Alumno - Leip - Trabajo Final

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

Universidad Pedagógica Nacional

Licenciatura en Educación e Innovación


Pedagógica

Módulo 1
Experiencias educativas e identidades

Trabajo Final

Autobiografía

I. Introducción.
Se ha dicho que los recuerdos son cicatrices que nos hacen saber que el pasado existió.
Gracias a los recuerdos somos conscientes de quienes somos, quizá porque sabemos lo que
fuimos. A lo largo de la colecta de esos recuerdos, encontramos un proceso por el que
conocemos el mundo. Esto es una bendición de la evolución, si podemos recordar por
ejemplo, dónde se ha encontrado alimento, las probabilidades de sobrevivir se amplían. Así,
me atrevería a decir que cada recuerdo representa un aprendizaje. He de relatar como
percibo este proceso de manera particular, algunas vivencias y recuerdos me ayudarán a
cumplir este objetivo.
Mi nombre es Carlos Manuel Mendoza Elías, nací el 1º de abril de 1992. Provengo de
una familia pequeña y muy unida, en casa apenas somos cuatro; mis padres, mi hermana y
yo.
Desde que era muy pequeño mis padres me incitaban a estudiar, y supieron inculcarme
un gusto extraordinario por aprender. De hecho, una anécdota que siempre cuentan mis
padres es que cuando recién iba a entrar al jardín de niños, y mi madre me había llevado a
comprar algunas cosas a la papelería, yo ya estaba pidiendo mis útiles completos para la
secundaria. El primer día de clases era común ver a niños llorar por ser llevados a la fuerza
por sus padres a la puerta de la escuela, mientras que mi madre me llevaba de la mano muy
tranquilo, pero muy emocionado de por fin acudir a aprender.
A continuación he de relatar parte de mi vida escolar, cómo aprendí, con ayuda de
quién, y cómo mi comunidad en su conjunto ha influido en lo que ahora soy.

