HAWKE - Jescie Hall
HAWKE - Jescie Hall
HAWKE - Jescie Hall
El Auto Agradecimientos
Créditos 24. Ladrillos de un muro Sobre la Autora
Aclaración 25. Acceso
Advertencia de Contenido 26. Nunca lo suficientemente cerca
Dedicatoria 27. Si las apariencias mataran
1. Todo está bien 28. Haza sentir
2. Compañeros de Odio 29. Salvaje
3. Sola 30. Evasión
4. Billy Idol 31. La cruda realidad
5. Las Mañanas son duras 32. Hasta los ángeles caen
6. No es una Fiesta 33. No mentiré
7. Noche de Mierda 34. Sobre mi cabeza
8. Nunca duermas la siesta 35. Brunch descarado
9. Retrato del Pasado 36. Desgarrando las cicatrices
10. Los Infiltrados 37. Cubrir las cicatrices
11. El Viaje 38. Veracidad y carácter
12. La Fiesta está aquí 39. Comienzo sin espinas
13. Errores que nos forjan 40. Adicciones
14. Las secuelas 41. Demasiado
15.Se fue hace tiempo 42. Terminado
16. Puñalada incómoda 43. Descarrilado
17. Secretos 44. El momento oportuno lo es todo
18. Tres son multitud 45. Salvación
19. Desentrañando 46. Justicia Poética
20. Todo en los ojos 47. El mejor tipo de dolor
21. Hablar sin palabras 48. La Espera
22. Caminar sin hablar Capítulo Extra
Este poderoso y emotivo romance contemporáneo presenta a una joven que es
arrancada de su perfecto y calculado pequeño mundo, enamorándose a
regañadientes de su nuevo compañero de piso, el ex convicto Hawke, desenterrando
la verdad detrás de su pasado oculto.
Nicole nunca imaginó que alguien que no fuera su aparentemente perfecto novio,
Patrick, pudiera captar su atención. Es decir, hasta que el ex convicto Cameron
Hawke se convierte inesperadamente en su compañero de piso, poniendo patas
arriba todo su calculado pequeño mundo.
La tensión en la casa aumenta cuando el estilo de vida de Hawke choca
bruscamente con el suyo. La curiosidad de Nicole se apodera de ella e intenta
descubrir los secretos del misterioso pasado de Hawke.
Las tentaciones se vuelven abrumadoras a medida que las líneas se cruzan, los
sentimientos se difuminan y la verdad de un pasado horrible sale a la luz, cambiando
las vidas de los tres para siempre.
Este trabajo es de fans para fans, ningún participante de este proyecto ha recibido
remuneración alguna. Por favor comparte en privado y no acudas a las fuentes
oficiales de las autoras a solicitar las traducciones de fans, ni mucho menos nombres
a los foros, grupos o fuentes de donde provienen estos trabajos, y por favor no subas
capturas de pantalla en redes sociales.
Empezamos a comer sin él. Patrick me mira y se encoge de hombros. Supongo que
la comida familiar feliz no tendrá lugar. Sorpresa, sorpresa.
A Un día nublado.
Un día tortuoso.
Es lunes, así que estaré en casa todo el día, a solas con Hawke, mientras Patrick se
va a trabajar a la empresa financiera de su padre.
A él y a su hermano los atraparon en el negocio familiar antes de que aprendieran
a andar. Son, con diferencia, la familia más rica de la ciudad, pero se empeñan en
demostrar lo humildes que son, o fingen ser.
En cualquier caso, tengo un día de edición por delante antes de dirigirme a mi
trabajo nocturno, de camarera en el bar local de la ciudad.
¿Tengo que hacerlo? No. Patrick me dice todo el tiempo que deje el trabajo. Que él
puede mantenerme, pero yo no soy de ese tipo. Si no lo logro por mi cuenta, no lo
logré en absoluto. No cuenta.
También me encanta la gente que conozco. Son almas reales, con los pies en la
tierra, que a veces sólo necesitan una sesión con el barman1; como terapia, pero
acompañada de whisky. Algunos días soy la maestra y, otros la alumna, pero todos
los días parece que aprendo una lección.
Me despierto lo bastante temprano, antes de que Patrick se levante, para ir a
1 Cantinero(a)
prepararme el café que tanto necesito. Me pongo la bata de seda por encima de la
camiseta de tirantes y la ropa interior, la anudo sin apretar y me dirijo al baño a
lavarme los dientes y la cara.
Doy una vuelta por el salón y entro en la cocina, y casi me sobresalto cuando veo
una figura alta detrás de la encimera.
—¡Oh! Dios mío. —Jadeo, quedándome con la boca abierta.
Hawke está de pie, apoyado en el mostrador, vestido únicamente con unos
pantalones de chándal grises holgados con una gran huella de donde está su infame
miembro.
En serio, ¿este hombre no tiene otra ropa?
No dice nada y yo desvío la mirada torpemente, mordiéndome de nuevo la
comisura del labio.
—¿Ves algo que te guste? —me pregunta con indiferencia, enarcando una ceja
mientras su rostro permanece frío.
—Lo siento, no pensé.... —Tartamudeo, sacudiendo la cabeza antes de mirar mi
bata parcialmente abierta, mostrando mis pezones endurecidos directamente a
través de mi pequeña camiseta blanca de tirantes.
Me la aprieto contra el pecho y aspiro avergonzada.
Sus ojos lo vieron todo. Me doy cuenta por cómo se entrecierran un poco mientras
su lengua vuelve a jugar con ese maldito piercing labial.
—No te tenía por una persona madrugadora —comento, usando mi larga melena
para ocultar el rubor de mis mejillas mientras cojo una taza.
Ya tiene el café en marcha y nunca he agradecido tanto un compañero de piso en
este momento.
—¿Así que crees que me conoces? —pregunta fríamente, antes de llenar su taza.
Se apoya en el mostrador con el ceño fruncido y la cabeza ladeada, deja la taza
sobre el barra de la cocina y se cruza de brazos. El movimiento acentúa de algún
modo los músculos tonificados bajo la tinta de sus antebrazos y bíceps.
Intento apartar la mirada, pero no lo consigo. Hay algo en su mirada que atrae mis
ojos hacia él.
—Quiero decir, sí... creo que entiendo lo esencial basándome en lo que he visto
hasta ahora. —Digo siendo honesta, me encojo de hombros.
Si va a ser directo, yo también lo seré. Se levanta del mostrador y coge su taza
mientras pasa a mi lado. Hace una pausa, gira la cabeza para mirarme, mientras sus
palabras me atraviesan en un tono profundo y directo.
—No sabes una mierda.
Trago saliva ante su repentina cercanía y sus llamativas palabras antes de que se
aleje y pueda volver a respirar.
—Y supongo que hoy no aprenderé nada más —digo en voz baja, antes de
llevarme la taza a los labios.
Lo huelo antes de tomar un sorbo.
Sí. Negro y fuerte, como el diablo quería.
Puede que sea un imbécil, pero hace una buena taza de café.
2 Las plantas suculentas o crasas son aquellas en las que algún órgano está especializado en el almacenamiento de agua en cantidades
poco más tarde, cerca de la cena, le envío un mensaje a Patrick para ver dónde
está. Cuando contesta, me dice que se le ha hecho tarde y que probablemente no me
verá hasta que acabe de trabajar en el bar.
Es tan frustrante cuando el único espacio de tiempo que tenemos para disfrutar el
3 Artista o cantante masculino que actúa vestido con atuendos propios de mujer (peluca, zapatos de plataforma, etc.) y exhibe maneras
exageradamente femeninas.
uno del otro se llena con el trabajo de su padre. Podría dejarlo, podría decirle a su
padre que ha terminado por hoy, pero nunca le planta cara. Siempre siente la
necesidad de hacer lo correcto, incluso cuando eso significa poner nuestra relación,
y a mí, en último lugar.
Dan las siete y estoy terminando de arreglarme para ir a trabajar. Me gusta ir mona
en mi trabajo, así que me rizo el cabello y dejo que el rubio cenizo me caiga por la
espalda. Jeff, mi jefe en el bar, tiene una política bastante relajada en cuanto a lo que
elegimos para vestir, así que me pongo unas cómodas chucks con unos vaqueros
rotos y un top negro sin mangas.
Estoy lista para dar algunos consejos, tener algunas conversaciones amistosas con
mi tipo de gente, mientras salgo de esta casa por unas horas.
Hora de trabajar en el bar.
quién no le gusta un buen bar de mala muerte?
a la barra y sirvo unas cuantas copas más. Las propinas no son buenas
esta noche, pero están bien. Leonard cierra la cuenta de la noche y, cuando sale para
marcharse, veo a Hawke fumando un cigarrillo en el estacionamiento.
Ah, así que ahí es a dónde fue. ¿Una de sus muchas adicciones, quizás?
Se despeja y vuelve a entrar. Para mi sorpresa, se dirige directamente a la barra
con su intimidante estatura. Hacia mí.
Se inclina hacia delante, con los codos apoyados en la superficie de madera
desgastada, y me mira con el ceño fruncido.
—Kid. —Pasa el pulgar por detrás—. No lo sabe.
Lo huelo cuando se inclina hacia mí. Su olor, descrito como una combinación de
cigarrillos, menta fresca y cuero, no me resulta horrible por alguna extraña razón.
Enarco una ceja, sin tener ni idea de qué está hablando. Me pregunto por qué me
habla si hace un minuto ni siquiera me dirigía la palabra.
Se pasa esa mano, la del tatuaje del halcón, por el mechón oscuro desgreñado a la
altura de los ojos, echándolo hacia atrás lo mejor que puede sobre la zona afeitada
que tiene debajo.
—Kid —dice, señalando más directamente a el rubio—. Kid que te estaba tirando
los tejos. No sabe que estás casada.
Mis cejas se juntan mientras frunzo el ceño, mirando mi mano y hacia atrás.
—No estoy casada.
Inclina la cabeza hacia un lado con cara de, dame un respiro.
—Lo que sea, está bien. Parece divertido. —Le quito importancia.
—No lo es. Métete en tus asuntos —me ordena, mirándome con esos penetrantes
ojos azul verdoso.
Ladeo la cabeza ante sus amenazas, lanzando una mirada interrogante en su
dirección.
¿Quién se cree que es? ¿Realmente cree que dejaría mi relación con Patrick por Billy
Idol? Por supuesto, voy a mantenerme alejada de él. ¿Te metes en mis asuntos? Por
favor, porque estoy tan interesada en escuchar sobre enganches al azar y fiestas de
drogadictos.
—Sí. Esta bien. —Pongo los ojos en blanco y me giro para ir a secar unos vasos del
ciclo de lavado.
Le oigo resoplar de frustración antes de darse la vuelta para salir por las puertas
con un portazo.
—Jesús, ¿qué le hiciste a ese? —pregunta John, llenando una copa a mi lado.
—Ni idea, probablemente respiré mal. —Sacudo la cabeza.
cuelo en casa tarde después del trabajo, intentando dejar las llaves en la
bandeja lo más silenciosamente posible junto a la puerta. Todas las luces están
apagadas, incluida la de la habitación de Hawke. No lo vi con un vehículo en el bar
y, para ser sincera, no creo que ni siquiera tenga auto. Sólo Dios sabe su paradero.
Entro de puntillas en el cuarto de baño y hago todos mis ejercicios nocturnos antes
de ponerme unos pantalones cortos y una camisola para ir a la cama. Me meto bajo
las sábanas y me deslizo contra el cuerpo caliente de Patrick. Él suelta un pequeño
gemido y pasa de estar de lado a estar boca arriba.
Sintiéndome valiente, deslizo la mano por su vientre cubierto de vello. Mis dedos
alcanzan el borde de sus calzoncillos y jugueteo con el elástico. Finalmente, meto la
mano y mis dedos rozan su miembro, provocándole una pequeña descarga.
Gime, abre los ojos, mira mi mano y luego vuelve a mirarme con una sonrisa lenta
y creciente.
—Ángel.
Sigo acariciándole hasta que se le pone dura y su pecho sube y baja a un ritmo más
rápido. Rápidamente me pongo a horcajadas sobre él y me quito los pantalones
mientras él coge un condón de la mesilla.
Se lo pone mientras estoy sin aliento y preparada. Abro bien las caderas y me
hundo sobre él.
—Ahh, mierda. —Él gime, agarrando mis caderas suavemente.
Muelo contra él, disfrutando de la sensación de estar encima, cuando olvido lo que
le hace.
—Espera. Para —dice, sin aliento, apoyando una mano contra mi estómago.
No puedo parar. Necesito esto. Lo deseo. Con toda la tensión que se ha acumulado
a mi alrededor últimamente, sólo necesito un buen orgasmo para enderezarme de
nuevo. ¿Verdad?
Sigo apretándome contra su pelvis mientras retrocedo sobre él. Empiezo a sentir
lo que parece una sensación increíble, lo que creo que está a punto de ser un
orgasmo, cuando siento que se sacude debajo de mí.
—¡Mierda, Nic! —Gime un par de veces, con la barbilla en el pecho antes de que
su cabeza caiga contra la cama.
Cuelgo la cabeza, suspirando de frustración, mientras su respiración se relaja junto
con la mía.
—Lo siento, Ángel, ya sabes lo que me provoca esa postura —dice apartándome
el cabello de la cara y acercando sus labios a los míos—. Míralo como algo bueno.
Significa que me abrumas de la mejor manera posible.
Le beso a regañadientes cuando me acerca la barbilla a los labios antes de rodar
sobre mi espalda. Estoy disgustada.
—Vamos, recuéstate. Te la voy a chupar. —Sonríe, con la cabeza metida bajo las
sábanas.
—N-no. No pasa nada, de todas formas estoy cansada —le digo, deteniéndole.
El humor está arruinado. Ni siquiera me gusta cuando me la chupa. Es incómodo
imaginar lo asqueroso que probablemente piensa que es el proceso. Se ducha
después del sexo, por el amor de Dios.
—¿Segura?
—Sí. Vamos a la cama. —Me doy la vuelta mientras él se queda sentado un
segundo.
—Te quiero, Nic. —Me besa un lado de la cabeza antes de levantarse de la cama.
Le oigo dirigirse hacia el cuarto de baño, abrir la ducha mientras las lágrimas caen
de mis ojos igual que el agua por el desagüe.
e levanto temprano, como siempre, y salgo de la cama frotándome los
M
de después...
ojos con los puños.
Los recuerdos de anoche me atormentan. El sexo corto e irreal, la ducha
tarde, oigo a Hawke salir de casa, así que me relajo y decido ver la tele.
Después de ver unos cuantos programas, me aburro y me doy cuenta de que sólo
son las cinco. Cojo el celular y busco entre mis contactos. ¿A quién puedo llamar?
Está mi hermana, Johanna, que por suerte vive en la otra costa. No está pasando.
Está John, del trabajo, que probablemente esté pasando tiempo con su novia
embarazada o trabajando en el bar esta noche.
Y... eso es todo.
Después de la universidad y de mudarme a esta nueva ciudad con Patrick, perdí
el contacto con la mayoría de mis amigos. Todavía no tenía mucha gente con la que
conectara de verdad aquí, y literalmente no conozco a nadie más que a Patrick y a su
familia. Cuando me mudé aquí, fue únicamente por él y sus planes. Realmente
debería intentar diversificarme, conocer nuevos amigos. El problema es que le doy
mucha importancia a Patrick. Siempre estoy esperándole, planificando mi día en
torno a su horario. Trabajo literalmente a su alrededor en lugar de decidir qué quiero
hacer y cuándo. No es justo.
Sí, me mantiene, quiere construir una vida conmigo. Pero eso no quita que yo
también sea mi propia persona. Me estoy dando cuenta de lo mucho que he estado
dando en esta relación y realmente me está afectando.
Me levanto del sofá, me dirijo a nuestro dormitorio y abro el armario, mirando mi
triste reflejo en el largo espejo colgante. No puedo encerrarme aquí solo porque
Patrick se haya ido.
Al diablo con esto. Déjame tomar una página del libro de Leonard e ir al bar sola.
