Justicia y Derecho

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UNIVERSIDAD DE OCCIDENTE

SEDE RETALHULEU

EXTENSIÓN RETALHULEU

Estudiante: Ashley Daniela Barreno Moreno

Carnet: 2302001005

Semestre: 3ro

Carrera: Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario

TEMA: La Persona Humana como Fundamento del Derecho

Docente: Lic. Carlos Agustin

Curso: filosofía del Derecho

Retalhuleu, __04__ de _Marzo__2024.


Introducción
Gregorio Rojas Gonzales es un reconocido jurista latinoamericano cuyas reflexiones sobre la
justicia y el derecho han dejado una profunda huella en el ámbito académico y jurídico. En su obra,
Rojas Gonzales aborda la compleja relación entre estos dos conceptos fundamentales, explorando
sus interconexiones y su impacto en la sociedad.

Para Rojas Gonzales, la justicia no es simplemente la aplicación mecánica de normas legales, sino
que implica un compromiso con la equidad, la moral y la búsqueda del bien común. Desde esta
perspectiva, el derecho no puede ser entendido de manera aislada, sino que debe estar enraizado
en principios éticos que guíen su aplicación.

Asimismo, Rojas Gonzales examina cómo las estructuras legales y judiciales pueden tanto
promover como obstaculizar la realización de la justicia en la práctica. Su enfoque crítico y
reflexivo invita a cuestionar las instituciones y prácticas jurídicas establecidas, en pos de una
mayor coherencia y efectividad en la búsqueda de la justicia social.
La Justicia y el Derecho
Sin lugar a dudas, el término justicia es el más usado y, a la vez, el más difícil del universo jurídico,
seguramente porque su naturaleza es la más apropiada y la más complicada de afianzar para los
iniciados en el arte del Derecho, al tiempo que para toda persona que emplea analógica o
abusivamente el término. En efecto, es común escuchar reclamos de justica ante las más
variopintas situaciones, sin encontrar en muchas de ellas precisión respecto a lo que reclaman, en
razón a que no hay consistencia en el manejo conceptual. Por ejemplo, se oye continuamente que
tal o cual impuesto es injusto y, al tiempo, que a cierta persona se le ha tratado injustamente.
¿Qué tienen en común semejantes aseveraciones? ¿Cuál definición de justicia es la apropiada para
que su negación sirva para calificar por igual situaciones tributarias, de trato interpersonal, entre
otras muchas situaciones? El uso coloquial del término justicia para designar una gran cantidad de
situaciones, e incluso para calificar personas o cosas, es evidentemente la principal dificultad para
enfrentar un análisis del mismo, así como de lo justo, desde la perspectiva del jurista. De este
obstáculo se han servido posturas contrarias al Realismo Jurídico Clásico, como las de Kelsen y
Ross, para considerar que el reclamo de justicia no es más que una respuesta emocional frente a
una situación desfavorable a un interés que, como tal, es relativo, pues es apenas una percepción
subjetiva de valores.113 Advierte Ross, por ejemplo, que cuando alguien afirma que una norma
jurídica es injusta, no expresa ninguna cualidad discernible en ella, de manera que si una persona
exclama “Estoy en contra de esta regla porque es injusta”, lo que debería decir es “Esta regla es
injusta porque estoy en contra de ella”. 114 En tal sentido, dicha postura sugiere que la justicia no
constituye materia de discusión racional, sino que, a lo sumo, se trata de una mera expresión
emocional y no argumental. Porque, afirma Ross: ¿A quién se le ocurriría referir la validez de las
normas del ajedrez a una validez a priori, a una idea pura del ajedrez, puesta en el hombre por
Dios o deducida de la eterna razón humana? El pensamiento es ridículo porque no tomamos al
ajedrez tan en serio como al derecho, y ello es así porque hay emociones más fuertes asociadas a
los conceptos jurídicos. Pero ésta no es una razón para creer que el análisis lógico deba adoptar
una actitud fundamentalmente diferente en uno y otro caso.115 La tesis que subyace a toda
negación de ese tipo es que el problema de la naturaleza del Derecho debe o tiene que estar
desprovisto de cualquier consideración metafísica y/o antropológica, porque la labor del jurista es
interpretar el Derecho vigente (de Colombia, Venezuela, Estados Unidos, etc.) sin cuestionar el
significado representativo de tal concepto. Frente a la mencionada concepción, el Realismo
Filosófico, y su corolario el Realismo Jurídico, “sostiene que la realidad no se confunde con el
mundo material y que aquella realidad posibilita el conocimiento más allá de nuestra propia