II. Experiencias de aprendizaje.


Los recuerdos a veces son como liebres salvajes que cuando uno se percata de su
presencia, se esconden en lo más recóndito del denso bosque de la mente. Recordar
ciertamente no es nada fácil, algunas personas recuerdan lo malo que les sucedió, otras lo
bueno, a otras de plano no les gusta recordar. Cómo aprendí, seguramente recuerdo algo,
creo que de lo bueno y de lo malo; sobre las experiencias en la escuela, hay de todo; desde
las muy recordables a las que no debería recordar.
Hace tiempo un gran pensador disertaba sobre los inconvenientes de “acordarse” de las
cosas pasadas. ¿Qué caso tiene ocuparse sobre lo que ya paso?
Friedrich Nietzsche en “Sobre la utilidad y el perjuicio de la Historia para la Vida”
habla de los vicios y consecuencias de la actividad histórica del hombre; él distingue entre
tres tipos de Historia, por decirlo así. La historia monumental, la crítica y la anticuaria;
todas con sus respectivos problemas. Al final de su disertación, Nietzsche afirma que la
Historia es más perjudicial que benéfica para la vida del hombre. Desde su postura fatalista,
él nos quita un peso de encima. El hombre debería concentrarse en avanzar y no considerar
las penas pasadas. Pero a Nietzsche se le olvida que no todo son penas en el pasado, y que
todo lo que somos está desde que somos, en el pasado; y que si no lo recordáramos, no
seríamos. Así pues, creo que en este ejercicio no estoy recordando, sino conociendo más los
elementos que me forman como humano.
Quiero comenzar con mis recuerdos más cercanos, uno por desgracia no muy bueno. En
el último año de bachillerato tomé materias que supuestamente iban a ir relacionadas con lo
que estudiaría en la universidad. Las escogí variadas, desde química hasta latín; entre ellas
se me ocurrió estudiar un año de administración. Mi maestra, una contadora pública, trabajo
con nosotros el primer semestre de manera amena, desarrollamos lazos de amistad entre el
pequeño grupo. Hacia el segundo semestre, quizá por razones personales o laborales el
carácter amable de la maestra cambio por completo, ahora se dirigía a todos de una manera
despectiva e irrespetuosa, no toleraba se le contradijera o se aportará algo diferente a lo que
veíamos. Esta situación influyó definitivamente en cómo habría de ver no sólo a la clase
sino a la materia en general. A principio de semestre la administración me parecía útil, muy
interesante, y disfrutaba aprenderla como cualquier materia, pero a fin de cursos sentía que
la despreciaba, incluso trataba de llegar lo más tarde posible a la clase o cuando se podía no
asistir. Esta experiencia me serviría en todo lo que me pasaría más adelante, pues aprendí a
distanciar la experiencia personal con el maestro de mi aprendizaje escolar.
Un nivel antes, en la secundaría, mi experiencia podría calificarse como regular o
promedio, salvo un corto periodo en el que a causa de un golpe en la cabeza tuve que asistir
al médico recurrentemente y por supuesto, faltar a clases. Debido a esto en mi vida escolar
se presentaron una serie de problemas, y el primero fue mi intermitente asistencia. Parecía
que cuando iba sólo se veían cosas de repaso, los maestros no asistían y curiosamente
coincidían los días en que salíamos temprano. Pero cuando faltaba era una cosa muy
distinta, había desde exposiciones hasta eventos que le dolería perderse a cualquier
estudiante de secundaría como que dos maestros se pelearan, así de inconsistente fue ese
periodo. Por supuesto, mi situación académica no fue del todo favorable, pues trataba de no
faltar a los exámenes pero a veces llegaba en blanco, por no asistir a clases. Fue
precisamente en este periodo cuando recordé algo que ya había aprendido muchos años
antes en mi casa, a aprender por mi cuenta. Por alguna razón había olvidado esta parte
importante de mi persona que no consistía en otra cosa más que tomar un libro y ponerme a
investigar lo que me placiera, quizá por el sistema educativo o por la desidia propia de un
adolescente se me había oxidado, pero por fortuna logré atrapar a esa libre que se me estaba
escurriendo en el pasado. Mi situación mejoró, pues en mi casa podía avanzar a pasos
agigantados, hacía el trabajo de una semana en un día, nuevamente me sentía dueño de mi
aprendizaje. Repasaba los temas que tenía que ver en la escuela (por cierto, no muchos de
mi interés) y me seguía de largo con cosas de verdad interesantes de ciencias y
matemáticas. Cuando mi situación por fin fue estable, ya sabía como repartir mi tiempo
entre las obligaciones de la escuela y mi satisfacción intelectual. Otra vez yo decidía lo que
aprendía y como lo haría, y creo que por primera vez en mi vida me sentía un ser humano
intelectualmente libre.
La última etapa del bachillerato fue crucial para mi formación, aquí es donde conocí
a mis mejores amigos y donde estuve en contacto con los mejores maestros. Mis profesores
de Psicología y Biología me ubicaron en el rumbo correcto y me inspiraron para seguir
estudiando. Recuerdo con mucho cariño las clases en el laboratorio de Biología, el profesor
tenía un porte digno de un científico, siempre nos decía que era importante aprender otro
idioma, que había que leer de todo e interesarse en todo, y que siempre había que esforzarse
en todo lo que se hiciera. Mi profesor de Psicología y yo siempre nos quedábamos
platicando después de clases, de las platicas más amenas que he tenido en mi vida escolar.
El profesor me invitaba siempre a estudiar cosas nuevas, él me aseguraba que tenía el
potencial para estudiar lo que quisiera, y su aliento me comprometió de alguna manera con
mis estudios universitarios.
Cuando entré a la Facultad de Derecho me sentí desilusionado de la carrera, sentía que
había desaprovechado una buena oportunidad en mi vida. Fue precisamente una maestra la
que despertó en mí el amor por la carrera. Una maestra imponente, que literalmente trató a
mi grupo como ignorantes. Creo que así como nos presionaba me ayudó a adentrarme en
los temas como no lo hubiera hecho con otros profesores. Así, conociendo más, y desde un
punto de vista crítico y reflexivo, me sentí recargado para continuar estudiando Derecho.
Estados dos experiencias son muy significativas en mi vida, pero después de
reflexionar en torno a ellas, no podemos dejar de tocar un punto muy importante; que trata
sobre las personas que nos rodean y cómo nos ayudan o desayudan cuando aprendemos. Ya
he mencionado dos figuras muy importantes, primeramente mis padres y después a mis
maestros, pero ahora quiero desentrañarlas precisamente a través de más recuerdos…

