TFG Camila Zini 0

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Trabajo final de grado

Monografía

Maltrato infantil en el ámbito intrafamiliar.


Repercusiones psicológicas.

 Estudiante: Camila Zini


C.I: 4.687.937- 4
 Tutor: Gonzalo Corbo

Montevideo - Uruguay
Julio 2016

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Índice:

Resumen………………………………………………………………………… 4

Introducción…………………….……………………………………………… 4

Capítulo 1: Acerca de la Infancia

1.1 El lugar del niño en la historia………………………………………... 7

1.1.2 La evolución del lugar del niño en la familia……………………………. 8

1.2. Los derechos del niño………………………………………………….. 9

1.2.1 Convención internacional de los derechos del niño……………………... 9

1.2.2 Derechos del niño en Uruguay……………………………………… … 10

1.2.3 Políticas públicas e instituciones de protección a la infancia ……………11

Capítulo 2: El maltrato infantil intrafamiliar

2.1 ¿Qué es el maltrato infantil intrafamiliar? ……………………………… 12

2.2 Tipos de maltrato………………………………………………………… 13

2.2.1 Maltrato físico…………………………………………………………… 13

2.2.2 Maltrato emocional………………………………………………………. 14

2.2.3 Negligencia……………………………………………………………….. 14

2.2.4 Abuso sexual……………………………………………………………… 15

2.3 Indicadores de maltrato …………………………………………………. 16

2.4 Causas del maltrato infantil……………………………………………… 16

2.4.1 Factores de riesgo y de protección………………………………………… 16

2.4.2 Características parentales………………………………………………….. 17

2.4.3 Características de los niños maltratados…………………………………… 18

2
2.4.4 El entorno social…………………………………………………………. 19

Capítulo 3: Repercusiones psicológicas del maltrato infantil

intrafamiliar

3.1 Psiquismo infantil e Importancia de los primeros vínculos……………. 20

3.1.1 Construcción de la actividad simbólica………………………………… 20

3.1.2 Desarrollo afectivo……………………………………………………… 21

3.1.3 Construcción de la identidad……………………………………………. 22

3.2 Los traumas infantiles…………………………………………………. 23

3.2.3 Consecuencias del trauma………………………………………………. 24

3.3 Los daños en la identidad y la autoestima ……………………………26

3.4 Factores mediadores de las consecuencias ……………………………29

3.5 Transmisión generacional del maltrato………………………………. 30

3.6 Abordaje terapéutico de las consecuencias…………………………... 31

Consideraciones finales………………………………………………………. 33

Referencias……………………………………………………………………. 36

3
Resumen:

La presente monografía corresponde al Trabajo final de grado de la carrera Licenciatura


en Psicología de la Universidad de la República. El tema abordado es el maltrato infantil
intrafamiliar, abarcando varios puntos que constituyen dicha problemática, así como
algunas de sus principales repercusiones psicológicas. Se hace un recorrido histórico
sobre el significado de infancia, donde se puede visualizar el origen de la problemática
del maltrato infantil, así como la postura actual de la sociedad frente al mismo. Se expone
la definición de maltrato infantil intrafamiliar como también, los tipos y formas en que se
puede manifestar el mismo. Las causas de este fenómeno, son entendidas como una
interacción de factores, los cuales también son abordados en este trabajo. Por último, se
habla de las repercusiones psicológicas del maltrato, explicando de qué modo se ve
interrumpido el desarrollo psíquico normal del niño, así como cuales son los posibles
daños que pueden perdurar en la personalidad, comprometiendo el bienestar psicosocial
del sujeto.

Introducción:

El presente trabajo aborda la problemática del maltrato infantil intrafamiliar,


exponiendo en primer lugar, aspectos relevantes que ayudan a comprender el fenómeno,
para luego adentrarse en cuáles son las repercusiones psicológicas del mismo.
Dicha temática, alude a una cuestión que tiene lugar en nuestra sociedad de un
modo frecuente. Un informe estadístico hecho por el Sistema Integral de Protección a la
Infancia y la Adolescencia contra la violencia (SIPIAV) señala que, en el año 2015, se
atendieron 1.908 casos de maltrato infantil de los cuales, el 80% eran recurrentes y el
91% protagonizados por familiares directos (Espectador, 2016).
El maltrato recibido durante la infancia por parte de figuras significativas como
pueden ser los propios padres, tiene importantes repercusiones, ya que, en esta primera
etapa, los vínculos inciden en gran medida en la formación de la personalidad.
Las víctimas, experimentan un alto nivel de dolor psíquico, pero además el maltrato
puede dejar marcas duraderas en el psiquismo, determinando entre otras consecuencias,
una baja autoestima, comportamientos violentos que se relacionan con la repetición de
casos de violencia doméstica, e incluso el suicidio, todas repercusiones con un alto
costo para el bienestar del sujeto y de su entorno.
En el primer capítulo se habla sobre cómo ha ido evolucionando el concepto de
infancia a lo largo de la historia. Esta noción ha cambiado, y por tanto también
cambiado el significado que se le atribuye al maltrato infantil. A la par de estos
cambios, se han realizado acuerdos internacionales, entre los cuales se destaca la
Convención internacional de los derechos del niño, así como también se han legislado

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leyes en Uruguay como modo de dar respuesta a dicha problemática. El objetivo de este
capítulo es contextualizar la temática, comprendiendo el origen del fenómeno, así como
el posicionamiento que toma actualmente la sociedad y el Estado frente al mismo.
En el segundo capítulo se realiza una conceptualización del maltrato infantil
intrafamiliar, proporcionando además, una comprensión sobre sus causas. En cuanto al
concepto de maltrato infantil, se trata de comprenderlo dentro del ámbito en el cual
tiene lugar, por tanto, se hablan de algunas de las particularidades que adquiere la
violencia intrafamiliar. Se habla también sobre los diferentes tipos de maltrato,
mencionando las formas más frecuentes en que se puede manifestar. En el último punto
de este capítulo se abordan las causas del maltrato, entendiéndolo como un fenómeno
donde están implicados muchos factores que pueden favorecer o no su desenlace. Se
exponen aquí aquellos factores que generalmente tienen una mayor incidencia sobre
estas situaciones, como pueden ser las características de los padres y del entorno social.
El último capítulo trata de un punto central de este trabajo, que son las repercusiones
psicológicas del maltrato infantil intrafamiliar. En primer lugar, se hace una breve
explicación sobre el desarrollo psíquico infantil normal, resaltando la importancia de los
primeros vínculos en este proceso. Esto último pretende ser una base para una mejor
comprensión de la incidencia del maltrato infantil cuando ejercido por quienes deberían
contribuir a un desarrollo infantil saludable, teniendo en cuenta a su vez la
vulnerabilidad del psiquismo en esta primera etapa de la vida.
En el segundo punto de este mismo capítulo, se comienza a abordar directamente las
consecuencias psíquicas. Estas últimas, siempre son traumáticas, por lo cual se expone
qué se entiende por trauma, así como las particularidades del mismo cuando es
experimentado por un niño, de un modo sostenido en el tiempo en el ámbito
intrafamiliar.
Luego se habla sobre las consecuencias del trauma, aludiendo a mecanismos
defensivos o adaptativos usados frecuentemente en esta etapa de la vida, donde aún no
se cuenta con recursos suficientes para enfrentar una situación de violencia. Dichos
mecanismos son vistos desde distintos enfoques teóricos, entre los cuales se encuentran
aquellos que refieren al uso de la negación y la disociación, otros que hablan sobre los
trastornos del apego, y por último los que hablan de la identificación con el agresor.
Por otra parte, en el siguiente punto, se habla sobre cómo el maltrato afecta la
identidad y la autoestima del niño. Teniendo en cuenta que el Yo se constituye en base a
las primeras identificaciones, se intenta explicar a grandes rasgos qué sucede con la

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identidad en estos casos. El niño víctima de maltrato, además, tiene vivencias internas
que alteran en forma negativa su autopercepción y su forma de ver el mundo. Por otra
parte, los mecanismos utilizados para defenderse de la situación, pueden ser utilizados
en forma excesiva, integrándose a la personalidad y determinando formas de
relacionamiento en el futuro. Todo esto apareja otras consecuencias patológicas a largo
plazo, como son, por ejemplo, las conductas autodestructivas y la violencia hacia los
demás.
Otro punto relacionado con las consecuencias del maltrato, es que no todas las
personas reaccionan del mismo modo, por lo tanto, se abordan los factores implicados
en la intensidad del daño. Estos factores pueden relacionarse con las características del
maltrato, del niño y de su situación familiar, entre otros.
En el penúltimo punto del capítulo se aborda la transmisión generacional del
maltrato. Existen mecanismos psíquicos implicados en este fenómeno, por tanto, se
explica cómo están implicadas, la transmisión generacional de traumas, la compulsión a
la repetición y el pasaje al acto en las modalidades vinculares violentas dentro de la
familia.
Por último, el hecho de que el maltrato deje consecuencias negativas en el
psiquismo, puede implicar la necesidad de un abordaje terapéutico. A modo de tener
una noción sobre la terapia en estos casos, se explican de un modo breve algunos
aspectos relacionados. Se deben trabajar las vivencias internas que alteran la autoestima
del niño, así como la asimilación de sentimientos surgidos de las vivencias traumáticas.
Se alude a su vez, a ciertas características de los niños que han pasado por estas
situaciones, las cuales deben ser tenidas en cuenta, a modo de realizar un abordaje
terapéutico adecuado.

