Tema III - La Justicia

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ASIGNATURA

Filosofía del Derecho

TEMA
Tema III – La Justicia

PROFESOR(A)
Ángel Valentín Hernández Cordero

Sustentante MATRICULA
Kelvin F. Familia Matos SM-2022-00192

LAS MATAS DE FARFAN, REP.DOM.

15 De Febrero Del 2023


Introducción

La justicia es el eje de la filosofía de los derechos humanos, por ser la virtud


que orienta las demás virtudes humanas hacia el bien común y no hacia el individuo,
y porque la justicia implica una igualdad.

En nuestra sociedad la justicia está orientada a la creación de las condiciones


necesarias para que se desarrolle una sociedad relativamente igualitaria en
términos económicos. Trata también de obrar en razón o tratar a alguien según su
mérito como lo explicare en el presente trabajo.

El objetivo de este resumen es describir conocer algunos aspectos de la justica,


entre los cuales puedo mencionar, su concepto en el lenguaje vulgar, también qué
es justo y qué no es justo, etc.; ya que a nuestro alrededor se cometen muchos
actos que normalmente calificamos como injustos en la que podamos ampliar la
noción delo que es la Justicia para el ser humano.
TEMA III

La Justicia

El oficio de jurista tiene una íntima relación con la justicia. Está en el orden de saber
ser justo. Ciertamente el jurista no se confunde con el hombre justo, con la persona
que debe obrar la acción justa o acción de dar a otro lo suyo. El jurista no es el que
ha de realizar la obra de la justicia. Sin duda alguna el jurista, para ser fiel a su oficio
y no corromperlo, necesita ser personalmente justo, en el sentido de amante de la
justicia, pues de lo contrario dará oídos a la injusticia y sustituirá la prudencia del
derecho por la falsa prudencia de la injusticia; se habrá corrompido.

Tener en cuenta esta peculiar y típica relación del jurista con la justicia es importante
para advertir que la virtud específica del oficio de jurista no es la justicia sino la
prudencia. El jurista no es el justo sino el jurisprudente. Lo propio del jurista es un
arte o una ciencia práctica.

Ya hemos dicho que todo sistema de filosofía del derecho debe ser visto desde la
perspectiva del jurista, mas no es ocioso recalcarlo al entrar en el análisis de la
justicia, porque modernamente es muy frecuente traspasar a la filosofía jurídica la
idea de justicia que la filosofía social y la retórica política suelen manejar.

Es obvio que la justicia propia del jurista no es el equivalen te a reforma social,


progreso de los pueblos, desarrollo social, desalienación de la clase obrera, etc.,
aunque no cabe tampoco dudar de que, en cierta medida, tales fines pueden
orientar, como principios interpretativos, algunos aspectos de la función del jurista.

La justicia de los juristas no es «la sociedad justa y solidaria», tal como la entienden
desde luego cada cual a su manera los políticos. Es algo más modesto, mucho más
práctico y tangible: la justicia del foro, que es la justicia del caso concreto.
El orden justo

El oficio de jurista responde a una necesidad social: que cada hombre y cada
institución tenga lo suyo, aquello que le pertenece y corresponde. Y como sea que
la vida social es dinámica y lo suyo de cada uno puede estar en situación de
inte1ferencia, se genera un dinamismo ordenado a establecer o restablecer la
situación debida, que podemos describir con una fórmula de probada expresividad:
dar a cada uno lo suyo.

Si hablamos de orden y armonía, calificamos a dicha situación social de un bien, lo


cual quiere decir que es concorde con la persona humana. En efecto, no se trata
solo de un orden satisfactorio, que satisface determinados deseos o estimaciones
de los hombres, sino de un orden necesario para la persona y la sociedad.

La virtud de la justicia Todo deber ser comporta un hecho correlativo: el


cumplimiento del deber ser, su realización. A ello se ordena la misma idea de deber
ser: lo que se debe, se hace. En este orden del cumplimiento aparecen las virtudes,
las cuales no están en el plano del deber ser, sino en su cumplimiento.

Tres cosas son, pues, opuestas a la verdadera concepción de la justicia. En primer


lugar, entender la justicia como un deber; la justicia, como virtud que es, pertenece
al Sein, al ser, pues es una disposición entitativa de la voluntad.