Cojo la minifalda de la percha, la combino con una sencilla camiseta de tirantes
rosa y me calzo las botas de terciopelo por encima de la rodilla. Me rizo las puntas
del cabello, me lo dejo suelto por la espalda, me maquillo ligeramente, cojo el bolso
y una chaqueta ligera y me pongo en marcha.
Si no hay nadie cerca para invitarme a cenar, tendré una cita conmigo misma. Me
lo merezco.
F
ue una idea horrible.
Me sentía segura en casa, pero en cuanto ponía un pie en 9-5 Slide, me
sentía como un maldita tonta.
Esta noche hay mucha gente, lo que ayuda, pero no dejo de recibir miradas
de tipos al azar, que probablemente se preguntan qué demonios hago vestida así en
un bar de moteros de una pequeña ciudad. Porque, seamos sinceros, ¿quién
demonios hace esto?
John me mira desde detrás de la barra y se le ilumina la cara.
—¡Nic! ¡Hey! ¡¿Qué estás haciendo aquí?!
—He venido a beber —respondo, acercándome a la vieja barra de caoba.
—Bueno, has venido al lugar adecuado. Creo... —comenta con confusa diversión.
—Me dejaron plantada en el último minuto, y sólo quería salir de casa. Esperaba
invitar a Leonard a una cita, pero parece que incluso él está ocupado esta noche.
Se ríe y coge una botella que tiene detrás. Deja dos vasos de chupito en la barra y
sirve Dragon’s Blood.
—Oh hombre —me quejo—. ¿Con qué se mezcla esto esta noche?
La Dragon’s Blood se prepara a primera hora de la noche. Suelen ser los restos de
cualquier botella de alcohol que pueda juntarse, haciendo un brebaje tóxico que
seguro que te sienta bien. Una mierda de bar de pueblo.
—Tu suposición es tan buena como la mía. —Levanta las cejas junto con su vaso
de chupito, chocando con el mío antes de que ambos engullamos el ardiente líquido.
—Joder. —Tose.
—Uf, eso me sabe a Jager4 —digo en tono ronco.
—Y algo de melocotón. —Tuerce la cara—. ¿Otro?
Pongo cara de dolor, empujo mi vaso hacia delante y me encojo de hombros.
—¿Por qué no?
Después de unas copas, me siento cálida y amistosa. Juego una partida de dardos
en solitario mientras entablo conversación con un obrero de la construcción de
sesenta años que también está convenientemente solo esa noche.
Se ofrece a invitarme a una copa en la barra mientras John lo observa divertido. Se
ríe y me ofrece un vodka de arándanos. Le doy las gracias al viejo, que se dispone a
marcharse.
Vuelvo a mi sesión de dardos en solitario con mi bebida fresca. Justo cuando estoy
sacando los dardos de la diana, se abre la puerta principal y veo entrar al imitador
de Billy Idol con algunos de los mismos tipos que estaban aquí la otra noche
celebrando la reciente salida de Hawke de la cárcel.
Me mira de reojo inmediatamente y se acerca.
—¡Eh! ¡Eres tú! —dice entusiasmado, apoyándose en la mesa del pub, cerca de mí.
Es difícil no admitir que es guapo. Al estilo de Machine Gun Kelly5. Pero también
tiene muy buenas vibraciones. Buena energía. Energía divertida.
—Soy Nic. —Sonrío tímidamente, alineándome de nuevo para lanzar mis dardos.
—Nic —dice con una sonrisa—. Me gusta. Soy Kid. Encantado de conocerte
oficialmente. Pero, ¿qué estás haciendo aquí? ¿En una cita? —Mira a mi alrededor,
4 Licor de hierbas endulzado, pero con un toque amargo, el cual tiene 34,5% de contenido alcohólico.
5 Colson Baker, más conocido por su nombre artístico Machine Gun Kelly o simplemente Kells, es un músico, rapero, cantante y actor
estadounidense.
detrás de mí, como si algún hombre estuviera a punto de saltarle encima.
—Algo así —respondo, intentando no admitir que soy una perdedora que se lleva
a sí misma a citas.
La puerta se abre de golpe y Hawke entra. Gimo internamente al verle. Vaqueros
negros ajustados, camiseta verde oliva holgada con su chaqueta de cuero encima y
botas de combate negras con cordones a juego. Debería anunciar: «¡Soy un chico
malo!» nada más llegar. Creo que todos lo entenderíamos.
Su rostro frío y duro se vuelve para buscar a su amigo mientras sus ojos se
entrecierran ante mi presencia. Mira a su alrededor, confuso, y luego camina hacia
nosotros. Su cabello oscuro le cae sobre los ojos y se lo aparta rápidamente.
—¿Qué haces aquí? —pregunta en tono hostil.
—Está en una cita —responde Kid con una sonrisa, moviendo las cejas hacia
Hawke.
Su rostro cae mientras me mira con una expresión burlona.
—¡Toad! Ahí estás —grita Kid, corriendo hacia la barra a alguien que reconoce.
Hawke. Kid. Toad. ¿Qué pasa con la gente de este pueblo y sus extraños nombres?
—¿Estás en una cita? —Hawke prácticamente gruñe al oír esas palabras.
—Tranquilo hermano, estoy aquí sola —replico con actitud propia, girándome para
lanzar un dardo.
El licor definitivamente está haciendo efecto. Junto con la confianza,
aparentemente. Al diablo con él de todos modos. Tengo más derechos a este lugar
que él. Yo trabajo aquí.
Hawke se coloca frente a la diana, se echa hacia atrás despreocupadamente y deja
caer la cabeza contra ella, mirándome con los párpados caídos mientras vuelve a
juguetear con la lengua con ese anillo labial.
—Muévete, o me obligarás a enseñarte lo buena que soy de verdad.
Sus ojos recorren mi cuerpo y siento cada parte que tocan como un rayo de calor.
Se detiene en mis muslos y luego vuelve a mirarme a los ojos, sonriendo.
—¿Quieres hacer una apuesta? —pregunta en tono peligroso.
No debería, pero al diablo con el Dragon’s Blood.
—Claro —respondo.
—Tiro por tiro, el que consiga más puntos en un lanzamiento gana.
—Fácil. ¿Qué apostamos?
Se da la vuelta para coger los dardos de la tabla y yo le miro sin querer los muslos
y el culo musculados y prietos que lleva en esos vaqueros negros desgastados. Es tan
proporcionado.
—Tú decides —dice, entregándome el dardo.
—Hmm. —Pienso un momento, luego miro la barra y se me ocurre una idea—. Si
gano, tienes que terminarte la botella de Dragon’s Blood.
Frunce las cejas y me mira como si estuviera loca, sin entender lo que digo.
—Bien. —Sacude la cabeza como si no importara—. Si gano, vienes con nosotros.
—¿Qué? ¿Ir contigo adónde?
No contesta, sólo me tiende la mano para que se la estreche.
Sus largos dedos llevan anillos negros, y sus nudillos son muy marcados,
probablemente debido a las numerosas peleas a puñetazos. Veo el halcón tatuado en
el dorso de su mano y me doy cuenta de que representa su fuerza por la forma que
tiene.
Agarro su mano y se la estrecho, sintiéndome ligeramente ruborizada por el
contacto, y luego noto cómo la aprieta con más fuerza, aferrándose a ella, sin soltarla.
Dirijo mis ojos hacia los suyos y la seriedad de su rostro me hace tragar saliva. Vuelve
a mirar a través de mí.
Mi cuerpo cobra vida en su presencia y de repente soy consciente de todo. El
corazón me late con fuerza en el pecho, se me eriza el vello de la nuca, me arde la
mano por nuestro único punto de contacto.
Finalmente me suelta y me quedo de pie con la punta del pie contra la línea
amarilla encintada, intentando respirar mientras alineo el brazo para el disparo.
Disparo, dándole al 20.
Lo miro con una sonrisita. Coge a ese mamón.
Se quita el chaqueta de cuero, lo deja en la silla de la mesa del pub que hay detrás
de nosotros y gira los hombros como si se preparara para lanzar con un bate. Intento
echar un vistazo a sus brazos venosos y tatuados, pero antes de que pueda distinguir
una sola imagen, su cabeza gira hacia mí mientras lanza el dardo.
Entrecierro los ojos para ver dónde ha caído y vuelvo a mirar a Hawke, que no me
quita los ojos de encima.
Alcanzó el triple veinte.
—Cabrón —susurro.
Sonríe y se gira para coger su chaqueta de la silla donde la dejó, sin mirar siquiera
al tablero. Pasa los brazos a través de ella, mostrando un destello de carne tatuada
bajo la camisa, por encima de la pelvis. Hay una frase tatuada ahí, y nada me apetece
más que averiguar qué dice. Pero antes de que pueda verlo, se da la vuelta y empieza
a caminar hacia la salida.
Con la palma de la mano apoyada en la puerta, se vuelve, haciéndome un pequeño
gesto de «vamos».
Respiro hondo y suspiro. Esto va a ir mal.
Kid ve salir a Hawke y le da una palmada en la espalda al tipo con el que estaba
hablando.
—Ah mierda, parece que nos vamos. Nos vemos luego, amigo.
Choca conmigo mientras nos dirigimos juntos a la puerta.
—Sí, Nic, ¿te vas?
—No, yo voy —respondo con indiferencia.
Mira a Hawke, que me sonríe con picardía, y luego a mi rostro reticente.
—Bueno, de acuerdo entonces. —Mueve las cejas con una sonrisa diabólica—.
Pero, ¡me pongo travieso!
Les sigo hasta un Mustang antiguo de color naranja quemado, dispuesta a subirme
al asiento trasero cuando Hawke me rodea la muñeca con la mano y me detiene.
—Joder, no. Sube atrás —le grita a Kid, soltándome la muñeca para que pueda
rodear el auto.
Froto el lugar que ha tocado, sintiendo de repente el ardor de su piel sobre la mía
otra vez.
Subimos todos al auto, uno que nunca había visto en nuestra casa. No creía que
Hawke tuviera auto, la verdad, pero este es único. Parece que si lo arreglara un poco,
valdría mucho. Salimos, conduciendo hacia un lugar desconocido mientras el olor a
hierba llena mi nariz.
—¿Quieres una calada? —me pregunta Kid con un tono áspero en la voz,
golpeándome ligeramente el hombro con un cuenco.
He fumado hierba antes. Más de una vez, de hecho. Pero en este momento, me
siento nerviosa como el infierno, sin saber a dónde voy con un marihuano de cabello
loco y un ex convicto que me lleva. Como que no siento la vibra.
—Imbécil. Sabes que todavía estoy en libertad condicional. ¡Saca esa mierda de
aquí! —grita Hawke desde su asiento, mirándole por el retrovisor.
—Oh, eres una Drag. Drag, ¿entiendes? —Se ríe histéricamente con una aguda voz
de hiena desde el asiento trasero, claramente camino de estar ya hecho un lío.
Miro a Hawke, que debe de sentir mis ojos clavados en él porque me mira. Mueve
la cabeza hacia Kid y vuelve a agarrar el volante, reclinándose en el asiento con las
piernas abiertas.
Se ve ridículamente atractivo conduciendo este auto. Tan natural. Tan varonil.
Desvío mi atención de él hacia la ventanilla durante todo el viaje como una
necesidad.
Finalmente giramos por otra carretera, luego volvemos a girar, subiendo por un
pequeño sendero entre hileras de árboles hasta seguir un viejo camino de grava que
nos lleva a una cabaña en el bosque.
Hawke estaciona el auto y sale sin decir nada. Al instante me siento estúpida por
haber aceptado esta apuesta. Maldito Dragon’s Blood.
Hay algunos autos más alineados y ya oigo los graves de la música que suena
desde dentro. Las risas llegan desde el porche y un par de chicas pasan el rato frente
a la puerta.
—¿Es quien creo que es? —grita una chica, morena y con el cabello hasta los
hombros.
Caminamos hacia la puerta mientras Hawke me coge de la mano y entrelaza
suavemente sus dedos con los míos. Respiro. El gesto íntimo me hace bajar la mirada
hacia nuestras manos y luego levantarla hacia él, confundida.
¿Qué está haciendo?
Me hace un leve gesto con la cabeza, como dándome la razón, y así lo hago.
Nos acercamos a las chicas, y sus ojos se dirigen inmediatamente a Hawke.
—¡Dios mío, eres tú! No creía que fueras a volver. —La morena se levanta de un
salto e intenta abrazarle.
Intento retroceder y soltarle la mano, pero él me sujeta con más fuerza, tirando de
mí hacia él.
—Supongo que una vez no fue suficiente. —Ella intenta besarle y él se aparta de
ella, empujándola hacia abajo con una mano y me atrae hacia su cintura.
Es una sensación extraña. Es tan natural y reconfortante que me pica toda la piel
que toca.
—Vete a la mierda, Lilah.
Se le borra la sonrisa cuando el pasa más allá de ella. Me mira con el ceño fruncido
y yo la miro con los ojos muy abiertos. No he venido aquí en busca de problemas.
Siento su mirada siguiéndome más de lo que puedo verla. Está cabreada. ¿Una ex-
novia, quizás? Claramente, se liaron antes esta noche, probablemente antes de que
viniera al bar.
Entramos en la cabaña y me llega un penetrante olor a cerveza rancia, hierba y
leña. Una mezcla extraña, pero está claro que es una cabaña de fiesta.
Hay una pareja montándoselo en la silla vintage de la esquina de la habitación,
una chica chupándosela a un chico en la cocina y un chico y dos chicas intimando en
el sofá. La mesa de centro está llena de drogas: botellas de cerveza, whisky, pipas,
coca, de todo.
Kid corre hacia una chica de cabello negro azabache que está sentada en la
encimera de la cocina, claramente esperándole; su cuerpo, plagado de tatuajes y
piercings. La agarra por la nuca, le inclina la cabeza y le mete la lengua en la garganta
de inmediato.
¿Dónde diablos estamos?
Un par de mujeres escasamente vestidas lanzan más miradas en mi dirección y
luego centran sus ojos en Hawke. Parece que él es mercancía caliente aquí.
—¿Qué es esto? —pregunto en voz baja, sin dejar de mirar a las parejas que
prácticamente practican sexo ante mí.
—Una fiesta —responde con suficiencia, disfrutando de mi comportamiento
mojigato.
Mis grandes ojos se centran en el tipo con dos chicas mientras una de ellas le
desabrocha la cremallera de los pantalones mientras la otra le lame la lengua.
—Esto no es una fiesta.
res tan pura. —Hawke se burla en tono condescendiente.
A a mi lado.
Aunque sabía que Patrick iba a pasar la noche en casa de sus padres, una
pequeña parte de mí aún esperaba que volviera por la noche. La
necesidad de estar cerca de mí, tocarme, olerme; que fuera insoportable para él. Pero
no lo era.
Salgo de la cama a regañadientes, consciente de que mi compañera de piso puede
estar en el baño o en la cocina, así que me pongo unos pantalones de chándal grandes
y una sudadera me hago un moño desordenado y me dirijo a mi salvavidas: la
cafetera.
En cuanto abro la puerta de la habitación, me llega el olor a granos de café recién
molidos y la nuca de alguien.
No hay escapatoria.
Camino hacia la cocina, paso rozando donde está sentado a la mesa.
No he superado del todo la vergüenza de anoche, pero tampoco soy el tipo de
persona que guarda rencor. Hoy es un nuevo día y la capacidad de llevarse bien con
él, o al menos tolerarlo, es inevitable.
Cojo mi taza favorita del armario y noto sus ojos clavados en mí mientras me sirvo
una taza. Siento la necesidad de despejar el incómodo ambiente, suspiro contra la
encimera y me giro hacia él. Está sentado en una silla en la mesa de la cocina, con las
piernas cruzadas, en chándal y sin camiseta. Lleva el cabello alborotado y revuelto
por todas partes, pero lo combina con una sonrisa chocantemente brillante en su
rostro desgraciadamente atractivo.
—¿Por qué estás tan contento? Ni siquiera son las nueve. —Gruño, arrugando la
nariz.
