TFG Camila Zini 0
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Monografía
Montevideo - Uruguay
Julio 2016
1
Índice:
Resumen………………………………………………………………………… 4
Introducción…………………….……………………………………………… 4
2.2.3 Negligencia……………………………………………………………….. 14
2
2.4.4 El entorno social…………………………………………………………. 19
intrafamiliar
Consideraciones finales………………………………………………………. 33
Referencias……………………………………………………………………. 36
3
Resumen:
Introducción:
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leyes en Uruguay como modo de dar respuesta a dicha problemática. El objetivo de este
capítulo es contextualizar la temática, comprendiendo el origen del fenómeno, así como
el posicionamiento que toma actualmente la sociedad y el Estado frente al mismo.
En el segundo capítulo se realiza una conceptualización del maltrato infantil
intrafamiliar, proporcionando además, una comprensión sobre sus causas. En cuanto al
concepto de maltrato infantil, se trata de comprenderlo dentro del ámbito en el cual
tiene lugar, por tanto, se hablan de algunas de las particularidades que adquiere la
violencia intrafamiliar. Se habla también sobre los diferentes tipos de maltrato,
mencionando las formas más frecuentes en que se puede manifestar. En el último punto
de este capítulo se abordan las causas del maltrato, entendiéndolo como un fenómeno
donde están implicados muchos factores que pueden favorecer o no su desenlace. Se
exponen aquí aquellos factores que generalmente tienen una mayor incidencia sobre
estas situaciones, como pueden ser las características de los padres y del entorno social.
El último capítulo trata de un punto central de este trabajo, que son las repercusiones
psicológicas del maltrato infantil intrafamiliar. En primer lugar, se hace una breve
explicación sobre el desarrollo psíquico infantil normal, resaltando la importancia de los
primeros vínculos en este proceso. Esto último pretende ser una base para una mejor
comprensión de la incidencia del maltrato infantil cuando ejercido por quienes deberían
contribuir a un desarrollo infantil saludable, teniendo en cuenta a su vez la
vulnerabilidad del psiquismo en esta primera etapa de la vida.
En el segundo punto de este mismo capítulo, se comienza a abordar directamente las
consecuencias psíquicas. Estas últimas, siempre son traumáticas, por lo cual se expone
qué se entiende por trauma, así como las particularidades del mismo cuando es
experimentado por un niño, de un modo sostenido en el tiempo en el ámbito
intrafamiliar.
Luego se habla sobre las consecuencias del trauma, aludiendo a mecanismos
defensivos o adaptativos usados frecuentemente en esta etapa de la vida, donde aún no
se cuenta con recursos suficientes para enfrentar una situación de violencia. Dichos
mecanismos son vistos desde distintos enfoques teóricos, entre los cuales se encuentran
aquellos que refieren al uso de la negación y la disociación, otros que hablan sobre los
trastornos del apego, y por último los que hablan de la identificación con el agresor.
Por otra parte, en el siguiente punto, se habla sobre cómo el maltrato afecta la
identidad y la autoestima del niño. Teniendo en cuenta que el Yo se constituye en base a
las primeras identificaciones, se intenta explicar a grandes rasgos qué sucede con la
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identidad en estos casos. El niño víctima de maltrato, además, tiene vivencias internas
que alteran en forma negativa su autopercepción y su forma de ver el mundo. Por otra
parte, los mecanismos utilizados para defenderse de la situación, pueden ser utilizados
en forma excesiva, integrándose a la personalidad y determinando formas de
relacionamiento en el futuro. Todo esto apareja otras consecuencias patológicas a largo
plazo, como son, por ejemplo, las conductas autodestructivas y la violencia hacia los
demás.
Otro punto relacionado con las consecuencias del maltrato, es que no todas las
personas reaccionan del mismo modo, por lo tanto, se abordan los factores implicados
en la intensidad del daño. Estos factores pueden relacionarse con las características del
maltrato, del niño y de su situación familiar, entre otros.
En el penúltimo punto del capítulo se aborda la transmisión generacional del
maltrato. Existen mecanismos psíquicos implicados en este fenómeno, por tanto, se
explica cómo están implicadas, la transmisión generacional de traumas, la compulsión a
la repetición y el pasaje al acto en las modalidades vinculares violentas dentro de la
familia.
