Gutiérrez, R e Isuani, F (2014) .
Gutiérrez, R e Isuani, F (2014) .
Gutiérrez, R e Isuani, F (2014) .
La primera agencia ambiental estatal fue tempranamente creada en Argentina con el retorno a la
democracia en 1973 y tras la Conferencia de Estocolmo de 1972. No obstante, la creación de
instituciones estatales ambientales ha distado de ser incremental y sólo comenzó a ganar vigor en
la década de 1990. Simultáneamente, las organizaciones sociales ambientalistas emergieron en
sucesivas oleadas desde mediados de los años 1960 hasta nuestros días.
Las políticas ambientales como tales comenzaron a difundirse, tanto en el norte como en el sur,
principalmente en la década de 1970. De esa misma época datan las primeras organizaciones
sociales argentinas dedicadas al estudio y la defensa del ambiente.
Para reconstruir el recorrido del ambientalismo argentino, distinguiremos tres grandes fases.
Primera fase: principios de 1970 hasta finales de 1980. La mayoría de las organizaciones creadas
en esta fase eran de tipo “profesionalista” y de orientación predominantemente conservacionista
han tenido escaso impacto en la agenda pública y poco contacto con las políticas estatales, al
menos en esta primera fase.
En 1973 Juan Domingo Perón crea la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano
(SRNAH). Esta adquirió un amplio espectro de atribuciones que, hasta entonces, se encontraban
repartidas entre diversos organismos públicos. El ideario de Perón en materia ambiental se expresó
en un contexto internacional que venía mostrando una tendencia a favor de la creación y
consolidación de estructuras ambientales en diversos países (en 1970 se había creado en Gran
Bretaña la Secretaría de Ambiente y en 1971 la Environmental Protection Agency en EEUU, el
Ministerio de la Protección de la Naturaleza y del Ambiente en Francia y órganos interministeriales
de coordinación en Polonia, Yugoeslavia y Hungría.). Durante los tres años de gestión peronista
(1973-76), se llevaron a cabo un conjunto de acciones en materia ambiental, entre las cuales se
destaca el anteproyecto de la ley de vida silvestre, la creación del Instituto Forestal Nacional, del
Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología y la Comisión Nacional del Agua. También se creó un
sistema de prevención de la contaminación de las aguas por hidrocarburos. La cuestión ambiental,
además, tuvo su entrada en el Congreso Nacional a través de la creación, tanto en la Cámara de
Diputados como en la de Senadores, de comisiones especializadas en las temáticas ambientales.
La ruptura del régimen democrático por parte de la dictadura militar que gobernó el país entre
1976 y 1983 tuvo un marcado impacto negativo sobre la trayectoria que la política ambiental
nacional había comenzado a desplegar hasta ese momento. En el marco de una visión que
asociaba el ambientalismo con una ideología subversiva, el gobierno militar tomó la decisión de
desmantelar la SRNAH y crear en su lugar una Subsecretaría de Recursos Naturales Renovables y
Ecología, dependiente del Ministerio de Agricultura y Ganadería. De ese modo, por un lado, se
rebajó el status que la temática había alcanzado en la estructura estatal y se derrumbó la
posibilidad de consolidar una instancia nacional capaz de pensar e implementar una política
ambiental de carácter integral. En 1981 el gobierno militar creó la Subsecretaría de Medio
Ambiente dentro del Ministerio de Salud Pública y Medio Ambiente (Bueno, 2010). Este nuevo
arreglo institucional remitía las cuestiones ambientales a un enfoque sanitarista toda vez que se le
asignaba a dicha Subsecretaria la “misión de entender en las acciones sanitarias relacionadas con
la preservación y el mejoramiento del ambiente”. Pese a la represión sobre las organizaciones
políticas y sociales que afectaron a los actores previamente involucrados en la temática ambiental,
surgieron en el período unas pocas organizaciones de la sociedad civil preocupadas por el tema
ambiental. Entre ellas, la Fundación Vida Silvestre Argentina fundada en 19775 y el Instituto
Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo-América Latina (IIED-AL); en 1981 se creó la
Academia Argentina de Ciencias del Ambiente y en 1982 la Fundación para la Defensa del
Ambiente.
Segunda fase: de 1991 a 2003. Ese proceso fue mucho más vigoroso y con implicancias más
decisivas que todo lo realizado en la fase anterior. Continuó la expansión de organizaciones de tipo
más bien profesionalista. El ambientalismo social todavía tenía poco contacto con la política
estatal. A comparación con la fase anterior hubo una mayor jerarquización burocrá- tica de la
máxima organización ambiental en el nivel nacional y sanción de una profusa legislación
propiamente ambiental en ese mismo nivel.
El presidente Carlos Menem (PJ, 1989-99) decidió crear en 1991 la Secretaría de Recursos
Naturales y Ambiente Humano (SRNAH). La nueva organización adquirió rango de secretaría de
estado (dependiente directamente de la Presidencia) y pasó a concentrar funciones que hasta
entonces estaban dispersas en varias organizaciones ejecutivas. La creación de la nueva secretaría
no habría respondido a demanda social alguna ni a una genuina preocupación ambiental de parte
de Menem sino a la decisión presidencial de dar respuesta a estímulos internacionales. Fuera de la
creación de la SRNAH, otro hito importante del gobierno de Carlos Menem fue la creación del
Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema) en 1990 y la firma entre todas las provincias del
Pacto Federal Ambiental en 1993.