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Capítulo 1: Acerca de la infancia

1.1 El lugar del niño en la historia


La visión que actualmente existe acerca de la infancia, como una etapa caracterizada
por un estado de desvalimiento, y con una subjetividad en construcción, es el resultado
de un proceso histórico en el cual se comienza a dar significado a la niñez. En el mundo
occidental, hasta la edad media inclusive, el concepto de infancia no existía, sino que se
fue construyendo paulatinamente, a través de ciertos cambios sociales, que se fueron
dando en el transcurrir de varios siglos.
Los niños no eran reconocidos como pertenecientes a una etapa singular, sino que
participaban en actividades comunes a todas las edades, siendo indiferenciados de los
adultos. De este modo, las niñas por lo general, se dedicaban a la vida doméstica, siendo
preparadas para el matrimonio y la maternidad; y los niños por su parte eran integrados
a la sociedad, y a las actividades laborales (Bustelo, 2012).
Las muertes en la infancia eran un hecho frecuente, debido a la precariedad de sus
condiciones de vida y a la incidencia de enfermedades, lo cual hacía que la expectativa
de vida fuera muy baja (Amorin, 2008).
Se puede decir que recién a fines de la edad media y principios de la modernidad,
se dan algunos movimientos que comienzan a gestar una nueva visión sobre la infancia.
Empieza a reconocerse el cuerpo del niño con sus características propias, lo cual se
puede ver reflejado en las pinturas de la época, las cuales comienzan a representar a los
niños tal como son y no con rasgos de los adultos.
Por otra parte, el advenimiento de la revolución industrial, fue un acontecimiento
que posibilitó una mayor diferenciación de la infancia como etapa propia. En este
sentido, surge un interés por investigar y comprender las distintas etapas dentro de la
niñez. Esto es planteado como forma de instrumentar la educación según las edades, con
el fin de un mejor aprovechamiento del niño como mano de obra adaptable al novedoso
mercado laboral de la época.
Comienza a darse desde algunos ámbitos, un reconocimiento de nuevos discursos
sobre la infancia, así por ejemplo, el filósofo Rosseau (1712-1778), aportó una nueva
perspectiva, planteando la infancia, como una etapa diferenciada de las demás, con
derecho a ser valorada como tal, y merecedora de un trato amable y de respeto. Aun así,

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el abandono y el infanticidio eran hechos frecuentes que, si bien comenzaron a ser
penados por la ley, siguieron siendo practicados, en mayor medida por las clases menos
favorecidas, hasta la primera mitad del siglo XIX inclusive (Barran, 2011).
Otro cambio importante con respecto al reconocimiento de la infancia, se dio en el
siglo XIX, con la institucionalización de los sistemas educativos por edades. Estos
tenían una clara función de disciplinamiento para el futuro ejercicio de la ciudadanía, en
este sentido, en algunos países pasa a ser obligatoria la escolaridad de los niños. La
educación tanto en centros educativos como en la familia, estaba impregnada por los
mandatos de la iglesia, la cual consideraba a los niños como poseedores de una
tendencia a lo pecaminoso, por lo que debían ser culpabilizados y reprimidos.
Ya aproximándose al siglo XX, comenzó a darse un movimiento de sensibilización,
en el cual había un rechazo a las prácticas de maltrato infantil, así como también, la
muerte de los niños empieza a sentirse mayormente como algo significativo y doloroso.
También en dicho siglo, el interés científico y su avance en los descubrimientos sobre la
infancia, fueron trasladando el poder de la iglesia sobre los modelos de crianza,
imponiéndose ahora la medicina como autoridad que legitima los cuidados y la
educación de los niños (Amorin, 2008).

1.1.2 La evolución del lugar del niño en la familia


Una de las grandes manifestaciones de la modernidad fue la aparición de la familia,
la cual irá modificando su función (que en un principio era únicamente la conservación
de la propiedad), y pasará a valorar en mayor medida el afecto y la crianza de los hijos
(Bustelo, 2012).
En el siglo XIX se termina de instaurar un ideal de maternidad, lo cual conlleva una
responzabilización casi exclusiva de la madre en los cuidados de sus hijos (Faraone,
2000). Esto influyó en el cuestionamiento de prácticas hasta entonces comunes, en las
cuales se entregaba los niños en adopción o a nodrizas que se encargaban de su crianza.
Se instauró de este modo, un modelo dominante de familia, que estaría conformado
por la pareja parental y sus hijos; asumiendo la madre las tareas del hogar y la crianza
de los niños, y el padre por su parte se dedicaría al trabajo y demás actividades de la
esfera pública. Dicho modelo de familia se irá deconstruyendo, a través de la influencia
de algunos cambios sociales (ampliación de los derechos de las mujeres a la ciudadanía,
con su consecuente entrada al mercado laboral, entre otros) dando lugar a la aparición
de nuevas conformaciones familiares.

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Por su parte, si antes se consideraba la función materna como esencial, la función
paterna comienza cobrar de igual modo una gran relevancia en el desarrollo del niño
(Amorin, 2008).
En nuestros días al hablar del lugar del niño en la familia entonces, se puede decir
que más allá del tipo de conformación familiar, la misma tiene una función a cumplir, y
en este sentido debe proveer los cuidados que aseguren el bienestar y desarrollo de sus
hijos (Bringiotti, 2011).

1.2. Los derechos del niño


Junto a la evolución de los modos de percibir a la infancia, se comienza a reconocer
que los derechos humanos son inherentes a dicha etapa, teniendo el estado el deber de
asegurar su cumplimiento. De modo complementario a los derechos humanos, existen
los derechos del niño, los cuales emanan de la característica de vulnerabilidad y de la
necesidad de cuidados especiales en la infancia.

1.2.1 Convención internacional de los derechos del niño


La Convención internacional de los derechos del niño (CIDN), es una declaración
que expresa un acuerdo entre las diferentes culturas, en cuanto a los derechos de los
niños, así como al deber de los adultos y del estado en asegurar su cumplimiento. La
misma fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1989 y luego
ratificada por casi todos los países, siendo este hecho un avance significativo en la lucha
por la protección a la infancia (Calvo, 2001).
La CIDN contiene una síntesis y profundización de principios relacionados a los
derechos humanos y de la infancia, pudiéndose mencionar como principales
antecedentes a su realización, la Declaración de Ginebra en 1924 y la Declaración
Universal de los derechos del Niño en 1959 (Cillero, 2008).
Dicha convención, plantea un nuevo paradigma en el cual el niño es sujeto de
derechos, o sea, es titular de sus derechos, y en este sentido debe oponerse a la
vulneración de los mismos (Fanlo, 2008). El principio de “interés superior del niño”
(expresado en la convención), se vincula a la protección integral de sus derechos, para
lo cual sus propios intereses deben ser tomados como prioridad. Por tanto, no se deja de
resaltar la necesidad de protección de los niños por parte de los adultos, pero a su vez se
habla de una autonomía progresiva del niño en el ejercicio de sus derechos.

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1.2.2 Derechos del niño en Uruguay
La normativa vinculada a los derechos del niño en Uruguay, se encuentra en el
Código de la niñez y la adolescencia (CNA), el cual a su vez está basado en los
principios de la Convención internacional de los derechos del niño. Si bien la CIDN
considera la niñez como una etapa que culmina a los 18 años, la normativa uruguaya
hace una diferenciación entre niñez (0 a 13 años) y adolescencia (de 13 a 17 años).
Citaré como pertinentes los siguientes artículos presentes en el CNA (Uruguay,
2004):

“ARTICULO 2. (Sujetos de derechos, deberes y garantías). Todos los niños y


adolescentes son titulares de derechos, deberes y garantías inherentes a su calidad de
personas humanas” (p.5).

“ARTICULO 3. (Principio de protección de los derechos). Todo niño y adolescente


tiene derecho a las medidas especiales de protección que su condición de sujeto en
desarrollo exige por parte de su familia, de la sociedad y del Estado” (p.5).

