colaborar, sino acabaría en peligro, y eso era lo menos indicado
para ambos.
Decidí cambiar de tema, esperando que sirviera de algo.
—¿Y qué es eso que tienes en la otra mano?
—Me das dolor de cabeza —murmuró, exhalando un suspiro de
cansancio.
—Nikola, estoy en desventaja —protesté, mirándole con cara de pocos
amigos.
—Es algo que nunca debiste quitarte —respondió al fin, tirándome una
tela arrugada con forma de bola—, ahora no sé si te servirá, pero debes
conservarlo.
Desenvolví el envoltorio con el corazón acelerado y descubrí atónita
como sobre ella se encontraba mi dije, ese crucifijo que pensé que no
volvería a ver. Me apresuré en sujetarlo para volver a ponérmelo en el
cuello, con la esperanza de que me protegiera de mí misma, pero tuve que
dejarlo caer al sentir mis dedos arder ante su contacto.
—¡Quema! —protesté mientras miraba mi piel quemada.
—Eres un vampiro, Laurie, aunque te falte completar la transición. ¿Qué
esperabas? —preguntó con dureza, pero mirándome con diversión.
—Disfrutas, ¿verdad? Te encanta verme así. Te encanta que me haya
convertido en un monstruo —escupí, sujetando el dije de nuevo a pesar de la
sensación que me generaba. Me negaba a que Nikola se saliera con la suya y
aceptar mi debilidad.
—No me gusta que te hayas convertido en uno de nosotros. No tenía que
haber sucedido nada de todo esto, pero…sucedió. Si no hubieras sido tan
ingenua, egoísta, inmadura, infantil y tonta continuarías teniendo tu vida
normal, tu vida humana. Pero no me escuchaste. No fuiste capaz de hacerme
caso frente a nada de lo que te advertí.
—¡Ya basta! —chillé, notando como la rabia fluía por las venas de mi
piel, disparando mi adrenalina. Me levanté para abalanzarme hacia él, pero
fue mucho más rápido. Sus manos apresaron mis muñecas, bloqueándome
contra una pared.
Mi respiración se aceleró al estar a escasos centímetros de su cuerpo.
Sus ojos grises se clavaron en los míos, intimidándome, y su voz vibró cerca
de mi oído, potenciando su brusquedad.
—Tienes mucho que aprender, Laurie. Y la regla número uno es no
confiar en nadie, ni siquiera en ti misma. Apréndetela lo antes posible y todo
irá mejor.
Entonces me soltó, dejándome aturdida.
Recordé con dolor como Atary me había dicho lo mismo, aunque me
había consolado diciendo que en él si podía confiar. Mi mente todavía se
negaba a asimilar que él hubiera jugado conmigo, me hubiera engañado. No
dejaba de pensar que tuvo que haber sido manipulado por Lilith.
Sí, me convencí. Quizás, si se alejaba de ella, podríamos volver a estar
juntos como al principio.
—Ni siquiera lo pienses —gruñó Nikola, dando un puñetazo a una pared
cercana y esta crujió debido a la escasa dureza del material.
Mi cuerpo se sobresaltó al escuchar su advertencia llena de odio y no
pude evitar tensarme al ver sus ojos grisáceos clavarse en mi rostro. ¿Me
había leído el pensamiento?
Chirrié los dientes al colgar mi dije del cuello y sentir como este me
producía otra quemadura, pero no lo aparté. Contuve un par de lágrimas que
amenazaban con salir y alcé el mentón en señal de fuerza. Tenía que luchar
contra mi nueva condición. No dejaría que la oscuridad ganase.
—Sí, lo he hecho —respondió ya más calmado—. Deberías sacar a Atary
ya de tu cabeza. Asume la verdad. Te engañó, te usó, te mintió. Ha sido
criado por Lilith desde hace más de ciento veinte años y le mueve la
avaricia, el ansia de poder. Vendería al mismísimo Satán si pudiera, con tal
de ser el más fuerte. Así que será mejor que borres ese enfermizo amor por
él que tienes, al menos si quieres seguir viva.
—No puedo —sollocé—. Es como si el aire me faltara al pensar en él.
Mi mente no para de suplicarme que le busque, que vaya a su lado. Mi
cuerpo me pide volver a sentir su cuerpo y…
—Cállate ya —gruñó, apretando con los dedos su tabique nasal—.
Solo… Cállate.
Bajé la cabeza avergonzada y apreté mi labio con fuerza, haciéndolo
sangrar al marcar mis dientes. Absorbí las gotas que salieron relamiéndome
y cerré los ojos con fuerza. Mi cuerpo me suplicaba alimentarme, necesitaba
comer.
—Lo siento. Yo… —susurré, jugueteando con mi dije, que ya se había
enfriado. Retrocedí unos pasos hasta chocar de nuevo con la pared, incapaz
de decir algo que transmitiera la angustia que estaba sintiendo por todo lo
sucedido, y me deslicé hasta quedar sentada en el suelo, protegiéndome con
los brazos.
—Parece que se ha adaptado a ti —respondió, ignorando mi disculpa—.
Supongo que el hecho de no ser un vampiro completo te concede una
oportunidad. Eso es… Interesante.
—¿Qué es lo que haremos ahora? —pregunté, rozando el contorno de las
letras con mis dedos. Me generaba una sensación extraña, como si quisiera
acercarme y alejarme a la vez.
—Primero debes habituarte a tu nueva condición. Tendrás que aprender a
alimentarte, a luchar, a controlar tus emociones, usar tus sentidos. Debemos
averiguar si…
—¡No voy a alimentarme! —exclamé horrorizada.
—De animales, Laurie. Aunque necesites alimentarte de un humano para
alcanzar el ritmo de actividad normal, quizás ganemos tiempo si vas tirando
con la sangre de algún ciervo. O ardillas. La sangre de ardilla no está mal.
Contuve una arcada al escucharle hablar de la sangre de animales como
si estuviera hablando de comer patatas fritas o chocolate. Solo el hecho de
imaginarme destrozándole el cuello a algún animal indefenso me producía
revoltura en el estómago.
—No me mires así —respondió encogiéndose de hombros—, los
humanos también matáis animales para alimentaros. Es muy hipócrita de tu
parte que me mires como si fuera un asesino serial y me hubieras atrapado en
pleno acto, cuando sois los primeros en salivar ante un plato de carne.
—Pero yo nunca he matado a un animal. ¡Estaba esforzándome para ser
vegetariana!
—No sé el tiempo que podrás aguantar en ayunas, pero no demasiado.
Teniendo en cuenta que un purasangre convertido por Lilith dura dos meses...
quizás tú aguantes algo más, pero es mejor no arriesgarse. Si no te alimentas
morirás. ¿Eso es lo que quieres?
—¿Más? ¿Por qué más? Si me mordió Atary —insistí—. ¿Y qué es eso
de purasangre? ¿En qué se diferencia de un vampiro normal?
Pude apreciar a las comisuras de sus labios curvarse en un intento de
sonrisa y me miró con expresión enigmática. ¿Qué me estaba escondiendo?
—Precisamente por eso. Te ha convertido un Hijo Oscuro, lo que hace
que en tu organismo fluya la sangre más poderosa del linaje vampírico, y el
hecho de que tu padre sea… —Entonces se detuvo y torció la boca. Clavé
las uñas en mi piel al apreciar que también arrugaba la nariz.
—¿Sabes quién es mi padre? —pregunté con el corazón acelerado,
ignorando que no me había explicado qué narices era un purasangre—. ¿Lo
sabes?
—No preguntes lo que no quieras escuchar —me advirtió—. Saberlo no
te ayudará en nada. Solo te volverá a desequilibrar.
—¡Tengo derecho a saberlo! He vivido dieciocho años rodeada de
mentiras. ¿Tú también?
—Yo no te mentí en ningún momento. No te podía decir la verdad a la
cara por culpa de madre, pero traté de advertirte en privado. Intenté alejarte
de nosotros, ser lo suficientemente desagradable como para que no desearas
verme más y cortaras tu relación con Atary. Pero veo no ha sido suficiente.
—Tú siempre eres desagradable —murmuré irritada—. No debió de
suponerte mucho esfuerzo.
—De hecho no —reconoció con una sonrisa burlona—. Nunca había
conocido a una chica tan exasperante e inmadura como tú.
—Vete a la mierda.
—Esas palabras, Laurie. No te pegan.
Entorné los ojos y miré hacia otro lado, tratando de zanjar la
conversación. Tenía las emociones a flor de piel y sus palabras burlonas
solo habían conseguido desestabilizarme, me entraban unas ganas inmensas
de golpearle.
—Esto es una pesadilla —suspiré—. Tengo que encontrar la manera de
volver a ser humana. Así podré regresar con Angie y Ana. Si me vieran
ahora…, no sé qué pensarían de mí.
—Que eres un monstruo, seguramente. Como yo —sonrió con crueldad
—. Aunque yo al menos tuve elección. Lo tuyo era inevitable, puesto que tu
sangre y la mía son distintas. De hecho tengo una teoría sobre el motivo de
que Atary terminara por convertirte en vez de dejarte morir desangrada.
—Para… ¿para revivir a los otros dos que quedaban?
—No. No es tan sencillo. Necesitaría otro momento épico como ese y eso
pasa cada quinientos años. Ni con toda su magia sería capaz de hacer algo
así —explicó, rascándose la barbilla—. Aunque…
—¿Sí?
—Olvídalo. Cuanto menos sepas sobre todo esto mejor —murmuró—. Al
menos por el momento.
Exhalé un suspiro de cansancio al ver otra oportunidad perdida. Odiaba
que todos me trataran así.
—Estoy cansada de que todos me tratéis como si fuera una niña estúpida
que no es capaz de asimilar nada. Si voy a quedarme a tu lado necesito saber
todo lo que tú sabes. No es justo estar en posición de desventaja.
—La vida no es justa. Creí que lo habías comprobado.
—¡No quiero quedarme al margen! —exclamé, levantándome del suelo a
una velocidad vertiginosa, enfrentándole.
—Por el momento limítate a adaptarte a tu nueva condición. Con eso es
más que suficiente. Y si no quieres que te tratemos como una niña deja de
comportarte como tal —me advirtió, clavándome sus ojos grises, que
brillaban como una noche de tormenta.
—Ahora entiendo porque estás solo —siseé—. ¡Nadie te soporta!
Observé como Nikola me hacía una mueca de desagrado antes de
desaparecer por una de las habitaciones, dando un portazo. Furiosa, dejé que
las emociones me controlasen y me moví con rapidez por toda la casa. Al
abrir la puerta principal me paré en seco, estaba frente a un frondoso y
silencioso bosque.
Dejé que mis instintos me guiaran, esquivando distintos árboles que se
interponían en mi camino sin ni siquiera detenerme a pensarlo. La adrenalina
fluía por mis venas y mis pupilas se encargaban de mostrarme más allá de lo
que hubiera podido ver como humana.
Mis oídos estaban agudizados, así que era capaz de escuchar el canto de
pájaros lejanos y distintos animales que estaban escondidos en el interior de
los troncos. Eran tantos estímulos que era incapaz de centrarme en uno solo,
todos reverberaban en mi cabeza, generándome dolor de cabeza.
Ya era tarde. El sol se había puesto por las montañas, dando lugar a
distintas sombras que en otro momento me hubieran parecido tenebrosas, si
no fuera porque con mis nuevas condiciones veía todo mucho mejor. No
sabía a qué velocidad estaba yendo, pero el paisaje pasaba tras de mí en
apenas unos parpadeos.
Entonces frené en seco.
Podía escuchar la respiración agitada de alguien, los latidos de un
corazón acelerado retumbaron en mis oídos, captando mi interés. Mi cuerpo
se movió de forma inconsciente hasta dónde provenía el ruido y no tardé en
oler un delicioso olor.
Era sangre.
Al alzar la vista y forzar mis pupilas percibí una silueta baja y delgada,
parecía una chica de mi edad. No sabía la distancia exacta a la que estaba
pero podía ver su rubia melena meciéndose con el viento y sus ojos color
avellana miraban su alrededor con miedo, como si esperasen algo o a
alguien.
A medida que me aproximaba me di cuenta que tenía las muñecas y
tobillos atados mediante unas cuerdas gruesas. Su vestido estaba roto, como
si lo hubieran arrancado, y tenía algunas manchas de sangre. La chica tenía el
rostro demacrado, sobre sus mejillas caían mil y una lágrimas y su cuerpo no
paraba de temblar.
Quería alejarme. Podía sentir como estaba cayendo en alguna trampa o
me estaba entrometiendo en alguna situación que equivalía a algún tipo de
peligro, pero no podía alejarme. Mis pies seguían avanzando a una
velocidad sobrehumana y en décimas de segundo terminé a su lado,
clavándole mis uñas en el cuello al sentir el dulce olor que emanaba un poco
más abajo, debido a un profundo corte que tenía.
—No me hagas daño —sollozó en un tono agudo y ahogado—. Por favor.
La ignoré. La bestia que habitaba en mi interior se removía instándome a
beber de su sangre. Necesitaba clavarle los colmillos que empezaron a salir
de mis encías, haciéndome daño.
Clavé aún más mis uñas en su piel, haciéndola chillar, y me aproximé
todo lo que pude, notando como mis pupilas se inyectaban en sangre y las
venas que rodeaban mis ojos empezaban a aparecer, como la vez que vi mi
reflejo en el espejo.
Ya podía sentir su sabor rozando la comisura de mis labios, mis
colmillos habían terminado de salir y mi boca rozaba su clavícula,
aturdiéndome. Justo cuando podía sentir su piel desgarrándose escuché un
sonido cercano, como si fuera un silbido. Parecía una bala.
Intenté apartarme para esquivarla pero me dio de lleno en el abdomen,
haciéndome chillar con fuerza al sentir un fuerte ardor. Parecía que la bala se
había adherido a mi piel y la había perforado.
Noté como mi cuerpo se desvanecía y caí al suelo de bruces. Lo único
que fui capaz de ver antes de abrazar la oscuridad fue unas botas oscuras y el
final de un abrigo del mismo color.
Lo más probable es que fuera un cazador. Un dhampir.
Estaba perdida.
Capítulo II * Perdida

Abrí los ojos nada más volver en mí, comprobando que ya no estaba en el
bosque. Los estímulos del lugar no tardaron en ser captados por mi cerebro
como si fueran flashes de neón, aturdiéndome.
Podía notar como un intenso olor a moho y cerrado llegaba a mis fosas
nasales; podía sentir unas fuertes cadenas metálicas atadas a mis manos con
algún tipo de líquido corrosivo especial que hacía escocer mis muñecas;
podía percibir los escasos muebles del pequeño lugar a pesar de la
oscuridad que albergaba mi alrededor y, sobre todo, fui capaz de hallar la
presencia de un hombre mayor y desgarbado, con cabello canoso y unos
pequeños ojos oscuros que me miraban desde las tinieblas con una mezcla de
recelo y odio.
Parecía una cabaña como la de Nikola, pues todo a mi alrededor era de
madera. Era un lugar bastante sobrio y sencillo, sin sofás ni televisor. No
parecía una vivienda. Mis ojos captaron unos objetos extraños y punzantes,
incluso tenía algún crucifijo y pequeños botes de cristal con algún tipo de
líquido transparente. No era un lugar normal y la palabra peligro rebotaba en
el ambiente, avisándome de que debía encontrar la manera de irme cuanto
antes si quería mantener lo que me quedaba de vida intacta.
—¿Quién eres? —pregunté después de tragar saliva y parpadear varias
veces seguidas. No me pasó desapercibido el rápido movimiento del
hombre, sujetando una especie de jeringuilla—. ¿Qué quieres de mí?
—Cállate —bramó con voz rasposa—. No converso con seres malignos.
Tanteé mi alrededor en milésimas de segundo, tratando de hallar la
manera de salir. Me moví de forma descontrolada para intentar deshacerme
de la fuerte sujeción que las cadenas ejercían sobre mí, pero era imposible.
Cada movimiento que producía me generaba un pequeño desgarro en la piel,
me ardía.
De repente fui golpeada por el fuerte olor corporal que ese hombre tenía
y arrugué la nariz en respuesta. Era tan intenso que me generaba ganas de
vomitar y me mareaba. No parecía normal. Reprimí un grito al sentir sus
ásperas manos aferradas a mi barbilla, analizando mis ojos con expresión
repulsiva. No sabía quién era, pero podía sentir las vibraciones de su alma y
su respiración agitada, podía identificar su odio.
No parecía un dhampir. De serlo ya me hubiera matado o estaría en una
situación peor de lo que estaba. Al menos eso quería pensar. ¿Era un humano
normal? ¿Un fanático anti vampiros cuyo único objetivo era proteger a la
gente de su alrededor? ¿Dónde demonios me encontraba? ¿Y dónde estaba
Nikola cuando lo necesitaba? Tenía que aprender a valerme sola, pero su
ayuda en estos momentos no me vendría nada mal, dadas las circunstancias.
Abrí la boca para formular una nueva pregunta, pero mi voz se quedó
ahogada al ver cómo se hacía un pequeño corte en el brazo con un cuchillo
afilado y unas gotas de sangre brotaron, haciéndome aspirar su dulce aroma,
recordándome al vino que tantas veces me ofrecieron los hermanos Herczeg
y bebí extasiada.
La bestia de mi interior despertó con ferocidad y se abalanzó sobre el
hombre, mientras que unos colmillos comenzaron a aparecer, produciéndome
un daño intenso en las encías. Podía sentir como el tono azulado que
caracterizaba a mis ojos se tornaba negro, sanguinario, como si la oscuridad
estuviera emanando de mi interior. Incluso las venas moradas que estaban
cerca de la zona ocular luchaban con sobresalir, rasgándome la piel.
Pero las cadenas me impidieron lograr mi objetivo, haciéndome soltar un
alarido de dolor al clavarse más hondo en mi interior, bloqueándome
cualquier tipo de movimiento. Entonces el hombre se movió con una rapidez
impropia para la edad que aparentaba y me clavó la jeringuilla en la
clavícula, produciéndome un malestar instantáneo que me hizo retroceder,
chocando contra una pared cercana.
—Neófita —susurró, captando mi atención.
Me removí con angustia tratando de quitar la aguja afilada que seguía
clavada en mi piel y un resquemor empezó a recorrer mi cuerpo,
generándome una molesta irritación. Me sentía como si hubiera caído en
medio de un monte y hubiera terminado topándome con un montón de ortigas.
Intenté exhalar el mayor aire posible y empecé a rascarme de forma
frenética mientras observaba con preocupación mis brazos, pues unos
pequeños círculos rojizos empezaron a aparecer.
—¿Qué me has echado? —gruñí deseando atacarle de nuevo, movida por
la sed de sangre.
—Interesante —respondió él de forma escueta, ignorando mi pregunta.
—¿Quién eres? —repetí mientras forcejeaba con las cadenas que me
atrapaban.
—Cállate. No he terminado contigo. Tus reacciones son peculiares.
Observé con cautela como me daba la espalda para alejarse hacia una
esquina de la sala, donde había una ventana antigua con una persiana de
madera rota que filtraba la escasa luz que la luna debía estar emitiendo en la
oscuridad.
Aproveché su descuido para intentar abalanzarme de nuevo, dejando que
la bestia dominara mi cuerpo y se encargara de transformar el miedo que
estaba sintiendo en un instinto primitivo y animal, cubierto de hambre y odio
irracional. Podía escuchar el chirrido de las cadenas al desplazarse por el
suelo, rozando mi liberación, pero se adhirieron más a mi piel,
devolviéndome al mismo lugar.
—Deja de malgastar fuerzas. Todavía tengo mucho que investigar —me
advirtió sin ni siquiera temblarle la voz. No estaba asustado, ni su corazón
se había acelerado. Su semblante estaba tranquilo, observando la mesa que
estaba frente a él, repleta de objetos.
Aprecié como rebuscaba entre sus cosas hasta encontrar una libreta negra
y forcé la vista para leer las palabras que tenía escritas. Su letra era
prácticamente ininteligible, con una grafía pegada y cursiva, con trazos
entrelazados y tachones entre los párrafos, pero pude entender algunas
palabras, como religión y tortura. ¿Estaba experimentando conmigo? ¿Era
algún tipo de conejillo de indias? ¿Me encontraba metida en una secta?
—Han pasado unos minutos y sigues en pie. No lo entiendo —murmuró
para sí, pero mis finos oídos fueron capaces de captarlo como si lo hubiera
dicho a viva voz.
—Déjame en paz —protesté, tratando de zafarme de nuevo de las
cadenas que me bloqueaban—. No quiero hacerle daño a nadie.
—Eso me pareció al ver cómo te abalanzabas hacia la pobre muchacha.
—¡Tú la ataste! Y no quise…, Yo… —respondí, abrumada por los
remordimientos que golpeaban mi parte sádica—. Yo no quise esto.
—No la até. La encontré así cuando me acerqué para ver qué alaridos
eran esos. Iba a liberarla, pero entonces te sentí —contestó con tranquilidad,
debatiéndose entre un arma de tortura u otra—. No pareces un neófito
normal. No respondes igual que ellos, pero tus impulsos por la sed de sangre
te delatan. Sin duda tu transformación es reciente, así que seguiré hasta
averiguar el motivo de tu resistencia. Ya va siendo hora de terminar con esta
era de oscuridad y muertes.
Me removí de nuevo para intentar librarme de su ataque, pero su
velocidad y reflejos eran impresionantes para ser un hombre mayor. Sin duda
debía de ser algún tipo de cazador. El contenido de la segunda jeringuilla
empezó a expandirse por mi interior, quemando mis músculos y huesos
lentamente, dificultando que mis pulmones pudieran retener el oxígeno.
El hombre se mantuvo inmóvil, con sus ojos fijos en mí. Parecía estar
disfrutando observando cada movimiento que daba, cada sonido de dolor
que producía, cada gesto de desesperación que era incapaz de inhibir. Sus
experimentos estaban llegando demasiado lejos, si no me apresuraba no
sabía cuánto más podría aguantar.
Un sentimiento de angustia invadió mi cuerpo, incrementando la
adrenalina que sentía en ese momento. No conocía mis capacidades, no sabía
lo que sería capaz de soportar y ese hombre parecía dispuesto a torturarme
hasta matarme. Necesitaba ayuda con urgencia, pero ¿quién me iba a ayudar?
Ni siquiera sabía dónde me encontraba y seguramente Nikola no se había
percatado de mi desaparición. Nadie podría salvarme, aparte de mí misma.
Tenía que romper las cadenas antes de que fuera demasiado tarde, aunque me
quedara sin articulaciones.
Eché la cabeza hacia atrás tratando de asimilar el dolor que estaba
recorriendo cada resquicio de mi cuerpo, como si hubieran prendido una
llama en algún órgano cercano. Mi corazón bombeaba más lento y mi
garganta empezaba a cerrarse, asfixiándome. Debía apurarme.
Me removí de nuevo y empecé a moverme de forma desesperada. Mi
cerebro me suplicaba que buscara la manera de liberarme, pero mis pupilas
estaban centradas en la sangre que aún sobresalía del corte de su brazo.
Estaba sedienta y mi bestia interior rugía como nunca, deseando abalanzarse
y hundir los colmillos en su piel.
El hombre aprovechó mi trance y me disparó cerca del pecho con algún
tipo de objeto punzante, provocando que mi alrededor diera vueltas y mi
cuerpo se desplomara en el suelo, haciéndome perder el conocimiento
durante unos segundos.
Al abrir los ojos de nuevo intenté levantarme, pero parecía que una
inmensa roca invisible me impedía hacerlo. Sentía que mi cuerpo pesaba
toneladas y los músculos no me respondían, unas fuertes descargas de fuego
me bloqueaban.
—Déjame —supliqué con un hilillo de voz, deseando aplacarlo—. Yo…
—¿Por qué no te mueres? —protestó con tono desesperado—. No lo
entiendo. ¿Qué cojones eres? Tendré que informar a…
No fui capaz de escuchar el final de la frase. Un molesto pitido atacó mis
oídos, haciéndome chirriar los dientes. Sentía como mi cuerpo me ardía,
cada movimiento que intentaba dar hacía que mis músculos se resquemaran y
en consecuencia soltaba unos sonidos lastimeros. Estaba perdida. Ese
hombre no descansaría hasta lograr su objetivo y la oscuridad que me
albergaba parecía estar tan atada como yo.
Me iba a morir.
Mis ojos apreciaron como el hombre se acercaba de forma lenta, pero
segura. Cada paso que daba resonaba en mis oídos, generando un eco
molesto que rebotaba en mis tímpanos por encima del pitido que aún seguía
torturándome. Incluso, de fondo, podía escuchar las manecillas de un reloj
cercano, con ese ritmo agónico pero constante que me avisaba lo que estaba
a punto de suceder. Me informaba de mi final.
Mis sentidos respondieron tratando de moverme al sentir la calidez de su
áspera mano sujetándome el mentón, analizando cada recoveco. Entonces
capté como sus latidos se incrementaron y su respiración empezó a agitarse,
antes de escuchar un murmullo helador, casi parecía un escalofrío.
—Ese crucifijo... N-no, no es posible.
No me hizo falta escuchar nada más. Absorbí la poca fuerza que me
quedaba y di vueltas por el suelo para intentar poner a salvo mi bien más
sagrado. No permitiría que nadie me lo arrebatara, pues lo único que tenía
claro era que el regalo de mi padre sería mi salvación.
—¿Por qué tienes ese dije? ¿A quién se lo quitaste? —preguntó
moviendo sus ojos de forma frenética mientras me clavaba las uñas.
—¡A nadie! —chillé, protegiéndome de él—. Es mío.
—¡Eso es imposible! —respondió, acercándose más para tratar de
quitármelo.
—No dejaré que me lo robes. Me pertenece.
Me moví con rapidez, rebotando contra una pared cercana mientras las
cadenas chirriaban en respuesta. Podía sentir como estaba cerca de
conseguir liberarme. Solo necesitaba un empujón más.
Cerré los ojos pensando en mi familia y amigas, en todo lo que llevaba
vivido. Me aferré a mis ansias de vivir y conseguir recuperar todo lo que
había perdido. Se lo debía a mi madre, a Ana, a Angie… a cualquiera que
había creído en mí. Entonces tiré de las cadenas mientras soltaba un alarido
de dolor. Y ellas chirriaron en respuesta, terminando por soltarse del
enganche al que se aferraban.
No le di oportunidad de actuar en respuesta. Dejé que mis impulsos de
supervivencia se movieran por mí y reboté contra las paredes y el mobiliario
del pequeño lugar, abalanzándome hacia la puerta de salida. Forcejeé con la
cerradura hasta conseguir abrirla, pero sus fuertes manos me detuvieron en el
último minuto, empujándome contra el interior.
—Antes muerto a dejar que te vayas —bramó, acercándose hasta mí—.
Dámelo.
—Eso nunca —respondí, tratando de estabilizarme y nivelar mis
sentidos.
Giré la cabeza en dirección hasta donde él se encontraba para dar un
salto que me hiciera apartarme, pero el hombre fue más rápido. Sus manos
arrugadas encontraron mi cuello y sus firmes dedos se hundieron en mi piel,
produciendo un movimiento brusco que me impidió hacer cualquier
movimiento posible. Solo fui capaz de captar una presencia cercana que se
aproximaba hasta donde estaba a gran velocidad, antes de desplomarme por
completo.
Exhausta.
Capítulo III * Enigma

Parpadeé al sentir unos brazos sosteniendo mi cuerpo y una figura difusa


apareció en mi campo visual, destacando una cabellera negra y una tez
pálida que me resultaba muy familiar.
—¿Atary?
—Sigue soñando —gruñó una voz hosca demasiado reconocible.
—Nikola —susurré en respuesta, forzando mis pupilas para dar nitidez a
su rostro con expresión hostil. Sus ojos grises me traspasaron, provocando
que mi cuerpo se tensara.
—¿Nunca te cansas de meterte en líos? ¿O es que eres prima de Nora?
Fruncí el ceño y llevé mi mano a la cabeza, apretando con los dedos mi
frente para tratar de calmar el fuerte dolor que esta me producía. Me sentía
cansada, como si hubiera tomado durante demasiado tiempo el sol y me
hubiera producido una insolación. Ni siquiera tenía fuerzas para rebatirle o
preguntarle sobre quién se refería. Mis neuronas no estaban preparadas para
pensar.
Dejé que cargara mi cuerpo como si fuera un pedazo de papel mientras
veía mi alrededor como manchas borrosas, debido a la velocidad a la que
estaba moviéndose. De fondo podía escuchar voces, sonidos de animales,
las hojas de los árboles meciéndose al compás del viento. Todo se
entremezclaba y llegaba a mis oídos como un ruido general, agobiándome
más de lo que ya estaba.
Al menos agradecía que fuera de noche. Si era capaz de ver de forma tan
nítida en la oscuridad cuando hace unos días hubiera sido imposible, algo
me decía que los rayos de sol me cegarían por completo. ¿Me desintegraría?
Suponía que no o ya lo hubiera hecho cuando Nikola me encontró.
Minutos más tarde regresamos al lugar de donde nunca tendría que
haberme ido. Nada más pisar la entrada, el hermano mediano de los Herczeg
cerró la puerta con rapidez y me depositó en un sofá cercano sin mucha
delicadeza, apartándose de mi lado para ofrecerme la mejor de sus miradas.
Esa que denotaba que estaba molesto, con el ceño fruncido y una fea mueca
al torcer sus labios. Realmente le había irritado.
Traté de levantarme pero él se movió en décimas de segundo y colocó
una de sus manos en mi abdomen, bloqueándome cualquier tipo de
movimiento. Mi cuerpo cayó en respuesta sobre la mullida tela que
conformaba el sofá y un suspiro de cansancio se escapó de mis labios. No
me quedaba más remedio que enfrentarle.
—¿Y bien? —preguntó en tono seco—. ¿Vas a seguir comportándote
como una niña inmadura? Porque solo te ha servido para desesperarme y
estar a punto de perder tu vida. Y te informo que no tienes siete, como los
gatos.
—¿Quién era ese hombre? ¿Por qué me quería?
Toqueteé mi escote al recordar su interés hacia mi crucifijo y respiré
aliviada al notar que aún descansaba sobre mi piel. Había conseguido
conservarlo a mi lado.
Observé a Nikola exhalar parte del aire retenido en sus pulmones e hizo
un chasquido con su lengua, negando con la cabeza.
—Ese hombre ahora mismo es lo de menos —respondió—. Eres una
vampiresa recién convertida, Laurie. Te dije que debías concentrarte en
adaptarte a tu nueva condición o te traería problemas. Como este. ¿Te das
cuenta de lo que hubiera sucedido si hubieras mordido a esa chica con la que
me topé? ¿O al hombre? Ya no habría una segunda oportunidad. Serías una
vampiresa con todas las letras y la bestia que habita en tu interior te
dominaría por completo. ¿Eso es lo que quieres?
—No —admití avergonzada, recordando como mis colmillos estuvieron
a punto de atravesar su tersa piel de porcelana y la expresión aterrada de su
rostro, como si se hubiera topado con el monstruo de sus pesadillas—.
¿Cómo sabes de la bestia de mi interior?
—Porque yo también la tengo y durante mucho tiempo dejé que me
dominara —sentenció, cortando el contacto que su piel ejercía sobre mi
abdomen, produciéndome unos cálidos chispazos.
—¿Quién era ese hombre? —repetí—. ¿Era un humano normal? ¿O era un
cazador?
—No era un dhampir. De haberlo sido te hubiera matado prácticamente
en el acto. No se detienen a hacer investigaciones absurdas.
—¿Y por qué tenía esos objetos de tortura?
—Lo siento por no detenerme a tomar el té con él y conversar. Estaba
demasiado ocupado tratando de salvarte el culo —resopló con tono mordaz
—. He perdido la cuenta del número de veces que he tenido que salvarte.
Tienes el síndrome de Blancanieves.
—¿El síndrome de Blancanieves? —pregunté, sintiendo como la rabia se
apoderaba de cada poro de mi piel. Nikola se estaba ganando un puñetazo a
conciencia.
—Te metes en líos, te desmayas y esperas a que llegue el príncipe para
salvarte. Pero siento decepcionarte, no pienso darte el beso mágico de amor
—respondió con una mueca burlona al final.
—Eres estúpido, Nikola. Cada día te superas más.
—Gracias. Me alegra que seas capaz de apreciar mi evolución.
Y con esas palabras se alejó hasta encerrarse en una habitación cercana,
dejándome con la boca abierta y una expresión incrédula. La rabia que sentía
ante su comportamiento se entremezclaba con la vergüenza de admitir que
tenía razón y solo era una carga, pero mi orgullo me impedía asumirlo. Me
esforzaría en sobrellevar mi nuevo estado y aprendería a ser fuerte para no
depender más de él. Lucharía por atesorar la posibilidad de recuperar mi
humanidad costara lo que costara.

Unas horas más tarde, ya cansada de echar un pulso con el aburrimiento y


contar el número de líneas que conformaban el suelo de madera de mi
habitación, escuché la voz de Nikola conversando con alguien, intuía que por
teléfono. Para mi desgracia, estaba hablando en otro idioma, pero debido a
mi amistad con Ana sabía que era español. A mis oídos llegó el nombre de
Rocío, así que mi misterio se resolvió pronto. Estaba claro que la única
persona con la que tenía amistad era con ella. ¿No iba a contactar a sus
hermanos? ¿Estaba huyendo de ellos?
Molesta por la falta de respuestas, curioseé los estantes que cubrían las
paredes y observé que la mayoría de libros que los conformaban versaban
sobre historia y geografía. No encontré ninguno que hablara sobre vampiros
o dhampirs. Aunque era de esperar si se habían encargado todo este tiempo
de mantenerlo oculto.
Eso me llevó a recordar el libro que me había prestado Sham y lo
encontré en una mesa de escritorio que había en una esquina del cuarto.
Nikola se había tomado la molestia de abrirlo y marcar una página concreta.
Lo sostuve entre mis manos y me senté sobre la cama poniendo las piernas
en estilo indio para empezar a leer.
Los originales, primeros hijos de Lilith y Caín, ungidos con la sangre
oscura de las sombras sacrificadas por la madre de demonios, no tardaron
en buscar víctimas humanas. Los descendientes de Adán y Eva crecían a
ritmos desorbitados, se expandían por todo el planeta y unos se mezclaban
con otros, teniendo así un amplio porcentaje de personas para acercar al
lado oscuro.
Fueron tiempos difíciles y sangrientos. Las víctimas de los originales
fueron usadas como peones de un ejército que lentamente se iba gestando.
Eran vampiros maduros, por los cuales corría un linaje inferior, pero lo
suficientemente fuerte como para tolerar la luz solar durante unas horas y
adquirir el poder de la sanación que Caín había obtenido al ser el fruto de
Eva, mezclado con la sangre oscura de Lilitú, al vengarse de su fallido
esposo.
De los vampiros maduros surgieron las nuevas víctimas, conocidos
como neófitos, grandes peones de un tablón peligroso de ajedrez con el
único propósito de defender las piezas principales. Seres sedientos de
sangre, movidos por sus impulsos y su instinto animal, con poca capacidad
de raciocinio. Precisamente por ser el eslabón más débil contaban con
menor número de ventajas. Poco tolerantes a los rayos del sol, su
capacidad de recuperación es más reducida y sus ansias asesinas les
impiden calcular con frialdad y actuar para lograr el mejor resultado. Son
predecibles y fáciles de combatir, pero su fuerza es equiparable al de un
vampiro maduro debido a la desorbitante cantidad de litros de sangre que
ingieren, rozando el descontrol.
Da igual el orden jerárquico que tengan, pues todos tienen el mismo
telón de Aquiles: La religión.
La oscuridad siempre será vencida con la luz y el poder de Lux siempre
prevalecerá por encima del de Nyx. Así lo ha establecido el equilibrio
natural de la vida.
Deslicé el dedo por la hoja antigua y desgastada que albergaba
información tan valiosa como la que terminé de leer. Me resultaba fascinante
e inquietante el hecho de saber que había visto, con mis propios ojos, a un
ser que llevaba vivo desde el inicio de los tiempos. También me sorprendía
que los vampiros se organizaran por clases, que hubiera una jerarquía que
los fuera colocando en orden. Y ahí me encontraba yo. Era el último
eslabón. Pero, ¿por qué al hombre le resulté diferente?
Entonces recordé las palabras de Nikola antes de haberme marchado,
movida por la frustración y la rabia de ese momento. Me había mordido
Atary y era un Hijo Oscuro, por lo que la sangre que fluía en mi interior era
más poderosa que la de un vampiro común. Pero, ¿qué significaba eso? ¿Y
qué narices era un purasangre?
Hojeé las páginas tratando de buscar algún párrafo que hablara de ellos.
Estaba segura de que en un libro tan extenso como ese tenía que haber
información importante que me sacara de dudas. ¿Hasta dónde podía llegar
su poder? ¿Era equiparable al de un vampiro original? ¿Quedaban vampiros
originales o ya se habían extinguido? Si es que eso era posible.
Deslicé mis dedos por las palabras, notando como mi piel se mezclaba
con los trazos que formaron la tinta de esa época. Podía sentir cómo me
sumergía en la historia, sintiéndome una más. Mis ojos se movieron a una
velocidad vertiginosa, era capaz de leer a un ritmo que un humano normal
sería incapaz, pues el cerebro no hubiera podido retener tanta información
de golpe, pero el mío lo conseguía sin problemas. Era impresionante.
Mi mente voló entre mis recuerdos mientras seguía en mi interesante
búsqueda, dejando en un segundo plano la voz masculina y envolvente de
Nikola, que seguía conversando con Rocío. Incluso en alguna ocasión me
pareció escucharle reír, pero eso debía de ser un producto de mi
imaginación. Los seres agrios como él carecían de humor, seguro que en su
vocabulario no entraba la palabra risa.
Podía visualizar la vez que entré sin querer en su habitación y le atrapé
leyendo. Ese día no me había parecido extraño su ritmo de lectura. Y eso que
había puesto especial atención en sus ojos por el brillo especial que
desprendían cuando hacía algo que le entusiasmaba de verdad. Generalmente
estaban apagados o producían una sensación de melancolía, como si llevara
una mochila en la espalda, repleta de piedras del pasado.
Entonces mis ojos se detuvieron en una hoja y mis pupilas se centraron en
la palabra purasangre, haciéndome volver en sí. Deseché los recuerdos
como si fueran una nube vaporosa de color púrpura y me centré en la tarea
principal: Saber más de ellos.
Los Purasangre son humanos con una vida normal hasta que se ven
absorbidos por la oscuridad que vibra en su interior. Hijos de una madre
humana y un padre vampiro, su concepción produce la muerte de esta o
grandes complicaciones que la acompañarán a lo largo de su vida. Su
esencia se camufla durante la infancia, aunque pueden tener brotes
sádicos e impulsos peligrosos para la gente de su alrededor, tachándoles
de monstruos o demonios. En la adolescencia se amplifica hasta tal punto
en que su ética se enfrenta a sus raíces, la maldad transmitida por su
antecesor, generándoles grandes crisis y conflictos emocionales.
Mi menté voló de nuevo, haciéndome recordar esas épocas de mi vida en
las que tantas veces había escuchado esa palabra: monstruo. Fruncí el ceño
y me mordí el labio inferior, generando una pequeña herida. Decidí no crear
más hipótesis o me volvería loca. Estaba claro que no había sido engendrada
por un humano. Volví la vista hacia las páginas, esperando resolver más
interrogantes.
Los Hijos Oscuros son siete, como los pecados capitales. Varios
estudiosos de la época llegaron a la misma conclusión: El sacrificio que
Lilith tuvo que hacer, movida por el mandato de Lux, le produjo tal sed de
venganza al enterarse de la trampa oculta entre las líneas pronunciadas
por el trío celestial, que le hizo moldear siete sombras a su imagen y
semejanza, con todo el odio y rabia que albergaba en su interior. Sobre
ellos derramó todos los sentimientos negativos que la rodeaban y selló su
creación con un pacto de sangre, mezclado con aquella que aún
conservaba de su compañero ausente, Lucifer.
En ese momento surgieron los Hijos Oscuros, siete seres sombríos que
eran una prolongación exacta de su persona y en cada uno reside un
pecado capital, ampliando así la maldad en los corazones de los humanos.
Todos los Hijos Oscuros morirán en el momento que Lilitú lo haga, dando
fin a toda una era de muerte y oscuridad.
Levanté la cabeza antes de leer los últimos párrafos que daban por
finalizado el capítulo. La palabra muerte me había estremecido hasta el
punto de hacerme reflexionar sobre lo leído. ¿Estaban atados a ella? ¿No
habían sido seres humanos normales?
Crují mis dedos de forma inconsciente mientras la voz de Nikola seguía
llegando a mis oídos, acariciándolos como si se tratara de una dulce
melodía. Su tono conversando en español era atrapante, casi adictivo. Me
molestaba que consiguiera captar mi atención incluso sin tener que
esforzarse. Ya había tenido suficientes problemas con dos hermanos a falta
de un tercero. Tenía que aprender a inhibir los sentimientos que tenía a flor
de piel. Me hacían sentir inestable. Decidí saciar mi curiosidad un poco
más.
Las sombras de lujuria, soberbia y envidia fueron entrelazadas con las
de los tres vampiros originales, otorgándoles un poder aún mayor con la
condición de prevalecer su humanidad. Si un vampiro original fallece, solo
tendrá una oportunidad de ser resucitado y necesitará el sacrificio de su
pecado capital en un momento culmen de la humanidad como la fase de las
cuatro lunas.
Las almas de gula, ira y avaricia fueron puras y libres, alcanzando una
combinación peligrosa y letal. Pero se necesita de siete para despertar a
pereza, atrapado como castigo en algún lugar desconocido, y con él se
iniciará la mayor era de oscuridad. De la cual ni el ser de luz más
poderoso podrá escapar, generando el caos y la desesperación. El
Apocalipsis final.
«¿Siete?» Volví a leer la última frase tratando de analizar cada palabra y
fruncí el ceño al percatarme de que no entendía nada. Parecía un maldito
jeroglífico. Una adivinanza con un significado oculto que no lograba
descifrar. ¿Acaso había un octavo pecado capital? ¿La humanidad había sido
engañada? Negué con la cabeza y exhalé un suspiro.
Eso no tenía sentido. Precisamente, el mismo libro relataba que había
sacrificado a sus siete primeros hijos, o seres, o sombras, o lo que sea que
fueran. No mencionaba nada acerca de haber tenido un octavo.
El ruido de unas pisadas acercándose me hizo detener mis cavilaciones y
centré mi atención en la puerta antes de que esta se abriera. Tras ella
apareció Nikola y sus ojos grisáceos se detuvieron durante unos segundos en
el libro que sostenía entre mis manos, para luego volver su vista hacia mí y
darme una orden que hizo que mi estómago se encogiera.
—Espero que estés preparada para tu primera caza. En cuanto te sacies
nos iremos de aquí.
—¿Caza? —pregunté en un susurro, tratando de contener las ganas de
vomitar, aunque mi bestia interior se removía deseosa por saciar su hambre
—. ¿A dónde iremos?
—A Miskolc. Allí te instruiré como se debe y buscaré la manera de
devolverte la mortalidad. Pero para ello debes estar preparada.
—¿Preparada para qué?
—Para sobrevivir a una ciudad gobernada por vampiros, donde Lenci
ejerce el poder principal.
—¿Lenci? ¿Quién es Lenci?
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al apreciar la sonrisa divertida
que comenzó a esbozar Nikola. No había respondido con palabras, pero ese
gesto me advirtió que no iba a ser una persona normal. Todavía no le había
puesto cara, pero la reacción de mi cuerpo fue clara. Si con solo pronunciar
su nombre había conseguido cambiar su típica expresión de molestia, era
seguro que no me iba a gustar.
Y al poco tiempo de llegar a Miskolc lo pude comprobar. Lenci era
sinónimo de pesadilla.
Una pesadilla que, por desgracia, era real.
Capítulo IV * La Caza

—Vamos. Es la hora.
Me sobresalté al escuchar su voz. A pesar de que había sentido sus
pasos, su presencia no dejaba de intimidarme. Nikola tenía ese don con solo
mostrarte su fría y grisácea mirada.
—N-no, no quiero. Me niego —protesté, notando cómo mis manos
temblaban y mi estómago se removía.
—Habértelo pensado mejor el momento que decidiste vivir tu romance
cliché con el estúpido badboy. Deberías haber aprendido con esos libros
que es imposible hacerlos cambiar —respondió con tono mordaz—. Así que
ahora colabora poniendo de tu parte si quieres atrasar tu muerte. La
definitiva.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué me ayudas? Si no te agrado podías
haberme dejado morir.
—¿En serio estás haciendo esa pregunta? ¿En serio? —exclamó alzando
sus cejas. Me tensé al escucharle chirriar su dentadura—. Atary no te
convirtió en vano. Hay algo que se me escapa, pero pienso averiguar qué es.
—A lo mejor estaría mejor con él y…
—Vamos —masculló en un tono casi inaudible—. Me niego a escuchar
más tonterías.
Mi estómago rugió en respuesta y el iris de mis ojos comenzó a
oscurecerse, podía notar como el mal que albergaba en mi interior se
expandía, liberando a la bestia que tuve la desgracia de despertar.
«Maldita. Estás maldita» Las palabras cargadas de odio y rencor de
Franyelis antes de morir no paraban de resonar en mi cabeza, torturándome.
Me asustaba el hecho de ver el poco tiempo que llevaba en transición y las
ansias de sed de sangre que tenía. ¿Esto iba a ir a más? ¿Iba a convertirme en
un animal descontrolado? Me aterraba.
—Tiene que haber otra manera —musité.
Me levanté de la cama y salí de la habitación a gran velocidad, chocando
con el marco de la puerta de la cocina al no saber controlar mis nuevas
destrezas. Inquieta, abrí la nevera para buscar algún tipo de alimento. Cerré
la puerta con brusquedad al no encontrar nada. Estaba vacía.
—¿Esperabas un buffet libre? —preguntó Nikola a mi espalda, apoyado
contra el marco, mientras me miraba fijamente—. Solo nos alimentamos de
sangre, Laurie. Somos vampiros.
—Pero en la facultad... En el castillo comíais comida humana. Yo os vi
—murmuré antes de abalanzarme hasta los armarios de la cocina y
encontrarme con la misma situación. Ni un solo rastro de comida humana con
el que intentar ingerir algo.
—Podemos comer comida humana, pero no nos llena, no sabe a nada. Es
como comer una hoja de lechuga sin aliñar. Solo nos sirve como tapadera
para que el resto no sospeche.
—Tengo miedo. —Me sinceré, girándome para mirarle a los ojos—.
Miedo a asumir que me he convertido en un monstruo y no hay manera de
volver atrás. No quiero matar a nadie más, no quiero disfrutar el sabor de la
sangre como saboreaba el…vino. Pero, sobre todo, no me quiero morir.
—Tú no has matado a nadie, Laurie. Al menos no por voluntad propia.
Iba a suceder de un momento a otro y no hubieras podido evitarlo —contestó
sin vacilar—. Pasaste de ser un peón a convertirte en la pieza principal de
Lilith. Por eso tienes que asimilar la realidad cuanto antes. Sino nos ganará
terreno, y eso es jodidamente malo. Créeme.
—¿Iba a suceder? ¿A qué te refieres con eso?
—Todo estaba planeado. Cada paso que diste, cada acto, cada
decisión… fuiste llevada al son de Atary, Vlad y Lilith. Ellos no se fijaron
en ti por casualidad. Eso tenlo claro. Y Franyelis solo fue una marioneta
más. En un inicio fue tu amiga de forma real. Si cambió fue por culpa de
ellos, Vlad la controlaba.
—Atary no…, él…
—Nunca ha estado enamorado de ti. Jamás —sentenció—. Fue todo una
farsa. Y estoy seguro que volvería a hacerlo una y otra vez. Asúmelo.
—¡No puedo! —grité, empujándole contra una pared cercana. Mi pecho
subía y bajaba a gran velocidad, al compás de mis emociones inestables—.
No sé por qué, pero no puedo hacerlo. Yo… le necesito. Es algo que no
puedo controlar, es…enfermizo.
Observé cómo las facciones de Nikola se endurecieron, aún más de lo
que le caracterizaba. Un halo de oscuridad le rodeó, haciéndome retroceder,
y no pude evitar tragar saliva al ver unas delgadas líneas negras acentuando
sus ojos.
—Vámonos ya.
No fui capaz de negarme, el aura que desprendía me alertaba que era
mejor dejar el tema en el aire, relegado a un segundo plano. Me sentía tan
fuera de lugar y sola que lo único que podía hacer era acompañarle. No
estaba preparada para enfrentarme a los peligros del exterior.
Salimos de la pequeña casa a una velocidad sobrehumana, Nikola iba tan
rápido que me resultaba difícil seguirle sin golpearme con algún tronco o
tropezarme con alguna rama.
No nos llevó mucho tiempo pero, seguramente, a pasos humanos
hubiéramos tardado horas. La noche nos acompañaba, iluminándonos con su
manto de estrellas y lo único que había a nuestro alrededor, aparte de
árboles, era un silencio sepulcral.
—¿Y ahora qué debo…? ¿Qué tengo que hacer?
—Quédate aquí unos segundos. Quiero que uses tus sentidos y los
explotes al máximo. Necesitas acostumbrarte a ellos si quieres sobrevivir.
Con esas palabras desapareció, dejando tras él una estela negra. Nikola
parecía una sombra, sus movimientos eran tan rápidos que parecía
mimetizarse con el manto estrellado que conformaba la noche. No podía
evitar sentirme una carga para él. Mis movimientos, a su lado, parecían los
de un bebé recién nacido.
Segundos más tarde reapareció, dejando entrever un hilillo de sangre que
brotaba por sus labios, degustándolo con un sencillo movimiento de lengua.
Sus irises brillaron con un tono rojizo antes de apagarse y volver a su color
habitual. Durante esos instantes Nikola se permitió el lujo de sacar su
verdadera identidad a flote, y eso me dio verdadero pavor. Era el auténtico
reflejo de un monstruo.
—¿Qué has hecho? —pregunté con voz temblorosa. Confiaba en que
Nikola no era un asesino y no había atacado a ningún humano, pero no lo
conocía lo suficiente como para poder asegurarlo. Era un vampiro, un
depredador, y yo misma había podido experimentar lo poderosa e intensa
que es la sed de sangre. Imposible de ignorar.
—Usa tu olfato. Rastréalo.
—¿A quién?
—No bebo sangre humana si es lo que te preocupa. Me esfuerzo cada día
en mantener mis impulsos primitivos a raya para no hacer daño a nadie más
—respondió con tono hosco. En sus ojos se percibía un deje de melancolía.
—¿A nadie más? ¿Has bebido sangre humana?
La expresión de su rostro volvió a endurecerse y tensó la mandíbula antes
de resoplar y ordenarme centrarme en la caza. Decidí dejarlo estar por el
momento y concentrarme en lo que me decía, cerrando los ojos para agudizar
el oído y el olfato, dejándome llevar por un tímido olor que comenzaba a
adherirse a cada poro de mi piel.
—¿Hueles la sangre? ¿Localizas el cuerpo? —preguntó, instándome a
reaccionar.
—Sí —respondí, notando mi voz con un tono ronco, avisándome de lo
que estaba a punto de suceder.
Sentí como mi instinto salvaje se apoderaba de mi cuerpo y dejé que me
guiara por el bosque, moviéndome de forma instintiva sin preocuparme en
chocar con algo. Parecía que sabía por dónde iba, mi lado animal controlaba
cada paso de forma despreocupada. Mi parte racional había quedado
relegada a un segundo plano.
Continué avanzando de forma autómata, solo era consciente de los
movimientos de Nikola, que se encontraba unos pasos más atrás, como si
fuera mi sombra. Empecé a salivar al oler la sangre animal de forma más
intensa y mis ojos adquirieron otro color al percibir la figura desangrada de
lo que parecía un ciervo por su pelaje oscuro y sus pequeñas orejas.
Me quejé al sentir unos pinchazos en mis encías, podía notar como mis
colmillos crecían y se afilaban, chocando contra mis labios hasta formar una
pequeña herida que los hizo sangrar.
Me abalancé sobre el animal indefenso que se removía emitiendo sonidos
agónicos, luchando por sobrevivir. Podía escuchar la voz de mi conciencia
quejarse por lo que estaba a punto de hacer, pero era incapaz de frenar. Mis
ganas de alimentarme eran mil veces superiores a las de dejar al pobre
animal tratar de sanar.
Entonces di un salto y me relamí, deseosa de cumplir mi objetivo, pero
entonces mi cuerpo chocó con algo que apareció de la nada, tirándome al
suelo.
Levanté la cabeza preparada para enfrentarme al peligro y atacar, fue
entonces cuando, para mi sorpresa, contemplé la figura esbelta de Rocío
aproximarse hasta Nikola para empujarlo. Pero él reaccionó y, en lo que me
duró un parpadeo, era ella la que estaba siendo aprisionada contra el tronco
de un árbol y el rostro de Nikola esbozaba una sonrisa cargada de diversión.
—Pensaba que me invitarías a la cacería —dijo a modo de saludo,
apartándose de su agarre con un solo movimiento.
—Y yo que vendrías cuando estuviera todo preparado.
—Y lo está —respondió ella, mostrando unos billetes de avión—. Pero
sois muy lentos y me aburría. Así que me entretuve localizándoos. No fue
muy complicado al oler la sangre del pobre bambi.
—¿Vamos a viajar en avión?
Parpadeé perpleja. Lo que menos esperaba era viajar en un transporte
público, acompañada por dos vampiros. Aunque no me preocupaban ellos,
sino yo misma. En ese momento era un peligro para cualquiera.
—Céntrate en tu presa, Laurie. A este paso se escapará y como lo haga te
encargarás tú solita de buscarte a otra víctima. No me hago responsable de
las consecuencias. —Me advirtió él.
Me concentré en luchar contra mis ganas de estamparle yo misma contra
el tronco del árbol y les di la espalda para cerrar los ojos y alimentarme del
animal. El encontronazo con Rocío me había devuelto la cordura y me
costaba ceder a visualizar un acto tan gore y cruel.
Jadeé aliviada al sentir mis colmillos incrustarse en el pelo del animal.
Parecía un cachorro con dolor de dientes que necesitaba morder para
mitigarlo. Y, en efecto, así había sido. Bastó hundirlos en su piel para que
todo el dolor se fuera y mi cuerpo se relajó mientras mi garganta succionaba
su sangre hasta dejarlo seco.
Me incorporé con cautela, dándoles la espalda para que no vieran mi
boca cubierta de ese líquido viscoso que había dejado de brotar de su
herida. El sabor no era igual al del vino, más ácido y amargo, así que
segundos más tarde mi estómago se encargó de rechazarlo y vomité todo el
contenido unos metros más allá.
La presencia de Rocío no tardó en llegar y apartó los mechones
anaranjados de mi cabello, colocándolos tras mis orejas. Entonces me
levantó la cabeza por el mentón y escudriñó mi rostro, girándose después
hacia Nikola con gesto preocupado.
—Ha devuelto todo, Nik. Eso no es normal.
—¿Me voy a morir? —pregunté alarmada, mirando a ambos para intentar
descifrar la expresión de sus rostros.
—No. No te vas a morir —respondió él en tono calmado, relajándome
ligeramente. Aun así podía percibir que ni él mismo estaba del todo
convencido—. La sangre que llevas en tu interior es más poderosa que la de
un vampiro común, así que es normal que te cueste asimilarla.
—Aun así sería mejor apresurarnos para llegar a Miskolc. Escocia ha
dejado de ser segura desde el despliegue de cazadores por la zona. Y no
sabemos cómo pueden reaccionar al ver a Laurie así —añadió Rocío—. Una
vez pongamos pie en tierras húngaras hablaremos con Ákos.
—¿Con Ákos? Es meterla en la boca del lobo.
—Es el sitio más seguro, Nik. Si algún dhampir nos siguiera el rastro no
se atrevería a pisar la fortaleza. No sin refuerzos. Muchos —recalcó—.
Sería un suicidio para ellos. Además, Laurie necesita alimentarse o se
acelerará el proceso de cambio.
—¿Quién es Ákos? —pregunté, arrugando el ceño.
—Es el gobernador de Hungría. Su posición hace que controle todo y a
todos. Y conoce muy bien a los Herczeg.
—¿Y es un vampiro?
—Uno de los más peligrosos de allí, por detrás de Lenci —dijo Nikola.
—No entiendo porque os relacionáis con vampiros peligrosos, ni quién
es esa, ni por qué no quieres que vayamos con él. ¿No está de tu parte?
—Es necesario, es una Hija Oscura y es peligroso —respondió de forma
escueta a cada duda que tenía, torciendo la boca—. Haces muchas preguntas.
—Y tú le das muy pocas respuestas, Nik —me apoyó Rocío.
—Ya verá todo con sus propios ojos —le contestó, posando sus ojos en
mí—. Tú limítate a mantenerte callada y hacer todo lo que yo te diga.
—Ignórale —dijo su amiga, posando su mano en mi brazo para tirar de
mí y hacerme andar—. Gruñe, pero no muerde. Al menos no a vampiros.
No entendía por qué íbamos en avión. De hecho, era la primera vez que
salía de Escocia y me subía a uno.
El trayecto desde la cabaña hasta el aeropuerto lo hicimos en coche, a
ojos de cualquiera parecíamos humanos comunes, pero solo los que miraban
de verdad podrían darse cuenta del monstruo que habitaba oculto entre las
sombras de nuestro interior, esperando saciar su oscuridad.
Capítulo V * El Viaje

El viaje hasta el aeropuerto de Edimburgo no fue largo, pero se me hizo


insoportable. Ya sentada en el asiento del avión, al lado de Rocío, podía
sentir como la sangre recorría las venas de todas las personas que había a
nuestro alrededor. Sus voces se entremezclaban en mis oídos produciéndome
un intenso dolor de cabeza, así que apreté mis manos contra el asiento,
cerrándolas en un puño, para luchar contra mis ganas de abalanzarme sobre
ellos y hundir mis recientes colmillos en su tersa y delicada piel.
No me reconocía. No podía creerme cómo era capaz de salivar al notar
como la sangre de una niña pequeña descendía por su pequeño cuerpo,
atrayendo mi atención. Podía sentir mis pupilas dilatándose e incluso las
líneas purpureas de mis ojos amenazaban con dejarse ver. Era una tortura ver
como en mi mente se dibujaban escenas donde aparecía clavando mis uñas
en su clavícula, pero todo se frenó con un golpe en mi pierna por parte de
Rocío. Me advirtió en voz baja que me estuviera quieta, prácticamente
movía sus labios sin articular sonido, pero era lo suficientemente audible
para mí para poder entenderlo.
—Sé que es difícil, pero contrólate. No quiero una masacre y tú tampoco.
—¿Por qué tenemos que mezclarnos? —protesté tragando saliva mientras
me revolvía en el asiento. Me costaba controlar mis doloridas encías—.
Esto es una tortura. Puedo sentirlo… todo. Cada suspiro, cada palabra, cada
movimiento que dan. Es una pesadilla.
—Íbamos a ir en una subcompañía que hay para vampiros, pero vamos
justos de tiempo y no quedaban billetes, así que no nos queda más remedio
que viajar así.
—¿Una subcompañía para vampiros?
Miré el rostro sonriente de Rocío. Al menos había conseguido captar mi
atención, reduciendo mis ganas de hincarle el diente a alguien.
—Te sorprendería saber la cantidad de vampiros que hay a nuestro
alrededor. Hay bares exclusivos para nosotros, depósitos de sangre, aviones,
hoteles… todo gestionado por ellos. Algunos son realmente poderosos.
Me mordí el labio inferior solo de pensarlo. No podía creerme que
pudieran pasar desapercibidos como si nada, sin que nadie se hubiera
percatado de su verdadera identidad.
—¿Y no podemos volar nosotros o algo así? Nikola no me ha explicado
mucho sobre nuestras habilidades —mascullé mientras le miraba de reojo.
—No podemos llamar la atención y nuestras destrezas no llegan a tanto,
solo podemos correr a mayor velocidad que un humano común. Además,
tenemos un sequito de dhampir rondando por Escocia y solo conseguiríamos
meternos en un buen lío. Lo que menos les gusta es captar la atención de sus
ciudadanos y generar alarmas innecesarias, así que lo más lógico es
mezclarse entre la multitud. Es lo mejor, aunque para ti sea un inconveniente
con el tema de la adicción a la sangre. Estás haciéndolo bastante bien, por
cierto.
—Gracias —respondí, al menos alguien valoraba mi esfuerzo—. Pero
viajar a estas horas…, no termino de acostumbrarme a todo esto. ¿Cuál es
vuestro fantástico plan? —pregunté derrotada, apoyando la cabeza contra el
asiento mientras retiraba unos mechones de mi cabello que decidieron atacar
uno de mis ojos.
Rocío miró a Nikola durante un instante, que se encontraba sentado en la
misma hilera de asientos que nosotras, pero al otro lado del pasillo. Tenía la
cabeza apoyada contra su mano y miraba por la ventanilla mientras se sumía
en sus pensamientos. Tenía un don para ignorar a cualquiera que respirara a
un centímetro de él.
—Nik prefiere que sepas lo menos posible. Teme que involucrarte más
de la cuenta nos traiga problemas. A todos.
—No soy una niña —suspiré, esforzándome por despegar la vista de la
molesta chica cuya sangre me llamaba. Agradecí poder fijar mi mirada en
los ojos oscuros de mi compañera—. Y en estos momentos, teniendo en
cuenta que vosotros sois lo único que tengo y estoy en una situación nueva
que me cuesta controlar, merezco un poco de ayuda.
—Quiere buscar a Morgana —susurró en un tono aún más bajo del que ya
estábamos usando—. Ella podrá ayudarte.
—¿Quién es…?
—Shh —me frenó, mirando a su alrededor—. Te lo contaré todo cuando
lleguemos. No sabemos quién puede estar escuchando y son temas delicados.
—¡Estamos hablando en murmullos imperceptibles!
—No a oídos de alguien como nosotros —dijo de repente Nikola,
apoyado contra el respaldo de Rocío, mientras me miraba con cara de pocos
amigos—. Limítate a mantenerte a nuestro lado y no hacer ninguna estupidez.
Con eso es más que suficiente.
—¡Nik! —Le regañó ella—. Está haciendo un esfuerzo enorme. ¿Te
recuerdo mis primeros días?
Atisbé como Nikola le lanzaba una mirada de enfado a Rocío, pero no
dijo nada y volvió a su asiento, recuperando su estado habitual de “todo me
importa una mierda”, con la mirada perdida y los brazos cruzados. Quién
sabía lo que pasaba por su cabeza en ese momento, pero preferí ignorarle y
centrarme en las palabras de Rocío. Al menos ella era más amigable y
comprensiva. Lamentaba haberla juzgado tan rápido en el pub.
—¿Tus primeros días?
—Te lo contaré todo nada más llegar, te lo prometo —sonrió, posando su
mano junto a la mía para darle un breve apretón y volver a ponerse los
auriculares que la acompañaban durante el viaje.
Decidí dejar el tema estar y cerré los ojos por un instante, esperando
dormir algo. Tenía tantas dudas respecto a mi nueva condición, tantos
temores por si no era capaz de controlarme…que me abrumaba pensar que la
bestia que dormitaba en mi interior podía apoderarse de mi parte racional y
no volver jamás. Solo quería recuperar mi humanidad, alejarme por una vez
como tenía que haber hecho al conocer a Atary. Ese chico que seguía
rondando entre mis pensamientos, preguntándome dónde podía estar y qué
estaría haciendo.
¿Sería verdad cuando me dijo que podríamos irnos lejos los dos? ¿Lejos
de todos los problemas que estaban apareciendo? Había cambiado tanto
desde el día que le conocí. Todavía me costaba asimilar que todo había sido
una trampa. Mi mente me gritaba que quizá solo quería protegerme. Que su
plan era alejarme de él para protegerme de su loca y ancestral madre.
Con ese pensamiento me concentré en no pensar en nada más e ignorar la
variedad de olores y sonidos que rebotaban en mi mente, torturándome. Solo
tenía que concentrarme en controlar mis impulsos y quizá así podría respirar
aliviada. Acaricié el dije murmurando una oración y apreté mis párpados. O
me relajaba o el viaje sería peor que una pesadilla.
Caminé por un terreno oscuro, repleto de árboles y una espesa niebla que
ocultaba de forma parcial las figuras translucidas que deambulaban por el
lugar. Miré a mi alrededor esperando encontrar algo que me indicara en
donde me encontraba, pero fue imposible. No había nada a la vista que
reconociera.
¿Acaso era algún rincón perdido del bosque que conformaba Edimburgo?
¿A dónde quería llegar?
Deambulé por la zona tratando de evitar a las siluetas borrosas que
chocaban conmigo sin ni siquiera percatarse de mi presencia, hasta llegar a
un claro con una cascada de agua acristalada. El sonido que esta producía al
chocar con el riachuelo me hizo sentirme en paz, como si fuera mi hogar. Al
fondo pude apreciar un símbolo que me parecía haberlo visto antes, sellado
en una piedra que hacía brillar su contorno.
—Laurie.
Me giré de repente al escuchar una voz que no conocía de nada, pero
había algo en su tono que se me hacía familiar. Fue entonces cuando observé
frente a mí la figura de una mujer con ropajes blancos vaporosos, una larga
melena rubia y unos ojos azules que destacaban sobre todo lo demás. En una
de sus muñecas llevaba el mismo tatuaje que estaba tallado en las rocas de la
cascada y brillaba con tal intensidad que parecía que el mismísimo sol se
hallaba dentro. Tuve que parpadear varias veces y poner la mano sobre mi
frente a modo de tejado, para evitar quedar deslumbrada.
—Mi dulce niña —susurró, colocándose a mi lado con una gracia digna
de una bailarina de ballet—. Intenté protegerte todo lo que pude, pero no fue
suficiente. Puedo notar como el mal crece en tu interior, amenazando con
destrozar todo a su paso. ¿Por qué, Laurie? ¿Por qué desafiaste a la religión
que te protegía de toda amenaza?
—¿Quién…? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? —pregunté arrugando el ceño.
Me detuve para mirar a mi alrededor pero, al no sacar nada en claro, volví a
fijar mis ojos en esa extraña mujer—. ¿Por qué sabes quién soy? Lo que…lo
que soy.
Bajé la cabeza y jugueteé con las mangas del grueso jersey que llevaba.
Ella desprendía un aura tan poderosa y nítida que no pude evitar sentirme
sucia a su lado. Indigna.
—Yo lo sé todo. Puedo ver la línea de tu vida y todo lo que puede
suceder. Un abanico de opciones se abre ante ti al tener la atención de
ambos bandos y me siento impotente de no poder mitigar todo el dolor que
estás sintiendo ahora, sin olvidar lo que vendrá. Nuestro creador está muy
decepcionado contigo. Tenía fe ciega en ti. En tu poder.
—¿Mi poder? ¿Bandos? ¿Creador? —arrugué el ceño de nuevo al
escucharla y la miré fijamente, deteniéndome en su mirada transparente.
Todo esto tenía que ser una broma de mal gusto o una pesadilla provocada
por mis remordimientos al haber matado a un pobre e indefenso animal—.
Oye, no sé de qué hablas ni quién eres, pero me estoy asustando. ¿Dónde
estoy? Yo no tengo ningún poder.
—Estás en el bosque de las ánimas, lucero. El lugar a donde se dirigen
las almas que han fallecido y buscan su lugar en el plano astral para poder
alcanzar el descanso eterno. Dependiendo de la vida que hayan tenido y
cuánto hayan abrazado la maldad, descansan en un lugar u otro.
—¿Y qué hago aquí? ¿Qué quieres de mí?
—Advertirte —respondió con voz pausada y celestial—. Los problemas
no han hecho más que empezar y el mal está aproximándose a ti lentamente,
como un veneno letal. Debes sacar el poder que está dormido en la parte más
intrínseca de tu ser. Despiértalo y úsalo contra aquellos que desean verte
perecer.
—¿La bestia? ¿Pretendes que arme una masacre? Si dejo que me domine
será mi fin. Y no solo el mío. Podría desatar el caos. N-no… no estoy
preparada. No puedo hacerlo.
Retrocedí unos pasos, terminando por tropezar con una ramita que había
en el camino. Me quedé sentada con las manos apoyadas en el césped. Mi
expresión horrorizada hizo que se quedara arrodillada ante mí y me alzó en
mentón con un gesto cariñoso, casi maternal.
—No, Laurie. Pretendo que sigas el camino que te indique nuestra luz.
Que te esfuerces en crecer más y más o te verás sumida en una oscuridad de
la cual me resultará imposible sacarte. Ya estoy metiéndome en problemas
por apaciguar el malestar de los seres de luz. Mi señor no quiere que
interfiera en el curso natural de la vida, podría romper el equilibrio.
—¿Y cómo lo hago? ¿Qué debo hacer? —pregunté desesperada.
—Busca en tu interior. Aférrate a los resquicios de humanidad que te
atan, a tu bondad —respondió acariciando mi brazo, apretando sus dedos
con delicadeza contra mi piel—. Sin ellos estarás perdida. Lucha y evita
cualquier acto de tentación. Que la compasión y el sacrificio guíen tu vida,
solo así recibirás su perdón. Yo te ayudaré desde aquí.
—¿El perdón de quién? ¿Quién eres? —insistí. Estaba cansada de
mensajes en clave, solo me provocaban dolor de cabeza. Sentía que toda la
información rebotaba contra el muro que conformaba mi mente,
impidiéndome asimilarla.
—Soy…
—¡Laurie!
Un zumbido resonó en mis tímpanos, rebotando hasta llegar a mi mente.
Me revolví al sentir un gran malestar. El fogonazo de luz me había dejado
bloqueada, así que me centré en asimilar los estímulos que me rodeaban para
recuperar el control de mi cuerpo. Ellos me recordaron que seguía en el
avión y los viajeros continuaban rodeándome, tentándome a sacar mi lado
más salvaje.
Parpadeé para abrir los ojos y los froté para intentar acostumbrarme a
todas las sensaciones que me estaban atacando como si fueran bombas
atómicas. Cada sonido, cada olor, cada movimiento que daban las personas a
mi alrededor se adherían a los poros de mi piel, incitándome a alimentarme.
Parecía un animal primitivo que era incapaz de razonar, solo deseaba atacar.
—¿Qué ha pasado? —pregunté. Escuchaba mi voz pastosa.
—Tus ojos se habían quedado en blanco de repente y murmurabas
palabras que fui incapaz de interpretar. Parecía un idioma arcaico. —Me
informó mirándome como si fuera un fantasma y musitó—: Tu brazo…, no es
posible.
Dirigí mi vista hacia donde me indicaba y contemplé como en mi brazo
derecho estaban apareciendo unas líneas negras que lo recorrían hasta
formar un círculo con líneas curvas que se entremezclaban en la parte
inferior. Parecía un tatuaje a medio hacer, como si intentara crear un
símbolo, pero se hubiera quedado sin tinta.
Recordé el tacto de la extraña mujer en el sueño antes de desaparecer.
Sus dedos habían apretado ese brazo, había sentido una fuerte energía
recorriendo mi interior, pero no le había dado importancia al darme cuenta
de que era un sueño. ¿Acaso había sido real? A estas alturas ya no sabía qué
más podía pasar.
—¿Qué es esto? —murmuré llevando mis dedos para acariciarlo—.
¿Conoces el símbolo? ¿Lo que puede ser?
—No lo sé. No me suena haberlo visto antes —respondió ella mirándome
con preocupación—. Pero será mejor que por ahora te tapes bien para
ocultarlo. En breve aterrizaremos y, aparte del frío, es mejor ser discretas.
Tenemos que averiguar qué está sucediéndote y por eso debe quedar entre
nosotros.
—Fue todo tan extraño —murmuré, intentando recordar todo—. Soñé
que…
—¿Estabas soñando? —preguntó en un tono chillón que captó la atención
de nuestro hosco acompañante, que no tardó en analizarme con sus profundos
ojos grisáceos. Parecía que me había quedado atrapada dentro de un potente
huracán.
Observé como movía sus sugerentes labios, barajando decir algo sobre el
asunto, pero hizo una mueca y emanó un suspiro de frustración antes de
reacomodarse en su asiento y volver la vista hacia la ventanilla.
La voz melosa de una de las azafatas que nos acompañaba no tardó en
anunciar que nos pusiéramos los cinturones porque el avión estaba a punto
de aterrizar en el aeropuerto de Budapest.
Minutos más tarde ya estábamos recuperando nuestras maletas y
dirigiéndonos hacia la estación de tren para ir hasta Miskolc, mientras ellos
conversaban sobre otros temas y yo luchaba contra los estímulos que se
amontonaban a mi alrededor. Me sentía confusa y agotada, rodeada de
personas que hablaban en un idioma que no comprendía y que parecían pedir
a gritos que terminara con su vida.
Suspiré de forma pesada y traté de seguirles el paso, intentando no chocar
con los viajeros apresurados que iban y venían por los distintos caminos o el
roce con sus cuerpos me haría enloquecer. Parecía un volcán amenazando
con entrar en erupción y Rocío y Nikola eran tan irresponsables de caminar a
mi lado como si nada. Como si supieran que yo me podría controlar con
facilidad. Porque no era así. Envidiaba que ellos pudieran hacerlo sin
problemas.
—¿Estás bien? —preguntó un rato más tarde Rocío, justo cuando
habíamos conseguido un sitio donde sentarnos en el amplio tren que nos
dirigía hasta nuestro destino.
—¡No! —exclamé, intentando no inhalar el aroma que desprendían los
despreocupados viandantes. Un señor que se encontraba sentado cerca había
captado mi atención al apreciar la venda que tenía puesta en un brazo—.
Estar rodeada de gente me está matando. Es como si su olor se impregnara
en mi piel y se clavara en mi garganta como cuchillos.
—Lo sé, lo sé —susurró esbozando una sonrisa amable y me dio unas
palmadas en la pierna—. Solo un poco más y podrás descansar.
—¿No hay personas?
—No, así podrás respirar en paz. Al menos en ese sentido, pero es una
jodida colmena de los nuestros. Será mejor que no hables con nadie estando
sola, no mantengas contacto visual con los que son más antiguos y pégate a
Nikola todo lo que puedas —respondió mirándole un segundo antes de
volver su vista hacia mí—. Nadie puede saber quién te ha hecho eso, ni
tampoco que Atary te ha mordido —dijo señalando el lugar donde estaba
oculto el tatuaje que había aparecido.
—¿Por qué?
—Porque un Hijo Oscuro no pierde el tiempo convirtiendo a un ser
humano normal. Cuando lo hace es porque hay un objetivo oculto detrás, uno
que aún tenemos que averiguar. Y sobre el tatuaje aún no sabemos qué ha
pasado y que hayas soñado no es un buen presagio.
—¿Qué pasaría si lo descubren?
—No dudarían en llevarte a Lilith y ella decidiría tu final. Y lo más
probable es que su intención sea que termines de abrazar la oscuridad.
Sino… ya estarías muerta.
Tragué saliva con fuerza. El juego había empezado.
Capítulo VI * Ákos

Ese mismo día, de madrugada, aparcamos el coche en un lugar cercano a


la casa del tal Ákos y me dispuse a salir cuando Nikola me detuvo
sujetándome por el brazo.
—Recuérdalo: Eres una vampiresa recién convertida, yo te encontré y te
estoy ayudando a adaptarte. Venimos aquí por el revuelo de dhampir en
Escocia y Lilith decidió que tomásemos caminos por separado hasta que ella
dé la señal porque necesita cuidar de Erzsébet. Tú no sabes nada de todo
esto porque te mordió un neófito y lograste sobrevivir. Nada más.
—Tampoco es que fuera a entenderles si me hablan —respondí,
sorprendida del gasto de saliva que había hecho cuando durante todo el
trayecto había estado ignorándome. El viaje le había afectado—. No
entiendo el húngaro y siempre se me han dado mal los idiomas.
—Como vampiresa eso cambiará. Tus oídos se agudizarán, están
preparados para aprender con mayor rapidez y entender a los demás. Por eso
no es complicado para nosotros hablar varios idiomas, incluso aunque
tengan otro alfabeto —dijo mirándome fijamente—. Una semana y será como
si hubieras asistido unos meses a clases de húngaro. Un mes y parecerá que
llevas varios años viviendo aquí.
—¿En serio? —pregunté fascinada—. ¿Solo por escuchar?
—Y si muestras interés por el idioma y te esfuerzas por querer hablarlo y
entenderlo, tardarás menos. Además, Ákos es un hombre molesto al que le
gusta tener todo bajo control. Te hará preguntas y no dejará de analizarte
para ver si dices la verdad —añadió—. Cuanta menos información des,
mejor. Y nada de mostrar tus marcas, debemos averiguar qué significan.
—¿Por qué Rocío se asustó cuando le dije que estaba soñando?
Contemplé como en los ojos de Nikola apareció un brillo de fascinación
durante unas décimas de segundo, pues rápidamente batió sus pestañas hasta
hacerlo desaparecer.
—Los vampiros no soñamos. Nunca.
—¿Nunca?
—No. Solo dormitamos. Se dice que los sueños están ligados al alma
humana y nosotros…carecemos de alma. Nos fue arrebatada en el momento
de nuestra muerte.
—¿Y por qué yo sí puedo?
—No lo sé, Laurie —respondió crispado—. Haces preguntas que no te
puedo contestar. Al menos no por el momento. Por eso nadie aparte de mí o
de Rocío debe enterarse. Los vampiros servimos a Lilith y ella no tardará en
buscarte. Estoy seguro de que aún le debes de servir para algo. Y tu dije es
sumamente importante para ella. Guárdalo bien.
—Es-está bien —asentí—. Tendré cuidado.
—Y la regla más importante de todas —añadió antes de detenerse frente
al enorme palacio que parecía ser la casa de Ákos. Un edificio regio y
blanquecino tímidamente iluminado por los primeros rayos del sol que se
alzaba frente a las alejadas colinas—. Nunca, jamás, te quedes sola con
Ákos. No es casualidad que sea íntimo amigo de Vlad.
Esa advertencia hizo que un escalofrío recorriera toda mi piel,
recordando cada error, cada desliz, cada acto indebido que había cometido y
me había llevado hasta el peor de los infiernos: la muerte eterna.
Pero Nikola no me dio tiempo a reponerme, pues segundos más tarde
estaba golpeando la enorme puerta principal y lo único que pude apreciar
antes de que estas se abrieran fue el inmenso bosque que rodeaba al edificio,
junto al lago que ofrecía un remanso de paz.

Una vez dentro aprecié como un enorme grupo de personas se habían


detenido y nos observaban con especial interés. No me hizo falta que Nikola
me avisara, pues la atmósfera que generaban gritaba que todos eran
vampiros. Sus voces se entremezclaban hasta llegar a mis oídos y, a pesar de
poner todo mi esfuerzo, era incapaz de entender una sola palabra.
El lugar en sí ya imponía lo suficiente como para hacerme sentir débil e
insignificante, pues la entrada era amplia, decorada con un estilo barroco
propio del siglo XVII y las ventanas habían sido tapadas con gruesas
cortinas color borgoña, generando sombras fantasmales, además de un
aspecto sobrio y oscuro.
El único rincón iluminado eran unas alargadas escaleras cubiertas por
una alfombra del mismo color que las cortinas, gracias a una lámpara de
techo estilo araña que brillaba como si tuviera diamantes incrustados y,
sobre ellas, descendió un hombre ataviado con unos pantalones oscuros
ajustados y una camisa que mostraba gustosa su definida musculatura,
haciendo enmudecer a todo el personal. Pude apreciar como sus oscuros
ojos se posaban sobre mí, antes de detenerse en Nikola. Al verle esbozó una
sonrisa cargada de malicia y diversión mientras con una de sus manos
alisaba su pelo rubio y con la otra sostenía una copa de vino. O de sangre.
Cada paso que daba rezumaba poder y seguridad, recordándome a la
forma de andar de Atary.
Sin duda ese debía ser Ákos.
El resto de vampiros continuaba sin emitir una palabra, mirando a uno y a
otro indistintamente. No sabía interpretar el ambiente que se había creado
sobre ambos, pero sentí una gran inseguridad y no pude evitar retroceder
unos pasos, colocándome a la espalda de Nikola para intentar esconderme
de su presencia.
Había algo en él que gritaba peligro y perversidad. Y bien sabía Dios
que yo ya había saboreado demasiado esa palabra. Tanto como para saber
que lo mejor era alejarse y limitarse a observar. Casi no podía ni respirar
por cómo me intimidaba su mirada.
—Vaya, vaya —respondió con una voz varonil en húngaro que, a pesar de
no entender lo que estaba diciendo, era completamente hipnótica y seductora,
sobre todo al dejarse arrastrar por el movimiento de sus rosados labios—.
¿A quién tenemos aquí? Pensaba que no volvería a verte pisar este lugar,
Nikola.
Enmudecí. A pesar de estar unos pasos más atrás cada sonido que salía
de su boca me alteraba de una manera que era incapaz de expresar con
claridad. La manera en la que había pronunciado su nombre, como si
acariciara cada letra, parecía provocarle de manera sutil, como si estuviera
marcando territorio y estuvieran a punto de enfrentarse.
—Supongo que estás al tanto de la situación que hay actualmente en
Escocia debido al despertar de lady Erzsébet. El tratado está roto y han
desplegado una oleada de dhampir para intentar detenerlas, pero ambos
sabemos que eso es imposible —explicó y protesté para mis adentros por
ser incapaz de entender una sola palabra, así que miré a Rocío de reojo y
ella me guiñó un ojo en respuesta—. Así que hemos decidido separarnos de
forma temporal. Lady Erzsébet necesita recuperarse y tantos vampiros juntos
llamaría demasiado la atención.
—¿Y tus hermanos? ¿Cómo consiguió Lilitú revivir a la condesa? Su
tumba había sido sellada —respondió acariciándose la barba incipiente que
cubría su barbilla—. Es realmente fascinante.
—Desconozco su método, pero todos sabemos que madre es capaz de
conseguir cualquier cosa que se proponga. Su poder es inmenso y un triste
hechizo de sellado es incapaz de detenerla.
—Bien, ¿y ellas? —preguntó de repente deteniendo sus ojos en mí,
sobresaltándome—. ¿Quién es la portadora de tan fascinante belleza?
Miré a Nikola nerviosa por no entender nada, consciente de que estaba
aproximándose hasta mí. Se detuvo en frente para elevar mi mentón con
pericia, acariciando durante el acto mi barbilla de forma sutil.
—Yo soy Rocío —dijo ella en su idioma natal, aproximándose hasta él
sin mostrarse intimidada ni asustada—. Y nuestra compañera es Laurie. La
convirtieron hace apenas unos días y aún está habituándose a su nueva
condición. Ninguna de nosotras entiende el húngaro, señor. Ella es nativa de
Reino Unido.
Le observé posar sus ojos durante unos instantes sobre ella y asintió con
la cabeza antes de volver su vista hacia mí y arrodillarse ligeramente para
besar mi mano, como si estuviéramos en otra época.
—Lo lamento, belleza. De haber sabido que no estabas entendiendo nada
hubiera hablado en tu idioma sin dudarlo. Una flor de tu calibre no puede
quedarse escondida en un segundo plano. La luz que irradian tus ojos es
imposible de apagar —respondió en un perfecto inglés, terminando la frase
con un sonido ronco que me hizo relamer los labios. De repente se me habían
quedado secos.
—Basta de palabrería barata, Ákos —gruñó Nikola, haciendo un ademán
para alejarme de él—. Tengo suficiente aguantando a Vlad.
—Me fascina que seas capaz de mantenerte a su lado sin dejarte llevar
por el deseo que emana cada poro de su piel. Sus labios son tan sugerentes
que han inhibido mi capacidad para pensar —respondió, ignorándole por
completo—. Lo único que deseo en estos momentos es llevarte de la mano
hasta mi alcoba para enseñarte lo que es dejarte llevar por la pasión con un
poderoso ser inmortal.
—No me hagas perder la paciencia, Ákos. —Le advirtió Nik,
colocándose delante de mí para hacerle retroceder—. No es una de tus
chicas de Medianoche.
—Una verdadera lástima —contestó, fijando la vista por fin en un Nikola
que no estaba acostumbrada a ver comportarse de esa manera, para volver a
posarlos sobre mí—. Pero una princesa como tú merece un trato mil veces
mejor. Así que no dudes en buscarme si la lujuria se apodera de tu cuerpo y
deseas satisfacer a la bestia que habita en tu interior. Estaré encantado de
dejarla agotada, casi tanto como a ti, szépség.
Giré la vista hacia otro lado sin pronunciar una sola palabra. Aunque me
fastidiara reconocerlo, tenía que admitir que su voz ejercía un efecto
hipnótico sobre mí y alteraba cada una de mis hormonas. Incluso mi bestia
había empezado a removerse, esperando saciar su hambre más salvaje. ¿Qué
me estaba pasando? ¿Por qué últimamente mi vida giraba en torno al deseo y
la lujuria?
—Creo que ha llegado el momento de descansar, Ákos. Ha sido un viaje
duro y largo para ellas y los rayos de sol no tardarán en filtrarse por el
palacio.
—Sí —respondió en húngaro, no muy convencido de la sugerencia de
Nikola—. La fiesta ha terminado, chicos. Nos vemos al anochecer.
Observé como todos comenzaban a alejarse, quedando solo nosotros
cuatro, e hizo un gesto con la mano en señal de despedida para alejarse por
la escalera por donde había hecho su entrada triunfal.
—¿Y…ya está? —pregunté—. ¿Dónde vamos a dormir?
—Seguidme las dos. Os llevaré a las habitaciones que reserva siempre
para nosotros.
Asentí con la cabeza y seguí sus pasos sin decir nada. No hacía falta ser
muy inteligente para saber que su tono irradiaba molestia y sus ojos
entornados destellaban rabia, aunque no entendía el motivo. Yo no era nada
para él y podía hacer lo que me diera la gana con quien quisiera. Aun así se
salvaba porque no quería caer de nuevo ante alguien que actuaba como Vlad.
No quería dejarme llevar por el deseo que emanaban sus labios.
Admiré la decoración que tenía cada pasillo por el que nos movíamos
hasta que Nikola se detuvo frente a una amplia puerta de madera, decorada
con elementos majestuosos cubiertos de oro.
—Pertenecía a Katalin —respondió de forma escueta—. Rocío se
quedará en la habitación contigua.
—¿Puedes quedarte un rato conmigo? —Me giré para suplicarle a ella,
no quería quedarme sola en un sitio tan amplio y desconocido para mí—.
Necesito preguntarte algunas cosas.
—Está bien —asintió—, pero luego debemos reponer fuerzas. Estoy un
poco cansada.
—Gracias —suspiré aliviada.
Me daba miedo quedarme dormida. No quería soñar de nuevo con esa
mujer de ropaje vaporoso y aspecto familiar. Los tatuajes que cubrían mi
brazo derecho seguían adheridos, recordándome que, en parte, había sido
real. ¿Cómo, sino, explicaba la relación entre el sueño y el tatuaje repentino?
Nikola se alejó sin mediar palabra, entrando en otra de las habitaciones
que había cerca de nosotras para dejarnos a solas.

—Oh, señor. Qué hombre —exclamó Rocío mientras se tiraba en la


mullida cama que se adaptaba al contorno de su cuerpo y rio—. La tensión
podía palparse en el ambiente. Nunca había visto a Nik así de enfadado.
—¿Tú también lo sentiste? —pregunté sin poder evitar ruborizarme.
—Claro. Es inevitable, Laurie.
—¿Inevitable?
—Los vampiros somos seres de la noche, creados a partir de la pasión y
el deseo oscuro que albergaba Lilith al ligar su alma a Lucifer. Nuestro…
padre —carraspeó—. Nos movemos por los actos más carnales y primitivos.
Ira, gula, lujuria… a pesar de existir los siete pecados capitales en forma
humana, todos los pecados conviven en cada uno de nosotros de forma
particular. Cuanto más dejes a tu bestia controlarte, cuanto más salvaje te
vuelvas, más crecerán tus pecados. Por eso debes mantenerte firme. No
querrás perder el control de tu mente.
—Entonces lo que estaba sintiendo…
Miré sus ojos oscuros, brillaban con fuerza, otorgándoles un toque de
diversión. Me frustraba que todo fuera nuevo para mí.
—No podías evitarlo. Ákos es un vampiro poderoso y antiguo. Cuantos
más siglos haya vivido uno, más importante se vuelve y mayor atracción
desprende sobre los demás. Es una forma de doblegar a los seres inferiores
y controlarlos —explicó—. Un arma de doble filo que usa para mostrar su
fuerza y poder. No dejes que te domine porque es lo que pretende.
—Pensaba que… que me había convertido en una pecaminosa debido a
todos mis errores —admití jugueteando con las mangas del jersey.
—Para nada —sonrió—. Ser un vampiro no es todo malo. El sexo es
verdad que es increíble. Es una sensación tan placentera y primitiva que soy
incapaz de describírtela, y más si es con otro vampiro. Con un humano, si no
eres capaz de controlar tus instintos, podrías acabar con su vida.
—¿Matarlo? Pero si yo me acosté con Atary y no me pasó nada. ¿Por
qué?
—Atary es un purasangre, Laurie, uno de los Hijos Oscuros. Y teniendo
en cuenta su pecado capital es normal que hubiera podido controlarse. Lo
que no entiendo es que lo lograra Vlad. Es jodidamente sorprendente.
—¿Por qué? —pregunté llena de curiosidad—. ¿Y cómo sabes qué…?
—Nikola me lo cuenta todo y estaba claro que había un objetivo oculto
en Atary para haberte hecho esto —susurró—. Es increíble que quebraras
todos y cada uno de los mandamientos. Pero no te culpo. Nadie es capaz de
resistirse a la lujuria y más siendo…tú.
—¿Yo? ¿Por qué?
Observé cómo se aclaraba la voz y miró hacia otro lado antes de volver
la vista sobre mí para continuar su explicación.
—Vlad representa el pecado de la lujuria. Nadie puede rechazar caer
ante él si ese es su objetivo. Nikola trató de alejarte, pero es imposible.
Igual que a un humano le atrae un amor prohibido y es capaz de hacer lo que
sea por conservarlo en secreto, Vlad es capaz de doblegar a cualquier ser a
arrodillarse ante él y llevarlo a la locura más perversa.
—¿Y Atary?
Entonces esbozó una sonrisa maliciosa e inclinó la cabeza ligeramente
hacia atrás antes de soltar un suspiro e incorporarse para mirarme con sus
ojos color café. Su pelo lacio y largo cayó sobre la cama un abanico.
—Es la avaricia —respondió—. Se mueve únicamente por la avaricia y
no hay nadie que pueda detenerle e impedir el objetivo que se proponga. Y,
en este caso, el principal fuiste tú. Corromperte y arrastrarte hacia nuestro
infierno personal.
—¿Y Nikola? Y Katalin…
—Nik representa a la envidia —continuó, mirando hacia el techo—. Por
eso es así de impredecible e inestable. Nunca sabes qué puede pasar por su
mente, aunque es el que más autocontrol tiene porque evita la sangre humana
a toda costa. Pero eso le hace más débil —suspiró—. Aun así prefiere eso a
perder lo poco que queda de su humanidad. Es lo que le ha hecho sobrevivir
todos estos siglos y, sobre todo, al sacrificio que planeaba Lilith. Sus
pecados y errores es lo que le mantienen cuerdo.
—¿Por qué iba a sacrificarlos? Son sus hijos.
—Creo que era necesario para resucitar a los originales y conseguir
despertar a pereza. Por suerte, Nik ha ganado tiempo al frustrar su plan. Pero
seguro que se las ingeniará para conseguir su objetivo. Es prácticamente
imposible vencer a la reina de la oscuridad, a menos que alguien iguale su
poder. Cosa imposible.
—Pero la pereza no suena muy peligrosa…, digo. No deja de ser algo
que te impide ser productivo —respondí frunciendo el ceño—. ¿Para qué
despertar a alguien así? ¿Y por qué duerme? ¿Dónde está?
Suspiré y me llevé los dedos hasta mi frente, masajeándola al sentirla
colapsada ante tantas preguntas que se amontonaban en mi mente. Era como
si un secreto tras otro fueran desvelados. Nunca había sabido tanto de una
familia tan misteriosa y cerrada, tan tenebrosa.
—Es la pereza porque, según cuentan los rumores y leyendas, es el mal
encerrado y sellado por los principales ángeles subordinados de Lux en una
configuración especial, esperando ser abierto por alguien especial —susurró
—. Cuentan que se mantiene en un estado de duermevela gracias a colarse en
los sueños de los bebés recién nacidos y apoderarse de sus almas hasta
matarlos. Pero no sabemos hasta qué punto es cierto esto último. Solo sé que
Lilith lo busca.
—Eso es horrible —contesté sintiendo un escalofrío por mi nuca.
—Lo peor es que, si finalmente ella consigue llegar hasta él, lo abrirá
como Pandora lo hizo con su caja y de él saldrá todo el mal, destapando el
apocalipsis más grande que ni humanos ni dhampir serían capaces de
impedir.
—Pero eso no va a pasar, ¿verdad? —pregunté retrocediendo
ligeramente.
—Hasta donde sé, la configuración dicen que fue escondida en algún
rincón recóndito por el trío de ángeles de Lux y está sellada bajo un hechizo
de protección. La leyenda dice que estos continúan habitando por la Tierra,
pero fueron despojados de sus alas y poder, así que se limitan a velar la
configuración e impedir que Lilith lo despierte. Pero… nadie los ha visto,
nadie sabe dónde están. Así que no sabemos qué es verdad y qué no. Solo
son rumores.
—Todo esto parece una historia de pesadillas creada para dar miedo a
los niños y hacerles dormir.
—Qué más quisiera yo —sonrió Rocío, levantándose de la cama—. Por
desgracia has podido comprobar que Lilith es real y los Hijos Oscuros
también. Nadie está a salvo de su inmenso poder. Ni siquiera nosotros, los
vampiros.
La observé acercarse hasta la puerta y abrió el manillar antes de
pronunciar unas palabras y desaparecer, dejándome completamente sola,
reflexionando sobre todo lo que acababa de contarme.
—Dulces sueños, Laurie. Mañana será otro día y debes estar preparada
para conocer al siguiente pecado capital, Lenci. Seguramente no tardará en
aparecer y es bastante…insoportable.
¿Estaba preparada para enfrentarme a todo lo que estaba a punto de
llegar? No. No lo estaba, pero no me quedaba de otra que adaptarme lo antes
posible si no quería dejarme absorber por el mal que me rodeaba.
Ese que me retaba a quedarme en el infierno, una y otra vez.
Capítulo VII * Sé Quién Eres

Abrí los ojos y miré hacia mi alrededor tratando de ubicar dónde estaba.
Durante unos instantes fantaseé pensando que me encontraba en mi
habitación y que nada más bajar las escaleras estaría mi madre preparando
el desayuno mientras mi padre leía el periódico y Ana María no tardaría en
llegar, dispuesta a comerse la mitad de lo que me preparasen. Pero la
realidad me golpeó en cuestión de segundos y recordé que eso era
imposible.
Mi madre estaba muerta, mi padre había decidido centrarse en sus
problemas como director de la academia dhampir y faltaba recordar el
hecho que ni siquiera era mi padre de verdad. Y Ana María estaba con él,
seguramente esforzándose para acabar con los seres que eran como yo.
¿Cómo actuaría en caso de tenerme en frente y percatarse de mi nuevo
estado? ¿Me mataría? ¿Me odiaría y no querría saber nada más? Ella había
sido una hermana para mí.
Me levanté estremeciéndome de terror. Estaba sola en el mundo,
enfrentándome a una condición que me daba auténtico pavor y me costaba
asimilar que Atary había desaparecido, dejándome a merced del destino y el
azar. Me costaba respirar.
Además tenía hambre, la bestia que habitaba en mi ser se quejaba con
desesperación, haciendo que en mi rostro salieran las líneas que denotaban
mi estado vampírico. Respiré para tratar de calmarme y evitar que la sed de
sangre me dominara. Tenía que controlarme.
Y no ayudaba el escuchar las voces que habitaban en el lugar. Podía
escuchar a una pareja discutiendo en una de las habitaciones, otra parecía
disfrutar destrozando los muelles de alguna cama cercana, incluso la voz de
Nikola llegó a mis oídos, haciéndome poner atención en lo que estaba
diciendo. Parecía que estaba hablando con Rocío.
—No pretenderás dejarme de niñera, ¿verdad, Nik?
—Tengo que encontrarla, es nuestra única opción —gruñó—. Ni
siquiera he visto a Lenci por ningún sitio.
—¡Por Nyx, Nik! Ya aparecerá, ¡estamos hablando de Lenci! La misma
Lenci que ama la sangre tanto como las fiestas de Medianoche. ¿Qué te
hace pensar que no asistirá?
—No quiero que Laurie asista a esa fiesta, Rocío. No está preparada y
el hecho de que tanto Ákos como Lenci puedan estar allí… nadie puede
enterarse de las marcas —respondió—. ¡Joder! Necesito tiempo. Seguro
que Lilith no tardará en mandar a Atary y no necesitamos más
complicaciones de las que ya tenemos.
—¿Piensas qué…?
—¡Claro que lo hará! Si Laurie fue lo suficientemente estúpida como
para caer en sus redes siendo humana, imagínate ahora. Él la convirtió, su
sangre todavía circula por sus venas. Es peligroso.
—No seas tan duro con ella, Nik… Laurie ha sufrido mucho en todo
este tiempo. Y aun así intenta la manera de permanecer de pie. Es
admirable —me defendió ella.
—Admirable es la cantidad de problemas que acarrea. Es como un imán
—protestó—. Tendrás que vigilarla e impedir que descubra Medianoche.
Tienes que ser su sombra, Rocío. Yo me encargaré del resto.
—Sí, genial. Lo he captado —respondió con tono de molestia—. Nada
de diversión. Solo aburrimiento.
Me mordí el labio, fascinada. No había entendido toda la conversación
porque estaban hablando en español, pero sí algunas partes. Lo suficiente
para saber que Nikola no quería que asistiera a una fiesta porque no confiaba
en mí y quería que Rocío fuera mi niñera particular.
Dejé de escuchar y múltiples sentimientos empezaron a crecer en mi
interior, sobre todo el enfado y la rabia. Nikola tenía un don para hacerme
sentir una niña inútil. No se daba cuenta de lo mucho que me estaba
esforzando en aceptar y asimilar mi nueva condición.
El orgullo que cobijaba mi cuerpo se intensificó debido a la molestia que
sentía. Daba igual lo que hiciera o dijera pues Nikola siempre me vería
como un obstáculo, un error con el que debía de cargar.
Pues no me daba la gana de quedarme quieta y que se saliera con la suya,
haciéndome sentir un estorbo. Le demostraría que estaba poniendo todo mi
esfuerzo y que podía asistir a una fiesta sin que sucediera nada malo. ¿Qué
es lo peor que podría pasar?
Un rato después no tardaron en aparecer en mi recién estrenada
habitación para buscarme y bajar juntos hasta la sala principal, donde al
parecer se encontraban los vampiros más "madrugadores" conversando o,
peor todavía, desayunando. Por desgracia, Nikola no tardó más de un par de
minutos en salir del palacio, dejándonos completamente solas y
desamparadas. ¿Tan poco le importábamos como para irse sin ni siquiera
ofrecer una explicación?

Cientos de imágenes empezaron a aparecer en mi cabeza como flashes,


imaginándome lo peor al encontrarme en un palacio repleto de chupasangres.
Escenas con humanos semiconscientes cubiertos de sangre, ríos de color
rojizo manchando las antiguas y caras alfombras que protegían el brillante y
pulcro parqué… pero nada más lejos de la realidad. Los residentes se
encontraban desperdigados por las distintas zonas con aire despreocupado.
Aquellos que estaban alimentándose se conformaban con beber su ansiado
trofeo mediante copas de vino acristaladas, que brillaban gracias a las
distintas luces artificiales que otorgaban algo de vida al oscuro lugar.

Eso me tranquilizó un poco, pero no pude evitar tensarme al llegar a mis


fosas nasales tan suculento olor, tentándome a probar un sorbo, acercando
una copa a mis labios como tantas veces me había ofrecido el hermano
pequeño de los Herczeg.

No fue hasta que recibí un codazo de parte de Rocío cuando me di cuenta


que en mi rostro habían empezado a formarse las líneas purpuras que
avisaban de mi falta de autocontrol. Cerré los ojos e inspiré con fuerza antes
de abrirlos y emitir un gruñido en respuesta.
—Estoy bien.
—Más tarde iremos de caza, pero tendrás que aguantar un poco más —
me respondió, tirando de mí para sentarnos en un sofá libre con aspecto
regio y lujoso.
—¿Por qué no ahora? —pregunté, notando como mi garganta empezaba a
estrecharse debido a la sed que sentía.
—Porque el sol acaba de salir y no podemos exponernos. Nos quema,
¿recuerdas?
—Pero…
—Nos…quema —sentenció, mirándome en señal de advertencia antes de
observar a su alrededor—. No podemos llamar la atención. Y una neófita
recién convertida no aguantaría más de cinco minutos tostándose.
—Genial —resoplé—. Así que estamos encerradas en este nido de
vampiros.
—Bienvenida a la maravillosa vida de los no muertos. Donde tenemos
habilidades pero limitaciones tan tristes como no poder aprovechar la mitad
del día sin ser reducidos a cenizas.
—¿Y por qué Nikola puede irse como si nada?
—Es un Purasangre. Lo único que le puede generar la luz solar es dolor
de cabeza y, en el peor de los casos, un golpe de calor. Pero tiene la suerte
de que no le mata —explicó—. A no ser, claro, que se exponga durante
demasiado tiempo sin refugiarse en ningún momento. Es la ventaja de ser uno
de los Hijos Oscuros de Lilith.
—¿Cómo…? ¿Cómo se es un Hijo Oscuro?
—Eso es algo que a Nik no le gusta mucho relatar —expresó mirando un
punto fijo con melancolía—. No le trae buenos recuerdos y además…no es
nada agradable. Creo que el dolor que debió de sentir durante su
transformación le generó lagunas como símbolo de protección.
—Dolor…
—¿Nunca escuchaste la frase de “un gran poder conlleva una gran
responsabilidad”? Pues es realmente acertada —suspiró—. Ahora vengo.
Espero que tengan algo más aparte de sangre. Necesito un sorbo cargado de
alcohol para asumir todo lo que nos espera.
Observé cómo se alejaba por una de las puertas laterales de la sala y
decidí quedarme sentada en el sofá, sintiéndome fuera de lugar en un terreno
al que sin duda no pertenecía. Los vampiros charlaban animados entre ellos
en un idioma que desconocía, parecía que estaba reviviendo mis días en el
colegio, rechazada por ser la rara, la chica inocente y puritana que era objeto
de burlas.
¿Qué dirían ahora si me vieran en este estado? Seguramente no volverían
a abrir la boca porque acabaría con sus vidas de un solo mordisco. No
volverían a tener oportunidad para humillarme y reírse de mí.
Me removí en el asiento, consciente del pensamiento que acababa de
tener, y respiré profundamente para tranquilizarme. «Yo no soy así» dije para
mis adentros «El pilar principal de mi religión y humanidad consiste en la
misericordia y el perdón». Si me olvidaba de eso dejaría que me consumiera
el odio y el rencor, y eso sin duda me llevaría a la más profunda oscuridad,
privándome del raciocinio que me mantenía estable y humana. Sobre todo
humana.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
Me deshice de mis pensamientos y centré la vista en la persona que tenía
delante. Se trataba de una chica de una edad parecida a la mía con aspecto
inocente pero con unas profundas ojeras bajo sus oscuros ojos y la cara
demacrada.
—Yo… ¿Hablas mi idioma?
—Te vi ayer en la fiesta y escuché que eras de Reino Unido, como yo.
Además a mí también me convirtieron hace poco y me siento…sola —
respondió balanceando sus pies—. Esperaba encontrar una amiga y en este
palacio reina la soberbia y el egoísmo. Así que me siento un tanto
desubicada.
—Ya somos dos —sonreí, relajándome al apreciar que no había nada de
lo que preocuparse—. Siéntate, estoy esperando a mi amiga.
—¿Cómo llevas la transición tan bien en tan poco tiempo? ¿No te vuelve
loca el olor de la sangre? —preguntó mirando a su alrededor mientras se
acomodaba en el asiento, a mi lado—. Porque desde que la probé no puedo
pensar en otra cosa. Es insoportable.
—Eh…sí, claro —respondí tragando saliva, esperando sonar convincente
—. Pero tengo un buen instructor.
—Oh, sin duda —reconoció, asintiendo con la cabeza—. He escuchado
hablar tanto de Nikola Herczeg en el tiempo que llevo instalada aquí que no
pude evitar sentirme intimidada al verle en persona. ¿Conoces a sus
hermanos?
—No —respondí forzando una sonrisa amable mientras intentaba
controlar las emociones que despertaba Atary en mí, torturándome al
recordar el acto impuro vivido con su hermano mayor. El cual me hacía
sentir tremendamente tonta y débil. Jamás volvería a caer en algo así—. Solo
conozco a Nikola y creo que con él tengo más que suficiente.
—¿Es tan poderoso y peligroso como comentan? Dicen que un mordisco
suyo es sumamente…letal —contestó soltando un silbido de fascinación.
Parecía una admiradora emocionada al encontrarse con un ídolo de masas.
—Su-supongo. Tampoco le conozco de hace tanto.
—Oh, claro. Lo siento —rio meneando la cabeza—. Debo de estar
agobiándote a preguntas. Siempre me he caracterizado por ser muy insistente
y cansa mucho a los demás.
—No te preocupes. Cuando era…humana, vivía rodeada de personas
intensas —sonreí recordando a Ana y a Angie—. Y, en verdad, lo echo de
menos.
—Te llamabas Laurie, ¿cierto?
Asentí con la cabeza y observé como sonreía complacida, iluminando la
expresión de su rostro, acentuado también por su cabellera rubia y su nariz
recta y respingona.
—Yo soy Brittany, pero puedes llamarme Brit. Encantada de conocerte,
Laurie.
Le estreché la mano en señal de amabilidad y respiré aliviada al ver a
Rocío acercándose a nosotras, sosteniendo una copa que sin duda olía a
alcohol. Aún estaba a varios metros, pero su olor penetraba mi nariz,
dándome un respiro al poder centrarme en otra cosa que no fuera sangre.
—¿Quién es ella, Laurie? —preguntó frunciendo el ceño mientras la
miraba de arriba abajo.
—Se llama Brittany. Es una neófita, como yo. Y buscaba una amiga para
combatir la soledad —respondí encogiéndome de hombros—. Espero que no
te moleste.
—No, claro —asintió, relajando su cuerpo—. Encantada, yo soy Rocío.
Ambas se saludaron y mi compañera no tardó en sumarse a nosotras,
conversando sobre temas más triviales como la vida en el palacio de Ákos o
las desventajas de ser un vampiro, como la baja tolerancia al sol. Eso las
llevó a recordar los días de verano y los paseos a la orilla de la playa. Al
final terminaron sumidas en una conversación absurda, preguntándose cuánto
tiempo sería capaz de sobrevivir un vampiro visitando las pirámides de
Egipto o qué animal chuparía más sangre, si un murciélago vampiro o un
mosquito.
Nos mantuvimos así durante un rato, hasta que me cansé de esperar
mirando hacia la puerta para ver si Nikola se dignaba a aparecer y decidí
volver a mi habitación para dar un respiro a mis oídos y cabeza. Necesitaba
serenarme y volver a colocarme el dije en mi cuello para rezar una oración
que me mantuviera firme en mis principios.
Deambulé por los largos pasillos cubiertos con alfombras que debían
costar más que mi vida hasta dar con la puerta que conducía a mi ansiada
intimidad y la cerré con delicadeza al entrar, contemplando la habitación con
fascinación.
La cama era matrimonial, cubierta por un dosel blanquecino y estaba
repleta de cojines color crema que hacían juego a las sábanas y le otorgaban
un aspecto distinguido. La ventana, como las otras de palacio, estaba tapada
por una gruesa cortina y también tenía una sofisticada lámpara, repleta de
pequeños diamantes que la hacían brillar.
Toda la habitación denotaba lujo, pero fue el tocador lo que atrajo toda
mi atención. Sin duda era digno de alguien como Katalin, con un espejo
inmenso y un sillón redondo mullido, además de la mesa alargada con
recubrimiento de mármol, repleta de maquillaje de todos los tamaños y
colores. Digno para la vanidad y soberbia que la caracterizaba.
Acaricié la mesa con especial devoción, sintiendo el tacto frío y delicado
del mármol bajo la yema de mis dedos, hasta toparme con un papel pequeño
y arrugado que estaba colocado a la vista de cualquiera.
Extrañada, me aproximé para desplegarlo y mi cuerpo se tensó de
inmediato al leer la escueta frase que estaba escrita con una caligrafía
sencilla pero formal, ligeramente curvada.
“Sé lo que eres, Laurie Duncan. El péndulo que se mueve entre el bien y
el mal. Tu decisión será tu final”.
Miré a mi alrededor, consciente de que era un gesto estúpido, pues me
encontraba sola. Mi mente pensó en Brittany, pero en seguida lo deseché,
ella se había mantenido a nuestro lado, así que era imposible. ¿Entonces
quién? Y, lo más importante de todo, ¿a qué se refería con eso? ¿Qué era
realmente yo? ¿Y qué decisión debía escoger?
Arrugué el papel de nuevo y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón antes
de pronunciar una oración sosteniendo mi dije. Me forcé a ignorar el
resquemor que me producía al tocarlo. Al terminar exhalé un suspiro y lo
guardé también. Tenía que encontrar a Nikola y avisarle lo antes posible.
Temía que esto generara problemas, más de los que ya sosteníamos a
nuestras espaldas.
Capítulo VIII * Malas Decisiones

Salí de la habitación y empecé a recorrer los distintos pasillos sin


detenerme a pensar por donde estaba yendo. De todas formas, parecía que
mis instintos me controlaban y mis oídos se guiaban por el ruido que había
en el salón. Quizás Nikola estaba ahí con Rocío.
Me sorprendí por haber sido capaz de llegar en menos de un minuto
cuando hace unos días hubiera tardado, al menos, media hora. Eché un
vistazo rápido para encontrar a mi compañera, pero parecía que ambas
habían desaparecido, así que no me quedó de otra que intentar agudizar el
oído y concentrarme en la voz de Nikola para separarla del resto de voces
del lugar, que eran más de las que me hubiera gustado.
Varios minutos más tarde comencé a ser capaz de bloquear las voces y
sentí la voz de Nikola filtrándose en mi oído, parecía que estaba hablando
con alguien. Estaba a punto de dirigirme hacia donde me proyectaba su voz
cuando me sobresalté al sentir el tacto de una mano sobre mi hombro,
haciéndome volver en sí.
—¿Interrumpo?
Tragué saliva al observar frente a mí a Ákos con una sonrisa socarrona y
un brillo en su mirada que me dio escalofríos. Llevaba muy poco tiempo
siendo una vampiresa, pero era capaz de captar su interés en mí al fijarme en
cómo relamía su labio inferior de forma disimulada y sus pupilas se
dilataban, observándome.
—Ákos —respondí con timidez, sintiéndome expuesta ante su intensa
mirada. Me recordaba a Vlad y no quería volver a pasar por lo mismo,
aunque la fragancia que desprendía, su poder, me hacía desearle de una
manera que era incapaz de expresar—. N-no, claro que no.
—No entiendo como Nikola es capaz de dejar sola a una chica de
semejante belleza —contestó con un sonido ronco que me hizo estremecer—.
¿Serás tú mi Dafne y me arrastrarás hasta la locura? Porque guardo tanto
tesón como Apolo y si un ciego como Nikola no es capaz de complacerte
como amerita, no dudaré en hacerlo yo.
Abrí la boca sorprendida por sus palabras e inspiré profundamente antes
de contestar. Debía admitir que Ákos estaba realmente atractivo con una
camisa blanca con rayas azules y un pantalón ajustado color beige. En una de
sus muñecas relucía un caro reloj y en otra mano llevaba una copa de sangre,
lo que parecía ser habitual en él. Además, su barba incipiente le hacía más
sexy y maduro, lo que empezaba a atraer aún más mi atención.
—Eh…
—Lamento mis modales. Hacía mucho tiempo que no me detenía a
cortejar a una dama de tu talla y creo que me he quedado algo anticuado —
sonrió—. Los siglos pasan y me cuesta adaptarme a estos tiempos tan
modernos.
—Entiendo —respondí con una sonrisa tirante, reflejo de mi
incomodidad y miedo porque alguien como él se fijara en alguien como yo.
La atracción física que sentía por él se entremezclaba con la preocupación
de estar fallándole a Atary. Me sentía como si le estuviera traicionando por
estar tan cerca de él—. ¿Me buscabas por algo en particular?
—Sí. En breve he de irme a resolver unos asuntos gubernamentales, pero
no podía ausentarme sin invitarte personalmente a la fiesta de máscaras que
celebraré en Medianoche cuando salga la luna. Sería un verdadero placer
poder contar con tu magnética presencia y mostrarte las poderosas virtudes
de ser un vampiro. Intuyo que él no ha tenido tiempo.
Me sonrojé al escuchar sus palabras. Nikola prefería gastar su tiempo lo
más lejos de mí que le resultaba posible y recordarme lo niña que era y lo
mucho que entorpecía su camino. Me daba miedo lo que podría suceder si
aceptaba esa invitación y ponía pie en ese lugar que, seguramente, estaría
lleno de vampiros, pero… ¿por qué debía mantenerme encerrada en mi
habitación como una prisionera? Una parte de mí quería sentir, disfrutar,
experimentar en todos los aspectos lo que significaba ser un vampiro de
verdad.
—Ella no irá, Ákos —respondió de repente una voz cargada de molestia,
pero no era comparable con el destello de enfado que desprendían sus ojos,
como si fueran una noche de tormenta. Sobresaltándome.
Este, en vez de amedrentarse, esbozó una sonrisa burlona y alzó el
mentón para ofrecerle una mirada glaciar, antes de volver la vista hacia mí y
guiñarme el ojo lentamente, provocándole.
—Interesante. Así que, además de tomarte la molestia de desaparecer y
dejar a la dulce Laurie sola y desamparada, tienes la audacia de hablar en su
lugar y creerte con la autoridad de decidir por ella —suspiró, negando con
la cabeza y miró hacia mí para añadir—: Perdona mi insolencia pero, ¿qué
viste en él?
—Él no es… —comencé a decir, indignada porque se pensara que
estábamos juntos. No me imaginaba a Nikola siendo novio de nadie, sobre
todo con ese carácter gruñón y su tendencia a hacer sentir mal a los demás.
—Laurie no está preparada para ir a Medianoche. Está mejor aquí.
Miré a Nikola sin molestarme en fingir el enfado que estaba teniendo en
ese momento. Además de no tener la decencia de preguntarme si quería ir, se
estaba enfrentando a Ákos como si fuera un macho marcando territorio sobre
mí, clavando en él la peor de sus miradas.
Recordé sus palabras cuando estaba hablando con Rocío, pidiéndole que
hiciera de niñera conmigo e hice una mueca de desagrado, me sentía como si
me hubieran dado un bofetón. Miré a ambos, deteniéndome de forma expresa
en el rostro de Nikola para poder apreciar sus gestos al escuchar las
palabras que estaba a punto de pronunciar, degustándolas entre mis labios.
—Aceptaré con gusto tu invitación, Ákos. Ahí me tendrás.
—Maravilloso —respondió él en respuesta—. Con permiso, me retiro,
debo trabajar.
Atisbé de reojo como se alejaba con expresión triunfal, pero no tanta
como la mía, al apreciar como el rostro de Nikola mantenía una expresión
helada y sus ojos parecían dinamita pura. Incluso su mandíbula se había
contraído y respiraba de forma acelerada, seguramente conteniéndose para
no asesinarme. Aunque eso era una gran y profunda ironía, pues ya estaba
muerta.
En lo que dura un parpadeo sentí mi cuerpo rebotar contra una pared, la
cual hizo unas pequeñas fisuras debido al impacto. Abrí los ojos de golpe al
ver su rostro a escasos centímetros del mío y sentir su respiración
acariciando mi piel mientras que su mano estaba sujeta a mi hombro,
bloqueándome el paso.
—¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? —rugió, traspasándome
con una mirada cargada de ira y desesperación, y susurró—. No, claro que
no…
—¡Suéltame! —protesté, tratando de liberarme de su ataque—. ¡No eres
mi padre! ¡No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer!
—Soy la persona que se encarga de mantenerte a salvo, por si se te ha
olvidado —escupió con amargura—. Y si te digo que te quedes al margen, lo
cumples, Laurie. Esto no es un puñetero juego de niños.
—¡Nunca me ves capaz de hacer nada! Te piensas que soy una niña inútil
que depende de los demás, pero no es así.
—¿Ah, no? —preguntó con sorna, esbozando una sonrisa de pura
diversión—. ¿Te recuerdo que te has convertido en un vampiro? ¿Qué te has
dejado manipular al antojo de todos? ¿Qué cada paso que das es un motivo
para tener que salvarte el culo? Tienes que madurar, Laurie, no estaré
siempre pendiente de ti y el mundo que te rodea está repleto de bestias que
no dudarán en acabar con tu vida, o usarte, si con eso consiguen salvar la
suya.
—¡Yo ya estoy muerta! —chillé, revolviéndome para intentar golpearle.
Me sobresalté al sentir sus manos sujetando las mías con firmeza y mi
cabeza rebotó contra la pared, soltando algo de gravilla, mientras nuestras
respiraciones se mezclaban debido a la rabia del momento, haciéndome
subir un cosquilleo ardiente que me hizo sonrojar las mejillas.
—No lo suficiente —susurró en mi oído, antes de mirarme fijamente y
aflojar su agarre sobre mis muñecas—. Pero, ¿sabes qué? Si quieres ir de
madura y poderosa por la vida, hazlo. Me cansé. Si te descontrolas por la
sangre que va a haber o descubren que Lilith tiene algún tipo de interés en ti,
te las arreglas tú solita. No me llames si te encadenan y te llevan hasta ella
para que te torture o te deje morir desangrada para Nyx sabe qué.
Con esas palabras me miró una última vez y empujó mis brazos hacia
atrás, alejándose de donde estábamos para desaparecer por un pasillo
cercano. Me quedé varios minutos completamente aturdida, mirando el lugar
por el que se había marchado, tratando de asimilar la acalorada discusión
que habíamos tenido.
Mi pecho todavía subía y bajaba de forma brusca debido a la adrenalina
del momento y sentía mi estómago retorcerse debido a la mezcla de rabia y
atracción que Nikola había despertado en mí. Me sentía confusa y
humillada, no entendía por qué mi cuerpo respondía así ante él. Me
tranquilicé pensando que debía ser por el poder que desprendía. Al ser un
Hijo Oscuro seguramente era inevitable responder ante él.
—¿Se puede saber qué ha pasado para que Nikola esté hecho una furia?
—espetó Rocío entrando de repente en mi habitación, haciendo rebotar la
puerta con un ruido atroz.
—Como si eso no fuera habitual en él —refunfuñé en respuesta,
ignorando su brusca entrada—. Y es un idiota. Eso es lo que ha pasado.
—¡Laurie! Así no ayudas.
Observé como prácticamente se teletransportaba en mi cama de un salto y
me miró de manera paciente, ya más calmada. Con su expresión me
recordaba a mi padre…, Arthur, cuando había hecho algo mal a ojos de mi
madre e iba a hablar conmigo para intentar solucionarlo, como si fuera una
niña pequeña. ¿Por qué todos se empeñaban en hacerme sentir así?
—Se cree mi sombra. Gasta su tiempo recordándome que soy una niña
inmadura que no sirve para nada y que, por mi culpa, tiene que estar
vigilándome para salvarme si algo va mal —expliqué con molestia,
sintiendo como la sangre que aún conservaba en mi interior bullía al
recordar la discusión—. Y encima se cree con el poder de hablar y decidir
en mi lugar. No me deja hacer nada, parece que solo quiere que me quede
aquí quieta y callada hasta que no sea objeto de interés de Lilith. No soy su
esclava ni una muñeca de trapo para tener que acatar órdenes.
—Laurie…
—Ya que estoy aquí y soy una vampiresa, quiero saber lo que es
divertirme. Quiero disfrutar de mis nuevos sentidos y desafiarme a mí
misma, Rocío. Quiero… necesito demostrarle a Nikola que no soy una niña y
soy capaz de controlarme. Yo sé que… puedo.
—Laurie —repitió de nuevo, mirándome con expresión martirizada—. En
el avión casi te abalanzas por una niña pequeña, ¿y pretendes probar tu
capacidad de control en una sala repleta de peligros con sed de sangre? No
es una fiesta común. No es…lo que sea que tú pienses.
—Ya lo sé —repliqué molesta—. Sé que somos vampiros y precisamente
por eso, quiero…, sé que si me entreno puedo ser más fuerte y enfrentarme
sola a mis peligros, sin depender de nadie. Sobre todo de quien sea que me
haya escrito esa dichosa nota.
—¿Nota? —preguntó, arrugando el ceño—. ¿Qué nota?
Suspiré al apreciar que no la iba a persuadir dijera lo que dijese, era
demasiado leal a ese molesto Herczeg, así que hurgué por el bolsillo para
sacar el arrugado papel y se lo lancé para que la leyera, sin detenerme a dar
explicaciones.
Su rostro se contrajo durante un instante y me miró durante unos segundos
antes de volver la vista hacia la nota y llevársela a la nariz para olfatearla.
—¿Qué haces?
—Rastrear el olor, pero ha usado un perfume de rosas para ocultarlo —
gruñó, ocultándola entre su ropa—. Tendré que avisar a Nikola de esto.
—¡No! —protesté.
—Laurie —suspiró, colmando su paciencia—. Él tiene que estar al tanto.
Nos la estamos jugando para mantenerte a salvo, lejos de los planes
macabros de Lilith.
—Pero yo no lo pedí. Si me hubiera ido con Atary quizás…
—Te hubieras ido con el Herczeg equivocado —respondió entre susurros
—. Los lobos siempre se ocultan bajo la piel del cordero. Y, sin duda, Atary
es el lobo feroz de los cuentos de Perrault.
—Él me amaba, Rocío. —Le defendí—. Estuve pensando y creo que su
intención era salvarme. El gato me había mordido y….no se pudo controlar.
Él solo me convirtió para no matarme desangrada. ¡No sabía de los planes
de Lilith! ¡Ninguno de los hermanos lo sabía! Lo vi en los ojos de Katalin. Vi
su desesperación, su decepción… no se esperaba la traición de su madre.
—El vínculo es peor de lo que pensaba —suspiró, masajeando su sien—.
Pero iré por partes. Lo primero es notificar a Nikola de esto. Los romances
trágicos y tóxicos pueden esperar.
—¿El vínculo? ¿Qué vínculo?
Con esas palabras desapareció, dejándome sola en la habitación sin
emitir respuesta, y mi bestia interior comenzó a gruñir, quejándose porque en
todo este tiempo no había podido probar bocado y me estaba muriendo de
hambre. Si eso era posible.

