Resumen de Psicologia de Las Masas.

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Universidad de las Californias Internacional.

“El prestigio no se hereda:

SE GANA.”

Licenciatura en Psicología.

Psicología social.

Resumen: Psicología de las masas y el análisis del yo.

Elideyde Armenta.

Fanny Martínez.

Johana Treviño.

Teresita Martínez

Fernando Chávez

Luisa Figueroa.

Mtra. Rosario Garrido.

Tijuana, Baja California, octubre del 2016.


Psicología de las masas y el análisis del yo.

En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, «el otro», como modelo,
objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo
tiempo y desde un principio, en un sentido amplio, pero plenamente justificado. Las
relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de su
amor y con su médico, esto es, todas aquellas que hasta ahora han sido objeto de
la investigación psicoanalítica, pueden aspirar a ser consideradas como fenómenos
sociales, situándose entonces en oposición a ciertos otros procesos, denominados,
por nosotros, narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la
influencia de otras personas o prescinde de éstas en absoluto. De este modo, la
oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas -Bleuler diría quizás:
autísticos- cae dentro de los dominios de la psicología social o colectiva. En estas
relaciones con sus padres y hermanos, con el ser amado, el amigo y el médico, se
nos muestra el individuo bajo la influencia de una única persona o todo lo más, de
un escaso número de personas, cada una de las cuales ha adquirido para él una
extraordinaria importancia, la psicología colectiva considera al individuo como
miembro de una tribu, de un pueblo, de una casa, de una clase social o de una
institución, o como elemento de una multitud humana, que en un momento dado y
con un determinado fin, se organiza en una masa o colectividad.

EL ALMA COLECTIVA, SEGÚN LE BON

La psicología que persigue los instintos, disposiciones, móviles e intenciones del