“ARTICULO 9. (Derechos esenciales). Todo niño y adolescente tiene derecho


intrínseco a la vida, dignidad, libertad, identidad, integridad, imagen, salud, educación,
recreación, descanso cultura, participación, asociación, a los beneficios de la seguridad
social y a ser tratado en igualdad de condiciones cualquiera sea su sexo, su religión,
etnia o condición social”. (p.7)

“ARTICULO 15. (Protección especial). El estado tiene la obligación de proteger


especialmente a los niños y adolescentes respecto a toda forma de: A)
Abandono, abuso sexual o explotación de la prostitución. B) Trato discriminatorio,
hostigamiento, segregación o exclusión de los lugares de estudio, esparcimiento o
trabajo. C) Explotación económica o cualquier tipo de trabajo nocivo para su salud,
educación o para su desarrollo físico, espiritual o moral. D)Tratos crueles, inhumanos o
degradantes. E) Estimulo al consumo de tabaco, alcohol, inhalantes y drogas. F)
Situaciones que pongan en riesgo su vida o inciten a la violencia, como el uso y el
comercio de armas. G) Situaciones que pongan en peligro su seguridad, como
detenciones y traslados ilegítimos. H) Situaciones que pongan en peligro su identidad,
como adopciones ilegítimas y ventas. I) Incumplimiento de los progenitores o
responsables de alimentarlos, cuidar de su salud y velar por su educación. (p.8)

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“ARTICULO 16. (De los deberes de los padres o responsables) Son deberes de los
padres o responsables respecto de los niños y adolescentes: A) Respetar y tener en
cuenta el carácter de sujeto de derecho del niño y del adolescente. B) Alimentar, cuidar
su salud, su vestimenta y velar por su educación. C) Respetar el derecho a ser oído y
considerar su opinión. D) Colaborar para que sus derechos sean efectivamente gozados.
E) Prestar orientación y dirección para el ejercicio de sus derechos. F) Corregir
adecuadamente a sus hijos o tutelados. G) Solicitar o permitir la intervención de
servicios sociales especiales cuando se produzca un conflicto que no pueda ser resuelto
en el interior de la familia y que pone en grave riesgo la vigencia de los derechos del
niño y del adolescente. H) Velar por la asistencia regular a los centros de estudio y
participar en el proceso educativo. I) Todo otro deber inherente a su calidad de tal. (p.9)

1.2.3 Políticas públicas e instituciones de protección a la infancia

El CNA hace referencia al Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU)
como el órgano administrativo que abarca las políticas de niñez y adolescencia, cuya
finalidad es la protección de los niños y adolescentes de todo el país, así como el
fortalecimiento de sus vínculos familiares. Dicho órgano, cuenta con distintos
programas, proyectos y hogares a los cuales accederán los menores, a modo de asegurar
la protección integral de sus derechos, siempre priorizando las situaciones de mayor
vulnerabilidad
En cuanto a las políticas de protección a niños víctimas de maltratos, se encuentra
el Sistema Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia
(SIPIAV), el cual está presidido por el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay
(INAU), e integrado por el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), el Ministerio de
Salud Pública (MSP), la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), el
Ministerio del Interior y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).
Dicho sistema trabaja para fortalecer la prevención, detección y atención de casos de
violencia contra niños en todo el territorio nacional; se basa en la promoción, protección
y garantía de los derechos, para lo cual convoca a diferentes organismos del Estado. Los
servicios de este sistema se encuentran concentrados en Montevideo, Canelones y San
José, habiendo en el resto del país comités de recepción encargados de responder de un
modo coordinado e intersectorial, a las situaciones de maltrato (Arroyo, De Armas,
Retamoso & Vernazza, 2012).

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Capítulo 2: Maltrato infantil intrafamiliar

2.1 ¿Qué es el maltrato infantil intrafamiliar?


Si bien el maltrato infantil siempre ha existido, la percepción sobre este fenómeno,
coincide con el valor que se le atribuye a la vida del niño. Fue recién a mediados del
siglo XX que se comenzó a prestar especial atención a estos hechos; aparecen así,
definiciones y clasificaciones que intentan identificar dichas situaciones de maltrato.

Fuster y Ochoa (citados por Pincever et al., 2008) definen al maltrato infantil como:

“(…) Cualquier daño físico o psicológico no accidental contra un menor -según el


régimen de cada país-, ocasionado por sus padres o cuidadores, que ocurre como
resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales de omisión o comisión, y que
amenazan el desarrollo normal, tanto físico como psicológico del niño”. (p.25)

La niñez es una etapa de vulnerabilidad donde existen necesidades, que pueden ser
vistas como derechos. En este sentido el maltrato infantil puede definirse también como
la vulneración de los derechos del niño, el cual es tomado como un objeto, que el adulto
utiliza para resolver su propio malestar (Faraone, 2000). El maltrato puede ser visto,
además, como un modo de resolver conflictos, o sea, hay un pasaje al acto, en el cual se
utiliza la violencia en lugar de la negociación mediante la palabra.
La violencia es un término que alude al uso de la fuerza (sea esta, física, psicológica,
económica etc.) con la finalidad de provocar daño. A su vez el concepto de violencia
está relacionado con aquellas situaciones donde existe una asimetría y un uso abusivo
del poder. Según Galtung (citado por Espinar, 2003) “la violencia consistiría en
amenazas evitables contra la satisfacción de las necesidades humanas básicas;
disminuyendo el nivel real de satisfacción de las necesidades por debajo de lo que sería
potencialmente posible. (p.33)”
El maltrato infantil es una forma específica de violencia, que a su vez se incluye
como una de las tantas manifestaciones de la violencia intrafamiliar. Si bien se ha
avanzado en el reconocimiento y el respeto por los derechos del niño, la violencia se
sigue ejerciendo, pero de un modo solapado al interior de las familias (Garaventa,
2005).

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A modo de identificar este particular ámbito de maltrato, Escobal (2002) define a la
familia como:

(…) Un espacio amplio que abarca a todos aquellos que con lazo de consanguinidad o
no, con relación de parentesco político o no, se manifiestan como un grupo que convive
bajo un mismo techo y habilita por sus conductas una forma de vínculo que sostiene al
grupo, pudiendo diferenciarse funciones y roles entre los miembros del mismo. (p. 266)

Lo que caracteriza a la violencia intrafamiliar, es que el maltrato es sostenido en el


tiempo, o sea se instaura un vínculo donde uno o más integrantes de la familia
aprovechando su situación de poder o fuerza, ejercen violencia, provocando daño físico
o psicológico a otros miembros del grupo familiar.
Así mismo, se hace necesario reconocer a la familia como una organización que
tiende a ser conflictiva debido al tipo de interacción entre sus integrantes, pudiendo
estos conflictos algunas veces trascender a situaciones de maltrato (Garaventa, 2005).

2.2 Tipos de maltrato

2.2.1 Maltrato físico


Este tipo de maltrato, se define como toda conducta no accidental que provoque o
pueda llegar a provocar daño físico, enfermedad o incluso la muerte del niño (Bertini et
al., 2005).
Muchas veces los castigos físicos son utilizados como forma de educar o poner
límites a los hijos, siendo esta, una estrategia ineficaz, debido a que solamente impone
poder y genera humillación, lo cual no permite al niño tener una actitud reflexiva sobre
su conducta.
Por otra parte, se puede incluir como una forma de maltrato físico lo que se ha
denominado Síndrome de Munchausen por procuración, en el cual se somete al niño a
continuas exploraciones médicas, y tratamientos farmacológicos, alegando la presencia
de síntomas que pueden ser provocados por el propio adulto responsable (Pincever et
al., 2008).

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2.2.2 Maltrato emocional
El maltrato emocional es el más difícil de identificar ya que muchas veces se
encuentra naturalizado en las relaciones cotidianas. Giberti (2005) lo define del
siguiente modo:

“Son formas expresas o sutiles, verbales o gestuales, que transmiten a los niños y a las
niñas el desprecio que los adultos sienten por ellos, o la falta de confianza en sus
capacidades, o el desdén hacia sus naturales torpezas infantiles.” (p.61)

Este tipo de maltrato puede darse en forma de insultos, criticas, descalificaciones,


amenazas, abandono, entre otros. Una variante de estas formas de maltrato emocional es
cuando los padres sobre-exigen a sus hijos a que resalten en ciertas áreas de su vida
(colegio, deporte, etc.), para lo cual se los presiona o culpabiliza, provocando
sufrimiento emocional.
Otra forma de maltrato emocional o psicológico es cuando los padres se apropian de
la subjetividad de sus hijos, brindándoles todo lo que desean y evitándoles cualquier
frustración. En este tipo de vínculos, los hijos son sometidos a una simbiotización en el
vínculo con sus padres, lo cual los vuelve dependientes y no les permite adaptarse a su
entorno extrafamiliar (Barudy & Dantangnan, 2005). Lo opuesto a esta última forma,
sería el abandono o negligencia emocional, donde no se le ofrece al niño un entorno de
afecto y seguridad emocional que necesita.

2.2.3 Negligencia
La negligencia es el tipo de maltrato con porcentajes más altos en todo el mundo, y
tiene consecuencias que pueden llegar a ser tan graves como las demás formas de
maltrato. La misma refiere a la omisión por parte de los padres o cuidadores de brindar
los recursos necesarios que el niño necesita para su desarrollo en el área de salud,
educación, alimentación, vivienda, desarrollo emocional entre otros (Bertini et al.,
2005).
Se debe tener en cuenta, que no pueden ser incluidas en esta categoría, las situaciones
donde los padres no cuentan con los recursos para satisfacer las necesidades de sus
hijos, como en casos de extrema pobreza o incapacidad psicofísica.