Por último, el hecho de que el maltrato deje consecuencias negativas en el
psiquismo, puede implicar la necesidad de un abordaje terapéutico. A modo de tener
una noción sobre la terapia en estos casos, se explican de un modo breve algunos
aspectos relacionados. Se deben trabajar las vivencias internas que alteran la autoestima
del niño, así como la asimilación de sentimientos surgidos de las vivencias traumáticas.
Se alude a su vez, a ciertas características de los niños que han pasado por estas
situaciones, las cuales deben ser tenidas en cuenta, a modo de realizar un abordaje
terapéutico adecuado.
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Capítulo 1: Acerca de la infancia
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el abandono y el infanticidio eran hechos frecuentes que, si bien comenzaron a ser
penados por la ley, siguieron siendo practicados, en mayor medida por las clases menos
favorecidas, hasta la primera mitad del siglo XIX inclusive (Barran, 2011).
Otro cambio importante con respecto al reconocimiento de la infancia, se dio en el
siglo XIX, con la institucionalización de los sistemas educativos por edades. Estos
tenían una clara función de disciplinamiento para el futuro ejercicio de la ciudadanía, en
este sentido, en algunos países pasa a ser obligatoria la escolaridad de los niños. La
educación tanto en centros educativos como en la familia, estaba impregnada por los
mandatos de la iglesia, la cual consideraba a los niños como poseedores de una
tendencia a lo pecaminoso, por lo que debían ser culpabilizados y reprimidos.
Ya aproximándose al siglo XX, comenzó a darse un movimiento de sensibilización,
en el cual había un rechazo a las prácticas de maltrato infantil, así como también, la
muerte de los niños empieza a sentirse mayormente como algo significativo y doloroso.
También en dicho siglo, el interés científico y su avance en los descubrimientos sobre la
infancia, fueron trasladando el poder de la iglesia sobre los modelos de crianza,
imponiéndose ahora la medicina como autoridad que legitima los cuidados y la
educación de los niños (Amorin, 2008).
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Por su parte, si antes se consideraba la función materna como esencial, la función
paterna comienza cobrar de igual modo una gran relevancia en el desarrollo del niño
(Amorin, 2008).
En nuestros días al hablar del lugar del niño en la familia entonces, se puede decir
que más allá del tipo de conformación familiar, la misma tiene una función a cumplir, y
en este sentido debe proveer los cuidados que aseguren el bienestar y desarrollo de sus
hijos (Bringiotti, 2011).
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1.2.2 Derechos del niño en Uruguay
La normativa vinculada a los derechos del niño en Uruguay, se encuentra en el
Código de la niñez y la adolescencia (CNA), el cual a su vez está basado en los
principios de la Convención internacional de los derechos del niño. Si bien la CIDN
considera la niñez como una etapa que culmina a los 18 años, la normativa uruguaya
hace una diferenciación entre niñez (0 a 13 años) y adolescencia (de 13 a 17 años).
Citaré como pertinentes los siguientes artículos presentes en el CNA (Uruguay,
2004):
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“ARTICULO 16. (De los deberes de los padres o responsables) Son deberes de los
padres o responsables respecto de los niños y adolescentes: A) Respetar y tener en
cuenta el carácter de sujeto de derecho del niño y del adolescente. B) Alimentar, cuidar
su salud, su vestimenta y velar por su educación. C) Respetar el derecho a ser oído y
considerar su opinión. D) Colaborar para que sus derechos sean efectivamente gozados.
E) Prestar orientación y dirección para el ejercicio de sus derechos. F) Corregir
adecuadamente a sus hijos o tutelados. G) Solicitar o permitir la intervención de
servicios sociales especiales cuando se produzca un conflicto que no pueda ser resuelto
en el interior de la familia y que pone en grave riesgo la vigencia de los derechos del
niño y del adolescente. H) Velar por la asistencia regular a los centros de estudio y
participar en el proceso educativo. I) Todo otro deber inherente a su calidad de tal. (p.9)
El CNA hace referencia al Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU)
como el órgano administrativo que abarca las políticas de niñez y adolescencia, cuya
finalidad es la protección de los niños y adolescentes de todo el país, así como el
fortalecimiento de sus vínculos familiares. Dicho órgano, cuenta con distintos
programas, proyectos y hogares a los cuales accederán los menores, a modo de asegurar
la protección integral de sus derechos, siempre priorizando las situaciones de mayor
vulnerabilidad
En cuanto a las políticas de protección a niños víctimas de maltratos, se encuentra
el Sistema Integral de Protección a la Infancia y la Adolescencia contra la Violencia
(SIPIAV), el cual está presidido por el Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay
(INAU), e integrado por el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES), el Ministerio de
Salud Pública (MSP), la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), el
Ministerio del Interior y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).