Se acomoda en su asiento, cruza los brazos detrás de la cabeza, claramente
inconsciente de lo asquerosamente perfecto que eso le hace parecer, y se encoge de
hombros.
—No lo sé. Supongo que soy un tipo feliz.
El comentario, hecho probablemente por la persona más malhumorada que he
conocido, casi me hace desternillarme de risa.
—Debes de estar loco. —Sacudo la cabeza y pongo un poco de crema en mi taza.
—Sinceramente —empieza, tragando saliva, y mis ojos curiosos vuelven a
encontrar los suyos. Su cara humorística se vuelve solemne—. Sólo quería que
supieras que siento lo de anoche.
Mis labios se separan. No sé qué decir. Ni siquiera entiendo lo de anoche, ni quiero
entenderlo.
—Está bien. De verdad.
—¿Vas a contarle a Patrick lo que ha pasado? —pregunta bruscamente, pillándome
desprevenida.
Me detengo ante su pregunta mientras mi mente da vueltas a su alrededor. Lo que
ha pasado, ¿es tan importante como para contárselo a mi novio?
Respiro.
—Eh... no. Quiero decir, ¿qué hay que contar?
—Claro —murmura, con los ojos entornados.
Le miro fijamente con la taza en la mano, intentando comprender a este hombre
de un vistazo, mientras me apoyo en la encimera de la cocina. Él se echa hacia delante
en su asiento, con los ojos clavados también en los míos. Nos quedamos así al menos
un minuto, y es la sensación más extraña. Es extraña porque no se siente rara.
Sólo dos personas mirándose.
—Bueno, estoy seguro de que tienes planes para hoy...
—Yo no —responde inmediatamente, con los ojos aún clavados en los míos.
Respiro y luego suelto el aire.
—Okey...
—Bueno... ¿quieres ver una película o algo? No tengo una mierda que hacer y no
voy a mentir, estoy aburridísimo.
Qué amable.
—Estoy muy agradecida de estar aquí para que te apoyes en mí cuando no tienes
nada más interesante que hacer —digo sarcásticamente.
Se ríe, mostrando el pequeño hoyuelo de su mejilla derecha. Uno que estoy segura
de que la mayoría de la gente nunca tiene la oportunidad de ver o de saber que existe.
Apenas creo que sonría a nadie, excepto a mí, cuando se burla de alguien.
—Interesante —dice, burlándose claramente de mi uso juguetón de la palabra.
La palabra suena tan poco natural viniendo de él y todo su aspecto de malote.
—Vamos, podemos ser amigos—. Se pasa la mano por la nuca, ladeando la cabeza.
—¿Amigos? —Arqueo una ceja. Sí, claro.
—No es que no vivamos juntos ahora. Deberíamos encontrar un punto en común.
¿Cuál es tu película favorita?
—¿Película favorita? Eso es como preguntarle a un cortacésped qué brizna de
hierba es su favorita.
Su rostro se contorsiona.
—Qué cosa más extraña dices.
Me río entre dientes.
—Es que hay tantos que me encanta desgarrar. Nunca podría elegir sólo uno.
Asiente levemente, como si comprendiera.
—¿De acuerdo, género?
—Películas de mafiosos —respondo inmediatamente.
Inclina la cabeza ante mi rápida respuesta y asiente mientras rodea con el dedo el
borde de su taza de café.
—Parece que hemos encontrado un punto en común. —Me sonríe con cierto brillo
en los ojos.
Nos acomodamos en lados opuestos del sofá y nos decidimos por Goodfellas, una
de las películas favoritas de Hawke.
Me acurruco en la manta mientras él se estira completamente en la parte final del
sofá en forma de L. Compruebo mi teléfono, esperando ver un mensaje de buenos
días de Patrick en cualquier momento, pero sigo esperando sin que nada active mi
teléfono.
Es realmente ridículo. Entiendo que esté trabajando duro, pero que esté fuera de
casa tanto tiempo se está volviendo raro. Me niego a creer que realmente esté viendo
a alguien más. Un infiel en el mundo católico no vuela. Su familia lo castraría antes
que yo. Pero a pesar de eso, toda esta situación me está tocando la fibra sensible.
Hacia la mitad de la película, oigo una respiración lenta y constante procedente
del otro extremo del sofá. Miro a Hawke y veo que está durmiendo. Tiene una mano
sobre el estómago y la otra descansa despreocupadamente sobre su cabeza.
Mi teléfono vibra contra mi muslo, así que lo compruebo inmediatamente.
Patrick: Hey, estuve trabajando hasta tarde, solo dormí unas horas, trataré de
terminar algunos de estos archivos esta tarde si te parece bien. Volveré más tarde
hoy. Te quiero, Ángel.
Estupendo. Simplemente genial. Intento no enfadarme, pero duele. Es un tipo de
dolor desgarrador ser la segunda para alguien que siempre es lo primero para ti.
Me vuelvo hacia Hawke y lo estudio un momento. El antes repulsivo y egoísta
idiota de repente parece pacífico y suave. Casi infantil. Tiene la boca ligeramente
entreabierta, con los labios carnosos como morritos, y por fin puedo ver de cerca los
tatuajes aleatorios que adornan sus brazos y su pecho.
Formas aleatorias agrupadas, el halcón en la mano, calaveras emparejadas con
rosas y algunos eslóganes de palabras escogidas. Un eslogan dice: —Mentí para llegar
aquí. —Otro dice: ¿No somos todos pecadores?
Hay una extraña belleza en su caos, una engañosa profundidad en su historia, una
magia en su locura.
Detrás de él hay una manta apoyada en el borde del sofá, así que me levanto, me
acerco y se la quito en silencio. Tiro de ella por encima de su cuerpo dormido y,
cuando por fin lo hago, se estremece debajo de mí. Me quedo quieta encima de él y
se la pongo sobre el pecho, cubriéndole por completo mientras espero que no se
despierte.
Cuando me doy la vuelta para volver a mi espacio caldeado al otro lado del sofá,
me detiene una mano en la cadera.
Hawke me agarra y me tira al sofá junto a él. Me rodea la cintura con un brazo,
tirando de mí hacia su pecho, y luego nos envuelve con la manta.
Me pongo rígida de inmediato y se me corta la respiración.
¿Sabe lo que está haciendo? ¿Está soñando?
Enrosca las piernas detrás de mí, acurrucándome mientras suspira y respira
suavemente contra mi cuello.
Mi ritmo cardíaco se acelera y estoy congelada en mi posición. ¿Qué puedo hacer?
Si me levanto y él se despierta viéndome aquí, ¿qué pensará? Por mucho que sé que
necesito moverme, me acomodo en su calor, su duro pecho detrás de mí. No puedo
evitar ser total y completamente consciente de la presencia de su virilidad apretada
contra mi trasero. Dios mío.
Trago saliva, intentando regular mi respiración mirando la película, y decido
moverme cuando él se haya dormido más profundamente.
Antes de que pueda hacerlo, me sumerjo en mi propio sueño, quedándome
plácidamente dormida con Hawke acurrucado a mi alrededor.
El zumbido en mi oído es fuerte y odioso. Pulso el botón del repetidor, pero no se
detiene.
—Haz que pare. —Oigo una voz profunda y áspera en mi oído, lo que hace que
mi columna se enderece y me incorpore.
—Dios mío —digo sin aliento.
Me dormí a su lado.
Presa del pánico, busco en el salón y detrás de mí, hacia la cocina, pero no veo a
Patrick. Mi teléfono vuelve a sonar y me saca de mis pensamientos horrorizados.
—¿Hola? —Digo antes de aclararme la garganta, sonando culpable como el
infierno.
—Hola, Ángel, estoy volviendo, sólo me preguntaba si quieres que recoja algo de
comida. ¿Quizás una pizza? ¿Está Hawke?
Mierda.
Miro por encima del hombro a Hawke, que sigue tumbado con los ojos cerrados.
¿Qué estoy haciendo?
—Sí, eh... sí, pizza suena bien.
Hay una ligera pausa en la conversación y me convenzo de que sabe que soy una
sucia puta que se echa la siesta con ex presidiarios cualquiera en casa de su novio.
—¿Estás bien? Pareces un poco ida.
—Eh, sí. Sí, lo siento, acabo de despertarme de una siesta.
Es un hecho.
—Ah, de acuerdo. Bueno, cogeré un par de pizzas y volveré pronto. Te quiero.
Me duele el corazón.
—Yo también te quiero —respondo, haciendo una mueca de dolor arrepentida.
Cuelgo el teléfono y me quedo sentada durante un minuto, intentando
convencerme de que no soy la peor persona del mundo, cuando siento que Hawke
se mueve a mi lado.
—Joder, sí, pizza. —Gime, estirando las piernas.
Me levanto inmediatamente, le quito la manta de encima y se la arrojo,
golpeándole en la cara.
—¿Y una mierda?
—¡¿Por qué has hecho eso?! —Grito.
—¿Hacer qué?
—¿Atraerme a ti? Estoy con Patrick.
Se burla, pasándose la mano por el cabello que tan ansiosamente le he revuelto
con la manta.
—Cálmate, loca. No te vi moverte. Podrías haberte levantado.
Aprieto los dientes y le miro con el ceño fruncido. Tiene razón y lo odio.
—En realidad no es para tanto —dice fríamente, poniendo los ojos en blanco.
—Sólo... por favor, no se lo digas a Patrick —pido, sintiendo que me duele el
corazón en el pecho.
—¿Decirle qué? —comenta enfadado, antes de levantarse del sofá, dirigirse a su
habitación y dar un portazo.
Voy al baño, me arreglo el cabello desordenado y me rocío un poco de mi perfume
para tapar cualquier olor a Hawke que pueda persistir en mí.
Patrick vuelve a casa al cabo de otros diez minutos y me imagino cómo podría
haber sido si no hubiera llamado y nos hubiera encontrado acurrucados durmiendo
en el sofá. Se me revuelve el estómago.
—¡Za está aquí! Ven por él mientras está caliente! —anuncia en voz alta.
Deja la pizza sobre la mesa al mismo tiempo que Hawke sale de su habitación.
Realmente esperaba que se quedara encerrado ahí el resto de la noche, ya sabes, para
hacerme la vida más fácil.
—¿Qué tal tu noche, Ángel? —Patrick me besa la mejilla, haciendo que me sonroje.
—Fue —miro a Hawke, que también me mira convenientemente—, interesante,
como mínimo.
—Te he echado de menos —comenta antes de besarme los labios.
Le devuelvo el beso con avidez, casi intentando disimular mi extraña infidelidad
al abrazarme. Hawke se aclara la garganta, arruinando el momento. Pongo los ojos
en blanco.
—Hawke, lo siento hombre. —Patrick se ríe—. ¿Cómo estás?
—Estoy muy bien. Refrescado de una de las siestas más cómodas que
probablemente he tenido. —Me sonríe con suficiencia.
La sonrisa se me borra al instante, el corazón se me acelera y la garganta se me
constriñe.
—Sí, esa cama no está tan mal, ¿verdad? Nic y yo dormimos en ella nuestro último
año de universidad. Es cómoda para ser tan vieja —responde Patrick, ajeno al
comentario.
—¿Es así? —Hawke ladea la cabeza—. ¿Disfrutaste durmiendo en él también, Nic?
Me dirige la pregunta, haciendo hincapié en el 《asco》de Nic. Con un brillo en
sus ojos traviesos y una sonrisa que se dibuja en sus labios, me queda claro que está
disfrutando mucho con este jueguecito suyo.
—Desafortunadamente, no. Hay una molesta bobina que aparece y lo estropea
todo. El peor sueño de mi vida —le contesto con los ojos entrecerrados.
—¿Qué? Creía que te encantaba esa cama. —comenta Patrick, cogiendo un trozo
mientras las cejas de Hawke se levantan con humor.
—Detestar. Aborrecer es el término apropiado —refunfuño.
Conocemos la verdad detrás de la conversación, los eufemismos de nuestra
siestecita montándole un juego divertido.
Sólo puedo esperar que Hawke juegue bien.
ay tantas cosas que siento que sé que son ciertas en este mundo. Por un
mañana siguiente me levanto temprano, como siempre, lista para lo que más
me satisface. El café.
Para mi sorpresa, incluso después de su cita nocturna, Hawke ya está levantado,
sentado a la mesa con un pantalón de chándal negro y una sudadera a juego, el
cabello alborotado como si hubiera dormido sobre él mientras estaba mojado, y el
café colándose lejos de la cafetera. Debería haberlo sabido.
Supongo que esto es algo. Madrugadores obsesionados con el café.
Definitivamente tenemos eso en común.
—Buenos días. —Él habla primero, sus ojos verdes centellean mientras una
pequeña sonrisa se forma en la comisura de sus labios.
—Apuesto a que sí —comento con actitud sarcástica, levantando una ceja de forma
sugerente.
Sabe que le he oído. Tiene que saberlo.
—Ja, ¿es así? —Se ríe, enseñando los dientes antes de lamerse el anillo labial.
Su sonrisa es completamente contagiosa en el peor sentido posible. Me da
escalofríos en la boca del estómago. Saber que puedo hacerle sonreír así es un juego
peligroso que no estoy dispuesta a jugar.
—¿Cómo qué? —pregunto sarcásticamente.
Sacude la cabeza y se pasa las manos por el cabello. Apoyo el codo en la encimera
y me inclino hacia un lado, esperando.
—Bueno, para tu información, no fue tan genial.
—¿Ah, sí? ¿Por qué? —Le sigo el juego.
—Nunca he tenido que esforzarme tanto para excitarme. Algunas personas no
tienen ni puta idea de lo que hacen cuando se trata de sexo.
—Oh —susurro, con la garganta repentinamente espesa.
Es más que probable que yo sea una de esas personas. En el gran esquema de las
cosas, prácticamente se me considera una mojigata cuando se trata del tema del sexo.
No es que haya intentado ser muy valiente a la hora de explorar el dormitorio, pero
Patrick lo mantiene bastante discreto entre nosotros.
—Crees que eres una de esas personas —afirma, leyendo literalmente mi mente.
Me burlo.
—No.
Me mira de arriba abajo con una mirada lujuriosa, sus ojos se centran en mis
muslos expuestos antes de seguir a lo largo de mi cuerpo mientras me asimila,
pensando.
—No, apuesto a que eres una de esas locas del armario. Las chicas buenas suelen
serlo.
No sé si es un cumplido o se supone que es un insulto. Es como si pudiera leer mis
problemas sexuales con solo mirarme a los ojos, asustado e intimidado.
—Lástima que el viejo Pat no pueda seguirte el ritmo. —Sonríe mientras su voz
ronronea.
—¿Lástima que no pueda qué?
La alegre voz matutina de Patrick llena la habitación e inmediatamente aspiro.
Disimulo mis ojos abiertos parpadeando profusamente, luego sonrío y corro hacia
Patrick para darle un rápido abrazo.
—Lástima que no puedas venir a la fiesta la semana que viene. Cole dijo que
estabas ocupado. —Hawke se aclara la garganta, frotándose la nuca.
—¿Cole? ¿Quién es Cole?
—Nicole —aclara, como si se hubiera expresado mal.
Esta es la única vez que consigue un pase por llamarme así.
Patrick le lanza una mirada curiosa y luego la aparta.
—Oh sí, debe haberte dicho que me iba de la ciudad. Estaré fuera unos días.
Hawke asiente con la cabeza lentamente, con los ojos ligeramente entrecerrados.
Está claro que nunca hemos hablado de ello, pero me sigue la corriente lo mejor que
puede.
El corazón se me sale del pecho. Trago saliva nerviosa y me dirijo a Patrick para
cambiar de tema.
—¿Almorzamos? ¿Quieres un sándwich hoy?
—No, comeré fuera. Quizá tú, si estás por aquí. —Me acaricia con la nariz y me
sonrojo de vergüenza.
Se inclina hacia mí y me da un beso en los labios, antes de apretarme contra él,
estrechándome frente a Hawke.