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Se pueden considerar como conductas negligentes:

 Falta de supervisión por parte de los cuidadores que expone el niño a riesgos,
pudiendo ser facilitados abusos sexuales
 Negligencia física, educativa, emocional o médica
 Inducción a la práctica de conductas delictivas
 Abandono
 Exposición a violencia conyugal o a trastornos psicopatológicos y/o adicciones
de los cuidadores.
 Explotación infantil

2.2.4 Abuso sexual


Como lo plantea Bertini y otros (2005):

Se considera abuso sexual infantil el involucrar a un niño o adolescente en actividades


sexuales que no llega a comprender totalmente, ya que, por su condición de tal, carece
del desarrollo madurativo, emocional y cognitivo para dar un consentimiento informado
acerca del o los actos en cuestión. (p. 249)

Por su parte Kempe y Kempe (1998) agregan, el hecho de que dichos abusos pueden
violar los tabúes sociales o los roles familiares.
Generalmente estos abusos son cometidos en el ámbito familiar, por padres, tíos,
abuelos, hermanos o algún amigo de la familia. Abarcan diversas actividades que
pueden ir desde el voyeurismo o el exhibicionismo, hasta el acercamiento físico y la
penetración. Raramente se utiliza la fuerza física, sino que se instaura un vínculo
abusivo, donde el niño es manipulado por el adulto a través de amenazas, sobornos o a
través de la naturalización del abuso, donde el adulto le dice al niño que lo que están
haciendo es una práctica natural.
El incesto es aquella forma de abuso sexual que ocurre entre familiares
consanguíneos. Giberti (citada por Garaventa, 2005) al hablar del abuso sexual de padre
a hija, lo define como “(…) la violación de una menor a la que su progenitor victimiza y
a la que una calificación técnica nomina abuso sexual incestuoso” (p.110).
La mayor parte de las víctimas son niñas, y la edad promedio en que se da el abuso
es durante la pubertad, aunque son frecuentes los abusos a niños más pequeños.

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Los niños sufren estos abusos durante años, y difícilmente cuentan lo que ha ocurrido
por temor o porque el abusador los convence a mantener secreto. Muchas veces, solo se
descubren estos hechos cuando ocurren cambios en la situación de la familia, o cuando
el niño crece y se va de la casa. Por otra parte, por lo general en las familias existe una
tendencia a ocultar estos hechos, por vergüenza o por temor a desencadenar una crisis
familiar.

2.3 Indicadores de maltrato


El niño maltratado puede presentar indicadores físicos como heridas, hematomas,
quemaduras, fracturas, etc., las cuales aparecen en forma frecuente, sin haber una
explicación coherente sobre su origen.
Por otra parte, el niño puede tener ciertas actitudes que indican que está sufriendo
maltrato. Entre estas actitudes se puede encontrar una gran falta de confianza en sí
mismo, una excesiva necesidad de ganar o sobresalir, demandas exageradas de atención,
retraimiento o pasividad frente a los demás, así como comportamientos agresivos, que
pueden llegar al hostigamiento frente a otros niños (Oggiani, 2016).

2.4 Causas del maltrato infantil

2.4.1 Factores de riesgo y de protección


No existe una única causa que explique el maltrato infantil, sino que se trata de una
compleja interacción entre características personales, familiares y sociales. Los
investigadores sobre la temática, con el propósito de diagnosticar las situaciones de
maltrato, definen una serie de factores que pueden favorecer o no a dichas situaciones
de violencia dentro de la familia.
Los factores de riesgo son todas las características, hechos o situaciones del niño o
de su entorno que aumentan la posibilidad de que ocurra el maltrato (Bertini et al.,
2005).

Se pueden nombrar los siguientes factores de riesgo:

 Alcoholismo, toxicomanía y/o problemas de salud mental o física de alguno de


los progenitores

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 Ausencia de uno de los progenitores del hogar
 Incapacidad de los padres para brindar una relación educativa adecuada
 Falta de conocimiento o expectativas poco realistas sobre el desarrollo infantil
 Historial de malos tratos en la infancia de los padres
 Aislamiento o escasas redes de apoyo social de la familia
 Violencia conyugal
 Incapacidad emocional o intelectual de los niños

Por otra parte, los factores de protección refieren a las características de los niños, de
los padres o del entorno familiar, que pueden prevenir las situaciones de maltrato.
También existen los factores de compensación que posibilitan un cambio positivo
cuando ya se ha dado la situación de maltrato (Pincever et al., 2008).

Entre estos factores de protección y compensación se encuentran:

 Habilidades cognitivas e interpersonales adecuadas del niño y de sus padres


 Vínculo de apego con al menos uno de los progenitores
 Familia ampliada y amigos contenedores
 Accesos a servicios y ayudas comunitarias
 Apoyo del conyugue
 Estabilidad económica
 Valores opuestos al uso de la violencia

2.4.2 Características parentales


Las características parentales conforman un factor determinante en las situaciones
de maltrato infantil. En este sentido Barudy y Dantangan (2005) hablan de las
“competencias parentales” para referirse a la capacidad que tienen los padres de brindar
los cuidados necesarios para asegurar el desarrollo de sus hijos:

“El mérito de las madres y de los padres reside en el hecho de que deben responder a
múltiples necesidades de sus hijos, necesidades que además, cambian con el tiempo.
Deben, por consiguiente, disponer no solo de recursos y capacidades, sino también de
una plasticidad estructural para adaptar sus respuestas a la evolución de estas
necesidades del desarrollo infantil.” (p.62)

17
La adquisición de estas capacidades, están influenciadas por factores hereditarios,
por el aprendizaje proveniente de la cultura, así como por las experiencias de buen o
mal trato que los padres hayan tenido en su propia infancia.
En la parentalidad disfuncional, se pueden encontrar antecedentes de experiencias
traumáticas o perdidas que quedaron sin la posibilidad de ser elaboradas, y que forman
parte de la historia de vida de los padres. Estos últimos, se caracterizan por tener una
identidad desvalorizada y vulnerable, así como una escasa capacidad de empatía. A
estos padres, les cuesta reconocer y valorar las capacidades de sus hijos, así como
percibir y atender a las necesidades de los mismos.
En estos casos puede existir también, una dificultad en el manejo de las emociones,
una falta de control de impulsos, así como una tendencia a reaccionar de un modo
agresivo. La capacidad cognitiva, también puede verse alterada, o sea estos padres
podrían tener dificultad para pensar y reflexionar sobre sus propias circunstancias de
vida, o sobre el comportamiento de sus hijos.
Entre otras características de los padres maltratadores, se pueden nombrar los
problemas de salud mental y/o adicciones, así como la poca permeabilidad a recibir
ayuda profesional o comunitaria.

2.4.3 Características de los niños maltratados


Si bien los niños son víctimas de estas situaciones, y nunca tienen la culpa de ser
maltratados, pueden poseer algunas características que incrementen la probabilidad de
sufrir violencia por parte de sus padres.
Pueden incidir algunas características como la prematurez, ya que hay estudios que
señalan en estos casos, la existencia de un llanto más agudo que puede llegar a irritar a
los padres, o bien la separación de la madre en este primer período, dificultaría la
formación del vínculo (Faraone, 2000).
El llanto de un bebé, puede hacer revivir en los padres, sus propios sentimientos de
desamparo o desvalimiento, lo cual puede resultar intolerable, al punto de hacer callar al
niño a cualquier costo (Janin, 2011).
De igual modo los niños que presentan hiperactividad, otras enfermedades o
discapacidades que requieren una mayor dedicación por parte de los padres, podrían
desencadenar las situaciones de maltrato.

18
No necesariamente un niño será maltratado por carecer de ciertas cualidades; por lo
cual, para que haya una vinculación afectiva saludable, debe haber un ajuste entre las
características reales del niño, y aquellas que eran esperadas por los padres (Kempe &
Kempe, 1998). Así, algunos niños tienen un carácter irritable, lloran en forma
abundante, o se niegan alimentarse, siendo estas, características inesperadas que
dificultan el vínculo.
Por otra parte, luego del nacimiento, los detalles en el aspecto del niño, pueden
provocar una serie de expectativas en los padres. Así, por ejemplo, un recién nacido
puede poseer un rasgo de un familiar que no es querido por la madre, lo cual puede
reforzar en ella, ciertas percepciones que atribuyen un significado negativo a las
expresiones del niño.

2.4.4 El entorno social


Para poder comprender las causas del maltrato infantil, se deben tener en cuenta
factores presentes en un contexto más amplio, en el cual, la “cultura patriarcal” ha
establecido valores y creencias dominantes que inciden en los vínculos dentro de la
familia.
En dicho sistema, se ha asignado un mayor poder al hombre sobre la mujer, así como
a los padres sobre los hijos, habiendo, además, la convicción de que los niños deben una
obediencia absoluta e incondicional hacia los padres (Barudy, 2011). Este tipo de
creencias sirve de base para que los agresores legitimen sus acciones, así como también
explica que las niñas están en una posición de desventaja, donde existen aún mayores
posibilidades de maltrato. Así, cuanta más adhesión tenga una familia a los valores de la
cultura patriarcal, mayor será el riesgo de que ocurra violencia.
La rigidez del rol asignado a la mujer como madre, también podría aumentar el
riesgo de maltrato infantil intrafamiliar. La responzabilización total de la madre por el
cuidado de sus hijos, puede llevarla a un estado de desborde, situación en la cual el
maltrato puede surgir como una forma de dar alivio a esa tensión (Faraone, 2000).
Desde otra perspectiva, hay investigaciones que demuestran como los medios de
comunicación masiva, al proporcionar modelos violentos, influyen en las actitudes y
legitiman las conductas violentas. Por tanto, la violencia transmitida en la televisión,
funciona como una aculturación, donde se tiende a aceptar el uso de la fuerza como un
valor fundamental, en detrimento de otras formas de mediación.

19
Por último, se pueden agregar otros factores que también aumentan la probabilidad
de que ocurra maltrato; estos son, la falta o insuficiencia de políticas y programas que
dan respuesta a estas situaciones, así como también las desigualdades sociales y la
precariedad en las condiciones de vida.