Dicho sistema trabaja para fortalecer la prevención, detección y atención de casos de
violencia contra niños en todo el territorio nacional; se basa en la promoción, protección
y garantía de los derechos, para lo cual convoca a diferentes organismos del Estado. Los
servicios de este sistema se encuentran concentrados en Montevideo, Canelones y San
José, habiendo en el resto del país comités de recepción encargados de responder de un
modo coordinado e intersectorial, a las situaciones de maltrato (Arroyo, De Armas,
Retamoso & Vernazza, 2012).
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Capítulo 2: Maltrato infantil intrafamiliar
Fuster y Ochoa (citados por Pincever et al., 2008) definen al maltrato infantil como:
La niñez es una etapa de vulnerabilidad donde existen necesidades, que pueden ser
vistas como derechos. En este sentido el maltrato infantil puede definirse también como
la vulneración de los derechos del niño, el cual es tomado como un objeto, que el adulto
utiliza para resolver su propio malestar (Faraone, 2000). El maltrato puede ser visto,
además, como un modo de resolver conflictos, o sea, hay un pasaje al acto, en el cual se
utiliza la violencia en lugar de la negociación mediante la palabra.
La violencia es un término que alude al uso de la fuerza (sea esta, física, psicológica,
económica etc.) con la finalidad de provocar daño. A su vez el concepto de violencia
está relacionado con aquellas situaciones donde existe una asimetría y un uso abusivo
del poder. Según Galtung (citado por Espinar, 2003) “la violencia consistiría en
amenazas evitables contra la satisfacción de las necesidades humanas básicas;
disminuyendo el nivel real de satisfacción de las necesidades por debajo de lo que sería
potencialmente posible. (p.33)”
El maltrato infantil es una forma específica de violencia, que a su vez se incluye
como una de las tantas manifestaciones de la violencia intrafamiliar. Si bien se ha
avanzado en el reconocimiento y el respeto por los derechos del niño, la violencia se
sigue ejerciendo, pero de un modo solapado al interior de las familias (Garaventa,
2005).
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A modo de identificar este particular ámbito de maltrato, Escobal (2002) define a la
familia como:
(…) Un espacio amplio que abarca a todos aquellos que con lazo de consanguinidad o
no, con relación de parentesco político o no, se manifiestan como un grupo que convive
bajo un mismo techo y habilita por sus conductas una forma de vínculo que sostiene al
grupo, pudiendo diferenciarse funciones y roles entre los miembros del mismo. (p. 266)
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2.2.2 Maltrato emocional
El maltrato emocional es el más difícil de identificar ya que muchas veces se
encuentra naturalizado en las relaciones cotidianas. Giberti (2005) lo define del
siguiente modo:
“Son formas expresas o sutiles, verbales o gestuales, que transmiten a los niños y a las
niñas el desprecio que los adultos sienten por ellos, o la falta de confianza en sus
capacidades, o el desdén hacia sus naturales torpezas infantiles.” (p.61)
2.2.3 Negligencia
La negligencia es el tipo de maltrato con porcentajes más altos en todo el mundo, y
tiene consecuencias que pueden llegar a ser tan graves como las demás formas de
maltrato. La misma refiere a la omisión por parte de los padres o cuidadores de brindar
los recursos necesarios que el niño necesita para su desarrollo en el área de salud,
educación, alimentación, vivienda, desarrollo emocional entre otros (Bertini et al.,
2005).
Se debe tener en cuenta, que no pueden ser incluidas en esta categoría, las situaciones
donde los padres no cuentan con los recursos para satisfacer las necesidades de sus
hijos, como en casos de extrema pobreza o incapacidad psicofísica.
