PEREZ GOMEZ 1996 Comprender La Enseñanza en La Escuela
PEREZ GOMEZ 1996 Comprender La Enseñanza en La Escuela
PEREZ GOMEZ 1996 Comprender La Enseñanza en La Escuela
- La media de lo observable.
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Por otra parte, los fenómenos sociales en general y los educativos en particular, como hemos visto
en los capítulos precedentes, manifiestan dos características que los diferencian claramente de los
fenómenos naturales:
Se requiere, por tanto, un modelo metodológico de investigación que contemple las peculiaridades
de los fenómenos objeto de estudio. La naturaleza de los problemas estudiados debe determinar las
características de los planteamientos, procesos, técnicas e instrumentos metodológicos utilizados y
no viceversa.
Es evidente que toda investigación se realiza desde una plataforma o matriz conceptual, un
paradigma (KUHN, 1975), que define las características del objeto de investigación, el tipo de
problemas que plantear y resolver, la propia esencia de los procesos de investigación, las
estrategias, técnicas e instrumentos que se consideran más adecuados y los criterios de validación y
legitimación del conocimiento producido.
Como hemos planteado ya en los capítulos precedentes, el objeto central de la práctica educativa en
la escuela debe ser provocar la reconstrucción de las formas de pensar, sentir y actuar de las
nuevas generaciones, ofreciéndoles como instrumentos o herramientas de trabajo, los esquemas
conceptuales que ha ido creando la humanidad y que se alojan en las diferentes formas de creación
cultural. Por tanto, más allá del mero rendimiento académico del alumno/a, estimado a través de
pruebas objetivas, el objeto de investigación es un complejo sistema de comunicación, que tiene
lugar en un espacio institucional determinado, donde se intercambian, espontánea e
intencionalmente, redes de significados que afectan al contenido y a las formas de pensar, sentir,
expresar y actuar de quienes participan en dicho sistema.
Así pues, los procedimientos de estudio e investigación tienen que ser de tal naturaleza que puedan
indagar la producción e intercambio de significados, sean cuales fueren sus medios o vehículos de
transmisión e intercambio en la compleja vida de la clase. Los indicadores extremos y observables
de los acontecimientos en el aula, no pueden tratarse como unidades uniformes que sean
susceptibles de suma y resta. Será necesario utilizar procedimientos que nos permitan llegar a
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comprender el significado de tales indicadores situándolos en el contexto físico, psicosocial y
pedagógico que los condiciona.
De este modo, la investigación educativa se propone salvar el vacío entre la teoría y la práctica,
entre la investigación y la acción, formando y transformando el conocimiento y la acción de quienes
participan en la relación educativa, experimentando al mismo tiempo que investigando o
reflexionando sobre la práctica. Así pues, el conocimiento que se pretende elaborar en este modelo
de investigación se encuentra incorporando al pensamiento y la acción de los que intervienen en la
práctica, lo cual determina el origen de los problemas, la forma de estudiarlos y la manera de ofrecer
la información.
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investigación en este campo ha sido escasamente educativa y, por tanto, ha merecido bien poco la
pena.
Para satisfacer esta finalidad, la investigación educativa deberá realizarse respetando en el diseño,
proceso y resultados los principios que le confieren el carácter de educativa. ¿Qué supuestos,
procedimientos, técnicas e instrumentos de investigación son los más adecuados para garantizar la
utilidad práctica, el carácter transformador del conocimiento?
Las deficiencias sentidas por las personas que investigan y por los profesores/as en la producción
de conocimiento válido para la práctica educativa dentro del modelo de investigación positivista han
provocado el surgimiento y desarrollo de un modelo alternativo, que bajo diferentes denominaciones:
cualitativo, naturalista, etnográfico, interpretativo (GUBA, 1983: ERICKSON, 1989) se preocupa
fundamentalmente por indagar el significado de los fenómenos educativos en la complejidad de la
realidad natural donde se producen. Cabría establecer claros matices diferenciales entre distintos
autores y enfoques dentro de este concepto paraguas. No obstante, para el propósito del presente
libro, lo importante es captar los principios y supuestos básicos y fundamentales en que convergen
los distintos enfoques, como alternativa clara y definida respecto a las posiciones definidas y
desarrolladas por el modelo positivista.
Puede considerarse el concepto de realidad social como el supuesto ontológico clave para entender
las posiciones restantes sobre la naturaleza del conocimiento y sus formas de producción.
A diferencia del enfoque positivista, que defiende una concepción relativamente estática de la
realidad social a imagen y semejanza de la realidad física, en el enfoque interpretativo se considera
que la realidad social tiene una naturaleza constitutiva radicalmente diferente a la realidad natural. El
mundo social no es ni fijo, ni estable, sino dinámico y cambiante por su carácter inacabado y
constructivo.