Capítulo 3:
Repercusiones psicológicas del maltrato infantil intrafamiliar

3.1 Psiquismo infantil e Importancia de los primeros vínculos.


La familia es el primer contexto de socialización, o sea, en este ámbito el niño
formará una identidad propia, y a su vez irá aprendiendo a relacionarse con los demás.
Por tanto, para asegurar un desarrollo saludable, los padres deben brindar afecto y
seguridad emocional, así como también transmitir normas y valores que ayuden a
integrarse a la cultura.
A modo de conocer las consecuencias del maltrato infantil intrafamiliar, es
necesario, comprender primero la incidencia e importancia de los primeros vínculos en
la constitución subjetiva del niño.

3.1. 2 Construcción de la actividad simbólica


Piera Aulagnier plantea que el psiquismo está constituido por tres modos de
funcionamiento (proceso originario, proceso primario y proceso secundario) que se
suceden temporalmente, complejizando así la actividad representativa (Schlemenson,
2006).
En un primer momento, el psiquismo tiende a expresarse de un modo intenso y
desorganizado, siendo el adulto el que, a través de sus cuidados, dará alivio a las
tensiones internas del niño. Estos cuidados proporcionan una vivencia de satisfacción, a
la vez que producen una ligazón de la energía, como lo plantea Freud, dejando las
primeras huellas en el psiquismo infantil (Untoglich, 2011). La madre además de
libidinizar el cuerpo del niño a través de sus cuidados, también asigna significados,
pone palabras a las expresiones y emociones de su hijo; lo cual lo introduce en un orden
simbólico, a la vez que lo ayuda a organizar y dar sentido a sus vivencias.
Para que pueda darse una estructuración psíquica, es importante la contención y el
sostén que se le proporciona al niño, pero también son necesarios momentos de

20
separación ejercidos desde la función paterna. En este sentido, la calidad de los
cuidados, así como los ritmos entre contención y separación, posibilitan que se
constituya la capacidad de simbolizar, es decir, poder representar la ausencia mediante
la palabra (Ulriksen, 2005). Como plantea Janin (2011), las primeras inscripciones son
“parcialmente traducidas a otros idiomas, a otros modos del representar” (p.31), dando
paso no solo a la simbolización, sino a la capacidad de desear, o sea se constituye el
sujeto deseante.

3.1.3 El desarrollo afectivo


Paralelamente al progreso de la actividad representativa, los niños irán logrando una
coherencia interna, debido a que aprenderán a reconocer y autorregular sus emociones.
Los padres deben ayudar a sus hijos a lograr una modulación emocional, así como a
tener un mayor control sobre su conducta, coincidiendo esto, con el desarrollo de lo que
Goleman ha denominado “inteligencia emocional” (Barudy & Dantagnan, 2005).
Por tanto, los niños poco a poco lograrán identificar y nombrar sus emociones, lo
cual proporciona un mayor control sobre ellas, logrando así separarlas de las
somatizaciones que caracterizan el funcionamiento primitivo del psiquismo (De Agosta,
2008). En este proceso, los niños constituyen redes representacionales en relación con el
funcionamiento psíquico de las personas de su entorno, o sea, el niño, atiende a los
estados emocionales ajenos como si fueran propios, por lo cual los adultos darán las
pautas para que el niño pueda pensar y controlar sus emociones (Janin, 2011).
A su vez, para que pueda darse el desarrollo afectivo, los niños necesitan que se les
proporcione una seguridad emocional, a través de lazos afectivos seguros con los
adultos cercanos. En este sentido el concepto de apego creado por Bowlby, corresponde
a una ligazón afectiva entre el niño y su cuidador, siendo la necesidad de protección, la
función evolutiva de este proceso (Ulriksen, 2005). El autor describe al apego como un
sistema que comienza siendo una tendencia biológica a la proximidad física, que luego
se desarrollará y adaptará a la respuesta del adulto, dando lugar así a un estilo de apego
(Delgado, 2008).
Al establecer un estilo de apego seguro, el niño tendrá una representación interna de
las figuras de apego como disponibles, pero separadas de sí mismo. Esto le dará al niño
la seguridad emocional necesaria para que sienta placer en explorar su entorno y
vincularse en nuevos contextos sociales, así como también tendrá mayores recursos para
tolerar situaciones adversas. Por otra parte, si los niños reciben el afecto que necesitan,

21
podrán brindarlo a los demás. De este modo desarrollarán la capacidad de empatía y
podrán relacionarse con los demás de un modo reciproco.

3.1.4 Construcción de la identidad


Como señala Yampey (citado por Balaguer, 2005):

El sentimiento de identidad expresa la experiencia emocional y cognitiva en la que el


sujeto se reconoce como que es el mismo en el tiempo y el espacio no obstante sus
múltiples roles y las actividades que dominan el desempeño de su conducta. (p.112)

Para el psicoanálisis la identificación es la primera exteriorización de una ligazón


afectiva con otra persona. Esta ligazón sucede en la más temprana edad y tiene en los
padres esa otra persona con la cual se liga, y a la cual el niño toma como ideal (Freud,
1921).
Las primeras identificaciones del niño con sus padres (identificación primaria),
forman parte de un proceso constitutivo del “Yo”. Los padres aman e idealizan a su
hijo, el cual a su vez se identifica con esa imagen perfección, que constituirá su
narcisismo (Janin, 2011).
En este proceso en el cual se comienza a estructurar el psiquismo, a medida que las
percepciones pueden ser representadas, “Yo” y “Ello” se irán diferenciando. De igual
modo, en el devenir del desarrollo, al culminar el complejo de Edipo, se instaurará el
“Superyó”. En este sentido, los límites que los padres van poniendo a la satisfacción
pulsional de su hijo, posibilitan la estructuración psíquica, lo cual, a su vez, asegura una
mayor diferenciación del “Yo”.
A su vez, al hablar de identidad, se puede decir que una parte importante de ella, es
el concepto de sí mismo, el cual algunos autores definen como “(..) el resultado de un
proceso donde el niño o la niña internalizan su mundo social y externalizan su propio
ser” (Barudy & Dantagnan, 2005, p.86).
El autoconcepto está vinculado a las ideas que la persona tenga de sí misma, así
como a las ideas que la persona cree que los demás tienen de ella. Por tanto, en este
proceso los niños se identifican con lo que sus padres le transmiten, tal como lo plantea
Janin “se forma así una imagen de sí en la que quedan sobreimpuestas representaciones
de otros (antepasados, figuras significativas, etc.) a través de las cuales el niño recibe un
determinado ser” (2011, p.25).

22
En este sentido para la formación de un autoconcepto positivo es fundamental que el
niño se desarrolle en un ambiente de buenos tratos, donde se sienta validado como
persona, lo cual le permitirá construir una confianza en sí mismo y una autoestima
elevada.

3.2 Los traumas infantiles


El maltrato infantil siempre provoca efectos traumáticos, debido a que el psiquismo,
al encontrarse en un proceso de constitución, no está preparado para enfrentar una
situación de violencia. A su vez el niño se enfrenta a una situación paradójica en la cual
es maltratado por quienes deberían protegerlo y calmarlo ante las situaciones de estrés
que tuviera que enfrentar en el curso normal de su desarrollo. El trauma estaría asociado
entonces al significado de las relaciones intrafamiliares, y a lo dificultoso que es para un
niño comprender por qué recibe malos tratos de sus propios padres.
El término trauma o traumatismo, es utilizado por el psicoanálisis para referirse a las
características de choque y efracción que puede sufrir el psiquismo ante un suceso.
Freud (citado por Bleichmar, 2010) refiere al traumatismo como: “(…) una vivencia
que, en un breve lapso, aporta un exceso tal en la intensidad de estímulo que su
tramitación o finiquitación por vías normales y habituales fracasa, de donde por fuerza
resultan trastornos duraderos para la economía energética” (p.16). Refiere a una
experiencia que provoca un aumento de la excitación en el aparato psíquico, para lo cual
el sujeto no está preparado con sus defensas habituales de control.
Barudy & Dantagnan (2005) al hablar de trauma psíquico infantil se refieren a “(...) las
consecuencias de una agresión exógena que provoca una sensación intensa de estrés,
sufrimiento o dolor, y a la que al mismo tiempo, por su contenido, es difícil encontrarle
un sentido o una explicación” (p.151).
El maltrato infantil intrafamiliar se corresponde con lo que se ha denominado
“proceso traumático”, lo cual refiere, al conjunto de eventos estresantes que tienen lugar
en las relaciones interpersonales significativas, y que por su contenido, duración o
intensidad agotan los recursos psíquicos del niño. Se plantea que un sujeto que
experimenta un hecho traumático aislado, puede contar con mayores recursos
emocionales para superar dicha situación; en cambio cuando experimenta episodios
continuados de violencia, se produce un daño acumulativo (Mora, 2016).
Existen también aquellos traumas, que se dan en los casos de maltrato por déficit,
donde no se brinda al niño los cuidados necesarios para que pueda ligar la excitación

23
interna y construir su mundo representacional. Algo similar a esto, es lo que se ha
denominado “complejo de la madre muerta”, donde la madre (figura materna), a pesar
de estar presente físicamente, deja desinvestido el lugar del hijo, el cual se identifica con
ese vacío, produciéndose a su vez un vacío psíquico (Green, 1986).
El trauma genera una tendencia a desconectar lo inscripto, y a expulsar toda
investidura, debido a que cualquier representación es dolorosa. Se puede producir un
desinvestimiento que se expresa a través de un empobrecimiento en actividad
proyectiva, junto a un sentimiento de muerte psíquica.
Cuando el niño es maltratado desde el comienzo de su vida, se obstaculiza la
estructuración del pensamiento y la capacidad de simbolizar. Estos niños no logran
diferenciar sensaciones, todo es percibido del mismo modo y pueden presentar una
apatía afectiva. Esta falta de registro de sensaciones, provoca un sentimiento de
desvitalización, como si una parte de sí mismo estuviera muerta. Por tanto, para poder
sentirse vivo, el sujeto buscará vivir sensaciones fuertes, podrá buscarse constantemente
el peligro, recurrir al consumo de drogas etc. (Janin, 2011).