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Se pueden considerar como conductas negligentes:
Falta de supervisión por parte de los cuidadores que expone el niño a riesgos,
pudiendo ser facilitados abusos sexuales
Negligencia física, educativa, emocional o médica
Inducción a la práctica de conductas delictivas
Abandono
Exposición a violencia conyugal o a trastornos psicopatológicos y/o adicciones
de los cuidadores.
Explotación infantil
Por su parte Kempe y Kempe (1998) agregan, el hecho de que dichos abusos pueden
violar los tabúes sociales o los roles familiares.
Generalmente estos abusos son cometidos en el ámbito familiar, por padres, tíos,
abuelos, hermanos o algún amigo de la familia. Abarcan diversas actividades que
pueden ir desde el voyeurismo o el exhibicionismo, hasta el acercamiento físico y la
penetración. Raramente se utiliza la fuerza física, sino que se instaura un vínculo
abusivo, donde el niño es manipulado por el adulto a través de amenazas, sobornos o a
través de la naturalización del abuso, donde el adulto le dice al niño que lo que están
haciendo es una práctica natural.
El incesto es aquella forma de abuso sexual que ocurre entre familiares
consanguíneos. Giberti (citada por Garaventa, 2005) al hablar del abuso sexual de padre
a hija, lo define como “(…) la violación de una menor a la que su progenitor victimiza y
a la que una calificación técnica nomina abuso sexual incestuoso” (p.110).
La mayor parte de las víctimas son niñas, y la edad promedio en que se da el abuso
es durante la pubertad, aunque son frecuentes los abusos a niños más pequeños.
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Los niños sufren estos abusos durante años, y difícilmente cuentan lo que ha ocurrido
por temor o porque el abusador los convence a mantener secreto. Muchas veces, solo se
descubren estos hechos cuando ocurren cambios en la situación de la familia, o cuando
el niño crece y se va de la casa. Por otra parte, por lo general en las familias existe una
tendencia a ocultar estos hechos, por vergüenza o por temor a desencadenar una crisis
familiar.
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Ausencia de uno de los progenitores del hogar
Incapacidad de los padres para brindar una relación educativa adecuada
Falta de conocimiento o expectativas poco realistas sobre el desarrollo infantil
Historial de malos tratos en la infancia de los padres
Aislamiento o escasas redes de apoyo social de la familia
Violencia conyugal
Incapacidad emocional o intelectual de los niños
Por otra parte, los factores de protección refieren a las características de los niños, de
los padres o del entorno familiar, que pueden prevenir las situaciones de maltrato.
También existen los factores de compensación que posibilitan un cambio positivo
cuando ya se ha dado la situación de maltrato (Pincever et al., 2008).
“El mérito de las madres y de los padres reside en el hecho de que deben responder a
múltiples necesidades de sus hijos, necesidades que además, cambian con el tiempo.
Deben, por consiguiente, disponer no solo de recursos y capacidades, sino también de
una plasticidad estructural para adaptar sus respuestas a la evolución de estas
necesidades del desarrollo infantil.” (p.62)
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La adquisición de estas capacidades, están influenciadas por factores hereditarios,
por el aprendizaje proveniente de la cultura, así como por las experiencias de buen o
mal trato que los padres hayan tenido en su propia infancia.
En la parentalidad disfuncional, se pueden encontrar antecedentes de experiencias
traumáticas o perdidas que quedaron sin la posibilidad de ser elaboradas, y que forman
parte de la historia de vida de los padres. Estos últimos, se caracterizan por tener una
identidad desvalorizada y vulnerable, así como una escasa capacidad de empatía. A
estos padres, les cuesta reconocer y valorar las capacidades de sus hijos, así como
percibir y atender a las necesidades de los mismos.
En estos casos puede existir también, una dificultad en el manejo de las emociones,
una falta de control de impulsos, así como una tendencia a reaccionar de un modo
agresivo. La capacidad cognitiva, también puede verse alterada, o sea estos padres
podrían tener dificultad para pensar y reflexionar sobre sus propias circunstancias de
vida, o sobre el comportamiento de sus hijos.
Entre otras características de los padres maltratadores, se pueden nombrar los
problemas de salud mental y/o adicciones, así como la poca permeabilidad a recibir
ayuda profesional o comunitaria.
