Cuadernillo Historia Tercero
Cuadernillo Historia Tercero
Cuadernillo Historia Tercero
Nivel Secundario
Asignatura: HISTORIA
ALUMNO: ..............................................
Año: 2022
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1- LA SEGUNDA FASE DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Transportes y comunicaciones
El desarrollo que mejor representó esta transformación histórica fue la
evolución del ferrocarril, que en la época era considerado la máxima representación
del progreso mundial. Durante la segunda mitad del siglo XX, el ferrocarril se impuso
mundialmente como el transporte terrestre por excelencia.
Junto a la navegación a vapor y el telégrafo eléctrico, el ferrocarril hizo posible
la creación de la Unión Postal Universal (1874), un sistema mundial de comunicaciones
que facilitó la integración comercial de las diversas regiones del planeta. Con el
crecimiento de los transportes y las comunicaciones se logró el traslado masivo, rápido
y barato de bienes, personas y mensajes de un punto al otro del planeta.
La investigación tecnológica
Durante la segunda fase de la Revolución Industrial tomó gran importancia la
investigación de nuevas tecnologías, es decir, de procedimientos prácticos que
mejoraran las industrias y abarataran los costos de producción. Para que esto fuera
posible, los empresarios capitalistas y los gobiernos fomentaron estas actividades.
Además de la ayuda económica, los inventores dispusieron de normas que
protegían sus derechos, entre las que se encontraba la creación de oficinas de
patentes. En ellas, los inventores podían registrar sus inventos, de manera tal que se
reservaban su explotación comercial y podían iniciar acciones legales contra el que lo
hiciera sin su autorización.
El fomento de la investigación tecnológica dio lugar a innumerables inventos y
descubrimientos. En el área del transporte, además de los ferrocarriles, se
desarrollaron la navegación a vapor y nuevos medios de transporte, como el tranvía, el
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subterráneo y el automóvil. A comienzos del siglo XX se hicieron las primeras pruebas
con aviones.
Nuevas investigaciones sobre la electricidad se sumaron a las que se venían
realizando desde el siglo XVIII. En la década de 1870, algunas calles de París y Nueva
York contaban con iluminación por medio de lámparas de arco. A fines de esa década,
el inventor norteamericano Thomas Alva Edison creó la lámpara de filamento
incandescente, más económica y duradera que las anteriores.
Las comunicaciones tuvieron una gran expansión, especialmente a partir de la
invención del telégrafo. Desde la década de 1860, Europa y América se comunicaron
mediante cables telegráficos submarinos. También se inventaron el teléfono, el
fonógrafo, el cinematógrafo y la radio.
Entre los desarrollos más importantes de la industria química se hallaban la
producción de colorantes artificiales; medicamentos, como la aspirina; derivados del
petróleo, como el querosene, el gasoil y la nafta, y subproductos del petróleo, como el
caucho sintético, el plástico y las fibras sintéticas. Algunos de los inventos que
revolucionaron el mundo del trabajo y la vida cotidiana fueron la máquina de escribir,
la máquina de coser y la cámara fotográfica.
Muchas investigaciones de este período contribuyeron a mejorar las prácticas
médicas, por ejemplo: el uso del éter como anestésico, la operación del apéndice, el
tratamiento antiséptico de las heridas, el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis
y la invención de la vacuna antirrábica. Por el contrario, los nuevos inventos en la
industria bélica, como la ametralladora, el revólver y el tanque, fueron instrumentos al
servicio de la muerte y la destrucción.
La concentración industrial
Durante la etapa del capital financiero se produjo un proceso de concentración
económica, por el cual individuos adinerados o grupos de empresarios controlaron
empresas dedicadas a una misma actividad o a actividades diferentes. La
concentración podía darse en forma vertical (cuando el control se ejerce desde la
extracción de la materia prima hasta la comercialización del producto terminado), en
forma horizontal (cuando se controlan varias empresas de una misma actividad) o por
una combinación de ambas formas.
El primer tipo de concentración fue el pool o fondo común, por el cual un grupo
de inversionistas destinaba capitales a una actividad de alto riesgo, pero que suponía
posibles altas ganancias. Así sucedió con la construcción de los ferrocarriles europeos.
En Alemania se desarrolló el cártel, un acuerdo entre empresas de una misma
actividad para eliminar o evitar la competencia. En este caso, las empresas mantenían
su individualidad, pero se asociaban con fines monopólicos. Por ejemplo, los
empresarios alemanes que producían material ferroviario se asociaron para elevar los
precios de los ferrocarriles.
Con la misma tendencia a la monopolización, en los Estados Unidos surgió el
trust, una forma de concentración horizontal por la cual un grupo de empresas de una
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misma actividad se integra en una unidad, bajo la conducción de un directorio común.
Por ejemplo, en 1885 se conformó la American Telephone and Telegraph Company.
Otra forma de concentración, que muchas veces se combina con el trust y
utiliza sistemas de cartelización, es el holding. En esta forma, un empresario o un
grupo de inversores adquieren paquetes de acciones de distintas empresas, que
mantienen su propia administración, pero quedan controladas por el grupo inversor. En
los Estados Unidos, la familia Rockefeller llegó a dominar empresas de actividades
diferentes -en algunos casos, complementarias entre sí- dedicadas, por ejemplo, al
petróleo, las finanzas y la aviación.
Estos sistemas de concentración industrial favorecieron el desarrollo de
grandes grupos económicos que, mediante el control y la eliminación de la
competencia, se apoderaron del mercado. En la actualidad, la concentración económica
sigue siendo una característica del capitalismo mundial.
La producción en masa
Las grandes modificaciones operadas en la organización de la economía
industrial transformaron la manera de ordenar la producción y el trabajo. En este
sentido, las innovaciones estuvieron vinculadas con el empleo de nuevos métodos para
lograr un mejor aprovechamiento del tiempo en la fábrica y una utilización más
rentable de la mano de obra. Como resultado de ello surgió una nueva forma de
producción de bienes, llamada producción en masa.
El taylorismo
El primero en concebir las ventajas que podía proporcionar una modificación en
la forma de organización laboral fue el ingeniero Frederick Taylor (1856-1915), que
ideó un método de control del
trabajo al que denominó
“organización científica del trabajo”,
porque sostenía que las bases para
su funcionamiento eran de tipo
científico.
Taylor consideraba que los
hombres son perezosos por
naturaleza, de manera que para
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lograr mayores rendimientos no se podía dejarlos librados a que decidieran su ritmo
de trabajo. Por eso, se dedicó a observar los movimientos que hacían los trabajadores
y el tiempo que tardaban en elaborar un producto en la fábrica de acero donde
trabajaba.
A partir de esas observaciones, estableció un método que eliminaba todos los
movimientos inútiles o lentos, y los reemplazaba por movimientos rápidos, que
permitían utilizar mejor los materiales y las herramientas. Para lograr este objetivo
era fundamental el control de los tiempos de producción de cada operario.
Este control se realizaba por medio de un cronómetro para, así, ajustar la
actividad de los obreros a la velocidad que permitiesen las máquinas.
El fordismo
A principios del siglo XX, las empresas fabricaban automóviles para un público
reducido, de altos ingresos. Sin embargo, en 1903, el empresario norteamericano
Henry Ford (1863-1947) inició la Ford Motor Company, con la intención de fabricar
vehículos al alcance de todos los consumidores. Durante años, Ford y sus ingenieros
desarrollaron diferentes modelos, entre los que se destacaron el Ford-A y el Ford-N,
el primer auto pequeño del mercado.
En 1908, la empresa presentó un nuevo diseño: el Ford-T, que revolucionó el
mercado por su utilidad.
En 1913, para aumentar la producción de su modelo T, Ford introdujo un método
de trabajo de mayor especialización que el de Taylor: la cadena de montaje. Por
medio de este sistema se elaboraba un producto en una línea móvil en la que cada
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obrero permanecía en su puesto y realizaba una parte del trabajo. Esta innovación
aceleraba los ritmos de producción, aumentaba la oferta de productos y disminuía su
precio de venta. Ford incrementó los salarios de los trabajadores, de su empresa para
integrarlos al mercado como consumidores. Ford sostenía que la incorporación de los
trabajadores al mercado reduciría la protesta social. Prontamente, su método se
extendió a otras actividades en todo el mundo.
3- EL IMPERIALISMO
La crisis económica
En 1873 entró en crisis la gran expansión capitalista que se había iniciado
durante la segunda fase de la Revolución Industrial. Esta crisis, conocida como la
“GRAN DEPRESIÓN”, se extendió hasta 1896 y produjo importantes cambios en el
capitalismo liberal hasta entonces vigente.
Como ya vieron en los temas anteriores, la expansión capitalista del siglo XIX se
basó en una división internacional del trabajo según la cual algunas regiones del mundo
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(por ejemplo, África) se incorporaron al mercado como proveedoras de materias
primas y alimentos, mientras que otras (los países industrializados de Europa, los
Estados Unidos y el Japón) se especializaron en la producción industrial. De este
modo, aumentó considerablemente la oferta de productos agrícolas en el mercado
mundial, por lo que bajaron los precios internacionales de esos bienes.
Esta situación perjudicó a los productores agrícolas europeos, cuyos costos de
producción eran más elevados que los de las regiones de América Latina con las que
competían. Por eso, exigieron a sus gobiernos que tomaran medidas proteccionistas, es
decir que controlaran las importaciones y abandonaran las prácticas liberales del
período anterior.
