Injurias y Calumnias
Injurias y Calumnias
Injurias y Calumnias
1. Consideraciones generales
El honor es uno de los bienes jurídicos más sutiles y más difíciles de aprehender desde
el punto de vista jurídico-penal. Ello se debe, sobre todo, a su relativización. La existencia de
un ataque al honor depende de los más diversos imponderables, de la sensibilidad, del grado
de formación, de la situación tanto del sujeto pasivo como del activo, y también de las
relaciones recíprocas entre ambos, así como de las circunstancias de hecho.
Aunque son muchas las formas de aparición del honor, todas ellas pueden reconducirse
a un concepto objetivo unitario: la fama o reputación social. Esta fama o reputación social
está socialmente condicionada y se configura de un modo tanto más claro cuanto más cerrado
sea el grupo social al que la persona pertenece. La persona se integra en diversos estratos
sociales: es miembro de la Humanidad, de la cultura occidental, de una nación, de una
religión, de una clase profesional, laboral, etc. Dentro de cada esfera es portadora de
determinadas misiones, destinataria de concretas expectativas y pretensiones.
En este sentido objetivo, el honor no es otra cosa que la suma de aquellas cualidades
que se atribuyen a la persona y que son necesarias para el cumplimiento de los roles
específicos que se le encomiendan. El concepto de honor viene dado, por tanto, por el juicio
que de una persona tienen las demás. Pero también existe un honor en sentido subjetivo: la
conciencia y el sentimiento que tiene la persona de su propia valía y prestigio, es decir, la
propia estimación. Este aspecto subjetivo se deriva, sin embargo, del objetivo.
Dos son, pues, los elementos que determinan el concepto de honor: objetivamente, la
fama o reputación social; subjetivamente, la propia estimación. Ambos ingredientes son
tenidos en cuenta en el art. 208 como determinantes del concepto de injuria que se da en
dicho precepto. Pero junto a estos dos ingredientes fundamentales en la delimitación del
concepto de honor, este concepto se potencia hoy en día al equipararse con el de dignidad
humana, entendiéndose como un derecho fundamental que se reconoce a toda persona por el
hecho de serlo, independientemente de su edad, sexo, nacionalidad, religión, profesión, etc.
La CE refleja este carácter de derecho fundamental del honor en su art. 18.1 («Se
garantiza el derecho al honor»), en un plano de igualdad con el derecho a la intimidad
personal y familiar y a la propia imagen que muchas veces se confunde con él. E igualmente
el art. 208 del CP define la injuria como lesión de la dignidad de la persona. Sin embargo, el
honor, aunque se considere como una emanación de la dignidad humana, tiene un aspecto
dinámico y social que lo relativiza en función de las circunstancias y las diferentes
posiciones y situaciones del individuo.
2. Consideraciones sistemáticas
Los delitos contra el honor se recogen en el CP en el Título XI del Libro II. Sin
embargo, no todos los delitos que se dirigen contra el honor tienen acogida en este Título.
Los ataques al honor de personas revestidas de especiales privilegios son recogidos en otros
lugares (art. 490.3: Rey o Reina y allegados; art. 496: Cortes Generales; art. 504: Altos
Órganos de la Nación; etc.), lo que plantea algunas cuestiones específicas que se estudiarán
en su momento. Por otro lado, la previsión expresa en los artículos citados de delitos de
injuria y calumnia referidas a órganos e instituciones públicas plantea la cuestión de si la
protección penal del honor se extiende, en general, más allá de la persona física individual,
abarcando también a personas jurídicas y colectivos sin personalidad.
Tipo objetivo
Como ya se ha dicho en la introducción a este capítulo, el concepto de honor se
caracteriza por constituir una parte fundamental de la dignidad humana que se basa en la
fama y en la propia estimación, conceptos eminentemente relativos que dan una gran
indeterminación al concepto mismo de honor. Justamente por eso, la lesión de la dignidad y
de los ingredientes que la sustentan admite muchas graduaciones y matizaciones, que inciden
en la determinación de lo que debe entenderse por injuria.