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No necesariamente un niño será maltratado por carecer de ciertas cualidades; por lo
cual, para que haya una vinculación afectiva saludable, debe haber un ajuste entre las
características reales del niño, y aquellas que eran esperadas por los padres (Kempe &
Kempe, 1998). Así, algunos niños tienen un carácter irritable, lloran en forma
abundante, o se niegan alimentarse, siendo estas, características inesperadas que
dificultan el vínculo.
Por otra parte, luego del nacimiento, los detalles en el aspecto del niño, pueden
provocar una serie de expectativas en los padres. Así, por ejemplo, un recién nacido
puede poseer un rasgo de un familiar que no es querido por la madre, lo cual puede
reforzar en ella, ciertas percepciones que atribuyen un significado negativo a las
expresiones del niño.
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Por último, se pueden agregar otros factores que también aumentan la probabilidad
de que ocurra maltrato; estos son, la falta o insuficiencia de políticas y programas que
dan respuesta a estas situaciones, así como también las desigualdades sociales y la
precariedad en las condiciones de vida.
Capítulo 3:
Repercusiones psicológicas del maltrato infantil intrafamiliar
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separación ejercidos desde la función paterna. En este sentido, la calidad de los
cuidados, así como los ritmos entre contención y separación, posibilitan que se
constituya la capacidad de simbolizar, es decir, poder representar la ausencia mediante
la palabra (Ulriksen, 2005). Como plantea Janin (2011), las primeras inscripciones son
“parcialmente traducidas a otros idiomas, a otros modos del representar” (p.31), dando
paso no solo a la simbolización, sino a la capacidad de desear, o sea se constituye el
sujeto deseante.
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podrán brindarlo a los demás. De este modo desarrollarán la capacidad de empatía y
podrán relacionarse con los demás de un modo reciproco.
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En este sentido para la formación de un autoconcepto positivo es fundamental que el
niño se desarrolle en un ambiente de buenos tratos, donde se sienta validado como
persona, lo cual le permitirá construir una confianza en sí mismo y una autoestima
elevada.
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interna y construir su mundo representacional. Algo similar a esto, es lo que se ha
denominado “complejo de la madre muerta”, donde la madre (figura materna), a pesar
de estar presente físicamente, deja desinvestido el lugar del hijo, el cual se identifica con
ese vacío, produciéndose a su vez un vacío psíquico (Green, 1986).
El trauma genera una tendencia a desconectar lo inscripto, y a expulsar toda
investidura, debido a que cualquier representación es dolorosa. Se puede producir un
desinvestimiento que se expresa a través de un empobrecimiento en actividad
proyectiva, junto a un sentimiento de muerte psíquica.
Cuando el niño es maltratado desde el comienzo de su vida, se obstaculiza la
estructuración del pensamiento y la capacidad de simbolizar. Estos niños no logran
diferenciar sensaciones, todo es percibido del mismo modo y pueden presentar una
apatía afectiva. Esta falta de registro de sensaciones, provoca un sentimiento de
desvitalización, como si una parte de sí mismo estuviera muerta. Por tanto, para poder
sentirse vivo, el sujeto buscará vivir sensaciones fuertes, podrá buscarse constantemente
el peligro, recurrir al consumo de drogas etc. (Janin, 2011).
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conflictos de la vida cotidiana. Pero, aun así, agrega la autora, si algún mecanismo es
utilizado en forma excesiva, el psiquismo se daña.
Por otra parte, la disociación es considerada como:
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Otros autores como Barudy y Dantagnan (2005) hablan de que el niño puede
reaccionar a las situaciones de violencia, desarrollando un “trastorno del apego”. Según
esta teoría, el niño, con la finalidad de vincularse con sus cuidadores, termina
inhibiendo o incrementando las conductas de apego, adaptándose así, a las
características de los agresores y a la violencia ejercida por estos.
Los autores mencionados citan a Main y Solomon, quienes hablan de “apego
desorganizado”, como un tipo de apego en el cual, el niño, debido a la imprevisibilidad
de las conductas de sus cuidadores (padres con características altamente patológicas), no
logra establecer un patrón regular de apego. Estos niños con la finalidad de lograr un
mayor control sobre el entorno, pueden presentar conductas desorganizadas, que van
desde una modalidad violenta hasta la complacencia.