La crisis también se manifestó en la industria, ya que el surgimiento de nuevos
países industriales y el crecimiento de las nuevas industrias pusieron en circulación
una gran cantidad de bienes elaborados, que no podían ser absorbidos por los
mercados. Como consecuencia disminuyeron los precios de este tipo de bienes, lo que
afectó a los empresarios, quienes redujeron sus ganancias o utilidades. Al igual que los
productores agrícolas, los industriales pidieron medidas proteccionistas.
El proteccionismo
Los sectores afectados por la crisis presionaron a los gobiernos para que
tomaran medidas proteccionistas. Estos reclamos fueron expresados por las cámaras
o asociaciones empresarias y los partidos políticos que representaban a los
terratenientes e industriales.
El pedido de proteccionismo significaba un notable cambio en relación con las
prácticas de libre circulación de productos y capitales existentes hasta entonces,
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sobre todo en Europa. Esto se debía a que, al aumentar el comercio mundial, la
competencia con otros productores perjudicaba los intereses de las economías
industriales.
La mayoría de los gobiernos europeos aplicó políticas proteccionistas, mediante
el establecimiento de fuertes aranceles aduaneros a la importación de alimentos,
materias primas y bienes industriales que también eran producidos en sus países. Al
aumentar los aranceles aduaneros, subía el precio de los bienes importados, que, así,
perdían competitividad en el mercado local. Los efectos de estas medidas fueron
diferentes según los países. Por ejemplo, en Francia favorecieron a los campesinos
medianos y pequeños, que eran parte importante del electorado. En cambio, en
Alemania beneficiaron a los terratenientes o junkers, que constituían un importante
apoyo a la política del canciller Bismarck.
Sin embargo, el proteccionismo se limitó a los bienes de consumo y no afectó la
circulación de capitales. Por el contrario, en este período los países industrializados o
centrales aumentaron sus inversiones en las áreas no industrializadas o periféricas.
El único país europeo que no aplicó medidas proteccionistas fue Gran Bretaña,
debido a que necesitaba importar alimentos y materias primas que no producía o le
eran insuficientes y, a la vez, porque los sectores de mayor poder en su economía eran
las compañías comerciales, financieras y de transporte, que dependían del comercio
internacional.
El imperialismo informal
El imperialismo informal o neocolonial es la influencia y el predominio que
ejerce una potencia sobre un país en términos económicos, sociales y culturales. En
este caso, el país dominado es políticamente independiente pero el país dominante
condiciona sus decisiones económicas. La potencia es la principal compradora de los
bienes que produce el país dominado o, a través de sus inversiones de capital o la
presencia de sus empresas, controla una o más actividades económicas claves. Por
ejemplo, a fines del siglo XIX, Gran Bretaña mantenía relaciones comerciales y
realizaba inversiones de capital en países latinoamericanos, como la Argentina y el
Uruguay. También existe imperialismo informal cuando un país impone sus valores
culturales a otro, por ejemplo: la influencia que comenzaron a ejercer los Estados
Unidos en distintos países, sobre todo en América latina, a través de los medios de
comunicación y la publicidad.
Esta forma de imperialismo, al igual que el imperialismo formal, se
fundamentaba en relaciones comerciales desiguales. Mientras que los países centrales
exportaban bienes industriales (productos de consumo y maquinarias), capitales
financieros y servicios, los países bajo dominación imperialista vendían bienes
primarios (materias primas, alimentos, combustibles y metales preciosos), de valor
relativo mucho menor.
Países semicoloniales
Además de los enclaves, hubo países que, como resultado de guerras o de
presiones económicas, otorgaron al Estado de una o varias potencias imperialistas la
administración soberana de un territorio o el manejo de áreas clave de su economía, o
les reconocieron facultades para intervenir en sus asuntos internos.
Se trataba de situaciones semicoloniales, ya que si bien esos países eran
formalmente independientes, constituían casi colonias de las potencias a las que
habían cedido, en forma total o parcial, esos poderes. Entre otros casos, esa era la
situación de China, de Persia y del Imperio Otomano desde fines del siglo XIX y, en
América latina, la de Cuba entre 1898 y 1934.
La República conservadora
El sistema político que se consolidó a partir de 1880 es conocido como “régimen
conservador”. Sus bases fueron la autoridad y el orden, entendidos por los
gobernantes como requisitos para el ejercicio de la libertad y un seguro progreso
económico. Las ideas de democracia y de ciudadanía tenían un alcance limitado dentro
de este régimen. En él, los hombres que ejercían funciones dentro del Estado eran
quienes “entendían sobre política” y tenían una “opinión pública sana”. Ellos integraban
una clase gobernante que monopolizaba los cargos públicos.
Esta élite gobernante se aseguró la sucesión en el poder por medio de una
práctica política que fue denominada “acuerdo”. La política del acuerdo permitía
“digitar” los nombres de los candidatos a ocupar cargos gubernamentales a nivel
nacional o provincial. Esto lo hacían mediante un sistema de negociaciones que incluía
recompensas y sanciones entre quienes se consideraban capacitados para ejercer el
poder. Además, la manipulación del sistema electoral mediante fraude les garantizaba
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la elección de los candidatos oficiales. Ello era posible porque en esa época la
actividad política se encontraba alejada de la gran mayoría de la población, que no se
interesaba en ir a votar.
“Paz y administración”
El tucumano Julio Argentino Roca asumió la presidencia de la Nación el 12 de
octubre de 1880. Su llegada al poder fue considerada un triunfo de las fuerzas
políticas del interior del país -agrupadas en torno al Partido Autonomista Nacional
(PAN) y a la Liga de Gobernadores- sobre el autonomismo porteño, que había sido
derrotado en la llamada “Revolución de 1880”.
El presidente Roca era un militar hábil e inteligente que había ganado popularidad y
prestigio debido a su actuación en la Conquista del desierto. Por esta razón, la gente
se acostumbró a llamarlo “el zorro”. Su gobierno se basó en el lema “paz y
administración”, que hacía referencia a la intención de dar impulso a la prosperidad y
al progreso sobre cualquier otra cuestión. De hecho, durante su mandato no se
produjeron revueltas armadas ni conflictos importantes en las provincias.
La Generación del 80
Se llama “Generación del 80” a un grupo de intelectuales muy vinculados al
poder que se encargaron de darle un soporte ideológico a la ejecución, llevada a cabo
por Roca y por sus sucesores, de gran parte del programa político proyectado por la
generación anterior (Sarmiento y Alberdi, entre otros).
¿Dónde se formaron estos hombres? Algunos estudiaron en la Universidad de
Córdoba y otros en la de Buenos Aires. Allí aprendieron principalmente Derecho
Constitucional y Economía Política. Tenían ideas liberales y estaban orgullosos de ser
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argentinos por encima de las identidades provincianas. El escenario de sus acciones
políticas, sociales y culturales era fundamentalmente Buenos Aires, aunque realizaban
viajes a Europa en forma permanente.
A comienzos de la década de 1880, el país estaba unido y pacificado. Además,
los grandes problemas institucionales se habían resuelto y el crecimiento económico
comenzaba a responder a las expectativas que había generado la inserción de la
Argentina en el mercado mundial como exportadora de materias primas y de
alimentos. En este contexto, los hombres de la Generación del 80 creyeron que su
misión consistía en impulsar la profundización y la intensificación de los rumbos
políticos y económicos que se habían establecido veinte años atrás.
El pensamiento económico
Los miembros de la Generación del 80 defendieron la integración plena de la
Argentina en el mercado mundial y concibieron a la inmigración masiva como un
poderoso agente de cambio social y cultural (pero no político). Asimismo, sostuvieron
que la importación de capitales extranjeros era necesaria para desarrollar la
agricultura, la ganadería, la industria y para posibilitar la modernización del sistema
de transportes.
El liberalismo económico que adoptaron estos hombres los llevó a proponer
medidas destinadas a eliminar los obstáculos que para ellos frenaban el desarrollo
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pleno del país. Algunos de esos obstáculos eran la excesiva influencia de la Iglesia, la
fragmentación monetaria, la falta de un adecuado puerto de ultramar, etc.
5- EL MODELO AGROEXPORTADOR
Las transformaciones
A partir de la implementación del modelo agro-exportador, la Argentina
comenzó a vender al exterior trigo, maíz, lino, cueros, lana y carne vacuna congelada.
La concentración de la producción en Buenos Aires, centro y sur de Santa Fe, sur de
Córdoba y Entre Ríos transformó el mapa económico del país. El tendido de redes
ferroviarias fue necesario para que las cosechas llegaran a los puertos. El ferrocarril
estableció nuevos vínculos entre las regiones y favoreció a algunas producciones
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locales orientadas al mercado interno, como la vitivinicultura en Cuyo o la producción
azucarera en Tucumán.
6- LA INMIGRACIÓN
Inmigración y urbanización
Las ciudades crecieron aceleradamente como consecuencia de la llegada de los
inmigrantes. De inmediato se manifestaron los problemas que ese crecimiento
generaba: escasez de servicios básicos y, principalmente, de viviendas. En Buenos
Aires, en principio los inmigrantes se concentraban en los barrios próximos a la actual
Plaza de Mayo o en el barrio sur (actuales Montserrat y San Telmo), cerca de sus
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lugares de trabajo. Así, estas zonas de la ciudad, las más antiguas, se poblaron de
conventillos. El conventillo era una casa colectiva, habitada por numerosas familias y
personas solas. Cada familia ocupaba una habitación y compartía el baño y la cocina con
el resto. El hacinamiento y el deficiente estado de la salubridad fueron las
características principales de este tipo de viviendas. Para los propietarios de estas
casas, el alquiler de las habitaciones era un negocio muy lucrativo.