III. Experiencia de aprendizaje en específico.


-Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
¡ya mamá!-
-Ahora hazme montoncitos de 10.-
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… -
-Siete, ocho…-
-Nueve y diez.-
La anterior es una imagen muy presente en mis recuerdos de la infancia, cuando mi
mamá cocinaba frijoles o lentejas siempre me ponía a ayudarle a escoger las semillas
juntándolas en montoncitos del número que ella me decía. Así es como aprendía a contar,
mucho antes de entrar a una escuela mi madre ya me había enseñado. Lo interesante es que
aprender a contar por montoncitos me permitió asimilar la idea de las decenas, centenas y
unidades de millar. Mi madre siempre estuvo al pendiente de mi desempeño en la escuela,
desde el kínder hasta la primaria, siempre dedicaba el suficiente tiempo para ayudarme en
mis tareas. Sin duda alguno si no hubiera sido por su paciencia no sería el que soy ahora.
En esta ocasión, cuando algo tan común como la forma en la que aprendí a contar es
analizada desde una perspectiva profesional, o al menos como estudiante de Educación, es
cuando me doy cuenta de lo complejo que el funcionamiento del ser humano, no del
animal, sino de lo que conocemos filosóficamente como hombre.
Mi madre se convirtió en una mediadora entre objetos simbólicos y yo. Qué objetos
más preciosos y a la vez complejos que los números para constituir la experiencia de
aprendizaje que recuerdo con más anhelo.
Es prudente mencionar en esta parte, que el éxito de mi madre fue considerarme (de
manera inconsciente claro está) como un interlocutor, ahora queda más claro. En la teoría
piagetiana, de acuerdo a lo que expone Emilia Ferreiro (2004, p. 20) es un error considerar
al niño como un simple sujeto pasivo en el proceso de aprendizaje, el niño es un
interlocutor intelectual con el adulto, capaz de aprender por propia cuenta y ser crítico.
Anteriormente el niño, se pensaba, estaba inmerso en una etapa de subdesarrollo, siendo el
adulto el ser que se encuentra en un estado acabado o completo intelectualmente. Esta
visión, por supuesto, está más que superada (afortunadamente).
Mi madre y sus enseñanzas formaron parte de lo que ahora soy, mi identidad. He aquí el
quid del asunto. ¿Qué o quién soy? Quizá responder a esta pregunta sea más difícil que
responder a cualquier otra. Podríamos empezar a enlistar todo aquello que creo me
identifica, empezando por mi especie o por mi género, enunciar mi raza o el nombre de mi
familia, o quizá simplemente empiece por decir mi nombre; así de diferentes han de ser las
respuestas.
La respuesta a la pregunta del inicio, requiere que el individuo se conozca, como diría
Sócrates; o en otras palabras que se identifique. He aquí el meollo del asunto, identificarse,
ser consciente de su identidad; un problema si no sabemos qué es eso. De acuerdo con
Giménez (2008), delimitar la idea de identidad ha presentado problemas y de hecho se trata
de una discusión reciente, al menos en ciencias sociales.