3.3 Consecuencias del trauma


Frente a la situación traumática, el psiquismo desarrollará estrategias para enfrentar
el dolor y el estrés provocado, lo cual se corresponde con lo que se ha denominado
mecanismos defensivos o adaptativos.
En el prefacio de la obra de Anna Freud (1992), estos mecanismos son definidos por
Cármaco como: “(...) aquellos medios psicológicos que el Yo utiliza para solucionar los
conflictos que surgen entre las exigencias instintivas y la necesidad de adaptarse al
mundo de la realidad, bajo determinadas influencias del ambiente familiar y social”
(p.9).
Según Echeburúa y Guerricaechavarría (2009), en niños con edad escolar, se
desarrollan mecanismos relacionados a la idea de culpa y vergüenza por lo que ha
sucedido. A su vez en niños muy pequeños (edad preescolar), debido a que aún cuentan
con escasos recursos psicológicos, los mecanismos más utilizados frente al trauma por
maltrato, son la negación y la disociación.
La renegación o desmentida, refiere a un mecanismo de defensa a través del cual el
sujeto, se niega a reconocer la percepción de una realidad que le resulta traumatizante.
Como lo afirma Monzón (citada por Garaventa, 2005) dicho mecanismo es necesario,
así como todas las defensas, en tanto ayudan a enfrentar situaciones estresantes o

24
conflictos de la vida cotidiana. Pero, aun así, agrega la autora, si algún mecanismo es
utilizado en forma excesiva, el psiquismo se daña.
Por otra parte, la disociación es considerada como:

(...) La expulsión de la percepción inmediata de la experiencia de aquello que resulta


intolerable (...) < donde el sujeto> renuncia a su propio sentido del self y a sus propias
reacciones y sentimientos personales, es decir, disocia grandes porciones de su propia
experiencia, tanto por resultarle intolerable como porque representa un peligro real.
(Frankel, 2002)

Wekerle y otros (2007) agregan que, en la disociación, “para alcanzar un estado de


desconexión emocional, se separan entre sí emociones, pensamientos y experiencias
conductuales propios” (p.38).
Este mecanismo se desarrolla frecuentemente en víctimas de situaciones altamente
traumáticas, como por ejemplo, en casos de abuso sexual continuado en la infancia. Esto
le permitirá al niño o niña, aun recibiendo abusos, poder subsistir psíquicamente y
seguir con sus actividades cotidianas como jugar, ir a la escuela etc. Cuando el maltrato
se hace crónico, el niño podrá generalizar este mecanismo, como respuesta a otras
situaciones que también puedan resultar traumáticas (Rozanski, 2005).
Según Ferenczi (citado por Frankel, 2002), el niño al tener una personalidad poco
desarrollada, reacciona a la situación traumática no tanto con defensas, sino que a través
de una identificación con el agresor, así como con la introyección de la imagen de la
persona amenazante.
La identificación implica sentir lo que el otro siente, de este modo, el niño al
identificarse con el agresor podrá percibir que es lo que este desea, para así poder
complacerlo y disminuir el peligro que representa. Por su parte la introyección, es un
proceso similar en el cual el niño incorpora la imagen del atacante en su propia mente,
lo cual le genera una sensación de mayor control sobre la situación.
Según Frankel, identificación, disociación e introyección actúan como una unidad
durante el trauma. En este sentido, la identificación con el agresor informa cuales
sentimientos son peligrosos en una situación, la disociación quita esos sentimientos de
la conciencia y a su vez facilita la introyección del atacante. Serían, a través de la
identificación, sustituidos aquellos sentimientos que resultan peligrosos, por otros más
adecuados a la situación.

25
Otros autores como Barudy y Dantagnan (2005) hablan de que el niño puede
reaccionar a las situaciones de violencia, desarrollando un “trastorno del apego”. Según
esta teoría, el niño, con la finalidad de vincularse con sus cuidadores, termina
inhibiendo o incrementando las conductas de apego, adaptándose así, a las
características de los agresores y a la violencia ejercida por estos.
Los autores mencionados citan a Main y Solomon, quienes hablan de “apego
desorganizado”, como un tipo de apego en el cual, el niño, debido a la imprevisibilidad
de las conductas de sus cuidadores (padres con características altamente patológicas), no
logra establecer un patrón regular de apego. Estos niños con la finalidad de lograr un
mayor control sobre el entorno, pueden presentar conductas desorganizadas, que van
desde una modalidad violenta hasta la complacencia.
Otra posible consecuencia, es que el niño tras buscar en forma desmedida el afecto de
los adultos, desarrolle una apatía afectiva o cree fantasías de omnipotencia, lo cual al
generalizarse podría conformar una estructura narcisista de personalidad (Barudy,
2011).

3.4 Los daños en la identidad y la autoestima


El trato que se recibe en la infancia, influye en gran medida en la constitución de la
identidad y la autoestima, ya que estas primeras experiencias con las figuras
significativas, son internalizadas, integrándose a la personalidad. Un adulto que recibe
violencia, tiene la posibilidad de oponer esa experiencia con otras representaciones
propias; sin embargo, el niño la experimenta como parte de sí mismo.
Cuando un niño sufre maltratos, se pueden producir identificaciones patológicas, lo
cual lleva a que su “Yo” se constituya en base a una imagen desvalorizada de sí mismo.
Janin plantea que cuando los padres maltratan a sus hijos, no solamente demuestran sus
deseos de destrucción, sino que manifiestan un vínculo donde se involucran aspectos
incestuosos. La autora menciona que las leyes que posibilitan al sujeto integrarse a la
cultura son: la prohibición del incesto y la prohibición del asesinato, lo cual en muchas
familias está permitido. En este sentido Aulagnier, propone que en estos casos:

“(…) la instancia represora no se puede producir, menos todavía lograr, en ausencia de


dos aportes exteriores: las interdicciones pronunciadas por una instancia parental que se
hace en esto “portavoz” de las exigencias culturales y en mayor medida el hecho de que

26
estas prohibiciones recaen sobre lo que ya debe formar parte de lo reprimido de los
padres (…)” (citada por Janin p. 228)

Al haber por tanto un vínculo indiscriminado, no se conformarían, diferencias


internas, lo cual coincide con una desestructuración del “Yo”. El niño necesita crecer en
un ambiente confiable, que posibilite, una imagen valiosa de sí mismo, así como una
interiorización de normas y prohibiciones parentales.
Los niños traumatizados por maltrato, experimentan una serie de vivencias internas
que deterioran su autoestima y su forma de ver el mundo. Entre estas vivencias internas,
se encuentra la pérdida de confianza, la cual se produce en un principio, hacia el o los
agresores, pero luego puede extenderse a todos los vínculos interpersonales. El niño que
es maltratado por sus padres, puede desarrollar una “vivencia depresiva” en la cual, el
mundo es percibido de un modo hostil e inseguro (Barudy, 2013). El maltrato infantil en
este sentido, está asociado a la aparición de síntomas depresivos durante la adolescencia
y la edad adulta, así como también se generan mayores probabilidades de conductas
autodestructivas y suicidio (Wekerle et al., 2007).
Según Bowlby (citado por Dutton & Golant, 1997) la disponibilidad de las figuras de
apego (desde los primeros años de vida, hasta la adolescencia), incide en la formación
de expectativas o representaciones internas acerca del sí mismo y de los vínculos
interpersonales. Dichas expectativas se integran a la personalidad de una forma
relativamente permanente, y constituyen en el sujeto, un modelo interno de sí mismo
como persona digna de un trato amable, o por el contrario como merecedora de
maltrato. Cuando la demanda de apego se ve frustrada en la infancia, se ve
comprometido el desarrollo emocional; el sujeto tendrá menos posibilidades de
consolarse a sí mismo en situaciones difíciles, pudiendo además presentar dificultades
para moderar sus reacciones de ira y ansiedad.
Los estilos que adquiere el apego durante la infancia, perduran a lo largo de la vida,
lo cual hace con que estas personas víctimas de maltrato, debido a la falta de confianza
que generaron acerca de la disponibilidad de sus padres, puedan tener a futuro
dificultades en relacionarse con los demás, así como en buscar apoyo social cuando lo
necesiten.
La estigmatización es otra vivencia interna en la cual estos niños se sienten
diferentes a los demás; esta diferencia conlleva la sensación de estar en desventaja, tanto
por la violencia que reciben, como porque muchas veces son etiquetados como niños