Sin embargo, a fines del siglo XIX, comenzó un cambio. La instalación de los
tranvías eléctricos, baratos y cómodos, facilitó la integración de las zonas de la ciudad
escasamente ocupadas, que comenzaron a lotearse. En la ciudad de Buenos Aires, el
tranvía unió el casco antiguo con los nuevos barrios de Almagro, Caballito, Villa Crespo,
Colegiales y Belgrano. El ferrocarril también llegó a los barrios y a zonas aledañas del
Gran Buenos Aires, donde crecieron nuevos centros urbanos. Por otra parte, mejoró la
situación de muchos inmigrantes, que tuvieron ingresos regulares y pudieron ahorrar,
lo que les permitió comenzar a construir su casa. La venta de lotes de tierras en
cuotas módicas se combinó con la mejora de los transportes. Si los barrios nuevos
estaban alejados, las cuotas eran más baratas y los plazos de pago, más largos.
La ampliación del área urbana se caracterizó, entonces, por el acceso de los
sectores populares a la vivienda propia y, paralelamente, los lugares de trabajo se
separaron de aquellos que servían de vivienda a los trabajadores. Así surgieron los
barrios, cuyos habitantes tenían orígenes y ocupaciones diversas.
En los nuevos barrios vivían pequeños comerciantes, obreros, empleados
estatales, empleados de empresas ferroviarias, maestros, comerciantes y médicos. La
sociabilidad se organizó a través de lugares de encuentro como los cafés, la sociedad
de fomento, la biblioteca popular o el club social y deportivo.
El problema de la Nación
Otra consecuencia de la modernización se planteó en relación con la cuestión
nacional, con la llegada masiva de inmigrantes que originó una sociedad nueva. La elite
gobernante se propuso “argentinizar” a los extranjeros y a sus hijos, es decir,
inculcarles aquellos valores y principios que el Estado proponía como legítimos. La
nueva sociedad comenzó a preocupar a los dirigentes políticos no sólo por su escasa o
nula integración al Estado, sino por el peligro potencial que representaban las
“colonias” extranjeras en un mundo en el que las potencias imperialistas buscaban
excusas para dominar a los países periféricos. Las dos herramientas que utilizó el
Estado fueron: la Ley de Educación Primaria gratuita, laica y obligatoria o Ley 1420
por la cual la clase dirigente se hacía responsable de educar gratuitamente a todos los
niños que vivieran en Argentina. Esta ley facilitó la alfabetización de generaciones de
hombres y mujeres y se logró así la tasa más baja de analfabetos de América Latina.
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El Estado construyó los Colegios nacionales, que debían servir para el ingreso en las
universidades y para formar personal capacitado para la administración pública; y las
Escuelas normales que formaron maestros de excelente nivel, aptos para sustentar el
vasto proyecto educativo. El otro instrumento fue la sanción de la Ley 4031, que
estableció el servicio militar obligatorio para los varones argentinos de veinte años.
Este nuevo reclutamiento creó una base amplia y siempre renovada de soldados y
también permitió el desarrollo de una instrucción militar por la cual los reclutas
aprendían lecciones básicas de historia argentina y los símbolos patrios.
La “cuestión social”
Por entonces se instaló entre la elite dirigente la preocupación por los efectos
sociales de la expansión económica. La “cuestión social” expresaba tanto el problema
de la creciente conflictividad social y el de las deficientes condiciones de vida de los
trabajadores, como así también la necesidad de proponer soluciones desde el Estado.
Esta preocupación se manifestó en las interpretaciones sobre los cambios
sociales, influidas por las ideas positivistas que se formularon alrededor de 1910. Una
idea característica de la época fue la de las “masas” o “multitudes”, y los problemas
que causaba su irrupción entre las elites. De acuerdo con estas concepciones, que
tenían base en el darwinismo social, la irrupción de las “masas” era una enfermedad o
falla en el funcionamiento del organismo social que debía ser curada o extirpada de
raíz. Estas actitudes estarán presentes en las políticas con las que el Estado
enfrentará los conflictos sociales. En algunos casos, el Estado tuvo una actitud dura
que se manifestó en la acción represiva de las fuerzas policiales contra los reclamos
de los trabajadores, considerados ilegítimos. En 1902, como consecuencia de la huelga
general convocada por la FORA, el Congreso sancionó la ley de Residencia o ley Cané,
que autorizaba la expulsión del país de los extranjeros considerados “indeseables”.
Esto permitió la deportación de dirigentes y activistas extranjeros. En 1909, un
anarquista asesinó al jefe de Policía y en 1910 se realizó otra importante huelga
general. El Congreso sancionó entonces la ley de Defensa Social, que posibilitaba el
arresto preventivo de sospechosos de anarquismo.
Desde otros sectores del gobierno se impulsaron proyectos de reforma para
reconocer la legitimidad de la protesta y darle una canalización institucional. También
en 1902 se creó el Departamento Nacional del Trabajo para estudiar las cuestiones
obreras y, poco después, se proyectó un Código del Trabajo, que reconocía la
existencia de las organizaciones sindicales. Aunque este código no fue aprobado, su
proyecto marcó el inicio de una política reformista, que también buscaba introducir
cambios importantes en el sistema político.
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La Argentina del Centenario
En 1910, el país se preparaba para la celebración del Centenario de la Revolución
de Mayo. Las clases dirigentes vieron en esta conmemoración un momento único para
dar a conocer al mundo el éxito que la Argentina había alcanzado gracias a su inserción
en la economía mundial. Los festejos se realizaron bajo la presidencia de José
Figueroa Alcorta (1906-1910) y más de cincuenta naciones enviaron representantes al
evento. Buenos Aires celebró con exposiciones, conciertos, inauguración de
monumentos y realización de grandes desfiles con la presencia de distinguidos
visitantes del exterior, como el primer ministro de Francia, Georges Clemenceau, y la
infanta de España, doña Isabel, que siguieron esos eventos desde el palco presidencial.
La Argentina del Centenario miraba hacia Europa y desconfiaba de sus vecinos
latinoamericanos. En este contexto, el gobierno ordenó la construcción de dos
acorazados debido a tensiones con Brasil. También durante esta época cobraron
fuerza las opiniones de quienes pretendían imponer a la Argentina como líder en
América del Sur. A la vez, existía en el país un pensamiento de fuerte contenido
antinorteamericano, que insistía en una alianza con Europa para contrarrestar la
intervención de los Estados Unidos.
Si bien para el Centenario la movilidad social aumentó, esto no afectó demasiado
las estructuras socioeconómicas, pues la oligarquía mantenía el control político y
económico. Sin embargo, el país ya no era el de los inmigrantes extranjeros de fines
del siglo XIX, sino que ahora se sumaban sus hijos, que para ese entonces tenían entre
20 y 25 años. Estos nuevos sectores sociales (médicos, abogados, ingenieros, etc.)
buscaban mejorar su situación económica y reclamaban participación política.
Pánico
La proliferación de billetes y de bonos públicos (préstamos del mercado interno
al gobierno) llevaron al pánico que se desencadenó hacia mediados de 1890. El pánico
es una variable psicológica que en una crisis se convierte en una variable económica.
Cuando estalló el pánico, todos corrieron a canjear sus billetes depreciados, sus bonos
o sus acciones; la sobreoferta bajó aún más el precio de los mismos.
Según la ley de oferta y demanda, a mayor oferta, baja el precio; a menor
oferta, sube el precio; a mayor demanda, sube el precio, y así sucesivamente. (Cuando
abundan los tomates baja su precio, cuando escasean, sube). El dinero es una
mercadería como cualquier otra; el valor del peso se mide en oro (hoy en dólares).
Crisis política
Como es habitual, la crisis económica llevó a la crisis política la que pocos
gobiernos sobreviven indemnes. En este caso, la Revolución del Parque organizada por
la Unión Cívica, provocó la caída del presidente y su reemplazo por el vicepresidente
Carlos Pellegrini, en agosto de 1890.
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La Unión Cívica
La política oligárquica de Juárez Celman había ido unificando a la oposición de la
pequeña, mediana y alta burguesía; las clases obreras se encontraban ausentes de este
movimiento, comenzando huelgas en contra de la carestía de la vida, la desvalorización
del peso y las abrumadoras jornadas de trabajo. A las reuniones en contra del
juarismo asistían algunos grandes estancieros (como Pereyra Iraola o Anchorena) que
se sentían identificados con las denuncias efectuadas por Aristóbulo del Valle (que
representaba a sectores ganaderos, algunos ex republicanos, no roquistas) y Leandro
N. Alem (que era el portavoz de la pequeña burguesía urbana y estaba respaldado por
orilleros). También había otros opositores: los grupos católicos, contrapuestos a la
política laicista y los mitristas.
Un grupo de avanzada, constituido por jóvenes universitarios y profesionales,
formó la Unión Cívica de la Juventud con un mitin en el Jardín Florida (calles Florida y
Córdoba) en septiembre de 1889. En menos de un año pudieron juntar en un acto más
de diez mil adherentes (según algunas fuentes, al desfile concurrieron unas 30.000
personas), y el 13 de abril de 1890 se constituyó la Unión Cívica como partido político
moderno. Quitaron "de la Juventud", formando una junta consultiva con algunos
personajes famosos, entre los que se contaban Mitre, Bernardo de Irigoyen y Vicente
Fidel López, una junta ejecutiva presidida por Leandro N. Alem, y una de propaganda,
con Luis Sáenz Peña. Querían sufragio sin fraudes ni violencias, verdadera autonomía
para las provincias, plena vigencia de la Constitución. Como sabían que con este
gobierno sus objetivos nunca se cumplirían, se dedicaron a conspirar contra él. La
crisis económica que se desató precipitó el desencadenamiento de la revolución.