En segundo lugar, no se puede confundir la justicia con una dimensión de la


realidad, como un orden o armonía; la justicia no es el orden justo, sino la virtud de
tender a establecer el orden justo.

Por último y en tercer lugar, la justicia no pertenece al intelecto: no es un juicio o


una idea. La justicia pertenece a la voluntad y está en el orden del querer. No
pueden, pues, considerarse adecuadas aquellas concepciones que dan a la justicia
un estatuto intelectual en lugar de volitivo.
La definición común de la justicia

la justicia es la virtud de dar a cada uno lo suyo, su derecho, lo que le pertenece, lo


que le es debido, etc.

Es más bien una definición vulgar, la simple expresión, con las menos palabras
posibles, de un dato: las cosas están distribuidas, hay que dar a cada uno lo suyo y
cumplir ese deber es una virtud, la virtud de dar a cada uno lo suyo. Se trata de una
definición con palabras vulgares, salvo la variante «su derecho», si entendemos por
tal un tecnicismo, que por lo demás, es de lo más vulgar.

Lo que queremos decir con esto es que la definición común de justicia no es una
noción derivada de una corriente filosófica determinada -la hemos visto en boca de
aristotélicos, estoicos y escolásticos-, que en ella y en sus supuestos encuentre
explicación, no es conclusión teorética de unos principios filosóficos.

La justicia de dar a cada uno lo suyo es una realidad que solo podría desaparecer
si se alcanzase de hecho una sociedad totalmente colectivizada -todo de todos o
nada de nadie- en la que por no haber reparto de cosas -ni tan siquiera de funciones-
no existiría, ni en pequeña proporción, lo suyo de cada uno. Hipótesis por demás
quimérica, porque el reparto es constitucional al ser humano: al menos en la
alimentación, el vestido y el trabajo algún reparto existe necesariamente, aun en las
sociedades más colectivizadas.

Es también un hecho que el oficio de jurista está en relación directa e inseparable


con la justicia en su sentido primero y común. Lo hemos visto ya. La actividad del
jurista consiste en decir y declarar lo suyo de cada uno. Es esta la función primera
y vertebral del juez al dictar sentencia y tal es la función de cualquier jurista en
cuanto tal: decir lo que a cada uno corresponde en el reparto de bienes, cargas y
funciones. Tampoco la relación entre el oficio de jurista y la justicia de dar a cada
uno lo suyo es una teoría; es sencillamente un hecho.
Caracterización de la justicia

Una vez hemos visto la noción de justicia -la virtud de dar a cada uno lo suyo, su
derecho es el momento de exponer sus características fundamentales. La
experiencia jurídica, que es el objeto fundamental de la filosofía del derecho,
consiste en la realización vital del derecho. Estamos en uno de sus aspectos en el
mundo del cumplimiento de las normas; no es una institución o promulgación de
leyes el momento legislativo algo propio del oficio de jurista, sino del político, que
es quien hace las leyes.

Es precisamente en relación con este mundo del foro y del jurista, cuando aparece
la justicia: dar a cada uno su derecho, cumplir y satisfacer el derecho. En eso
consiste la justicia como algo directamente relacionado con el jurista.

La justicia se refiere siempre a derechos existentes, reales y concretos, a normas


vigentes. En este sentido, no hay distinción entre justicia ideal y justicia real. El ideal
de justicia es el cumplimiento y satisfacción de todo derecho, que es exactamente
la justicia real; lo contrario es injusticia. Para restablecer el orden social justo, se
requiere, por lo que atañe a los hombres, querer y saber: Por una parte, hace falta
saber, conocer cuáles son los derechos de cada uno, y, por otra, querer. Pues bien,
la justicia está en el orden del querer.

La justicia no pertenece al orden del saber, sino al orden del querer; pertenece al
apetito racional, que es la voluntad. Ni puede ser de otra manera, porque la justicia
dice relación al obrar, a la acción justa, como principio y motor de ella. Es, por lo
tanto, la justicia un hábito o virtud de la voluntad.