27
enfermos o problemáticos por quienes los rodean. La estigmatización incluye los
sentimientos de culpa y vergüenza, que surgen debido a que el niño, al idealizar a sus
padres, concluye que es maltratado porque se lo merece, porque “es malo”, siendo esta
idea menos dolorosa, que la realidad de tener padres capaces de dañar.
La vergüenza, como lo expresan Dutton y Golant (1997) “es una reacción emocional,
ante un ataque dirigido contra el sentido global de sí mismo (p. 104).” En este sentido,
el autor señala que los padres que avergüenzan y humillan a sus hijos, atacan la
integridad del sí mismo del niño, el cual constituirá una identidad frágil. Los hechos que
avergüenzan, son aquellos castigos desproporcionados, o sin motivo aparente, en estos
casos, el niño termina creyendo que el motivo del maltrato, es él mismo, su propia
existencia. Por tanto, el maltrato que deja consecuencias más duraderas, es aquel que
lleva implícito un ataque emocional, donde el niño recibe el mensaje de ser despreciable
e indigno de ser amado en la totalidad de su persona. Se produce entonces un concepto
inestable y negativo de sí mismo, lo cual se relaciona, a una escasa tolerancia a las
frustraciones, donde cualquier contratiempo es vivido por el sujeto como un ataque a su
integridad. Esto puede desembocar en la configuración de una personalidad violenta,
donde la ira es utilizada como modo de contrarrestar los propios sentimientos de
inseguridad.
La identificación con el agresor, también pueden persistir a largo plazo como modo de
relacionamiento interpersonal y puede adquirir muchas modalidades. Una de ellas es
que debido al temor de que el trauma vuelva producirse, estas personas se identifican
constantemente con los demás, con el fin de percibir cualquier posible amenaza,
convirtiéndose en lo que sea necesario, para protegerse de un nuevo ataque. De un modo
inconsciente, el sujeto renuncia a sus propios sentimientos, para poder así, adaptarse a
las situaciones que considere potencialmente peligrosas.
El sujeto también puede hacer con que se repita el maltrato, buscando un nuevo
agresor o en otros casos, el maltrato puede hacerse activo, la víctima se convierte en
victimario, gracias a la identificación e introyección de la imagen del atacante. Con
relación a esto último, desde el punto de vista de Valfré (2016) el niño víctima de
maltrato intrafamiliar, puede ver estos hechos como normales, e internalizar una forma
de relacionamiento violenta, que conduce a repetir en el futuro este tipo de vínculos.
Por otra parte, se puede agregar que la identificación con el agresor en sus diversas
manifestaciones, es un mecanismo que puede perdurar en el funcionamiento psíquico de
personas que no han sufrido traumas graves. En este sentido, el maltrato emocional,

28
como las amenazas de abandono, o las exigencias o expectativas exageradas hacia los
hijos, aunque parezcan sutiles, también pueden conformar un trauma (Frankel, 2002).
Por último, el ambiente de violencia e imprevisibilidad, genera una sensación de
impotencia, lo cual conduce al “proceso de indefensión aprendida”, creencia que se
instaura influyendo de un modo negativo en el autoconcepto. El sujeto siente una falta
de control sobre las situaciones, siente que haga lo que haga no podrá defenderse, lo
cual deriva en una gran inseguridad y temor a lo que pueda suceder en el futuro.

3.5 Factores mediadores de las consecuencias psicológicas


La gravedad de las consecuencias, depende del grado de victimización, la
interiorización de los sentimientos de culpa, así como de los mecanismos de defensa
que el niño pueda utilizar. Asimismo, las consecuencias pueden manifestarse de muchas
maneras, por lo cual no se puede hablar de un único síndrome asociado al maltrato.
Las consecuencias a largo plazo no se pueden predecir con exactitud, así como
también, el trauma no necesariamente se resuelve con el pasar del tiempo, sino que
adquiere otras manifestaciones sintomáticas, según la etapa evolutiva que se esté
atravesando.
Debido a que las personas reaccionan de distinto modo ante estos sucesos
traumáticos, se puede hablar de la existencia de factores moduladores del impacto
psíquico, los cuales pueden aumentar la vulnerabilidad del sujeto, o bien, reducir la
intensidad del daño.
Estos factores, pueden estar en relación con las características propias de las
víctimas; así por ejemplo, hay autores como Bagley y Ramsay, que dicen que cuanto
menos edad posea el niño, mayor será la aparición de trastornos disociativos y más
graves serán las consecuencias. Por lo contrario, otros autores como Muus y Schei,
proponen que justamente la falta de madurez o conciencia, producto de la poca edad, es
lo que protege al niño del impacto traumático (Echeburúa & Guerricaechavarría, 2009).
En lo que respecta al género, las niñas por lo general tienden a desarrollar
sentimientos de ansiedad y depresión, mientras que los niños, tienden a identificarse con
el agresor, y a exteriorizar comportamientos violentos hacia los demás (Barudy, 2011).
También existen niños que no presentan síntomas luego de haber sufrido maltrato; si
bien las consecuencias pueden aparecer con posterioridad, en estos casos puede haber
en la victima una mayor resistencia a los efectos traumáticos (Wekerle et al., 2007).

29
Con relación al entorno del niño, cuanto más conflictivo y violento sea el
funcionamiento familiar, menos serán compensados los daños ocasionados y más graves
pueden ser las consecuencias.
En cuanto a las características de las agresiones, cuanto más frecuentes e intensas
sean estas, mayor serán los sentimientos de indefensión y vulnerabilidad provocados en
el niño, así como también, en lo que respecta a la relación con el agresor, puede decirse
que las consecuencias serán más dañinas, cuanto mayor sea el grado de intimidad
emocional existente con el mismo.
En caso de abuso sexual, las consecuencias del revelamiento del mismo en la familia,
también incide en gran medida en la intensidad del daño psíquico. En estos casos el dar
crédito al testimonio del niño, brindarle protección y apoyo familiar, es fundamental
para su posterior recuperación.
Por último, se pueden mencionar los procedimientos judiciales inadecuados,
demasiado extensos, donde se piden testificaciones reiteradas, y no se tienen en cuenta
las características propias de los niños maltratados. Aquí se produce un aumento de
estrés en las victimas, lo cual puede conducir a una revictimización, contribuyendo a un
peor pronóstico de las consecuencias.

3.6 Transmisión generacional del maltrato


Aquellos hechos que son impedidos de ser historizados en una generación, se
transmiten a la siguiente como vacíos representacionales, que impiden la capacidad de
reflexionar o pensar determinadas situaciones. Esta es una faceta de la transmisión
generacional, en la cual ciertas vivencias traumáticas, entre ellas, aquellas que tienen
que ver con las perdidas, o con la violencia, al no poder ser elaboradas, dan paso a una
repetición a través de varias generaciones.
La repetición es pensada desde dos puntos de vista: la repetición propiamente dicha y
la compulsión a la repetición (Gomel & Matus, 2011). La repetición en sí, se relaciona a
un intento de ligazón a un orden significante, donde prima la búsqueda de sentido y se
abre paso a la novedad. Esto se relaciona con lo negativizado en los vínculos
ancestrales, pero que, bajo la egida de la represión, puede retornar a través de
manifestaciones, que tienen más que ver con el “decir” de lo que con el “hacer”.
Por otra parte, la “compulsión a la repetición” remite a la transmisión de lo
traumático, lo cual tiende a arrasar la subjetividad y la capacidad representativa, pero
que siempre en algún punto lleva implícito un intento significación. En este sentido,

30
aquellos hechos traumáticos, que forman parte de lo repudiado en una generación, son
mediados por una compulsión repetitiva y retornan mediante la “vía del hacer”. O sea,
aquellos hechos imposibles de ser representados psíquicamente, se manifiestan a través
de la acción, pudiendo incrementarse hasta llegar a un “pasaje al acto”.
El pasaje al acto, es aquel accionar donde la capacidad de pensar o simbolizar
colapsa dando lugar a acciones extremas, como suicidios, homicidios, etc. En este
accionar se incluye también la violencia vincular, como el maltrato físico o emocional.
Como lo plantea Gomel (1997) “(...) la descarga pulsional libre de constricción de lo
simbólico, inunda el espacio vincular y lo no dicho se transforma en golpe” (p.133).
El maltrato infantil en este sentido puede ser consecuencia de una historia familiar
marcada por hechos traumáticos, donde han surgido sentimientos tan intolerables, que
producen un accionar desenfrenado, donde la violencia es puesta en escena nuevamente.