individuo, hasta sus actos y en sus relaciones con sus semejantes, llegada al final
de su labor y habiendo hecho la luz sobre todos los objetos de la misma, vería
alzarse ante ella, de repente, un nuevo problema. Habría, en efecto, de explicar el
hecho sorprendente de que, en determinadas circunstancias, nacidas de su
incorporación a una multitud humana que ha adquirido el carácter de masa
psicológica, aquel mismo individuo al que ha logrado hacer inteligible, piense, sienta
y obre de un modo absolutamente inesperado. El más singular de los fenómenos
presentados por una masa psicológica, es el siguiente: cualesquiera que sean los
individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género
de vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el simple hecho de hallarse
transformados en una multitud le dota de una especie de alma colectiva. Esta alma
les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de como
sentiría, pensaría y obraría cada uno de ellos aisladamente. Ciertas ideas y ciertos
sentimientos no surgen ni se transforman en actos sino en los individuos
constituidos en multitud. La masa psicológica es un ser provisional compuesto de
elementos heterogéneos, soldados por un instante, exactamente como las células
de un cuerpo vivo forman por su reunión un nuevo ser, que nuestros caracteres muy
diferentes de los que cada una de tales células posee. Pero Le Bon deja en pie esta
cuestión, y pasando a las modificaciones que el individuo experimenta en la masa,
las describe en términos muy conformes con los principios fundamentales de
nuestra psicología de las profundidades. Fácilmente se comprueba en qué alta
medida difiere el individuo integrado en una multitud, del individuo aislado. Lo que
ya resulta más arduo es descubrir las causas de dicha diferencia, los
funcionamientos de la inteligencia desempeñan los fenómenos inconscientes un
papel preponderante. La vida consciente del espíritu se nos muestra muy limitada
al lado de la inconsciente. El analista más sutil, penetrante observador, no llegan
nunca a descubrir sino una mínima parte de los móviles inconscientes que les guían.
Nuestros actos conscientes se derivan de un sustrato inconsciente, formado, en su
mayor parte, por influencias hereditarias. Este substratum entraña los innumerables
residuos ancestrales que constituyen el alma de la raza. Detrás de las causas
confesadas de nuestros actos, existen causas secretas, ignoradas por todos. La
mayor parte de nuestros actos cotidianos son efecto de móviles ocultos que
escapan a nuestro conocimiento. Le Bon piensa, que, en una multitud, se borran las
adquisiciones individuales, desapareciendo así la personalidad de cada uno de los
que la integran. Lo inconsciente social surge en primer término, y lo heterogéneo se
funde en lo homogéneo. La superestructura psíquica, tan diversamente desarrollada
en cada individuo, que destruida, apareciendo desnuda la uniforme base
inconsciente, común a todos. De este modo, se formaría un carácter medio de los
individuos constituidos en multitud, pero Le Bon encuentra que tales individuos
muestran también nuevas cualidades, de las cuales carecían antes, y halla la
explicación de este fenómeno en tres factores diferentes. La aparición de los
caracteres peculiares a las multitudes se nos muestra determinada por diversas
causas. La primera de ellas es que el individuo integrado en una multitud, adquiere,
por el simple hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al
cual puede permitirse ceder a instintos que, antes, como individuo aislado, hubiera
refrenado forzosamente. Y se abandonará tanto más gustoso a tales instintos
cuanto que por ser la multitud anónima, y, en consecuencia, irresponsable,
desaparecerá para él el sentimiento de la responsabilidad, poderoso y constante
freno de los impulsos individuales, una segunda causa, el contagio mental,
interviene igualmente para determinar en las multitudes la manifestación de
caracteres especiales, y al mismo tiempo, su orientación. Dentro de una multitud,
todo sentimiento y todo acto son contagiosos, hasta el punto de que el individuo
sacrifica muy fácilmente su interés personal al interés colectivo, actitud contraria a
su naturaleza y de la que el hombre sólo se hace susceptible cuando forma parte
de una multitud. Una tercera causa, la más importante, determina en los individuos
integrados en una masa, caracteres especiales, a veces muy opuestos a los del
individuo aislado, un individuo puede ser transferido a un estado en el que, habiendo
perdido su personalidad consciente, obedezca a todas las sugestiones del operador
que se la ha hecho perder y cometa los actos más contrarios a su carácter y
costumbres. El estado del individuo integrado en una multitud, no tiene ya
consciencia de sus actos, en él como en el hipnotizado, quedan abolidas ciertas
facultades y pueden ser llevadas otras a un grado extremo de exaltación. La
influencia de una sugestión le lanzará con ímpetu irresistible, a la ejecución de
ciertos actos. Por el solo hecho de formar parte de una multitud, desciende pues, el
hombre varios escalones en la escala de la civilización. Aislado, era quizás un
individuo culto; en multitud, es un instintivo, y, por consiguiente, un bárbaro. Tiene
la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los
heroísmos de los seres primitivos, La multitud es impulsiva, versátil e irritable y se
deja guiar casi exclusivamente, por lo inconsciente. Los impulsos a los que obedece
pueden ser, según las circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes, pero
son siempre tan imperiosos que la personalidad e incluso el instinto de conservación
desaparecen ante ellos. Nada en ella es premeditado aun cuando desea
apasionadamente algo, nunca lo desea mucho tiempo, pues es incapaz de una
voluntad perseverante. No tolera aplazamiento alguno entre el deseo y la
realización. Abriga un sentimiento de omnipotencia. La noción de lo imposible no
existe para el individuo que forma parte de una multitud. La multitud es
extraordinariamente influenciable y crédula. Carece de sentido crítico y lo
inverosímil no existe para ella. Los sentimientos de la multitud son siempre simples
y exaltados de este modo, no conoce dudas ni incertidumbres las multitudes llegan
rápidamente a lo extremo la sospecha enunciada se transforma ipso facto en
indiscutible evidencia un principio de antipatía pasa a constituir, en segundos, un
odio feroz naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino
a estímulos muy intensos para influir sobre ella, es inútil argumentar lógicamente en
cambio, será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez
las mismas cosas. No abrigando la menor duda sobre lo que cree la verdad o el
error y poseyendo, además, clara consciencia de su poderío, la multitud es tan
autoritaria como intolerante respeta la fuerza y no ve en la bondad sino una especie
de debilidad que le impresiona muy poco lo que la multitud exige de sus héroes es
la fuerza e incluso la violencia quiere ser dominada, subyugada y temer a su amo
las multitudes abrigan, en el fondo, irreductibles instintos conservadores, y como
todos los primitivos, un respeto fetichista a las tradiciones y un horror inconsciente
a las novedades susceptibles de modificar sus condiciones de existencia, el interés
personal que constituye casi el único móvil de acción del individuo aislado, no se
muestra en las masas como elemento dominante sino en muy contadas ocasiones
puede incluso hablarse de una moralización del individuo por la masa mientras que
el nivel intelectual de la multitud aparece siempre muy inferior al del individuo, su
conducta moral puede tanto sobrepasar el nivel ético individual como descender
muy por debajo de él. Algunos rasgos de la característica de las masas, tal y como
le expone Le Bon, muestran hasta qué punto está justificada la identificación del
alma de la multitud con el alma de los primitivos en las masas, las ideas más
opuestas pueden coexistir sin estorbarse unas a otras y sin que surja de su
contradicción lógica conflicto alguno. Ahora bien, el psicoanálisis ha demostrado
que este mismo fenómeno se da también en la vida anímica individual; así, en el
niño y en el neurótico. Además, la multitud se muestra muy accesible al poder
verdaderamente mágico de las palabras, las cuales son susceptibles tanto de
provocar en el alma colectiva las más violentas tempestades, como de apaciguarla
y devolverle la calma. La razón y los argumentos no pueden nada contra ciertas
palabras y fórmulas, Le Bon habla después, de las diversas clases de directores de
multitudes y de los medios con diversas clases de directores de multitudes y de los
medios con los que actúan sobre ellas, tanto a estas ideas como a los directores de
multitudes, les atribuye Le Bon un poder misterioso e irresistible, al que da el nombre
de prestigio, el prestigio es una especie de fascinación que un individuo, una obra
o una idea ejercen sobre nuestro espíritu. Esta fascinación paraliza todas nuestras
facultades críticas y llena nuestra alma de asombro y de respeto los sentimientos
entonces provocados son inexplicable, como todos los sentimientos, pero
probablemente del mismo orden que la sugestión experimentada por un sujeto
magnetizado. El prestigio es un tipo de fascinación que un ser humano, una obra de
arte o idea ejercen sobre nuestro ser. Quedando nosotros maravillados ante tal
cosa. Le Bon citado por Freud, dice que existen dos clases de prestigio el prestigio
adquirido o artificial y el personal, también nos dice que ambos desaparecerán si el
éxito no está presente.