Dejé pasar el rato sin ni siquiera molestarme en oír la conversación.


Primero porque no quería escuchar a Nikola repitiendo las palabras de
siempre y segundo porque estaba debatiéndome si hacerle caso y quedarme
en el palacio para no causarle más problemas.
No podía evitar pensar en lo mucho que había cambiado mi vida en un
periodo tan corto de tiempo. Había pasado de preocuparme por sacar buena
nota en la universidad a preocuparme por si alguna vez volvería a ser
humana y podría tener una buena vida, formando una familia con un marido
que me quisiera y dedicarme en cuerpo y alma a los demás, compensando a
Dios o Lux, o quien fuera, por haberle defraudado. Debía ganarme su
perdón.
Esa reflexión me hizo pensar en Ana y Angie, ¿qué sería de ellas?
¿Estarían buscándome? ¿O ya se habrían enterado de mi situación y
preferirían entrenarse para enfrentarme? Ambas opciones me inquietaban de
igual forma, pues tarde o temprano descubrirían la verdad y las
decepcionaría.
Me acerqué hasta el tocador de Katalin y observé mi reflejo en el espejo.
Parecía que la leyenda urbana de que los vampiros no se reflejaban debido a
que carecían de alma era un mito, pero eso no quitaba que aborreciera lo que
veía en mí.
Notaba mi cabello más brillante y revuelto, además de con un tono más
oscuro. La tez de mi piel se había vuelto más blanca de lo que ya era
inicialmente y bajo mis ojos habían aparecido unas finas ojeras, como si
hubiera estado un par de días sin dormir. Incluso mis labios se habían vuelto
más gruesos y llamativos; el negro de mis pupilas se entremezclaba con mis
irises azulados, como si mis ojos fueran un inmenso océano por cruzar.
Suspiré. Si tenía que quedarme aburrida en el palacio al menos podía
gastar mi tiempo en recorrerlo, a ver qué tesoros ocultos podía esconder
Ákos. Si los Herczeg tenían una trampilla secreta en la capilla, a saber qué
podía tener él en un lugar tan grande.
Aburrida, avancé hacia la puerta y en ese instante escuché cómo sonaba
un click. Arrugué el ceño al intuir lo que podía estar pasando y moví el
manillar con fuerza, intentando abrirla, pero nada, me habían encerrado.
Empecé a aporrear la puerta para ver si esta caía, pero resultó imposible,
debía de estar a prueba de vampiros. Unos minutos más tarde desistí e
intenté escuchar si seguían ahí. Estaba segura que había sido Nikola. Me
centré en escuchar su voz, su respiración o pisadas cercanas, pero parecía
que ya se había ido.
«¿Querías que me quedara? Pues ahora pienso encontrar la manera de
salir. Tú te lo buscaste» refunfuñé para mis adentros, canalizando el odio en
mi mente para hallar la forma de liberarme y poder ir a Medianoche.
Miré hacia mi alrededor en busca de algún objeto que pudiera ayudarme
pero no había nada mejor que una base de maquillaje o un rímel. Molesta,
lancé parte del maquillaje a la puerta y fue entonces cuando escuché una voz
que me resultaba familiar. Era Brittany.
—¿Laurie? ¿Eres tú la que está armando este escándalo?
—¡Brit! —exclamé, respirando aliviada—. Dime que sabes cómo abrir
esta puerta.
—Eh…puedo intentarlo, creo —respondió—. Dame un momento.
Me alejé unos pasos por si acaso decidía echarla abajo, aunque su fuerza
debía de ser equivalente a la mía y abrí la boca al observar cómo, un minuto
más tarde, había conseguido su objetivo sin apenas esfuerzo.
—¿Qué has hecho? —pregunté fascinada.
—La horquilla sirve desde tiempos inmemoriales, no se le resiste ni a los
vampiros —sonrió, mostrando una que al parecer había llevado en el pelo
—. ¿Por qué estabas encerrada?
—Mi niñero particular no quiere que asista a Medianoche —gruñí,
recordando la cara de molestia de Nikola—. Creo que no le gusta que me
divierta.
—¿Vas a ir? —chilló emocionada—. ¿Puedo ir yo también?
—Eh, claro, supongo. Yo no soy la dueña del sitio y me imagino que
puede ir cualquiera.
—No a menos que te invite un miembro importante —respondió haciendo
un mohín.
—Bueno, supongo que tener la aprobación de Ákos servirá —sonreí con
orgullo.
—¿En serio? ¿La tienes? ¡Entonces igual me dejan pasar si voy como tu
acompañante!
—Podemos probar —respondí ilusionada. No me vendría mal un apoyo
externo por si algo me sucedía. Me negaba a pedir auxilio a Nikola o a
Rocío si eso pasaba—. El problema es que no tengo ninguna máscara para
llevar.
—Yo tampoco, pero las dan en la entrada si te dejan pasar. Así que no
debemos preocuparnos. De hecho creo que también hay ropa para cambiarte
si lo necesitas.
—¿Y cómo sabes todo eso? —pregunté con curiosidad.
—Porque las fiestas de Medianoche son épicas entre los vampiros.
Durante el tiempo que llevo aquí me he dado cuenta de que es el tema de
conversación principal. ¡Ya tenía ganas de poder verlo por mi cuenta!
—Entonces será mejor que vayamos cuanto antes. Medianoche nos
espera.
Reí con ella de forma nerviosa al sentir un cosquilleo por mi cuerpo.
Sabía que Nikola iba a estar ahí y no se esperaría verme. Pero eso era lo
mejor de todo, que podría darle la mayor sorpresa de toda su larga vida y
demostrarle que Laurie Duncan es una mujer fuerte y autosuficiente. Una
chica que no se deja amedrentar con facilidad y mucho menos dominar.
Yo decidiría mis pasos y tendría que aceptarlo le gustara o no. Con ese
pensamiento acepté su mano y recorrimos los distintos pasillos a gran
velocidad, hasta dar con la puerta principal y abrirla de par en par,
saboreando el aire frío de la noche y una gran emoción en nuestras venas.
Por fin éramos libres para disfrutar de la mejor noche de nuestras vidas,
¿o no?
Capítulo IX * La Fiesta

Dejé que Brittany me guiara por el lugar, moviéndonos a una velocidad


tan alta que no estaba acostumbrada. Todos mis sentidos se habían agudizado
y podía observar el entorno que se alzaba a mi alrededor en todo su
esplendor. Estuvimos así varios minutos hasta que conseguimos llegar a
Miskolc, pues el palacio de Ákos se encontraba situado en un pueblo
cercano.
A medida que me acercaba, iba escuchando las ruedas de los coches
sobre la carretera, las voces lejanas de personas que se encontraban
caminando por Miskolc, e incluso percibí las distintas luces que aún estaban
encendidas en los distintos edificios.
Una vez allí, aminoramos la marcha hasta camuflarnos entre los pocos
viandantes que quedaban a esas horas, pues ya era bastante de noche y el frío
se posaba en nuestra piel. Así que eran peatones valientes si eran capaces de
caminar sin congelarse.
No podía evitar admirar la delgada línea que nos separaba de los
mortales. A ojos de un humano, los vampiros podíamos pasar
desapercibidos. Me había quedado claro que respirábamos, nuestro corazón
bombeaba con normalidad y nuestras mejillas se teñían de rojo si nos
sentíamos avergonzados. Supuse que era por pura supervivencia, pero no
dejaba de sorprenderme que muchas de las características que había leído en
los libros sobre vampiros eran falsas.
Contemplé fascinada cada casa y rincón que íbamos dejando atrás y me
mordí el labio inferior al observar el cartel que me indicaba que se trataba
de nuestro destino. Era un local amplio y la fachada era bonita y sofisticada
con las paredes negras, las letras doradas, unas cortinas violetas que
ocultaban el interior de las ventanas y un tejado de pizarra que acompañaba
a la estética del lugar.
—Nos… ¿nos acercamos? —pregunté jugueteando con las mangas de mi
jersey.
—¡Sí! —exclamó con una gran sonrisa.
Suspiré al verme frente a la entrada, donde un portero de gran altura y
aspecto fornido pasaba lista. Parecía que se trataba de un sitio VIP. Tragué
saliva al verme cara a cara con él y recé para tener el permiso de Ákos o
que este estuviera cerca para dejarme pasar. Sino Nikola se saldría con la
suya y no pensaba dejarle. Esto no se podía quedar así.
Avancé junto a Brittany sujeta de su brazo y miré al portero intentando no
parecer intimidada. Él nos observó a ambas sin un ápice de expresión, hasta
que abrió la boca para hablar.
—¿Nombres?
—Laurie —respondí casi sin voz, sin poder despegar mis ojos de su
rostro.
—¿Laurie qué? —preguntó en húngaro. Ni siquiera sabía cómo fui capaz
de entenderlo.
Miré a Brittany por un instante antes de volver la vista hacia él,
debatiéndome en dar mi apellido. ¿Tenía sentido que supieran que mi padre
era un dhampir? ¿O estaba volviéndome demasiado paranoica?
Abrí la boca para responder, pero la cerré al escuchar una voz masculina
que comenzaba a resultarme familiar. Al girarme tenía a Ákos a mi lado e
hizo un gesto al portero para que nos dejara pasar.
—Van conmigo, Börj.
El hombre asintió con la cabeza y se hizo a un lado para dejarnos pasar y
aprecié que los ojos de Brittany se agrandaron, incluso parecía que emitían
destellos de felicidad al percatarse que su sueño de entrar en la élite
vampírica se hacía realidad. Así que no dudó en clavarme sus alargadas
uñas en mi piel y tiró de mí para que empezara a caminar, mientras sentía la
intensa mirada de Ákos clavada en mi espalda.
—Gracias —susurré, dejándome llevar por Brit.
El interior era fascinante y magnético, con un aspecto similar al del
palacio. Los colores que predominaban eran rosas y rojos combinados con
el negro, y los sofás parecían caros y elegantes.
La barra del bar estaba al fondo, custodiada por un vampiro alto y
corpulento que se encargaba de entregar a gran velocidad diferentes bebidas
a los sedientos seres sobrenaturales, que no eran pocos. El olor a sangre no
tardó en llegar a mi nariz, así que inspiré con fuerza para tratar de
controlarme. Era un olor intenso y embriagador que te invitaba a beber hasta
quedar satisfecha.
Me fijé que a nuestro lado había una mesa con diferentes máscaras, así
que me detuve a barajar cuál sería mi mejor opción. Necesitaba pasar
desapercibida ante Nikola, seguramente no tardaría en encontrarle y no
quería que me sacara del pub a rastras.
Finalmente me decanté por una máscara veneciana de color negro con
detalles y bordados plateados, además tenía una hermosa flor negra en el
lateral derecho, así iba a juego con mi jersey. En ese momento me lamenté
por no haberme cambiado de ropa. La mayoría de personas iban vestidos
para la ocasión con prendas elegantes y llamativas, acorde con sus máscaras.
Yo llevaba un jersey estrecho negro y unos pantalones vaqueros con unas
botas altas. Parecía que estaba fuera de lugar.
—¡Estás genial! —exclamó con una sonrisa al verme—. Te ves
arrebatadora.
—Pero fuera de lugar —suspiré, fascinada por la máscara color bronce
con destellos dorados que había escogido.
—Eso tiene fácil solución si te gusta la ropa de época —respondió la voz
masculina de Ákos sobre mi espalda.
Me giré sorprendida al observarle tan cerca de mí, pensaba que se había
perdido entre la multitud a hacer Dios sabía qué. Por el contrario, parecía
muy interesado en mis movimientos, así que tendría que tener cuidado en no
desvelar nada que pudiera exponerme.
—¿Ropa de época?
—Sígueme —contestó con una amplia sonrisa.
Miré a Brittany esperando su compañía, pues no terminaba de fiarme de
él si nos quedábamos a solas, pero esta se encogió de hombros y me hizo un
gesto con la mano para que le siguiera, dejándome totalmente expuesta.
Le seguí como pude, tratando de esquivar a los frenéticos vampiros y
atisbé una puerta negra con un cartel que no podía leer porque estaba escrito
en húngaro.
—Ahí guardamos la ropa. Puedes escoger lo que quieras —dijo de forma
escueta—. Estoy seguro que con cualquier cosa deslumbrarás, belleza.
—Gra-gracias —asentí, tragando saliva con fuerza al sentirme desnuda
por la forma en la que me miraba.
Por fortuna, decidió dejarme sola, yendo hacia un sofá que estaba situado
en una de las esquinas. La música de la sala resonaba por todos lados y mis
oídos estaban volviéndose locos sin saber en qué centrarse. Así que decidí
entrar y contemplar qué ropa era esa. Me mordí el labio inferior al apreciar
unos suaves corpiños que se ceñían a la cintura como si estuvieran hechos a
medida.
Como todavía tenía los extraños tatuajes adheridos a mi brazo, decidí
ponerme una blusa negra que desvelaba mi escote de forma generosa con
mangas bordadas y un pantalón de cuero ceñido a mi piel, resaltando las
curvas que ni sabía que poseía. La blusa enlazaba ambas mangas por el
cuello, como si fuera una gargantilla.
Por último, decidí mantener mis botas altas y me solté el cabello, que
llevaba atado en una coleta alta. Esperaba que así encajara más en el lugar.
Me acerqué hasta un espejo que había en una esquina de la pequeña sala y,
una vez tuve mi propia aprobación, cerré la puerta y me dirigí de nuevo a la
sala principal para buscar a Brittany.
Me escabullí entre las personas que ya se encontraban bailando y miré a
mi alrededor, pues no estaba donde la había dejado. A quien encontré en su
lugar fue a Nikola, sentado en un sofá apartado con una máscara oscura que
resaltaba sus ojos grises. Estaba hablando con una chica de larga melena
oscura y grandes ojos azules, portadora de una máscara azul oscuro con una
pluma de pavo real. Sus labios rojizos llamaban la atención y por la forma
en la que gesticulaba y sonreía, parecía que estaba disfrutando con la
compañía de mi niñero personal. No lo entendía. ¿Solo era así de
insoportable conmigo? ¿Tanto le molestaba mi presencia?
Mi estómago me golpeó como una estocada, pero me negué a hacerle
caso. No quería que mi cuerpo reaccionara así por él. «Será por mi nueva
condición» dije para mis adentros, intentando animarme «No eres para tanto,
Nikola. Así que no te mereces mi atención».
En ese momento que estaba refunfuñando para mis adentros, me di cuenta
que sus ojos grises se posaron en los míos y sus cejas se juntaron al arrugar
el ceño. Durante unos instantes mantuvimos un fuerte contacto visual, pero
rápidamente puse mi cabello como barrera y me apresuré en desplazarme.
No tenía ganas de que me reconociera y me sacara mientras me soltaba una
de sus charlas paternalistas. Por ahora estaba todo controlado.
Seguí mi camino abriéndome paso mientras observaba con fascinación y
cierta envidia a los vampiros bailando de forma despreocupada, como si no
tuvieran ningún problema rondando por su mente. Yo me sentía sola, sin un
chico que me sacara a mover el cuerpo y que se preocupara por mí de forma
afectuosa.
Suspiré al recordar las palabras de Ana cada vez que verbalizaba algún
pensamiento como ese. «Las mujeres no necesitamos a ningún chico que
nos salve. No somos princesas encerradas en una torre, somos guerreras
con la suficiente capacidad de manejar una espada o, al menos, dar una
patada en la entrepierna. Eso siempre es efectivo». Cómo la echaba de
menos. Ella no me reñiría por intentar esforzarme en ser mejor, por no
rendirme ante cualquier problema.
No pude evitar tensarme al ver a Ákos mirándome desde lejos. Al ver
que nuestras miradas chocaron decidió alejarse por uno de los laterales.
Debía de reconocer que captaba mi atención, pero estaba segura que sería
del tipo de hombre que, una vez consiguiera lo que quisiera, se olvidaría de
mí y me sentiría usada y humillada. Yo solo quería juntarme a alguien que me
apreciara de verdad. No cometería el mismo desliz que tuve con el hermano
mayor de los Herczeg. Había aprendido demasiado con ese error.
Fue entonces cuando posé mis ojos en una figura que me resultó familiar.
Como si hubiera invocado al mismísimo demonio y hubiera decidido
aparecer ante mí, su presencia intimidante y salvaje me hizo estremecer.
Su cabello negro caía desarreglado casi hasta los hombros y sus ojos
azules resplandecían, destacando la sobria máscara que llevaba. Aunque
estuviera sentado su altura era notoria y su musculatura fuerte y definida me
parecía tan característica que no pude evitar pronunciar su nombre entre mis
labios con un ápice de nerviosismo.
—¿Vlad?
—Vaya, pero que ven mis ojos —respondió con una sonrisa burlona—.
Parece que cierto ángel se ha caído del cielo y ha perdido sus alas en el
infierno. ¿Qué tal sienta adentrarse en la perversa oscuridad?
—¿Qué haces aquí? —pregunté mirando a mi alrededor, por si Ákos
había decidido volver a molestarme y terminaba atando cabos. La intensidad
que profesaban sus palabras y su mirada cargada de lujuria me desarmaba
por completo.
—Divertirme, ¿qué sino? La pregunta es… qué haces tú aquí, ¿no es
demasiado para tu puritanismo? —puntualizó con sarcasmo mientras me
miraba fijamente haciendo tintinear la copa que llevaba entre sus manos,
antes de encontrar a Nikola con la mirada—. Ah, se me olvidaba, tu
inocencia se desvaneció en el momento que te hicimos pecar. Por cierto,
creo que te has equivocado de hermano, ángel oscuro. Ese no es Atary.
—¿No estás con él?
Me detuve a buscarlo con la mirada entre la multitud pero, en el caso de
que estuviera, no era capaz de distinguirle. Aun así mi corazón latió
acelerado por la posibilidad de tenerle cerca. Odiaba sentirme así de
vulnerable.
—No. La verdad es que desde que mi querido hermanito Nikola nos
salvó de ser sacrificados decidí que había llegado el momento de
independizarme —respondió guiñándome un ojo—. Setecientos cincuenta
años al lado de tu madre es mucho tiempo. Así que… aquí estoy.
Medianoche es un lugar maravilloso, ¿no crees?
—¿Setecientos cincuenta años?
Le miré estupefacta, sabía que los vampiros podían vivir mucho tiempo,
pero nunca imaginé que Vlad fuera tan mayor. No cuando recordaba que
Atary tenía muchos menos, ¿no eran hermanos? Su sonrisa burlona me hizo
volver en sí. Vlad no había cambiado nada, seguía teniendo esa mirada
descarada y esa pose de deseo que haría estremecer a cualquiera.
—Sí. Algunos sabemos conservarnos bien —sonrió—. Follar rejuvenece
la piel. Deberíamos repetir en algún momento, ángel oscuro. El sexo entre
vampiros es realmente… estimulante.
—No, gracias. Lo nuestro fue un error. Un estúpido e irresponsable error.
—No parecía serlo cuando me buscabas en sueños y aparecías en mi
habitación —ronroneó con un deje ronco. Por suerte, sus encantos ya no
hacían mella en mí, solo captó mi atención la mención que había hecho sobre
mis sueños pecaminosos.
Le miré sorprendida y abrí la boca al recordar que Rocío me había
advertido que los vampiros no soñaban. ¿Entonces cómo sabía él que yo
había soñado con él?
—Eso no…eso… ¿Cómo sabes eso? —exclamé atónita—. Me dijeron
que…
Cerré la boca al ver el pliegue que se formó en su frente al rascarse la
barbilla.
—No estaba seguro, pero acabas de confirmármelo. Y sí, no soñamos, así
que me pareció interesante el hecho de que, desde que decidiste dejar la
inocencia la noche de Samhuinn, comencé a tener sueños bastante
interesantes donde mostrabas tu lado más real. No ese que te empeñabas en
resaltar, cubierto de capas llenas de hipocresía y falsedad. No te pegaba,
ángel oscuro. No cuando todos sabíamos lo que se escondía detrás. Una
hermosa oscuridad deseosa de salir y arrasar con todo a su paso.
—¿Y por qué soñamos lo mismo?
—¿No lo sabes? —preguntó alzando una ceja mientras me repasaba con
la mirada, torciendo sus labios en gesto pensativo—. Interesante… parece
que mi hermanito no ha hecho sus deberes poniéndote al día. Claro que,
también te aviso, es una hipótesis que barajo. Y, por desgracia, Lilith
también. Tendrás que tener los ojos bien abiertos, ángel oscuro. Ella te
desea.
—¡Deja de llamarme así! —protesté—. Me pones nerviosa. ¿Qué
hipótesis tienes? ¿Y Lilith? ¿Estoy en peligro? Necesito saber la verdad,
Vlad. Estoy cansada de dar palos de ciego, acabo chocando con todos los
problemas que surgen a mi alrededor.
—Es más divertido esperar a que tú lo adivines, pero te daré una pista
porque estoy de buen humor y será interesante tu reacción al atar cabos —
sonrió—. Digamos que hay más cosas que nos unen de las que nos separan.
Estaba escrito que te ibas a dejar llevar, así que era inevitable que lo nuestro
sucediera. ¿No es maravilloso?
—¿Por qué? ¿Es algún poder que tienes?
La sonrisa divertida que dibujó su intimidante rostro no pasó
desapercibida. Parecía que le hacía gracia mi estado de desconocimiento.
Sobraba decir que en ese momento le odiaba. Odiaba que se comportara de
forma despreocupada, como si todo le importara una mierda, mientras mi
vida podía estar en peligro por la presencia de Lilith. Ya había tenido
suficiente.
—Es mucho más que eso, pequeño ángel caído. Nuestra perversa
conexión tiene un sentido que tu mente de arcoíris seguramente sea incapaz
de asimilar. Aunque… con todo lo que has vivido durante estos meses
debería ser lo de menos. Qué más dará un golpe que agriete una pared
cuando todo el edificio está destrozado.
—No…no lo entiendo —suspiré, esperando que decidiera hablar claro.
—Lástima. Porque yo tengo mejores cosas que hacer, como satisfacer a
ciertas vampiresas con sed de sangre y sexo candente —respondió,
levantándose de su asiento—. Nos vemos, Laurie. Ha sido maravilloso
comprobar que Atary ha tenido la fuerza suficiente para no dejarte morir. Su
avaricia prevaleció sobre el ansia. Fascinante.
—¡Espera! —exclamé alzando la voz, esperando detenerle—. ¿Nos vas a
avisar a Lilith de mi paradero?
—No es necesario avisar a madre de demonios. Tarde o temprano te
buscará y, créeme, da igual donde te escondas porque ella aparecerá a tu
lado —respondió y añadió antes de mezclarse entre las demás personas—:
Y precisamente por eso prefiero mantenerme al margen de todo esto. Si el
mal despierta y se desata el apocalipsis, seguramente te hará falta algún
aliado. Será complicado sobrevivir.
Con esa frase desapareció, dejándome sola entre un mar de dudas y
temores. Vlad estaba actuando extraño y solo esperaba que se equivocara y
Lilith me dejara en paz. No estaba preparada para enfrentarme a ella, pues
solo era una vampiresa común y ella era la reina de la oscuridad. Si Vlad
había optado por desaparecer estaba claro que el peligro se acercaba.
El problema era que no sabía cómo lo iba a enfrentar.

Estuve un rato bailando sin preocuparme en nada más que no fuera seguir
los pasos y entrenar mi oído intentando traducir la letra de las canciones que
iban sonando que, por supuesto, estaban en húngaro.
A medida que los minutos pasaban parecía que mis oídos se iban
acostumbrando a la pronunciación y las palabras que usaban. Era cómodo
poder moverme mientras las distintas voces me rodeaban, evadiéndome del
resto del mundo.
De vez en cuando iba buscando a Nikola con la vista y mi estómago se
encogía al comprobar que seguía conversando con esa insistente chica. Pero
ni me molesté en acercarme a él o seguramente me devolvería al palacio de
una patada. Y en algunas ocasiones Ákos aprovechaba para bailar conmigo e
intentar conseguir algún tipo de acercamiento mayor, aunque fui rechazándole
con sutileza. No estaba en mis planes pecar.
Por desgracia todo cambió de manera drástica al entrar una joven pareja
de enamorados que, por la expresión acaramelada de sus rostros, parecía
que acababan de casarse. Me di cuenta que eran humanos normales y, por la
manera en que actuaron todos, sin despegar su vista de la pareja mientras
continuaban bailando intentando disimular, parecía que lo peor estaba a
punto de suceder.
Y no me equivoqué. En el momento que la chica abrió la boca para
hablar y aprecié la sonrisa maliciosa que esbozó Ákos, permitiéndoles
pasar, todo pasó muy rápido. Tan pronto como estaban en la barra pidiendo
alguna bebida, escuché como el hombre ponía cara de asco y escuché la
palabra sangre. Ákos se carcajeó y pronunció unas palabras que me dieron
escalofríos, anunciando lo que se avecinaba.
—Por suerte acabamos de contar con suministros de sangre fresca, mi
favorita —sonrió, dejando ver sus afilados colmillos.
La joven chilló por el miedo, pero fue tarde. Ákos fue el primero en
abalanzarse sobre ella con los ojos completamente negros para clavarle sus
colmillos con rapidez mientras la sujetaba para que no se escapara.
Su pareja chilló mientras sus ojos parecía que se salían de órbita y se
quedó completamente paralizado, observando como el cuello de su
prometida se desangraba. Tras eso un par de vampiros más se lanzaron a por
él y litros y litros de sangre comenzaron a emanar de sus cuerpos,
incrementando mi sed al verme rodeada de tan fuerte y delicioso olor. Eso
había ido demasiado lejos y estaba fuera de mi control.
En ese momento empezaron a repartirse los cuerpos inertes de la pareja
entre ellos y gemidos y jadeos de satisfacción comenzaron a inundar la sala.
Me relamí de forma inconsciente el labio inferior y mi mandíbula se contrajo
al sentir un fuerte dolor en mis encías. Estaba congelada contemplando la
grotesca escena pero era incapaz de levantar la vista y alejarme. Mi bestia
interior se removía frustrada instándome a abalanzarme y calmar mi
ansiedad con ese líquido dulce y espeso que parecía mi medicina, pero
también mi maldición.
«No lo hagas. No dejes que tu bestia te controle» escuché a una voz en mi
interior que me resultaba familiar. Era la misma que me había hablado en
algunas ocasiones estando en Edimburgo. «Aférrate a tu humanidad y lucha
contra tus impulsos». Entonces lo vi. Era Nikola.
Su voz quedó relegada a un segundo plano, como si fuera un eco lejano,
entremezclándose en mis oídos con las voces que emitían los vampiros en la
sala. Habían empezado a pelearse entre ellos para degustar su preciado botín
y de los labios de Ákos cayeron unas gotas que no dudó en atrapar con su
lengua de forma seductora, captando aún más mi atención. Entonces murmuró
unas palabras que mis oídos fueron capaces de captar.
—¿Por qué no te unes, belleza? Estoy deseoso de probar la sangre directa
de tus labios.
Sentí como mis pupilas se dilataban y las líneas purpureas de mis ojos
comenzaron a aparecer. El dolor que estaba sintiendo en mis encías era
insoportable y mi bestia crecía cada vez más, a punto de controlar mi cuerpo
por completo. Mi estado de sensatez estaba cerca de desaparecer. Podía
escuchar mi pulso acelerado y todo mi alrededor se había convertido en una
mancha difusa y distorsionada. Lo único que era capaz de ver eran esos dos
cuerpos desangrándose, ese reguero carmesí que me estaba esperando para
chuparlo y saciarme de una vez por todas.
Avancé con rapidez, permitiendo a mi monstruo ser liberado, y me
abalancé a por uno de los cuerpos, clavando mis alargadas uñas en su piel.
Tomé impulso inclinando la cabeza hacia atrás y me preparé para degustar su
sabor cuando unas manos férreas me sostuvieron y lo siguiente que vi fue a
Nikola llevándome a gran velocidad fuera del pub para golpearme contra
una pared oscura de algún inhóspito callejón.
—¡No puedo contigo! —bramó, empujándome todavía más mientras me
dedicaba la mirada más ardiente y furiosa que jamás imaginé—. ¿Se puede
saber qué mierda haces aquí? ¿Y tú eras la que tenías el control? ¡Casi lo
echas todo a perder!
Escupió sus palabras con odio. Sus ojos centelleaban por la rabia que
sentía y su agarre ejercía cada vez una mayor presión sobre mi piel. Mi
pecho subía y bajaba acelerado mientras intentaba liberarme para llevar a
cabo mi objetivo. Mi mente no pensaba en otra cosa que no fuera sangre y
mis ojos estaban a punto de derramar lágrimas de desesperación al no poder
mitigar el dolor de mis colmillos, que estaban expuestos del todo frente la
luz de una farola cercana.
—¡Déjame! —chillé con voz ronca—. Tengo…necesito beber.
—No voy a dejarte, Laurie —respondió sin suavizar la expresión de su
rostro—. Tú decidiste venir, ahora te toca sufrir las consecuencias. Así
aprenderás a no exponerte a situaciones que no sabes manejar. Tienes que
madurar de una jodida vez.
—¡Suéltame!
Mi monstruo rugió en respuesta al sentir el poder que bullía por mis
venas. La rabia y la desesperación se mezclaron generándome una sensación
de ansiedad que era incapaz de manejar. Estaba siendo controlada por él, así
que no era consciente de lo que estaba haciendo, incluso conseguí zafarme y
le di un sonoro bofetón.
—Se acabaron las contemplaciones —gruñó.
Lo siguiente que recuerdo fue a Nikola alzarme y moverse a gran
velocidad, tanta que fui incapaz de ver a donde me llevaba, hasta que me
lanzó sobre la cama de su habitación en el palacio y cerró con llave la
puerta. Dejándonos a ambos dentro.
—Sácame de aquí, Nikola, o te juro que encerrarme será lo último que
hagas. —Le amenacé, abalanzándome hacia él.
Estaba descontrolada. Mi bestia se removía como una serpiente furiosa y
era incapaz de pensar con claridad. Forcejeé con él cayendo los dos al suelo
y sentí su respiración sobre mi rostro, mientras me apresaba las manos para
impedir que me moviera.
—Puedes amenazarme y atacarme lo que quieras, pero no conseguirás
nada. Aun siendo el más débil de mis hermanos soy el triple de fuerte que tú
—respondió, incrementando su agarre.
Ignoré su advertencia revolviéndome como si fuera un gato tratando de
escapar de un baño y miré a mi alrededor desesperada, intentando encontrar
la manera de salir y volver a Medianoche para cumplir mi intento frustrado.
La garganta se me estaba secando por el hambre y mis colmillos seguían
suplicando un poco de alivio.
Escuché una voz lejana en mi interior pero era tan imperceptible que era
incapaz de entender lo que me estaba diciendo. La única palabra que bailaba
por mi mente, instándome a continuar luchando contra Nikola era sangre. No
había espacio para nada más.
—Joder… —gruñó él. Parecía que se estaba impacientando y apretó los
dedos contra mi piel, pegando lo máximo posible su cuerpo al mío. Eso hizo
que algunos mechones de su cabello rozaran mi cuello, provocando unas
inocentes cosquillas que, de ser consciente, hubieran causado una explosión
de sentimientos en mi estómago. Pero fue en vano, ni siquiera ese gesto me
sirvió para volver a ser racional.
—¡Dale tu sangre, Nik! —escuché decir a una voz cantarina, no muy lejos
de nosotros—. ¡Está demasiado descontrolada!
—Eso no…
—¡Hazlo! —ordenó con desesperación—. ¡Llevas siglos sin beber
sangre humana! No le hará daño.
Si hubiera vuelto a la normalidad, podría haber captado como su rostro
dibujaba una expresión de duda y miedo, formando una mueca. Sus ojos iban
y venían entre Rocío y yo, que no sabía cómo había llegado a nuestro lado,
sin terminar de decidirse.
—Pero los recuerdos…
—¡A la mierda la conexión, Nik! Será capaz de controlarla. Si no lo
haces ya, no tardará en regresar a Miskolc y hará una masacre. —Le
advirtió.
Entonces dejó asomar sus colmillos y se mordió a sí mismo en la muñeca,
dejando que un poco de sangre se deslizara por su piel.
Lo siguiente que recuerdo fue como acercó su herida hacia mis labios
enrojecidos y me susurró que bebiera con un tono helador. Mi bestia cedió,
desesperada por calmar la sed y mis colmillos se hundieron en su piel
mientras mi lengua se movía en círculos, atrapando la mayor cantidad
posible de sangre.
De fondo escuché un sonido ronco proveniente de la garganta de Nikola.
Parecía de placer pero estaba demasiado ocupada tratando de saciar mi
ansiedad como para detenerme a analizar sus gruñidos. Mis uñas seguían
clavadas en su piel, complacida al notar como tan maravilloso líquido
descendía por mi garganta y se repartía por mi cuerpo. Incluso el dolor de
los colmillos había desaparecido.
En el momento que el siguiente jadeo de Nikola brotó de lo más profundo
de su ser, todo se removió a mi alrededor y un orgasmo liberador me
teletransportó a otra dimensión. Una que estaba cargada de recuerdos
vividos varios siglos atrás.
Unos que no me pertenecían.
Capítulo X * Secretos Desvelados

Me encontraba en un campo junto a una humilde casa de piedra que


tenía gallinas y un huerto con coloridas hortalizas. Podía ver a un chico
que me resultaba familiar con una melena negra que le llegaba casi hasta
los hombros. Sus ojos seguían siendo grises, como una nube de tormenta,
pero en ellos habitaba un brillo alegre. Parecía… feliz.
Su ropa era distinta, de hecho podía apreciar que en él no habitaba la
maldad. Era un joven sencillo y humilde, un campesino que se esforzaba
en arar la tierra y cuidar el campo para ganarse el pan. Su ropaje estaba
sucio debido a su trabajo en la tierra y sus manos parecían casi negras al
manipular las herramientas oxidadas y los alimentos que aún debía
guardar en un sencillo saco hecho de forma artesanal. El esfuerzo era
notorio debido a los jadeos que soltaba y cómo tragaba saliva,
seguramente tenía la garganta seca.
Minutos más tarde terminó el trabajo y se incorporó, levantó la vista
hacia el cielo y exhaló un suspiro de cansancio antes de pasar la mano por
su frente para limpiarse el sudor. Aunque eso generó que esta se
emborronara más de lo que ya estaba.
Hacía calor. Podía sentir los rayos del sol bañando su rostro y
calentando su piel. Por su expresión parecía que le preocupaba que
llegara una época de sequía y su cosecha se secara.
Con cuidado, se aproximó hasta un caldero que tenía cargado de agua,
y se agachó para atrapar un poco entre sus manos y limpiarse la cara,
acicalándose. Tras eso caminó por un sendero que le llevaba hasta otras
casas cercanas y se paró frente a una que parecía un poco más lujosa y
cómoda. Aunque debía admitir que prefería las de la época actual.
Fue entonces cuando se escucharon unos alaridos de dolor y el rostro
de Nikola se contrajo, asustado. Echó a correr hacia la puerta principal y
no dudó en abrirla de una patada para entrar y contemplar como un
hombre corpulento, lleno de ira, golpeaba a una joven que se encontraba
agazapada en el suelo, tratando de cubrir su rostro con las manos para
suavizar el impacto, pero eso no evitaba los moratones rosados que
empezaban a formarse por su piel.
No sabía lo que estaba gritando ese hombre, pero escupía las palabras
con una rabia que parecían salir de sus entrañas. Nikola no dudó en
abalanzarse sobre él y empezaron a llover golpes. Tiraron muebles y
diversos objetos al suelo, con ellos.
La joven contemplaba la escena con horror y gritaba algo,
seguramente que parasen, pero era incapaz de moverse, dado que su frágil
y delgado cuerpo temblaba como una hoja e intentaba protegerse
abrazándose con los brazos mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y
descendían por las mejillas de forma descontrolada.
La escena continuaba con la pelea, ambos se encontraban sangrando,
pero el último puñetazo de Nikola fue letal. La cabeza del hombre rebotó
contra la esquina de una mesa y, al desplomarse, aprovechó para coger un
cuchillo que clavó sin remordimientos en el pecho, haciendo salir un
chorro espeso de sangre que detuvo por completo los latidos de su
corazón.
La chica chilló, llevándose las manos después a su boca para intentar
controlar su voz. Las lágrimas seguían derramándose por sus mejillas,
bañando su rostro. Sus ojos verdes miraban al joven de pelo azabache,
cuyas manos estaban ensangrentadas por el cuchillo que aún sostenía. Era
un asesino, pero su rostro no mostraba arrepentimiento.
Nikola lo había matado.
Levanté la cabeza, volviendo un poco en sí. Parecía que Nikola trataba
de bloquear sus recuerdos, emborronándolos para que no supiera más de él,
pero quería más. Necesitaba saber más.
Clavé más a fondo mis uñas para que no se escapara y hundí mis
colmillos para succionar con fuerza. Quería saber qué había pasado con
ellos. Porqué era así de frío con el resto del mundo y sus ojos se mantenían
opacos, sin un ápice de felicidad que reflejar. ¿Quién era esa mujer y qué
significaba para él como para haberla defendido ante ese hombre? ¿Por qué
este la estaba golpeando hasta que llegó el mediano de los Herczeg?
El lugar en donde me encontraba ahora era una sencilla habitación
que consistía en una cama de madera, seguida por una cuna del mismo
material, una mecedora y una chimenea que se encontraba apagada.
La escena me mostró a Nikola aproximándose hasta la cuna al
escuchar los llantos de un bebé que se encontraba dentro. Se agachó con
delicadeza y lo sostuvo, acomodándolo entre sus brazos. La pequeña y
espesa cabellera del bebé descansaba sobre sus hombros y lo mecía con
pequeños movimientos, consiguiendo calmarlo.
—A kis csodám.
Con esas últimas palabras, que salieron de su boca como una delicada
caricia, la escena se evaporó. La insistencia y quejidos de Nikola para
impedir que continuara me alertaban que estaba cerca de algo. Tenía que
haber un secreto que intentaba ocultar a toda costa. Y yo conseguiría
averiguarlo.
Ahora el escenario era lo que a día de hoy sería un aseo. No era capaz
de verlo nítido pues parecía que todo me daba vueltas. Lo único que mis
ojos pudieron captar con precisión fue un dije de cruz que me resultó muy
familiar. Tenía las mismas piedras y las mismas letras incrustadas, aunque
en esa época eran algo más legibles. Sin duda, era el mismo que pendía de
mi cuello en la actualidad.
Las imágenes empezaron a mezclarse creando sombras difusas y de
fondo pude escuchar al bebé llorar. Después todo pasó muy rápido, un
grito de dolor resonó en el espacio y, al forzarme a observar mejor, pude
apreciar que algo se deslizaba por una piel tersa e inmaculada, dejando
caer un brazo. Parecía muerto.
Fui incapaz de ver nada más. La imagen desapareció de forma brusca, de
la misma manera en la que mi cuerpo terminó rebotando sobre una pared
cercana. Nikola se encontraba con el rostro níveo, y su respiración agitada
contrastaba con las ojeras bajo sus ojos, pues eran más notables, y el sudor
perlado que brillaba de su frente. Se le veía exhausto.
Sentí como un poco de sangre se derramaba sobre mis labios y la recogí
gustosa, tragando con fuerza para cerrar los ojos y tratar de calmar la
ansiedad que me había sobrepasado. Mi mente todavía estaba asimilando los
recuerdos que había visto y mis ojos se posaron en uno y otro
indistintamente, buscando explicaciones.
Por desgracia mi momento de paz duró poco. Mi estómago empezó a
contraerse y varias punzadas de dolor me atizaron, amenazando con devolver
todo lo ingerido. Me aferré con fuerza a la pared para evitar desvanecerme e
inspiré con fuerza, tratando controlar mi cuerpo para no terminar hambrienta
de nuevo. Tenía que ser fuerte.
Cuando me sentí un poco mejor alcé la cabeza para buscar la presencia
de Nikola, pero fue en vano. Se había marchado con rapidez sin pronunciar
una palabra, dejándome con una Rocío perpleja y enfadada que era incapaz
de verbalizar una explicación.
—Será…será mejor que todos descansemos —carraspeó sin dejar de
mirarme—. Pronto amanecerá y ha sido una noche muy…intensa. Mejor…
mejor mañana hablamos.
La observé sin decir nada. Todavía no me sentía muy bien y mi estómago
parecía una lavadora centrifugando. La cabeza me daba vueltas, embriagada
por la sangre que fluía por mis venas y la conexión establecida con Nikola.
No se me iba de la mente la imagen del dije y ese grito agudo que me dio
auténtico pavor.
—Puedes quedarte aquí. Conociendo a Nikola dormirá en cualquier otro
sitio —continuó—. Descansa, Laurie. Mañana hablaremos sobre esta noche,
cuando todos nos hayamos relajado.
Con esas palabras desapareció, dejándome completamente sola
intentando asimilar todo lo que había sucedido hoy. ¿Por qué Nikola tenía mi
dije? ¿Y qué había sucedido con la mujer y el bebé? Todas las preguntas se
amontonaron en mi cerebro pero me dirigí a la cama e intenté descansar. En
el fondo me sentía agotada.

Me sorprendí al despertarme y observar la hora en un despertador


cercano. Eran las doce de la noche y el frío cubría mi piel. Si para mí era
una sensación molesta no quería imaginarme lo que debía sentir un humano
normal. Debíamos de estar por debajo de los cero grados.
Advertí que todavía llevaba la ropa de la fiesta y me había dejado la mía
allí, así que no me quedó de otra que seguir con ella y tratar de buscar a
Rocío o Nikola para que me dieran algo de repuesto. No tuve nada que traer
a Miskolc porque lo había perdido todo, así que me sentía desnuda.
Me apresuré en salir al pasillo para centrarme en escuchar sus voces. No
tardé en encontrarles. Caminé guiándome por la voz grave de él, hasta que
fui capaz de escucharla con nitidez sin afinar el oído, deteniéndome al
percatarme del tema de conversación.
—Ha desaparecido, Ro —gruñó—. No puedo creerme que Lenci esté tan
tranquila sabiendo que no es normal que lleve tanto tiempo sin dar señales
de vida.
—¡Es una bruja! Se habrá distraído haciendo cosas de bruja y no habrá
tenido tiempo para informarla.
—Es Morgana —respondió él—. Ya lo hubiera hecho. Tengo una mala
sensación.
—De todas formas, ¿estás seguro de que nos pueda ayudar? ¿Quién te
dice que no vaya a avisar a Lilith de tus planes? ¡Laurie es demasiado
valiosa! Y el dije… No puedes arriesgarte a ir a buscarla. ¡Ni siquiera
sabemos dónde está!
—Tú lo has dicho, es una bruja. Y quién sabe si…
—No me hace falta leerte la mente para saber lo que estás pensando. —
Le advirtió—. Si tus sospechas son ciertas, tenemos demasiados problemas
ahora mismo como para sumar otro más. ¡Céntrate, Nikola!
—Tú te encargarás de fortalecer a Laurie mientras yo busco a Morgana.
Después nos encargaremos del dije.
—¿Y Lilith? ¿Tus hermanos? Estoy segura que no tardarán en buscar a
Laurie. Sin olvidarnos de que estamos en un palacio repleto de vampiros que
no dudarán en retenerla hasta que Lilith venga. Y su tatuaje, sus sueños… ¡Su
condición! ¿Y si desangra a alguien hasta matarlo? ¿O si no soporta más el
hambre y se muere?
—Por eso necesito que te encargues de ella en mi ausencia.
—Lo que estás haciendo es huir, Nikola. —Le regañó—. Y eso es muy
inmaduro por tu parte.
—No es huir, es establecer prioridades.
—Puedes engañarte a ti mismo si quieres, pero no a mí. Llevo a tu lado el
tiempo suficiente como para saber cuándo mientes. Tienes miedo de que
Laurie sepa la verdad, porque eso significa romper todas las barreras que
has ido formando.
—Déjalo estar, Rocío.
—Como quieras. De todas formas, espera unos días. Al menos hasta tener
alguna pista sobre dónde puede haberse dirigido. Seguro que en su casa tiene
algo.
—Lenci me dijo algo sobre unas hierbas que necesitaba —respondió—,
pero no presté mucha atención por culpa de una niña inmadura con serios
problemas de atención.
Suspiré. Estaba cansada de escucharle hablando mal de mí y que iba a
dejarme sola, con Rocío como niñera, mientras él se iba de aventuras, sin
contarme qué estaba sucediendo exactamente y qué íbamos a hacer aquí.
Quería volver a Edimburgo y ver a Angie y a Ana. Me encantaría recuperar
mi vida normal, lejos de vampiros y otros seres sobrenaturales.
Así que me apresuré en abrir la puerta y contemplar a Nikola guardando
algunas cosas en una mochila mientras Rocío se sentaba sobre la cama. Me
quedé de pie, mirándole de brazos cruzados y atisbé que la zona donde le
había mordido la había ocultado con una venda. No pude evitar sentirme
culpable, pero mantuve mi expresión de molestia. No podía amedrentarme.
—¿Te vas?
—¿No te cansas de escuchar a escondidas? —replicó él—. Pensé que
anoche habías cotilleado lo suficiente. Parece que me equivoqué.
—¿Quién era ella? ¿Por qué tenías mi dije? ¿Y qué pasó con…?
Escuché un suspiro de cansancio por parte de Rocío y puso los ojos en
blanco. Nikola se mantuvo impasible continuando con sus quehaceres,
ignorándome.
—Nikola, ¡dímelo!
La mirada heladora que me ofrecieron sus ojos grises me hizo retroceder
un paso. Había parado de meter cosas y su boca esbozó una mueca de
desagrado, antes de abrirla para responder.
—Me desobedeciste. Pusiste a todos en peligro al entrar en una fiesta
donde sabías perfectamente que no iban a ofrecer zumos de naranja ni de
fresa. Eres incapaz de controlar tu sed de sangre y encima que cedí a dejarte
beber de la mía, te aprovechaste para ahondar en mis recuerdos hasta casi
debilitarme —respondió en un tono frío y cortante, tensando la mandíbula—.
No estás en condiciones de pedir nada, y mucho menos de exigir. No somos
amigos, no tienes que saber de mi vida. Limítate a hacerte fuerte y evitar que
Lilith te atrape si acaso valoras algo tu vida. Y aprende de una vez que esto
no es un juego y yo no soy un peón que tenga que estar velando por tu
seguridad, porque estoy alcanzando mi límite de paciencia y estoy a esto —
continuó haciendo el gesto con sus dedos—, de mandarte a la mierda. Y no
pienso repetírtelo otra vez.
Sus palabras resonaron en la habitación como una bofetada para mí.
Nikola no se molestó en volver a mirarme y agarró su mochila con rapidez
para, acto seguido, desaparecer. Rocío exhaló otro suspiro mirando hacia
donde había desaparecido para luego posar sus ojos sobre mí.
—Será mejor que me acompañes. Te enseñaré algo y hablaremos de lo
sucedido.
—Yo mejor…
—Ven, Laurie. Es importante.
Asentí con la cabeza y la seguí como si fuera su sombra. Me sorprendí al
ver que nos íbamos de la fortaleza privada de Ákos y nos dirigíamos hacia
Miskolc, pero no dije nada. Me di cuenta de que ya la había cagado lo
suficiente y no quería sumar más errores en mi currículum vitae.
Continuamos pasando por las distintas carreteras que conformaban
Miskolc, ya desiertas a esas horas, hasta que nos desviamos por una zona
que nos llevaba al lugar que menos imaginé estar. Un cementerio.
Le seguí el paso esquivando los distintos árboles que ofrecían un espacio
de discreción en el lugar, hasta que se detuvo en una esquina que albergaba
una pequeña iglesia con las ventanas rotas y enredaderas ocultando las
paredes.
La luna iluminaba cada lápida otorgándoles un aspecto tenebroso y el
suelo empedrado amenazaba con hacer caer a cualquier ser humano normal.
El hecho de que las hojas estuvieran esparcidas y los árboles desnudos no
ayudaba para nada. Aunque fuera una vampiresa, me seguía atemorizando
ante la posible presencia de otro vampiro o cualquier ser sobrenatural.
Incluso el ulular de los búhos me hacía estremecer. Los cementerios nunca
traían nada bueno y hacerles una visita a las tantas de la madrugada no
ayudaba.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté mirando por mi alrededor,
abrazándome el cuerpo—. Los cementerios me dan mal rollo.
—Tiene gracia que digas eso, teniendo en cuenta que estamos muertas,
¿qué es lo peor que nos podría suceder? ¿Que nos atacara un fantasma?
Uuhhh —respondió imitando a uno, antes de impulsarse de un salto y
sentarse sobre una lápida.
—Yo no bromearía con eso.
Aun recordaba la aparición espeluznante de la pequeña Annie y, si había
sido capaz de verla, quién me negaba que no fuera capaz de ver a más. Y, sin
duda, encontrarme en la casa principal de los fantasmas no me entusiasmaba.
Uno nunca sabe quién puede descansar tras un féretro de piedra, bajo tierra.
—¿Y bien? —pregunté, posando mi mirada en ella.
—¿No te dice nada el hecho de estar aquí? Tú misma preguntaste qué fue
del amor de la vida de Nikola y de su bebé. Bien, pues… —suspiró y
removió una enredadera que ocultaba el epitafio de la lápida en la que
estaba sentada—, aquí tienes la respuesta.
Me aproximé hasta el pequeño fragmento de piedra y acaricié las letras
con la yema de mis dedos. Estaban en húngaro, pero los números eran
claramente visibles.
—Mil quinientos cincuenta…
Miré a Rocío antes de posar los ojos de nuevo sobre la lápida. El nombre
de Amélia se veía apagado y sucio, muestra de todo el tiempo que había
pasado hasta ahora.
—Era la esposa de Nikola —informó—. Su hija descansa en otra lápida.
Falleció en mil quinientos ochenta y tres.
—¿Por qué lo oculta? ¿Por qué es tan reservado con respecto a su vida?
—Es un asunto muy doloroso para él —respondió, bajándose de la lápida
para pasearse a mi lado—. Ver a tu hija crecer sin poder acercarte…por ser
consciente de que el olor de su sangre te vuelve loco y te encantaría matarla
porque estás muy hambriento. Tener que alejarte hasta perder su rastro y
preguntarte qué será de ella…
—Eso es… —susurré, sin poder continuar.
—Ser vampiro tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes.
Significa renunciar a muchas cosas que te importan, sacrificarte por las
personas que amas porque sabes que eres un monstruo, una bestia salvaje
que puede perder el control con un simple rasguño que te lleva a oler la
sangre. Ha sido…uno de los momentos más dolorosos para él. La soledad no
es agradable.
—¿Y su…esposa? Solo me hablas de su bebé.
—Ese es…sin duda…el capítulo más doloroso de toda su larga vida —
suspiró—. Pudo salvar a su hija, pero… no a ella. Era demasiado tarde.
—¿Qué pasó? —musité, tragando saliva con fuerza al escuchar su tono
amargo.
—Eso será mejor que te lo cuente él. Ya el hecho de haber venido hasta
aquí…me matará en cuanto se entere, pero supuse que querías entenderle. O
más bien entender mejor toda la situación que nos rodea. Nik ha vivido todo
este tiempo cargando con la culpa, torturándose por lo que se ha convertido
y la cantidad de personas que han perdido la vida a su paso. Durante un
tiempo vivió descontrolado, solo se movía por la sed de sangre y era
incapaz de pensar en nada más que no fuera saciar a su bestia interior… fue
ahí cuando conoció a Lenci.
—¿Ella le… ayudó? ¿Por eso ahora es así?
Rocío se carcajeó con una risa queda, echando ligeramente la cabeza
hacia atrás, antes de mirarme fijamente.
—Lenci no ayuda a nadie que no sea ella misma. Fue su compañera de
masacres y torturas, junto a ira y avaricia. Cuando no estaban alimentando a
su bestia se encargaban de cumplir los recados de Lilith. Ella lleva milenios
tratando de juntar todas las piezas para encontrar a su fallido amor.
—¿Su amor?
—¿No has leído el libro que te dio Nikola sobre los inicios de Lilith? Es
realmente esclarecedor y me ahorraría muchos capítulos de historia
universal —respondió.
—Sí, pero no entero. Aunque ahora recuerdo que mencionaba a Adán y
que se fue del paraíso porque se sintió usada. Pero eso está mal, la Biblia
dice que…
—Creo que has tenido tiempo para comprobar que esas escrituras que
tanto defiendes se equivocan. Son relatos y leyendas que los religiosos,
defensores de Lux, empezaron a crear y expandir sobre la humanidad para
mitigar el error de Adán. Pues si decían la verdad, significaba admitir que
veneraban a un dios imperfecto, con un lado oscuro, y su creación solo había
hecho lo que su alma le guiaba. Y… el pecado y el error no es algo que les
guste mucho a tus… hermanos, ¿cierto? Por eso crearon los diez
mandamientos y todas esas leyes divinas que, sinceramente, no tengo
capacidad para recordar. Así garantizaban que nadie traspasaría la barrera.
Era su esperanza de mantener a la gente pura, de evitar que los vampiros los
atacaran y los llevaran al lado oscuro. La sangre de Lilith habita en todos
nosotros desde el pecado original y, por mucho que la iglesia intente
evitarlo, así continuará. A menos que…
Estaba tan sumida en sus palabras que se me había olvidado hasta
respirar. Durante ese instante todos los sonidos que se producían a nuestro
alrededor habían quedado relegados a un segundo plano y mis ojos eran
incapaces de ver más allá de los movimientos que hacían sus labios al
hablar.
—A menos que Lilith muera y Satanás siga sin dar señales de vida. Solo
así el mal desaparecerá.
—¿Estás diciendo que si Lilith desaparece…se reestablecerá la paz
mundial? ¿Por eso existen los dhampir?
—Eso es pedir demasiado —contestó, esbozando una sonrisa irónica—.
Lo que estoy diciendo es que si desaparecen los padres que han creado a los
seres del mal… también lo harán todos sus hijos. Todos los vampiros,
brujas, hombres lobo, demonios y demás seres moriremos con ellos. Solo
permanecerá la humanidad.
—Pero eso significa que nosotras también lo haremos —respondí con un
hilillo de voz—. ¿Y los dhampir? ¿Ana, Soid, mi… padre? ¿Sham?
—No estoy segura, pero al no haber sido mordidos por vampiros creo
que no. Sus habilidades derivan del poder otorgado por Lux. En cierto modo
son como copias divinas ensuciadas por la sangre de un día sagrado. Pero
eso es lo de menos —suspiró—. ¿Entiendes ahora la situación? Lilith quiere
crear el apocalipsis y vengarse de todos los humanos, hijos de Adán y Eva.
Y los dhampir quieren cargarse a todos los seres sobrenaturales, hijos de
Lilith y Caín. Por eso intentamos protegerte, porque los vampiros no dudarán
en entregarte a ella en cuanto se den cuenta de quién eres. Qué eres.
—¿Y quién soy? ¿Qué soy? ¿Qué pinto yo en medio de todo esto? ¡Y por
qué narices tengo sueños extraños!
—Guardas en tu ropa el arma que puede acabar con el mal, pues ha sido
creado por la luz en el inicio de los tiempos, aprovechándose de la
inocencia y debilidad de Lilith —contestó mirándome con sus ojos marrones
brillando con fuerza—. Además, eres hija de un ser oscuro. Y por la
aparición de tu tatuaje… creemos que tu madre no era una humana normal.
—¿Qué significa eso? ¿Cómo que soy hija de un ser oscuro? ¿Cómo que
mi madre no era una humana normal? —musité. La cabeza me iba a estallar
debido a la cantidad de información que Rocío había soltado.
—Significa que tienes en tu mano el futuro de la humanidad. Depende de
ti que triunfe la oscuridad o la luz. Y por eso eres importante para ambos
bandos, Laurie. Tú decides el final.
Capítulo XI * Oh, Dios...

—¿Te estás dando cuenta de lo que estás diciendo? Es… ¡es surrealista!
—exclamé alzando la voz—. ¿Hija de un ser oscuro y de una humana fuera
de lo común? ¡Estuve diecisiete años pensando que tenía una familia normal!
¡Humana! —recalqué—. ¿Y ahora tengo que asimilar más?
—Mira. Contamos con el as de que esos tatuajes te han salido ahora y
Lilith no sabe nada —respondió—. Lo primordial es custodiar el dije y
averiguar pronto qué era exactamente tu madre. Por eso necesitamos a
Morgana.
—¿Y ella nos ayudará? ¿Es una bruja, no? Recuerdo que lo habías
mencionado.
—Sí —suspiró—. Es hermana de Lenci. Una bruja milenaria creada por
Lux para contrarrestar el poder de Elly.
—Por Lux…así que ella es ¿buena? —pregunté alzando las cejas—. Pero
si es hermana de Lenci…No, n-no entiendo. ¿Y quién es Elly?
—Ironías de la vida. Y Elly es una bruja de Nyx, pero eso no es
importante ahora —respondió encogiéndose de hombros—. Por eso Nik
quiere salir a buscarla cuanto antes, porque puede ayudar. Y, sin duda, es
extraño que una bruja milenaria haya desaparecido sin dejar rastro.
—Vampiros, brujas… y yo que pensaba que eran cosa de libros de terror.
—Y se te olvidan los ángeles, demonios, hombres lobo… cada rincón del
planeta es habitado por diversos seres que harían temblar al más valiente.
Quizás por eso hay personas que desaparecen al tratar de investigar su
existencia —sonrió con malicia.
—Y respecto al dije —continué, recordando lo que había visto al
succionarle la sangre a Nikola—, ¿por qué lo tenía esa chica, Amélia?
—Se ve que es cosa de familia. Perteneció a su madre y a ella se le dio
su abuela, y así sucesivamente —suspiró—. Cuando Amélia falleció, Nikola
no dudó en ponerle el dije a su bebé para asegurar su protección.
—Pero si ese dije se pasaba de generación en generación y mi padre lo
tenía…
—Sí, por eso al principio Nik pensó que eras algún tipo de descendiente
de él. Y se alivió al saber que no era así. Creo que no lo soportaría.
—¿Por qué? —pregunté dolida.
—Porque aunque lleve vivo varios siglos, no deja de tener ciertos
principios e ideales. No soportaría asimilar haberse fijado en alguien que
lleva su sangre y la de Amélia. Para él no sería ético ni moral.
—¿Que él qué? —retrocedí—. Eso es absurdo. Nikola me odia.
—Nik no te odia. Admito que el tacto no es lo suyo y se mueve por la
envidia, pero no te odia. Solo intenta protegerte y le molesta ver que a pesar
de todos sus intentos tú siempre haces lo que te da la gana. Él quería
conservar tu humanidad, Laurie —respondió Rocío—. Así que no lo culpes
por enfadarse. Porque él daría lo que fuera por volver a ser humano y tú
desperdiciaste esa oportunidad. Y aun así…
—¡No sabía lo que iba a suceder! Lo menos que pensaba era que iba a
conocer a un chico con cientos de secretos a su espalda y una madre
psicótica cuyo propósito es crear un maldito apocalipsis —protesté—. Lo
único que alcanzaba a pensar mi mente era que podía ser un chico al que le
gustaran las fiestas y fumar, y eso decepcionaría a mis padres. Nada más. Lo
siento por no ver venir que era un vampiro y me iba a convertir en uno de
ellos. Y mucho menos que soy hija de… Espera, ¿qué? —Frené de golpe al
recordar esa parte, que a raíz de escuchar tantas bombas informativas había
quedado relegada en un segundo plano—. Soy hija de un ¿ser oscuro? ¿De
quién? ¿No te referirás a los…?
En ese momento sentí la sangre congelándose por cada vena de mi piel y
miles de pensamientos y sentimientos se concentraron en mi mente,
ahogándome. Vlad había mencionado que algo nos unía, que tendría que atar
cabos y que no lo asimilaría. Si los Hijos Oscuros eran siete y ya conocía a
seis, eso quería decir que…
—No creo que estés preparada para…
—Rocío —susurré con voz heladora, negándome a asimilar lo que estaba
a punto de escuchar—, dime que no es lo que creo que estoy pensando. Dime
que mis opciones no se reducen a tres. Y que todos llevan el apellido
Herczeg. Niégamelo porque estoy a punto de vomitar la sangre que he
ingerido horas atrás y mi cuerpo está temblando, amenazando con
descontrolarse.
—Laurie…
—¿Quién es mi padre? —pregunté recalcando cada palabra, notando
como mi corazón latía cada vez más lento. Me negaba a asimilar que Nikola,
Atary o Vlad pudieran serlo. Era imposible de digerir. Y todas mis cartas
estaban puestas sobre uno de ellos.
—Vlad. Vlad es tu padre.
—Oh, Dios… —mascullé, tocando con fuerza mi frente mientras
intentaba respirar. La vergüenza y la repulsión golpeaban mi estómago sin
cesar—. Siento la sangre rozando mi bilis. Esto es…
Todas las imágenes de mis encontronazos con él me golpearon con
dureza, recordándome cada error que había cometido. Él había rondado a mi
alrededor sin preocuparle quién era, se había acostado conmigo sabiendo
que era su hija y, lo peor de todo, eso quería decir que mi madre…
Cerré los ojos y me apoyé contra un árbol cercano para deslizarme hasta
quedar en cuclillas e intentar devolver la sensación de malestar que había
explotado en mi interior como si fuera una bomba nuclear. Mis oídos pitaban
de forma descontrolada y mis pensamientos iban de un lado a otro,
aturdiéndome hasta el punto de sentir que me iba a desmayar. Incluso mi
garganta se había estrechado y mis encías me dolían, amenazando con
despertar a la bestia. Y eso equivaldría a salirme de control y morder el
cuello de algún humano que estuviera no muy lejos del cementerio.
—Tienes que calmarte, Laurie —respondió, sujetándome los hombros
para intentar retenerme—. Sé que es duro de digerir, pero…
—¿Duro? He vivido bajo las reglas e imposiciones de mi madre. En mi
familia no había sitio para los secretos, las mentiras, las traiciones o los
pecados —escupí con rabia—. ¿Y ahora resulta que todo lo que repudiaban
nos rodeaba? ¿Cómo fueron capaces de educarme así cuando ellos fueron los
primeros en romper una regla tras otra? Es… es… ¡Mi propia madre!
—Ella no era consciente de lo que hacía —contestó, apretando sus uñas
en mi piel—. Estaba bajo el influjo de Vlad.
—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso ella te lo contó mientras tomabais un té? —
pregunté con sorna—. ¡Joder!
Golpeé el árbol dándole una patada tras otra, mientras un chasquido me
advertía que el tronco estaba a punto de romperse y terminaría
desplomándose en el suelo, al igual que la poca estabilidad que me quedaba
para mantenerme cuerda. ¡Me había acostado con mi puñetero padre
biológico! ¿Y me había acostado con su hermano? ¿En qué situación me
ponía eso? ¿Qué clase de persona era?
La voz de Rocío atrajo mi atención, haciéndome frenar mis movimientos,
dejando al árbol tranquilo. Pero la rabia todavía me dominaba.
—¡Es obvio, Laurie! Los Hijos Oscuros necesitan una cantidad inhumana
de sangre albergando en su cuerpo en el momento del… acto. Vlad controló
a tu madre y se acostó con ella para tenerte. Necesitaban crear a una niña que
fuera fiel a la religión de Lux para corromperla y así usar el poder de su
sangre para resucitar a los originales.
—Así que soy eso. Un objetivo a ojos de los demás. Un comodín que
usar para que su plan fuera un éxito —gruñí, haciendo chirriar mis dientes—.
Por favor… qué asco. Mi padre…Y Atary es… ¿mi tío? Joder.
—Por desgracia así fue… Nik intentó evitarlo, pero fue demasiado tarde
—suspiró—. Y no es tu tío. ¡Por Nyx, Laurie! No son hermanos biológicos,
no han vivido en el mismo siglo y cada uno tuvo sus propios padres.
Entonces recordé la nota de mi madre, ignorando esta última información.
A mi mente llegó la llamada que intentó hacerme cuando estaba con Atary y
su insistencia en hablar conmigo. Recordé el momento en que fui a verla y la
encontré tendida en su cama, con el cuerpo inerte. ¿Se había liberado?
—¿Por eso sentía esa atracción hacia Vlad? ¿Estoy ligada a él por ser
su….hija?
—Eso tiene más bien que ver con su esencia. Vlad representa el pecado
de la lujuria. Cualquier ser cae ante él aunque se niegue, ya te lo dije. Es
como una red invisible que te va apresando lentamente y te va llevando hasta
él, como si fuera una tela de araña. Por más que te retuerces o intentes
escapar…es imposible. Pero si reconozco que la lujuria debe estar
impregnada en ti, por llevar su sangre. Debe ser el pecado capital que más
se ha potenciado en tu interior.
—¿Cómo pudo? ¡Es antinatural! —exclamé. Todavía sentía la cabeza
dándome vueltas—. Joder, joder… —suspiré, me estaba asfixiando por la
repulsión que sentía en ese momento—. Todo esto no puede estar
sucediéndome, tiene que ser una pesadilla.
—Es un Hijo Oscuro —dijo, haciéndome mirarla de nuevo—. Un
vampiro que lleva siete siglos vivo. Su única meta en la vida es llegar al
éxtasis mediante la unión cuerpo y sangre. Aparte de servir a Lilith, claro. Él
no te ve como a su hija, te ve simplemente como una persona más, un cuerpo
con el que saciar sus impulsos más primitivos. Para él no existen los lazos
familiares ni los sentimientos paternales. Esos sentimientos solo los tienen
los humanos y Vlad los ha dejado atrás hace ya…demasiado.
—Todo esto es…
—Sé que es demasiado —suspiró, removiendo su cabello—. Nik no
estaba de acuerdo en contártelo, pero algo así es complicado de mantener en
secreto. Ibas a terminar enterándote tarde o temprano.
—Sentía celos enfermizos por Franyelis… cuando Richard y sus amigos
casi me ahogan en el mar deseé sus muertes, incluso cuando ella murió…
disfruté. Yo pensaba que era un monstruo, que estaba maldita, ¡escuchaba una
voz desde pequeña!. Había algo que me instaba a hacerlo y… ¡Incluso mi
madre me castigaba por ello! Ella sabía que no era normal. Se esforzó en
cambiarme. Y todo fue por…
Me arrodillé en el suelo, movida por la desesperación y la rabia. Sabía
que había algo mal en mí, pero nunca me imaginé el verdadero motivo. Todo
esto me estaba superando. Dios debía de estar muy decepcionado conmigo
por todo lo que había hecho.
—Hicieron un buen trabajo contigo —susurró—. Fueron llevándote por
el camino que ellos mismos idearon, solo con el objetivo de hacer despertar
a la bestia que dormitaba en tu interior. Y lo lograron, vaya si lo hicieron.
Necesitaban que rompieras los mandamientos uno a uno hasta llegar al
último, el más macabro de todos: Matar. Eso es lo que abre la puerta hacia la
oscuridad. Eso es lo que inició que te convirtieras en lo que ahora eres.
—¿Y el tatuaje? Pensé que Dios, Lux… quien quiera que sea, me daría la
espalda.
—Está claro que no. Por eso no debes sucumbir todo lo que puedas a la
tentación de la sangre. Si bebes sangre humana serás una vampiresa con
todas las letras. Con todo lo que eso implica.
—Será… será mejor que regresemos —respondí, tratando de asimilar
toda la información recibida en los últimos minutos—. Esto me hace tener
hambre y, en vista de que no puedo ingerir nada, mejor vamos a descansar.
Supongo que no tardará en salir el sol.
—Claro —asintió—. Y… Laurie.
—¿Sí?
—Saldremos de esta, te lo prometo —aseguró, esbozando una sonrisa
para intentar calmarme.
—Ya.
Con esas palabras volvimos al palacio y me refugié en mi habitación
esperando que todo fuera una pesadilla y que a la mañana siguiente fuera a
despertarme en mi habitación de Luss, para recuperar la vida tranquila y
humana que tenía. Pero eso era imposible. Así que solo me quedaba intentar
asimilarlo y avanzar, aunque eso implicaba enfrentarme a problemas que no
era capaz ni de imaginar.

Al parpadear atisbé un amplio bosque, con un follaje tan denso que era
incapaz de ver más allá. El aire invernal helaba las ramas y las hojas que se
mantenían unidas, albergando una densa capa de nieve. Podía sentir el frío
calando por mi piel y al respirar formaba un vaho que corría el riesgo de
convertirse en un cubo de hielo. ¿Qué hacía aquí?
Caminé unos pasos intentando encontrar un lugar donde refugiarme para
no morirme congelada. Era sorprendente como cada paso que daba,
cubriendo mis botas de nieve, se sentía real. Cada pensamiento, cada sonido
que escuchaba a mi alrededor eran tan nítidos que me costaba recordar que
se trataba de un sueño. Si no fuera porque era consciente de que me había
ido a dormitar a mi habitación, hubiera pensado que me había ido de
excursión con Nikola y Rocío a algún rincón remoto, de esos que le gustan a
él para poder escalar.
Me abracé el cuerpo mientras continuaba observando el entorno donde
me encontraba. Mis oídos eran capaces de escuchar una conversación lejana
y no pude evitar estremecerme al captar el aullido de unos lobos. No sabía si
era verdad o solo una leyenda literaria, pero no quería comprobar si éramos
enemigos mortales. Ni en la realidad ni en los sueños.
Miré a un lado y hacia el otro y a lo lejos atisbé una cueva que podía
servirme de cobijo. Me aproximé como pude, parecía que mis sentidos
también se habían enfriado debido a las bajas temperaturas. Si no me metía
prisa, quizá no llegaría a tiempo. Y temía verme atacada por una tormenta de
nieve.
Cuando ya estaba cerca, advertí una manada de lobos custodiando la
entrada. Incluso uno de gran tamaño y largo pelaje negro parecía controlarme
desde lo alto de una montaña cercana. Sus ojos ambarinos brillaban con
fuerza, cautelosos.
«Oh, vamos Laurie, ¿qué es lo peor que te podría pasar? Es solo un
sueño» me regañé para mis adentros, intentando infundirme ánimos. Con
cada paso que daba, todos los pares de ojos iban deteniéndose en mí,
parecía que iban a atacarme si decidía adentrarme en la cueva.
Pero entonces escuché una voz. Se oía un murmullo femenino, sonidos
apenas audibles de alguien que parecía hablar una lengua extraña, arcaica.
Me aproximé un poco más, mis pies casi rozaban la cueva y el inmenso lobo
que me vigilaba desde lo alto aulló, seguramente avisando a su manada.
Quizás era el alfa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver como todos se
pusieron alerta y me mostraron los colmillos, en señal de amenaza.
—Quietos, lobitos. Esto es solo un sueño —dije en tono conciliador, sin
despegar mi mirada del que parecía el líder—. Dejadme refugiarme hasta
que consiga despertar. No sé cómo son capaces de manejar sus descansos el
resto.
Mantuve la respiración mientras observaba la entrada de la cueva. Si
aprovechaba mis sentidos al máximo quizás podría llegar a tiempo. ¿Los
lobos de un sueño no podrían hacerme nada, verdad? Cerré los ojos y conté
mentalmente hasta tres. Entonces me centré en retener la fuerza en mis
piernas y eché a correr hacia el interior, dándome de bruces con un pequeño
espacio que albergaba a una chica, atada con cadenas metálicas que le
impedían moverse.
Sus ojos asustados se toparon con los míos, su cabello rubio estaba en
estado salvaje, repleto de tierra y suciedad. Tenía pequeños cortes y heridas
en el rostro, pero lo que más me sorprendió fue que le hubieran atado las
muñecas, enlazando las cadenas entre sus dedos.
Mi corazón bombeó la sangre que aún conservaba de Nikola de forma
descontrolada. Podía escuchar los aullidos a escasos metros de mí, pero
todavía no habían entrado. ¿Acaso la temían? ¿O a mí? Era absurdo. Aunque
nadie dijo que los sueños podían tener sentido. No desde que soñaba con
mujeres extrañas y chicas atadas.
—No han entrado —musitó, contemplándome con genuina fascinación y
caviló—. Puedo captar que eres un vampiro, pero no siento que seas fuerte y,
sin embargo… ¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Cómo has creado una
barrera para impedir su paso?
—¿Una qué?
Pero no pudo decirme nada más, pues una bestia peluda con semblante
amenazante y largos colmillos afilados y repletos de babas entró, corriendo
para abalanzarse hacia mí. Mi respiración se detuvo al contemplar sus ojos
furiosos, pero lo que más me congeló fue apreciar el símbolo que tenían los
Herczeg tatuado en sus ojos con destellos dorados.
Entonces chillé.
Abrí los ojos a la par que la boca, tratando de aspirar la mayor cantidad
de oxígeno posible. No entendía por qué tenía pesadillas tan reales que me
hacían despertarme empapada de sudor y con el pulso por las nubes. Tragué
saliva con fuerza y miré a mi alrededor, tranquilizándome al contemplar el
ostentoso tocador de Katalin y la gruesa cortina que tapaba los tímidos rayos
del sol que luchaban por acariciar mi piel.
Entonces miré mi cuerpo para asegurarme de no tener alguna marca o
símbolo extraño y aprecié que el tatuaje de mi brazo se había expandido,
formando una línea nueva. «¿Pero qué rayos está pasando?» susurré
perpleja, incapaz de entender qué sentido tenía que mi tatuaje creciera al
soñar.
Me levanté de golpe. Necesitaba despejarme y hacer algo de provecho
para reducir mi ansiedad. Las emociones se arremolinaban en mi interior
amenazando a mi estabilidad, y eso equivalía a manejar peor la bestia que
dormitaba en mi cuerpo. Esa que me susurraba que me alimentara y me
convirtiera en aquello que más temía: Un monstruo.
Abrí el armario de Katalin, esperando encontrar algo de ropa que
ponerme, a pesar de que su estilo no casara con el mío. Minutos más tarde
salí de la habitación con un jersey ceñido de cuello alto y unos pantalones
gruesos que parecían retener el calor. Eso debía ser suficiente y taparía la
muestra de lo extraña que era.
Entonces me dispuse a dirigirme hacia el salón principal, esperaba
encontrar a Nikola a tiempo y decidiera darme respuestas. Todavía no me
había olvidado de mi conversación con Rocío y era consciente de que debía
ganarme su perdón. Me había pasado al inmiscuirme en su vida privada y
casi dejarle seco. Me merecía lo que me había sucedido por pensar, ilusa de
mí, que era lo suficientemente fuerte para poder con los impulsos que
manejaban mi sed de sangre. Todavía tenía mucho que aprender.
Al llegar lo encontré en una esquina, hablando con esa chica que había
visto a su lado en la fiesta. Ella le miraba con notoria coquetería y posaba
sus alargadas uñas en su hombro. A él parecía no importarle porque no hacía
un ademán de apartarse.
Antes de acercarme me dediqué a analizarla un par de minutos, al menos
ahora no tenía la máscara para ocultarse. Su cabello caía sobre sus hombros
hasta llegar a su pecho, sus ojos azules eran como un mar caribeño y sus
labios gruesos y sugerentes. Realmente esa chica llamaba la atención.
¿Acaso no existían vampiros feos en este lugar? ¿En el mundo?
Cansada de la mezcla de sentimientos que se estaba revolviendo en mi
interior, me aproximé hasta ellos y me quedé a escasos centímetros de
Nikola. La chica pareció verme, pero me ignoró. Estaba segura que él
también lo había hecho. Sus sentidos debían ser más agudizados que los
míos.
Molesta, carraspeé para hacerme notar y, en vista de que seguía sin
prestarme atención, apoyé mi mano en su hombro, imitando el gesto que
había tenido ella hacía escasos minutos.
—¿Qué quieres, Laurie? ¿No te enseñaron que es de mala educación
molestar a alguien cuando está hablando con otra persona? —preguntó con
tono mordaz, sin ni siquiera mirarme.
—¿Quién es ella? —preguntó la otra chica, arrugando sus labios para
hacer una mueca que en ella parecía inocente y sexy.
—Nadie en particular, Lenci. Déjalo estar —respondió él, advirtiéndome
de reojo que me fuera.
«¿Nadie en particular? ¿En serio?» pregunté para mis adentros, haciendo
chirriar mis dientes. No podía creerme que actuara con esa frialdad, como si
fuera alguien insignificante. Indigno ante su divina presencia. Pues no se iba
a salir con la suya. Como que me llamaba Laurie Duncan que no iba a
retroceder y dejarle ligar como si nada.
—Soy Laurie, su acompañante aquí en Miskolc —respondí con una
inocente sonrisa, extendiendo mi mano para estrechársela—. Me encontró y
decidió ayudarme a adaptarme a mi nueva situación. Es un graaan profesor.
Observé como la chica alzaba una ceja extrañada y miró a Nikola con un
brillo de rabia. Parecía que no le habían gustado mis palabras.
—¿Me has sustituido por una novata cateta de pueblo, terroncito? —
preguntó en tono meloso, forzando una sonrisa afable—. Te creía con un
gusto refinado, pero parece que se te atrofió durante mi ausencia. Por fortuna
vuelves a estar a mi lado y eso puede solucionarse.
—¿Terroncito? —repetí con sorna, sin poder evitar soltar una risa de
burla. Me esperaba cualquier cosa menos esa palabra tan cursi—. Nunca
había escuchado un mote tan triste. Y a él le pegaría más…hielito. O
icebergcito. Incluso gruñoncito. Nikola es de todo menos un terroncito.
Observé como la chica se levantaba del asiento donde se encontraba y se
puso frente a mí, cruzando los brazos. Sus ojos centelleaban de rabia,
incluso podía sentir sus celos. Entonces escupió sus palabras con el mayor
odio posible.
—Mira niña, parece que tu profesor —dijo, remarcando la última palabra
—. No te ha puesto al día y te ha dicho quién soy. No te conviene molestar a
una Hija Oscura, y mucho menos a alguien cuyo pecado capital es la gula y
su mayor afición es extasiarse con la sangre. Incluso la de otros vampiros.
—Me amenazó, siseando la última palabra.
La tranquilidad y vanidad que emitía al lanzarme esa advertencia me hizo
alzar el mentón y absorber toda la rabia y orgullo que mi cuerpo era capaz
de albergar. Mi bestia interior se revolvió clamando sangre y dejé que me
controlara un poco, lo suficiente para esbozar una sonrisa pérfida y ladear la
cabeza dulcemente antes de responderle.
—No te tengo miedo —contesté, clavando mis uñas en el hombro de
Nikola, el cual se mantenía callado con expresión molesta y añadí,
guiñándole un ojo al terminar—. Y no te preocupes, gruñoncito me ha puesto
al día, en todos los sentidos.
Entonces Lenci emitió un gruñido bastante extraño, como si fuera el siseo
de una serpiente enfurecida y su rostro empezó a oscurecerse, revelando
unos ojos rojizos y unas venas purpureas a su alrededor, a la par de unos
inmensos y alargados colmillos.
Inspiré fuerte depositando toda la confianza que tenía en Nikola —que no
era mucha— para no retroceder y mostrar debilidad. Por suerte, pude
suspirar al ver cómo este la sujetaba con firmeza y la apartaba de mi lado
mientras me ofrecía una expresión endurecida en el rostro. Parecía que había
vuelto a enfadarle, y con razón, pero no estaba dispuesta a admitirlo en voz
alta. Ella se lo había ganado a pulso por sus aires de diva, parecidos a los
de Katalin.
—Ya basta. Las dos —advirtió, mirándonos a ambas con un tono glaciar
—. Solo os falta pelearos en una piscina de barro. Es lamentable.
—¿Ahora trabajas como niñero? —replicó molesta, haciendo un ademán
para liberarse de su agarre, volviendo a su rostro normal—. Quizás por eso
todavía no encontraste a mi hermana.
—Eres la menos indicada para exigir cuando has estado muy ocupada
degollando a gente en orgías de sangre —respondió con tranquilidad—. Y
estoy en ello.
—Necesito hablar contigo, Nikola. —Me metí en la conversación,
tratando de hacerle ver que era importante.
—Está bien —suspiró—. Luego nos vemos, Lenz.
No la dejó terminar porque me sujetó por el brazo y usó su velocidad
para sacarme fuera del palacio, hasta dejarme en lo que parecía un jardín
cercano. Los rayos del sol eran débiles, se notaba que ya estaba
atardeciendo y el invierno no le permitía brillar más.
—Pensé que nunca volvería a ver los rayos del sol —murmuré, con
miedo por si acaso me quemaba.
—No te vas a quemar —contestó él en respuesta—. No eres cualquier
vampiresa. Tu aguante es igual, quizás algo superior al mío. ¿Me has
molestado por un ataque de celos?
—No te creas tan importante —gruñí, observando de reojo como
esbozaba una sonrisa burlona en respuesta—. Tengo demasiadas cosas en la
mente. No sé ni por dónde empezar.
—Por aquello que pueda interesarme a mí y no involucren dramas
hormonales de vampiresa inestable ni secretos o líos familiares. Puedo leer
tu mente y todos tus pensamientos vuelan de forma descontrolada. Lo único
que he podido entender es que ya sabes que la polla de Vlad no puede
estarse quieta. Tendríamos que haberle castrado, como a los perros, pero
seguramente sea capaz de recomponerse, como las colas de las lagartijas.
—Haré como que no has mencionado la parte íntima de… Vlad. He
tenido otro sueño y el tatuaje ha crecido, tiene una nueva línea —suspiré,
levantando la manga para mostrarle—. Fue un sueño tan real. Había lobos y
uno era inmenso, sus ojos tenían el símbolo ese que tenéis vosotros. También
había una chica atada. Podía sentir su miedo.
El rostro de Nikola cambió de forma notoria. Sus ojos me miraron
expectantes y pude observar como sus hombros se tensaban y su mandíbula
se movía, haciéndola sonar. Incluso escuchaba los latidos de su corazón, que
bombeaban de forma más lenta y su respiración se había cortado durante
unos segundos, cautivándome al exhalar todo el aire de vuelta.
—Haber empezado por ahí, Laurie. Porque no has soñado con cualquier
lobo y con cualquier chica. Y que el tatuaje crezca cuando sueñes me lleva a
pensar que tienes un poder especial. Estás conectada a algo que debemos
averiguar qué es. O quién. Porque ya soñabas siendo humana y eso me
inquieta —respondió, clavando sus ojos grisáceos en mí antes de torcer sus
labios, en señal de preocupación—. Parece que vas a resultar más útil de lo
que pensé. Y, por cierto, aun me debes una disculpa. La eternidad a tu lado
se ha vuelto una tortura agonizante. Realmente empiezo a echar de menos
soportar a Vlad o las locuras psicóticas de Lilith. Con eso te lo digo todo.
—Puedes esperar sentado, terroncito —respondí con tono mordaz,
alzando el mentón—. Si dedicaras tu tiempo en ayudarme, en vez de ponerte
a ligar con chicas extrañas o descargar tu rabia contra mí, nada de esto
hubiera pasado. Así que, más bien, tú me la debes a mí.
—Tenía que haberte dejado sola en Edimburgo —gruñó, sin despegar sus
ojos de mí—. Pero estar tanto tiempo con Vlad ha debido de influenciarme y
me ha vuelto masoquista.
—Lástima —susurré, acercándome hasta su oreja para que mis palabras
la rozaran como una caricia—. Ahora ya es demasiado tarde. Me convertiré
en la pesadilla más dulce que hayas tenido nunca, tan intensa y poderosa que
te resultará imposible olvidarte de mí. Te lo prometo.
Capítulo XII q*Lobitos

Observé cómo su cuerpo se tensaba debido a mi cercanía y sus ojos


grises me controlaban, atentos a mis movimientos, consciente de que nunca
antes había llegado tan lejos molestándole y debía admitir que, en cierta
forma, me entusiasmaba. Nikola era un libro de misterio, de esos que deseas
devorar para averiguar cuál es el final y quedas atrapado en cada capítulo. Y
yo estaba dispuesta a leerlo.
—Así que soñaste con una chica y lobos —carraspeó—. ¿Cómo era ella?
¿Qué hacía? ¿Está bien?
—Era rubia y estaba…viva, pero muy débil. Tenía el pelo alborotado por
estar retenida en la cueva y le habían atado las muñecas, enlazando los
dedos a las cadenas para impedirle moverlos. Sus ojos eran de un color
claro —relaté, forzándome por recordar—. El lobo era tan grande que, más
que un lobo, parecía una bestia salvaje. Daba miedo.
—Es Morgana —susurró, arrugando el ceño—. ¿Cómo ha podido ser tan
imprudente?
—¿Imprudente?
—Sé dónde está. Es el territorio del lobo que me has descrito y está ahí
atrapado por un hechizo que hizo ella hace ya muchísimo tiempo. Será mejor
que me apresure, antes de que decidan matarla. De hecho es extraño que no
lo haya hecho ya.
Entonces se giró para volver al palacio, pero le frené sujetándole por el
brazo para volver a captar su atención. No entendía el motivo, pero al menos
parecía que mi tacto ya no le desagradaba, pues se mantuvo quieto,
intimidándome con esa mirada tan profunda y fría que le caracterizaba.
—¿Qué pasa?
—No me dejaste acabar. En el sueño, esa chica… Morgana…me
reconoció. Y los lobos al principio no podían entrar en la cueva. Ella dijo
que tuve que ser yo, aunque al final entró esa bestia. El lobo alfa.
—Bien. ¿Has acabado? Porque debo apresurarme e ir hacia allí.
—Eres un ¡idiota! —protesté, alzando los brazos—. ¿Es que no me has
escuchado?
—Sí, es lo que tiene ser un vampiro y tener los oídos finos y delicados,
por desgracia no puedo bloquear tu voz —respondió en tono mordaz,
mostrándome una sonrisa ladeada.
—¿No pensarás ir tú solo? —cuestioné, cruzándome de brazos.
—Lenci me acompañará.
—¿Y yo? ¡Te he contado mi sueño!
Le dediqué una mirada furiosa. Que hubiera decidido llevarla a ella antes
que a mí hacía que mi bestia se removiera molesta en mi interior,
generándome un ansia viva. Deseaba demostrarle que yo era fuerte y valiosa.
¿Acaso no fluía en mis venas sangre de dos Hijos Oscuros? Sin olvidarme
que parte de mi ADN era cortesía de otro. Eso era lo peor, pero tenía que
otorgarme bastante poder. Más que el de la diva insípida esa.
—Tú te quedas aquí. Solo sabes traerme problemas y lo que menos
necesito es que Lenci descubra que no eres una neófita común. Ya hemos
tenido suficientes.
—¿No te fías de ella? —canturreé—. Y no pienso dejarte solo con esa
chica. Sería darle el gusto y, además, si mi sueño es verdad, si algo sucede,
puedo bloquear el paso a los lobos.
—¿Qué te piensas que eres? ¿La mujer maravilla? ¿Batwoman? Aún no
hemos investigado sobre ese tema y apenas llevas unos días siendo una
neófita. No vas a exponerte así. Y yo no voy a hacer de niñero y velar tus
sueños, como si fueras la bella durmiente.
—No te he pedido que veles nada. Y tampoco te estoy pidiendo permiso
—gruñí, alzando el mentón—. Está decidido. Iré.
—Laurie —masculló en señal de advertencia—. No me retes a un juego
en el que sabes que vas a perder. No te conviene.
—Nikola. —Le imité, poniendo su misma voz y su mismo gesto de
molestia. No podía evitar hacerlo, era sumamente entretenido para mí
provocarle y quitarle esa arrogancia que tenía pegada a su cara—. No
pierdas más tiempo discutiendo conmigo, porque sabes que vas a perder. No
te conviene.
Entonces sus ojos brillaron con rabia y me sujetó del brazo, tirando de mí
para llevarme más lejos. Terminamos un bosque que estaba entre el pueblo
donde se ubicaba el palacio de Ákos y Miskolc. El aire frío acariciaba
nuestra piel, haciendo enrojecer mis mejillas.
—Demuéstramelo. Hazme ver lo hábil y fuerte que eres cazando a un
animal tú sola. Si consigues alimentarte por tu cuenta, tú ganas, vendrás.
—Sin ella. —Le advertí, desafiándole con la mirada—. No la
necesitamos.
—No estás en condiciones de negociar, así que o lo tomas o lo dejas.
Bufé y entorné los ojos. Al menos había conseguido que diera su brazo a
torcer, cediendo a ponerme a prueba para dejarme ir. Cerré los ojos para
concentrarme en escuchar algún sonido perteneciente a un animal y me
estremecí al llegar a mis oídos el chillido de un jabalí.
No me gustaba saber que debía de hacerle daño a un animal inocente,
pero no me quedaba de otra, así que dejé salir mi lado más primitivo,
concentrándome en rastrear su sonido y olor. Percibí como mis pupilas
aumentaron de tamaño y las líneas purpureas que estaban cerca de mis ojos
comenzaron a aparecer. Las encías empezaban a dolerme y mis sentidos se
aceleraron, impulsándome a moverme y dejar que mi mente controlara los
movimientos, impidiéndome chocar con los árboles.
Nikola no me siguió, así que continué mi camino hasta llegar a donde se
encontraba mi próxima víctima. Era una mamá jabalí acompañada por sus
bebés, intentando buscar comida. Me detuve durante unos instantes
cuestionándome si debía de hacerlo. Sabía que eso implicaba dejarles
huérfanos y desorientados, como me sentía yo. Pero mi ansia prevalecía por
encima a mis principios, así que dejé que mi lado animal saliera a la luz y
me abalancé sobre ella, hundiendo mis colmillos en su grueso y sucio pelaje.
La sangre no tardó en brotar y aproveché para alimentarme un poco, pero
no tardé en vomitar. El llanto desesperado de sus bebés me daba dolor de
cabeza y me sentí mal al instante. Me sentía un monstruo de verdad. Así que
me apresuré en sujetar a mi presa y volver hasta donde Nikola me esperaba,
lanzándole el cuerpo inerte con desagrado, incapaz de mirarle a la cara.
—¿Contento? —gruñí—. He dejado huérfanos a sus pobres bebés. La
culpa me va a reconcomer.
—No está mal —asintió, disimulando una sonrisa. De esas escuetas y
torcidas que solo le salían a él—. Pero yo no te indiqué qué cazar. Tú lo
decidiste.
—Da igual. Solo…vayamos.
—¿Has vomitado? —preguntó de golpe, arrugando el ceño.
—Sí. Parece que soy intolerante a la sangre animal.
—Supongo que el hecho de tener en tu interior la sangre de tres Hijos
Oscuros influye enormemente. Cuanto más fuerte es un vampiro menos tolera
la sangre inferior. Su bestia suplica por la sangre humana —explicó—. Me
pregunto cuánto tiempo soportarás el ansia sin llegar a la locura.
—¿Crees que conseguiremos que vuelva a ser humana?
—Eso espero —respondió—. Si tenerte durante días ya es una pesadilla,
no me quiero imaginar toda una eternidad.
—No tengo pensado estarlo, tranquilo —mascullé, observando como
levantaba una ceja como gesto de sorpresa y forzó una sonrisa amplia que
llamó mi atención.
—¿Ves esta sonrisa? —Me indicó con el dedo—. Grábala en tu mente,
porque no suelo regalar sonrisas de felicidad. Y tú no eres motivo de
alegrías precisamente.
—Tu sonrisa de felicidad da miedo, es siniestra. —Me sinceré,
retrocediendo unos pasos—. Normal que no la enseñes muy a menudo. Hasta
Lilith se asustaría.
—¿Dónde quedó la Laurie inocente y puritana? Las ironías y burlas no
son lo tuyo.
—Se murió —respondí encogiéndome de hombros—. Un vampiro
terminó con su vida.
—Lástima que se le olvidó leer la letra pequeña. Donde indicaba que al
renacer iba a ser mucho más molesta, inmadura y cargante —dijo, dándome
la espalda para disponerse a volver al palacio—. Aunque fue lo
suficientemente hábil para desaparecer a tiempo. Debí haberlo hecho yo.
—Pues lo siento, no se aceptan devoluciones. Así que será mejor que
vayamos ya a rescatar a esa chica. Tengo ganas de enfrentarme a esos lobos
y evaluar mi fuerza.
—Claro que sí, Kung Fu panda —resopló—. Has leído demasiadas
novelas donde hacen a la protagonista invencible. La realidad apesta.
—Eso está por ver, Nikola. Te demostraré de lo que soy capaz.
—Cogeré palomitas entonces. La función será digna de observar.
Le señalé mi dedo corazón con fervor y Nikola me regaló otra sonrisa,
esta vez más sincera y relajada. Tenía que admitir que mi corazón se
aceleraba cada vez que las atrapaba y mi mente trataba de conservarlas,
atesorándolas como tesoros que eran. Parecía que Nikola tenía un lado dulce
y blando, detrás de esas capas de frialdad y amargura que tanto se esforzaba
en mostrar. Y yo, Laurie Duncan, las rompería todas.
Estaba deseando conocer su historia. Y él, en el fondo, deseaba contarla.
—¿Y ahora qué pasa? —preguntó Rocío levantándose de la cama, al ver
a Nikola entrando a toda velocidad en su habitación, seguido de mí.
—Te estaba buscando —respondió—. Nos vamos a buscar a Morgana.
—Os… ¿vais? —preguntó en tono jocoso, mordiéndose el labio inferior
para evitar reírse, aunque no le sirvió de mucho. Terminó haciéndolo al ver
la expresión de molestia que mostraba el rostro de Nikola—. ¿Me he
perdido de algo en este tiempo? ¿Acaso habéis echado un polvo de
reconciliación?
—No tiene gracia —masculló él, ofreciéndole una mirada asesina—.
¿Vienes o no? Laurie es una neófita, Lenci insoportable y yo no dispongo de
toda la fuerza que me gustaría, sobre todo teniendo en cuenta que tendré que
enfrentarme a Ira.
—¿Perdón? ¿Lenci? ¿Ira? Y yo que pensaba que era una cita romántica
entre los dos y me querías de sujetavelas.
—Rocío…
—¿Por qué de golpe sabes dónde está Morgana? ¿Te contactó por señales
de humo? Teniendo en cuenta que es una bruja… el chiste tiene gracia.
Miré hacia el techo al escuchar la risa aguda de Rocío. Nunca había
conocido a una chica que se riera de su propio chiste.
—De hecho, no tiene nada de gracioso —resopló Nik—. Y parece que
Laurie sirve para algo más que dar problemas. La vio.
—¿Sí? —preguntó esta con sorpresa, mirando en mi dirección—. Vaya.
Eso es…
—Extraño —concluyó él.
Me crucé de brazos haciendo una mueca. No sabía qué me ponía de más
humor, que hablaran de mí como si no estuviera o que él siguiera creyendo
que no tenía mucho que aportar. Era consciente de que tenía mucho que
aprender, me encontraba sumida en un mundo que desconocía y estaba
acostumbrada a vivir en una burbuja de protección. Pero ahora esa burbuja
había explotado y no me quedaba de otra que madurar. Lo que Nikola no
entendía era que para crecer era necesario cometer errores, solo así podría
aprender de ellos.
—Cojonudo, más bien. Y creo que no te hace falta leerme la mente para
saber lo que pienso de esta repentina excursión. Es como juntar el agua con
el aceite, y sobra decir que Lenci me odia. —Le advirtió—. Y yo valoro
demasiado mi no vida.
—¿Vas a rechazar la oportunidad de patear traseros pulgosos por miedo a
Lenci? Te creía más valiente, Ro.
—¿Lobos?
Observé como se hablaban entre los dos como si fuera un partido de pin
pon, se notaba la amistad y conexión que había entre ambos, era una relación
envidiable. Eso me hacía pensar en Ana y Angie, si estarían bien. Lo daría
todo por volver con ellas y continuar nuestra vida universitaria, olvidando
todo lo demás. Pero ya no había vuelta atrás y tenía que esforzarme en
protegerlas del mal que acechaba a nuestro alrededor. Tenía que esforzarme
en protegerlas de mí.
—Está bien, iré —contestó al final, encogiéndose de hombros con
resignación—. No quiero que me entren remordimientos por haber dejado tu
inmortalidad a merced de una neurótica, una neófita y una manada de lobos.
Y controlar a Ira no va a ser sencillo.
—Sabía que solo te hacías de rogar, eres demasiado dramática.
—Y yo sabía que eres incapaz de vivir sin mí —sonrió—. Por cierto,
¿qué hace Morgana con Ira? ¿Se conocen?
—Digamos que Ira tiene una cuenta pendiente con ella. Fue Morgana
quien le convirtió en lobo.
—¿Le convirtió? —preguntamos ambas al unísono.
—Una larga historia —respondió haciendo un ademán con la mano,
restándole importancia—. El caso es que si su esencia ya era inestable de
por sí… ahora seguramente esté descontrolada. Si la tiene retenida es porque
espera volver a recuperar su forma. Estoy seguro.
—¿Y puede?
—No lo sé. Tendremos que averiguarlo. Así que será mejor que
busquemos a Lenci y salgamos al atardecer —contestó, avanzando hasta la
puerta—. Todavía tengo que hablar con Morgana sobre el asunto de Laurie.
—¿Es de fiar?
—Es un ser de Lux. Pero también es hermana de Lenci, así que…lo mejor
es andar con pies de plomo. Pero por algún lado hay que empezar.
—Está bien —asintió—. Vamos.
¿Sabéis esas situaciones absurdas que solo suceden en los libros o las
películas de humor? Pues estaba viviendo una de ellas. Me encontraba
sentada en el asiento trasero de un coche, al lado de Lenci. Rocío y Nikola
iban sentados delante y habíamos puesto rumbo a Eslovaquia, para
perdernos por los bosques de la zona montañosa de los Cárpatos. Lo que
equivalía a cuatro duras horas al lado de una persona molesta e insoportable,
que hacía parecer a Katalin bastante amigable.
—¿Lo de tenernos a las tres encerradas en el coche durante cuatro
tortuosas horas es para que mágicamente nos hagamos súper amigas y
vayamos juntas de compras, terroncito? Porque es de las estrategias más
penosas que he visto —dijo mientras se pintaba las uñas de un rojo intenso,
inundando el coche con un fuerte olor a esmalte.
—No quiero llamar la atención.
—La llamaremos si no abrimos la puerta trasera y dejamos que Laurie le
dé una patada para devolverla a Miskolc —replicó Rocío.
—¿Sabes que podría acabar contigo en décimas de segundo? Te salvas
porque no quiero dañar el esmalte.
—Oh, sí, qué consuelo —respondió esta con sorna.
—Callaos las dos —gruñó él—. Me dais dolor de cabeza.
—¿Y por qué tiene que venir ella? Es insultante. Somos dos Hijos
Oscuros. Podemos con lo que venga.
—No sabemos a lo que nos tenemos que enfrentar —mintió—. Y no
tengo la fuerza que me gustaría.
—Luchaste en la gran guerra del norte, así que tienes suficientes
habilidades físicas. Y ya te ofrecí alimentarte de mí para incrementar tu
poder, pero te has vuelto muy aburrido rechazándome —protestó haciendo un
mohín—. Así que no me vengas con excusas.
—Gracias a Nyx —murmuró Rocío.
Continuamos el viaje escuchando las protestas y comentarios mordaces
de Lenci. Cada tanto me dedicaba miradas envenenadas y me provocaba,
tratando de hacerme enfadar. Tuve que reunir todas las fuerzas posibles para
no cumplir con el deseo de Rocío y echarla del coche de una patada, pues
ganas no me faltaban. Pero Nikola tenía razón en que seguramente necesitaría
ayuda y yo, bajo mis débiles condiciones, era un simple peón.
Finalmente, Rocío aparcó en la entrada a un bosque, el mismo que había
pisado en sueños. Parecía un camping muy socorrido por turistas y familias
que decidían pasar la noche en una tienda de campaña, aunque era una locura
debido al frío que rodeaba el lugar, aún estaba cubierto de nieve. Se me
revolvía el estómago solo de pensar que estaba tan cerca de personas. De
sangre humana.
—Nos adentraremos en el bosque y buscaremos un rincón para acampar.
Así esperareis mientras rastreo la zona —avisó él.
—¿Un camping? ¿De verdad esperas que me quedaré sentada esperándote
mientras estoy en un cubículo de tela con dos aburridas como si tuviéramos
cuatro años? —Se quejó Lenci—. Prefiero saciar mi hambre. Es mucho más
productivo.
—Ni se te ocurra. No hemos venido a darnos un festín. Venimos a por
Morgana, tu hermana —acentuó.
—Sí, la misma que convirtió a Ira en lobo por descubrir que me prefirió
antes que a ella.
Rocío y yo miramos a ambos con sorpresa, gustosas por saber más de
semejante cotilleo. ¿Cuántos años tendrían? ¿Eran más antiguos que Nikola?
—Podías haber seducido a cualquiera, y tuviste que elegirlo a él. Es
tarde para lamentarse —contestó Nikola—. Y los humanos no tienen la culpa
de tus problemas amorosos.
—Además, necesitaré estar bien nutrida para tener los sentidos en plenas
condiciones. Tantos milenios desgastan y nos puede atrapar una tormenta de
nieve —respondió con una sonrisa—. Nos vemos.
Entonces salió disparada del coche y se perdió entre las tiendas de
campaña que conformaban la zona de descanso. Nikola hizo un ademán para
ir tras ella pero Rocío le frenó de golpe, sujetándole por el brazo y
empujándole de nuevo contra el asiento.
—Ni se te ocurra, porque es precisamente lo que busca. —Le advirtió—.
Lleva cuatro puñeteras horas tratando de llamar tu atención como una niña
pequeña. ¿No debería haber desaparecido ya el vínculo? ¡Es desesperante!
—¿El vínculo? —pregunté, mirando a ambos con curiosidad.
—Cuando un vampiro se alimenta de otro se establece un vínculo…como
afectivo. Cuantas más veces se lleve a cabo, más intenso será. El vampiro
que se alimenta va cayendo en una situación de sumisión y terminará
haciendo todo lo que el vampiro donante le diga. Puede llegar a ser
peligroso si te alimentas del vampiro equivocado —explicó Rocío—. A este
acto se le denomina el Beso, porque es muy íntimo. Es como el
enamoramiento para los humanos, una droga que te lleva a hacer locuras.
—Por eso no querías que me alimentara de ti —susurré, mirando a
Nikola directamente—. ¿Temes que me vincule a ti?
—Es lo que menos me apetece. Pero quizás así conseguiría que me
hicieras caso cuando te ordeno algo.
—Pues puedes quedarte tranquilo, porque no seré tu esclava.
—Bien —respondió de forma hosca—, tampoco te lo estaba pidiendo.
—Uhh—canturreó Rocío, haciendo el gesto de abanicarse con la mano—.
Demasiada tensión no resuelta para un coche tan pequeño. Mejor voy a
controlar a Lenci. Lo que menos me apetece ahora es una masacre. Suerte en
el rastreo.
Entonces desapareció por el mismo camino que había tomado Lenci,
dejándonos solos con un silencio incómodo, que rápidamente deshizo al
carraspear y poner su típica cara de molestia.
—En vista de que nadie aquí me hace caso, vamos. Me acompañarás para
rastrear.
Mi corazón latió acelerado por poder resultar útil al fin. Estaba deseosa
de poder aprender y mejorar mis habilidades y qué mejor que rastrear lobos
en la noche. Ambos salimos del coche y nos adentramos en el bosque. Le
seguí el paso entre los árboles blanquecinos hasta detenernos cuando no
había rastro de vida humana cerca.
—Tienes que llevar todas tus pulsaciones y terminaciones nerviosas hasta
la nariz. La manada de lobos tiene un olor característico que es fácil de
identificar porque nos produce escalofríos.
—¿Y cuando los encontremos qué hacemos?
—Tenemos que evaluar cuántos son. Así podremos comunicárselo a
Rocío y Lenci. Seguramente haya alguno custodiando la entrada y no será
fácil alejar a Ira. Es muy inestable.
—Está bien —suspiré.
—Iremos por separado, así acabamos antes.
—¿Y cómo te encuentro si descubro su paradero? —Me quejé.
—Si lo consigues, quédate a una distancia prudencial y describe la zona
en tu mente. Aunque me joda admitirlo, al beber de mi sangre noto más tu
presencia, así que me resulta más sencillo.
—Genial… como si no tuviera ya bastante con tu control de forma
normal.
—No haberte descontrolado —respondió, haciendo una mueca burlona
antes de desaparecer.
Suspiré. Tenía que concentrarme en el rastreo y para ello tenía que tener
un control absoluto sobre mis sentidos. Dejé que mi mente nadara entre mis
recuerdos, hasta dar con el sueño que había tenido sobre Morgana. Permití a
mi bestia sentir los movimientos de Ira, su olor, sus ojos centelleando de
rabia… entonces lo capté.
Me sentía un depredador rastreando a su presa. Empecé a moverme
siguiendo el olor que tímidamente llegaba a mis fosas nasales, esquivando
los distintos árboles que dificultaban el camino. Entonces entendí la prueba
que Nikola me había hecho. En cierto modo quería prepararme para que
supiera manejar mi nueva condición. No le podía defraudar.
Continué así varios minutos. En ese estado de caza perdía la noción del
tiempo. Lentamente empezaron a llegar ruidos que me resultaban familiares y
mi cuerpo se estremeció en respuesta. Los aullidos de un lobo eran motivo
para estar alerta y más si uno parecía una bestia salvaje.
Al seguir los aullidos pude percibir algunas voces humanas. Parecía que
ambas se entremezclaban, como si estuvieran todas en la misma zona.
Entonces me acerqué y observé un claro con una pequeña cueva incrustada
en una montaña y un lago a varios metros de allí.
Decidí escabullirme ocultándome tras el tronco de un árbol y centré mi
atención en visualizar en mi mente todo lo que estaba viendo. Dos lobos
tapaban la entrada, tumbados en el suelo con expresión tranquila. En el lago
había un par de humanos, parecían disfrutar bañándose acompañados por la
luz de la luna. Y no muy lejos de allí había como cinco lobos más. Parecía
una manada sencilla, pero unida. Entonces me extrañé.
Los lobos que estaban ahí no tenían el tamaño de un alfa. No tenían ese
aspecto aterrador que daban ganas de salir huyendo despavorida. ¿Acaso
sería alguno de los humanos? Sus cuerpos desnudos destacaban sobre todo
lo demás, ruborizándome. Entonces un gruñido amenazante resonó en mis
oídos, avisándome de que alguien —más bien algo— se encontraba a mi
espalda.
Me giré lentamente. La adrenalina fluyó por mis venas y mi corazón latió
a gran velocidad. La presencia de un inmenso lobo con expresión
amenazante y sus ojos centelleando de rabia eran suficiente motivo para
temer por mi vida. Esta vez no se trataba de un sueño. Estaba sola ante el
peligro y ya no me sentía poderosa y especial.
El lobo abrió sus fauces, enseñando su gran dentadura repleta de babas.
Sus patas avanzaron unos pasos, acercándose peligrosamente a mí, y yo
comencé a mirar hacia mi alrededor de forma desesperada. No me cabía
duda. Ese debía de ser Ira.
—Volvemos a vernos, Ira.
La voz amenazante de Nikola puso alerta mis sentidos y mi corazón se
encogió al contemplarle en su forma vampírica. Era una mezcla entre
vampiro y sombra. Un ser rodeado por las tinieblas cuyos ojos rojizos
brillaban con intensidad. Sin duda, se notaba que Nikola no era un vampiro
normal.
Entonces Ira aulló y no tardaron en llegar otros aullidos en respuesta,
seguramente avisando de que estaban por llegar. Nikola se abalanzó hacia él
y yo retrocedí al ver como se enzarzaban en una pelea, Ira se movía de forma
descontrolada, tratando de morderle en alguna zona que le tomara
desprevenido.
—¡Corre y búscalas! —Me gritó, dándole un puñetazo para apartar sus
zarpas—. Escápate lejos.
—¿Y tú? —pregunté angustiada.
—¡No es momento para preocuparte por mí! —chilló con molestia,
mirando por encima de su hombro un breve instante antes de recibir un golpe
que le llevó a chocar contra un árbol cercano, haciendo que este se partiera
en dos, cayendo al suelo, y se llenó de nieve.
Observé que la manada comenzaba a llegar hasta nosotros y eché una
mirada de desesperación a Nikola. No quería dejarlo solo frente a un Hijo
Oscuro y una manada de hombres lobo. Temía que saliera perjudicado.
—¡Vete! —chilló, con una voz que resonó de sus entrañas. Parecía una
sombra. Un tornado a punto de arrasar con todo.
Entonces me giré y le hice caso. Me perdí en el bosque a gran velocidad,
esperando poder encontrarlas a tiempo para poder ayudarle. Solo pedía que
no fuera demasiado tarde. Mis músculos se contrajeron, golpeando mi
estómago con dureza. Mi bestia interior amenazaba con descontrolarse al
escuchar un grito lejano de dolor, proveniente de Nikola.
Tenía que reconocerlo, los golpes y heridas que estaba sufriendo podía
sentirlas en carne propia. Parecía que el vínculo había comenzado a
formarse y no podía hacer nada por evitarlo.
Comenzaba a sentirme unida a él.
Capítulo XIII * Morgana