Sujeto pasivo de la injuria pueden ser tanto personas físicas como jurídicas. Los
colectivos sin personalidad, por el contrario, no pueden ser sujetos pasivos de este delito. En
relación a las injurias contra personas fallecidas, sólo es aplicable el delito de injurias en la
medida en que resulte afectado el honor de personas vivas. En cualquier caso, según el
párrafo segundo del art. 208, en la redacción que le dio la LO 1/2015, de 30 de marzo:
«Solamente serán constitutivas de delito las injurias que, por su naturaleza, efectos y
circunstancias, sean tenidas en el concepto público por graves, sin perjuicio de lo dispuesto
en el apartado 4 del artículo 173». La excepción contenida en el art. 173.4 se refiere a los
casos de injuria leve, que sólo es típica cuando sea proferida en el ámbito de la violencia de
género, doméstica o asistencial.
El concepto de «gravedad», del que depende la conceptuación de la injuria como delito
del art. 208, se determina en función de lo que «en el concepto público» se tenga por tal. En
este sentido, se ha considerado siempre grave la imputación de un vicio o falta de moralidad
cuyas consecuencias puedan perjudicar considerablemente la fama, crédito o interés del
agraviado (borracho, prostituta, drogadicto, etc.). No obstante, las imputaciones de algunas
conductas que tradicionalmente se han considerado ofensivas, como decir de alguien que es
homosexual, puede que en un determinado contexto carezcan hoy de esa connotación
negativa en su valoración social. Evidentemente no sería injurioso decirle hoy homosexual a
alguien que incluso está casado o convive en relación análoga al matrimonio con otra
persona de su mismo sexo; sin embargo, tanto en este caso, como en relación con cualquier
persona, independientemente de su estado civil, la expresión «maricón» y similares son
incluso actualmente consideradas como un insulto y no puede ignorarse el contenido
peyorativo que tienen en un determinado contexto. Por otro lado, incluso expresiones
aparentemente inocuas pueden ser consideradas como ofensivas cuando por su naturaleza,
ocasión o efectos, racionalmente merezcan la calificación de graves, atendidos el estado,
dignidad y circunstancias del ofendido y del ofensor.
Tipo subjetivo
Es necesario que se tenga conciencia del carácter injurioso de la acción o expresión y
voluntad, pese a ello, de realizarla. Esta voluntad se puede entender como una intención
específica de injuriar, el llamado «animus iniuriandi». No basta, pues, con que la expresión
sea objetivamente injuriosa y el sujeto lo sepa, sino que se requiere un ánimo especial de
injuriar. Esta intención específica es un elemento subjetivo del injusto distinto del dolo y que
trasciende a él. Su exigencia se desprende de la propia naturaleza del delito. En el fondo, la
injuria no es más que una incitación al rechazo social de una persona, o un desprecio o
vejación de la misma, lo que sólo puede realizarse intencionalmente. Así, acciones
objetivamente injuriosas, pero realizadas sin ánimo de injuriar, sino de bromear, criticar,
narrar, etc., no son delitos de injurias. Este elemento subjetivo se deduce a veces del propio
contexto, pero otras veces puede quedar confundido o solaparse con otros propósitos o
ánimos (informativo, de crítica, etc.), que dificultan la prueba del mismo.
Resulta llamativo el que este precepto hable de temerario desprecio hacia la verdad en
un delito en el que, salvo escasas excepciones, no cabe en juicio entrar a dilucidar si el hecho
deshonroso imputado es verdadero o falso. Quizá la solución se encuentre en interpretar, en
línea con la doctrina del TEDH, que la libertad de expresión sólo abarca las imputaciones de
hechos que tengan una base fáctica, una coincidencia con el referente externo, castigándose
entonces como injurias las imputaciones de hechos deshonrosos absolutamente infundadas
que se realicen con total indiferencia hacia su verdad o falsedad (si una imputación carece de
suficiente base fáctica, excede del ámbito de la libertad de expresión). Si, por el contrario, la
imputación del hecho es veraz, no será posible castigar por injurias, sea o no verdad lo
imputado (salvo que se acompañe de juicios de valor plasmados en expresiones gravemente
ofensivas e innecesarias para expresar las opiniones o informaciones de que se trate, pues
ello excedería del ámbito de la libertad de expresión).
Causas de justificación
Especial interés tiene el consentimiento. La posibilidad de disponer el individuo de su
propio honor se deduce del hecho de que el honor subjetivo también es objeto de protección.
