Unidad-16 Historia
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Curso 2020-2021
Con la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), se inicia en España, dos días después, la
instauración de un sistema democrático: la transición democrática, con la proclamación de Juan Carlos
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I como rey de España por las Cortes. No obstante, esta transición fue un proceso complejo por la
oposición a cualquier cambio de los sectores más reaccionarios del régimen franquista y por el anhelo
de las viejas fuerzas opositoras de una rápida ruptura con el régimen. A pesar de ello el proceso de
cambio político siguió un ritmo imparable, gracias a la labor de personajes como el rey don Juan Carlos
I o Adolfo Suárez y al decidido empeño de la mayor parte del pueblo español, el proceso de cambio
político se vio plasmado en la aprobación de la Constitución de 1978 y culminado en octubre de 1982
al ganar las elecciones generales uno de los partidos opositores al Franquismo, el PSOE. El denominado
modélico proceso de la Transición española vino impulsado por diversos factores favorables entre los
que destacan la memoria histórica sobre los errores de la Segunda República y los avatares sufridos
durante la dictadura franquista, las presiones de los países occidentales en orden al establecimiento
de la democracia en nuestro país y las transformaciones sociales y económicas de los años 1960 en
España, incluido un cambio de mentalidad que abogaba por la tolerancia y la quiebra del autoritarismo.
Juan Carlos I fue proclamado rey el 22 de noviembre de 1975, de acuerdo a la Ley de Sucesión de la
Jefatura del Estado, lo que suponía la restauración de una monarquía que el soberano pretendía
democrática y constitucional. Por este propósito debería actuar con notable habilidad, dado que al
frente de las principales instituciones del Estado se hallaban notorios franquistas ya que el poder del
búnker era incuestionable. El rey despertaba el recelo de estos conspicuos franquistas y de los grupos
opositores que dudaban de la posibilidad de alcanzar las metas de cambio con el que llamaban “rey
fascista”, pues ocupa su puesto por designio del Caudillo. En su primer discurso ante las Cortes don
Juan Carlos manifestó sus intenciones de democratización del nuevo régimen con explícitas referencias
a la justicia, las libertades y las inquietudes autonómicas. El cardenal Tarancón hace público el apoyo
de la Iglesia al cambio, propósito al que colabora la postura del ejército.
Aunque ratificaba a Arias Navarro como jefe de Gobierno, lo que se advertía como la continuidad del
franquismo y, aunque no parecía el adecuado para liderar el proceso de reforma, tranquilizo al aparato
franquista y el ejército; pero también nombraba a Fernández Miranda Presidente del Consejo del Reino
y de las Cortes, confiándole el impulso de las reformas necesarias, lo que le convertiría en otro de los
hombres claves de la Transición. El nuevo Consejo de Ministros destacaba por su heterogeneidad, pues
lo integraban tanto elementos procedentes del Franquismo (por ejemplo el general Fernando de
Santiago), otros reformistas (Areilza, Antonio Garrigues o Fraga), algún técnico neutralista (Villar Mir),
democristianos (ministro de Presidencia Alfonso Osorio, o Adolfo Suárez, nombrado Secretario
General del Movimiento y figura clave en el proceso de democratización).
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En noviembre de 1975 el futuro político de España apuntaba a tres líneas diferentes: continuismo-
inmovilismo (mantener el régimen sin Franco), reformismo-aperturismo (reformar el régimen desde
sus propias instituciones, liberalizándolo para responder a la nueva situación social y llegando, o no, al
establecimiento de la democracia) y rupturismo (la oposición antifranquista se inclinaba por romper
totalmente con el pasado dictatorial y construir un nuevo sistema democrático).
Además, el Gobierno debía atender a unas exigencias de modernización sociopolítica a las que se
oponían los defensores del Franquismo. Una de las grandes rémoras legales era la inexistencia de
regulación de derechos como los de reunión y manifestación, lo que se tradujo en enfrentamientos
entre manifestantes y miembros de los cuerpos de seguridad del Estado en los primeros meses. Eran
continuas las manifestaciones reclamando cambios políticos y cambios jurídicos como un nuevo
planteamiento del papel de la mujer o la desaparición del influjo de la moral católica en la vida diaria,
con peticiones como la despenalización del adulterio o la aprobación del matrimonio civil. Se trataba
de una lucha por la consecución de los derechos ciudadanos a la que debía responder el Estado.