Miro rápidamente por encima del hombro de Patrick y veo a Hawke mirando
fijamente un punto del suelo. Tiene la mandíbula apretada y se agarra a la silla de la
cocina con los nudillos blancos, aparentemente incómodo.
Esta situación está volviendo demasiado incómoda para mí últimamente, pero no
puedo dejar que nadie sepa que me molesta. No quiero que nadie piense lo contrario.
Sonrío a Patrick y me alejo de su abrazo.
—Volveré sobre las cinco esta noche. ¿Quizás podamos ver otro episodio de
Survivor? Tenemos que ponernos al día. —Me besa la mejilla, coge las llaves de la
encimera y se dirige a la puerta—. Te quiero, Ángel. Que tengas un buen día. Hasta
luego, Hawke.
Survivor, su programa favorito que supone que me gusta porque disfruto pasando
tiempo con él, aunque me haga ver episodios antiguos de un reality show de
televisión sobreexplotado.
Sonrío y hago un leve gesto con la mano, cruzando los brazos en bata mientras me
muerdo el pulgar, observando su marcha.
—¿Survivor? —Hawke se burla desde detrás de mí.
Me giro, mirándole con el ceño fruncido.
—Cállate.
Se ríe de mi comentario y se sirve dos tazas de café. Una para él y mi taza favorita
para mí. ¿Se ha acordado?
—¿Se va la semana que viene? —pregunta, entablando una conversación trivial.
—Sí, por trabajo se va a Colorado, así que... supongo que estará fuera unos días.
—Bonito. —Frunce los labios y me mira como si esperara algo.
—¿Qué?
Se endereza de la posición en la que está.
—Nada, sólo quise decir bueno para él.
Actúa de forma extraña. Insinuando algo, mirándome raro, pero no consigo
entender qué pretende. Se entretiene, mirándome como si estuviera loca, por no
entender. Pero entender a Hawke y las complejidades que le rodean no es algo que
me resulte fácil.
Coge su taza y se dirige al salón, se deja caer en el sofá y enciende la televisión
como si llevara años haciéndolo.
No puedo ignorar el hecho de que su look es tan desenfadado. Las sudaderas
siempre le sientan bien a su figura alta y escultural. Pero es más que eso. Parece
contento y relajado. Su cara es mucho más brillante que cuando apareció
originalmente. Parece... más feliz.
¿Quizás «Susie-chupa-mucho» lo alivió?
Me llama, sacándome de mi pequeña ensoñación:
—Cole. Ven aquí. Scarface está en marcha.
Una sonrisa se dibuja en mi cara. Ahora estamos hablando mi idioma.
isfrutar del café mientras veo a mafiosos asesinarse unos a otros se ha
mañana siguiente, tras salir con Patrick hacia el aeropuerto y soltar más
comentarios del tipo lo siento y te llamaré todo el rato, él vuela a Colorado y yo vuelvo
a casa. Me siento vacía por dentro. Atrapada en un momento. Es una sensación
extraña que no puedo explicar.
No hay nadie cuando llego. No sé qué esperaba, pero supongo que esperaba ver a
Hawke de pie en la cocina, en chándal, haciéndonos un café mientras empieza The
Irishmen en Netflix. Pero no está. El lugar no podría estar más silencioso, más
solitario. Decido volver a la cama un rato, acurrucarme e intentar olvidarme de todo
y de todos.
Cuando me despierto unas horas más tarde, huelo el café que se está preparando
en la cocina. Me invade la emoción de saber que puede estar ahí fuera. Quizá haya
vuelto. Voy al baño y me vuelvo a lavar los dientes, me arreglo mi aspecto desaliñado
y me recojo el cabello en un moño desordenado. No me veo horrible, ni mucho
menos, pero me siento lo bastante guapa como para que me vean.
Al entrar en la cocina, miro a mi alrededor en busca de él. Veo la cafetera y un
trocito de papel rasgado al lado. Una nota con sus palabras garabateadas en la
superficie.
Para ti. Hasta luego.
Frunzo un poco el ceño al leer la nota. No puedo mentirme a mí misma. Había
cierta emoción en saber que hoy podría pasar el rato con mi nuevo amigo, ver
películas, tal vez incluso pedir algo de comida para llevar mientras trabajo
simultáneamente. No pasar tiempo con Hawke me hace darme cuenta de lo mucho
que disfruto pasando tiempo con él. Sobre todo ahora que tenemos libertad para
relajarnos.
Me hace sentir bien conmigo misma de una forma completamente nueva. Puedo
ser exactamente quien soy sin preocuparme de decir algo equivocado o parecer
idiota. No me juzga de ninguna manera, sobre todo porque él mismo ha pasado por
momentos difíciles. Es más abierto de mente que Patrick, lo que hace que hablar con
él sea deliciosamente interesante.
¿Nos vemos luego? Me pregunto cuándo significa eso. ¿Esta tarde? ¿Esta noche? Me
preocupa no saberlo. Lo dejo a un lado, cojo el delicioso café y empiezo a trabajar en
mis ediciones del día. Por suerte, me encanta mi trabajo y, cuando me interesa de
verdad, me absorben historias que me llevan a lugares desconocidos durante horas.
Hacia la hora de cenar, la casa sigue en silencio. Le envié un mensaje a Patrick esta
tarde, preguntándole si había llegado bien, pero no me contestó. Me prometió que
me enviaría un mensaje, FaceTime, lo que fuera, pero no había oído nada.
Después de enviar mi trabajo y prepararme un plato de sopa para cenar, acepto
que probablemente no sabré nada de nadie esta noche. Me acomodo en el sofá para
ver algunas reposiciones de una de mis comedias favoritas cuando oigo ruidos en la
puerta.
Traquetea, y la puerta tiembla, hasta que oigo un fuerte golpe contra ella, seguido
de un sonido de arrastre. Mi ritmo cardíaco aumenta, la respiración se me entrecorta
en el pecho. Me levanto, corro alrededor del sofá para asomarme por la mirilla y no
veo más que unas piernas que parecen salir del fondo de la puerta con unas botas de
combate negras que me resultan demasiado familiares.
Dejo escapar un suspiro y lo abro mientras Hawke vuelve a caer dentro de mí.
—Joder —gime.
—¿Hawke? ¡¿Qué estás haciendo?! —Grito, cogiéndole por debajo de los brazos.
Es tan pesado, es peso muerto. Apesta a alcohol y a una combinación de otras
sustancias. Está claro que está hecho un lío. Recuerdo vagamente que le dijo a Kid
que no pueden pillarle drogándose en este momento. Podría volver a la cárcel. Tengo
que meterlo en esta casa.
—Cole. —Vuelve a gemir—. No quería que...
—Shhh, vamos. Entremos.
Con su ayuda, consigo arrastrarlo hasta la casa y tumbarlo en el sofá.
—¡¿Qué has hecho?! ¿Estás borracho? ¿Qué te has metido? —le pregunto con
legítima preocupación.
—Sólo, sólo vete a tu habitación —murmura, pasándose las manos por la cara.
Su camiseta negra le sube por el abdomen y veo el tatuaje que dice «Todo santo
tiene un pasado, todo pecador tiene un futuro» justo encima de la pelvis. Sus vaqueros
rotos y oscuros cuelgan de su delgada cintura, sus pesadas botas, casi desatadas, y
su cabello despeinado.
—¿Qué? No.
—¡Vete a tu cuarto, Cole! —me grita, con los ojos inyectados en sangre clavados
en mí.
—No —replico.
Tira la cabeza hacia atrás contra el sofá, abandonando la lucha, claramente no en
el estado de ánimo adecuado para siquiera intentar ganar esta batalla.
Me dirijo a la cocina, lleno un vaso grande de agua helada y se lo doy antes de
coger una pizza congelada y meterla en el horno.
A regañadientes, coge el agua y se bebe el vaso entero delante de mí. Escucho
cómo su anillo labial golpea el vaso, observo cómo su garganta se retuerce y su nuez
de Adán rebota mientras se lo traga todo. Se saca el vaso vacío de la boca y el agua
se le pega a los labios como si le encantara donde está. Ni siquiera se da cuenta de
que le estoy mirando descaradamente.
—¿Patrick está en Denver? —pregunta, mirando fijamente a la pared como si
intentara concentrarse.
—No lo sé, creo que sí. —Me encojo de hombros.
—¿No te ha llamado? —Sus ojos se entrecierran con disgusto.
Niego con la cabeza. Se burla y pone los ojos en blanco.
Estoy segura de que mi relación con Patrick es una broma para él. No parece el
tipo de hombre que querría comprometerse con una sola persona. ¿Dónde está la
diversión en el sexo suave y las peleas ocasionales? Pero es el amor que él no ve lo
que hace que valga la pena, es la confianza lo que hace que se mantenga. ¿Verdad?
Una vez terminada la pizza, le llevo un plato lleno hasta donde sigue tumbado en
el sofá.
—No tenías por qué hacer esto —comenta, aún sonando confuso, mirándome a
través de sus largas pestañas, con los ojos rojos como siempre.
—Cállate y come —respondo, y luego sonrío, porque me ha sentado bien decirlo.
—Maldita sea. ¿Quién eres? —Me mira con las cejas levantadas, luego me
devuelve la sonrisa perezosamente, cogiendo la pizza de mis manos.
Él come y yo le lleno el vaso de agua.
—Gracias —murmura.
—Entonces, ¿vas a decirme por qué estabas bebiendo? —pregunto con humor.
—No.
—Ja, me lo imaginaba. Eres imprudente. Eres problemas —digo juguetonamente,
sentándome a su lado.
Bromear se está convirtiendo poco a poco en mi nuevo pasatiempo favorito. Me
gustan nuestras bromas.
Vuelve a reclinarse contra el sofá, se relame los labios y luego me mira con ojos
entrecerrados y sin humor alguno.
—No tienes ni idea.
Respiro y siento la boca seca como un desierto.
—Te traeré una manta.
Cojo una manta de la cesta que hay junto al televisor, dando por sentado que
probablemente se quede tirado donde está. Se la doy con una ligera sonrisa. Mira la
manta, luego me mira a mí y la coge con la mano. La misma mano con el halcón
negro. La misma mano con los anillos negros que le dan un aspecto de tipo duro. La
misma mano que grita masculinidad con su forma grande y áspera.
Después de cogerlo, me agarra la mano extendida. Sus ojos se cierran con fuerza,
como si luchara contra sí mismo sobre lo que está a punto de decir.
—Quédate.
La única palabra que sale de su boca como una orden, no como una pregunta. La
palabra que significa más que la propia definición. La palabra que conlleva un peso.
Un peso que estoy descubriendo que quiero llevar.
Vuelve a abrir los ojos enrojecidos, con los labios apenas entreabiertos, antes de
quitarse las botas y tumbarse despreocupadamente. Abre la manta para que me
tumbe a su lado. Me quedo allí un segundo, debatiendo si es o no una buena idea.
Sé que no lo es, pero encuentro cualquier excusa para que lo sea. Solo son mimos,
solo es el sofá, solo es un amigo. ¿Qué hay de malo en eso?
Me tumbo a su lado, con la espalda pegada a su pecho, mientras él me apoya la
almohada en el cuello. Está tan caliente, pero tan duro contra mí. Me rodea con su
largo brazo y me aprieta contra él mientras ajusta su posición, adaptándose
perfectamente a mí. Me inspira y suspira mientras se duerme lentamente. Me siento
mucho mejor de lo que debería y no sé qué hacer con eso. Me estoy perdiendo en él,
lenta pero inexorablemente.
Me dejo llevar a un nuevo lugar. Un lugar aterrador pero reconfortante,
increíblemente fácil pero lleno de problemas. Estoy cruzando una línea que no
debería cruzar, pero no puedo evitar acercarme cada vez más a esa destrucción
satisfactoria que deseo.
l día siguiente, sentada en la silla de mi escritorio, respiro hondo y me
6 "Down with the Sickness": "Abajo la enfermedad” es una canción del grupo estadounidense de heavy metal Disturbed.
Me había mencionado que era hijo único en nuestras conversaciones de sofá, sólo
él y su padre durante un tiempo antes de fallecer.
—Quieres preguntar, ¿ha sido duro estar solo sin nadie que me cubra las espaldas
en algunos de los momentos más jodidos de mi vida? —Se detiene un momento,
mirando el salpicadero—. Sí, lo ha sido.
Se me parte el corazón por él.
—Bueno, los hermanos no siempre son lo que parecen. Demonios, cuando le dije
a Johanna que te mudabas, lo único en lo que podía pensar era que se moría por
visitar... —Me impido terminar la frase.
Recordando nuestra conversación de la semana pasada, me doy cuenta de que no
debería haber sacado el tema.
Hawke se queda intrigado.
—¿Moría por visitar para hacer qué? —Sonríe, con un brillo problemático en los
ojos.
—Olvida lo que he dicho.
—¿Quiere follarme hasta dejarme sin cerebro? ¿Ponérmelo todo encima?
¿Conseguir una buena polla con el chico malo de la habitación por una noche? —me
pregunta, haciendo que me ruborice por su crudo uso de la verborrea.
—Básicamente.
—¿Cuándo viene de visita?
Le golpeo el pecho con la mano libre, haciéndole soltar una risita, y luego me
vuelvo hacia el asiento trasero. Patrick sigue inconsciente.
—Quiero decir, si se parece en algo a ti, lo llamaría una victoria.
Me sonrojo ante su comentario, intentando no sonreír.
—Ella es mucho más guapa —admito.
Me mira con el rabillo del ojo, claramente haciendo inventario de la mujer sentada
a su lado, posiblemente recorriendo el carril de los recuerdos de mi cuerpo desnudo
en su cama. Esto es más que incómodo.
—Lo dudo —dice con confianza—. Pero supongo que es mejor que nada.
—Qué clásico. —Me burlo de su broma.
—¿Qué, te molestaría? —pregunta en un tono más suave.
—¿Qué? ¿Qué te folles a mi hermana?
Me giro para mirarle y él espera con una ceja arqueada. Suspiro, volviendo a mirar
al frente. Pensándolo un momento, me doy cuenta de que me molestaría. Pero no
debería. Estoy con Patrick. No le reclamo nada a este hombre, ni le pido nada, pero
si soy sincera conmigo misma, me molesta. El problema es que no puedo ser honesta
con él.
—No. ¿Por qué lo haría? Estoy en una relación seria y tú eres libre de follarte a
quien quieras, como has hecho.
Se queda callado un momento. No contesta con un comentario inteligente como
de costumbre. Lo miro lentamente y veo que está mirando por el parabrisas con una
mirada extraña. De repente me arrepiento de mi decisión de no decir mi verdad.
Tras un momento de silencio, dice:
—No esperarás de verdad que me lo crea, ¿verdad?
Le miro y su sonrisa arrogante vuelve como si nunca se hubiera ido.
—De acuerdo —empiezo, mirando el asiento trasero por el retrovisor, y luego
hablo en voz baja—, Me molestaría. Un poco. Ya está. ¿Es eso lo que querías oír?
¿Estás contento ahora?
Se lleva las manos a la cabeza, echa el asiento hacia atrás y se encorva con un
suspiro de satisfacción.
—Sí.
Pongo los ojos en blanco ante su petulancia. Me ha engañado. Fui sincera y ahora
me siento como una tonta.
—¿No tienes suficientes mujeres en tu plato esperando una llamada? —pregunto
en tono condescendiente.
—Ninguna que se haga del rogar como tú —susurra con voz ronca, su sonrisa
crece por momentos.
—Dios mío, no jodas.
Se ríe y luego juega con su anillo labial. Sé que le encanta meterse en mi piel.
Literalmente, se le pone dura.
—Eres un petardo y ni siquiera lo sabes. Pero no pasa nada, tengo paciencia. —Me
hace una ligera inclinación de cabeza.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que ni siquiera sabes quién eres, y sin embargo parece que te reprimes.
No lo entiendo. Pero estaré aquí cuando lo descubras.
Sus palabras golpearon algo muy dentro de mí. El pensamiento ha pasado por mi
mente antes. Me pregunto si estoy viviendo una mentira. Preguntándome si esta
vida que he estado planeando es realmente lo que necesito o si se ha convertido en
un hábito. Un hábito cómodo que me tranquiliza. ¿Cómo puede ver a través de mí
de esta manera? Me molesta.
