Cleone - Retrato Autobiográfico

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HISTORIA PERSONAL DE UNA PROFESORA DE TBC

Cleone Valadez

Dime y lo olvido, enséñame y


lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
Benjamín Franklin

El presente escrito es un esfuerzo por revisar la trayectoria personal, a través de las


experiencias forjadas en los recuerdos del aula. Este texto recupera situaciones a
parir de diferentes perspectivas: como integrante de una comunidad, como alumna y
como docente. Con este retrato escrito hago una autoevaluación de mi práctica
docente con expectativas de cambio, tal como menciona Jaime Calderón López
Velarde.

Los retratos autobiográficos focalizados… con fines autoanalíticos,


describen mediante determinados criterios y ejes temáticos, experiencias
profesionales para reflexionarlas, comunicarlas y generar conocimientos y
alternativas de cambio y desarrollo profesional (2009, p. 4)

Hubo un primer sueño. He vivido toda mi vida en Loreto Zacatecas, conocido


además de por sus tacos y sus profundos baches, por ser la cuna de muchos
maestros, digamos que culturalmente, es uno de los caminos más avistados por los
pobladores de esta comunidad. Presenté examen de ingreso en la Normal de San
Marcos y no obtuve un resultado afortunado, sobre todo porque en aquel entonces
sólo aceptaban a 30 mujeres.

Estaba tan decidida a ser maestra que no presenté evaluación de ingreso en ningún
otro lado. Después de no haber sido aceptada sentía un reclamo intestinal agudo, me
dolía la cabeza, no sabía cómo continuar, pero estaba segura de desear seguir
estudiando. Valoré la posibilidad de estudiar Artes visuales, o Literatura. Con ello en
mente me dirigí a la Unidad Académica de Letras, casualmente habían abierto una
segunda etapa de ingreso, ellos al contrario que la Normal no tenían tantos clientes.
Presenté examen y sin dificultad entré. Debo decir que es y ha sido lo mejor que me
pudo haber pasado. Estudiar letras, es un viaje psicodélico, donde pareciera que
todo sucede por primera vez, vives, tocas, besas, conoces, vuelas, flotas,
desapareces, existes, escribes, piensas, por primera vez; todo es una intensa
cadena de emociones que brotan de un buen verso, de una buena historia.

A mitad de la carrera quedé preñada y aunque no fue sencillo, logré terminar mi plan
de estudios universitarios. Revisé el campo laboral para los egresados de Letras y
me encontré con mi primer sueño -la docencia-. La maestra encargada del taller de la
enseñanza de la literatura, nos envió a practicar con grupos reales de preparatoria y,
de ese primer contacto con la educación, supe que era lo que deseaba hacer para
toda mi vida.

Realidad de la quimera. Pensaba en las bondades del magisterio, horarios cómodos,


seguridad laboral, permanencia en el diálogo, pensaba en mi hija y en mi nuevo
bebe; sin embargo, no fue así. Cuando entré al subsistema me encontré con sueldos
escuetos y distanciados, con jornadas infestadas de trabajos administrativos, con
chantajes políticos, sin estabilidad, casi todo un juego macabro.

A pesar de ello quedan los jóvenes, las horas de trabajo honesto con ellos, la
discusión de la clase, el mutuo agradecimiento. Por ello permanezco. No puedo
negar que atesoro la idea de que en algún momento se estabilice nuestra situación y
que este placer de enseñar deje de doler tanto, como en esos momentos cuando
pago la renta y no me alcanza. Permanezco en la docencia porque deseo una
sociedad que piense y no sólo obedezca, una sociedad más justa. Yo contribuyo
desde mi trinchera: la escuela.

Experiencias en la butaca del aula como alumna. En retrospectiva veo que mis
maestros en su mayoría utilizaron métodos poco aceptados hoy en día; desde el que
pegaba con la vara a los niños por no traer la tarea, hasta el docente al que no le
importaba si aprendíamos o no ¡Qué anécdotas! -una maestra le arrancó la oreja a
un compañero-. Los maestros que me tocaron buscaban emparejarnos, hacer que
todos fuéramos el estándar, hacer el trabajo sin mucho pensamiento, sacar la tarea,
pulir piedras y opacar diamantes, supongo que a esto se refería el grupo de Pink
Floyd en su canción The Wall (Pink Floyd, 1979).