A comienzos del siglo XX, Rusia era un imperio muy extenso gobernado por un
emperador llamado zar y habitado por múltiples nacionalidades (polacos, lituanos,
estonios, ucranianos, armenios, etc.). Hasta fines del siglo XIX había sido un país
atrasado en relación con las potencias europeas de la época, ya que su industrialización
se limitaba a algunas regiones y la mayoría de la población estaba formada por
campesinos. Una nobleza hereditaria gozaba de privilegios bajo el amparo del zar, y,
como consecuencia de la industrialización que Rusia, comenzó a fomentar a partir de la
década de 1890, se consolidó, además, una burguesía y una creciente clase obrera.
El régimen zarista era una autocracia que se basaba en un sistema de represión que
imponía la cárcel, el exilio o la muerte a sus opositores.
La oposición
Existían varios motivos de resistencia al régimen de los zares. Por un lado, el
descontento de los pueblos sometidos que no aceptaban la política de “rusificación”, es
decir, de imposición de la lengua y la cultura rusas, llevada a cabo por el gobierno
zarista. Además, el zarismo fomentó los pogromos o matanzas generalizadas de
pobladores judíos, que llevaron a que muchos judíos rusos emigraran hacia América.
Por otro lado, crecía el conflicto social. Los campesinos se hallaban acosados por
la miseria, los altos impuestos, los bajos precios de la producción agrícola y la pérdida
de mano de obra, debido a que muchos hombres jóvenes eran reclutados como
soldados. La clase obrera, mal paga y con malas condiciones de vida, se fue
convirtiendo en una gran fuerza de resistencia al régimen zarista. Los trabajadores
adhirieron a ideas socialistas y organizaron sindicatos.
En 1898 los marxistas organizaron el Partido Socialdemócrata Ruso de los
Trabajadores. Por diferencias políticas entre sus integrantes, en 1903 este partido
se dividió en dos líneas: los mencheviques, de tendencia socialista moderada, y los
bolcheviques, de principios revolucionarios, cuyo principal dirigente era Vladimir Ilich
Lenin.
La revolución bolchevique
Después de la abdicación del zar, se formó un gobierno provisional de tendencia
moderada. Al mismo tiempo, comenzaron a reunirse los soviets, asambleas de obreros,
campesinos y soldados, que habían surgido durante los sucesos de 1905. Estas
asambleas reclamaban la firma de la paz, ya que consideraban la guerra como el
principal obstáculo para superar la situación socioeconómica del país. Este reclamo fue
alentado por los bolcheviques, cuyos principales dirigentes regresaron del exilio a
partir de abril de 1917.
El clima de protesta se extendió a todo el país. En las ciudades, los obreros
organizaron comités de fábricas y exigieron subas de salarios y la jornada laboral de
ocho horas. En las áreas rurales, los campesinos se levantaron contra los
terratenientes, asaltaron sus casas y tomaron bajo su control tierras privadas y
estatales.
La situación del gobierno provisional empeoró a partir del fracaso de una
ofensiva en el frente oriental que contribuyó al aumento de las deserciones en el
ejército ruso. En julio, el gobierno quedó a cargo de Alejandro Kerenski, un abogado
reformista. Kerenski intentó asumir una posición conciliadora entre las distintas
fuerzas políticas, pero su credibilidad disminuyó cuando el general Kornilov,
comandante en jefe del ejército, intentó un golpe de Estado. La rápida reacción de los
trabajadores contra el golpe, mediante la formación de milicias obreras llamadas
“guardias rojas”, favoreció a los bolcheviques. Esta fuerza política apareció ante la
opinión pública como el único partido que podía encabezar una insurrección armada. En
los meses siguientes, los bolcheviques consiguieron la mayoría en los soviets de
Petrogrado y Moscú, y bajo el lema “paz, pan y tierra” se prepararon para la
revolución. El 24 de octubre del viejo calendario ruso (6 de noviembre de 1917, en el
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calendario usado en Occidente), las fuerzas del comité militar-revolucionario de los
soviets, dirigidas por León Trotsky, tomaron las estaciones de ferrocarril y las
oficinas de telégrafo, bloquearon los puentes y rodearon el Palacio de Invierno, sede
del gobierno provisional. Al día siguiente, las guardias rojas tomaron el Palacio y se
apoderaron del gobierno. El Congreso de los Soviets dispuso la inmediata firma de la
paz y la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo, dirigido por Lenin, que fue el
primer órgano ejecutivo del gobierno de la revolución. Así comenzaba el primer
Estado comunista de la historia.
La minoría en el Congreso
Yrigoyen llegó al gobierno pero no al poder, ya que respetó al Congreso que le
era adverso. En 1916 sólo había cuarenta y cinco diputados radicales contra setenta
opositores, y cuatro senadores contra veintiséis. Si bien aumentó la proporción de
radicales en las elecciones para diputados de los años siguientes, tuvo la oposición del
Senado, y sin ambas cámaras no se podían sancionar leyes. Sabiendo que el gobierno
radical con pocos fondos estaría limitado, el Congreso dominado por conservadores le
negó dinero para proporcionar créditos a los agricultores, e incluso hubo años en que
directamente no se aprobó el presupuesto anual; Yrigoyen se tuvo que arreglar
utilizando el dinero por simple resolución del gabinete. De los 89 proyectos de ley
elevados al Congreso en su primera presidencia, sólo fueron aprobados 26, algunos
tras mucha insistencia, otros eran asuntos no tan importantes para su política. Es por
43
ello que afirmaba que a su gobierno deberían juzgarlo no sólo por los hechos sino
también por las intenciones.
Gobierno de Yrigoyen
-Reformista
-Respeto a los -Banco Hipotecario -Reparación
-Dialoguista
pueblos no a -Arbitraje Agrícola. cultural -Democratización
los gobiernos -Represiva -Préstamos a colonos de las Universidades
-Rescate de tierras
-Neutralidad ante la
públicas.
Primera
-Ley de Arrendamientos
Guerra Mundial
-Semana Trágica
-Patagonia Rebelde
-Autonomía y Autarquía Universitaria
-Apertura Educativa
-Libertad y Concurso de Cátedra
-Gratuidad
-Gobierno Colegiado
La política agraria
Yrigoyen había contado con los votos de los colonos, y trató de satisfacer sus
reclamos solicitando fondos para programas de colonización en tierras del Estado, así
como también un banco del Estado que ayudara a resolver los problemas de los
agricultores, pero dijimos que no contó con el aval del Congreso para los créditos. Lo
más importante en este sentido fue la creación en 1920 de un Banco Hipotecario
Agrícola, a fin de que los colonos pudieran adquirir, a través de préstamos, campos en
los territorios nacionales. Entre los objetivos que se había propuesto Yrigoyen
estaban: Detener la dilapidación de la tierra pública. Proceder al rescate de la que
había sido ilegítimamente enajenada y defender del despojo, en todo el país, al
productor de las pequeñas explotaciones.
Es decir que frenó la entrega indiscriminada de las tierras públicas a grandes
terratenientes y recuperó millones de hectáreas que no habían sido vendidas
correctamente (la mayoría situadas en la Patagonia), a través de un decreto donde se
establecía la caducidad de las concesiones violatorias de la ley. Además, dispuso el
estudio agronómico de la tierra, para que el gobierno conociera la calidad y
características de la tierra pública.
Pero vimos que el gobierno no pudo satisfacer inmediatamente a los colonos, y
la situación era difícil para ellos. Durante la Primera Guerra Mundial disminuyeron los
pedidos de cereales y aumentaron los de carne, por lo que casi la mitad de la tierra
destinada a cereales fue dedicada a los alfalfares (para alimento vacuno). Muchos
campesinos debieron emigrar a las ciudades.
En 1919 la Federación Agraria encabeza una huelga en la zona maicera, por los
bajos precios y un gran excedente, pidiendo la rebaja en los arrendamientos y la
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división de la tierra. Entre los huelguistas había jornaleros anarquistas, y chacareros
que no lo eran. La fuerte represión del gobierno se desató con la excusa de que eran
comunistas, pero después de esto el Congreso sancionó en 1921 una Ley de
Arrendamientos que tenía en cuenta la mayoría de los reclamos de los colonos.
La política indígena
Al tratar de hacer una política novedosa, dirigida a los sectores sociales
tradicionalmente marginados, también los indígenas fueron tenidos en cuenta. Se
fomentó la explotación de sus productos textiles, se habló de la "reparación cultural",
y en el Código de Trabajo presentado en 1921 se protegía el trabajo indígena, víctima
de numerosos abusos, y se establecía que no se debería hacer ninguna diferencia
entre los trabajos del indio y el de los restantes obreros. Sin embargo, hemos visto
que el Código de Trabajo no fue aprobado; el proyecto específico con relación a las
comunidades indígenas fue vuelto a presentar en 1927, señalándose los padecimientos
que sufrían los indios" explotados por empresarios sin escrúpulos que aprovechan su
trabajo sin darles otra paga que la de unos cuantos litros de alcohol y de las mujeres,
sometidas a la trata de blancas. Tampoco fue aprobado.
La Reforma Universitaria
En 1918 había tres universidades nacionales (Buenos Aires, Córdoba y La Plata),
y dos provinciales, que entre 1920 y 1922 pasarían a ser nacionales: la de Tucumán y la
del Litoral. A principios de siglo se habían fundado los primeros centros de
estudiantes en la Universidad de Buenos Aires: en Medicina (1900), en Ingeniería
(1903) y en Derecho (1905); La FUA (Federación Universitaria Argentina) se concretó
en 1918, nucleando a las distintas federaciones y organizaciones estudiantiles de las
diferentes universidades.
