La Ilusión Democrática
La Ilusión Democrática
La Ilusión Democrática
LA ILUSIÓN DEMOCRÁTICA:
Había un sentimiento de poder en la civilidad y una gran dificultad para satisfacer las
demandas sociales acumuladas que buscaban una solución inmediata ya que, el retorno
a la democracia suponía la solución de todos los problemas. “con la democracia se
cura..
Los problemas económicos eran los que más subsistían debido a que la economía se
encontraba en un estado de desgobierno y caos desde 1981:
Inflación
Deuda externa multiplicada y vencida
Estado carente de recursos, limitado en la capacidad para dirigir la crisis.
A su vez, el peronismo vivía una fuerte crisis interna debido a la primera derrota electoral
desde sus inicios. El sindicalismo peronista se separa de la conducción peronista y
buscaba sus propias estrategias para enfrentar el nuevo gobierno.
El poder que administraba Alfonsín era grande y escaso a la vez. El radicalismo tenía
mayoría en la Cámara de Diputados y contaba con minoría en el Senado. El presidente
eligió rodearse de un grupo de intelectuales y de la Coordinadora (grupo radical juvenil).
Al asumir al mandato tenía una enorme fuerza: la civilidad, quien se identificaba con la
propuesta de construir un Estado de derecho al cual esos poderes corporativos debían
someterse y consolidar un conjunto de reglas capaces de resolver los conflictos que se
presentaban de una manera pacífica. Se trataba de una identidad política basada en
valores éticos.
Lo fundamental era eliminar el autoritarismo y encontrar modos auténticos de
representar la voluntad de los ciudadanos.
Para ello había dos opciones: elegir entre gobernar activamente en pos de la
construcción de un verdadero Estado de derecho, lo que implicaba confrontar con los
intereses que cada uno de los actores sociales y políticos (estados corporativos,
sindicatos, militares, la Iglesia, el campo, la industria, etc) pretendían sostener y al
mismo tiempo generar divisiones internas dentro del propio partido.
La segunda alternativa, era privilegiar los consensos y acuerdos con los poderes
establecidos, lo que implicaba postergar los problemas que requerían definiciones
claras.
El gobierno de Alfonsín por lo general eligió la primera línea, pero también debió ceder
su postura cuando se le presentaron distintos inconvenientes que limitaban su poder,
debiendo buscar caminos alternativos y nuevas propuestas.
El gobierno mantuvo una buena relación con Estados Unidos, quién respaldó las
instituciones democráticas, cortando cualquier vínculo con los militares y apoyando la
estabilización de la economía.
La derrota de Malvinas, el fracaso político, las divisiones entre las fuerzas y los
cuestionamientos internos debilitaron la institución militar que, sin embargo, continuaba
en el poder.
Alfonsín quería encontrar la manera de subordinar las Fuerzas Armadas al poder civil.
Para ello propuso:
Se sancionaron las leyes de Punto Final en 1985, ponía límites temporales a las
citaciones judiciales y Obediencia Debida.
El poder sindical estaba debilitado por la derrota electoral del peronismo, muchos
sindicatos estaban intervenidos.
Los contextos de los distintos frentes de oposición impulsaron al gobierno a pactar con
un grupo de 15 sindicatos. El acuerdo incluía la sanción de un conjunto de leyes que
organizaba la actividad sindical (controladas por los sindicatos), a cambio el gobierno
obtenía una tregua social ya que el sindicalismo quedó profundamente dividido.
EL PLAN AUSTRAL:
Si bien en un principio los problemas económicos parecían menos graves que los
políticos la situación había cambiado. La inflación desatada desde 1982, el déficit fiscal
y la creciente deuda externa se prolongaban cada vez más.
La civilidad fue convocada a Plaza de Mayo para recibir el anuncio de una “economía
de guerra”. Días más tarde, se anunció el nuevo plan económico conocido como, Plan
Austral. Su objetivo era: estabilizar la economía a corto plazo y detener la inflación.
El plan logró frenar la inflación rápidamente y así ganó apoyo social. No afectó a ningún
sector de la sociedad y no hubo despidos. Los acreedores externos se calmaron sobre
todo por el apoyo que el plan recibió de Estados Unidos como de las instituciones
internacionales.