—Lo dice el hombre que lo aguanta todo y se folla todo lo que camina.
Se ríe entre dientes y luego su rostro se vuelve sombrío.
—Eso es... diferente.
Le miro y me mira de reojo a través de sus oscuras pestañas. Veo la tristeza que
lleva dentro. En una mirada, puedo sentir que está sufriendo en un lugar que no deja
que nadie vea. Tal vez pueda sentir que veo un lado diferente de él. Tiene ese aspecto
en el que parece que quiere decirme algo, pero una fuerza fuera de su control se lo
impide. Como si rezara para que lo adivine y no tenga que decírmelo.
—Vale, ya hemos establecido que a veces el sexo no significa nada para ti. —
Intento continuar con algún tipo de conversación.
—No follo mucho —dice.
—Oh, ¿como esa chica morena y delgada con la que entré? O quizás la pelirroja de
la puerta. ¡Oh, no! Apuesto a que significaba algo con esa chica rubia con curvas. Sí,
apuesto a que era algo con ella. —Me burlo de él como él se burla de mí.
—Sabes, prestas mucha atención para alguien a quien supuestamente no le
importa. Debes pensar mucho en ello. —Sonríe, y veo que ha vuelto la jocosidad.
Oigo a Patrick seguir roncando detrás de mí.
—No pienso en ello en absoluto. —Sonrío con suficiencia, mintiendo entre dientes.
No he dejado de pensar en ello.
—No pasa nada si quieres pensar en mí cuando... ya sabes —comenta en voz baja,
mirando hacia el asiento trasero y luego de nuevo hacia mí con esa sonrisa
diabólicamente malvada.
Me quedo con la boca abierta y jadeo ante su crudeza.
Se sienta en su asiento, se inclina hacia mí y me pasa el cabello por detrás de la
oreja sin perder de vista el asiento trasero. Trago saliva ante su cercanía y cierro los
ojos al sentir su contacto. Hago todo lo posible por no moverme y mantener la
concentración antes de sacar el auto de la carretera.
—Porque te garantizo que estaré pensando en ti, envuelta fuertemente a mi
alrededor, corriéndote alrededor de mi polla, mientras me masturbo en la ducha esta
noche —susurra, con el anillo de su labio haciéndome cosquillas en la oreja.
Mi pecho sube y baja rápidamente mientras sus palabras vuelven a embriagarme.
Seducción llena de lujuria. No, otra vez no.
—¡Ponte, ponte el cinturón! —Tartamudeo, sin aliento y nerviosa.
¿Por qué sus palabras me hacen cosquillas entre las piernas? Él abre la boca y yo
sólo quiero hacer cosas malas. Lo necesito impulsivamente y no puedo soportarlo.
Le hace cosas a mis hormonas que no puedo procesar mentalmente. Él es malo. Es
malo para mí. Él es una tentación horrible que no puedo estar cerca.
—Está en marcha. —Se ríe entre dientes, claramente riéndose de mi incapacidad
para hablar.
—Supongo que estás recuperando el tiempo perdido, como dijo Kid.
—¿Qué? —Se endereza en su asiento. —¿Qué te dijo de mí?
Su tono cambió de juguetón a enfadado en cuestión de segundos.
—Sólo que estabas compensando los últimos cinco años con todas esas mujeres.
Mira por la ventanilla lateral y se pasa la mano por el cabello mientras expulsa
aire.
—No es así —dice en tono directo, mirando hacia la carretera.
—No pasa nada. Es sólo sexo. No significa nada, ¿verdad? —Respondo, usando
sus palabras con un poco de sarcasmo.
No olvido el hecho de que después de lo que hicimos me dijo que no significaba
nada. Por muy mala que sea la situación, aún significó algo para mí, aunque aún no
haya descubierto qué es ese algo.
Se burla y luego sacude la cabeza, casi con cara de fastidio.
—A veces puede significar algo —susurra tras una leve pausa, bajando de nuevo
la mirada hacia sus anillos. Vuelve a mirarme con la mandíbula apretada y una
expresión triste, como si lo que está a punto de decir le doliera de un modo
inexplicable—. Contigo significaba algo.
Su mano roza la mía en la consola y su dedo meñique se cruza con el mío. El
pequeño gesto lo dice todo y me emociona al instante. Le devuelvo la mirada y siento
el peso del momento y cómo lo cambia todo.
—También significó algo para mí. —Suspiro, siendo sincera.
Patrick gruñe detrás de nosotros, moviéndose en sueños, y Hawke aspira
inmediatamente y se aparta del contacto. La sensación... tan definitiva, como si
ambos hubiéramos admitido por fin que allí había algo real, pero reconociéramos
que el momento se había llevado lo que acabábamos de descubrir.
Finalmente volvimos a la casa, el resto del viaje lleno de preguntas silenciosas.
Preguntas que azotaban mi cabeza. Me sentía más perdida que nunca, como si mi
cabeza y mi corazón no estuvieran alineados como antes. Estaba desgarrada.
—Hogar, dulce hogar —dice Hawke sarcásticamente antes de salir del auto y
entrar trotando en el lugar.
No puedo evitar mirarle mientras cruza despreocupadamente la puerta. Está tan
conjuntado sin esfuerzo. Seguro de sí mismo, sexy. Es realmente injusto cómo
incluso en la forma en que trota ligeramente, lo veo. Es ridículamente atractivo, no
se puede negar..
Estaciono el auto, me desabrocho el cinturón y me doy la vuelta para despertar a
Patrick. Entro en casa y me dirijo a nuestro dormitorio, donde me pongo algo más
cómodo cuando él viene detrás de mí.
—Siento haberme dormido. Últimamente estoy muy cansado.
Me giro hacia él. Su dulce sonrisa me saluda, sus manos rodean mi cintura. ¿Qué
estoy haciendo? Estoy fatal.
—Te quiero, Patrick —confieso, sosteniendo su cara entre mis manos, sintiendo de
nuevo el peso de la culpa.
¿Cómo pude hacerle esto? No ha sido más que dulce e increíble. Se esfuerza tanto
por mejorar mi vida, ¿y qué hago yo? Actúo como una niña, actuando
impulsivamente, haciendo lo que quiero, sin importar a quién lastime.
—Yo también te quiero. —Me devuelve la sonrisa, sus ojos amables como un
cuchillo en mi corazón—. Estoy tan feliz contigo y como están las cosas...
Me trago un enorme nudo que tengo atrapado en la garganta, sin sentir nada más
que remordimiento. Me rompe el corazón saber lo que le he hecho. No se merece
esto. Necesito resolver esta mierda y acabar con ella.
—Sólo quiero que sepas que aunque vaya a estar más tiempo fuera, es todo por ti,
por nosotros.
—Espera, ¿qué?
Se sienta en la cama y tira de mí para que me una a él. Otra vez no.
—Tengo otro viaje en camino.
Mi corazón se hunde.
—Sólo un par de días otra vez. De vuelta en Colorado. —Hace una pausa,
mirándome con cara apenada—. ¿Estás enfadada conmigo?
—¿Qué se supone que debo decir, Patrick? No puedo hacer nada al respecto. Si me
quejo, entonces soy una novia molesta que está siendo egoísta, y si no lo hago,
entonces sufro internamente. —Me paso una mano por el cabello, tirando de él de
raíz.
—Sé que no es fácil. Pero estoy tratando de establecer una vida para nosotros.
—¿Una vida en la que tú estás de viaje todo el tiempo y yo estoy sola? Tal vez eso
es lo que tu madre firmó con tu padre, pero nunca esperé esto. Esto nunca fue parte
de tu plan. Pensé que odiabas que tu padre estuviera en la carretera cuando estabas
creciendo. Nunca quise eso. Te quería a ti. Por eso me mudé aquí. Por eso dejé mi
vida en casa, para estar aquí contigo, no sola.
—Lo sé. Sé que lo dejaste todo. Sé que no tienes a nadie aquí. —Me agarra las
manos, tirando de ellas hacia su regazo—. Pero soy yo quien está apoyando tus
elecciones de vida. Y necesito este trabajo para hacerlo. Empezaré desde abajo,
aunque sea en la empresa de mi padre, e iré subiendo. Para eso, tengo que hacer el
trabajo de abajo.
Lo está haciendo otra vez. Haciéndome sentir como nada sin saberlo. Entiendo
que él es el sostén económico entre nosotros, pero para mí la vida no se trata de la
apariencia y el dinero. No me importa presumir de riqueza. No necesito la última
moda ni el auto más nuevo; no necesito la casa más grande del barrio. Sólo quiero
algo real.
—Me voy el próximo fin de semana, pero me he tomado unos días libres para que
podamos pasar más tiempo juntos. —Mueve la cabeza para poder mirarme con su
adorable sonrisa.
—¿Lo hiciste? —pregunto ansiosa, sintiéndome llena de una pizca de alegría.
Lo está intentando. Se está comprometiendo por mí. Y ni siquiera lo merezco.
—Sí, e incluso podría tener una pequeña cita planeada para nosotros.
—Patrick. —Me muerdo el labio inferior, conteniendo las emociones inminentes—
. ¿En serio?
—Sólo intento que estés contenta. —Arruga la nariz mientras me revuelve el
cabello juguetonamente.
Nos acurrucamos en la cama el resto de la noche, los dos solos, abrazados, viendo
algún programa de Netflix en mi portátil como solíamos hacer. Tengo la esperanza
de que haya algo más, de que se produzca algún tipo de cambio entre nosotros. Estar
aquí con él me reconforta, aunque no me lo merezca.
Caigo en un profundo sueño antes incluso de saber si el agua del baño se ha
abierto.
os días siguientes fueron increíbles.
está ocupado.
Parece que este torneo de póquer ha tenido una gran participación este año. El bar
está repleto de caras nuevas y viejas, la mayoría de ellas a punto de desmayarse antes
de tiempo. No puedo evitar mirar con nostalgia a la puerta, esperando a que llegue.
Sé que soy una estúpida por hacer esto, pero no puedo evitar la emoción que siento
cada vez que se abre la puerta ante la posibilidad de que sea él.
John llega unas horas más tarde con una gran sonrisa. Este tipo es siempre tan
feliz. Es contagioso estar cerca de él.
—¡Nic, Nic! Ahí está! —declara, caminando por la parte de atrás del bar, dándome
un pequeño abrazo de lado. —¿Cómo estás, cariño?
—Bien, hoy está muy concurrido —digo, señalando con la cabeza el alboroto de
gente.
—Lo sé. Deberías haberme llamado. Podría haber venido antes para ayudar.
—Eh, no hay nada que no pueda manejar. —Le guiño un ojo antes de que la puerta
se abra de nuevo.
Es una locura. Siento su presencia antes de verla. Se me eriza el vello de los brazos
y me pongo ansiosa al instante, pero me tranquilizo al verle. Es la sensación más
extraña, una a la que claramente no estoy acostumbrada.
Ahí está, con sus vaqueros negros desgastados, una camiseta negra suelta pegada
a su cuerpo y sus tatuajes, el acento perfecto para todo el conjunto. El cabello de
Hawke vuelve a estar ligeramente peinado hacia atrás, con esos mechones que caen
hacia delante, colgando sobre sus ojos, y su forma alta y escultural hace que la gente
que le rodea parezca insignificante.
Kid camina detrás de él mientras se dirigen a la mesa del fondo. Al pasar, Hawke
vuelve la cabeza, conectando sus ojos con los míos. Su rostro duro se quiebra en una
tímida media sonrisa mientras un trozo de mi corazón se desprende y cae en la boca
de mi estómago.
Conocemos nuestro pequeño secreto y me excita saber que no hace ni veinticuatro
horas estaba dentro de mí. Se pasa la mano por el cabello antes de lamerse los labios
mientras sus ojos me miran con coquetería. Me muerdo la comisura del labio y
suspiro mientras habla con Kid.
—Ustedes parecen estar llevándose bien de nuevo, ¿eh? —La voz de John me saca
de mi mirada con un sobresalto.
—Eh, sí... nos hemos llevado bien —escupo rápidamente, volviéndome para
remover el hielo de la nevera que no necesita ser removido.
Se apoya en el respaldo de la barra, cruzando los brazos con una sonrisa de duda,
mirando fijamente a Hawke y luego de nuevo a mí.
—Creo que está colado por ti —dice mientras Hawke me mira desde el asiento en
el que está sentado, haciendo que me ruborice.
Está recostado en su silla, con un codo apoyado en el respaldo, una de sus piernas
extendida despreocupadamente mientras se muerde la punta del pulgar como hace
él, mirándome fijamente como si estuviera imaginando todas las cosas que quiere
hacerme más tarde.
—Eso es absurdo —le respondo a John, todavía mirando fijamente a los ojos de
Hawke, incapaz de despegarlos.
—Quiero decir, eso explicaría la ira. Estaba luchando contra sus sentimientos por
ti, probablemente odia verte con Patrick, deseando que fuera él quien te abrazara a
altas horas de la noche. Eso tiene que ser incómodo, ¿eh? —Se ríe en broma antes de
apartarse de la barra y coger unos vasos recién lavados y apilarlos.
Podría morirme.
—Cállate, John. —Le empujo juguetonamente en el pecho mientras él sigue
riéndose.
Los ojos de Hawke se entrecierran ligeramente ante el contacto mientras se
incorpora en su asiento observándonos. Agito las pestañas, sintiéndome un poco
abrumada, antes de sacudir la cabeza ante la conversación y volver al trabajo.
John y yo trabajamos increíblemente juntos, como siempre, yendo de un lado para
otro, llenando bebidas el uno para el otro, poniendo bebidas en las cuentas, tomando
los pagos mientras el otro mezcla cócteles. Voy a preparar un ron con coca-cola para
alguien cuando se acaba la coca-cola de la fuente.
—Mierda —susurro para mis adentros—. John, tengo que conectar otra coca.
Vuelvo enseguida.
Me hace un gesto con el pulgar mientras se inclina sobre la barra, intentando oír a
otro tipo por encima del volumen de la música.
Me dirijo al pasillo trasero de la sala de suministros. Al abrir la puerta, unos dedos
me agarran por el brazo y me empujan a través del pequeño y oscuro espacio. Jadeo
antes de ver de quién se trata. Me giro y veo a Hawke, que se inclina sobre mí con
una sonrisa juguetona mientras me ayuda a entrar en el pequeño armario y cierra la
puerta tras de sí.
Presiona sus labios contra los míos con fuerza, encontrando mi lengua de
inmediato. Gimo y vuelvo a apoyarme en la pared opuesta mientras sus manos me
acarician la cara. Paso las manos por la parte baja de su espalda, bajo su camisa y
toco su cálida piel mientras seguimos besándonos. Es tan necesario, esta necesidad
de tocarlo, la necesidad de saborearlo de nuevo. Se aparta, aparentemente sin aliento,
antes de volver a sonreír con su media sonrisa perfecta.
—Cole, ¿qué me estás haciendo? —me pregunta antes de darme besos suaves y
dulces por toda la cara.
Agarro su camisa con las manos, tirando de él hacia mi cuerpo, necesitando volver
a sentir esa parte de él contra mí. Se aprieta contra mí, clavando mis caderas contra
la pared. Me inclino hacia él, le lamo el cuello, encuentro una pequeña zona de piel
justo por encima de la clavícula y chupo, arrastrando los dientes con rudeza. Gime
profundamente y deja caer la cabeza mientras le dejo una marca.
—Joder —dice sin aliento, apretando su erección contra mí, levantando el borde
de mi camiseta y encontrando la piel por encima de mi cadera.
—Hawke, tengo que volver ahí fuera. —Sonrío mientras me besa el cuello.
Gime y hunde la cara en mi cuello.
—Lo sé. No pude evitarlo. Echaba de menos tu sabor. —Pasa sus labios por mi
mandíbula.
Le tiro un poco hacia atrás por los hombros para poder mirarle. Le rodeo el cuello
con las manos y le rodeo la mandíbula con los pulgares.