Otra posible consecuencia, es que el niño tras buscar en forma desmedida el afecto de
los adultos, desarrolle una apatía afectiva o cree fantasías de omnipotencia, lo cual al
generalizarse podría conformar una estructura narcisista de personalidad (Barudy,
2011).
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estas prohibiciones recaen sobre lo que ya debe formar parte de lo reprimido de los
padres (…)” (citada por Janin p. 228)
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enfermos o problemáticos por quienes los rodean. La estigmatización incluye los
sentimientos de culpa y vergüenza, que surgen debido a que el niño, al idealizar a sus
padres, concluye que es maltratado porque se lo merece, porque “es malo”, siendo esta
idea menos dolorosa, que la realidad de tener padres capaces de dañar.
La vergüenza, como lo expresan Dutton y Golant (1997) “es una reacción emocional,
ante un ataque dirigido contra el sentido global de sí mismo (p. 104).” En este sentido,
el autor señala que los padres que avergüenzan y humillan a sus hijos, atacan la
integridad del sí mismo del niño, el cual constituirá una identidad frágil. Los hechos que
avergüenzan, son aquellos castigos desproporcionados, o sin motivo aparente, en estos
casos, el niño termina creyendo que el motivo del maltrato, es él mismo, su propia
existencia. Por tanto, el maltrato que deja consecuencias más duraderas, es aquel que
lleva implícito un ataque emocional, donde el niño recibe el mensaje de ser despreciable
e indigno de ser amado en la totalidad de su persona. Se produce entonces un concepto
inestable y negativo de sí mismo, lo cual se relaciona, a una escasa tolerancia a las
frustraciones, donde cualquier contratiempo es vivido por el sujeto como un ataque a su
integridad. Esto puede desembocar en la configuración de una personalidad violenta,
donde la ira es utilizada como modo de contrarrestar los propios sentimientos de
inseguridad.
La identificación con el agresor, también pueden persistir a largo plazo como modo de
relacionamiento interpersonal y puede adquirir muchas modalidades. Una de ellas es
que debido al temor de que el trauma vuelva producirse, estas personas se identifican
constantemente con los demás, con el fin de percibir cualquier posible amenaza,
convirtiéndose en lo que sea necesario, para protegerse de un nuevo ataque. De un modo
inconsciente, el sujeto renuncia a sus propios sentimientos, para poder así, adaptarse a
las situaciones que considere potencialmente peligrosas.
El sujeto también puede hacer con que se repita el maltrato, buscando un nuevo
agresor o en otros casos, el maltrato puede hacerse activo, la víctima se convierte en
victimario, gracias a la identificación e introyección de la imagen del atacante. Con
relación a esto último, desde el punto de vista de Valfré (2016) el niño víctima de
maltrato intrafamiliar, puede ver estos hechos como normales, e internalizar una forma
de relacionamiento violenta, que conduce a repetir en el futuro este tipo de vínculos.
Por otra parte, se puede agregar que la identificación con el agresor en sus diversas
manifestaciones, es un mecanismo que puede perdurar en el funcionamiento psíquico de
personas que no han sufrido traumas graves. En este sentido, el maltrato emocional,
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como las amenazas de abandono, o las exigencias o expectativas exageradas hacia los
hijos, aunque parezcan sutiles, también pueden conformar un trauma (Frankel, 2002).
Por último, el ambiente de violencia e imprevisibilidad, genera una sensación de
impotencia, lo cual conduce al “proceso de indefensión aprendida”, creencia que se
instaura influyendo de un modo negativo en el autoconcepto. El sujeto siente una falta
de control sobre las situaciones, siente que haga lo que haga no podrá defenderse, lo
cual deriva en una gran inseguridad y temor a lo que pueda suceder en el futuro.
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Con relación al entorno del niño, cuanto más conflictivo y violento sea el
funcionamiento familiar, menos serán compensados los daños ocasionados y más graves
pueden ser las consecuencias.
En cuanto a las características de las agresiones, cuanto más frecuentes e intensas
sean estas, mayor serán los sentimientos de indefensión y vulnerabilidad provocados en
el niño, así como también, en lo que respecta a la relación con el agresor, puede decirse
que las consecuencias serán más dañinas, cuanto mayor sea el grado de intimidad
emocional existente con el mismo.