Otras acepciones de la anímica colectiva.

La sociedad es la que impone las normas de la moral del individuo, es en esta


también donde se dan los actos más nobles y desinteresados; pero no así para la
resolución de sus grandes problemas que la aquejan, es el individuo de manera
aislada quien puede tomar cartas y resolverlos. Dado lo anterior es contradictorio lo
que acontece, y esto hace que la psicología social, se siga preguntando que más
se puede hacer al respecto. Se dice que la propia masa o grupo carece de una
organización formal y por así decirlo si es que lo llegase a haber es porque es de
una manera muy limitada, para poder llegar a formar un grupo los individuos que la
forman tendrán que tener un apego u objetivo en común; es aquí donde se dice que
el hombre se libera y se pierde dentro de la gran multitud cuando se encuentra
identificado.

Esto hace que a su vez el espectador se sume en la emotividad de la multitud, y


este a su vez no pueda hacer una crítica y evaluación objetiva de esta, llegando
hasta el punto en que una persona realice actos de los que en un escenario normal
los repudiaría, por el poder que el conjunto ejerce sobre sí mismo. Entonces se
puede decir que la cordura y el raciocinio de una masa puede a veces llegar a los
extremos porque se pierde la capacidad de hacer una evolución normal del
contexto. Pero para que se llegue a este punto y la masa se vulva una sola, se
necesitan cumplir con ciertos requisitos, en este sentido. Aunque para algunos es
abominable el hecho que se maneje la cuestión sexual aun en las masas, se dice
que dentro de estas también se da.

Sugestión y libido.

Entonces deducimos que a partir de la actividad que realiza el ser humano en una
masa afecta su conducta, se entiende que la así también se ve afectado sus
emociones, dadas las circunstancias en las que se encuentra influenciado, es
complicado que el sujeto pueda racionalizar, a menos que una parte de la masa lo
haga. Dentro de esta se maneja lo algo a lo que llaman la libido, que sería la energía
que mueve a la masa.