El plan tuvo cambios a corto plazo, pero no pudo prever los problemas de fondo (deuda
y déficit fiscal).
Por otra parte, los militares habían amenazado el poder civil por primera vez desde
1930, pero no encontraron ningún tipo de sostén.
Ese mismo año, se lanzó un nuevo plan de reformas, que contó con la aprobación del
Banco Mundial. Se pretendía una política de privatización de las empresas estatales y
una reducción de sus gastos. No obstante, este plan no tuvo la fuerza política necesaria
para llevarse a cabo debido a la derrota en las elecciones legislativas en septiembre de
1987. El peronismo apuntaba a las elecciones presidenciales de 1989 y se negó a
respaldar dichas reformas. De esta manera, la reconciliación con las corporaciones no
tuvo sus frutos en la economía.
LA APELACIÓN A LA CIVILIDAD:
Alfonsín se propuso tratar la lucha contra el autoritarismo, pero desde las elecciones de
1985 su discurso comenzó a orientarse hacia el pacto democrático, la participación y la
modernización. De este modo, se lanzó una serie de reformas:
Las medidas no llegaron a concretarse, pero fueron temas de discusión política donde
un proyecto democrático y modernizador era la inquietud en común.
El pacto inicial lo había construido en base al bien común, afectado por los intereses
particulares de la sociedad, por cuestiones económicas y por nuevas alternativas
políticas, las cuales surgieron en un peronismo renovado.
A la derecha, creció la Unión del Centro Democrático, fundada por Alsogaray con ideas
liberales. Fue un partido que en la democracia encontró apoyo de la popularidad,
especialmente de los jóvenes. No obstante, no logró ir más allá de la Capital.
EL FIN DE LA ILUSIÓN:
1987 fue un año decisivo para Alfonsín debido al episodio de Semana Santa y la pérdida
de Diputados en las elecciones. No podía doblegar las fuerzas de la corporación militar
y perdió liderazgo sobre la civilidad.
Las mayores victorias habían sido para el peronismo renovador (Alfiero y Menem), en
las elecciones de 1987 el radicalismo perdió mayoría en la Cámara de Diputados y el
control de todas las gobernaciones. La derrota cuestionaba la legitimidad del gobierno
y su capacidad para dirigir. Las dificultades fueron creciendo: la fuerte inflación e
incapacidad para afrontar la deuda reaparecieron.
La cuestión militar tuvo dos nuevos episodios, Primero porque la situación de los
oficiales seguís inconclusa y además porque los activistas militares estaban dispuestos
para aprovechar la debilidad del gobierno. Había fracasado el proyecto de reconciliar a
la sociedad con las Fuerzas Armadas. La primera repudiaba su actitud subversiva.
Eso los perjudicó frente a uno de los candidatos del peronismo, el gobernador de La
Rioja, Carlos Menem. Reunió todos los segmentos del peronismo, desde los dirigentes
sindicales, rechazados por Cafiero, hasta militantes de la izquierda y la derecha, junto
con los caudillos. Así, ganó las elecciones internas y en 1988 quedó consagrado como
candidato a Presidente. Construyó alianzas con los importantes empresarios, la Iglesia
y oficiales de las Fuerzas Armadas. Y en la sociedad, apeló a los humildes, afirmaba la
realidad de un pueblo dominado por la miseria y la marginalidad.
En 1988 el gobierno lanzó un nuevo plan económico denominado plan “Primavera” con
el objetivo de llegar a las elecciones con la inflación controlada.
De esta manera, comenzando 1989 el gobierno anunció la devaluación del peso, el dólar
subió y la economía entró en descontrol. Luego de la inflación, llegó la hiperinflación que
destruyó los salarios y la moneda.
En este contexto, se votó el en mayo de 1989 y el triunfo fue para el Partido Justicialista,
quedando como Presidente Carlos Menem. Si bien la fecha de traspaso sería el 10 de
diciembre de 1989, Alfonsín renunció para anticipar el traspaso del gobierno que
finalmente se terminó concretando el 9 de julio, seis meses antes del plazo
constitucional.