A esto se añadía una realidad económica empañada por los efectos de la crisis del petróleo de 1973,
con un enorme incremento de los precios que provocó una reducción drástica del consumo y que
coincidió con el descenso de la producción industrial y el aumento del desempleo. Los elementos más
negativos del desarrollismo anterior afloraban con gran intensidad, sumiendo al país en una crisis
económica que se prolongaría a todo lo largo de los 70’ y 80’. Efectos inmediatos de la crisis fueron el
crecimiento incontenible de la inflación (26% al acabar 1977), el ascenso del paro, descenso de las
inversiones, incremento del déficit público, estancamiento del turismo, descenso de las divisas
procedentes de la emigración y una tendencia negativa de la balanza de pagos. Con el telón de fondo
del descontento social y de la crisis económica comenzaba la Transición democrática española.
Pronto aparecieron las disputas en el gabinete al tiempo que se iniciaban tímidas reformas ante las
dudas de un Presidente que se debatía entre su lealtad al Franquismo, las apelaciones a un cambio
efectivo y las presiones internas en contra del cambio. La permisividad del gobierno para que la aún
ilegal UGT celebrara su XXX Congreso en el madrileño restaurante “Biarritz´´ originó un escrito de
protesta firmado por más de cien procuradores en Cortes entre los que destacaban antiguos
falangistas y miembros de la cúpula militar. En junio de 1976 Adolfo Suárez defendía en las Cortes un
proyecto de Ley de Asociaciones, acompañado de una Ley Reguladora del Derecho de Reunión que
alentaba este asociacionismo político. Sin embargo, lo limitado de las reformas y de la concesión de
derechos reavivó las manifestaciones y huelgas que ya habían originado hechos dramáticos; Arias
Navarro mostraba una notable incapacidad ante las medidas que se exigían en los nuevos tiempos,
mientras el terrorismo de ETA y del GRAPO desangraba al país, a la vez que el descontento social se
patentizaba en protestas muy reprimidas por el gobierno.
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Por su parte, la oposición antifranquista se había organizado en 1974 y 1975 en Junta Democrática y
en la Plataforma de Convergencia Democrática, para finalmente confluir en un nuevo organismo de
oposición, Coordinación Democrática (o platajunta, el 26 de marzo), la cual defendía la ruptura
democrática y exigían un gobierno provisional fuerte, elecciones a cortes constituyentes, la
legalización de los partidos políticos.
A pesar de esto, la popularidad del rey aumenta; don Juan Carlos, reforzada su imagen, tras visitar los
Estados Unidos y, consciente de que Arias no es el hombre adecuado para dirigir las demandas de
cambio dada su incapacidad para entablar negociaciones, acepta su dimisión el 1 de julio de 1976. El
5 de julio ponía al frente del ejecutivo a Adolfo Suárez, que tuvo dificultades para formar un gabinete
homogéneo por la falta de apoyo de la vieja generación franquista, en el que destacan miembros
procedentes del Movimiento Nacional (Rodolfo Martín Villa o Fernando Abril), de grupos católicos
(Fernando Osorio o Leopoldo Calvo Sotelo), o militares (Álvarez Arenas y Pita da Veiga). El continuismo
de muchos ministros y los antecedentes “franquistas” del nuevo presidente no parecían mostrar las
necesarias garantías de éxito. Impulsará las reformas respetando la legislación vigente con el respaldo
de Fernández Miranda y del Rey.