El movimiento estudiantil reformista surgió en Córdoba en junio de 1918, y se
expandió a otras universidades argentinas y latinoamericanas. Comenzó reclamando la
participación estudiantil en la vida universitaria, haciendo del estudiante el centro del
acto educativo e integrándolo en el funcionamiento y gobierno de la universidad.
Reivindicó la autonomía universitaria, el derecho a darse su propio gobierno y a regular
su funcionamiento. Su objetivo fue abrir la enseñanza a las distintas tendencias,
aceptando a todos los pensadores que tuvieran autoridad moral o intelectual para
enseñar en sus aulas; propugnaban, por consiguiente, la libertad de cátedra, la
asistencia libre, la docencia libre, la periodicidad de la cátedra, los concursos para la
distribución de cargos, la publicidad de los actos universitarios, la gratuidad de la
enseñanza, los seminarios y formas de enseñanza donde el estudiantado tuviera
47
posibilidad de intervenir positivamente, y la extensión cultural por fuera de la
estructura universitaria. En suma, la democratización de la enseñanza universitaria
El Congreso de Reforma Universitaria se llevó a cabo un mes más tarde, en un
ambiente convulsionado por la actividad estudiantil, sancionando las bases del gobierno
democrático de las universidades, con la participación de todos los profesores,
estudiantes y graduados.
El gobierno radical apoyó a los estudiantes, y luego implementó estas reformas
en las otras universidades nacionales.
La Política Exterior
La hegemonía europea de comienzos de siglo había dado a la Argentina la
seguridad de lo conocido y previsible; la Primera Guerra y la posguerra plantearon una
situación inquietante: el cambio de los esquemas de referencia. Muchos pensaron que
una vez terminado el conflicto todo volvería a ser como antes; pero ciertamente no lo
fue.
La expansión económica vertiginosa de los Estados Unidos extendió su bienestar
a aliados y amigos. Mientras tanto, la crisis profunda y prolongada de los perdedores
mostraba el precio que se pagaba por desafiar a las viejas potencias. A poco andar, las
reacciones nacionalistas en Italia y Alemania reivindicaron en exceso los derechos que
reclamaban.
Los países americanos oscilaban entre alinearse con el poderoso vecino del
Norte, mantener los tradicionales vínculos con una Europa debilitada o mirar hacia
adentro del continente, sin involucrarse demasiado en las pulseadas de las grandes
potencias.
El último presidente del PAN, Victorino de la Plaza, declaró la neutralidad
argentina frente al estallido de la Primera Guerra Mundial (1914- 1918). Como neutral,
el país siguió abasteciendo a los europeos de materias primas como lo hacía antes del
estallido.
Cuando Hipólito Yrigoyen asumió el gobierno en 1916, la guerra estaba en la
etapa de las trincheras del desgaste, de la inmovilidad de los frentes; las fuerzas de
los contendientes estaban equilibradas y ninguno lograba forzar al otro a abandonar
posiciones. Para la Entente -los ingleses en particular- el abastecimiento de cereales y
carnes argentinas era vital. Para los imperios centrales, los alemanes principalmente,
aislar a Gran Bretaña de ese abastecimiento era también vital; por eso, el cerco
formaba parte de su estrategia y le dedicaban los esfuerzos de su flota; los
submarinos se destacaron en esas acciones.
48
De acuerdo con el análisis radical, el país debía adherir a la “neutralidad", no
debía involucrarse en las luchas de las potencias, ya que, en los hechos, era mero
espectador inconsulto.
En consecuencia, el gobierno debía resguardar los intereses argentinos,
continuar con el comercio de exportación del cual vivía el país y limitarse a esperar el
resultado del conflicto, sobre el cual no tenía influencia. O sea, en lo económico, debía
proteger los intereses nacionales y en lo político, atenerse a sus principios.
Esta posición fue puesta en jaque cuando el Monte Protegido y las
embarcaciones Oriana y Toro, cargados con suministros y bajo bandera argentina,
fueron hundidos por submarinos alemanes (1917). La prensa y distintas instituciones
presionaron fuertemente para que se declarara la guerra a Alemania. Yrigoyen
mantuvo la neutralidad con firmeza y pidió satisfacciones a Alemania. A sus críticos -
Lugones, entre ellos- les respondió que su política era coherente, ya que cuando Gran
Bretaña hundió el Presidente Mitre, el país había aceptado sus excusas. Poco después,
el gobierno alemán pagó una indemnización por los daños causados y más tarde
desagravió a la bandera argentina, según lo requerido.
Finalizada la guerra, los países vencedores acordaron proveer los medios para
que acontecimientos tan destructivos para los hombres y la civilización no se
repitieran. Uno de los Catorce Puntos del Presidente Wilson, de Estados Unidos,
proponía la formación de una "sociedad general de naciones […] con la finalidad de
establecer garantías mutuas de independencia política e integridad territorial para los
estados grandes y pequeños por igual". Para dar cumplimiento a tan alto fin se convocó
a una convención en Ginebra, en 1920.
La delegación argentina estuvo presidida por Honorio Pueyrredón; también
asistió Marcelo T. de Alvear, embajador en París. Una vez en Ginebra, se informaron
que la Sociedad excluía a los vencidos; sólo estaría integrada por los vencedores de la
guerra y los neutrales, pero estos últimos con menores derechos ya que los
vencedores tendrían poder de veto en las decisiones del organismo.
Yrigoyen sostuvo el principio de la igualdad de los estados; como no fue
aceptado, ordenó el retiro de la delegación, a pesar de la oposición de Alvear. La
posición argentina quedó fijada en una nota que se leyó el 6 de diciembre de 1920 en
la Asamblea. A partir de ese momento, la Nación pagó sus cuotas a la Sociedad de las
Naciones por decisión del Senado, pero no participó de las reuniones por decisión del
Poder Ejecutivo. Aquí se pusieron de manifiesto nuevamente las divergencias: el
Senado no aprobó la decisión de Yrigoyen.
Un americanismo liderado por la Argentina: Cuando ocurrió el suceso del
Monte Protegido, la embajada norteamericana sugirió públicamente que nuestro país
debía declarar la guerra a Alemania. El presidente afirmó: "La Argentina no puede ser
49
empujada a la guerra por los Estados Unidos. La Nación debe ocupar el lugar que le
corresponde en el continente americano." Estas declaraciones no fueron aisladas
En mayo de 1917, Yrigoyen invitó a sus pares de otros países americanos a
tomar posturas comunes frente a la guerra y propuso una conferencia latinoamericana
para coordinar la política exterior del continente: "El eje de la convocatoria es
afirmar la emancipación de nuestros gobiernos en cuanto a su política exterior".
Norteamérica boicoteó la reunión presionando a los países invitados y la conferencia
finalmente no se realizó.
Los Estados Unidos interpretaron que la Argentina buscaba un liderazgo en
América Latina, enfrentándose de este modo a los intereses norteamericanos.
Yrigoyen, no obstante, reafirmó la amistad entre los vecinos -con relaciones no
siempre óptimas- e intentó crear las bases de una entidad americana a través de la
cual se pudiera compensar la creciente influencia norteamericana.
La industria y el petróleo
Aunque el gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear no aplicó una política
consecuente de desarrollo industrial, la inversión en la industria creció desde el año
1920 de manera sostenida. Comenzó a aumentar la inversión extranjera, en particular
la que provenía de los Estados Unidos, que fue ganando terreno frente a Gran
Bretaña, la potencia que históricamente estaba más ligada, en términos económicos, a
la Argentina.
En este período, hubo transformaciones importantes en lo que se refiere al
petróleo. En 1907 se habían descubierto ricos yacimientos en la Patagonia. En un
comienzo, la exploración de pozos petroleros había estado a cargo del Estado
argentino, pero ante la escasez que se produjo durante la Primera Guerra Mundial, se
permitió la participación de capitales extranjeros en la explotación. Hipólito Yrigoyen
había dado un paso importante en 1922, con la creación de una junta de supervisión y
administración del petróleo a cargo del Estado, llamada Dirección Nacional de los
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
51
El gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear aprovechó las condiciones más
favorables para la importación de los equipos y las maquinarias necesarias para la
producción petrolífera. Además, contrató al entonces coronel Enrique Mosconi,
experto y emprendedor, como administrador de YPF. Bajo su supervisión se realizaron
cambios en el desarrollo petrolífero en la Argentina. En 1925 se estableció una
refinería en La Plata e YPF articuló una red propia de venta de nafta y querosén al por
menor. Pero en ese contexto, el sector privado petrolífero creció de manera aun más
rápida. La compañía estadounidense Standard Oil fue la que más se destacó en el país.
A partir de 1925, este avance extraordinario de las empresas privadas, en particular
de las estadounidenses, comenzó a ser rechazado por algunos sectores yrigoyenistas,
que querían nacionalizar estos recursos.
La Gran Depresión
La crisis de 1929 se extendió a la mayor parte del mundo debido al importante
rol que cumplía Estados Unidos en la economía internacional. A la expansión de las
actividades bancarias durante la década de 1920, siguió un proceso de quiebra de
bancos con epicentro en los Estados Unidos, que luego se expandió por todos los
países del occidente capitalista. La falta de créditos y capitales y el enorme
endeudamiento de las empresas (que habían contraído préstamos más allá de sus
posibilidades reales de pago) provocaron quiebras masivas y millones de trabajadores
54
urbanos desempleados. El sector agrícola se vio aún más afectado debido a la caída de
la demanda interna e internacional, y los desempleados rurales se contaron, también,
en millones. La crisis, al continuarse en el tiempo, se convirtió en una profunda
depresión económica sin precedentes en la historia del capitalismo, que fue llamada la
Gran Depresión.