Mientras corría escuché a un ruido sobre mi espalda. Al girarme me


percaté de que uno de los lobos de la manada estaba moviéndose a gran
velocidad hacia mí, con expresión de furia.
Nerviosa, traté de acelerar todo lo que el cuerpo me lo permitía, pero al
centrar mis sentidos en controlar a ese saco de pulgas, mis reflejos no
tuvieron en cuenta un árbol caído que había por el camino y caí de bruces,
rodando por la nieve y llenándome de heridas superficiales por el impacto
que no tardaron en cicatrizar.
Traté de incorporarme para evitar que el lobo me alcanzara, pero fue
tarde. La inmensa masa de pelo se abalanzó hacia mí, mostrándome sus
fauces. Me removí de un lado a otro mientras la bestia de mi interior me
suplicaba que la dejara salir, se moría de ganas de estar fuera de control
para acabar con él, pero eso significaba acabar con una persona al fin y al
cabo. Significaba matar, y eso equivalía a alejarme de cualquier resquicio de
humanidad.
Mi corazón latía a mil al sentir su saliva y respiración manchando mi
rostro. Al ser una vampiresa podía sentir todas las sensaciones multiplicadas
por cien, así que su olor a perro inundaba mis fosas nasales y sus gruñidos
amenazantes resonaban en mi oído. Le asesté un puñetazo al observar sus
zarpas intentando arañar mi cara y su mandíbula vacilaba con clavarme sus
dientes.
¿Me mataría? ¿Podía un mordisco de licántropo acabar con mi vida?
Había demasiados asuntos sobrenaturales que desconocía y Nikola no era el
mejor profesor. De todos modos no me detendría a averiguarlo.
Dejé que mis encías hicieran su trabajo, liberé mis colmillos y mis
pupilas se dilataron, enfocando su rostro amenazante. Si podía controlar a mi
bestia de esta manera, quizás saldría viva. Cuando estaba cerca de
morderme le golpeé por el abdomen, clavándole mis uñas y aproveché para
rodar por el suelo con ciertas dificultades debido a mi baja forma. Introduje
mis colmillos entre su pelaje, llegando a mi garganta un asqueroso sabor
ácido que me hizo tener ganas de vomitar.
El lobo soltó un aullido que hizo estremecer mis terminaciones y al
escuchar varios en respuesta no dudé en meterme prisa. Si no me apuraba en
liberarme y conseguir escapar, no tardaría en ser devorada. Además, temía
que Nikola siguiera en peligro, mi estómago continuaba encogido y mi mente
no dejaba de pensar en él.
Entonces un zarpazo me arrancó parte del tejido del jersey que llevaba,
mostrando mi tatuaje. El lobo no le prestó atención y se preparó para dar un
mordisco. Ya podía sentir sus dientes arrancando mi piel. Pero entonces el
tatuaje brilló y cuando estaba a punto de hacerme pis encima por el miedo,
de las palmas de mis manos emanó un extraño poder que quemó su pelaje,
haciendo que el lobo retrocediera soltando un alarido agudo.
Aproveché su momento de dispersión para incorporarme y me alejé
corriendo, agrupando mis terminaciones en las piernas para moverme más
deprisa. Traté de ignorar los aullidos que resonaban de fondo en mis oídos y
los golpes que atizaban mi estómago. Debía de ser fuerte si quería llegar a
tiempo.
Esquivé varios árboles que se interponían en el camino y esbocé una
sonrisa de alivio al percibir la molesta voz de Lenci y la silueta de Rocío,
cerca del comienzo del bosque que daba lugar al camping. De fondo podía
escuchar algo sobre muertes, pero no le di importancia. Cualquier asunto era
insignificante comparado con el ataque de una manada de lobos, cuyo líder
era un saco de pulgas furiosas y cierta sangre vampírica fluía por sus venas.
Sentía mi garganta seca debido al esfuerzo, las pulsaciones se atoraban
en el comienzo de mi cuello, asfixiándome de forma lenta. Sin duda, mi
aguante físico dejaba mucho que desear, aun siendo una vampiresa. Pero no
podía rendirme.
Ignoré las quejas que emitía mi cuerpo y acumulé toda la fuerza que me
quedaba para dar los últimos pasos y dejé mi cuerpo caer sobre Rocío,
cayendo ambas al suelo.
—Pero qué… ¡Laurie! —exclamó—. ¿Qué pasa?
—Lobos… Nikola… Ira —balbuceé nerviosa, clavándole mis uñas y
miré a Lenci con expresión de angustia—. Ayuda, ya.
No hizo falta decir más para que ambas salieran corriendo a gran
velocidad, más que la que yo tuve. Era fascinante y aterrador a la vez
observar a Lenci transformarse en una especie de sombra vampírica,
parecido a lo que había hecho Nikola. Su rostro se había difuminado con la
noche, iluminando solo sus labios ensangrentados con sus brillantes
colmillos, acompañados por sus negras pupilas cubiertas por un manto
circular de color carmesí.
Quise seguirlas, pero mi cuerpo me detuvo, exhausto por mi baja
condición. Mi bestia se quejaba porque si la dejara controlarme podía
seguirles el paso, pero no lo permití. No defraudaría a Nikola ni a mí misma
de esa manera.
Observé los jirones de tela del brazo de mi jersey. Las palmas de mi
mano todavía emitían algo de calor, como si fueran ligeras caricias, pero
aparentemente había vuelto a la normalidad. ¿Qué había sido eso? ¿De
verdad le había quemado la piel? ¿En qué me dejaba eso?
Aprecié por el suelo una sábana, seguramente de alguna tienda de
campaña cercana y aproveché para tomarla y cortar un poco con mis uñas
para anudarla a mi brazo, tapando el tatuaje.
Gracias a ese momento pude descansar un poco y decidí retomar el
trayecto, rastreando el bosque con facilidad gracias a la mezcla de olores
que se concentraban en la zona donde seguramente se hallaba la manada
junto a mis compañeros. Eso hizo que no me resultara muy complicado llegar
y a lo lejos atisbé dos sombras oscuras acompañadas por manchas de
distintos colores.
Me apresuré en acercarme y justo aprecié como el inmenso lobo se
acercaba peligrosamente a un dolorido Nikola, abriendo ampliamente sus
fauces. Entonces forcé cada músculo de mi cuerpo para impulsarme y giré lo
suficiente para acabar aterrizando hasta él, haciéndome contraer la
mandíbula de dolor al chocar contra su fuerte pelaje. Pero al menos conseguí
desviar su trayectoria, haciéndole caer en el suelo.
—Ve hasta la cueva. —Me ordenó Nikola con voz grave, antes de escupir
gotas de sangre y clavar sus ojos del mismo color sobre mí, haciéndome
temblar de miedo al enfrentarme a la sombra espectral que cubría su cuerpo
—. Libérala.
Decidí ceder y asentí con la cabeza antes de continuar mi camino. Mis
piernas corrían a gran velocidad pero a cada tanto temblaban, amenazando
con hacerme caer debido a la debilidad que sentía.
Traté de impulsarme golpeándome contra diversos troncos, hasta que
conseguí dar con el claro que había visto antes de acabar siendo atrapada
por un alfa. Aparentemente no había lobos, pero emití una queja al apreciar
que seguían dos custodiando la entrada. Nunca dejarían a Morgana sola.
Miré hacia mi alrededor intentando hallar una solución, alguna entrada
secreta que me permitiera introducirme sin ser vista, pero nada. Parecía que
no me quedaba de otra que ir de frente, pero ¿cómo iba a enfrentarme a dos
lobos si apenas podía con uno? «Tenías que haber previsto eso, genio»
maldije para mis adentros, pensando en Nikola.
Decidida, tiré de la tela para moverla y liberar mi tatuaje por si
conseguía usarlo de nuevo. No me venía mal algún poder maravilloso como
los que tenían las protagonistas de los libros de fantasía que leía. Cualquier
cosa que los hiciera volar por los aires y me hiciera ganar tiempo para
perderme por la cueva.
Unas pisadas furiosas llegaron a mis oídos, alertándome de que
seguramente algún lobo se disponía a seguir mi rastro para detenerme. Eché
un último vistazo rápido a la zona y comprobé que había un árbol cerca de la
entrada. Con suerte podría saltar desde ahí, ir de frente para tener una
conversación con ellos no iba a resultar la mejor opción. No me quedaba de
otra.
«A la mierda» maldije para mis adentros «Es mi momento de demostrarle
a Nikola que no soy una chica débil e insegura. Es ahora o nunca». Entonces
eché a correr hasta el árbol y escalé por las ramas, llamando la atención de
los lobos que miraban por la zona sin saber de dónde venía el ruido.
Conseguí llegar a la copa y desde ahí me impulsé para saltar, cayendo de
bruces sobre el lomo de uno de los lobos.
Justo en ese momento decidí apoyar mis manos sobre su pelaje y recé
para que el poder del tatuaje se activara mágicamente, pero no hizo nada. Lo
único que conseguí fue perder mi valioso tiempo, además de la paciencia de
esos dos lobos guardianes.
—¿Por qué no te activas ahora? —mascullé desesperada.
En vista de que mi épico momento se había ido por el desagüe, cerré los
ojos y le clavé los colmillos, tosiendo de forma descontrolada al sentir de
nuevo el amargo sabor de su sangre. Era asqueroso.
El lobo restante gruñó en señal de advertencia y se impulsó para
abalanzarse hacia mí mientras que su compañero se quejaba dolorido. Me
llevé un zarpazo que fue directo a mi clavícula, cerca de mi rostro, haciendo
brotar algo de sangre. Entonces coloqué mis manos sobre su lomo,
esperando de nuevo que Lux o quien quiera que fuera se apiadara de mí y
activara mi súper poder.
Esperé unos segundos, los suficientes para no terminar hecha trizas, pero
en vista de que no iba a hacerlo, clavé mis uñas con todas mis fuerzas y le di
una patada que me hizo contraer la mandíbula por el dolor. Sus músculos
parecían bloques de mármol.
Al menos eso sirvió para ganar tiempo y me lancé desesperada hacia la
entrada, cayendo al suelo, rodando por la tierra y siendo golpeada por
pequeñas rocas y piedras que me hicieron heridas superficiales. Era
asombroso notar como a los pocos segundos se iban cerrando, hasta sellar la
herida de forma completa.
Una vez dentro, limpié la suciedad que cubría mi ropa y repasé la zona.
Aunque por fuera parecía pequeña, por dentro era bastante amplia y tenía
diferentes rutas a las que ir. ¿Por qué siempre terminaba sumida en
laberintos?
Me tomé unos segundos para permitirme dudar por dónde ir, hasta que
escuché las pisadas cercanas de los lobos, así que tomé una al azar. Por
suerte, después de varios túneles más que escogí al azar, movida por la
desesperación, terminé apareciendo en el habitáculo de mi sueño, y Morgana
yacía tendida en el suelo. Su abdomen subía y bajaba indicándome que
continuaba viva, aunque tenía arañazos y heridas por todo el cuerpo y su
ropa estaba hecha un desastre.
Me acerqué hasta ella y me agaché para intentar desencadenarla, pero
estaba complicado, pues cada vez que ponía mis manos en el frío metal, las
cadenas me quemaban como si estuviera tocando lava ardiendo y una
humareda fétida me hizo apartarme. Mis manos se habían chamuscado.
—Eres tú —musitó con voz pastosa, mirándome con los párpados
entreabiertos.
—Su-supongo —balbuceé, mirando las cadenas como si fueran un
jeroglífico—. ¿Sabes cómo puedo liberarte? Me queman.
—No se puede —sollozó—. Me obligaron a hechizarlas. Ningún ser de
Nyx puede romperlas.
—Genial, absolutamente genial.
Palidecí al escuchar las pisadas de los lobos cerca de donde estábamos.
Podía oír sus gruñidos con tanta fluidez que calculaba que solo tenía un par
de minutos de libertad. Miré mi ropa y recordé que aun llevaba encima el
dije que me había regalado Arthur. Y si él era un dhampir y los dhampir
seguían a Adán y al tal Lux… Lux debía de ser lo contrario a Nyx. El dije
nos quemaba. Era la única opción que se me ocurría.
Rebusqué entre mi ropa el pañuelo donde lo tenía envuelto y lo extraje,
haciendo rechinar mi dentadura al sentir que el contacto con mi piel me
quemaba, al igual que la cadena. Resoplé con fuerza para intentar aguantar el
dolor y me apuré al sentir la cálida respiración de los lobos cerca de la
entrada al habitáculo. Ya estaban aquí.
Hice acopio de la poca valentía que me caracterizaba y llevé la fría y
pesada joya a mi cuello, soltando un alarido al notar como mi piel se
enrojecía, generando una explosión ante el contraste de temperaturas. El dije
sobre mi piel me hacía sentir que estaba en el mismísimo infierno.
Consciente de que los lobos ya estaban dentro, me apuré y volví a sujetar
las cadenas con fuerza, sintiendo como la presión me envolvía y solté un
grito de terror al ver como los lobos se abalanzaban sobre mí, así que las
solté para cubrirme con mis brazos.
Entonces sentí que un manto protector me rodeaba y liberé mis brazos al
escuchar un golpe seco por parte de ellos. Al levantar la vista observé que
estaban desmayados en el suelo y miré mis manos, estupefacta, ¿yo había
hecho eso?
—No me quites el mérito —replicó una voz a mi espalda.
Al girarme observé que Morgana se había liberado y estaba de pie con la
expresión fija en los lobos, mientras sus labios se movían pronunciando
algún tipo de conjuro u oración. ¿Ella había hecho eso? Asustada, retrocedí
unos pasos y me volví hasta ella para sujetarla por el brazo y tirar,
consiguiendo que se moviera.
—Vamos. Tenemos que salir de aquí. —La apuré—. Supongo que no
tardarán en despertarse.
—Llevas el dije del trío de ángeles —susurró con expresión de
fascinación.
—Sí, supongo. No sé —respondí, lamentándome por no recordar el
camino que había tomado antes—. Mejor dejemos las lecciones de historia
para otro momento. Nikola nos espera.
—¿Nikola? ¿Nikola Alilovic? —preguntó con sorpresa.
—¿Eh? No conozco a ningún Alilovic.
—Uno de los Hijos Oscuros de Lilitú, madre de demonios y señora de la
oscuridad —insistió.
—Pues parece que sí conozco a Nikola Alilovic —murmuré—. Sí, ese.
Así que mejor nos apresuramos. ¿No tienes algún poder que sirva como
GPS? Mi orientación es pésima incluso siendo una vampiresa.
—¿Tengo pinta de brújula? —Se quejó, arrugando el ceño—. Además las
cadenas debilitaron mi magia. Usé la que me quedaba para golpear a los
licántropos.
—Genial —suspiré—. Pues espero que sepas rezar, porque necesitaré
muchas plegarias si quieres que lleguemos vivas.
—Me encanta dejar mi vida a manos de neófitas desorientadas —
respondió con sorna, mostrando una sonrisa forzada.
—Y a mí rescatar brujas milenarias retenidas por licántropos cuando no
tengo una mierda de preparación.
Tiré de ella de nuevo y me decidí por un pasillo de la izquierda,
esperando que fuera el definitivo y consiguiéramos hallar la salida de la
cueva. Mi estómago se había calmado ligeramente y no sabía cómo
interpretar ese gesto. ¿Había ido todo bien o habrían resultado atrapados?
Asomé la cabeza esperando haber elegido bien y solté una maldición al
ver que estábamos en un habitáculo parecido a donde estaba ella tirada,
salvo que en este había unos dibujos blancos pintados en la pared. Bastantes,
de hecho.
—¿Qué es esto? —pregunté, acercándome para poder averiguar si era
una especie de mapa que me indicara la salida.
—Son símbolos. Indicaciones de dónde se encuentra escondida la
configuración de Pereza —respondió, posando sus manos sobre la pared—.
Parece que los espíritus de los antiguos se lo han indicado a Ira.
—¿Indicado? ¿Para qué quiere encontrarlo?
—Ira quiere recuperar su forma humana. Y para ello necesita llamar la
atención de Lilith. Sin su magia es imposible.
—¿No lo convertiste tú? —repliqué confusa.
—Sí. Pero al convertirle en lobo, bloqueé su parte vampírica —explicó,
cerrando los ojos para hacer Dios sabía qué—. Lilith es la única capaz de
liberarla, porque es la creadora y madre de los Hijos Oscuros. Yo no me
encargo de eso.
—Ah, genial… ¿Y por qué te tenía aquí encerrada?
—Quería debilitarme para conseguir eliminar el hechizo de bloqueo que
le impide salir de este bosque. Así podría ir detrás del paradero de Pereza y
conseguir llamar la atención de Lilith.
—Doblemente genial —susurré, masajeándome la sien.
—Edimburgo —murmuró desde sus entrañas. Mi cuerpo emitió un
escalofrío al observar como sus pupilas se perdían, quedando sus ojos
completamente blancos durante unos instantes.
—Perdona, ¿qué?
Miré su rostro con expresión estupefacta. Lo que menos imaginaba es que
una bruja fuera a perder la cabeza y dijera el lugar donde viví desde niña,
así como si nada. ¿Qué tenía que ver todo esto con la capital escocesa?
—Edimburgo —repitió. Esta vez con sus pupilas perfectamente
colocadas—. Pereza dormita en algún rincón de Edimburgo. Los espíritus de
Lux me lo han dicho. Querían que te lo transmitiera.
—Ah, pues gracias, supongo —musité apesadumbrada—. Donde una ya
tiene suficientes problemas… encima tiene que hacer de Indiana Jones.
—¿Quieres volver a ser humana, verdad?
—¿Cómo lo sabes?
—Pues deberás volver al lugar donde empezó todo y enfrentarte a tus
propios demonios. Un acto tan poderoso como ese requiere de otro acto del
mismo calibre, solo así se reestablecerá el equilibrio natural de la vida.
—No entiendo nada, pero vale —respondí, escuchando las pisadas de los
lobos cerca de nosotras—. Será mejor que nos vayamos ya, si no nadie
conseguirá nada. Y no quiero ser comida de lobos esta noche.
Morgana asintió con la cabeza y nos dispusimos a salir de la sala,
dejando atrás los misteriosos dibujos de la pared. Corrimos por los pasillos
de forma descontrolada hasta conseguir dar con la salida y tiré de ella para
llevarla hasta donde estaban los demás. Seguramente estaba deseando
reunirse con su hermana.
Minutos más tarde podía percibir de lejos las siluetas de todos, parecían
agotados. Nikola y Lenci habían recuperado su forma natural y podía
observar a Rocío apoyada contra un árbol. Distintas personas se encontraban
tiradas y ensangrentadas a su alrededor, seguramente eran los lobos. ¿En ese
montón estaba Ira?
Entonces un gruñido ensordecedor inundó mis oídos y no me dio tiempo a
girarme cuando las zarpas de un inmenso licántropo que ya me resultaba
familiar se abalanzaron hacia Morgana para desgarrar su rostro y clavar los
colmillos en su clavícula, dejándola inconsciente en el suelo.
Miré a Nikola con gesto desesperado y se apresuró en dirigirse hasta
nosotros, a pesar de las heridas, pero Ira aulló en respuesta y se alejó a
grandes zancadas, pasando por nuestro lado sin dedicarnos un solo momento
de atención. Estaba claro que se había liberado del hechizo e iba a poner
rumbo a Edimburgo para conseguir recuperar su forma real.
Observé a Morgana, un profundo corte atravesaba su rostro y su clavícula
tenía una mordedura bastante grave de la que salía bastante sangre. Entonces
miré a Nikola con gesto preocupado, el cual se había inclinado para intentar
cerrar su herida, y mis labios se entreabrieron para formular la pregunta más
importante.
—Ella está… ella ¿está muerta?
Capítulo XIV * Sueños GPS

—No —respondió Nikola, evaluándola de arriba abajo—, pero está


grave. Tenemos que llevarla a su casa para que pueda descansar.
—Hay que avisar a Ryuk para que desinfecte la herida —dijo Lenci,
poniéndose entre ambos para tomar en brazos a su hermana—. Está
sangrando mucho.
—¿Vosotros no podéis hacer nada? —cuestioné, escondiendo mi tatuaje
con disimulo.
—No. Su sangre es de Lux, no de Nyx. La sangre de un ser de la noche no
le hace nada. —Me informó Nikola, incorporándose a mi lado. Las heridas
que tenía más superficiales comenzaban a cicatrizar, pero otras más
profundas seguían abiertas, produciéndole malestar—. Por eso necesitamos
a Ryuk.
—¿Y quién es Ryuk?
—Un druida de Lux. Es todo lo que necesitas saber —respondió él con
tono hosco.
Suspiré, era consciente de que se sentía exhausto y yo estaba agobiándole
con preguntas, pero desearía que fuera un poco agradable. Aun así me callé,
pues era más importante informarle de los pasos de Ira y debíamos de ir
cuanto antes o todo empeoraría, todavía más.
Empezamos a caminar a paso lento. Cualquiera que nos viera en ese
momento se asustaría. Cuatro personas agotadas, con heridas a flor de piel,
la ropa hecha jirones y una chica inconsciente a cargo. Parecía que habíamos
salido de un capítulo de The walking dead o de Lost. Solo esperaba no
cruzarme con nadie o Lenci terminaría haciendo una masacre. Su cara de
molestia era indicativo de que estaba de mal humor.
Cuando estábamos llegando al descampado, un fuerte olor a comida
atrajo nuestra atención. En cuestión de décimas de segundo, Lenci posó a su
hermana en el suelo y desapareció bajo su siniestra forma vampírica. Nikola
exhaló un suspiro de molestia pero no dijo nada, se dedicó a torcer sus
labios y recoger a Morgana para depositarla con cuidado dentro del coche,
comprobando que sus heridas no hubieran empeorado.
—Che, ¿no vamos a ir tras ella? Lleva dos matanzas en menos de un día.
Es demasiado —dijo Rocío en tono de cansancio. En el fondo se podía
percibir su desesperación, seguramente se estaba conteniendo para no
alimentarse de alguien.
—Es Lenci —replicó él, encogiéndose de hombros—. Y yo no soy su
niñera. Ya tengo bastante con Laurie —dijo clavándome sus ojos grises—.
Además hoy hemos gastado bastante energía. No me extrañaría si acaba con
todos los ciudadanos de Miskolc.
—Genial —farfulló con molestia Rocío, tirándose sobre el asiento del
copiloto del coche—. Al menos espero que se apure. Estoy a esto de comer
las sobras que deje.
—Aguanta hasta que lleguemos a Lillafüred.
—Yo no tengo tu aguante, Nik. Ni siquiera entiendo cómo eres capaz de
mantenerte en pie. Y la mente…
—Es cuestión de autocontrol —respondió él, cerrando la puerta del
copiloto sin dejarle responder.
Entonces se detuvo y se quedó mirándome fijamente, con el ceño
fruncido. Mi estómago se contrajo, preparándose para uno de sus típicos
ataques con palabras envenenadas, pero mi corazón se paró durante un
instante al escuchar la sencilla, pero intensa, palabra que salió rápidamente
de sus labios, como si le costara pronunciarla.
—Gracias.
—¿Gracias?
Mi pecho comenzó a subir y bajar acelerado al ver cómo avanzaba
lentamente hasta mí y se detuvo al quedarse a escasos centímetros,
manteniéndome la mirada mientras colocaba un mechón de mi cabello detrás
de mi oreja, para después degustar el sabor amargo de la decepción al verle
alejarse. Pero sus ojos seguían fijos en mí, sintiendo que su mirada podría
traspasar mi alma.
—Por encontrar a Morgana. Hoy has sido muy valiente. —Se sinceró,
tragando saliva con fuerza y soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones
—. Lo has hecho bien.
Me quedé en shock. Un reguero de emociones explosionó en mi cuerpo
como si fuera dinamita, haciéndome sentir completamente abrumada. No
pude evitar sonreír y sentirme complacida. Nikola me había dado las
gracias. Nikola había reconocido que había sido útil. Me había ganado su
aprobación.
Por desgracia, él rompió la conexión que se había formado entre ambos
al desviar su mirada y dirigirse a por Lenci, que se encontraba con un hilo de
sangre manchando sus labios y una expresión triunfal en su rostro.
—Eres un aburrido, terroncito —dijo con una fingida voz infantil,
haciendo un mohín—. Estaba hambrienta, y ya que tú no quieres contribuir a
la causa he tenido que actuar por mi cuenta.
—Tu hermana se está desangrando —respondió él, apartándola—. ¿Y tú
solo piensas en alimentarte?
—Soy gula, Nikola. Alimentarme es mi prioridad y me da igual quien se
interponga en mi camino. Que no se te olvide nunca.
Con esas palabras se introdujo en el coche y Nikola cerró dando un
portazo el lado del conductor. Cerré los ojos con fuerza para intentar
equilibrar mis emociones y el ansia por el olor a sangre que me llegaba por
parte de Lenci. Estaba hambrienta, pero debía controlarme. Ahora que me
había ganado el reconocimiento de Nikola no podía echarlo todo a perder.
Pero era tan complicado, el olor era adictivo.
El trayecto de vuelta fue más relajado, pero me sentía una sardina
enlatada, con Lenci demasiado cerca debido a que teníamos también a
Morgana desmayada con nosotras. Por suerte, Rocío y Lenci estaban
dormidas, o lo que fuera que hiciéramos los vampiros, y el silencio solo era
interrumpido por la tenue música que sonaba en el reproductor.
Eso me permitió centrarme en observar a Nikola. Conducía con expresión
neutral pero sus ojeras de cansancio eran palpables. Tenía el cabello
alborotado y sus facciones se habían endurecido —más de lo normal—,
otorgándole un aspecto intimidante. Además, había empezado a salirle barba
y eso le hacía más maduro. Había algo en él que me atrapaba, a pesar de
tener ese carácter agrio y hostil. Me desarmaba.
—Sigues pareciendo una acosadora turbia. —Me advirtió, sin despegar
sus ojos de la carretera—. Es molesto e inquietante.
—No tengo nada mejor que observar —repliqué—.Y te miro si quiero,
no tengo que pedirte permiso.
—¿Y si yo te mirara a ti así? ¿Te gustaría? —preguntó y sus ojos se
quedaron reflejados por el espejo retrovisor, con un brillo que era incapaz
de interpretar.
«Sí»
—No.
Me acomodé inquieta en el asiento, percatándome que había esbozado
una efímera sonrisa. Parecía que todo lo bello que habitaba en él era casi
imperceptible. Una estrella fugaz con tal magia que solo te permitía
admirarla durante un instante. Lo suficiente para poder atesorarlo en tu
memoria y valorarlo por la importancia que tenía, pues cualquier detalle o
gesto hermoso tiene una breve fecha de caducidad.
—Se te olvida que puedo leerte la mente, Laurie —respondió,
acariciando mi nombre con sus labios.
—Eso es jugar sucio —mascullé, soltando un bufido de molestia—.
Invades mi privacidad.
—No es mi culpa que tu mente sea como un libro abierto. Cualquiera
puede acceder a sus páginas.
—Podías haberlo hecho cuando lo necesité. Así no estaríamos ahora en
esta situación.
—Lo hice, pero el poder de la bestia es superior. Apenas me escuchabas
—respondió—. Y no dispongo de mucha fuerza mental, culpa de mi dieta
baja en calorías humanas.
—¿Y ahora qué? —suspiré.
—Ahora llevaremos a Morgana a su casa y trataré de ponerme en
contacto con Ryuk. No le gusta mezclarse con seres de Nyx.
—¿Por qué?
—Somos opuestos, Laurie —respondió, girando el volante—. Enemigos
desde el inicio de los tiempos.
—¿Cómo los dhampir?
—Sí.
Me mantuve callada unos segundos, mirando el horizonte por la
ventanilla. ¿Cuántos enemigos teníamos los vampiros? ¿Habría más seres de
Nyx que de Lux? Arrugué la nariz al recordar a nuestras acompañantes.
—Pero Morgana y Lenci…
—Son hermanas. Llevan cubriéndose las espaldas desde hace milenios
—respondió—. Cuando Lilith la convirtió, se esforzó en ocultarla para que
no acabara con su vida. Llevan yendo de aquí para allá todo este tiempo.
—¿Y por qué una es un ser de Nyx y otra de Lux?
—Los seres de Lux vienen de nacimiento. Son escogidos por el propio
Lux para mantener el equilibrio. Los seres de la noche se propagan a gran
velocidad y necesitan guardar una armonía —explicó—. Y en este caso los
Hijos Oscuros venimos al juntar un vampiro lo suficientemente antiguo o
poderoso con una simple mortal.
Las palabras resonaron en mi mente, haciéndome pensar en mi propia
situación. Si yo era hija de Vlad y mi madre había sido mortal… ¿estaba
diciendo que yo era una Hija Oscura?
—Pero entonces yo… —musité—. ¿Y Morgana? ¿No tendría que ser una
Hija Oscura?
—Realmente son hermanastras —matizó—. Su madre tuvo una aventura
con un esclavo y salió Morgana. Ella es la mayor. De hecho, murió cuando
Lenci nació. Los hijos oscuros somos semivampiros desde que estamos en el
vientre materno. Parásitos que se alimentan de su sangre hasta matarla o, al
menos, poner su vida en peligro. Y en esa época la medicina era más bien
nula. La calidad de vida era escasa.
—¿Peligraba? Pero… no entiendo.
—Nuestra condición está ahí. Parecemos humanos normales pero
tenemos una bestia que nos susurra constantemente lo que debemos de hacer.
Es como una voz interior que nos insta a hacer cosas que no queremos o no
son éticas de cara a la sociedad. A ojos de los demás somos un peligro,
niños malignos. En mi época se decía que habíamos sido encarnados por el
mismísimo demonio e intentaban bañarnos en agua bendita. Sus caras debían
de ser un poema al ver como nuestra piel se quemaba y salía una humareda.
A muchos intentaron asesinarlos.
—Qué horror —musité, con los ojos abiertos de par en par—. Pero yo
siempre he ido a la iglesia y he mantenido mis labores religiosas sin que me
sucediera nada. Al menos que yo recuerde.
—¿Nunca te sentiste diferente y apartada del resto? ¿No trataban de
castigarte cuando hacías algo mal? La animadversión se manifiesta en cada
uno de diferente forma y, según la crianza de cada uno, termina tolerando la
simbología religiosa. Lástima que ya no puedas preguntarle a tu madre por
ello.
Sus últimas palabras golpearon mi rostro con dureza, sintiéndolo como
una bofetada. Acomodé mi brazo cerca del cristal y dejé mi mirada perdida,
recordando pasajes de mi infancia.
—¡Laurie! Enciérrate ahora mismo en tu habitación y ponte a rezar.
Pide perdón a Dios por tu acto. Es inaceptable en esta comunidad y no
querrás que descubran tu secreto.
—Sí, madre —respondí bajando la cabeza mientras miraba a mi padre
de reojo, buscando su apoyo.
No podía entender qué me había pasado. Estaba jugando en el jardín
con mi muñeca y mi vecino, Richard, se había acercado. Al principio
pensaba que quería ser mi amigo y jugar conmigo, pero me la quitó sin
avisar y la miró de arriba abajo con una sonrisa cargada de maldad.
—Que muñeca más fea —dijo con burla, sacándome la lengua—. Como
tú.
—¡Devuélvemela! —chillé, notando que mi pecho se inflaba de ira.
—No. Ahora es mía —respondió—. Y como es mía puedo hacer esto.
Entonces separó la cabeza del cuello de la muñeca, haciendo sonar un
crujido, indicándome que ya era irreparable. Me la había roto y se estaba
riendo con descaro.
La rabia brotó por mi cuerpo como un volcán en erupción. Cada
músculo y poro de mi piel se había llenado de odio hacia ese niño, que me
miraba con una mezcla de diversión y arrogancia.
«Demuéstrale tu poder. Hazle sufrir como él te ha hecho sufrir a ti. Haz
que muera desangrado. Sé que lo deseas. Lo deseas.» me instó una voz en
mi interior. «Pero eso está mal… mamá dice que es de buen cristiano
saber perdonar y la maldad no tiene cabida en las buenas personas. No se
hace daño al prójimo» pensé para mis adentros, mientras apretaba los
puños con fuerza, haciéndome daño. «La bondad te hace tonta y débil.
Demuéstrale de lo que eres capaz. Él se merece sufrir. Hazlo»
No me lo pensé dos veces. De forma inconsciente mi mano buscó una
piedra que había por el camino y la lancé con todas mis fuerzas, dándole
de lleno en la frente. Eso provocó que cayera al suelo inconsciente. Un
hilillo de sangre brotaba de la herida que le había provocado. Me sentía
bien. Una amplia sonrisa apareció en mi rostro, parecida a la que
segundos antes tenía él.
—¡Laurie Duncan! —bramó mi madre sujetándome del brazo y me
clavó sus uñas, haciéndome daño—. ¡Vete ahora mismo a casa! Rezo al
Señor para que a este pobre niño no le suceda nada. Eres una deshonra
para la familia. Un monstruo.
El recuerdo se esfumó tan rápido como vino, pero con él aparecieron
otros, mostrándome los turbios pensamientos que rondaban por mi mente
cuando los niños se metían conmigo o me hacían alguna de las suyas. Se
repetían con frecuencia hasta que fui creciendo y mi madre endureció cada
vez más sus reglas y castigos, moldeando a su antojo una hija sumisa y
ejemplar. Eso hizo que las voces de mi interior se calmaran, hasta terminar
por desaparecer.
Claro que a eso se sumó el que, para los niños del pueblo, yo era la chica
rara, la niña religiosa y solitaria que no dejaban socializar. Me tenía que
quedar en casa, observando desde la ventana como jugaban y reían. Y me
dolía. Me hacía sentir un monstruo de verdad. Por eso escondí mi oscuridad,
escondí todo el mal que habitaba en mi interior, refugiándome en capas y
más capas de perfección.
—¿Voy a ser una Hija Oscura? —pregunté de repente, buscando su
mirada.
—No estoy seguro de las intenciones de Lilith sobre ti, pero a día de hoy
estamos los siete. Así que no. Por el momento puedes estar tranquila.
—Y… ¿duele? —musité, revolviéndome en el asiento.
—Como el mismísimo infierno —respondió apretando los nudillos en el
volante mientras dejaba durante un instante la mirada perdida, antes de
volver a centrarse en la carretera.
Tragué saliva al imaginarme a Nikola desprotegido, sufriendo cualquier
tipo de acto espeluznante. Eso me hizo pensar en Atary de nuevo. ¿Por qué
aún no había aparecido? ¿Se había olvidado de mí? En el fondo esperaba
que cumpliera su promesa y me buscara. Una parte de mí se aferraba al
pensamiento de que me amaba de verdad. Tenía que haber una explicación.
Me estremecí solo de pensarlo. ¿Tantos años sufriendo y esforzándome en
controlar mi oscuridad para que ahora tomara tanta fuerza? ¿Tan fuerte era
mi vínculo por él? No podía entenderlo. Mi mente solo sabía susurrar su
nombre.
—Será mejor que desconectes la mente hasta que lleguemos. Ha sido un
día duro —dijo de repente con voz hostil, apretando sus dedos en el volante.
No hizo falta que me lo repitiera. Asentí con la cabeza y dejé mi mirada
perdida en el horizonte, concentrándome únicamente en poner la mente en
blanco y sumirme en una completa oscuridad, que me hizo olvidar todo lo
que estaba sucediendo a mi alrededor, al menos por unos instantes.
Abrí los ojos cuando dejé de escuchar el motor del coche
acompañándonos. Al contemplar el cielo noté que estaba a punto de
amanecer y todos nos sentíamos exhaustos. Observé de reojo a Morgana, que
seguía con la cabeza apoyada en el hombro de Lenci. Seguía inconsciente y
sus heridas habían ensuciado toda su ropa. Si no nos apurábamos sería
demasiado tarde. Además, el frío del bosque había tensado mi cuerpo y tenía
ganas de recuperar algo de calor.
«Señor…lo que daría por tener ahora una taza de chocolate caliente entre
mis manos» supliqué, mordiéndome el labio inferior.
—Bajad. Yo las llevaré ahora a casa e intentaré contactar con Ryuk. No
puede ser tan complicado encontrarlo.
—No va a venir —resopló Lenci, tirando de su hermana—. No se mezcla
con seres como nosotros.
—Morgana no lo es, así que tendrá que hacer una excepción.
—Aunque lo hiciera, ni siquiera sabemos dónde está. Puede esconderse
en cualquier rincón de los puñeteros bosques —gruñó ella.
—Creo que sé quién puede ayudarme.
Sus ojos grises me miraron con disimulo, haciéndome sonrojar. De
inmediato, sentí un gran peso encima. No tenía claro si mis sueños eran un
poder y, de serlo, no podía manejarlo. Temía fracasar y que Morgana
muriera. Entonces sería mi culpa y no me lo podría perdonar.
—Genial. Entonces vámonos ya. Necesito una ducha urgente, ¡y ropa
nueva!
Nikola entornó los ojos e hizo una mueca de molestia, pero asintió con la
cabeza. Rocío y yo salimos del coche y nos dispusimos a entrar en el palacio
de Ákos, cuando las palabras de una voz hosca y familiar se adentraron en
mi mente, haciéndome frenar.
«Concéntrate en encontrar a Ryuk antes de dormir. Sino no podré
encontrar la forma de devolverte tu humanidad» me advirtió. «No sé si podré
hacerlo» pensé para mis adentros, viendo el coche que conducía él alejarse.
«Esfuérzate y lo conseguirás. Tienes que aprender a manejar tu fuerza».
«Como si fuera tan fácil, genio» gruñí y añadí «Tú llevas siglos siendo un
vampiro, yo solo unos días». La voz de Nikola resonó en mi interior y me
tensé al escuchar una risa breve de diversión, que acompañó de una voz
cargada de malicia «¿No eres Batwoman? Pues entonces podrás con ello».
Le maldije para mis adentros, esperando que me respondiera, pero no
pude evitar sumirme en la decepción al notar mi mente vacía. Su voz me
había abandonado.
—¿A qué estamos esperando? No tolero bien la luz solar. —Se quejó
Rocío, tirando de mí.
—Sí, vamos —respondí, mirando por última vez el camino por donde se
fue Nikola, esperando no fallarle. No ahora que empezaba a ganarme su
confianza y respeto. Me hacía sentir importante.
Al entrar vi que Brittany se acercaba hasta mí con gesto alegre, pero la
detuve con un gesto, indicándole que no era un buen momento. Tenía ganas
de cambiarme de ropa para ocultar mejor el tatuaje y sumirme en un
profundo sueño, esperando tener la suficiente fuerza para encontrar a ese
druida que ni siquiera conocía. ¿Tendría el suficiente poder para ello? ¿O
todo mi esfuerzo sería en vano? Con ese pensamiento rondando mi cabeza,
me acomodé en la cama y cerré los ojos con fuerza, deseando estar a la
altura de esos Hijos Oscuros que ahora formaban una parte importante de mi
vida.
Abrí los ojos. Al parpadear me di cuenta de que me encontraba en un
bosque extraño, diferente. Había un árbol centenario cuyo tronco parecía una
enredadera que giraba en espiral y desembocaba en múltiples hojas de color
lavanda que se repartían como si un fuego artificial hubiera aterrizado sobre
él. A su lado había otro árbol con el tronco repleto de hojas en tonos
anaranjados y rosados. Y lo mejor de todo era que estos parecían enlazarse
con diversas hayas verdes cuyas hojas caían en forma de manto, formando
una atmósfera de cuento.
Observé fascinada como incluso el prado que constituía el suelo
desprendía un fuerte, pero agradable, olor a hierba recién segada y estaba
cubierto de hojas de diferentes colores, formando un camino hasta un
inmenso roble cuyas ramas se inclinaban hasta tocar el suelo, como si fuera
un túnel.
Ahí, arrodillado, se encontraba un chico alto, algo mayor que yo, con el
cabello rizado y dorado. Sus brazos estaban cubiertos por unos tatuajes
extraños, de simbología celta, pero lo que más captó mi atención fue ver
como su mano emitía un brillo anaranjado, que provocó que las hojas de una
de las ramas del roble se secaran.
Movida por la curiosidad decidí acercarme hasta él y sus ojos verdes
atraparon los míos al sentir mi presencia. Entonces se incorporó y extendió
su mano apuntando en mi dirección, creando una enredadera que se enlazó a
mis pies, impidiéndome moverme.
—¿Quién eres y cómo has llegado hasta aquí? —gruñó, haciendo que sus
ojos verdes adquirieran un tono más oscuro.
—Yo… ni siquiera sé si esto es real o es que mi mente me está jugando
una mala pasada, pero —suspiré, consciente de que debía contar todo,
aunque por dentro sintiera que era absurdo—. Me llamo Laurie y estoy
buscando a un tal Ryuk que es druida. Lo necesito para curar a Morgana, una
bruja milenaria que fue atacada por un hombre lobo que resulta que también
es un vampiro y… bueno, digamos que está grave. Y no sabemos cómo
ayudarla aparte de buscando a la persona que te he dicho. ¿Eres tú?
El chico me miró de arriba abajo, deteniéndose en mi tatuaje, que se veía
en todo su esplendor, pues la camiseta que llevaba en mi sueño no tenía
mangas. ¿Acaso era eso posible? Su cuerpo se relajó al instante y asintió con
la cabeza, volviendo sus ojos al color inicial. Respiré aliviada al ver como
hacía el mismo gesto de antes y la enredadera se deshizo, tal y como había
aparecido minutos antes.
—¿Por qué debería de ayudarte? —preguntó cruzándose de brazos y
levantó una ceja—. No te conozco de nada y podría ser una trampa para
sacarme del bosque. Puedo sentir que eres un ser de Nyx, pero ese tatuaje…
—¿Sabes por qué lo llevo? —pregunté esperanzada—. Y sinceramente
apenas conozco a esa chica, pero sé que es de Lux o algo así, y ella te
necesita. Yo solo intento ser de ayuda —respondí encogiéndome de
hombros.
—¿Cómo has averiguado mi ubicación? Es imposible. Solo los druidas
podemos acceder aquí.
—Yo…no lo sé. —Me sinceré y exhalé un suspiro de cansancio—. Solo
aparecí aquí.
—Hmmm —murmuró, aproximándose hasta mí para acariciar mi tatuaje
con la yema de sus dedos—. Eres una vampiresa.
—Pero…
—No del todo —continuó—. Puedo sentir que en tu interior aún hay
energía humana. No has completado la transición, ¿verdad?
Asentí con la cabeza, mordiéndome el labio inferior. Su cara alargada y
cejas espesas le otorgaban un aspecto infantil, sobre todo al percatarme de
que una hilera de pecas cubría la parte superior de sus mejillas y la nariz,
acompañadas por un rubor rosado. No me imaginaba que los druidas fueran
así.
—¿Eso tiene relación con el tatuaje? —Me atreví a preguntar.
—Podría.
—¿Siempre eres tan enigmático? —cuestioné arrugando el ceño.
Ryuk sonrió de forma ladeada y me ignoró, dándose la vuelta para volver
a secar las hojas de otra rama. Al hacer eso el iris de sus ojos brillaba con
fuerza, como si los rayos del sol bañaran una pradera.
Me di cuenta de que no iba a responder y el tiempo apremiaba. No sabía
cuándo me iba a despertar. Así que insistí.
—¿Vendrás?¿Me ayudarás?
—Bajo una condición —susurró, captando mi atención.
—¿Cuál?
—Pronto lo sabrás —respondió antes de guiñarme un ojo y extendió su
mano, reflejando unos destellos anaranjados que se mezclaban con una dulce
sonrisa.
Todo mi alrededor se esfumó, incluyéndole a él, quedando relegada a una
profunda oscuridad.
Parpadeé confusa y me incorporé en la cama, apoyando ambas manos en
el colchón para intentar ubicarme. A mi vista llegaron los sofisticados
muebles que conformaban la habitación de Katalin y, al echar la vista al
reloj, comprobé que eran las ocho de la tarde. Había dormido bastante.
Preocupada por el estado de Morgana, me levanté y eché un vistazo
rápido a mi ropa antes de cambiarme para poder salir sin exponer el tatuaje.
Mi bestia me suplicaba alimentarme, podía sentir como mis órganos vitales
se quejaban por no disponer de la suficiente sangre, pero al menos
funcionaban y podía continuar con mi vida, así que intenté ignorar el
malestar y salí en busca de Nikola.
Al llegar al pasillo, una voz hosca y familiar me sobresaltó, provocando
que diera un pequeño salto y las líneas purpúreas de mi rostro aparecieran,
debido al estado de alerta que había generado mi cuerpo.
—¿Ha dormido bien la princesa? El tiempo apremia y Lenci está de los
nervios.
—Pues sí, gracias por preocuparte —respondí arrugando el ceño,
calmándome para volver a mi estado normal.
—¿Y bien?
—Sí, lo he encontrado. De nada —añadí, entornando los ojos—. Me
siento un GPS andante.
—¿Vendrá?
—Sí, pero dijo que bajo una condición.
—¿Cuál? —preguntó, ladeando un poco su cabeza.
—No lo sé —dije, encogiéndome de hombros.
Nikola arrugó sus cejas en respuesta y abrió los ojos con fuerza.
—¿Cómo que no lo sabes?
—Supongo que se cortó la llamada onírica, por falta de monedas —
resoplé—. Pero lo importante es que vendrá. Ya no puedo hacer más.
—Gracias.
—Nikola diciendo gracias. Dos veces —maticé en un susurro, fingiendo
una expresión de asombro—. ¿Acaso estás enfermo? Tendré que decirle a
ese Ryuk que te revise a ti también, el cansancio te ha hecho amable.
—Saboréalo mientras puedas. Sé que no tardarás en cagarla de nuevo —
sonrió por un instante—. Eres un imán para los problemas.
—No lo haré —gruñí—. Estoy mejorando.
—Lo que tú digas, Batwoman.
Entonces me dio la espalda y comenzó a alejarse por el pasillo, pero le
seguí el paso. No quería quedarme sola en este sitio tan grande y que Ákos
me atrapara. Aún tenía muchas preguntas para hacerle.
—¿A dónde vas?
—Lejos de ti —replicó, torciendo sus labios.
—Pues va a ser complicado, porque pienso seguirte.
—Ve a curiosear por el palacio. Eso se te da bien.
Giré a tiempo por el pasillo, esquivando a un par de vampiros que
conversaban sin percatarse de su alrededor.
—Prefiero acompañarte —respondí.
—Voy a ir a casa de Mor, Laurie —suspiró—. Lo que menos necesito
ahora es un enfrentamiento entre Lenci y tú.
—Me portaré bien —bufé—. No soy una niña.
—Ya… las dos lo sois.
Sonreí al ver que ponía su mejor cara de molestia, pero no dijo nada.
Satisfecha, le seguí hasta la entrada principal del palacio y fuimos hasta el
coche que tenía aparcado junto a un árbol cercano.
Una vez sentada en el asiento del copiloto, contemplé el paisaje que se
cernía a nuestro alrededor. Debía de reconocer que Nikola era un buen
conductor, yo ni siquiera tenía el carnet. Nunca me había atrevido por miedo
a tener algún accidente.
No fue un trayecto muy largo, un rato más tarde nos encontrábamos en un
lugar apartado, donde una pequeña casa de ladrillo de color oscuro y tejado
negro destacaba sobre lo demás.
Cuando Nikola golpeó la puerta, Lenci le recibió con una sonrisa que no
tardó en desaparecer al darse cuenta de mi presencia. Entonces me clavó su
mejor mirada de odio.
—¿Qué hace ella aquí?
—Creo que eso es lo de menos, lo importante es que yo esté aquí —
respondió una voz masculina a mi espalda, haciendo que el vello de mis
brazos se tensara.
Al girarme comprobé que mi sueño había sido real. Un chico de cabello
rizado dorado y pequeños ojos verdes me miraba con diversión, y no tardó
en saludarme haciendo un gesto con la cabeza.
—Ryuk —susurró Nikola, haciéndose a un lado.
—El mismo.
—Será mejor que entremos. Morgana ha perdido mucha sangre. —Le
informó.
—No.
—¿Cómo qué no? —gruñó, apretando los puños.
—Solo entraré si me dejáis a solas, con ella —respondió, enfatizando la
última palabra al mirarme a mí fijamente.
Nikola entrecerró sus ojos, haciendo que estos centellearan. Podía
escuchar sus dientes chirriando al apretar la mandíbula y movió su cabeza,
haciendo sonar su cuello. Su cuerpo estaba tenso, en señal de amenaza pero,
para mi sorpresa, exhaló gran parte de aire y se acercó hasta él, quedando a
escasos centímetros de su oreja.
—Como le hagas daño a Laurie, juro que será lo último que hagas —
siseó, ganándose una sonrisa divertida de parte de Ryuk, que no se molestó
en esconder.
—Hacerle daño es lo último que haría, vampirito —canturreó—. Tengo
otros planes con respecto a ella. Y eso no incluye a hijos de Lilitú.
—Cura a Morgana —respondió retrocediendo unos pasos, pero continuó
con la mirada fija sobre él—. Te estaré vigilando.
—No eres el único que lo hace —musitó en tono enigmático. Y me hizo
un gesto para que le siguiera.
Ryuk miró a Lenci por un instante y le hizo un gesto indicándole la salida.
Ella emitió un sonido de advertencia, mostrando la parte oscura de su rostro,
pero Ryuk no se amedrentó y usó el poder que salía de sus manos para
impulsarla fuera de casa. Entonces sonrió y cerró de un portazo, ignorando
los alaridos que Lenci daba al otro lado.
Capítulo XV * La Conexión

Una vez dentro, Ryuk se movió por la estancia como si fuera su propia
casa. Por suerte no era grande, así que no resultó complicado llegar hasta la
habitación de Morgana. El estilo que prevalecía en su hogar era claramente
gótico, con muebles que me recordaban a los de la casa de las Spellman.
Pero, al llegar allí, me sorprendió el contraste con su habitación. Su cama
era a dosel con color rosado y los cojines y la almohada turquesa; la mesita
de al lado era blanca e infantil y el armario que había empotrado en una
esquina combinaba con los adornos que tenía el cabecero. Lo que más
destacaba era unos estantes rosados repletos de botes con diferentes líquidos
y bolsas con cosas que me pareció mejor no cotillear.
Ryuk se acomodó quedándose arrodillado en el suelo, a su lado. Yo
decidí mantenerme apartada apoyada en la puerta, mirando con detenimiento
como él comprobaba su pulso y extendía sus manos sobre el cuerpo,
proyectando sobre ella una luz verde que era acompañada por dos mariposas
de color violeta, las cuales revoloteaban alrededor.
Su tatuaje se expandió ligeramente al hacerlo, parecía una enredadera que
disfrutaba enroscándose por su brazo, como una serpiente silenciosa. Eso me
recordó al árbol que había visto en mi sueño, lo que me llevó a pensar ¿por
qué quería que estuviera a su lado? Y lo más importante de todo, ¿por qué a
solas?
—¿Vas a quedarte ahí todo el rato mirando?
—Tampoco me has dado instrucciones sobre qué hacer —respondí
arrugando el ceño. Empezaba a cansarme de tener gente borde a mi
alrededor.
—Colócate a mi lado. Quiero comprobar una cosa.
Analicé durante un instante la expresión de su rostro, evaluando si su
mirada era sincera. Pero no vi nada extraño o que me llevara a pensar que
fuera una trampa, así que me aproximé, quedándome a su lado frente a
Morgana.
Sus manos continuaban extendidas y las mariposas revoloteaban a mi
lado, haciéndome sonreír. Me recordaba a cuando era pequeña e iba al
campo con mi padre, el único que había estado apoyándome todo este
tiempo, a pesar de las mentiras. Me enseñó a atraparlas con un
cazamariposas y las observábamos en un bote de cristal con una lupa durante
un tiempo, para después liberarlas y dejarlas volar de nuevo. Era un
momento hermoso. De los pocos donde no me sentía sola.
—¿Qué hacen las mariposas? —pregunté, admirando su bella danza.
—Potenciar la curación. Sus heridas son graves y los lupus dejan un
veneno al morder que afecta en gran medida a los brujos —explicó—. Por
eso quiero comprobar si tus sueños provienen de algo mayor. Tu tatuaje me
indica que en tu interior corre sangre de Lux. Alguien te ha iluminado con su
gracia y te ha transmitido su poder. Quizás un o una druida. O… puede que
algo superior.
—Bien —suspiré, expectante por lo que podía suceder—. ¿Qué debo
hacer?
—Extiende tus manos como hago yo y concéntrate en dejar fluir tu poder
por el cuerpo, llevándolo hasta ellas. Tienes que sentir la energía de la
naturaleza.
Contemplé como algunas heridas que Morgana tenía comenzaban a
desaparecer ante el poder del druida y tragué saliva, nerviosa por si hacía
algo mal. Me sentía como un bebé recién nacido que no tiene idea sobre
nada. Aun así, extendí mis manos como me indicó y cerré los ojos para
concentrarme mejor, recordando lo que sentí al pisar —de forma onírica—
ese extraño lugar donde estaba Ryuk.
Me quedé así durante unos instantes pero no sentí nada sobre mis manos,
así que abrí un ojo e hice un mohín al comprobar que no había sucedido
nada. Carecía de magia.
—No me sale —protesté, mirándole decepcionada.
—Requiere tiempo y esfuerzo —respondió, intentando animarme—.
Además, también eres un ser de Nyx, lo cual es extraño. No pueden habitar
las dos dualidades en un mismo cuerpo.
—¿Por qué?
—Rompe el equilibrio. Es como un arma de doble filo, un fuego que
arrasa con todo pero con el que te puedes quemar —contestó, mientras
continuaba con su tarea, sellando más heridas de Morgana—. Por eso me
fascina e intriga a la vez. Eres un caso excepcional.
—¿Estás seguro de que tengo poder de Lux?
—La duda ofende. Estos tatuajes solo nos aparecen a los hijos directos
de Lux.
—¿Es algo así como los Hijos Oscuros de Lilith?
—No —sonrió—. No es por descendencia directa. Digamos que hay
ángeles escondidos entre la sociedad y deciden a quién transmitir su poder
según el color de su aura. Bendicen a aquellos que son limpios de corazón.
—Los bendicen —repetí, tratando de asimilar la información—. ¿Y por
qué? ¿Cuál es su intención?
—Los seres de Nyx se propagan a gran velocidad, lo cual rompe el
equilibrio natural entre ambos bandos. Lux intenta que se nivelen para que
haya igualdad en caso de tener que enfrentarse. Y viendo los pasos de Lilith
últimamente…parece que ese momento está más cerca que tarde.
—Así que son peones —respondí, haciendo una mueca de desagrado—.
¿Es que todos tienen fines egoístas? ¿No hay actos altruistas y
bienaventurados?
—Puedes mirarlo así si quieres, pero piensa que si Lux permitiera que
los seres de Nyx se propagaran sin control y gobernara el caos, todo podría
empeorar. Lilith se mueve por las ansias de venganza al haber castigado a
Lucifer haciéndole desaparecer y pretende encontrarlo para crear el
apocalipsis. Quiere eliminar a todos los seres de Lux y usar a los humanos
como donantes de sangre para su especie. ¿Acaso eso es mejor? ¿Condenar a
la humanidad a siglos de desolación y tortura? —susurró y observé como la
energía que salía de sus manos se tornó oscura, como sus ojos.
—No, tienes razón —suspiré, estremeciéndome al ver como sus ojos y
energía volvieron a la normalidad—. Pero eso no quita que pretendáis que
arriesguen su vida si eso sucede al enfrentarse a ella.
—El sacrificio de unos pocos conduce a la victoria de muchos.
—¿De ahí viene tu interés hacia mí?
Suspiré. Estaba cansada de que todos me usaran, solo quería encontrar a
alguien noble que pudiera guiarme por el camino.
—Eres especial, pequeña vampyr y ese tatuaje me dice que un resquicio
de luz habita en ti. Solo hay que potenciarlo para evitar que la oscuridad te
domine.
—¿Y si la oscuridad gana? —pregunté alzando el mentón—. ¿Qué
pasaría entonces?
—No tendrás salvación.
—¿Por qué?
—No hay cabida en el cielo para los monstruos. Solo hay espacio en el
infierno y, una vez allí, créeme que es imposible salir.
—Ya estoy en él —respondí con un hilillo de voz—. He muerto,
¿recuerdas? Soy una vampiresa en transición que se muere por beber sangre
humana. Que se retuerce de dolor al sentir ese dulce olor, que su rostro
cambia y se vuelve aterrador al dejarse dominar… que ha matado al dejarse
llevar por los celos, el odio, la rabia y la desesperación. Soy un monstruo.
—Quizás lo seas, pero Lux te ha concedido una segunda oportunidad al
concederte su gracia y perdón. Serías una insolente si la rechazas —dijo con
seriedad—. Así que piensa bien en qué bando estás. La humanidad es un
bien demasiado preciado como para desperdiciarlo entre lamentaciones y
remordimientos. Y la eternidad es demasiado larga y solitaria. Cualquier ser
inmortal desearía recuperar todo lo que perdió.
—¿Todos los seres de ambos bandos son inmortales?
—No. Solo los más antiguos, exceptuando a los vampiros, claro. Aun así
todos tienen alguna debilidad. La eternidad conlleva una deuda de la que
muchos tratan de escapar.
—Y ¿qué más seres hay? —pregunté fascinada—. ¿Todos tienen
poderes?
—Somos muchos seres: Hadas, dhampirs, ángeles, cambiaformas,
brujos, elementales… y no, no todos tienen poderes. Y, como en todo, hay
una jerarquía de clases. De los seres de Nyx la primera pareja, por así
decirlo, son Lilith y Lucifer y de Lux son Adán y Eva.
—Pero Adán y Eva no continúan aquí, ¿verdad? Me contaron que hay
rumores y leyendas sobre ellos, nada cierto.
—Se rumorea que están escondidos en algún lugar para evitar que Lilith
sospeche algo y poder así aparecer en el momento necesario —susurró,
mirándome con intensidad. Bajo sus ojos comenzaron a aparecer unas finas
líneas doradas de cansancio. Parecía que la curación le estaba dejando
exhausto—. Pero son todo rumores, claro. Nadie los ha visto nunca. Así que
la gran mayoría piensa que dejaron de existir hace ya mucho tiempo.
—¿Y tú que piensas? ¿Es verdad?
—Creo que Lux nunca permitiría que la oscuridad venciera a la luz, así
que estoy seguro que guarda algún as bajo su manga —respondió con la
mirada perdida, para volver a fijarla sobre Morgana, comprobando su
estado—, pero la oscuridad se propaga con rapidez, engullendo todo a su
paso.
Entonces su energía cesó, cayendo al suelo, y apoyó sus manos para
quedarse sentado. Su pecho subía y bajaba acelerado y sus ojeras se habían
incrementado, incluso sus labios comenzaban a agrietarse y el tono de su
cabello estaba tornándose oscuro, como sus ojos.
—¿Estás bien?
—Lo estaré en cuanto me alimente —contestó con voz ronca, antes de
carraspear—. He gastado mucha energía. Más de la que debería.
—¿Puedo hacer algo?
—Parece que por el momento es suficiente con que asimiles toda la
información que te he dado. Tendré que entrenarte para ver si tus poderes
salen a la luz —respondió—. Parece que tienen dificultades al mezclarse
con la oscuridad.
—¿Y por qué me contaste todo esto? ¿No tienes miedo que me consuma
la oscuridad y lo saque como provecho?
—Cualquier beneficio conlleva ciertos riesgos, y es más interesante
apostar por ello. Si Lux depositó su confianza en ti es por algo —contestó,
humedeciendo después sus labios al pasar la lengua.
Asentí con la cabeza. Estaba tan debilitado que apenas podía levantarse
para mantenerse en pie. Le miré apenada y eché un vistazo rápido a
Morgana, sus heridas habían desaparecido y su respiración se había
relajado. Ya no tenía expresión de sufrimiento en su rostro, solo una apacible
paz.
—Por cierto, ¿de qué se alimentan los druidas?
—De vampiros —contestó con seriedad, ladeando su cabeza con una
sonrisa que me produjo escalofríos.
Retrocedí nerviosa hasta chocar con una pared cercana y mi rostro se
transformó, preparándose para un posible ataque al ver como se acercaba
lentamente. Entonces se detuvo y se echó a reír, dulcificando la expresión
cansada de su rostro.
—Es broma —dijo con un brillo infantil en su mirada—. Me alimento de
la naturaleza del bosque. Ese al que fuiste a visitarme.
—¿Ese roble gigante que se enlazaba a los demás? —musité con
dificultad, aun aterrada por el susto que me había dado.
—El mismo. Por eso me resultó extraño que aparecieras ahí de repente.
Ningún ser que no sea druida puede pisar ese lugar. Está en otro plano,
conectado con el terrestre.
—¿Otro plano?
—Es largo de explicar. Dejémoslo en que no está a la vista de cualquier
ser —dijo de forma escueta—. Pero tú…
—Fue en sueños —contesté, haciendo un gesto con las manos—. No era
mi intención molestarte allí. Ni siquiera sabía cómo eras.
—Habrá que intentar enlazar tu poder a los sueños —murmuró para sí,
rascándose la nuca—. Quizás así…
Sus cavilaciones fueron interrumpidas al escuchar toser a una voz
femenina que se encontraba a nuestro lado. Morgana miró a ambos
sorprendida y observó a su alrededor antes de comprobar el estado de su
cuerpo y suspirar aliviada.
—Ryuk —dijo a modo de saludo—. No esperaba encontrarte aquí.
—Ya ves. Resulta que soy una poción andante para brujas.
—Mea culpa —respondió ella con una sonrisa amable—. No tenía que
haber pisado el terreno de Ira.
—¿Ira? No sabía que ahora te iban las emociones fuertes. Brujas de Lux y
licántropos malditos no casan bien.
—No me digas, árbol —respondió poniendo los ojos en blanco—. Me
parece que lo he experimentado.
—Mejor no pregunto cómo llegaron a atraparte.
—Sí, mejor, porque es humillante. Fui una estúpida —resopló—. En fin,
¿qué hace ella aquí? A ti esperaba encontrarte pero a esta chica…no.
—No soporto a los seres de Nyx, y necesitaba a alguien al lado por si
consumía demasiada energía.
—Ella es un ser de Nyx, Ryuk —respondió arrugando la frente.
—Pero no del todo. Se nota desde lejos que está en transición.
—Miénteme lo que quieras, pero sé de sobra que tienes algún tipo de
interés sobre ella. Y pude comprobar que tiene algún poder extraño, no es
una vampiresa común. ¿Me equivoco?
—No, no te equivocas —sonrió—. Pero no compartiré mis teorías
contigo, querida Morgana.
—Pensaba que estábamos en el mismo equipo —contestó en tono infantil,
poniendo morritos.
—No teniendo a una purasangre de hermana que ama hacer masacres. No
es una buena influencia para ella.
—Así que, ¿la vas a proteger?
—Creo que de eso ya se encarga cierto vampyr envidioso —rio.
Sonreí al pensar en Nikola y recordé que aun debía decirle el objetivo de
Ira. Debíamos ir a Edimburgo cuanto antes o todo empeoraría a pasos
agigantados. Miré a ambos intranquila, si Morgana ya estaba bien quizás ya
podríamos regresar. En el fondo deseaba volver a ver a Ana y a Angie. Tenía
que comprobar que estuvieran bien. Y Arthur, mi… padre, esperaba que me
aceptara y me diera explicaciones. No volví a verle desde que desapareció
el día que Atary me rescató y eso me tenía preocupada.
Decidida, avancé hasta la puerta principal y resoplé al observar que
había una enredadera enroscada al manillar, impidiendo poder abrirla. Miré
hacia atrás y observé a Ryuk apoyado contra el marco de la puerta de
Morgana, observándome con expresión divertida.
—¿Intentando volver con tu amado?
—No es mi amado —bufé—. Y ya hemos acabado aquí. Tenemos asuntos
pendientes que resolver. Así que si fueras tan amable de abrir…
—¿Ah sí? —preguntó levantando una ceja, claramente interesado—.
¿Cómo cuáles?
—Como intentar frenar a Lilith en lo que sea que quiera hacer.
Ryuk mostró una sonrisa amplia de satisfacción y giró la cabeza,
ladeándola ligeramente. Sus ojos verdes brillaron con fuerza, recordándome
a un prado con la hierba recién cortada.
—¿Así que has decidido seguir el bando correcto?
—Más bien soy autodidacta —sonreí, contagiada por su humor—. Me
guío por mis propias reglas.
—Supongo que me conformaré con eso, por el momento.
Con esas palabras, giró sus manos mirando hacia la puerta, consiguiendo
que la enredadera se esfumara y Nikola entró de lleno, mirándonos a ambos
con expresión recelosa, pero su cuerpo se relajó al comprobar que todo
estaba bien.
—No era necesario que atrancaras la puerta —gruñó, clavando su mirada
en Ryuk.
—Créeme que sí, molestáis.
—¿Y Morgana?
—Estoy bien —respondió ella, asomándose desde su habitación—. Ryuk
es un buen druida.
Al escuchar eso, Ryuk alzó sus cejas y arrugó el ceño, cruzándose de
brazos antes de responder con molestia.
—¿Acaso esperabas menos?
—En mi situación ya no esperaba nada —contestó con sorna.
Nikola observó a ambos, parecía incómodo. Entonces posó sus ojos
sobre mí para ordenarme que me quedara quieta. Abrí la boca para
responder, pero no me dio pie. En seguida se dirigió hasta la habitación de
Morgana y cerró la puerta. Básicamente me estaba diciendo que quería
privacidad.
—Parece que nos hemos quedado solos —anunció Ryuk con una sonrisa
lobuna, apoyándose en una pared cercana—. ¿Qué te apuestas a que está
pendiente de lo que hablo contigo? Tiene un alto interés en ti.
—No soy tan importante —resoplé, mirando hacia la puerta donde se
había metido, sin entender nada—. De todas formas, si le molesta ya puede
meterse la molestia por donde le quepa. No haberme dejado sola.
—Uhh —canturreó, mirándome con malicia—. Apestas a celos. Deberías
bañarte.
—¿Sabías que cambias de humor constantemente? —repliqué con poca
paciencia—. Y no es necesario que te metas en temas que no te incumben.
Céntrate en dejar seco a tu árbol.
—Hasta ya hablas como él —rio—. Interesante.
Traté de ignorarle centrándome en potenciar mis oídos para intentar
escuchar lo que decían, pero algo me lo impedía. Es como si sus voces
rebotaran en la pared, distorsionándolas. Parecía imposible escuchar con
claridad.
—No te molestes. Morgana ha hecho un hechizo de silencio.
Chasqueé la lengua en señal desaprobatoria y le dediqué una mirada de
pocos amigos. No entendía por qué tuvo que hacer eso. ¿Qué podían estar
hablando que fuera tan importante como para no poder escuchar?
—Es una pena que sea tan cerrado, ¿verdad? Si tan solo hubiera una
forma de averiguar lo que piensa —canturreó, esbozando una sonrisa
divertida—. Algún método que te desvelara sus pensamientos. Incluso… sus
sentimientos. Aunque eso me costaría de creer. Los vampiros están más
ligados a los impulsos y el propio egoísmo que a los sentimientos humanos
que conducen lentamente a la debilidad. Pero… quién sabe.
—¿Qué insinúas? —pregunté arrugando el ceño. Había conseguido captar
mi atención.
—Ah. Ahora me haces caso —respondió, guiñándome un ojo—. No hace
falta ser muy listo para saber que tienes un vínculo con él. Aunque… No lo
suficientemente fuerte, ¿verdad?
—¿Qué te hace pensar eso?
—Tu forma de actuar te delata, pero más allá de lo meramente
superficial, capto la energía de las personas. Es lo que tiene que ser druida
—respondió, encogiéndose de hombros—. Tu energía está tímidamente
ligada a la suya. Te atrae. Lo que me lleva a pensar en el vínculo de sangre.
—¿Y si aumentara podría saber lo que piensa? Sus… ¿intenciones?
—Ajam —asintió—. Vuestro vínculo físico pasaría a ser mental.
Vuestras almas estarían ligadas, conectadas.
—¿Pero eso no es peligroso?
—Bueno, todo lo peligroso que llega a ser el amor. Una vez que entras en
él ya no puedes escapar. Te hace querer más y más —contestó—. Pero no
será tan peligroso cuando todas las personas pasan la vida desesperadas,
anhelando encontrar su alma gemela. Y cuando lo hacen no hay nada
comparable. Es un sentimiento de éxtasis y plenitud que rompe todas las
barreras. Te hace sentir poderosa.
Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza, como un profundo eco
que rebotaba en cada resquicio de mi mente. En mi cuerpo había germinado
una semilla llamada curiosidad. Deseaba romper las barreras que Nikola
había creado, saber por qué se comportaba conmigo de diferente forma,
confundiéndome.
Si era capaz de controlar el vínculo, de ligar mi alma lo suficiente para
conectar con la suya pero sin dejarme atrapar, podría averiguar sus
intenciones. Después solo tendría que alejarme para volver a ser yo misma.
Además, una parte de mí sentía que seguía unida a Atary. Quizás, si me
aferraba a esa parte, todo volvería a la normalidad.
—Nosotros nos vamos ya —dijo Nikola de repente al salir de la
habitación, haciéndome pegar un salto. Me había quedado sumida en mis
pensamientos y no había escuchado sus pasos.
Ryuk se aproximó hasta mí, interponiéndose entre Nikola y yo para
mirarme fijamente e impedir que este me sacara de mala manera de la casa
de Morgana. Entonces se acercó lentamente hasta mi oreja. Podía sentir sus
labios moverse demasiado cerca, poniéndome en tensión.
—Cuando te decidas por un bando, y estoy seguro que serás lo
suficientemente inteligente para decidir de forma correcta, dímelo —susurró
—. Te estaré vigilando entre las sombras.
Nikola nos observó a ambos juntando sus oscuras cejas, pero no dijo
nada. Se limitó a colocarse en posición de defensa, mirando en señal de
advertencia a Ryuk. Sus ojos grises echaban chispas y por la manera en que
clavaba sus dedos sobre mi piel, algo me decía que no aprobaba el
acercamiento que el druida estaba teniendo.
Salí de la casa en el momento que Lenci decidió entrar con un rastro de
sangre pegado a sus labios y, al comprobar que estábamos solos en ese
extraño y solitario lugar, me zafé de su agarre y le miré enfadada. No
entendía su reacción.
—¿Pero qué te pasa? —exclamé—. Me dejas a solas con él y ahora te
comportas como un novio protector. ¡Quién te entiende! Si no lo querías
cerca de mí, haber entrado desde un principio o no haberme dejado ahí
tirada. ¿O estabas tan a gusto solo con Morgana que se te olvidó?
—Vamos, Laurie. Es tarde. —Me advirtió, entornando sus ojos en señal
hostil—. Y no tengo tiempo para tus celos.
—No vamos a ningún lado hasta que me expliques que te pasa. Me
confunde que a veces te comportes de forma amable conmigo y luego me
golpee tu frialdad. No te entiendo.
Nikola miró un instante hacia el cielo antes de exhalar un profundo
suspiro e hizo chirriar sus dientes, tensando su mandíbula con fuerza. Pero
eso me daba igual, estaba demasiado acostumbrada a su cara de molestia.
—No me fío de él. Está demasiado interesado en ti.
—¿Y? Al menos él se esfuerza en explicarme algo más de la situación.
Desde que me convertí me tratas como si lo supiera todo. ¡Y no sé nada de
este mundo! ¡No entiendo lo que me pasa! ¡Ni siquiera comprendo por qué
los sentimientos me dominan así! —grité. Mi pecho subía y bajaba
acelerado.
Nikola aprovechó el momento para sujetarme por la cintura y en lo que
duró un parpadeo me encontré apoyada contra un árbol, cuyo tronco hizo un
crujido al darse de bruces con mi cuerpo. Él se encontraba enfrente de mí,
sus manos se habían apoyado con tanta fuerza que había hecho dos agujeros,
ocultándolas. Su cuerpo estaba a escasos centímetros del mío y sus ojos
grises parecían un tornado a punto de arrasar con todo.
—Te trato como tú quieres que te trate. Desde que te encontré no has
parado de intentar demostrar una fuerza y control que no tienes —respondió
con voz ronca y grave—. No has parado de llamar mi atención, de
desafiarme. ¿Y ahora quieres que te explique las cosas?
Tragué saliva al observar sus labios moviéndose cerca de los míos. El
aroma que desprendía su ropa iba adentrándose en mi nariz, alterando mis
sentidos. Por muy enfadada que estuviera con él, prevalecía un sentimiento
de deseo y conexión mucho mayor. Mi bestia interior se revolvía, me
suplicaba que bebiera más sangre de él. Anhelaba el vínculo que se había
empezado a formar al alimentarme de él. Ryuk tenía razón.
—Es peligroso, Laurie —respondió, sin dejar de mirarme—. Si te
alimentas de mí de nuevo el vínculo aumentará. Los sentimientos que ahora
tienes por Atary se entremezclarán con los míos. No pensarás con claridad.
—¿No es eso lo que quieres? —susurré, aun observando la forma de sus
labios. Mis encías comenzaban a dolerme. Podía sentir su sangre
recorriendo las venas que estaban ocultas bajo su piel.
—Lo que quiero es que seas tú quien tome cada decisión, no el vínculo.
Quiero que cuando Atary aparezca, seas tú de forma consciente quien le
rechace porque te has dado cuenta de que todo fue una mentira. Que seas tú
la que decida qué hacer. No quiero ver a una Laurie sumisa y dependiente. Y
mucho menos por mí —respiró, acariciando mi rostro con el aire que salió
de su nariz—. Ya me das suficientes dolores de cabeza como para añadir
más.
—Tengo hambre, Nikola —supliqué, pasando mi lengua por mi labio
inferior mientras le miraba fijamente a los ojos—. Solo un poquito. Podré
controlarme.
Él se revolvió pero no se apartó. Sus ojos se movían de un lado hacia
otro mirándome, dudando. Entonces meneó la cabeza en señal de rechazo y
llevó una de sus manos a mi rostro, atrapando mi labio con dos dedos.
—Sé que es difícil, pero tienes que hacer un esfuerzo y controlarte sin
beber de mí —respondió, tragando saliva—. En estos momentos llevas la
sangre de tres Hijos Oscuros fluyendo por tus venas. Eso te otorga fuerza, y
poder. Lo suficiente para poder continuar sin problemas.
—Eres cruel —protesté—. Yo no tengo tu capacidad de autocontrol. Me
consumen las ansias por alimentarme. Necesito hundir mis colmillos y beber
hasta sentirme llena.
—Sabías perfectamente a quién te juntabas —susurró cerca de mi oído,
dejándome desarmada—. Ahora no me vengas con lamentaciones, porque no
te servirán de nada.
—¿Es que eres de piedra? ¿No sientes las mismas ganas que yo?
Niégame que no te gustaría beber mi sangre hasta saciarte.
—Yo probé la sangre humana, Laurie —respondió con una voz heladora
cargada de intensidad—. Si tus ganas te consumen imagínate lo que es haber
probado la sangre. Haber hundido tus colmillos en piel humana, notar como
se insertan de forma delicada, dulce, y beber aferrando tus dedos a su cuerpo
para que no pueda liberarse. Escuchar sus gritos de terror pero ser incapaz
de frenar, saborear cada sorbo como si fuera un puto paraíso, sentir un
enorme éxtasis que te conducirá a tener un fuerte orgasmo, el cual nunca
volverás a sentir durante el sexo. Esto es mucho mayor. Es… salvaje y
peligroso.
—Pero yo… el vino —repliqué tragando saliva al notar como sus pupilas
se dilataban y se aproximaba más a mí, embriagándome con su aroma a
pecado y perdición.
Observé la expresión de su rostro. Sus facciones se habían endurecido
otorgándole un aspecto salvaje que me generó excitación. Y la situación de
estar solos, ocultos tras un árbol y mi cuerpo atrapado por el suyo no
ayudaban. Todos sus gestos y movimientos me incitaban a abalanzarme a sus
brazos y ser yo quien le empujara hacia otro árbol cercano. Su olor, el poder
que desprendía cada poro de su piel, su sangre… me llamaban para hundir
mis colmillos en él. Quería sentir ese éxtasis. Necesitaba arder en el infierno
que él creaba solo con mirarme. Sabía perfectamente cómo hacerme sentir
desnuda y frágil al acorralarme contra su cuerpo. Me tentaba.
—El vino contenía sangre de Atary para ampliar tu vínculo hacia él —
musitó de repente soltando su respiración sobre mi rostro, haciéndome
estremecer. Parpadeé confusa al escuchar la confesión.
—Su… ¿sangre?
—Sí. Eso hizo que tus emociones hacia él se multiplicaran y tu bestia
interior se despertara. Su sangre desató tu caos.
—Pero ¿y Vlad? Yo no lo rechacé… lo que hice… yo cedí ante él. Me…
—balbuceé confundida.
—Vlad representa el pecado capital de la lujuria, Laurie. —Me cortó él
—. Es complicado de explicar, pero era muy difícil que lo rechazaras. Y
encima te unían lazos de sangre. La conexión padre hija siendo el padre un
vampiro es diferente. La bestia de tu interior digamos que es como una parte
de la suya. Es…otro tipo de conexión.
—Genial —resoplé, sintiendo repulsión al recordar de nuevo que me
había acostado con mi verdadero padre. Uno que tenía más de setecientos
años—, así que estoy unida a él. ¿No tenéis algún hermano más para unirme
también? Digo…ya que estoy. Parece que tengo vínculo para todos. Tiene
gracia que me hayan educado bajo una profunda religión para acabar así. Es
insultante.
—Bueno —sonrió de forma ladeada durante un instante, haciendo que
mis piernas temblaran—. Siempre te queda Ira, aunque ya comprobaste que
la delicadeza y los vínculos amorosos no son lo suyo. Terminar en un
vínculo con él significa soportar su posesividad y malos gestos. No te lo
recomiendo.
—No gracias —dije formando una mueca—. Tengo suficiente con tres
Herczeg.
—El apellido Herczeg era una tapadera para pasar desapercibidos.
Como has podido comprobar no somos hermanos reales, aunque
compartamos sangre de Lilith. De ahí que nos llamen los Hijos Oscuros. Yo
soy Nikola Alilovic, hijo de una campesina y un vampiro provenientes de un
pueblo de aquí de Hungría. Mi… padre se aprovechó de su precaria
situación y la usó para crearme a mí. Fueron órdenes de Lilith.
—Supongo que es la costumbre. Todo esto es difícil de asimilar—
suspiré. Al menos el pensar en Vlad había hecho que mis hormonas se
relajaran. Si no hubiera terminado hincándole el diente a Nikola—. ¿Solo
podéis procrear bajo órdenes de Lilith? ¿No por intención propia?
—Es la primera vez que un Hijo Oscuro ha tenido un hijo. Puede ser
peligroso porque traspasa una parte del alma de Lilith al bebé, otorgándole
un poder… inimaginable. Sé que todo esto es difícil de asimilar para ti y no
quiero involucrarte más de lo que ya estás. Así que será mejor que
continuemos con lo nuestro —respondió, apartándose ligeramente—. Porque
mi autocontrol tiene un límite y últimamente lo estoy rozando con la punta de
los dedos.
—¿Y qué pasaría si lo pasaras? ¿Tan malo sería? —pregunté conteniendo
la respiración.
Observé como su rostro esbozó una sonrisa perversa y se volvió a
aproximar, notando como su nariz rozaba mi mejilla antes de llevar sus
labios a mi oreja. Su cuerpo tocaba el mío, conduciéndome lentamente a la
tortura más lenta y deliciosa.
—Conocerías al verdadero monstruo que habita en mí. Y no te lo
recomiendo —susurró, antes de alejarse para traspasar mi alma con la
tormenta que representaba sus ojos—. Porque tendrías pesadillas para toda
la eternidad.
—¿Tan malvado eres?
—No te haces una idea de lo sádico y salvaje que puedo ser si dejo que
la Bestia me domine por completo. Así que, yo que tú, no intentaría
liberarlo.
—Pero yo soy una vampiresa. ¿Por qué tienes miedo? —cuestioné,
inspirando con fuerza para no dejarme llevar por las sensaciones del
momento.
Una parte de mí, y no sabía lo potente que podía ser esa parte, deseaba
conocer al verdadero monstruo que se escondía en su interior. Pero, ¿y si al
hacerlo me daba de bruces con el mío? ¿Qué pasaría entonces?
—Porque no eres una vampiresa del todo y puede que tu sangre en parte
sea humana. Si la pruebo nadie me asegura que sea capaz de controlarme —
confesó—. Y no he estado todo este tiempo luchando contra mis ansias,
alejándome de ti, para terminar convirtiéndome en aquello que más temo. No
quiero perder mi identidad.
—¿Por eso te alejabas de mí? ¿Mi sangre te tentaba?
—No puedo mantener contacto humano con nadie porque siento su pulso.
La sangre recorriendo sus venas termina adentrándose en mi mente,
volviéndome loco. Puedo sentir como cada glóbulo rojo se desliza por su
cuerpo, invitándome a probarlo. Es una tortura —resopló—. Pero también
me ayudaba a alejarme tu inmadurez y preguntas estúpidas. Realmente me
daban dolor de cabeza.
—Eres idiota —bufé entornando los ojos. Nikola había roto de un
plumazo la atmósfera ardiente que se había formado entre ambos.
Me alejé dándole un empujón y empecé a caminar, tratando de averiguar
dónde estábamos metidos. Me sentía desilusionada porque Nikola había
empezado a abrirse, pero volvía a poner en medio su coraza para impedirme
conocerle realmente. Parecía que había algo que le había hecho el suficiente
daño como para pretender alejar a todos de él mediante burlas y palabras
hirientes. «¿Por qué, Nikola?» pensé para mis adentros, maldiciendo que
fuera tan frío y cerrado.
—Y tú una ingenua. Si me hubieras hecho caso el día que nos conocimos
ahora estarías yendo a misa con el vende Biblias de tu vecino.
—Antes muerta que estar con Richard —resoplé.
—Mira, parece que tu deseo se ha cumplido.
—Sí y ya estoy pagando suficiente penitencia por ello.
—Pues todavía te queda un poco más. Tenemos que buscar a Atary —
informó, empezando a seguirme el paso.
—¿Para qué?
—Para matarlo. Así recuperarás tu humanidad —respondió con voz
pausada. Pero a mí me dejó completamente helada, consiguiendo que dejara
de caminar y me girara para observarle con el rostro desencajado.
—¿Perdona, qué?
Nikola dibujó una sonrisa en su rostro, cargada de maldad.
Capítulo XVI * Edimburgo

—Lo que has escuchado. Tan sencillo como eso.


—No voy a matar a nadie, Nikola. —Le advertí, retrocediendo unos
pasos—. No es ético.
—No estás para darme lecciones de moral, precisamente. Te estoy
diciendo que así puedes recuperar tu humanidad, Laurie. Podrás recuperar tu
vida.
—¿A precio de otra? ¡Estamos hablando de Atary! —grité, moviendo los
brazos de manera enérgica—. Aunque quisiera hacerlo, que no es el caso —
puntualicé—, Atary tiene el doble de fuerza que yo, ¡o el triple! Terminaría
conmigo en lo que dura un parpadeo. Lo que propones es una misión suicida.
—O sea que te apuntas sin pensarlo a joder los planes de Lilith, sin
pararte a pensar en las consecuencias que supone eso, pero te hablo de
terminar con Atary y te echas atrás. ¿Te estás oyendo?
—¡Sí! Lo hago —exclamé incrédula—. El que parece no hacerlo eres tú.
No voy a matar a Atary. Encontraremos otro modo.
—¡Es que no lo hay! —respondió alzando la voz, haciendo que mi cuerpo
se estremeciera—. Morgana me lo dejó muy claro.
—Así que te lo dijo Morgana —resoplé, sintiendo mi sangre entrar en
ebullición—. ¿Por eso tenías que quedarte a solas con ella? ¿Tenías que
dejarme al margen? ¿Cómo sabes que puedes fiarte de ella? Tú mismo me
dijiste que no puedo confiar en nadie.
—Cuanto menos te metas en todo esto mejor, Laurie. No es un juego de
niños. Te lo advertí hace tiempo, y por meter las narices donde no te
llamaban ahora estamos así —contestó, revolviendo su cabello con furia
mientras clavaba sus ojos grises en mi rostro—. Y Morgana es un ser de
Lux, busca lo mismo que yo.
—No quieres que me meta, pero me pides que matemos a Atary.
¡Aplausos! Es una idea realmente maravillosa —contesté, aplaudiendo de
forma lenta—. ¿Ahora esa bruja es vidente o algo así? ¿Es un genio de los
deseos? Porque igual salió de una lámpara maravillosa y no me he enterado.
Quizás por eso le haces tanto caso.
—Para —gruñó—. Me estás dando dolor de cabeza.
—Para tú —repliqué, con los ojos centelleando por la rabia—.
Detendremos a Lilith, pero Atary está fuera de todo esto. No pienso matar a
nadie. No… no puedo hacerlo.
—¿Por qué, Laurie? ¿Por qué perdonar su vida cuando él ha terminado
con la tuya? No tiene sentido.
—¡Porque lo hizo para protegerme! Él quería que me quedara a su lado
—contesté, soltando una bocanada de aire—. Atary me amaba de verdad.
Cerré la boca de golpe al escuchar mis palabras, ni siquiera yo era
consciente de lo que acababa de decir. La parte racional no lo pensaba,
sabía que Nikola tenía razón, pero la otra era superior. El vínculo me ataba a
él como si fuera una cuerda que me apretaba, asfixiándome.
—Suficiente —masculló, haciendo chirriar su dentadura al mover su
mandíbula.
Abrí la boca para intentar aclararlo, pero Nikola avanzó hacia mí con
rapidez y me sujetó por la cintura para levantarme, colocándome sobre sus
hombros como si fuera un saco de patatas. Molesta, empecé a patalear y
golpearle la espalda. Me estaba sintiendo una niña pequeña, y eso hacía que
quisiera matarle. Más de lo que ya estaba.
—¡Suéltame! —chillé, sin dejar de moverme—. ¡Suéltame o pienso
clavarte los colmillos!
—Si tú te vas a comportar como una niña estúpida e inmadura, yo te
trataré también como tal. —Me advirtió con voz ronca—. Se acabaron las
contemplaciones. ¿No quieres terminar con su vida? Muy bien, rézale a Lux
para que te perdone y te devuelva tu mortalidad. Te deseo suerte, vas a
necesitarla.
—¡Nunca me has contemplado! Desde que me encontraste no has parado
de ignorarme o reñirme. Así no vas a conseguir nada.
—Lo he hecho continuamente —gruñó—. Pero eres tan necia que eres
incapaz de ver la realidad. Estás cegada por ese puñetero amor que tienes
hacia Atary. Te consume. Y ya estoy cansado. Todos sabemos cómo va a
terminar esto y no quiero presenciar el final.
—¡Eso no es cierto! Solo dije la verdad, él me lo prometió en el tren. Si
te duele cómprate tapones para los oídos.
—La verdad es que no se ha molestado en ir a buscarte una sola vez.
Mientras tú estás aquí lloriqueando por su amor, ¿dónde está él? ¿Eh?
¿Dónde? —bramó, sujetándome con más fuerza, haciendo que mi cuerpo
temblara—. Mientras que tú malgastas tus fuerzas por defenderle yo me
rompo la cabeza tratando de hallar la manera de librarte de todo esto. Eres
una desagradecida.
—¡Y tú un idiota! ¡Y un egoísta! Y un… un…
—Prefiero ser un idiota a ser un inmaduro insufrible fácil de manipular
—respondió, llevándonos por dios sabía dónde.
—¡Bájame! ¡Bájame ahora mismo! —chillé—. ¡Nikola! ¡Nikolaaaa!
Continué pataleando mientras él me ignoraba y continuaba su camino,
hasta que por fin dimos con el coche y me metió dentro, poniéndome el
cinturón como si fuera un bebé. Intenté decir algo, pero cerró la puerta con
fuerza en mis narices y se sentó en el asiento del conductor, moviendo las
llaves para arrancar el motor.
Realizamos el trayecto en silencio. Nikola se mantenía tenso con el
cuerpo erguido y los ojos fijos sobre la carretera. Sus manos sujetaban el
volante con fuerza y su rostro tenía dibujada una mueca hostil. Decidí
ignorarle mirando por la ventanilla, tratando de dejar la mirada perdida en
algún punto al azar del paisaje que nos rodeaba. Mi mente estaba
descontrolada pensando en Atary y las palabras de Nikola. No podía hacer
algo así. Y mucho menos a él. Mi propio cuerpo no me lo permitía.
Pero la tensión era palpable en el ambiente y me estaba ahogando. Sentía
una presión en mi pecho que se incrementaba a medida que miraba de
soslayo a Nikola y observaba como sus ojos continuaban centelleando de
rabia. Parecía un volcán a punto de entrar en erupción. Tenía que decir algo
que le hiciera desviarse de su objetivo principal o el silencio acabaría con
mi paciencia.
—Tenemos que volver a Edimburgo. —Le informé a regañadientes.
—¿Para? ¿Ya se te paso el berrinche? —cuestionó sin despegar su vista
de la carretera.
—Ira va hacia allí. Pretende encontrar a Pereza y dárselo a Lilith para
que le devuelva su forma vampírica —respondí—. No tiene nada que ver
con tu estúpido plan suicida.
—Ah, que ese no lo es —contestó con sorna, esbozando una sonrisa
cargada de molestia—. ¿Y qué te hace pensar que está ahí?
—Había unos dibujos en la cueva donde estaba Morgana. Ira se dirige
hacia allí.
—Avisaré a Rocío para que se quede contigo, entonces —informó.
—¿Qué? —pregunté estupefacta—. Estás de broma, ¿no?
—¿Tengo pinta de estar de broma? ¿Me ves riéndome o algo así?
—Pues ya puedes comenzar a reírte porque no pienso quedarme aquí
aburrida entre estas cuatro paredes —respondí—. Tengo que asegurarme que
Ana y Angie están bien. Que mi padre está bien. ¡Que todos están bien!
—Y de paso abalanzarte hacia los brazos de Atary, ¿verdad? —cuestionó
mirándome fijamente por fin, tensando su mandíbula.
—¡No! —chillé molesta—. Esto no tiene nada que ver con él. Tiene que
ver contigo ¡No puedes ir solo!
—Sé cuidarme —replicó—. Llevo haciéndolo durante siglos. Y créeme,
cargar contigo solo lo complicaría todo.
—Necesitas ayuda.
—¿Y llamar la atención de todos los dhampir que habrá por la zona
deseosos de cargarse a algún vampiro? No, gracias —contestó de forma
mordaz—. Tú no me ayudas. Tú das problemas. Muchos —recalcó.
—Puedo buscar a Pereza en sueños, Nikola —dije a la desesperada.
Necesitaba ir con él y asegurarme que todo estaba bien—. Y Ryuk piensa
que aún tengo mucho poder para mostrar. Solo necesito entrenar.
—Ah y tu genial idea es practicar con dhampir sedientos de venganza y
deseosos de acabar con cualquier ser oscuro. ¿No puedes hacerlo con algún
árbol o jarrón como hacen todos? —protestó torciendo la boca.
—¿Quieres que mate a Atary? Pues tendré que volverme fuerte. No
conseguiremos nada así —repliqué—. Y si me dejas aquí pienso encontrar
la manera de escaparme e ir a Edimburgo. No voy a quedarme de brazos
cruzados.
—¿Es que no te cansas de comportarte como una niña? Me das…
—Sí, ya sé —respondí cruzándome de brazos, haciendo un mohín—. Te
doy dolor de cabeza. Pero sabes que tengo razón. Me necesitas.
Nikola soltó una gran bocanada de aire, haciéndome sobresaltar al sentir
la furia que desprendía cada poro de su piel. Sobre todo cuando dio un
puñetazo al volante y se revolvió en el asiento. Entonces me miró fijamente y
sus ojos grises brillaron con fuerza. Su labio inferior temblaba ligeramente,
como si no quisiera pronunciar palabra por miedo a las consecuencias.
—Está bien —gruñó—. Pero no te alejarás de mi lado. Y harás todo lo
que yo diga. Nada de ir por libre, nada de actuar de forma inconsciente. Y,
sobre todo, nada de creerte Kung fu panda o Batwoman. Esto no es un juego,
estamos hablando de Lilith y de Pereza. Y encima tenemos a un licántropo
con malas pulgas suelto por la ciudad.
—Lo encontraré —afirmé, alzando el mentón—. Saldremos de esta.
—Yo no estaría tan seguro.

Al día siguiente tomamos un avión en dirección a Edimburgo. Se me


hacía extraño estar sentada a su lado, sin nadie más a nuestro alrededor.
Seguía abrumándome el hecho de estar rodeada de gente, personas
despreocupadas que conversaban y reían sin percatarse de que había dos
vampiros entre ellos, ambos con sed de sangre.
Sus voces se colaban en mis oídos, podía sentir cada movimiento que
daban, incitándome a abalanzarme a por ellos. No era consciente de lo
absorta que estaba en la sangre que fluía por sus cuellos hasta que sentí la
mano de Nikola rozando la mía, haciéndome pegar un bote sobre el asiento
por el tacto frío de su piel.
Le miré extrañada al notar que esta descansaba sobre la mía, creando un
chispazo que terminó derivando en un cosquilleo por mi vientre. Al
percatarse que lo estaba observando no tardó en quitarla y se revolvió
incómodo en el asiento, exhalando un suspiro.
—Contrólate. —Me advirtió, antes de emitir un carraspeo—. Nos vas a
delatar.
—Tengo hambre —protesté, luchando contra mis ganas de centrarme de
nuevo en los viajeros—. Y el estar aquí metidos sin poder moverme no
ayuda. ¿No podíamos haber ido en eso que explicó Rocío? ¿No había una
empresa especial?
—Tú quisiste venir —susurró acercándose a mi oído—. Ahora te jodes.
—¿Es necesario que seas tan desagradable?
—Sí cuando estás todo el viaje escuchando quejas y lamentos —bufó.
—Tampoco es que me estés dando conversación para distraerme.
Nikola dibujó una sonrisa divertida en su rostro, pero no tardó en hacerla
desaparecer. Aun así el brillo en su mirada que le acompañaba se mantuvo,
haciendo que mi estómago se encogiera durante un pequeño instante.
Atesoraba esos momentos como si de estrellas fugaces se tratara, pues
significaba que estaba ablandando un poco su corazón.
—No sabía que ahora era tu bufón —respondió—. Haznos un favor a
todos y duérmete.
—¿Y si sueño algo malo? —pregunté angustiada.
—Te despertaré si eso sucede.
«Duerme tranquila. Yo velaré tus sueños» las palabras de Atary
rebotaron por mi mente, generando un tortuoso eco que provocaba que mi
pecho me golpeara con un dolor agudo. Echaba de menos su atención, la
manera en la que me trataba, su delicadeza. No podía terminar de asimilar
que hubiera fingido todos los bellos actos que tuvo, los gestos, sus
palabras…
Mi corazón se resquebrajó al recordar la posibilidad de que Nikola
tuviera razón y Atary me hubiera abandonado, dejando mi vida a manos del
destino. Pero no perdía la esperanza. Sentía que mi alma estaba ligada a la
suya, así que era cuestión de tiempo que volviéramos a encontrarnos. Solo
tenía que tener paciencia. Atary volvería a por mí.
Con ese pensamiento rondando mi mente, apoyé la cabeza en el asiento y
cerré los ojos, dejándome abrazar por la oscuridad que albergaba mis
sueños. Al menos así podía dejar de pensar. Sentir tanto por él aun sabiendo
que estaba mal me estaba volviendo loca.
Observé mi alrededor. Me encontraba frente a una enorme nebulosa
oscura, una oscuridad infinita que me impedía ver nada más. Extendí mis
brazos para comprobar que todo estuviera bien. Me extrañaba sentirme
flotando, como si mi presencia fuera invisible, vacía.
Al hacerlo, me di cuenta que carecía de carne. No había nada frente a mí.
Dejé que mi existencia se moviera de forma libre por el lugar, tratando de
averiguar dónde diantres estaba.
Pero el tiempo pasaba y el espacio no cambiaba, permanecía inalterable,
eterno. No había nada más alrededor que no fuera yo. Seguí avanzando sin
seguir una ruta fija, la inmensidad me abrazaba, acompañándome en ese
momento de soledad.
Fue entonces cuando mis ojos empezaron a observar motas luminosas,
como si fueran estrellas alumbrando en la noche. Al principio eran pocas,
pero cuanto más avanzaba más lucecitas empezaban a aparecer.
Al acercarme frente a un grupo, me percaté de que el interior de cada una
era de diferente color. Había motas cuyo núcleo era de color rosado, otras
amarillas, otras azules y verdes, y algunas tenían un abanico de negros y
grises, esas me generaban cierto rechazo. Me hacían retroceder.
Me sentía cautivada, atrapada frente al baile sincronizado que estas
tenían a mi alrededor, parecían acompañarme mediante una danza sencilla
que me transmitía una profunda calma. Parecían alejar todo mal.
Cuanto me hubiera gustado poder seguirles el paso. Lo único que era
capaz de hacer era dejarme atrapar por sus ligeros y bellos movimientos,
como un bailarín realizando unos elegantes pasos de ballet. Pero todo
cambió al ver una inmensa sombra oscura con grandes ojos rojos, como si
estuvieran teñidos de sangre y unos amplios y afilados colmillos que
resaltaban su tenebrosa boca, la cual había abierto, generando el caos y
pánico entre las pequeñas motas brillantes que se movían desesperadas por
la inmensidad.
«Pero… ¿qué es esto?» pregunté aterrada, intentando hacer lo mismo que
ellas y alejarme, pero mis pasos eran lentos y torpes. Como si me hubiera
quedado atrapada en unas arenas movedizas. Esa sombra gigante seguía
apoderándose del espacio, abriendo sus fauces para atrapar todas las motas
que eran incapaces de escapar.
Podía sentir cada mota como si fuera una extensión de mi ser. Cada
puntito brillante engullido generaba una angustia en mí que se adhería a mi
alma, produciéndome un profundo dolor. Incluso parecía escuchar unas
voces lastimeras, unos sollozos infantiles que me hacían querer despertar.
Esta era la peor de las pesadillas posibles.
«Esto solo es un sueño. Despierta, Laurie. Despierta» pensé intentando no
ver nada más, forzándome a volver al mundo de los vivos. «Tú eres la dueña
de tus sueños. Tú eres la única capaz de conseguir despertar». Pero nada. La
sombra seguía rondando a mi alrededor, acabando de forma cruel con todas
las motas que iba encontrando a su paso. Amenazando con devorarme a mí
también.
Mi cuerpo se movía lento, demasiado para mi gusto. Me sentía impotente
al ver que era incapaz de hacer nada por ellas. ¿Qué eran exactamente? ¿Y
esa cosa? Justo cuando mis pensamientos iban y venían tratando de descifrar
el enigma, los ojos de la sombra se encontraron con los míos y me mostraron
un símbolo que era imposible de olvidar: La triqueta.
—Nos veremos pronto, Laurie Duncan —dijo con una voz rota que
rebotaba en todos los rincones de la inmensidad, haciendo que las motas se
encogieran aterradas. Parecía sacada del mismísimo infierno.
—¿Q-quién eres?
—Aquel que todo ser, vivo o muerto, teme. Y por ello vivo encerrado.
Pero tú… poderosa hija del mal, serás la llave que me liberará. Ahí
comenzará mi reinado eterno.
Las palabras resonaron en el espacio, rodeándome de un halo de
oscuridad que hizo que mi alma se estremeciera. Podía sentir la maldad que
le cubría. Su simple presencia me gritaba que lo mejor que podía hacer era
desaparecer. Y sin embargo era incapaz.
—Del que nadie podrá escapar —terminó abriendo sus fauces, haciendo
que mi corazón se paralizara al darme de bruces con la realidad. Cada
partícula que flotaba en la oscuridad repetía sus palabras, y el miedo que
infundía me consumió, haciéndome desaparecer.
—Laurie, Laurie —insistió una voz grave, y abrí los ojos al sentir que me
zarandeaban.
—Nik… ¿Nikola? —pregunté después de tragar saliva. Mi garganta se
había secado al dejarme envolver por la nítida pesadilla que había vivido
como si fuera real.
Mi corazón latía desbocado y al incorporarme me di cuenta que mis ojos
estaban abiertos de par en par y una de mis manos estaba clavada en su
brazo, estaba apretando mis dedos contra su piel, sin parar de temblar. El
pánico me había rodeado y mis sentidos se habían disparado, poniéndose
alerta por la presencia de un peligro inminente.
—Tranquila, solo ha sido una pesadilla —respondió con voz pausada—.
Estás a salvo.
—Ha sido la pesadilla más terrorífica de toda mi vida —mascullé,
intentando tranquilizarme. Mi cuerpo no paraba de temblar.
—No te preocupes, ya estamos cerca de aterrizar.
—¿Y cuál es el plan?
En mi mente todavía resonaban las palabras de ese extraño ser, el tatuaje
de los hermanos Herczeg, de los Hijos Oscuros, me rondaba constantemente.
Daba igual donde fuera que siempre estaba ahí, acechándome.
¿Qué querría decir con que eso de que era la llave? ¿Y poderosa hija del
mal? ¿Acaso esa inmensa sombra me conocía? Eso era imposible. Debió de
decirlo para asustarme, y vaya si lo había conseguido. Mi cuerpo no paraba
de temblar como si fuera gelatina e intentaba abrazarme en señal de defensa,
pues Nikola no era muy bueno en eso de consolar.
Resignada, luché contra el sueño que amenazaba con hacerme dormir de
nuevo. Me negaba a volver a ese extraño lugar. El vello fino que tenía en mis
brazos se me había erizado al recordar el llanto de las motas brillantes,
desesperadas. ¿Qué eran?
Pero me estaba resultando una osadía. Mis párpados me pesaban como si
fueran losas de mármol, amenazando con cerrarse en cualquier momento.
Debía de ser fuerte y luchar, pero ¿por qué me sentía tan cansada? Era como
si una fuerza sobrehumana me arrastrara hasta la oscuridad.
—¿Estás bien? —preguntó Nikola mirándome con la cabeza ligeramente
ladeada y el ceño fruncido—. Los… nosotros toleramos bien el sueño. Y tú
estás extrañamente cansada.
—Me cuesta mucho mantenerme despierta. No sé qué me sucede —
bostecé—. Es como si hubiera un campo magnético atrayéndome poco a
poco. No quiero dormir.
Llevé una mano a mis labios para intentar reprimir otro bostezo. Los ojos
me picaban como si fuera una niña pequeña y el frotarlos no me alivió el
sueño, sino todo lo contrario. Debíamos de aterrizar pronto o terminaría
sumida en un estado de duermevela que me llevaría de nuevo a la peor de las
pesadillas. Me negaba a vivir eso otra vez.
—¿Puedes hablarme o hacer algo? —supliqué—. Necesito centrar mi
atención en algo que no sea dormirme.
—Puedo cantarte una nana si quieres. Eso ayudaría. ¿Quieres la del
coco?
—Vete a la mierda, ¿quieres? Harías un favor a la humanidad —
refunfuñé.
—¿Diciendo malas palabras, Laurie? —preguntó enarcando una ceja—.
Pensaba que eso estaba prohibido a ojos del Señor. ¿Demasiada influencia
maligna?
—Si fuera a una iglesia a confesar mis pecados, el sacerdote se
desmayaría nada más verme —resoplé, recordando las palabras que me
había dicho Vlad—. Me faltan dedos para contar el número de ocasiones en
las que la he cagado. Así que… qué más da un poco más. Y mandarte a la
mierda tiene un efecto relajante.
Nikola esbozó una sonrisa efímera y negó con la cabeza, haciendo un
ruido con la lengua al chasquearla. No me dijo nada, pero parecía
complacido, como si el hecho de ver que había cambiado en cierto modo le
causara satisfacción.
—¿Te alegra?
—Uhmm…Podría decirse que sí.
Le miré con cara de pocos amigos y crucé los brazos. No entendía por
qué se alegraba cuando precisamente mis errores y pecados me habían
llevado a la situación en la que estaba ahora. Tantos esfuerzos por parte de
mis padres para mantenerme perfecta y pura, para que al final todo se
hubiera ido a la mierda. Mi madre estaba muerta y mi padre desaparecido,
no parecía querer saber de mí. Y eso me entristecía. Me hacía sentir que
había fallado de forma estrepitosa.
—Explícate —mascullé.
—No me alegra que hayas acabado así. Me alivia el apreciar que estás
madurando poco a poco, aunque aún falta mucho para que dejes de hacer
estupideces típicas de una niña —respondió poniendo los ojos en blanco—,
pero es un avance. Estás dejando de lado tu inocencia. Y eso es importante.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo ser inocente?
—Que eso te hace débil y fácil de manipular. La gente se da cuenta
rápidamente cuál es tu talón de Aquiles y se aprovecha —contestó,
colocando sus manos sobre la nuca—. No les des el gusto. No creas a las
personas a la primera de cambio. No pienses que los príncipes de Disney
existen, porque incluso ellos tienen su propia motivación. Y no tiene nada
que ver con contentar a sus princesas. Pero claro, eso no lo muestran en las
películas, porque significaría que no hay nadie perfecto en realidad.
Causaría desilusión en la sociedad y no venderían una mierda. No es un buen
negocio.
—Tú ¿me ves como a una niña? —pregunté, dando vueltas a sus palabras.
—Eres una niña, Laurie. Aún te queda mucho por vivir —suspiró—.
Muchas personas te fallarán, te engañarán, te clavarán un puñal en la espalda
y seguramente te romperán el corazón, pero es lo que te hará fuerte. Los
golpes te hacen crecer, te enseñan a no bajar la guardia y estar preparada
para sobrevivir. Pues en esta vida gana el más fuerte, el que no se deja llevar
por los sentimientos —añadió mirándome fijamente—. Esta es la vida real,
no la burbuja en la que te había mantenido tu familia. Te metieron en una
jaula de cristal para intentar protegerte de cualquier problema y peligro
posible, pero fue un error. La intención era buena, sí, pero terminó siendo
una trampa que favoreció al mal.
—Eso ya lo han hecho. He vivido traiciones, rechazos, humillaciones…
No me quedó más remedio que asimilar que vivía en una mentira —respondí
con una mezcla de molestia y profunda tristeza. Sus palabras me habían
dolido como si fuera una sonora bofetada.
Mi corazón latió acelerado pensando en todo lo que había vivido este
año. Cada mentira que había descubierto, cada secreto, cada error, cada
sonrisa falsa que me habían dedicado para luego hacerme daño. Aún estaba
intentando pegar los pedazos rotos de mi corazón, que se habían
desperdigado por el suelo al descubrir la verdad, mi realidad. No estaba
preparada para sufrir otro choque emocional.
—Pero te empeñas en guardar la esperanza y ver el lado bueno de las
personas cuando no lo tienen —resopló, revolviendo su cabello—. La vida
no está hecha para las personas inocentes, pues cuando se quieren dar cuenta
del ataque que van a recibir, ya tienen el puñal sobre su espalda y no pueden
hacer nada por evitarlo. Por eso quiero que abras los ojos, porque no podré
protegerte de todos los golpes que intenten darte por detrás. Solo tú podrás
salvarte.
—No hace falta que me protejas —murmuré—. Ana siempre quiso que
aprendiera a valerme por mi misma y eso es lo que haré. Cueste lo que
cueste.
Observé como abría la boca para contestar, pero no dijo nada. Solo
asintió con la cabeza y miró a nuestro alrededor antes de posar sus ojos
sobre mí. En ese momento la voz de una azafata nos indicó que teníamos que
abrocharnos los cinturones porque estábamos a punto de aterrizar en
Edimburgo. Mi corazón empezó a latir acelerado y un dulce cosquilleo
recorrió todo mi cuerpo, como una mecha a punto de explotar debido a la
mezcla de sentimientos que estaba sintiendo.
Por fin regresaba a casa.
A mi verdadero hogar.
Capítulo XVII * Recuerdos Marchitos

—¿Qué hora es? —pregunté al meternos en el aeropuerto—. ¿Cuál es el


plan ahora?
—Son las seis. Mi intención es parar en el castillo. Seguramente Lilith se
haya dejado algo en relación a Pereza. Algo que nos indique donde puede
estar.
—Pero… ¿no estará allí? Digo, no quiero encontrarme con ella —musité,
sintiendo como un escalofrío recorría mi espina dorsal.
—Eso es absurdo. Seguramente esté la zona cubierta por dhampir —
respondió, esquivando a los viajeros que caminaban con prisa por el amplio
edificio—. Tenemos que tener cuidado cuando lleguemos.
—¡Con más razón! ¿Acaso quieres que te atrapen? ¡A los dos!
—Es el riesgo que hay que correr —resopló—. Te advertí que no
vinieras conmigo, pero nunca me haces caso.
—Quiero ir a Luss —dije de repente, parándome en seco.
Contemplé como sus facciones se endurecieron —más de lo habitual— y
frunció el ceño, oscureciendo sus ojos grises. Detuvo su paso también para
mirarme fijamente y fingí que la expresión de su rostro no me había
intimidado, cuando en realidad me hizo estremecer.
—No estás para pedir caprichos inútiles.
—No es un capricho. —Me quejé—. Es la casa donde he pasado
dieciocho años de mi vida y donde murió mi madre. Quiero ver que todo está
bien. Necesito… alinear mis recuerdos y pensamientos. Quizás mi pa…
Arthur ha vuelto. Lo necesito para cerrar una herida y poder avanzar.
Necesito saber que me perdona, que me sigue queriendo a pesar de todo. Es
mi padre. El único que me vio crecer y creyó en mí. Soy quien soy gracias a
él.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Decirle: Hola papá, sé que ha pasado mucho
tiempo desde la última vez que nos vimos y ¡sorpresa! ahora soy aquello que
más odias, siento haberme mezclado con vampiros y no haberme quedado
quietecita en casa como me advertiste? —respondió con amargo sarcasmo
—. Le va a encantar tu visita, sin duda. Así que no. Desde luego que no.
—No necesito tu hiriente sarcasmo y mucho menos tu permiso —contesté
elevando el mentón, conteniendo todo el aire posible en mis pulmones—.
Porque no te lo he preguntado, lo he ordenado.
—¿Qué parte de no concedo caprichos innecesarios no has entendido?
—¿Qué parte no has entendido tú de…?
—No deberías hablarle así a tu novia, jovencito. —Le regañó de repente
la voz de una anciana, que avanzó con lentitud hasta nosotros, ayudada por su
bastón—. En mi época había que oír y callar porque nadie te defendía y
estaba mal visto, pero ahora lo único que vas a lograr es llevar una patada y
que te deje por otro mejor. Así que valórala como se merece y llévala a
donde ella te esté diciendo. No seas maleducado.
—Señora…
—Nada de señora —respondió negando con la cabeza, mostrando sus
notorias arrugas al indignarse—. Que daño ha hecho en la sociedad el
Cristian Rey ese que tanto lee mi nieta y todos los demás que aparecieron
tras él. ¡Las mujeres no necesitamos hombres que nos traten así! Tendríais
que besar el suelo por donde pisamos. ¡Así que no te molestes en darme
explicaciones baratas! Anda, hijo, bésala. Y quita esa cara mustia que llevas
encima.
Contuve una risa al apreciar de soslayo como el rostro de Nikola se
contraía y pasaba de la ira a la indignación en décimas de segundo. Su labio
inferior temblaba ligeramente y había apretado los puños, mientras que su
frente mostraba unas finas arrugas al poner su mejor cara de culo.
—Vámonos —gruñó por lo bajo y tiró de mi mano con fuerza para que
me moviera.
Esbocé una sonrisa amable a la señora, que lo miraba con estupefacción
al sujetarme de malas maneras y murmuré un «lo siento» antes de alejarnos
por un lateral, donde había una zona con alquiler de coches.
—¿Qué haces? —pregunté, zafándome de su agarre—. Eres un bruto.
—Vamos a Luss, así que deja de protestar.
—¿En serio? —sonreí—. Si llego a saber que solo hacía falta que una
anciana te echara la bronca hubiera buscado a una hace mucho tiempo.
—No te acostumbres —contestó—. Si lo hago es porque no quiero que
me amargues nuestra estancia aquí con berrinches absurdos. Y mucho menos
escuchar la charla de una anciana aburrida y entrometida.
—Lo que tú digas —respondí. Era incapaz de borrar la sonrisa triunfal
que llevaba dibujada en mi cara.
Escogimos un coche que no fuera muy grande y pusimos rumbo a Luss. A
ese pequeño pueblo que me vio crecer y que pasaron tantas cosas
últimamente. Quién iba a decir de una sociedad tan cerrada y religiosa que
estaría tan llena de secretos y traiciones.
El trayecto en el coche se hizo algo largo, sin contar que eran casi dos
horas de viaje. Nikola no era muy conversador y yo estaba absorta en mis
pensamientos mientras miraba por la ventanilla y me dejaba envolver por el
olor que las carreteras escocesas desprendían.
Parecía que habían pasado años desde que me alejé de todo este lío pero,
aunque hubiera sido poco realmente, sentía todo con gran emoción. ¿Lograría
ver a Ana y a Angie? ¿Ambas estarían bien?
Por eso, cuando Nik me indicó que ya habíamos llegado a Luss, di un
bote en el asiento y mi corazón empezó a latir desbocado. No me había
percatado de su presencia. Además, el olor a mar y naturaleza empezaba a
invadir mis fosas nasales, transportándome a mi infancia.
—No podemos quedarnos mucho tiempo. —Me advirtió—. Es tarde y
tenemos que buscar un lugar donde dormir.
—Pero si por la noche es cuando más nos movemos.
—No aquí. Los dhampir patrullan más a esas horas, aprovechando que es
cuando más vampiros salen. Y seguro que no terminaron con todos. Así que
no me arriesgaría.
—Vale —suspiré—. Entonces mejor nos acercamos ya.
Fui caminando mientras admiraba la belleza del lugar, pues no había
reparado antes en ello. Suele decirse que no valoras lo que tienes hasta que
lo pierdes, y en ese momento descubrí el valor que tenía Luss para mí.
El pueblo se encontraba tranquilo, no había ruido a nuestro alrededor y la
naturaleza se mezclaba con las pequeñas casas y tiendas de la zona. Era
como si nada hubiera cambiado. Solo yo.
Nikola avanzaba dos pasos por detrás de mí, seguramente con la
intención de cuidarme las espaldas. Continué mi camino dejándome
embriagar por los recuerdos que me venían de manera continua a la mente,
como si fueran flashes. Mi corazón se encogía en un puño cada vez que
recordaba a mi familia rota y destruida. Como en tan poco tiempo esa
fachada sólida que teníamos se había venido abajo debido a las mentiras y
secretos que nos habían rodeado, devorándonos como bestias hambrientas.
—¿Estás bien? —cuestionó mirándome de soslayo al reparar que me
había detenido frente a mi casa sin mediar palabra.
—Sí, creo —suspiré—. Todo esto es muy duro. Ver como toda una vida
fue destruida en cuestión de segundos. Ni siquiera he tenido tiempo para
asimilarlo, todo porque una loca quiere desatar el apocalipsis y debo lidiar
con el deseo de hundir mis colmillos en la piel de las personas. Y si no lo
hago moriré. Es… absolutamente genial —murmuré, masajeando mi frente
con molestia.
—Ya —respondió Nikola, metiendo las manos en los bolsillos de su
pantalón—. Todos tenemos mierdas encima con las que debemos lidiar día
tras día, y eres tú la única que puede decidir enfrentarlas o huir. Pero, aunque
te decantes por la segunda opción, ellas te perseguirán siempre.
—¿Y las tuyas? Porque pienso que tu carácter frío y hostil solo es una
barrera que pones a modo de defensa para no tener que enfrentarte a ellas.
Te da miedo.
—¿Eso es lo que piensas? —preguntó con voz pausada, avanzando
lentamente hasta mí, dejándome sin aliento.
—Sí —respondí, sin dejarme amedrentar por el brillo feroz de su mirada.
—Puede que tengas razón…
Observé perpleja como ese brillo se apagó de golpe, dejando tras él un
halo cargado de melancolía y desazón. Sus pupilas, que antes se habían
posado en mí para intentar intimidarme, ahora se encontraban idas, mirando
algún punto fijo del horizonte.
—¿Nikola?
—Vamos —carraspeó—. Estamos perdiendo el tiempo con
conversaciones existenciales que no llevan a ningún lado.
Abrí la boca para responder, pero la cerré al notar la tirantez que tenía su
cuerpo en ese momento. Sus facciones se habían endurecido y estaba segura
de que era otro mecanismo de defensa, para evitar sacar sus sentimientos a
la luz. Nikola se esforzaba en mostrar la fachada de un chico duro e
insensible, pero dentro habitaba uno dolido y solitario que había perdido a
su familia hacía ya mucho tiempo.
Como yo.
Aunque me costara reconocerlo, Nikola y yo éramos parecidos. Dos
personas con muchos problemas a cuestas, luchando por intentar mantenerse
en pie y nadar a contracorriente de todo el mal que amenazaba con hacernos
flaquear.
Aunque me costara aceptarlo, estaba empezando a ver porqué Franyelis
le tuvo cariño y le admiraba de esa manera. Porque, a pesar de todo, Nikola
avanzaba según sus principios y pensamientos. Dibujaba su camino sin
dejarse influenciar por nadie y era lo suficientemente valiente e
independiente como para enfrentarse a cualquier problema que se pusiera en
su camino. Era un hombre fuerte.
Y tierno.
Cuando bajaba la guardia dejaba entrever a un Nikola vulnerable y
sensible, atento y amable, que era capaz de sacarme una sonrisa sincera. Las
pocas que mi rostro decidía dibujar últimamente habían salido gracias a él.
«Mierda» maldije para mis adentros, contemplando aun la fachada de mi
antiguo hogar para intentar disimular los latidos de mi corazón y como mi
pulso se había acelerado al reconocer el sentimiento explosivo que me
envolvía. No quería admitirlo pero…
Estaba empezando a quererle de verdad.
«Por favor, no me leas el pensamiento» supliqué para mis adentros
mientras uno de mis pies realizaba movimientos circulares en el suelo de
forma inconsciente. «No te atrevas a descubrir lo que no quiero que sepas.
No quiero asumir la realidad». Miré sus ojos con cautela, esperando hallar
algún gesto en su rostro que me indicara que me había quedado desnuda
emocionalmente ante él, pero Nikola continuaba impasible, sumido en sus
pensamientos, sin percatarse de los míos. Así que solté una bocanada de
aire, aliviada.
—Entra de una vez o seremos carnada para dhampir en cuestión de
segundos. Solo se te ocurre a ti quedarte parada como una estatua —gruñó
—. ¿Puedes ser más obvia?
—¿Y tú más molesto? No me dejas ni respirar.
—No vaya a ser que te ahogues —respondió mordaz, poniendo los ojos
en blanco—. Entra ya, Laurie.
La forma en la que sus labios pronunciaron mi nombre me hizo moverme,
sacándome de mi estado de trance. Cada paso que daba para avanzar hasta
mi casa me hacía sentir más miedo e inseguridad. ¿Habría regresado mi
padre ahora que ni mi madre ni yo estábamos? ¿Sería capaz de aceptarme al
percatarse de mi nueva realidad?
Inspiré hondo al acercar mi mano al manillar y abrí con fuerza,
empujando la puerta para ver el interior. Miré hacia mi alrededor tratando de
hallar a mi padre, escuchar algún ruido que me indicara que había decidido
volver.
Pero parecía que no. Solo nos acompañaba el silencio de una casa vacía.
Caminé por el salón sin éxito y recorrí el pequeño pasillo hasta llegar a
la cocina con cierta nostalgia al asimilar que no volvería a ver a mi madre
preparando el desayuno ni mirando la despensa con el ceño fruncido,
pensando en lo que habría que comprar en el supermercado al salir de la
iglesia. Ya no escucharía su voz autoritaria al haber hecho algo mal a sus
ojos, ni se quedaría sentada en el jardín haciéndome compañía mientras leía
algún pasaje de la Biblia para que lo interiorizara. Mi madre se había ido y
el hecho de saber que todo este tiempo había estado bajo la influencia de
Lilith hacía trizas mi corazón. Ella me había arrebatado a mi madre y eso no
se lo perdonaría nunca.
La bestia de mi interior se removió clamando venganza. Deseaba saciar
su ira y hambre casi tanto como yo necesitaba apaciguar el odio y el rencor
que trataba de sostener mi inestable corazón. Pero para eso debía volverme
fuerte. Tenía que ser valiente e independiente como el chico que se
encontraba en la entrada, contemplando el interior en absoluto silencio.
Respetando mis sentimientos.
—¿No vas a pasar? —pregunté, tratando de disimular mi tristeza,
mientras observaba como se mantenía quieto, sujeto al marco que
conformaba la puerta.
—No me has invitado —respondió encogiéndose de hombros—.
Protocolos de vampiros, ¿sabes? No puedo hacer nada.
—Entra.
Nikola por fin respiró aliviado y avanzó con cautela, deteniéndose a
analizar cada rincón que se topaba a su paso. Continuaba con las manos
escondidas en los bolsillos de su pantalón y en el fondo sabía que se sentía
cómodo al habernos podido resguardar del frío invierno que nos
acompañaba.
Seguí mi búsqueda por la casa, consciente de que mi padre no se había
dignado a aparecer. Todo se mantenía intacto y ordenado, como si nadie
hubiera aparecido en todo este tiempo. ¿Acaso había decidido dejar todo
atrás y olvidarse de ambas? ¿Tan poco le importábamos?
Subí por las escaleras para dirigirme a las habitaciones y suspiré al
darme de bruces con la mía. Todo seguía igual. Las paredes color crema
iluminaban tímidamente el cuarto y la cama con sábanas azules y flores
daban un toque de color. Los cuadros donde salíamos Ana y yo seguían
colocados sobre las paredes, la cortina de flores tapaba la ventana,
impidiendo pasar el frío, y el pequeño espejo que estaba sobre la cama
mostraba mi reflejo, ese que me costaba observar pues me obligaba a asumir
en qué me había convertido.
Me arrodillé en el suelo de madera frente al gran baúl que tenía en el
reposapiés de la cama. En él guardaba desde pequeña los objetos que eran
más importantes para mí. Al abrirlo sostuve entre mis manos una rosa seca y
desteñida que mi padre me había regalado hacía unos cuantos años. Y eso me
transportó a un bello recuerdo.
—Una rosa bonita para mi flor más hermosa —sonrió con sinceridad,
mostrándome el regalo.
—Mamá te va a regañar, papi. No le gusta que las flores sufran —
respondí con preocupación, pero la sostuve entre mis manos para admirar
su belleza.
Al cogerla, uno de sus pinchos se clavó en mi piel, haciéndome una
pequeña herida que no tardó en sangrar.
—¡Au! —Me quejé llevándome el dedo a la boca para frenar la sangre
—. No me gusta, pincha.
—Las flores más bellas pinchan para protegerse de cualquier mal. No
quieren que nadie las haga marchitar —explicó, quitándome la flor para
mirar mi pequeña herida—. Por eso quiero que la tengas, para que
recuerdes que no debes permitir que nadie te haga daño, mi amor. Usa tus
pinchos si es necesario.
—¿Y si les hago daño yo? —musité haciendo un puchero—. Mamá dice
que soy un monstruo y que debo mantenerme alejada de los demás.
—Tú nunca le harías daño a nadie, cariño. Al igual que la rosa, eres
frágil y delicada. Solo necesitas encontrar a alguien que te sepa cuidar y
valorar como te mereces. No a estos mocosos inmaduros que solo saben
molestar.
—Entonces…no piensas que sea un ¿monstruo? —murmuré, bajando la
cabeza.
—No, Laurie, eres especial. Y no quiero que nadie te haga creer lo
contrario.
Aparté con disimulo una lágrima que empezaba a descender por mi
mejilla y di un beso a la rosa antes de volver a guardarla en su lugar. Nikola
se había quedado a mi espalda sin decir nada, pero cortó el silencio al
percatarse de mi estado de profunda tristeza. Me dolía que todo hubiera
terminado así.
—Me quedaré abajo vigilando —respondió mirándome fijamente,
analizando mi estado—. Cualquier cosa avísame.
—Bien.
Observé como se alejaba tan rápido como llegó y caminé por mi
habitación, tragando saliva al llegar hasta mi ventana. Desde ella podía
observar las casas colindantes y la pequeña iglesia en la que tantas
ocasiones había estado, acompañada de mi madre. La echaba de menos.
Deseaba saber cómo hubiera sido mi vida si el mal no hubiera acechado a
mi familia. ¿Todo hubiera sido diferente? ¿Me habría querido y aceptado?
Mis pensamientos se detuvieron al percatarse de una presencia extraña
junto a la iglesia, no parecía nadie del pueblo. Traté de escudriñar con más
firmeza, intentando discernir sus rasgos. ¿Acaso sería un dhampir? ¿Estaría
de guardia por el pueblo? Eso alarmó a mis sentidos, que se potenciaron por
el posible peligro. ¿Debía avisar a Nikola sobre la presencia del intruso? ¿O
solo sería un vecino curioso?
Al mirar fijamente, me di cuenta que estaba apoyado contra el viejo muro
de piedra con pose despreocupada y llevaba una sudadera oscura con una
capucha que ocultaba parcialmente su rostro, pero sus mechones azabaches
estaban libres, otorgándole un aspecto desenfadado. Me detuve en sus ojos y
el brillo azulado proveniente de ellos me hizo pegar un salto y sujetarme a la
pared con fuerza, hundiendo mis dedos ante la sorpresa y el miedo que
estaba sintiendo.
«No puede ser él» murmuré para mis adentros, sintiendo un temblor
recorrer todo mi cuerpo, haciéndome estremecer.
Pude percibir como sus labios gruesos y sugerentes se curvaron,
mostrando una fina línea maliciosa que me generó un escalofrío. Mi corazón
latió acelerado, amenazando con explotar en cualquier momento. Abrí la
ventana de par en par para inclinarme y observar mejor, ignorando el frío
que empezó a recorrer mi habitación, envolviéndome por completo.
Necesitaba asegurarme que era él o si se trataba de una ensoñación
debido a los nervios, pues últimamente los tenía a flor de piel. «¿Atary?»
murmuré al posar mis manos sobre el alféizar, sintiendo como el viento
invernal las congelaba.
Parpadeé confusa al apreciar como la misteriosa silueta movía sus labios
diciendo algo, pero fui incapaz de interpretarlo. Entonces se alejó,
dejándome aturdida y vacía.
Atary me dejaba incompleta.
Capítulo XVIII * El peso de la culpa

Bajé las escaleras a toda prisa para salir de mi casa y miré hacia mi
alrededor, esperando que sea quien fuese hubiera decidido acercarse y así
poder despejar mis dudas. Pero mis labios formaron un mohín de decepción
al no ver a nadie. La inquietante presencia se había esfumado sin dejar
rastro.
—¿Se puede saber qué haces? —exclamó una voz claramente molesta,
tirando de mí hacia el interior de la casa. Me quejé al sentir mi espalda
colisionar contra una de las paredes de la entrada.
—¡Vi a alguien por la ventana!
—¿Y te parece que quedarte parada buscándolo es una buena idea? —
bufó, colocando sus manos a ambos lados de mi cabeza—. ¡Puede ser un
maldito dhampir, Laurie! ¿Acaso quieres que te clave una flecha y luego te
mate?
—Pero me pareció…
—Me da igual quién te pareciera. ¡Deja de exponerte sin ni siquiera
avisarme! —gritó exasperado, dando un puñetazo a la pared.
—¡Si te avisaba igual se iba!
—¡Se ha marchado de todas formas! ¿No?
Observé su rostro. En estos días me había acostumbrado a ese brillo
feroz que arrasaba su mirada y el gesto torcido de sus labios, en señal de
molestia. Pero eso no quitaba el hecho de que seguía intimidándome de una
manera que me asustaba. Me sentía atraída hacia él a la par que me
inquietaba.
—Sí —suspiré frustrada, intentando alejarme de él—. Le asustó ver tu
fea cara.
—Oh, claro. Muy madura, Laurie —gruñó, entornando los ojos, pero sin
apartarse.
Mi estómago se encogió en señal de molestia y mordí mi labio inferior
para contener mi rabia, puesto que él solo había intentado protegerme.
Estaba decepcionada por no haber sido capaz de reconocerlo. ¿Era
realmente Atary? ¿Estaba buscándome o espiándome? ¿Había venido a por
mí?
Todas las preguntas se agolpaban en mi mente, torturándome, mientras un
cosquilleo placentero recorría mi espina dorsal al sentir la respiración
acelerada de Nikola tan cerca de la mía. Estábamos tan cerca el uno del otro
que los latidos de su corazón se filtraban en mis oídos, impidiéndome
reaccionar.
Me sentía tonta, impotente, débil. Veía sus labios entreabrirse mientras
sus ojos seguían clavados sobre los míos. Una de sus manos se apartó de la
pared y me sobresaltó al sentir como se posaba en mi mejilla, descendiendo
sus dedos hasta mi mentón, alzándolo para poder analizarme mejor. Sus ojos
tormentosos me desarmaban. Generaban en mi interior una explosión de
sentimientos que me consumía en una tortuosa agonía. ¿Qué pasaba conmigo?
«Avariciosa. Te has sentido atraída por los tres hermanos y resulta que
uno es tu padre biológico. ¿Dónde quedó la inocencia y la religión? ¿Es
que acaso necesitas saborear al único que se te resiste?» se burló mi
bestia, removiéndose en mi interior ante el deseo que hacía explosionar cada
parte de mi cuerpo.
Me daba vergüenza admitirlo, pero tenía que reconocer que era verdad.
Nikola me fascinaba de una manera que nunca había imaginado. Y el hecho
de haberme puesto nerviosa solo por pensar que Atary podía estar cerca de
mí no ayudaba. Necesitaba aclararme. Tenía que ser la confusión por todo lo
que había vivido en estos últimos meses. Me estaba afectando tener ese
vínculo.
—¿Laurie? —susurró, haciéndome estremecer al sentir su cálida
respiración rozar mi piel y el tacto de sus dedos acariciando mi mejilla con
cautela—. Te has quedado callada.
—¿No es lo que querías?
—Sí, pero como nunca sucede no puedo evitar preocuparme —respondió
apartándose ligeramente, dejándome expuesta y confundida—. Pensé que
estabas al borde del desmayo.
—Casi —reconocí y pasé la lengua por mi labio inferior para
humedecerlo. Lo sentía seco.
—Bien —asintió y se apartó del todo, dejándome vía libre—. Será mejor
que busquemos un lugar donde dormir. Está anocheciendo y no podemos
llamar la atención. Más de lo que ya hemos hecho.
—¿Por qué no nos quedamos aquí? En vista de que está vacía no pasaría
nada.
—Tu padre es el jefe de los dhampir de aquí y había alguien rondando
fuera. No me parece la mejor opción.
Asentí con la cabeza, aturdida por el acercamiento tan intenso que
acabábamos de tener y acomodé mi cabello. Era un gesto inconsciente que
me daba un poco de tregua para intentar asimilar todo lo sucedido en los
últimos minutos. Primero me pareció ver a Atary y casi me abalancé a
buscarle y después su hermano me acorraló contra una pared de mi casa y
acarició mi mejilla en un gesto tan íntimo que aceleró todo mi sistema. ¿Qué
estaba pasando aquí?
Tenía que serenarme. Este regreso me estaba causando estragos por la
cantidad de recuerdos que me estaban bombardeando. No sabía si era
debido a mi condición o simplemente que la culpa y el arrepentimiento me
asfixiaban, pero tenía que hacer algo. Entonces me di cuenta que aún me
faltaba algo por hacer. Tenía que pedir perdón a las personas que había
fallado. Eso me haría perdonarme a mí misma y podía seguir adelante. Solo
así podría avanzar.
—Necesito ir a otro sitio antes de descansar, Nik. No está muy lejos, así
que no tardaremos mucho. Es importante.
—¿Qué sitio? Te la estás jugando mucho yendo de aquí para allá. Te
estás exponiendo demasiado ante los dhampir de la zona.
—Aun así prefiero arriesgarme. —Me sinceré—. Si no lo hago siento
que el peso de la culpa me va a ahogar. Es una sensación que me aprieta…
no me deja respirar. Necesito liberarme de mi pasado.
—¿Culpa? ¿El pasado? —Insistió—. Tienes que centrarte en el presente.
El resto no importa.
—¡Claro que importa! El pasado nos influye, condiciona nuestras
acciones y nuestra manera de pensar. El pasado nos hace caminar en una
dirección u otra. No se puede esquivar o ignorar así como así. No… no es
tan sencillo dejarlo atrás.
Nikola suspiró e hizo un movimiento con la cabeza, negando. Era un
chico tan hermético que saber lo que pensaba era misión imposible. ¿Por qué
huía de esa manera? ¿Por qué esa insistencia en negar el pasado? Sabía que
tenía un secreto que se esforzaba en ocultar.
—¿Dónde quieres ir?
—Al cementerio de aquí. Necesito enfrentarme a la muerte de mi madre.
Sus cejas se elevaron al escucharme e hizo una mueca con sus labios,
torciéndolos.
—¿Para qué? ¿Qué tiene eso de útil? Ya no está, no va a volver.
Mi corazón latió acelerado al escucharle. Era consciente de que mi
madre no iba a regresar, pero eso no quitaba que necesitaba enfrentarme a
esa realidad. Había estado tan atrapada en ese bucle de sufrimiento y
egoísmo que había sido incapaz de asimilar que la había perdido. Y eso
incluía saber que no podría aferrarme a ese pilar. Que ya no viviría para
protegerme de ese mal que durante tanto tiempo había estado acechándome,
preparado para atacar.
—Tampoco espero que lo comprendas. Solo acompáñame por si alguien
me sorprende por la espalda.
—Como si no lo estuvieras pidiendo a gritos —respondió rodando los
ojos.
Pero accedió.