El pánico se produce cuando una tal multitud comienza a disgregarse y se


caracteriza por el hecho de que las órdenes de los jefes dejan de ser obedecidas,
no cuidándose ya cada individuo sino de sí mismo, sin atender para nada a los
demás. Cuando el individuo integrado en una masa en la que ha surgido el pánico,
comienza a no pensar más que en sí mismo, demuestra con ello haberse dado
cuenta del desgarramiento de los lazos afectivos que hasta entonces disminuían a
sus ojos el peligro, resulta, pues, que el miedo pánico presupone el relajamiento de
la estructura libidinosa de la masa y constituye una justificada reacción al mismo,
siendo errónea la hipótesis contraria de que los lazos libidinosos de la masa, quedan
destruidos por el miedo ante el peligro. Por cierto, que la palabra “pánico” no posee
una determinación precisa e inequívoca. A veces se emplea para designar el miedo
colectivo, otra es aplicada al miedo individual, cuando el mismo supera toda medida,
y otras, por, último, parece reservada a aquellos casos en los que la explosión del
miedo no se muestra justificada por las circunstancias.
El miedo del individuo puede ser provocado por la magnitud del peligro o por la
ruptura de lazos afectivos (localizaciones de la libido). Este último caso es el de la
angustia neurótica. Del mismo modo, se produce el pánico por la intensificación del
peligro que a toda amenaza o por la ruptura de los lazos afectivos que garantizaban
la cohesión de la masa, y en este último caso, la angustia colectiva presenta
múltiples analogías con la angustia neurótica. Conforme al testimonio del
psicoanálisis, casi todas las relaciones afectivas íntimas, de alguna duración, entre
dos personas -el matrimonio, la amistad, el amor paterno y el filial- dejan un depósito
de sentimientos hostiles, que precisa, para desaparecer, del proceso de la
represión. Este fenómeno se nos muestra más claramente cuando vemos a dos
asociados pelearse de continuo o al subordinado murmurar sin cesar contra su
superior. El mismo hecho se produce cuando los hombres se reúnen para formar
conjuntos más amplios. Siempre que dos familias se unen por un matrimonio, cada
una de ellas se considera mejor y más distinguida que la otra.
A medida que la supe restimación sexual y el enamoramiento se van acentuando,
va haciéndose cada vez más fácil la interpretación del cuadro. Que se presenta
principalmente en el adolescente. Esto se observa más particularmente en el amor
desgraciado, no correspondido, pues en el amor compartido cada satisfacción
sexual es seguida de una disminución del supe restimación del objeto.
Simultáneamente a este abandono del Yo al objeto.

El Yo se enriquece con las cualidades del objeto, se lo introyecta según la expresión


de Ferenczi; en el segundo, se empobrece, dándose por entero al objeto y
sustituyendo por él su más importante componente. Menciona el punto de vista
económico ya que dice que no parte de mucho problema puesto que no si tener una
buena economía, se prevalece del amor que se presenta y el afecto sexual amor.
La Hipnosis nos muestran todas estas particularidades con mayor claridad y relieve,
de manera que parecerá más indicado explicar el enamoramiento por la hipnosis y
no ésta por aquél, No es de extrañar que el Yo considere como real una percepción
cuando la instancia psíquica encargada de la prueba de la realidad se pronuncia por
la realidad de la misma. La total ausencia de tendencias con fines sexuales no
coartados, contribuye a garantizar la extrema pureza de los fenómenos, la relación
hipnótica es un abandono amoroso total con exclusión de toda satisfacción sexual,
mientras que, en el enamoramiento, dicha satisfacción no se halla sino
temporalmente excluida y perdura en segundo término, a título de posible fin ulterior.

LA MASA Y LA HORDA PRIMITIVA.

La psicología individual tiene en efecto, que ser por lo menos tan antigua como la
psicología colectiva, pues desde un principio debió de haber dos psicologías la de
los individuos componentes de la masa y la del padre jefe o caudillo. Los individuos
de la masa se hallaban enlazados unos a otros en la misma forma que hoy más el
padre de la horda permanecía libre, y aun hallándose aislado eran enérgicos e
independientes sus actos intelectuales

El padre de la horda primitiva no era aún inmortal como luego ha llegado a serlo por
divinización. Cuando murió tuvo que ser reemplazado y lo fue probablemente por el
menor de sus hijos, que hasta entonces había sido un individuo de la masa el padre
primitivo impedía a sus hijos la satisfacción de sus tendencias sexuales directas; les
imponía la abstinencia, y por consiguiente a título de derivación, el establecimiento
de lazos afectivos que le ligaban a él en primer lugar, y luego, los unos a los otros.
El hipnotizador pretende poseer un poder misterioso que despoja de su voluntad al
sujeto. O lo que es lo mismo: el sujeto atribuye al hipnotizador un tal poder. Esta
fuerza misteriosa a la que aún se da vulgarmente el nombre de magnetismo animal