La mayor parte de los gobiernos de las naciones industrializadas se
mantuvieron, al menos inicialmente, fieles a los mandatos de la ortodoxia económica
liberal: redujeron el gasto público y esperaron a que la tormenta pasara. Sostenían
que, a pesar de la crisis, el Estado no debía intervenir activamente en la economía y
que, una vez que los salarios hubiesen descendido lo suficiente, los capitalistas
“retomarían su confianza” en el sistema económico y volverían a invertir. Sin embargo,
a la deflación generalizada no le siguió la reactivación anunciada por los economistas
ortodoxos (que eran, hasta el momento la gran mayoría).
El New Deal
En la década de 1930, el Estado adquirió en los diferentes países un papel más
activo en la economía. Sin embargo no todos se inspiraron en las teorías keynesianas ni
perseguían los mismos fines. Estados Unidos puso en práctica proyectos de
inversiones públicas y creó organismos reguladores. En algunos países, se
instrumentaron reformas menores, como en el Reino Unido; en otros, las reformas
57
económicas se subordinaron a las políticas de expansión político-militar, como en
Alemania e Italia. Entretanto, la Unión Soviética salió del sistema capitalista, por lo
que eliminó en su totalidad la función del mercado en la economía.
Cuando en Estados Unidos culminó el mandato del presidente Herbert Hoover
(1929-1933), la economía del país estaba devastada: la mitad de los Estados habían
cerrado sus bancos, los desocupados sumaban millones, y el PBI había llegado a su piso
histórico. Hasta esos años, había prevalecido un amplio consenso acerca de la
capacidad de autorregulación de la economía estadounidense. La intervención estatal
se reducía al mínimo para que los empresarios encontraran las mejores condiciones
para desarrollar sus negocios. Esa política de laissez faire se basaba en la confianza
ilimitada en el mercado y su capacidad de asignación de recursos. Cuando el candidato
demócrata Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) asumió la presidencia, decidió
implementar un “Nuevo trato” (New Deal, en inglés) entre gobernantes y gobernados,
que le permitiera al Estado intervenir en la economía en nombre del interés general y
promover así la reactivación. Uno de los instrumentos centrales de esa política fue la
generación de empleo, aspecto que Roosevelt resumió en una breve consigna: “ Hay que
poner a la gente a trabajar”. A pesar de cierta sintonía con las ideas de Keynes, el
New Deal no se basó en las recomendaciones del economista inglés. Roosevelt no
aceptó incrementar los gastos al punto de provocar el déficit del presupuesto
nacional. Sin embargo, impulsó una serie de leyes destinadas a orientar las decisiones
de los principales agentes económicos y a promover políticas concertadas entre ellos.
En los siguientes cien días, el Congreso estadounidense aprobó una gran cantidad de
leyes que cambiaron la economía de raíz.
Algunas de esas leyes creaban fondos asistenciales para desocupados,
implementaban proyectos de grandes obras públicas para generar empleo y estimular
la construcción, decretaban la intervención del mercado financiero, etc. Sin embargo,
no se instrumentaron aumentos salariales como medida reactivadora del consumo, en
tanto aquello podría generar inflación. Las principales medidas tomadas durante los
primeros cien días del New Deal fueron:
La creación del Tennessee Valley Authority, un organismo federal que tenía por
finalidad reactivar la región de Tennessee.
La Ley de Ajuste Agrícola, que se basaba en la idea de que el exceso de
producción era uno de los principales problemas de la economía: con ella, se
buscó la reducción de la superficie cultivada mediante la aplicación de
tecnología de avanzada y la formación cooperativas con apoyo estatal. El
resultado fue el aumento de la productividad y de los volúmenes de producción.
La Ley Nacional de Recuperación Industrial (NIRA, por sus siglas en inglés), que
proponía evitar la competencia “antieconómica” y estabilizar las cuotas de
58
participación estatal en el mercado regulando precios, inversión y salarios. La
intención del gobierno consistía en propiciar el acuerdo entre capitalistas y
sindicatos, que incluía, por lo tanto, el reconocimiento de estos últimos.
La legislación social avanzó durante el segundo mandato de Roosevelt por medio
de la Ley Wagner, que legalizó las negociaciones colectivas y amplió la
protección que brindaban los sindicatos. La Ley de Normas Laborales Justas,
por otro lado, permitió fijar salarios mínimos. Con este amparo, la actividad
sindical se expandió hasta la década de 1930, la Federación Americana del
Trabajo (AFL) defendía únicamente a los trabajadores calificados y mejor
pagados. El apoyo estatal permitió ampliar la representación sindical de los
trabajadores de las industrias, sobre todo, mediante la fundación del Congreso
de las Organizaciones Industriales (CIO).
Un golpe a la democracia
El derrocamiento de Yrigoyen fue el primero de una serie de golpes de Estado
que se produjeron en la Argentina a lo largo del siglo XX. Distintos sectores opuestos
al gobierno radical recurrieron a las Fuerzas Armadas para desplazar a las
autoridades constitucionales, quebrando así el orden institucional.
En esa ocasión, los golpistas buscaron legitimar la interrupción de las
instituciones constitucionales mediante el reconocimiento del nuevo gobierno por la
Corte Suprema de Justicia, cuyos miembros aprobaron en una acordada la llamada
“doctrina de facto”. Por ella se establecía que, al no estar en ejercicio el gobierno
60
legalmente constituido, “de facto” (por la fuerza de los hechos) se imponía aceptar la
nueva situación, ya que lo contrario significaría dejar sin gobierno a la República. Esta
doctrina sería invocada por otros golpes de Estado en el siglo XX para legitimar la
violación del orden constitucional.
El proyecto corporativo
José Félix Uriburu gobernó el país entre septiembre de 1930 y febrero de
1932. Simpatizante de los fascismos europeos, Uriburu propuso modificar la
61
Constitución para establecer un Estado de tipo corporativo. Entre sus ideas, estaba el
proyecto de reemplazar el Congreso, elegido por voto ciudadano, por un Poder
Legislativo que representara a distintas corporaciones e instituciones (las
asociaciones empresarias y sindicales, las Fuerzas Armadas y la Iglesia, entre ellas).
El gobierno de Uriburu fue profundamente autoritario y represivo. La violencia
política recayó especialmente sobre el movimiento obrero y, en particular, sobre las
tendencias anarquistas y comunistas. En algunos casos, esta represión se llevó
adelante mediante vías oficiales, por medio de mecanismos tales como la instauración
de la pena de muerte o la creación de un cuerpo especial dentro de la policía, que se
ocupaba de llevar adelante la persecución política.
Pero la violencia ejercida contra la oposición se desarrollaba también por fuera
del aparato estatal, contando con una organización parapolicial de inspiración fascista
conocida como Legión Cívica.
La Concordancia
El proyecto corporativo de Uriburu encontró una fuerte oposición en diversos
sectores sociales y partidos que habían apoyado el golpe de Estado de 1930. Esto
impidió que Uriburu concretase su reforma institucional y que debiese convocar a
elecciones. Una primera convocatoria, para elegir autoridades bonaerenses, llevó al
triunfo del radicalismo, por lo que el gobierno anuló la votación.
La UCR decidió entonces la abstención electoral, es decir, no presentar
candidaturas, denunciando el carácter fraudulento del régimen.
En esas condiciones, sin la participación del radicalismo, en noviembre de 1931
se realizaron elecciones generales, que dieron como ganadora a la fórmula de la
Concordancia. Esta alianza política reunía a los conservadores, los radicales
antipersonalistas y los socialistas independientes, y llevó como candidato presidencial
al general Agustín P. justo.
El fraude electoral
En noviembre de 1931, Uriburu convocó a elecciones, luego de prohibir las
candidaturas del radicalismo y organizar un sistema que se reconocía públicamente
como fraudulento. En esas condiciones, resultó electo presidente el general Agustín P.
Justo. En febrero de 1932, Agustín P. Justo asumió la presidencia con Julio Argentino
Roca (hijo) como vicepresidente. Desde el punto de vista político, el régimen se basó
en restringir la participación democrática de la ciudadanía mediante el uso del fraude
electoral.
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El fraude incluía prácticas tales como el secuestro de documentos-personales
(algo habitual en las zonas rurales por parte de los patrones), lo que permitía falsear
la identidad de los electores, y el voto usando el nombre de personas ya fallecidas. En
otros casos, se falsificaban las actas de las mesas, práctica que recibía el nombre de
“vuelco de los padrones”, y se reemplazaban las urnas durante su traslado del lugar de
votación al del recuento definitivo de votos. En ocasiones, también se recurría a la
violencia y a la intimidación con armas de fuego, para impedir que los opositores
pudiesen votar.
Mediante estos mecanismos se consolidó la adulteración del voto como modo de
elegir a las autoridades nacionales. Incluso, algunos dirigentes conservadores, como
Manuel Fresco (gobernador bonaerense en el período 1936- 1940), usaron el término
“fraude patriótico” para justificar estas prácticas que impedían la participación de
las mayorías en la vida política.
El Banco Central
Otra iniciativa para regular la actividad económica fue la creación del Banco
Central de la República Argentina (BCRA). Esta entidad estatal era la encargada de
supervisar las actividades financieras y monetarias en el país. Entre sus amplias
funciones se contaba el manejo de la moneda, las tasas de interés, el crédito y los
tipos de cambio.
Uno de los principales impulsores de las nuevas políticas económicas en nuestro
país fue Raúl Prebisch, quien durante el gobierno de Justo fue designado gerente
general del Banco Central de la República Argentina, cargo que ocupó hasta 1943. En
las décadas siguientes, Prebisch se desempeñó como máxima autoridad de la Comisión
Económica para América latina (CEPAL).