En octubre de 1976 Coordinación Democrática, junto con otras plataformas de Cataluña, Galicia,
Canarias, Baleares, Valencia, País Vasco y otros grupos minoritarios de tendencia liberal y
socialdemócrata, conformaron la Plataforma de Organismo Democráticos (POD) de la que surgió la
Comisión de los 9 encargada de negociar con el gobierno, lo que no tuvo éxito al preferir algunos
partidos y agrupaciones prefirieron negociar directamente con el gobierno. Precisamente, el mayor
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esfuerzo gubernamental se dirigiría a la Ley para la Reforma Política defendida en Cortes por Miguel
Primo de Rivera. El aspecto más notable del documento era recuperar la soberanía popular, establecer
unas Cortes cuyos miembros fueron elegidos por sufragio universal, libre, directo y secreto, defender
los derechos fundamentales e inolvidables de la persona y reconocer el pluripartidismo. A pesar del
escaso apoyo en el Consejo Nacional del Movimiento, la tradicional docilidad de los procuradores
durante el Franquismo, la habilidad en el debate de Fernández Miranda o la presión ejercida desde el
gobierno consiguieron su aprobación por abrumadora mayoría (425 síes, 59 noes y 13 abstenciones).;
el 15 de diciembre se ratificaba, a pesar de la recomendación abstencionista de la oposición de
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izquierdas, con una participación del 77,4% del censo electoral y un 94,2% de sufragios a favor. Esto
suponía el primer paso para la eliminación del sistema jurídico y político franquista, permitiendo la
instauración de un régimen democrático.
Los primeros meses de 1977, hasta las elecciones generales de junio, son la etapa más difícil de la
Transición por la gravedad de los problemas y la importancia de los sucesos que acontecen. Además
Adolfo Suarez deberá hacer frente a la crisis económica y a un incremento del terrorismo en
consecuencia a las acciones violentas de la ETA, los GRAPO y la actuación de organizaciones de extrema
derecha que bajo nombres como Guerrilleros de Cristo Rey, Triple A o Batallón Vasco Español atacaron
a personas vinculadas a las direcciones sindicales y de los movimientos estudiantiles, curas
“comunistas”, abogados, etc. Los secuestros por el GRAPO del presidente del Consejo de Estado,
Antonio Oriol y del presidente del Consejo Superior de Justicia Militar, Emilio Villaescusa, ambos
liberados en febrero de 1977, ambos liberados en febrero de 1977, causaron gran conmoción. Pero
más relevancia supondría la matanza de Atocha (24 de enero), cuando un comando ultraderechista
asesinaba a cinco abogados laboralistas; el entierro de las víctimas movilizó a una gran multitud y
supuso la demostración de la capacidad de convocatoria de las fuerzas democráticas de la izquierda,
en concreto el multitudinario sepelio, con más de doscientos mil asistentes.
Por otra parte, el 14 de mayo de 1977 don Juan de Borbón renunciaba de modo oficial a sus derechos
dinásticos en favor de su hijo Juan Carlos, al que cedía la jefatura de la Familia y Casa Real de España,
reservándose sólo el título de conde de Barcelona. También se iban desmantelando los reductos del
Franquismo, desapareciendo la Secretaría General del Movimiento, y aprobándose una nueva ley
sindical a la vez que las fuerzas políticas se preparaban para los comicios generales.
Más de cien formaciones políticas se presentaron a los mismos, aunque sólo once de ellas obtendrían
representación parlamentaria. La derecha se unía en torno a Alianza Popular (secretario general,
Manuel Fraga), formado por reformistas moderados, conservadores y elementos del sistema
franquista, de ideología conservadora, católica y defensora de la economía de mercado. En cuanto al
centro, una unión de grupos de procedencia diversa (democristianos, liberales, socialdemócratas) y
escasa cohesión constituyen la heterogénea Unión de Centro Democrático, plataforma electoral,
liderada por Suárez, en la que jugaban un papel muy importante políticos como el socialdemócrata
Fernández Ordóñez, Pío Cabanillas o el Partido Liberal de Emilio Larroque e Ignacio Camuñas. A la
izquierda, los socialistas estaban abanderados por el PSOE de Felipe González, que celebró su primer
congreso en España tras la guerra civil; entre sus colaboradores más directos destacaban Alfonso
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Guerra, Pablo Castellano o Enrique Múgica. Fuera de él quedó el Partido Socialista Popular que dirigía
Tierno Galván, integrado por intelectuales de izquierda que en 1978 acabarían sumándose al PSOE. El
Partido Comunista (con Santiago Carrillo como secretario general y Dolores Ibárruri como presidenta)
acepta la monarquía como forma de Estado pero mantiene un programa ideológico similar al de los
años del exilio, matizado por los principios pluralistas del eurocomunismo. También surgirán
formaciones nacionalistas.