La hipnosis puede ser provocada, asimismo, por otros medios -haciendo fijar al
sujeto la mirada en un objeto brillante o escuchar un ruido monótono- y esta
circunstancia ha inducido a muchos en error, dando ocasión a teorías fisiológicas
insuficientes. En realidad, estos procedimientos no sirven más que para desviar y
fijar la atención consciente el hipnotizador evita atraer sobre sus intenciones el
pensamiento consciente del sujeto y cae éste en una actividad en la que el mundo
tiene que parecerle desprovisto de todo interés, sucede que, en realidad, concentra
inconscientemente toda su atención sobre el hipnotizador, entrando en estado de
transferencia con él

Gerencia ha deducido acertadamente que hay dos tipos de hipnosis La primera


sería la hipnosis maternal; la segunda, la hipnosis paternal. Ahora bien: la orden de
dormir no significa, en la hipnosis, sino la invitación a retraer todo interés del mundo
exterior y concentrarlo en la persona del hipnotizador

UNA FASE DEL YO.

La distinción entre el Yo y el ideal del Yo y a la doble naturaleza consiguiente del


ligamen identificación y substitución del ideal del Yo por un objeto exterior la
hipótesis que postula esta fase del Yo y que, como tal, constituye el primer paso del
análisis del Yo, habrá de hallar poco a poco su justificación en los sectores más
diversos de la psicología. En mi estudio «Introducción del narcisismo» he intentado
reunir los datos patológicos en los que puede apoyarse la distinción mencionada, y
todo nos lleva a esperar, que un más profundo estudio de la psicosis ha de hacer
resaltar particularmente su importancia. Cada una de las diferenciaciones psíquicas
descubiertas representa una dificultad más para la función anímica, aumenta su
inestabilidad y puede constituir el punto de partida de un fallo de la misma, esto es
de una enfermedad.

A pesar de todas las privaciones y restricciones impuestas al Yo, la violación


periódica de las prohibiciones constituye la regla general, como nos lo demuestra la
institución de las fiestas, que al principio no fueron sino períodos durante los cuales
quedaban permitidos por la ley todos los excesos, circunstancias que explica su
característica alegría. Las saturnales de los romanos y nuestro moderno carnaval
coinciden en este rasgo esencial con las fiestas de los primitivos, durante las cuales
se entregan los individuos a orgías en las que violan los mandamientos más
sagrados

La ideal del Yo engloba la suma de todas las restricciones a las que el Yo debe
plegarse, y de este modo, el retorno del ideal al Yo tiene que constituir para éste,
que encuentra de nuevo el contento de sí mismo La coincidencia del yo con el ideal
del yo produce siempre una sensación de triunfo. El sentimiento de culpabilidad (o
de inferioridad) puede ser considerado como la expresión de un estado de tensión
entre el yo y el ideal. Sabido es, que hay individuos cuyo estado afectivo general
oscila periódicamente, pasando desde una exagerada depresión a una sensación
de extremo bienestar, a través de un cierto estadio intermedio una melancolía de
este último género puede transformarse en manía, de manera que esta posibilidad
representa una particularidad independiente de los demás caracteres del cuadro
patológico. Existen melancolías simples, de un acceso único, y melancolías
periódicas, que no corren jamás tal suerte. Mas, por otro lado, hay melancolías en
las que las ocasiones exteriores desempeñan un evidente papel etiológico; así,
aquellas que sobrevienen a la pérdida de un ser amado, sea por muerte

CONSIDERACIONES SUPLEMENTARIAS.

La distinción entre la identificación del Yo y la sustitución del ideal del Yo por el


objeto, halla una interesantísima ilustración en las dos grandes masas artificiales
que antes hemos estudiado: el Ejército y la Iglesia cristianos. La identificación debe
acumularse a la elección de objeto y el amor a la identificación. Este doble
complemento sobrepasa evidentemente la constitución de la masa. Se puede ser
un buen cristiano sin haber tenido jamás la idea de situarse en el lugar de Cristo y
extender como él, su amor a todos los humanos.