En caso de abuso sexual, las consecuencias del revelamiento del mismo en la familia,
también incide en gran medida en la intensidad del daño psíquico. En estos casos el dar
crédito al testimonio del niño, brindarle protección y apoyo familiar, es fundamental
para su posterior recuperación.
Por último, se pueden mencionar los procedimientos judiciales inadecuados,
demasiado extensos, donde se piden testificaciones reiteradas, y no se tienen en cuenta
las características propias de los niños maltratados. Aquí se produce un aumento de
estrés en las victimas, lo cual puede conducir a una revictimización, contribuyendo a un
peor pronóstico de las consecuencias.
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aquellos hechos traumáticos, que forman parte de lo repudiado en una generación, son
mediados por una compulsión repetitiva y retornan mediante la “vía del hacer”. O sea,
aquellos hechos imposibles de ser representados psíquicamente, se manifiestan a través
de la acción, pudiendo incrementarse hasta llegar a un “pasaje al acto”.
El pasaje al acto, es aquel accionar donde la capacidad de pensar o simbolizar
colapsa dando lugar a acciones extremas, como suicidios, homicidios, etc. En este
accionar se incluye también la violencia vincular, como el maltrato físico o emocional.
Como lo plantea Gomel (1997) “(...) la descarga pulsional libre de constricción de lo
simbólico, inunda el espacio vincular y lo no dicho se transforma en golpe” (p.133).
El maltrato infantil en este sentido puede ser consecuencia de una historia familiar
marcada por hechos traumáticos, donde han surgido sentimientos tan intolerables, que
producen un accionar desenfrenado, donde la violencia es puesta en escena nuevamente.
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(...) Se trata que el niño pueda readquirir su habilidad para re-experimentar la vida
completamente, con el comportamiento, la emoción, la sensación, y el pensamiento,
para renovar su capacidad para estar en contacto con sí mismo y su ambiente, para saber
quién es, y qué y por qué estas cosas han pasado. (p.63)
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ambiente de confianza y respeto, así como también debe utilizar técnicas que faciliten la
expresión emocional del niño. En este sentido, el juego, los dibujos, el arte, entre otros,
son un instrumento valioso para el procesamiento del trauma, ya que permiten al niño
comunicar sus experiencias, aun cuando no encuentre palabras para describirlas.
Consideraciones finales
A partir de la bibliografía revisada acerca de la temática, y como se propuso al
comienzo del trabajo, se abordó el fenómeno del maltrato infantil intrafamiliar, así
como también se expusieron sus posibles repercusiones psicológicas.
El maltrato infantil se ha reconocido y estudiado como tal recientemente, ya que, si
bien siempre ha existido, la sociedad comenzó a percibirlo de un modo negativo, así
como también, la infancia adquiere un nuevo significado, en el cual se considera a los
niños como personas en desarrollo, con necesidades especiales y dignas de buen trato.
También se ha reconocido el rol de la familia en el cuidado de los niños y se han creado
leyes de protección a la infancia; aun así, el maltrato es una cuestión que sigue teniendo
lugar de un modo encubierto.
Existen muchas formas de maltrato, algunas más fáciles de identificar y otras más
sutiles, pero independientemente de eso, las consecuencias siempre son traumáticas,
debido a que el psiquismo infantil es más vulnerable, se está constituyendo y son
justamente los padres los que tienen la función de proteger a sus hijos, lo cual hace que
esta situación sea más difícil de ser asimilada por el niño.
En esta primera etapa, los vínculos establecidos con las figuras de apego, serán
interiorizados por el niño, o sea se darán las primeras identificaciones y pautas de
comportamiento que pasarán a formar parte de su personalidad.
La actividad representativa es clave en el desarrollo psíquico, y se constituye a
través de los cuidados recibidos en la infancia, lo cual indica que cuando hay maltrato,
el curso normal de dicho desarrollo podría verse afectado. Es a través de las re-
inscripciones psíquicas, que se produce un mayor control de las emociones, y a su vez,
una coherencia interna que permite diferenciarse como sujeto. Se puede visualizar, por
tanto, de qué modo el maltrato puede dejar efectos negativos en el psiquismo, ya que, al
dañarse la capacidad de simbolizar, se ve comprometido, tanto el desarrollo emocional
como la propia identidad.