Por una parte, la vida social es la creación convencional de los individuos, grupos y comunidades a
lo largo de la historia. Las complejas así como cambiantes relaciones condicionadas, de conflicto o
colaboración, entre los individuos, grupos y sociedades han ido creando lo que denominamos
realidad social. Así pues, los modos de pensamiento y comportamiento individual o colectivo, así
como las normas de convivencia, las costumbres y las instituciones sociales, son el producto
histórico de un conjunto de circunstancias que los hombres construyen de forma condicionada, es
decir, que las elaboran activamente tanto como pasivamente las padecen.
Por tanto, si la realidad social es una creación histórica, relativa y contingente, del mismo modo que
se construye se puede transformar, reconstruir o destruir. Es una realidad en sí misma inacabada,
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en continuo proceso de creación y cambio. Por ello, no puede concederse el carácter de realidad
sólo a las manifestaciones actuales de los esquemas sociales dominantes, a las costumbres,
normas, leyes, instituciones e ideas hegemónicas. Las fuerzas, ideas y comportamientos marginales,
así como las posibilidades aún no exploradas de establecer otros modos de relaciones sociales son
también elementos, más o menos silenciados, de la realidad. ¿A qué hemos de conceder mayor
carácter real, a las realidades actuales, ya consolidadas o a las posibilidades latentes que diferentes
grupos pugnan por establecer; a las formaciones sociales ya construidas o a las ideas de
transformación de las mismas, que se desarrollan y utilizan para que emerjan nuevos modos de ser
y vivir?
Por otra parte, en el ámbito social, tan importantes son las representaciones subjetivas de los
hechos como los hechos mismos. O mejor, hechos sociales son redes complejas de elementos
subjetivos y objetivos. Tan importantes son las características observables de un acontecimiento
como la interpretación subjetiva que le conceden los que participan en el mismo. Así, cualquier
fenómeno que ocurre en el aula tiene una dimensión objetiva, el conjunto de manifestaciones
observables y una dimensión subjetiva, el significado que tiene para los que lo viven.
Así pues, para comprender la complejidad real de los fenómenos educativos como fenómenos
sociales, es imprescindible llegar a los significados, acceder al mundo conceptual de los individuos y
a las redes de significados compartidos por los grupos, comunidades y culturas. La complejidad de
la investigación educativa reside precisamente en esta necesidad de acceder a los significados,
puesto que éstos sólo pueden captarse de modo situacional, en el contexto de los individuos que los
producen e intercambian. Los comportamientos del sujeto, sus procesos de aprendizaje y las
peculiaridades de su desarrollo, solamente pueden comprenderse si somos capaces de entender los
significados que se generan en sus intercambios con la realidad física y social a lo largo de su
singular biografía. Para esta perspectiva, el hombre es un animal suspendido en redes de
significados que, en gran medida, él mismo ha contribuido a tejer.
Para el enfoque interpretativo, todo proceso de investigación es, en sí mismo, un fenómeno social y,
como tal, caracterizado por la interacción. De este modo, inevitablemente, la realidad investigada es
condicionada en cierta medida por la situación de investigación, pues reacciona ante el que investiga
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o ante la misma situación experimental. De manera similar, el experimentador es influido por las
reacciones de la realidad estudiada, por el conocimiento que va adquiriendo, por las relaciones que
establece y por los significados que comparte. Si el influjo de interacción existe de cualquier manera,
siendo prácticamente imposible neutralizarlo sin poner en riesgo el propio proceso de investigación,
lo correcto es reconocerlo, comprender su alcance y sus consecuencias.
Por otra parte, si queremos pasar del mundo operacional, de las manifestaciones observables de los
fenómenos, al mundo de las representaciones subjetivas para comprender el sentido que tales
acontecimientos tienen para las personas que los viven en una situación concreta, será necesario
penetrar más allá de lo que permite un instrumento objetivo de aplicación distante. Sin vivencias
compartidas no se alcanza la comprensión del mundo de los significados. Sin implicarse
afectivamente no existe auténtico conocimiento de los procesos latentes, ocultos y subterráneos que
caracterizan la vida social de los grupos y personas.
Así pues, para el enfoque interpretativo, la contaminación mutua del investigador y la realidad es una
condición indispensable para alcanzar la comprensión del intercambio de significados. Por ello, el
proceso de investigación exigirá la vivencia prolongada en el ámbito de la realidad natural donde se
producen los fenómenos cuyo sentido queremos comprender, así como la utilización de métodos e
instrumentos de análisis y comprensión que buceen más allá de las manifestaciones observables y
que posean la flexibilidad requerida para acomodarse a las exigencias de un contexto cambiante.
Para ello, se propone estudiar los fenómenos identificando los aspectos comunes, las similitudes y
los procesos convergentes, las propiedades de los fenómenos que se repiten en diferentes
situaciones y contextos, de modo que de ellas puedan derivarse generalizaciones transferibles.
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sociales son siempre provisionales y probabilísticas, restringidas a un espacio y a un tiempo
determinados y, en todo caso, interpretables de manera específica en cada contexto singular.