conciencia”.116 De esta manera, se reconoce que el Derecho, en tanto ordenamiento jurídico, no
tiene ningún sentido si no se traduce en una praxis concreta, cuya realización está a cargo del
jurista que, a su vez, debe conocer el propósito de dicho ordenamiento, que no es otro que
contribuir al orden social en lo que se refiere a la justicia. En otros términos, al jurista le
corresponde la decisión del todo del orden relacional en el aspecto de la justicia, porque el
Derecho es una ciencia de carácter práctico. El carácter práctico del conocimiento del sistema
jurídico es un conocimiento intencionalmente dirigido a hacer “algo” y no solo a conocer, que es
de lo que trata el conocimiento especulativo. Ese “algo” se traduce en aplicar una norma, cumplir
un deber o satisfacer un derecho; en términos generales, en hacer justicia y, por lo tanto, exige de
parte del jurista una decisión práctica de la voluntad.117 Si el jurista considera por esencia lo que
define al ser, lo que lo constituye, y por existencia el hecho de existir, resulta posible conocer la
esencia de algo sin que exista una constancia y/o evidencia sensorial de su realidad material. De
hecho, ese conocimiento es un conocimiento de lo real que no es presa de la duda metódica
cartesiana y “tiene sentido”, sin ser un retrato lógico de la realidad sensorial, al contrario de lo que
pretendiera Wittgenstein. Desde esa fuente filosófica, el Realismo Jurídico Clásico considera
posible la aprehensión de unos principios prescriptivos, los principios del Derecho Natural118. Así
mismo, se define a través del material prescriptivo aportado por los principios generales del
Derecho Natural Clásico y del objetivo, primario e irrenunciable, a que abocan estos principios en
el Derecho: la justicia del jurista.119 Porque, para el Realismo Jurídico, “el Derecho es algo
diferente a un acto de razón u obra de conciencia y que se encuentra en una realidad distinta de lo
meramente material”,120 esa realidad de índole metafísica es la realidad del Derecho Natural que,
a su vez, es una expresión de una concepción trascendente: la realidad metafísica total, el ser. Por
la razón anterior, Hoyos destaca, refiriéndose a Hervada, que al defender el realismo jurídico,
Hervada acepta las ideas centrales del realismo teórico: hay cosas independientes del pensar y del
querer, y esas cosas son susceptibles conocidas y de ser queridas. Lo práctico que sabe el jurista es
‘algo tan fundamental y tan importante para las relaciones sociales como es lo justo. El jurista se
dedica a desvelar qué es lo justo en las relaciones sociales, en la sociedad; es, por así decirlo, el
técnico de la justicia, el que sabe de lo justo y lo injusto.’ Decir, por tanto, realismo jurídico es
decir al mismo tiempo realismo práctico, porque el saber jurídico es un saber práctico que busca
determinar o discernir, en relaciones concretas, que es lo justo o lo debido”. En ese orden de
ideas, resulta inadmisible comprometer el trabajo del jurista solo a la interpretación del Derecho
vigente, como si fuera un mero funcionario u operador de “lo jurídico”, en su acepción más
estrecha: la legal. Como se advirtió anteriormente, de la justicia definida en el Digesto: ius suum
tribuendi y suum tribuere (dar a cada uno lo suyo y dar a cada uno su derecho), se deduce que el
ius o derecho y lo suum o lo suyo de cada uno son lo mismo. De ahí que, como diría Tomás de
Aquino, el Derecho es la cosa que es suya del titular, la cosa justa o ipsa res iusta. La clave del
Realismo Jurídico Clásico descansa en advertir esta simple relación: si existe una virtud llamada
justicia, que consiste en dar a cada uno lo suyo, es, en definitiva, porque existe un hábito de obrar
el bien, que implica que un sujeto da a otro lo que es de ese otro, es decir, lo suyo. Y en eso
consiste, precisamente, una relación de justicia o relación jurídica, que no es otra cosa que una
relación de deuda, ya que no es posible dar en justicia aquello que no se debe, cuestión que tiene
que ver con otras virtudes, como la caridad. Si A y B están relacionadas jurídicamente es porque A
debe a B lo que a ésta última pertenece. Sin embargo, y aquí radica buena parte de la confusión en
el empleo del término, como la justicia es una virtud que busca el bien ajeno, se la considera como
la más perfecta de las virtudes morales.122 Siendo una virtud de la voluntad –una potencia del
espíritu– que manda hacer lo justo según el orden natural y cuya esencia se identifica con la