Hasta antes de lo que aprendí en este módulo, concebía la identidad únicamente en su


esfera individual, pero la cita de Habermas (Giménez, 2008, p. 3) es por demás decisiva,
detrás de cada individuo, para que sea tal, hay una interacción con otros sujetos.
Si queremos responder qué es la identidad, debemos considerar tres dimensiones; la
individual, la colectiva y la temporal en su aspecto particular. El papel que juega el
subjetivismo en la triada es fundamental, pues una de las características del concepto de
identidad individualizado es que puede ser entendido desde el sujeto objeto y desde los
sujetos observadores, en otras palabras lo que yo digo ser y lo que los demás dicen de mí.
Con las herramientas que nos proporciona Giménez, podemos dar un concepto que
contenga los elementos indispensables para entender el significado de identidad.
La identidad es un conjunto de cualidades específicas de un sujeto que son reconocidas
por el mismo en su esfera personal y por sus iguales en la colectiva, que al ser introducidos
de manera continua a lo largo de su desarrollo son parte también, de la historia de éste;
tienen un carácter temporal, permaneciendo en su conjunto continuos pero no inertes,
pudiendo cambiar con las experiencias futuras.
Así, con un simple hecho de mediación cultural, mi madre aportó las herramientas
necesarias para que conociera el mundo y para que construyera mi esencia.

IV. Lo que quiero llegar a ser.


Anteriormente expuse que una de las etapas más memorables de mi existencia fue el
bachillerato, no sólo porque allí tuve muy gratas experiencias como estudiante, sino porque
fue el lugar donde pude poner en práctica todo lo que hasta entonces había aprendido. Fue
una experiencia sincrética que me permitió revalorar lo que hasta entonces quería ser, y
desde allí tomé la decisión de dedicar mi vida entera a trabajar por una superación
intelectual.
En mi Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM viví las experiencias de
aprendizaje más significativas de mi vida. Una escuela diferente a todas las demás en las
que había estado, grande, muy grande (de hecho el plantel a nivel bachillerato más grande
de México); donde los profesores tenían un reconocimiento como investigadores o
académicos universitarios, donde me enseñaron qué eran los grados académicos y lo más
interesante; donde me enseñaron por fin cómo aprender.
Antes de iniciar la disertación que ha de concluir este trabajo y que corresponde a
exponer mis pretensiones para un futuro, deseo presentar un ejercicio de introspección que
me ayudará y que además ha de ser ilustrativo sobre el cómo y el porqué de mis decisiones.
He de empezar con un pequeño cuestionario en el que expreso parte de los ideales,
valores y deseos que me comprenden:

 ¿Cuál es el sentido de mi propia vida?


Conocer un poco más del mundo complejo que nos rodea.

 ¿Para qué estoy en el mundo?


Por la misma razón por la que se ha planteado esta cuestión. Si no pudiera formular esa
pregunta, no estaría consciente de mi existencia, ergo, no existiría. Hace tiempo Descartes
solucionó está afirmando; dubito, ergo cogito, cogito, ergo summ.

 ¿Cuáles son los principios con los que me siento identificado?


Bastará mencionar uno solo. El que exige hacer uso pleno de mi libertad individual a través
de la autonomía de mi voluntad, y que también exige de mis acciones el adjetivo de la
universalidad. Formulado por Kant, para alcanzar el bien soberano que no es más que la
síntesis de la virtud y la felicidad, el imperativo categórico es principio y medio suficiente.

 ¿Cuáles son mis valores personales?


Los que me inculcaron mis padres y demás familia y los que he adquirido por propia
experiencia, a saber algunos de ellos; la honestidad, la tolerancia, el respeto, el
autoconocimiento, la solidaridad, la empatía y la verdad.
 ¿Con qué me siento comprometido?
Aquí podría responder con qué y con quién me siento comprometido. En principio, debo
muchas a cosas a mi familia, pues me han apoyado en la realización de mis proyectos y de
mi propia persona. Por otro lado, creo que como seres humanos, y esto ya se ha señalado en
varias ocasiones durante el desarrollo de nuestro curso; no podemos vivir ignorando a los
que nos rodean, es por eso que también siento un gran compromiso con la sociedad, mismo
que trato de cumplir a través de la docencia.
Por supuesto, entiendo que llevar lo anterior al extremo sería tomar un papel protagónico
que no me corresponde. Es decir, llevar la alteridad hasta su último límite y olvidar mi
propia existencia. Pues, también puedo decir que estoy comprometido con migo mismo.