Los fenómenos sociales y educativos existen, sobre todo, en la mente de las personas y en la
cultura de los grupos que interaccionan en la sociedad o en el aula, y no se pueden comprender a
menos que entendamos los valores e ideas de quienes participan en ellos. Aunque en los
fenómenos educativos podamos encontrar pautas comunes, elementos convergentes, aspectos que
se repiten..., las generalizaciones que se extraigan de su comprensión no pueden aplicarse
mecánicamente ni al conocimiento ni a la predicción y control de otras realidades educativas, otras
aulas u otras experiencias, puesto que el significado de aquéllas es en parte situacional y se
especificará ahora de manera distinta, propia y particular de este grupo social de estudiantes,
docentes, padres, en este barrio y centro concretos. La perspectiva interpretativa no niega, por tanto,
la existencia de aspectos comunes, la posibilidad de identificar patrones compartidos de
comportamiento, comprensión y sensibilidad, incluso la convivencia de establecer categorías a partir
de los atributos definitorios de personas, grupos, o comportamientos. Lo que rechaza la perspectiva
interpretativa es que tales patrones o categorías constituyen toda la realidad, e incluso que cualquier
realidad social pueda ser comprendida al reducirla a una categoría. Las realidades sociales e
individuales siempre presentan matices diferenciales, aspectos específicos que singularizan las
situaciones, acontecimientos o comportamientos, de modo que la comprensión de su identidad exige
la atención tanto a los aspectos comunes como a los matices singulares que especifican cualquier
categoría. Del mismo modo, en el aula siempre existen matices singulares que connotan los
acontecimientos y fenómenos, recubriendo las dimensiones comunes.
Por otra parte, la predicción y control tecnológicos del comportamiento futuro de los individuos, o
grupos de clase, no conllevan valores éticamente defendibles, por cuanto supondrían la restricción
de las capacidades individuales y colectivas de autonomía y de elección de alternativas en el
desarrollo. En su expresión más extrema, el objetivo de predecir y controlar científica y
tecnológicamente el comportamiento humano, niega de raíz la posibilidad de la libertad. Por el
contrario, el objetivo de comprender los significados de los acontecimientos y fenómenos sociales y
la convicción de que éstos son siempre, en parte, subjetivos, singulares y mediatizados por el
contexto, no concede al conocimiento un carácter de restricción y manipulación del comportamiento
futuro, sino un valor instrumental, de apoyo intelectual en el análisis de la realidad y en la
deliberación, para adoptar decisiones prácticas, cada vez más coherentes y razonables.
En educación es más importante si cabe esta consideración, por cuanto que el objetivo de toda
práctica educativa, provocar la reconstrucción del conocimiento vulgar del alumno/a, no puede
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entenderse ni desarrollarse sin el respeto a la diversidad, a las diferencias individuales que
determinan el sentido, el ritmo y la calidad de cada uno de los procesos de aprendizaje y desarrollo.
La reconstrucción del pensamiento y de la acción de cada alumno/a exige la actividad individual en
el contexto de las interacciones en el aula. Por tanto, el conocimiento que se requiere para orientar
dicho proceso singular se genera, en parte, al hilo del propio proceso irrepetible de reconstrucción.
La investigación desarrollada dentro del enfoque positivista pretende seguir como ideal el conocido
modelo hipotético-deductivo de razonamiento, que plantea los siguientes pasos: teorías
proposiciones y conceptos, hipótesis, definiciones operacionales de variables, diseños específicos
de las relaciones entre variables definidas operacionalmente, manipulando o neutralizando las
variables correspondientes, recogida de datos empíricos, comprobación de hipótesis, generalización
e inferencia (puede consultarse al respecto WSLLACE, 1976).
El enfoque interpretativo prefiere seguir como estrategia de investigación una lógica mixta, inductivo
– deductiva, de modo que se produzca constantemente una interacción entre las teorías o hipótesis
de trabajo y los datos, los enfoques y los acontecimientos. El propósito no es comprobar hipótesis,
sino sumergirse en la complejidad de los acontecimientos reales, e indagar sobre ellos con la
libertad y flexibilidad que requieren las situaciones, elaborando descripciones y abstracciones de los
datos, siempre provisionales y utilizadas como hipótesis subsiguientes de búsqueda y trabajo.
Los acontecimientos anómalos e imprevistos, las variables o factores extraños, son siempre
bienvenidos, ya que el objetivo prioritario de esta estrategia no es construir teorías consistentes y
organizar su contrastación, sino sumergirse en la complejidad del mundo real del caso concreto que
queremos estudiar, así como reflexionar sobre las observaciones, registros, informaciones y
perspectivas de los implicados, recogidos por las más diversas técnicas. Tales sucesos emergentes
suponen ocasiones de oro para comprender el funcionamiento de la realidad, debido a que alteran la
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rutina y ponen al descubierto conflictos, intereses, necesidades y comportamientos, habitualmente
ocultos y soterrados.