No hizo falta caminar demasiado. El cementerio se encontraba cerca de


la playa, junto a una pequeña reserva de botes que daba un aspecto menos
sombrío, el olor de la sal marina y el sonido de las olas se solía
entremezclar con los murmullos de los vecinos.
Estaba acostumbrada al lugar. No solo porque había acompañado a mi
madre muchas veces a las misas y funerales, sino porque, en alguna ocasión,
había decidido esconderme del resto cobijándome a la sombra de un árbol
cercano. La capilla oscura y de tejado triangular me relajaba. No entendía el
motivo pero contemplarla me transmitía una extraña sensación de bienestar.
Respiré el ambiente que nos envolvía. Tantos recuerdos y momentos
entremezclándose mientras Nikola tensaba su cuerpo al mirar a su alrededor.
Tenía las manos sujetas, escondidas a la espalda. Estaba tan rígido que
podía pasar por una estatua, se salvaba por el tono pálido de su piel y el
parpadeo discreto de sus ojos.
El cementerio era pequeño. Una zona rectangular rodeada de vegetación y
una valla negra metálica. Acaricié la entrada, compuesta por una puerta de
madera con un tejado negro triangular, parecido al de la capilla. El pequeño
farolillo que colgaba de este emitía una luz tan débil que apenas revelaba las
tumbas más cercanas.
Deambulé de un lado hacia otro, esperando hallar con rapidez el grabado
de la tumba de mi madre. Ya estaba consiguiendo mucho con tener a Nikola
callado, dejándome algo de margen pero sin quedarme sola.
Cuando lo conseguí suspiré. Pasé mi dedo por las letras mientras dejaba
caer mi cuerpo, quedándome arrodillada en el suelo. La vorágine de
emociones fue tan contradictoria e intensa que no pude evitar sollozar. Había
perdido a mi madre por ser pieza de un juego al que no sabía jugar.
Pero lo dejé fluir. Permití que mi cuerpo exteriorizara todo el miedo,
preocupación, tristeza e incertidumbre que tenía retenido. Dejé que los
sentimientos negativos se liberasen con cada inhalación.
Grité. No era consciente de cómo me estaba afectando hasta que vi mis
manos temblar y mi vista se nublaba. Había pasado tantos años sin
entenderla, pensando que me aborrecía porque veía lo peor de mí, cuando lo
que había estado intentado hacer era protegerme. A su manera. Y yo la había
dejado sola en su momento más vulnerable.
—Lo siento, mamá. He tardado en comprender cuál era tu objetivo
mientras me envolvías entre normas y reglas. No entendía ese sentimiento de
sobreprotección y por qué me ocultabas ante los ojos de los demás. Sé que
es complicado gestionar saber que tu hija es diferente, que tiene algo que
provoca rechazo en los demás. Pero te perdono. Lo hago porque lo hiciste de
la mejor manera en que supiste, como pudiste. Te perdono porque, incluso en
el último momento, trataste de salvarme. Siento haber estado tan ciega y
haber caído a esa tentación que tanto te preocupaba. Solo espero poder estar
ahora a la altura. Te prometo que me esforzaré en luchar para que no se
cumpla nuestro mayor miedo. No dejaré que la oscuridad me devore por
completo, cueste lo que cueste. —Suspiré—. Ojalá hubiera una máquina del
tiempo que me permitiera retroceder hasta el punto en que quisieron
controlarte. Me hubiera gustado protegerte yo a ti, liberarte de la carga que
fue haberme concebido. Al menos así me sentiría tranquila, porque tendrías
la vida que siempre quisiste tener. Una vida en paz, sin problemas, sin
errores. Ya que no puedo hacerlo trataré de proteger a las personas que me
quedan. De la mejor manera que pueda. Soy perfecta pero… a mi manera,
mamá. A base de errores estoy descubriendo quién soy.
Musité una oración e hice la señal de la cruz sobre mi rostro, a pesar de
que ese simple gesto me irritara la piel. Sentía que se me había quitado un
peso de encima, aunque eso no borrara mis acciones. La muerte de Franyelis
todavía me acompañaba, recordándome lo que significaba perder el control.
Pero ya estaba. Me había despedido de mi madre y ya podía avanzar.
Sentía cómo mi vida volvía a organizarse, aunque fuera solo una parte. Miré
hacia Nikola y le hice un gesto para indicarle que ya había terminado. Nos
podíamos marchar.
Él asintió con la cabeza y tragó saliva de una forma casi imperceptible.
Seguía tan tenso como antes, el único gesto que diferenciaba un momento de
otro era el brillo nostálgico de sus ojos.
¿Qué se podía esconder bajo una mirada de tormenta? ¿Qué podía ocultar
tras esos silencios y palabras sin pronunciar? Nikola era hermético, sí, pero
estaba segura de que encontraría la manera de conocerle. El peso del pasado
es demasiado fuerte para llevarlo en soledad.
Capítulo XIX * Atracción

Entramos en el coche en un silencio incómodo. Nikola era tan cerrado


respecto a sus pensamientos y emociones que era incapaz de averiguar que
podía pasar por su mente en esos momentos. Lo que me llevó a desear
ampliar el vínculo. Deseaba poder nadar de nuevo entre sus recuerdos para
conocerle mejor. Quería saber más del chico sensible y melancólico que me
confundía y atraía de forma considerable.
El trayecto fue corto. De hecho, fue sincero al decir que iríamos a un
pueblo cercano, pues acabamos aparcando en Culag, el pueblo más próximo
a Luss y que contaba con un número modesto de casitas de piedra junto al
lago que rodeaba las grandes partes de tierra que formaban Escocia. Allí nos
metimos en el único hotel que había y suspiramos aliviados al ver que
quedaban dos habitaciones disponibles, comunicadas tras una puerta que las
unía.
La arquitectura que conformaba el edificio era hermosa. Parecía una
casita más, con la fachada formada por piedras marrones y el tejado
puntiagudo y oscuro, del cual salían dos amplios ventanales blancos que
ayudaban a contemplar el paisaje, ofreciéndole un aspecto sobrio, pero
bonito. Y uno de los laterales conducía a un camino que te llevaba al lago,
así que las vistas eran espectaculares. No podía pedir más teniendo en
cuenta que no habíamos venido a pasar las vacaciones, sino a refugiarnos de
los dhampir y todo el mal que acechaba a nuestro alrededor.
Caminamos por el interior mientras observaba los muebles de madera y
el sencillo bar que había al fondo, donde algunos huéspedes cenaban
despreocupados, sin pensar que dos vampiros acababan de alojarse y
estarían a escasos metros de sus cuellos. «Céntrate, Laurie» me regañé.
«Evita pensar en cuellos y sangre estando cerca de personas».
Suspiré apesadumbrada y seguí el paso a Nikola hasta que llegamos a
nuestras habitaciones. Ni siquiera me molesté en desearle las buenas noches,
puesto que él me había dado la espalda y se había refugiado en la suya sin
decir palabra. Así de odioso y borde era. Había regresado el gélido e
insufrible Nikola.
Al entrar, me percaté de que no era una habitación muy amplia. La
ventana principal me ofrecía las vistas de otra habitación contigua y mi
cuerpo se erizó al percatarme que se trataba de una pareja haciendo el amor
sin preocuparse de la presencia de vecinos curiosos como yo. Tragué saliva
nerviosa al sentir una llamarada recorrer mi cuerpo por el morbo y la
lujuria, recordándome a esa noche de Samhuinn con Vlad pasándoselo bien y
cerré la persiana de golpe, escuchando como la pareja exclamaba un grito,
sobresaltados por el ruido.
—Bien. Si yo no puedo descargar mi adrenalina con el sexo, vosotros
tampoco —murmuré casi para mis adentros mientras revisaba el resto de la
estancia.
Las paredes de la habitación eran blancas, al igual que la cama
individual, con la excepción de su cabecero, que era gris. En un lateral había
un pequeño sillón negro y una mesita blanca que acompañaba también al
sencillo armario. Un mini televisor colgaba de una esquina y a su lado había
una pequeña puerta —también blanca— que seguramente conducía al baño.
Sin olvidarme de la puerta que me llevaba a la habitación de Nikola, que no
me molesté en abrir.
Me resultaba extraño estar tan cerca y tan lejos a la vez de él. La amplia
ventana que había ocultado tras la cortina me permitía dirigirme al jardín,
donde se encontraba el sencillo muelle que conformaba el lago. Era un
ambiente tranquilo, esperaba que lo suficiente para que ningún vampiro o
cazador decidiera merodear, como hacíamos nosotros. No quería que nadie
saliera herido.
Suspiré al ver la hora que era, apenas las diez de la noche. Lo que para
muchos significaba dormir, para nosotros era prácticamente despertar y
empezar a hacer cosas. Me resultaba extraño tener que forzarme a dormir,
aunque debía admitir que estaba cansada, el viaje en avión y luego en coche
se había hecho pesado y las emociones de los últimos días me habían dejado
exhausta. Me costaba controlarlas porque en mi nuevo estado se
potenciaban, amenazando con desbordarse.
Además, mi mente no paraba de recordar la pesadilla que había vivido en
el avión y no quería soñar eso de nuevo. Había sido demasiado angustiosa
como para querer repetirla. Y si Atary estaba cerca… una parte de mí
deseaba encontrarle para poder encararle y averiguar qué sentimientos
surgirían al reencontrarnos. ¿Era mi amor hacia él mayor que el que Nikola,
el solitario sin corazón, despertaba en mí? No lo sabía. Me avergonzaba
sentirme así de dividida, según la educación que mi madre se había
molestado en darme eso estaba mal. No podía tener sentimientos hacia dos
hombres, y además eran hermanos de... ¿sangre? ¿Alma? No. No podía.
Molesta, decidí encender la pequeña televisión y traté de desconectar
viendo una película que parecía que había empezado hacía ya un rato. Me
sonrojé al ver que la pareja principal se había abalanzado sobre la cama y el
hombre no tardó en colocarse sobre ella, haciéndola gemir con sus
movimientos de caderas.
«Demonios» protesté, cambiando de canal completamente sonrojada al
haberse colado los gemidos de esa escandalosa mujer por mi habitación,
«¿Es que todos van a tener sexo esta noche menos yo?». Rodé mis ojos y
agudicé el oído tratando de escuchar algún ruido por parte de mi habitación
contigua. ¿Qué diantres podía hacer Nikola a estas horas? Mi mente perversa
se imaginó a semejante hombre en su intimidad, dando rienda suelta a su
pasión más oscura y no pude evitar abanicarme con las manos. La lujuria que
invadía mi cuerpo de forma lasciva al ser vampiresa era realmente intensa.
No me conocía. Y ser hija de Vlad no ayudaba. Empezaba a parecerme a él.
Pero mi boca formó una amplia “o” de sorpresa al escuchar su voz
varonil cantando la letra de una canción en español. Sonreí con orgullo al ser
capaz de entender algunas frases, sonaba muy seductor.
Relamí mi labio inferior, afectada por el tono ronco de su voz al finalizar
cada estrofa. Solo él podía ser capaz de cantar sonando sexy, incitándote a
pecar. «Oh, Señor» sollocé, mordiéndome el labio con fuerza «Maldito el
momento en que decidiste poner en mi vida a los sexys hermanos Herczeg.
Se convirtieron en mi perdición». Su voz continuaba acariciando mis oídos,
atrayéndome de forma considerable. Destruyendo mi lado racional por
completo.
Me mantuve un rato así, inmóvil, acechándole con mi oído, llegando a un
nivel desconocido para mí como acosadora. El tener los sentidos
potenciados por mi nueva condición era realmente útil en momentos como
este. Me encontraba embebida por su voz rota, con ese deje melancólico que
me hacía estremecer. No necesitaba ser un tritón para hechizarme con su voz,
bastaba el sentimiento que ponía al mover sus sugerentes labios. Fue
entonces cuando la canción finalizó y mi vello se erizó al escuchar su voz en
un murmullo casi imperceptible.
—¿En qué momento se tornó todo tan complicado, Nik? ¿En dónde
cojones te metiste?
Mi garganta se secó al percibir el tono desesperado que había empleado
al pronunciar esas palabras. No me hacía falta verle para saber que estaba
despeinando su cabello azabache y seguramente emitiendo un suspiro
amargo. ¿Lo había dicho por mí? ¿O había algo más que le atormentaba?
Suspiré, sin saber muy bien qué hacer y decidí desnudarme para
quedarme en ropa interior y acto seguido meterme en la cama. No habíamos
traído pijama, así que esa era la única forma posible, pues no me agradaba
dormir con la ropa puesta. Esperaba conseguir dormirme pronto, y lo
suficientemente profundo para no tener que soñar nada extraño y perturbador
que me hiciera preferir mantenerme despierta. Tenía pavor a volver a dar
con esa sombra gigantesca y tenebrosa.
Me removí en el interior de la cama, tapándome hasta el cuello con las
mantas para intentar mitigar los temblores de mi cuerpo debido al frío que se
filtraba por la parte inferior de la ventana.
Todos los momentos vividos con Nikola en los últimos días aterrizaron
en mi mente como fogonazos, recordándome que poco a poco nos habíamos
ido acercando, aunque explotáramos como auténticas bombas al discutir, lo
que solía ser bastante frecuente. Pero me gustaba. Me gustaba provocar esa
furia en él cuando generalmente intentaba ser un iceberg frío e inalterable.
Me sentía poderosa el poder volverle inestable. Era la única capaz de
derretirle con mi fuego.
—¿Qué será de nosotros a partir de ahora, Nik? —murmuré, cerrando los
ojos con fuerza—. Ni siquiera yo misma me entiendo.
Con ese pensamiento me dormí.
Parpadeé confusa al ver ante mí una completa oscuridad, ¿se me habría
metido algo en el ojo? Extrañada, miré hacia mi alrededor sin comprender
nada y un frío helador me acarició la nuca, haciendo que el vello de mi piel
se erizara.
Me giré lentamente hacia mi espalda y solté un grito de terror, mis
cuerdas vocales vibraron en respuesta. Frente a mí se encontraba esa
inmensa sombra con los ojos más perversos e inquietantes del mundo. Su
boca, entreabierta y cubierta de sangre, sonreía con amplitud mostrando sus
afilados colmillos. Pero lo que más me dejó sin habla, con los pies clavados
en la inmensidad, fue el verle pasar la lengua por sus labios con una tortuosa
lentitud, provocando que mi corazón se paralizara.
—Parece que volvemos a encontrarnos, Laurie Duncan —dijo con voz de
ultratumba, la cual se expandió en un escalofriante eco.
—¿Q-qué hago aquí? —pregunté, tratando de hallar algún resquicio de
luz para salir.
—Tú misma sabes la respuesta.
—No. Yo… no quiero estar aquí —respondí abrazándome el cuerpo para
protegerme.
—¿Tienes miedo?
Miré lo que conformaba su oscuro rostro, eran capas y capas de sombras
cubriéndole, como si fuera un manto. Ese ser era cualquier cosa menos
normal. Parecía de otro mundo. Y sí, le tenía auténtico pavor.
—¿Debería?
Estaba tan angustiada que mi corazón latía siguiendo el ritmo de un
antiguo reloj de salón, como si fuera el péndulo que acompañaba a las
pequeñas manecillas. Su sola presencia te alertaba que te alejaras si querías
continuar viviendo, pero mis pies permanecían anclados, como si la
oscuridad los absorbiera.
—Depende de la posición que decidas tomar cuando se desate la guerra
—respondió, y su voz rebotó en cada rincón del extraño lugar, provocando
que mi cuerpo temblara.
—¿La guerra? —palidecí, tragando saliva con fuerza.
—Lux no se quedará de brazos cruzados cuando regrese a la Tierra. Está
claro que intentará luchar para volver a encerrarme —relató—. Pero si es lo
suficientemente inteligente sabrá que no hay poder igual al de los hijos de
Nyx. Tendrá que arrodillarse ante mí y suplicar clemencia.
—¿Y qué tengo yo que ver con todo esto? ¿Qué es este lugar?
—Veo que la curiosidad prevalece por encima de tus miedos, ¿por qué no
dejar que lo descubras por ti misma? Es mucho más satisfactorio.
—Quiero estar preparada a lo que sea que vaya a suceder. —Me sinceré
—. No me gustan los secretos.
—Y sin embargo vives rodeada de ellos. ¿Por qué tu luz continúa
emergiendo? Debería haberse apagado ya.
—Respóndeme. —Le apuré, alzando el mentón—. Ya que he vuelto a esta
pesadilla lo mínimo es enfrentarla.
—¿Enfrentarla? —sonrió, recordándome a la mueca burlona y malvada
del gato Cheshire—. ¿Por qué enfrentarla cuando puedes abrazarla? Sé que
te sientes atraída por ella. La oscuridad desprende un halo que envuelve y
hechiza. No podrás escapar tan fácilmente.
—¿Quién eres? —exclamé—. Muéstrate ante mí.
La sombra amplió su macabra sonrisa mientras sus ojos brillaron con
fuerza, revelando el símbolo de la triqueta en todo su esplendor. Su boca se
abrió de par en par, mostrando sus fauces y sentí sus garras oscuras
clavándose en mi piel, haciendo que un chorro de sangre se deslizara por
mis brazos.
Me removí histérica tratando de liberarme y al sentir mis pies más
ligeros comencé a correr, pero choqué contra un muro invisible que me
impedía pasar. Aun así no me di por vencida y continué, dándome de bruces
una y otra vez, fuera al sitio que fuese me golpeaba una y otra vez. Como si
fuera un pez atrapado en una pecera. Mientras luchaba por salir, la sombra
soltó una risa pérfida y cruel que rebotó por el espacio, envolviéndome para
conducirme lentamente hacia la locura.
—Nunca desafíes al creador del mal, o tu peor pesadilla se convertirá en
realidad. —Me advirtió.
—¿Qué me has hecho?
La sensación de claustrofobia me tenía atada de pies y manos, sentía
como la inmensidad me rodeaba poco a poco, asfixiándome lentamente hasta
hacerme ver borroso, pero sus ojos malignos y su boca carmesí seguían
frente a mí y los veía con nitidez.
—Recordarte tu posición. Parece que tu lado oscuro se ha impregnado de
soberbia y avaricia, así que no te viene mal una dosis de humildad —
respondió—. Nadie está por encima de mí, que no se te olvide nunca. Y
mucho menos una mocosa como tú.
Sus palabras hostiles se clavaron en mi piel como alfileres, provocando
que mis piernas temblaran al sentirse débiles y cansadas, me sentía
desfallecer. Aun así traté de sacar fuerza para mantenerme en pie y llené mis
pulmones con el aire cargado que había a mi alrededor, sintiendo mi bestia
regocijarse ante la maldad que la cobijaba. Eso potenció mi valentía,
haciéndome prácticamente suicida.
—Dices que soy una mocosa inferior a ti, pero bien que necesitas a esta
mocosa para liberarte —expresé con lentitud sin poder evitar dibujar una
sonrisa triunfal, saboreando cada palabra.
Entonces la oscuridad adquirió unas manchas rojizas, que se mezclaban
con el color que tenían ahora sus ojos, los cuales centelleaban furiosos ante
mí, y su boca emitió un siseo atroz que hubiera vuelto loco al más cuerdo,
pero cerré los ojos y murmuré unas palabras para intentar despertar.
Para mi desgracia seguía ahí y él aprovechó en clavar nuevamente sus
garras sobre mi piel, arañando mi rostro para que un reguero de sangre lo
bañara, haciéndome tragarla al llegar a mis labios. Chillé al sentir un
agónico dolor atravesar cada resquicio de mi cuerpo. Parecía que había
llegado hasta mi alma y esta se retorcía envuelta en llamas.
Esa sombra no era poderosa, era el mismísimo infierno.
Por fortuna mi grito resonó en la oscuridad y esta empezó a agrietarse,
dando lugar a unos destellos etéreos que golpearon a la sombra, haciéndola
retroceder como si le quemara. Al llevar los ojos hasta mi cuerpo me
percaté de que mi tatuaje había empezado a brillar y una voz femenina
resonó en mi mente. Era tranquila y pausada, tanto que mi miedo comenzó a
evaporarse. «Todo ha pasado, Laurie. Estás a salvo».
Sus palabras me rodearon como si se tratara de un manto protector y mis
pies empezaron a elevarse. Quedé flotando en ese extraño lugar mientras la
sombra se protegía en una esquina que permanecía en la oscuridad. Eso me
hizo sentir cada vez más libre, más en paz.
—Espero que conserves esa valentía cuando nos veamos de nuevo,
porque será tu final. —Me amenazó, pero sus palabras se quebraron, ya no
era la voz tenebrosa del principio.
Aun así, su advertencia hizo eco por todo el espacio, pero ya no tenía
miedo. Mi cuerpo se encontraba en un plano superior y sentía que la luz me
rodeaba, envolviéndome bajo un manto grueso de algodón que me hizo
perder el conocimiento gracias a su calidez.
Estaba a salvo.
Abrí los ojos y solté una gran bocanada de aire, incorporándome de
donde me encontraba como si fuera un muerto y hubiera resucitado. Mi
pecho subía y bajaba con rapidez y mi pulso estaba disparado, me sentía
aturdida. Me llevó unos minutos reconocer la habitación donde me
encontraba y acostumbrarme a la oscuridad que volvía a rodearme. La única
luz con la que contaba eran unos tímidos resquicios que se colaban por los
agujeros de la persiana.
Llevé las manos a mi pelo, tenía toda mi piel sudorosa por la pesadilla o
lo que hubiera sido eso, así que lo acomodé como pude y me hice una coleta
alta con la goma que llevaba atada en mi brazo derecho. Fuera todo parecía
estar en silencio, lo que hizo que mis oídos se centraran el los latidos
frenéticos que llevaba mi corazón. Nunca me acostumbraría a estos horribles
sueños, me hacían preferir soñar con Vlad —y eso ya era decir mucho, pues
saber que me había acostado con mi progenitor me causaba verdaderas
arcadas.
Todo estaba tan tranquilo que generaba una atmósfera inquietante, la
típica escena de una película de miedo que te indicaba que algo malo estaba
a punto de suceder. Por eso, cuando un ruido extraño sonó por la ventana, no
pude evitar sobresaltarme y llevar una mano hasta mi pecho mientras mis
sentidos comenzaban a agudizarse y mis colmillos se asomaban ligeramente.
Joder, dolía muchísimo.
Me debatí interiormente si acercarme o quedarme refugiada en la cama,
aunque tampoco me agradaba la idea. Parecía que mi valentía había quedado
reducida a cenizas en mi encontronazo con la sombra de mis pesadillas.
El ruido se repitió de nuevo, me recordaba a cuando estaba en mi
habitación de Pollock Halls y el dichoso gato —que resultó ser Katalin—
me acosaba sentándose sobre el alféizar. ¿Sería Atary?
Atary, Atary… solo sabes pronunciar ese condenado nombre, replicó la
voz molesta de mi Bestia. Ve y ataca a quien sea que esté molestándonos en
este momento. Siempre puedes desgarrarle el cuello para que muera
desangrado. Así aprenderá.
Suspiré. No me hacía especial ilusión tener que ir pero, como bien dijo la
sombra de mis pesadillas, la curiosidad siempre prevalecía por encima de
mis miedos. Necesitaba asegurarme de que no se trataba de ese sexi demonio
que me llevó de la mano a mi infierno personal. En el fondo sabía que
teníamos una cuenta pendiente.
Otra vez el ruido.
Nerviosa, me levanté de la cama con gran rapidez y me abalancé hacia la
ventana para subir la persiana, viéndome atacada por el reflejo emitido por
la luna, que luchaba para no verse tapada por las grandes nubes que se
movían en la noche.
Observé hacia mi alrededor apoyando las manos en el alféizar, pero no vi
nada. Aparentemente todo estaba tranquilo y normal. Un escalofrío recorrió
mi espina dorsal al pensar que cualquier ser podría colarse en mi habitación,
yo estaba poniéndoselo en bandeja al entrar en su juego, así que cerré la
persiana de golpe y me santigüé como hacía tiempo atrás, esperando que eso
me concediera algo de protección.
Volví hasta donde estaba mi cama y rebusqué el dije entre la ropa que
había dejado tirada en el suelo, para asegurarme de que aún lo llevaba
encima. Suspiré aliviada al sentir su fría textura entre mis dedos,
quemándome ligeramente las yemas al entrar en contacto con las letras que
había en la parte frontal.
—Bien —murmuré intentando tranquilizarme—. Puedes con esto, Laurie.
Te has enfrentado a Lilith y saliste bastante ilesa. Esto no es nada.
Me quedé inmóvil durante unos minutos, sin ser capaz de meterme dentro
de la cama. Mi condición vampírica me ayudaba a sentirme poderosa, pero
había ocasiones como esta que me recordaba que estaba en transición, así
que seguía aferrada a mi humanidad. Y eso equivalía a sentirme débil y
desprotegida. Todo eso me llevó a recordar un momento de mi infancia,
donde corría a despertar a mi padre para que durmiera conmigo cuando tenía
una pesadilla.
—Papi, papi. —Le zarandeé, esperando que eso le despertara.
—¡Laurie, duérmete! —gruñó mi madre, sin girarse para observarme.
Mi cuerpo tembló en respuesta al escucharla alzarme la voz. Mamá
odiaba que la despertara en mitad de la noche llamando a papá. Aun así
continué un poco más, insistiendo en despertarle. No quería dormir sola.
—Papi…
—¿Qué pasa, princesa?
—He tenido otra pesadilla, papi. Y cuando me desperté…
Cerré la boca, vacilando si contarle o no. A mamá no le gustaba que
dijera que escuchaba una voz en mi cabeza que me susurraba cosas malas.
Decía que tenía que mantenerme callada o todos se darían cuenta del
monstruo que era. Y yo no quería ser un monstruo. Yo quería tener amigos.
Quería ser normal.
—Ya pasó, cariño. Ya pasó. —Me consoló, despeinándome con su
áspera mano—. Ve a tu cama, voy ahora mismo para velar tus sueños.
—¿De verdad? —pregunté temerosa. Mi mayor miedo era que mi madre
no le dejara y me encerrara en mi habitación. No quería que la voz me
atrapara.
—Te lo prometo.
Otro ruido me hizo volver a la realidad. Mi cuerpo se estremeció por el
miedo y me sentí de nuevo una niña pequeña, esa que le suplicaba a su padre
que se quedara para que la protegiera. Necesitaba sentirme segura.
Así que me agaché para buscar mi ropa y la hice un ovillo entre mis
manos. Caminé con rapidez hasta la puerta que me conducía a la habitación
donde Nikola seguramente dormía y la cerré, quedando frente a mí la
oscuridad que me atemorizaba.
Dejé la ropa a mi lado, tirada en el suelo, y observé que la luz de la
ventana también se filtraba en esta habitación, mostrándome una parte de la
cama donde justamente Nikola se encontraba con los ojos cerrados y una
expresión apacible.
El contemplarle así, tan vulnerable y tierno, hizo que mis miedos se
alejaran y mi atención se centrara en sus cejas oscuras y las largas pestañas
que acariciaban la parte superior de sus pómulos. Sus labios carnosos
estaban entreabiertos y el aire que inspiraba alzando su torso desnudo lo
expulsaba de manera lenta por la nariz.
Tragué saliva y me aproximé lentamente hasta donde estaba para poder
apartarle un mechón oscuro que había decidido apoyarse en uno de sus ojos.
No sabía por qué estaba haciendo eso, pero su mera presencia era como un
imán para mí, mis pies se movían de forma inconsciente.
Ya estaba notando el mechón azabache entre mis dedos, haciéndome
cosquillas, cuando Nikola abrió los ojos de golpe y en cuestión de segundos
quedé reducida en el suelo, apresada por su cuerpo desnudo encima del mío,
únicamente cubierto por un bóxer negro que se pegaba a su piel y mis manos
sujetas por las suyas, que apretaban mis muñecas sin delicadeza. Sus ojos
adquirieron un tono rojizo y su boca se abrió mostrando sus grandes
colmillos, haciendo un siseo amenazante.
—Soy yo, Nikola —susurré, atraída por los latidos de su corazón, que se
movía a escasos centímetros del mío—. Soy Laurie.
—Un consejo —gruñó con voz ronca y hostil—: Nunca toques a un
vampiro dormido.
—Lo tendré en cuenta.
Mi cuerpo se quejó al ver como se alejaba, dejándome un vacío por la
falta de contacto de mi piel con la suya. Me incorporé lentamente, ayudada
por mis manos, mientras él se vestía poniéndose su camiseta interior; y
estaba a punto de ponerse también su pantalón cuando me crucé de brazos y
le miré sin entender nada.
—¿Qué haces? —pregunté extrañada, percatándome que yo seguía en
ropa interior.
—Vestirme. ¿No es obvio? —gruñó, removiendo su cabello despeinado.
—¿Te vas?
—¿Qué pretendes? ¿Dormir juntos? —replicó con una risa sarcástica—.
Tienes una habitación al otro lado. No entiendo para qué viniste a molestar.
—No quiero dormir sola —murmuré bajando la cabeza—. Yo… escuché
un ruido.
—Déjame adivinar. Es Atary que ha venido a buscarte montado en un
caballo blanco gruñó—. Avísame cuando te lleve a su castillo.
—¡Lo digo en serio, Nikola! —exclamé, molesta por sus frecuentes
cambios de humor y constantes ataques—. Me siento más segura estando
aquí. Tú no tienes esas horribles pesadillas y el ruido ha sido real.
Él se situó cerca de la ventana, mostrándome como la expresión molesta
de su rostro cambiaba a una más afable al emitir un suspiro de cansancio. Su
labio inferior tembló, vacilando en qué decirme, pero se lo mordió un
segundo antes de contestar.
—Iré a ver. Quédate aquí.
Asentí con la cabeza observando como subía la persiana y abría la
ventana para pasar al otro lado con un ágil salto. Me hubiera gustado pedirle
que se quedara a mi lado pero ya estaba haciendo bastante sacrificándose
para ir a ver. Podía suceder cualquier cosa. Por suerte a los pocos minutos
regresó, mirándome fijamente.
—He peinado la zona. No hay nadie —aseguró.
—Pero yo…
—Lo habrás soñado, Laurie. O te lo pareció. Sería cualquier cosa —
respondió encogiéndose de hombros—. Puedes dormir tranquila.
—Déjame dormir contigo, por favor —supliqué—. La sombra apareció
de nuevo y esta cama es muy grande. No me moveré. Pero no me dejes allí
sola, por favor. Es demasiado real.
Cerré los ojos esperando oír una negativa, pero los abrí sorprendida al
escuchar un suspiro saliendo de sus labios y removió su cabello, mirándome
con duda, para finalmente asentir y hacerse a un lado, quitándose de nuevo su
ropa.
—Pero no te acostumbres. —Me advirtió con el dedo—. Esto no se va a
repetir.
Eso no se lo cree ni él, susurró mi bestia interior, sus pupilas se han
dilatado y tiene el cuerpo tenso por el deseo que le consume. Es tan fácil
hacer que un hombre se doblegue… tiéntalo, ponle a prueba.
Posé mis ojos sobre los suyos y mi corazón se aceleró al comprobar que
mi bestia tenía razón, sus pupilas estaban dilatadas y sus músculos se
acentuaban debido a la tensión que llevaba su cuerpo. Se encontraba de pie
mirándome con indecisión, al lado de la cama. «¿Te pongo nervioso, Hijo
Oscuro?»
—No me pones nervioso —respondió haciendo una mueca de desagrado
—. Solo… no estoy acostumbrado a dormir con nadie. Es algo demasiado
íntimo y personal.
Me mordí el labio inferior, avergonzada por haberme leído el
pensamiento. Cada vez que lo hacía me sentía desnuda ante él, y eso me
abrumaba. Decidí tratar de dejar la mente en blanco y quité la goma que
ataba mi cabello para dejarlo suelto, después me aproximé al otro lado de la
cama para meterme y refugiarme con las mantas que la cubrían. Nikola hizo
lo mismo.
Me quedé de espaldas a él sin saber muy bien qué hacer. No sabía cuánto
tardaba un vampiro en dormirse o si le incomodaría que me girase y quedara
su rostro enfrente del mío. Tenía curiosidad por verle tan cerca de mí, sentir
su respiración acariciando mi piel. Estábamos tan juntos que la lujuria
comenzó a calentarme.
Un cosquilleo cálido invadió mi cuerpo, revolviéndome al convertirse en
un pequeño espasmo. No sabía si Nikola se moría de deseo por mí, pero
tenía que reconocer que saber que únicamente unos bóxer ceñidos le
impedían estar plenamente desnudo me encendía a niveles insospechados.
Me relamí de forma inconsciente el labio inferior y cerré los ojos con fuerza
para intentar tranquilizarme.
—Buenas noches, Laurie —dijo de repente, provocándome un pequeño
sobresalto.
Al final decidí girarme y mi cara quedó frente a la suya, con mis ojos
azules atrapados por los suyos, que brillaban como si fueran estrellas.
Tragué saliva con fuerza para contenerme y no rozar su mejilla en respuesta.
Su torso subía y bajaba a un ritmo lento, pero los latidos de su corazón me
advirtieron que no estaba relajado del todo. Parecía que la situación le
sobrepasaba de verdad. ¿Acaso estaría sintiendo lo mismo que yo?
—Buenas noches, Nikola —respondí, y mi estómago se encogió al sentir
fugazmente su mano deslizarse sobre la mía.
Nik era impredecible, inestable en varias ocasiones, pero eso le hacía
sorprendente y era lo que más me gustaba de él.
Capítulo XX * El Rey Oscuro

Abrí los ojos extrañada, sin saber muy bien dónde me encontraba. A mi
alrededor había oscuridad, exceptuando la luz que se filtraba por la ventana.
Parecía que aún era de noche.
Palpé la cama al escuchar una respiración tranquila a mi lado y fue
entonces cuando sentí la mano de Nikola sujeta en mi cintura, atrayéndome
hacia él. ¿En qué momento había sucedido eso?
Sus ojos estaban cerrados, protegidos por el oscuro abanico que
conformaban sus pestañas. Su pelo, revuelto por el sueño, le otorgaba un
aspecto desenfadado y su torso desnudo, a medio tapar por la sábana,
invitaba a pecar de una forma que mi cuerpo anhelaba. Se notaba que era
hija de Vlad, porque mi mente no paraba de pensar en eso y el deseo me
dominaba. Tenía que controlarme.
Movida por la curiosidad, moví un poco la mano en dirección a su rostro,
atraída por el momento íntimo que estábamos teniendo. Temía que un
movimiento brusco propiciara volver a terminar en el suelo y con él encima,
pero las ganas de querer saber lo que sentiría al entrar en contacto con su
piel era superior. ¿Volvería a sentir esa electricidad?
Inflé mi pecho de aire debido a la indecisión y lo solté por la nariz con
lentitud, intentando no hacer ruido. Estaba decidida, ya que todavía no
habíamos incrementado nuestro vínculo permitiéndome morderle, lo
conseguiría de una forma más humana, más pasional.
Acerqué mis dedos hasta la mejilla del perfil que había dejado al
descubierto y mordí mi labio inferior al sentir cómo por mis yemas
comenzaba a deslizarse una corriente eléctrica, un cosquilleo agradable que
solo me generaba ganas de querer avanzar.
Nikola hizo un ruido extraño, moviendo sus labios, y arrugó su nariz
durante un instante, antes de exhalar un suspiro, pero no abrió los ojos.
Parecía que seguía dormido.
En ese momento mi corazón se disparó. Nunca había llegado tan lejos con
él, pues Nikola rechazaba cualquier contacto físico que fuera más allá de lo
normal. Su coraza no le permitía disfrutar de las increíbles sensaciones que
proporcionaba el tacto piel con piel.
Me aproximé un poco más hacia él. La distancia que nos separaba no era
otra que la respiración que salía por su nariz, haciéndome cosquillas al
acariciar mi mejilla de forma inconsciente. Tragué saliva al observar tan
cerca su carnosa boca, desde ese punto mis ojos podían percibir con total
claridad las finas líneas que conformaban su labio inferior y el pequeño
lunar que tenía algo más abajo, cerca de su barbilla.
¿Es posible sentir que tu corazón da un vuelco y se encoge para luego
expandirse en profundidad, haciéndote flotar? Porque eso era lo que estaba
experimentando yo. No entendía que me sucedía, parecía que estaba
embebida por su exótica presencia, que tanto me intimidaba cuando me
analizaba con esos ojos grises.
Pero ya era tarde para echarse atrás, mi nariz casi rozaba la suya y mis
ojos estaban fijos sobre sus labios, lo que me llevó a humedecer los míos de
forma inconsciente. Un movimiento más y esa conexión explotaría,
convirtiéndose en algo superior. Pero, ¿estaba preparada para eso? ¿Desde
cuándo Laurie Duncan, sinónimo de vergüenza y timidez, se estaba tomando
tantos atrevimientos? Supuse que, cuando el mal te acecha, los miedos se
alejan, dando paso a una agradable libertad.
Cerré los ojos, nerviosa por lo que estaba a punto de suceder, cuando
sentí unas manos apresar las mías y mi cuerpo fue lanzado contra el colchón,
haciéndome rebotar ligeramente debido a la fuerza con la que me había
empujado.
Parpadeé confusa y vi los ojos grises de Nikola abiertos, más de lo
normal, y sus gruesas cejas se juntaron, generando unos finos pliegues sobre
su frente.
Ups, parecía que la había vuelto a liar.
—¿Se puede saber qué haces? —exclamó, exhalando profundamente—.
¿Te has propuesto no dejarme dormir? ¿O es que quieres morir?
—¿Por qué no me dejas besarte?
Le miré dolida, parecía que le molestaba mi atrevimiento. Su cuerpo se
había vuelto a tensar y sus dedos se aferraban a mis muñecas, haciendo una
marca sobre mi nívea piel.
—¡Me has atacado! ¿No puedes ser una persona normal? ¿O es que te va
la necrofilia?
—Yo solo… solo quería…
—No vuelvas a hacer eso. —Me advirtió, siseando las palabras en un
tono frío que congeló mi corazón.
—¿Por qué?
—Porque el beso solo sería la mecha que encendería todo lo que vendría
a continuación —susurró con voz ronca. Sus labios estaban cerca de mi
oreja, rozándola ligeramente.
Tragué saliva. La expresión de su mirada se había relajado, pero su
cuerpo seguía apresándome. Mi piel tocaba la suya cada vez que se elevaba
al inspirar el aire caldeado que se había formado en el ambiente, generando
una deliciosa tensión.
—¿Y? —Le apremié.
—No sería capaz de mantener el control, Laurie. Y sería nuestra
perdición.
—¿Por qué? —protesté—. ¿Qué tiene de malo?
Nikola suspiró y me soltó los brazos, preparado para acomodarse en la
cama y darse la vuelta, dejándome contemplar su amplia espalda con
expresión estupefacta. ¿Podía confundirme más este hombre con sus gestos y
palabras? Me encendía con su apremiante deseo, para luego dejarme fría
como el hielo. Así era él, apasionado e hiriente a la vez. Todo un tesoro.
—No puedo. Así que no vuelvas a tomarte esas confianzas, porque la
próxima vez no tendré tanta paciencia. Y no quieras sobrepasar mi límite, te
lo advierto —murmuró contrariado.
—¿Por qué? —exclamé, incorporándome para poder mirarle a la cara—.
¡No me des evasivas! Explícame porque te acercas para luego alejarte. ¿Es
por Atary? ¿Por Vlad? ¿Te avergüenza que haya sobrepasado la línea con
ellos? ¿Piensas que soy…?
—¡Porque no puedo! —Se incorporó él también, mirándome con rabia—.
Joder, Laurie, deja de querer saberlo todo y comerte la cabeza con dudas
estúpidas que no tienen nada que ver. Hay cosas que simplemente no se
pueden contar y no tiene nada que ver contigo. Simplemente…déjalo estar.
Tú y yo no podemos estar juntos. Asúmelo.
Sus palabras sonaron gélidas, con un toque de indiferencia que hicieron
golpear mi corazón, sacudiéndolo por completo. No me esperaba esa
reacción por su parte, podía notar cómo había algo que nos acercaba. Una
atracción, un deseo, una conexión…algo que no era capaz de definir, pero
era real. Y él, irónicamente, se negaba a asumirlo. ¿Por qué? ¿Por qué me
torturaba de esa manera?
—Está bien —murmuré dolida—. Como quieras.
Me di la vuelta, resentida por lo que acababa de pasar. Cada paso que
avanzábamos equivalían a tres que retrocedíamos. Y eso frustraba. Era como
un muro de piedra que me impedía pasar. Nikola era experto en poner una
barrera de acero entre los dos.
Esperé a que él se diera por aludido e hiciera algo para remediarlo, pero
se levantó de la cama soltando un gruñido de molestia y se puso la ropa.
Acto seguido subió la persiana y saltó por la ventana, dejándome sola y
decepcionada. Nikola era, sin duda, el Hijo Oscuro más complicado con el
que tenía que lidiar.
Ya caerá, todos los hombres lo hacen. Y los vampiros no dejan de serlo,
con la ventaja de que son incapaces de controlar sus impulsos más
salvajes, y eso incluye el deseo.
Me removí el pelo, despeinándome. La situación me había sobrepasado y
mis emociones se encontraban a flor de piel, casi podía palparlas con los
dedos. Miré por la ventana con la esperanza de que Nikola regresara, pero
en el fondo sabía que tardaría un buen rato. Muy valiente para algunas cosas
pero en lo que concernía a los sentimientos se desenvolvía huyendo de mí.
«Muy maduro» pensé para mis adentros.
Así que me quedé tumbada en la cama, sin llegar a meterme dentro, y dejé
la vista fija en el techo, mientras diferentes pensamientos iban y venían,
torturándome al imaginar lo que Atary podría pensar de mí. Necesitaba
aclararme pronto o me volvería loca. Tenía que romper ese vínculo como
fuera.

Horas más tarde Nikola seguía sin aparecer y los rayos del sol
comenzaban a asomarse tímidamente por la ventana, anunciando el amanecer.
La luz comenzó a bañar mi rostro, así que no me quedó más remedio que
salir. Por suerte, Edimburgo tenía fama de ser un sitio nublado, y más en
invierno. Así no me exponía tanto al calor, aún no había controlado en qué
grado me podía afectar.
Me levanté y me vestí con rapidez, llevaba un jersey holgado con unos
pantalones vaqueros y unas botas, perfecto para combatir el frío. Me anudé
el cabello de nuevo en una coleta alta y salí en busca de Nikola, pues no
había nada que pudiera desayunar —a menos que alguien me ofreciera su
hermoso cuello repleto de sangre— cosa que dudaba, por supuesto.
Una vez fuera, atisbé a una figura que me resultaba familiar, la cual se
encontraba sentada a la orilla del lago contemplando el horizonte mientras el
aire invernal desordenaba su cabello azabache y acentuaba el color rosado
de sus labios.
Al acercarme me percaté de que tenía la mirada perdida. Nikola
permanecía inmóvil, sin apenas parpadear. Me resultaba extraño verlo así,
con ese aire tan solitario y taciturno, como si no hubiera nada a su alrededor
que le importara.
—¿Nik? —Le llamé, cruzándome de brazos para resguardarme del frío
—. Llevas mucho tiempo fuera. Y hace frío.
—¿Y?
—Estaba preocupada —enmudecí ante su tono helado, ni siquiera me
miró.
—Pues ya ves que estoy bien. Puedes regresar a la habitación.
—Prefiero estar aquí.
—No es necesario que te pegues a mí todo el rato como si fueras una
sombra. Te dije que no vinieras pero, como siempre, no haces ni puñetero
caso —resopló, y lanzó una piedra que había cerca al lago, generando unas
ondas en el agua.
—Si estás molesto o frustrado no lo pagues conmigo. Tampoco te he
hecho nada.
—Ya, nada —respondió, soltando una risa seca—. Tú nunca haces nada,
pero terminas haciéndolo todo.
—¿Hm?
—Ve a cazar por ahí algún animal. Tienes que alimentarte.
—No sirve de nada, sabes que termino vomitando todo.
Al decir eso, Nikola giró su rostro y clavó sus profundos ojos grises en
mí, torciendo su boca en un gesto de desagrado.
—Pues tendrás que acostumbrarte, como hice yo —respondió—. Sino
terminarás muriendo antes de tiempo. Ni siquiera sé cuánto podrás aguantar
hasta que empieces a debilitarte o tu bestia enloquezca.
—Tú te convertiste en un vampiro, del todo…
—¿No es obvio? —preguntó enarcando sus cejas mientras se señalaba a
sí mismo, antes de volver a mirar el horizonte.
—¿Por qué? ¿A quién…?
—No es asunto tuyo —murmuró con hostilidad.
—Parece que nada lo es —suspiré, sentándome a su lado pero dejando
una distancia prudencial.
Nikola continuó ignorándome, jugando con las piedras que encontraba a
su alrededor, lanzándolas al lago. El sonido que hacían al caer era lo único
que evitaba un silencio incómodo, que me hacía desear meterme en su
cabeza. ¿Tanto la había cagado? ¿Tanto le desagradaba tener conexión
conmigo? Me hacía sentir que no era suficiente para él.
—¿Volvemos a Edimburgo ya? —pregunté, deseando recuperar su
atención y que se relajara.
—Sí. Cuanto antes encontremos a Pereza, antes volveremos a Miskolc
con los demás.
—Seguro que estás deseando volver con Rocío —murmuré molesta al
escuchar sus palabras.
—Pues sí, y poder perderte de vista de una vez. Desde que te encontraron
tu nombre resuena por todos lados. Es agotador.
Su respuesta fue cómo una bofetada para mí. Tragué saliva con fuerza y
apreté mis dedos en un puño, intentando controlar los sentimientos inestables
que recorrían mi cuerpo, amenazando con descontrolarme en cualquier
momento. Se estaba pasando actuando con esa frialdad.
—Tranquilo. No te haré perder más tiempo —siseé, intentando no mirarle
—. Prefiero ir sola antes que tener que soportar a idiotas inestables como tú.
Al menos yo voy de frente, ¿sabes? Mientras tú eres un maldito cobarde que
no es capaz de enfrentarse a la realidad. Me decepcionas, Nikola.
Me levanté de la orilla y corrí a una velocidad sobrenatural, esquivando
cualquier cosa que se interpusiera en mi camino. Serpenteé las pequeñas
casitas del pueblo hasta que divisé nuestro coche e intenté abrir la puerta del
conductor.
No tenía conocimientos de conducción, ni siquiera sabía lo que iba una
vez girabas la llave para encender el motor, pues mi madre no quiso que
sacara el carnet. Pero me negaba a seguir ahí con un compañero tan
insoportable y amargado. Era lo que menos necesitaba en esos momentos.
Me mordí el labio inferior al percatarme que no tenía la llave para irme,
así que el coche permaneció parado, riéndose de mí. Di un puñetazo a la
puerta y me alejé unos pasos, intentando pensar qué hacer.
Suspiré al mirar la carretera y algunos coches que pasaban por ahí. Solo
me quedaban dos opciones: Irme corriendo aprovechando mis nuevos
poderes o hacer autostop. Aunque temía que esto último propiciara dejar a
los conductores morirse desangrados. Y más cuando el sentimiento de ira y
decepción fluía por mis venas, haciendo que mi bestia se revolviera y
creciera, pidiéndome que la dejara dominarme. Pero la ignoré. Aun así de
dolida, prefería aferrarme a mi humanidad. Aun resentida, mi orgullo estaba
por encima.
Así que empecé a caminar en dirección a Edimburgo, pero no pude llegar
muy lejos porque una mano firme me sujetó por el hombro y tiró de mí para
hacerme retroceder, golpeándome de lleno con el duro torso de Nikola. Ese
hombre que estaba cansado de mí pero que, a su vez, no me dejaba en paz.
—¿Se puede saber qué haces ahora? —preguntó entornando los ojos.
—¿A ti qué te parece?
Me revolví para librarme de él y le di un codazo, consiguiendo que me
soltara. Le miré enfadada por la forma en la que me estaba tratando. Su
carácter hosco me sacaba de quicio. No había quien lo aguantara estando así.
—Me parece que te comportas como una niña queriendo llamar mi
atención. Te pones en peligro continuamente.
—Perdona, ¿qué?
—Lo que has oído —masculló, sujetándome por el brazo para llevarme a
su antojo.
—Mira. Llevo días siendo una vampiresa tratando de lidiar con la sed de
sangre. Hace poco asimilé que me acosté con mi padre biológico y además
tengo un vínculo con la persona que me mordió, además de su… hermano, o
lo que quiera que seas. Sin olvidarme que, o mato a alguien, o moriré yo,
pero ¡ja! Ya maté una vez al forcejear con Franyelis en el balcón y cada
noche debo lidiar con mis fantasmas por haberlo hecho —bufé, soltándome
de nuevo para propinarle un empujón y alcé mi voz, sintiendo como mi labio
inferior temblaba—. Por si no fuera poco, tengo sueños o visiones muy
turbias que no se lo deseo a nadie, ni siquiera a ti, por muy odioso que seas.
Y las únicas personas que todavía conservo con vida están lejos de mí y
puede que cuando me vean me rechacen. En este tiempo he perdido un
montón de cosas, me han chupado la sangre, mentido, traicionado,
manipulado, usado y matado, ¡así que no me vengas con que soy lo peor de tu
vida y es muy difícil soportarme! ¡Porque no tengo tiempo ni ganas de
aguantarte yo a ti! Ponte a la cola en mi fila de problemas y cuando pueda te
atenderé. Pero ya puedes ir sentándote, porque esto va para largo.
Le miré desafiante mientras la rabia comenzaba a dinamitar mi sangre,
haciéndola entrar en ebullición. Mis manos temblaban ligeramente, incluso
mi ojo derecho parpadeaba en una especie de tic nervioso. Estaba al borde
de perder el poco juicio que me quedaba. Y eso equivalía a desatar a la
bestia, a abalanzarme sobre él y morderle. Equivalía a dejar salir al
monstruo que permanecía oculto en mi interior.
—¿Has acabado? —murmuró, inhalando una gran cantidad de aire para
almacenarlo en sus pulmones.
—¿Has acabado tú? —Le desafié, tratando de ignorar la adrenalina que
permanecía en mi cuerpo, amenazando con explotar como un volcán en
erupción.
—Sí.
—Bien —asentí—. Pues si no quieres que acabe sumida en otro peligro
del que seguramente me tendrás que sacar, llévame a Edimburgo. Ahora.
Nikola alzó las cejas sorprendido por mi tono autoritario, pero apretó los
labios y desvió la mirada en señal de rendición. Entonces me dio la espalda
y empezó a caminar en dirección al coche. No me lo podía creer, había
dejado al odioso sin palabras. Había conseguido zanjar la discusión.
El trayecto en coche de vuelta agradecí que fuera breve, porque la tensión
entre ambos podía cortarse con un cuchillo. Él no despegaba la mirada del
volante y yo no podía evitar dibujar una sonrisa triunfal en mi rostro. Me
sentía orgullosa de empezar a sacar el carácter. Era hora de dejar atrás a la
Laurie sumisa y asustada que se dejaba arrastrar a merced de los demás.
Empezando por el señor inestable.
Al entrar en Edimburgo mi corazón latió acelerado. El volver a ver los
distintos edificios que habían significado tanto para mí meses atrás me hacía
volver a recordar todo, como si fuera un chicle explotando en mi cara.
Volver a ver la catedral, la residencia de Pollock Halls, la universidad…,
cada elemento que veía hacía que mi pequeño gran órgano diera un vuelco.
Me sentía expectante.
Mientras nos adentrábamos y subíamos por las calles en coche, me
percaté que entre los viandantes se mezclaban algunas personas de aspecto
extraño, con ropa oscura y el rostro semioculto. Estaba prácticamente segura
que eran dhampir.
Miré a Nikola preocupada y abrí los ojos para advertirle, pero él me
miró antes y me hizo un gesto con la cabeza, en señal de que no me
preocupara. Continuamos nuestro camino en silencio y con mis ojos controlé
que ningún peligro nos acechara. Intuía que la visita al castillo ya nos iba a
traer más que suficientes.

Al entrar en el castillo, una tromba de recuerdos llegaron a mi mente,


recordándome lo mucho que habían cambiado estos “hermanos” mi vida. Mi
corazón se encogió en un puño al detenerme en la entrada y observar los
muebles, las alfombras, las paredes, las puertas… Cada rincón del castillo
guardaba algún recuerdo para mí, vivencias compartidas con ellos que me
habían hecho ser quien era ahora. Tanto ruido, tantas voces, tantas risas,
tantos gemidos…y sin embargo ahora… Silencio. Un escalofriante y tétrico
silencio que advertía del mal que acechaba en el exterior.
—¿No te abruma y emociona regresar a casa? Tantos recuerdos y
momentos… Y ahora solo nos rodea un frío y sobrecogedor vacío —
murmuré, abrazándome el cuerpo—. Como en la mía.
Otro día más. Me agotaba tener que controlar la oscuridad que me
rodeaba, hasta el punto de cerrar los puños para no golpear a los niños
con los que iba a clase. Eran malos, podía notarlo. Les gustaba decirme
palabras feas para hacerme llorar, lo sabía por la sonrisa que dibujaban
sus rostros.
En mi interior había un duelo entre mi sensatez y la voz que me
acompañaba. Mi madre se esforzaba en educarme y hacerme seguir una
serie de reglas para no desviarme y revelar mi auténtica identidad. Aunque
Richard se había encargado de esparcirla entre los demás, les había
contado que le había tirado una piedra al quitarme la muñeca y ahora me
llamaban loca. Y monstruo. Eso hacía crecer mi ansiedad.
Yo solo quería juntarme, lo único que quería era encontrar a alguien
que me quisiera de verdad. Que no se burlara, que no se riera de mí, que
no se acercara solo para meterse conmigo frente a los demás. Eso me
hacía sentirme usada, además de sola. Nadie me comprendía. No era tan
interesante como para jugar conmigo o al menos dignarse a saludar. Eso
me hacía estar triste.
Cerré la puerta principal al llegar a casa. Una de las reglas de mi
madre era volver nada más terminaran las clases y meterme en la
habitación para rezar. Eso era siempre lo primero, concentrarme en las
oraciones para expulsar toda la oscuridad que tenía acumulada y después
recitar las frases que tenía apuntadas en un papel aromatizado.
Soy pura. Estoy preparada. Soy perfecta. No hay nada malo en mi
interior. No hay oscuridad. No hay rencor. Solo existe el perdón en mi
vocabulario. Está todo bajo control. Soy una buena chica.
Por eso, aunque la voz de mi padre llegó hasta mis oídos, saludándome
y preguntándome qué tal me había ido en la escuela, subí las escaleras sin
pensar en nada más. Mi mente solo era capaz de repetir las frases una y
otra vez, en una especie de mantra que me relajaba. Pero no tanto como
las pastillas que había empezado a tomar, controladas por mi madre. Eran
tan fuertes que me dejaban agotada. Pero eso no eliminaba la voz de mi
interior. Ella luchaba. Siempre me acompañaba. Me recordaba que sin ella
no sería nadie, no era nada.
Eso había causado muchas discusiones entre mis padres. Él no estaba
de acuerdo en medicarme tan temprano, pero mi madre insistía en que era
lo mejor. Me dolía escucharla decir que no podían exponerme al resto sin
tener eso controlado. Lo denominaba enfermedad.
¿Qué era realmente? Me miraba en el espejo y veía mi rostro
distorsionado. No tenía una imagen clara de lo que era. Y eso me
confundía.
Suspiré antes de depositar la mochila en el suelo y aproveché unos
segundos para ponerme en cuclillas y abrir el baúl que estaba a los pies
de mi cama. Saqué una bella flor, cuyos pétalos me calmaban. Aspiré su
olor mientras intentaba memorizar las palabras. Este se entremezcló con
el aroma de la comida que estaba preparando mi madre en el piso inferior.
Decidí incorporarme y mirar por la ventana. Fuera estaban algunos
niños del pueblo correteando entre los árboles y las casas cercanas. Mi
corazón bombeó acelerado al ver como uno se detenía frente a la mía y le
hacía gestos a otro para que la mirase. Mi cuerpo se tensó al verles reírse
y levantar la cabeza en mi dirección.
Me apresuré a mover la cortina y dejé caer mi cuerpo contra la pared,
intentando serenarme. A vista de ellos siempre sería la rara, la extraña. La
chica solitaria que solo salía de casa para ir a la escuela. El monstruo.
Limpié con disimulo un par de lágrimas que habían decidido caer por
mis mejillas mientras me esforzaba en repetir las frases de mi madre, otra
vez más. Tenía la esperanza de que, si me concentraba lo suficiente y
cerraba los ojos, quizás todo cambiara y podría ser una persona normal.
Dejé pasar los minutos, serenándome, volviendo en sí. Al menos en casa
estaba segura. Al menos estas cuatro paredes eran un refugio donde nadie
me podría juzgar. Con ese pensamiento en mente comencé mi rutina. Mi
estómago rugía hambriento, deseoso de saciarse. Pero tendría que
esperar. Todo tenía que esperar.
—Este nunca ha sido mi hogar —respondió con frialdad, haciéndome
volver a la realidad—. Solo un sitio de paso.
—Aun así…
—Centrémonos en encontrar información sobre dónde puede estar el
paradero de Pereza. Si lo encontramos ponemos a Lilith en jaque.
Con esas palabras avanzó por los pasillos sin preocupación por perderse,
seguramente se sabía el camino de memoria. Recorrimos las distintas zonas
en silencio, acompañados por el ambiente gótico y siniestro que ahora me
parecía. Nunca me había detenido a analizar el castillo en todo su esplendor,
pero debía admitir que ahora que se encontraba desolado daba algo de
miedo. Parecía que los distintos rincones aún albergaban secretos deseosos
de ser descubiertos.
Me mordí el labio inferior al darme cuenta la cantidad de espacios que
habían quedado sin pisar. Era un castillo tan grande que hubiera necesitado
mucho tiempo, pero Nikola se movía de forma autómata, ignorando las
puertas oscuras que impedían ver el otro lado, hasta que llegó a la gran
entrada que conformaba la maravillosa biblioteca. Ese lugar donde ya le
acompañé una vez.
Divisé el espacio pensando donde colocarme, no sabía si ayudarle a
buscar lo que fuera que quería o limitarme a sentarme en alguno de los
mullidos sofás que estaban cerca de las estanterías. Me sentía como un
pequeño pez frente a un inmenso océano en este lugar tan grande, era un
paraíso.
Observé como Nikola se movía de aquí para allá con cara de
concentración y el ceño fruncido. Tiraba de estanterías corredizas para dar
visibilidad a otras que había detrás, incrementando mi fascinación. ¿Podía
ser un lugar más bello para alguien que amaba la literatura, como yo? Desde
el sofá más cercano estudié sus facciones, sus ojos chispeantes, su nariz
arrugada y su mejilla mordida de forma inconsciente al centrarse en su labor
detectivesca.
Cientos de libros quedaban a la vista por el lomo, algunos nuevos, otros
antiguos… había hueco para todo tipo de géneros y edades. Pero, sin duda,
lo que me hizo enarcar mis cejas fue encontrarme con una colección de
libros que versaban de vampiros, desde el relato de el vampiro de John
Polidori, hasta Crepúsculo o Vampyr de Carolina Andújar.
—¿Es en serio? —pregunté, señalando la colección de libros donde
primaba el color negro de las portadas—. ¿Colección de novelas sobre
vampiros?
—Algunos tenemos un humor particular —respondió sin pararse a
mirarme. Estaba inmerso en su búsqueda—. Y nos resulta curioso ver cómo
ha cambiado la manera de reflejarnos con el paso de los siglos. Vlad se
echaba unas risas con los libros que sacan hoy en día.
—Por qué no me sorprende… —suspiré.
—Algunos se aprovechan de la imagen romantizada que nos otorgan para
atrapar a sus presas y manipularlas. Las dejan beber un sorbo de su sangre
para establecer un vínculo especial, prometiéndoles amor eterno, y a cambio
se dejan usar como donantes.
Forcé a mi vista para ser capaz de leer los títulos que iba analizando
Nikola al pasar sus dedos por los diferentes lomos mientras asimilaba sus
palabras. Estaba buscando en una sección que incluía libros de temática
oscura: Libros de ocultismo, de esoterismo, de magia y otros antiguos que
parecían ser recopilatorios con diferentes investigaciones acerca de los
Hijos Oscuros, Lilith y otros seres que, a día de hoy, me costaba asimilar
que convivían a mi alrededor.
—Nunca pensé que pudieran existir libros que hablaran de… nosotros.
—Me sinceré, levantándome para aproximarme hasta ellos—. Es fascinante.
—Siempre ha habido personas que se han dado cuenta que el mal
habitaba entre ellos y dedicaron su vida a investigarnos. Dhampir cazadores,
científicos torturadores, escépticos religiosos… atrapaban vampiros y se
dedicaban a experimentar con ellos, anotando los resultados en las hojas de
sus cuadernos.
—Eso es horrible.
El ruido que hizo al sostener un libro bastante grueso entre sus manos me
sobresaltó, pensando que había alguien dentro del castillo. Nikola sopló sin
cuidado para quitar el polvo que ensuciaba la portada y me miró sin un ápice
de emoción o tristeza. Como si la empatía no estuviera presente en su
vocabulario.
—Por eso nuestra condición no es un juego de niños. Hay personas que
dedican toda su vida a tratar de averiguar cómo terminar con nuestra especie
o, incluso, como alcanzar la vida eterna, o la curación con nuestra sangre.
Cada uno tiene sus propios objetivos sobre nosotros pero el resultado es el
mismo, manejar nuestra vida a su antojo para su propio interés. Para ellos
somos monstruos, bestias salvajes que hay que exterminar.
—¿A ti…?
—No. —Me detuvo, comprendiendo lo que le iba a preguntar—. Pero
vivir con Lilith es la peor de las torturas que puedes experimentar.
Convertirse en un Hijo Oscuro es de las cosas más dolorosas que hay y
saber que te has convertido en una prolongación de su alma… una
abominación… te asfixia lentamente, privándote de libertad.
—¿Y el juicio de Salem?
—Existió de verdad —musitó, leyendo el título del libro que sujetaba
entre sus manos antes de suspirar—. Morgana logró escapar por poco, pero
vio cómo acababan con la vida de algunas compañeras suyas. Nunca
olvidará el horror que reflejaban sus rostros antes de morir ahorcadas.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al escuchar sus palabras. En
parte estaba agradecida por no haber sido bruja en esa época y haber tenido
que vivir tal atrocidad. No entendía por qué había personas que regían su
vida por el mal y disfrutaban haciendo daño a los demás. Todo iría mejor si
cada uno mirara para sí mismo y dejara en paz al resto.
—Revisa este libro. —Me avisó, lanzándomelo para que lo atrapara—.
Contiene información sobre los Hijos Oscuros, y teniendo en cuenta que
Pereza siempre ha sido el mismo…
—Oh, claro. Varían —asentí, sentándome de nuevo para colocar el libro
entre mis piernas—. Siempre pensé que fuisteis vosotros.
—No. Es complicado matarnos, pero no imposible —respondió, dándose
la vuelta para buscar otros—. Cuando se cargaban a uno, Lilith rápidamente
se encargaba de sustituirlo por otro. Por eso nacimos en siglos diferentes.
—¿Cuántos ha habido antes de ti?
—Céntrate en buscar a Pereza, Laurie. —Me advirtió con cansancio,
apretando su tabique nasal.
Maldije para mis adentros, pero hice lo que me ordenó, pasando las hojas
del gran libro, que en extensión era parecido a una gran enciclopedia
universal. ¿Cuántos datos podían recabarse sobre estos misteriosos y
elitistas seres?
Deslicé mis dedos sobre las diferentes páginas, inspirando el aroma que
este desprendía al ser tan antiguo. Su tinta negra e iniciales rojizas
destilaban elegancia. Era sorprendente cómo había soportado el paso de los
años.
Mis ojos se movían a una velocidad vertiginosa tratando de encontrar
alguna parte que me hablara de Pereza, esa gran incógnita que llamaba tanto
la atención de Lilith, la auténtica encarnación de la oscuridad.
Mis dedos se detuvieron a la par que mis ojos detectaron un párrafo
importante, que era acompañado por un dibujo de lo que parecía ser Pereza.
Una especie de demonio – carnero, destacable por sus ojos carmesí y los
cuernos enroscados encima de su cabeza.
Mi cuerpo se estremeció al ver la imagen y leí la explicación con
rapidez, evitando detenerme mucho para no incrementar mi nerviosismo. Aun
así la información era valiosa. Respondía muchas preguntas que había
formulado a raíz de mis espeluznantes pesadillas.
Pereza es el primer pecado capital.
El día que Lux, nuestro señor creador, se enteró de las atrocidades
cometidas por Lucifer desde su destierro a la Tierra y sus intenciones para
destituirle del trono, decidió castigarle con ayuda del trío de ángeles
atrapándolo en una configuración de Aqueronte que desataría su auténtica
esencia, esa que fue creada por tocar las llamas del averno.
De esta manera intentó corregir sus errores al pensar que Lucifer iba a
ser la creación perfecta, combinación de su conexión con Nyx. Pero los
horrores que conformaban su halo provocaron que se fuera corrompiendo,
ciego por su narcisismo y avaricia. Lo que le llevó a rebelarse ante Lux y
pretender ocupar su lugar, pues en él depositaron todos los secretos y
conocimientos de la creación.
Esta configuración ha sido sellada con los cánticos celestiales y el
poder de los tres ángeles y solo podrá ser liberado con el arma usada para
terminar con el mal que había absorbido el alma de Lilitú, fruto de la ira y
humillación que sintió al no doblegarse ante Adán, posterior creación de
Lux, esta vez creada únicamente por él, desatando la furia de Nyx. Que, al
darse cuenta de sus intenciones, usó su poder para transformar el arma
que terminaría con su bella creación en una llave que la liberaría.
Eso provocó una confrontación entre los dos dioses y fue un siglo en la
tierra dominado por las desgracias, producto de la lucha que ambos
encarnizaban, enfrentándose. Plagas, hambrunas, enfermedades,
muertes… asolaron en cada rincón de la tierra, provocando, sin querer, la
expansión de los hijos de Lilith y grandes pérdidas entre los hijos de Adán
y Eva a causa de su frágil mortalidad.
Las posteriores investigaciones, fruto de las visiones que algunos
brujos tuvieron al forzarlos a la inyección Verita, clarificaron que Lucifer
mantenía su poder ocultándose bajo una inmensa sombra que devoraba las
almas de los niños recién nacidos que, al dormir, dejaban su alma a
merced del equilibrio natural del universo. Eso provocaba el crecimiento
de esta abominación, que espera ansioso poder regresar a la tierra y
cumplir con su objetivo inicial: Traer consigo el caos y la desolación para
crear el apocalipsis y aumentar su ejército para lograr, así, obtener el
trono divino. Terminando con la raza humana que proviene de Adán y Eva.
Eso provocaría la extinción de la luz. Y la oscuridad reinaría por
siempre jamás.
Al pasar la página mis ojos quedaron atrapados en una imagen donde
dibujaban a esa inmensa sombra que me resultaba tan familiar. Era la misma
que había visto yo en mis pesadillas. Había conversado con el mismísimo
Satán.
—Pereza es ¿Lucifer?
—Claro —respondió frunciendo el ceño—. ¿Quién te esperabas que
fuera? Lilith no malgastaría su tiempo en buscar a un monstruo cualquiera.
—Pero yo en mis pesadillas le vi. Él… me dijo que yo le liberaría —
murmuré aterrada, haciendo chirriar mis dientes.
—Por encima de mi cadáver —gruñó, clavándome sus profundos ojos
grises—. Si lo liberas será el fin. El caos reinará en la tierra y no habrá ser
sobrenatural o humano que pueda detenerlo.
—¿Piensas que tengo intención de hacerlo? —objeté molesta—. Pero eso
no quita que tenga miedo. Si encontramos ese objeto y Lilith se entera… Irá
a por nosotros. A por mí —maticé.
—Tú céntrate en encontrar su paradero y yo me encargo de Lilith.
Asentí con la cabeza, presionada por hallar alguna indicación sobre
dónde estaba escondida la dichosa jaula de Satán, pero por más que pasaba
las hojas, leyendo con rapidez, no encontré nada.
Minutos más tarde levanté la vista, abrumada por la cantidad de palabras
que me rodeaban, y miré a Nikola haciendo un mohín. La situación me
superaba.
—¡No encuentro nada!
—Prueba con este —respondió sin un ápice de nerviosismo, lanzándome
otro libro.
Agradecí que no fuera tan grueso como el otro, pero la cantidad de
tiempo que debía de haber estado ahí guardado propició que un manto de
polvo me atacara, haciéndome cosquillas en la nariz. Para tener una
biblioteca tan bella no la habían cuidado lo suficiente.
Repetí la acción con el libro, intentando encontrar información nueva que
me ayudara a combatir a ese ser del inframundo, que tanto pavor causaba en
la sociedad con solo mencionar su nombre. Pero fue en vano, tampoco decía
nada.
—No quiero volver a encontrarme con él —susurré con un hilillo de voz
al ser consciente que Nikola me pediría que lo buscara en sueños y cerré el
libro de golpe, captando su atención—. Ya con sentir su presencia me siento
atrapada. Asfixiada.
—No te queda de otra si pretendes que tus amigas continúen viviendo —
respondió—. Así vas y le pides un autógrafo. Seguro que con su actitud
arrogante y narcisista estará encantado de dártelo.
—Muy gracioso —farfullé—. ¿No hay otra manera?
—A no ser que encuentres algo en estos libros, no. No la hay —contestó
con tranquilidad—. De todas formas, solo trata de soñar con dónde está la
configuración de Aqueronte, no con él. No me interesa lo que tenga que
contarnos.
—¡Como si fuera tan sencillo! ¿Acaso piensas que mis sueños son un
libro con un índice para mirar? ¿O un catálogo de pedidos?
—Pues esfuérzate para que lo sea —respondió guardando otro libro en su
mochila—. Porque el tiempo apremia y no solo para ti. A este paso todos
tendremos fecha de caducidad.
Abrí la boca para contestar pero la cerré al llegar a mis oídos un ruido
cercano, como si se hubiera roto un cristal. Mis sentidos se activaron al
instante como gesto de defensa y las líneas purpureas que decoraban el
contorno de mis ojos comenzaron a florecer, acompañadas por el dolor de
encías que indicaban que mis colmillos estaban a punto de crecer.
—¿Has oído eso? —murmuré.
—Hay que irse, ¡ya!
Salimos de la biblioteca corriendo a gran velocidad, yo unos pasos más
atrás para que Nikola me guiara y no terminara dándome de bruces con
alguna pared. Pero nuestra huida no llegó muy lejos, pues cuatro personas de
aspecto sombrío y armas atadas en su cintura aparecieron ante nosotros. En
sus ojos destilaba una creciente rabia.
—Vampiros —gruñó uno de ellos.
Observé como avanzó a gran velocidad para atacar a Nikola, seguido por
otros dos y este sacó a relucir su forma original, que a mí todavía me
intimidaba y me generaba escalofríos pero ellos no se echaron atrás.
—¡Es uno de los Hijos Oscuros! —Le gritó al otro restante—. ¡Tú
encárgate de la otra!
La adrenalina se apoderó de mí, potenciando mis sentidos y reflejos al
máximo, pero sin permitir que la bestia saliera a la luz y propiciara una
masacre. Debía aferrarme a mi humanidad si quería recuperar mi vida
original.
Avancé dispuesta a dejarle malherido empujándole contra la pared, pero
él fue más ágil y dio un salto para terminar clavándome algo en el hombro
que me hizo soltar un alarido de dolor y quedar encogida en el suelo,
dilatando mis pupilas hasta el punto de casi absorber todo el iris.
Traté de revolverme para intentar levantarme del suelo, pero mis
músculos estaban paralizados. Lo único que me funcionaba eran los ojos, que
veían a Nikola luchar con los otros tres, que parecían ser dhampir y lanzó a
uno contra la pared, provocando que esta se agrietara por el impacto.
Contemplé como su compañero se colocaba frente a mí y extrajo una
estaca de madera de su espalda, haciéndola girar entre sus dedos mientras su
rostro dibujaba una sonrisa de satisfacción.
—¿Unas últimas palabras antes de morir?
Eché un último vistazo a Nikola, que al escucharle trató de deshacerse
del molesto dhampir que le faltaba para ir hacia el otro e impedir que este
me clavara su arma, pero fue tarde. Con gran fuerza, clavó su estaca en la
zona de mi pecho, haciéndome soltar un alarido de dolor.
Comencé a ver borroso y el olor de mi sangre llegó a mis fosas nasales,
mi pulso se iba ralentizando y lo único que fui capaz de captar antes de
perder el conocimiento fue unos pasos cercanos y una voz femenina
chillando a pleno pulmón.
Era Ana María.
Capítulo XXI * Hola, Papá

Abrí los ojos y traté de incorporarme. La cabeza me daba vueltas y todo a


mi alrededor se veía borroso, ante mí se alzaba una mezcla de luces y
sombras que me aturdía aún más de lo que ya estaba. Al intentar llevar una
mano a mi frente para apretar la sien, vi que esta no se movía y parpadeé con
fuerza para ver qué estaba sucediendo. Mis muñecas estaban atadas por unas
anillas metálicas que se conectaban con la cama.
Nerviosa, me removí tratando de quitarlas pero con cada movimiento que
hacían estas más se apretaban, haciendo enrojecer mi piel. Un carraspeo
incómodo me hizo levantar la vista, frente a mí estaba Ana y me miraba con
un gesto de decepción o incredulidad. Por su postura estaba claro que no
aprobaba en lo que me había convertido, pero en el fondo podía percibir un
atisbo de ¿pena? Clavé mis ojos en ella mientras seguía intentando
liberarme, aunque lo único que conseguía era hacerme más daño, aun así no
podía parar.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos?
—En la academia de tu padre —respondió sin dejar de mirarme—. No
puedo creerme que hayas acabado así, Laurie. Pensé qué…
—¿Qué? ¿Acaso piensas que yo pedí que me convirtieran? ¿Qué yo deseé
morir y resucitar para vivir acosta de otros? ¿De verdad? —repliqué con
furia, tirando de mis brazos—. ¡Joder!
—Mírate, tú… tú no eres así, Laurie. Estás cambiada.
—No te atrevas a decirme que yo no soy así, cuando ni siquiera yo misma
sé quién soy. He crecido entre mentiras y traiciones. —Le recordé—. Así
que se acabó la Laurie inocente e influenciable. Solo quiero vivir mi vida.
Encontrar la manera de recuperar mi humanidad.
—¿Tu humanidad?
Observé las facciones cálidas de su rostro. Ese que conocía tan bien por
lo unidas que habíamos estado hasta que empezamos la facultad. Ana
siempre había estado a mi lado, defendiéndome, cuidándome, tendiéndome
una mano cuando más lo necesité. Era como una hermana para mí. Y sin
embargo ahora… no era la única que había cambiado.
—No he mordido a nadie si eso es lo que piensas —mascullé herida—.
Y es insultante que me encuentre atada como si fuera una bestia salvaje que
fuera a atacarte a la mínima de cambio. ¿Tan pronto te has olvidado de
nuestra amistad?
—Estás en transición —musitó con voz un tono aliviado, relajando la
tirantez que ejercía sobre su cuerpo y se abalanzó para abrazarme con cierta
dificultad por la posición durante un instante—. ¡Por Lux, Laurie! Cuando te
vi ahí tirada con la estaca en tu corazón y las venas marcando tu rostro pensé
que te había perdido para siempre. Casi mato a Ferguson. Pensé que… pensé
que Atary te había contaminado hasta arrancarte la humanidad. Pensé que —
tragó saliva y sus mejillas se sonrojaron al reconocer lo que todo este rato
llevaba elucubrando—. Pensé que te habías convertido en un monstruo
irracional.
—Nunca dejaría que eso pasara y lo sabes —gruñí, incapaz de disipar la
furia que fluía por mi cuerpo—. Así que libérame y dime que habéis hecho
con Nikola. No lo habéis matado, ¿verdad? —pregunté con la respiración
entrecortada.
—Se escapó.
Escuchar esas dos palabras hicieron que respirara aliviada y asentí con
la cabeza, asimilando que al menos él estaba bien. Por muy a dieta que
estuviera, Nikola se manejaba bien en situaciones de peligro. Le admiraba.
—¿Ahora te juntas con él? —preguntó de repente, haciéndome levantar la
vista hacia sus oscuros ojos—. ¿Y Atary? Pensé que nos habías traicionado
para fugarte con él.
Arrugué el ceño al escuchar todas las suposiciones falsas que había
formado. Me parecía insultante que tan siquiera se planteara que yo hubiera
podido pensar en traicionarla. Nunca haría algo así con las personas que
quiero. La lealtad hacia los míos era uno de los principales valores que
regían mi vida. Uno de los pocos que me quedaban y me mantenían firme
para cumplir mis objetivos.
—¿En serio, Ana? ¿Quién ha cambiado de las dos? —repliqué, girando
la cara como si me hubiera abofeteado—. Sí, ahora me junto con Nikola
porque fue el que me encontró cuando Atary me mordió y me salvó de que
alguno de tus amigos me matara nada más verme. El otro se encuentra en
paradero desconocido —añadí, obviando la parte donde me pareció verle.
—¿Te mordió Atary? Bueno, debí verlo venir —suspiró, removiendo su
cabello ondulado—. ¿Qué pasó exactamente? Cuando me informaron que
hubo un ataque en uno de los trenes y el vampiro se fugó me temí lo peor.
—Era Atary —reconocí—. Me había llegado un mensaje al móvil y
supuse que era Sham, así que fui al tren que me indicaba. Al subir me llegó
otro mensaje con un número diferente. Ahí me di cuenta que el primero podía
ser una trampa. Y… lo fue. Él estaba esperándome.
—Joder ¿cómo no pudieron reconocerle? Panda de inútiles unineuronales
—murmuró dando una patada a la pata de la camilla que me mantenía
atrapada.
—Supongo que es la ventaja de tener poderes —suspiré.
—¿Y cómo pretendes recuperar tu humanidad, Lau? Eso es imposible.
Ninguno lo ha conseguido que yo recuerde.
Abrí la boca para responder, pero la cerré al ver como se aproximaba
hasta las cadenas e introducía una llave que segundos más tarde me liberaría,
haciéndome exhalar aliviada al poder incorporarme y calmar mis muñecas
magulladas por la fricción de las anillas contra mi piel.
—Mira, mi vida es un caos desde que Atary me mordió —reconocí—.
Tengo sueños extraños, mi brazo tiene un tatuaje que se va ampliando solo,
mi tiempo es limitado a no ser que muerda a alguien… y más cosas que me
cuesta asimilar. Lo único que sé es que Nikola habló con una bruja de Lux y
le dijo que para volver a ser humana tengo que matar a Atary. No sé más.
—¿Un tatuaje? —preguntó captando su atención y se aproximó hasta mí
para tirar de las mangas de mi jersey sin un ápice de vergüenza.
Al quedar mis brazos expuestos ella abrió los ojos y torció la boca en
señal de fascinación. Con delicadeza, llevó sus dedos hasta donde estaban
las marcas de mi piel y las acarició cerrando los ojos, para luego abrirlos y
mirar hacia donde estaba la puerta.
—Tengo que avisar a Arthur de esto.
—Papá —susurré dirigiendo mi mirada hacia ella—. ¿Cómo está? ¿Sabe
que estoy aquí?
—Claro. Él está al tanto de todo y… bueno. Es difícil para él digerir en
lo que te has convertido. Hubo una discusión muy grande entre todos sobre
qué hacer contigo. Unos quieren matarte, otros… como yo, querían darte un
voto de confianza. Pero te admito que fueron pocos.
Tragué saliva y mi corazón se detuvo durante un instante al pensar en la
siguiente pregunta que tenía pensado formularle. Era tan dura que me costaba
encontrar las palabras correctas y ser capaz de pronunciarlas.
—Él… ¿Qué decidió?
Ana inspiró con fuerza, llenando de aire sus pulmones y soltó una gran
bocanada de aire antes de mirarme fijamente y murmurar unas palabras que
por mi fino oído fui capaz de captar, provocando que mi corazón volviera a
romperse en miles de pedazos.
—Tu muerte.
Un silencio incómodo se abrió paso entre ambas. Me reconfortaba saber
que Ana había albergado algo de esperanza en mí, a pesar de haber barajado
la posibilidad de que los hubiera traicionado, pero él… cada latido que
daba mi corazón dolía como si volvieran a atravesarme con la estaca y la
retorcieran en mi interior, haciéndome agonizar.
—Todos hemos cambiado —musité desolada—. Todo a mi alrededor se
ha desmoronado.
—Ey, sigo aquí —respondió esbozando una sonrisa sincera—. Sigues
siendo mi zanahoria.
Dejé que su cuerpo me abrazara, esta vez con más fuerza y el olor de su
sangre llegó a mi nariz, haciendo que las venas del contorno de mis ojos se
marcaran, amenazando con hacerme perder el control. Era extraño, no era el
olor típico de los humanos, pero era familiar, atrayente. Mis oídos eran
capaces de escuchar ese preciado tesoro fluyendo por las venas de su cuello,
incitándome a morder.
—Será mejor que te alejes —respondí con voz rasposa, dándole un
empujón— Tu sangre…
—Claro.
—¿Y qué vais a hacer conmigo? —pregunté, tratando de disminuir el
incómodo momento.
—Pienso enseñarle el tatuaje a Arthur. Que lo tengas indica que Lux tiene
fe en ti. Tu alma no ha sido absorbida por la oscuridad. ¡Estamos a tiempo!
—Soy una vampiresa, An —enfaticé, pesimista—. No creo que mi padre
o… en fin, Arthur, quiera acogerme por tener un tatuaje.
—Laurie… tu tatuaje, si no voy mal encaminada, son las raíces que
conforman el árbol de la vida. El tatuaje que llevamos nosotros, los más
afines a Lux. Los dhampir lo llevamos.
—¿Y eso qué?
—Si lo tienes es porque Lux espera algo más de ti. Eres una pieza clave
en el enfrentamiento que estamos teniendo con los seres de Nyx.
—Ah, genial, así que me queréis usar en vuestro beneficio —repliqué
molesta—. Genial.
—¿Acaso quieres colaborar con el mal?
—¡No quiero colaborar con nadie! Hacerlo implica seguir órdenes e
intereses de personas que no tienen el más mínimo aprecio hacia mi vida.
Quisiera irme a una isla secreta que nadie conozca y quedarme ahí a vivir,
entre cocos y palmeras. Esta situación me desgasta.
—¡A todos nos desgasta! De buena gana te acompañaría y mis
preocupaciones se limitarían a echarme protección solar para no quemarme,
¡pero no puedo! Tengo que jugarme la vida cazando vampiros, porque así lo
quiso el destino, Lux y todos los astros del universo. Nadie me preguntó si
era lo que quería.
—Al menos tú no tienes a ambos bandos pendientes de ti, como si fuera
un nuevo dios o fuera capaz de hacer una masacre con un chasquido de dedos
—resoplé—. ¡He visto al creador de las pesadillas en mis sueños y me
atacó! Parecía una puñetera sombra maligna, y si no hubiera sido por una
mujer… quién sabe lo que hubiera sido de mí.
—¿Una mujer? Tengo que… Tengo que avisar de todo esto a Arthur. ¡No
te muevas de aquí! —Me advirtió haciendo un gesto con el dedo—. Si no te
juro que te encierro con candado.
—No será necesario —farfullé tumbándome de nuevo, deseando
dormirme y despertarme en septiembre para empezar de nuevo en la
facultad, esperando que todo esto fuera una larga y desesperante pesadilla—.
Todo esto no ha hecho más que empeorar.
Cerré los ojos tratando de centrarme en el posible paradero de la
configuración. Tenía que ser algún lugar oculto a la vista de cualquier
persona. Y lo suficientemente importante y peligroso para haber
permanecido protegido durante tanto tiempo. ¿Qué sitio podía ser?
Abrí los ojos y ladeé la cabeza al observar que estaba en las catacumbas
de Edimburgo. El olor a cerrado y el espacio claustrofóbico eran difíciles de
olvidar. ¿Qué hacía aquí? Lo único que tenía claro es que se trataba de un
sueño. Tenía poderes, pero la teletransportación no era uno de ellos.
Mi cuerpo se movió de forma inconsciente a gran velocidad, como si
supiera hacia donde dirigirse. Caminaba tan rápido que me resultó imposible
aprenderme las rutas que estaba siguiendo. Tenía curiosidad por saber a
dónde me estaba llevando.
Seguí así varios minutos. Había gente a mi alrededor, turistas
contemplando el lugar sin percatarse de mi existencia, así que les esquivé
sin mayores problemas. Hasta que llegué a un agujero situado en el suelo y
me metí dentro sin ni siquiera pensármelo dos veces.
Al tocar suelo parpadeé aturdida y contemplé que era un sitio muy
estrecho y rocoso, apenas se filtraba el aire para poder respirar. La
oscuridad me acompaña, dificultando mi visión, por suerte tener los sentidos
desarrollados ayudaba.
Parpadeé para intentar centrar la vista mejor y al momento estaba en una
sala reducida, con la que podía chocar si no tenía cuidado. Ahí, al fondo, se
encontraba un objeto azulado con puntas que atrajo mi atención. Al
acercarme un poco más me di cuenta de lo que era.
Era la configuración de Aqueronte. Había llegado al sitio donde estaba
escondido y el sueño quería que lo encontrara. Pero, ¿cómo saldría de la
academia? Me sentía perdida sin Nikola.
Unos pasos cercanos resonaron en mi oído, haciéndome volver en sí. Al
incorporarme me di de bruces con la presencia de Ana, que no dudó en tirar
de mí para que me moviera y salimos de la sala, sin darme tiempo a que mi
cuerpo se adaptara a la vida real. Los viajes oníricos me dejaban exhausta,
pero parecía que eso daba igual porque ella llevaba prisa.
—¿A dónde vamos? —pregunté arrugando el ceño, conteniendo un
bostezo.
—Con Arthur. Quiere hablar contigo.
—¿Me dejaréis marchar?
—Las órdenes las da él. Nosotros solo obedecemos —respondió con
tristeza—. No sé qué planes tiene respecto a ti. Pero que quiera conversar ya
es algo positivo. Es tu padre.
—Bueno —suspiré incómoda e inhalé con fuerza antes de soltar la bomba
—. Mi padre biológico resulta que es Vlad.
—Perdona, ¿qué? —exclamó ampliando los ojos, apretándome el brazo
con excesiva fuerza.
—Sí, yo… todavía me cuesta asumirlo.
—Arthur, ¿lo sabe?
—No lo sé —respondí avergonzada—. Pero sí sabe que no soy su hija de
verdad. Cuando se fue de casa había un papel roto, era sobre una prueba de
paternidad.
—Vaya —musitó, antes de morderse el labio inferior—. Estoy sin
palabras, y mira que eso es complicado.
—Mi nacimiento fue premeditado. ¡Lilith lo planeó todo! Me quería para
revivir a esos vampiros y ahora vete a saber qué querrá. Solo me siento
protegida con Nikola.
Miré de reojo a unos dhampir que pasaban por nuestro lado. Uno de ellos
se detuvo para mirarme y esbozó una mueca de desagrado. Al segundo me
estaba apretando el cuello entre sus manos, sujetándome contra una pared.
Me preparé para atacarle enseñándole mis colmillos, mis pupilas se
dilataron liberando la furia que albergaba en mi interior. Pero Ana se me
adelantó, abalanzándose a por él.
—¿Estás loco? —chilló ella, dándole una patada en la entrepierna para
que me soltara.
—¡Es un puto vampiro! —escupió él con odio—. ¿Qué cojones te pasa?
¡No debería estar aquí!
—Es la hija de Arthur. Y mi amiga —matizó, mirándole fijamente—. Le
tocas un solo pelo y te juro que te mataré lenta y dolorosamente.
El chico la miró incrédulo e hizo una mueca antes de negar con la cabeza
y propinarle un codazo para alejarse. Antes de desaparecer por uno de los
pasillos se giró y chilló.
—¡Estás loca, Ana! Acabará contigo en cuanto le des la espalda. Es un
monstruo. Y los monstruos nunca cambian. Luego no me vengas llorando,
porque te lo advertí.
Miré a Ana con tristeza y esta me volvió a sujetar para indicarme el
camino, sin mediar palabra. Quería decirle que no hacía falta que me hubiera
defendido pero me callé. Cuando se enfadaba era mejor dejarle espacio o
desataría su furia sobre ti. Así de explosiva era ella.
Continuamos recorriendo la academia, los pasillos eran alegres y
luminosos, con suelo de cristal y paredes blancas con amplios ventanales.
Los cuadros que decoraban algunas de ellas tenían marcos dorados, con
retratos de personas que parecían bastante importantes. Pero lo que más
atrajo mi atención al acercarnos a una amplia sala fue la estatua de una mujer
con gesto amable, su rostro me resultó familiar.
—¿Quién es ella? —pregunté señalándola.
—Eva. La mujer de Adán.
—Me suena —murmuré ladeando la cabeza ligeramente, fijando mi
atención en ella.
—Teniendo en cuenta cómo fuiste educada y la importancia que tuvo la
religión en ti es normal. Seguro que ya sabías quién era Eva incluso antes de
decir tu primera palabra.
—Puede ser —suspiré—. Pero creo que es otra cosa. No sé… Es
extraño.
—Vamos. —Me insistió, tirando de mi brazo—. No podemos perder más
tiempo. Arthur nos espera.
«Y Nikola» pensé para mis adentros. No sabía dónde estaría en estos
momentos y estar en un lugar repleto de gente que odiaba a los vampiros,
como yo, no me reconfortaba. Tenía la sensación de que en cualquier
momento alguien me atacaría por detrás, clavándome una estaca para luego
quemarme viva o decapitarme. Solo de pensarlo me costaba respirar.
Al llegar frente a una gran puerta con un letrero que rezaba “consejo”,
Ana emitió un suspiro nervioso y carraspeó antes de mirarme y girar el
manillar. Nunca la había visto así de preocupada, pues Ana siempre
inspiraba confianza y positividad.
Una vez dentro, ella me adelantó unos pasos y, al mover yo mis pies,
estos se vieron atrapados por unas anillas que aparecieron del suelo,
seguidas por unas cadenas que acabaron enlazándose a mis muñecas,
impidiéndome moverme más. Frente a mí se encontraban varios dhampir,
entre ellos pude apreciar a Sham, que empuñaba su arma señalándome,
dispuesto a dispararme. Y, en el fondo sentado en una imponente silla
acolchada estaba el que había sido mi padre durante mis dieciocho años de
vida, Arthur Duncan.
—¿En serio? Si tanto me repudiáis no entiendo por qué me habéis traído
aquí. Haberme dejado morir —protesté, mirando fijamente al hombre que me
había visto crecer.
—Toda precaución es poca —respondió apoyando sus codos sobre sus
rodillas, mientras me escudriñaba con esos ojos que habían perdido todo el
brillo cariñoso que antaño les caracterizaba—. Te has convertido en un
monstruo sin escrúpulos y sentimientos. No dejaré que me engañes ante
burdas manipulaciones.
—No sois menos monstruos cuando matáis vampiros a diestro y siniestro.
No escogimos esta vida y nos la arrebatáis sin piedad.
—Protegemos a la sociedad. A las personas inocentes que se ven
salpicadas de sangre por el ansia de parásitos como vosotros —respondió
sin un ápice de amor—. Me avergüenza ver en qué te has convertido.
Tendrías que haber muerto.
Sus palabras llenas de odio y rencor resonaron en la sala. Miré a las
personas que me rodeaban, me miraban con el mismo sentimiento que él,
salvo Ana. Al centrar mi mirada, aprecié que Soid también se encontraba
aquí y por su postura parecía impedir que alguien se acercara. Esa persona
era Angie.
—Si tan parásito soy, ¿por qué llevo un maldito tatuaje impregnado en mi
piel? ¿Por qué he tenido sueños extraños y hay seres de Lux interesados en
mí? —alcé el mentón—. ¿Por qué me diste el dije?
Al nombrarlo fruncí el ceño, reparando en el tiempo que había estado
inconsciente y sentí mi ropa vaporosa y ligera, como si me hubieran quitado
un peso de encima. Maldije tener mis extremidades atadas, así que centré mi
atención en los sentidos que tenía potenciados e intenté sentir su textura.
Pero nada, me sentía vacía. Entonces levanté la vista y miré a mi padre
confundida. ¿Me lo habían quitado?
—¿Buscas esto? —preguntó con una sonrisa mezquina de suficiencia al
percatarse lo que trataba de buscar—. Este dije ha pertenecido generación
tras generación a mi familia. Y tú no eres mi hija. Nunca lo fuiste.
Escuchar el tono amargo de su voz me hizo estremecer, sus palabras
fueron como una flecha para mí, terminando sobre mi pecho, haciendo que
este se encogiera y me hiciera tensar la mandíbula por el dolor. Parecía que
la decepción y la traición le habían hecho perder el juicio. ¿O era su odio
hacia los vampiros? No merecía que me tratara así. No cuando me había
visto crecer.
—¡Estás castigándome injustamente! Yo no sabía todo lo que había detrás
de mi existencia. Te refugias en tu orgullo resentido y tu dolor para no hacer
frente a la traición y la muerte de mamá, pero ¿qué hay del mío? ¿Acaso
alguien pensó en mí? Fui creada para ser un triste peón. Un sacrificio para
una guerra de la que no se me advirtió —gruñí—. Y sí, soy una vampiresa,
una bestia salvaje que actúa por impulsos al oler sangre, pero ante todo soy
Laurie. Una chica que ha perdido a su madre, fruto de las manipulaciones de
Lilith y cuyo único objetivo es vengar su muerte y recuperar la vida que se le
fue arrebatada. Y para eso necesito que me devuelvas el dije —confesé,
deseando poder liberarme para arrebatárselo.
—Muy enternecedor. ¿Piensas que seré tan idiota para creer una sola
palabra de lo que dices? Estás con ellos. No dejaré que liberes al mal.
Alcé la cabeza al escuchar la revelación y mi mente enseguida ató cabos.
Por eso mamá tenía tanto afán en que lo conservara cuando estaba a punto de
morir. Por eso lo había conservado la familia Duncan generación tras
generación. Me lamenté al no haber recordado en su momento que el dije fue
el objeto que crearon los ángeles mediante el sacrificio de Lilith con el alma
de sus siete hijos. Los Hijos Oscuros.
El dije era la llave para abrir la configuración de Aqueronte. Por eso
Lucifer me había dicho que yo sería quien le liberaría, pues era su portadora.
Tenía que poner a salvo su jaula de las garras de Ira cuanto antes, pero eso
significaba enfrentarme a la persona que me vio nacer.
—El odio te impide ver la realidad —murmuré apretando los puños,
cerrando los ojos al sentir como la molestia que estaba sintiendo por su
rechazo me hacía hervir la sangre—. ¿Y por qué llevo un tatuaje de Lux?
¿Por qué mierda trataría de darme un poder si según tú soy un monstruo sin
escrúpulos ni sentido común? ¡Explícamelo!
La furia provocó que mi raciocinio se tambaleara y las venas purpureas
comenzaron a marcar el contorno de mis ojos. Las pupilas se dilataron
mostrando mi oscuridad y un siseo amenazante me hizo mostrar mis afilados
colmillos, tirando de las anillas con fuerza para tratar de liberarme. La
situación me estaba sobrepasando.
—¡Va a atacar a alguien! —chilló una dhampir que miraba la escena con
horror—. ¡Hay que matarla!
Aprecié como Sham tensaba la cuerda de su arco, extendiendo el brazo
para lanzarme una flecha que seguramente estaba preparada para acabar con
nosotros, pero no me dejé asustar. La decepción y tristeza que sentía ante el
rechazo del líder de los dhampir era mucho mayor.
—¡Parar! —exclamó Ana colocándose en medio y Angie no dudó en
empujar a su hermana para apoyar a mi amiga, ante los gestos de
desconcierto y miedo del resto de cazadores—. Laurie tiene razón. Lleva el
tatuaje de Lux. Yo lo vi.
—¡Es Laurie! —chilló Angie, mirando a todos con desesperación—. Ella
me salvó de Lilith cuando me atrapó. Podía haberme dejado ahí, ¡le pedí que
se marchara! Pero no lo hizo. Laurie no es un monstruo. Ella es mi amiga. La
única que permaneció a mi lado cuando todos los demás se fueron.
Arthur levantó la mano para hacerlas callar, pero Ana no se dejó
amedrentar y alzó el mentón, mirándole fijamente antes de hacer algo que
nadie se esperaba. Desafiarle.
Para disgusto de todos los presentes, caminó hasta ponerse a mi lado y
me subió la manga del jersey para sujetarme con su mano mi brazo y
extenderlo para dejarlo a la vista de los demás, propiciando que me
removiera nerviosa al sentir su sangre fluyendo por su piel, tentándome a
perder el control. Ana estaba jugando con fuego, confiando en que no la
dejaría quemarse. Estaba poniendo a prueba nuestra amistad.
Todos exclamaron sonidos de sorpresa al observar mi tatuaje y no tardé
en escuchar murmullos entre ellos, confusos por lo que eso podía significar.
Arthur exhaló una bocanada de aire mientras clavaba sus ojos sobre las
líneas que rodeaban mi piel, frío como un témpano de hielo.
—Encerrarla en el sótano mientras decido qué hacer. Hemos arriesgado
demasiado trayéndola hasta aquí —sentenció haciendo un gesto con la mano
a varios dhampir y se llevó varios dedos a su frente, masajeándola—. Todo
esto me da dolor de cabeza. Necesito descansar.
Abrí la boca para responder, pero uno se abalanzó sobre mí y me inyectó
algo en el hombro aprovechando que lo tenía desnudo. Mi conciencia se
esfumó a la par que mi cuerpo se desvaneció, terminando por caer en el
suelo.
No tenía escapatoria. El hombre que me había visto crecer y tantas veces
me había defendido de la oscuridad me había dejado caer en ella,
haciéndome sentir un monstruo de verdad.
Capítulo XXII * Yo, Monstruo