La justicia es la virtud del orden justo y, por lo tanto, del orden social. En este
sentido, es una virtud con finalidad social. Fundamentalmente se quiere decir que,
aunque es una virtud personal, su objetivo directo y, por lo tanto, la raíz de su
carácter virtuoso es la correcta relación de cada persona o institución con lo suyo.
El centro de interés: la acción justa

En relación con lo últimamente dicho cabe hacer las siguientes observaciones. La


ciencia o arte del jurista es una ciencia social, decíamos. Su finalidad superior es
aquel orden o armonía de la vida social -el orden justo- que consiste en que cada
cual tenga el uso y disfrute pacíficos de lo suyo. Y su fin propio y específico -su
objeto es lo suyo de cada uno, que es lo que dice y declara.

El jurista no se interesa, pues, directamente le interesa en todo caso como


presupuesto por la justicia en cuanto es virtud personal del hombre sino por sus
resultados: lo que le interesa es la acción justa o acción de dar a cada uno lo suyo.
La virtud de la justicia como tal solo importa a la filosofía jurídica, en cuanto sirve
para conocer la acción justa.

La fórmula de la acción justa

Interesa ahora, en orden a un mejor conocimiento de la acción justa, analizar la


fórmula con la que mejor se expresa: dar a cada uno lo suyo, que es una descripción
del acto justo. Sentido del verbo «dar». La acción justa o acto propio de la justicia
fue designada por los autores romanos como tribuere, lo cual traducimos en
castellano por «dar».

La expresión: «a cada uno». De acuerdo con la definición de justicia, la acción justa


se ordena a dar lo suyo a cada uno. Lo cual sirve para señalar una característica
del oficio de jurista. Aquello que es propio del jurista es lo que hemos llamado justicia
del caso concreto, por oposición a la justicia del político, que sería la justicia del bien
común o interés general (si es que tal justicia existe).

Esto quiere decir, cada uno se opone a conjunto o grupo. La justicia no mira
directamente a los grupos o conjuntos sino a cada una de las personas, singulares
o colectivas.
La acción justa como acto segundo

Por la propia definición de la justicia y de la acción justa se advierte un axioma


fundamental al que ya nos hemos referido- para entender esa virtud y esa acción.
Este axioma podemos enunciarlo así: la justicia y la acción justa siguen al derecho;
o también: el derecho preexiste a la justicia y a la acción justa.

El acto segundo quiere decir que la acción justa presupone el acto de constitución
del derecho, el cual, en relación con la justicia, aparece como acto primero o
antecedente.

La acción justa tiene lugar si y solo si existe un derecho que tiene que respetar, si
el titular tiene algo suyo, que hay que darle. Ya se dijo antes que el punto de partida
de la justicia es que las cosas están repartidas. El reparto es, pues, antecedente a
la acción justa.

Repartir los bienes y las cargas es, de suyo, un acto de dominio o potestad. Solo
quien tiene un dominio sobre los bienes puede repartirlos, haciendo que los bienes
divididos pasen a ser de otros. El reparto es un acto de dominio, porque es un acto
de traslación de dominio.

El reparto puede ser también un acto de potestad, como el reparto de cargas


tributarias o la atribución de penas a los delitos. Y es que la justicia no consiste en
repartir, sino en respetar el reparto. El reparto ya hecho es el presupuesto de la
justicia. Todo ello nos pone de relieve que si podemos hablar de la justicia con
relación a unos repartos y si existen reparos justos e injustos es porque a esos
repartos antecede el derecho, son repartos segundos.

Lo que no cabe es, en ausencia de un título positivo, invocar la justicia para un


reparto y, a la vez, negar el derecho natural. Esto es una inconsecuencia. La justicia
no es cuestión de ideas o ideales, sino cuestión de derecho realmente existente.
Conclusión

Creo que la Justicia es dar a cada uno lo suyo, lo que corresponde, pero que
en muchas ocasiones esto no pasa y eso tiene que ver con el Derecho. A veces
este es muy crudo, intenta ser lo más objetivo posible y en ese intento pierde un
poco la humanidad.

Cabe señalar que la justicia es una virtud superior al Derecho, ya que abarca otras
virtudes, como la religión y la piedad.

Por ultimo y no menos importante resaltar que una persona justa es la que realiza
el bien que le Impone la virtud de la justicia. Sin embargo, el Derecho
constantemente obliga a realizar actos justos con el silencio de la intención del
agente. Esto indica que hay una conexión entre el Derecho y al Idea de justicia,
debiendo ser la decisión la aplicación correcta de una norma.

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