En Cataluña los catalanistas moderados firman el Pacto per Catalunya liderado por Jordi Pujol y Miguel
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Roca y cuyo núcleo central lo constituía Convergencia Democrática de Cataluña, mientras que los
republicanos se integran en Esquerra Republicana. En el País Vasco sobresale el PNV, con importantes
apoyos sociales y el liderazgo de Juan de Ajuriaguerra y políticos como Xabier Arzalluz y Carlos
Garaikoetxea. Las candidaturas de la catalana UDC, de Antón Cañellas, y la de Izquierda Democrática,
encabezada por Joaquín Ruiz Giménez, también aspiraban a conseguir algún escaño, aunque esta
última se vería perjudicada por la neutralidad adoptada desde la Iglesia y el tono izquierdista de su
principal dirigente.
Gobierno y oposición pactan el decreto-ley de 18 de marzo 1977 que regula el proceso electoral y 26
el procedimiento concreto de las elecciones para un Congreso de los Diputados de 350 escaños y un
Senado de 207 miembros, 41 por designación real. Se estableció que la votación fuera por listas
cerradas para el Congreso y que se aplicara un sistema proporcional corregido mediante el método
D’Hont, favoreciendo a los partidos más votados para formar mayorías. El 15 de junio de 1977 un
78,7% de los españoles ejercían su derecho a voto. El partido más votado fue la UCD (165) seguido del
PSOE (118). A gran distancia quedaban el resto de las formaciones encabezadas por el PCE-PSUC (20)
y Alianza Popular (16). Unánimemente se aceptó la decisión de don Juan Carlos de designar presidente
de las Cortes a Antonio Hernández-Gil.
El 4 de julio de 1977 Suárez nombraba un gobierno en el que pretendía contar con las distintas
tendencias de la UCD. Sus novedades eran la integración de los ministerios militares en la cartera única
de Defensa, la creación de tres Vicepresidencias y la aparición de los Ministerios de Cultura y Bienestar,
de las Regiones, de Relaciones con las Cortes y de Sanidad. De los 19 miembros del gabinete, destacan
el Vicepresidente 1º y responsable de Defensa, Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado; el
Vicepresidente 2º y responsable de Economía, Enrique Fuentes Quintana; el Vicepresidente 3º,
Fernando Abril Martorell; el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja; el de Justicia, Landelino
Lavilla; el de Interior, Martín Villa; el de Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez; el de Cultura, Pío
Cabanillas; o a Joaquín Garrigues Walker, al frente de Obras Públicas. Los objetivos del ejecutivo serán
el desarrollo del proceso constituyente, la descentralización autonómica y la solución de la crisis
económica, para la que se aplicará un problema basado en la fijación de un valor real para la peseta,
la reforma fiscal, la moderación salarial, la atención al paro y el estímulo a la libertad de mercado.
Las principales medidas económicas y sociales serán establecidas, con una política de consenso tras la
firma de los Pactos de la Moncloa. Pretendía un consenso entre las principales fuerzas políticas y
agentes sociales –patronales y sindicatos- para afrontar los cambios estructurales que en materia
económica exigían una inflación anual del 24%, un gran déficit de la balanza de pagos y un incremento
del desempleo. Los Pactos de la Moncloa fueron un hábil movimiento de Suárez, quien logró un
respaldo mayoritario (25 de octubre de 1977); dos días después se firman los político-jurídicos en el
Congreso de los Diputados. Los pactos se centraron en varios objetivos fundamentales, como primero
la reforma, modernización y saneamiento de la economía, con medidas que pretendían reducir la
inflación y el déficit exterior, devaluando la peseta y estableciendo una política monetaria restrictiva.
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Se acordó vincular el aumento salarial a la tasa de inflación prevista, ampliar el Impuesto sobre las
Retribuciones de Trabajo Personal (IRPT) y luchar contra el fraude fiscal. En materia social se acordó
aumentar la el número de plazas escolares, extender el seguro de desempleo, reformar la Seguridad
Social y crear el Instituto Nacional de Empleo. Por otra parte, también se hizo hincapié en avanzar las
reformas políticas para garantizar la libertad de expresión, de reunión y de asociación, la regulación
democrática de los medios de comunicación estatales (prensa, radio, televisión), la reforma del código
penal, la ley de enjuiciamiento criminal y el código de justicia militar y la reorganización de las fuerzas
de orden público, la despenalización del adulterio y regulación de la venta de anticonceptivos o
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derechos de reunión y asociación política.