El descontento provocado por estas privaciones pudo decidir entonces a un


individuo a separarse de la masa y asumir el papel del padre. El que hizo esto fue
el primer poeta épico, y el progreso en cuestión no se realizó sino en su fantasía.
Este poeta transformó la realidad en el sentido de sus deseos, e inventó así el mito
heroico. El héroe era aquel que, sin auxilio ninguno, había matado al padre, el cual
aparece aún en el mito, como un monstruo totémico. Así como el padre había sido
el primer ideal del adolescente, el poeta creó ahora, con el héroe que aspira a
suplantar al padre, el primer ideal del Yo. La elaboración poética de las realidades
de estas épocas, transformó probablemente a la mujer, que no había sido sino el
premio de la lucha y la razón del asesinato, en instigadora y cómplice activa del
mismo, Además, en cada una de las empresas de que hablan los mitos y las fábulas
puede reconocerse fácilmente una sustitución del hecho heroico. Así, pues, el mito
constituye el paso con el que el individuo se separa de la psicología colectiva. El
primer mito fue seguramente de orden psicológico, el mito del héroe. El mito
explicativo de la Naturaleza no surgió sino más tarde. De este modo, retorna el
poeta a la realidad elevando a sus oyentes a la altura de su imaginación. Pero los
oyentes saben comprender al poeta y pueden identificarse con el héroe merced al
hecho de compartir su actitud, llena de deseos irrealizados, con respecto al padre
primitivo Esta primera forma que el amor reviste en el niño y que se relaciona
íntimamente con el complejo de Edipo, sucumbe, como ya sabemos, al iniciarse el
período de latencia, bajo el imperio de la represión, no quedando de ella sino un
enlace afectivo, puramente tierno, a las mismas personas, enlace que ya no puede
ser calificado de «sexual». El psicoanálisis, que ilumina las profundidades de la vida
anímica, demuestra sin dificultad, que también los enlaces sexuales de los primeros
años infantiles continúan subsistiendo, aunque reprimidos e inconscientes, y nos
autoriza a afirmar que todo sentimiento tierno, constituye la sucesión de un enlace
plenamente «sensual» a la persona correspondiente o su representación simbólica
(imago) Los instintos sexuales coartados presentan una gran ventaja funcional
sobre los no coartados. No siendo susceptibles de una satisfacción total resultan
particularmente apropiados para crear enlaces duraderos, mientras que los instintos
sexuales directos pierden, después de cada satisfacción, una gran parte de su
energía, y en el intervalo entre esta debilitación y su renacimiento por una nueva
acumulación de libido, puede ser el objeto reemplazado por otro. Los instintos
coartados pueden mezclarse en cualquier medida con los no coartados y retornar a
éstos después de haber surgido de ellos. El nacimiento mismo de estos enlaces
afectivos, nada intencionados al principio, abre un camino muy frecuentado a la
elección sexual de objeto. En «La piedad del conde de Zinzendorf», ha mostrado
Pfister con un ejemplo impresionante y que no es seguramente el único, la facilidad
con que un intenso ligamen religioso se transforma en ardiente deseo sexual.
Dijimos antes, que el padre de la horda primitiva, con su intolerancia sexual,
condenaba a todos sus hijos a la abstinencia, imponiéndoles, así, enlaces coartados
en su fin, mientras que, por su parte, se reservaba el libre placer sexual y
permanecía, de este modo, independiente de todo ligamen. Todos los enlaces en
los que reposa la masa, son de la naturaleza de los instintos coartados en su fin.
Pero con esto nos hemos aproximado a la discusión de un nuevo tema: a la relación
de los instintos sexuales directos con la formación colectiva, Cuanto más
enamoradas están, más completamente se bastan. La repulsa de la influencia de la
masa se exterioriza como sentimiento de pudor. Las violentas emociones suscitadas
por los celos sirven para proteger la elección sexual de objeto contra la influencia
que sobre ella pudiera ejercer un ligamen colectivo. Sólo cuando el factor tierno y,
por lo tanto, personal, de la relación amorosa, desaparece por completo ante el
factor sexual, es cuando se hace posible el público comercio amoroso de una pareja
o la realización de actos sexuales simultáneos dentro de un grupo, como sucede en
la orgía. La masa multiplica este proceso, coincide con la hipnosis en la naturaleza
de los instintos que mantienen su cohesión y en la sustitución del ideal del Yo por
el objeto, pero agrega a ello la identificación con otros individuos, facilitada, quizá,
primitivamente, por la igualdad de la actitud con respecto al objeto.
Referencia bibliográfica:

Freud, S (1921) Psicología de las masas y análisis del yo (en alemán Massenpsychologie und
Ich-Analyse) Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu
editores. ISBN 978-950-518-594-8.

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