Transcurridos los primeros años de su gobierno, Menem se propuso reformar la Constitucional
Nacional de 1853. El artículo 3, inciso K, de la ley habilitó el debate sobre la “preservación del
medio ambiente”, previéndose la posibilidad de “un artículo nuevo a incorporar en el capítulo
segundo de la Primera Parte de la Constitución Nacional”. El futuro artículo sobre preservación
ambiental fue discutido en la Comisión de Nuevos Derechos y Garantías, cuyo dictamen por la
mayoría fue aprobado, con leves modificaciones de redacción, en el Plenario de la Convención
Constituyente por 144 votos contra 34,15 convirtiéndose en el nuevo artículo 41 de la Constitución
Nacional reformada. El artículo 41 establece el “derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto
para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades
presentes sin comprometer las de las generaciones futuras”, correspondiendo “a la Nación dictar
las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las
necesidades para complementarlas, sin que aquellas alteren las jurisdicciones locales”. Este
derecho es acompañado por una serie de “derechos procedimentales” instituidos en el artículo 41
y en otros artículos. Si comparamos el nuevo derecho al ambiente sano con la propuesta del CCD
notamos que el primero recoge prácticamente todos los elementos contenidos en esa propuesta:
desarrollo de las generaciones presentes y futuras, derechos y deberes individuales, deber del
estado de preservar el ambiente, deslinde de facultades entre Nación y provincias, umbrales
mínimos de preservación. Quizá la diferencia más destacable sea el mayor énfasis del artículo 41
en el desarrollo sostenible, expresado en la inclusión del término “actividades productivas”,
cuando la propuesta del CCD remitía reiteradamente a la capacidad “de sostener la vida”.
Entre 1994 y 1999 no se sancionó ninguna ley que definiese o tratase sobre los presupuestos
mínimos de protección. La secretaría ambiental contaba con fondos de un programa del BID
(Programa de Desarrollo Institucional Ambiental) para elaborar legislación ambiental. Pero ningún
proyecto fue tratado en el congreso hasta el final del mandato de Carlos Menem en 1999.
Un caso destacado fue la demanda judicial conocida como causa Beatriz-Mendoza, presentada
ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que resultó en la creación de la Autoridad de
Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar) y la implementación de un plan de saneamiento. Aunque la
ejecución del plan enfrenta desafíos, la causa ha amplificado la importancia de los derechos
ambientales y los recursos legales para abordar las demandas ambientales en Argentina.
En los comienzos del gobierno de Néstor Kirchner (PJ, 2003-07), la política ambiental quedó bajo
la órbita de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable (SAyDS), dependiente del
Ministerio de Salud. En esta nueva etapa la política ambiental no parecía despertar mucha
preocupación en el presidente Kirchner hasta 2006, cuando la cuestión cobró repentino interés a
raíz del conflicto por la construcción de pasteras en el río Uruguay. Kirchner colocó la secretaría
bajo dependencia directa de la Jefatura de Gabinete de Ministros. De ese modo, la secretaría
recuperaba el rango de secretaría de estado que había tenido bajos los gobiernos de Perón y de
Menem.
En el plano normativo, este impacto se refleja en la creación de leyes importantes como la Ley de
Bosques Nativos y la Ley de Protección de Glaciares, ambas surgidas de iniciativas legislativas en
respuesta a demandas sociales y sin participación directa de la secretaría ambiental en su
formulación.
Sin embargo, la gestión de Picolotti fue breve y estuvo marcada por tensiones, especialmente en
temas como la política minera y la Ley de Protección de Glaciares. Su desplazamiento estuvo
relacionado con diferencias en la agenda ambiental con la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner. Los sucesores de Picolotti se enfocaron principalmente en Acumar y el saneamiento del
río Matanza-Riachuelo, evitando temas que pudieran entrar en conflicto con otros objetivos del
gobierno nacional, como la minería y la producción de soja.
En las últimas décadas, el ambientalismo social y el estatal en Argentina han convergido debido a
conflictos ambientales de gran repercusión pública. Dos elementos clave han facilitado esta
convergencia: el crecimiento de un ambientalismo social de base que busca respuestas estatales a
problemas ambientales locales, y la existencia de nuevas instituciones ambientales introducidas
durante la década anterior en el marco de la reforma constitucional.
Conclusion/Contexto
El análisis presentado revela la interacción de una serie de factores, tanto internos como externos,
que han influido en la evolución del ambientalismo argentino desde los años 70 hasta la
actualidad. Esta trayectoria ha sido marcada por altibajos y avances que reflejan las tensiones
políticas, sociales y económicas en el país, así como la difusión de ideas a nivel internacional.
Siguiendo la distinción de Cobb y Elder (1984), el nuevo ambientalismo social y los conflictos
ambientales asociados han colocado la cuestión ambiental en el centro de la agenda pública,
influenciando la agenda gubernamental y generando transformaciones organizativas y normativas
en el ámbito estatal. Esto se refleja en el aumento significativo de la cobertura mediática sobre
temas ambientales, que van desde conflictos específicos hasta problemas como el cambio
climático o la gestión de residuos.
A pesar de estos avances, la política ambiental no ha llegado a ser la principal prioridad del Estado
ni siempre coincide totalmente con las demandas sociales. Aunque se han logrado importantes
avances normativos, la institucionalización y la implementación de la política ambiental siguen
siendo limitadas en comparación con otros objetivos estatales, especialmente económicos.