igualdad –por ser ésta el término medio entre lo demasiado y lo poco–, es además una virtud
política y social, porque en ella se pone en juego no solo el bien de uno y el de los demás, sino
también el bien de la comunidad, el bien común.123 En efecto, desde Aristóteles se conciben dos
modos fundamentales de esta virtud de virtudes, a saber: la justicia legal, llamada también
general, y la justicia particular, dividida a su vez en una justicia de las distribuciones (justicia
distributiva) y una justicia de los modos de trato (justicia conmutativa). De ahí que Castaño
recuerde que general es ciertamente la suma de las virtudes, pero solo en cuanto se refieren a
otro, es decir no solo al bien propio sino al ajeno; en sus palabras ‘la justicia es la única entre las
virtudes que parece referirse al bien ajeno, porque afecta a los otros; lo que conviene al otro sea
gobernante o compañero’. En concreto, al referirse a la justicia particular, entendió que la
finalidad de esta virtud era que nadie se quedara ni con más ni con menos de lo que le
correspondía.124 En el orden de las virtudes alteritivas –referidas a otro–, la alusión a la justicia
señala su cariz social, al tiempo que sitúa el problema de su naturaleza desde un principio
preclaro: las cosas están repartidas y pueden estar en poder de otro diferente a su titular. O sea,
allí donde no existe deuda no es posible hablar de justicia, puesto que esta se exige porque se
debe y existe deuda cuando se puede exigir la cosa suya, porque es suya, porque le pertenece. Así,
el centro de la relación jurídica, su fundamento y lo que la especifica, es esa cosa debida por un
sujeto a otro sujeto, por pertenecer a este último.125 La determinatio de esa relación se establece
de forma normativa, en otras palabras, a través de las normas, lo cual, empero, no asigna a priori,
a cualquiera norma jurídica positiva, el valor de otorgar lo justo o lo debido. Por el mero hecho de
ser vigente o haber sido validada por un procedimiento formal, una “norma jurídica” no es
legítima y, por ende, objeto de obediencia. De ahí que el jurista no es simplemente el que decide
respecto a las normas positivas, sino ante todo por el Derecho, pues “decir lo justo es nombrar el
derecho porque son lo mismo. Correlativamente, si se interfiere o ataca un derecho, decimos que
eso es injusto. Lo injusto es la lesión del derecho”.126 En consecuencia, el Derecho, lo suyo y lo
justo son tres dicciones para significar lo mismo. El Derecho es lo justo, lo justo es lo suyo de cada
uno y el arte del jurista es determinar lo justo, lo suyo de cada uno, o sea, su derecho. Y ello es tan
importante que, como declara Romero, si es del jurista realizar lo justo, decir el derecho, y ello es
una labor de cognición, ha de suponerse que existe un momento de medianidad —esto es, de
constatación—, por medio del cual quien dice “lo justo” justifique su obrar; de otro modo, el
jurista podría suplantar al competente o simplemente declararse impedido —como de hecho
muchas veces ha sucedido—. De ahí la necesidad de la “prueba judicial”: si ontológicamente no
existe derecho, por ende, no puede haber título; si lo hay, solo puede ser espurio; y, por lo mismo,
no hay ley aplicable. O bien, si hay derecho natural y un derecho positivo que le desarrolla,
entonces hay título y, por tanto, hay necesidad de dar (restituir, devolver, etc.). La prueba judicial,
entonces, es también una realidad inherente al acto de justicia; por ello, en cuanto instituto, tiene
una naturaleza ontológica independiente a los hechos.
Conclusión
Gregorio Rojas Gonzales es un filósofo y teólogo peruano cuyas ideas sobre justicia y derecho se
fundamentan en una perspectiva ética y moral arraigada en la tradición cristiana. Según él, la
justicia no se limita simplemente al cumplimiento de leyes y normas, sino que implica un
compromiso profundo con la equidad, la solidaridad y el bien común. Para Rojas Gonzales, el
derecho debe estar al servicio de la justicia, siendo un medio para promover la dignidad humana y
el orden social justo. En su visión, la verdadera justicia va más allá de lo legal, abordando
cuestiones de amor, compasión y responsabilidad hacia los demás. En resumen, para Rojas
Gonzales, la justicia y el derecho están intrínsecamente ligados a valores éticos y morales que
buscan el florecimiento humano y la armonía social.
Bibliografía
https://repository.ucatolica.edu.co/entities/publication/d043152d-e1e8-4b69-a9fd-
27e8703b1184

https://core.ac.uk/pdf/aaa213560382.pdf

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