El diseño de investigación es, por tanto, un diseño flexible de enfoque progresivo, sensible a los
cambios y modificaciones en las circunstancias físicas, sociales o personales, que puedan suponer
influjos significativos para el pensamiento y la acción de los individuos y los grupos. No hay, por
tanto, variables extrañas cuyo influjo perturbador haya que neutralizar. Si tales factores variables
pueden intervenir en los procesos habituales de la vida cotidiana de la realidad investigada, deben
también considerarse en el proceso de investigación de manera simultánea, tal como actúen en la
vida natural. El diseño se denomina de enfoque progresivo porque en el proceso de investigación se
van produciendo sucesivas concreciones en el análisis y focalización, según vaya evidenciándose la
relevancia de los diferentes problemas o la significación de los distintos factores.
Aunque puede haber técnicas e instrumentos de utilización polivalente, y, por tanto, provechosos y
usados por ambos enfoques, la distinta filosofía que nutre a cada uno de ellos también deriva en la
producción de técnicas específicas y bien diferenciadas.
Puesto que el planteamiento positivista pretende preservar la objetividad del investigador y de los
resultados de investigación, evitando la contaminación tanto de aquél como de los datos, una de sus
preocupaciones fundamentales es la construcción de instrumentos objetivos que se interpongan
entre el investigador y la realidad investigada, de modo que permitan el distanciamiento deseado del
investigador y la objetividad de los datos recogidos. Así pues, una de las tareas que más tiempo y
esfuerzo ha requerido en la investigación positivista en el campo de la educación ha sido la
elaboración y perfeccionamiento de instrumentos de recogida de datos: tests, pruebas objetivas
cuestionarios, encuestas, pruebas de rendimiento académico, escalas de observación del aula..., de
modo que vayan adquiriendo mayor fiabilidad y validez y sean así utilizables en los diferentes
contextos, con la pretensión de que se puedan replicar los resultados de diferentes experimentos.
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― En primer lugar, parece una tarea imposible, porque los instrumentos son elaborados por
individuos que viven y se desarrollan en una cultura determinada y son portadores de una forma
de ver la vida y la realidad, con sus propios valores e intereses.
― En segundo lugar, los datos que pretenden detectar y medir en el ámbito educativo son
manifestaciones culturales propias de una comunidad nacional o internacional más o menos
amplia. Manifestaciones que incluyen ideas, informaciones, actitudes, valores, comportamientos,
formas de proceder. Por tanto, o los instrumentos se contagian de la cultura de la comunidad
donde se produce el fenómeno educativo y, por ello, son instrumentos contaminados por el
contexto cultural, o son estériles como instrumentos que sirvan para medir el grado de
adquisición de dicha cultura por las nuevas generaciones.
― En tercer lugar, cada aula y cada escuela pueden formar una minicultura relativamente
específica, en función del contexto espacial y social del entorno. De modo que si queremos
comprender los significados que se intercambian en la rica y compleja vida del aula, estén o no
provocados por el trabajo curricular explícito, los instrumentos válidos para captar esta cultura
específica tienen que se lo suficientemente flexibles como para mostrarse sensibles a las
peculiaridades de dicho contexto. En consecuencia, si son sensibles al contexto específico,
difícilmente pueden ser objetivos en el sentido de ser independientes de determinaciones
culturales y contextuales concretas.
Al proceder de esta manera, la calidad del dato se resiente necesariamente por cuanto que se
pueden estar sumando y elaborando en forma matemática realidades sólo en parte homogéneas y, a
veces, sólo en apariencia similares. Las relaciones estadísticas que se establezcan a partir de aquí
con otras variables o factores ya están en sí mismas amenazadas de inconsistencia. Para
comprender la vida del aula parece más interesante el sentido e intencionalidad de la risa, así como
las repercusiones y consecuencias que pueda tener en el pensamiento y la conducta propios y
ajenos, que la simple manifestación de tal comportamiento. Los instrumentos objetivos difícilmente
pueden indagar con la suficiente profundidad y flexibilidad, en función del contexto, como para
capturar el sentido e intencionalidad de las manifestaciones observables.
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Puede ahora comprenderse la larga marcha de investigaciones sobre educación, que han concluido
en resultados inconsistentes e incluso contradictorios unos con otros, dentro del llamado paradigma
proceso–producto, (PEREZ GOMEZ, 1983b). Dicho paradigma ha desarrollado sus investigaciones
al amparo del modelo positivista y ha acaparado la investigación didáctica a lo largo de los últimos
cuarenta años. En su intento de establecer relaciones definidas y estables entre variables del
comportamiento de los profesores/as con variables del comportamiento y rendimiento académico de
los alumnos/as, ha ido de modo sucesivo aislando comportamientos discretos y supuestamente
homogéneos del docente, que a la poste producían resultados bien diferentes según el tipo de
alumnos/as, de escuela, de currículo, de relaciones personales, de momentos evolutivos..., y otro
sinfín de variables intermedias y mediadoras, de modo que las relaciones entre variables se
manifestaban inconsistentes e incluso contradictorias en los diferentes experimentos o
investigaciones.