Uno, dos, tres… Había perdido la cuenta del número de veces que había
intentado quitarme la estaca que habían clavado a escasos milímetros de mi
corazón. Habían formado una herida que no paraba de sangrar y con cada
latido sentía la textura lisa de la madera, prolongando mi agonía.
Eso me mantenía débil y paralizada. Me preocupaba continuar
desangrándome y terminar muriendo, pues no dejaba de estar en transición y
eso equivalía a tener una parte humana, vulnerable. Volví a intentarlo de
nuevo llevando mis manos a la estaca para intentar removerla, pero cada vez
que lo hacía sentía un inmenso dolor que salía de mis entrañas en forma de
grito. Era horrible.
Mi respiración se iba ralentizando y mi vista se emborronaba. Mi bestia
interior se revolvía instándome a beber sangre. Necesitaba reponer todos los
litros que estaba perdiendo por culpa de mi padre y su séquito de dhampir.
Frustrada, golpeé el puño contra el suelo y observé el sótano donde me
encontraba. La puerta era grande y metálica, lo suficientemente gruesa y
pesada para que me resultara complicado escapar, en el caso de conseguir
liberarme de ese objeto de tortura. El espacio era pequeño y sencillo, no
había nada que me pudiera resultar útil y, por el olor que desprendía, parecía
que lo usaban para guardar papeles y trastos sin valor. Era la primera
vampiresa en pisar el lugar.
Qué honor.
Intenté usar la poca fuerza que me quedaba para agudizar los oídos y
tratar de escuchar alguna conversación que me concerniera. Necesitaba
averiguar qué iban a hacer conmigo y si habían encontrado a Nikola o
seguiría en paradero desconocido.
Justo cuando unas palabras empezaron a adentrarse en mis oídos como si
fueran una melodía, una voz hosca y familiar se adentró en mi mente,
resonando con tal fuerza que parecía que se hallaba a mi lado, retenido como
yo.
«¿Dónde estás?». Suspiré al escuchar el tono molesto de su voz, como si
me estuviera recordando lo estúpida que había sido al decidir acompañarle.
Estaba tan cansada que me esforcé en visualizar mi entorno y el estado de mi
cuerpo. Quizás eso le serviría de respuesta y me ahorraría asimilar la
vergüenza de admitir que él tenía razón. Era un estorbo para él.
«Un… ¿sótano?» gruñó «¿La reunión familiar no salió como
esperabas?». Maldije su poco tacto murmurando unas palabras malsonantes,
bastante molesta y humillada conmigo misma me sentía ya como para
escuchar su regocijo al descubrir mi localización. Tenía que averiguar la
manera de salir de aquí para demostrarle que podía sola. De lo contrario
debía de admitir que era incapaz de sobrevivir sin él. Estaba segura que era
lo que él esperaba. Y no estaba dispuesta a verbalizarlo. No cuando tenía
esperanza en mí misma.
«Está bien… no es divertido, lo admito. Lo primero que tienes que
hacer es sacarte la estaca para liberar tu estado y permitir a tu sangre
sanar. Sino vas a estar jodida de verdad». Gruñí al escuchar su consejo
dentro de mi mente. Era una novata en esto de ser una bestia salvaje sedienta
de sangre, pero el malestar que sentía al tener la estaca incrustada era obvio.
Sabía que lo debía hacer, pero no podía. Así que le informé de mi problema
y acomodé la cabeza contra la pared, cerrando los ojos para intentar
conservar mi energía y no desmayarme.
«Tendrás que hacer un esfuerzo, Laurie. Tienes que demostrarle a tu
padre que prevalece tu humanidad por encima de la bestia»
—¿Y cómo hago eso? —murmuré mientras lo pensaba en mi mente. Era
consciente de lo complicado que era. Él solo veía en mí a un monstruo, no a
su dulce e inocente hija. Aunque lo entendía, yo también veía lo mismo en mi
interior. La Laurie de unos meses atrás había desaparecido.
«Sentimientos, Laurie. Los humanos se mueven por sentimientos, las
bestias por impulsos. Y si hay algo que diferencia a los monstruos de las
personas, es que nosotros no podemos amar».
Sus palabras resonaron en mi mente como un tortuoso eco, no podía
creérmelo. ¿No podían amar? ¿Era diferente por estar en transición?
Asimilar eso significaba admitir que Nikola tenía razón, solo había sido un
juego para Atary. Me mintió. Y eso significaba también reconocer que el
Hijo Oscuro que me acompañaba nunca tendría un interés amoroso en mí.
Jamás me correspondería como yo a él. Pero, ¿qué sentía yo exactamente?
¿Todo era fruto de haber bebido la sangre de ambos? ¿Mis sentimientos por
Nikola eran reales? ¿Y por Atary?
Mientras la estaca seguía clavada cerca de mi corazón, desangrándome e
impidiéndome moverme, distintos pensamientos revolvieron mi mente
provocando un vaivén de emociones. Nikola siempre había estado ahí para
mí, pendiente de cada movimiento que daba, protegiéndome de cualquier
peligro; pero tenía una manera horrible de demostrarlo.
Sus gestos me indicaban que le molestaba mi presencia, pero de hacerlo
no hubiera gastado su valioso tiempo en cuidarme. Y últimamente nos
habíamos acercado, de forma lenta, pero certera. ¿De verdad los monstruos
como nosotros no podíamos amar? ¿O solo era una mentira para que no
rompiera su coraza? ¿Tenía miedo de aceptar sus auténticos sentimientos?
¿De verdad le podía asustar?
Suspiré frustrada, masajeándome la sien. Nunca lo sabría a no ser que
ampliara el vínculo. Nikola era demasiado cerrado como para confesarme la
verdad. Calibré la opción de volver a hablar con mi padre para intentar
hacerle en razón, pero no tenía mucha fe en eso, dado que Arthur Duncan
había dejado clara su postura. Dijera lo que dijese no estaría dispuesto a
creerme.
Cerré mis ojos para concentrarme de nuevo en los estímulos que se
encontraban en la academia, esperando sacar algo de provecho. Fue entonces
cuando unos pasos cercanos me pusieron alerta al adentrarse en mis oídos y
los colmillos no tardaron en salir de mis encías, haciéndome retorcerme de
dolor.
Era fascinante observar como mi cuerpo se preparaba para atacar ante
cualquier peligro que acechara, pero me relajé al sentir el aroma de Ana
cubriendo el pequeño sótano y su oscura cabellera apareció por la puerta,
mirándome apenada al ver el estado en el que me encontraba.
—Lo siento —murmuró acercándose hasta mí con cautela, colocándose a
una distancia prudencial.
—Comprendo que queráis evitar una desgracia pero, en serio, ¿una
estaca? —protesté tensando la mandíbula por el dolor que me provocó al
moverme, soltando un siseo amenazante.
—Arthur se ha… vuelto un poco frío e impasible a raíz de lo sucedido en
los últimos meses. Odia a los vampiros con toda su alma, y es lo principal
que nos enseñan aquí, a no vacilar y matarlos en cuanto tenemos oportunidad
—susurró, mirándome con tristeza y citó—: Los sentimientos deben ser
bloqueados, los vampiros exterminados. Un solo paso en falso y todo se
habrá acabado. Actúa con cabeza, nunca con corazón.
—¿Eso es lo que os enseñan? —pregunté asqueada—. Parece una secta.
—Los vampiros han hecho estragos desde el inicio de los tiempos. Son
seres sin escrúpulos, se mueven mediante la manipulación y el ansia de
aumentar su poder y doblegar a los demás. No les importa nadie que no sea
ellos mismos. Les da igual madres, ancianos, niños, familias… Es normal
que nos queramos proteger, sobre todo ahora que rompieron el tratado de
paz.
—¿En qué consiste exactamente ese tratado? —susurré, deseando que me
quitara la dichosa estaca para poder respirar sin que la madera me
desgarrara la carne con cada movimiento.
—Ella y los Hijos Oscuros se mantendrían al margen o destruiríamos la
configuración que contiene a Pereza, que es lo más importante para ella.
Pero…
—No la tenéis en vuestras manos y Lilith se enteró —terminé por ella.
El rostro de Ana adquirió una expresión de sorpresa, arqueando sus cejas
indicando que no entendía por qué yo tenía esa información. Sus ojos
marrones brillaron con fuerza al escuchar mis palabras y llevó una de sus
manos hasta mi brazo. En ese momento me removí para deshacerme de la
tentación que me producía sentir su sangre tan cerca de mí y solté un grito
desgarrador al sentir como la estaca se clavaba más a fondo, desangrándome
todavía más, debilitándome.
—¿Cómo lo sabes? ¿Te lo contaron?
—No —musité, soltando una bocanada de aire al intentar recolocarme—.
Ellos solo me dijeron que lo estaba buscando y presencié una ceremonia
donde dijo que estaba cerca. Que lo había visto. Y… soñé con la
configuración, Ann. Soñé con…Lucifer.
Mi pecho se contrajo al decir su nombre, como si hubiera pronunciado
una palabra maldita. La estaca me estaba apresando, impidiéndome moverme
como me gustaría. Y la pérdida de sangre me impedía pensar con claridad.
¿Cuánto duraría esta agonía? Era como si la piel tratara de juntarse para
curar la herida pero la estaca se lo impedía.
—¿Con Lucifer? Mierda, Laurie ¿En qué estás metida?
—No lo sé —gruñí—, pero puedo encontrarla. Necesito que me saques
de aquí, Ann. Sino puede terminar recuperándola Lilith. Estoy de vuestro
lado.
—Voy a hablar con Arthur, ¿vale? Tiene que acceder, no puede dejarte
morir aquí. Eres…tú.
—Me parece que le importa una mierda que sea yo. —Me sinceré—. Lo
único que ve es lo que soy por fuera, no por dentro.
—Bueno, vuelvo ahora ¿vale? Tengo que intentarlo. No puedo sacarte
por mi cuenta porque no tardarían en atraparnos y acabarías muerta y yo
desterrada.
—¿Y no puedes sacarme esta maldita estaca? Duele como el infierno —
gruñí.
—Lo haría. Sabes que lo haría, pero no puedo desobedecer las órdenes
de Arthur —resopló, despeinando su larga melena—. Aguanta un poco más.
Te sacaré de aquí, lo prometo.
Siseé al ver como se alejaba. Estábamos perdiendo el tiempo esperando
que a Arthur se le iluminara el cerebro y decidiera actuar como padre, no
como líder de Lux. Y mientras tanto yo continuaba perdiendo sangre y
sintiéndome cada vez más débil, y eso equivalía a tener más hambre, y eso…
a perder el control.
De hecho, el olor a sangre llegó a mi nariz y olfateé el lugar mientras las
venas purpureas comenzaban a aparecer, a la par que mis colmillos.
Entonces la cabeza curiosa de Angie se asomó por la puerta y me lamenté de
la poca seguridad del lugar. Estaba entrando en la cueva del lobo, solo
esperaba tener la fuerza suficiente para no devorarla.
—¿Laurie? —preguntó su voz dulce e inocente.
—Vete —gruñí, embebida por el movimiento que ejercía su corazón,
disparado por los nervios—. No es un buen momento.
—Ella tiene razón —dijo una voz algo más grave, pero femenina—. Deja
ya de ponerte en peligro, Angie. Arthur nos ha prohibido acercarnos a la
prisionera.
—¿Te estás oyendo, Soid? ¡Es Laurie! No me va a hacer nada.
—Ella quiere que te vayas. —Le advirtió, seguramente sujetándola por el
brazo.
—Me da igual, aparta —respondió, corriendo para adentrarse en el
pequeño sótano donde me retenían—. ¡Jesús santo! ¿Qué te han hecho?
Observé en silencio como se abalanzaba hasta quedarse a mi lado,
torturándome con el sonido de su corazón, su respiración acelerada, su
sangre fluyendo por las venas… Mis encías dolían. Dolían tanto que lo único
que podía pensar era en el aroma que desprendía al estar tan cerca de mí y
cómo sabría su sangre si solo probara un poco, lo justo para no sentirme tan
desfallecida.
—Vete, Angie —supliqué, consciente del poco tiempo que me quedaba
sin perder el control—. Haz caso a tu hermana y vete.
—Por muy vampiresa que seas sigues siendo Laurie. Eres mi amiga —
susurró acercándose lentamente para analizar las cadenas que me sujetaban,
y la estaca que me impedía moverme.
—Vete o no seré dueña de mis actos.
Aprecié de reojo como Soid se mantenía pegada a la puerta, mirándome
con recelo, odiando el monstruo en el que me había convertido. Tenía un
arma sujeta en su mano, preparada para usarla por si se me ocurría atacar a
Angie. Y en el fondo respiré aliviada, no quería hacerle daño, pero cada
segundo que pasaba mi bestia iba ganando. No podría resistir mucho más.
—Encontraré la forma de sacarte de aquí aunque me castiguen, me da
igual. —Me avisó, acercando su mano hasta la estaca.
Mis pupilas se dilataron de golpe al sentir un mechón de su pelo rozar mi
piel, el pulso de su cuello estaba tan cerca de mí que me llevaba a ejercer
una incesante lucha contra mis impulsos, contra mis demonios más internos,
los cuales me gritaban que me abalanzara sobre ella y me alimentara hasta
que muriera vaciada.
—Angie…
—Aguanta, Lau.
Mi alocada amiga se aproximó más a mí y sujetó la estaca con sus manos,
cerrando los ojos para lo que parecía prepararse. Entonces tiró levemente y
el dolor que me provocó sentir la madera subir por mi herida ensangrentada
me hizo chillar, disipando mi lado racional.
Angie chilló en respuesta soltando la estaca que aún seguía clavada en mi
cuerpo, rozando mi corazón, y retrocedió unos pasos gateando para quedar
lo suficientemente lejos de mí, y llevó la mano hasta su corazón, respirando
con dificultad.
—Por la virgen de los sustos…no vuelvo a desear encontrarme un
vampiro frente a mí —dijo con los ojos bien abiertos—. Ya me veía
exprimida como un zumo de fresa.
—Soid… —gruñí, sintiendo a mi bestia revolverse para zafarme de las
cadenas—. Llévatela.
No hizo falta que dijera más, su hermana gemela entró en el sótano para
tirar de ella por el brazo, a pesar de sus quejas y suplicas para que la
soltara, hasta terminar cerrando la puerta y dejarme sumida en la oscuridad.
Mi hambre era atroz, como un fuego que reducía a cenizas todo lo que iba
dejando a su paso. Me revolví inquieta intentando contener lágrimas de
sangre, producidas por el dolor, e intenté apoyarme contra la pared y cerrar
los ojos, deseando que todo esto pasara.
«Sácame de aquí, Nikola» supliqué, antes de perder el conocimiento.
Volvía a encontrarme en ese lugar extraño, oscuro y repleto de árboles,
con una neblina cubriendo el espacio, impidiéndome ver más allá. Era
fascinante observar distintas figuras translucidas, sin expresión aparente,
meciéndose de un lugar a otro sin rumbo fijo.
Me moví sin seguir una ruta concreta, esperando volver a encontrarme
con esa mujer que me había dado el tatuaje, seguramente era la misma que
me había salvado y yo necesitaba respuestas.
Por fortuna no tardé demasiado y al poco rato me encontraba de nuevo en
ese prado brillante, con la gran cascada de agua cristalina que conseguía
relajarme al escuchar como chocaba al llegar al agua estancada.
—Lucero, estás aquí.
—Eres tú —musité al darme de bruces con su brillante presencia, su
rostro resplandecía como si tuviera los rayos del sol detrás.
—Tienes que darte prisa para conseguir la configuración. La oscuridad
no puede hacerse con ella.
—¡Estoy retenida! —me quejé—. Mi padre nunca me dejará marchar. No
le importa que me muera allí, solo ve a un monstruo.
—Está cegado por el odio que siente hacia los seres de la noche, pero sé
que empieza a ver la luz —explicó—. Solo necesita de tu poder para
despertar. Entonces le podré recuperar. Le necesitamos.
—¿Le… necesitamos?
Fruncí el ceño sin entender nada, ¿por qué iba a necesitarle esa mujer?
¿Y qué tenía que ver mi poder en todo esto? ¿Era un tipo de dios o algo así y
no me había enterado?
—Todo a su debido tiempo, lucero. Por el momento encárgate de Lucifer.
Él es el principio del final.
—¿Por qué tengo este tatuaje? ¿Por qué mis sueños se entremezclan con
la realidad? ¿Y qué voy a hacer yo frente a alguien tan poderoso como él?
Es…imposible —pregunté, temerosa por si pronto despertaba y seguía en
este callejón sin salida.
—Porque tú eres especial, Laurie Duncan.
—¡Especial por qué! Exijo respuestas. No me puedes dejar así.
Entonces la mujer con ropaje vaporoso y largo pelo rubio hizo un
movimiento con sus manos y de sus palmas salió una cálida ráfaga que
acarició mi rostro, haciéndome cerrar los ojos. Al abrirlos, parpadeé
confusa y abrí la boca de forma inconsciente al darme de bruces con la
realidad. Frente a mí se encontraba mi madre, Elizabeth. ¿Esa mujer era mi
madre? ¿Qué era yo exactamente? ¿Y quién era ella en realidad? No entendía
nada.
—¿Mamá? —murmuré, sintiendo mis labios temblorosos, incapaz de
asimilar la carga afectiva que albergaba esa palabra—. ¿Eres tú?
—Laurie…
Mis ojos se detuvieron en sus labios, que se movían bajo un efecto
hipnótico, pero fui incapaz de entenderlo. Era como si de repente hablara en
otro idioma y su presencia empezó a desaparecer, dejándome rodeada por
una profunda niebla que comenzó a absorberme. ¿Qué estaba pasando?
Abrí los ojos y me llevé las manos a la cabeza al darme de bruces con la
realidad. Me encontraba atada otra vez en el mismo lugar donde me había
enfrentado a mi padre. La sala del consejo seguía estando rodeada por
diversos dhampir que me miraban sin un ápice de compasión, exceptuando
Ana y Angie. Mi padre volvía a estar sentado en su silla, ocultando sus
sentimientos bajo una capa de indiferencia y expresión expectante. Parecía
que era un dejà vu.
Me sentía tan cansada que ni siquiera me molesté en intentar
incorporarme y enfrentarme a él como me hubiera gustado. La herida me
tenía agotada, tener una estaca atravesándome la piel era la peor de las
torturas.
—No tengo mucho tiempo —expresó mirando a Ana, con gesto de
cansancio. Esta mordió el labio inferior para contener su rabia, pero avanzó
un paso sin dejarse intimidar.
—Laurie sabe dónde está la configuración, tenemos que liberarla.
—¿Y te la crees? —preguntó alzando una ceja y soltó una risa amarga—.
Diría lo que fuera para que la dejáramos escapar y volver con su creador. Es
absurdo perder el tiempo de esta manera.
—Sí, creo en ella —asintió alzando el mentón, sin dejar de mirarle.
—Entonces hemos educado a una ilusa incompetente.
Mi bestia se revolvió ante la ira que estaba sintiendo en ese momento,
escuchando la humillación pública a la que estaba sometiendo a mi mejor
amiga. No se merecía dejarse hablar así por él, por muy líder que fuera.
—Ya basta —gruñí, incapaz de mantenerme en pie.
—¿Qué has dicho? —preguntó el líder de los dhampir, exhalando por la
nariz de forma ruidosa.
—He dicho que ya basta.
Luché con todas mis fuerzas contra mi debilidad para poder mantenerle la
mirada. Estaba cansada de que me viera como una amenaza, cuando
seguramente iba a ser la mejor ayuda que podría recibir debido a mis
sueños. Si esa mujer, mi madre o quien quiera que fuese quería que
despertara, no dudaría en hacerlo, aunque tuviera que zarandearlo.
Necesitaba recuperar a mi padre, ese que vio luz en mí cuando me absorbió
la oscuridad.
—No estás en condiciones de exigir nada.
—Y tú no estás en condiciones de humillar a nadie —contraataqué—. Y
mucho menos a la única persona que cree en mí y se mantiene a mi lado.
—Y eso es un lamentable error. Un paso en falso ante un monstruo y
terminas devorado.
—¿Y por qué no me matas? —repliqué cansada de tanto tiempo perdido,
tanta sangre derramada, tanto odio hacia mí—. Si tanto me odias, tan
monstruosa soy, tan mezquina… ¿por qué sigo respirando? Una vez me
dijiste que era como una rosa, frágil y delicada, y que por ello debía usar
mis espinas, para que nadie tuviera el valor de marchitarme. Pues eso estoy
haciendo. Llevo todo este tiempo luchando para mantener a raya mi sed de
sangre, esforzándome en aferrarme a la humanidad que aún conservo, aunque
eso me acerque lentamente hasta la muerte definitiva. ¿Y tú me juzgas por mi
condición? ¡Yo no la escogí! Nadie me avisó de las mentiras que me
rodeaban. Descubrí la realidad de la manera más dura y cruel que jamás
imaginé. ¿Por qué nunca me dijiste nada? Podía haberlo…entendido.
Le miré mientras la ira que había empezado a sentir ante la humillación
de Ana pasaba a un nivel superior, donde me hacía entrar en convulsión.
Estaba tan exhausta que no era mi mente la que hablaba por mí, sino mi alma,
ese pequeño resquicio que luchaba por aferrarme a la cordura.
—No puedo aceptarte —susurró con un tono cargado de dolor y
desesperación—. Miro tu rostro y en tus ojos puedo ver a Elizabeth. Veo su
pelo, sus ojos, su boca… Y sin embargo ya no está. Me torturo cada día
recordando lo ingenuo que fui al no darme cuenta de que estaba siendo
manipulada por ellos. Veo tu rostro maldito y lo único que siento es odio y
asco, una profunda vergüenza porque se han llevado todo lo que yo quería, el
motivo de mi existencia.
Sus palabras resonaron en la sala dejando a los dhampir atónitos. Nadie
decía nada, ni siquiera se movían, contemplaban la escena como si
estuvieran en el cine y admiraran la parte clave de una película dramática. El
rostro de mi padre se tornó rojizo y sus ojos brillaron, como si amenazaran
con explotar en cualquier momento debido a la intensidad de sus palabras.
Estaba soltando todo lo que había retenido este último mes.
—Cuando descubrí que no eras mi hija sentí mi mundo tambalearse, pero
estaba dispuesto a continuar; yo te vi crecer. Estaba preparado para entablar
una conversación con Elizabeth y cuando me enteré… —hizo una pausa,
conteniendo la respiración—. Mi corazón se rompió en mil pedazos y nunca
más se podrá recomponer. Lo único que disipa el gran vacío que siento es la
rabia, un deseo de venganza que me consume. Y el que seas como ellos…
implica que tú también debes morir. Es lo que enseño en esta academia.
Mantenerte con vida sería ir en contra de uno de los principios más
importantes. Y no voy a permitir que ningún vampiro se ría de mí. No dejaré
que nadie doblegue a Arthur Duncan, cazador de la oscuridad. Ni siquiera tú.
—No pondré resistencia si es lo que quieres —expresé, tragando saliva
para disimular el miedo y la tristeza que estaba sintiendo. Era incapaz de
mirar a Ana y Angie a la cara, porque rompería la valentía que había
conseguido mantener a flote para pronunciar esas palabras—. Pero tendrás
que hacerlo tú. Tendrás que marchitarme tú mismo, papá.
Podía escuchar los murmullos de los dhampir a mi alrededor, sus voces
inquietas y sorprendidas se filtraban en mis oídos, produciéndome un
profundo dolor de cabeza. Mi corazón cada vez bombeaba más lento y mi
sed aumentaba a una velocidad peligrosa.
No quería morir, pero sabía que dijera lo que dijese no le iba a amilanar
en su objetivo. Lo único que podía hacerle cuestionarse todo era rendirme de
verdad, mostrar una completa sumisión ante él y asumir mi destino. Ese que
tan importante parecía para los demás.
—¿Estás loca? —chilló Ana, corriendo para zarandearme como si fuera
una niña pequeña—. ¡No dejaré que mueras! Es absurdo.
—Aléjate, Ana.
—¡No! —exclamó mirándole con infinito odio—. Sabía el odio que
profesabas a los vampiros, pero nunca imaginé que estuvieras dispuesto a
asesinar a tu propia hija. Porque no es el ADN lo que da valor a esa palabra,
sino el amor que se forma con el paso del tiempo. La familia. Eso es lo que
importa de verdad. ¿Y estás dispuesto a destruirlo?
—Mantente al margen. Soy tu líder y es una orden.
Observé con dificultad como Ana abrió la boca para decir algo y Sham
se acercó hasta ella para retenerla, mientras Arthur avanzaba hasta llegar a
mí, sosteniendo un puñal brillante con el mango de una serpiente enroscada.
Los gritos nerviosos de Ana y Angie me hicieron temblar desde donde me
encontraba. Podía sentir el olor a muerte y desesperación. Un aroma
profundo y desagradable que se colaba por cada poro de mi piel,
produciéndome un fuerte escalofrío.
Este era mi final.
Cada paso que daba resonaba en mi mente, alertándome. Lo único que
veía eran sus zapatos negros moviéndose por el suelo blanquecino que
brillaba con fuerza, reflejando la luz que salía de los grandes ventanales.
Todo lo demás había pasado a un segundo plano, como si no quisiera ser
consciente del sufrimiento que mis únicas amigas estaban teniendo por mí.
Ese era sin duda el amor de verdad, el real, el amor de una amistad, la
cual estaría dispuesta a dar la vida por poder mantener la tuya. Pero todo
amor requería un sacrificio, y ese era el que estaba dispuesta a dar yo.
Aunque me aterraba reconocer que estaba a punto de averiguar a qué sabía la
muerte. Y no estaba preparada.
Pero Arthur sí.
Una pequeña ráfaga se levantó al sentir el filo del arma alzarse sobre mi
piel, como un aviso de lo que iba a notar al sentir mi alma desvanecerse de
verdad. Cerré los ojos para prepararme y no observar los rostros
horrorizados de las dos personas que quería. Para no enfrentarme a la
mirada vacía que tenía ese que un día fue el pilar de mi vida, mi referente,
mi guía.
Nunca me hubiera imaginado que el hombre que me había protegido de
los monstruos de mis pesadillas estaba a punto de destruir al único monstruo
que había existido de verdad. Yo misma.
Sentí el tacto de sus dedos aferrarse a mi piel, como si quisiera aferrarse
a lo poco que le quedaba para cerciorarse de que estaba haciendo lo
correcto. Su calidez chocó con mi frialdad debido a mi condición vampírica,
y un chispazo eléctrico emanó de mi tatuaje, cubriéndonos a los dos.
Capítulo XXIII * Cobarde

La atmósfera que nos había envuelto a ambos se rompió en el momento


que escuché algo metálico caer con brusquedad en el suelo. Era el puñal que
mi padre estuvo a punto de usar contra mí.
Alcé la vista, aturdida por la tensión que estaba viviendo y mis ojos se
quedaron mirando a Arthur, el cual había retrocedido unos pasos y estaba
ligeramente inclinado, con las manos presionando sobre su frente y sus ojos
cerrados con expresión de dolor.
Me debatí entre acercarme o no, pero decidí mantenerme al margen al
observar a Sham acercándose con rapidez hasta él. Arthur se incorporó
ligeramente y le hizo un gesto con la mano para que se detuviera. Sobre su
rostro habían aparecido ojeras de cansancio e incluso estaba pálido, como si
estuviera rozando el desmayo.
—Quitarle la estaca y curarla —gruñó, aproximándose hasta su mesa
para apoyarse y quitarse el sudor que recorría su frente.
—Arthur —respondió con odio Sham, en señal de advertencia.
—Hacer lo que he dicho, ¡ya!
Tras esas palabras se dejó caer sobre el asiento y su cuerpo se desplomó,
perdiendo el conocimiento. Los dhampir que estaban a nuestro alrededor
comenzaron a murmurar y algunos fueron a socorrerle.
Ana y Angie aprovecharon para acercarse hasta mí y Ana pulsó un botón
cercano para liberarme de las ataduras. Mi bestia se revolvió en mi cuerpo
al sentir el tacto de su piel contra la mía, alertándome de que debía
centrarme en mí misma si no quería que mis amigas murieran. Estaba
sedienta.
—Esto te va a doler —susurró ella al sujetar la estaca que seguía clavada
en mi interior.
Inspiré con dificultad para prepararme del ataque que iba a recibir, pero
eso no impidió el alarido de dolor al sentir la madera deslizarse, soltando
una cantidad importante de sangre. Clavé mis uñas en su brazo durante el
acto, haciéndole un corte del que brotó un pequeño reguero de sangre.
Olía tan dulce que mi rostro no tardó en reaccionar. La estaca me hacía
libre, pero no solo a mí, el monstruo que tanto tiempo había permanecido
oculto estaba ansioso de calmar su sed. Era tan grande que mantenerlo a raya
me dejaba exhausta.
Podía sentir mis venas estrechándose, mi piel se secaba ante la falta de
alimento; mis pulmones se habían encogido y me costaba respirar. Incluso
los latidos de mi corazón habían disminuido y mi vista se había vuelto
borrosa. Me sentía tan débil. Lo peor de todo era el dolor de encías debido a
mis afilados colmillos, que luchaban para salir y clavarse en su piel.
No podía hacerle eso a mi mejor amiga. No podía vencer la oscuridad.
Me mordí el labio inferior, haciéndome daño.
—Ana —siseé a modo de advertencia.
—Bien —asintió, comprendiendo mi angustia y me clavó algo en el brazo
que me hizo desvanecerme al instante mientras un chillido agudo por parte
de Angie se coló en mis oídos, a modo de pitido.

Al abrir los ojos observé mi alrededor confusa, intentando alinear todo lo


que había sucedido en menos de un día. Nikola tenía razón. Este viaje había
sido peligroso, había saboreado lo que era la perdición y había comprobado
la realidad: No estaba preparada. La bestia me dominaba, cuando debía de
ser al revés. Pero agradecí continuar respirando, la mujer del sueño tuvo
razón en sus palabras aunque no sabía lo que eso significaba. Parecía que mi
padre había despertado. Me había perdonado la vida.
¿Qué consecuencias tendría su acto de compasión? Nikola tenía razón, no
sabía que esperar por parte de nadie.
—Veo que ya estás despierta.
Dirigí mi mirada hacia la dirección donde había escuchado una voz
femenina y me tensé al encontrarme a una mujer menuda que se paseaba por
la sala donde yo me encontraba, pues estaba tumbada sobre una camilla.
—¿Quién eres? —gruñí, preparándome ante cualquier movimiento.
—La enfermera oficial de la academia. Me encargo de curar las heridas
que les hacéis vosotros, los vampiros, cuando os frustran alguna caza. Debo
admitir que me sorprende haberte curado a ti. Es sorprendente e intrigante.
¿No crees?
—Necesito…
—Sangre, ya —respondió dibujando una mueca burlona en su rostro—.
Pues no seré yo quien te la dé. Mi trabajo no implica alimentarte, no soy una
naranja a la que debas exprimir.
—Consígueme algo —rugí, luchando contra la rabia que me dominaba al
escuchar la diversión y maldad en sus palabras. Estaba disfrutando ante mi
sufrimiento.
—¿Me ves pinta de quererte ayudar? Eres una sucia sanguijuela que vive
a costa de los demás. Mereces la muerte eterna.
—Pues tu líder no piensa lo mismo —respondí tratando de incorporarme.
El odio que sentía por esa mujer me hacía desear alimentarme de ella hasta
hacerla morir, vaciada.
—Veo la sed de sangre expandirse por el negro de tus pupilas, pero no te
dejaré. Te advierto que si das un solo paso no dudaré en arrebatarte el
último aliento. Me da igual la orden de Arthur.
—Entonces aliméntame.
—Por encima de mi cadáver.
Mi cuerpo se estremeció al escuchar el portazo que dio, dejándome sola
y sedienta. Si no fuera porque me sentía débil ante la falta de sangre, no
hubiera tenido tiempo para ponerse a salvo, ya me hubiera abalanzado sobre
ella. Pero era su día de suerte.
Evalué el estado de mi herida, que había dejado de sangrar, pero era
preocupante pues no terminaba de sanar. Parecía que al estar tan baja de
energía mi piel era incapaz de reponerse. Necesitaba alimentarme con
urgencia.
«Nikola» pensé para mis adentros, esperando que mis palabras
terminaran en su mente y pudiera sacarme de aquí «Te necesito, Necesito
alimentarme».
Observé mi alrededor tratando de hallar algo que aliviara mi ansiedad.
La debilidad me nublaba la vista, impidiéndome ver con nitidez los objetos y
muebles que había. Parecía que no había nada que me sirviera de utilidad.
Tenía que salir de aquí. Al menos podía sentir el dije guardado entre mi
ropa, su textura me había acompañado tanto tiempo que no necesitaba verlo
para saber que me estaba acompañando. Lo había podido recuperar.
Me levanté de la camilla con dificultad, tratando de ignorar el temblor
que recorrió mis piernas, amenazando con hacerme caer, y me aferré a lo que
iba encontrando, impulsándome para conseguir moverme.
Ignoré las personas que se interponían a mi paso, los cuales se alejaban
con rapidez al percatarse con quien estaban chocando. Mi mente solo podía
verles como zumos, perfectos envases que contenían una importante cantidad
del dulce elixir que necesitaba como aire para respirar. Si Nikola no
aparecía pronto, lo más seguro es que estuviese a punto de ocurrir una
masacre.
«¿Laurie? ¿Dónde estás?» sus palabras intranquilas resonaron en el
interior de mi cabeza en un delicioso eco, haciéndome ver que estaba
preocupado. ¿El señor don sin corazón y sentimientos estaba preocupado por
mí? No me lo podía creer.
Me concentré en asimilar lo poco que era capaz de discernir del pasillo
donde estaba y los estímulos que captaba al sentirme tan débil y sedienta.
¿Sería capaz de encontrar la salida de esta maldita academia por mi cuenta?
«Joder, Laurie» maldijo, haciéndolo llegar a mi mente «Pareces un
jodido zombi devora personas, ¿qué te han hecho?». «Sangre» pensé,
incapaz de centrarme en otra cosa. Mi monstruo estaba a punto de traspasar
la piel para conducirme hasta la oscuridad.
«Céntrate en mi voz. Escucha mis palabras como si fueran una brújula.
La Bestia te está echando un pulso y perder no está permitido, no cuando
estás rozando la victoria con la punta de los dedos. Aguanta, déjate guiar
por mí.»
Traté de respirar con fuerza, notando los huesos acariciar la parte interna
de mi piel. Cada paso que daba era una tortura, estaba yendo hacia lo
desconocido con un monstruo adherido a mi espalda mientras cientos de
dhampir me rodeaban. ¿Cuál sería el precio a pagar por desafiar a la
muerte?
Unos dedos rozaron mis hombros, sobresaltándome, y mis ojos
inyectados en sangre se clavaron en el rostro preocupado de Ana, aunque me
costó distinguirla por la debilidad. Su dulce aroma impregnó mis sentidos,
haciéndome estremecerme de dolor.
—Laurie…
«Laurie, no»
La advertencia de Nikola quedó relegada a un segundo plano, el hambre
me consumía. Y en menos de lo que duró un parpadeo tenía a mi mejor amiga
contra la pared y mi mano clavada en su cuello, dejándome su piel morena
frente a mí, tentándome.
En ese momento era una bomba con la mecha encendida, a punto de
explotar. Mi raciocinio pendía de un hilo que se tambaleaba, amenazando
con romperse. Era incapaz de separar la amistad de la ansiedad. Mi bestia
clamaba sangre, mis dedos se aferraban a su piel, mis colmillos
resplandecían al ver su alimento tan cerca.
Pero Ana no dudó y con un simple movimiento me enfrentó, haciéndome
perder el conocimiento de nuevo. Consiguió bloquear al monstruo en el que
estuve a punto de convertirme. Mi mejor amiga me había salvado, de nuevo.

—Joder —gruñí al darme de bruces con la realidad, otra vez.


Abrí los ojos al sentir como pequeñas gotas mojaban mi rostro y mi pelo,
enfriándome. Al mirar hacia arriba comprobé que estábamos fuera de la
academia, estaba sentada con la espalda apoyada contra la pared y Ana se
encontraba a mi lado, mojándose también.
—Estuviste a punto de morderme —dijo, tratando de asimilar su
realidad.
—Sí —respondí con voz ronca, la debilidad aún me dominaba.
—Estar a tu lado es peligroso.
—Estar a mi lado es mortal, Ana —susurré, apoyando mi cabeza mientras
las gotas de lluvia se deslizaban por mi piel—. Por eso Arthur quiso acabar
conmigo, pero… no pudo.
—Algo raro sucedió, Lau. Si lo hubieras visto… Sus ojos se quedaron
blancos al tocarte, era como si un aura mágica os envolviera. Todos nos
quedamos atónitos. Tuvo que ver algo —murmuró para sus adentros—.
Estaba tan seguro de matarte, ¡en qué pensabas!
—¿Dónde estamos?
—En un callejón de Edimburgo. Me tienes en una encrucijada —resopló
—. ¿Qué hago para que estés bien? ¿Necesitas alimentarte de mí?
—N-no —balbuceé, tratando de alejarme para impedir a mi bestia
despertar.
—¿Y qué hago? ¡Eres un cadáver andante!
—Nikola.
Como si de un conjuro se tratase, frente a nosotras apareció una figura
que me resultó familiar. Su ropa oscura estaba empapada y su cabello
azabache se asomaba por la capucha que trataba de protegerle, aunque
algunos mechones le goteaban, cuyas gotas se deslizaban por su rostro. Sus
ojos grisáceos se iluminaron por un instante al encontrarse con los míos,
pero no tardaron en apagarse mientras se aproximaba hasta mí para
evaluarme.
—Tienes que irte —informó a mi amiga con voz hostil—. Sobras.
—Oye, imbécil. Si piensas que dejaré a Laurie a solas contigo estás muy
equivocado. Ella es mi amiga y…
—¿Acaso quieres presenciar cómo me chupa la sangre y gime en el acto?
Es algo íntimo. No quiero mirones —gruñó, mordiéndose para hacer una
herida que empezó a sangrar.
—Yo… Pasaré por alto tus modales de mierda. Te controlaré desde
lejos, Lau.
—Piérdete ya —respondió Nikola acercándome su muñeca mientras Ana
se alejaba como si fuera una sombra.
El olor de su sangre aturdió mis sentidos, no era tan dulce como la de los
humanos o los dhampir, pero era mejor que continuar respirando estando
vacía. Solo con acercar mis labios a su herida carmesí la conexión empezó a
rodearme. Era una fragancia que me embriagaba, tentándome para que la
aceptara.
Miré los ojos de Nikola en busca de arrepentimiento, algún gesto de duda
que me impidiera hacer lo que tanto deseaba. Pero el brillo de sus ojos me
animó, parecía que estaba preparado. Y yo también.
Clavé mis doloridos calmillos en su piel y saboreé el éxtasis que empecé
a absorber ayudada por mi lengua, que se movía en círculos, provocándole
ligeros espasmos. Podía sentir su deseo incrementarse, su lujuria traspasaba
la piel haciendo dilatar sus pupilas y un orgasmo amenazaba con rodearme.
Su sangre recorriendo cada rincón de mi interior era motivo suficiente para
retorcerme y sujetar más mis dedos en su cuerpo, clavándole mis uñas.
—Despacio —gruñó, tratando de contener el placer que le estaba
proporcionando. Sus sensaciones se entremezclaban con las mías, haciendo
que en vez de dos empezáramos a ser uno.
Sus recuerdos comenzaron a inundar mi mente, como si fueran olas de un
mar tormentoso que amenazaban con ahogarme. Pero no tenía miedo, así que
me dejé atrapar. Estaba deseosa de saber más de él. Necesitaba saber que
escondía entre capas de dureza y frialdad.
Volvía a encontrarme en ese campo que perteneció a Nikola. Un
humano común que en ese momento tenía una carga sobre su espalda —
literalmente— pues estaba moviendo al hombre que había visto entre sus
recuerdos anteriores y yacía muerto.
Me removí inquieta al contemplar su nerviosismo, el sudor perlaba su
rostro y la preocupación se reflejaba en los pómulos, estaba níveo. Estaba
claro que la situación le estaba sobrepasando y la sangre de la víctima
manchaba su ropa, pero él continuaba caminando, intentando centrarse en
esconder el cuerpo. No quería que le tildaran de asesino.
El recuerdo avanzó llevándonos a ambos hasta un bosque cercano y
Nikola no dudó en dejar el cuerpo a un lado y comenzar a excavar con una
pala para enterrarlo. El sol se alzaba en el cielo, brillando con fuerza. El
sudor empapaba su rostro y su ropa, embadurnando la sangre en manchas
oscuras que tendría que limpiar pronto si no quería ser descubierto.
Nik se incorporó al terminar la faena y exhaló un suspiro de cansancio,
pasándose la mano por el rostro. Estaba tan metido en el problema que no
se percató de que una mujer de cabello azabache se aproximaba hasta él
con un semblante maligno en el rostro. Todo en ella destilaba oscuridad.
—Noto la oscuridad que habita en vos, se expande como la pólvora, es
imparable —dijo con voz lúgubre, aproximándose hasta él—. La envidia
corroe tus venas y te hace abrazar el mal. No sabes a lo que te enfrentas,
¿cierto?
El cuerpo de Nikola se tensó al escuchar esa voz tan cerca de él y se
giró, observando a la mujer que había a escasos centímetros con aire
despreocupado, sin poner el grito en el cielo por tener a un cadáver
cubierto de tierra. Podía escuchar los pensamientos que pasaban por su
mente, preguntándose quién podía ser esa extraña mujer, aunque yo lo
tenía claro. Era Lilith.

—¿Q-quién es usted? —preguntó retrocediendo unos pasos, con


expresión expectante.
—Puedes tutearme, pues soy tu madre y reina. La única a la que debes
venerar.
—Eso es absurdo ¿de dónde ha salido? ¿Qué quiere de mí?
Los ojos de Nikola danzaban entre el hombre fallecido y la mujer que
mantenía la expresión de regocijo en su rostro, consciente de que no le
quedaba de otra que aceptar su destino, pues estaba entre la espada y la
pared. Ella sentía que le pertenecía.
—Ya te lo he dicho, tu madre y reina. Tu destino fue marcado desde tu
nacimiento. Ambos sabemos que fuiste especial. ¿O me vas a negar que te
tacharon de monstruo? De demonio, abominación.
—Eso no tiene nada que ver. Márchese de aquí, estoy ocupado.
—Tu osadía me enternece, querido, pero tengo poca paciencia y no te
va a servir de nada. Así que mejor terminamos con esto pronto.
Nikola retrocedió un poco más al presenciar su rostro sombrío, sus ojos
emitían un brillo malicioso a pesar de ser negros como la noche, pero no
le sirvió de nada pues chocó contra el tronco de un árbol cercano. La
sonrisa de Lilith era espeluznante, cada poro de su piel advertía del
peligro que emanaba. Pero era tarde, lo había encontrado y no le dejaría
escapar.
Nikola lo sabía. En el momento en que sus ojos grises se quedaron
clavados en la oscuridad de la reina de demonios, esta ejerció su poder,
impidiéndole moverse. El rostro de Nikola se fue tornando en distintas
tonalidades a medida que el mal se aproximaba hasta él, quedando a
escasos centímetros de su rostro.
—¿Qué…? ¿Qué me va a hacer? —murmuró aterrado.
—Convertirte oficialmente en uno de mis Hijos Oscuros —sonrió,
embebida en sus propias palabras—. Eres bienvenido a mi reinado, Nikola
Alilovic; y una vez que pones un pie en él no podrás escapar. Estarás a mi
lado para siempre.
Mi compañero se retorció como pudo al escuchar la intensidad con la
que pronunciaba cada palabra. Su voz reflejaba un deje demoníaco que
volvería loco al más cuerdo. Su aliento frío acariciaba su piel,
advirtiéndole de lo que estaba a punto de suceder, pero fueron sus largos y
afilados colmillos expuestos ante la luz del sol lo que le hizo temblar y
sentir escalofríos.
—N-no… Deténgase, se lo imploro —suplicó mientras sus pupilas se
dilataban de puro terror.
Pero fue en vano. Lilith clavó sus colmillos en el cuello de Nikola y no
tardó en absorber su alma, depositándole parte de la suya. El grito
ensordecedor que rodeó el bosque me hizo estremecer. Fue entonces
cuando le vi convulsionar y la oscuridad le abrazó como si hubiera sido
un viejo amigo que le había estado esperando desde hace mucho tiempo.
En ese momento Nikola Alilovic murió para dejar paso a Nikola
Herczeg. Un monstruo que se alimentaba de la envidia y el mal que
impregnaba la sociedad.
Abrí los ojos, asfixiada por el terror que había rodeado mi cuerpo. Los
sentimientos de Nikola habían sido tan fuertes que me habían dejado
abrumada. Me removí queriendo más, pero él me lo impidió, tirando de mí
para alejarme; su pecho subía y bajaba cansado, como si hubiera estado
horas haciendo ejercicio.
—Ella te encontró —murmuré, intentando asimilar sus recuerdos y
recuperar la normalidad. Su sangre era en parte animal, así que me costaba
digerirla.
—Sí —respondió exhausto, tragando saliva con fuerza.
—Parte de su alma habita en tu interior —continué, mirándole fijamente.
—Sí.
—Y hemos aumentado nuestra unión.
—Más bien ha aumentado la tuya hacia mí. Yo no he bebido de tu sangre
—respondió tratando de incorporarse.
—¿Y a qué estamos esperando? —objeté con un deje ronco, movida por
el deseo que estaba sintiendo. Debía de ser la conexión, que se expandía por
mi cuerpo como si fuera una droga.
«Maldito Vlad y su estúpida lujuria. Ha metido al demonio en mí» gruñí
para mis adentros, sintiendo como mis mejillas se encendían. Me aproximé
hasta él con lentitud, como una pantera acercándose hasta su presa para
devorarla, mientras Nikola me miraba con recelo, ocultándose entre las
sombras del callejón.
—Creo que necesitas que la lluvia te enfríe, si sigues así vas a entrar en
erupción.
—Peca conmigo, Nikola. Yo sé que quieres. Me deseas —susurré
recogiendo la sangre que se había quedado impregnada en mi labio inferior.
—Basta, Laurie. Será mejor que dejes de jugar a los superhéroes
creyendo que eres dios, porque estás cruzando la raya, y si la pasas todo se
habrá ido a la mierda.
—Entonces qué más da, ya la estoy rozando, ¿no?
—Basta —repitió, mientras sus pupilas se detenían sobre mis labios, que
se encontraban a escasos centímetros de los suyos.
—A este juego podemos jugar los dos, es cuestión de saber apostar.
Entonces me aproximé y colisioné mis labios ensangrentados contra los
suyos, dejándome atrapar por la textura que estos tenían. Mi boca buscaba la
suya con desesperación mientras mis manos se movían de forma autómata
por su ropa mojada, tratando de aferrarme a él. Una corriente eléctrica
atravesó mi piel al dejarme envolver por su aroma, una mezcla de peligro y
oscuridad que me aturdía por completo.
Pero la sensación de adrenalina se esfumó tan rápido como llegó, pues
Nikola despegó sus labios para alejarse de mí, quedando recostado contra
una pared sin techo, dejando que las gotas de lluvia limpiaran los rastros de
sangre que aún tenía su boca debido a mi ataque, mientras trataba de
mantener el autocontrol con los ojos cerrados.
—Pues yo prefiero retirarme a tiempo —murmuró, apoyando la cabeza
para que la lluvia mojara su cabello por completo—. Y tú deberías hacer lo
mismo.
—Cobarde.
Me dejé caer sobre la pared donde él estaba, rendida y ofendida por lo
que acaba de pasar, mientras las gotas de lluvia dejaban caer la humillación
que me rodeaba. Yo, Laurie Duncan, había besado a otro de los hermanos y
me había gustado. Y lo peor de todo era que no sabía en qué posición me
dejaba eso, ¿había llegado el momento de pasar página y olvidarme de Atary
por completo? ¿O verlo me crearía una vorágine de sentimientos que me
haría explotar?
En ese momento era un mar de dudas y miedos, pero había algo que tenía
claro: Había llegado el momento de recuperar la configuración y regresar a
Miskolc para prepararme y ser más fuerte. La oscuridad me estaba
esperando y yo debía de hacerle frente con la poca luz que se esforzaba en
brillar en mi interior, luchando a contrarreloj para no apagarse del todo. Ya
habíamos perdido suficiente tiempo y los dhampir me habían dejado claro
que Edimburgo había dejado de ser mi hogar.

Nos mantuvimos varios minutos en silencio, con la única compañía de


nuestras respiraciones aceleradas y la incesante lluvia que arrasaba con todo
a su paso. Desde niña, contemplar las gotas deslizarse por el cristal de mi
ventana me relajaba, pero en ese momento lo único en lo que podía pensar
era en la electricidad que había sentido al probar sus labios. Ya habían sido
dos veces las que me había dejado alimentarme de él. Eso me confundía y
me aterraba al mismo tiempo. No quería que me manipularan otra vez.
—Será mejor que busquemos la configuración —carraspeé—. Que mi
padre me haya perdonado la vida no quita que no quiera verme. No quiero
echarle un pulso otra vez.
—¿Qué le hizo cambiar de opinión? —preguntó girando su rostro hacia
mí, parecía que había captado su atención.
—Tuve otro sueño. Otra vez se me apareció la mujer que me dio el
tatuaje y dijo que él debía despertar, algo así. No la entendí, pero cuando él
me tocó para… —Me revolví al recordar lo sucedido—, matarme, parece
que vio algo que le hizo cambiar de idea.
—Sin duda esa mujer proviene de Lux, sino no te hubiera ayudado con
eso.
—De hecho… esa mujer cambió y de repente era mi madre. Fue extraño,
quería decirme algo pero no pudo. Ella quiere que encuentre la
configuración.
—Seguramente Lilith se esté acercando demasiado y eso no nos
conviene. Aun así puede estar en cualquier parte.
—Está en las catacumbas. Lo vi.
El rostro de Nikola se iluminó durante unos instantes y rápidamente se
levantó para poner rumbo hacia allí. Seguramente era lo mejor, la noche
estaba por llegar y apenas habría personas molestando y curioseando por el
lugar. No quería que la vida de nadie peligrase.
—Entonces vayamos, el tiempo apremia.
—Nikola —susurré, luchando contra mi orgullo para elevar mi mentón y
quedarme desarmada ante la frialdad que desprendía su mirada.
—¿Sí?
—Gracias por salvarme, otra vez —acentué—. Tenías razón, todavía no
estoy preparada para luchar contra todo lo que se avecina. Pero pondré lo
mejor de mí para conseguirlo, lo prometo.
—Ha sido muy valiente de tu parte enfrentarte a todos esos dhampir y
salir ilesa. Parece que no eres tan débil después de todo, y nuestra sangre te
hace mantenerte en pie.
Sonreí ligeramente al escuchar sus palabras de aliento, era algo que no
solía suceder y provocaba que todo mi cuerpo se relajara. Quería ser tan
fuerte como él, demostrarle que podía estar a la altura y conseguir
protegerme a mí misma, sin depender de nadie. Se lo debía a él, a mí misma
y a todos los que creían en mí, que no eran muchos. Si era el péndulo que se
movía entre el bien y el mal, demostraría a ambos bandos de lo que era
capaz.
Caminamos entre la lluvia, permitiendo que nos empapara a ambos, hasta
que llegamos a una de las entradas que nos conducía a las catacumbas. Ese
escalofriante lugar que me hizo entablar una surrealista conversación con una
fantasma. Si por ese entonces hubiera prestado atención a sus palabras y
atado cabos ahora mismo no estaría en esta situación. Pero sin duda ser
detective no era mi vocación, eso se lo dejaba a Angie.
Recorrimos cada rincón esperando encontrar algún hueco que nos
indicara que por ahí debía de estar oculta, pero no había nada que resaltara
por encima de lo demás. Las gotas de lluvia descendían por nuestro cabello
hasta mojar nuestra ropa, pero no nos importó, estábamos demasiado
concentrados en hallar alguna entrada secreta.
Al pasar por la sala que estaba dedicada a Annie, repleta de muñecas que
parecían sacadas de una auténtica película de terror, un escalofrío acarició
mi nuca haciéndome estremecer.
Me giré hacia Nikola para preguntarle si lo había sentido, esperando que
fuera el frío que nos cubría debido a la tormenta que nos había empapado de
arriba abajo, pero al encontrarme con el rostro infantil y macabro de Annie
no pude evitar retroceder hasta chocar contra una pared y soltar un chillido.
—¡Tú de nuevo! ¿Me echabas de menos? —preguntó con una mueca
burlona para nada inocente.
—N-no puede… no puede ser, ¿no cruzaste a la luz?
Nikola me miró extrañado y giró su cabeza de un lado a otro para
observar su alrededor, sin hallar nada, solo unas paredes antiguas y frías.
Entonces me miró de nuevo frunciendo el ceño, seguramente esperando
alguna explicación de porqué le estaba hablando a la nada.
—¿Yo? ¿La luz? No, gracias. Es más interesante asustar a los vivos. Y
poder observar que no hiciste caso a mi advertencia, niña tonta.
—Podías haber sido más clara —gruñí, tratando de recomponerme del
susto.
—Oh, ¿querías un diccionario para entender mis palabras? Aunque veo
que ya no te hace falta. No me gusta entablar conversación con seres
oscuros, no es nada personal ¿sabes? Solo… No quiero tener nada que ver
con la madre de todos los demonios.
Nikola me miró de arriba abajo esperando que decidiera explicarle qué
estaba pasando, así que posé mis ojos sobre él, ignorando durante unos
segundos a la niña fantasma insoportable.
—Es una niña fantasma. —Le informé, como si fuera lo más normal del
mundo—. No sé el motivo, pero puedo verla y hablar con ella. Se ve que ha
decidido venir a molestarme de nuevo.
—¡Eh! No soy una niña, tengo siete años. Y no tengo la culpa de estar
ligada a este lugar. Eres tú la que ha decidido molestar a los muertos. ¿Vas a
jugar al escondite conmigo? Él también puede, si quiere. Aunque seas una
vampiresa sigues resultándome divertida y noto un aura diferente en ti. Más
blanca.
—No, gracias —repliqué negando con la cabeza—. Hemos venido para
encontrar algo.
—Oh, ¡juguemos a la búsqueda del tesoro perdido! ¿Qué buscáis? —
preguntó con una sonrisa inocente y espeluznante a la vez.
—La configuración de Aqueronte, la que retiene a Lucifer.
Los ojos de Nikola me miraron en señal de advertencia, como si no le
gustara que le diera demasiada información a una niña fantasma, pero era la
única ayuda con la que contábamos y no parecía que fuera a darnos
problemas o traicionarnos.
El rostro de la pequeña se contrajo al escuchar mi respuesta y su
expresión se tornó sombría, como si hubiera pronunciado un nombre
prohibido. Batió sus largas pestañas en señal de nerviosismo y su labio
inferior tembló, incapaz de articular palabra.
—¿Acaso tienes los oídos taponados, niña tonta? Te lo he dicho antes y
cuando eras humana también, los fantasmas no nos mezclamos en asuntos de
vampiros. No queremos saber nada que tenga que ver con el señor oscuro y
la reina de demonios. No. No quiero ese juego, busca otro que no implique
generar un apocalipsis.
—Tiene que ser ese, Annie. Me lo debes —dije acentuando la última
frase—. Encontré tu muñeca.
—Y yo te indiqué donde estaba tu amiga, estamos en paz —replicó
mostrándome la lengua—. Además no podríais entrar aunque quisierais. El
lugar está sellado por los ángeles de Lux. Ningún ser de Nyx puede pisarlo
sin terminar muerto.
—¿Sabes dónde está? —pregunté esperanzada—. Llévanos hasta allí.
Con eso será suficiente.
—¿También eres sorda? ¿O buscas emociones fuertes porque la eternidad
te aburre? Hasta la persona más loca entendería que pisar ese sitio es un
suicidio. Te matará.
—No mientras esté bajo la protección de Lux —murmuré acariciando la
textura del dije, que mantenía oculto entre mi ropa.
—Debiste ir al manicomio la primera vez que nos vimos —respondió
torciendo la boca —. La oscuridad te ha comido el cerebro.
—¡Solo llévanos! —protesté, molesta por sus constantes ataques. Esa
niña parecía hija de Nikola.
Por fortuna, Annie suspiró en señal de rendición y nos indicó el camino
que debíamos tomar. Nikola se mantenía en silencio, con la mirada perdida y
seguramente cavilando sobre las respuestas que estaba dando a lo que para
él era la nada. Estábamos cerca de la meta que era nuestro viaje y podríamos
descansar. O al menos eso esperaba.
La niña fantasma se detuvo frente a una pared aparentemente normal y
exhaló una bocanada de aire, antes de girarse hacia mí y mirarme con gesto
preocupado. Nikola acarició la fría piedra esperando encontrar algo que nos
indicara un lugar por donde pasar.
—¿Estás preparada? Porque una vez que entres posiblemente no serás
capaz de salir. Y ni siquiera yo podré ayudarte.
—Sí —respondí antes de tragar saliva con fuerza, asimilando su
advertencia—. Lo estoy.
—Bien. Te deseo suerte, la vas a necesitar.
Entonces me hizo un gesto con mano etérea, señalándome un símbolo que
seguramente debía de pulsar o descifrar. Era una muesca clavada en la
piedra con la forma de mi dije. Parecía que tenía que colocarlo para que esta
se moviera.
Y así fue.
La pared se separó en dos, mostrándome un oscuro y estrecho pasillo que
parecía susurrar mi nombre, produciéndome un profundo escalofrío.
Entonces recuperé el dije y avancé unos pasos para entrar, antes de girarme
para observar a Nikola y pedirle que me cubriera las espaldas, pero fue en
vano. La pared se cerró, dejándome sola ante el peligro.
Capítulo XXIV * Resurrección

—¿Nikola? —pregunté alzando la voz mientras aporreaba la fría piedra


que nos separaba—. ¡Nik!
Tragué saliva con fuerza debido a los nervios, hacían que mi vello se
pusiera de punta y la piel se erizara. Al ser una vampiresa, mis emociones se
acentuaban de tal manera que me resultaba muy fácil pasar de los nervios al
pánico y de ahí a la desesperación y eso me haría perder la cabeza. Tenía
que tranquilizarme.
Mis oídos captaban la humedad filtrarse por las paredes y el eco del
pequeño espacio me acompañaba, acentuando mi respiración y la voz
distorsionada de Nikola, que intentaba decirme algo, pero no podía.
—Joder —murmuré, revolviendo mi cabello antes de inspirar con fuerza,
hinchando mi pecho.
El frío se notaba en el lugar, aún tenía mi ropa mojada, al igual que mi
cabello, así que la sensación no era muy agradable. Pero lo peor de todo era
la soledad, el sentir que estaba sola frente al peligro y no sabía si saldría
viva de esta.
—¿Y ahora qué? —Me cuestioné, intentando hallar la manera de dejar
pasar a Nikola, no quería seguir por mi cuenta. Últimamente ser autodidacta
solo me traía problemas.
—Ahora empieza a andar —dijo una voz infantil cerca de mi nuca—. Ya
que has decidido poner en jaque a la muerte con tu decisión, que al menos
sirva para algo.
—¿Qué haces aquí? ¿No decías que no podías entrar?
—Dije que no podría ayudarte, no que no pudiera pasar —respondió
poniendo los ojos en blanco, lo cual me hizo estremecer por lo desagradable
que era—. Puedo acompañarte hasta la sala. Nada más. Allí sí que no puedo
entrar.
—¿Por qué no?
—Porque el sellado también cuenta para los fantasmas, niña tonta. La
triada de ángeles no se fiaba de nosotros, temía que alguno se aliara con
Lilith y le diera el tesoro.
—¿Por qué os ibais a aliar con ella? Si la teméis.
—Porque es una bruja de magia negra poderosa, podría devolver a
alguien a la vida —contestó haciendo un puchero—, pero hasta alguien como
yo sabe que eso implica correr riesgos. Desafiar a la muerte siempre tiene
consecuencias, y yo no estoy dispuesta a correrlas. Por eso no podemos, así
se aseguraban de salvaguardar la configuración y la armonía en general.
—Pero Lilith es un… una vampiresa, ¿no?
—Lilith es todo lo malo que te puedas imaginar: Bruja de magia negra,
demonio, vampiro… Involucrarte con ella garantiza corromperte, venderle tu
alma al mismísimo engendro del mal. Eso lo sabe hasta un bebé en pañales.
Conté mentalmente hasta tres para no enzarzarme en una disputa con una
niña fantasma que disfrutaba haciéndome de rabiar. Para muchas personas
seguramente la existencia de Lilith no les sorprendería, pero yo hasta hacía
unos meses no había escuchado hablar de ella. En la pequeña comunidad de
Luss solo enseñaban a Eva como mujer de Adán. No había lugar para una
antecesora. Así que estaba descubriendo los pasajes ocultos, y con ello
todos los problemas que me rodeaban e involucraban de forma directa.
—Genial, ¿y ahora?
—Ahora me sigues y entras tú solita en la sala. El guaperas malhumorado
te espera al otro lado y no hace falta ser muy lista para saber que es uno de
los Hijos Oscuros de Lilitú. Me niego a quedarme a su lado y que algo malo
me suceda.
—Nikola… Él no… No te hará nada —suspiré, contemplando el estrecho
y pequeño pasillo que había soñado en la academia. Esto no iba a ser fácil.
—Ja, seguro que no —resopló, sacándome la lengua—. Y tú también
deberías alejarte. No sé qué tipo de promesas cursis te habrá hecho, pero
estoy segura de que te está usando. Seguro que le dará la configuración a
Lilith en cuanto la tengas entre tus manos. Ni siquiera sé cómo continuas
respirando aquí dentro.
—Confío en él. Lleva protegiéndome desde que me encontró en este
estado. A su lado no me pasará nada malo.
—También confiabas en el otro vampiro y ahora eres una de ellos —
objetó con una sonrisa falsa angelical, ladeando su cabeza—. Deberías
escoger mejor en quién confiar.
—¿Por qué no me advertiste de que Atary era un vampiro?
—¿Me hubieras hecho caso? Seguro que no. Además, te advertí que nadie
se atreve a meterse en asuntos de vampiros, ni siquiera los muertos. No me
escuchaste.
—Da igual —bufé—. Mejor centrémonos en esto.
Para mi fortuna, Annie empezó a flotar y seguí sus pasos sin detenerme a
centrarme en el suelo, por lo que solté un grito de terror al ver que mi cuerpo
se desvanecía. Estaba cayendo por un oscuro agujero.
Al llegar abajo me agaché para comenzar a gatear, como había previsto
en el sueño, y comencé a moverme mientras la oscuridad y la presencia de la
niña me acompañaban. Estaba aterrorizada porque el agujero tenía bastante
profundidad y temía no poder volver a subir a la vuelta. Además, el único
sonido que escuchaba eran mis manos y rodillas desplazarse mientras mi
respiración se agitaba nerviosa. Las gotas de humedad se filtraban por las
paredes y el olor a moho y antiguo me hacía arrugar la nariz. Era mucho más
intenso que cuando era humana.
Al cabo de varios minutos centrada en el objetivo, intentando relegar el
miedo a un segundo plano, noté como la niña se detenía en seco, aunque
permanecía flotando en el espacio y me miró con expresión confusa mientras
torcía sus labios.
—¿Qué harás cuando tengas la configuración? No se la darás a Lilith o la
abrirás, ¿verdad?
—¡Claro que no! —exclamé ofendida—. Estoy de tu parte, ¡del lado del
bien! Solo quiero recuperar mi vida. Mi vida humana —recalqué, sintiendo
un profundo dolor al pronunciar la última palabra—. Es lo único que quiero
de todo esto.
—Eso es imposible. Estás muerta.
—Algo se les ocurrirá. Y teniendo en cuenta que estoy arrastrándome por
el suelo por ellos… Es lo mínimo que podían hacer.
—No lo sé, aun así eres una vampiresa, perteneces a Nyx. Lux nunca
dejaría a un ser del mal apoderarse de la configuración, es demasiado
arriesgado.
—No soy un ser completo. Supongo que eso me otorga algo de ventaja
sobre el resto. Lux confía en mí.
—Yo no estaría tan segura. Tu confianza ciega te traerá problemas tarde o
temprano. —Me advirtió.
—Si me acobardo se la estaré dando a Lilith en bandeja de plata.
Tenemos que ir por delante de ella.
—Como quieras. Reservaré una lápida para ti de todos modos —
respondió sonriendo de forma macabra.
—Qué agradable eres —murmuré frunciendo el ceño, mientras
continuaba gateando por el estrecho conducto.
Varios minutos después habíamos conseguido dar con otra pared que nos
impedía avanzar más. El sitio era tan estrecho y pequeño que me hacía sentir
encerrada. Mi respiración se entrecortaba debido a los nervios y la humedad
del lugar, era asfixiante.
—¿Y ahora? —pregunté tragando saliva al sentir mi garganta secarse.
—No sé —respondió encogiéndose de hombros.
—Genial —gruñí haciendo una mueca de desagrado.
Ignorando su sonrisa de diversión, moví mis manos por la antigua pared
tratando de encontrar algo que la hiciera moverse, pero parecía en vano. Me
concentré en buscar alguna muesca para introducir el dije, quizás funcionaba
de la misma manera.
Lo único que estaba consiguiendo era ensuciar las palmas de mis manos y
perder la paciencia, porque no había nada. Frustrada, golpeé la pared y
apoyé mis brazos en ella en señal de desesperación. Entonces el tatuaje de
mi brazo ardió, haciéndome retroceder.
Mientras trataba de aliviar el ardor que sentía en mi piel escuché un ruido
cercano que me hizo ponerme en alerta y me sobresalté al ver la pared
moverse. Era una puñetera llave viviente de Lux.
—Vaya —silbó Annie, mirándome atónita—. Si me hubieran hecho
apostar por ti me hubiera quedado arruinada, porque estaba segura de que
fracasarías y te buscaría en el limbo para jugar.
Torcí el rostro al escuchar sus palabras y gruñí una maldición. En ese
momento prefería la presencia de Nikola, al menos me alentaba. Lo único
que hacía Annie era sacarme de quicio y hacer tambalear la poca paciencia
que me quedaba. Pero decidí gatear hasta la entrada y aspirar profundamente
antes de poner un pie en la sala, algo más grande que el pasillo.
—Bueno, rezaré por tu no alma. Dudo que llegues más allá.
Y con esas palabras desapareció.
Me sentía nerviosa al verme sola, pero agradecí poder ponerme de pie,
aunque mi pelo rozara el techo. Era una sala austera, revestida por paredes
rocosas repletas de estacas, y tenía un fuerte olor a cerrado. Al centrar mi
vista me percaté de que en una esquina estaba la configuración. Me
extrañaba que no tuviera algún tipo de protección.
Aun así, decidí mantener la cabeza fría y me aproximé hasta allí para
sostenerla entre mis manos. Entonces la configuración brilló y soltó una
fuerte humareda, que me hizo soltarla de golpe y comenzar a toser, tensando
la mandíbula por el dolor.
Parecía que el simple contacto de mi piel con ella me había provocado
una quemadura, más fuerte que cuando mi tatuaje se había activado al tocar
la pared que ocultaba la sala. No entendía nada, ¿acaso Lux no quería que la
recuperase? Si la mujer que parecía ser mi madre me había apurado para que
la encontrara. No tenía sentido.
Dudosa, volví a sostener la configuración entre mis manos e intenté
ahogar un grito de dolor apretando los dientes, parecía que estaba tocando
una llama y me abrasaba la piel. Me moví con rapidez para salir por donde
había venido, tapándome la nariz con el jersey, pero la pared se cerró antes
de que pudiera hacerlo, dejándome atrapada.
Golpeé la pared que me mantenía ahí atrapada mientras la desesperación
me consumía y llamé a Annie varias veces, sin obtener respuesta. Entonces
recordé que ella no podía pasar a este lado.
Un ruido me sobresaltó, parecía que algo se estaba moviendo. Al
girarme, comprobé cómo las paredes de la sala estaban moviéndose,
haciendo del espacio una trampa mortal. Si no me apresuraba terminaría
aplastada y atravesada por un montón de estacas. Annie tenía razón.
Moví mis manos por la pared sin control, esperando encontrar algo que la
activara. Como fue en vano, traté de deslizar el tatuaje contra la fría roca
para ver si era eso lo que me liberaba. Pero tampoco.
Mi respiración empezó a agitarse al girar mi rostro y comprobar como
las paredes continuaban moviéndose para juntarse, comiendo centímetros de
suelo. No había nada en la pequeña sala que pudiera ayudarme y la pared no
tenía muescas para introducir el dije.
Asustada, comencé a soltar gritos y aporrear la pared esperando que algo
o alguien me escuchara, aunque fuera del más allá y se apiadara de mi vida.
Varias lágrimas descendieron por mis mejillas al sentir el pánico por la
muerte en carne viva. No quería morir cuando estábamos tan cerca de la
ansiada libertad. No podía resultar ser una trampa. Annie no podía haberme
hecho eso. Y la mujer de mi sueño tampoco.
Pero los minutos pasaban y el pequeño espacio seguía estrechándose,
amenazándome con atravesar mi piel. Nadie aparecía para socorrerme y a mí
se me agotaban las opciones. Mi cuerpo estaba paralizado por el terror, los
ojos se me habían inyectado en sangre y las venas aparecieron cerca de
ellos, mostrando mi oscura identidad.
Traté de encogerme para ganar más espacio, no me quedaba mucho. Mi
pecho subía y bajaba con fuerza, sintiendo como el oxígeno empezaba a
reducirse, aunque no era tan esencial como para un humano. Tenía la muerte
tan cerca que un escalofrío recorrió mi interior. Mi final se aproximaba.
Agarré con más fuerza la configuración, ocultándola entre mi jersey
mojado y con la otra mano acaricié mi dije mientras murmuraba una
plegaria. Los recuerdos comenzaron a aparecer en mi mente como flashes,
recordándome los rostros de las personas que más me importaban mientras
me concentraba en cerrar los ojos e intentar salir de ahí.
Entonces la oscuridad me consumió.

Abrí los ojos confusa al verme frente a Nikola. Así, de repente, como si
nunca hubiera bajado a esa trampa que había por sala. Meneé la cabeza y
pellizqué mi brazo para asegurarme de que era real. No podía haber estado
soñado, recordaba todo lo sucedido. Era imposible.
Nikola mantenía una expresión expectante, mirándome de arriba abajo
esperando alguna explicación. Al girarme contemplé a Annie, que me miraba
con la misma cara de confusión. ¿Por qué?
—Qué… ¿qué ha pasado? —pregunté, mirando a los dos.
—Dímelo tú. Acabas de aparecer de repente y la pared está cerrada —
respondió Nikola mirando en dirección a mis manos, que sostenían la
configuración y el dije.
—Nada de esto tiene sentido. Yo estaba ahí y… ¿Estoy muerta?
—No tenemos tiempo para preguntas estúpidas, Laurie —gruñó él,
frunciendo el ceño—. No converso con fantasmas.
Miré a Annie, que continuaba mirándome con una expresión
indescifrable. Estaba tan sorprendida como yo de encontrarme ahí, con vida.
Como si nunca hubiera entrado con ella. Sus ojos eran el vivo reflejo de que
algo raro había sucedido allí abajo.
—No estás muerta —murmuró casi para sí misma—. Es… extraño.
—¿Planeabas matarme? —chillé presa por el pánico.
Nikola torció sus labios en señal de molestia y avanzó con rapidez hacia
mí, dejándome aturdida ante su gesto. Parecía que estaba cerca de
golpearme.
—¿Para qué iba a querer matarte? ¡Tú quisiste entrar ahí! Te advertí que
no eras Batwoman.
—¡No hablo contigo! —protesté zafándome de su ataque—. Hablo con
una mentirosa niña fantasma.
—Claro, la fantasma —suspiró revolviendo su cabello y se apartó de mi
lado.
Ignoré su tono cansado y volví la vista hacia ella, que continuaba
procesando lo sucedido. En ese momento me daba igual cuales habían sido
sus planes, solo quería saber qué me había pasado ahí abajo. ¿Por qué seguía
viva?
Estaba a punto de abrir la boca cuando Nikola me sujetó por el hombro y
me hizo girarme para mirarle. Sus ojos estaban abiertos ante la sorpresa y su
respiración se había acelerado, poniéndome nerviosa.
—Tu poder…
—¿Qué le pasa a mi poder? —pregunté confundida.
—Dile al espectro, o lo que sea, que vuelva abajo y compruebe si sigues
ahí.
—Estoy aquí, Nikola —respondí sin comprender nada.
—Díselo, rápido.
Miré a Annie pero ella ya había desaparecido, dejándonos solos. Me
moví de un lado para otro sin entender por qué estaba tan agitado y sin la
certeza de que esa niña traicionera fuera a regresar. No se había pronunciado
desde mi regreso y eso me desconcertaba. ¿De qué lado estaba?
—Sigues ahí. —Me informó de repente, sobresaltándome al sentir el frío
helador en mi nuca, que me alertaba de su etérea presencia.
—Sigo ahí. —Le repetí a Nikola, esperando que me indicara qué
significaba eso.
—Es tu poder, Laurie. ¿No te das cuenta? —Sus ojos brillaban con fuerza
al decirlo, como si fueran dos estrellas fugaces—. Estás soñando. Tu tacto es
diferente, como si no estuvieras en este plano.
—¿Y qué hago? —pregunté en tono desesperado—. Si me despierto
moriré allí abajo. Las paredes se aproximan rápido y tienen estacas por
todos lados.
—Tu poder no se limita a buscar a personas desaparecidas. Tienes que
concentrarte. Puedes regresar.
—¿Cómo voy a regresar? Es una locura.
Sus ojos continuaban brillando con fuerza y sus brazos se aferraron a los
míos, tratando de zarandearme ligeramente para centrar mi atención en él.
Mis pupilas se dilataron al encontrarme con sus iris tormentosos. Yo si
sentía el tacto de su piel contra la mía.
—Sé que puedes hacerlo. Si has hecho esto y te veo es que te puedes
teletransportar. Tu alma pende de un hilo que conecta la realidad con los
sueños. —Me animó—. Céntrate en mover tu cuerpo, Laurie. Eres poderosa.
Intenté ignorar los temblores de mi cuerpo provocado por los nervios y
cerré los ojos con fuerza, murmurando una oración que pudiera ayudarme.
Mientras pronunciaba cada palabra traté de dejar la mente en blanco,
dejándome atrapar por una incesante oscuridad que me acechaba desde las
sombras.

Mi cuerpo parecía mecerse entre la nada, como si flotara en el ambiente.


En ese instante me sentía ligera, como si no tuviera cuerpo, solo alma. Me
sentía flotar.
Intenté abrir los ojos y moverme para descubrir donde estaba, pero me
resultó imposible. Parecía que la oscuridad me había tragado y me había
escupido en una zona desconocida. ¿Me había muerto? ¿Estaba acaso en otro
plano? ¿Podría regresar?
Entonces mi boca se abrió para aspirar una gran bocanada y sentí mi
cuerpo convulsionar, provocando una grave y profunda tos. Parpadeé de
forma inconsciente y abrí los ojos, captando una figura borrosa que se
acercaba hasta mí, mirándome fijamente.
Moví mis manos de forma descontrolada, aferrando mis uñas a la persona
que estaba pendiente de mí, aunque no pudiera averiguar qué estaba
sucediendo. Era incapaz de ver con nitidez. Mi corazón latía desenfrenado y
mi respiración estaba demasiado agitada, provocando que me estuviera
asfixiando. No paraba de temblar.
—Estás a salvo —murmuró una voz masculina que me calmó al instante
al llevar mi cabeza hasta su pecho.
Inspiré con fuerza, atrapando el olor que desprendía su ropa y abrí los
ojos de nuevo, esta vez intentando acostumbrarme a la situación, sintiendo
como cada resquicio de mi cuerpo volvía a su estado normal, en un perfecto
y cómodo equilibrio.
—Estoy… Estoy a salvo —repetí en un susurro, tratando de asimilar lo
que significaban esas palabras—. Lo he… ¿lo he conseguido?
Me aparté ligeramente para contemplar el rostro afable y sonriente de
Nikola, sintiendo mi estómago encogerse ante la amplia sonrisa que
dibujaban sus labios. Era hermosa. Y como apenas la veía me garantizaba
que de verdad había ido bien. Estaba orgulloso de mí.
—Sabía que no me iba a resultar tan sencillo deshacerme de ti —
respondió con expresión divertida, iluminando su mirada—. Lo que no sabía
era que me iba a sentir tan aliviado.
—Gracias —musité, sorprendida ante su confesión.
Por desgracia, Nikola rompió todo contacto físico apartándome con
suavidad para incorporarse. Entonces me miró de arriba abajo y me hizo un
gesto para que me apurase y terminara de levantarme del suelo.
—¿Tienes la configuración?
Toqueteé mi ropa para asegurarme y suspiré aliviada, asintiendo con la
cabeza. Todavía me quemaba al tocar esos extraños cristales azulados, pero
me había quitado un peso de encima al comprobar que estaba a buen
recaudo. Ni loca volvía a meterme ahí abajo. Y esperaba que esa mujer se
dignara a aparecer de nuevo en mis sueños, necesitaba respuestas. Muchas.
—Bien, pues es hora de volver a Miskolc. Se acabó nuestra excursión.
—Espera. —Le frené, mirando hacia mi alrededor. No había ni rastro de
Annie—. ¿Y Ana? No podemos irnos así. Tenemos que darle la
configuración.
—¿A los dhampir? Veo que la teletransportación te ha afectado. No
vamos a involucrar a los dhampir en esto.
—¿Por qué no? —protesté—. Es de ellos, les pertenece, y tenerla
nosotros solo nos traerá problemas. ¡Es lo que Lilith busca!
—Precisamente por eso debemos tenerla nosotros.
—¡Pero si la tienen ellos no la recuperará! —insistí.
—¿Es un chiste? Porque ya sabes que no tengo mucho humor y reírme no
es mi punto fuerte.
—Lo digo en serio, Nikola —gruñí.
—Y yo también. Esa es…
—Siento interrumpir vuestra discusión de enamorados, pero mi paciencia
es limitada y tenéis algo que no os pertenece —dijo una voz masculina que
nos hizo ponernos alerta a ambos.
Ante nosotros apareció un joven que debía de rondar la edad de mi
acompañante. Era alto y delgado, su cabello moreno contrastaba con su cara
angulosa y afilada, acompañada por unos ojos pequeños y marrones, que
centelleaban con rabia. Sobre su nuca descansaba el símbolo de los Herczeg.
La triqueta que tenían todos los Hijos Oscuros.
—Es Ira —susurró Nikola, moviendo los labios en mi dirección—.
Empieza a correr ya.
Aturdida, observé cómo Ira mostraba su dentadura afilada. A pesar de
tener aspecto humano, a su alrededor había un aura oscura y sus ojos
empezaban a tornarse ambarinos, como cuando era una bestia. Algo me decía
que esto iba a terminar muy mal.
Eché a correr esperando tener la rapidez suficiente para no ser alcanzada
y chillé en el momento en que sentí sus manos tratando de agarrarme. Al
girarme para intentar defenderme, una figura sombría se interpuso, lanzando
a Ira contra una de las paredes de las catacumbas.
—Vete. Yo me encargo —gruñó, dejando que su aura le transformara en
un monstruo digno de una pesadilla.
Asentí con la cabeza, rezando porque pudiera salir ileso de esa y
continué corriendo hasta lograr salir de las catacumbas. Fuera seguía
lloviendo y no tardarían en salir los primeros rayos de sol. Debía de
apurarme en encontrar refugio y poner la configuración a salvo.
Caminé ignorando la incesante lluvia que empapaba todavía más mi ropa
y cabello, mirando las calles para ver donde podía dirigirme. Conocía la
ciudad, pero en ese momento me parecía una perfecta extraña. O quizás la
extraña era yo.
De repente una mano se aferró a la manga de mi jersey, tirando de mí
hasta meterme en un inhóspito callejón. Mis sentidos se prepararon ante un
posible ataque, pero no tardé en relajarme al darme de bruces con la
expresión inquieta de Ana.
—¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.
—Es una larga historia —suspiré, revolviendo entre mi ropa—, pero
hemos recuperado esto.
Le mostré la configuración, que resplandecía entre mis manos
amenazándome con quemarme de nuevo. Estaba deseosa de poder
deshacerme de ella y dejarla bajo la protección de personas que sabía que la
cuidarían bien. Sería peligroso conservarla yo teniendo la llave que podía
liberar a Lucifer. Era prácticamente un suicido anunciado.
Ana miró la configuración y a mí respectivamente y acercó su mano hasta
ella con cautela, como si temiese romperla y desatar el caos. Sus ojos
marrones brillaban con fuerza por la fascinación mezclada con el miedo y
dibujó una débil sonrisa, mirándome con orgullo.
—Eres increíble, zanahoria —rio, llegando a soltar una sonora carcajada
—. Por Lux… No me lo puedo creer. De verdad tienes la configuración.
—Te dije que lo haría —musité—. Necesito que lo guardes. No quiero
que nada malo suceda.
—¿Estás segura?
—Sí —asentí—. Lilith no tardará en venir a por mí y tener la
configuración solo le facilitaría las cosas. Necesito ganar tiempo para
descubrir la manera de volver a ser humana.
—La protegeré con mi honor, no dejaré que nadie se la lleve.
—Gracias —suspiré aliviada.
—¿Y ahora qué? ¿Te irás? —preguntó sin esconder su tristeza—.
Últimamente solo encontramos problemas que nos separan. Te echo de
menos. Angie también.
Un sentimiento de pena se arremolinó en mi estómago, haciéndome sentir
mal. Deseaba volver atrás, al momento en el que choqué con Atary. De haber
sabido que todo esto iba a suceder no me hubiera acercado a él. Echaba de
menos a mi familia, a mis amigas. Anhelaba el calor que ellos despertaban
en mí.
—No me queda de otra, Ann. En estos momentos solo soy un peligro para
ti, para vosotras.
—No tienes que estar con Nikola y los demás. Puedes… Algo se nos
ocurrirá. Déjame ayudarte a superar esto.
—Prefiero que te mantengas al margen —respondí, dejando entrever una
sonrisa afligida—. No me lo perdonaría si te pasara algo por mi culpa. Tu
deber es estar al lado de los dhampir y… acabar con nosotros.
—El deber es una mierda.
—Sin duda, pero el karma es mucho peor. Ambos dioses me han
castigado por haberme dejado seducir por el mal. Ahora debo sufrir las
consecuencias de mis actos.
—No es tu culpa, Laurie —suspiró—. No sabías todo lo que había
detrás.
—Eso no cambia todo lo que hice. Si hubiera hecho caso… supongo que
el cuento de Caperucita nunca fue tan real. No hice caso a mi madre y seguí
al lobo feroz directa a la trampa.
—No puedo creerme que estés usando ese símil —dijo en tono mordaz,
mordiéndose la mejilla de forma interna—. Nunca te gustó esa historia.
—Y nunca fue tan real. Supongo que era un presagio de lo que sería mi
vida. Pero saldré de esta, lo prometo. Al menos me sirve para madurar. No
me sirve de nada lamentarme y esconderme detrás de ti para que me
protejas. Debo hacerlo yo sola.
—No te imaginas lo orgullosa que estoy de ti —sonrió, sus ojos brillaban
amenazando con derramar lágrimas, pero los limpió con la manga de su
abrigo.
—Gracias, Ann. Y yo de ti. Siempre.
Me mordí el labio inferior, vacilando por mi siguiente movimiento.
Anhelaba recibir un abrazo suyo, de esos que me apretaba tan fuerte que me
dejaba sin respirar durante varios minutos. Pero eso me desconcentraría, el
olor de su sangre era demasiado fuerte y yo tenía hambre. Era tentar
demasiado a la suerte. Y ella lo sabía. Así que solo nos miramos mientras la
lluvia nos acompañaba de fondo, en una triste melodía.
Contemplé la configuración, que ahora se encontraba oculta en su bolso.
Esperaba haber hecho lo mejor, porque aun temía por mis pesadillas. No
quería que la profecía que Lucifer había establecido se cumpliera. Y me
sentía perdida sin las indicaciones de la que parecía mi madre. ¿Haberla
recuperado serviría para enorgullecer a Lux? ¿O me dejaría consumida en la
oscuridad? Incluso mi sed de sangre… Parecía que todo a mi alrededor se
complicaba. Debía regresar junto a Nikola y permanecer a su lado. Esperaba
que hubiera salido ileso.
—No se me dan muy bien las despedidas y sabes que no me gusta
ponerme sensible y sentimental, así que… —suspiró—. Te quiero, Laurie.
Nos veremos pronto y recuperaremos la vida que ambas debimos tener. Te
prometo que retomaremos los estudios, iremos a fiestas juntas, conoceremos
chicos con los que nos divertiremos y perderemos la noción del tiempo. Y
esto… solo será una pesadilla, una larga y tortuosa pesadilla, que terminará
por esfumarse.
—Te quiero, Ana —sonreí, abrumada por sus palabras. No era lo normal
en ella y sabía que ambas estábamos a punto de llorar. No estaba preparada
para una despedida, porque nadie me garantizaba que no fuera el final—.
Nos vemos pronto.
Su rostro dibujó una sonrisa de tristeza que no tardó en ocultar con su
cabello rizado y me miró por última vez antes de desaparecer entre la lluvia.
Me mantuve un par de minutos callada, con el único sonido de la tormenta
acompañándome. Recordándome a todo lo que debía renunciar.
Era un camino sinuoso y cuesta arriba, lleno de peligros y adversidades a
las que me debía de enfrentar. Pero estaba preparada. Sin duda la vida me
estaba enseñando lo que significaba crecer y madurar y, aunque me asustara,
no retrocedería. Seguiría adelante hasta cumplir lo que ambas nos habíamos
prometido.
Entonces abandoné el callejón y puse rumbo a las catacumbas, Nikola
podía continuar en peligro y él nunca me había dejado sola. Se lo debía,
aunque eso significara enfrentarme a un Hijo Oscuro bastante poderoso y
lleno de malas pulgas.
Solo esperaba salir ilesa. Que ambos pudiéramos sobrevivir para poder,
así, destruir a la persona que había originado todo: Lilith. De esa manera la
humanidad podría estar en paz.
Aunque me faltaba recordar la letra pequeña: Si la reina caía, también lo
harían los demás. Y eso implicaba nuestra muerte por ser hijos de la
oscuridad.
Capítulo XXV * Tic, Tac

Corrí hasta meterme dentro de las catacumbas y recorrí los pasillos


buscando a Nikola por todos lados. Mientras agudizaba el oído para intentar
encontrarlo, me iba dando cuenta de que estaba sola. No había ningún ruido a
mi alrededor.
Aumenté el ritmo de mis pasos temiendo lo peor y me apresuré al ver un
cuerpo en una esquina, con sangre deslizándose por el rostro. Al agacharme
me di cuenta de que era Nikola. Miré hacia ambos lados, pero no había
nadie.
Asustada, comprobé su respiración acercando mi mejilla hasta su pecho y
suspiré aliviada al ver como este subía y bajaba con timidez. Entonces abrió
sus ojos y sus iris grisáceos me miraron, tratando de incorporarse para poder
levantarse.
—¿Qué haces? —gruñí—. Estás débil.
—¿Pensabas que estaba muerto? Que inocente —sonrió ligeramente,
antes de comenzar a toser—. No es tan sencillo como tener una pelea cuerpo
a cuerpo, pero estoy jodido. Necesito sangre urgente o mis heridas tardarán
en cicatrizar. Apenas puedo moverme.
Al escuchar sus palabras no dudé en aproximar mi muñeca a la boca y
hacer una herida por la que empezó a brotar sangre, para acercarla hasta los
labios de Nikola. Este arrugó el ceño e hizo una mueca de repulsión,
negándose a beber, pero acerqué aún más mi brazo, insistiendo.
—No seas terco. No hay animales aquí y puede volver. O Lilith, o los
dhampir, o… Maldita sea, puede venir cualquiera y nos hará puré porque en
estos momentos damos auténtico asco, Nik. Así que bebe.
—La conexión —gruñó, apretando sus labios para impedir a la sangre
entrar, como si fuera un bebé rechazando una papilla que no le gustaba.
—¿En serio eso es lo que te preocupa en este momento? No seas infantil
y bebe de una vez. No me obligues a abrirte la boca yo misma.
—No quiero que te enamores de mí, Laurie. Y mucho menos que mi
raciocinio se nuble por culpa del lazo de sangre —respondió, sujetándome
la muñeca con dificultades, tensando su mandíbula.
—No lo haré —siseé, liberándome de su agarre para mirarle fijamente a
los ojos—. Y tú con lo odioso que eres estoy segura de que tampoco. Bebe,
no lo repetiré otra vez.
Nikola mantuvo la mirada durante unos segundos, pero terminó
resoplando a modo de respuesta y sujetó mi muñeca con los dedos,
acercando la herida a su boca. Mis ojos se elevaron al sentir el placer que
me producía el movimiento de su lengua al succionar y un dulce cosquilleo
recorrió la zona baja de mi vientre, provocando que mi cuerpo comenzara a
arder. Ver y sentir a Nikola alimentarse de mí me producía un auténtico
placer, mucho mayor a todo lo que había sentido al acostarme con Atary o
Vlad.
—Sigue —susurré, rozando el orgasmo con la punta de mis dedos.
Para mi desgracia, Nikola se apartó y limpió el rastro de sangre que
permanecía adherido a sus labios, provocándome. Estaba deseando morderle
la boca y atacarle en medio de ese frío lugar, con las paredes como único
testigo.
—Suficiente.
—No lo es —gruñí, tratando de acercarme a él.
—Sí.—Me frenó, levantándose para poner distancia.
—¿Por qué huyes, Nikola? Ambos queremos.
—Por eso no quería alimentarme de ti. La conexión es una mierda, lo
complica todo.
Le miré con expresión de súplica, todo mi cuerpo deseaba más. Aunque
me sintiera débil, la sensación de placer prevalecía por encima de la sed. La
lujuria recorría mi ser. Pero él se mantenía frío y distante, como si no
hubiera pasado nada entre los dos. Como si no le hubiera afectado
—Ambos estamos débiles, no podemos estar alimentándonos el uno del
otro porque terminaremos vaciándonos —explicó—. Además tus recuerdos
son un asco. Si vuelvo a ver a Atary y cómo babeas por él terminaré
pidiéndole a un dhampir que termine con mi vida. Será más gratificante.
—No babeo por él —gruñí, entornando los ojos—. Y si estás celoso no
es mi problema. Tú eres el que insiste en alejarse y todo ese rollo.
—No estoy celoso, porque no me gustas.
—Repítelo hasta que me lo crea —rebatí enfrentándome a él, ignorando
el fuerte dolor que se produjo en mi abdomen—, porque te recuerdo que casi
nos besamos.
—Tú lo has dicho —contestó, alejándose por uno de los pasillos—, casi.
Maldije para mis adentros, soltando todo tipo de improperios como
reacción ante su frialdad y palabras cargadas de veneno. No lo entendía,
¿bebía de mi sangre y actuaba así? ¿No debía de ser al revés? Su
comportamiento siempre me sorprendía y me dejaba desarmada, sin saber
cómo reaccionar ante él.
Comencé a caminar detrás suya hasta salir de las catacumbas. Ninguno de
los dos dijo nada, por lo que un silencio abismal nos rodeó, amenazando con
devorarnos a ambos por completo. No hacía falta preguntar a donde nos
dirigíamos, ya no teníamos nada que hacer aquí. Así que tocaba regresar a
Miskolc y empezar a fortalecerme. Así quizás podría resistir si en algún
momento me tocaba enfrentarme a Lilith o a alguno de sus hijos.
El trayecto hasta Miskolc fue igual de lento y aburrido. Nikola continuaba
sin hablar, ignorándome con la mirada perdida sobre la ventanilla. Yo
intentando mantener la sed de sangre a raya mientras mi mente daba vueltas,
asimilando todo lo sucedido. Ya no me sentía a salvo en ningún lugar, todo se
había ido desquebrajando a mi paso y ya no me quedaba nada. Me sentía
sola. Y eso me consumía lentamente por dentro, pues no hay nada peor para
alguien que la soledad, sentir que ya no tienes un pilar al que aferrarte.
Y yo había destruido todos.

Cuando abrí los ojos ya estábamos aterrizando. Me sentía descansada,


pues no había soñado nada, así que mi cerebro pudo desconectar durante un
rato. Resultaba realmente sorprendente cómo tener esos sueños tan nítidos
me consumía la energía, y por una vez que habían desaparecido me sentía
mucho mejor.
Volvimos hasta el amplio palacio de Ákos sin mediar palabra. Una vez
dentro, la primera que pasó a recibirnos fue Rocío, que no dudó en abrazar a
Nikola para, acto seguido, darle una sonora bofetada que me dolió hasta a
mí. Entonces alzó el mentón y cruzó los brazos en jarra, enfrentándose a él.
—¿Qué pensabas yéndote con ella? ¿Y dejándome sola? ¡Desaparecisteis
y no sabía dónde mierda estabais! ¿Para qué están los móviles, eh? Sos un
boludo, hermano —farfulló sin dejarle pestañear.
—No es el mejor momento, Rocío —gruñó él, tratando de apartarla para
escabullirse.
—¿Qué no es…? —resopló, soltando aire por su nariz—. Mirá pibe, no
me digas cuando es el mejor momento porque no sabés toda la mierda que
has dejado acá. Ryuk ha muerto, Morgana ha tenido un sueño de los suyos y
yo estoy con un humor de perros, pedazo de forro.
—Estoy cansado, así que deja de romper las pelotas —respondió,
sujetándola por el brazo para intentarlo de nuevo.
Rocío abrió la boca y pude notar como su estado vampírico empezaba a
emerger, debido a la rabia que estaba sintiendo. Pero Nikola no le dio
tiempo porque ya había desaparecido entre la multitud de vampiros que
había a nuestro alrededor. Aun así, eso no sirvió para aplacarla y apartó a
varios de un empujón, yendo detrás de él.
—Genial —murmuré, asimilando lo que la enfurecida argentina había
dicho.
Ryuk estaba muerto y seguro que Lilith o alguno de sus seres había tenido
algo que ver. Si no me apresuraba no tardaría en encontrarme y no estaba
preparada para enfrentarla. Ni siquiera era capaz de lidiar con mis propias
emociones. No pude evitar afligirme, el druida me había caído bien. No se
lo merecía.
Cansada, deambulé entre los pasillos sin detenerme a mirar a los
vampiros que se encontraban a mi alrededor, hasta que choqué con alguien y
no me quedó de otra que prestar atención.
—Por Nyx, Laurie. Me has asustado —suspiró Britt, llevándose una
mano hasta su pecho—. ¿Dónde estuviste estos días? No te encontraba y
corrió el rumor de que te habías fugado con el sexi de Nikola. Ákos y Lenci
se pusieron como locos.
—Genial, era lo que me faltaba —gruñí, deseosa de llegar a mi
habitación—. Tuvimos cosas que hacer. Y realmente estoy deseando
descansar, han sido días duros.
—¿Con él? Guau… O sea, debió de ser genial. Estar a solas con Nikola
es como saborear un fruto prohibido cubierto de sangre.
—Qué turbio.
Miré a Brittany. A pesar de haber estado desaparecida, se centraba más
en obtener detalles de mi relación con Nikola que averiguar el motivo de
nuestra huida. No sabía si su insana obsesión por él me iba a traer problemas
o me serviría como aliada. Las obsesiones y las locuras por amor nunca
traían nada bueno.
—Ya, supongo. —Se encogió de hombros—. ¡Cuéntame! Me encantaría
saber los detalles. ¿Os habéis acostado? ¿Besado? Debe de ser un auténtico
dios en la cama y sentir esos colmillos. Yo…
Observé como sus mejillas comenzaban a tornarse rojas y negué con la
cabeza, frunciendo el ceño. Brittany era una chica realmente extraña, con
unos pensamientos preocupantes, aunque debía de admitir que haber sentido
sus colmillos y lengua sobre mi piel me había excitado de forma
considerable. No podía catalogarla como rara cuando solo con ese acto los
orgasmos que obtenía eran superiores a cualquier acto carnal.
—¡No hemos hecho nada de eso! —exclamé haciendo un ademán con las
manos—. Nada de lo que tu alocada mente pueda pensar.
—¿Entonces? —preguntó, enarcando las cejas—. Porque todos los
vampiros de aquí dentro se lo cuestionan. Sois la comidilla del lugar.
—¿Es que no tienen nada mejor que hacer? Que se metan en sus propios
asuntos.
—No les culpes por querer saber cuando vuestro viaje fue tan misterioso
y apurado, belleza —respondió la voz grave y varonil de Ákos sobre mi
espalda—. Los secretos no gustan a los vampiros y los negocios de los Hijos
Oscuros son algo que nos conciernen a todos.
Solté una bocanada de aire al verme invadida ante su presencia. Sus ojos
destilaban una mezcla de celos y curiosidad, y por el modo en el que
sujetaba la copa que tenía entre sus manos, haciéndola tintinear con los
dedos, algo me decía que no se hallaba muy contento ante la noticia.
—Ákos.
—Me alegra saber que al menos recuerdas mi nombre —respondió,
ladeando la cabeza para hacer un movimiento circular, produciendo un
chasquido en su cuello—. Temía que los movimientos de sábanas y los
fluidos sanguíneos hubieran entorpecido tu memoria.
—Estoy perfectamente —contesté, intentando alejarme de su penetrante
mirada. No me quitaba los ojos de encima, tratando de analizarme.
—Estarías mejor si aceptaras mi propuesta de subir a mi alcoba y dejarte
sucumbir ante los placeres primarios que nos representan —dijo mientras se
aproximaba un poco más, incomodándome—. Y debo decir que no me gustan
los rechazos. Así que medita bien tu respuesta. Déjame probar tu
autocontrol.
Miré a ambos lados y comprobé que Brit había desaparecido, dejándome
sola ante él. Si no tenía cuidado acabaría atrapada contra una pared y no
quería perder más espacio personal, me agobiaba. No entendía su insistencia
hacia mí cuando no le había seguido el juego. ¿Es que había alguna intención
oculta detrás de esa fachada de hombre lujurioso y pasional?
—Me estoy aburriendo, preciosa. Y créeme que no quieres aburrirme
cuando mi mente fantasea con situaciones mejores.
—Acabo de llegar y estoy cansada, Ákos. Presumes de ser un caballero
pero tu osadía me agobia. No puedo complacerte como deseas cuando mi
mente lo único que pide es desconectar. Espero que lo entiendas.
Mantuve el mentón elevado, sin bajar la mirada. En este tiempo había
aprendido lo importante que era no dejar aflorar los miedos ante los demás o
no dudarían en atacar. Era la vacilación lo que animaba a un león a devorar a
su presa. Y yo no era más que un débil conejo ante él.
—Está bien… Está bien —respondió alejándose unos pasos, pero sin
dejar de intimidarme con la mirada—. He sido un completo desconsiderado
al no tener en cuenta el estado en el que te encuentras. La travesía ha debido
de ser dura y una neófita como tú no tiene tanto aguante, no para un Hijo
Oscuro, ¿verdad, belleza?
—Absolutamente cierto. Y ahora, si eres tan amable… quisiera volver a
mis aposentos y darme un largo y placentero baño.
—Sabes que podría acompañarte, si lo deseas —sonrió, pasando la
lengua por su labio inferior antes de morderlo—. No es fácil frotar la
espalda y la tuya debe estar inmaculada. Las reinas no merecen menos.
—Podré sola, pero gracias por el ofrecimiento.
Aproveché para torcer hacia la derecha, huyendo de él, pero no me sirvió
de mucho porque se movió a gran velocidad y me sostuvo por la muñeca
para acercar sus labios a mi oreja, sintiendo su aliento acariciar mi piel.
—Te estaré esperando, belleza. Soy un experto en complacer y los retos
son mi arte.
Con esas palabras desapareció, dejándome sola. Realmente necesitaba
ese baño de agua caliente que me hiciera desconectar. Lo menos que
necesitaba era tener a Ákos rondando y a Brit celosa por mi intimidad con
Nikola.
Cerré la puerta al llegar a mi habitación y puse el seguro por si acaso el
intenso gobernador de Hungría decidía hacerme una visita sorpresa. Fui
desvistiéndome poco a poco, tirando la sucia ropa al suelo y me paseé
desnuda para rebuscar en el armario de Katalin algo nuevo. Una vez encontré
algo interesante, me dirigí hasta el baño y me encerré para abrir el agua
caliente de la bañera y poner el tapón.
No me gustaba derrochar tantos litros, pero por una vez no pasaba nada,
necesitaba reposar la cabeza contra el mármol y cerrar los ojos para
desconectar. Removí el dedo dentro de la bañera para controlar la
temperatura y metí los pies una vez conseguí llenarla, saboreando la
sensación de calidez que aliviaba mi exhausta piel.
Un rato más tarde, cuando las yemas de mis dedos habían empezado a
arrugarse, salí del agua y envolví mi cuerpo con una larga toalla para tratar
de mantener la temperatura. El contraste era notorio, pues aún era invierno y
en Hungría había bastantes menos grados que en Edimburgo. Incluso el
vampiro más antiguo se resentiría por el frío.
Me apuré en vestirme y acomodé una toalla pequeña alrededor de mi
cuello para no mojar el jersey. No soportaba notar como se empapaba.
Mientras paseaba por la habitación mi mirada se posó en el tocador y
comprobé que un papel se encontraba sujeto a uno de los potingues del
maquillaje de la arrogante Katalin. Parecía que mi admirador secreto
atacaba de nuevo.
Curiosa, me acerqué para sostenerlo entre mis manos y lo abrí con
cuidado, expectante por lo que podía ser el contenido. ¿Era alguien bueno o
malo? ¿Por qué me acechaba de entre las sombras? Todo sería más fácil si
actuaran de frente, al menos así sabría a qué tenía que enfrentarme. De este
modo solo conseguiría que me apuñalaran por la espalda.
“Tic, tac. El tiempo apremia y la oscuridad acecha, ¿qué bando
escogerás? Piénsalo bien, puede ser el final”
Arrugué la enigmática nota, escuchando el crujido del papel entre mis
manos. Más que una advertencia parecía un misterio a resolver. La persona
que me rondaba se divertía con un juego al que no estaba dispuesta a
participar. ¿A qué bando pertenecería? ¿Por qué era tan importante para mi
acosador? ¿Y el final de qué?
Todas las dudas se me agolpaban, martilleando mi cerebro. No sabía si
ese papel había estado todo el tiempo ahí o había entrado mientras me
bañaba. Nerviosa, me acerqué hasta la puerta y comprobé que el seguro
seguía puesto. Era imposible que nadie hubiera entrado. Esa nota debía de
llevar tiempo en el tocador.
Con esa comprobación recordé que debía tener cuidado y no confiar en
nadie, como Nikola me había alertado. Me encontraba rodeada por un nido
de vampiros, los seres más egoístas y peligrosos de la faz de la Tierra.
Estaba tan exhausta de todo lo sucedido que dejé caer la nota sobre el
mármol que conformaba el tocador y me tiré sobre la cama, sin taparme. Los
párpados no tardaron en hacer su trabajo, cerrándose, y fui sumida en un
largo y reparador sueño del que me hubiera gustado poder mantener.
Pero la realidad me esperaba, y con ella todo el mal.
Capítulo XXVI * Cambios

—Bueno, se acabó el tiempo. Ya os he dejado descansar lo suficiente a


los dos —dijo de repente Rocío, despertándome de golpe—. ¿Qué ha
pasado? Novedades. Ahora.
—¿Por qué no se lo preguntas a él? —repliqué molesta.
—Porque se niega. Contigo será mucho más sencillo.
—No pasó nada importante —mentí.
—Ya, claro. Vos creés que me chupo el dedo, ¿cierto? Nikola lleva
extraño desde que regresasteis. Y no es normal en él, algo le pasa.
—¡No sé lo que le pasa! Me confunde, me altera. Un día dice una cosa y
al rato hace lo contrario. No… No lo entiendo —suspiré—. Todo esto me
supera.
—Nikola es tan complejo como un rompecabezas, pero en este caso es
jodidamente lógico. Está luchando contra sus sentimientos, Laurie.
—Eso no tiene sentido.
—¡Claro que lo tiene!
Las palabras de Nikola resonaron en mi mente, recordándome que eso no
era verdad. Él mismo me lo había confesado cuando me habían atrapado los
dhampir.
«Sentimientos, Laurie. Los humanos se mueven por sentimientos, las
bestias por impulsos. Y si hay algo que diferencia a los monstruos de las
personas, es que nosotros no podemos amar».
—Los monstruos no pueden amar —murmuré.
—¿Nikola te parece un monstruo? —preguntó alzando el mentón—. ¿Yo
lo soy?
—No, pero…
—Mantenemos una lucha constante contra nuestra sed de sangre, esos
instintos asesinos que nos susurran día tras día para que sucumbamos ante la
oscuridad. Cada persona desangrada en nuestras manos equivale a perder un
pedazo de humanidad. Los sentimientos positivos y agradables que nos
alientan a aferrarnos a nuestro lado racional se van evaporando. El amor, la
compasión, la amabilidad, la amistad… y se quedan aquellas que impulsan a
la Bestia a volverse más y más salvaje, haciéndonos caer en un profundo
abismo del que nunca más podremos escapar.
—Nikola puede… ¿Puede amar?
Entonces me hizo un gesto con la mano para que la dejara continuar
mientras se acomodaba sentándose sobre la cama con las piernas cruzadas.
Me miró fijamente y soltó una bocanada de aire que me hizo estremecer. Su
silencio mantenía mi oscura alma en vilo, aferrándome a la esperanza.
—No.
—¿No?
Mi corazón se encogió provocándome un dolor enfermizo, como si me
hubieran clavado una estaca y me la estuvieran retorciendo de una manera
retorcida y cruel. La esperanza que albergaba se hizo añicos, destruyendo el
único pilar que quedaba tambaleándose en mi interior.
—Al menos no de una manera… humana.
—No te entiendo —suspiré, apretando los dedos contra mi frente.
—Es difícil de explicar, pero su comportamiento me hace pensar que
algo ha sucedido durante vuestra ausencia, que habéis tenido una unión con
la que le cuesta lidiar.
—Yo… Él… creo que hemos aumentado el vínculo —musité, expectante
por su reacción.
—Por Nyx, era lo que nos faltaba —resopló—. ¡Eso entorpece todo! ¿A
dónde fueron? ¿Por qué tanto secretismo?
—¡A Edimburgo! Pero no creo que sea el momento ni el lugar. Solo…
Solo puedo decirte que la configuración está a salvo.
—Bien, genial. Parece que los problemas no dejan de aumentar.
Contemplé su mirada llena de rabia y como se levantó de golpe para salir
de la habitación sin dar ningún tipo de explicación, seguramente para ir a
buscarle y pedirle respuestas. ¿Por qué todo tenía que resultar tan
complicado? ¿Y qué quiso decir con que no de una manera humana? ¿De qué
otra forma se podía amar?
Todas las preguntas se amontonaron en mi mente, quejándose por no
obtener respuestas. Si Nikola era enigmático, Rocío no se quedaba atrás y,
en cierto modo, envidiaba la relación que tenían. Parecía que se guardaban
cientos de secretos entre ellos. Me hacía sentirme una auténtica desconocida
para él.
Salí de mi habitación para ir en su búsqueda cuando mi cuerpo rebotó
contra un cuerpo masculino que me resultó familiar. Al levantar la cabeza me
encontré con Ákos, que me miraba con esa mezcla de lascivia y fascinación
que gritaba peligro por todos lados.
—Vaya, vaya… pero si la reina de mi corazón ha decidido abandonar su
alcoba para alegrarnos a todos con su majestuosa presencia —saludó con
voz ronca—. Comenzaba a preocuparme por si te había sucedido algo,
belleza.
—Estoy bien, gracias —asentí tratando de alejarme de su magnética
atracción. Debía admitir que tenía un don de palabra, pero su insistencia no
me conquistaba.
—¿Estás huyendo de mí, preciosa? Porque tengo algo que anunciarte y
estoy seguro de que te interesa.
—Estoy buscando a Nikola —respondí, esperando que eso le detuviera
—. Tengo algo de prisa, Ákos.
—Nikola, Nikola… Ese nombre siempre termina saliendo de tus
seductores y gruesos labios, como si le pertenecieras. Tú sí que sabes cómo
romper el corazón de un vampiro a pedazos, reina —dijo en un tono grave y
frío, como una caricia helada, y se aproximó hasta mi oreja para susurrar—:
No te conviene arrodillarte ante un vampiro atormentado, puedes salir
lastimada. Por eso no deberías rechazar mi propuesta, yo sí sé complacer a
una dama de tu calibre. Te haré sentir la jodida diosa de la oscuridad, no una
mediocre neófita de cuarta como él pretende.
—¿Ese era el anuncio? —cuestioné alzando las cejas, alejándome lo
suficiente para tentarle con la mirada—. Empiezo a preguntarme si conoces
realmente lo que me interesa. A mi parecer no.
—No —sonrió—. El anuncio es que esta noche celebraré otra fiesta en
Medianoche y quisiera deleitarme con tu presencia. El infierno solo se
disfruta cuando se comparte, y estoy deseoso de arrodillarme ante ti para
hacerte arder.
—¿No te cansas nunca de intentarlo?
—Nuestro destino fue enlazado, amada Dafne. En algún momento dejarás
de resistirte y… yo estaré aguardando con entusiasmo.
—Estás loco, Ákos —respondí negando con la cabeza y me moví para
alejarme.
—Y tú me tienes loco, preciosa —insistió, sujetándome por la muñeca
para detenerme—. Y la locura está unida a una delgada línea que conlleva a
la destrucción. No quieras romperla.
—Nikola te hará pedazos si te atreves a tocarme un solo pelo sin mi
consentimiento. —Le advertí, antes de tirar con fuerza para soltarme.
—Le estaré esperando. Aún hay preguntas que danzan en mi mente y
deseo obtener las respuestas. No me gusta que la incertidumbre me atormente
y desde que fui atrapado por tu belleza es lo único por lo que vivo.
El brillo de fiereza y desconfianza que bailaba sobre sus pupilas me hizo
vacilar durante un instante y tragué saliva con disimulo antes de mirarle
fijamente y dibujar una sonrisa de satisfacción. No podía dejarme intimidar y
levantar sospechas.
—Iré a la fiesta. ¿Satisfecho?
—No te imaginas cuánto, preciosa —susurró.
Sus palabras resonaron en mi oído mientras le veía alejarse con aire
triunfal. Parecía que Rocío no era la única que se había percatado del
cambio de Nikola. ¿Qué podía suceder para que todos estuvieran así de
alterados? ¿Y qué pretendía hacer Ákos en esa fiesta? Los recuerdos vividos
en la última me atormentaron, provocándome un escalofrío que recorrió mi
espina dorsal. No estaba dispuesta a revivirlos, pero tampoco podía
permitirme el lujo de tener en mi contra al gobernador de Hungría y líder del
nido de vampiros donde nos ocultábamos.
Debía de actuar rápido o todo saltaría por los aires.
Incluidos nosotros.

No me llevó mucho tiempo encontrar tanto a Nikola como a Rocío.


Ambos se encontraban en una habitación para invitados discutiendo entre
ellos, sin percatarse de mi presencia.
—Siento interrumpir, pero tenemos un problema.
—¿Solo uno? —preguntó con sarcasmo Rocío.
—Bueno… otro más para sumar a la lista. —Me encogí de hombros—.
Ákos quiere que asista a la fiesta que va a hacer hoy en Medianoche.
—No vas a ir. Punto.
—No te estaba pidiendo permiso, Nikola —suspiré—. Además, si no voy
él sospechará. Más de lo que ya hace, porque le extraña tu comportamiento
—resalté señalándole con el dedo.
—¿Te recuerdo como acabó la fiesta anterior? No soy tu suministro
personal de sangre.
—Ya lo sé —bufé, molesta—, pero no querrás que Ákos se ponga en tu
contra y se nos abalance un nido de vampiros encima. Ya tenemos suficiente
con…
—Ya, ya —resopló, moviéndose por la habitación—. Se nos ocurrirá
algo, pero no irás.
—¡Nik! No me puedes retener aquí como si fuera tu esclava. Tengo que
ir… Tenemos que ir.
—No.
—¡Nik! —insistí.
—He dicho que no, Laurie. No quieras acabar con la poca paciencia que
me queda.
—¡Son igual que nenes, che! Cómo rompen las bolas con tanto grito —
exclamó Rocío tapándose los oídos con los dedos—. A ver cuando arreglan
tanta tensión no resulta en la cama. Harán un favor a la humanidad, sobre
todo a mí.
—Rocío —siseó él, haciendo chirriar sus dientes mientras entornaba sus
ojos en señal de advertencia.
Ella soltó un chasquido desaprobatorio en respuesta y se cruzó de brazos,
sin mediar palabra. Sus ojos denotaban decepción y la línea recta que
formaban sus finos labios indicaba que estaba tratando de contenerse.
—Laurie tiene razón, Nik. Si se queda, a Ákos le resultará extraño y no
tardará en investigar. Puede ser contraproducente.
—No quiero que termine hincándole los colmillos a alguien por no tener
autocontrol —gruñó.
—No lo haré. Tú te mantendrás a mi lado como si fueras mi sombra —
respondí con una sonrisa—. Así te asegurarás de que no me suceda nada.
—¿Tengo pinta de niñero?
—¿Tengo pinta de ser Fiona, la de Shrek? Porque hasta ella se fugó con
asno y él —contraataqué—. No se quedó muerta del asco en su torre.
—La noche va a ser divertida, entonces —respondió Rocío, tratando de
ocultar la sonrisa divertida que tenía dibujada en su rostro con el dedo sobre
sus labios.
Nikola nos miró a ambas con esos ojos grisáceos que le caracterizaban, a
juego con su carácter oscuro y agrio, y negó con la cabeza exhalando un
suspiro, pero no dijo nada. Terminó haciendo un gesto con sus manos en
señal de rendición y se fue de la habitación, seguramente para tener un
momento de soledad y poder pensar.
Rocío sonrió abiertamente y sus ojos brillaron con fuerza, llenos de
júbilo. Parecía feliz por haber ganado la batalla ante él, como si le gustara
que me dejara asistir abiertamente.
—Recemos para que no suceda nada o la furia de Nikola caerá sobre
nosotras.
—Amén —suspiré, nerviosa por la noche que estábamos a punto de vivir.