—¿Esta mañana te fuiste a arreglar mi auto?
—Claro, hoy tenías que ir a trabajar —me dice, como si fuera idiota por mi parte
pensar que no lo haría.
Suspiro y vuelvo a mirar sus labios y esos ojos dulces que me estrujan el alma.
—Muchas gracias. Muchísimas gracias. No puedo...
—Cole. Para —interrumpe—. Haría cualquier cosa por ti.
Se me revuelve el estómago al sentir las mariposas de sus palabras desatadas en
mi interior. Lo miro con asombro, dejando que todo se asimile.
—Vamos, déjame que te conecte esto, luego puedes volver ahí fuera —dice,
cogiendo la caja de detrás de mí.
Ambos salimos a distintas horas, él un minuto antes que yo, para asegurarnos de
que no nos pilla nadie mirando. Sonrío para mis adentros, saltando de nuevo detrás
de la barra, cuando me doy cuenta de que nadie lo ha hecho mientras sigo sirviendo
bebidas y tomando pedidos.
Sirvo unos chupitos para un grupo de hombres mayores cuando oigo un ligero
alboroto procedente de la esquina trasera. La esquina de Hawke.
—¡Supongo que hoy beberemos con escoria! —grita un hombre en claro estado de
embriaguez.
Levanto la cabeza al oír sus palabras. Mira hacia la mesa donde están sentados
Hawke, Kid y algunos de sus otros amigos. Se queda ahí sentado, mirando al tipo
con los ojos entrecerrados, el cuerpo relajado con la barbilla levantada y las cejas
juntas, claramente sin entretenerle.
—¡Jodidos yonquis por todas partes! —vuelve a gritar el hombre.
John está en el otro extremo de la barra ayudando a unos clientes, ajeno al alboroto,
así que me dirijo hacia la interrupción. Hawke me ve acercarme e inmediatamente
su rostro se llena de ansiedad.
—Un puto desperdicio de espacio. Hay que mantener encerrados a animales como
tú —dice, dirigiendo su ira a Hawke.
Me quedo con la boca abierta ante su falta de respeto mientras mis ojos viajan entre
él y este hombre.
—Señor, tiene que irse —le digo con severidad, acercándome a su lado.
—¿Qué? —Se gira para mirarme—. ¡No, joder, no! —me grita a la cara.
Hawke se levanta bruscamente y lanza su silla hacia atrás para colocarse entre
nosotros, mirando al hombre peligrosamente. De repente parece tan intimidante y
amenazador. Lejos del tipo suave y amable que acaba de conocerme en la trastienda.
—Kid, sácala de aquí —dice tranquilamente con la mandíbula apretada, sin
apartar los ojos del hombre que tiene delante.
Kid me agarra suavemente del brazo.
—Vamos, dejemos que se encarguen de esto.
Me lleva de vuelta hacia la barra cuando le cojo la muñeca con la mía, retorciéndole
el brazo hacia atrás para liberarme de su agarre.
—¡Ah! ¡Maldita niña! —grita.
Marcho de nuevo hacia el hombre que está en la cara de Hawke, acercándome a
su lado, dispuesta a empujarlo yo misma si es necesario.
—¿Qué se siente al ser un pedazo de mierda literal? —Le gruñe con una asquerosa
sonrisa de suficiencia.
No puedo soportarlo más. Lo está provocando, degradándolo, sabiendo que
Hawke no puede hacer nada al respecto. Asumo que sabe quién es por la forma en
que le está hablando con desprecio. Claramente conoce su historia y el hecho de que
fue a prisión.
La mirada en la cara de Hawke es suficiente para romperme el corazón. Veo su
dolor, veo su ira. Entrecierra los ojos, aprieta la mandíbula con fuerza con los puños
curvados a los lados. Está furioso y emocionalmente perturbado, pero no puede
expresarlo.
Pongo suavemente la mano en el hombro de Hawke, con la esperanza de que se
calme, pero se sobresalta y esquiva bruscamente mi contacto, asustándome un poco.
Respiro y retrocedo, repentinamente intimidada.
—Dilo, te reto, joder —amenaza Hawke entre dientes al hombre, con el pecho
agitado por la ira.
—¿Ah, sí? ¿Qué vas a hacer? ¿Matarme? —responde con cara de complicidad.
Un rostro cómplice con una palabra que me produce un escalofrío inmediato.
El tipo de escalofrío que me sacude hasta la médula.
ué vas a hacer? ¿Matarme?
C ropa sin prestar atención a lo que hago. Me meto las llaves del bar en el
bolsillo lateral, con la esperanza de que haya algo que pueda ponerme para
mi turno de esta noche.
—¡Nic, vuelve aquí y háblame! —Patrick grita mientras salgo del dormitorio,
dirigiéndome a la cocina.
Es demasiado.
Las mentiras, el engaño, la siembra de desinformación en mi cabeza. No puedo
creer la forma en que trata de contorsionar, retorcer y doblar la verdad a su gusto.
Es un narcisista, un mentiroso manipulador y repulsivo que se alimenta de controlar
a los débiles. Está haciendo todo lo que Hawke dijo que haría. Su último y enfermizo
intento de ejercer dominio sobre mí. No puedo soportarlo más. Estoy más allá de sus
trucos. Patrick está muerto para mí.
—Cole, por favor. Todo entre nosotros ha sido real. Me conoces —suplica Hawke,
con la voz entrecortada—. Conoces mi verdadero yo.
La idea de que Hawke me mienta sobre lo que ha pasado es absurda. ¿Una trama
de venganza? Claro, la idea puede haber sido posible al principio, sobre todo
después de darse cuenta de que había captado mi atención de la forma tan innata en
que lo hacía, pero ¿llegar tan lejos? ¿Tener declaraciones de amor, exponerme su
dolor, mostrarme sus cicatrices y dónde las ha cubierto con mis palabras? Imposible.
Él es el que ha sufrido aquí, y él es el que ha tenido que soportar el peso de estas
mentiras.
Incluso cuando está aquí de pie, mirándome, pasándose ansiosamente las manos
por el cabello, está aterrorizado. Aterrorizado hasta lo más profundo de lo que le
hace sentirse completo a mi lado, sabiendo que no puede perder lo que le hace seguir
viviendo. Está aterrorizado de perderme, mientras que Patrick simplemente está
aterrorizado de perder.
Patrick está recurriendo a sus viejas costumbres, haciendo lo único que puede para
tratar de controlarme como lo ha hecho estos últimos años, pero el abuso controlador
termina aquí. Los hechos están escritos en mi corazón, y hace tiempo que sé a quién
creer, en quién puedo confiar de verdad.
Hawke me sigue, dando vueltas alrededor de la mesa de la cocina, observándome
con una ansiedad que no soporto ver. No necesita más angustias en su vida, y nunca
tendrá que preocuparse por eso conmigo.
—Hawke, ¿estás listo? —Pregunto, levantando la vista para mirarle, echándome
la mochila al hombro.
Entrecierra los labios y se queda mirando con las cejas levantadas, como si lo que
acabo de decir no se le hubiera pasado por la cabeza. Cierro el espacio que nos
separa, sin importarme una mierda que Patrick nos esté mirando. Oigo a Hawke
suspirar aliviado a mi lado y me molesta. Me duele que le preocupara tanto que yo
cayera en la trampa.
—Cameron, mírame —exijo, agarrando su camisa en mi puño y tirando de él hacia
mí, asegurándome de que sus ojos se fijan en los míos—. Nunca te perderé en la
locura.
Da un respingo, tragándose sus emociones, mientras me agarra rápidamente por
la nuca, atrayéndola hacia sí mientras apoya la frente contra la mía.
Es casi como nuestro apretón de manos personal, nuestros abrazos en la frente. Es
íntimo, nos conecta en nuestro pequeño mundo, aunque sólo sea por un momento.
—Te quiero —susurra sin aliento.
—Y yo a ti —le susurro.
Después de coger sus cosas de la habitación, nos dirigimos hacia la puerta, cogidos
de la mano, saliendo de la casa con Patrick gritando tras nosotros.
—¡Esto es una locura, Nic! Espera a ver lo que viene! —grita frenéticamente detrás
de nosotros mientras nos alejamos—. ¡Esto no ha terminado! ¡Estás jodido Hawke!
Me detengo en seco y me giro hacia él, dejando que Hawke tropiece a mi alrededor
en mi rápida pausa. Me acerco de nuevo a Patrick, que está de pie en el escalón de la
entrada, con el calor en los ojos. Estamos cara a cara, y todas mis inseguridades me
han abandonado. No veo al hombre que solía amar. Veo a un mentiroso manipulador
que engaña a su paso por la vida, destruyendo a otros a su paso. Ahora sólo me
queda la rabia y el resentimiento por la persona a la que tanto me esforcé en querer,
una persona con la que intenté tener un futuro, pero nunca pude conseguirlo.
—Que te jodan, perro asesino —gruño antes de darle en la cara con todo el puño
que puedo.
Sí, la violencia no siempre es la mejor opción, pero hice lo que tenía que hacer.
Hawke no puede pegarle, Ben no puede pegarle, así que hice lo que había que hacer.
Por ellos.
Hawke corre inmediatamente hacia mí, me tira de la cintura y se interpone entre
nosotros, por si Patrick intenta tomar represalias.
—¡Vas por un camino oscuro, Nic! —Grita, ahuecando su ojo donde dejé un
pequeño corte cerca del pómulo—. ¡Confía en mí, no quieres hacer esto!
La voz de pánico de Patrick se desvanece mientras sigo caminando hacia mi auto,
donde Hawke comprueba mi puño antes de frotarme suavemente los nudillos. Mete
la bolsa en la parte de atrás del auto y luego pasa la pierna por encima de la moto y
la acelera a mi lado.
—Nos vemos en el sitio —le digo, antes de despachar de un manotazo a Patrick,
que sigue de pie ante la puerta con los puños cerrados.
Salgo de la entrada y me siento mucho más ligera que al entrar. Siento un gran
alivio. Es liberador. Se acabó. Se acabó total y completamente.
C acaban de ocurrir, saco las llaves del contacto y me siento en el asiento del
coche, mirando fijamente la casa que tengo delante.
Hawke fue con Kid como le ordené. No sin pelear, por supuesto. Prácticamente se
puso de rodillas, rogándome que fuera con él hasta que llamáramos a la policía. Sin
embargo, no lo escuché. Sabía lo que había que hacer y, por desgracia, la policía no
podía hacerlo. No es que no apreciara su preocupación, sobre todo después de lo que
ya habíamos soportado. Lo hice, más que nada. Su amor por mí es más que evidente,
y lo siento en lo más profundo de mi ser.
Pero esto es más grande que su preocupación por mí. Esto es más grande que
nosotros. Se trata de hacer justicia a la gente que la merece. Este soy yo buscando
expiación para el que amo. Este soy yo, derribando la casa en lo alto de la colina
quemándola con las llamas que ha encendido a mi alrededor.
Rápidamente llamé a la policía desde el viejo teléfono público que había a la vuelta
de la esquina, informándoles del hombre que yacía inconsciente fuera del bar. No
dije nada más antes de colgar. No tenía tiempo para explicar los detalles en aquel
momento. Necesitaba poner el plan en marcha.
Cuando llego, el auto de Patrick está en la entrada, así que sé que está aquí,
probablemente durmiendo como el puto bebé que es.
Sabía que no era una coincidencia. El hombre en el bar, las amenazas, las tácticas
de miedo. Es absurdo siquiera suponerlo. Esta familia, estas personas, harán todo lo
posible para mantener sus secretos ocultos, especialmente en medio de esos secretos
pendientes de exposición. Y sin embargo, ninguna cantidad de dinero o miedo
puede evitar que la verdad salga a la superficie en mi presencia. El suelo bajo mis
pies es firme, mis pies están plantados como robles, listos para resistir esta tormenta.
En cuanto abro la puerta del auto, hago otra llamada a la policía desde mi número
antes de guardarme el teléfono en el bolsillo.
Patrick sale de la casa al mismo tiempo que yo me acerco a las escaleras, lo que me
hace aspirar un suspiro de sorpresa. ¿Me estaba esperando? ¿O estaba esperando al
tipo con el que me acabo de encontrar? Pensarlo me produce literalmente un
profundo estremecimiento en los hombros. La visión de él, que antes me producía
una sensación de tranquilidad, ahora no hace más que provocarme aversión por todo
lo que representa.
—O finalmente entraste en razón con un empujoncito, o me trajiste mi teléfono.
¿Qué es, Nic? —Levanta las cejas, haciendo que yo baje las mías.
¿Su teléfono?
Su teléfono.
Debió dejar caer su teléfono en el bar cuando Leonard le echó, situándole allí
durante el incidente.
—Tú me enviaste a ese hombre —declaro, sacudiendo la cabeza con total
disgusto—. No puedo creerlo. ¿Le enviaste allí para hacer qué? ¿Violarme?
¿Torturarme? ¡¿Cuál era tu plan?!
Pone los ojos en blanco.
—Deja de ser tan dramática. Ese tipo de cosas pueden pasar cuando trabajas en
ese ambiente. Ya te lo advertí.
Su arrogancia consciente hace que mis entrañas ardan de ira y venganza. Por eso
vi al hombre allí antes, y por eso me agarró. Fueron los enfermizos intentos de Patrick
de controlar la situación a su alrededor y hacerme abandonar el bar mediante tácticas
de intimidación y miedo.
—¿Así que tú preparaste esto? Lo enviaste allí para asustarme, sin saber que iba a
intentar violarme. Y entonces, ¿qué? ¿Tus celos sacaron lo mejor de ti?
—Lo siento, ¿qué? ¿Celos?
—¡¿Por qué lo hiciste?! —Le grito—. ¡Podrías haberlo matado, sabes!
Hace una pausa, inclina la cabeza hacia mí, confuso. Claro que está confuso, lo que
digo no tiene sentido para él porque no estaba allí, pero la policía al otro lado del
teléfono no lo sabe.
Su rostro se contorsiona, mirándome.
—No sé de qué estás hablando, pero sólo puedo esperar que haya funcionado.
Quizá ahora te des cuenta de qué lado quieres estar. Te dije que desenterrar viejas
tumbas no sería bueno para ti —afirma, demostrando que envió a ese tipo allí para
joderme.
En el momento perfecto, también. Hawke estaba encerrado en ese momento, y yo
estaba sola, necesitada de ayuda. O bien esperaba que volviera corriendo a casa, a la
comodidad de sus brazos, o peor aún, el tipo planeaba mantenerme callada para
siempre. Al darme cuenta de ello, mi cuerpo se estremece de rabia y me clavo las
uñas en las palmas de las manos.
Desciende lentamente las escaleras hacia mí y llega a la base, donde estoy de pie
con las llaves en la mano, el pecho hinchado y la mirada fija en el mal. Me quita el
cabello de la frente con la mano. Se lo quito de un manotazo.
—No me toques —me quejo.
Suelta la mano, riéndose de mi comportamiento mientras se mete las manos en los
bolsillos.
—No juegues con gente fuera de tu liga, Nic. Perderás siempre.
—¿Fuera de mi liga? —pregunto con sarcasmo—. Oh, ¿cómo Hawke? ¿Estaba
fuera de tu liga? Nunca alcanzaste tu estatus de élite, ¿eh?
—Definitivamente —dice con suficiencia—. Está muy por debajo de donde tú
podrías estar. Por eso no entiendo por qué pierdes el tiempo con todo este acto de
desafío.
No soporto a este hombre. ¿Por qué no me di cuenta antes? ¿Por qué no pude ver los
verdaderos colores de este individuo enfermo y retorcido con el que casi me había
encerrado para toda la vida? Todo en esta familia es una fachada. Las apariencias
buenas, sanas y puras cubren las almas engañosas, conspiradoras y arrogantes que
hay debajo.
—Si Hawke es tan inferior a ti, ¿por qué siquiera ofrecerle un lugar para vivir?
¿Por qué actúas como si le estuvieras ayudando cuando no podría importarte
menos?