Para cumplir esta función, la investigación se convierte en un estudio de casos dentro del enfoque
interpretativo, porque sólo se pueden interpretar completamente los acontecimientos dentro del caso
que les confiere significación. A este respecto, y para poder comprender el caso en su integridad y
complejidad, se proponen los siguientes procedimientos metodológicos:
― La entrevista con los diferentes estamentos o grupos diferenciados, que participan en la vida del
aula, Su objeto prioritario es captar las representaciones e impresiones subjetivas, más o menos
elaboradas de los participantes, desde su misma perspectiva. Los diferentes modos y tipos de
entrevista, más o menos estructurados y elaborados, pretenden indagar en las diferentes
representaciones, en el pensamiento y en las actitudes, superando las verbalizaciones
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inmediatas y habituales, buscando los puntos críticos, las teorías implícitas, los planteamientos
latentes, los procesos contradictorios en las propias creencias y esquemas mentales, así como
en las relaciones entre el pensamiento y los modos de sentir y el pensamiento y los modos de
actuar.
Puesto que el modelo de laboratorio no e fácilmente trasladable al campo de las ciencias sociales,
desde la perspectiva que desarrolla el modelo hipotético-deductivo de investigación se proponen los
diseños cuasi-experimentales, los estudios de amplias muestras, que utilizan el control estadístico y
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no estrictamente experimental de las variables intervinientes, con la pretensión de establecer
relaciones de probabilidad en la covariación de dichas variables.
Desde la perspectiva interpretativa, por el contrario, se postula que la investigación debe realizarse
fundamentalmente en el contexto “natural”, en el medio ecológico y complejo donde se producen los
fenómenos que queremos comprender. Se considera que el laboratorio es el prototipo de medio
desnaturalizado, libre de las variables contextuales que caracterizan y condicionan los intercambios
simbólicos en la vida cotidiana. Por ello, es probable que los resultados que se extraen de la
investigación en el laboratorio carezcan de significado en otro medio que no sea el mismo
laboratorio.
Comprender la realidad de la vida del aula y de la escuela, para poder intervenir racionalmente en
ella, requiere afrontar la complejidad, diversidad, singularidad y carácter evolutivo de dicha realidad
social, aunque tal pretensión dificulte el proceso de búsqueda de relaciones y significados. La
aceptación de este principio no supone, en modo alguno el rechazo de procesos más concretos y
moleculares de investigación, enfoques más minuciosos y restrictivos, sino la convicción de que
tales indagaciones no pueden conducir a Inter. A interpretaciones autónomas e independientes de la
realidad estudiada, por ser necesariamente parciales y sesgadas y que requieren, por tanto, su
integración permanente en la perspectiva de conjunto que pretende abarcar la complejidad real del
sistema concreto del aula o centro que queremos comprender.
Como hemos visto anteriormente, el carácter en parte situacional de los significados que se
intercambian en la dinámica vida del aula, exige un enfoque situacional de los procesos de
investigación. Sólo vinculando los acontecimientos al contexto de la clase, a la situación concreta en
la que se producen y a la historia de la propia vida del grupo, pueden entenderse los significados
aparentemente contradictorios, los acontecimientos imprevistos y sorprendentes, las conductas
“anómalas” y “extrañas”.
Gran parte de la investigación pedagógica y didáctica desarrollada en los últimos cincuenta años,
presidida por el enfoque proceso-producto, puede considerarse una investigación
descontextualizada. Se ha pretendido establecer, por ejemplo, relaciones de covariación entre
variables concretas del comportamiento docente del profesor/a, con variables también concretas y
especificas del comportamiento o rendimiento académico del alumno/a, como si ambos tipos de
variables fueran independientes del contexto y se pudiera entender su comportamiento al margen de
las interacciones complejas, difusas y frecuentemente contradictorias que se establecen entre todos
los elementos curriculares, sociales, culturales y personales que componen el contexto de la escuela
y del grupo de clase.
Como alternativa a la concepción lineal, molecular y restrictiva del enfoque proceso-productivo y con
la pretensión clara de comprender los acontecimientos en el marco significativo del contexto escolar,
se desarrolla el denominado enfoque ecológico, apoyado fundamentalmente en los trabajos de
BRONFENBRENNER (1979), DOYLE (1977), TIKUNOFF (1979), JACKSON (1975). La vida del aula
debe entenderse como un sistema abierto de intercambio de significados, un escenario vivo de
interacciones motivadas por intereses, necesidades y valores confrontados en el proceso de
adquisición y reconstrucción de la cultura individual y grupal, y presididas por el carácter evaluador y
legitimador que socialmente adquiere la institución escolar.
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Investigar para invertir en la escuela requiere, por tanto, comprender el medio complejo que preside
y media los intercambios simbólicos entre los individuos y grupos que la componen. Como cualquier
otro medio social, el escolar no es ni exclusiva ni fundamentalmente el escenario físico o psicosocial
observable, no es solamente el contexto real, sino el percibido y sentido por los individuos y grupos.