Contemplé la fachada del pub que se alzaba ante nosotros. Me sentía más
segura sabiendo que tenía a Nikola y Rocío cubriéndome las espaldas, pues
aún tenía mucho que aprender.
Acomodé mejor el cuello del jersey y tragué saliva con fuerza antes de
entrar. La temática del local había cambiado, los colores variaban en
tonalidades cálidas y la música húngara resonaba por los altavoces que se
hallaban al fondo del lugar.
Ya había muchos vampiros bailando de forma despreocupada, mientras
otros bebían diferentes bebidas a la par que conversaban por los sofás.
Nadie llevaba máscaras ocultando su rostro, lo cual me preocupó. Me
gustaba tener algo que me permitiera un poco de privacidad, como si eso
disminuyera el peligro. Pero tendría que conformarme con la presencia de un
Hijo Oscuro y una vampiresa argentina con mucho carácter.
—¿Estás bien? —me susurró ella acercándose a mi oreja.
Asentí con la cabeza y me aproximé hasta la barra para poder observar
los nombres de las bebidas. La mayoría estaban en húngaro, pero al llevar ya
un tiempo aquí me permitía comprender gran parte de la carta, y los restantes
en inglés. Era sorprendente que la inmensa mayoría fueran nombres que
enlazaban algo sexual con la palabra sangre, como Orgasmo sangriento o
Éxtasis carmesí.
—¿Cautivada por la lista de bebidas, belleza? Si lo deseas, puedo
recomendarte alguna que sin duda será una delicia para tu paladar. Un
verdadero… orgasmo para tus sentidos —susurró Ákos con voz rasgada,
demasiado cerca de mi oreja.
—Ákos…
—¿Por qué no te vas a molestar a otra? Yo asesoraré a Laurie
personalmente. —Se metió Nikola, apartándole con fiereza.
Sus oscuros ojos adquirieron unos destellos ambarinos, parecían
maliciosos. Pero fue la comisura de sus labios lo que más me preocupó, pues
en su boca danzaba un sentimiento común a las bestias más salvajes: Los
celos, la posesión.
—¿Desde cuándo te preocupas tanto por una neófita común? Sin ofender,
preciosa.
—Desde que yo la encontré en su peor momento y es mi deber mantener
su control a raya para evitar masacres innecesarias.
—Siempre has sido muy aburrido, Nikola —canturreó—.Incluso ahora
que la vida puso una hermosa flor frente a tus ojos no la sabes admirar como
se merece. Y los dos sabemos cómo se puede solucionar eso: Sin meterte en
mis asuntos.
—¿Me estás amenazando? —preguntó Nikola tensando su cuerpo. En su
cuello había empezado a marcarse la vena y su rostro se había tornado
sombrío.
—Advirtiendo, pero puedes tomártelo como una amenaza si lo ves
necesario —sonrió y se giró hacia mí—. Nos vemos pronto, mi reina.
Con esas palabras se alejó y Nikola no dudó en desatar su rabia contra
una copa de cristal que había sobre la barra del bar, terminando hecha añicos
en el suelo con todo el líquido derramado, embriagándome por el dulce olor
de la sangre.
Inspiré profundamente para calmarme y tiré de él para adentrarnos en el
tumulto de vampiros que se movían de forma despreocupada al son de la
música, completamente absortos de la pelea verbal entre machos alfa que
había tenido lugar hacía escasos segundos.
Contemplé a Nikola, completamente quieto enfrente de mí, mientras que
el resto bailaba, envolviéndonos en una íntima atmósfera en la que él no
parecía estar cómodo. Arrugué el ceño al ver que seguía sin moverse, ¿iba a
convertirse en una estatua?
—¿No bailas? ¿O es que no soy lo suficientemente buena para ti?
—Creo que ha quedado claro que yo no bailo. Con nadie —acentuó,
torciendo sus labios.
—Claro, no vaya a ser que te contagien la alegría y te enfermes —
murmuré rodando los ojos—. Nadie quiere ver a un Nikola despreocupado y
feliz.
—No, nadie quiere —respondió dibujando una pequeña sonrisa burlona.
—Bien, pues recomiéndame una bebida —dije retándole con la mirada.
—Todas llevan sangre, Laurie. ¿O es que no sabes leer?
—¿Pero cómo funciona todo eso? Me refiero… ¿Cómo obtienen la
sangre? ¿Son todas las bebidas de la misma persona?
Nikola negó con la cabeza antes de sujetarme por la muñeca y tirar de mí
para acercarme de nuevo hasta la barra del bar. Nos sentamos sobre unos
taburetes que, sorprendentemente, estaban vacíos y me señaló una de las
bebidas. La luz tenue que habían puesto ahora hacía que sus ojos brillaran y
su cabello azabache reluciera, atrayendo aún más mi atención.
—¿Ves esa?
—¿La de Escarlata explosiva? ¿Qué le pasa?
Mi acompañante asintió con la cabeza y se mordió el labio inferior,
tirando de él para disimular la sonrisa de diversión que bailaba sobre su
rostro en ese momento. Parecía entretenido con mi ignorancia respecto a los
pubs vampíricos.
—Es la tercera bebida más poderosa que podemos beber.
—¿Y las otras dos?
—La segunda es la Triple E.
—¿Por qué? ¿Qué lleva? —pregunté dejándome embriagar por el aroma
que desprendía la copa que sostenía entre sus manos un vampiro que estaba
cerca de nosotros.
—Su nombre completo es Escarlata explosiva extrema. Es pura
dinamita. Lleva sangre de algún humano que haya ingerido heroína y alcohol.
—¿Y eso nos afecta? —cuestioné frunciendo el ceño debido a la
confusión.
—Claro. La sangre que sustraes termina en tu organismo, te vuelve
humana de nuevo —respondió formando comillas al decir la palabra humana
—. Con lo cual te afecta y tu cuerpo reacciona ante ella. Si tu víctima estaba
borracha, tú te emborracharás y sentirás los efectos del alcohol. Hay
vampiros que se vuelven adictos, se enganchan y tienen el mono si pasan los
días y no ingieren de nuevo drogas o alcohol. Por eso es de las bebidas más
peligrosas que ofrece Medianoche.
—¿Y la primera bebida? —pregunté fascinada.
—Ambrosía —respondió mirándome fijamente—. Mezclan la sangre de
un bebé con fentanilo. Por eso es tan cara.
—Eso es horrible —musité con una mueca de asco—. ¿Cómo pueden
hacer eso?
—Somos vampiros, Laurie. Algunos, como Ákos, se mueven entre la
fama y la riqueza. Les encanta el lujo, tener lo más codiciado. Y eso lo es.
Sus efectos son la euforia, tener cero preocupaciones… Dicen que es beber
un sorbo y sientes un orgasmo que te hace tocar el infierno.
—¿Lo has probado? —pregunté retrocediendo ligeramente por el
rechazo.
—No. Ya sabes que estoy a… dieta. Y no me va eso de andar fumado por
la vida, sin tener capacidad de reacción. Cualquiera puede aprovechar y
traicionarte. O terminar con tu vida.
—Y… ¿dónde están los vampiros más importantes? ¿Vienen aquí?
—Hay vampiros por todos lados. Algunos provienen de clanes muy
antiguos —me informó—. Incluso se rumorea que uno proviene del
mismísimo Caín, se hacen llamar Cainitas. Pero son tan antiguos y
exclusivos que no se dejan ver. Son casi una leyenda.
—¿Y los Herczeg? —sonreí, alzando el mentón.
—Al ser Hijos directos de Lilith la gran mayoría nos respeta, pero
también nos odian. Tener conexión con madre de demonios equivale a ser
muy importante. Y eso es codiciado.
—¿Y en qué lugar me deja eso a mí por ser…? Ya sabes —murmuré.
—Está prohibido formar descendencia. Tú eres la excepción. Ninguno
sabe las consecuencias que puede traer haber roto la regla, pero aquí estás…
Única y especial.
Me sonrojé al escuchar sus palabras, sonaron como una caricia entre sus
labios. Su mirada se había quedado perdida en algún punto fijo del local,
sumido en sus pensamientos. Entonces una voz femenina y desagradable nos
invadió, haciéndonos girar sobresaltados.
—¿Emborrachando a la neófita, terroncito? Seguro que no soportaría ni
la bebida más light.
—¿Qué quieres, Lenz? —preguntó Nikola tensando los hombros.
—Divertirme, beber hasta perder el conocimiento, follar contigo —recitó
—. Ya sabes, lo típico.
—Tienes a muchos vampiros para morder esta noche —replicó con tono
cansado—. Sabes que no estoy interesado en nada de eso.
—No seas aburrido. No cuando sé que tu lado oscuro desea salir y
disfrutar. Ambos lo queremos.
—Prueba con Ákos, seguro que está encantado.
—No es mi tipo, prefiero los vampiros guerreros y sexis con aire frío y
misterioso —respondió con una sonrisa cargada de malas intenciones.
—Lástima, no quedan.
—¡Vamos, Nik! Al menos accede a bailar una canción. Si no lo haces te
perseguiré toda la noche y te obligaré a beber ambrosía para luego succionar
tu sangre. Y tú beberás la mía.
Me sobresalté al escuchar el gruñido que salió de sus entrañas y me miró
de reojo antes de levantarse del taburete y extender su mano hacia ella, con
cara de desagrado. Mi estómago se encogió con fuerza debido al shock de
ver que Nikola estaba accediendo. ¿En serio iba a bailar con esa chica
insoportable? ¿Tanto poder tenía sobre él? ¿Me iba a dejar sola cuando
podía suceder cualquier peligro que nos expusiera y echara todo a perder?
Parecía que sí, porque Nikola se mezcló entre la multitud acompañado
por ella y su sonrisa triunfal. Lenci estaba complacida de haber ganado ante
mí. Y yo me había quedado en la sombra.
—No entiendo como una reina se ha podido quedar sin un lacayo que la
proteja. ¿Puedo ser yo el afortunado? —preguntó una voz ronca y varonil
cerca de mi oído.
—Ákos —suspiré, consciente de lo que se avecinaba.
—El mismo, ¿me añorabas, preciosa? Porque yo anhelaba poder volver a
disfrutar de tu luminosa presencia.
—¿Qué quieres? Estoy esperando a Nik.
—Al cual veo bellamente acompañado. ¿Son celos los que ensucian tu
hermoso rostro?
—Aburrimiento, más bien.
El rostro de Ákos se iluminó al dibujar una amplia sonrisa, llena de
malicia. La copa que sostenía entre sus manos resplandecía ante la luz del
pub y su impoluto traje combinaba con la estética del lugar. Estaba
deslumbrante.
—Eso tiene fácil solución, mademoiselle —dijo extendiendo su mano—.
Sígueme.
—¿Qué te hace pensar que te voy a acompañar a algún rincón recóndito y
seguramente lleno de peligro? No estoy tan loca, Ákos. Todo tú grita
perdición.
—Oh. Vamos, reina. Solo te quiero mostrar la zona prohibida del local
—respondió con tono divertido—. Reservada para aquellos vampiros más
vip.
—¿Y yo lo soy? Si soy una neófita común.
—Eres mucho más que eso —susurró, sintiendo su respiración rozando
mi oreja—. Eres la musa que me guía. La diosa que venero y deseo.
—Ya, ya. Suficiente —suspiré—. Tanta adulación empalaga, Ákos. Es
desbordante.
—No suelo seducir a las damiselas, preciosa. Más bien ellas vienen a
mí. Y en ocasiones las comparto con mi gran amigo Vlad. Seguro que Nikola
te ha hablado de él.
—No he tenido el placer —respondí tratando de sonreír. Me costaba
contener los nervios por escuchar ese nombre. ¿Habría averiguado algo?
—Una lástima. Juntos somos un dúo explosivo, pura dinamita.
—Tengo suficiente contigo —admití con toda sinceridad, lo que no iba a
reconocer era que había quedado saciada de ese vampiro que había
resultado ser mi padre. Nunca podría verle del mismo modo. Ni siquiera a
mí misma.
—Eso está claro —sonrió—. Así que no te hagas de rogar y
acompáñame, no tardaremos en subir.
—¿Está abajo? —pregunté alarmada, retrocediendo de forma
inconsciente.
—Claro. Es un lugar no apto para cardíacos. Los que lo frecuentamos lo
solemos llamar Infierno. Espero que estés dispuesta a quemarte.
—No me parece buena idea. Nikola se preocupará.
—No parece que le importes, belleza —susurró—. Parece que está muy
ocupado bailando con Lenci.
—Ella le insistió. Le amenazó.
—Un caballero nunca abandona a su dama. Si lo hace es que no es digno
de confianza. Así que, ¿vienes?
—No.
—Laurie —siseó en tono amenazador, haciéndome sobresaltar—. No
quieras conocer a mi Bestia, porque sin duda la estás despertando. Vamos.
Miré a Nikola de reojo antes de tragar saliva con fuerza y asentir. Temía
lo que pudiera hacer ese vampiro desquiciado si no cedía ante sus palabras.
Solo esperaba que mi acompañante se dignara a ver que me encontraba en
peligro, o que Rocío se hubiera percatado de la delicada situación en la que
me hallaba. ¿Dónde demonios estaba?
Le seguí tratando de esquivar al resto de personas que había a nuestro
alrededor y nos detuvimos frente a una sencilla puerta que había en un lateral
del pub. Ákos no tuvo que mover sus labios, pues el guardia que custodiaba
la puerta se hizo a un lado, dejándonos pasar. Allí había unas lujosas
escaleras de cristal azabache que brillaba bajo los focos.
Descendí escuchando la música atronadora que se filtraba del otro lado.
Los cristales reflejaban mis zapatos y cada paso que daba me ponía más
nerviosa. ¿Cuál sería su próximo movimiento? Mis sentidos estaban
agudizados, alerta por lo que me podía pasar, mientras él bajaba silbando
alguna melodía.
—¿Preparada para poner un pie en el infierno, belleza?
—No es como si hubiera tenido otra opción —farfullé.
—Vamos, te dejaré probar de mi copa.
Me removí incómoda al llegar a mis oídos los gemidos provenientes de
alguna sala cercana. Este espacio era pequeño, pero lo suficientemente
cómodo como para poder moverse sin chocar con nada. Los colores eran
oscuros y tenues, la música más tranquila y seductora y, a lo lejos, podía
distinguir unas cortinas brillantes que daban lugar a alguna sala destinada a
la lujuria.
—¿Qué hacemos aquí?
—Arder —respondió con una sonrisa abierta.
—Eh… No, gracias. —Negué, chocando contra una pared.
—No es negociable.
Mis pupilas se dilataron al sentir el peligro, la testosterona que
desprendía era palpable y no me tranquilizaba. Se iba aproximando
lentamente con una mirada llena de fiereza, como un león yendo a por su
presa. Y no estaba dispuesta a ser devorada esta noche.
Traté de moverme, pero Ákos fue más rápido y me bloqueó. Sus manos se
aferraron a la ropa que cubría mi piel y tiró de ella, desgarrándome el jersey.
Le miré aterrada mientras me removía sin conseguir nada. Así que le escupí.
Su rostro se contrajo de rabia y se quitó mi saliva con un movimiento de
dedo. Sus cejas se juntaron y torció su boca en señal de desagrado mientras
estampaba mi cuerpo contra la pared, provocando que mi pecho subiera y
bajaba acelerado.
—Me pone más cuando se rebelan, preciosa —ronroneó con un deje
ronco—. Eso hace sacar mi lado violento y oscuro.
Liberé una de mis manos para asestarle una bofetada y de su garganta
salió un gruñido amenazante, apresando mis brazos de nuevo para robarme
un beso que no dudé en removerme para deshacerme de él. Su aliento sabía a
sangre y alcohol. Me aturdía. Había bastado el simple roce de sus labios
contra los míos para sentir que mi control comenzaba a desvanecerse. Tenía
que salir de ahí de forma urgente.
Ákos aprovechó para tirar de mi jersey, terminando hecho jirones. Una
parte de mi tatuaje se liberó y sus oscuros ojos se detuvieron sobre él,
arrugando el ceño.
—¿Qué es eso? —murmuró—. Me parece haberlo visto en otra persona.
Me removí aprovechando su confusión y empecé a correr escaleras
arriba, pero él me alcanzó al momento y me lanzó de nuevo contra la pared,
provocándome una mueca de dolor al impactar contra ella. Su cuerpo volvía
a estar pegado al mío y sus manos se removieron por mi cintura, tratando de
aproximar su boca hasta mi cuello para morderme.
—Tenía mis dudas. Sabía que tenía que haber algún motivo para sentirme
tan atraído por ti, hasta arrastrarme a la locura. Nikola no se había sentido
tan posesivo con nadie, y mucho menos por una simple neófita —escupió—.
Estaba claro que no lo eres. ¿Quién eres, Laurie? ¿Qué escondes bajo esa
fachada de inocencia?
—No escondo nada —escupí.
—Respuesta incorrecta —gruñó, dejando entrever sus colmillos.
Me zafé de su agarre como pude y apreté mi mano contra su brazo,
tratando de retorcerlo para ganar tiempo. Mi tatuaje empezó a brillar y de su
piel salió una grisácea humareda con olor a azufre. Ákos se estremeció de
dolor y me miró fijamente, aterrado. Entonces me asestó un bofetón y me
lanzó contra la puerta de una sala, haciéndome deslizarme por la madera
debido al dolor.
—¿Qué me has hecho? —bramó.
Miré hacia la zona donde estaban las escaleras para abalanzarme hacia
allí, pero Ákos se movió primero y me dejó caer de forma brusca contra un
colchón. Podía oler su rabia entremezclada por el deseo. No sabía qué haría
primero, si forzarme o terminar con mi vida.
Se inclinó para dejar salir sus colmillos por completo y se relamió
complacido. Su agarre era tan fuerte que me impedía moverme un solo
milímetro, estaba atrapada.
—Estoy deseando probar tu sangre. Seguro que me ofrecerá una
respuesta.
—Yo que tú no lo haría —respondió una voz varonil que me resultaba
familiar—. Considéralo una advertencia.
Miré a Vlad con sorpresa, pero estaba segura que a Ákos le sorprendió
aún más. En menos de un segundo mi padre biológico había sujetado a Ákos
del cuello y lo había lanzado contra una pared, provocando algunas fisuras
por el impacto.
Sus ojos brillaron con malicia, pero no se detuvieron. Comenzó a
golpearle a diestro y siniestro, sin detenerse a respirar.
—¿Qué haces? —escupió mi acosador tensando su mandíbula.
—Protegerla.
Su enorme musculatura continuaba moviéndose para asestarle un golpe
tras otro, y su rostro empezó a tornarse sombrío mientras que sus ojos
adquirían un tono carmesí. Vlad era furia y rabia en estado puro.
Del rostro de Ákos comenzó a brotar sangre y fue entonces cuando Vlad
llevó una mano hasta la zona de su pecho y fue apretando, cada vez más
fuerte, hasta rozar su corazón. Parecía que estaba a punto de extraérselo,
consiguiendo que los ojos del gobernador de Hungría comenzaran a aumentar
de tamaño y el tono de su piel se tornara grisáceo.
Contemplé las pupilas de Vlad. El tono carmesí que las rodeaban empezó
a verse invadido por la oscuridad, la cual iba aumentando, y sus labios se
movieron pronunciando una orden clara y concisa.
—Te olvidarás de lo que ha sucedido esta noche porque habrás bebido
tanta ambrosía que te ha dejado KO. No recordarás nada, solo el número de
copas que llevaste a tu boca. Pero a partir de ahora protegerás a Laurie y
dejarás de acosarla. No volverás a ponerle un solo dedo encima —dijo con
voz autoritaria—. Cuando te despiertes te cambiarás de ropa y dejarás sanar
tu herida. Ahora duerme.
Entonces lo soltó, dejando ver la gran mancha de sangre que cubría su
ropa y empezó a toser de forma descontrolada, terminando por caer a plomo
contra el suelo. Parecía que había perdido el conocimiento.
—Vlad —susurré, atónita por lo que acababa de suceder—. ¿Qué has
hecho?
—Volvemos a vernos, ángel. Y le he ordenado, como has podido ver.
—Es tu… ¿Es tu poder?
—Sí. Aunque es limitado. Lilith es jodidamente egoísta y no quiere que
sus hijos sean más poderosos que ella —respondió con un tono cargado de
veneno—. Es tan maternal…
—Sé…—tragué saliva al asimilar frente a quien me encontraba y todo lo
que habíamos vivido. Todavía sentía una profunda repulsión subiendo por mi
garganta, apresándome—. Sé quién eres.
—¿Y quién soy?
—Mi padre.
—Bueno —respondió haciendo un ademán con la mano—. Digamos que
contribuí a que tuvieras buenos genes, aunque en estos momentos me
defraudas. No es muy lógico quedarte a solas con un vampiro que desconfía
de ti, suerte que estuviera disfrutando aquí abajo.
—¿Por qué lo haces? ¿Sientes cariño por mí? Me da asco pensar que nos
hemos acostado. Me he… Dios —suspiré, tratando de ignorar las arcadas
que estaba sintiendo.
—Ya te lo dije. Estoy al margen de esta guerra, sigo mis propias reglas.
Y que Ákos descubriera tu verdadera identidad no me interesaba —contestó
—. Así que no trates de engañarte pensando que voy a sustituir a tu figura
paterna fallida, porque no tengo ningún interés, ángel. Soy un vampiro cuya
única motivación en la vida es saciar el deseo que fluye por mis venas, nada
más. Para mí solo eres otra chica más, no me guío por sentimientos, sino por
el placer.
—¿Estás de parte de Nikola? ¿Ahora abandonas a tu… madre?
—No. Me trae sin cuidado lo que pretenda —respondió rodando los ojos
—. Pero no quiero que termines a manos de Lilith. No cuando puedes
despertar a Pereza y eso significa atarnos a todos. Las cadenas solo las
pongo yo. Y madre ha demostrado que hará lo que sea con tal de tener a su
amor.
—No lo haré —gruñí—. No soy idiota.
—Genial, porque traería problemas. Muchos.
—¿Sabes dónde está Atary?
Cerré la boca de golpe al escuchar la pregunta que acababa de formular.
Me sentía estúpida por centrarme en él y no en todo lo que acababa de
decirme. Los ojos de Vlad chispearon con diversión y meneó su cabeza de
un lado hacia otro, dibujando una sonrisa maliciosa en el rostro.
—Atary, Atary… Veo que te ha dejado marcada —sonrió—. Yo que tú no
desearía verlo, puede ser tu perdición.
—¿Por qué? —susurré.
—Porque sigue unido a madre por el cordón umbilical, ángel. Y no
quieras tener a una suegra psicótica y sangrienta. Sobre todo cuando anhela
tu sangre y ese dije que portas.
—Atary no me llevaría hasta ella. Él me quiere —gruñí.
Vlad rio, negando con la cabeza, y exhaló un suspiro de resignación,
removiendo su cabello.
—Ángel… Considera esto un consejo paternal, el único que seguramente
te dé —dijo guiñando un ojo—. Deja las relaciones tóxicas para los libros,
los protagonistas no cambian. Y mucho menos un Hijo Oscuro manipulador.
Atary está lleno de secretos, incluso para nosotros. No quieras descubrirlos,
no te conviene.
—Vlad…
—Cuídate, ángel. Y aléjate de todo esto o la oscuridad te acabará
arrastrando. Y, créeme…, cuando lo haga no habrá forma de escapar, porque
se encargará de aprisionarte por completo —sonrió—. Nos vemos.
Con esas palabras se alejó a gran velocidad, como si fuera una sombra.
Me había quedado sola en un rincón oscuro con un vampiro inconsciente.
Aturdida, subí las escaleras y esquivé a los vampiros que continuaban en el
pub hasta salir a la calle, que se encontraba vacía. Necesitaba respirar aire
fresco y asimilar todo lo sucedido.
Eran dos las ocasiones en las que me había encontrado con Vlad. Esta
vez me había salvado. Y por sus palabras parecía que seguramente habría
una segunda vez.
Estaba cansada de ser el centro de atención para todos. De no poder
librarme de los problemas con una bebida y un jodido baile, porque no era
una persona normal. Me costaba resistirme a la sangre y mi tatuaje quemaba
a los seres oscuros que trataban de herirme. ¿Podía ser más irónico?
Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, dejando que el aire helador
del invierno enfriara mi piel. Mi jersey seguía hecho jirones y mi tatuaje se
dejaba entrever por el tejido, así que los abrí de nuevo y tiré de la tela para
cubrirlo, aunque eso me dejara más expuesta. Debía regresar pronto a la
habitación para cambiarme.
Entonces una sombra fue atrapada por mis sentidos y moví mi cabeza en
la dirección que se había dirigido. Había sido un movimiento tan rápido que
un ojo humano no lo hubiera podido percibir. Pero yo sí.
—¿Quién eres? —pregunté, preparándome para lo peor.
Tragué saliva con fuerza cuando la sombra se empezó a transformar en
una silueta. Su piel de mármol relucía ante la luz reflejada por la luna.
Aunque usara una cazadora de cuero negra, su pelo azabache se movía por el
aire de la calle, despeinándolo, y sus ojos azules brillaban con fuerza
mientras que sus labios perfilaban una sonrisa que me hizo temblar. Había
pasado tanto tiempo que me había dejado desarmada. Me costaba
reconocerlo, pero un solo chasquido de sus dedos y terminaría arrodillada
en el suelo frente a él. Mi cuerpo seguía deseándole.
—Atary —musité, completamente bloqueada.
—Nos vemos pronto, pequeña —respondió con voz ronca—. Muy pronto.
Entonces desapareció. Y, a pesar de que eché a correr tras él como una
loca, no fui capaz de encontrarlo.
Fue en ese momento cuando sentí que el invierno me absorbió,
dejándome completamente helada. Estaba claro que no lo había podido
olvidar. El vínculo, o lo que fuera que sentía, no se había borrado. Me
llevaba hasta él, más fuerte que nunca.
Capítulo XXVII * Vorágine de emociones

Las semanas pasaron y, con ellas, se fue febrero. Marzo estaba a la vuelta
de la esquina y todo seguía igual. Atary no había vuelto a aparecer, Ákos se
había cansado de mí gracias al poder de Vlad y Lenci seguía igual de
molesta con Nikola y conmigo, haciéndome perder la paciencia.
Mi relación con Nikola seguía con sus idas y venidas; tan pronto se
acercaba a mí como se alejaba tanto que parecía que frente a nosotros había
un muro de piedra que nos separaba. Al menos iba controlando la sed de
sangre como podía y ya era capaz de entender las conversaciones entre los
húngaros que había en este lugar.
El haber visto a Atary en persona me había puesto nerviosa,
desestabilizando mis esquemas. Era como si una parte de mí estuviera
deseando volver a verle, poder tener una conversación con él. Mientras que
la otra parte estaba aterrorizada por lo que podía suceder, por asimilar
realmente que nunca había sentido nada por mí, que había jugado conmigo de
verdad. Aunque en el fondo me lo merecía, por haber pecado con su no
hermano mayor y mi sí padre biológico, Vlad.
Así que todo estaba aparentemente tranquilo; sin problemas, sin
oscuridad, sin seres en cuyos objetivos ocultos entraba yo. Y ahí estaba la
razón de mi malestar: El mal nunca descansa.
Apoyé mi cabeza contra la mullida almohada que presidía mi cama. Un
rato antes había ido a cazar animales junto a Rocío y comenzaba a asimilar
la sangre con mayor facilidad, pero me dejaba exhausta. Ella quería que
manejara mis habilidades vampíricas y fuera capaz de ir más rápido y tener
más fuerza, pero estaba claro que no ser una vampiresa por completo tenía
sus desventajas. Era más débil por mucho que me esforzara.
El cansancio no tardó en llegar, cerrando mis párpados, que cada vez los
iba sintiendo más pesados. La oscuridad me abrazó por completo, y con ella
llegó un sueño, el mismo que últimamente me rondaba una y otra vez,
torturándome.
Miré hacia arriba. Ante mí se alzaba la inmensa noche, rodeada por la
copa de los árboles y estaba presidida por una hermosa luna llena, la cual
estaba a punto de ser tapada por un eclipse.
No entendía el motivo, pero me sentía nerviosa, como si supiera que
estaba en peligro por alguna razón. Mi pecho subió y bajó agitado; y mi
cabeza miró por todo mi alrededor, cerciorándome de que estuviera a salvo.
Entonces miré hacia abajo y me percaté de que no estaba sola. Ahí, tirado
en el suelo entre las hojas de los árboles, se encontraba un chico de pelo
azabache. El sueño no me permitía verlo bien, o quizás era mi nerviosismo.
Fuera lo que fuese, mi vista se dirigía más hacia la herida que tenía cerca del
pecho y como su boca se tensaba debido al dolor. Parecía grave.
El tono de su piel se fue tornando grisáceo, como si se estuviera secando.
Mi pulso se aceleró debido a la angustia que sentía y mis labios se movían
con la esperanza de pronunciar su nombre.
En mis manos sostenía el dije, el cual me quemaba con solo hacer
contacto con mi piel. Si normalmente me molestaba su textura, en ese
momento parecía que estaba tocando lava hirviendo. Era insoportable.
Aun así continué sosteniéndolo, notando como la palma de mi mano
comenzaba a arder, amenazando con quedarme sin ella. Era como si algo de
fuerza mayor me detuviera. Como si no supiera qué hacer.
—Mátame, Laurie —suplicó una voz masculina, atrayendo mi atención—.
Mátame y terminemos con esto de una vez. Si no lo haces… Será demasiado
tarde.
—¿Por qué? —musité con un hilo de voz que me costó sacar de mi
garganta—. Sabes que no… No puedo hacer esto.
—¡Tienes que hacerlo! Hazlo antes de que me arrepienta y te arrastre
conmigo al infierno —susurró tensando la mandíbula.
—¡No puedo! ¿Vale? No puedo —sollocé. Mis manos temblaban
mientras que el dije seguía quemando mi piel—. Por más que lo intentara,
por más que me esforzara en rechazar lo que siento… Yo…
—Laurie.
Me sobresalté al sentir el tacto de su piel sobre la mía. Su mano la
apresaba con una insistencia feroz. Los dos sabíamos que no quedaba mucho
tiempo, los dos sabíamos que era una maldita masoquista por no querer
dejarlo ir. Pero no estaba preparada, nunca lo estaría para hacer algo así.
Varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Mi respiración cada vez
era más débil, acompañando la suya, y mi corazón latía a un ritmo tan bajo
que sabía que no me podía demorar mucho más. Eso era entre él y yo,
siempre lo había sabido.
Parecía atrapada en una película donde era una mera espectadora. Era mi
cuerpo el que actuaba por su cuenta, sin detenerse a pensar qué era lo mejor.
Ni siquiera era capaz de fijarme en su rostro, porqué actuaba bajo esa capa
de desesperación y amargor. ¿Finalmente había conseguido luchar frente a
mis ideales e iba a realizar el acto más atroz que jamás imaginé? ¿Sería
capaz de hacer algo así?
Una de mis manos limpió la siguiente lágrima que estaba a punto de caer
por mi barbilla para mojar mi cuello. Tragué saliva con fuerza y miré por
última vez el dije antes de tomar una decisión.
Entonces desperté.
—¡Laurie! ¡Laurie! —exclamó una voz, meciéndome de forma frenética.
Abrí los ojos con rapidez y la claridad que trataba de asomarse entre las
gruesas cortinas me hizo volver en sí. Otra vez esa estúpida pesadilla.
La primera vez que la tuve había pensado que se trataba de algo real, que
era otro de esos sueños donde interactuaba con alguien que encontraba, pero
no. Las sensaciones que sentía eran diferentes a cuando simplemente me
teletransportaba.
En esta pesadilla los movimientos eran más lentos, como si estuviera
bajo la influencia de alguna droga que me impidiera pensar con claridad. Mi
mente funcionaba a la perfección, pero el tiempo parecía detenerse en esa
escena concreta. Además, era incapaz de reconocer su rostro, ni siquiera la
voz. Solo sabía que era yo tomando una difícil decisión y por el tono
empleado al pronunciar esas palabras intuía que era Atary. Pues el
sentimiento tan fuerte que desprendía y la desesperación que me albergaba
solo podía provocarlo él.
¿Qué me querían decir? ¿Acaso se trataba de un mensaje enviado por
Lux? ¿Acaso Atary me quería de verdad, tanto como para permitir morir
entre mis brazos? ¿Era un presagio de lo que iba a suceder y eso implicaba
escoger un bando? ¿O es que temían que renunciara a la luz cuando llegara
ese momento? Todas las preguntas martilleaban mi mente cada vez que
cerraba los ojos. Esa pesadilla estaba provocando que mi cansancio
aumentara y me diera miedo dormir. No quería repetirla. No otra vez. Temía
defraudar a todos, incluso a mí misma.
Mis ojos atraparon el rostro preocupado de Rocío. Desde que estuvo al
tanto de lo que me sucedía se había ofrecido a permanecer a mi lado y
despertarme si veía que me perjudicaba. Parecía que cuando estaba atrapada
por la pesadilla mi cuerpo se intranquilizaba y de mi garganta emanaban
chillidos de desesperación.
—Has tenido la pesadilla… Otra vez —suspiró—. ¿Cuánto lleva
repitiéndose?
—No lo sé —murmuré, llevando la mano hasta mi pelo para tratar de
peinarlo mientras intentaba serenarme—. No entiendo qué me quieren decir.
¿Dudan de mi lealtad? ¿Temen que deje que el mal triunfe?
—Si lo supiera te lo diría. Además, llevamos semanas sin saber nada del
mal. No sabemos nada de Vlad, ni de Atary. Y no me creo que Lilith se haya
olvidado de ti. Algo se nos escapa. Y sobre la muerte de Ryuk… Ya vimos
que no fue una muerte natural. Lo asesinaron.
—Sí, yo también estoy intranquila con eso. Es como si se los hubiera
tragado la tierra. ¿Se habrán olvidado de nosotros?
—Lilith nunca renunciaría a cumplir su venganza. De hecho, me preocupa
que no haya vuelto a por Nikola. Es como si tuviera alguna intención oculta
que desconocemos —respondió frunciendo el ceño—. Incluso, cuando me
conoció permanecía al tanto para llevárselo con ella. Ser un Hijo Oscuro
implica prisión, además de poder. Es obedecer cada una de sus órdenes y
bajar la cabeza si ella lo desea. Es doblegar tu alma y estar a su merced.
—¿Cómo os conocisteis? No pensaba que Nikola fuera capaz de tener
amigos. Yo… Al inicio sentía celos de la relación que tenéis —admití
avergonzada, quedando sentada sobre la cama.
—Es una historia algo humillante —contestó, antes de morderse el labio
inferior—. No sé si debería contarla.
—Por favor, me habías prometido que me la contarías cuando llegáramos
a Miskolc.
—Cierto, se me olvidaba tu insaciable curiosidad. Así que empezaré por
el principio —suspiró—. Creo que ya pasó casi un siglo de esto, aunque
parece que fue ayer. Un hombre me había atrapado cuando estaba caminando
por un parque y me llevó a un sitio apartado, donde no había nadie.
Recuerdo que era de noche y muchas veces me habían alertado de que no era
buena idea pasear por esa zona a altas horas, pero no hice caso. Nunca lo
hacía. Supongo que te puedes hacer una idea de lo que sucedió —dijo con
una risa seca, removiéndose por la vergüenza y la repulsión—. Cuando se
marchó yo me encontraba semidesnuda y ensangrentada, llorando por la
humillación que sentía. Pensé que me mataría, realmente me sentí morir
cuando me apretó el cuello y me amenazó. Apenas podía moverme, y
entonces apareció otro hombre muy diferente.
—¿Era Nikola? —pregunté sintiendo lo que ella transmitía en carne
propia. Su relato me estaba afectando de tal modo que realmente me sentía
como si me hubiera sucedido a mí. Solo deseaba que Nikola le hubiera dado
de su merecido.
—No. Era un hombre alto y atlético. Recuerdo su cabellera rubia y sus
ojos marrones, de un color que me recordó a la miel. Su sonrisa de
amabilidad me hizo sentir cómoda durante un instante, pero en el momento en
el que se agachó recuerdo que mi cuerpo se tensó. Me daba pavor que ese
hombre también decidiera aprovecharse de mi debilidad, pues seguía sin
poder moverme.
Tragué saliva con fuerza al escuchar sus palabras. Era incapaz de
verbalizar nada debido al shock que estaba sintiendo. No me hubiera gustado
ser ella en ese momento, sentir ese terror que te consume lentamente y te deja
completamente bloqueada. Debía de ser horrible.
—Pensé que se aprovecharía de mi estado y traté de apartarme, pero me
sujetó por las muñecas y me hizo mirarle a los ojos. Cuando lo hice sus
pupilas me atraparon, era como si hubiera caído en un profundo abismo, una
trampa que me hipnotizó. Sus labios se movieron pronunciando algo y en
seguida sentí paz, como si nada malo fuera a sucederme. No entendía lo que
me estaba sucediendo e iba a abrir la boca para preguntarle cuando él
intervino primero. Me preguntó si quería vengarme. Si deseaba ser más
fuerte que él y torturarle para que muriera lentamente, en una deliciosa
agonía; Si querría que mi agresor me suplicara que me detuviera y sentir el
poder que sintió él cuando estuvo encima de mí a pesar de mis súplicas.
—Era… ¿Era un vampiro? —pregunté conteniendo la respiración.
—Sí, era fuerte. Cuando aguantamos más de un siglo sin que la sed de
sangre nos delate podemos adquirir algunas habilidades interesantes, como
relajar a una persona antes de morderla, o hacer que lo último que haya
vivido se borre de su mente por completo. Nos sirve para poder
alimentarnos sin crear alarma social y no tener que huir a cada poco.
—¿Y te convirtió?
—En ese momento no sabía lo que era. Pensaba que simplemente iba a ir
tras él y se encargaría de darle una paliza, pero no… Le respondí que quería
vengarme, que estaba deseando que sufriera como lo hice yo. Y fue abrirle la
puerta hacia mi perdición. En el momento en que vi sus colmillos bajo la luz
de la luna sentí que era mi final. Cuando los hundió en mi piel no paraba de
temblar, a pesar que me había ordenado relajarme. Mientras sentía mi sangre
fluir hacia sus labios iba asimilando mi muerte. Y cuando bebí de la suya…
Rocío cerró los ojos y soltó una bocanada de aire antes de abrirlos de
nuevo y mirarme fijamente. Sus emociones salían a relucir con ese brillo que
nadaba entre sus pupilas y su respiración se entrecortaba al recordar el
momento. Debió de haber sufrido mucho. Entonces continuó con su relato.
—Estaba deseosa de poder vengarme. Me sentía desesperada por el olor
de la sangre y todos los sonidos cercanos a donde me encontraba me
atormentaban —dijo antes de tragar saliva—. El hombre que me convirtió
me trajo a mi agresor y lo sujetó por los hombros, instándome a realizar esa
tortura que me prometió. Y lo hice. Desquité mi rabia con él,
desmembrándole poco a poco. Cada tirón que le provocaba y cada alarido
de dolor que daba me generaban mayor satisfacción. Ver toda la sangre fluir
por su cuerpo, el sudor que producía y su piel nívea al hilo de la muerte…
Fue como un orgasmo liberador, el cual culminé bebiendo de él hasta
vaciarlo, dejándolo caer en el suelo como un juguete roto.
—Dios, Rocío. Eso es horrible.
—Sí. Lo recuerdo y vuelvo a sentir esa necesidad de venganza, ese deseo
por la muerte y ese placer por cada gesto de sufrimiento que hacía. Para mí
no equivalía a todo el dolor que sentí yo mientras a él no le importaba —
respondió con un infinito odio—. Y después de eso el hombre se marchó.
Desapareció dejándome completamente sola, incapaz de lidiar con la
necesidad de beber sangre. Volví a casa aturdida y aterrorizada. Pensaba que
si recuperaba mi rutina todo volvería a la normalidad, pero me equivoqué.
La pausa que hizo me inquietó profundamente. Rocío removió su cuerpo
con nerviosismo y bajó su cabeza avergonzada, jugueteando con las mangas
de su camiseta negra. Sus labios se movían barajando el pronunciar con
palabras lo que estaba recordando, pero parecía algo tan malo que era
incapaz de verbalizarlo.
—Los maté… Laurie. Asesiné a mi familia por no ser capaz de contener
mis instintos más primarios. Y mientras bebía de ellos escuchaba sus
súplicas y sus gritos de desesperación, pero fui incapaz de detenerme —dijo
con voz rota—. Después de hacer eso traté de quitarme la vida, pero no
había forma. Hiciera lo que hiciese despertaba una y otra vez. Los
remordimientos me atormentaban y no sabía dónde meterme. Solo me quería
morir.
—Rocío, eso es… horrible. No puedo ni imaginarme lo que sentiste —
musité acercando mi mano a la suya para apretarla en señal de apoyo
mientras mis ojos no se despegaban de su rostro.
—Ya no sabía qué hacer. Cuando el hambre me consumía mi Bestia me
controlaba, y cuando me despertaba mi ropa estaba cubierta de sangre y los
policías estaban buscándome —suspiró—. Fue entonces cuando conocí a
Nikola. Él estaba a punto de morder a una chica que me recordó a mi
hermana y me tiré encima de él, antes de comenzar a llorar. Le supliqué que
no lo hiciera si no quería acabar como yo. Y parece… que eso le hizo
cambiar.
—¿Cambiar? ¿Nikola? Si nunca le he visto morder a nadie.
—Fue la época en la que vivía descontrolado y su Bestia estaba a punto
de dominarlo por completo. Se dedicaba a realizar masacres junto a Lenci y
poco le importaba el sufrimiento de la gente. Aunque por dentro estaba
devastado.
—¿Nikola? Si tiene esa capa de frialdad, como si tuviera todo bajo
control y no hubiera nada que le hiciera flaquear. Parece tan fuerte —
respondí, incapaz de imaginármelo en ese estado.
—Todos tenemos algún momento de nuestra vida que deseamos borrar
porque nos avergüenza. Y todos necesitamos un pilar al que aferrarnos
cuando nuestro alrededor se está desmoronando, sino corremos el riesgo de
caer en el abismo y nunca más nos podremos recuperar.
—Supongo que tienes razón —murmuré, recordando cómo algo en mi
interior se rompió cuando Arthur estuvo a punto de matarme y de su boca
salía todo el odio y rencor que sentía por mí.
—Pues eso fui yo para él, un salvavidas al que se sujetó cuando estaba a
punto de naufragar. Y eso fue él para mí, el único que permaneció a mi lado
cuando ya no me quedaba nada. Juntos aprendimos a perdonarnos y sé que
sin él no soy nada. Solo un monstruo con un pasado a cuestas y un manto
infinito de errores y lamentos con el que lidiar día tras día, recordándome
todo lo que perdí.
—¿Por eso me protegéis tanto? ¿Teméis que me pase lo mismo?
—Tú todavía tienes una oportunidad, Laurie. No has completado la
transición y puedes salvarte. No dejes que la Bestia te devore y termine con
tu humanidad, porque es el bien más preciado que tenemos. Ambos
desearíamos poder volver atrás y recuperar la vida que nos arrebataron —
dijo con voz rota—. Lucha, Laurie. No te rindas aunque traten de poner
obstáculos y no seas capaz de ver el final. Lucha hasta conseguir recuperar tu
mayor tesoro y tener la vida que te mereces. Esa que debiste tener desde el
principio y por culpa de todos no pudiste.
—No es vuestra culpa, Rocío —respondí esbozando una sonrisa triste—.
Y no podré cargar con el peso de saber que puedo recuperar mi vida cuando
vosotros estáis atrapados en la oscuridad, sin la vuestra.
—No te preocupes por nosotros. Tenemos otras cosas en las que pensar.
—Tengo miedo —admití—. Deseo vengarme de Lilith por todo lo que
nos ha hecho, pero sé lo que eso implica y no quiero que suceda. ¿Por qué es
todo tan injusto? ¿Por qué su vida está al mismo precio que la vuestra? ¡No
tendría que ser así!
—Pero lo es —suspiró con fuerza, antes de tragar saliva—. Y créeme
que prefiero morir sabiendo que la humanidad puede descansar en paz,
sabiendo que nadie más tendrá que pasar por esta cárcel que es la eternidad.
—¿Estás segura?
—Laurie… —Sus ojos brillaron con fuerza cuando su mano apretó la
mía, haciendo que mi corazón se acelerara. Sus palabras vibraron de
emoción cuando escaparon de sus labios—: Si se presenta la ocasión no
dudes, no vaciles, ni siquiera pienses por un instante en dejarla huir. La
oscuridad ha permanecido demasiado tiempo entre nosotros y es hora de
dejarla atrás. Y yo creo en ti. Prométemelo.
—Creo que me sobrevaloráis —sonreí afligida, negando con la cabeza
—. Por muy hija de Vlad que sea, no dejo de ser una débil neófita que tiene
un pie en la muerte y otro en la oscuridad. No hay nada salvable o poderoso
en mí.
—Yo sé que lo hay —dijo, sosteniendo mi mano con más fuerza—. Solo
tiene que despertar. Entonces Lilith se echará a temblar.
Miré a Rocío sin creerme sus palabras. No me sentía tan importante o
poderosa como para ser capaz de terminar con una era de maldad y muerte.
Al menos no ahora, cuando era incapaz de enfrentarme a un vampiro como
Ákos o lidiar con mis sentimientos cuando Atary se encontraba ante mí.
¿Cómo iba a enfrentarme a la creadora de todo el mal cuando no podía ni
conmigo misma? Odiaba el maldito vínculo que me ligaba a él. Odiaba
seguir sintiéndome tan vulnerable a pesar de luchar con todos mis esfuerzos.
Me levanté de la cama y me vestí de forma adecuada, tapando ese tatuaje
que lo había empeorado todo. Necesitaba encontrar a Morgana y preguntarle
por mi sueño. Ella era una bruja de Lux y quizá podría responder alguna de
las dudas que tenía, o al menos guiarme por el camino que debía de seguir.
La incertidumbre me estaba consumiendo y el hecho de pensar que podía
terminar con la vida de Atary no me dejaba continuar tranquila. Era como si
estuviera a punto de perder una parte de mi ser.
Al llegar al salón principal busqué con la mirada a Nikola y no tardé en
encontrarlo conversando con otro vampiro que no recordaba haber visto
antes. Me aproximé con cautela hasta ellos y le toqué en el hombro con
suavidad para llamarle.
—¿Qué quieres, Laurie? —suspiró.
—Ven, es importante.
Nikola se giró para mirar al otro vampiro y le dijo unas palabras en
húngaro antes de alejarnos de la multitud, dirigiéndonos al jardín. Allí se
apoyó contra una pared y arrugó la nariz antes de inspirar profundamente y
clavarme sus ojos grises, expectante.
—¿Para qué me necesitas ya?
—Necesito que me lleves hasta Morgana. Tengo que hablar con ella.
Mi molesto acompañante enarcó las cejas con curiosidad sin apartar su
mirada de mí y se cruzó de brazos, con expresión divertida. Aunque a mí no
me hacía gracia, la pesadilla me tenía preocupada.
—¿Tengo pinta de cochero?
—¿Tengo pinta de bromear? —pregunté en un tono nada amigable.
—Calma, fiera —respondió esbozando una pequeña sonrisa—. Ya veo
que no estás para bromas.
—No, la verdad es que no. Necesito hablar con ella de forma urgente.
—¿Por qué?
—Usa tu poder si tanta curiosidad tienes, así sabes lo que significa para
mí querer saber algo y que no te lo digan.
—Vaya, alguien se levantó hoy con mal pie —murmuró torciendo la boca
—. Está bien, está bien. Te llevaré.
—¿Crees que Lenci estará con ella?
—No lo sé, pero si está va a ser muy divertido —replicó acentuando la
palabra.
—Espero que no —gruñí—. Sería lo que me faltaba.
Cuando llegamos suspiré aliviada al comprobar que solo estaba
Morgana. Paseé por el interior de su casa fijándome en los distintos
elementos que conformaban su hogar, hasta llegar a su habitación.
Morgana se encontraba sentada en la cama, apoyando la espalda contra el
cabecero y entre sus manos sostenía un libro negro de conjuros con un
símbolo estrellado, seguramente un grimorio. Sus ojos se movían a gran
velocidad sin apenas pestañear, estaba absorta en su lectura. Nikola
carraspeó y golpeó a la puerta para hacerla volver en sí. Entonces dio un
bote sobre la cama y despegó su mirada del antiguo libro.
—Me habéis asustado —dijo posando una mano sobre el pecho—. Un
segundo más y os hubiera congelado contra la pared.
—Gracias por no hacerlo —respondió Nikola frunciendo el ceño,
haciéndome un gesto para que me moviera—. Laurie quiere hablar contigo.
—¿Te vas? —pregunté al ver que se disponía a marchar.
—No me gusta meterme donde no me llaman. Esperaré fuera.
Asentí con la cabeza mientras le veía desaparecer, dejándome a solas con
ella. Morgana posó el libro encima de su colchón y se levantó, quedándose
frente a mí.
—¿A qué se debe esta visita?
—Últimamente tengo una pesadilla. Un sueño que no para de repetirse y
me tiene atormentada. Es como si estuvieran mandándome un mensaje, pero
no entiendo a dónde quieren llegar.
—Un sueño que se repite —murmuró para sí misma—. ¿Cómo una
visión?
—Yo… No lo sé. Normalmente manejo los sueños y controlo lo que
quiero decir o hacer, pero en este caso no. Lo que sucede no lo puedo evitar,
no lo puedo frenar —suspiré—. Es horrible.
—¿Puedes mostrarme tu tatuaje?
—¿Mi tatuaje? —repetí extrañada.
—Necesito ver si sigue igual o ha aumentado.
Arremangué la manga de mi camiseta larga con cuidado y comprobé la
expresión del rostro de Morgana mientras contemplaba las líneas negras que
conformaban ese tatuaje que cubría mi brazo. Parecía que había aumentado
porque comenzaba a tener forma de árbol, pues tenía las raíces y el tallo,
pero todavía faltaba la copa con las hojas.
—Entiendo.
—¿Qué entiendes?
—Déjame… Déjame tocar la palma de tu mano. —Me pidió ignorando
mi pregunta, mientras extendía la suya—. Puedo intentar comunicarme con
los espíritus de Lux para indagar si el sueño tiene algo que ver con ellos.
Quizás la extensión de tu tatuaje tiene algo que ver con su protección, parece
que se fortalece.
Tragué saliva antes de asentir y extendí mi brazo para que ella enlazara
su mano con la mía y cerró los ojos, murmurando unas palabras en alguna
lengua arcaica. En ese instante pude sentir un ligero cosquilleo, como si una
corriente eléctrica acariciara las finas líneas que conformaban mis manos.
Entonces llevó su cabeza hacia atrás y sus ojos se abrieron, quedándose
completamente blancos.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, pero luché contra mis ganas de
separarme. Morgana estaba en trance y temía que retroceder la afectara o la
perjudicara. No quería hacerle daño. Se mantuvo así durante unos minutos
antes de recuperar su estado natural y parpadeó varias veces seguidas antes
de tragar saliva y mirarme.
—¿En tu sueño estás arrodillada en el suelo de un bosque, en una noche
de luna llena y con un eclipse a punto de acontecer?
—Sí.
—¿Y hay un chico tirado en el suelo que pide que lo mates?
—Sí —repetí abriendo los ojos con fuerza.
—Es una visión de Lux —respondió—. Tu poder proviene de ellos, no
de la oscuridad.
—¿Cómo lo sabes? —murmuré intrigada—. ¿El tatuaje tiene que ver?
—Parece que tu poder viene directamente del tatuaje. Es la fuente de la
que emana tu energía y se amplía cada vez que te enfrentas al mal.
—¿Y si sucumbiera ante la tentación? ¿Si asimilara la transición y me
convirtiera en vampiresa?
Contuve la respiración. No sabía si estaba preparada para escuchar su
respuesta. Me aterraba la posibilidad de echarlo todo a perder, había
demasiado en juego y todos me tenían en el punto de mira
—Seguramente lo perderías —respondió con sinceridad—. La luz no
puede vivir rodeada de oscuridad. Y parece que estás unida a Lux gracias a
eso.
—¿Qué quieren de mí? ¿Qué me quieren decir?
—No lo sé. Solo me muestran lo que ellos quieren que vea. No es como
si mantuviera un diálogo con ellos. Pero parece que hay una mujer anclada a
ti, te protege.
—¿Una mujer?
—Sí, era algo etéreo. No pude verla bien porque estaba rodeada de luz y
claridad, pero estoy segura de que era una mujer.
—La primera vez soñé con una mujer y ella me dio el tatuaje —respondí
sin comprender nada—. Todo esto no se lo dices a Lenci, ¿verdad? Ni a
nadie.
—Me ofendes, Laurie —gruñó, poniendo los brazos en jarra—. Soy
consciente de lo que mi hermana representa y hay aspectos que prefiero
mantener al margen. Una cosa es la familia y otra la fe y la lealtad. Me debo
a Lux, y tú has sido bendecida por su gracia. No fallaré a mi señor.
—Menos mal —suspiré—. Porque me vuelve loca no saber en quién
confiar y todo esto… Me supera ir dando palos de ciego.
—Comprendo que es difícil de digerir. Es moverse a contracorriente
esperando encontrar algo que nadie te asegura que haya.
—Sí, es como si me mandaran las diferentes piezas de un puzle y
esperasen que las uniera, pero todavía me faltan. No me veo capaz.
—Si Lux te repite ese sueño una y otra vez es porque es una premonición
de algo que va a venir. Quiere que estés preparada.
—¿Preparada para qué? —insistí.
—No lo sé. Para tu decisión, supongo. Me imagino que espera que tomes
la decisión correcta.
—¡Ni siquiera sé a quién me enfrento! ¿Quién era? Dime que lo
reconociste —supliqué.
—No —suspiró—. Lo siento, pero solo he visto lo que Lux me ha dejado
ver. No puedo ayudarte mucho más.
—Gracias de todas formas —respondí con sinceridad, echando la cabeza
hacia atrás—. Supongo que Lux teme que tome una decisión equivocada,
pero me ayudaría mucho que hablara claro. Estoy cansada de que hablen
mediante acertijos.
—Los dioses no pueden interferir en las decisiones de sus creaciones. Al
menos no de forma directa. Va contra natura.
—¿Por eso se dedican a enviar mensajes celestiales? Qué creativos —
gruñí.
—Agradece que te haya honrado con su energía divina. Si Lux te ha
escogido es porque eres un elemento importante.
—Todos me decís lo mismo, pero no tengo tan claro que lo sea. Solo
soy… Yo. Laurie Duncan.
—Permanece atenta a las señales y déjate guiar por ellas. Estoy segura de
que, sin darte cuenta, te estarán llevando a la verdad.
—¿Y si me equivoco? —murmuré angustiada.
Los ojos claros de Morgana relucieron enternecidos. Las comisuras de
sus labios se movieron, dejando ver una sincera sonrisa que me otorgó algo
de paz.
—Estoy segura de que no lo harás.
—¿Por qué?
—Porque eres Laurie Duncan —sonrió, encogiéndose de hombros.
—No sé si eso me consuela.
Exhalé un suspiro. Al menos ese tema estaba claro, pero había otros que
me angustiaban. Estar semanas sin ver a Atary había hecho que mi cabeza
estuviera en otro lado, temía que me dijera cuatro palabras bonitas y el
vínculo me hiciera arrodillarme de nuevo ante él.
—¿Qué más te preocupa? Puedo notar que es sobre el amor o… el
vínculo —susurró con una sonrisa enigmática. Morgana arqueó sus cejas
mientras se dirigía hasta una mesita cercana a por una taza de ¿té? Al menos
desprendía un aroma dulce.
—¿Cómo lo sabes?
—Ventajas de ser bruja.
—¿Hay alguna manera de romper el vínculo con el vampiro que me ha
convertido? —Me lancé.
Mi corazón latió acelerado al ver su expresión de asombro. Si me
desprendía de esa unión podría pensar con claridad, no cometería tantos
errores. Temía que si Atary abriera la boca acabase sucumbiendo a la
oscuridad por completo. Entonces sería demasiado tarde.
—No. Eso es algo que está fuera de mi control. Ese vínculo reside del
poder que Lilitú ejerce sobre los demás. Una forma de control que asegura
que los seres inferiores le sirvan en caso de que la situación no juegue a su
favor. Ella nunca dejaría ningún hilo suelto. —Suspiró—. ¿Nikola es tu
creador?
—¿Qué? No —exclamé, retrocediendo ante su pregunta. No sabía si
podía contarle acerca de quién era el culpable, pero me imaginé que lo
mejor sería estar callada. Al menos, eso era lo que él siempre me
aconsejaba—. No, por eso quiero liberarme de esa unión. Temo que me
lleve por el mal camino, que regrese a por mí.
—Siento que también te une algo a él, así que podría haber
enfrentamientos. Nunca había visto a Nikola metido en una situación como
esta. Ni siquiera con mi hermana.
—Pero el de ellos se deshizo, ¿no?
—No, solo se redujo. Por eso Lenci se comporta de esa manera tan
infantil cuando está cerca de él. Ten en cuenta que el vínculo entre vampiros
independientes es diferente al del creador con su siervo.
—No me gustan mucho los términos —confesé.
—Son algo arcaicos. Lo que quiero decir es que el vínculo entre
vampiros independientes es parecido al nuestro o el de los humanos. Una
especie de enamoramiento que nubla tus sentidos cuando estás cerca de la
otra persona. Cuando se separan y ha pasado el tiempo suficiente, siglos en
vuestro caso. —Enfatizó—, puede romperse y seguir cada uno por su lado.
Pero con tu creador es imposible de borrar. Es una cadena irrompible.
—¿Y si el vampiro independiente se enfrentara al creador de su…
pareja? ¿Quién ganaría?
—Es una buena pregunta para la que no tengo respuesta. Es muy difícil
saber las consecuencias a las acciones que conciernen a los asuntos del
corazón. Ni cuál tiene más peso. Supongo que eso depende de la fuerza del
amor y de la persona vinculada. —Finalizó guiñándome el ojo.
Me sonrojé. Nunca me había sentido tan expuesta ante unas palabras y
una mirada que parecía traspasar lo poco que me quedaba de alma.

Regresamos al palacio en un profundo silencio. Nikola no me había


preguntado por la conversación que había mantenido con Morgana y a mí no
me apetecía contarle nada. Mi mente estaba demasiado ocupada luchando
contra miles de preguntas para las que no tenía respuesta. Al menos no
ahora.
Cuando aparcó el coche cerca del palacio de Ákos, la medialuna
iluminaba nuestros rostros y el silencio que nos rodeaba me invitaba a dar un
paseo. Me despedí de él prometiendo que no haría nada estúpido y empecé a
caminar para recorrer el jardín hasta llegar al bosque que había junto al
lago.
No iba a ir muy lejos porque temía perderme, pero sí lo suficiente para
poder estar sola, lejos de los vampiros y peligros que me rodeaban para
poder alinear mis pensamientos. Me sentía impotente por no saber qué hacer,
porque tampoco sabía hacia dónde dirigirme. Parecía que estaba destinada a
quedarme esperando a que algo sucediera, dando palos de ciego hasta que la
oscuridad se mostrara y me instara a dar el siguiente movimiento, pero
¿cuál? ¿Qué podía hacer yo frente al poder que Lilith tenía? Podía
aplastarme en cualquier momento con un simple chasquido de dedos.
Un ruido cercano puso alerta mis sentidos. Estaba junto a la orilla del
lago y parecía que alguien había movido unos arbustos. Me estremecí al
recordar lo vivido en la residencia de Pollock Halls. Esos ruidos parecían
producidos por un ser paranormal, no por alguien humano.
—Quién… ¿Quién eres? —pregunté mirando hacia mi alrededor.
Otro ruido provocado por unos arbustos cercanos me hizo girarme,
mirando fijamente las pequeñas hojas que estaban moviéndose. Forcé mi
atención en tratar de hallar alguna silueta o alguna sombra que estuviera
ocultándose ante mis ojos, pero no veía nada. Cualquiera diría que me estaba
volviendo loca.
—Sé que estás ahí —insistí—. Muéstrate.
—Siempre has sido muy curiosa, pequeña —respondió una voz ronca que
me hizo estremecer, y mi corazón comenzó a latir desbocado.
Frente a mí se alzó una figura tan familiar que dolía. Atary seguía con su
cabello azabache revuelto por el aire, sus ojos azules brillaban gracias al
reflejo de la luna y sus gruesas cejas los acentuaban. Llevaba ropa oscura,
mimetizándolo con el paisaje, y el tatuaje de la triqueta brillaba en su cuello,
otorgándole un aspecto amenazante. Pero sus labios gruesos seguían
provocándome y el hoyuelo de su mejilla me hacía vibrar, acercándome
hasta él como si un hilo invisible nos uniera. Era imposible no responder
ante él.
—¿Q-qué haces aquí? —murmuré, cruzando los brazos para intentar
protegerme del magnetismo que desprendía su presencia.
—Buscarte. Llevo todo este tiempo intentando hablar contigo, pero nunca
te dejan sola —bufó—. Nikola es un puñetero grano en el culo.
—¿Buscarme? ¿Para qué? Podías haber entrado en el palacio.
—¿Y dejar que Nik te llene de mentiras? No, gracias. Prefiero hacerlo
así —respondió, mirándome con fiereza—. Te echaba de menos, pequeña.
No me imaginé que las cosas acabarían así.
—¿Así cómo? ¿Conmigo como vampiresa? ¿Dándome de beber tu sangre
antes de matarme?
—¡Te salvé la vida! —exclamó indignado, consiguiendo que mi garganta
se secara—. Era la única opción que tenía.
—Me has condenado, Atary. Yo no quería esto.
Mi cuerpo se estremeció al ver como avanzaba unos pasos hasta mí. La
luna iluminaba su silueta, su piel de mármol y las ojeras que tenía bajo los
ojos, resaltando el brillo que estos desprendían al mirarme.
—Eres demasiado valiosa como para dejarte morir, pequeña —
respondió, haciéndome temblar—. Sé que lo sientes. Por más que intento
alejarme de ti, hay algo que más fuerte que nos une. Tienes algo muy
especial.
—¿Ah, sí? Son solo palabras. Promesas vacías que ocultan el monstruo
que eres en realidad.
—¿Un monstruo? Puede ser… Pero eso no quita que tú también lo seas, y
siempre he tratado de protegerte. Veía la oscuridad que te acechaba, pero no
me asustaba, me fascinaba. Es admirable la fortaleza que tenías y la manera
en que luchabas para no dejarte arrastrar por ella. Eres… Perfecta.
Esa última palabra vibró de sus labios en un susurro cargado de deseo.
Retrocedí unos pasos, presa de la confusión y el miedo. Me producía
rechazo pensar la facilidad que tenía para manipularme, para hacerme creer
que de verdad estaba siendo sincero. Porque me estaba mintiendo, ¿no?
Resoplé. Tenía que ser el vínculo, mi mente me suplicaba darle una
oportunidad. Solo esperaba ser lo suficientemente fuerte para evitarlo.
—¿Qué quieres?
—Cumplir mi promesa, que estemos juntos. Ven conmigo y permanecerás
a mi lado toda la eternidad —dijo, quedando a escasos centímetros de mi
rostro. Al inspirar era capaz de sentir su aroma, ese que me envolvía y me
suplicaba que me dejara caer ante él.
—No lo haré —suspiré, escuchando mi voz rota. Pronunciar esas
palabras me dolía—. Me dejaste sola cuando más te necesité. Me dejaste a
merced de los dhampir. Podía haber muerto.
—Tuve que escapar. Aún estaba dominado por la sed de sangre y no
podía pensar. Era una bestia, Laurie. Estaba aterrorizado por haber llegado
tan lejos contigo. No quería convertirte, pero tampoco podía dejarte ir. Eres
mi pequeña —pronunció, y su aliento acarició mi piel. No pude evitar
estremecerme al sentir un escalofrío—. Siempre lo serás.
Miré sus ojos, esos que brillaban como la propia luna y parecían
sinceros, confundiéndome más de lo que ya estaba. Su voz sonaba a súplica y
me envolvía. Sabía que si no me mantenía fría terminaría arrodillada ante él,
pidiéndole que no me dejara sola. Que no me dejara caer otra vez.
—No soy tu pequeña. Nunca lo he sido —sollocé—. Tú… Me mentiste.
Me dejaste sola, Atary. Ya no sé qué creer, pero no puedes aparecer así. No
puedes decirme estas cosas como si nada, pidiéndome que olvide todo. Tú
me haces débil.
—No estoy orgulloso por haberte mentido con algunas cosas, pero te juro
que nunca quise hacerte daño. Fui sincero cuando dije que me había
enamorado de ti. Este tiempo separados ha sido desgarrador, como si
arrancaran una parte de mi alma.
—Tú no tienes alma —murmuré, esbozando una sonrisa carente de
emoción al recordar las palabras de Nikola.
—Una vez la tuve —respondió—. Y sé lo que significó para mí perderla.
El amor que siento por ti es mucho mayor a todo lo demás. Juntos somos
poderosos, pequeña. Podemos tenerlo todo. Y sin ti… No me interesa nada.
—¿Cómo te puedo creer? ¿Cómo sé que no me mientes otra vez?
—Bésame y compruébalo tú misma —susurró cerca de mi oreja,
tentándome como nunca nadie lo había hecho.
Mi corazón latió desbocado. No había sido consciente de lo mucho que
lo necesitaba hasta que apareció y se puso frente a mí. Mis ojos bailaban
mirando su rostro, focalizando mi atención en sus labios. Mis sentimientos
eran una explosión arrolladora, que amenazaba con devorar todo a su paso.
Mi cuerpo respondía ante él, inclinándose para volver a sentir esa sensación.
El amor que sentía por él era enfermizo; sabía que podía destruirme, pero lo
anhelaba.
Le miré con expresión vacilante, sin saber qué hacer. Dar ese paso
significaba traicionar a Nikola, a Rocío, a Lux… pero, sobre todo, a mí
misma. Significaba admitir que ese muro de seguridad que había creado era
una mera ilusión, una mentira formada para no sufrir, negándome a asumir el
poder que ejercía Atary sobre mí.
El problema del amor es que es una trampa, una tela de araña que te va
enredando con sus redes y, cuando intentas liberarte, ya es demasiado tarde.
Atary me mantenía bien unida a él.
Era mi pilar, mi salvavidas. Como Rocío había dicho: “Sé que sin él no
soy nada. Solo un monstruo con un pasado a cuestas y un manto infinito de
errores y lamentos con el que lidiar día tras día, recordándome todo lo que
perdí”. Y no estaba dispuesta a perder más.
—Atary.
—¿Sí? —preguntó con ese deje ronco que me cautivaba.
Tragué saliva y aspiré con fuerza el aroma que emanaba, dejándome
embriagar. Parecía una adicta de él, de sus ojos azules, de su sonrisa
peligrosa, del tacto de su piel.
Entonces lo tuve claro.
Capítulo XXVIII * Dudas y Sospechas

Dejé de poner distancia. Borré esos escasos centímetros que me estaban


volviendo loca y pegué mis labios contra los suyos, permitiendo que nuestras
respiraciones se entremezclaran. El sabor de su boca me embriagaba, la
textura de sus labios me atrapaba y el tacto de sus manos por mi pelo me
conducía a otra dimensión.
El resto del mundo se me olvidó. Los problemas, los errores, las
mentiras, las traiciones… Incluso mi acercamiento con Nikola quedó
relegado a un segundo plano. Mis emociones se incrementaron, mi condición
vampírica había creado una vorágine que estaba amenazando con devorarme.
Atary era mi abismo, pero también la cuerda que me aferraba a la
realidad. No podía despegar mis labios de los suyos, sus manos subían y
bajaban entre mi ropa y piel, tirando del pelo con firmeza para apresarme,
aferrándome aún más a él de lo que ya estaba.
—Pequeña —susurró con voz ronca al despegarse unos milímetros, lo
justo para que su nariz rozara la mía y su cabello me hiciera cosquillas.
—Atary…
—Siempre serás mi perdición. Siempre.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté confundida.
Le miré. Sus ojos azules brillaban con tanta intensidad que mi sensatez se
tambaleó durante un instante. Me resultaba imposible creer que eso pudiera
fingirse, que pudiera hacer un teatro y dejar sus verdaderas intenciones
ocultas bajo una capa de pasión.
Puedes fingir amabilidad, puedes fingir cariño, puedes fingir interés,
pero… ¿amor? Su desesperación al besar mis labios era imposible de fingir.
Era real. Y eso me confundía, temía devolverle mi corazón cuando se había
encargado de dejarlo hecho pedazos. El lazo que nos mantenía unidos me
apresaba.
—Puedo sentir el vínculo. Nuestros lazos se tambalean por culpa de
alguien más y… no hace falta que me lo digas para saber quién es —
respondió clavándome una mirada de dolor.
—No es lo que piensas —escupí con rencor—. No te haces una idea de
todo lo que estoy pasando desde que decidiste convertirme en… Esto.
—Yo no te convertí. Estaba en tu esencia, la oscuridad dormía en tu
interior esperando despertar. Yo solo... La activé; la acogí entre mis brazos y
me arrodillé ante ella con admiración. Deberías sentirte orgullosa de lo que
eres. De quién eres —resaltó—. Y haré todo lo que haga falta para
protegerte.
—Eso me lo dijiste una vez y terminaste destruyéndome. Ya no confío en
ti —admití con voz rota—. Y sin embargo…
«Todavía te amo» pensé para mis adentros, sintiéndome aterrada. Cada
poro de mi piel me suplicaba creerle, necesitaba aferrarme a él para
sentirme bien. Anhelaba volver atrás, donde solo éramos dos estudiantes con
muchos secretos que ocultar.
—Lo que hice fue liberar las cadenas que te ataban —susurró cerca de mi
oreja con voz apagada, mientras un trueno resonaba a nuestro alrededor—. Y
lo volvería a hacer una y otra vez con tal de tenerte a mi lado.
—No podemos —musité, haciendo acopio para intentar apartarme y
torturarme admirando las facciones de su rostro. Varias gotas de lluvia
aterrizaron en mis mejillas, haciéndome mirar al cielo—. No dejaré que me
hagas más daño.
La tormenta rompió entre nosotros y miles de gotas de lluvia nos
empaparon por completo. Su cabello azabache se fundía con la noche, sus
ojos se habían apagado ante mis palabras y sus labios se torcieron en una
mueca de tristeza.
—Si bebieras de mi sangre comprobarías que mis palabras son ciertas.
Que lo único que pretendo es mostrarte la realidad. La auténtica.
—¿Arrastrándome a la oscuridad?
—Yo no te arrastro, pequeña. A diferencia de otros, te invito a disfrutarla
—sonrió, echando la vista hacia el palacio que se veía en la lejanía—. No
tengas miedo a ser tú misma porque, como te dije hace meses, es lo que te
hace única y especial. Me encantas así, en tu esencia, con tus sombras y
pecados. No te mentí cuando te dije que eres la única persona capaz de joder
mi autocontrol, y eso me fascina. No hay nadie capaz de dominarme, aparte
de ti.
—¿Y Lilith? —pregunté mirándole fijamente, deseando con todas mis
fuerzas que sus sentimientos fueran verdad.
—¿Qué sucede con madre?
—¿En qué bando estás, Atary? —Tragué saliva antes de continuar. La
desesperación se atascaba en mi garganta—. Si ella te pidiera matarme, ¿lo
harías?
Sus ojos azules se posaron en mí mientras las comisuras de sus labios se
movían, dibujando una sonrisa que no supe interpretar. Mis pupilas se
movieron al son de su boca, la cual se entreabrió para contestar, pero un
ruido lejano captó su atención.
Miré a ambos lados tratando de hallar al intruso y, cuando me giré hacia
Atary de nuevo para hablarle, vi que había desaparecido. Me encontraba
sola, atrapada entre la lluvia. Mis orejas se movieron al escuchar un ruido
más cerca, los pasos de alguien que se movían a gran velocidad.
Me giré esperando que fuera Atary, pues necesitaba escuchar su
respuesta; pero mi corazón latió acelerado al darse de bruces con la figura
de Nikola. Sus ojos grisáceos me miraron enigmáticos y su cuerpo se relajó
al instante al percatarse de que yo estaba bien, pero en su interior bailaba la
sospecha. Podía sentirlo.
—¿Qué haces aquí sola, mojándote? —acentuó, sin dejar de analizarme
con la mirada.
Me removí al escucharle y no pude evitar parpadear con rapidez. El tono
de sus palabras indicaba que esperaba una buena respuesta, y yo me sentía
como una niña que había sido atrapada por su padre y sabía que se
avecinaba un castigo. Esperaba poder evitarlo.
—Estaba intentando alinear mis pensamientos y me distraje. Perdí la
noción del tiempo.
—Ya —contestó, moviendo la cabeza de forma autómata, sin creérselo
—. ¿Y por qué tu mente va a mil por hora e intenta bloquearme?
—¿Eh?
Contemplé la expresión de su rostro. Su postura fría y su mueca torcida
me producían escalofríos. No quería fallarle ni ver la decepción en sus ojos.
No quería verbalizar la explosión de sentimientos que me había generado
volver a ver a Atary, volver a escuchar su voz, sentir el tacto de su piel…
incluso su olor. Nunca pensé que llegaría a necesitar memorizar ese almizcle
tan familiar, ni que me sentiría protegida por él. Le anhelaba. Le amaba.
—¿Qué ha pasado, Laurie?
—¡Nada! Tranquilo —gruñí—. Me estás poniendo nerviosa con este
interrogatorio. ¿De qué se me acusa? ¿Soy culpable por estar sola?
—Encima te pones graciosa —farfulló rodando los ojos—. ¿Por qué me
parece que Atary tuvo algo que ver?
La tormenta nos cubría a ambos, parecía que a Nikola no le importaba
empapar su abrigo y su pelo despeinado. De su rostro caían varias gotas y
cada poco tenía que quitarlas con la mano, antes de que llegaran hasta sus
labios. Era inquietante y atrayente a la vez que sus ojos parecían acompañar
a la situación.
—Lo vi —admití, mordiendo la mejilla interna. Me ponía nerviosa omitir
parte de la verdad—. Él se fue y yo intenté perseguirlo para buscar
respuestas, pero… desapareció. Así que me quedé más confusa de lo que ya
estaba. Por eso tengo los pensamientos a mil por hora. Mi cabeza va a
estallar.
Parecía que mi confesión hizo efecto, pues su cuerpo se relajó por
completo y exhaló un suspiro que generó que mi cuerpo le acompañara,
tranquilizándome. Su mirada se suavizó ligeramente y echó la cabeza hacia
atrás, mojándose todavía más.
—Será mejor que volvamos al palacio y tengamos cuidado. Que él esté
tan cerca me da muy mala espina —murmuró, con sus pupilas puestas en la
noche que nos rodeaba—. Vamos.
La incertidumbre y la duda que Atary había sembrado en mí comenzaron
a hacerme mella. ¿Podía esconder algo Nikola? ¿Tenía algún objetivo
oculto? Siempre me había protegido y vigilado cada vez que lo necesité,
pero ¿por qué? ¿Amabilidad? Según Rocío, Nikola estuvo a punto de perder
su humanidad. Me costaba asumir que fuera por eso. Tenía que haber algo
más. Algo que no me quería revelar.

Ya en la habitación me preparé para dormir. Deambulé de un lado hacia


otro buscando un pijama cómodo para ponerme y me dirigí al baño para
limpiarme la cara; necesitaba despejarme. El encontronazo con Atary me
había dejado agotada emocionalmente y necesitaba desconectar, pero temía
volver a encontrarme con la pesadilla. No quería revivir esa escena. No otra
vez.
Me metí en la cama y me tapé con el edredón, pero no tardé en volver a
levantarme y acercarme hasta la ventana para mover la gruesa cortina y
apoyarme contra la pared, contemplando a la majestuosa luna tratando de
luchar contra las nubes que amenazaban con ocultarla. Así me sentía yo,
como una luna que brilla gracias al apoyo del sol y se ve constantemente
invadida por grandes y poderosos nubarrones. Y, sin embargo, ahí seguía
luchando, esforzándome para que no me apagaran.
Así, sumida en mis pensamientos, mi mente no paraba de recordarme el
beso. Las sensaciones fluían por cada vena de mi piel, haciendo que mi
mano se dirigiera de forma inconsciente hasta mis labios. ¿Qué debía creer?
¿En quién confiar? ¿Estaba haciendo bien quedándome aquí con Nikola y
Rocío? ¿Sabría elegir el bando correcto? Al menos, hasta ahora siempre me
habían protegido las espaldas, pero empezaba a darme cuenta de que todos
tenían algún motivo detrás. Nadie hacía nada de manera gratuita.
Todas las preguntas iban y venían, hasta que pensé en hacer algo mejor,
como usar mis maravillosos sentidos ultradesarrollados. Cerré los ojos para
intentar concentrarme y encontrar la voz de Nikola, o la de Rocío, entre las
demás. Esperaba que estuvieran hablando entre ellos. Y acerté. El problema
fue que me llevó varios minutos.
Mis labios esbozaron una sonrisa de satisfacción al ser capaz de escuchar
con nitidez sus voces, a pesar de que hablaban entre susurros. El resto de
voces del lugar se filtraba en mi interior, como si estuviera en una cafetería y
todas las personas hablaran a la vez; me costaba concentrarme.
El tono cantarino de Rocío acarició mis oídos como una bella melodía,
mientras que el tono amargo y resentido de Nikola sonó como un chirrido de
desagrado; aun así me gustaba su voz. En el fondo destilaba melancolía.
—Atary está cerca, Ro. Lo peor de todo fue que pude sentir que la
conexión disminuía, como si hubiera algo que la bloqueaba.
—¿Y eso te molesta?
—Sí. No. Yo… No lo sé —resopló—. Me preocupa que intente ponerla
en contra. Que le meta cosas en la cabeza que no debe y que…
—Relájate, Nik. Laurie no es una niña pequeña, sabe en quién debe
confiar. Últimamente te noto bloqueado, como si te pusieras un muro a ti
mismo cuando, en el fondo, lo que deseas es disfrutar. Sé que la presencia
de Laurie ha sido como un soplo de aire fresco para ti. Te veo feliz, Nik —
susurró con un deje cariñoso, como de hermana mayor.
—No puedo, Ro. Sabes que no puedo. Yo… Por Nyx. Me prometí a mí
mismo que aguantaría la condena. Tengo que hacerlo.
—¡Condena que te has impuesto! ¿No te parece suficiente quinientos
años de condena? Es… Uf, Nik. Recapacita, por favor. Sé que la quieres.
¡Lo sé! ¿Por qué sigues ampliando la distancia entre los dos? Tú solito la
estás conduciendo a los brazos de Atary. Tú eres el propio creador de tus
pesadillas y no haces nada para borrarlas.
—No puedo.
—¡Claro que puedes! Permítete a ti mismo disfrutar. Ella lo haría, y tú,
en el fondo, lo sabes.
—¡Eso lo echaría todo a perder, Ro! Joder —masculló, elevando el tono
—. Los sentimientos significan debilidad, siempre, y en este caso tienen un
peso todavía mayor. ¿Acaso no ves todo lo que está en juego? Es… su vida.
Tiene… Joder, ya lo sabes.
—¿Y cuál es tu plan? Estás apostando todo lo que tienes a una leyenda
que ni siquiera sabemos si es verdad. ¿Y si falla? ¿Y si nada de eso es
cierto? ¿Y si decide sucumbir a la oscuridad?
—Cállate, Rocío. Solo… Cállate —gruñó.
—Estás así de nervioso porque la presencia de Atary ha removido tu
pecado capital. La envidia te corroe, ¿verdad? Te remueve por dentro y
sientes la necesidad de aferrarla a tu lado. ¿Por qué lo niegas?
—Atary no tiene nada que ver —masculló en tono amenazante—.
Déjalo estar de una maldita vez.
—Entre monstruos nos entendemos, querido, y tú has tocado fondo.
Deja que ella te devuelva a la superficie.
—No lo repetiré otra vez.
Su amenaza resonó en mi oído como un tortuoso eco. La conversación
había cesado, pero las palabras de ambos seguían repitiéndose en mi cabeza,
haciéndome recordar cada fragmento. Y, sin embargo, era incapaz de
procesar todo lo que habían hablado. ¿Nikola se reprimía? ¿Su atracción
hacia mí era debido a la envidia? Ni siquiera entendía a qué podía conllevar
eso. Los sentimientos y pensamientos de los Hijos Oscuros se alejaban de mi
entendimiento.
Volví a poner la cortina en su sitio, ocultando la ventana y los futuros
rayos de sol que darían pie al amanecer. Una vez que aseguré que estaba
todo correcto, me metí de nuevo en la cama y me tapé hasta el cuello. Cerré
los ojos con fuerza e intenté dormir. Esa noche había sido realmente intensa
y agotadora. Solo esperaba poder descansar.
La semana pasó sin más imprevistos. Atary había desaparecido y Nikola
mantenía esa postura de acercarse y alejarse que me estaba volviendo loca.
El momento fugaz con mi antiguo amor no paraba de reaparecer en mi mente,
torturándome. Desde que nos habíamos reencontrado no sabía cómo pensar
ni actuar.
Pero todo cambió una noche. Esa en la que la luna reflejaba la luz emitida
por el sol, proyectando sombras espectrales que otorgaban al paisaje una
belleza aterradora y particular.
Estaba dormitando, podía sentir mi cuerpo pesado y mis párpados
cerrados como si se tratara de bloques de mármol. Incluso mis sentidos se
encontraban aturdidos. Durante mi estadía en Hungría había comprendido
que dormir volvía débiles a los vampiros, los hacía estar desprotegidos, y
por eso lo evitaban el mayor tiempo posible. No era obligatorio.
Sin embargo, mi cuerpo me lo pedía; y cuando tenía pesadillas —que era
la mayor parte de las veces— quedaba agotada, como si fuera una humana
corriente que hubiera pasado un día entero sin dormir y se hubiera topado
con una cama.
Por ese motivo sentí algo extraño, como una presencia. En cualquier otro
momento me hubiera girado asustada y hubiera sacado a relucir mi condición
para atacar a lo que fuera. Pero esa noche me resultó imposible. El
cansancio había ganado la batalla.
Pasaron los minutos o las horas, pues la noción del tiempo la perdía en
cuanto entraba en un plano superior, donde mi cuerpo se mecía en un cálido
duermevela. Mi cuerpo se desperezó y sentí la palma de mis pies enfriarse al
entrar en contacto con el suelo de la habitación.
No sabía hacia donde me dirigía, era como si mi cuerpo tuviera control
propio y mi mente hubiera sido relegada a un segundo plano. Mis manos se
aferraban a las paredes y objetos que iba encontrando por el camino para no
caerme, mis piernas se movían de forma autómata con cierta dificultad, como
si pesaran, y no era capaz de ver hacia donde me dirigía. Todo resultaba tan
extraño.
En ese instante, un olor delicioso y familiar se adentró en mi nariz,
embriagándome los sentidos. Mi garganta comenzó a estrecharse y en mi
rostro no tardaron en aparecer esas malditas líneas purpureas que mostraban
mi maldición. El monstruo en el que me había convertido.
Sabía lo que eso significaba. Sabía que estaba aspirando el olor de la
sangre humana y eso traería problemas, pero era incapaz de dirigirme hacia
otro lado. Mi cuerpo se movía con lentitud, pero con certeza. Parecía un
zombi dirigiéndose a por su presa. Lo único que quería era saciar mi sed.
Mis oídos estaban taponados. No era capaz de escuchar nada que no
fueran mis pisadas crujiendo por la madera y mi respiración acelerada
acompañando a los latidos pausados de mi corazón. Ese pequeño órgano que
seguía latiendo única y exclusivamente gracias a la sangre que ingería de los
animales y de mi acompañante, pero me recordaba que necesitaba algo más
fuerte. Quería sangre de verdad.
El tiempo pasó y el crujir de la madera se vio sustituido por una
sensación de frío que no tardó en recorrer mi cuerpo. Podía sentir corrientes
de aire acariciando mi rostro y una claridad que enturbiaba mi visión
borrosa, como si la luna quisiera advertirme de que algo malo estaba
sucediendo. Pero no podía hacer nada. Mi cuerpo no me respondía y mi
mente se había esfumado, era como si mi conciencia estuviera atrapada en
una jaula y mi Bestia interior hubiera tomado el control, manejando todas
mis terminaciones nerviosas.
El olor a sangre se hizo más fuerte, tanto que me resultaba imposible que
pasara desapercibido. Me quemaba, me conducía lentamente a una prisión
que parecía estar dispuesta a pisar pero, ¿por qué?
Intenté revolverme para ser dueña de mis actos, aunque no supiera contra
quién luchaba. ¿Acaso Atary estaría controlándome? ¿Era algún tipo de
ilusión creada por él? ¿O Vlad me manejaba a su antojo, como si fuera una
marioneta? De hecho, realmente parecía que mi cuerpo estaba siendo
movido mediante hilos, donde una mano inmensa daba las órdenes,
conduciéndome a mi perdición.
—¡Basta! —chillé.
El grito inundó mi garganta, recorriendo cada resquicio de mi piel. El
impacto fue tan fuerte que parecía dinamita explotando en mi interior. Mis
ojos parpadearon con rapidez y mi cuerpo se desvaneció, aterrizando en el
suelo.
Llevé una mano hasta mi frente y fruncí el ceño al sentir algo extraño,
como si la hubiera manchado con pintura. Inquieta, abrí los ojos lentamente
mientras inspiraba el dulce olor que parecía tener impregnado en mi ser. Fue
entonces cuando mi vista captó el cuerpo inconsciente de un adolescente, un
chico cuya camiseta estaba cubierta de sangre. ¿Yo lo había hecho?
Asustada, retrocedí a toda prisa hasta chocar con la fachada del palacio
de Ákos y los ojos grises de Nikola aparecieron en mi campo visual,
mirándome con una expresión atroz.
—¿Pero qué mierda…? —balbuceó apareciendo a mi lado con gran
rapidez.
—Yo… Yo no sé qué ha pasado. Yo…
Cerré la boca. Estaba tan impactada por la imagen del adolescente
muerto frente a mí y mis manos manchadas por su sangre que no era capaz de
articular una frase decente que me justificara. No cuando ni siquiera yo sabía
lo que había sucedido. Solo podía pensar en que estaba muerto. Que quizás
mi monstruo se había liberado y ya era demasiado tarde para redimir mis
pecados. Había fracasado y no tenía fuerzas para afrontarlo.
Nikola fue más rápido y me llevó a otro rincón apartado del jardín, la luz
de la luna iluminaba su silueta y sus ojos cargados de preocupación. Aunque
no fuera capaz de leerle la mente, estaba segura de que tenía miedo de mí,
pensaba lo mismo que yo.
—Mírame, Laurie. —Me ordenó con voz autoritaria.
No fue hasta que me ordenó eso que fui consciente de que tenía mi mirada
perdida, sumida por mis mayores miedos. Me sobresalté al escuchar sus
palabras, pero posé mis ojos en él; en su mandíbula marcada, sus pómulos
prominentes y su cabello azabache despeinado por el aire que nos rodeaba.
Sus músculos estaban tensos ante la situación y por su respiración
entrecortada y la forma en que tragaba saliva estaba segura de que intentaba
controlarse ante el olor de la sangre que se había quedado impregnado en mi
piel.
Entonces hizo algo que me sorprendió. Nikola se hizo un corte en la
muñeca, de la que salió un hilo de sangre que me hizo relamerme. Su color
escarlata y su olor dulzón me atraía de forma considerable y mis colmillos
no tardaron en hacer acto de presencia, deseando degustar tan atrayente
placer, provocándole a él aún más.
—No has bebido la sangre —murmuró aliviado y sus ojeras parecieron
disminuir ante la afirmación.
—¿Cómo lo sabes? —susurré tragando saliva. Sentía mi garganta seca.
—Porque respondes con sed. Miras mi herida como si fuera un oasis en
medio de un desierto —respondió destensando su cuerpo—. Si estuvieras
saciada no responderías así ante mi sangre. Estarías llena.
—¿Y qué ha sucedido? No lo entiendo. Yo… Yo dormía. No sé cómo he
llegado hasta aquí.
—Eso es lo que pienso averiguar —gruñó clavando los dedos en mi
brazo para tirar de mí—. Así que vete a la habitación y límpiate. Sobre todo,
deshazte de esa ropa y ponte otra nueva. Necesitamos liberarnos de esa
sangre o pronto tendremos una horda de vampiros abalanzándose por el
cuerpo como si fueran buitres.
—¿Y tú?
—Voy a deshacerme del cuerpo antes de que recuperes plenamente tus
sentidos y te abalances a por él. Así que será mejor que te vayas. Ya —
contestó con voz fría y autoritaria.
Asentí con la cabeza, pues Nikola tenía razón. Estábamos tentando
demasiado a la suerte y su olor aún me embriagaba. Mi Bestia se removía en
mi interior suplicándome que terminara lo que empecé.
Nerviosa, volví al interior del palacio esquivando a los madrugadores
vampiros que comenzaban a deambular por los pasillos y suspiré al
conseguir cerrar la puerta. Parecía que lo peor había pasado.
Me desnudé con rapidez, dejando en el suelo las prendas que desvelaban
lo que estuve a punto de hacer y me dirigí hasta el baño para darme una
ducha que despertara a mis neuronas.
Durante el baño traté de recordar lo último que había vivido, pero
siempre llegaba a la misma conclusión: Estaba dormida, no era consciente
de mis actos. Pero la sensación de haber percibido una presencia extraña me
torturaba, ¿alguien me había hecho algo?
Analicé mi cuerpo de arriba abajo y suspiré aliviada al no encontrar
nada, todo era normal, exceptuando el dichoso tatuaje que cubría mi brazo y
denotaba que era diferente a los demás, como si Lux quisiera recordarme
que era suya, que era él quien me hacía luchar contra la oscuridad.
Frustrada, moví el manillar de la ducha para cerrar la corriente de agua
caliente y envolví mi cuerpo con una toalla para volver a la habitación y
buscar ropa nueva. Ahí la dejé caer y abrí las puertas del armario para ver
qué escoger, pero un carraspeo me hizo sobresaltar y me giré, dándome de
bruces con la mirada incómoda de Nikola puesta sobre mi cuerpo.
—¡Maldición, Nikola! —protesté sujetando la toalla de nuevo para tapar
mi cuerpo—. Podías avisar.
—Y lo hice, pero no me escuchaste —gruñó, apartando su mirada con
incomodidad—. Te preguntaba si viste algo extraño.
—No, no vi nada.
—Ven —respondió con voz ronca. Sus pupilas se dilataron delatando el
deseo que dominaba su cuerpo.
No quería ir, pero mi cuerpo se movió por decisión propia ante la orden.
Cuando quise darme cuenta ya estaba sentada sobre mi cama, protegida
únicamente por una toalla que a duras penas conseguía tapar mis partes más
íntimas. Me sentía desnuda y expuesta ante él.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté con un jadeo al sentir el tacto de sus
dedos por la zona desnuda de mi espalda, provocándome un placentero
escalofrío.
—Shh.
Cerré los ojos al sentir la yema de sus dedos deslizándose por mi piel,
trazando un camino. Tenía que admitir que me provocaba un cúmulo de
sensaciones, una corriente eléctrica que me torturaba a medida que él se
aventuraba por las partes libres de mi cuerpo, quitando las gotas de agua que
habían quedado pegadas.
No entendía lo que estaba haciendo, pero mordí mi labio inferior para
impedirme hablar mientras él continuaba con su aventura carnal. Sus manos
se deslizaban con soltura y parte de mi toalla se cayó ante el contacto,
mostrando aún más mi espalda y el comienzo de mis caderas.
Agradecí estar dándole la espalda y que no pudiera ver mis pechos
semidesnudos, pero mi respiración nerviosa y el rubor de mis mejillas no
ayudaba. De repente, sentí una ráfaga de calor que me hizo estremecer.
Incluso mis orejas se habían tornado rojizas y sentía mis labios secos. No
podía sentirme más frágil y vulnerable, se había creado una conexión íntima
y caliente entre los dos. Podía tocarla con mis manos.
Me sobresalté de golpe al sentir que Nikola había apartado mi cabello
empapado hacia un lado, liberándome uno de los hombros y parte de la
clavícula. Sus dedos recorrieron esa zona y de golpe se detuvieron ante mi
gesto de dolor. Todos mis músculos se tensaron, era como si hubiera
encontrado un cristal clavado por mi piel. Chirrié los dientes y tensé la
mandíbula como respuesta, intentando apartarme.
—Duele —me quejé.
—Shh… solo será un momento —susurró instándome a callar,
acariciando esa zona con su cálido aliento.
Cerré los ojos presa por el miedo y contuve un quejido mientras mi
cuerpo se tensaba al sentir sus colmillos perforándome la piel, haciéndome
daño. Pero el dolor se esfumó al notar su lengua deslizarse y un sonido ronco
brotó de mi interior, en respuesta por el placer que estaba sintiendo,
inhibiendo cualquier molestia.
Incliné mi cabeza hacia atrás. Las manos de Nikola se anclaron en mi
espalda para aferrarse y continuó su ataque mediante la exploración con su
lengua. Mi corazón palpitaba acelerado y el rubor se había apoderado de
todo mi rostro, nublando mi conciencia. Llevé mis manos hasta la toalla de
forma inconsciente para apartarla, pero Nikola cesó la succión y escupió a
un lado mientras me sujetaba por las muñecas para impedírmelo. Su
respiración agitada revelaba que estaba tan excitado como yo, aunque
intentara ocultarlo bajo una apariencia heladora.
—Estás… ¿Estás bien? —Se aseguró, atravesándome con su penetrante
mirada.
—Sí —respondí tragando saliva, intentando controlarme—. ¿Qué fue
eso?
—Erzsébet —gruñó, haciendo chirriar sus dientes, mientras se dejaba
dominar por la rabia.
Ya el simple sonido que producía al pronunciar su nombre me hizo sentir
un profundo malestar. Era como si estuviera invocando al mismísimo
demonio para que se reencarnara ante nosotros, como un conjuro de esos que
nadie se atrevería a murmurar. En su nombre parecía estar adherida la
palabra muerte.
—¿Qué sucede con ella?
Me envolví con la toalla a modo de defensa mientras la mirada de Nikola
se oscurecía, dejando su cuerpo alerta. Sus pupilas bailaban de un lado a
otro escudriñando el lugar, como si esperaba que hubiera alguien
espiándonos.
—Es una original —explicó—, y su poder principal es ser un parásito.
Cuando te muerde te inyecta una especie de veneno que hace que pueda
apoderarse de tu cuerpo. Si no se detiene a tiempo te puede conducir a la
locura y ser… letal.
Tragué saliva al escuchar su respuesta y hundí mis dedos sobre el
colchón como si necesitara anclarme a la cama para no caerme. Le miré
aterrada por lo que eso significaba. Erzsébet había estado en mi habitación y
me había mordido. Me había manipulado sin poder hacer nada para evitarlo.
—Quería que mordieras a ese chico para ser una vampiresa, Laurie.
Estoy seguro de que saben que no has completado la transición y eso me
inquieta —continuó—. Eso significa que no tardarán en venir a por ti. Esto
ha sido solo un aviso.
—¿Para qué? ¿Por qué tanto empeño en completar la transición?
—Deben de temer que te aferres a la luz. Eso significa que vamos por el
buen camino, si recuperas tu humanidad quizá sea nuestra salvación—
susurró—. Debemos mantenernos alerta. No sabemos cuál puede ser su
siguiente paso.
—¿Y qué hacemos ahora?
—Me encargaré de Erzsébet personalmente. No puede haber ido muy
lejos —contestó—. Tú limítate a mantenerte a salvo.
La incertidumbre invadió mi cuerpo al ver a Nikola desaparecer a toda
velocidad de la habitación. Temía que todo esto fuera a mayores y alguien
más terminara herido, así que me apresuré en vestirme y salí tras él. Debía
asegurarme de que nadie más acabara lastimado por mi culpa.
«¿Podía estar Atary detrás de todo esto?» reflexioné para mis adentros.
«¿Nuestro encuentro fue debido a sus ocultas intenciones? ¿Solo se
interesaba por adentrarme en la oscuridad o había algo más?».
Capítulo XXIX * ¿No lo entiendes?

Caminé por los pasillos tratando de hallar a Nikola. No sabía hacia


dónde se había dirigido porque se movía a toda velocidad y no era capaz de
escucharlo. Aunque estaba claro, no iba a ponerse a gritar el nombre de
Erzsébet por un palacio repleto de vampiros que sin duda tratarían de
ayudarla. No nos beneficiaba.
Deambulé por todos los rincones, topándome con vampiros que no me
parecía haberlos visto antes. El palacio era tan amplio que albergaba a
cientos, demasiados como para terminar en problemas.
Suspiré. Ni siquiera encontraba a Rocío para que me ayudara a buscar.
Todos comenzaban a levantarse y seguramente muchos irían a cazar, estarían
hambrientos. Solo esperaba no terminar metida en otra situación peliaguda.
El asunto del adolescente desangrado me tenía a mal traer, por poco hubiera
superado la transición y sería una vampiresa con todas las letras.
Bufé frustrada. Centré mi atención en potenciar mis sentidos y me dispuse
a salir del palacio cuando unas manos se aferraron en mis hombros,
haciéndome girar de golpe para abalanzarme sobre la persona, cuando me
detuve al darme de bruces con Britt, que me miraba con el semblante
preocupado.
—¿Qué está pasando? Noto un revuelo.
—N-nada —mentí, parpadeando más de la cuenta—. No te preocupes.
—Vi a Nikola salir a gran velocidad —dijo frunciendo el ceño—. ¿Por
qué tanta prisa? ¿Iba a alimentarse?
—Posiblemente.
Escrudiñé la expresión de su rostro. Sus ojos brillaban con intensidad
con aparente fascinación. Bastaba con pronunciar el nombre de mi
acompañante para que Brittany se deslumbrara, solo le faltaba babear. Me
generaba interés averiguar qué otras noticias circulaban sobre él para que
esa chica tuviera esa bella imagen. Provocaba que mi estómago se
revolviera y me atizara con fuerza, haciéndome encogerme durante un
instante.
—Oh, me encantaría acompañarlo —respondió sonriente—. Seguro que
debe verse realmente arrebatador con la sangre deslizándose por sus labios.
Hice una mueca de repulsión al imaginarme la escena y a Britt
acercándose para recoger ese líquido carmesí que tanto nos gustaba. Me
producía celos. Sí, celos. En estos meses había pasado de ser una chica
ejemplar a una vampiresa tóxica con impulsos peligrosos. Pero tragué saliva
y dibujé una sonrisa falsa en mi cara mientras trataba de relajar la tensión de
mi cuerpo.
—¿He dicho algo que te inquiete? —preguntó entonces al ver mi
reacción, haciendo un puchero.
—No, no. —Me apresuré en responder—. Pero tengo prisa, Britt. En otro
momento hablamos.
Me giré para darle la espalda y extendí mi mano hasta el manillar para
abrir la puerta y salir al jardín, continuando mi búsqueda. En ese momento
maldecía a Nikola por no haberme informado dónde tenía pensado dirigirse,
al menos así me hubiera ahorrado bastantes minutos.
Pero Britt tiró de mí de nuevo y me giré bruscamente, dándole a entender
con mi mirada cargada de molestia que estaba haciéndome perder la
paciencia. Tampoco es que fuéramos mejores amigas como para iniciar una
conversación espontánea y quedarme esperando. Tenía prisa.
—¿Qué pasa? —gruñí desesperada.
—Es que… —respondió dudosa, tirando de su labio inferior—. No sé
explicarte el motivo, pero tengo la sensación de que algo malo va a suceder.
Percibo malas vibraciones allí fuera.
Analicé como sus labios se torcían en expresión de titubeo y sus ojos me
miraban con preocupación. Sus pies se balanceaban cambiando de peso y no
disminuía su presión sobre mí. Realmente me estaba impidiendo abrir esa
puerta. ¿Podía ser Britt una ayudante de Lilith y Erzsébet? ¿Estaba Nikola en
peligro?
—¿De qué lado estás, Brittany? ¿Quién eres en realidad? —pregunté de
golpe, siseando cada palabra.
—¿Eh?
Su rostro se tornó confuso. Ladeó su cabeza ligeramente y sus ojos se
oscurecieron en respuesta mientras salivaba. Su cuerpo parecía tenso, pero
su semblante era confuso, como si de verdad no comprendiera la pregunta
que le había formulado.
—¿Qué es lo que pretendes?
—Yo… No te entiendo, Laurie. De verdad que tengo una mala vibración
y si Nikola se fue tuvo que ser por algo importante. No quiero que te suceda
nada —contestó con rapidez—. Es algo extraño, pero desde que me convertí
comencé a sentir… cosas. Y cuando te vi sentí una necesidad de protección,
como si tuviera que defenderte de algo. Es raro.
Negué con la cabeza al escuchar su confesión, sin saber qué creer. ¿Quién
era esa chica? ¿Protegerme? Realmente era algo absurdo. Hice un ademán
para librarme de su agarre y abrí la puerta, dejándola atrás.
Miré hacia mi alrededor. El jardín estaba oscuro y no percibía ninguna
silueta. No había un ápice de ruido que me indicara que hubiera alguien más.
La luna era mi única acompañante, que me permitía ver más allá de los
árboles.
Me moví con rapidez para adentrarme en el bosque y mis sentidos se
despertaron al llegar a mis oídos un ruido. En seguida pude captar una
presencia que me hizo girar. Suspiré asustada al encontrarme con Rocío.
—¡Laurie! —exclamó, sustituyendo la sorpresa por la prisa—. Me
pareció ver a Nik por aquí. ¿Lo has visto?
—Iba a preguntarte lo mismo —suspiré, intentando volver a la
normalidad. El susto había acelerado mi estado vampírico.
—Creo que se fue por allí —contestó, señalando la zona oeste del
bosque.
—Vamos —asentí.
Nos movimos a gran velocidad hasta donde ella indicó y fruncí el ceño al
llegar a mi nariz el dulce olor a sangre, recordándome la escena que había
vivido un rato antes. Rocío continuó caminando, ignorando el olor, como si
no se hubiera percatado de lo intenso que era.
—¿No lo hueles?
—¿El qué? —preguntó extrañada.
—El olor a… a sangre. Sangre humana —aclaré.
—¿Habrá sido Nik?
Sus ojos marrones me miraron con expectación, como si de verdad
barajara esa posibilidad. Meneé la cabeza negándome a creerlo e intenté
luchar contra el impulso que amenazaba con descontrolarme. Ese olor era
demasiado fuerte y atrayente.
—Ro —musité, cerrando los ojos para concentrarme. Si no me
controlaba terminaría cometiendo una locura.
—Ven.
Observé el gesto que me hizo con la mano para apremiarme y solté una
bocanada de aire antes de asentir con la cabeza y continuar. Las encías
comenzaban a dolerme y mi rostro empezaba a oscurecerse, mimetizándose
con la noche.
Al llegar a un claro cercano al bosque mis ojos se toparon con un cuerpo
ensangrentado, tirado en el suelo. Otro más. Tragué saliva con fuerza al
contemplar la escena y miré a Rocío atónita. Tenía que haber sido Erzsébet.
—¿Qué está…?
Mis palabras quedaron bailando en el aire al verme atrapada por Rocío,
que aprovechó mi confusión para lanzar el cuerpo desmayado de una chica
hacia mí, manchándome con su sangre.
Los latidos de su corazón aceleraron mi pulso, indicándome que estaba
viva. Mis manos se aferraron a su piel mientras mi Bestia suplicaba por
alimentarse. Miré a Rocío esperando algún tipo de explicación, incapaz de
pronunciar palabra.
—Necesitas alimentarte, Laurie. Estás demasiado débil. No sirves.
Retrocedí ligeramente con el cuerpo tembloroso mientras luchaba para
soltar a la chica, aunque mis manos seguían aferradas a su piel. Por suerte,
ella comenzó a removerse y abrió sus ojos con fuerza, soltando un chillido al
contemplar mi rostro.
—¿Q-Qué estás diciendo? —balbuceé, aspirando el embriagador aroma
que la joven desprendía.
—¡Bebe! —ordenó con la voz más fuerte.
Con rapidez apareció ante mí y tiró de mi pelo para inmovilizarme
mientras trataba de acercar la herida de la chica a mi boca. Lágrimas de
frustración recorrieron mis mejillas mientras trataba de revolverme,
intentando apartarla de mi lado.
El brillo malicioso que destilaban sus ojos me reafirmó en la idea que
rondaba por mi mente. Esa no era la Rocío que conocía. Ella nunca me
expondría de esa manera, nunca me tentaría de tal forma que haría tambalear
mi autocontrol.
Debía de estar manipulada. La expresión triunfal de su rostro me lo
aseguraba, incluso una sonrisa de orgullo bailó en su cara.
—¿Quién eres? —gruñí, consiguiendo soltar el cuerpo de la pobre chica,
tirándola al suelo.
Pero no me dio tiempo a más. Rápidamente se abalanzó sobre mí y
comencé a forcejear con ella, cayendo ambas al suelo. Sus colmillos estaban
asomados y amenazaban con morderme, pero mis reflejos parecían
superiores. Así que me apresuré en darle un golpe para poder alejarme.
Cerré los ojos durante un instante para intentar recuperarme. Mis pupilas
danzaban entre el cuerpo ensangrentado y la chica que pensaba que era mi
amiga. Quizás Erzsébet también la había mordido y la estaba usando a su
antojo. Pero mis impulsos eran superiores, mi boca salivaba por el reguero
de sangre que salía de la que parecía mi futura presa. Me pedía a gritos ser
mordida, que la dejara vaciada.
Mi pecho subía y bajaba amenazante, mi respiración estaba
descontrolada y el dolor de mis encías resultaba insoportable. De reojo
podía ver como Rocío estaba de pie, mirándome sonriente. Parecía que
sabía que no iba a soportar esta tentación mucho más.
Sollocé consciente de que mi final se estaba acercando. Ya no tenía
salvación, lo sabía. Mis impulsos me dominaban, convirtiéndome en el
monstruo que me había acompañado desde que nací, acechándome desde las
sombras. Sollocé consciente de que iba a terminar con su vida y nadie iba a
impedirlo. Nadie iba a ayudarme.
Me impulsé ayudada por mi cuerpo y me deleité al sentir mis dedos
hundirse en su piel, buscando la mejor postura para alimentarme. Al mirar
por un instante a la noche nublada, la luna iluminó mis pupilas, que
seguramente ocupaban gran parte de mis ojos.
Un par de lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Era lo malo de
conservar mi lado humano, la empatía luchaba contra la bestia que me
dominaba. Pero tenía las de perder. Dejé que los colmillos salieran en su
totalidad y me regocijé al escuchar un quejido de dolor por parte de la chica
al perforar su piel, pero una figura repentina me apartó, lanzándome por los
aires.
Levanté la cabeza y mis ojos sangrientos se encontraron con Nikola.
Estaba de cuclillas con una mano apoyada en el suelo y su figura se
encontraba difuminada, pues una inmensa y oscura sombra le rodeaba,
acentuando su rostro demencial y sus ojos cargados de furia y rencor.
—Erzsébet —siseó. Sus palabras destilaban odio y un profundo dolor.
Como si le hubieran arrebatado una parte importante de su ser.
Rocío sonrió en respuesta y su figura se transformó en la vampiresa que
era en realidad, dando paso a una joven con pantalones negros ajustados y un
corpiño con pequeñas mangas que se amoldaba a su cuerpo. Sobre él
colgaban unos perfectos y definidos rizos color vino, que hacían resaltar sus
ojos grandes y almendrados, de color casi negro. La sonrisa que le dedicó a
Nikola fue tan amplia que me resultó espeluznante.
Observé el cuerpo tirado de la joven, que luchaba para abrir sus ojos
mientras se debatía entre la vida y la muerte. Humedecí mis labios en
respuesta, deseosos de completar mi objetivo, pero algo me lo impidió. Las
palabras de Nikola se colaron en mi mente, resonando como si fueran un eco.
Ni se te ocurra moverte.
Tragué saliva mientras volvía a dirigir mi vista hacia él y contemplé
como se abalanzó a por ella como si fuera un tornado de gran magnitud. De
repente una fuerte ráfaga de aire revolvió mi pelo. Era una lucha de alto
voltaje.
Comprobé de reojo como la chica miraba aterrada la escena y se
esforzaba en arrastrar sus manos por la tierra, intentando anclar sus dedos
para impulsarse. Estaba intentando escapar.
Aproveché la distracción de ambos para abalanzarme, pues era incapaz
de recuperar mi lado racional. Mi mente solo pensaba en alimentarse y mis
ojos solo veían la sangre derramada por su ropa. Lo demás no me importaba.
La chica chilló al percatarse de mi objetivo y encontrarme frente a ella,
atrapando la atención de Nikola, que se abalanzó hacia mí y me lanzó contra
un árbol, el cual crujió por el impacto de mi espalda.
Al incorporarme, mi cuerpo se estremeció. Erzsébet había atrapado a
Nikola y sus colmillos se encontraban cerca de la clavícula. El pecho de mi
acompañante subía y bajaba acelerado. A pesar de que su rostro se mantenía
frío y oscuro por su estado, sabía que en el fondo debía de estar aterrado.
Las garras de la vampiresa se clavaban en su piel, sujetándolo.
«Nadie toca lo que es mío» gruñí mientras diversos sentimientos
negativos afloraban en mi interior, animándome a abalanzarme hacia ella.
Pero Nikola fue más rápido y con un movimiento brusco llevó su mano hasta
la zona del pecho de Erzsébet, hundiéndola hasta casi rozar su corazón.
El rostro de la vampiresa palideció y se tornó grisáceo. Parecía que cada
movimiento que Nik ejercía con su mano, presionando ese esencial órgano,
le producía un inmenso dolor, bloqueándola.
Aproveché para mirar a mi debilitada presa, pero una sensación extraña
captó todavía más mi atención y me estremecí al ver como Erzsébet se
transformaba en un pequeño murciélago cuyas alas se movieron con
dificultad.
La mano de Nikola quedó en el aire, manchada por la sangre de su
contrincante y aprovechó que la vampiresa se había ido para sujetar mi
cuerpo y alejarme, lanzándome contra una pared del palacio.
Contemplé su rostro, que había quedado enfrente del mío con los ojos
brillando por la intensidad del momento. Un alarido de dolor brotó de su
boca y cerró los ojos con fuerza, apretando sus párpados mientras su figura
volvía lentamente a la normalidad.
Aun así sus manos seguían impidiéndome moverme, aunque no era
necesario. La presa había dejado de captar mi atención, solo la tenía él. El
alarido de dolor que había brotado de su interior había desgarrado mi alma.
Si es que todavía la tenía. Sus ojos volvían a ser grisáceos pero estaban
apagados. Casi vacíos.
—¿Nik? —musité llevando una de mis manos hasta su mejilla derecha,
sosteniéndole la mirada.
Él bajó la cabeza en respuesta mientras su cuerpo continuaba en tensión.
Su respiración se mantenía entrecortada y su agarre era fuerte. Parecía que
estaba luchando para no perder el control.
—Mírame —supliqué—. ¿Qué te sucede?
—¿No lo entiendes? —respondió con voz rota, alzando su rostro para
mirarme con una expresión desgarradora.
—¿El qué?
Sus ojos me traspasaron y me estremecí al contemplar el abismo que
había en ellos, equivalente a su semblante desolador. Nikola parecía un
muerto en vida. Su cabello azabache se meció por las ráfagas de aire que nos
acompañaban, y su nuez de Adán bailó por su garganta mientras sus labios
temblorosos vacilaban.
Entonces respondió con dificultad y un pitido ensordecedor atacó mis
oídos, impidiéndome pensar en nada más. Su inmenso dolor acompañó al
mío, consumiéndonos a ambos como si una llamarada nos hubiera atrapado.
Nada podía haber sido más horrible que escuchar esas tres palabras.
Nada podía remediar esta situación en la que estábamos sumidos.
No.
—Rocío está muerta.
Un relámpago iluminó nuestras facciones funestas, seguido por un trueno
ensordecedor que parecía infundirnos ánimos con su magnitud. Entonces la
lluvia nos rodeó, empapándonos por completo.
«Rocío está muerta».
Capítulo XXX * Recuerdos Rotos

Lo miré sin creérmelo mientras la lluvia bañaba nuestros rostros por


completo, mezclando las lágrimas con las gotas de agua, como si fuera una
barrera que nos impedía revelar nuestro verdadero estado.
Sus ojos grisáceos nunca habían estado tan apagados. Ni siquiera la luna,
que continuaba brillando en la noche, era capaz de otorgarles algo de luz,
algo de vida. Sus labios seguían temblorosos y contrastaban con el
movimiento de su cuerpo, como si estuviera helado.
Un silencio ensordecedor nos envolvió.
—¿Cómo…? ¿Cómo puedes estar tan seguro, Nik? —Alcancé a decir con
un atisbo de esperanza—. Sí, es cierto; era Erzsébet pero… No sabemos…
Nikola me contempló sin cambiar un ápice la expresión de su rostro. Mis
palabras habían quedado incompletas al percatarme de que nada de lo que
dijera le iba a hacer cambiar de idea. Sus puños se mantuvieron cerrados y
firmes. Apretó sus dedos con tanta fuerza que empezaron a tornarse rojizos.
—Erzsébet solo puede adquirir otra apariencia humana cuando le ha
robado su último aliento —musitó con una voz desgarradora, sacada de sus
entrañas—. Cuando se ha apoderado de su… cuerpo.
El movimiento de su nuez de Adán me estremeció, haciéndome bajar la
cabeza en dirección al suelo. Su dolor era tan inmenso que podía sentir como
me quemaba por dentro, como si fuera mío. Apreciaba a Rocío, en este
último tiempo se había convertido en mi compañera, mi confidente. Me
negaba a aceptar que se había ido por culpa del mal que tanto nos acechaba.
Por mi culpa.
—Yo… —tragué saliva, sin saber qué decir, alzando el rostro de nuevo
para intentar captar su expresión—. Lo siento.
—¿Lo sientes? —preguntó a modo de respuesta, con una risa cargada de
amargor—. ¿Qué sientes?
—Todo… su-supongo. El ser tan débil, el que nos persigan, que por mi
culpa ella haya…
—Para —suplicó, deteniendo mi dolorosa disculpa—. Son solo palabras
vacías que no me van a devolver a Rocío.
Abrí la boca para contestar, pero los cerré al observar como su rostro
comenzaba a tornarse sombrío. El iris tormentoso que cubría sus ojos
empezó a volverse rojizo y en ellos resplandeció un destello fugaz, cargado
de rabia. Entonces me miró directamente y escupió su sentencia final.
—Pagarán por ello. Todos —siseó, pronunciando con odio cada palabra
—. No descansaré hasta ver a todos retorcerse de dolor.
Exhalé una bocanada de aire antes de asentir con la cabeza y Nikola miró
el cielo antes de limpiarse todas las gotas que habían cubierto su rostro. Con
esa promesa me había dejado claro que no tenía bando, que el odio que
corroía el interior de su cuerpo era superior a cualquier tipo de lealtad o
conexión hacia Lilith. Nikola estaba de mi parte.
—Tengo que encontrarla.
En lo que tardé en reaccionar Nikola ya se había ido, dejándome sola en
el jardín. Moví la cabeza intentando asimilar todo y atisbé como su figura se
había ido al interior del bosque, así que fui detrás.
Esquivé los árboles que se topaban por mi camino en silencio mientras
mi atención se posaba en él, que se movía con una furia sobrehumana. Me
preocupaba que no fuera capaz de asimilar la pérdida, y que la frialdad que
le caracterizaba fuera sustituida por una peligrosa sed de venganza. Actuar
sin pensar podía acarrear graves consecuencias, como no darse cuenta de las
personas que tienes esperando a tu espalda, preparados para clavarte un
puñal.
Al estar unidos mediante la conexión, cada respiración que daba me
generaba un profundo dolor, sus latidos se entremezclaban con los míos
como si me pidieran que me concentrara en vivir por él. Nikola estaba
destrozado, la muerte de Rocío ocupaba toda su mente, no había espacio
para nada más. Recordé las palabras de ella mientras esquivaba otro árbol:
Eso fui yo para él, un salvavidas al que se sujetó cuando estaba a punto de
naufragar. Juntos aprendimos a perdonarnos y sé que sin él no soy nada.
¿Me tocaría ser su salvavidas ahora que volvía a naufragar? ¿Podría
sostenerle antes de que cayera en el abismo más profundo y asfixiante?
Esperaba hacerlo. Esperaba ser capaz de estar a la altura y enfrentarme a
todo aquel que estuviera en mi contra. Por mi inocencia y mi temor había
sufrido demasiada gente.
—Vuelve al palacio, Laurie —dijo de repente, haciéndome detenerme de
golpe.
—¿Por qué?
—Porque no estás preparada para contemplar la grotesca escena que nos
aguarda cuando la encontremos —contestó sin ningún tipo de sentimiento que
no fuera una furia descomunal.
—¿Qué? —fruncí el ceño, atónita al escucharle.
«No puede ser para tanto» pensé para mis adentros. «Además, Nikola me
necesita a su lado. No puedo echarme atrás».
—Estamos hablando de Erzsébet Báthory, conocida como la condesa
sangrienta. No esperes una muerte dulce o delicada. —Me informó, sin girar
su vista hacia mí—. Después no quiero reproches o lamentos. Solo quiero
recuperarla.
Asentí con la cabeza sin decir palabra, sabía que no me escucharía.
Mantuve el paso esforzándome para moverme a su lado y continuamos el
camino, contemplando nuestro alrededor mientras mi corazón latía
acelerado, nerviosa por lo que nos podíamos encontrar.
Su mente iba a mil por hora. Con cada minuto que pasaba su
desesperación se incrementaba y tenía sus sentidos a flor de piel, puestos
sobre el entorno que nos rodeaba. Nikola parecía un depredador acechando
a su víctima, con la diferencia de que esto no se trataba de una caza, sino una
desaparición. Nikola quería recuperarla para que Rocío pudiera descansar
en paz.
El tiempo avanzó sin preocuparse por nosotros, que ya habíamos
recorrido gran parte del bosque que estaba cerca del palacio. No tenía la
habilidad de adentrarme en su mente, pero sus pensamientos me invadían
como flechas afiladas, clavándose en mi piel, haciéndome daño. Estaba
seguro de que tenía que estar cerca, tan cerca de nosotros que le parecía
insultante que aún no la hubiésemos hallado.
Pero ese tiempo se detuvo en el momento en que ambos alzamos la vista
en dirección a un árbol que tenía impregnado el olor de la sangre en su
tronco. No tuve más que parpadear para ver con nitidez como en él se
encontraba sujeto el cuerpo inerte de Rocío, colgado boca abajo por una
rama.
Llevé ambos manos a mi boca sin poder mitigar el alarido desgarrado
que brotó de mi garganta. Nikola se apresuró en dirigirse hacia allí, pero mis
pupilas ya habían capturado la escena que él tanto me advirtió. Rocío estaba
cubierta de sangre debido a los golpes que había recibido con algún objeto
que preferí no imaginar. En algunas zonas de su piel estaba cubierta de
agujas punzantes y se encontraba semidesnuda, como si además la hubieran
humillado. Sus labios se habían tornado morados y parecían sellados, como
si no hubiera podido abrirlos. Sus mejillas aún tenían lágrimas carmesí
adheridas, lo que parecía que había llorado su propia sangre y la expresión
ida y agónica de su rostro me susurró que debió de haber sufrido de una
manera inimaginable. Tanto, que mis piernas se convirtieron en gelatina,
tirándome al suelo de bruces.
La lluvia no había sido capaz de suavizar tal acto atroz y Nikola me lo
había advertido, pero no lo creí. Había intentado prepararme, pero nunca en
mi vida hubiera imaginado algo así. La muerte de Rocío no fue lo que ella se
merecía, había sido una auténtica y espeluznante tortura, digna de una
psicópata. Ahora entendía el motivo para que Lilith la reviviera. Era
sumamente letal.
Varias lágrimas recorrieron mis mejillas, entremezcladas con la lluvia
que no había cesado. Parecía que la noche se había puesto a llorar por su
pérdida, como si intentara darnos su apoyo. Rocío se había ido.
Observé a Nikola soltándola con cuidado de la rama y abrazó su cuerpo
con suma cautela, quitándole los objetos punzantes que aún conservaba. Se
mantuvo en esa posición durante unos minutos, como si quisiera protegerla o
velarla de una manera íntima.
Abracé mi cuerpo con una mezcla de incomodidad y tristeza profunda,
incapaz de decir nada. Me quedé esperando en un segundo plano mientras él
se despedía de ella a su manera. Observé como sus labios se movían y mis
oídos captaron sus palabras, que se perdían entre sollozos.
—Siento haberte fallado, Ro. No estaba cuando me necesitaste y… ahora
debo pagar las consecuencias. Daría lo que fuera por que hubiera sido al
revés, pero… te prometo que tu muerte no será en vano —musitó,
deteniéndose un instante para contemplar su rostro y bajar sus párpados para
concederle un resquicio de paz—. Descansa guerrera. Descansa y cuídalas
en el más allá. Yo iré a por vosotras.
Me mantuve en silencio mientras él continuaba sosteniendo su cuerpo.
Una de sus manos recorrió la mejilla helada de Rocío, antes de apartarle su
empapado pelo hacia un lado. Entonces me miró fijamente, clavándome sus
ojos vacíos en expresión de súplica.
Me había quedado congelada, pero no físicamente, sino de manera
emocional. Era la primera vez que le veía en ese estado de desesperación.
Parpadeé confusa al sentir su dolor, era como si una llamarada atravesara mi
corazón, dejándolo reducido a cenizas. Cada exhalación era una explosión,
una humareda de polvo que asfixiaba mi garganta. No podía más.
Avancé como pude hasta él y el grito desgarrador que brotó de su interior
me hizo estremecer, aterrada. Sus manos seguían aferradas al cuerpo mojado
de Rocío, negándose a soltarla. Había entrado en shock, en un coma
emocional.
Me arrodillé con cautela y acaricié su mejilla con dulzura, murmurando
unas palabras de consuelo que seguramente sus oídos eran incapaces de
escuchar. Sus ojos continuaban perdidos, vagando sin rumbo fijo por un
abismo peligroso que, si lo pisabas, te conduciría lentamente a la locura y la
destrucción. Aquella que, en ese mismo instante, estaba abrazando a Nikola.
—Nik…
—Soy incapaz de decirle adiós —musitó con voz rota, aferrándola más a
él—. No puedo… moverme.
—Tienes que dejarla ir —murmuré intentando suavizar las facciones de
mi rostro, tratando de captar su atención con mi tacto—. No les des el gusto
de verte consumido por el dolor. No les permitas sentir tu debilidad.
—Termina con mi dolor, Laurie —suplicó—. Hazme olvidar.
Sus ojos vacíos entraron en contacto con los míos. Un resquicio de
esperanza albergó mi corazón al ver como su fortaleza intentaba arrastrarse
hacia mí, gateando para saborear una pequeña dosis de estabilidad. Nikola
me estaba suplicando que lo salvara, que no le dejara perderse en ese mar
infinito de desolación.
—¿Estás seguro? —pregunté, tragando saliva al contemplar su estado.
—Dame una razón para permanecer en pie. No me dejes caer o todo se
habrá terminado.
El tono roto con el que lo dijo provocó un escalofrío en mi espina dorsal,
que me recorrió como un relámpago, impulsándome. Nikola se hallaba tan
vacío que tendría que esforzarme en recomponerlo. Tenía que ser ese
salvavidas que Rocío había sido para él. Esa mano que lo sujetaría sin
dudarlo, aunque me hiciera daño sostener el peso de su cuerpo.
Llevé una de mis muñecas hasta mi boca y dejé salir mis colmillos para
formar una herida de la que empezó a brotar un reguero carmesí. Ni siquiera
eso fue capaz de atrapar la atención de mi acompañante. Le mostré la herida
colocándola frente a sus labios y estos se movieron, sobresaltándome.
—¿Estás preparada para enfrentarte al monstruo que soy, Laurie? ¿Para
descubrir la pesadilla que me atormenta?
Sus ojos se mantuvieron fijos en mí durante un instante y en su interior
pude percibir como los remordimientos y la culpa habitaban. No entendía su
pregunta, pero estaba dispuesta a correr riesgos. Con sus gestos me
suplicaba que lo sostuviera. Asentí lentamente con la cabeza y observé cómo
él creaba una herida en su muñeca, instándome a beber.
Tragué saliva comprendiendo que me quería mostrar algo y accedí
llevando mi brazo hasta él, presionando mi sangre contra su boca. Cerré los
ojos al sentir el tacto de su lengua recorriendo con fiereza mi piel.
Realmente era un momento íntimo y especial. Podía sentir cómo nuestra
unión se incrementaba.
Volví a encontrarme en esa humilde casa que ya me resultaba familiar:
La casa donde vivía con Amélia y su hija.
Contemplé la escena, esta vez desde otra perspectiva. Podía verla
perfectamente lavándose con aire despreocupado. Su cabello anaranjado
brillaba por la luz de la ventana y sus ojos azules eran grandes y
almendrados, cargados de expresión. Era una chica realmente bonita y
grácil.
Me percaté de que el dije estaba encima de un mueble, relucía debido a
que había pasado menos tiempo. No había prestado atención a que era tan
antiguo hasta que recordé que lo habían creado los ángeles de Lux para
terminar con Lilith.
Me quedé quieta en el baño sin saber muy bien qué hacer, Amélia
continuaba su rutina con el semblante tranquilo y el silencio a nuestro
alrededor era significativo. No se escuchaba ni a una mosca.
De repente, se abrió la puerta y tras ella entró Nikola, con un rostro
que me resultaba muy familiar, se estaba tornando sombrío. Mi corazón
empezó a latir acelerado al presentir lo que estaba a punto de suceder. Nik
arrugó la nariz y torció la boca, como si estuviera intentando contenerse,
pero sus ojos bailaban entre el dije y su esposa.
—¿Querido? —preguntó ella enarcando sus cejas al ver que su esposo
no se movía.
Sus labios temblaron, vacilando qué decirle. Sus nudillos fueron
volviéndose cada vez más blancos al apretarlos con fuerza y bajo sus ojos
comenzaron a aparecer unas profundas ojeras.
—El dije… Te lo quitaste —gruñó, sus pupilas comenzaban a
incrementarse.
—No quiero que se moje —respondió, restándole importancia—. ¿No
ves que estoy limpiándome?
—No puedo. —Tragó saliva—. Tengo tanta hambre que me estoy
volviendo loco.
Los ojos de su esposa brillaron, confusos. Parecía que no entendía el
significado de sus palabras, pero yo sí. Por eso no pude evitar chillar al
ver cómo Nikola se abalanzó con gran rapidez hasta ella y su rostro se
oscureció, dando paso a la sombra espeluznante en la que se convertía
cuando su Bestia afloraba.
Amélia tiró el caldero que tenía cargado de agua para limpiarse y el
agua quedó esparcida por el suelo, empapándolo. Los colmillos de Nikola
se iluminaron y el grito que dio ella al verlos me hizo estremecer. En
décimas de segundo Nik había clavado sus garras en la piel de su esposa y
había empezado a succionarle la sangre.
Amélia se removió aterrada, luchando para salvarse e intentar proteger
también a su hija. Pero con cada succión que Nikola daba sus ojos iban
perdiendo más brillo, hasta terminar apagándose por completo.
Fue entonces cuando mi acompañante se apartó y, todavía con el rastro
de la sangre de su amada adherido a sus labios, sus ojos grises se
percataron de lo que había hecho. Entonces se arrodilló y cientos de
lágrimas comenzaron a derramarse por sus mejillas. Pero ya era tarde.
Amélia estaba muerta.
La escena era escalofriante y tétrica, tanto que me resultaba muy
difícil mirar. Incluso Nik se negaba a asimilarlo, su cuerpo no paraba de
temblar. Sujetó el cuerpo inerte de su esposa y la acercó hasta él,
abrazándola como si intentara protegerla, salvarla de él mismo. Sus labios
no paraban de repetir su nombre, como si tuviera la esperanza de que
llamándola volviera a la vida. Pero no era así, el corazón de su amada se
había detenido para siempre.
Pasaron los minutos, quizás horas. Nik seguía arrodillado en el suelo
con sus pantalones mojados y su camiseta salpicada por ese líquido
carmesí que era nuestra perdición. Fue entonces cuando el llanto de un
bebé le sobresaltó y giró su cabeza en la dirección de dónde provenía el
ruido.
—Mi pequeña —susurró con voz rota.
Depositó con cuidado el cuerpo de Amélia en el frío suelo y se fue
hasta la habitación que compartían. Le seguí detrás y observé como
vacilaba al mecerla entre sus brazos. Parecía que todavía tenía hambre.
—No cometeré el mismo error —sollozó—. A ella no he podido
salvarla, pero no dudaré en salvarte a ti.
Con esas palabras depositó de nuevo al bebé en la sencilla cuna de
mimbre y volvió al baño para sostener el dije entre sus manos, conteniendo
un grito de dolor al sentir como este le quemaba. Una humareda oscura
comenzó a salir de la palma de su mano, poniéndola al rojo vivo.
Aceleró el paso hasta llegar al bebé y, tensando la mandíbula por el
dolor, le colocó el dije colgándolo en su pequeño cuello. El bebé abrió los
ojos y lo observó con ternura. Tenía los ojos grises, como él. Movió sus
pequeños piececitos dando patadas y de su boca emergió una sonrisa,
formando una pompa de saliva.
Nikola curvó sus labios debido a la culpa y el arrepentimiento. Sus ojos
grises se apagaron al contemplar la felicidad que ese bebé tenía, inocente
y dulce, sin comprender al monstruo que tenía ante él.
Mi acompañante miró por la ventana, sabía que debía apresurarse o
los vecinos no tardarían en darse cuenta de que algo había sucedido. Por
ello, envolvió a la pequeña en una manta y la acunó entre sus brazos,
antes de mirar por última vez su casa y quemarla. La madera no tardó en
arder.
Pude ver cómo un profundo vacío lo atravesó, más grande incluso que
con la muerte de Rocío. Pero sacó fuerzas de flaqueza por su hija y se fue
a toda rapidez con ella. Me apresuré en seguirlos hasta que se detuvo
frente a una sencilla iglesia de piedra. Allí, frente a la puerta, se despidió
de su pequeña dándole un beso sobre la frente y la depositó con cuidado
en el suelo. Golpeó tres veces la puerta y se esfumó, quedando oculto tras
un árbol cercano para ver como un rechoncho sacerdote abría y miraba
atónito a su alrededor, pero la acogió sin cuestionarse nada más.
Entonces Nikola limpió una lágrima que caía por su mejilla y
endureció la expresión de su rostro. Sus ojos se habían apagado y su
semblante se tornó frío. En ese momento lo tuve claro. El Nikola risueño y
alegre murió, dando paso al Nik que yo conocía.
Un Nikola atormentado y torturado por haberse convertido en una
bestia salvaje.
Un monstruo como yo.
Parpadeé confusa al volver a la realidad y solté los colmillos de su
muñeca, él comenzaba a mostrarse débil y cansado, con sus ojos apagados
por la vergüenza y la culpa. Sus pómulos estaban marcados y sus ojeras eran
bastante pronunciadas. Era una situación demasiado difícil para él.
—Ahora ya lo sabes. Ya sabes lo que pasó —susurró, cada palabra que
decía era como una dolorosa bala para él.
Me aproximé un poco más hasta donde se encontraba y acerqué mi rostro
al suyo. Nikola estaba tan destrozado que había dejado el cuerpo inerte de su
amiga a un lado. Mis ojos quedaron atrapados en su mirada, parecía que a
cada segundo que pasaba caía todavía más en ese abismo que había creado.
Nikola, ese vampiro incapaz de flaquear y mostrar debilidad, ya no tenía
fuerzas para luchar.
—Debes alejarte de mí, Laurie. Ya has visto lo que sucedió con mi
esposa. La oscuridad me consume y puedo salpicar a cualquiera con ella.
Incluida a ti —continuó, empeñado en quedarse solo.
—No te tengo miedo, Nik —susurré negando con la cabeza, dirigiendo mi
vista hacia su boca—. Al fin y al cabo siempre hemos sido el mismo
monstruo.
—No puedes enamorarte de mí. No me lo merezco y… ella no me lo
perdonaría. No puedo. Yo… —murmuró con voz temblorosa y tragó saliva
antes de mirarme. La tristeza vibraba entre sus labios—. Si lo haces todo se
habrá ido a la mierda. Y nadie concede segundas oportunidades.
—Los monstruos no nos enamoramos. —Le recordé, aspirando su
respiración entrecortada—, así que dejemos los sentimientos a un lado.
Sus labios se curvaron en una fugaz sonrisa. Acto seguido me miró.
—Tú no eres un monstruo, Laurie.
—Entonces tú tampoco —respondí y aplasté mis labios contra los suyos,
saboreando el rastro de sangre que todavía conservaba.
Nuestro impacto le sobresaltó y tardó en reaccionar, pero sus manos
buscaron mi cercanía. Sus dedos rozaron mis mejillas antes de enredarse en
mi pelo para tirar con brusquedad e introducir su lengua con mayor ímpetu.
Sus movimientos eran dominantes y precisos, controlaba el baile de nuestras
bocas como si estuviéramos sincronizados.
Una corriente de calor invadió mi interior, acelerando la lujuria que me
caracterizaba. Me moví sin dejar de besarle hasta terminar sentada en su
regazo, solo nos separábamos unos milímetros para recobrar el aliento antes
de volver a la carga.
Nuestros pulsos estaban disparados y nuestros latidos acompasados.
Éramos dos animales salvajes, dos bestias dispuestas a arder y sin nada que
perder. Su fiereza y pasión hizo estremecer mi cuerpo, parecía que estaba
desahogando toda su rabia y dolor contra mí, aferrándose a mi alma como si
fuera un clavo ardiendo, como su salvavidas. Nikola estaba luchando para
no dejarse caer y yo era la cuerda que le sujetaba.
Gemí sin poder evitarlo al sentir sus colmillos mordiendo mis labios y
deslizó su lengua al sentir unas tímidas gotas escarlatas salir. Nuestras
manos iban y venían en movimientos desesperados, deseando dar un paso
más. Contemplé sus mejillas encendidas y como sus labios habían adquirido
otra tonalidad. Sus ojos volvían a ser grisáceos como un día de tormenta y un
minúsculo brillo luchaba por mantenerse en pie. Aún había esperanza.
No sabía describir el sentimiento que nacía en mí cuando contemplaba su
rostro y sentía lo mismo que él. Su desesperación, rabia, dolor, tristeza,
culpa… todo se entremezclaba en mi interior, invitándome a absorberlo para
aliviarle. No era amor, o al menos no era el amor que yo le profesaba a
Atary. Era algo diferente, pero también superior; una dependencia enfermiza.
Me encontraba enganchada a él y mi bestia quería ver a Nikola arrodillado
ante mí. ¿Qué sentimiento era real? ¿Por quién? ¿En eso consistía el vínculo?
Continué el beso saboreando cada embestida que me daba con sus labios.
Cada movimiento dominante que hacía provocaba que el deseo que recorría
mi cuerpo aumentara. Me sentía complacida ante su gentil arrebato de
pasión. Anhelaba que me recorriera entera, sin contemplaciones.
Hice acopio de todas mis fuerzas y lo alcé para estrellar su espalda
contra un árbol cercano, antes de desgarrar su camiseta de un solo tirón. Sus
ojos brillaron por la lujuria y el deseo, pero tragó saliva con fuerza y me
apartó, aún con la respiración agitada. Yo lo miré sin entender nada.
—No. Todavía estamos a tiempo de conseguirlo. No echaré todo a perder
por un momento de debilidad.
—¿Eso soy yo para ti? ¿Un momento de debilidad? —pregunté sin
esconder el dolor que me provocó su rechazo.
—Y así se debe de quedar.
Lo miré cargada de decepción. Era incapaz de fingir la molestia que
dibujaba la expresión de mi rostro. Estábamos tan bien, entregándonos el uno
al otro, enlazando nuestras almas… y Nikola había terminado como siempre,
separándolas bruscamente. No le comprendía. ¿Me había usado para
regresar? Suspiré.
Supuse que la muerte de Rocío había sido demasiado para él. Tantos
sentimientos negativos debían de ser una carga realmente difícil de soportar,
y por esa razón me callé. Me limité a contemplar la expresión fría y dura de
su rostro, esa que tanto le caracterizaba. El Nikola de siempre había
regresado, al menos había conseguido hacerle volver. Y aun teníamos una
persona que vengar. La muerte de Rocío no podía quedar olvidada, ambos lo
deseábamos.
—Entréname —dije de repente, consiguiendo que alzara el mentón con
notoria sorpresa—. Entréname como si fuera tu igual. A fin de cuentas soy
una purasangre más. Déjame enseñarte de lo que puedo ser capaz. Que puedo
ser tu compañera de venganzas.
—¿Para qué? ¿Qué pretendes conseguir a cambio?
—Mi libertad.
—¿Recuerdas lo que eso significa? Atary debe morir —respondió
manteniéndome la mirada.
—Pero eso… —vacilé, cerrando los labios.
—La libertad implica renunciar. Y en este mundo no hay lugar para los
dos. ¿Estás dispuesta a hacerlo?
Contemplé su rostro, en él danzaba la duda y la decepción. Parecía que le
molestaba que continuara creyendo en Atary, que siguiera esperando que él
tuviera esos sentimientos hacia mí que tanto juró. Pero no podía evitarlo,
también me hallaba ligada a él.
—Sino siempre estarás presa, Laurie —continuó—, atrapada en una jaula
de cristal.
—Entréname y me enfrentaré a lo que venga —respondí como promesa
—. No les concederé el gusto de vernos sufrir por nadie más.
—Tu terquedad será nuestra perdición —suspiró, negando con la cabeza
—. En esta vida hay que estar preparado para liberarse de las cadenas que
nos atan y nos oprimen. Y eso es Atary para ti, una cuerda que te va
envolviendo para asfixiarte lentamente, hasta que no puedas más y te robe el
último aliento, cargado de sufrimiento. ¿Eso es lo que quieres?
Nos miramos antes de que pudiera decir nada. Ambos sabíamos que me
encontraba atrapada, el vínculo que sentía me estaba asfixiando.
—Al igual que tú —respondí con voz rota—, no estoy preparada para
decir adiós. Para soltarme del pilar que mantiene lo que me queda de vida en
pie. Incluso tú has decidido soltarte. Sin él ya no me queda… nada. Solo
soledad.
—Qué ciega estás.
—Qué cobarde eres —contraataqué—. No eres capaz de enfrentar tus
miedos.
Entonces las comisuras de sus labios se movieron esbozando una sonrisa
cansada.
Capítulo XXXI * Sin Retorno