Pero si se renuncia a ese sentimiento voluntariamente y se consienten ataques contra él, más
que una causa de justificación lo que habría sería una causa de exclusión de la tipicidad, por
faltar el atentado contra la «propia estimación». Esto es confirmado por el propio carácter de
la injuria como delito perseguible a instancia de parte. Más discutida resulta la posibilidad de
legítima defensa contra los ataques al honor. En principio no hay dificultad para admitirlo,
siempre que se den los requisitos de esta causa de justificación.
Circunstancias modificativas
Muchas veces las injurias son proferidas en el calor de una disputa, por lo que es
posible aplicar alguna circunstancia atenuante como la de arrebato u obcecación (art. 21.3ª) y
también puede funcionar como tal la retorsión, a la que antes hemos negado el carácter de
causa de justificación.
Penalidad
La pena de las injurias graves varía según sean cometidas con publicidad (multa de
seis a catorce meses) o no (multa de tres a siete meses) (art. 209). Por publicidad debe
entenderse la realización de la injuria por medio de papeles impresos, litografiados o
grabados, por carteles o pasquines fijados en los sitios públicos, o por papeles manuscritos
comunicados, leídos o emitidos ante un concurso de personas, o por discursos o gritos en
reuniones públicas, o por radio, televisión, internet, etc. (art. 211).
La exceptio veritatis
Según el art. 210, el acusado de injuria quedará exento de responsabilidad probando la
verdad de las imputaciones cuando éstas se dirijan contra funcionarios públicos sobre hechos
concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos a la comisión de infracciones
administrativas.
Sobre la exceptio veritatis en las injurias a las Cortes Generales y a altas Instituciones
del Estado, que es realmente donde se han planteado más problemas durante la transición
democrática, los arts. 496 y 504 la admiten expresamente, no así respecto a las injurias al
Rey o Reina y allegados, diferencia de trato que no se explica muy bien desde el punto de
vista del Estado democrático de Derecho..
4. CALUMNIA
Dice el art. 205: «Es calumnia la imputación de un delito hecha con conocimiento de
su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad.»
En realidad, la calumnia no es más que un supuesto agravado de la injuria, pero su
naturaleza la emparenta más con los delitos contra la Administración de Justicia que con las
infracciones contra el honor. Su parentesco morfológico con la acusación y denuncia falsas
es evidente. La plena relevancia en la calumnia de la exceptio veritatis (art. 207) prueba lo
aquí afirmado. Sin embargo, ya que el legislador la incluye entre los delitos contra el honor, y
puesto que existe el delito de acusación y denuncia falsas como delito contra la
Administración de Justicia, conviene ocuparse en este lugar de la calumnia.
Tipo objetivo
La acción consiste en imputar falsamente un delito a otra persona. Por delito hay que
entender cualquier hecho subsumible en un tipo legal de injusto; es indiferente la calificación
que el sujeto dé a los hechos que imputa (robo en lugar de hurto, etc.) o el grado de ejecución
o participación criminal que afirme.
Sujeto pasivo de la calumnia puede ser tanto la persona física como (admitida desde la
LO 5/2010, de 22 de junio, la responsabilidad penal de estos entes) la persona jurídica, en
relación a los delitos de los que puede ser responsable. Los colectivos sin personalidad, por el
contrario, no pueden ser sujetos pasivos de este delito.
Al igual que en la injuria, el CP distingue a efectos de pena entre las calumnias que se
propagaren con publicidad (pena de prisión de seis meses a dos años o multa de doce a 24
meses) y las que no (multa de seis a 12 meses) (art. 206). Sobre el concepto de publicidad
véase art. 211.
Tipo subjetivo
Para afirmar la presencia de dolo es preciso que el sujeto tenga conocimiento de la
falsedad de lo que imputa o que la imputación, objetivamente falsa, se haga con «temerario
desprecio a la verdad». Igual que decíamos respecto a la injuria grave consistente en la
imputación de hechos, este «temerario desprecio a la verdad» debe considerarse como un
dolo eventual.
e) Perdón del ofendido. El apartado 3 del art. 215 establece que «el perdón de la
persona ofendida extingue la acción penal, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
130.1.5.º, párrafo segundo de este Código».
f) Reparación del daño. Según el art. 216, en los delitos de calumnia o injuria «se
considera que la reparación del daño comprende también la publicación o divulgación de la
sentencia condenatoria, a costa del condenado por tales delitos, en el tiempo y forma que el
juez o tribunal consideren más adecuado a tal fin, oídas las dos partes».