 ¿Conozco mi misión en la vida?


Así es. Sé que nuestra persona puede ser abstraída en varios planos, es decir; tengo la
misión de existir y velar por mi existencia como cualquier animal, esa es una misión
encomendada por la evolución a cada especie de nuestro planeta. También, debo contribuir
en algo con la humanidad, no somos más que 50000 años de progreso humanístico,
científico y tecnológico, y no podemos conformarnos con lo que sabemos del universo.
Individualizándome por fin, tengo la misión de desarrollar mi persona y mente para poder
contribuir en algún punto con el propio desarrollo de alguien más.

Dejando claros mis ideales, quiero exponer ahora mi lista de objetivos y mis deseos
para un futuro:
 Objetivo: Concluir mis estudios universitarios, y continuar estudiando áreas de mi
interés y expandiendo mis posibilidades intelectuales. No deseo más en la vida que
seguir conociendo una parte de este mundo diariamente hasta el fin de mis días, una
meta que más que ser a largo plazo, es la directriz de mi vida.
 Deseo: Pertenecer algún día al Hans Kelsen Institut, un centro de investigación
jurídica muy importante a nivel mundial. Hasta el momento, sólo dos mexicanos
han merecido el honor de pertenecer al instituto. Mi sueño es pertenecer a esta gran
organización de juristas que revindican el nombre del más grande jurista de todos
los tiempos, y mi héroe intelectual. Es algo que no depende del todo de mí. Pero
estoy dispuesto a dar todo de mi parte para tener una posibilidad. Esta es una meta a
largo plazo.
 Objetivo: Laborar como profesor en una escuela rural. Este punto es a la vez
objetivo y sueño. Mi vida ha de trascender como docente, desde hace años me puse
esa meta. Y para cumplirla cabalmente me empeñé en estudiar y prepararme lo
mejor posible, no estancándome en una sola área sino estudiando varias, inclusive a
la vez si es necesario. Por la dificultad intelectual que tengo que salvar, esta es una
meta a largo plazo.
 Deseo: Entregar un trabajo recepcional en latín. Desde muy pequeño me interesé
por esa maravillosa lengua, que de muerta no tiene nada. En el estudio de la historia
de las universidades, me llamó la atención la solemnidad de la entrega de una tesis
en la Edad Media, todo en latín. Así, a manera de honrar la institución universitaria
y a mi abuelo (el primero que me enseño latín), mi deseo es presentar un trabajo por
completo hecho en latín y con la estructura tradicional siguiendo los cánones
universitarios. Para este rubro, no han de pasar más de 10 años, por lo que lo
considero dentro de mis metas a mediano plazo.

Como se puede apreciar mi lista es muy corta y pareciera ciertamente un tanto difícil.
En realidad no tengo más aspiraciones, no pretendo tener una familia, ni tampoco aspiro a
ocupar un puesto alto en la sociedad. Mis deseos y objetivos están íntimamente
relacionados, y como puede verse son todos, parte de lo mismo, mi proyecto de vida.

Fuentes de consulta:

Ferreiro, Emilia (2004). Vigencia de Jean Piaget. México. Siglo XXI editores.

Giménez, G. (2008). "Materiales para una teoría de las identidades sociales". Instituto de
Investigaciones Sociales de la UNAM, 1-20. Recuperado de
http://invide.org.mx/licenciatura/pluginfile.php/2188/mod_resource/content/1/Materiales
%20para%20una%20teor%C3%ADa%20de%20las%20identidades%20sociales.pdf

También podría gustarte