Ello implica comprender la interrelación entre los dos subsistemas que componen la vida del aula:
― La estructura de las tareas académicas, que definen el currículo en acción, tanto el explicitado y
definido oficialmente como el oculto y el ausente. Es decir, la cultura académica que se vive en
la escuela, que se reproduce tanto como se transforma y que abarca tanto los contenidos como
los métodos, experiencias, actividades y estrategias de aprendizaje, interacción y control.
― La estructura de participación social. Los modos, normas y principios que rigen los intercambios
sociales en el grupo de clase y en el contexto social: el clima social de relaciones horizontales y
verticales; los cauces de participación en la vida social del aula y de la escuela, de intervención
en la construcción de dicha realidad social, sean éstos explícitos y tácitos, democráticos o
autoritarios, formales o reales.
El objetivo es predecir y controlar el desarrollo futuro de los fenómenos educativos y para ello es
indispensable que las relaciones que se identifican entre variables lleguen a expresarse en
proposiciones generalizables, libres del contexto y, por tanto, aplicables y transferibles en otros
espacios y en otro tiempo. La fiabilidad es solamente un criterio instrumental, la condición sine qua
non del grado de validez de las proposiciones contrastadas.
En el proceso de contraste de hipótesis teóricas, definidas operativamente, con los datos empíricos
que surgen en el proceso de investigación, es fundamental que los instrumentos de medida, así
como los diseños de investigación, reúnan las condiciones que garanticen la fiabilidad de los
mismos. La constancia en la medida y, por tanto, la replicabilidad del propio proceso de investigación
y de sus resultados. Si de alguna forma ya sea de modo experimental o estadísticamente, no se
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consigue la fiabilidad requerida, la posibilidad de generalización y transferencia se disuelve en la
inconsistencia y contradicción.
Por ello, y como cimiento indispensable de toda investigación educativa dentro de esta perspectiva,
aparece la obsesión por la fiabilidad y precisión de los instrumentos, así como por la elegancia del
propio diseño de investigación. Ya hemos indicado con anterioridad que dentro del enfoque proceso
de un producto de investigación didáctica, el mayor porcentaje del esfuerzo y de los trabajos
realizados se ha consumido tanto en la elaboración de instrumentos de medición y recogida de datos
como en el perfeccionamiento y desarrollo de modelos matemáticos, sucesivamente más complejos,
susceptibles de abarcar el mayor número de variables que intervienen conjuntamente, aislando el
efecto de unas y neutralizando el flujo de otras.
La segunda preocupación, dentro de este modelo, para suministrar a los datos la credibilidad
requerida, es mejorar el ajuste entre los datos empíricos y la teoría (validez interna) y la
comprobación del valor de generalización de los resultados a diferentes contextos espaciales y
temporales (validez externa). Es éste el talón de Aquiles, no siempre reconocido, de este modelo de
investigación. Inevitablemente, el investigador positivista en ciencias sociales, en general, y en
educación, en particular, se encuentra inmerso en una irresoluble contradicción. Si prima la fiabilidad
y precisión de los instrumentos y del diseño, si prioriza el rigor de todo el proceso de investigación
hasta extremos tales que los resultados del mismo sólo son generalizables, en rigor, a dicho
contexto artificial. Con la obsesión de aislar unas variables y neutralizar el efecto distorsionador de
otras, convierte la realidad investigada en procesos irreconocibles, bien diferentes a aquellos que
ocurren en el contexto ordinario de la vida del aula. De este modo, el rigor dinamita la relevancia, la
posibilidad de transferir los resultados y empobrece la utilidad de los descubrimientos, pues sólo
funcionan en el mismo contexto del laboratorio artificialmente creado.
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La consistencia y rigor de los datos y conclusiones provisionales se pretende alcanzar mediante
procedimientos metodológicos que resaltan la identificación de diferentes puntos de vista y
perspectivas o ángulos diferenciadores, mediante el debate reflexivo de perspectivas subjetivas y el
contraste permanente de las elaboraciones teóricas con los registros múltiples de la realidad. Como
estrategias básicas se utilizan las siguientes:
● Solapamiento metodológico: Supone partir del convencimiento de que no hay una perspectiva
privilegiada y objetiva de la realidad, sino que todas las perspectivas se encuentran sesgadas y
condicionadas por un conjunto de intereses, necesidades, propósitos, formas de pensar y sentir
y, por tanto, son todas necesarias para componer el marco de interacciones que dibujan la
realidad fluida y compleja de los intercambios en el aula. Para cubrir esta pretensión es
recomendable el pluralismo metodológico; todos los métodos racionales pueden ofrecer datos
interesantes, pero ninguno definitivo, por ello se favorecen los procesos de triangulación de
instrumentos, de procedimientos metodológicos, de fuentes de información y de perspectivas de
análisis.