El Pacto Roca-Runciman
Una de las medidas de intervención estatal más controvertidas del gobierno de
Justo fue el llamado Pacto Roca-Runciman, celebrado en 1933 entre el vicepresidente
Julio Argentino Roca (hijo) y el ministro de Comercio británico, Walter Runciman.
Se trataba de un convenio bilateral de comercio, cuyo objetivo principal era
revertir la drástica caída en la demanda británica de productos argentinos,
desencadenada como consecuencia de la crisis mundial de 1930. Gran Bretaña, en el
marco de la adopción de medidas proteccionistas, había establecido la llamada
“preferencia imperial”, que implicaba dar un trato prioritario a los dominios y antiguas
64
colonias británicos. Estas tendencias se plasmaron en el año 1932, durante la
Conferencia Internacional de Ottawa, Canadá. Con el fin de contrarrestar los efectos
negativos para las exportaciones argentinas, el presidente Justo envió una delegación
comercial a Londres, donde se establecieran las cláusulas de un polémico acuerdo.
Las cláusulas más importantes del acuerdo comercial fueron las siguientes:
Argentina se aseguraba una cuota de importación no inferior a 390.000 toneladas
de carne enfriada, aunque Gran Bretaña se reservaba el derecho de restringir sus
compras cuando lo creyera conveniente.
El 85% de las exportaciones de nuestro país debían realizarse a través de
frigoríficos extranjeros.
65
El 15 % restante sería exportado por empresas argentinas, pero siempre que fuera
colocado en el mercado mediante buques y comerciantes ingleses.
La Argentina se comprometía a mantener libres de derechos (sin impuestos) el
carbón y otros productos de origen inglés. Nuestro país también se comprometía a
no reducir las tarifas de los ferrocarriles ingleses. Además, debía brindar a las
empresas británicas de servicios públicos un tratamiento benévolo y de protección
de sus intereses.
El gobierno de Ortiz
Si bien Ortiz llegó a la presidencia mediante elecciones fraudulentas, poco
después de asumir el poder adoptó un discurso favorable a la democracia y la defensa
de las instituciones liberales. Esta actitud buscaba nuevos apoyos políticos para
legitimar el gobierno y asegurar su continuidad.
Ante las denuncias de fraude en las elecciones, poco después de asumir la
presidencia Ortiz intervino la provincia de San Juan y a principios de 1940 hizo lo
mismo en Catamarca. Poco después, el Presidente intervino la provincia de Buenos
Aires para evitar que asumiera el candidato oficial, quien gozaba del apoyo del
gobernador Manuel Fresco.
El Golpe de Estado
En medio de un clima de descontento, la candidatura de Patrón Costas precipitó
la intervención del Ejército, con el apoyo de fuerzas políticas heterogéneas, como
nacionalistas, liberales, radicales y conservadores. El 4 de junio de 1943, el general
Arturo Rawson condujo un golpe de Estado, al que sus promotores denominaron la
“Revolución de Junio”.
Los sectores que participaron del golpe tenían expectativas diferentes acerca
de la política que se seguiría. Mientras algunos confiaban en que el gobierno militar
abandonaría la neutralidad, otros, entre ellos los radicales y los comunistas, esperaban
que se retornaran las prácticas democráticas. Entre los militares también existían
diferentes posiciones; sin embargo, en un aspecto estaban todos de acuerdo, en su
anticomunismo.
Rawson se propuso formar un gabinete de ministros provenientes de distintas
posiciones políticas. Sin embargo, no logró imponer sus condiciones y el 6 de junio, sin
haber jurado como presidente, fue reemplazado por el general Pedro Pablo Ramírez, al
que respaldaba el GOU.
EL GOU
A comienzos de 1943, dentro del Ejército se formó una logia secreta, el Grupo de
Oficiales Unidos (GOU). Esta agrupación estaba constituida en gran medida por
coroneles y tenientes coroneles, entre ellos, el coronel Juan Domingo Perón; también
la integraban algunos mayores y capitanes, y unos pocos generales. Eran partidarios de
una neutralidad intransigente, que se explicaba por su oposición a la intervención
estadounidense en la política argentina. Además, pretendían poner fin al régimen
conservador, al que consideraban viciado por la corrupción y el fraude, para
reorganizar institucionalmente al país en contra de la “amenaza comunista”. Si bien
participaron de la gestación del Golpe de 1943, en el momento inicial cedieron la
iniciativa a los altos mandos del Ejército. En junio, los principales integrantes del GOU
se apoderaron de la conducción del gobierno de facto.
Ramírez tomó dos decisiones que fueron vistas por la oposición como muestras
de la tendencia “fascista” del gobierno militar: mantuvo la neutralidad y estableció la
educación religiosa obligatoria en las escuelas. Finalmente, en enero de 1944 Ramírez
decidió romper relaciones diplomáticas con el Eje. Si bien esta medida no significaba
74
la participación activa en la guerra, la mayoría del GOU se opuso y el presidente fue
reemplazado por el entonces ministro de Guerra, Edelmiro Farrell.
Durante las tres presidencias de facto, a pesar de las continuas afirmaciones
de unidad, fueron constantes los enfrentamientos y las diferencias entre los distintos
grupos del Ejército. Durante esos años se conformaron tres líneas dentro del
ejército: el liberalismo, partidario de un régimen político conservador y del
alineamiento con los Estados Unidos, representado por Rawson; el nacionalismo
restaurador, defensor de un orden social represivo y de la restricción de la
participación política de los trabajadores, vigente durante la presidencia de Ramírez,
y el nacionalismo populista, a favor de la industrialización y la participación política de
los trabajadores, que tuvo su auge durante la presidencia de Farrell a través de la
acción de Perón.
¿Democracia o autoritarismo?
Aunque las ciencias sociales suelen definir al populismo como un régimen político
que amplio los derechos sociales en beneficio de los sectores populares, en general, la
opinión pública se encuentra dividida entre los que denuncian a los gobiernos
populistas como autoritarios y quienes los defienden como una forma de democracia
popular.
Al representar a diferentes clases y sectores, el populismo es un modelo
político hibrido, a mitad de camino entre la derecha y la izquierda, y entre el
capitalismo y el socialismo.
Las críticas al populismo se centran, especialmente, en la supremacía del Poder
Ejecutivo sobre el Legislativo, que deteriora la democracia en su forma
representativa, y en la reducción de las libertades individuales, ya que, muchas veces,
los regímenes populistas han perseguido a sus opositores.
El discurso del populismo clásico afirmaba que la democracia representativa era
un engaño para garantizar los privilegios de las clases adineradas. La verdadera
democracia no estaría en las instituciones parlamentarias, sino en la participación
79
popular y la justicia social. De acuerdo con esta idea, algunos autores han analizado al
populismo como una forma específicamente latinoamericana de la democracia de
masas.
Como todo régimen político, el populismo clásico también tuvo un lado negativo:
algunas veces, la persecución a los opositores incluyó el uso de la tortura por parte de
las fuerzas de seguridad. En países como Brasil y la Argentina, por ejemplo, los
gobiernos populistas han reprimido a opositores políticos de diferentes signos
políticos, especialmente a los comunistas.
El proceso histórico que se inició entre 1943 y 1945 significó un cambio decisivo
en la historia argentina del siglo XX. En esos años se fue conformando un movimiento
social y político -el peronismo- que impulsó transformaciones que dejaron una
profunda huella en nuestra sociedad.
Desde aquellos años, el peronismo fue un protagonista casi excluyente de la
historia de la sociedad argentina, tanto cuando Juan Domingo Perón estuvo al frente
80
del Estado, como cuando el movimiento que él conducía fue proscrito o marginado de la
escena política.
La irrupción del peronismo provocó importantes modificaciones en todos los
planos de la vida social. En el campo económico propuso un modelo basado en el
desarrollo industrial, orientado hacia el mercado interno con una fuerte intervención
estatal, y en la redistribución del ingreso en favor de los sectores asalariados.
En lo social llevó adelante una amplia política de reformas que establecieron
importantes derechos sociales para los trabajadores.
En el plano político se modificaron sustancialmente las relaciones entre el
Estado, las clases sociales y sus organizaciones representativas. El Estado peronista
asumió un papel protagónico como un actor político con objetivos propios. La extensión
de los derechos de ciudadanía al conjunto de la sociedad argentina y la participación
política activa de las masas obreras -hasta entonces excluidas o marginadas del
sistema político- fueron los pilares de la democracia de masas que proyectó el
peronismo.
En el ámbito cultural se fue conformando una nueva cultura popular que
incorporó las pautas y tradiciones de los sectores sociales que se incorporaban al
consumo y a la ciudadanía plena.
La irrupción del peronismo tuvo un carácter tumultuoso y, para la casi totalidad
de la sociedad argentina, sorpresivo. Las masas obreras que el 17 de octubre de 1945
entraron en la escena política lo hicieron de manera abrupta, pero la génesis de este
movimiento social debe rastrearse alguno años más atrás.
Para comprender ese acontecimiento es indispensable tener en cuenta las
profundas transformaciones que se habían producido en la organización de la economía
y la sociedad argentinas. Desde 1930, la progresiva profundización del proceso de
industrialización había originado el crecimiento y la concentración de sectores
asalariados urbanos en Buenos Aires, en Rosario y sus zonas periféricas: y también
planteó nuevos problemas en el ámbito de las relaciones laborales, entre los
trabajadores y sus empleadores. Fue cada vez más frecuente y necesaria la
intervención del Estado en esa relación, debido a la creciente complejidad y al volumen
de los conflictos que se suscitaban en el mundo del trabajo. El peronismo se fue
gestando en ese marco de profunda reorganización de las relaciones entre los
trabajadores, los empresarios y el Estado.