—Porque era lo correcto —vuelve a decir la estúpida frase—. No es como si tuviera
algo o alguien de todos modos.
—Es muy fácil acusar de asesinato a un chico sin nada a su nombre, ¿eh? —
pregunto, ladeando la cabeza—. Aún más fácil mentir diciendo que te pegó cuando
en realidad fue una mujer la que te hizo ese pequeño moratón que llevas.
Se ríe. Tiene la audacia de reírse. Tengo que mantener la calma, tranquilizarme y
continuar, pero cada vez me cuesta más. Necesito retroceder.
—No entiendo por qué necesitas seguir insistiendo en esto. De verdad, no lo
entiendo, Nic. Es ridículo para mí.
Me quedo con los ojos muy abiertos, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
¿Cómo es posible que no lo entienda?
Suspira y mira al suelo antes de que sus ojos vuelvan a posarse en los míos.
—Ojalá hubiéramos podido olvidarlo todo —dice en voz baja, y su rostro se
suaviza.
Percibo un abatimiento en lo más profundo de su ser, un dolor en su corazón por
haberme perdido en algo fuera de su control.
Necesito explotar eso.
Suspiro y me pongo la mano en la frente para calmarme.
—Tengo derecho a saberlo, sobre todo si tenemos una oportunidad de futuro
juntos, Patrick —respondo en un tono más suave, que huele a sinceridad.
—Ya no sé si un futuro contigo es lo que mi familia quiere para mí. Especialmente
después de lo que has hecho. Sean sabía que pasaba algo entre ustedes, pero no
quería creerlo.
—¿Pero qué quieres, Patrick? —pregunto suavemente—. Sí, he cometido errores.
Sí, he hecho cosas que no debía, pero eso no hace que lo nuestro desaparezca,
¿verdad? ¿Qué hay del perdón? —Me acerco lentamente a él.
—Las cosas horribles que dijiste en el bar. —Tuerce la cara mientras habla—. Sé
que no es tu carácter hacer esos actos viles. Estabas actuando en desafío, diciendo
cosas para meterte bajo mi piel. Lo entiendo.
—Tienes razón. No estaba siendo honesta. Nunca iría tan lejos como para dejar
que alguien te quitara eso.
Lo haría. Lo haría una y otra vez.
—Lo sé, Nic. Y es verdad, no puedo apagar estos sentimientos por ti, por mucho
que tus indiscreciones me digan que debería. Tienes tanto que hacer. Tanto que
demostrarme.
Me muerdo el labio inferior y le miro con ojos débiles y tristes. Esto es exactamente
lo que necesita. Una forma de mantener el control sobre mí por mi necesidad de
demostrarle que soy digna de su amor. Me devuelve la mirada y su actitud arrogante
se relaja un poco. Sé que hay una parte de él que aún me quiere y que desearía que
pudiéramos volver a esa época más fácil. Una época en la que las preguntas
interminables y las verdades difíciles no eran un problema para él.
—Podemos empezar por ser sinceros el uno con el otro. Nadie más que nosotros
tiene que estar presente en nuestra relación. Solo nosotros y nuestros secretos —le
susurro, dándole la sensación de seguridad que parece necesitar para abrir esa
cámara acorazada que es su pasado.
Toma aire, se acerca a mí y me coge la mano. Le dejo, mientras decide sincerarse.
—¿Qué pasó Patrick? —Pregunto en voz baja, apretándome más contra él.
—No puedo atribuirme el mérito de los acontecimientos posteriores al accidente
y la forma en que se gestionó. Eso fue cosa de mi padre. —Mira la hierba bajo sus
botas—. Me ayudó a salir de ese dilema potencialmente catastrófico. En cualquier
caso, lo hecho, hecho está. No se puede cambiar el pasado, Nic.
El dolor, que me parte el corazón por la mitad cuando le oigo decir que la muerte
de Ben es su dilema, casi me inutiliza hasta que encuentro la fuerza en mi interior.
La fuerza para Hawke. La fuerza para Ben.
—Así que fuiste tú —susurro, ya sabiéndolo—. Estabas en ese auto.
—¿Es esto lo que necesitas para avanzar? —pregunta, frustrado.
—Es lo que necesito, es lo que necesitamos. —Asiento, en acuerdo.
Suspira, sacudiendo la cabeza como si fuera un niño pidiendo más caramelos.
—Sí, Nic. Yo estaba en ese auto. Yo conducía, y chocamos. Pudo haber sido
cualquiera de nosotros. Todos estábamos borrachos. Los accidentes ocurren, pero no
vale la pena arruinar algunos futuros.
Le miro con los ojos abiertos como platos. No puedo creer que ese idiota lo haya
admitido.
—¿Eres feliz ahora? ¿Estás listo para dejar el pasado en el pasado y seguir adelante
como el resto de nosotros? —pregunta, poniendo los ojos en blanco como si todo este
suceso no fuera más que una pequeña mancha que hubiera que tapar.
Suspiro, cierro los ojos mientras las lágrimas caen libremente y una enorme sonrisa
se dibuja en mi rostro. Nunca había sentido tanto alivio, tanta felicidad, la pura
satisfacción de saber que por fin se han roto las cadenas.
Antes de que pueda decir nada más, oigo que se acercan los autos. Las luces
empiezan a parpadear a mi alrededor cuando la policía se acerca a la propiedad.
Suelto su mano y doy un paso atrás para sacar el teléfono del bolsillo y comprobar
que sigue encendido, y así es. Me acerco el teléfono a la oreja y oigo a una mujer
informar a otra persona de que la policía está en el lugar. Lo han oído todo y ahora
sé que lo han grabado.
—¡Levante las manos! —le grita uno de los policías a Patrick, apuntándole con una
pistola.
—¡¿Qué?! No... No, te has equivocado de persona. Esto es un error, ¡claramente! —
Patrick intenta razonar con él.
—Aquí no hay error —comienza el agente, acercándose a Patrick e intentando
ponerle las manos a la espalda.
—Hemos recibido numerosas llamadas, una de ustedes amenazando a una mujer
en el bar, otra acosándola físicamente, y luego, por supuesto, está el hombre
golpeado hasta el coma.
John debió llamar a la policía después de nuestra conversación, y Leonard,
después de la escena que se desarrolló ante él en el bar.
Y luego está Hawke. Vicioso como el infierno cuando necesita serlo, para
protegerme, sin importar el coste. Por no mencionar que fue recientemente liberado
por otra condena injusta en la que claramente no tenían pruebas. Julie debe haber
trabajado su magia para él. Independientemente de cómo llegó allí, la verdad del
asunto es que me salvó total y completamente de ese horrible hombre. De ambos, en
realidad.
—¡Yo no he hecho eso! ¡Es una locura! Yo nunca lo haría! —Patrick grita mientras
intentan agarrarle las manos que se balancean.
—Viendo sus nudillos, diría lo contrario —afirma el agente, agarrándole e
inspeccionando sus puños.
Efectivamente, los cortes de su explosión en el dormitorio cuando golpeó la pared
de yeso y tiró la lámpara le vinieron muy bien. Literalmente encajan en el perfil de
una persona que golpeó a alguien hasta dejarlo inconsciente.
—¡No fui yo! ¡Nunca defendería a esta... a esta zorra! ¡Se lo merecía!
—Tu celular fue encontrado en el lugar —menciona el policía mientras continúan
con sus protocolos—. ¿Cómo vas a explicar eso?
Está perdiendo la cabeza. Se agita mientras los agentes le detienen, pide a gritos a
sus abogados, a su padre, todo lo que espera que pueda salvarle, pero ya nada puede.
La policía le tiene, y ahora, tienen su confesión.
Veo llegar otro auto, Kid y Hawke. Apenas espera a que el auto reduzca la
velocidad para saltar del lado del copiloto, tropezando un poco antes de ponerse en
pie y correr hacia mí.
—¡Cole! —Me agarra rápidamente bajo el brazo mientras me envuelvo en él
mientras escruta el espacio que nos rodea, asegurándose de que no hay amenazas
para mi seguridad—. No te ha tocado, ¿verdad? ¡¿Estás bien?!
—No, no lo hizo. Estoy bien. De hecho, nunca he estado mejor.
—¿Qué has hecho? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo...? —Se pasa una mano por el cabello
antes de bajársela por la cara mientras contempla los autos de policía, a Patrick y
toda la escena.
Me vuelvo hacia él, le agarro la cara con las palmas de las manos y capto toda su
atención. Sus ojos están preocupados, confusos, pero confiados.
—Confesó —digo con los ojos llenos de lágrimas, parpadeando mientras sigo
hablando—. Confesó, Cameron, y lo tienen todo.
Su rostro está blanco como un fantasma mientras me mira con total incredulidad.
—Señor, apártese, por favor —le ordena otro agente mientras terminan de
empujar a Patrick a la parte trasera del auto de policía.
Me tira hacia un lado y me rodea con los brazos mientras vemos cómo se desarrolla
todo. Patrick vuelve a mirarme y ve que Hawke sujeta mi cuerpo contra él.
—¡Hijo de puta! ¡Teníamos un acuerdo! No verás ni un céntimo! —grita Patrick,
destruyéndose por completo sin la presencia de su padre para detenerlo—. ¡Y ella!
¡¿Ella?! ¡Miente! Nunca he tocado a nadie. ¡No te saldrás con la tuya! Cuando mi
padre...
Su voz se corta cuando la puerta se cierra de golpe, poniendo fin al ruido tóxico
que invade nuestros oídos antes de que se alejen lentamente.
Agarro las manos de Hawke y me llevo los nudillos a los labios.
—Intactos —susurro mientras él arquea una ceja—. Tus nudillos. Los guantes de
moto.
A veces el destino lo alinea todo. Tienes que soportar el dolor y vivir en él para
ganar fuerza, para volverte indestructible por ti mismo y luchar contra los monstruos
que encuentras con sus propias debilidades. Todo lo demás encaja a la perfección.
Kid corre detrás de nosotros sin aliento, como si hubieran sido diez kilómetros y
no los diez pasos que tardó en llegar hasta nosotros desde el auto. Los tres nos
quedamos en silencio un momento, viendo cómo se lo llevan, viendo cómo el auto
desaparece por fin de nuestra vista. Veo que Cameron se limpia las lágrimas de los
ojos, y sé que es Ben quien está en su mente. Lo aprieto con fuerza, sintiendo cada
pedacito de esta justicia poética.
Otro agente se me acerca, recaba mis datos para llevarme a una declaración oficial
y a más interrogatorios. Si Hawke lo permite, claro. Está agarrado a mí, sus brazos
me envuelven con tanta firmeza que me hace sentir un consuelo que nunca he
conocido.
—Supongo que estaré aquí, esperándote —dice, girándose para sostenerme la cara
entre las manos, mirándome con tanta adoración y amor que siento que el corazón
se me va a salir del pecho.
—Como debe ser, es tu casa —respondo con una sonrisa fácil.
Me agarra por la nuca, me atrae hacia él, nuestras frentes se juntan mientras me
mira fijamente.
—Mi hogar está aquí mismo —dice con convicción, moviendo la palma de la mano
hacia el lugar donde reside mi acelerado corazón.
Me pongo de puntillas y atrapo sus labios con los míos para darle un beso dulce y
suave, antes de que vuelva a juntar nuestras frentes.
—Me liberaste de mi jaula, Cole. Me devolviste a la vida y me liberaste —susurra
con tono entrecortado.
—Nos liberamos el uno al otro, Hawke —le susurro, sujetándole el cuello y
mirándole amorosamente a los ojos—. Y ahora es nuestro momento de volar.
h, Cam. —Gimo, cerrando los ojos con fuerza—. Me duele.
M en un lado de la cabeza.
Esta fue su estúpida idea. Su plan para reunirnos a todos y eliminar
la incomodidad del aire. La tensión que siente no es simplemente un odio entre dos
individuos que no tienen nada en común y no se llevan bien. No, no es eso en
absoluto.
Es una tensión sexual que arde como un incendio entre dos personas que no hacen
más que desearse. Sabiendo que está mal, sabiendo que el deseo sexual está
prohibido, pero sintiendo constantemente la necesidad de quemarnos hasta
convertirnos en cenizas y carbón humeante.
Se ha desmayado. Noqueado en un profundo sueño de borracho. Demasiados
tragos de Patrón, claramente. Pero mientras pienso en ello, todo empieza a tener
sentido. Este fue el plan de Hawke todo el tiempo.
Los últimos días han sido duros para mí. Hawke volvía a estar alejado de Patrick
y de mí, entrando y saliendo de casa a horas intempestivas, lo que hacía casi
imposible que conectáramos a ningún nivel. Fue una época tan confusa, de la que
estuve a punto de liberarme. Mi corazón estaba destrozado, pero en realidad,
simplemente echaba de menos pasar tiempo juntos.
Pero ahora, aquí estamos, con la botella casi vacía sobre la mesita y los tres vasos
de chupito delante de cada cuerpo, un recordatorio del juego de beber —para
conocernos— que se le ocurrió a Hawke.
Nada de ese juego era inocente, como Patrick suponía. Las preguntas empezaron
fáciles. Fuimos dando vueltas, cada uno por turno. Podías responder a la pregunta
que te hacían o disparar si querías permanecer en silencio. Parecía que Patrick tenía
muchas cosas de las que no quería hablar. La tensión entre los dos chicos creció hasta
convertirse en algo realmente incómodo a medida que se sucedían los disparos
silenciosos.
Respondí a la mayoría de las mías, pero cuando las preguntas de Hawke
empezaron a volverse extrañamente sexuales, todo se silenció por mi parte. Por
suerte, Patrick entraba y salía de la conciencia, incapaz de captar las sutiles señales
que Hawke me lanzaba. Sus ojos recorrían constantemente mi cuerpo, lamiendo ese
anillo labial mientras me miraba.
Desvío la mirada de Patrick, que está recostado en el extremo opuesto del sofá,
con la boca abierta, completamente ajeno al mundo, a Hawke, que se ha acomodado
convenientemente a mi lado en la parte larga del sofá.
Mi ceño fruncido no consigue disuadir la sonrisa descarada que luce en su rostro
estúpidamente perfecto mientras intenta tirar de la manta del respaldo del sofá para
taparnos. Me quito la suave manta gris de las piernas y se la devuelvo. Soy testaruda
y él se está pasando de la raya si cree que podemos abrazarnos delante de Patrick,
conscientes o no.
Se ríe ante mis voluntariosos intentos de apartarme antes de agarrarme con fuerza
del brazo, tirando de mí hacia él y directamente sobre su regazo. Grito al sentir la
fuerza e intento zafarme de su agarre. Es demasiado fuerte y tiene las manos
demasiado grandes. Me retuerzo contra su regazo, intentando quitármelo de encima,
sin ignorar que se está poniendo duro debajo de mí. Esto es tan inapropiado. Mi
novio está desmayado al otro lado del sofá.
—¡Suéltame! —Susurro, volviéndome hacia él.
Sus ojos se entrecierran y una sonrisa diabólica crece, disfrutando completamente
de esta situación que ha creado tan convenientemente.
—No.
Rápidamente me vuelve a girar para que me ponga de espaldas a él, sujetándome
el muslo con un control dominante.
Cada vez es más difícil negar la raíz del problema. Nuestro deseo inherente que
es cada vez más imposible de ignorar.
—Te he dicho que pares —le digo bruscamente, mirando hacia mi novio y de
nuevo hacia él. Su sonrisa desaparece y una mirada oscura cruza sus ojos—. Esto.
Justo aquí —digo señalando entre los dos—. Está mal. Tenemos que parar.
—No —responde de nuevo, descartándome por completo.
Me rodea la cintura con un brazo y me atrae aún más hacia él, con mi endeble
pantalón corto contra su sudadera, dejando solo una fina capa de tela entre nuestros
sexos doloridos, demasiado ansiosos por volver a conectar. Cierro los ojos con
fuerza, tragando saliva en un intento de calmar mis nervios, calmar mi mente,
mierda... calmar cualquier cosa en su presencia.