Con respecto a la preocupación por la validez interna también el enfoque interpretativo parte de
supuestos bien diferente al enfoque positivista. Su objetivo prioritario no es establecer la
correspondencia entre los datos y las inferencias teóricas, entre la realidad y una teoría privilegiada
que la explica. En la investigación interpretativa no se concluye con una explicación teórica como
única o prioritaria. En los informes de estudios de casos, por ejemplo, se ofrecen los diferentes
puntos de vista, interpretaciones teóricas, que se generan por los distintos grupos de profesores/as
que viven en un mismo marco educativo, estimulando la actitud de contraste e indagación del mismo
lector, al reflexionar y elaborar las propias interpretaciones sobre aquellos sucesos. Conviene
recordar, aunque lo desarrollaremos un poco más adelante que la audiencia privilegiada, no única,
por supuesto, de los informes de investigación en la perspectiva interpretativa son los mismos
agentes que participan y elaboran perspectivas teóricas sobre los sucesos vividos.
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En cuanto a la validez externa, o transferibilidad de los resultados, conviene resaltar que, al
investigar sin alterar las condiciones del medio cotidiano, las elaboraciones teóricas que se
construyan como consecuencia del contraste, aunque se propongan siempre como provisionales e
hipotéticas, son en principio más útiles para comprender y actuar sobre ese mismo escenario. Al
mismo tiempo, y por las mismas razones, tales proporciones teóricas presentan mayor poder de
transferencia hipotética a cuales quiera otros escenarios que presenten similitudes destacables con
el escenario estudiado.
Como no podría ser de otra manera, también los modos de elaborar los informes de investigación,
así como los objetivos y principios que rigen la utilización de los conocimientos adquiridos en el
proceso de investigación, son claramente diferentes en ambas perspectivas.
Los informes de investigación que se desarrollan dentro del enfoque positivista suelen pretender ser
escuetos y precisos, siguiendo un esquema estándar, desde la formulación de la hipótesis que se va
a verificar hasta la formulación de las conclusiones, utilizando un lenguaje académico especializado,
lo más técnico posible, y una sintaxis sencilla que permita fácilmente establecer las
correspondencias legaliformes encontradas. Se tiene una idea clara de que los destinatarios de tales
informes son prioritaria, si no exclusivamente, los expertos científicos que componen la comunidad
académica, para los cuales cabe suponer un elevado nivel de conocimientos que exime de una
exposición detallada y permite saltos y relaciones que se suponen conocidos por todos. El ideal del
informe sería la formulación matemática, la expresión sencilla de algoritmos que explican las
relaciones de causalidad o de covariación entre las variables estudiadas.
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Se parte del convencimiento de que la audiencia privilegiada en todo informe de investigación
interpretativa son los agentes que participan en los intercambios de la realidad investigada, así como
aquellos prácticos de contextos, tal vez lejanos, que se encuentran implicados en procesos de
intervención y transformación de la realidad, similares a los estudiados en el presente contexto. Por
ello, el lenguaje utilizado en el informe no debe estar reservado a los intelectuales expertos de la
comunidad de académicos, sino que será asequible a los intelectuales prácticos que intervienen en
la realidad y se enfrentan a problemas en parte parecidos, en parte diferentes. Si se pretende que el
lector comprenda la realidad desde la perspectiva de quienes viven en ella, será necesario elaborar
un informe cuajado de descripciones densas que caractericen el contexto, configurado por sus
peculiaridades más distintivas, así como de narraciones vivas que acerquen la génesis e historia de
los acontecimientos y las consecuencias de las diferentes acciones y reacciones de los individuos y
los grupos.
La investigación experimental desarrollada dentro del enfoque positivista se propone una utilización
tecnológica del conocimiento adquirido en cualquier proceso de investigación. También en
educación, el propósito de la investigación dentro de este enfoque es establecer leyes para predecir
y controlar el futuro de los acontecimientos e intercambios de enseñanza–aprendizaje que tienen
lugar en la escuela.
En consecuencia se establece una clara relación jerárquica de dependencia del profesor con
respecto al científico investigador. Este produce conocimiento en forma de leyes y deriva principios
tecnológicos de intervención racional sobre la práctica. El maestro/a no accede al conocimiento
científico ni, por supuesto, a los procesos y canales de producción del mismo. En todo su periodo de
formación profesional debe adquirir el conocimiento de los principios tecnológicos de intervención
que otros han derivado y formar las competencias y habilidades profesionales requeridas para
aplicarlos en las situaciones concretas de la realidad. Incluso el propio proceso de decisión en la
práctica sobre cuales son las normas más adecuadas de intervención en cada momento viene, en
gran medida determinado por disposiciones externas de los políticos, la administración, los libros de
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texto o los expertos, en lo que se ha denominando el modelo de control remoto de la calidad de la
enseñanza (DOYLE, 1990).
Como ya hemos indicado en anteriores momentos, esta propuesta lineal y mecánica de intervención
implica la presunción de estabilidad y homogeneidad en la realidad educativa. Solamente es posible
utilizar esta forma de racionalidad instrumental de la práctica cuando suponemos que la realidad de
las aulas y escuelas es estable, puede conocerse las variables que condicionan sus procesos de
evolución y este conocimiento puede generalizarse a cuantas realidades escolares concretas
cumplan con los requisitos genéricos del modelo. Así pues se presupone que pueden establecerse
las condiciones cognitivas, afectivas y sociales del aprendizaje y de la vida social de los individuos
de una determinada edad en una concreta institución escolar, conocer los factores que rigen dichos
procesos y prescribir una forma de tratarlos, un currículo homogéneo que se aplica de forma
mecánica para gobernar la vida del aula y garantizar el aprendizaje deseado.