3.7 Abordaje terapéutico de las consecuencias


Como se mencionó anteriormente, el maltrato puede dejar diversas consecuencias
negativas en el psiquismo, por lo cual se hace necesaria una intervención terapéutica.
Igualmente, algunas veces, las víctimas no presentan síntomas, y no necesitan una
terapia, debido a que pueden mediar otros factores (apoyo social, familiar,
características de las víctimas, etc.) que disminuyen suficientemente el impacto de los
sucesos traumáticos. Por tal motivo es necesaria una adecuada evaluación de la
existencia de daños que afecten significativamente las actividades cotidianas del niño.
De todos modos, debe priorizarse la seguridad del niño, en el sentido de que el
maltrato no vuelva a ocurrir, ya que, si esto no es así, la terapia sería totalmente
ineficaz. Cuando los padres asumen su responsabilidad en el maltrato, es posible
involucrarlos en el tratamiento del niño y asesorarlos para que brinden un mejor cuidado
a sus hijos, de lo contrario, deben ser tomadas las medidas legales que aseguren el
bienestar del menor.
En cuanto al contenido terapéutico, se trata de que el niño recuerde y vuelva a
experimentar los sentimientos surgidos del maltrato; lo cual tiene como finalidad,
desmontar las estrategias de afrontamiento inadecuadas que se han usado ante la
imposibilidad de asimilar lo ocurrido.
En cuanto al objetivo de este procedimiento, De Agosta (2008) plantea que:

31
(...) Se trata que el niño pueda readquirir su habilidad para re-experimentar la vida
completamente, con el comportamiento, la emoción, la sensación, y el pensamiento,
para renovar su capacidad para estar en contacto con sí mismo y su ambiente, para saber
quién es, y qué y por qué estas cosas han pasado. (p.63)

Es necesario además brindarle al niño estrategias de afrontamiento, es decir


enseñarle habilidades para expresar y controlar sus emociones, especialmente en
situaciones adversas o estresantes que tenga que enfrentar.
Wekerle y otros (2007), afirman que el objetivo de la terapia, es proporcionar a los
niños habilidades que los ayuden a entender su experiencia de maltrato, afrontar sus
reacciones e interactuar de un modo adecuado con los demás.
Se debe evaluar, cual es la percepción que la víctima tiene acerca de su experiencia
traumática, así como también que ideas posee en relación a sus causas; esta información
es de suma importancia ya que ayudará a guiar el tratamiento.
El maltrato genera respuestas cognitivas, las cuales se relacionan como ya se
mencionó, con los sentimientos de culpa, desconfianza, así como a un autoconcepto
negativo. En cuanto a los sentimientos de culpa, se deben modificar ciertas creencias
distorsionadas sobre la experiencia de maltrato. El terapeuta debe dejar en claro la
escasa capacidad del niño de defenderse de los adultos, insistiendo en que la
responsabilidad del maltrato, es siempre del agresor. Se ha constatado además, que el
hecho de que los niños comprendan los factores y circunstancias que hicieron con que
sus padres los maltrataran, permite dar un nuevo sentido a dichas experiencias.
Por su parte, para superar el sentimiento de desconfianza, se debe ayudar a que el
niño pueda diferenciar en quien puede confiar y en quien no, para que de este modo, no
llegue a hacer generalizaciones equivocadas. También se debe favorecer una
autoimagen positiva y no estigmatizada. Muchas veces en las victimas existe el
sentimiento de “estar marcadas para siempre” por lo que les sucedió. En estos casos se
debe modificar esta idea, haciendo al niño entender que el maltrato es un hecho del
pasado, que no se va olvidar, pero que sus consecuencias pueden ser superadas.
Cabe destacar que es necesario adaptarse a los modos de comunicación infantiles, ya
que no se puede esperar que los niños hablen de sus experiencias abiertamente como lo
haría un adulto. Se ponen en juego mecanismos que no permiten al niño hablar
libremente, así como también el maltrato puede haber dañado el desarrollo de un
lenguaje interno que de sentido a sus experiencias. El terapeuta por tanto debe crear un

32
ambiente de confianza y respeto, así como también debe utilizar técnicas que faciliten la
expresión emocional del niño. En este sentido, el juego, los dibujos, el arte, entre otros,
son un instrumento valioso para el procesamiento del trauma, ya que permiten al niño
comunicar sus experiencias, aun cuando no encuentre palabras para describirlas.

Consideraciones finales
A partir de la bibliografía revisada acerca de la temática, y como se propuso al
comienzo del trabajo, se abordó el fenómeno del maltrato infantil intrafamiliar, así
como también se expusieron sus posibles repercusiones psicológicas.
El maltrato infantil se ha reconocido y estudiado como tal recientemente, ya que, si
bien siempre ha existido, la sociedad comenzó a percibirlo de un modo negativo, así
como también, la infancia adquiere un nuevo significado, en el cual se considera a los
niños como personas en desarrollo, con necesidades especiales y dignas de buen trato.
También se ha reconocido el rol de la familia en el cuidado de los niños y se han creado
leyes de protección a la infancia; aun así, el maltrato es una cuestión que sigue teniendo
lugar de un modo encubierto.
Existen muchas formas de maltrato, algunas más fáciles de identificar y otras más
sutiles, pero independientemente de eso, las consecuencias siempre son traumáticas,
debido a que el psiquismo infantil es más vulnerable, se está constituyendo y son
justamente los padres los que tienen la función de proteger a sus hijos, lo cual hace que
esta situación sea más difícil de ser asimilada por el niño.
En esta primera etapa, los vínculos establecidos con las figuras de apego, serán
interiorizados por el niño, o sea se darán las primeras identificaciones y pautas de
comportamiento que pasarán a formar parte de su personalidad.
La actividad representativa es clave en el desarrollo psíquico, y se constituye a
través de los cuidados recibidos en la infancia, lo cual indica que cuando hay maltrato,
el curso normal de dicho desarrollo podría verse afectado. Es a través de las re-
inscripciones psíquicas, que se produce un mayor control de las emociones, y a su vez,
una coherencia interna que permite diferenciarse como sujeto. Se puede visualizar, por
tanto, de qué modo el maltrato puede dejar efectos negativos en el psiquismo, ya que, al
dañarse la capacidad de simbolizar, se ve comprometido, tanto el desarrollo emocional
como la propia identidad.

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Como consecuencia el niño utiliza mecanismos que lo ayudan a sobrevivir en dicha
situación. Con relación a esto último, existen diversos modelos teóricos que guardan
ciertas similitudes, aludiendo a que el niño intenta reconstruir su personalidad,
adaptándola a los comportamientos de sus agresores, para poder vincularse con estos de
un modo que sea lo menos riesgoso posible. Estos mecanismos si bien ayudan al niño a
sobrevivir psíquicamente, pueden volverse patológicos cuando son utilizados en forma
excesiva.
El “Yo” en vez de constituirse en base a identificaciones con el amor de los padres,
se termina constituyendo con una imagen de rechazo de sí mismo. Cuando los padres
ejercen violencia, están poniendo en juego un vínculo indiscriminado, donde no hay
respeto por la singularidad del hijo. Cuando esto sucede, no hay instancia represora,
fundamental en la estructuración del psiquismo, por lo cual la identidad de ese niño,
puede verse comprometida.
Por su parte la autoestima se ve dañada, debido a que a raíz del maltrato surgen
vivencias internas, que alteran tanto el modo de percibir el mundo, como a sí mismo.
Estas vivencias son frecuentes en los niños traumatizados por maltrato; la culpa, la
vergüenza, la desconfianza, se integran a la personalidad, haciendo que el niño tenga
una autopercepción negativa y vulnerable. De tal modo, la visión de sí mismo es de ser
una persona poco valiosa, e incluso poco merecedora de buen trato; por su parte, el
mundo externo es percibido como hostil y poco confiable.
Los mecanismos defensivos o adaptativos, como la identificación con el agresor o
los trastornos del apego, pueden integrarse a la personalidad, de un modo relativamente
permanente; de este modo los primeros vínculos determinarían los modos de
relacionamiento posteriores.
Todas las alteraciones mencionadas, pueden desembocar en consecuencias más
visibles; una de ellas es que el sujeto podrá tener dificultades para autorregular
emociones como la ira y la ansiedad, pudiendo incluso llegar a conformar una
personalidad violenta. La persona también puede volverse sumisa, someterse
continuamente a la voluntad de los demás, lo cual genera grandes posibilidades de ser
victimizada nuevamente. A nivel interpersonal, se pueden tener dificultades en
establecer vínculos, ya que las personas son percibidas como no disponibles y poco
confiables, por lo cual el sujeto puede tender a aislarse y no buscar ayuda externa en
caso de necesitarla.

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Las consecuencias pueden manifestarse de muchas otras formas, y su gravedad
puede variar en relación a determinados factores que hacen a las circunstancias del
maltrato; de este modo pueden incidir las características de la víctima, del maltrato en sí
y del entorno familiar, entre otros. Cuanto más frecuentes e intensas sean las agresiones,
así como cuanta más relación de intimidad emocional exista con el o los agresores, más
graves podrán ser las consecuencias. Esto último indica cuan dañino puede llegar a ser
un vínculo intrafamiliar abusivo, donde el maltrato persiste en el tiempo, y es ejercido
por figuras significativas.
En la terapia hay posibilidad de que se puedan reparar los daños, pudiendo el niño,
asimilar las emociones que lo excedieron, comprender su experiencia de maltrato, y
mejorar su autopercepción.
Otra faceta del maltrato infantil, es que frecuentemente sucede a lo largo de varias
generaciones. Esto está relacionado con la trasmisión generacional de traumas no
elaborados, y que buscan a través de la repetición, inscribirse a un orden significante.
En este sentido el maltrato infantil es una consecuencia de la violencia vivida por los
padres en su propia infancia, los cuales, a su vez, generalmente poseen características
relacionadas a una identidad frágil.
El trabajo ha englobado varios aspectos relevantes que constituyen la temática del
maltrato infantil intrafamiliar, y han sido expuestas algunas de sus principales
consecuencias. Estas últimas como ya se mencionó, pueden manifestarse de muchas
formas, así como modificarse con el trascurrir del tiempo conformando nuevos síntomas
a largo plazo. En tal sentido, esta temática es compleja; haciéndose necesaria una mayor
exploración bibliográfica para comprenderla en su amplitud, lo cual excede los
propósitos de este trabajo.

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