Las semanas pasaron sin que nos diésemos cuenta y la ausencia de Rocío
cada vez se notaba más, torturándonos a ambos. Echábamos en falta sus
palabras cargadas de humor, sus gestos de aliento, su sarcasmo… En verdad,
Rocío se había convertido en una amiga para mí y volvía a sentirme sola, a
pesar de estar acompañada.
Eso me llevó a pensar en Ana. Me dolía recordar que, además de mi
hosco acompañante —comúnmente conocido como gruñoncito—, solo me
quedaban Angie y Ana. Y la esperanza de volver a verlas era lo único que
me mantenía en pie. No podía defraudarlas, tenía que ser fuerte para poder
estar a su lado. Pero, ¿hasta qué punto podríamos recuperar la vida que
perdimos? ¿Sería eso posible?
Y Nikola… Nikola se había vuelto más hosco y frío con el paso de los
días. No sabía si era solo por la muerte de su mejor amiga o nuestro beso
había tenido algo que ver. Se limitaba a tocarme para lo estrictamente
necesario: Los entrenamientos. Y en sus momentos libres se dedicaba, entre
otras cosas, a vigilarme por si Lilith y sus esbirros decidían regresar, aunque
parecía que nos habían dado un tiempo de tregua.
El único momento en el que rompió un poco su coraza fue un día que para
mí siempre había sido importante, pero este año recordarlo hacía encoger mi
corazón. Un cumpleaños duele cuando no tienes una vida que celebrar. Mi
reloj se había detenido, pues las manecillas se habían quedado flotando en el
inmenso eco de la eternidad.
—¿Qué haces aquí sola?
Me giré con brusquedad al escuchar su voz. Había oído sus pasos, pues
no se había molestado en ser sigiloso, pero que me hablara después de
varios días en completo silencio me había descuadrado.
Sabía que estaba siendo duro para él, había perdido a la que
consideraba su mejor amiga y la situación conmigo era tensa, por eso que
ahora estuviera apoyando sus manos contra la barra del balcón de la que
ahora era mi habitación me había dejado desarmada. No estaba
acostumbrada a que expresara su preocupación hacia mí de una forma tan
directa.
—Es mi cumpleaños.
Nos quedamos en silencio. Supuse que sobraban más palabras, ni
siquiera sabía si alguna vez había celebrado el suyo. Habían pasado
quinientos años desde que él nació, eso eran muchos siglos. Demasiado
tiempo de vida. ¿Cuánto estaría yo dispuesta a aguantar? Me abracé el
cuerpo. Si ya me sentía sola sin mis amigas, no me quería imaginar cómo
se sentiría él ahora.
—¿Es duro… ser un vampiro?
Nikola me miró fijamente sin decir nada y apretó los dedos contra la
barra. Pasaron varios minutos hasta que decidió mirar el paisaje boscoso
que nos rodeaba. Entonces exhaló un suspiro que lo significó todo. Me
hizo estremecer.
—Ser un vampiro es sentirte como un reloj de arena o una flor llena de
pétalos. Al principio te sientes poderoso, invencible, pero el tiempo pasa y
la arena se va gastando. Los pétalos también se marchitan y van cayendo
uno a uno. Cada grano de arena, cada pétalo, ambos se llevan amigos y
familiares. Y tú te quedas ahí, solo, vacío, mustio, viendo como la vida
sigue, pero tú no, porque estás atrapado.
Los músculos que tenía ocultos bajo su ropa se tensaron. Su voz
resonaba en el ambiente en un tortuoso eco que me hechizaba y me
lastimaba a la vez. No pasaba desapercibido su tono quebrado, su mirada
perdida y el temblor de sus labios. Eran pocos los momentos en los que
Nikola se mostraba como estaba realmente: Solo, vacío, mustio… Roto. Y
eso me hacía empatizar con él, me hacía anclarme a su ser como un clavo
ardiendo. Me hacía aferrarme a mi humanidad.
Me aproximé a él un poco, lo justo para rozar su piel pero que a la vez
no pareciera que lo tocaba. Me daba miedo que se apartara, que esos
segundos de sinceridad se evaporasen con la noche, convirtiéndose en
etéreos. Me daba miedo no poder ser capaz de llegar a conocerlo
realmente, por culpa de esas capas de frialdad que se encargaba de crear
para separarme de él. De cualquier persona que lo pudiera lastimar.
Por eso, cuando vi que no se había movido y el aire acariciaba
nuestras mejillas, me atreví a dar el siguiente paso. Coloqué mi mano
encima de la suya y la apreté, ofreciéndole el gesto más cálido.
—Todavía veo pétalos en tu interior. Están ahí, ocultos, protegidos por
las espinas que has ido dejando crecer para protegerte.
—No sabes lo que dices, Laurie —contestó, arrastrando mi nombre
como si le pesara pronunciarlo—. No hay nada en mi interior.
—Quizás no, pero sé lo que veo. La flor está ahí, existe; está luchando
para no desaparecer. Y no dudaré en quitar las espinas aunque me hagan
daño, porque merecerá la pena mantenerla en pie. Te mereces ser feliz,
Nikola.
—Déjalo, es demasiado tarde.
Observé como se giraba para alejarse, pero le detuve. Estaba cansada
de que huyera, de que cada vez que se veía vulnerable decidiera
abandonarme. Tenía que enfrentarse a sus emociones, a sus mayores
miedos. Tenía que enfrentarse a sí mismo.
—¡No lo es, Nik! Deja de decir eso. No puedes autocondenarte de esa
manera.
La expresión derrotada que bailaba en sus ojos me desarmó. Nikola
estaba roto por dentro.
—Claro que puedo. Perdí a Amélia, Laurie. Ella era mi compañera, el
amor de mi vida. Ella lo era todo para mí y la asesiné con mis propias
manos, con mis colmillos. No fui lo suficientemente fuerte para protegerla
de mí mismo y ahora cumplo mi condena. Ni siquiera he sido capaz de
proteger a Rocío, he sido un estúpido insensato y egoísta. Es justo. No
espero que lo entiendas, ni tampoco que me salves. Dedica tu tiempo a
otra cosa, los monstruos no tenemos salvación. No te esfuerces.
—Yo… Yo no…
—Solo olvídalo. Olvídate de mí porque nunca te podré amar.
Esas palabras me rompieron. Nikola se alejó, ni siquiera se giró por
última vez para ver cómo me había quedado. Su tono desesperado se había
quedado anclado en mi mente, torturándome con la realidad.
No podía aceptarlo. No… No con todo lo que había pasado. No dejaría
que pusiera más capas entre nosotros. Estaba segura de que, en el fondo,
podía hacerlo. Nikola podía sentir de verdad.
Eso me volvía loca. Me atormentaba saber que entre nosotros dos había
algo más aunque él se negase a admitirlo, concediéndome un espacio que yo
no quería. Me dolía. No sabía qué sentía por mí, si era solo deseo o algo
más. No comprendía el motivo de que pusiera un muro entre los dos, como si
fuera prohibido. Aun así, no quería comerme la cabeza, así que me centré en
volverme más fuerte. Al menos así no podría destruirme.
Practicábamos en un terreno vacío de un pueblo cercano. Al parecer, era
la zona donde él había vivido con Amélia siglos atrás y estaba todo
abandonado, así que estábamos libres de miradas curiosas. Además,
entrenábamos de noche y cuando acabábamos exhaustos nos íbamos a cazar
algún inocente animal que se encontraba en nuestro camino. Así que era de
agradecer la privacidad.
La sangre animal la toleraba algo mejor, pero seguía revolviéndome. No
dejaba de ser un mal sustitutivo de la sangre que mi cuerpo realmente
reclamaba. Aunque me aliviara, al rato volvía a necesitar más, cada
movimiento era una tortura, una condena. Nikola me advirtió que la
transición estaba empezando a cobrar el precio de la muerte y si no pagaba
terminaría exhalando mi último suspiro, y no quería hacerlo.
Tenía que terminar de decidirme acerca de acabar con Atary o, por el
contrario, morirme yo. Me negaba a aceptarlo. Mi lado masoquista me
gritaba que no podía hacerle eso, que él me quería de verdad. Pero tenía
dudas. Muchas.
Por ese motivo me fui endureciendo, necesitaba estar preparada por si
algo más volvía a pasar. Poco a poco iba captando los rápidos movimientos
de mi acompañante y los ataques que este aguardaba a darme cuando me
pillaba desprevenida. Al principio mordía el polvo en cuestión de segundos,
con el cuerpo hecho mierda, pero a base de caerme aprendí a levantarme. Y
así haría siempre. Se lo debía a Ana, a Angie, a Rocío, a Nikola pero, sobre
todo, a mí misma. Quería sentirme tan poderosa como el apodo que él me
había asignado.
—¿Ya te cansaste, batwoman? ¿Demasiado entreno para ti?
El efímero brillo malicioso de sus ojos me puso alerta, preparándome
para un nuevo asalto. Nikola realmente era una bestia salvaje cuando se
trataba de un combate cuerpo a cuerpo. Usaba sus habilidades vampíricas
con una naturalidad que asustaba, enfocándose en pillar a su contrincante con
la guardia baja. Sus facciones duras se oscurecían, otorgándole un aspecto
aterrador que no dudaba en usar para intimidar. Sobre todo conmigo.
—Llevamos así toda la noche, pronto va a amanecer. —Me quejé,
quitando con la mano el sudor que bañaba mi frente.
—Las quejas dáselas a ellos cuando te pillen desprevenida y te ataquen
por la espalda —respondió—. Seguro que las disfrutan.
En un parpadeo se colocó a mi espalda y me sujetó por la cintura para
hacerme rodar por los aires y hacerme caer en el suelo, pero aproveché a
sujetar las manos contra la hierba y me levanté de golpe, como él me había
enseñado. Gruñí al ver que había visto venir mi ataque y corrí hasta él,
dando un salto para acabar sentada encima de sus hombros y enroscar mis
piernas para apresarlo y tirarlo al suelo.
Ambos rodamos por la hierba manchando nuestra ropa y aproveché la
situación para intentar darle un mordisco, pero él se adelantó y me hizo girar,
terminando encima de mí con una sonrisa pérfida y triunfal dibujada en su
cara. Entonces transformó su rostro, tornándolo oscuro, y me enseñó sus
afilados colmillos en señal de advertencia.
—Has mejorado, pero aún te queda mucho —dijo, recuperando su
habitual cara de molestia.
—Al menos ya no termino en el suelo a cada tres segundos —murmuré
haciendo un mohín.
—No, ya solo cada cuatro —respondió con mofa y añadió—: Batwoman.
—Eres odioso.
Me levanté del suelo quitándole de un empujón y le di la espalda para
quitarme la tierra que había ensuciado mis pantalones, a lo que él aprovechó
para sujetarme por las caderas y golpear mi espalda contra el tronco de un
árbol cercano, con su cuerpo a escasos centímetros del mío. Pero no tardó en
apartarse, ese era el escaso contacto corporal que nos concedía. Unos
minutos de intimidad que se evaporaban como nieve en el verano. Nikola era
un gélido y eterno invierno.
—Pensaba que eras más ingeniosa con los apodos.
—Bueno, recuerda que también puedo llamarte gruñoncito. —Me encogí
de hombros—. Pero odioso es lo que más te define. Hasta Ryuk lo sabía.
Nikola miró el horizonte, ignorando mis palabras. Frunció el ceño
mientras torcía sus labios, sin mediar palabra. No sabía lo que estaba
pensando pero me inquietaba no poder leerle la mente. Necesitaba
asegurarme de que todo estaba bien, de que él lo estaba.
—¿Qué pasa? —Le apremié—. ¿No te gustan los apodos?
—Estaba pensando en el elfo.
—Ryuk. —Susurré, rodando mis ojos—. ¿Qué sucede con él?
Había pasado bastante tiempo desde que nos habíamos enterado de su
muerte y con todos los problemas que habíamos tenido ni siquiera habíamos
tenido un momento para asumir lo que eso podía significar. ¿Lo habría
matado Lilith por haberse acercado a mí? Parecía que estaba maldita de
verdad, todas las personas cercanas a mí morían. Incluida yo.
—Es una intuición. Creo que no fue real su muerte, sino una farsa
preparada. ¿Y si tiene un as bajo la manga? Su acercamiento hacia nosotros
quizás captó la atención de Lilith y tuvo que apartarse.
—¿Insinúas que Morgana mintió? Ella lo vio muerto.
Nikola arrugó la nariz al escucharme y exhaló un suspiro, negando con la
cabeza. Sus ojos grises seguían inquietos, como si no terminara de creérselo.
—Ryuk es jodidamente listo como para que lo pillaran desprevenido y
sabe esconderse muy bien, es un puñetero duende. Quizás estén
compinchados y decidieron desviar la atención de madre a otro lado. No lo
hemos visto. Y Morgana se olvidó demasiado rápido de él.
—¿Piensas que está vivo? —pregunté esbozando una sonrisa. Esa era
una noticia muy esperanzadora.
—No lo sé. Yo… Desde la muerte de Rocío ya no sé qué pensar. Lo
único que tengo claro es que su muerte fue una advertencia de que no van a
parar hasta conseguir lo que quieren. A ti.
—Y… ¿Qué haremos?
—Luchar. —Sonrió con tristeza—. Luchar hasta el final.
—No me gusta que por mi culpa todos los que quiero estén en peligro —
resoplé—. Me siento responsable por todo lo que ha pasado.
—Y lo que quedará. A Lilith le da igual llevarse a todos por delante,
incluyendo a los Hijos Oscuros. Ya has visto lo que pretendía con nosotros.
—Pero eran tres féretros y vosotros erais cuatro —respondí con el ceño
fruncido al recordar la macabra escena de la noche del sacrificio. Agradecía
enormemente que me hubieran salvado de un acto tan retorcido y atroz.
—Los sacrificios eran para Vlad, Katalin y yo. Atary está al margen.
Siempre lo ha estado.
—¿Por qué?
—Es su favorito. Desde que me adentré en esa excéntrica familia me di
cuenta de que avaricia siempre ha sido su preferido y… aunque fueran
diferentes personas, por dentro parecen todos iguales.
—No… No entiendo —murmuré frunciendo el ceño.
—Mira, cada uno de nosotros ha crecido con su familia, su educación,
sus creencias, su religión… todo. Tenemos nuestros gustos, nuestras
preferencias y aficiones. Somos distintos, pero avaricia no.
—¿Qué quieres decir?
—Yo… No lo sé. Solo son hipótesis que llevo formulando con el paso
del tiempo, no puedo hablar con claridad.
En su rostro se asomaba la duda. Nikola revolvió su cabello exasperado
y exhaló una bocanada de aire, girándose para darme la espalda.
—Supongo que la avaricia siempre actúa igual porque su objetivo es
alcanzar el poder, ¿no? Tiene esa necesidad de conseguirlo todo.
—Pero eso no explica por qué les emocionaba lo mismo, odiaban lo
mismo, tenían los mismos gustos musicales, las mismas manías y gestos…
parecían calcomanías con diferentes cuerpos. Era frustrante.
—¿Hablas de dobles? ¿O reencarnaciones? ¿Es posible eso entre
vampiros?
Nikola se giró para clavar sus ojos sobre los míos y negó con la cabeza,
torciendo su boca. No podía leerle la mente, pero intuía que estaba echando
humo de tanto pensar.
—Hay muchas cosas que se me escapan y Lilith se reserva, es muy
desconfiada y egoísta. De ella puedo esperarme cualquier cosa. Y más si es
para protegerlo.
—Recuerdo que Vlad me dijo que Atary escondía muchos secretos —
comenté.
—Y entre ellos se encuentra su obsesión por ti.
A pesar de que había murmurado las palabras para sí mismo, el simple
sonido que produjeron sus labios llegó a mis oídos, haciéndome alzar el
mentón con atención. ¿Obsesión? ¿Nikola acababa de afirmar que Atary tenía
interés en mí? Cuando todo este tiempo me había jurado que no me amaba,
que todo había sido un juego para él, una trampa creada para usarme a su
antojo. ¿Qué era verdad y qué no? ¿Atary había sido sincero conmigo? Podía
ser retorcido, pero real.
—¿Obsesión?
—Es avaricia, Laurie. ¿Qué esperas que sienta hacia ti? ¿Azúcar y
purpurina?
—¡Pero siente hacia mí! —exclamé alzando los brazos sin creérmelo—.
Todo este tiempo…
—¡Todo este tiempo he intentado protegerte de él! ¡De todos! Y tú eres
una necia y una ciega que es escuchar su nombre y tardas dos segundos en
arrodillarte ante él, rogándole unas migajas de amor. Gritas debilidad por
todos lados.
Sus ojos comenzaron a oscurecerse y el tono de sus palabras destiló odio
y amargor. La vena de su cuello había empezado a hincharse y su pecho
subía y bajaba acelerado. Parecía que comenzaba a enfurecerse.
—¿Estás celoso?
Cerré la boca, atónita. Nikola era como una caja de sorpresas para mí.
Cuando pensaba que lo único que iba a obtener por su parte era indiferencia,
sus gestos impulsivos me abofeteaban.
—No. Sentir celos implica sentir amor, y tú no me interesas —respondió
con frialdad.
—¿Entonces qué te importa? ¿Por qué me ayudas? Puedes dejarme ir por
mi cuenta y olvidarte de todo esto. ¿Por qué no me dejas atrás? ¿Por qué
permaneces a mi lado? No te entiendo. No sé qué quieres de mí.
Mi ira aumentó al ver como soltaba una risa seca y negaba con la cabeza
mientras me clavaba una mirada llena de odio, como si para él fuera una
estúpida que no entendía nada y había que explicarme las cosas.
—Porque eres un saco de problemas y no quiero que le concedas el
poder de destruirnos a todos despertando a Lucifer —contestó con dureza—.
Nada más.
—¿Y? ¿No sé supone que es como vuestro padre o algo así? ¿No
deberíais de estar dando saltos de alegría? —pregunté tratando de disimular
el malestar que me habían provocado sus palabras. Seguía sin confiar en mi
valía. En mí.
—Cuando Lucifer renazca, Lilith no dudará en devorarnos para recuperar
todo su poder. Cuando él resurja de su prisión no tardarán en desatar una
guerra contra Lux para recuperar su trono. Ellos quieren destruirlo.
—Pero eso… —musité asustada y tragué saliva con fuerza.
—Eso implica que el mal reine, con todas las letras. Que el cielo
desaparezca y el infierno se extienda. Regresarán criaturas oscuras
inimaginables, permanecerán los pecados y los sentimientos negativos. La
humanidad morirá. Y Lilith cobrará su venganza.
—¿Y si superase la transición?
—Laurie… si Ryuk murió o se escondió es porque sabían que estaba de
tu parte, que a Lux le interesas. Si tienen tanta insistencia en convertirte es
precisamente porque no quieren que tengas el poder de ambos. Convertirte
es… hacerles ganar —bufó—. No tiene ningún sentido que lo hagas.
—Pero en el caso de que consiguiéramos recuperar mi humanidad, ¿de
qué serviría? Sería inservible.
—Mejor tener fecha de caducidad a una maldición eterna donde tienes
que doblegarte.
Suspiré al escuchar sus palabras, no lo tenía del todo claro. No sabía
cuáles eran sus objetivos exactos, si me necesitaban viva, muerta o
vampiresa. No sabía si me iban a sacrificar o solo tenía que decir unas
palabras mágicas para liberar a Pereza y ya me dejarían libre. Eso era lo que
más incertidumbre me causaba.
—Mejor morir sabiendo que vivir en la ignorancia —repliqué en un
murmullo de molestia.
—¿Qué?
—Que estoy cansada de ser el centro para todos y que nadie me explique
nada. Me siento como si todos tuvieran intenciones ocultas sobre mí, como si
fuera un comodín. Crecí sin saber quién era mi padre real, porqué sentía esas
ganas irrefrenables de matar y ese odio constante, esa maldad que habitaba
en mí y provocaba que mi madre me tachara de monstruo. Llegué a la
facultad y Ana desapareció de mi lado, todos me soltaban indirectas pero
nadie me hablaba abiertamente, incluido tú. Y mira cómo he terminado —
respondí frustrada.
—La ignorancia te hace estar al margen de los problemas, es un intento
de protección.
—La ignorancia es una mierda porque te hace estar desprevenida y
aprovechan a apuñalarte por la espalda para hacerte morir desangrada —
objeté.
—Ya te dije que no confiaras en nadie. Es la regla que debes aprender.
—¿Ni siquiera de ti?
—Ni siquiera de mí —respondió con frialdad—. Es de ilusos confiar en
un pecado capital.
Recordé que esa misma advertencia me la había hecho Atary meses atrás,
con la diferencia de que me había prometido que en él si podía confiar. Sin
embargo Nikola no vacilaba en responder lo contrario. Parecía seguro de sus
palabras, lo que provocaba sembrar en mí la semilla de la duda.
—¿Por qué?
Lo miré a los ojos, estos se habían oscurecido y había vacilado mirando
hacia el suelo durante un instante antes de tensar sus músculos y volver a
mirarme fijamente. Sus labios temblaron, pero los mordió para disimular y
los humedeció con su lengua antes de responder.
—Porque nos movemos por egoísmo y no dudaremos en destruir a los
que nos rodean si con ello nos salvamos nosotros mismos.
—Pero tú no eres así —murmuré.
—Pensé que lo habías comprobado —respondió con una sonrisa triste—.
Los monstruos siempre estaremos encadenados al infierno, por mucho que te
esfuerces en acercarnos al cielo. No te esfuerces, no merece la pena.
—Me esforzaré todas las veces que sea necesario, porque todos
merecemos una segunda oportunidad y tú ya has pagado por tus errores.
—No lo suficiente —musitó mirando hacia la noche estrellada, que
amenazaba con amanecer.
Suspiré. Nikola era un alma torturada, pero conseguiría que se redimiera
y hallara la paz. Se lo merecía por permanecer a mi lado. Solo tenía que
conseguir que terminara de abrirse, que confiara en mí como yo lo hacía en
él y se perdonara.
Esperaba lograrlo tarde o temprano.

Regresamos al palacio en silencio. Yo me sentía exhausta y él se


mantenía inexpresivo como de costumbre. Eran pocos los momentos en los
que se permitía disfrutar y relajarse, pasaba los días y las noches alerta.
Los primeros rayos del amanecer acariciaron nuestra piel cuando
entramos y ambos nos dirigimos a nuestros respectivos dormitorios. Yo
necesitaba una ducha caliente y él… prefería no pensar en Nikola dándose
una ducha caliente.
En la noche siguiente él se ausentó. Desde la muerte de Rocío, las noches
en las que no entrenábamos se marchaba solo para dar un paseo y
desconectar. Mientras tanto, yo vagaba por una casa que no era mía,
esperando que regresara para hacer desaparecer mi aburrimiento. A veces
Brittany me acompañaba y conversábamos sobre los vampiros del lugar.
Ákos me había dejado tranquila desde aquella vez en la fiesta y Lenci, por
suerte, vivía en otro lugar y solo la encontraba cuando decidían festejar.
Así que esa noche decidí pasear por los jardines que rodeaban al
palacio, donde me encontré con Atary y donde casi maté a una adolescente
por culpa de la manipulación de Erzsébet. Sin duda era un jardín realmente
entretenido e inquietante, nunca sabías lo que podías encontrarte.
El frío había dado paso a una temperatura agradable, lo que me permitía
quitarme el abrigo e ir más liviana. Aproveché que no había nadie a mi
alrededor para adentrarme entre el follaje y me sobresalté al escuchar un
ruido, como la vez anterior.
Al girarme me encontré con la mirada azulada y penetrante de Atary y su
sonrisa ingrata, esa expresión triunfal y arrebatadora que me hacía vibrar por
dentro. Era realmente atractivo.
Contemplé su cabello azabache, era de un color tan intenso que
contrastaba con su piel de mármol. Y llevaba esa chaqueta de cuero con unos
pantalones oscuros a juego que calentaba cada poro de mi cuerpo.
—Atary —susurré, sin poder evitar esbozar una sonrisa nerviosa. Tenerle
enfrente me intimidaba.
—Pequeña —respondió con ese deje ronco tan varonil que me impedía
pensar con claridad.
Mis labios temblaron al llegar a mi mente la pregunta que tanto me había
inquietado las últimas semanas. ¿Él sabía lo que le sucedió a Rocío? ¿Estuvo
de acuerdo en que Erzsébet me manipulara y nos hiciera tanto daño?
Mi mente se detuvo al contemplar como fruncía el ceño mientras me
observaba. Sus ojos azules traspasaban mi alma, intentando romper todas
mis barreras. Me mordí el labio inferior al verle dar un paso hacia mí, pero
se lo pensó mejor y se mantuvo dónde estaba. Parecía que estaba expectante,
controlando cada reacción y gesto de mi cuerpo.
—¿Estás bien?
—No. —Negué sin ni siquiera pensarlo—. ¿Cómo voy a estarlo después
de lo sucedido?
—¿Lo sucedido?
Analicé cada gesto de su rostro, la forma en la que fruncía sus pobladas
cejas y su cabeza se ladeaba. Sus ojos brillaban con fuerza al analizarme,
parecía sincero. Sin embargo ya no sabía qué pensar.
—¿Laurie? —Me insistió.
—¿Tuviste algo que ver con lo que hizo Erzsébet? —solté sin pensar,
escudriñando su mirada.
—¿Erzsébet?
Su pregunta fue tan rápida que me sorprendió la expresión de su rostro,
pues no había cambiado. Cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, pero
exceptuando ese movimiento seguía fijo en el mismo sitio.
—¿Qué hizo Erz?
—Erz… —resoplé, esbozando una mueca cargada de veneno. Me parecía
un apelativo demasiado cercano y cariñoso cuando yo la aborrecía.
—Está bien —respondió haciendo un gesto de rechazo con las manos—.
Por tu reacción intuyo que fue algo grave.
—Me mordió, Atary. Me mordió y quiso usarme a su antojo. Y encima
Rocío… Joder, no puedo ni verbalizarlo.
Las palabras salían de mi boca como flechas, cargadas de exigencia y
rabia. No entendía cómo podían venir así como así y cargarse al primero que
pasara para divertirse a su costa. La muerte tan retorcida y espeluznante que
Rocío tuvo nunca la podría olvidar.
—Yo no lo sabía —respondió sin despegar sus pupilas de mí—. De
haberlo sabido no lo hubiera permitido, de verdad. No pensé que fueran a
hacer eso. El único que puede morderte aquí soy yo.
—¿Y mentirme también? ¿Manipularme? ¿Usarme? —espeté cruzándome
de brazos—. Eres un maldito mentiroso y un egoísta. Solo te importa lamerle
el culo a Lilith y cumplir sus objetivos. No te importa nada más, nadie más.
¿Cómo voy a creer en tus palabras cuando por culpa de ellas he terminado
así?
Comprobé como sus facciones se endurecían y sus dientes chirriaron al
tensar la mandíbula. Tragó saliva con fuerza, elevando su nuez, pero hizo
crujir su cuello y exhaló una bocanada de aire para tranquilizarse. Parecía
que mencionar a su psicópata madre no era de su agrado.
—Eso no es verdad —contestó con voz fría y pausada—. De ser así ya te
habría entregado a ella, y sin embargo aquí estás. Aunque te cueste
aceptarlo, siempre he cuidado de ti. Te protejo.
—¡Me entregaste la noche del sacrificio! Solo me perdonaste para
revivir a tus… ¡Lo que sea! ¿A eso lo llamas proteger?
—Yo no te entregué. Nikola lo hizo.
—¿Qué?
La expresión de mi rostro en ese momento debió de ser un poema. Su
respuesta había roto mis esquemas por completo, haciéndome retroceder.
Analicé sus facciones, seguía igual de impasible y serio, pero me negaba a
asumir eso. No tenía sentido. Nikola me había demostrado que no era como
él. Era lo opuesto.
—Diga lo que diga no me vas a creer, así que compruébalo tú misma.
—No voy a beber de tu sangre, Atary. No me doblegaré ante ti. —Le
advertí.
—¿Y qué quieres que hagamos? ¿Jugar al ratón y al gato cada vez que nos
encontremos? Discutimos, nos peleamos, nos besamos y lo solucionamos
para luego volver a caer. ¿Ese es tu plan?
—Yo no tengo plan —gruñí—. Ese es el problema, que tú sí.
—Maldita sea, Laurie —siseó—. Ya te dije que para mí eres especial.
He sido jodidamente sincero cuando te mencioné mis intenciones sobre ti. Te
quiero, no en la forma convencional que tendría cualquier ser humano, pero
te quiero. Mi único objetivo es que permanezcas a mi lado para toda la
eternidad.
Sus palabras resonaron en mi mente, perforando mi corazón. Atary tenía
la habilidad para hacerme caer rendida con solo abrir sus sugerentes labios.
Me conocía lo suficiente para saber lo que me hacía dudar. Todo él me
desconcertaba.
—Me cuesta creerte —admití, recordando la expresión atormentada de
Nikola.
—Por eso quiero que lo compruebes —suspiró, extendiendo su mano
para acercarme hasta él—. Es la única manera que se me ocurre para que
abras los ojos de una vez por todas. Que asumas la auténtica realidad.
Miré su mano, vacilando qué hacer, pero terminé sosteniéndola y Atary
aprovechó para atraerme a sus brazos. Nuestros rostros se mantuvieron
pegados, tan cerca que su respiración acariciaba mi labio superior,
haciéndome estremecer. Desde esa distancia podía fijarme que sus iris tenían
unas pequeñas motas oscuras, como si fuera una constelación. Atary era mi
abismo y yo era adicta a caer.
—¿Por qué tanta duda?
—Porque creí en ti y me fallaste —musité con dolor. Todavía me sentía
muy unida a él—. Y aun así, una parte de mí…
—La vida no se limita a blancos y negros, también están los matices
grises. Las personas nos vemos obligadas de forma constante a tomar
decisiones arriesgadas que no siempre van a gustar, pero lo importante es el
trasfondo. Lo que no se ve, pero está ahí —respondió, acariciando mi
mejilla con la yema de sus dedos—. Déjame mostrarte el mío.
—¿Sin mentiras? ¿Sin trampas?
—Es imposible manipular la sangre que brota de nuestras venas. Es algo
sagrado y personal. Así que sí —asintió—. Solo tú y yo pequeña. Solo
nosotros.
Asentí con la cabeza y retrocedí ligeramente, contemplando como
formaba una herida en su muñeca y me la ofrecía. Me debatí en mi interior si
era buena idea lo que estaba a punto de hacer. Mis dedos bailaban por su
piel, poniéndome nerviosa. Su mirada era atenta, fija sobre mí. ¿Sería
peligroso? A fin de cuentas yo no estaba atacando a ningún humano.
—¿No me afectará, verdad? A mi… condición.
—No. Puedes estar tranquila.
Exhalé una bocanada de aire, intentando relajar la tensión que mantenía
mi cuerpo. Mi Bestia se relamía y aplaudía al saber que iba a volver a
degustar la sangre de Atary. Era como si supiera que él me había convertido
en lo que era ahora. Lo deseaba.
Apreté mis dedos contra su muñeca y dejé salir mis colmillos,
hincándolos sobre su herida. Gemí complacida al saborear el regusto dulce
que emanaba de su piel, era más deliciosa que la de Nikola, debía admitir.
Saboreé cada resquicio que mi lengua atrapaba en movimientos circulares y
Atary comenzó a gruñir en respuesta de forma muy sexi, enredando su otra
mano en mi pelo, incitándome a ahondar más.
Mis pupilas comenzaron a dilatarse con fuerza y mi mirada se enturbió.
Aferré todavía más mis dedos contra él al ser consciente de que empezaba a
sumergirme entre sus recuerdos. Esos que anhelaba con toda mi alma para
poder tener, por fin, las ansiadas respuestas. Esas que esperaba que me
sacaran de dudas y saber si él estaba siendo sincero de verdad.
Eché la cabeza hacia atrás al sentir un orgasmo liberador que me
transportó. Y Atary susurró mi nombre en respuesta, formando un delicioso y
tortuoso eco en mis oídos.
Capítulo XXXII * Boom

Parpadeé confusa al verme dormida en la cama, con Atary al lado


observándome. Estaba prácticamente segura de que era la escena de
cuando había regresado a su lado después de su fatídico cumpleaños,
puesto que mi rostro evidenciaba que había estado llorando.
Atary tenía la espalda apoyada contra el cabecero de la cama, estaba
sentado sin camiseta y su cabello negro relucía ante la luz de la luna, que
se colaba por la ventana. Parecía absorto en sus pensamientos, con la
mirada perdida fija sobre la pared de enfrente. Su expresión era tan
hermética que me resultaba imposible averiguar en qué podía estar
pensando.
Unos golpes sobre la puerta le hicieron levantar la vista y yo me sumé.
Tras ella apareció Nikola con expresión hostil. Por la forma en la que
torció sus labios algo me decía que no estaba contento con su hermano.
—Tenemos que irnos, ya.
—¿Irnos? —preguntó Atary, enarcando una ceja.
—No tenemos mucho tiempo. He paralizado a Lilith clavándole una
estaca pero no tardará en darse cuenta. Vamos.
—¿Que has hecho qué? —siseó, clavándole una mirada llena de odio
—. Dame un solo motivo para no clavarte una estaca a ti y permitir que
ella te mate.
—Sacrificio, originales, Lucifer… ¿te parece suficiente motivo? —
gruñó Nikola—. Vlad y Kata ya están avisados.
—¿Y Laurie?
Atary me miró con expresión preocupada, como si realmente le
importara la situación. Que ilusa fui, durmiendo plácidamente sin saber lo
que estaba sucediendo a escasos centímetros de mi lado.
—Volveremos a por ella. No hay tiempo y cargarla sería un estorbo.
—Joder… La va a usar —masculló, levantándose de la cama.
—¿Acaso te importa? ¿Después de todo lo que le has hecho? No le hará
nada si llegamos a tiempo. Solo tenemos que impedir que el sacrificio se
lleve a cabo.
—¿Por qué? —preguntó Atary, quedando enfrente de él—. ¿Por qué
tanto empeño en irnos? Es el deseo de madre y yo me encargaré de
protegerla. Aunque… no estaría mal tenerla a nuestro lado siendo una
vampiresa, ¿o acaso no te gustaría? En sus venas corre la sangre de Vlad,
sería muy poderosa.
—Madre —apostilló él con amargor—, no tardará en deshacerse de
nosotros en cuanto Lucifer renazca de dónde sea que esté. Es lo único que
le importa, cumplir su jodida venganza. Y Laurie no se merece ser
condenada a una eternidad de culpa y arrepentimientos.
—¿Qué secretos ocultas, Nik? A mí no me puedes mentir. Sé que fuiste
tú quien estuvo pendiente de ella todo el rato para que se alejara. No soy
idiota.
—No es asunto tuyo. Vámonos de una maldita vez.
—Está bien, vamos —accedió—, pero cuando madre se entere no
dudará en perseguirte para terminar con tu existencia, haciéndote
retorcerte de dolor.
—Podré con ello.
Contemplé como Atary echó una última mirada hacia la cama donde
estaba y se puso un jersey oscuro encima antes de desaparecer junto a
Nikola. En este tiempo siempre había pensado que fue cosa de Atary el
haberme dejado ahí a merced de Lilith, pero me equivoqué. La traición de
Nikola se removió en mi estómago, atizándolo con dolor. Ya no sabía qué
pensar.
Saqué los colmillos de su herida al ver que el recuerdo se evaporaba,
dejándome con más dudas que antes. No entendía por qué Nikola me había
dejado ahí cuando estaba claro que no hubieran tenido problemas en
llevarme. No tenía ningún sentido.
Relamí el familiar sabor de la sangre de Atary mientras contemplaba su
expresión de deseo. Sus pupilas se habían dilatado y su lengua degustaba un
resquicio de mi sangre que tenía sobre sus labios.
—Él no es lo que crees, Laurie. Yo siempre te he protegido —susurró,
tirando de mi brazo para golpear mi cuerpo contra el suyo, llevando sus
manos a mi cintura. Me sobresalté al sentir su respiración por mi cuello para
deslizar sus labios hasta mi oreja—. Siempre.
—¿En qué bando estás, Atary? —musité, girando mi rostro para mirarle
con expresión de súplica—. Me desconciertas.
—En aquel donde tú permanezcas a mi lado.
Con esas palabras sus labios aprisionaron los míos, moviéndolos con
fiereza y posesión mientras sus manos se aferraban a mis caderas, alzándome
encima de él para terminar tirados en el suelo.
Le quité su camiseta moviendo mis brazos con desesperación, sin dejar
de besarle. Nuestras lenguas se entrelazaban como si fueran lo último a lo
que pudieran aferrarse. Estar encima de él me hacía sentir poderosa, pero
necesitaba más. Así que le bajé la cremallera del pantalón con urgencia para
tirar de ellos hasta lograr bajárselos.
—¿Tanto me echabas de menos? —preguntó con un tono cargado de
deseo.
—Shh —le callé, atacándole con otro beso.
Sus fuertes manos recorrieron mi camiseta hasta quitármela, dejándome
en sujetador. Entonces miró con interés durante unos segundos mi tatuaje,
pero no dijo nada. Continuó con nuestro momento de pasión dejando un
reguero de besos por mi cuello y clavícula, y acarició mi piel con delicadeza
usando sus colmillos, hasta regresar a mi rostro, acercando sus labios al
lóbulo de mi oreja.
—Ahora puedo enseñarte lo que es acostarte con un vampiro de verdad
—susurró—. No te imaginas cuánto tiempo estuve esperando este momento.
Dejé caer la cabeza hacia atrás al sentir su lengua deslizarse entre mis
pechos, atrapando uno de ellos para dedicarle atención. El deseo que
invadía mi cuerpo era tan grande que yo misma me apresuré en quitarme los
pantalones, seguido de las bragas, y recibir gustosa su parte más íntima en mi
interior.
La sensación era tan fuerte que no tardé en inundar el lugar con mis
gemidos. Los músculos de Atary se tensaban con cada embestida que me
daba, aunque yo era la que dominaba. Nuestra condición ampliaba el placer
y era como si un delicioso orgasmo rondara por mi cuerpo, amenazando con
explotar en cualquier momento. Pero lo mejor llegó cuando Atary aferró sus
manos a mis caderas y, mientras se movía con posesividad, clavó sus
colmillos en mi piel, haciéndome perder el conocimiento por el éxtasis de
placer que me albergó.
Fue pura dinamita. Un orgasmo liberador que fluyó desde mi cabeza hasta
los dedos de mis pies. Y con cada estocada aumentaba, era una sensación
indescriptible que nunca esperé tener. Y quería más, necesitaba más, así que
hundí mis uñas en sus hombros y me hundí aún más en él, como si nos
fundiéramos.
Sus jadeos varoniles resonaban en mi oído como un maravilloso eco. Su
respiración agitada acariciaba mi cuello, haciéndome estremecer. Atary yo
teníamos una conexión inexplicable, más allá de nuestro lazo de sangre. Dos
bestias salvajes capaces de arrasar con todo. Él disfrutaba con mi oscuridad.
Me removí un poco más, ansiando saborear otro orgasmo y él me
correspondió aumentando su dureza, moviéndose con agresividad. En ese
momento un crujido cercano me hizo volver a la realidad y miré dónde
provenía el sonido, dándome de bruces con la mirada atónita y furiosa de
Nikola.
Abrí la boca para decir algo, pero no me lo permitió. Tan rápido como
apareció, decidió usar sus habilidades sobrenaturales para desaparecer,
perdiéndose entre el follaje del bosque.
Una urgencia superior amenazó con devorarme, un sentimiento de culpa
mezclado con ansiedad. Me apresuré en salir de su interior y ponerme la
ropa para correr hasta él, sin detenerme a justificarme o despedirme de
Atary, que clavó sus ojos azules sobre mí, mirándome con decepción.
—¡Nikola! —exclamé, mirando hacia todos lados mientras trataba de
esforzarme en captar su voz o respiración—. ¡Nik!
Gruñí por la frustración que estaba sintiendo. Me había dejado llevar por
mis dudas y sentimientos, sin pararme a pensar en él. Y ahora lo había
perdido. Todo era realmente maravilloso.
Te dije que se estaba haciendo el duro. Muy maduro por su parte huir
por un ataque de celos.
Ignoré la voz que me taladraba la cabeza. Sabía de sobra que mi
oscuridad estaba satisfecha por haberle provocado algo más que malestar o
enfados, pero mi lado racional estaba asustado. Me asustaba no saber en
quién creer o confiar.
—¡Nik! —continué, a pesar de que sabía que no conseguiría nada.
Rastreé su olor, había algo característico en él que me resultó sencillo
sentir por donde estaba yendo. Destilaba rabia y dolor. Continué el camino
por el bosque hasta dar con la carretera. Si no me equivocaba, Nikola debió
de desviarse en dirección al cementerio de Miskolc.
Mantuve la esperanza dirigiéndome hacia allí y me detuve para coger aire
al detenerme frente a la entrada. Por el olor que desprendía el lugar estaba
segura de que estaba allí. Solo esperaba que se detuviera a escucharme y no
me mandara a la mierda. Nikola estaba muy inestable desde la muerte de
Rocío y yo le había fallado acostándome con su hermano. Aunque no lo
fueran en realidad.
Caminé entre las tumbas hasta llegar a la zona donde se hallaba la
pequeña capilla de piedra. Ahí, apoyado en la pared, estaba Nikola con la
mirada sombría y perdida. Me mordí el labio inferior vacilando entre
acercarme o no, y suspiré al ver que había partido en dos un árbol cercano.
Podía oler su odio y rencor desde donde estaba. Aun así me arriesgué.
—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —siseó sin mirarme.
Abrí la boca para responder, pero la cerré al escuchar sus palabras
cargadas de veneno. Sus manos estaban cerradas en un puño y temblaban,
amenazando con golpear algo más.
—No… No te das cuenta. ¡Si te dieras cuenta no te hubieras acostado con
él! —vociferó—. ¡Nos has delatado a todos!
—No he delatado a nadie —respondí, cruzándome de brazos.
—Ah, ¿no? ¿Sabes lo que va a tardar Lilith en venir en cuánto Atary le
informe que tienes un tatuaje de Lux en tu brazo? ¿Lo que tardará en usarte
para despertar a Lucifer? Y tú solo piensas en acostarte con él. ¡Estoy harto!
Solo sabes pensar en ti.
—No eres quién a reprocharme nada cuando me dejaste a merced de
Lilith el día del sacrificio. Atary me lo mostró. —Le encaré.
—No tienes ni puta idea de nada —siseó acercándose hasta mí con
expresión amarga—. No pretendas juzgarme después de lo que has hecho tú.
—¡Deja de juzgarme tú! Me he acostado con él, sí. ¡Y qué! No soy tu
maldita novia. Me has demostrado en numerosas ocasiones que no te
intereso. Soy libre de acostarme con quien me dé la santa gana.
—¡Pero no ligarte más a él, joder! ¿Es que acaso no piensas? ¿No quieres
recuperar tu jodida humanidad? Si quieres ser una vampiresa para siempre
adelante. Muerde a alguien de una vez. Me da igual.
Miré su cara sin creérmelo. Sus ojos centelleaban con furia y su labio
inferior temblaba. Todo su cuerpo estaba tenso, amenazando con destruirme.
Incluso un atisbo de oscuridad apareció. Si continuaba así terminaría siendo
controlado por la Bestia.
—Yo solo quiero sentirme especial por alguien. Ver que hay alguien al
que le importo de verdad —susurré, bajando la cabeza.
—Y vas y le mendigas amor a él —farfulló, soltando un resoplido—.
Bravo, cada vez me asombras más.
—Al menos él me demuestra más que tú. Solo sabes apartarme de tu lado
y reñirme cada vez que hago algo mal.
—¡Es que haces todo mal! No sé por qué me molesto en ayudarte.
—Yo tampoco. —Me sinceré.
—Vete —siseó, su voz temblaba—. Déjame solo.
—Pero yo…
—Vete, Laurie. No lo pienso repetir más.
Tragué saliva mientras la tristeza me consumía. Estaba tan confundida por
su reacción que los nervios me habían bloqueado. Mis ojos se mantenían
fijos sobre él, incapaz de moverme, solo veía la decepción dibujada en su
rostro. Tenía que hacer algo. No podía dejarle en ese estado cuando sabía
que era por mi culpa. Temía que su oscuridad le atrapara y todo fuera
demasiado tarde. No podía dejarle caer.
—¡Vete de una maldita vez! —chilló—. ¿Acaso estás sorda?
Asentí con la cabeza, sin poder expresar una sola palabra de lo que
estaba sintiendo en ese momento. La manera en la que Nikola había actuado
me había dejado helada. ¿Por qué se comportaba así? ¿Por qué tanta rabia y
temor?
Le miré por última vez mientras me esforzaba para que ni una sola
lágrima saliera de mis ojos debido a la desesperación. Cada paso que daba,
alejándome de él, hacía que mi corazón golpeara mis costillas con dureza.
Incluso mi respiración se ralentizó. Necesitaba saber que todo estaba bien.
Que él estaba bien. ¿Qué me estaba pasando?
Regresé al palacio con todos mis sentimientos revueltos, torturándome
por dentro. Me dirigí a la habitación en silencio mientras las lágrimas
finalmente consiguieron empapar mi rostro al ser consciente de que no
podría ir a preguntarle a Rocío acerca de él. Ya nadie más podría ayudarme
a entenderle. No podría salvarle.
Cerré la puerta con brusquedad y me lancé contra la cama, solo podía
pensar en Nikola. Y en Atary. Odiaba sentir un vínculo tan fuerte que me
ataba a ambos. ¿Qué sentía hacia uno? ¿Y por el otro? ¿Qué sentimientos
eran verdad? Me atemorizaba ir dando palos de ciego, sin saber si estaba
haciendo lo correcto. Pero no podía evitarlo, la atracción que sentía hacia
ambos era algo superior. No podía separarme de ninguno, aunque ambos me
hicieran daño de una manera u otra.
Molesta, dirigí mi mirada hacia el tocador de Katalin. Sobre él
descansaba otro papelito. Otra vez una de esas dichosas notas decidía
atormentarme con su presencia. Aun así, la curiosidad me pudo. Fuera quien
fuese no se había manifestado de otra forma que no fuera mediante notas. Me
recordaba a Nikola hacía meses. Pensar eso provocó que mi estómago se
encogiera, golpeado por los remordimientos. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo
había permitido llegar a este punto?
Me levanté de la cama y me aproximé para leerla mientras limpiaba mis
lágrimas. Comenzaba a odiar los mensajes en clave.
Las visitas inesperadas son las más peligrosas, ¿cuál será el precio a
pagar?
Fruncí el ceño al leer la pregunta una segunda vez. ¿Visitas? ¿Peligro?
¿Acaso me habían espiado y la persona sabía que me había acostado con
Atary? ¿Se trataba de una amenaza por haber sucumbido ante la tentación?
Nerviosa, arrugué la nota entre mis dedos y la deposité de nuevo sobre el
tocador. Deambulé de un lado a otro de mi habitación sin saber qué pensar.
Me ponía nerviosa el hecho de pensar que podía suceder algo malo por mi
culpa. Me aterraba. Todavía no me había recuperado de la muerte de Rocío.
Traté de agudizar el oído para averiguar si Nikola había regresado, pero
desde la muerte de su mejor amiga no tenía a nadie para conversar, así que
me dificultaba la tarea. Así que dirigí mi búsqueda hacia el olfato, pero no
había rastro de su olor. Parecía que seguía fuera, huyendo de mí.
Suspiré. En el fondo me lo merecía, aunque no éramos nada. Cada vez
que hacía algo mal el rostro decepcionado de mi madre y sus reglas
autoritarias regresaban a mi mente. Se había esforzado tanto en mantenerme
pura, perfecta… para haber acabado así; oscura, inestable, salvaje. Rota.
No me reconocía. La silueta que reflejaba el espejo del tocador no
mostraba la realidad. Era una imagen distorsionada, una parte de mí que me
avergonzaba asumir. Y sin embargo… Atary la admiraba. Disfrutaba de esa
parte que era tan deseable para el mal. Atary amaba mi oscuridad. Me hacía
sentir poderosa.
¿Por qué con Nikola no podía ser así? ¿Por qué cada paso que dábamos
hacia adelante equivalían a tres pasos hacia atrás? Sentía que no nos
entendíamos, aunque tuviéramos momentos de mucha conexión todo se
desvanecía. Era como darse de bruces contra una pared de cristal e intentar
romperla para llegar al otro lado, pero imposible. Porque por dentro esa
pared era de acero. Pero algo en mi interior me decía que no podía rendirme.
Solo tenía que seguir golpeando esa pared. Conseguir hacerla sentir para así
romper todas esas capas que la protegían.
Recordé las palabras de la nota para volver a la realidad. Esa sutil
amenaza me instaba a hacer algo, a actuar. Quizás tenía que encontrar a Atary
de nuevo y pedirle más explicaciones. Necesitaba saber por qué Nikola
quiso dejarme ahí esa noche. Ansiaba saber el motivo que le llevaba a
permanecer a mi lado, cuando me había dejado claro que no le interesaba.
Aunque asumir eso me dolía.
No me creía sus excusas sobre mantener a Lucifer y a Lilith a raya. Podía
hacer eso perfectamente sin tener que vigilarme a mí, como si fuera una niña
pequeña. Sí, tenía mi dije y era la llave que podía liberarlo, pero no tenía la
configuración y no me interesaba reunirme con ella. ¿Temía acaso que me
quedara con Atary? Tampoco debería importarle.
Abrumada, abrí la puerta de mi habitación de nuevo y recorrí los pasillos
para llegar a la puerta principal del palacio. Con suerte todavía seguiría por
el bosque, esperándome, y yo obtendría respuestas.
Estaba cerca de amanecer y podía sentir las miradas curiosas de algunos
vampiros que deambulaban por la entrada, todos temían a los rayos del sol
porque significaba la muerte para muchos de ellos. Y sobre todo para
alguien como yo, pues ante los vampiros era una neófita inservible que con
la simple presencia de un solo rayo ya estaría hecha cenizas. Pero no. Por
suerte, por mis venas fluía la sangre de tres de los vampiros más
importantes.
Llevé mis manos hasta el manillar y las moví para tirar de él, pero las
pequeñas y delicadas manos de Brittany me detuvieron, cerrando la puerta
con un sonoro golpe.
—¿Qué haces? —exclamé molesta, mirándole con cara de pocos amigos.
—¿Dónde vas? —inquirió—. Va a amanecer.
—¿Ahora tú también eres mi niñera?
Hice un ademán para quitarla, sentía un inmenso enfado recorriendo mi
cuerpo. Estaba cansada de que todos intentaran detenerme o me controlaran
desde las sombras.
—No. Pero soy tu amiga.
—Amiga —bufé, esbozando una sonrisa cargada de amargura—. Es una
palabra demasiado valiosa para pronunciarla con tanta facilidad.
—Laurie, ¿qué te pasa? Estás muy rara últimamente.
Brit negó con la cabeza con expresión de tristeza y abrió la boca para
decir algo más, pero se detuvo. Los vampiros que se encontraban a nuestro
alrededor comenzaron a olfatear el lugar y la sorpresa no tardó en llegar,
erizando el vello de mi piel.
—Huele extraño —dijo uno de ellos, dirigiendo la vista hacia uno de los
pasillos que conectaban con donde estábamos—. Huele a… dhampir.
Esa palabra fue clave para crear alarma entre todos y muchos de ellos se
dirigieron hacia el lugar de donde provenía el olor. Incluidas Brittany y yo.
En el momento que mis ojos se encontraron con la persona que se encontraba
luchando con dos vampiros, mi cuerpo se congeló de puro terror.
Era Ana.
Capítulo XXXIII * Confesiones

Corrí hacia ella para defenderla, pero varios vampiros se pusieron en


medio, impidiéndome avanzar. Forcejeé con ellos para apartarlos, pero no lo
conseguí. Cada vez venían más y a Ana le resultaba imposible poder con
todos.
Mis ojos no paraban de contemplar la escena mientras mi ansiedad se
incrementaba. Podía sentir cómo el peligro se expandía, amenazando con
devorarla. Varias lágrimas descendieron por mi rostro al observar la
expresión aterrada del suyo. A pesar de su fuerza y valentía, estaba claro que
la superaban en número.
¿Qué hacía ella aquí? Era la pregunta que más se repetía en mi mente
mientras intentaba ayudarla de alguna forma, aunque eso equivaliera a
exponerme ante la colmena de vampiros que nos rodeaba. Por mucha
oscuridad que hubiera dentro de mí no permitiría que mi amiga muriese. Me
daban igual las consecuencias.
Empujé al que tenía en frente, ganándome una mirada de odio por su
parte, pero fue en vano. Un grito de dolor congeló mis terminaciones y,
cuando el nido de vampiros se apartó, vi el cuerpo inerte de Ana cayendo al
suelo, mojando el suelo de mármol con la sangre que empezó a brotar de su
cabeza. No pude despegar mi mirada de sus ojos idos, con una expresión de
infinito dolor.
En ese momento todo mi alrededor se apagó. Era como si fuera un
cargador al que hubieran desenchufado, dejando la pantalla en negro. Lo
único que escuché por mi parte fue un grito ensordecedor que inundó todo el
palacio y mi cuerpo se abrió paso entre los demás, llenando el espacio con
una luz cegadora.
Estaba fuera de mí. Lo único que era capaz de asimilar mientras toda mi
rabia y dolor me dominaba, era que iba golpeando a diestro y siniestro todo
lo que encontraba a mi paso. No discernía a nadie, no me importaba el resto;
solo quería vengarme de la muerte que había acontecido a escasos metros de
mí sin haber podido remediarlo.
Me sentía débil y pequeña, incapaz de haber hecho nada frente a neófitos
o vampiros de pocos siglos que debería haber sido capaz de enfrentar. Todos
los entrenamientos con Nikola no habían servido para nada. Me sentía presa
por la humillación y el dolor.
Estaba devastada y exhausta, tanto física como mentalmente. Mi cuerpo
luchaba contra la masa negra que conformaban los vampiros y mi poder
brotaba por cada poro de mi piel. Podía sentir la magia que emanaba mi
tatuaje, dispersándolo a mi paso.
No supe cuánto tiempo pasó ni lo que sucedió exactamente. Al parpadear,
la imagen que tenía a mi alrededor era grotesca y sangrienta. Un montón de
cuerpos de vampiros estaban tirados por el suelo, con sus cabezas
decapitadas y sus ojos inyectados en sangre. Muchos de ellos empezaron a
pudrirse y su piel fue reduciéndose a cenizas, dejando una enorme polvareda
grisácea esparcida por el suelo.
Tragué saliva al contemplar la escena, sin comprender nada, y agradecí
ver entre la multitud el rostro atónito e incrédulo de Nikola, que clavaba en
mí sus ojos grisáceos mientras se aproximaba hasta donde estaba, tirada en
el suelo de rodillas.
No me había dado cuenta, pero estaba intentando protegerme
abrazándome a mí misma mientras varias lágrimas se deslizaban por mis
mejillas para perderse por la ropa. Nikola tiró de mí con firmeza, esperando
que me moviera. Aunque podía ver sus labios articular palabras, era incapaz
de escucharlas; un pitido molesto resonaba en mis oídos, impidiéndolo.
Barrí el lugar con mi mirada hasta dar con el cuerpo de mi mejor amiga.
Quería ir tras ella y acomodarla entre mis brazos para intentar protegerla,
aunque fuera en vano. Pero estaba bloqueada, como si mi cuerpo tuviera un
botón de apagado y alguien lo hubiera activado. Aun así lo intenté. No podía
darme por vencida y permitir que me arrebataran a alguien más. Ana tenía
que vivir como fuera.
No sabía cómo lo conseguí, ni en cuánto tiempo, pero finalmente mi
cuerpo logró reaccionar y mis músculos se movieron, dejándome manejar
por el agarre fuerte de mi compañero. Estaba tan en shock que no era capaz
de ver más allá. Mi mente y mis ojos me recordaron una y otra vez el cuerpo
inerte de mi mejor amiga, negándome a asimilar lo sucedido. Los sonidos
lastimeros que escuchaba de fondo me hicieron estremecer. Sabía que eran
míos pero no los reconocía como propios.
Cuando quise darme cuenta el escenario había cambiado. Estábamos
fuera del palacio en mitad de la noche y el silencio sepulcral nos rodeó.
Nikola ni siquiera se molestó en decirme nada, pues no hubiera escuchado.
Era como si la realidad hubiera quedado relegada a un segundo plano, no me
importaba.
Lo que sí captó mi atención fue el cambio que tuvo la expresión nerviosa
de Nikola al pasar a una aterrada, mirando a nuestro alrededor. Estábamos
en medio del bosque que rodeaba al palacio y me parecía irónico que un
vampiro pudiera estar alerta por si algo malo pudiera suceder, pues lo peor
ya había pasado para mí. Ahora lo comprendía. Mi salvavidas se había
quedado hecho trizas.
Parpadeé intentando centrarme en el ruido del bosque, pero mi mente
seguía aturdiéndome con las imágenes de la muerte de mi amiga; ni siquiera
nos habíamos podido despedir. No sabía por qué había aparecido en el
palacio ni qué pretendía. Solo sabía que Ana había muerto por mi culpa, por
no haber sido capaz de protegerla.
Débil.
Estúpida.
Cobarde.
Cada palabra me golpeaba con fuerza, con más intensidad que la anterior.
La ansiedad me asfixió, apretando mi garganta poco a poco para ahogarme.
No me merecía vivir. Lo había perdido todo.
Cuando quise darme cuenta, Nikola había desaparecido. Miré entre los
bosques intentando hallarle, pero no vi a nadie; Me había dejado sola. Me
estaba superando tanto la situación que me tiré en el suelo y comencé a llorar
sin control. En ese momento era una fuente infinita de lágrimas y mi cuerpo
temblaba como una hoja; mis sentimientos negativos estaban creciendo tanto
que estaban a punto de dominar mi subconsciente, dando paso a mi Bestia.
Una mano apareció de repente, tapándome la boca. Quise resistirme del
repentino ataque y averiguar de quién se trataba, pero me resultó imposible;
mis músculos seguían pesados, era incapaz de moverlos como debía.
La persona era más fuerte que yo y en cuestión de segundos acabé
apresada en una burbuja de hierbas y enredaderas, angustiándome. Traté de
chillar para que Nikola me encontrara y me liberara, pero cuando quise
darme cuenta mi cuerpo se desplomó en otro lugar; un suelo terroso cubierto
de suciedad y hojas.
—Laurie, soy yo.
La voz masculina se filtró en mi oído, pero mis ojos eran incapaces de
vislumbrar su identidad. El shock que aún me albergaba me impedía volver a
la vida real; me sentía atrapada por mi propia jaula de emociones.
—Laurie. Soy yo, Ryuk. ¿Me oyes?
Quise responderle que sí, que su voz era capaz de traspasar la barrera
que el dolor me había generado, pero no pude. En su lugar, le escuché
maldecir y tras un fogonazo pequeño de luz perdí el conocimiento.

—¡Hola! ¿Cómo te llamas?


Levanté la cabeza al escuchar una voz femenina cerca de mi oreja, con
un extraño acento. Enfatizaba cada palabra como si estuviera sorda y, al
mirarla, me di de bruces con una chica enérgica de largo pelo oscuro y
rizado, además de una tez morena que en Luss llamaba mucho la atención.
La mayoría teníamos la piel tan blanca como la nieve.
—Es… ¿es a mí? —pregunté sin creérmelo. Nadie en mi clase me
hablaba. Era lo más parecido a un fantasma y ya estaba acostumbrada.
—Claro. Soy… —Frunció el ceño, sus labios se movían sin pronunciar
ninguna palabra. Entonces resopló y sacó del bolsillo del pantalón un
pequeño diccionario para hojearlo—. Soy nueva y me pareces… eres
simpática.
Sonreí al ver el esfuerzo que estaba poniendo para poder hablar mi
idioma. Estaba claro que era de bastante lejos. Al ver sus ojos
almendrados posados en mí con interés no pude evitar agobiarme y miré
hacia el suelo. Ya tenía la voz que me hablaba bastante controlada, pero
temía que esa chica de carácter viera todo el mal que residía en mi
interior.
—Me llamo Ana María, pero puedes llamarme Ana —continuó,
sentándose a mi lado sin dudar o, al menos, preguntarme—. ¿Y tú?
Era incapaz de responderla. Estaba demasiado ocupada viendo como
empezaba a sacar cosas de su mochila como un estuche de un color
chillón, una agenda de temática de brujas y los libros que nos habían
pedido para este curso. Incluso, después de dudar unos segundos, dejó el
diccionario en una esquina del pupitre.
—Eres muy callada.
—Soy… soy Laurie —conseguí decir antes de tragar saliva y volver a
bajar la mirada.
—Nunca bajes la cabeza por nadie, zanahoria —Me aconsejó con una
sonrisa amplia iluminando su rostro—. Si no les estarás dando una
oportunidad para pisarte.
—Gracias…
En ese momento la envidié. Era de admirar su capacidad para afrontar
situaciones complicadas como ser la nueva con una sonrisa y una buena
dosis de amabilidad. Había algo que desprendía que me hacía estar en
calma, aunque su mirada arrolladora me preocupaba. Tenía la sensación
de que Ana sería capaz de ver mi verdadera alma. La oscuridad que me
albergaba.
—Espero que seas una buena estudiante, porque no tengo mucha idea
de inglés. En mi antiguo instituto siempre estaba a un paso del suspenso.
—Suspiró—. Nos hemos tenido que mudar por el trabajo de mi padre, le
ofrecieron un ascenso aquí. Pero es una mierda, llevamos una semana aquí
y ni un rayo de sol. Adiós a mi bronceado mediterráneo.
Seguí mirándola como si estuviera viendo a un alien. Su desparpajo me
fascinaba y su parloteo era de agradecer, hacía mucho tiempo que nadie
me contaba nada porque todos se alejaban de mi lado. ¿Por qué tenía
tanto interés en mí? En parte me daba pena, era nueva y suponía que se
había acercado a mí porque no había tenido oportunidad de acercarse a
otra persona. Estaba segura de que, cuando viese que era la apartada de
la clase, ella se alejaría también. Pero no podía reprochárselo. Todos lo
hacían.
—¿Siempre eres así de callada? Si no te escucho no podré practicar mi
acento inglés. Seguro que no me hablas porque hago que te sangren los
oídos —dijo formando un puchero con sus labios—. ¿Tan horrible es?
—¡No, no! —Me apresuré a contestar—. Es solo que no estoy… —Me
mordí el labio inferior, tampoco quería darle pena contándole mi nula
popularidad—, no estoy acostumbrada.
—¿A mi acento? Normal, no te juzgo. Tendría que haber practicado
durante el verano pero prefería tostarme al sol y hacer barbacoas con los
amigos. Ahora me arrepiento. —Se rio—. Bueno, si tienes paciencia
conmigo podremos ser buenas amigas. Mi madre dice que necesito a
alguien que contrarreste mi carácter o acabaré explotando y yo siempre
quise tener una amiga zanahoria.
¿Una amiga zanahoria? Ana estaba loca y el mote me generaba
sentimientos contradictorios, pero no pude evitar sonrojarme. Nadie me
había puesto un apodo cariñoso. ¿Podría tener, al fin, esa amiga que
llevaba buscando desde que tenía conocimiento? Esa que me hiciera sentir
que encajaba en algún sitio, que era especial.
—Me encantaría que fuéramos amigas. Me…me caes bien.
Ana María sonrió al escucharme y yo le correspondí, complacida. Era
la primera vez que sonreía en muchos años y eso me gustó. Acaricié con
disimulo la tirantez de mis labios mientras miraba a ambos lados,
esperando que nadie se hubiera dado cuenta.
Por primera vez, en muchos años, tenía un motivo para ser feliz.
—Laurie. Laurie.
Parpadeé confusa al escuchar mi nombre resonar en mis oídos, como un
eco lejano. La realidad me golpeó con dureza, cegándome durante un
instante.
El espacio donde estaba era diferente y reducido. Una sencilla casa hecha
a base de tierra y enredaderas que ascendían hasta el techo. No había
ventanas, la poca luz que se filtraba era gracias a pequeños agujeros que
estaban camuflados entre las hojas. Además, todo el mobiliario estaba hecho
de madera con tonos oscuros, como la cama en la que me hallaba, con un
colchón hecho a base de paja.
Intenté levantarme para preguntar qué había sucedido, pero la realidad
me amilanó. Los sentimientos y recuerdos volvieron a golpearme de nuevo y
mi cuerpo se sintió KO, impidiéndome hacer un solo movimiento.
—Joder —le escuché decir sin poder verle—. Encárgate tú.
—No quiero aumentar el vínculo.
—No me jodas con el puñetero vínculo y hazla volver. Parece un cadáver
y me da muy mal rollo.
—¿No te das cuenta lo que eso significa? Ya estás arriesgándote mucho
dejándonos estar aquí —respondió la voz de Nikola.
—Los espíritus de Lux están molestos, pero comprenden la situación. Son
ellos los que están encargándose de curar sus heridas emocionales, pero son
muy grandes. Demasiado. Les preocupa ser incapaces de hacerla sanar.
—Pues tienen que hacerlo. Aunque esté molesto con ella, Laurie no se
merece sufrir lo que está viviendo.
—¿Molesto? ¿Qué me he perdido durante el tiempo que estuve muerto?
—preguntó con tono de sorpresa.
—A ti te lo voy a contar —gruñó Nikola—. Simplemente no quiero
complicar más la situación.
—Tío, deja de hablar en clave. ¿Qué pasa? ¿Por qué no la muerdes de
una vez? ¿Tanto le temes al vínculo?
—También lo tiene forjado con avaricia. Y si la uno más a mí… se
joderá todo.
—Ese cadáver que tenemos ahí postrado tiene más fuerza y poder de lo
que nos imaginamos, vampirito. Así que me hace mucha gracia que te
escudes en eso cuando la realidad es que te aterran los sentimientos que ella
despierta en tu interior. Te asusta dejar que te dominen porque tendrías que
enfrentarlos. Asumir la realidad.
—No lo entiendes —gruñó—. Los Hijos Oscuros no amamos.
—Pero sí sentís a vuestra enfermiza manera. No me jodas, eres envidia.
Está claro que sientes por Laurie y cada acercamiento que tiene con avaricia
te los incrementa.
—¡Por eso no lo voy a incrementar! Laurie debe salvarse —exclamó con
dolor—. Si lo conseguimos, ella…
—Algo era —respondió Ryuk con una risa seca—. Siempre ha sido ella.
Un silencio incómodo se abrió paso a nuestro alrededor. Deseaba con
todas mis fuerzas ser capaz de levantarme y articular una palabra, pero era
imposible; mi cuerpo no reaccionaba.
—Deberías prepararla para lo que vendrá. Yo puedo enseñarla a
controlar y nivelar el poder de Lux, pero tú tienes que encargarte del de Nyx.
Si logramos estabilizar su ying y su yang, Laurie puede conseguir el
equilibrio. Creo que Lux espera que sea una raza superior.
—¿Es eso posible?
—Los espíritus lo tienen todo controlado, me dijeron. Yo solo soy un
mero espectador.
—Me frustra que ella esté en medio de esta guerra sin haberla preparado.
Me siento en una partida de ajedrez viendo un peón luchar por sobrevivir,
acercándose hasta la casilla que la convierta en reina —dijo Nikola con un
deje de tristeza.
—El problema es que el rey negro acecha en la oscuridad.
—Y no la va a dejar escapar —coincidió.
—Eso es lo fascinante de vuestra esencia, como vuestros impulsos y
deseos internos os hacen actuar. Así que hazla volver de una puñetera vez;
así no conseguimos nada y el tiempo apremia. Olvida el maldito vínculo.
El suspiro que brotó del cuerpo de Nikola me hizo estremecer, pero no lo
transmití. Mis oídos se agudizaron al escuchar sus pisadas, sintiendo su
presencia a mi lado en escasos segundos.
No me dio tiempo a pensar en nada más porque el dulce olor a sangre
comenzó a inundar mis fosas nasales y mis labios buscaron la herida,
deseosos por degustar su sabor. Mis manos se aferraron a su piel, anhelando
su contacto, y mis ojos se cerraron, ahondando entre sus recuerdos.
Me encontraba en su habitación del castillo de Edimburgo. Nikola
estaba sentado encima de su cama con una montaña de libros rodeándole.
Varios volúmenes de diferentes colores y grosores esperaban su turno, pero
uno en especial captó su atención y lo sostuvo entre las manos.
Además, sobre la cama también estaba una imagen de Amélia, una
ilustración donde aparecía con sus facciones delicadas, sus ojos claros y
su largo y anaranjado cabello cayendo en ondas hasta su pecho. Posaba
alegre y expresiva, con una amplia sonrisa y sus ojos brillantes,
irradiando felicidad.
Pensar en el enorme parecido que teníamos provocó que mi corazón se
rompiera un poco más, si eso era posible. Era innegable que su
acercamiento hacia mí era un engaño, un intento de aferrarla a su lado.
De no decirle adiós. Esa despedida definitiva que intuía que no se había
atrevido a asumir.
Volví mi mirada al libro que Nikola examinaba con el ceño fruncido y
la mandíbula torcida. Sus dedos pasaban las páginas a gran velocidad
mientras sus ojos acompañaban la búsqueda. Al detenerme en la portada
comprobé que se trataba de un grimorio con el símbolo de una estrella de
cinco puntas envuelta en un círculo. Su simple presencia ya denotaba lo
maligno y peligroso que era.
Traté de acercarme hasta él, pues la imagen comenzaba a tornarse
borrosa. Sabía perfectamente que Nikola estaba intentando que me
soltara, liberándome de su mente. Pero me anclé a sus recuerdos como un
parásito. Ya que él no hablaba claro, al menos su pasado si lo haría.
Estaba deseosa de saber la verdad.
Forcé la vista para leer el lenguaje antiguo que llenaba las páginas;
eran palabras arcaicas; alguna lengua muerta. Aunque la mayoría eran
incomprensibles para mí, hubo una que si pude leerla y comprenderla a la
perfección, haciéndome estremecer ante el miedo y el asombro:
Resurrección.
Un fogonazo de luz me cegó y el recuerdo se evaporó, dejándome
inquieta y aturdida. Parpadeé mirando mi alrededor y mis ojos se
encontraron con los iris grisáceos de Nikola, los cuales me contemplaban
con una mezcla de cansancio y malestar.
—¿Qué estabas buscando, Nik? ¿Por qué no me dejas ver más allá?
—Yo también me alegro de verte, eh —intervino Ryuk con un mohín
infantil.
Entorné los ojos ante su presencia y le golpeé con suavidad en el hombro,
en señal de advertencia. Me alegraba saber que estaba bien, pero con lo
último que había escuchado y todo lo sucedido los únicos sentimientos que
rondaban por mi interior era la venganza, la desconfianza y un profundo
desazón.
—No necesitas saber nada más. Limítate a entrenar con el duende.
—¿Te vas? —pregunté atónita al ver que me daba la espalda para
desaparecer.
—Tengo cosas que hacer, Laurie.
—¿Y me vas a dejar aquí, con él? —recalqué señalando a Ryuk.
—¡Eh! Que estoy presente —protestó cruzándose de brazos.
Nikola hizo un chasquido con la lengua y puso su mejor expresión de
hastío antes de desaparecer. Me había dejado sola de nuevo, sin respuestas
ni explicaciones; las preguntas sobre su pasado se amontonaban en mi mente,
impidiéndome pensar con claridad. Cada vez tenía más claro que había algo
que Nikola no quería que supiera y mis sospechas se dirigían hacia algo que
no me gustaba. Sentía que quería revivir a su amada fallecida y que, por
algún extraño motivo, yo estaba involucrada de algún modo.
Una enorme frustración recorrió mi pecho, dándome ganas de destrozarlo
todo. Odiaba que Nikola fuera tan hermético. Sentía que la confianza que
habíamos conseguido forjar se había borrado. No creía en mí. Fue inevitable
sentirme usada. Me abracé el cuerpo con los brazos, un frío interno había
atrapado cada poro de mi piel.
—No entiendo nada —resoplé llevando las manos hasta mi frente para
masajearla.
—Sé que los despertares son duros, pero tenemos que actuar. Lilith no
tardará en mover ficha en cuanto se entere de la masacre que has armado tú
solita.
—¿Qué hice? —pregunté con cansancio.
—Has matado a una importante cantidad de vampiros usando tu poder de
Lux, el cual te ha dejado exhausta. Al gastar tu poder, tu lado bueno se
debilitó —explicó—, pero es que con él debilitaste también tu lado oscuro.
Casi te mueres. Y si a eso le sumamos el shock de… —carraspeó—. Bueno,
dejémoslo en que no quisiera ser tú en este momento, pues ha sido
demasiado para ti. Has sufrido una especie de coma en vida.
—Y tú me vas a entrenar, ¿no? —suspiré.
—Necesitas encontrar el equilibrio o la oscuridad te dominará.
—Lo que necesito es terminar con todos —gruñí—. No dejaré que nadie
más muera por mi culpa. Ya se ha derramado demasiada sangre de personas
inocentes.
Cerré la boca, incapaz de pronunciar sus nombres, aunque estos me
pesaran como si fueran losas de mármol aplastando mi espalda. No podía
permitir un error más.
—Y lo que queda… Lilitú no se va a detener hasta que consiga revivir a
Lucifer.
Contemplé los ojos verdes de Ryuk, que me miraban con expresión
intranquila. Llevaba un ropaje hecho a base de hojas y otros elementos
naturales, acentuando su esencia sobrenatural. Los tatuajes de su hombro se
entremezclaban, dando lugar a diversos símbolos incomprensibles.
—¿Ya sabes cuál es mi poder? ¿Qué soy?
—No es tan sencillo, pero tu tatuaje está prácticamente completo —
respondió llevando su atención hacia mi brazo—. El árbol de la vida brilla
en todo su esplendor.
—¿Y eso qué tiene de especial?
—Tu tatuaje crece cuando te deshaces del mal; cuando combates con la
oscuridad.
—¿Y el tema de los sueños? Se supone que los vampiros no sueñan.
—Eso es porque tu alma pende de un hilo. Digamos que tu cuerpo es de
Nyx, pero tu mente pertenece a Lux. Eres un binomio fascinante.
Fruncí el ceño al atisbar su expresión de admiración. Ryuk me miraba
como si fuera una obra de arte o un artilugio importante. Me ponía nerviosa.
Entonces esbozó una sonrisa triunfal.
—¿Qué planeas? —pregunté incómoda. Maldije a Nikola por haberme
dejado sola con él, me hacía sentir un experimento.
—Quiero activar tu poder de Lux debilitando al de Nyx.
—¿Me va a doler? —pregunté retrocediendo hasta chocar con una pared.
—Un poco —respondió encogiéndose de hombros—, pero no me seas
niña. Has aguantado cosas peores.
Gruñí al escuchar su tranquilizadora respuesta y le clavé mi peor mirada
de odio. No quería sufrir más de lo que ya lo estaba haciendo. Aun así, Ryuk
emitió una ráfaga de aire desde la palma de su mano y una larga enredadera
se enroscó a mis piernas, aproximándome hasta él.
—No seas miedosa.
Me removí tratando de liberarme de su agarre, pero él movió la palma y
de ella salió una luz anaranjada que hizo crecer la enredadera, aferrándola
aún más a mi piel. El tacto de esa planta sobre mi cuerpo comenzó a
quemarme y los ojos de Ryuk se tornaron dorados mientras incrementaba su
poder. Era un druida tan fuerte que el dolor atizó todo mi interior,
haciéndome caer desplomada en el suelo de rodillas. Llevé mis manos hasta
la cabeza en señal de protección y solté un alarido de dolor que hizo nublar
mi visión, empapándome de sudor.

Mis ojos se encontraron con un espacio oscuro y húmedo, olía a moho y


cerrado. Parpadeé confusa para intentar ubicarme y entonces un cuerpo
dolorido y magullado apareció frente a mí. Tenía sus muñecas atadas y su
pecho había sido atravesado por una larga estaca de madera que hacía brotar
una profunda herida. Sus ojos grisáceos permanecían apagados y sus labios
temblaban intentando abrirse. Nikola luchaba con todas sus fuerzas para
decirme algo, pero no podía. De su boca solo logró sacar un suspiro
desolador.
Miré hacia mi alrededor para buscar algo con lo que ayudarle. Por dentro
sentía que alguien nos estaba vigilando desde las sombras. Fue entonces
cuando otro cuerpo ensangrentado apareció en mi visión y el olor dulce de
su sangre me atrajo, invitándome a saciar mi sed.
No entendía nada. Mis ojos iban y venían entre el cuerpo ensangrentado y
Nikola. Los ojos de mi compañero se quedaron fijos sobre mi rostro, con
expresión de dolor. Mis piernas se tambalearon debido a la fuerza que
ejercía la sangre sobre mí. Mi lengua relamió mi labio inferior de forma
inconsciente, anhelando disfrutar de ese sabor. Entonces me agaché y clavé
mis colmillos en la piel del hombre. Al relamer la sangre y dejar su cuerpo
inerte tirado en el suelo, volví mi vista hacia Nikola.
Sus ojos derramaron lágrimas ensangrentadas y un profundo dolor
recorrió todo mi cuerpo, haciéndome caer al suelo. En ese momento sentí
que mi alma se hizo añicos y todos los pedazos quedaron perdidos en el
abismo de la desesperación.
Abrí los ojos y miré la expresión cansada que mostraba el rostro de
Ryuk. Había tenido que apoyarse sobre una pared cercana y su pecho subía y
bajaba en un ritmo acelerado. Pero lo que me sorprendió fue verle hacer
unas muecas de desagrado y se sujetó a una rama que sobresalía de la pared,
vomitando sangre negra.
Al mirarme, una infinita oscuridad emergió de sus ojos y unas palabras
brotaron de mis labios; había sido una premonición.
—Nikola está en peligro —siseé nerviosa, acelerando mi corazón—.
Tenemos que hacer algo para evitarlo.
Pero la oscuridad me invadió, envolviéndome de nuevo en un profundo
sueño.
Capítulo XXXIV * Valentía

Al despertar me hallaba de nuevo en el mismo lugar, esa casita


subterránea que me hacía sentir enjaulada porque era pequeña y
monocromática.
El pecho me dolía con fuerza, haciéndome tensar la mandíbula. Era como
si a mi corazón le costase latir y estuviera haciendo sus mayores esfuerzos
para mantenerme en pie. Me sentía débil, cansada, hambrienta. Sabía que no
me vendría mal ingerir algo de sangre, pero ni siquiera sabía dónde estaba
exactamente este lugar ni si habría animales por la zona. Miré hacia mi
alrededor esperando encontrar a Ryuk, pero estaba sola. Su molesta
presencia había desaparecido.
No recordaba muy bien lo que había sucedido antes de perder el
conocimiento, pero en mi interior presentía que algo estaba mal. Nikola aún
no había regresado y eso me hacía estar inquieta, tanto que parecía que las
paredes de la casa se iban reduciendo, asfixiándome lentamente. Además, no
sabía que me había hecho Ryuk y necesitaba respuestas. ¿Por qué me sentía
tan exhausta? Mi Bestia se revolvía entre mi oscuridad, como si estuviera
furiosa con algo, o con alguien.
Decidida, empecé a buscar la puerta para salir de esa jaula cuando las
manos cálidas y ásperas de Ryuk me detuvieron, sujetando con firmeza mi
hombro. Mis sentidos se alteraron pensando que era un ataque, así que le
mostré mis colmillos en señal de amenaza, con lo que este sonrió divertido.
—¿Pensabas atacarme, vampirita? Yo que tú no lo intentaría, podría
destruirte con mi poder.
—No aparezcas así de la nada —gruñí.
—¿A dónde ibas? —preguntó ignorando mi advertencia.
Contemplé sus facciones finas y delicadas, además de sus ojos verdosos.
Ryuk se mantenía sereno, como si el problema no fuera con él.
No le entendía. Estaba segura de que podía sentir lo mismo que yo y
sabía a la perfección que Nikola estaba en peligro. No era normal en él no
aparecer aún. Me tenía desquiciada, haciéndome pensar en todo tipo de
posibilidades, y ninguna de ellas era buena ni tranquilizadora.
—A buscar a Nikola. No ha regresado.
—Tienes que quedarte aquí. Le prometí que te mantendría a salvo.
—¿A salvo de qué? ¿Desde cuándo un ser de Lux pacta con uno de Nyx?
—pregunté atónita—. No podéis dejarme aquí como una prisionera mientras
él intenta salvar el mundo. Me hace sentir una completa inútil. ¡No puede
hacer todo solo!
—La aparición repentina de tu amiga le hizo pensar. Si estaba buscándote
era por algo importante e intuye que se trata de la configuración —respondió
encogiéndose de hombros—. Fue a investigar lo sucedido. Además, parece
que Morgana ha desaparecido. Y eso es una muy mala señal.
Meneé la cabeza, asombrada por lo que estaba escuchando. Todavía no
me había recuperado del duro golpe que había sido la muerte de Ana y mi
mente me torturaba recordándome lo sucedido. Sin olvidarme de la muerte
de Rocío también. Todas pesaban en mi interior.
—A investigar… Así, sin más —repliqué, frunciendo el ceño—. Es una
locura que haga eso solo. ¡Estamos hablando de Morgana! ¿Y si Lilith tiene
en sus manos la configuración?
—He de decir que está más misterioso y taciturno que de costumbre, pero
siempre me ha parecido un vampiro extraño —sonrió—. Lo poco que sé de
él es que desde siempre ha actuado de manera independiente, sin esperar
nada de nadie. Así que no sé de qué te sorprende. Y recuerda que tiene algún
tipo de conexión con ella. Uno al que, por mucho que lo intente, no puede
escapar.
—Sí —susurré, recordando también cómo le había herido al caer ante
Atary. No sabía que esperar por su parte porque nunca expresaba nada. Los
silencios eran su mejor arma—. Yo también me he percatado de eso. Pero no
deja de ser un acto inconsciente.
—Me cuesta creer que esa palabra salga de tus labios. Sé que la palabra
peligro está impregnada en tu aura.
—Precisamente por eso —gruñí—. Porque estoy acostumbrada a que sea
yo quién ponga todo patas arriba y actúe por impulsos. No él.
Me mordí el labio inferior mientras seguía buscando una salida. Que
Ryuk hubiese salido de la nada no me había ayudado y no iba a parar hasta
conseguir verle y saber que estaba bien. Nikola me había salvado en muchas
ocasiones y era necesario hacer lo mismo por él. Si no me aseguraba de su
bienestar mi mente no podría descansar en paz. La desesperación fluía por
mis venas.
Además, el sueño que había tenido me atormentaba. Mi mente no dejaba
de recrear la imagen en la que Nikola me contemplaba con ojos tristes y un
gesto de dolor. Traté de repasar para mis adentros el espacio, intentando
averiguar dónde podía estar, pero fue en vano. Por más que me esforzara
solo podía recordar mucha oscuridad y un fuerte olor a cerrado y humedad.
Ryuk pareció adivinar mis intenciones, puesto que pronunció unas
palabras ininteligibles y de su mano emergió un poder anaranjado, con olor a
hierba recién segada. Entonces una enredadera apareció y se enrolló a mis
piernas como si fuera una serpiente, impidiéndome moverme.
—¡Ryuk! —protesté, forcejeando con la planta.
—Eres demasiado predecible, Laurie.
—¡Déjame ir! Esto no es justo.
—¿Y qué harás si de verdad está en peligro? ¿Piensas enfrentarte a los
hijos de Nyx tú sola? Ni siquiera sabes dónde está. ¡Y encima todavía no te
has recuperado! Tu oscuridad te está desgastando. Tus enemigos no dudarán
en usar esa debilidad en tu contra. No puedo hacer mucho más para
protegerte. Estoy agotando todas mis opciones.
—Nikola no se merece que me quede escondida bajo estas cuatro
paredes, retenida por el miedo —respondí—. Si fuera al revés él hubiera
hecho lo que fuera con tal de mantenerme a salvo, así que no obres en mi
lugar. Yo soy la única que puede decidir mis actos.
—No sabes a quién te enfrentas, Laurie. Ni cuantos hay detrás —aseveró
—. ¿Es que quieres morir? Será mejor que mantengas la calma y esperemos
a que regrese.
—Lo que no quiero es que muera él. ¡Mi vida no vale más que la de
nadie! ¡No soy la pieza indispensable! Soy solo… soy un peón más. Y se te
olvida que tuve un sueño cuando me… curaste, o lo que fuera, soñé con él.
Estaba atrapado. ¡Agonizaba! Demonios, si hasta tenía una estaca clavada en
el pecho. ¿Cómo voy a mantenerme esperando de brazos cruzados,
esperando que solo fuera un producto de mi imaginación? Últimamente tengo
sueños tan nítidos y reales que no confío en el azar. Sé que algo malo sucede.
Los labios de Ryuk se entreabrieron, vacilando sobre qué responderme,
pero se cerraron en el momento que un sobre con un fuerte olor a incienso
descendió entre nosotros hasta quedar posado sobre el suelo.
Extrañada, me apresuré a cogerlo, pero Ryuk se me adelantó y lo atrapó
usando su poder, intentando averiguar mediante su magia que no fuera algo
peligroso. Mi corazón latió angustiado temiéndome lo peor y, en vista de que
no sucedió nada peligroso en la casa, Ryuk aprovechó a abrir el sobre.
Dentro había una nota junto a un mechón de pelo azabache. Al acercarlo a mí
el olor de su perfume penetró mis fosas nasales.
No hizo falta que me leyera la nota para saber lo que estaba sucediendo.
Alguien tenía a Nikola y, por la pinta del sobre, debía de ser Lilith y sus
secuaces. Nadie se tomaría tantas molestias para dejarnos una nota de esa
manera y mucho menos para mostrarnos un mechón de su cabello.
—Tienen a Nikola —me informó en un susurro, escudriñando mi mirada.
—¿Lilith? —murmuré, conteniendo la respiración.
—Erzsébet. Aunque para el caso viene a ser lo mismo.
—Esa…
Mi mirada se oscureció, recordando la fatídica y grotesca imagen de la
muerte de Rocío. No se me había olvidado cómo me había intentado usar,
inyectando su veneno en mi piel. Me costaba asumir que Nikola hubiera
podido caer de esa manera ante sus garras. ¿Podía ser una trampa? Pero el
mechón pertenecía a su cabello, olía a él.
—¿Qué dice la nota?
—No sé si debo…
—¿Qué dice, Ryuk? —repetí molesta—. No te molestes en ocultarme
nada. Pienso ir a por él de todas formas.
—No es buena idea. Quiere que te reúnas con ella.
—Con más motivo iré. Si tantas ganas tiene de verme, allí me tendrá.
¿Dónde?
—Calma, Laurie —respondió mirándome como si estuviera loca—. Estás
débil, puede ser una trampa y encima se te olvida que tuve que fingir mi
propia muerte para que dejara de vigilarme; estaba demasiado pendiente de
mí.
—¡No es una trampa! —exclamé—. Huele a él. ¡Es suyo!
—Bueno, es Nikola. Sabrá lidiar con ello.
Contemplé atónita la expresión seria y fría de Ryuk, se mantenía
impasible analizando la carta del misterioso sobre y mirándome a mí de
soslayo. Sus palabras me dolieron como si me hubieran propinado un
bofetón.
—No me puedo creer que de verdad te estés replanteando que me quede
aquí de brazos cruzados mientras él agoniza en algún oscuro rincón. ¿Es que
no te importa nada?
—Te estás dejando llevar por tus inestables emociones, impidiéndote
pensar con claridad. La nota te está citando a ti, Laurie. Quiere que vayas
allí. ¿Es que no ves lo que eso significa? Peligro, con todas sus letras. Y uno
muy jodido para ser sinceros.
—Me da igual, así que dejemos de perder el tiempo discutiendo. ¿Dónde
me cita? ¿A dónde tengo que ir?
Ryuk protestó soltando un gruñido de frustración y una de sus enredaderas
salió de la palma de su mano, entregándome la carta. Mis ojos leyeron con
rapidez las escuetas frases que me advertían que fuera sola hasta la capilla
del cementerio de Miskolc a las dos de la madrugada o lamentaría las
consecuencias. Y que llevara mi dije si no quería que Nikola muriera.
Miré el brillo que tenían los ojos de Ryuk, sabía que estaba dudando
entre acompañarme o dejarme ir sin ayudas ni refuerzos. Negué con la
cabeza, no me iba a arriesgar a que algo peor sucediera y alguno de los dos
terminara herido, más de lo que ya pudiera estar.
En ese instante recordé que en la madrugada del sacrificio había
sucedido un espectáculo meteorológico con ese eclipse extraño y un
escalofrío recorrió mi espina dorsal al temerme lo peor.
—¿Sabes si hoy va a haber algún eclipse o algún hito especial que se use
para potenciar la magia?
Las cejas doradas de Ryuk se enarcaron hasta terminar juntándolas,
formando unos pliegues en su cálida frente.
—Un eclipse lunar.
—Mierda —mascullé, consciente de que no se avecinaba nada bueno.
—Con más razón debes de mantenerte oculta aquí. Lilith potenciará su
poder gracias a ese espectáculo natural. Si quiere el dije es porque puede
tener la configuración. De lo contrario no tendría tanta prisa.
—Déjame ir, Ryuk —contesté molesta—. De todas formas ya saben de
nuestro paradero. La nota ha llegado hasta aquí.
—Eso estoy prácticamente seguro que fue por un hechizo de rastreo. Han
debido de usar algo tuyo para enviar el sobre hasta tu ubicación, sin saber
cuál es.
—Genial. Pues es lo que debo hacer. ¿Qué hora es?
—Las diez. Aún tienes tiempo para pensarlo —insistió—. Si vas… nada
te garantiza que puedas regresar.
—No me importa no regresar si Nikola no vuelve conmigo. En este
momento es lo único que me interesa.
—¿Es por la conexión? ¿Le… necesitas?
Tragué saliva mientras mantenía mi mirada fija en él. Mi corazón latió
acelerado al pensar en lo que significaba esa palabra y analicé mi estado
actual. Me sentía desesperada al pensar que podía estar en peligro, me
inquietaba pensar lo que le podían estar haciendo o incluso que pensaran en
acabar con él.
Era pensar que nunca más podría verle y mi corazón se encogía,
amenazando con desaparecer. Me daba igual lo que pudiera pasarme a mí, lo
que pudiera suceder con Lucifer o el resto de los seres sobrenaturales. En
ese momento solo me importaba él. Tenía que salvarle porque Nikola era mi
fuerza principal; era el aliento de mi vida.
En ese momento tuve claro mi sentimiento principal, ese que me asfixiaba
y me oprimía por la fuerza que albergaba.
—No le necesito —respondí con una mueca de melancolía y desolación,
mientras una lágrima descendía por una de mis mejillas—. Le quiero.
Ryuk asintió, relajando la tensión que tenían sus hombros.
—Entonces será mejor que te saque de aquí, pero recuerda que te advertí
—suspiró—. Eres poderosa, Laurie, y ambos bandos lo sabemos. Sería una
pena que tanto potencial quedara reducido a cenizas por un acto de amor.
Acomodé el dije de nuevo sobre mi cuello, consciente de lo que
significaban sus palabras y me preparé, asintiendo con la cabeza una vez
estuve lista.
—El amor es lo único que merece la pena en este mundo triste y cruel.
Una sonrisa comprensiva apareció en su rostro, dibujando una expresión
de preocupación, pero no dijo nada. En cambio, de sus manos emanó un
cálido y fuerte poder que aireó mi anaranjado cabello, haciéndome flotar.
—Haz que tu acto de valentía merezca la pena. Yo te concedo la
oportunidad de marchar.
Entonces mi cuerpo cayó junto con mi conciencia, haciéndome rodearme
de una profunda e infinita oscuridad que no dudé en abrazar.
«Aguanta» fue mi último pensamiento antes de dormirme, esperando que
fuera capaz de escucharme. «Aguanta porque iré a por ti, Nikola. No dejaré
que nada malo te suceda mientras esté en mi mano poder evitarlo».
«Te lo prometo».
Capítulo XXXV * El principio del fin

Al abrir los ojos me percaté de que estaba tirada en un prado de los


alrededores de Miskolc. La suerte de haber permanecido un tiempo instalada
en el palacio de Ákos era que empezaba a reconocer el terreno y podía ir al
cementerio mucho más rápido, sin perderme por el camino.
Atravesé con rapidez el follaje que rodeaba la ruta a seguir,
impresionada por la velocidad que podía alcanzar a pesar de sentirme algo
debilitada. Ya había entrado la noche y mis ojos se dirigían hacia todas las
direcciones, esperando no encontrarme con algún viandante despistado.
Cuando me hallé frente a la entrada del cementerio suspiré. La soledad
del manto nocturno propiciaba un ambiente siniestro al mezclarse con el
aspecto lúgubre de un sitio como ese. La niebla que cubría Miskolc
dificultaba ver las antiguas lápidas que conformaban la zona y me impedía
discernir si podía estar alguien oculto entre la maleza, esperándome.
El ulular de los búhos me generaba escalofríos, a pesar de que mi
condición me otorgaba algo de fortaleza. Aun así, no dejaba de estar anclada
a mi lado humano y poder convertirme en una vampiresa con todas las letras
me aterraba muchísimo más.
«Ya estoy aquí, no puedo echarme atrás» pensé mientras abría la puerta
para pasar y caminar hasta la antigua y oscura capilla que había escondida
entre la vegetación. Mi mirada se iba hacia todos lados, tratando de hallar
algún vampiro escondido, pero no presentía a nadie.
Pero todo cambió cuando empujé la puerta de la capilla y esta chirrió en
respuesta debido a lo descuidada que estaba. El interior estaba oscuro pero
mis pupilas no tardaron en acostumbrarse. Lo primero que capté fue un fuerte
olor a sangre y un escalofrío recorrió mi espina dorsal al ver que mi último
sueño se hacía realidad.
Un hombre inconsciente estaba atado por el cuello mediante una cadena
que estaba anclada a una pared, asfixiándole. El olor de su sangre, que
brotaba de un mordisco hecho por su clavícula, además de en otros rincones
de su piel, era una tortura para mí. Me alentaba a probar un bocado,
desafiando mi escaso autocontrol. Se notaba que había sido humillado, como
había hecho con Rocío. Erzsébet era una experta divirtiéndose con los
humanos, jugando con su cuerpo hasta desfallecer pero, sorprendentemente,
el hombre aún respiraba.
Analicé mi alrededor desesperada, el dominio de mi mente se tambaleaba
mientras luchaba con fuerza para intentar encontrar a Nikola, pero mis pies
se habían quedado aferrados al suelo, impidiéndome moverme. Mis ojos se
desviaban a otros lados pero no podía centrarme y pensar con claridad, mi
atención se concentraba en ese cuerpo semiinconsciente que agonizaba de
dolor.
Mi pecho subía y bajaba en un ritmo frenético, produciéndome sudores
fríos. Mi desesperación se entremezclaba con la ansiedad de no hallarle.
Necesitaba comprobar que Nikola estaba bien.
Suspiré con fuerza, pero lo único que logré fue que el olor de la sangre
me envolviera más, consiguiendo que mis piernas flaquearan hasta tirarme en
el suelo. Sollocé al comprobar que habían cerrado la puerta, dejándome
atrapada. No tenía escapatoria y no había rastro de mi compañero.
Frustrada, traté de cerrar los ojos para luchar contra mis impulsos más
primitivos. La bestia de mi interior se revolvía ansiosa de saciar la sed de
mis entrañas, pero me contuve. Apreté los puños con firmeza, clavando las
uñas sobre mi piel, pero mi deseo era tan poderoso que ni siquiera sufrí el
daño que me estaba haciendo, provocando unos pequeños cortes.
Mi boca salivaba. Me avergonzaba admitir que me sentía como un perro
rabioso que se retorcía por un poco de carne. Sin duda un acto como ese era
la mayor de las torturas, y todo empeoró cuando mis sentidos percibieron
una silueta que apareció de repente sobre mi espalda, la cual emitía un olor
particular.
—Erzsébet —gruñí al reconocerla.
—Debo reconocer que me congratula contemplar que me has hecho caso.
De todos modos, por precaución, madre decidió crear un hechizo de bloqueo
que impidiera el paso a cualquier maleante que estuviera dispuesto a
interrumpir este épico momento, tan deseado por los hijos de la noche —
respondió emocionada.
—¿Dónde está Nikola? ¿Qué queréis hacer con nosotros?
—Tiempo al tiempo. Lo primero es que te apresures en cumplir tu
cometido —siseó con su voz de serpiente—. No es de buena educación
rechazar tan suculento placer que te hemos preparado.
—No pienso hacer eso.
—Oh, sí. Claro que lo harás o tu querido acompañante sufrirá las
consecuencias.
—¡Dejarle en paz! —chillé, notando como mi rostro reflejaba la
oscuridad que me albergaba, transformándome en un monstruo.
Los balbuceos ininteligibles del hombre, sumado a su delicioso olor,
amenazaban con nublarme el pensamiento, pero la furia que sentía porque se
hubieran atrevido a tocar a Nikola y herirlo era mucho mayor. El odio y
rencor que irradiaba cada poro de mi piel me hacía más fuerte, propiciando
que el tatuaje que tenía escondido bajo la manga se potenciara,
envalentonándome.
—Parece que necesitas un estímulo más grande para actuar.
Entonces, como por arte de magia, la figura espeluznante de Lilith
apareció ante mí y junto a ella el cuerpo malherido de Nikola, que estaba
tirado contra una esquina de la capilla, con una estaca clavada cerca de su
corazón.
—Sabes mejor que nadie que con un solo chasquido Nikola arderá en el
infierno y nunca más lo volverás a ver —me advirtió ella—. Yo que tú no me
lo pensaría.
Mis ojos buscaron los suyos para intentar obtener una respuesta, pero la
mirada de Nikola estaba perdida, como si una fuerza superior le controlara y
no le permitiera actuar. Varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas al
contemplar su estado, me sentía impotente por no poder ir tras él y liberarle.
Lilith me tenía atada de pies y manos con su amenaza.
Aun así miré mi alrededor tratando de hallar algo; algún agujero o puerta
escondida que me permitiera salir con él a cuestas usando mis habilidades
sobrenaturales. ¿Me daría tiempo a liberarle y escapar? ¿Cuán fuerte podía
ser la madre del mal? Sin olvidarme de su fiel lacaya Erzsébet. Dos contra
uno, pues Nikola estaba ausente, no era un buen augurio.
Decidida, impulsé mis músculos hacia el cuerpo derrotado de mi
compañero, pero una ráfaga superior me elevó hasta estrellarme contra una
pared, haciéndome tensar la mandíbula debido al impacto.
Los ojos de Lilith centellearon de rabia al apresarme con un bloqueo
mágico y con un solo gesto Nikola comenzó a agonizar de dolor. Sus ojos se
abrieron de golpe mientras unas llamas grisáceas le envolvían, soltando una
humareda que desprendió un olor a podrido.
Me tapé la nariz mientras de mis ojos brotaban varias lágrimas, producto
de la impotencia que estaba sintiendo. No podía creerme que fueran tan
crueles de provocarle ese sufrimiento a cambio de algo tan horrible como
perder mi humanidad. No quería hacer ninguna de las dos cosas.
—¡Para! —supliqué y mi voz resonó en un infinito eco—. ¡Ya basta!
—Evita los pasos en falso o su sufrimiento será mayor —gruñó Lilith con
una voz de ultratumba—. No soy famosa por mi benevolencia.
Contemplé de reojo a Nikola y respiré aliviada al ver que su dolor había
cesado, pero sus ojos derramaron varias lágrimas ensangrentadas. El dolor
que su creadora le había provocado fue tan inmenso que su cuerpo no paraba
de temblar, intentando recuperarse.
—¿Por qué? ¿Por qué os interesa tanto que yo abrace la oscuridad por
completo?
—Para qué preguntar cuando lo puedes ver con tus propios ojos —
respondió Lilith con expresión de molestia—. Limítate a cumplir tu función y
hacerlo ya. Se nos va el tiempo. Cómo tu intención sea distraernos, Nikola lo
va a lamentar.
La desesperación se disparó en mi interior al escuchar su advertencia. No
quería caer en el abismo pues la luz desaparecería y no existía una tercera
oportunidad; haber tenido ya una segunda había sido demasiado especial.
Pero Nikola… él se merecía que me arriesgara, no iba a tirar su vida por la
borda por mi propio miedo o egoísmo. Aun dudando de si tenía una doble
intención sobre mí, él me había protegido en todo momento. Y… yo no
estaba preparada para continuar sin su presencia.
Otro grito agonizante me sobresaltó, sacándome de mis ensoñaciones.
Nikola estaba retorciéndose de nuevo y la pupila de sus ojos había
consumido sus iris, otorgándole un aspecto demoniaco.
—Estás tardando mucho, querida —gruñó, sin despegar la vista de él.
—¡Lo haré! —chillé, sintiendo que mi corazón iba a salirse del pecho—.
Lo haré pero detén eso ya.
Inspiré profundamente al ver que accedía a mi súplica, pero el rostro de
Nikola había cambiado, pues tenía manchas grisáceas que le otorgaban un
aspecto pétreo, como si estuviera hecho de ceniza.
Un sentimiento de culpa me embriagó, pero el dulzor de la sangre de ese
hombre que habían escogido como sacrificio lo reducía. No podía
permitirme dudar más, aunque pensar que estaba a punto de cometer un
asesinato y convertirme en un monstruo por completo me aborrecía. Cientos
de lágrimas me hicieron desmoronarme, sentía la luz de Lux cada vez más
lejos de mí.
Limpié mi rostro como pude con las mangas de mi camiseta y me
aproximé lentamente hasta el hombre, cuyo olor a cada paso me
revolucionaba más. Mis colmillos no tardaron en aparecer en respuesta y mi
rostro adquirió esa expresión salvaje que tan poco me gustaba. Estaba tan
cerca de acabar con todo que un escalofrío no dudó en recorrer mi espina
dorsal, estremeciéndome.
«No lo hagas, Laurie, no te sacrifiques por mí» resonó una voz en mi
interior. «Lo más importante en este momento es salvaguardar tu luz. No
permitas que mi error destroce la existencia de toda la humanidad.
Quieren…»
Su advertencia fue detenida al escucharse de nuevo sus alaridos, mientras
una llamarada más fuerte que la anterior expandió una humareda aún mayor.
Era una tortura tan intensa que la sangre de Nikola descendía de sus ojos,
manchando toda su ropa y su cuerpo se tornaba cada vez más gris,
amenazando con desaparecer.
—Nada de juegos mentales. Los momentos pastelosos cargados de drama
insustancial me aburren —gruñó.
Tragué saliva al encontrarme a escasos centímetros del hombre. Ya podía
sentir las pulsaciones en su cuello, su corazón luchando por bombear la poca
sangre que le quedaba y su respiración cada vez era más débil. Si no me
apresuraba pronto moriría y con él lo haría también el Hijo Oscuro que más
me importaba.
Llevé mis manos hasta su cuerpo para sujetarle con firmeza, aspirando el
dulce aroma que emanaba. Miré de reojo a esos seres del infierno que me
controlaban y pude atisbar a Lilith dibujando una sonrisa de satisfacción.
Inspiré profundamente tratando de saborear los últimos segundos de
humanidad y cordura que me quedaban mientras mi Bestia rugía, ansiosa por
ser liberada. Entonces miré de soslayo a Nik y susurré unas palabras,
esperando que me escuchara.
«Ojalá me escuches y me puedas perdonar. No seguiré sin ti»
Con ese pensamiento hundí mis colmillos en su piel y la sangre dulce y
apacible del pobre humano se adentró en mi garganta, deleitándome. Era un
éxtasis explosivo mucho más intenso de todo lo que había experimentado
hasta el momento.
Mis dedos se aferraron con mayor firmeza a su piel, rasguñándolo. Mis
colmillos cada vez se adentraban más, desgarrándolo hasta tal punto que su
líquido carmesí salió a borbotones. Mi raciocinio se desconectó, dejando
que mi Bestia, complacida, ocupara el lugar. Lo único que sentía en ese
momento era un infinito placer que drenaba cada vena de mi interior,
dinamitándome. No había espacio para problemas, remordimientos, culpas y
miedos; La oscuridad me abrazó y yo le di la bienvenida.
Cada sorbo me elevaba a un plano superior. Su sangre se adentraba en mi
mente, llenándome con sus pensamientos, sus vivencias y sus temores. Era
tal subidón el que sentía que me resultaba imposible dejarle escapar. Estaba
sedienta.
Mis garras lo soltaron en el momento que su cuerpo se vació, dejándome
incompleta y frustrada. Cuando escuché que todo el peso caía en el suelo a
plomo con una expresión de infinita angustia no pude hacer otra cosa más
que sonreír y relamer el rastro de sangre que había quedado impregnado en
mis labios, deseando poder beber más.
Me había alimentado de un hombre hasta matarlo, completamente
desangrado, pero no me importó. Mi condena había empezado y no había
lugar para la salvación, pues me alma se había tornado negra.
Capítulo XXXVI * Fuego

Al parpadear y mirar de nuevo el escenario de la sombría capilla, todo


mi alrededor se iluminó. Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y
las siluetas de todos los Hijos Oscuros me rodeaban, mirándome con
distintas expresiones que variaban desde la sorpresa a la complicidad.
Tragué saliva al darme de bruces contra la expresión de deseo de Atary,
mostrando una amplia sonrisa de orgullo y satisfacción. Por primera vez mis
piernas no habían temblado, mantuve el mentón elevado sonriéndole de
vuelta. Estaba tan ensimismada en el deleite que me había producido beber
sangre humana que mi mente no podía pensar en nada más.
Estábamos todos atrapados, podía sentirlo. Lilith miraba a cada uno con
calma, como si no tuviera prisa en dar su siguiente paso. Incluso Nikola, que
seguía inmóvil contra la pared con una expresión indescifrable, alentado por
el agotamiento.
Me fascinaba sentir cómo la oscuridad se había adentrado en mi ser y mis
destrezas se habían potenciado, considerándome un ser superior. Ya estaba,
ya daba igual todo, pues no tendría una tercera oportunidad. Pero me sentía
satisfecha por haber podido salvarlo.
—Soy… ¿soy una vampiresa por completo? —pregunté mirando a la
madre de todos los demonios.
—Sí, pero falta algo más. Eso solo era el comienzo.
Abrí la boca para preguntar de nuevo, pero no me dio tiempo a verbalizar
nada. A duras penas alcancé a vislumbrar la configuración descansando en
una esquina, junto a Ira y a Morgana atada de pies y manos. Fue entonces
cuando Lilith terminó frente a mí y murmuró unas palabras que hicieron
elevar mi cuerpo hasta dar de bruces mi espalda contra la pared y me ató
con unas cadenas invisibles que no me permitieron hacer un solo
movimiento.
Miré a Atary esperando que me ayudara, pues era el único que no estaba
retenido gracias a la magia de su madre. Pero no se movió. En su lugar, sus
labios se movieron articulando un lo siento, pequeña. Y tiró de la comisura
de sus labios en señal de rendición. Es lo mejor para los dos.
Si no fuera porque mi alma era tan negra como el color de su pelo, me
hubiera rebelado e intentado luchar contra él y contra su madre, pero lo
acepté. Era como si mi Bestia aceptara mi nueva condición y estuviera
deseosa de ser más y más fuerte.
Lilith continuaba a mi lado sin mediar palabra y, en el momento que su
rostro dibujó su sonrisa más pérfida, supe lo que iba a suceder. Estaba a
punto de convertirme en una de ellos. Iba a convertirme en una Hija Oscura
más. ¿Era eso posible?
Mis piernas no flaquearon, mantuve mi mentón elevado mirándola en
señal de desafío y el dije que pendía en mi cuello ardió en respuesta.
Aquello que mi padre había guardado con tanto ahínco para protegerme
estaba haciéndome arder como si estuviera en el infierno, llegando a quemar
lo poco que me quedaba de alma.
Sus garras se hundieron sobre mi piel al mismo tiempo que abrió su boca.
Mis ojos atraparon la oscuridad que habitaba en su interior, haciéndome
estremecer; podía ver su identidad demoníaca.
Sin saber cómo, mis labios se abrieron en respuesta mientras mis pupilas
quedaban fijas en los suyos, que eran rojos. Entonces sentí parte de su
oscuridad adentrarse por mi garganta, haciendo tambalear todo mi sistema.
Ardía. Dolía tanto como si estuvieran rompiendo cada uno de mis huesos.
Todo el odio, resentimiento, deseo de venganza, avaricia, ira… todos los
sentimientos negativos que sentía se adherían en mi interior transformándome
en otra persona. No pude evitar lanzar un grito ensordecedor al sentir otra
oleada cargada de fiereza y ella aprovechó para clavar sus colmillos en mi
piel, desgarrándome.
Mi consciencia se debilitó en el momento que su alma tocó mi corazón y
la gruesa capa de oscuridad rodeó mis pulmones, asfixiándolos. Lo último
que sentí fue cómo la escasa luz que vibraba por el brazo que tenía tintado se
apagaba, abandonándome.
Al despertar todo había cambiado. El poder que había adquirido era mil
veces superior a todo lo que había sentido anteriormente y la sed de sangre
se entremezclaba con el deseo de venganza y libertad.
El ruido metálico que hizo el dije al caer al suelo captó mi atención, pero
lo ignoré al momento. En cambio, mis pupilas se movieron en busca de
Atary, que desvelaba una expresión de preocupación entremezclada con el
deseo de observar a alguien renacer cargado de fuerza.
—¿Qué quieres ahora? —pregunté a Lilith, saboreando mi nueva
condición.
Como siempre, la madre de la oscuridad y la desesperación me ignoró,
dándome la espalda para dirigirse hacia sus hijos, los que ahora se habían
convertido en mis hermanos de alma y sangre.
Con toda la tranquilidad del mundo, extrajo un poco de sangre de cada
uno gracias a un cuchillo que llevaba y preguntó a Erzsébet la hora,
pendiente de si estaba a tiempo para el hito nocturno que estaba cerca de
acontecer. Cada gota que atrapaba la almacenaba en la misma copa plateada
con piedras preciosas de la vez anterior. Los rostros de Lenci, Vlad y Nikola
se mostraban intranquilos mientras Atary, Ira y Erzsébet estaban expectantes
por más.
Entonces volvió hasta mí para hacer lo mismo y derramó el líquido sobre
mi dije, creando un objeto grotesco. Lilith sonrió.
—Abre la configuración, Laurie —expresó con un deje de satisfacción—.
Haz los honores.
Mi cuerpo no vaciló. A pesar de que algo en mi interior murmuraba que
iba a ser peligroso y no iba a haber marcha atrás, fui incapaz de impedirlo.
Al sentir que las cadenas mágicas se rompían me incliné para sostener el
dije entre mis manos y su textura metálica empezó a quemar mi piel, pero no
me importó.
Podía haber acabado con Lilith en ese momento. Saber que tenía el arma
que podía usar contra ella tenía que haberme impulsado a ser valiente, pero
no pude. Mi mente estaba siendo manejada por ella, podía notarlo. Incluso
sería capaz de arrodillarme ante ella y pedir clemencia si me lo pidiera.
Ahora entendía la unión de sus hijos con ella, iba más allá de algo racional,
era un vínculo sobrenatural. Un auténtico manejo de su control. Yo no podía
hacer nada.