Por el contrario dentro del enfoque interpretativo, en la investigación didáctica, se propone una
utilización siempre hipotética y contextual del conocimiento adquirido en la investigación educativa,
ya que se presupone la singularidad en parte irreductible de las situaciones de enseñanza –
aprendizaje, por efecto de las interacciones siempre algo imprevisibles de los individuos y grupos
que componen dicho espacio ecológico social. Se afirma, por tanto, que la teoría no dicta
directamente la práctica.
Dentro de este enfoque, los conocimientos teóricos tienen siempre un valor instrumental, se
conciben como herramientas conceptuales que adquieren su significación y potencialidad dentro de
un proceso discursivo de búsqueda e intervención en la realidad. Lo verdaderamente significativo es
la relevancia del proceso discursivo, la potencialidad del mismo para penetrar en las circunstancias
concretas que componen cada realidad educativa.
De este modo el investigador o el práctico que interviene en la escuela, intentando comprender las
relaciones que se establecen en las personas y la institución y que constituyen como factores clave
en los procesos de desarrollo y aprendizaje, debe producir su propio conocimiento, sus propios
esquemas interpretativos, resultado del contraste con la realidad, con las experiencias propias y
ajenas y con las representaciones subjetivas que los participantes realizan de su propia situación.
No cabe, por tanto, el modelo de control remoto de la calidad de la intervención educativa, por
cuanto que el diagnóstico y el tratamiento en cualquier realidad escolar debe realizarse de modo
situacional y evolutivo, en contacto permanente con la misma realidad que evoluciona, entre otras
razones, como consecuencia de la propia intervención del docente sobre ella y del carácter de sus
interacciones con el resto de los factores de la vida de la escuela.
Por lo mismo, no cabe establecer categorías cerradas entre investigadores y prácticos, ni menos
relaciones de dependencia jerárquica entre ellos, ya que, el propio profesor se debe constituir en
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investigador de la realidad sobre la que interviene, y no es posible derivar normas de intervención
tecnológicas, elaboradas por los investigadores externos, que se apliquen de modo automático en
cualquier ámbito escolar. Más bien se concibe, dentro del enfoque interpretativo, que el proceso de
investigación orientado a comprender la vida del aula, para ofrecer conocimiento útil a quienes
tienen la responsabilidad de intervenir en el, debe considerarse un proceso de cooperación y
contraste entre diferentes agentes que desempeñan posiciones distintas y complementarias en la
realidad investigada, y por ello pueden convertirse en ejes de contraste de diferentes perspectivas,
necesidades, intereses, concepciones y propósitos. El observador externo cumple una
importantísima función como elemento de contraste, capaz de situar el debate más allá de las
obsesiones recurrentes y de los sesgos inevitables de los que viven y se sienten afectados por la
propia dinámica de la realidad estudiada. No obstante, su perspectiva tampoco puede considerarse
objetiva y privilegiada, es el resultado de su elaboración personal, en función de sus propias
concepciones, sus relaciones actuales con la realidad investigada y sus propósitos completos como
académico o como investigador. La cooperación y contraste entre los diferentes individuos o grupos
que participan de la realidad y entre estos y los agentes externos, es clave en todo proceso de
reconstrucción de los significados de la vida social y académica del aula. Superar el ego o etno-
centrismo de las interpretaciones localistas de los individuos y de los grupos es un objetivo prioritario
de toda investigación desarrollada dentro del enfoque interpretativo.
Por otra parte, la convicción de que el conocimiento sobre la realidad educativa debe estar
estrechamente vinculado a los determinantes siempre cambiantes y situacionales de la acción y de
que la única forma de establecer un control racional sobre los mismos es la participación
democrática de quienes se encuentran implicados en ella, concede un valor de primer orden a la
información y a la diseminación democrática del conocimiento que se va elaborando al hilo de la
reflexión sobre la acción. El conocimiento debe producirse en procesos de colaboración y contraste y
diseminarse también mediante procesos de intercambio y participación en situación de igualdad de
oportunidades. La metáfora espacial de traslación vertical del conocimiento de arriba abajo, de la
teoría a la práctica, de la reflexión a la acción, de la investigación a la técnica, no se compadece con
las características éticas del desarrollo antropológico y educativo del hombre. El conocimiento que
pretende ser educativo se propone la transformación democrática de la realidad, solo puede
favorecer tal pretensión si se produce, trasforma y utiliza democráticamente, si emerge de la
intervención democrática en la realidad, se depura en el debate abierto entre los participantes y se
experimenta y evalúa en estructuras de control democrático (GOODMAN, 1989 a y b).
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