Tira de la manta hacia arriba y nos cubre de nuevo, se echa más hacia atrás en el
asiento del sofá, arrastrándome con él. Sacudo la cabeza ante su implacable misión.
—Nunca has respondido a mi pregunta —dice, cogiendo el mando a distancia que
tiene al lado y dirigiéndolo hacia el televisor, buscando algo entre los canales.
Pongo los ojos en blanco, sé que no puede verme la cara, pero necesito hacerlo de
todos modos.
—Ese era el objetivo de tu estúpido juego de beber. ¿No quieres contestar? Tómate
un chupito. Mierda elemental, compañero.
Se agarra a mi carne cerca de la cadera con la mano que me rodea la cintura,
disgustado por mi comportamiento burlón, su pulgar se desliza sin esfuerzo hacia
arriba y por debajo de mi camiseta de tirantes, tocando más de mi piel.
He descubierto que me gusta cabrearle. Nunca actué así con Patrick. Nunca le
contestaría como lo hago con Hawke. Presionando los botones de Patrick obtengo
un sermón sobre valores cristianos. Si lo hago con Hawke, me follan en el asiento
trasero de un auto.
—Sabes que tenía que hacer esto —me gruñe al oído, dando a conocer su
frustración—. Debía tenerte para mí solo. De una forma u otra.
Me mata cuando dice cosas así. Me dan ganas de abrazarlo y estrecharlo contra
mí. Pero la vida no es tan simple.
Por fin encuentra lo que buscaba. Una escena aparece en la pantalla ante nosotros
mientras mis ojos se abren de par en par con incredulidad. Vuelvo la mejilla para
mirarle, lanzándole una mirada interrogante mientras él se limita a mantener sus
ojos oscuros y encapuchados en la pantalla.
Una hermosa mujer con curvas espectaculares, enfundada en lencería roja, está
encaramada a cuatro patas en medio de la cama de una habitación de hotel. Un
hombre está al borde de la cama, completamente desnudo, acariciándose ante ella,
mientras el otro se sienta de nuevo en el sofá, observándoles con la mano en los
pantalones.
Hawke puso porno después de que me negara a responder a la pregunta de si lo
había visto o no. Ese imbécil. Se está burlando totalmente de mí.
No podía responder a la pregunta lasciva con Patrick, mirándome de la forma en
que lo hacía. Por supuesto que había visto porno antes. Soy un ser curioso. Pero eso
era una lata de gusanos que no estaba dispuesto a abrir durante el juego de beber, o
nunca para el caso. Esas cosas son privadas para mí. Un trago rápido de una
sustancia que quemaba la garganta era una alternativa bienvenida.
Suelto un grito ahogado cuando veo a la mujer llevarse al hombre a la boca. El
calor recorre mi cuerpo y sube hasta mis mejillas, donde es obvio que me ruborizo,
aunque solo nos ilumine la tenue luz de la película.
Siento cómo Hawke me recoge el cabello a un lado de la nuca, cómo me rodea su
cálido pecho desnudo, sus fuertes brazos que me aprisionan contra él, haciendo que
mi cuerpo cobre vida. Soy consciente de cada cresta muscular que me roza, de su
delicioso almizcle amaderado con toques de cuero y cigarrillos que provoca algo
salvaje en mis sentidos. Me roza la piel de la oreja con los labios y soy totalmente
consciente de cada caricia que me hace palpitar el corazón en la noche.
—Ese tipo que se masturba en el sofá —susurra Hawke con su tono ronco y
profundo mientras nuestros ojos miran hacia la pantalla—. Ese es su marido.
Me fijo en los anillos que llevan los dos. ¿Qué demonios es esto?
—A algunos hombres les gusta ver a su chica follada por una polla más grande.
Trago saliva de nuevo, sintiéndome totalmente reseca en el desierto que es la cruda
sexualidad de Hawke. Me aprieta contra él, recorriendo con mi culo la cresta
endurecida de su creciente erección.
—Hawke —respiro—. Por favor. No podemos.
Pero mis súplicas pasan desapercibidas cuando sus manos encuentran mis muslos
bajo la manta. Suben lentamente antes de agarrarme por la parte blanda del interior
de los muslos, tirando de mí hacia atrás hasta que estoy encima de su polla, con el
culo apoyado en el bajo vientre. Me giro para volver a mirar a Patrick. Dios, voy a ir
al infierno por esto.
—No se despertará —me susurra, siguiendo mi mirada—. No importa lo fuerte
que grites.
En cuanto dice las palabras, sus dedos encuentran mi centro. Recorren mi
montículo cubierto por el fino material de algodón, resbaladizo y húmedo, en cuanto
me aprietan.
Suelto un gemido ahogado mientras él gime de placer.
—Jesús, Cole... —murmura contra mi nuca.
Mis ojos vuelven a encontrar la pantalla mientras veo al hombre montar a esta
mujer, la mano de su marido trabajando más rápido mientras sus pantalones se
deslizan más abajo, exponiendo su crudo acto.
Es todo tan erótico, tan lascivo, tan insaciablemente embriagador. Estoy viendo
cómo otro hombre toma a su mujer mientras Hawke me toma a mí delante de Patrick.
Me aparta los pantalones y desliza un dedo por mi raja.
—Hawke —vuelvo a protestar antes de que me llene con su dedo.
Vuelvo a apoyar la cabeza en su pecho, que sube y baja más deprisa que antes. Su
otra mano se desliza por debajo de mi camisola y me coge el pecho con su gran
palma. El hombre de la pantalla chupa los pezones de la mujer, mordisqueándolos
con los dientes al mismo tiempo que Hawke pellizca los míos entre sus dedos.
Mi cuerpo vuelve a pedirlo a gritos, como siempre. Lo necesito en lo más profundo
de mí. Deseando nuestra conexión como un mal hábito que no cesa.
Todo es demasiado. Demasiado. Tengo una sobrecarga sensorial viendo la película
mientras él juega conmigo, con la paranoia de que Patrick se despierte y nos vea
acariciándonos las partes íntimas y follando en seco al ritmo del porno.
Sólo mierda de compañeros de piso, ¿verdad?
Hawke introduce otro dedo en mí, y su pulgar me rodea el clítoris mientras el
sonido de mi excitación envuelve sus dedos. La sensación de su erección
presionando bajo mi culo mientras empuja con cada inserción de sus dedos me dice
que se está imaginando, deslizándose en mi cálido y húmedo centro.
—Joder, Cole —gime frustrado—. Te encanta ver porno conmigo, ¿verdad, nena?
Escuchar sus palabras es suficiente para ponerme al borde del orgasmo. Ya estoy
dejando escapar gemidos entrecortados, dándole todas las señales que necesita para
decirle que siga.
—No —dice de repente, retirando los dedos y empujándome un poco hacia arriba.
Mi mente entra en modo pánico. Le pedí que parara, ¿pero ahora es él quien lo
hace?
—Necesito estar dentro de ti —exige.
Mi ceño se arquea de confusión. Seguro que no puede estar pensando en hacer
esto ahora mismo. Aquí no.
Siento cómo ajusta sus caderas detrás de mí, bajándose el chándal lo justo para
quedar al descubierto. Le vuelvo a poner la palma de la mano en el pecho desnudo
para detenerlo.
—Hawke —advierto de nuevo—. Esto no es...
Me acerca de nuevo a su pecho, levantando la manta y cubriéndonos, negando mis
inútiles protestas y ocultando lo que sea que haya planeado a la vista de Patrick. Me
aparta los pantalones, los estira y sus largos brazos se extienden entre mis muslos
para acercarse a mi entrada. Antes de que pueda decir una palabra, me sujeta por las
caderas y me guía hacia él.
Siento cómo la gruesa e hinchada cabeza se hunde en mis paredes, cómo el resto
de su enorme longitud me estira cuanto más me deslizo, cómo mi sexo se ondula con
una dolorosa satisfacción.
Ambos jadeamos al sentirlo antes de sentir cómo apoya la cabeza en mi nuca.
Intenta mantener la compostura. Intenta respirar. Sé que tiene muchas ganas de
gruñir y volver a golpearme. Sé lo difícil que es para él quedarse quieto cuando todos
esos impulsos eléctricos se disparan salvajemente ante la sensación de su crudeza
dentro de mí.
—Oh, Hawke —digo sin aliento—. No deberíamos estar haciendo esto aquí.
Me agarro a un clavo ardiendo en busca de un poco de claridad, pero con la forma
en que mi cerebro se está volviendo confuso, la forma en que la habitación está ahora
un poco nebulosa, sé que estoy perdiendo cualquier control que desearía tener.
—Me encanta cuando sueltas mierda inútil con mi polla dentro de ti —murmura
contra mi cuello.
Gimo fuerte cuando separa mis muslos con los suyos, accediendo a lo más
profundo de mí, haciendo que el bajo vientre se me contraiga de placer al sentir que
me llena. Rápidamente me tapa la boca con la mano por precaución.
—Muerde si es necesario —me dice besándome la cabeza—. Ahora abre los ojos,
preciosa. Mira la pantalla conmigo.
Ni siquiera me había dado cuenta de que los había cerrado con fuerza ante las
sensaciones. Abro los ojos justo cuando aparece un primer plano del hombre
follando a esta mujer por detrás, penetrándola sin descanso, haciendo que su culo
rebote con los empujones, mientras su marido sigue mirando.
El hombre es salvaje. Insaciablemente salvaje. Es como si hubiera estado mirando
a la mujer de su amigo durante mucho tiempo y finalmente tuviera la oportunidad
de liberar toda esa frustración sexual contenida. Ahora está gruñendo, agarrando su
carne, aparentemente cerca. Es increíblemente sexy.
Hawke tiene una mano en mi boca y la otra me presiona el clítoris mientras se
desliza dentro de mí, con la cabeza apoyada en mi hombro y los ojos fijos en la
película.
Patrick se mueve de su posición en el sofá y ambos nos congelamos al instante.
Cierro los ojos, como si ese simple acto me protegiera de su ira, pero él no se
despierta. Solo se revuelve un poco y uno de sus brazos cae por un lado del sofá,
arrastrando los nudillos contra el suelo mientras sigue roncando.
Mi ritmo cardíaco se dispara, y ahora mi cuerpo está en plena bajada de ansiedad.
Nos quedamos quietos, conectados, hasta que la respiración de ambos se regula
lentamente y podemos terminar lo que hemos empezado.
Puedo sentir lo mojada que estoy por esta experiencia. Ya sea por el porno, por el
hecho de que esto sea tan tabú o por el simple contacto de Hawke, estoy locamente
excitada. Aprieto su polla dentro de mí mientras nos quedamos quietos en el sitio y
él casi se dobla.
—Joder, Cole. —Gime en mi cuello—. Me voy a correr si vuelves a apretarme así.
Así que, naturalmente, lo vuelvo a hacer.
—Ah, mierda —sisea, antes de levantar la mano y meterme dos dedos en la boca.
Sus movimientos se vuelven agresivos mientras penetra mi humedad una y otra
vez.
—Te lo dije. —Empuja—. No lo hagas. —Empuja—. Eso. —Empuja.
Gimo alrededor de sus dedos, chupándolos con la lengua, sintiendo espasmos
alrededor de su ancha base cada vez que me penetra hasta la empuñadura mientras
nos movemos juntos.
Ambos estamos ardiendo. El riesgo de que nos pillen haciendo algo tan indecente
es nuestro combustible. Jadeando descontroladamente en su mano, Hawke me coge
el pecho, me pasa el pulgar por el pezón lleno de guijarros, vuelve a hundir la cabeza
en mi cuello y me tiende la mano.
No necesita aguantar mucho. Arrastra la mano hasta mi sexo, se moja los dedos y
los cubre con mi excitación antes de hacer rápidos círculos contra mi clítoris.
Es demasiado. Eso, los gemidos y gruñidos de la gente en la tele, la forma en que
su lengua ha encontrado mi oreja, lamiéndola a lo largo. Y el hecho de que mi novio
esté aquí, borracho y desmayado, para que Hawke pudiera follarme como tanto
necesitaba.
Con mi cuerpo ansiando su dulce liberación, me dejo llevar, cayendo en él,
sintiendo cómo empiezo a tener espasmos a su alrededor. Él también lo siente,
porque su respiración se convierte en rápidos jadeos contra mi cuello.
—Me corro —susurro apenas con los ojos cerrados, mientras una intensa oleada
de placer me recorre el cuerpo desde el cuello, bajando por la columna vertebral,
hasta la base del estómago y los dedos de los pies.
Se me escapan débiles gritos ahogados mientras me estrecha contra su pecho con
más fuerza que antes. Se estremece bajo mi forma marchita, apretándome tan
profundamente mientras se pierde con un profundo gruñido en mi hombro justo
después de mí.
Mi respiración se calma mientras sus manos recorren suavemente mi piel.
Enseguida miro a Patrick, que sigue durmiendo a menos de tres metros de nosotros.
Me deslizo lentamente fuera de Hawke, su polla todavía hinchada y pesada golpea
contra su abdomen tenso mientras sale de mí. Odio lo mucho que me gusta esa
sensación. También odio lo mucho que me gusta ver su polla, reluciente y mojada
por mí.
Me pongo delante de él, me arreglo los pantalones y me giro para mirarle con una
pequeña mirada. Parece totalmente satisfecho cuando sus perezosos ojos de sexo
encapuchado encuentran los míos antes de que su labio se curve en una sonrisita.
—Nunca más. —Le digo con la boca mientras vuelve a ajustarse el chándal.
Enarca el ceño, se quita la manta de encima y apaga la película antes de levantarse
y acercarse lentamente a mí. Su estatura me impresiona mientras se pasa una mano
por el cabello negro que le cuelga. No puedo evitar admirar la forma en que sus
músculos se flexionan mientras merodea hacia mí, observando cómo sus ojos
oscuros y llenos de lujuria recorren mi figura. Entro en el cuarto de baño y él me
sigue, con la espalda pegada a la pared mientras cierra la puerta tras nosotros.
Sonríe antes de agarrarme por la nuca y llevarme a sus labios. Me besa
apasionadamente, como si se hubiera estado muriendo por hacerlo todo el tiempo
que estuvimos conectados, pero no hubiera podido. Su lengua masajea suavemente
la mía, provocándome escalofríos. Me mete suavemente el labio inferior en la boca y
lo suelta mientras su frente se apoya en la mía. Sus ojos encuentran los míos, y es
mucho más que simple lujuria. Esta simple mirada encierra una profunda emoción,
pero él se la traga mientras sus labios se curvan en una pequeña sonrisa.
—¿De nuevo, dices?
Mi gente
He tenido la increíble suerte de rodearme de algunas de las personas más
increíbles que me han empujado hacia el objetivo final de publicar mi obra.
A Jason, por mostrarme que las personas tienen muchas caras y lados. La
ignorancia no siempre es una bendición, y enfrentarse a las duras verdades puede
abrir tu mente a mucho más. Eres mi roca.
A mi familia, por alimentar siempre mis esfuerzos creativos allá donde me
aventuro.
A Cari, por demostrarme que la sangre no te convierte en familia, y por estar
siempre de mi lado desde el principio.
A Kathy, por pronunciar siempre mal este libro y hacerme reír siempre.
A todo mi equipo de Instagram, a los amigos que nunca he conocido pero con los
que hablo de libros a menudo: sois mi gente. Estoy muy agradecida por el empujón
que me habéis dado para publicar y por el apoyo que me habéis brindado para hacer
realidad mi sueño.
A Nordika, por ocuparse de mi caos y guiarme en este proceso. Eres una auténtica
joya de mujer.
A Jenn, por ayudarme a afinar esto hasta convertirlo en algo mágico. Eres
literalmente fenomenal.
A todos mis muchos lectores y seguidores en Wattpad e Inkitt que han estado ahí
desde el principio; siempre estaré agradecida por vuestro apoyo y amor sin fin,
empujando para que este libro se publique y finalmente se haga realidad. ¡Os quiero
a todos!
MAMÁ
APASIONADAS
VIDAS PARA REÍR
CREA PARA RESPIRAR
A MENUDO SE PIERDE EN OTRA DIMENSIÓN