Me apresuré en acercarme hasta la configuración y deslicé el dije por la


cerradura, apreciando cómo los engranajes mágicos que la sellaban se
abrían. Una explosión negruzca me hizo retroceder, tapando mi rostro con
las manos y los murmullos de Lilith junto a Morgana se hicieron eco en el
espacio, envolviéndonos bajo su magia ancestral.

De reojo aprecié como otra bruja de aspecto encorvado, joroba y un ojo


de cristal hacía lo mismo. Las tres hechiceras estaban concentradas en
repetir una y otra vez ese mantra sagrado que hacía ampliar el humo negro
que nos rodeaba, con un hediondo olor a incienso que se filtraba por mi
cuerpo al respirar.
Mis ojos estaban fijos en esa poderosa y pequeña cajita punteada que no
paraba de soltar oscuridad. De reojo podía apreciar cómo Vlad se movía
hasta Nikola para hacerle volver en sí y Lenci se apresuraba en quitarle las
ataduras físicas a su hermana.
Todo fue tan rápido que no me percaté de que Atary se había movido para
empujar a Lenci y los ojos grises de Nikola habían vuelto a la normalidad, al
tiempo que un fogonazo de oscuridad hizo temblar el suelo de la capilla,
formando unas extensas grietas que me hicieron moverme unos pasos para no
hundirme bajo tierra.
La humareda se hizo tan intensa que por un instante fui incapaz de ver
nada, por eso me sobresalté al discernir un chispazo en un lateral y una
silueta corpulenta chocó contra mí, dirigiendo nuestros cuerpos hasta una
pared cercana. Fue tal el impacto que lo último que escuché fue un alarido de
dolor antes de perder el conocimiento.

Cuando me desperté, contemplé el lugar donde me encontraba. Parecía un


bunker acorazado debido a las paredes metálicas y la ausencia de muebles.
Frente a mí se encontraban Nikola y Ryuk, ambos me miraban con una
mezcla de curiosidad y preocupación, protegidos por un grueso cristal que
nos separaba. Lo aporreé esperando derribarlo, me asfixiaba sentirme
encerrada tras cuatro paredes, como un monstruo de verdad.
—¡Qué mierda hacéis! ¡Soltarme! —chillé dando puñetazos a diestro y
siniestro.
—Es una medida cautelar, vampirita. No quiero que me vacíes —
respondió Ryuk en un intento de sonrisa.
—¡No tiene gracia! ¡Nik! ¡Nik!
Grité. Grité tanto que mi voz rebotó en el pequeño espacio, martilleando
mis oídos. Mis sentidos se habían multiplicado al igual que mi fuerza, me
costaba controlar mis nuevas habilidades. Todo se había potenciado, podía
sentir cómo mis venas se estrechaban rogándome sangre y la presencia de
Lilith me parecía cercana, como si su sombra me acechara desde algún
oscuro rincón.
Los pensamientos racionales quedaron relegados en un segundo plano. Mi
Bestia se había apoderado de mi cuerpo y lo único en lo que ponía atención
era en escapar de ahí para saciar la sed de nuevo. Anhelaba volver a
saborear ese dulce elixir, una explosión de sensaciones que me embriagaba.
El frío me consumía. De tanta intensidad eran los estímulos a mi
alrededor que mis labios tiritaban y mis ojos se oscurecían, al igual que mi
alma. Di más golpes, por todos lados. No paré ni aunque los nudillos se
comenzaron a tornar rojizos, no me importó. Lo único que quería hacer era
cumplir mi objetivo.
—Será mejor que me vaya para recuperarme. Estoy agotado —dijo de
repente Ryuk, mostrando unas profundas ojeras a las que no había puesto
atención.
Abrí la boca para responder, pero mi oscuridad se apoderó de mis
reflejos y de mis encías salieron unos afilados colmillos, en señal de ataque.
Mi cuerpo se abalanzó hacia él, golpeando el cristal, y el sonido de una
fisura acentuó la percepción de mi oído, dándome valentía para continuar
rompiéndolo, esperando poder atacarle.
—Vete ya, Ryuk —siseó Nikola sin despegar sus ojos de mí.
De soslayo analicé su rostro. Su mirada estaba apagada, sin un ápice de
expresión. Se le veía cansado, casi derrotado y sus labios descendían en
señal de rendición. Nikola estaba… decepcionado, pero no me importó. Lo
único que quería era salir de ahí, acabar con todo de una vez, igual que ellos
habían hecho conmigo.
Ni siquiera me di cuenta de que la figura de Ryuk se había desvanecido,
hasta que Nikola se encerró en la jaula en la que estaba y me empujó contra
el cristal, provocando que mi cuerpo rebotara.
—¿¡Se puede saber en qué pensabas!? ¡Se ha ido todo a la mierda,
Laurie! ¡Todo! —bramó, clavándome una mirada cargada de odio.
Me solté de un manotazo para acto seguido sujetarle por la camiseta y
estamparlo contra otra esquina del cristal, vibrando por el impacto. Mi
rostro se oscureció, dejando salir mi esencia vampírica en todo su esplendor
y arañé su cuello con mis uñas, provocando que su cuerpo se estremeciera.
—No iba a permitir que murieras, Nikola —gruñí, haciendo mayor
presión bajo su piel.
El sonido ronco que brotó de su interior me provocó un escalofrío,
despistándome, y terminé siendo golpeada contra el suelo, con su cuerpo
encima del mío para bloquearme, sosteniendo mis muñecas en un fuerte
agarre.
—Y por culpa de eso estamos muertos los dos.
—¿Tan malo es para ti? ¿Me aborreces? —escupí, sosteniéndole la
mirada—. Estaba escrito que fuera así. Mi nacimiento estaba marcado. ¡Pero
no tu muerte! ¿Así me lo agradeces?
—Aborrezco que hayas tirado tu vida por la borda, era… demasiado
valiosa, joder.
—¿Valiosa para qué? —gruñí mientras me revolvía para intentar patearle.
—¡Para todo! —gritó y su pecho se agitó, aumentando su fuerza sobre mi
piel—. Tenías que vivir… Tenías… Le debía otra oportunidad.
Entonces mi mente ató cabos. Como si fuera una película, relacioné todo
lo que había visto y lo tuve claro. Lo que Annie me había dicho, Nikola
viendo el libro, el dije de su esposa… él siempre lo había tenido claro.
Quería revivir a su difunta esposa.
—¿Me has… usado? ¿Querías revivir a Amélia?—susurré, notando que
la sangre me hervía por el resentimiento.
—No te usé en ningún momento. Solo… Hubo un tiempo, cuando eras
humana, que pensé en recuperarla. Mi mente no paraba de imaginar la
posibilidad de volver a tenerla a mi lado. Y cuando te conocí… Cuando vi
que tenías el dije ese pensamiento me atormentó. —Se sinceró—. Veía a ella
en ti. Su inocencia, su locura, su tenacidad; y te aborrecí por ello. La envidia
me corroía porque tú respirabas y ella no. El simple hecho de pensar que
podías ser descendiente nuestro me enloqueció. Tener la posibilidad de usar
tu sangre para traerla a la vida… Me daba igual el coste del sacrificio. Solo
pensaba en… ella.
Me soltó las muñecas mientras su mirada se mantenía perdida y su rostro
se marchitaba, como una flor que perdía el tono azulado que le otorgaba
belleza. Toda la oscuridad que había guardado durante siglos la había
soltado como si fuera una explosión y sus ojos, por primera vez en tanto
tiempo, brillaron como una estrella en el firmamento. Poder ver a Nikola
vulnerable y frágil me hizo parpadear, bajando mi guardia y estabilidad.
¿Por qué me preocupaba verle así? ¿Por qué no terminaba con todos de una
vez?
—¿Y por qué no lo hiciste?
—Porque no te lo merecías, y te odié por ello. —Se sinceró de nuevo—.
Después me di cuenta de que eras hija de Vlad y…
—¿Y?
—Joder, supongo que ya da igual —bufó—. Despertaste sentimientos en
mí. No sé si es por la mierda de mi esencia, pero no puedo luchar contra ello
más. Ya no. Rocío tenía razón —suspiró—. Eres mi talón de Aquiles, Laurie,
y eso me desarma. No me gusta tener una debilidad, porque es la diana
perfecta para que un enemigo nos destruya. Y tener sentimientos me asusta.
Me asusta porque significa aceptar que mi esposa ya no está. La he perdido
para siempre y todo por mi culpa.
—¿Por qué da igual? —pregunté tragando saliva de forma inconsciente al
ver como se aproximaba de nuevo hasta mí. Era demasiada información para
asimilar y su acercamiento me estaba generando una explosión en mi interior,
alterando mi sistema.
—Porque ya es tarde, y los dos estamos condenados a arder en el
infierno.
—Ardamos juntos —susurré, atrayéndolo más hacia mí al tirar de su
camiseta—. No tengo ningún miedo, y tú tampoco.
Entonces sus labios se estamparon contra los míos y nuestro alrededor
ardió, reduciendo todo a cenizas. Los saboreé como si fuera el último
instante. Sus manos se aferraron a mi cintura con firmeza, atrayéndome a su
cuerpo, mientras mis sentidos se disparaban a mil. Tan alta era la carga que
estaba experimentando que me sentía aturdida, como si bebiera de él.
Miré sus ojos grisáceos al alejarme para tomar aliento, sus pupilas se
dilataron contemplando mi rostro mientras relamía su labio inferior. No
quise demorarme más y me abalancé de nuevo hacia él, tirando de su
camiseta para hacerla jirones. Nikola se removió y me golpeó contra el
cristal, mientras que la fiereza de sus besos aumentaba, dejando entrever sus
colmillos acariciando mi piel.
Su lengua me hizo estremecer al deslizarse por mi clavícula, dejando un
reguero de humedad. Nunca había sentido tanta ansia como en ese momento,
una de mis manos arañaba su cuerpo mientras la otra se enredaba en su pelo,
tirando de él para que ejerciera mayor presión.
La lujuria me encendió. Sentir el tacto de su piel descubriendo la mía me
otorgaba un placer infinito. Sus movimientos se coordinaban con los míos
sin necesidad de mediar palabra, como si hubiéramos nacido el uno para el
otro. Busqué de nuevo sus labios para dejarle un breve mordisco y descendí
hasta la parte inferior de su cuello, moviendo mi lengua en círculos antes de
clavar mis colmillos para perforar su piel.
Unas gotas de sangre se posaron en mi boca, haciéndome salivar, pero
Nikola me apartó para empujarme de nuevo contra el cristal y acto seguido
terminamos tirados en el suelo, con mi camiseta volando hacia un lateral.
Sus manos volvieron se enredaron en mi cabello, tirando ligeramente
para que le mirara a los ojos durante unos instantes. Su pecho vibraba
emocionado, subía y bajaba en un ritmo acelerado, igual que el mío.
Nuestras mejillas estaban sonrojadas y sentía mis labios hinchados debido al
embiste de sus besos, como si fuera un oasis en mitad de un desierto.
Necesitábamos más el uno del otro.
—¿Estás preparada?
Tragué saliva antes de asentir con la cabeza y mi vello se erizó al sentir
sus manos tirando de mis pantalones para quitarlos de un solo movimiento.
Me sentí expuesta ante él, pero no me importó. En ese momento no sentía
vergüenza, miedo ni pudor. El deseo recorría cada poro de mi cuerpo
generándome un escalofrío que me recorrió de arriba abajo.
Ataqué de nuevo sus labios mientras sus manos jugueteaban con mi
sujetador, que no tardó en romper sin contemplaciones. Entonces me levantó
del suelo y se arrodilló, observándome con una sonrisa de satisfacción. El
simple hecho de verle en esa posición, rendido ante mí, generó una
explosión en mi interior que me resultó deliciosa.
Mis bragas no tardaron en seguir el mismo camino que el resto de mi
ropa y con un solo gesto me separó las piernas para abrirse paso. Sus labios
siguieron un camino húmedo que me fue adelantando lo que estaba a punto de
sentir, pero es imposible transmitir con exactitud la realidad.
Su lengua trazó un laberinto por mi zona más sensible, torturándome de
forma lenta. Sus manos se aferraban a mi piel, impidiéndome retorcerme
como una serpiente y mis piernas temblaban como si fuera de gelatina,
expectantes por recibir más de él. A cada poco me miraba, sus ojos
traspasaban la ausencia de mi alma con su feroz intensidad. Se veía
realmente sexi en esa posición.
Un escalofrío placentero me hizo cerrar los ojos y apremiarle aferrando
mis dedos entre su pelo oscuro, deseosa de más. Entonces se incorporó y nos
fundimos en otro apasionado beso, mientras mis manos autómatas se
encargaban de quitarle la ropa que le quedaba para incrementar su deseo.
Los gruñidos que salieron de su garganta al sentir mi lengua por su parte
más íntima me provocaron una sonrisa, me sentía una reina. La jodida diosa
del mal. Aumenté mi ritmo mientras con una de mis manos le provocaba,
ejerciendo fricción. Nikola tenía la mirada perdida y su miembro se
endurecía cada vez más, anticipándose a nuestro perverso juego salvaje.
Me sentía poderosa y letal. Tanto que, cuando mis oídos estaban
embelesados por la bella melodía que salía de sus labios, fui capaz de
alejarme y atacar su boca antes de lanzarle al suelo y acabar encima suyo en
un simple parpadeo, introduciendo su dureza en mi interior mientras ambos
soltábamos un ronco jadeo.
Mis caderas se movían en un compás rápido mientras mis manos
acariciaban su torso con descontrol. Nuestros gemidos resonaban en el
pequeño espacio, generando un delicioso eso que rebotaba en nuestros oídos
como si estuviéramos en un universo aparte.
Nikola se retorció para recuperar el control, pero solo le permití
quedarse sentado para que su embiste fuera aún más profundo. Sujeté sus
muñecas con mis manos mientras mis labios atacaban su cuello de nuevo,
deseando saciarse.
Eran sensaciones tan fuertes que podía sentir su miembro deslizarse entre
mi humedad con exactitud mientras su mirada me traspasaba como una
pantera hambrienta. El sudor de nuestros cuerpos nos envolvió y sus
movimientos se aceleraron, llevándome al séptimo cielo.
Era capaz de saborear el orgasmo que comenzaba a despertar en mi
interior, amenazando con explotar por todo mi cuerpo. Aferré mis manos a su
cuello mientras enterraba también mis labios en él, perforando con
entusiasmo su piel. La sangre brotó con fuerza y succioné gustosa la calidez
que desprendía, sabía diferente. Entonces un gemido varonil vibró cercano y
comprobé que su agarre se había incrementado.
Estaba tan embebida en la sensación de concederle placer de ambas
formas que me sorprendí al ver que Nikola me movía hasta quedar atrapada
entre su cuerpo, que me apresaba con inesperada delicadeza. Sus labios
atacaron uno de mis pechos mientras continuaba con la danza que habíamos
creado entre los dos, pero no se detuvo mucho pues no tardó en devorar el
otro, deseoso por terminar cerca de mi clavícula.
Sus colmillos jugaron con mi piel, formando una delgada línea carmesí
que le instaba a ser más duro, más primitivo. Tiré de su cabello con ansia,
animándole a probar mi sangre y él respondió con una sonrisa malvada que
me hizo estremecer.
Su succión fue tan fuerte que un orgasmo mayor vibró por todo mi cuerpo,
haciéndome arder. La sensación de tenerle bebiendo de mí era tan poderosa
que sentía que nuestras mentes comenzaban a conectarse al mismo nivel que
nuestros cuerpos. Sus embestidas se incrementaron al escuchar mis gemidos
de éxtasis resonando de fondo, y mis piernas se aferraron aún más a su
cintura, esperando que fuera posible acoplarse a su cuerpo todo lo posible,
fundiéndome en él.
El orgasmo fue tan intenso que ambos perdimos el conocimiento a la vez
durante unos instantes, nuestros cuerpos flotaban en un plano superior. Al
abrir los ojos permití que mi fuerza se desplomara contra él y Nikola me
abrazó, recogiendo los pedazos de sensatez que conservaba. Había sido una
experiencia tan diferente que la electricidad todavía fluía por las venas de
mi cuerpo.
—¿Estás bien? —preguntó antes de carraspear, asimilando la realidad.
—Sí… creo —sonreí—. Ha sido diferente.
—Sí —asintió antes de incorporarse y mirar hacia el suelo.
—¿Tú estás bien?
—No sé, yo…
El sonido desagradable que hice al soltar la sangre que había ingerido de
Nikola al suelo nos sobresaltó a ambos. Mi abdomen se tensó por el gesto y
un sudor frío recorrió mi frente al devolver de nuevo, eliminando de mi
mente el placer que me había envuelto minutos antes.
Aprecié sus labios murmurando mi nombre, pero no hizo falta decirle
nada. Apareció a mi lado con rapidez para analizar mi rostro y contemplar
que este se había apagado. No tuve que mirarle a la cara para saber que era
extraño que hubiera vomitado su sangre, como cuando estaba en transición.
—Nik…
Me hizo callar con un gesto antes de recorrer mi brazo con la yema de sus
dedos, deteniéndose donde antes tenía el tatuaje. Entonces acercó mi brazo
para analizarlo mejor y resopló al ver algo que le hizo apartarme.
—Joder —gruñó.
—¿Qué pasa? —pregunté, mirándole asustada. El miedo se había
apoderado de mi mente.
Un sonido cercano nos hizo girarnos y me abalancé a por mi ropa al
atisbar la figura despreocupada de Ryuk entrar en casa. Había logrado
ponerme lo esencial cuando escuché sus quejas resonando en mi oído.
—No se os puede dejar solos, eh. Esto apesta a sexo y sangre.
Nikola le ignoró y salió de la jaula acristalada ya vestido, sin darme
tiempo a seguirle detrás. Aporré el cristal que nos separaba frustrada y le
mostré mis colmillos en señal de amenaza.
—Es por precaución, Laurie. Acababas de convertirte y puedes atacarle.
—Y no quisiera pasar por eso de nuevo, es un puto engorro —protestó
Ryuk.
Entonces sus ojos se posaron en el rostro indescifrable de Nikola y
pareció darse cuenta de que algo iba mal, como siempre.
—¿Qué ha pasado?
—Ella —respondió Nik señalándome—. Sigue teniéndolo.
—¿El tatuaje? —exclamó él alzando las cejas—. No me jodas, lo he
conseguido.
—¿Cómo que lo has conseguido? Es casi imperceptible, pero lo tiene.
Vomitó al poco de ingerir mi sangre y tampoco fue tanta.
—Joder, entonces los espíritus tenían razón…—murmuró Ryuk
revolviendo su rizado cabello—, hay que mantenerla controlada.
—Y tanto que sí. ¡No tiene sentido! No puede ser de ambos lados a la
vez. La va a destruir. ¿Qué le has hecho? —se quejó Nik con un sonido
ahogado.
Observé a uno y a otro sin entender nada. Me sentía débil y aturdida,
como si los sentidos hubieran decidido embotellarse en mi mente y
presionaran mi frente, haciéndome ver borroso. Me dejé caer en una esquina
de la jaula sin ánimos de tirar el cristal abajo y cerré los ojos con fuerza
para inhalar una bocanada de aire y después soltarla, esperando
recuperarme.
—¿Qué pasó cuando perdí el conocimiento? ¿A dónde se fueron todos?
—alcancé a preguntar.
Durante unos segundos se hizo un silencio inquietante que erizó cada
vello de mi piel. Aguardé impaciente, esperando escuchar algo bueno, pero
mi corazón se detuvo al escuchar la voz grave de Nikola.
—Liberaste a Lucifer, Laurie —respondió en tono pausado, casi
escalofriante—. Lilith quiso matarte, pero… Vlad se interpuso.
—¿Qué?
Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta al recibir ese golpe de
información. Mi mente iba a mil por hora tratando de recordar cada momento
que había vivido allí atrapada, pero tenía lagunas severas que me impedían
pensar con claridad.
—Es un jodido desastre, vampirita —añadió Ryuk—. Te advertí que no
iba a ser buena idea.
—Vlad está…
—Muerto, sí —suspiró el druida—. Pero tristemente eso es lo de menos,
lo importante es que es el jodido Lucifer ha vuelto a la vida y que tú sigues
teniendo un ápice del tatuaje de Lux, aun habiéndola cagado. Tenemos que
ser rápidos o el mal se expandirá a una velocidad que no podremos
controlar. No podemos dejar que lleguen a nuestro dios o será el fin de
nuestra existencia.
Los pensamientos de Nikola se aturullaban en mi mente, taladrando mi
cabeza. Eran como ruidos ininteligibles que golpeaban las paredes de mi
interior, pero estaban ahí, esperando ser escuchados. Estaba claro que
nuestro vínculo se había potenciado.
Él también se dio cuenta, pues sus ojos se posaron sobre los míos con
gesto asustado. Parecía que la conexión había roto sus esquemas,
desestabilizándolo.
—Lux no… ¿no me odia? —murmuré sin entender nada. Después de la
muerte de Rocío y Ana lo único que me faltaba era tener que asimilar una
muerte más. Todo había sido por mi culpa.
—No lo sabemos —reconoció Ryuk—. Es imposible averiguar las
intenciones que tiene contigo, pero deben de ser importantes. Tanto como
para haberme dejado protegerte.
—¿Y el sacrificio? Tienes mucho que explicarme —preguntó Nikola de
repente, clavando su mirada en él.
—Yo qué sé, tío —se encogió de hombros—. De eso se encargaba Morg,
pero… nos han dado por todos los lados.
Analicé la expresión melancólica de sus rostros y mi cuerpo se contrajo
en respuesta, ¿también había muerto?
—¿Qué ha pasado mientras perdí el conocimiento? —resoplé mientras
sentía mi garganta estrecharse.
—Fue todo un jodido caos. Lilith iba a escapar y Morgana quiso
detenerla, pero la otra bruja fue más rápida y la atacó, entonces
desaparecieron con la configuración abierta —relató—. Nikola fue a por ti
para evitar que te hicieran más daño y tuvo que enfrentarse a Atary. Él… —
tragó saliva y mordió su labio inferior antes de soltarlo para decir—: Quiso
llevarte con él.
Miré a Nikola atónita, intentando asimilar todo lo que me estaban
contando. No estaba dispuesta a acabar atrapada entre cuatro paredes hasta
que su madre decidiera acabar conmigo de una vez por todas.
—Siempre fui un objetivo para él —murmuré para mis adentros, pero el
suspiro cansado de Nikola me lo confirmó.
—Lo siento, vampirita —añadió Ryuk con un intento de sonrisa afable—.
La dependencia emocional es una putada para un humano, no quisiera
imaginarme para un vampyr.
—Pagarán todos por esto, lo juro —respondí cerrando las manos en un
puño—. Juro que aunque sea lo último que haga caerán todos, me da igual lo
que me cueste.
Miré a Nikola y atrapé los detalles de su rostro para retenerlos en mi
interior. En ese momento solo estábamos él y yo, y haría todo lo posible por
permanecer a su lado y protegerlo de cualquiera que quisiera enfrentarnos;
pues era el único en quien podía permitirme el lujo de confiar.
No estaba dispuesta a sufrir una vez más.
Capítulo XXXVII * Cambio de rumbo

Contemplé el difuso paisaje que se encontraba a mi alrededor. Intuía


dónde podía estar, pero no estaba segura, era como si mis ojos se hubieran
empañado y una enorme mancha me impidiera ver con claridad.
Mis movimientos eran lentos e imprecisos, como si mi cuerpo estuviera
bajo el dominio del alcohol. Llevé una de mis manos hasta la frente para
masajearla mientras exhalaba una bocanada de aire. Tenía que
tranquilizarme.
Mis oídos captaron el sonido de un disparo lejano, como si pasara por mi
lado. Aunque sentía mi cuerpo pesado, tuve la necesidad de moverme para
proteger a algo o a alguien, por desgracia un quejido de dolor provocó que
mis sentidos se estremecieran y mi corazón se encogió en un profundo
malestar.
El sueño se repetía una y otra vez. Había vivido la escena durante tantas
ocasiones que me sabía cada momento de memoria. Al abrir los ojos
contemplé, de nuevo, ese rostro difuso y oscuro que mostraba un semblante
lleno de dolor. Mis músculos se tensaron al instante al intuir que era una
herida bastante profunda, pero no tanto como la herida que sabía que iba a
causarle.
Juntos atravesamos el bosque esquivando los distintos árboles que nos
rodeaban, esperando dejar atrás a los cazadores. Mientras lo hacíamos mi
cuerpo se iba tornando cada vez más débil, dificultándome la huida. Pero la
pregunta de siempre asoló en mi mente, ¿a quién estaba protegiendo? ¿Era
Atary? ¿O Nikola? ¿Qué podía más?
Masajeé mi sien al despertarme con el corazón acelerado, disparando
mis pulsaciones. Volver a tener ese sueño me inquietaba sobremanera, aún
más con mi nueva condición. Desde mi nueva cama, preparada por Ryuk,
podía escuchar sus pasos sigilosos junto a la voz masculina y ronca de mi
acompañante, pero la sed de sangre me impidió prestar atención y los ruidos
se entremezclaron con mis ansias por alimentarme.
Mi mente solo podía pensar en volver a saborear ese líquido carmesí que
proporcionaba un éxtasis al deslizarse por mi garganta. Era extraño, pues
mis recuerdos volvían, recordándome que había bebido de un hombre hasta
dejarlo completamente vaciado, muerto; pero no sentía remordimientos, solo
un infinito placer.
Sangre.
Tragué saliva, sintiendo mi garganta seca. Mis ojos buscaban una salida
secreta por la jaula de cristal para no tener que enfrentarme a ellos, puesto
que sabía que me impedirían el paso para no cumplir mi objetivo. Pero a mi
lado egoísta no le importaba apartarles, haría lo que fuera con tal de hundir
mis colmillos en la tersa piel de una nueva víctima. Necesitaba volver a
sentirme fuerte y poderosa, no una completa mierda como en ese momento.
Me vestí con rapidez tratando de ignorar los pinchazos que sentía en el
abdomen, alertándome de que algo no iba bien. En el fondo intuía que la
ansiedad me estaba carcomiendo por dentro. Entonces deslicé mis uñas por
el grueso cristal, esperando rayarlo para poder formar un círculo.
Un ruido me hizo levantar la vista, enfrentándome a la mirada seria de
Nikola, que me escrudiñaba con el entrecejo fruncido, cruzado de brazos.
—¿Qué te piensas que haces?
—¿Hace falta que responda a una pregunta tan estúpida? —gruñí—. Me
tienes encerrada como si fuera un animal salvaje.
—Eres una vampiresa con todas las letras, Laurie. Eres un animal
salvaje.
Mordí mi labio inferior, vacilando qué responderle. Si le suplicaba que
me dejara salir para alimentarme estaba segura que haría todo lo contrario.
Incluso bajo mi nueva condición de inmortal, Nikola estaba empeñado en
intentar protegerme, incluso de mí misma.
—¿Y vas a retenerme así para toda la eternidad? ¿Ese es tu plan? —
protesté golpeando el cristal—. Porque déjame decirte que es una mierda de
plan.
—Estás mucho mejor aquí que fuera, créeme —resopló—. La situación
va a empeorar mucho más de lo que ya se ha hecho.
—¿Por Lucifer?
—Sí. En cuanto crezca y asimile todo su poder, el apocalipsis iniciará y
no tardará en doblegarnos a todos los vampiros ante él. Querrá explotar
nuestra condición, torturar a los humanos, usarnos a su antojo, servirle a él y
a Lilith, seguramente a sus esbirros también y al final… tratará de luchar
contra Lux por el trono. Siempre lo ha deseado —me informó en tono
sepulcral, helando mis terminaciones.
—Con mayor motivo tengo que salir de aquí. Quiero ayudar.
—Ya lo has hecho bastante. No es necesaria más ayuda.
Clavé mi mayor mirada de odio sobre él, deseando que sirviera de algo.
No había estado tanto tiempo entrenando con él para terminar encerrada
como si fuera un pájaro. Y aunque todo en general me importara una mierda,
había una persona que no. Angie. Necesitaba asegurarme de que estaba bien,
que la única amiga que me quedaba seguía sana y salva.
—Sácame de aquí, Nikola. No soy tu prisionera.
—Lo primero que harás es ir en busca de alguna presa para poder
hincarle el diente. No puedo permitirlo —respondió desde el otro lado del
cristal, colocándose de cuclillas—. No porque yo viví lo mismo y sé lo que
sientes.
—He tenido el mismo sueño que cuando estaba en transición —dije de
repente, captando su atención—. Y me siento débil, me duele el estómago.
Los ojos grises de Nikola tantearon la situación, mirándome a mí y al
cristal respectivamente. El sonido que hicieron sus dientes al chirriar,
moviendo la mandíbula, tensó mi cuerpo, expectante por cada gesto. ¿Acaso
iba algo mal en mí?
—¿Nik? Por favor…
—Eso no está bien —murmuró—. No deberías sentir dolor ni soñar. No
ahora.
—Con más motivo para sacarme de aquí. Tenemos que averiguar qué
sucede —suspiré—. Que el sacrificio de Vlad haya servido para algo. ¿Por
qué lo hizo?
—No lo sé. Supongo que era consciente de tu valor en esta guerra.
—¿Es que solo me veis como arma? ¿Cómo un peón al que mover en una
casilla u otra según vuestro interés? Porque me siento usada, privada de
libertad.
—Te veo como a una humana confusa a la que le han arrebatado todo
aprovechándose de su inocencia. Eres una chica insegura que se deja
dominar a cambio de seguridad y protección, y eso se ha convertido en tu
punto débil. Todos saben lo que deben decir y hacer para tenerte en su poder,
y mi deber es impedirlo —respondió—. Mi objetivo es sacarte de todo este
problema, llevarte lejos de aquí y que hagas tu propia vida, como humana o
vampiresa. Ya… da igual.
—¿Aún piensas que tengo oportunidad de volver a la vida?
—No hemos agotado todas nuestras opciones. Si encontramos a Atary a
tiempo…. quizás… Quizás haya salvación. Que en tu brazo perdure la huella
de Lux significa que, por algún motivo, aún tienen fe en ti. Todavía tengo una
conversación pendiente con el elfo.
—Yo no quería convertirme ni ceder ante Lilith. Si lo hice fue porque
estabas en peligro. Yo… Me negaba a perderte, Nik. Ya he perdido a mucha
gente en poco tiempo —musité bajando la cabeza—. Y sé que las cosas me
salen mal, que da igual lo que haga porque siempre la lío, pero es con buena
intención. No quiero mantenerme al margen mientras veo como todos vais
muriendo de a poco. Si caéis yo quiero caer también.
Solté una bocanada de aire al pronunciar esas palabras. Los sentimientos
negativos se potenciaban en mi cuerpo, explotando como si fueran bombas
sobre mi corazón. Lo que más me pesaba era el sentimiento de vergüenza, de
humillación por sentir que, incluso siendo una vampiresa con todas las
letras, no servía para nada. Esa sensación de inutilidad cubría cada poro de
mi piel y me gritaba que daba igual lo que hiciera, que solo causaría
problemas.
Por ese motivo quería salir de esa cárcel de cristal que intentaba
protegerme en vano. Quería demostrarle a él y a mí misma que había ido
aprendiendo de mis errores, quería cumplir el deseo de Ana de demostrarle
que no dependía de nadie para sobrevivir, solo de mí misma y quería, ante
todo, cerrar la boca de Nikola demostrándole que no era una carga. Que,
aunque no supiera el motivo, si Lux confiaba en mí de esa manera era por
algo y no quería fallarle a nadie más.
Seguramente tropezaría de nuevo, caería y me haría daño en el momento,
pero también estaba segura que eso me serviría para aprender y buscaría la
manera de salirme con la mía. Daba igual Lilith, Atary, Lucifer o quien se
interpusiera en mi camino, no me quedaría agazapada esperando que el
príncipe gris me rescatara. Ya no.
—Déjame salir, Nik. No me puedes retener aquí como si fuera una
muñeca de porcelana.
—Ahora más que en ningún otro momento van a tratar de ir a por ti,
Laurie —respondió él—. Vlad se sacrificó en tu lugar.
—Precisamente por eso. Se lo debo.
—Ponte en la situación de que te dejo salir —resopló sujetándose al
cristal—. Ponte en la situación también de que no se te va la cabeza y no
muerdes a ningún inocente que haga que todo termine por irse a la mierda del
todo, y ponte que comienzas a asimilar tu nueva condición. ¿Qué harás?
—Pelear a tu lado. Acabar con todo esto de una vez y vengarnos de todos
los que han ido cayendo sin tener culpa de nada. Ana, Rocío, mi madre,
Franyelis. Incluso Katalin… todavía recuerdo su expresión aterrada al verse
atada y saber que iba a ser presa de un sacrificio del que no sabía nada —
dije antes de tragar saliva—. Ya no puedo hacer nada por salvarlas, pero aún
me queda Angie y me aterra pensar que pueda pasarle algo por mi culpa. No
quiero que muera nadie más.
El suspiro de Nikola generó un vaho que empañó parte del cristal,
emborronando su rostro.
—A ti nadie te dice lo que debes de hacer, Nik. Haces y deshaces a tu
antojo, dueño de tus propios pensamientos y acciones —repliqué—. Yo pido
lo mismo. Exactamente lo mismo.
—Sabes las consecuencias que eso implica. Tenemos que encontrar el
modo de recuperar tu humanidad. Mientras haya marca de Lux hay un nuevo
intento.
—¿Por qué? —protesté—. Como humana seré aún más débil, no dudarían
en atacarme y… ¿para qué? ¿De qué sirve volver a recuperar mi humanidad
si me la pueden arrebatar en décimas de segundo? Yo lo que quiero es luchar
a tu lado, poner mi granito de arena para frenar este apocalipsis que se ha
creado por mi culpa.
—No sabes lo que dices, Laurie —suspiró negando con la cabeza—. Es
un suicidio. Enfrentarte a él significa morir.
—Y no hacerlo también. ¿No lo ves? Desde el momento que nací mi
destino estaba marcado. Daba igual lo que hiciera, la oscuridad me
acechaba, preparada para atacarme.
—Todo esto es… un error. Por eso prefiero mantenerte a un lado de todo
esto —masculló despeinando su cabello—. Pero es imposible.
—No lo hagas —respondí esbozando una sonrisa apenada—. Aceptaré
cualquier cosa que pase, pero no rendirme y mantenerme escondida como
una miedosa. Todo menos eso.
—Te dejaré salir, pero prométeme algo.
—¿Qué? —alcancé a preguntar, abrumada por la sensación de verme
libre de nuevo.
—Que te mantendrás a salvo, pase lo que pase.
Le miré a los ojos. Esa mirada grisácea que acompañaba a su aspecto. No
podía creerme que a estas alturas me fuera a dar una oportunidad. Sería una
completa estúpida si la desaprovechaba.
—Te lo prometo —sonreí.
Entonces el cierre sonó, poniendo fin a la jaula que me retenía y no dudé
en pasar a su lado con rapidez, deseosa de que me diera el aire.
Fuera era de noche, el aire silbaba a mi alrededor meciendo mi pelo y
enfriando mis mejillas. No había ruidos ni murmullos cerca, todo estaba
escalofriantemente silencioso. Lo único que me acompañaba era el sonido de
mi respiración agitada pensando en todo lo que podía suceder ahora y yo no
estaba preparada.
Agradecí mi nueva condición, pues facilitaba que me orientara con
facilidad en el espacio. Sabía que estábamos en un bosque cercano a
Miskolc, pero lo suficientemente lejos de la civilización para no hacer daño
a nadie.
Mi estómago rugió en respuesta al percatarme de la realidad, estaba
muerta sí, de hambre. Los pinchazos del abdomen no habían desaparecido,
se mantenían en un segundo plano recordándome que ahora las ganas de
nutrirme y colmar mi sed se iban a disparar.
Deambulé por el espacio de forma inconsciente. No quería herir a nadie y
cagarla de nuevo, pero mi mente actuaba de manera independiente, movida
por los impulsos de la sangre. Mis sentidos eran capaces de identificar a las
personas más próximas a donde me encontraba, podía escuchar sus
pulsaciones y sus voces, generando una melodía tortuosa para mí que me
llamaba, me atraía como si fuera de metal y ellos tuvieran un imán.
Mis pasos se incrementaron sin ni siquiera darme cuenta, cada
movimiento que hacía me acercaba más a ellos. Por la conversación que
estaban teniendo, descubrí que eran excursionistas y se habían perdido.
Bonito momento para darse de bruces con un vampiro sediento.
Tragué saliva e inspiré con fuerza intentando serenarme. Si les atacaba le
estaría dando la razón a Nikola y cumpliendo su mayor temor. Pero,
demonios, nadie me había dicho lo difícil que me iba a resultar olvidar el
aroma de la sangre, su sabor explosivo bajando por mi garganta, el éxtasis
que me había otorgado hundir mis colmillos en un pedazo de piel.
Nunca me había resultado tan complicado enfrentarme a mis propios
demonios.
—¿Y si vamos por aquí, amor? —resonó la voz de la chica en un
delicioso eco.
—¡Venimos de ahí precisamente! —protestó la que parecía ser su pareja
—. Llevamos horas dando vueltas y siempre acabamos en el mismo puñetero
sitio. Si veo otra vez este maldito árbol voy a ponerme a llorar.
—A ver… cálmate. Estoy segura de que nos encontraremos con alguien
que nos ayudará.
No pude evitar sonreír al escuchar su acalorado diálogo. Precisamente
había alguien cerca, pero no un ángel salvador, sino todo lo contrario. En ese
momento iba a convertirme en su monstruo más cruel.
Moví mis articulaciones dispuesta a jugar un poco con ellas, movida por
mi propia oscuridad. Pero justo cuando mis colmillos estaban asomando y
mi rostro se tornaba sombrío, una mano fuerte y firme se aferró a mis
hombros, tirando de mí para adentrarme en el bosque más profundo.
Me removí nerviosa, esperando zafarme de esas uñas que se clavaban
sobre mi ropa, pero fue imposible porque la mano se dirigió hasta mi boca y
un aroma extraño comenzó a filtrarse por mi nariz, haciendo que mi
consciencia se desvaneciera.

Parpadeé aturdida intentando ubicarme y llevé las manos a la frente para


apretarla, estaba a punto de estallar. Al enfocar la habitación me percaté de
que estaba en una cama y una figura masculina comenzó a caminar frente a
mí, revelándome la sonrisa pérfida que estaba dibujada en su rostro.
—Ákos —murmuré, tratando de alinear mis pensamientos para alejarme
de ahí.
—Volvemos a vernos, preciosa —respondió con voz ronca—. Sin trucos
ni habilidades.
—¿Qué quieres?
Me levanté como pude de la cama y miré con rapidez hasta la puerta,
pero Ákos tenía mayores reflejos y se abalanzó sobre mí, colocando mi
cuerpo frente al suyo y la pared para inmovilizarme.
—A ti.
Me removí para intentar asestarle un bofetón pero una de sus manos me
detuvo, sujetando la mía ejerciendo una gran presión. Mi pulso se
tambaleaba frente a su fuerza, se notaba que era un vampiro antiguo.
—Búscate a otra —dije antes de escupirle en la cara.
Aproveché el momento de confusión para empujarle y me abalancé hacia
la puerta, pero en cuestión de segundos Ákos me agarró por la ropa y tiró de
ella para empujarme de nuevo dentro de la habitación. Si no terminaba de
espabilar me temía lo peor, Vlad ya no podría ayudarme.
—¿Sabes? Siempre me cuestioné el motivo de porqué me atraías. No es
que tu aspecto sea desgraciado, pero son unos impulsos superiores, salvajes
y primitivos. Es una sensación que se escapa de mi sensatez —relató—.
Entonces llegó la noche de la fiesta y estuve a punto de tomarte, ahora lo
recuerdo, pero tuvo que hacer Vlad de héroe y usar su habilidad de dominio.
Abrí la boca para responder y me removí sobre él para intentar apartarle,
pero él me inmovilizó con sus músculos, mostrándome un gesto amenazante.
—El punto es que llegué a olvidar todo y mis pensamientos comenzaron a
ser autómatas e indirectos. Mi obsesión por maquinar otro acercamiento
cesó, pero algo en el fondo de mí me recordaba que debías de ser mía y que
estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de arrodillarme ante ti —
continuó—. Y un día… todo se desvaneció.
Hizo una pequeña pausa para hacer el gesto, provocándome un escalofrío
que recorrió todo mi cuerpo. Traté de recordar el entrenamiento con Nikola
y me removí para patearle, consiguiendo darle en la entrepierna y rodé por
el suelo, esperando llegar a tiempo a la salida.
—No te escaparás tan fácilmente —gruñó antes de alcanzarme la pierna y
tirar de mí hasta él—. No he terminado la explicación. Como iba diciendo,
recordé todo como por arte de magia, lo que me lleva a pensar que Vlad ha
muerto. ¿Por qué? Bien, no tardé en averiguarlo. Tuve el placer de abordar
una reunión con el puto consejo de los Cainitas, pero eso seguramente ya lo
sabes, porque… qué sorpresa, nuestro señor oscuro ha renacido de sus
cenizas y está preparándose para recuperar aquello que le arrebataron. Lo
que me lleva a ti, dulce Dafne.
Sus palabras quedaron relegadas a un siseo helador, su aliento trató de
recorrer mi cuello como en una caricia que se me antojó repulsiva y volví a
intentar zafarme de nuevo. Daba igual los golpes que recibiera, antes eso a
que decidiera poseerme ahí mismo, o matarme. O ambas cosas.
Estaba tan centrada en alejarme de él y poder escapar que no asimilé la
parte en la que nombraban a un consejo y a… ¿mí? ¿Por qué a mí?
—Déjame ir, Ákos.
—No, princesa. Al principio no comprendía qué hacías a cargo de un
Hijo Oscuro, pero luego lo entendí. Sé que tu sangre es importante, que Vlad
solo se arriesgaría por alguien que le resulta jodidamente valioso y que solo
el Pecado Capital de la profecía podría despertar a Lucifer. Es decir… tú —
susurró deslizando sus dedos por mi yugular—. Así que no te irás. Me
abasteceré de tu sangre poco a poco hasta que llegue un punto que quedes
vaciada, al borde de la disecación. Entonces… acabaré contigo —siseó,
mostrando la sonrisa más cruel.
—Por encima de mi cadáver —repliqué.
Dejé salir todo mi odio, concentrándome en el cuerpo que tenía delante.
Sabía que en el cuerpo a cuerpo iba con desventaja, pero mi condición era
superior. Aproveché su cercanía para clavar mis colmillos en su piel,
perforándola, y hundí mis afiladas uñas en él, tratando de aplicar un agarre
que le hiciera perder el conocimiento.
Sonreí al ver que había surtido efecto, la llave que había aprendido de
Nikola tenía su complejidad debido a los reflejos y la rapidez que había que
tener, pero le había derribado temporalmente. Tenía escasos minutos antes
de que Ákos volviera en sí y diera la voz de alarma. No estaba dispuesta a
convertirme en su prisionera.
Me abalancé hacia la entrada y recorrí los pasillos comprobando que
estaba en el palacio y apenas había vampiros por el lugar. Continué mi huida
sin pararme a pensar por dónde estaba yendo, hasta darme de bruces con una
figura delgada.
—Brit —musité sorprendida.
—¡Estás viva! —exclamó sonriente, aferrando su mano contra mi ropa—.
Será mejor que salgamos de aquí. Corres peligro en el palacio, todos saben
lo de la masacre y Ákos… su obsesión por ti ha regresado. Te ha estado
buscando como un loco.
Calibré la opción de llevarla conmigo. Nunca me había fallado, pero
tenía las traiciones rozándome la espalda y ya me costaba fiarme de
cualquiera. Aun así suspiré y asentí con la cabeza antes de abrir la puerta
principal y alejarnos de ese nido de vampiros que, paradójicamente, eran los
que debían de protegerme.
Avanzamos durante un largo rato donde cada vez me iba sintiendo más
exhausta. Todavía no había podido alimentarme y la sed de sangre se
incrementaba a cada minuto que transcurría. Cuando ya estábamos lo
suficientemente lejos, me apuré en tomar una bocanada de aire y miré hacia
mi compañera, esperando respuestas.
—¿Qué ha pasado en mi ausencia?
—No —negó con la cabeza—. Dime tú qué ha sucedido. ¡Han venido los
Cainitas, Laurie! ¡¡Los Cainitas!! ¿Tú sabes lo que significa eso? Es el
consejo más importante de vampiros. No se dejan ver a menos que suceda
algún motivo de gravedad o vital importancia y de repente…baam,
mencionan el nombre de Lucifer. ¡Y te nombraron! ¿¡Por qué demonios tu
nombre es la comidilla de todos!? Tienes mucho que explicar.
—Cálmate —suspiré, tratando de centrarme, esperando no meter la pata
otra vez—. Digamos que las cosas se han complicado un poco y mi
prioridad es saber que mi amiga está bien.
—¿La dhampir muerta?
Su pregunta derribó mi estómago como si me hubieran clavado una
estaca, haciéndome desangrar. Pensar en Ana me hacía morir por dentro.
—No, otra amiga.
—Estás… Estás diferente —arrugó el ceño—. Has… ¿No habías
completado la transición?
Su genuino gesto de sorpresa me preocupó, lo había preguntado como si
fuera algo malo conservar una parte de tu humanidad.
—¿Acaso importa?
—¡Importa mucho! La humanidad equivale a debilidad, a problemas.
Ningún vampiro quiere quedarse a medio camino, es ofensivo e indigno.
Significa que no acepta su condición y prefiere… morir.
—Pues ya lo soy plenamente —resoplé—. Y mis problemas no han hecho
más que aumentar.
—¿Y ahora cual es en plan?
—Buscar a Nikola y esperar que acepte regresar a Edimburgo —
respondí—. Tengo que comprobar que Angie está bien, ya ha sufrido
suficiente.
—¿Y Lucifer? Intuyo que es verdad que ha despertado o los Cainitas no
habrían causado este revuelo. Están preparando todo para la entrada del
creador y poder servirle. Habrá… sacrificios. Pensar en ello me aterra.
—¿Sa… sacrificios? —Me detuve de caminar para observarla—. ¿Qué
implica que Lucifer esté en la tierra de nuevo?
—¿No lo sabes? Los vampiros han hablado durante siglos sobre este
tema. Todos esperaban ese despertar.
—Por encima —suspiré, intentando recordar la información que Nikola
me había proporcionado. La sed de sangre me impedía pensar con claridad.
—Lucifer se centrará en recuperarse y encontrar la manera de ir a por
Lux. Los vampiros más antiguos se encargarán de gobernar en cada territorio
y habrá guerras —explicó—. Usarán a los humanos como alimento y
ofrendas, y los demonios del inframundo harán de las suyas. Lilith no parará
hasta terminar con los dhampir y encontrar a Adán. Los rumores dicen que
sigue por la Tierra, oculto para atacar.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al recordar mi marca de Lux y los
sueños que me habían acompañado, esas extrañas visiones donde una mujer,
mi madre, se aparecía para intentar decirme algo. Esa mujer luminosa con
ropajes vaporosos era poderosa e importante, me inquietaba el nombre que
barajaba mi mente. Podía ser… ¿Eva? ¿Acaso me rondaba la primera mujer
creada por Dios? ¿Por los dioses?
—¿Estás bien? Te has quedado callada.
—S-sí —asentí, consciente de que debía mantenerme en silencio—. Será
mejor que nos apuremos y encuentre a Nikola cuanto antes. Todo esto me
inquieta, no quiero que a Angie le suceda nada y…
Me callé al ser consciente del nombre que estuve a punto de pronunciar.
Aunque Vlad fue mi padre biológico, Arthur no dejaba de tener un papel
primordial en mi vida y, a pesar de nuestro encontronazo, no quería que le
pasara nada. Entonces recordé la mención de la extraña mujer en uno de mis
sueños, ¿a qué se refería con despertar?
Cientos de pensamientos se agolparon en mi mente, aturdiéndome más de
lo que ya estaba. Sabía que no iba a sacar nada en claro, así que decidí
centrarme en seguir caminando y rastrear a Nikola, al cual sentía bastante
lejano.
En el fondo sabía que mi estancia en Miskolc había acabado. La huida
del palacio no hacía más que mostrarme dónde debía estar, defendiendo a
aquellos que seguían en pie y me importaban. Y Hungría nunca me había
pertenecido, sino todo lo contrario. Solo me había servido para reforzarme y
abrir los ojos de una vez.
Con ese pensamiento seguí adelante. Había llegado el momento de
enfrentarme a todo el mal que acechaba a mi alrededor, costara lo que
costase.
Capítulo XXXVIII * ¿Traición?
Continuamos avanzando un largo rato, pero finalmente fue él quien me
encontró. Nikola traspasó mi mirada debido a la intensidad de la suya. Me
analizaba como si temiera que me hubiera sucedido lo peor. No abrió la
boca hasta que vio a Britt a mi lado, mirándole con fascinación.
—¿Qué ha pasado?
—Ákos me atacó —me sinceré, poniendo atención a la expresión de su
rostro.
Unos pliegues se formaron en su frente, pero duró un parpadeo, pues no
tardó en asentir y morderse el labio inferior, comprendiendo la situación. Al
estar Vlad muerto, las personas que había hipnotizado o apoderado habían
vuelto en sí, recordándolo todo.
—¿Y dónde estabas para que Ákos te atacara?
—¡Apareció de repente! —Me defendí, cruzándome de brazos—. Estaba
por ahí de excursión, pero no hice nada. No actúes de modo protector
conmigo a estas alturas. No eres mi padre.
El rostro de Nikola se contrajo durante un instante por el dolor, entonces
comprendí la importancia de la palabra que había soltado. Él lo fue y, al
mismo tiempo, no pudo serlo. Tuvo que ser lo más doloroso para él.
—Tendrías que desaparecer, Laurie. Huir lejos —sugirió.
Miré de soslayo a Britt, estaba mirándonos a ambos sin entender nada,
pero se mantenía callada, contemplando la escena como si estuviera en un
partido de tenis. Mi mente no paraba de pensar en Angie, en que Ana ya no
estaría más a mi lado y tampoco mi madre; Arthur permanecía en pie de
guerra, tratando de liderar un grupo de dhampir frente a una oleada de
vampiros que no pararía de crecer. Debía mantenerme a su lado, aunque me
aborrecieran, aunque intentaran matarme. En el fondo, ellos eran más familia
que los propios vampiros, los que me habían arrebatado la vida.
—Edimburgo, ¿no? —susurró Nikola con expresión de derrota,
seguramente leyendo mis pensamientos.
—Huir es de cobardes y tú me enseñaste a plantarles cara.
Sus ojos brillaron como una estrella fugaz, contemplando el horizonte
antes de mirarme de nuevo y esbozó una frágil sonrisa. Su cabello oscuro se
despeinó debido al aire que nos envolvía.
—Estoy… orgulloso de ti.
Tragué saliva tratando de digerir esas cuatro palabras. Nikola no era
propenso a decirlas y escucharlas era lo más parecido a ser bendecida por
un sonido celestial. Britt carraspeó y se giró para quedarse de perfil,
concediéndonos algo de privacidad.
—¿Entonces nos vamos?
—Sí —asintió después de suspirar—. Nos vamos.

La preparación fue rápida. Decidimos quedarnos en un hostal para poder


planificar el vuelo y garantizar nuestra seguridad, sobre todo la de Brit. Ryuk
había decidido unirse a nosotros y su malhumor no dejaba de aumentar.
Tenía que agradecer que nos tolerase, pues tres seres oscuros a su alrededor
era demasiado para su mente. Nuestra acompañante no dejaba de hacernos
preguntas sobre quién era él y porqué iba con nosotros.
Me sentía agotada, tanto física como mentalmente. Desde mi apresurada
conversión no había podido alimentarme y mi mente rozaba ya la locura. Mis
pensamientos se entremezclaban con el ansia de sangre y en esos momentos
era incapaz de hacer nada más. Mi Bestia tomaba el control y tanto Nikola
como Ryuk debían usar sus fuerzas para debilitarme.
Por eso apenas era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Mi
estado era de duermevela, tratando de controlar mi lado más salvaje. Pero lo
peor era que mis visiones y sueños no habían desaparecido, sino todo lo
contrario.

Lo primero que inspiró mi nariz al analizar el sitio donde me encontraba


fue un fuerte olor a moho y cerrado que me resultó muy familiar. Era un
espacio casi vacío, decorado únicamente por unos pocos muebles de madera
y unos objetos punzantes, además de una cruz de hierro colgada en una de las
paredes.
Palidecí al percatarme de la gravedad de la situación. Ya había estado en
esa casa. En esa cabaña. Ese sitio era, nada más y nada menos, que el lugar
donde me había retenido ese extraño hombre que había tratado de
experimentar conmigo, esperando que muriera.
Tanteé el espacio analizando todo lo que había a mi alrededor. Ahora
podía moverme como un ente, investigar quién era y qué se traía entre
manos. Deambulé deteniéndome en cada frasco de cristal, cada arma, cada
carta. Sin duda se trataba de un dhampir extravagante y retirado que
disfrutaba torturándonos, haciéndonos agonizar.
Una arcada ascendió por mi garganta al contemplar todo lo que guardaba
en esa cabaña, pero mi corazón se congeló al abrir la puerta que se
encontraba escondida en un lateral, ahí estaba Angie tirada. Inconsciente.
Avancé con rapidez y me agaché para buscar su pulso. Angie no podía
estar muerta. No podía perder a la única amiga que me quedaba. No. Me
negaba.
Respiré aliviada al apreciar que su corazón latía, con timidez. Aun había
esperanza. Ya solo faltaba sacarla de ahí y averiguar qué había pasado para
terminar en esas condiciones, sola. ¿Acaso le habían tendido una trampa?
¿Me la estaban tendiendo a mí? Una gran inquietud me golpeó, movida por la
frustración de no saber qué podía estar sucediendo. Pero una cosa tenía
clara, debía salvarla lo antes posible.
Me desperté con un fuerte dolor de cabeza, una horrible sed de sangre y
miles de preguntas martilleando mi mente. Mi oscuridad se entremezclaba
con mi cordura, en un intento de mantenerme estable y humana —si es que
eso último era todavía posible—.
Contemplé el insignificante punto que según Nikola era mi tatuaje de Lux,
aferrándose a mí con una irónica esperanza. En el fondo esperaba que fuera
verdad, que realmente ese dios de luz siguiera teniendo fe en mí y me diera
la posibilidad de volver atrás. De acabar con todo de una vez.
Mi mente era un hervidero de pensamientos y deseos. Odiaba a Atary por
haberme engañado, a pesar de que el vínculo latía en la sombra, amenazando
con hacerme arrodillarme ante él; odiaba a Lilith por haberme convertido en
lo que ahora era, por haber manejado mi vida a su antojo sin darme la
posibilidad de tan siquiera opinar. Y, sin embargo, su poder era tan amplio
que sentía unas cadenas invisibles atándome a ella. Quería doblegarme,
vengarme, enfrentarme a ella por todo lo que me había hecho sufrir, pero su
poder me bloqueaba; me impedía ir tras ella mediante un asqueroso vínculo
que me hacía admirarla.
Era una sensación horrible. Toda mi vida se había desmoronado y
quebrado, ahora le pertenecía a ellos. A esos seres que me acechaban desde
las sombras, deseosos de poder arrebatarme el último suspiro.
Llevé los dedos a mi frente para masajearla y por un instante el tiempo se
detuvo. La necesidad de la Bestia se entremezcló con la preocupación,
sentimiento que ya notaba lejano y decidí centrarme en no perderlo. Me
forcé a pensar en Angie, en su lealtad, sus locuras, su amistad. Me aferré a
ella como a un clavo ardiendo, esperando no perderme entre la oscuridad.
—Laurie.
Mi rostro se tornó sobrenatural al escuchar la voz de Nikola,
sobresaltándome. Sus ojos grises me analizaban a cada poco, como si
también temiera que pudiera dejar de ser yo. Y, en ocasiones, lo deseaba.
Una parte de mí sabía que si permanecía anclada a mis sentimientos, mi
inocencia y mi humanidad, si continuaba aferrándome a mi carácter débil,
todos se aprovecharían. Sin embargo, si me dejaba llevar por el mal que
siempre me había acompañado, sería mucho más fácil acabar con todo.
Anhelaba poder vengar a todos mis seres queridos, dejar a la humanidad en
paz. De ellos, de mí. No se merecían que seres tan crueles y egoístas les
arrebataran la vida. No había derecho.
Me estremecí al dejarme atrapar por la intensidad de su mirada. Desde
que me había convertido por completo, Nikola era aún más indescifrable
para mí, como un complejo rompecabezas del que me faltaban piezas. Ya
sabía que le llevó a odiarme, qué objetivo tenía sobre mí cuando era humana
y qué le hizo cambiar, porqué durante tanto tiempo se había alejado. Podía
ver como aún se aferraba a la esperanza de poder recuperar mi humanidad,
no comprendía esa insana obsesión por volver atrás. ¿De verdad solo quería
que recuperara lo perdido y me alejara de todo esto? ¿O en el fondo aun
intentaba hallar la manera de usarme para revivir a su esposa?
Tragué saliva. Estaba cansada de entregar mi corazón y que me lo
devolvieran pisoteado. No soportaría una patada más.
—He tenido otro sueño —confesé, y me sorprendí por el tono ronco y
reseco de mi voz, que brotaba de mi garganta con dificultad—. Angie está
inconsciente en la cabaña del señor que me atrapó cuando me salvaste de los
dhampir.
Las palabras provocaron una reacción en Nik, una arruga que asomó por
su frente. Lo conocía lo suficiente para saber que le parecía extraño, su
mente barajaba la posibilidad de una trampa. Sin embargo no dijo nada, solo
asintió.
—Voy a ir a buscarla, Nik.
—Es peligroso —respondió manteniendo la mirada.
—Como todo lo que hacemos. Pero si he salido viva de las garras de
Lilith podré con esto.
—Estás tentando demasiado a la suerte, y esa cabaña pertenece a un
dhampir. No es sensato ir.
Me crucé de brazos mientras mi mente calibraba la opción de
abalanzarme hacia él o dejar a todos atrás e ir por mi cuenta. No sabía qué
me pasaba, pero la rabia fluía por mis venas y me resultaba muy difícil
controlarme.
—Me da igual, es Angie.
—Y tú estás dejando de ser Laurie. Me… preocupa —confesó—. Cada
minuto que pasa estás más extraña y es agotador controlar que la oscuridad
no te absorba por completo. Puedo sentir como tu luz se va apagando, le
cuesta luchar contra lo que eres ahora. Y temo que…
Sus palabras quedaron flotando en el ambiente, perdiéndose entre la
tensión que se había formado. Sabía lo que estaba pensando, entendía su
preocupación y sus miedos, pero no iba a dejar que eso me impidiera
rescatarla. Me podía más mantenerla a salvo que pensar en mi propia
seguridad. Me daba igual morir en el intento.
—Sé lo que estás pensando, y no es solo eso. Temo que tu alma se
desvanezca, que llegues a donde está tu amiga y que tu Bestia arrase con
ella. No podrás volver atrás. Sin olvidar que me parece extraño que Angie
esté en la cabaña de un dhampir, cuando ha permanecido todos estos meses
en la academia sin ningún problema.
—Quizás las cosas se estén complicando. Quizás con…
Me negaba a pronunciar la palabra muerte seguida del nombre de mi
mejor amiga, pero no podía evitar pensar que todo se estuviera
desmoronando por momentos. Temía que hubiera dhampir moviéndose por
su cuenta y que Angie empatizara con la hija vampiresa del director de la
academia no ayudaba. Todos habían visto que ambas me habían defendido
cuando estuve retenida allí. Me aterraba que alguien hubiera decidido actuar
bajo libre albedrío y hubiera atacado a Angie precisamente para eso, para
provocarme y obtener mi muerte.
Miré a Nikola de nuevo. Me daba igual lo que pudiera suceder, así que
mi rostro no mostró signos de arrepentimiento. Mi acompañante suspiró y
negó con la cabeza en señal de rendición.
—Iremos todos a Edimburgo a ver lo que sucede. Tenemos que estar
seguros que no sea una trampa o un delirio de tu mente a causa de tu nueva
condición. Nunca había visto algo así en un vampiro.
Asentí con la cabeza, aliviada de poder dejar Hungría atrás, y comencé a
prepararme mientras mi cuerpo continuaba debilitándose. Era doloroso
sentir las venas de mi cuerpo rozarse, reduciendo los latidos de mi corazón
por falta de sangre.

El trayecto en avión fue rápido. Debido a mi debilidad y escaso


autocontrol, decidimos viajar mediante una empresa llevada por vampiros,
donde los neófitos viajaban en el pequeño espacio que destinaban a las
maletas, refugiados bajo unos sarcófagos de alta calidad.
Resultó lo mejor, pues mi ansia no dejaba de aumentar y me resultaba
imposible ingerir sangre animal. Cada intento que hacía por alimentarme, mi
estómago se encargaba de devolverlo y atizarme con fuerza, generándome un
gran malestar.
Así que, cuando unas horas más tarde el avión aterrizó en el aeropuerto
de Edimburgo, no pude evitar soltar un suspiro de alivio. Mis ojeras habían
aumentado por el cansancio y mi piel era más pálida de lo habitual, casi
enferma. Lo único que me mantenía en pie era pensar que podía salvar a mi
amiga. Pensar en eso me aferraba a los resquicios de mi humanidad.
El viaje en coche hasta la ciudad fue más insoportable. Estar encerrada
bajo cuatro puertas y tres acompañantes sobrenaturales no ayudaba mucho.
Britt parloteaba sin parar con Ryuk y Nikola, preguntándoles acerca de la
empresa que nos había llevado y gracias a ella ahora era de noche y la
neófita seguía viva y no reducida a cenizas; mientras yo luchaba contra mi
dolor de cabeza y mi malestar general.
Cuando finalmente los edificios sombríos de Edimburgo comenzaron a
alzarse entre nosotros, una inusual calma me embriagó. Por fin regresaba a
mi casa. Entonces las preocupaciones me atacaron sin piedad,
preguntándome cómo podríamos llegar hasta la cabaña. Si antes la ciudad de
Edimburgo ya estaba protegida por los dhampir, ahora que debían de saber
acerca del despertar de Lucifer no podríamos ni avanzar un solo paso sin
que un cazador nos atacara.
Entonces un nombre asoló en mi cabeza.
—Ryuk —murmuré al recordar que era un ser de Lux—. ¿Podrías
llevarme a la academia?
—Eh…. vampirita, creo que se te olvida que soy un druida, no un
dhampir —respondió con una mueca burlona—. Mi educación proviene de
la naturaleza, no de los libros y golpes.
—¡Tengo que llegar a la academia! —me quejé frustrada—. Necesito que
un dhampir me acompañe para que no me ataque el resto.
La carcajada que Ryuk soltó al escucharme provocó que todo mi cuerpo
se tensara, amenazando con golpearle. Mi impaciencia y desesperación no
tenían nada de gracioso.
—Es el mejor chiste que he escuchado nunca —continuó con un brillo
divertido en su mirada—. Hacía mucho que no me reía así.
—Vete a la mierda, elfo —gruñí mientras mis puños se tensaban.
Nikola resopló mientras movía sus manos para hacer girar el volante.
Britt nos miraba a ambos sin comprender nada, hasta que al final su
curiosidad explotó.
—¿Academia? ¿Dhampir? —preguntó atónita—. ¿De verdad quieres ir a
un sitio donde nos cazan y terminan con nuestra vida? ¿Acaso estás loca?
—¿Todavía lo dudas? —continuó Ryuk. Parecía pedir a gritos que
terminara con su vida—. Es una obsesa de la adrenalina y el masoquismo.
Ama el peligro más que esa Bella Swan buscando la muerte para volver ver
a ese vampiro de purpurina.
Ignoré sus comentarios punzantes, centrándome en mi objetivo. Encontrar
a un dhampir por la ciudad iba a ser fácil, salir ilesa de ello ya era más
complicado. Se habían encargado de esconder la academia, que resultara
inaccesible para alguien que no fuera un cazador, pero necesitaba
encontrarla lo antes posible. Angie me estaba esperando.
Salí del coche en marcha sin mediar palabra, pues mis reflejos bastaban
para salir ilesa. Escuché la voz de Ryuk confirmar mi masoquismo y el
chirrido de las ruedas del coche al hacer un derrape para frenar no tardó en
llegar. Estaba convencida de que pronto terminaría con la paciencia de
Nikola por exponerme tanto, pero me dio igual. Delatarme ante los dhampir
me facilitaría las cosas.
—¿Se puede saber qué mierda haces? —bramó Nikola sosteniéndome del
brazo, bajo la atenta mirada de los otros dos espectadores.
Las personas que caminaban por las casi desérticas calles de la ciudad se
giraron asustadas al escuchar los gritos de mi acompañante. No me haría
falta hacer gran cosa si ya tenía a un Hijo Oscuro desquiciado. Me zafé del
agarre con rapidez para enfrentarle.
—¡Conseguir que me lleven a la academia! Tú preocúpate de llevarlos a
algún hotel para que puedan refugiarse.
—¿Puedes dejar de pensar en los demás y molestarte por una vez en ti?
—gruñó.
—¡No! —respondí molesta y exploté—. Por pensar en mí y no en los
demás mi madre murió, Atary me usó y mi mejor amiga ya no está. Por
pensar en mí sucumbí ante la tentación y quebré todos los mandamientos. Si
no hubiera pensado en mí nada de esto hubiera pasado. No estaríamos en
esta situación.
—¡No es necesario que te autocondenes!
—No eres el más indicado para hablar de condenas. —Le señalé con los
ojos echando chispas—. No cuando es lo que has hecho durante toda tu
existencia.
Mis palabras le derribaron al mismo tiempo que llegó mi
arrepentimiento. El rostro de Nikola se contrajo de dolor al recordar a su
esposa y su hija, y agachó la cabeza.
—Somos el mismo monstruo, Nik —susurré, esbozando una sonrisa triste
—. No podemos hacer nada para evitarlo.
—Tú al menos tienes salvación —murmuró y tanto Ryuk como Brit
miraron hacia otro lado, cohibidos.
—Eso no lo sabemos, quizás no la tenga. La que si tiene salvación es
Angie y no se merece que estemos aquí discutiendo cuando se encuentra
inconsciente en la cabaña de un loco. Quiero hacer las cosas bien por una
vez.
Nikola abrió la boca para responder pero se detuvo al momento,
adquiriendo un gesto de guardia. Seguí su mirada con rapidez y ante nosotros
se detuvo una silueta familiar. El pelo castaño y lacio de Sham se alzó ante
nosotros, mirándonos con su habitual hostilidad mientras sostenía un arco
con una flecha, apuntándonos.
—Sham… —comencé a decir.
Su rostro cambió por un instante al observar a Ryuk colocándose al lado
nuestro, dejando a Britt refugiada a su espalda.
—Hablad ahora y más vale que sea importante o no desperdiciaré esta
flecha para terminar con alguno de vosotros. Habéis entrado en un terreno
peligroso.
Capítulo XXXIX * Riesgos

Nos movimos con rapidez por las desérticas calles de Edimburgo. No


sabía si eran sensaciones mías, pero desde que Lucifer había despertado,
notaba que los días eran más oscuros y las noches más largas, como un
presagio de lo que iba a suceder.
Deambulamos como sombras hasta dar con un callejón apartado para
resguardarnos, lejos de algunas miradas curiosas y peligrosos cazadores.
Ryuk y Britt se mantuvieron a una distancia prudencial. Las manos de ambos
se encontraban entrelazadas, como si eso les garantizara algún tipo de
protección.
Sham continuaba mirándonos con sospecha mientras se aferraba a su
arco, cargado de flechas para un posible ataque. Avancé unos pasos con la
mirada fija en su rostro, esos ojos heterocromáticos que tanto me habían
intimidado en su momento. Sentía muy lejano ese tiempo donde estaba al
margen de todo, sin saber lo que iba a suceder después. Ahora la situación
era bien distinta, rozando lo irreal.
«Ojalá le hubiera hecho caso en su momento» pensé mientras notaba mi
cuerpo exhausto por la falta de sangre «pero la dependencia es una trampa
de la que es muy difícil salir». Eso me había quedado claro.
—¿Y bien? —insistió—. Mucho tardabas en convertirte por completo en
uno de ellos. Estoy seguro de que por tu culpa despertó Lucifer. Y Ana…
No me pasó desapercibido el tono amargo de su voz y su mandíbula
contraída por el dolor. Los músculos de sus brazos se habían tensado y por
su cuello se asomaba una vena marcada.
—Hice lo que tenía que hacer —respondí con voz pausada, sin
retroceder.
Miré de soslayo el rostro serio de Nikola. En ese instante sus ojos
conectaron con los míos y esbocé una sonrisa nerviosa que él rápidamente
recogió, infundiéndome ánimos. Una de sus manos descansó sobre mi
hombro, ejerciendo un suave apretón.
—Nunca haces lo que tienes que hacer —murmuró—. Has causado un
gran revuelo entre los dhampir a causa de tus acciones. Y las de Arthur…
—Llévame a la academia —imploré—. Es urgente.
—No pienso llevarte. No pensaba hacerlo por cómo está la situación,
pero ahora que eres una vampiresa menos aún. Solo mereces la muerte.
—Ana confió en mí. Y Angie —insistí—. Y yo no pedí esto, nadie lo ha
hecho. Solo intento ayudar.
—¿A los dhampir? ¿Tú te escuchas cuando hablas?
—Tienes que escucharla —intervino Ryuk—. Ella mantiene el tatuaje de
Lux en su piel, aunque sea apenas imperceptible. Lo único que intenta es
proteger a Nikola de todo esto.
—No sé qué mierda ve Lux en ella.
—No sé. —Se encogió de hombros—, pero es vuestra mejor baza. Si Lux
sigue confiando en ella es por algo.
—¿Para qué quieres ir a la academia? —preguntó Sham mirando en mi
dirección.
—Necesito asegurarme de que todo está bien. Que Angie está bien.
—Angie se fue de la academia hace unos días.
Sus palabras me golpearon como un frío helador sobre mi piel. Su tono
tranquilo y frío provocó que la ira ascendiera por mi cuerpo, deseando
terminar con él.
—¿Y no hicisteis nada? ¡Es Angie!
—Todo aquel que se vaya de la academia, desobedeciendo las normas
del director, tendrá que asumir las consecuencias —siseó—. Ana las asumió,
y Angie… me importa una mierda. No es una dhampir, su lugar no era ese.
La ira afloró en todo su esplendor y me abalancé hacia él, atacando su
yugular con una de sus flechas mientras le estampaba con todas mis fuerzas
contra la pared. Mi rostro se tornó oscuro por la potencia de las emociones
que estaba sintiendo y el tono ronco de mi voz brotó de mi garganta como el
monstruo que era en realidad.
—Como Angie se muera quién asumirá las consecuencias vas a ser tú. Y
no va a ser muy agradable con una flecha atravesando tu garganta —gruñí.
Estaba cerca de rozar la punta afilada de su arma para demostrarle que
iba en serio, cuando Nikola me apartó, aferrándome a él. El aroma de su
pelo revolvió mi nariz, aturdiéndome, pero mi ira no tardó en regresar.
Deseaba hacerle sufrir a Sham como Angie debía de estar ahora. No tenían
que haberla dejado ir.
—¿A ti qué mierda te pasa? —rugió Sham clavándome la mirada, y
acercó una mano hasta su arco, preparado para disparar.
—Yo que tú no lo haría —le advirtió Nikola—. Lo único que queremos
es proteger a Angie. Sabemos que está en peligro.
Entonces Ryuk alargó su mano para mostrar su palma y de ella brotó un
poder cálido, formando una enredadera que bloqueó su siguiente
movimiento.
—¿Qué sois ahora? ¿Videntes? —gruñó—. Y tú —dijo mirando a nuestro
druida—, ¿en qué bando estás? Ponerte en mi contra puede traerte
consecuencias con el oráculo.
—Solo dinos si sabes de algún dhampir que esté retirado y viva por el
bosque, en alguna casa donde se dedica a torturar vampiros.
Las palabras de Nikola hicieron efecto en Sham. Sus ojos se agrandaron
ligeramente e hizo una arruga en la nariz casi imperceptible, pero bastante
visible a ojos de un ser sobrenatural. El ligero temblor de su labio inferior,
junto a las palabras mudas, fueron la confirmación a mis sospechas. Estaba
claro que sabía de quién hablábamos.
—Tiene a Angie.
—Eso no es posible. —Se defendió—. Es una humana común, no es
valiosa.
—Pues está claro que algo quiere de ella —intervino Ryuk, rascándose la
nuca—. Y con esta conversación solo estamos perdiendo el tiempo.
—Llévanos, Sham.
—Apañaros vosotros —siseó él ante mis palabras—. Yo no ayudo a
parásitos.
La rabia y desesperación me cegó, abalanzándome de nuevo hacia él.
Sham se percató de mi movimiento, pero eso no impidió que pudiera
golpearle y apretar mis manos contra su garganta, asfixiándole lentamente.
—No era una sugerencia. Era una orden —respondí—. Y cada aliento
que le falte a Angie equivaldrá a uno que te falte a ti. Así que no me hagas
repetirlo dos veces.
Ignoré sus patadas e intentos de puñetazos contra mi cuerpo para zafarse.
Mis colmillos se dejaron entrever, brillando ante la luz de la luna, y mis ojos
comenzaron a enturbiar mi mirada, tornándose oscuros. Sentía como mi
Bestia saboreaba la firmeza que estaba mostrando, la destreza en humillar a
un dhampir amenazando con quitarle el aire. Lo que me hizo aflojar un poco
el agarre fue una pequeña chispa que sentí en mi brazo, donde se escondía mi
tatuaje.
Lo solté por el impacto, pero me quedé con su arco y Nikola fue rápido
en captar mi mirada y encargarse de las flechas, dejándole desarmado. Britt
soltó una bocanada de aire y se aferró a Ryuk con mayor firmeza, mientras
este controlaba de reojo al cazador sin despegar su mano para impedir que
la enredadera se desvaneciera. Era una escena realmente conmovedora.
—Vamos —insistí—. Un paso en falso y juro que te atravieso el corazón
con una de tus flechas, igual que hacéis vosotros con las estacas. Aún no
olvido la mía retorciendo mi corazón.
Nos alejamos de Edimburgo en silencio, cada uno sumido en sus propios
pensamientos. Ryuk y Britt se habían ido a descansar, pues ella no podría
tolerar el sol cuando amaneciera y Ryuk prefería mantenerse al margen de
los problemas.
Fue un camino largo, tuvimos que aminorar la marcha puesto que la
velocidad de un dhampir es inferior a la de un Hijo Oscuro. Los únicos
momentos en los que la curiosidad de Sham fue superior al orgullo fue para
preguntar si vi a Ana y preguntar lo que sucedió. No pasé por alto el gesto de
dolor que hizo y sus ojos apagados al escuchar una respuesta que no estaba
preparado para asimilar.
Parecía que, incluso por encima del amor, para Ana siempre primó la
amistad. Y eso contrajo mi corazón, asfixiándome por la intensidad de un
sentimiento como la culpa, y la tristeza.
Cuando mis ojos atraparon la silueta lejana de la casa del dhampir
lunático, mi cuerpo se tensó, preparado ante un posible ataque. No sabíamos
si el cazador estaría dentro o si por el contrario se habría ido a por una
nueva víctima. Sham no quiso darnos más información sobre ese extraño
hombre que disfrutaba, así que nos adentramos a ciegas.
La puerta crujió en la noche ante nuestro contacto. El interior estaba tan
oscuro que tuve que acostumbrar mis ojos durante unos segundos antes de
poder ubicar todo. El silencio reinaba a nuestro alrededor. De hecho, tardé
en darme cuenta que Sham no estaba a nuestro lado.
Pero no me importó. Caminé por la lúgubre casa hasta que di con el
cuerpo semiinconsciente de Angie. Me percaté de que el sueño me estaba
mostrando lo que iba a suceder, así que me apresuré en buscarle el pulso, era
muy débil. Miré a Nikola desesperada, sin saber qué hacer, deseaba poder
ayudarla.
Rebusqué por su cuerpo alguna marca, alguna herida, algo que me
indicara que estuviera en peligro. Respiré al ver que no había ningún signo
que me hiciera temer por su vida.
Fue entonces cuando un crujido llegó a mis oídos y me giré con rapidez
para ver la silueta del hombre acercándose a la espalda de Nikola. Abalancé
mi cuerpo sobre él mientras mi compañero se percataba de la situación,
yendo directo a por Sham, que estaba acechando desde las sombras para
atacarnos.
Forcejeé con el hombre. Ahí me di cuenta de que sus movimientos eran
algo lentos e imprecisos, así que me aproveché. Le golpeé como pude para
librarme del arma que sostenía en su mano, intentando quitársela.
Miré de reojo a Nikola al escuchar un gruñido de dolor. Sham tenía la
vista fija en nosotros y se apresuraba en poder ayudarle. Mi segundo de
vacile me costó caro. El hombre se apresuró en clavarme una aguja en el
brazo que me profirió unas descargas que empezaron a quemarme la piel.
Mi rostro se tornó oscuro y mis colmillos brillaron ante la tenue luz que
luchaba para filtrarse por la ventana. Mi mirada se volvía cada vez más y
más borrosa, amenazando con desplomarme en el suelo. Aun así hice fuerza
de valor y solté la aguja de mi brazo para clavársela al hombre en la
garganta, antes de que Sham se abalanzara hacia mí.
Le golpeé con la pierna para apartarle, haciéndole darse de bruces contra
una pared cercana y Nikola aprovechó para bloquearle usando su arco.
Entonces, cuando el hombre iba a lanzarle una daga por la espalda, me
abalancé para quitársela y clavársela yo en su lugar.
El hombre cayó desplomado y Sham soltó un alarido de dolor. Sus ojos
se apagaron mientras nacían un par de lágrimas y su rostro comenzó a
volverse rojo. Miré a Nikola antes de asentir con la cabeza y hacerle un
gesto para que todo esto se terminara. Entonces pellizcó la piel temblorosa
de Sham y este se durmió.
—Sabes que no me costaría nada matarle —sugirió Nikola.
—Todo esto se nos ha ido de las manos —respondí—. No más muertes.
—Ya sabemos por qué lo protegía tanto.
—Es… Son… ¿familia? —pregunté sorprendida antes de ir hacia Angie
para comprobar que estuviera bien.
—Es el motivo más lógico. Su reacción le dolió.
—Todos hemos perdido a demasiada gente y el odio… esto debe
terminar —suspiré, contemplando el rostro ido de mi amiga.
—Te advertí que lo mejor sería que te fueras lejos, pero, como
siempre… nunca me haces caso —farfulló.
Le miré con cara de pocos amigos antes de sostener a Angie entre mis
brazos. No sabía dónde estaba la maldita academia, pero no iba a dejarla
tirada en ese lugar. Tampoco sabía cuánto tiempo tendríamos hasta que Sham
despertara y decidiera atacarnos de nuevo. No iba a dejarla por ahí a la
intemperie y ambos estábamos débiles. Lo notaba. No sabía las
repercusiones exactas que podía tener el no alimentarse de sangre humana,
pero era consciente de que Nikola jugaba en desventaja. Y Sham podía pedir
refuerzos, o que estos llegaran solos.
Salimos de la casa. Él sosteniendo a mi amiga y yo evaluando el espacio.
Usé mis habilidades para rastrear el lugar, asegurándome de que no hubiera
más peligros, cuando un olor familiar me hizo detenerme. Entonces mis ojos
se encontraron con esa silueta que tanto daño me había hecho, su pelo
mimetizándose con la noche y su mirada destellando en un gesto de malicia y
provocación. Pude captar como sus labios se curvaron en señal de molestia.
Abrí la boca para hablar pero no me dio tiempo a verbalizar la realidad.
Atary había desaparecido.
Y Nikola también.
Capítulo XL * Profecía cumplida

Maldije la llegada de ese Hijo Oscuro que tantos dolores de cabeza me


había traído. Angie yacía en el suelo sin percatarse de nada de lo que
sucedía a su alrededor y yo no sabía qué hacer, ni con ella ni en general.
Mi lado egoísta quería ir detrás de ellos y frenar lo que fuera a pasar,
puesto que Atary estuviera cerca no traía nada bueno. Aun así me armé de
paciencia y decidí alejarme con mi amiga en brazos, en busca de alguien que
me pudiera ayudar. Que la salvara.
Retomé el camino que habíamos seguido con Sham en un inicio,
consciente de que este no tardaría en buscarnos para vengarse. A él le
importaba bien poco quién fuera o lo que Lux quisiera hacer conmigo, no se
detendría hasta que consiguiera matarme.
Al llegar a las desérticas calles de Edimburgo suspiré. Ser una vampiresa
no ayudaba para acercarme a algún dhampir que tuviera la amabilidad de
llevarla de vuelta a la academia. No sabía qué le podía haber pasado, pero
su lugar estaba al lado de su hermana Soid.
Mis sentidos me alertaron de que alguien acechaba desde las sombras.
Preparada para el ataque, deposité a Angie en el suelo y me centré en
rastrear el aroma. Un rostro juvenil y arisco no tardó en aparecer en escena y
sus ojos claros se iluminaron ante la luz de una farola, antes de saltar hacia
mí.
Forcejeé con él con la vista borrosa y mis movimientos cansados,
esperando que mi fuerza bastara para detenerlo. Pero no fue hasta que logré
empujarlo contra una pared cercana cuando conseguí ganar un poco de
tiempo y respirar.
—No me hagas daño y llévatela. Es Angie —supliqué—. La hermana de
Soid.
El chico miró con rapidez el cuerpo de Angie tirado en el suelo y volvió
la vista hacia mí con el ceño arrugado.
—Eres la vampiresa del líder.
Gruñí al escuchar sus palabras pero asentí igualmente, esperando que eso
bastara para que se diera prisa y se la llevara. Necesitaba volver hasta
Nikola para comprobar que estuviera bien.
—Lo haré, pero en cuanto regrese volveré a por ti. No estoy a favor de
que Arthur te haya dejado escapar.
Observé como la recogía con cuidado para depositar su cabeza sobre su
pecho y desapareció entre las sombras, tal y como había aparecido. Suspiré
mientras me llevaba la mano a mi frente, esperando que el dolor de cabeza
cesara. Desde que Sham me había inyectado algo, todo mi alrededor daba
vueltas, amenazando con hacerme caer. Incluso mi garganta se estrechaba,
dificultando el paso de aire.
Volví hacia una entrada del bosque y detuve el paso para centrarme en
rastrear el olor de Nikola, esperando que estuviera bien. Al cerrar los ojos e
inspirar su aroma masculino llegó a mi nariz, provocando que el vello de mi
piel se erizara. Caminé en su dirección durante unos minutos, hasta que su
rostro serio y molesto acabó frente a mí.
—¡Me has dejado sola! —me quejé, asesinándole con la mirada.
—Es nuestra oportunidad, Laurie —respondió, negando con la cabeza—.
Mira el cielo, la luna es más grande de lo normal y Lux aún confía en ti.
Puedes volver a ser… humana.
Al escucharle comprendí que su deseo por devolverme la humanidad era
mayor a todo lo demás. Su obsesión por recuperar lo perdido era infinita,
como si nada más le importase. Asentí sin mucha esperanza de que eso se
cumpliera. Si Lux confiaba tanto en mí era porque tenía algún objetivo
oculto. Algo que se nos escapaba.
Continué avanzando a su lado a pesar de lo exhausta que me sentía. La
noche se abría ante nosotros y eso aliviaba temporalmente mis ojos irritados.
Ni siquiera sabía cómo mis pies podían moverse de una manera tan
mecánica que parecía un robot.
—Ya queda poco Laurie, aguanta —dijo minutos más tarde.
Su voz masculina penetró mis oídos, pero me costó varios segundos
definir sus palabras. Cada paso que daba equivalía a un intenso dolor en
todo mi cuerpo, podía sentir como cada vena se movía y se cruzaban unas
con otras, generando una sensación áspera que me hacía chirriar los dientes.
Era una tortura. Incluso mis pulmones habían decidido unirse y se contraían
con cada exhalación que daba, golpeando mi pecho con dureza.
—No aguanto —sollocé, consciente de que si tardábamos más terminaría
muerta. El veneno me estaba consumiendo.
—Solo un poco más. Estamos cerca. Puedo sentirlo.
Percibí su tono suplicante, incluso un deje de preocupación. No me hacía
falta ver la expresión de su rostro para saber que temía que nuestro plan
fallara. Me detuve al sentir un fuerte dolor en mis costillas y tensé la
mandíbula, haciendo chirriar mis dientes doloridos. Mi vista comenzaba a
delimitarse a puntitos negros y un fuerte temblor recorrió mi cuerpo,
provocando que mis piernas temblaran y tuviera que quedarme sentada en el
suelo.
—¡Laurie! —exclamó al enterarse de mi pequeño accidente.
Fui incapaz de pronunciar una sola palabra audible, el cansancio terminó
por apoderarse de mí. Me sobresalté al sentir cómo me elevaba y una de sus
fuertes manos se posó con firmeza sobre mi cintura para sujetarme.
—Bájame —protesté—. Iremos más lento.
—No dejaré que mueras.
—Sería lo mejor —murmuré apesadumbrada—. Solo soy un estorbo.
—No lo eres —respondió enfadado—. Eres la mujer más fuerte y
poderosa que he conocido, tanto por fuera como por dentro. Resiste un poco
más, solo un poco más.
—¿Y luego qué? —pregunté, acomodando mi cabeza sobre su suave
jersey mientras una tos molesta irritó mi garganta—. Ni siquiera sabemos si
funcionará.
—Luego recuperarás la vida que perdiste. La vida que tenías que haber
tenido desde el principio.
—Pero envejeceré… y tú no…; y… —respondí de forma atropellada.
—Siempre me mantendré a tu lado, pase lo que pase. Es lo mínimo que
puedo hacer después de todo esto. Si hubiera tenido cuidado quizás… —
susurró, dejando las últimas palabras en el aire.
Contuve la respiración al escucharle y mis pupilas se dilataron. Forcé mi
vista para observar como sus ojos grises se habían oscurecido y tragaba
saliva con fuerza. Mi corazón latió a un ritmo frenético, bombeaba tan
deprisa que cada movimiento que daba contra mi pecho me hacía tensar la
mandíbula por el dolor.
Nikola no era un chico expresivo. Conseguir que se abriera requería de
mucha paciencia y fuerza de voluntad. Pero lo estaba logrando. Esas
palabras lo significaban todo para mí.
—Por eso tienes que luchar como nunca. Necesito que te aferres a tu
humanidad.
Estaba a punto de asentir con la cabeza cuando un intenso olor llegó a mi
nariz, haciéndome abrir los ojos con fuerza. Mis pupilas no tardaron en
detectar de quién se trataba. La melena castaña de Sham ondeaba al viento,
sus manos sujetaban un arma metálica, seguramente ungida con agua bendita,
y sus ojos oscuros estaban fijos sobre…
—¡Cuidado! —chillé con todas mis fuerzas, tratando de usar el poco
control que quedaba sobre mi cuerpo para apartarme.
Entonces disparó.

Abrí los ojos al escuchar un gruñido. Al girar la vista hacia Nikola


comprobé que una bala plomiza le había atravesado cerca del pecho,
rozando su corazón. Su camiseta se había tornado rojiza, mostrando una
preocupante herida que había que tratar. Pero me centré en Sham,
abalanzándome a por él para que detuviera su ataque.
Forcejeé con su arma, que amenazaba con apuntarme mientras intentaba
apretar el gatillo. Aproveché la rabia que fluía por mis venas para asomar
mis colmillos y los hundí en su piel sin succionar, a pesar del ansia que
sentía porque eso sucediera.
Sham soltó un alarido, lo que me permitió recuperar su arma y le golpeé
en la pierna. Una tímida humareda salió de su piel, aunque no tan
preocupante como la de Nikola. Suspiré al ver que eso le dificultaría el
moverse y guardé el arma en el cinturón de mi pantalón. Entonces me
coloqué al lado de Nik e intenté incorporarlo sin mucho éxito, pues su herida
estaba empeorando y su rostro comenzaba a volverse pétreo.
Aun así mi compañero hizo fuerza de voluntad y su cuerpo tembló al
levantarse del suelo. De su rostro cayeron varias gotas de sudor que se
deslizaron por sus mejillas y sus colmillos asomaron al tensarse su
musculatura.
—Tenemos que irnos —dijo mirando a Sham.
Asentí analizando mi alrededor, consciente de que no tardaría en
amanecer. Le ofrecí mi brazo para sostenerse y me moví tan rápido como
pude, intentando esquivar los árboles sin que le dieran a él.
Recordé aterrada el presagio de mis sueños y todo mi cuerpo se tensó,
consciente de lo que se avecinaba. Tenía que encontrar a Atary cuanto antes.
El viento silbante nos acompañaba, meciendo nuestros cabellos, y mi piel se
erizó. Aún me sentía débil y cansada.
Continuamos el camino mientras me esforzaba en rastrear el olor de
Atary, el cual sentía cerca. Parecía burlarse de nosotros, oculto entre las
sombras, como si en todo momento hubiera sabido lo que iba a pasar.
Unos minutos más tarde me detuve al escuchar un gruñido de dolor por
parte de Nikola y el olor a quemado me preocupó. Lo dejé con cuidado en el
suelo, acomodándolo como pude. Sus ojos tenían unas profundas ojeras y sus
labios se habían secado. Su piel estaba tan pálida que parecía un cadáver y
comenzaba a volverse gris, como su mirada.
—Nik… —suspiré mientras mis manos temblorosas buscaban sus
mejillas.
—No voy a llegar más lejos. Es inútil, Laurie.
—No digas eso —murmuré, contemplando su rostro apagado—. Tú
puedes con esto y más.
—Ambos sabemos que no. No sé qué llevaba esa bala, pero es algo
efectivo.
Rasgué su camiseta para dejar a la vista la herida y traté sacar fuerza
para no vomitar. Había empeorado y su piel había empezado a adherirse a la
bala, que descansaba en su cuerpo formando unas líneas granates.
Le miré a los ojos en busca de su aprobación y este asintió con dificultad.
Entonces tragué saliva y comencé a escarbar para tratar de quitar la bala.
Fueron unos minutos angustiosos. El sudor perlaba su rostro por completo y
su respiración se había agitado; con cada movimiento que daba sentía que su
vida expiraba.
—Déjalo, batwoman. No conseguiremos nada. Céntrate en Atary —dijo
antes de tragar saliva con dificultad.
—¡No! —grité, presa del pánico por ver como su cuerpo se deterioraba
—. No te dejaré aquí.
—Tienes que hacerlo. El tiempo se acaba —respondió elevando su vista
hacia el cielo.
—¿Cómo puedes decir eso tan tranquilo? —protesté mientras unas
lágrimas comenzaban a aflorar por mis ojos y empecé a golpear su torso
duro como una piedra.
—He vivido durante muchos siglos, sé enfocarme en lo primordial.
—¡Idiota! —Continué, mirándole con rabia—. No te das cuenta de nada.
Lo primordial para mí eres tú.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas y sus ojos brillaron mientras
acercaba una mano para capturarlas. Entonces su rostro se contrajo y su voz
se tornó oscura, sin fuerza.
—¿Cuándo Laurie? ¿En qué momento te enamoraste de mí?
Su pregunta me golpeó con fuerza, aturdiéndome. Mi corazón empezó a
latir acelerado mientras mis manos temblaban. Quería a Nikola, sí, pero
¿enamorada de él? No podía ser posible.
—Yo… Yo no…
—Mírame.
Sus débiles manos se aferraron a mis mejillas, húmedas por el rastro de
lágrimas. Mis ojos se encontraron con los suyos y en ellos vi mi rostro,
reflejado como si se tratara de un espejo. Observé mi mirada preocupada,
mis labios fríos junto a mi cuerpo, que temblaba como un flan. Me miré y
comprobé que era real. Que todo este tiempo a su lado me había hecho
conocerle mejor y entendí toda su frialdad. Nikola siempre había querido
protegerme. Que recuperase lo que me habían arrebatado.
El chico perdido se había prohibido amar.
—Te quiero —susurré con voz rota—. No te puedes ir. No puedes
dejarme aquí, sola.
—Si me quieres ya sabes lo que tienes que hacer.
Miré su rostro sin comprender nada, negando con la cabeza.
—N-no puedo. No me pidas eso porque no lo haré.
—Tienes que matarme, Laurie. Hazlo antes de que sea demasiado tarde.
Solo así se cumplirán las palabras de Morgana. La… profecía.
Sus palabras exigentes congelaron durante unos segundos mi corazón, que
había decidido romperse del todo. No podía pedirme algo así, no podía
hacerme cargar con ese peso, con esa pérdida.
—¡No! —chillé, temblando por la ira—. ¡¿Cómo puedes pedirme algo
así?! ¿Cómo…? ¿Cómo te atreves si quiera a pensarlo?
Sus manos se tensaron, sujetas a mis mejillas. De sus ojos salieron unos
destellos, producto de la rabia y su labio inferior comenzó a temblar al dejar
salir unas palabras que jamás pensé escuchar.
—Te lo pido porque es lo que tienes que hacer, estaba destinado. Los dos
sabemos que es imposible que yo pueda salvarme, así que hazlo por los dos.
Recupera tu vida y deja todo esto atrás. Vete lejos, Laurie. Muy lejos. Antes
de que sea demasiado tarde.
—Me lo prometiste —sollocé y varias lágrimas mojaron su rostro
deteriorado—. Me dijiste que estarías a mi lado.
—Laurie, no hay tiempo —suspiró, volviendo la vista de nuevo hacia el
cielo, donde un tímido sol luchaba por aparecer—. Si me quieres, debes
hacerlo ahora. Por Ana, por Rocío, por mí.
Rebusqué entre mi ropa el dije que durante tiempo me había acompañado,
sin saber que antes le había pertenecido a él. Me negaba a pensar en una
vida sin él, sin ese compañero que me había enseñado a defenderme, a
protegerme, a ser fuerte y luchar. A esa persona que, sin saberlo, me había
hecho crecer y madurar. A ser alguien mucho mejor.
—No puedo —murmuré mientras contemplaba al dije y a él a partes
iguales.
—Claro que puedes. Yo creo en ti.
Sus palabras resonaron en mi mente. Notaba como cada vez le costaba
más hablar y su respiración disminuía, con un ritmo mucho más lento. Sabía
que cada minuto que dejaba ir le dormía, hasta que finalmente no volviera a
despertar, pero era tan egoísta que era incapaz de hacerle frente, solo por
escucharle y verle una vez más. No podía ser posible que todo se acabara
por un momento de despiste. Por un instante de debilidad. Nikola no podía
morir así.
Lloré más fuerte. Lágrimas y gritos a partes iguales salían de mi boca al
ser consciente de la realidad. Era incapaz de asimilar lo que estaba pasando,
la decisión que Nikola había depositado en mis manos, esperando ser lo
suficientemente fuerte como para llevarla a cabo.
Mi vista se enturbió, mis manos temblaban tanto que amenazaban con
romperse. Una idea tentadora me invadió al ser consciente de que yo también
me debilitaba. Quizás si me dejara ir, nos encontraríamos en el más allá los
dos.
—He tenido suficiente con Romeo y Julieta —respondió con voz pastosa,
sus ojos se entrecerraban—. Y tú me enseñaste que huir es de cobardes.
Aprovecha y vive tu vida sola, fuerte, independiente. El mundo necesita a
Laurie Duncan para sobrevivir.
—Te quiero —repetí, aferrándome a un dije que quemaba mi piel,
amenazando con convertirla en polvo.
—Y yo a ti, batwoman. La mujer más fuerte, terca, impulsiva y poderosa
que he conocido nunca.
Llevé mis labios hasta los suyos antes de que soltara el último suspiro y
clavé mi dije contra su herida. Un aire fuerte nos envolvió mientras su grito
de dolor resonaba por el bosque. Su piel se quemaba a un ritmo tan fuerte
que no pude evitar toser ante la gran humareda grisácea que me atacaba.
Eso no me impidió ver como su cuerpo se reducía a cenizas, envuelto
bajo un aire negruzco. Mis lágrimas no dejaron de aumentar, incapaz de
hacer nada más. Me había quedado rota.
Transcurrieron varios minutos hasta que un dolor más fuerte me rodeó,
era como si mis huesos se estuvieran rompiendo uno tras otro. Me aferré a
mi cuerpo con la mente en blanco, sumida en un estado de trance. Aun así
escuché un ruido cerca, como si alguien se colocara a mi lado, y una mano
rozó mi hombro.
Forcé la vista para intentar ver quién era, pero solo pude captar unos ojos
oscuros. Entonces todo se volvió negro y mi grito de dolor quedó perdido
por el bosque.
Me había quedado sola.
EPÍLOGO

Abrí los ojos al escuchar unas voces lejanas. La cabeza me daba vueltas
y el entorno se había tornado borroso. Froté mis ojos con las manos para
intentar centrar la vista y parpadeé. Entonces me di cuenta de que algo iba
mal.
Además de encontrarme encerrada en una jaula con barrotes, mis
habilidades vampíricas eran extrañas, sentía que se habían dispersado y
ahora estaban fuera de control. La oscuridad en la que estaba sumida me
ponía nerviosa, como si fuera una sensación nueva y mi sed de sangre había
cesado.
Me moví como pude tanteando el espacio mientras mi mente me repetía
una y otra vez lo sucedido, repasando los acontecimientos. Habíamos ido
tras Atary, pero no lo habíamos encontrado. Sham nos atrapó y entonces…
Mi corazón se detuvo al recordarlo. Nikola había muerto. Yo había acabado
con él.
Un escalofrío recorrió mi piel, erizando el vello de mi brazo. Toqué los
puntitos que se formaron con la yema de los dedos, sintiendo su textura. Me
mordí el labio inferior, me sentía tan extraña. Cada sensación que
experimentaba me resultaba cálida, humana. ¿Acaso Nik estaba en lo cierto?
¿Su muerte había servido para traerme a la vida de nuevo?
Cerré los ojos para serenarme y un par de lágrimas descendieron por mis
mejillas solo de pensarlo. Ser vampiresa era una trampa, te hacía sentirte
fuerte y poderosa, invencible, para luego destruirte por completo, dejándote
sin alma. Y, incluso así, Nikola había renunciado a su vida para salvar la
mía. El acto más noble y desinteresado que podía conceder un vampiro de su
calibre. Entonces lo entendí. Solo un acto tan puro y sincero podía ser la
representación real de la palabra amor.
Las voces que rebotaban contra las paredes de la sala se fueron
ampliando, recordándome que el peligro se acercaba. Miré a mi alrededor
mientras trataba de levantar mi cuerpo debilitado, las piernas me temblaban
como si no hubiera comido en días.
Nada. La celda estaba tan vacía que nada podría ser de utilidad. Me
acerqué a los barrotes para ver si podía romperlos, pero fue en vano. Cerré
los ojos para intentar focalizar mi rabia por todo lo sucedido, esperando que
mi identidad vampírica se revelara. Ladeé la cabeza al ver que todo seguía
igual, la oscuridad de mi interior había desaparecido.
Al escuchar una puerta abrirse retrocedí hasta chocar contra los barrotes,
golpeando mi espalda. Frente a mí aparecieron unas personas que conocía a
la perfección: Arthur y Sham me miraban expectantes, analizándome como si
fuera un mono de feria.
—¿La duermo? —preguntó el traidor, apuntándome con un arco.
—No será necesario.
—Confías demasiado —gruñó Sham, sin dejar de lado su arma.
Observé con cautela como Arthur se aproximaba hasta mi jaula con los
hombros relajados y andares tranquilos. Sus ojos se mantuvieron fijos en mi
rostro hasta que llevó las manos a la cerradura para girarla y dejarme libre.
Auné todas las fuerzas posibles para recuperar mi condición y poder
abalanzarme a por ellos. El hecho de recordar que Nikola ya no estaba a mi
lado hacía que mi sangre hirviera. No podía creerme que hubiera cometido
el fallo de dejar a Sham vivo, de haber sabido que iba a actuar de esa
manera hubiera acabado con él.
Pero nada. Mi oscuridad seguía desaparecida, como si nunca me hubiera
pertenecido. ¿Qué estaba pasando? Mi confusión era tan notoria que me
impedía derrumbarme. Necesitaba saber que su muerte no había sido en
vano.
—¿Confundida? —preguntó Arthur con el gesto serio.
—No entiendo qué hago aquí. ¿Por qué no acabáis conmigo de una vez si
tantas ganas tenéis? Empieza a ser molesto.
—No pensé que Nikola fuera tan inteligente como para hallar la manera
de hacerte volver, pero es sumamente gratificante —respondió, ignorando
mis quejas—. Aun así quiero hacer unas pruebas para confirmarlo. Por
prevención más que nada.
—¿Qué pruebas? ¿Volver?
Me crucé de brazos. Estaba cansada de ser un animal indefenso con el
que experimentar, como si mi vida no fuera importante. Ya no me fiaba de
nadie ni de nada, desde que conocí a Atary había ido asimilando que las
personas siempre me iban a fallar. Aún tenía que averiguar qué había pasado
cuando me desmayé, pues recordaba que una mano me había tocado.
—Lo primero será garantizar que tu sed de sangre ha cesado y no eres un
peligro para nosotros.
—Créeme que si no hubiera cesado ya estarías muerto. Ambos.
La risa sarcástica de Sham y su mirada hosca no me amedrentaron. Estaba
siendo sincera al decir esas palabras, pues los odiaba más que a nada en el
mundo. Me habían demostrado que no existía un bando bueno. Tanto a uno
como al otro no les importaba el sentimiento de los demás, solo salvarse el
culo y llenarse de medallas.
—Me siento más aliviado entonces —contestó Arthur en tono mordaz,
lanzándome un pequeño bote de cristal.
Lo sostuve con las manos antes de darme cuenta. Al menos mis reflejos
seguían siendo más rápidos de lo habitual, lo que me dio un poco de
esperanza. No quería ser inmortal, pero tampoco ser una débil humana a la
que pudieran manejar a su antojo. Deseaba con todas mis fuerzas que Nikola
no hubiera muerto en vano. De hecho, en cuanto pudiera intentaría averiguar
la manera de recuperarlo. Esto no podía quedar así. Demasiada gente se
había sacrificado para salvarme a mí.
—Haz los honores.
Lo miré con desconfianza y abrí la pequeña tapa que me separaba del
líquido carmesí. Había sido algo tan vital en mi vida que ya sabía lo que era
sin necesidad de preguntar. No cedí a abrirlo y olfatearlo como si fuera un
perro porque quisiera colaborar con ellos, sino porque era el momento
perfecto para salir de dudas sobre si quedaba algún resquicio de oscuridad
en mí. Necesitaba saber qué me había pasado desde el momento del
sacrificio.
—¿Y bien?
Le miré de soslayo con el gesto molesto y aspiré el aroma con ímpetu. Ya
no me resultaba dulce y adictivo como hasta hace nada, sino todo lo
contrario. La falta de olor me hizo cerrar el bote y aguardar sus movimientos
con desconfianza, esperando lo peor.
—No me sucede nada.
—Genial. Eso es lo que esperaba escuchar —asintió Arthur complacido
—. Sham, avisa al grupo. Yo guiaré a Laurie hasta el laboratorio.
Sham accedió y desapareció de la sala, no sin antes clavarme una mirada
acusatoria a la cual ignoré. Si me odiaba, no podía imaginarse el sentimiento
que me despertaba él. No descansaría hasta verle destruido.
—¿Por qué estás así conmigo cuando la última vez pensabas matarme? —
pregunté de golpe antes de avanzar por un pasillo, consciente de la realidad.
—Tienes mucho de lo que ponerte al día, Laurie. Empezando por esto.
Me sobresalté al sentir su cálida mano sosteniendo mi brazo para
acercarlo a mi vista, entonces mis ojos se focalizaron en un tatuaje. Estaba
en el mismo sitio donde antes tenía esas líneas negras, ese que durante tanto
tiempo me había acompañado. Ahora tenía un árbol cuyas raíces y hojas se
enlazaban, formando un círculo que le rodeaba. Al tocarlo con la yema de
mis dedos una sensación placentera me invadió, asustándome.
—Este tatuaje… recuerdo haberlo visto antes —murmuré, tratando de
recopilar las imágenes.
—Es el símbolo de los dhampir más importantes.
—¿Ahora soy una dhampir? —protesté, haciendo chirriar mis dientes.
—Creemos que eres algo superior.
—¿Perdón?
Miré sus ojos esperando una señal de burla, una broma. Lo que me
faltaba en ese momento era que ese dios que veneraban tuviera un estúpido
sentido del humor y hubiera decidido convertirme en una de ellos o algo por
el estilo. ¿Es que no podían dejarme descansar tranquila, al margen de todo
esto? No estaba interesada en participar en su guerra colaborando con ellos.
Iba a ser autodidacta. O más bien una estatua. No pensaba mover un solo
dedo sin Nikola. Mi mente solo pensaba en volver a tenerlo a mi lado.
—Senoi te explicará todo en cuanto terminemos con las pruebas. Después
podrás descansar.
—¿Senoi? —murmuré, llevándome los dedos hacia la frente.
Desde que había recuperado la conciencia sentía unas ganas inmensas de
escapar, de arrasar con todo lo que hubiera a mi alrededor y llorar
desconsolada por todas las pérdidas. Lo único que me mantenía en pie era la
estúpida esperanza de pensar que podría recuperarlos. Haría lo que fuera
para conseguirlo.
—Es mucha información, pero es importante que sepas lo que está en
juego ahora. El despertar de Lucifer ha hecho que tengamos que aligerar todo
—continuó, haciéndome un gesto para que lo siguiera.
Le seguí en silencio, deteniéndome a observar cada puerta y persona que
encontrábamos a nuestro paso. Los dhampir se giraban para analizarme y
seguían su camino hablando entre ellos, murmurando algo sobre el arma
definitiva.
Cada paso que daba, más segura que estaba de que debía de mantenerme
al margen, no me fiaba de ellos. Durante todo este tiempo había bailado al
son de ambos bandos, sin detenerme a pensar qué quería yo.
—Es por aquí —me indicó antes de abrir una gran puerta.
Arrugué la nariz al ver un hombre amordazado y paralizado con una
estaca cerca de su corazón. Su rostro pálido y las ojeras bajo sus ojos me
ayudaron a afirmar que se trataba de un vampiro, seguramente un neófito. Mi
corazón latió acelerado al sentirme atraída por el olor que desprendía la
sangre de su ropa. ¿Qué narices?
—Tengo que irme de aquí.
Empujé a Arthur para intentar ponerme en un lugar seguro. Mi mente
disparaba cientos de preguntas y miedos por verme deseando colmar mi
repentina sed. No tenía ningún sentido.
Gruñí al ver el cuerpo delgado de Arthur bloqueándome el paso,
impidiéndome marchar. Los nervios aceleraron mi sistema, aumentando mi
descontrol. Si no me iba pronto acabaría desatando el caos.
—Déjame marchar. Esto no tiene ningún sentido —me quejé, tratando de
forcejear con él.
Los ojos del neófito se clavaron en mi piel como si fueran dagas afiladas,
torturando la poca estabilidad mental que me quedaba. Mi garganta había
empezado a salivar ante el deseo, deseosa de nutrirse. Esto no podía estar
sucediendo.
—Será rápido.
Retrocedí asustada al ver como Arthur se acercaba a su víctima y le
extraía un poco de sangre en otro bote de cristal. Al llenarlo, se volvió hacia
mí con una sonrisa maliciosa y me sacó de la sala de la tortura dando un
portazo.
Mi corazón continuó latiendo agitado, poniendo alerta mis sentidos. Las
sensaciones fluían por mis venas sin control, como si se hubieran potenciado
al máximo. Nunca había sentido tantas ganas de acabar con una persona, viva
o muerta.
—¿Qué ha sido eso? —murmuré sin poder asimilarlo.
—Senoi tenía razón, Lux ha decidido bendecirte con un gran poder que
deberás usar con cabeza. La fuerza que fluye por tus venas puede atemorizar
a Lilitú.
—Habla claro, Arthur —gruñí sin poder dejar de observar el contenido
del bote que guardaba bajo su mano.
—Eres un híbrido. El primer ser que tiene la sangre de ambos dioses.
—Un… ¿híbrido? —pregunté en un susurro.
—Eres una humana, mortal —acentuó mirándome fijamente—, si eso es
lo que te preocupa.
—¡Mírame! —exclamé señalándome mientras dejaba que la rabia me
dominase—. ¿Acaso te parezco humana? Yo… iba a beber la sangre de ese
neófito. ¡No tiene ningún maldito sentido!
—Sé que es difícil de asimilar, pero es la verdad. Eres una dhampir, una
humana con habilidades vampíricas. Tu diferencia con el resto reside en tu
sed de sangre. Senoi asegura que la podrás dominar a base de práctica.
Me detuve mirándole sin entender nada. Cada palabra que salía de su
boca era como una pared con la que me golpeaba. Tenía que haber una
cámara oculta por algún sitio o de verdad Lux me estaba jodiendo viva. ¿Un
híbrido? ¿Sed de sangre de vampiros? Ni en la peor de mis pesadillas me
hubiera imaginado algo así.
—¿Quién es Senoi? ¿Y por qué parece saber tanto de mí? ¡Qué queréis!
¿¡Qué quiere Lux de mí!? Estoy cansada de no saber nada y descubrir todo a
base de golpes —chillé. Mi pecho subía y bajaba con rapidez.
—Yo soy Senoi, Laurie —dijo de repente una voz femenina,
sobresaltándome.
Llevé mi mirada en dirección al sonido. Mi mandíbula se tensó al ver el
rostro de la persona que tenía en frente, con el mentón alto y una expresión
de seguridad. Mis ojos azules se encontraron con los de Britt.
—¿Tú? —respondí, negando con la cabeza—. Esto es…
—Sé que hay mucho que explicarte, pero tienes que descansar. Es una
situación muy complicada para todos.
—No me hables de situaciones complicadas. —Exploté—. No cuando
todas las personas que quiero se mueren o me clavan un puñal por la
espalda. ¿Lo tenías todo preparado? ¿Disfrutabas mintiéndome a la cara?
¿Quién eres en realidad?
Todas las preguntas salieron de mi mente como si fueran vómitos. El
sentimiento de traición me asfixiaba y mi calma se evaporaba por momentos.
Si continuaba así terminaría consumida.
—Intentaba protegerte, Laurie. Te avisé como mejor supe. Soy uno de los
tres ángeles que crearon el dije de la que tú eres portadora. El ángel enviado
por Lux para terminar con el mal que cometió el error de dejar escapar.
—Esto no puede estar pasando. —Retrocedí mirando a Arthur y a la
mujer que sentía una completa extraña para mí. Me estaba volviendo loca—.
Tengo que irme de aquí. No me quedaré en un sitio donde me han mentido y
han intentado matarme.
—Quédate donde estás, Laurie —ordenó él soltando un suspiro de
cansancio.
Me crucé de brazos y alcé el mentón, esbozando una sonrisa de molestia.
No permitiría que me ordenara nadie más.
—No eres mi padre. No eres nadie para mandarme qué hacer —escupí
mirándole con odio.
—No soy tu padre, pero sí soy alguien a quién debes guardar respeto y
venerar.
—Por encima de mi cadáver —gruñí dándole la espalda, preparada para
escapar de esta academia de locos mentirosos.
El cuerpo menudo y fino de Senoi me bloqueó, mirándome con gesto
preocupado. Le di un empujón para intentar apartarla, pero no fue suficiente,
mis movimientos eran lentos debido al cansancio.
—Debes escucharlo, Laurie. Es importante.
—¡Lo único que me importa es largarme de aquí para acabar con todos
de una maldita vez! Cuando me recupere lucharé hasta el cansancio para
vengarme como prometí —chillé. Empezaba a ver mi alrededor borroso y
unos escalofríos recorrieron mi nuca.
—Morirás si lo haces por tu cuenta. Nos necesitas —escuché decir a
Senoi como un pitido lejano. Varias gotas de sudor comenzaron a perlar mi
frente.
—Yo caeré, pero todos caerán conmigo. Incluidos vosotros.
Llevé una mano hasta la pared para sujetarme. Mi respiración se estaba
agitando, acelerando mi desequilibrio.
—Sin mi ayuda la única que vas a caer eres tú, y tu venganza quedará en
nada. Deja de comportarte como una niña y afronta la realidad. Sin mí no
eres nadie —advirtió Arthur.
—¿Quién te crees que eres?
Escupí cada palabra de esa pregunta con todo el odio que tenía
acumulado y luché con todas mis fuerzas para no desvanecerme, alzando el
mentón para poder mirarle a la cara. Esa que durante tantos años había
amado y venerado como un padre de verdad. Ahora lo sentía un completo
desconocido.
—Soy Adán, mocosa. El padre de toda la humanidad.
AGRADECIMIENTOS

Aquí estamos con otro libro más finalizado, el cual se ha convertido en


una pieza muy importante de mi vida.
Esta historia ha sido un reto. De verdad que no sabía qué iba a ser de mí,
pues temía quedarme sin ideas o que perdieras el entusiasmo. Cuando ya está
prácticamente todo escrito es muy difícil pensar e intentar sorprender, pero
espero haberlo conseguido.
Sé que a muchas personas les ha desesperado Laurie y les ha costado
entenderla gracias a los comentarios de wattpad y aquellos que me dejan en
Instagram, pero no te imaginas con qué cariño la veo y siento yo. Es una
chica que no sabía nada de la vida, muy miedosa e inocente, a la que han
sacado de su burbuja a la fuerza y le han enseñado a base de golpes lo que es
sobrevivir.
Por todo esto me gusta escribir este apartado, para poder explicarme y
agradecer a todas aquellas personas que han intervenido en esta aventura de
una forma u otra.
Para empezar, a mis Dawer. Sin vosotros y vosotras nada de esto sería
posible, pues continuo aquí gracias a vuestro apoyo y palabras de afecto
constante. No hace falta nombraros porque sabéis de sobra quiénes sois.
Para continuar, a todos/as y cada uno de mis lectores en general. Me dais
la vida en wattpad con cada comentario, voto y lectura. Para un escritor lo
esencial es ver que hay personas a las que les gusta lo que haces, que se
emocionan, que sufren, ríen, lloran, se enfadan… porque significa que hacen
la historia real.
No puedo olvidarme de darle las gracias también a mi madre por todo su
apoyo y expandir Atary por Asturias, (muchas gracias a todas las
compañeras de trabajo y amistades que me habéis dado una oportunidad).
Y a Mario, Rocío y Raquel. Os agradezco mil todo vuestro apoyo. Tus
mensajes llenos de emoción mientras leías Atary me dieron la vida, Ro. Y
qué decirte a ti, Mario, que me haces sentir tan especial. Espero que esta
segunda parte te haya gustado tanto o más que la primera. Gracias por darme
alas para poder volar.
También cabe mencionar a Roma. Gracias por plasmar con una imagen lo
que digo con las palabras y dejar esta segunda parte tan bonita como la
primera.
No puedo olvidarme de mencionar a mis amigas escritoras: Beca,
Bianca, Ann, Kendy, Gaby. Gracias por cada palabra, cada consejo, cada
apoyo que me dais. No sería lo mismo sin vosotras.
Y no puedo cerrar este apartado sin destacar a aquellas personas que me
han apoyado dejando su reseña de Atary o Nikola en Goodreads. Por ello,
agradecer a Ro (románticoslibros), Joycel Luna, Paola Pérez, Arely Love,
Irene, Mónica, Úrsula, Elizabeth Snow, Kerlly Morales, Teresa, Blue Tea,
Isabella, Emelyn, Raquel, Daniela Morales, Darla Darquea, Roma Marchetti,
Emilia Stark, Fátima Annelyz, Ana, Ana Covet, Stephanie Martínez, Yesenia
Pool, Florencia Alarcón, Stephanie, Lectora_forever00.

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