En respuesta a las reivindicaciones nacionalistas, Suárez se reunió doce días después de las elecciones
con Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio, y con dirigentes del nacionalismo vasco
para poner en marcha en Cataluña y Euskadi los órganos preautonómicos. Para mejorar las relaciones
con el País Vasco se dio la amnistía a muchos presos etarras en octubre de 1977, pero esto convirtió a
la organización terrorista en un elemento de desestabilización del proceso democrático. En política
exterior, el ingreso en la CEE supuso pasos notables en un proceso que llevaría a la creación de un
Ministerio de Relaciones con la Comunidad Europea desde el que Leopoldo Calvo Sotelo abriría las
negociaciones formales en febrero del 1979.
La ambigüedad de sus artículos y su lenta elaboración se deben al ideal de consenso que presidió los
trabajos. Las propuestas autonomistas catalanistas chocaban con el ideal de unidad nacional de AP,
mientras que la UCD incidía en la defensa de la monarquía, y los partidos de izquierda en la
incorporación de derechos de contenido social. En el texto se distingue una parte dogmática, que
incluye los principios y valores esenciales del Estado y los fundamentos de la política económica y social
del gobierno, y otra orgánica, de mayor extensión. De su contenido cabe destacar un régimen
democrático con control de los poderes públicos, el sufragio universal a partir de los 18 años, el
respaldo a partidos y sindicatos, las libertades de enseñanza y empresa, la economía de mercado y la
garantía de los derechos de vida, asociación, huelga, libertad de residencia… además de la de derechos
sociales como la protección de la familia, la salud, la vivienda o el trabajo.
Otros aspectos a destacar son la aconfesionalidad del Estado, aunque con mención expresa del
carácter mayoritario de la confesión católica, la monarquía como forma del Estado, el ejercicio del
poder ejecutivo por el Gobierno encabezado por su presidente, el depósito del poder legislativo en un
sistema parlamentario bicameral, con un Congreso elegido por sistema proporcional y un Senado por
sistema mayoritario y una duración de la legislatura de cuatro años, y un poder judicial independiente,
en manos de jueces y magistrados.
El título X recoge la reforma de la Constitución, fijándose que para ello es precisa la aprobación por
mayoría de tres quintos de ambas Cámaras o por referéndum; este proceso se ha realizado en dos
ocasiones: la primera en 1992 para conceder el voto a los ciudadanos de la UE residentes en España y
la segunda en 2011 para fijar el concepto de estabilidad presupuestaria. La aprobación por el Pleno de
las Cortes se dio el 31 de octubre de 1978 y fue ratificada en el referéndum de 6 de diciembre, con una
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participación del 67,6% del electorado y un porcentaje favorable al texto cercano al 88% de los
votantes.
La generalización del dio lugar a improvisaciones que respondían a intereses políticos más que
históricos o nacionales. En Andalucía, el 27 de abril de 1978 un Decreto Ley aprobaba el régimen
preautonómico, siendo elegido primer presidente el senador socialista Plácido Fernández Viagas, y el
4 de diciembre todos los partidos de implantación regional firmaban en Antequera un Pacto en el que
se comprometían a unir esfuerzos para lograr a la mayor brevedad la plena autonomía para la región.
Aprobada la Constitución, surgieron discrepancias entre los dos partidos mayoritarios, PSOE y UCD,
pues ante la apuesta por la vía rápida recogida en su artículo 151, la UCD prefería la llamada vía lenta
del 143. Relevado Fernández Viagas por el socialista Rafael Escuredo, estaría al frente de la Comunidad
cuando se celebró el referéndum de 28 de febrero de 1980 que convertiría a Andalucía en el único
territorio español “no histórico” que accedía a la autonomía en función del artículo 151. A pesar del
abstencionismo recomendado desde las filas ucedistas, el respaldo autonómico fue mayoritario en
todas las provincias excepto en Almería. El 23 de mayo de 1982 se celebraban las primeras elecciones
para cubrir los 109 escaños del Parlamento andaluz, consulta que daría una holgada mayoría absoluta
al PSOE liderado por Escuredo.