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Sociedad civil, sistema político y Estado hacia 1943. Los conflictos entre
los diferentes sectores capitalistas
Desde principios de siglo, los diferentes sectores capitalistas del país discutían
sobre cuál debía ser el alcance del proceso de industrialización que buscaba sustituir
las manufacturas industriales de origen extranjero.
Hasta 1930, la Sociedad Rural Argentina (SRA) -que nucleaba y representaba
los intereses de la burguesía agraria conformada por los terratenientes y los
comerciantes exportadores- había apoyado el desarrollo de las industrias que
consideraba naturales para la economía argentina. Éstas eran las que se dedicaban a la
transformación de las materias primas producidas por el sector agropecuario. Pero se
oponía al fomento de las industrias de la rama metalmecánica, a las que llamaba
artificiales.
Por estas razones, hasta entonces, no habían sido muy profundos los
enfrentamientos con la Unión Industrial Argentina, institución que nucleaba y
representaba los intereses de los industriales de la provincia de Buenos Aires
(quienes, en su mayoría, también estaban de acuerdo en no impulsar el desarrollo de
las industrias artificiales). Dado este entramado de intereses, la industrialización que
se había desarrollado no era, en definitiva, incompatible con los intereses de la
burguesía agraria. Pero la desorganización de los patrones tradicionales del comercio
internacional vigentes desde fines del siglo XIX, producida por la crisis económica
mundial de 1930, acentuó la necesidad de sustituir las manufacturas industriales de
origen extranjero. Con este objetivo, en los años posteriores a 1930, en la Argentina
se verificó un sostenido desarrollo de nuevas industrias de la rama metal mecánica.
Sin embargo, un conjunto de factores suspendieron el enfrentamiento entre la
burguesía agroexportadora y la burguesía industrial. Y hacia mediados de la década, el
estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo insoslayable continuar, y aun profundizar
la sustitución de manufacturas industriales, ya que el conflicto bélico afectaba
nuevamente los términos del intercambio en la división internacional del trabajo. La
guerra y el clima ideológico que generó su desarrollo, tanto en Europa como en
América latina, contribuyeron también a que algunos sectores de la sociedad argentina
-entre otros, un sector importante del ejército- sostuvieran la necesidad del
desarrollo de la industria nacional como un objetivo estratégico.
Hacia 1945, la finalización de la guerra reabrió el debate sobre el desarrollo
futuro de la industrialización del país y enfrentó a los diferentes sectores
capitalistas.
Para comprender mejor el proceso político que tuvo lugar en los años
posteriores, es importante tener en cuenta que, hacia 1945, el sistema productivo
argentino estaba más diversificado que en 1930 y que se habían constituido nuevos
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actores económicos y sociales también en el interior de los sectores capitalistas.
Muchas de las nuevas industrias habían sido desarrolladas por pequeñas y medianas
empresas de capital local que se diferenciaban de las del sector más concentrado de
la burguesía industrial (compuesto por empresas y grupos de capital local y
multinacional). Y los intereses de estas pequeñas y medianas empresas no estaban
representados por la UIA.
Por otra parte, las concentraciones urbanas en el área pampeana originadas por
la industrialización fortalecieron el mercado interno y fomentaron el desarrollo de
producciones agro industriales de diferentes regiones del interior del país. Pero no
todos estos productores e industriales consideraban que la SRA o la UIA
representaban sus intereses.
El GOU
Unos meses antes del golpe, en el ejército se constituyó una agrupación militar,
el GOU -Grupo de Oficiales Unidos-, con el objetivo de llevar a cabo cambios
institucionales en el país. Estaba integrada, entre otros, por los oficiales Juan Carlos
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y Miguel Montes, Emilio Ramírez, Enrique P. González y el coronel Juan D. Perón. Su
programa de gobierno, debido a las diferencias ideológicas que había entre sus
integrantes, no fue del todo claro. Para Alain Rouquié -investigador francés
contemporáneo-, el GOU fue "un grupo de enlace entre los jóvenes oficiales,
partidarios de restablecer la moral y la disciplina dentro del Ejército y de recuperar
al país de una corrupción que, según algunos de sus miembros, llevaba derecho al
comunismo". El papel del GOU fue magnificado tanto por sus mismos integrantes, que
pretendieron ser los inspiradores y únicos gestores del movimiento del 4 de junio,
como por algunos historiadores. Rouquié, por su parte, afirma que la importancia del
GOU como grupo de presión y motor ideológico del gobierno militar se acentuó
durante la presidencia de Ramírez, "corno una especie de prolongación del Ministerio
de Guerra, del que Perón era secretario".
La Política Social
La euforia económica de los primeros años del gobierno peronista fue
acompañada por una política social que mejoró las condiciones de vida del conjunto de
los trabajadores y atendió las necesidades de los sectores más desprotegidos.
El fuerte incremento de la inversión del Estado en las áreas de vivienda y
educación se materializó en la construcción de más de medio millón de viviendas y
alrededor de 8.000 escuelas. El acceso al sistema de educación pública de vastos
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sectores sociales que hasta entonces sólo gozaban formalmente de ese derecho
significó la reducción del analfabetismo al 3% de la población.
La política sanitaria estuvo conducida por el secretario de Salud Pública, el Dr.
Ramón Carrillo. Haciendo hincapié en la prevención sanitaria y ampliando la capacidad y
la calidad hospitalaria (de 4 camas cada mil habitantes en 1946 se aumentó a 7 camas
cada mil en 1954), se logró reducir de manera notable la mortalidad infantil y las
enfermedades infecciosas. El gran logro de Carrillo fue la erradicación del paludismo -
utilizando un producto químico novedoso, el DDT-, un mal endémico que afectaba en
1946 a unos 300 mil habitantes y que, al cabo de tres años de intenso trabajo, se
logró reducir a poco más de cien casos.
El voto de la mujer
Las mujeres socialistas desde principios de siglo lucharon por el voto femenino,
pero no eran tenidas en cuenta en el Congreso que, por ley, era exclusivamente
masculino. La participación de Eva Perón en la política dio acceso a la mujer al
gobierno, y en 1947 se sancionó la ley de voto femenino, que 1949 fue incluida en la
reforma constitucional. En 1952, las mujeres votaron por primera vez.
Probablemente para ayudar a contrarrestar el peso de los sindicatos, se
constituyó la Rama Femenina del movimiento peronista, que llevó las primeras mujeres
al Congreso. También postularon a Eva Perón como candidata a vicepresidente para las
elecciones de 1952, a la que finalmente ésta renunció por la presión del Ejército, que
se sublevó en 1951.
La reforma constitucional
En septiembre de 1948 Perón se dirigió al pueblo en un discurso donde
expresaba que nuestra Constitución es una de las más antiguas del mundo, porque
estaba sin actualizar, sin adaptarse a los nuevos tiempos sociales, económicos y
políticos. Por medio de la reforma quería legalizar una economía de tipo social
(diferente a la liberal, donde primaban los intereses individuales), a fin de suprimir el
abuso de la gran propiedad. Decía, en contra del liberalismo, que "el bien privado es
también un bien social", y que en el sistema anterior los trabajadores sólo tenían la
libertad de ejercer "el derecho de morirse de hambre".
La reforma se llevó a cabo en 1949. En su artículo 40 expresaba que
"La organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del
pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social.
[…] Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas,
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y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son
propiedades imprescriptibles e inalienables de la Nación […] Los servicios públicos
pertenecen originariamente al Estado, y bajo ningún concepto podrán ser enajenados o
concedidos para su explotación. Los que se hallaren en poder de particulares serán
transferidos al Estado, mediante compra o expropiación con indemnización previa,
cuando una ley nacional lo determine".
Entre los derechos del trabajador, el primero era el Derecho de trabajar: "El
trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y
materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la
civilización y el fundamento de la prosperidad general; de ahí que el derecho de
trabajar debe ser protegido por la sociedad, considerándolo con la dignidad que
merece y proveyendo ocupación a quien la necesite". Otros eran, por ejemplo, derecho
a una retribución justa, derecho a la capacitación, a condiciones dignas de trabajo, a la
preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad social, a la protección familiar, al
mejoramiento económico y a la defensa de los intereses profesionales. También
instauraba los derechos de la familia y de la ancianidad.
La reforma más difundida fue la que permitía la reelección presidencial sin
período intermedio, que posibilitó la postulación de Perón a un nuevo período de seis
años. Además establecía que el voto para presidente debía ser directo.
Los derechos sociales de la reforma de la Constitución del 49 se encontraban en
el artículo 37, pero en este artículo no establecía el derecho a huelga.
En las primeras elecciones con sufragio femenino y ya sancionada la nueva
Constitución que establecía la reelección presidencial en forma indefinida, la fórmula
Perón-Quijano obtuvo el 62,5% de los votos, la totalidad de los senadores y el 90% de
los diputados. El triunfo electoral de 1952 se vio opacado por la muerte de Eva Perón
el 26 de julio, a los 33 años de edad por un cáncer fulminante.
La Democracia de Masas
El régimen peronista ha sido caracterizado por algunos investigadores como una
democracia de masas. Para llegar a esta conclusión toman como dato fundamental la
participación masiva del conjunto de la clase trabajadora dentro del sistema político,
tanto a través del sufragio, al que se incorporaron por primera vez las mujeres en
1947, como a partir del desarrollo de organizaciones de representación intermedias,
como los sindicatos, las unidades básicas, las asociaciones barriales y las entidades
vecinales.