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Como consecuencia el niño utiliza mecanismos que lo ayudan a sobrevivir en dicha
situación. Con relación a esto último, existen diversos modelos teóricos que guardan
ciertas similitudes, aludiendo a que el niño intenta reconstruir su personalidad,
adaptándola a los comportamientos de sus agresores, para poder vincularse con estos de
un modo que sea lo menos riesgoso posible. Estos mecanismos si bien ayudan al niño a
sobrevivir psíquicamente, pueden volverse patológicos cuando son utilizados en forma
excesiva.
El “Yo” en vez de constituirse en base a identificaciones con el amor de los padres,
se termina constituyendo con una imagen de rechazo de sí mismo. Cuando los padres
ejercen violencia, están poniendo en juego un vínculo indiscriminado, donde no hay
respeto por la singularidad del hijo. Cuando esto sucede, no hay instancia represora,
fundamental en la estructuración del psiquismo, por lo cual la identidad de ese niño,
puede verse comprometida.
Por su parte la autoestima se ve dañada, debido a que a raíz del maltrato surgen
vivencias internas, que alteran tanto el modo de percibir el mundo, como a sí mismo.
Estas vivencias son frecuentes en los niños traumatizados por maltrato; la culpa, la
vergüenza, la desconfianza, se integran a la personalidad, haciendo que el niño tenga
una autopercepción negativa y vulnerable. De tal modo, la visión de sí mismo es de ser
una persona poco valiosa, e incluso poco merecedora de buen trato; por su parte, el
mundo externo es percibido como hostil y poco confiable.
Los mecanismos defensivos o adaptativos, como la identificación con el agresor o
los trastornos del apego, pueden integrarse a la personalidad, de un modo relativamente
permanente; de este modo los primeros vínculos determinarían los modos de
relacionamiento posteriores.
Todas las alteraciones mencionadas, pueden desembocar en consecuencias más
visibles; una de ellas es que el sujeto podrá tener dificultades para autorregular
emociones como la ira y la ansiedad, pudiendo incluso llegar a conformar una
personalidad violenta. La persona también puede volverse sumisa, someterse
continuamente a la voluntad de los demás, lo cual genera grandes posibilidades de ser
victimizada nuevamente. A nivel interpersonal, se pueden tener dificultades en
establecer vínculos, ya que las personas son percibidas como no disponibles y poco
confiables, por lo cual el sujeto puede tender a aislarse y no buscar ayuda externa en
caso de necesitarla.
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Las consecuencias pueden manifestarse de muchas otras formas, y su gravedad
puede variar en relación a determinados factores que hacen a las circunstancias del
maltrato; de este modo pueden incidir las características de la víctima, del maltrato en sí
y del entorno familiar, entre otros. Cuanto más frecuentes e intensas sean las agresiones,
así como cuanta más relación de intimidad emocional exista con el o los agresores, más
graves podrán ser las consecuencias. Esto último indica cuan dañino puede llegar a ser
un vínculo intrafamiliar abusivo, donde el maltrato persiste en el tiempo, y es ejercido
por figuras significativas.
En la terapia hay posibilidad de que se puedan reparar los daños, pudiendo el niño,
asimilar las emociones que lo excedieron, comprender su experiencia de maltrato, y
mejorar su autopercepción.
Otra faceta del maltrato infantil, es que frecuentemente sucede a lo largo de varias
generaciones. Esto está relacionado con la trasmisión generacional de traumas no
elaborados, y que buscan a través de la repetición, inscribirse a un orden significante.
En este sentido el maltrato infantil es una consecuencia de la violencia vivida por los
padres en su propia infancia, los cuales, a su vez, generalmente poseen características
relacionadas a una identidad frágil.
El trabajo ha englobado varios aspectos relevantes que constituyen la temática del
maltrato infantil intrafamiliar, y han sido expuestas algunas de sus principales
consecuencias. Estas últimas como ya se mencionó, pueden manifestarse de muchas
formas, así como modificarse con el trascurrir del tiempo conformando nuevos síntomas
a largo plazo. En tal sentido, esta temática es compleja; haciéndose necesaria una mayor
exploración bibliográfica para comprenderla en su amplitud, lo cual excede los
propósitos de este trabajo.
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