No estoy segura si una evaluación a docentes va a cambiar todos los problemas de


la educación, y no creo que sea el camino, pero bien es cierto que muchos de mis
maestros no están comprometidos con su trabajo, consumidos por el sistema,
hundidos en el aburrimiento de repetir un soliloquio eterno contado año tras año y,
sin embargo, les debo todo lo que soy.

Fue hasta la universidad que me encontré con buenos maestros, uno en particular.
Alejandro García1, quien más que el método tenía la pasión. Una pasión tan sincera,
tan palpable, que no podías soltar el interés; sus clases eran emocionantes, había
sorpresas, era un profesor inspirador, nos involucraba tanto, que los ensayos
solicitados para la clase se escribían solos; resaltaba nuestras virtudes y difuminaba
nuestros errores con sugerencias.

Debo decir que yo aprendí más de Alejandro a ser maestra que del taller. Pues me
enseñó con su ejemplo a no llegar vacía a la clase, a escuchar a mis alumnos y a
detonar en ellos el pensamiento crítico.

Hacia la realización del primer sueño. Una vez lograda la oportunidad de trabajar en
el Telebachillerato Comunitario (TBC), mis primeras experiencias fueron de terror.

1
Alejandro García nació en León, Guanajuato, el 21 de abril de 1959.1 Cursó un taller literario en la Casa de la Cultura de San
Luis Potosí patrocinado por el Instituto Nacional de Bellas Artes de 1974 a 1977, donde tuvo como maestro al
escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja. Sus primeros cuentos publicados aparecieron en las antologías Esto puede ser
verdad (1977) y Declaro sin escrúpulo (1977), editados por la Universidad Nacional Autónoma de México.2
Realizó la licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato, la maestría en Historia Regional en la Universidad
Autónoma de Sinaloa y el doctorado en Lingüística Hispánica en la Universidad Nacional Autónoma de México. 13 Fue maestro
en la preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y a partir de 1991 ingresó a la Unidad Académica de Letras
de la UAZ, donde es catedrático e investigador.45
Ha colaborado con textos y artículos en diferentes medios impresos relacionados con la cultura como: A Que
Sí, Crisis, Dosfilos, El Pochitoque Aluzado, El Uso de la Palabra, La Ventana, Letras Potosinas, Nueva Cultura, Revista de la
Universidad de México, Tierra Adentro y Tinta Fresca.6
Me encontré primeriza, casi desnuda frente a mis alumnos, temblaba y decía locuras,
no me organizaba y no me ajustaba a los tiempos. Poco a poco fui sintiéndome
cómoda, aprendí algunos trucos; como eso de no explicarles tanto sino mostrarles
algunos caminos para llegar, hable menos y los escuché más.

Para mí, el trabajo es importantísimo, me hace sentir bien, me ayuda a pagar las
cuentas, pero sobre todo me hace feliz, me llena. -Me completa-. Por esto último
encuentro necesario, revisar, analizar y mejorar mi práctica como docente. Tengo
altas expectativas de desarrollo profesional, espero descubrir mis errores y
potencializar mis habilidades. Destruir para construir.

Referencias

https://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Garc%C3%ADa_(escritor) revisado el 22 de
agosto de 2017. 5:00 pm horario de verano.

https://www.youtube.com/watch?v=9SmRIGd6zvg revisado el 22 de agosto de 2017.


6:00 pm horario de verano.

Calderón López Velarde Jaime. (2009). La red de didáctica de la investigación


educativa. sistematización de una innovación educativa. Consultado en:

http://www.comie.org.mx/congreso/memoriaelectronica/v09/ponencias/at11/PRE1177
980951.pdf

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