Estados Mentales, Contenidos y Conceptos

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Estados mentales, contenidos y conceptos

N ORA S TIGOL
Departamento de Filosofía
Universidad de Buenos Aires
[email protected]

Resumen: En este trabajo me propongo presentar el debate entablado hoy en el ámbito


de la filosofía de la mente entre conceptualistas y no conceptualistas en relación con
el contenido de los estados mentales. El debate gira en torno a la existencia de modos
no conceptuales de representarse el mundo. El tema que se discute es el carácter no
conceptual de los contenidos de cierto tipo de estados mentales. La polémica se plantea
principalmente en tres dominios diferentes: el de los estados representacionales en
criaturas que carecen de capacidades conceptuales, el de los estados subpersonales de
procesamiento de información y el de las experiencias perceptuales. Presento y discuto
la noción de contenido no conceptual y su legitimidad en esos tres ámbitos.
Palabras clave: representaciones, contenido no conceptual, percepción, estados subper-
sonales

Abstract: The aim of this paper is to introduce the present debate between conceptu-
alists and non-conceptualists in today’s philosophy of mind, in relation to the content
of mental states. The debate deals with the issue of the existence of non-conceptual
modes of representing the world. The subject under discussion is the non-concep-
tual features of the contents of certain mental states. The polemic is carried on mainly
in three different domains: the one of representative states in creatures lacking con-
ceptual abilities; the one of subpersonal states in information processing, and the one
of perceptual experiences. I introduce and discuss the non-conceptual content notion
and its legitimacy in these three domains.
Key words: representation, non-conceptual content, perception, subpersonal states

I
El debate entre teorías conceptualistas y no-conceptualistas se ha instalado
hoy en el ámbito de la filosofía de la mente. La distinción entre contenidos
conceptuales y no conceptuales constituye el punto central del debate. La
cuestión que se discute es el carácter no conceptual de los contenidos de
cierto tipo de estados mentales, en particular de experiencias perceptua-
les y de estados subdoxásticos. En general, respecto de los contenidos de
estados de actitudes proposicionales no parece haber desacuerdo: se dice
Versiones anteriores de este trabajo fueron leídas en las XIV Jornadas de Epistemología


e Historia de las Ciencias (Córdoba, septiembre de 2003) y en el XII Congreso Nacional de


Filosofía organizado por la Asociación Filosófica Argentina (Neuquen, diciembre de 2003).
Agradezco a los que participaron en la discusión en aquellas oportunidades, y a los integrantes
del Proyecto de Investigación UBACyT “Conceptos, Categorías y Significado”, dirigido por
Eduardo Rabossi, el haberme dado la ocasión de pensar estos temas y elaborar las ideas
que aquí presento; en particular, a Eduardo Rabossi, Cristina González, Diana Pérez y Liza
Skidelsky. Un especial agradecimiento a Manuel García-Carpintero. Agradezco también al
evaluador anónimo de Diánoia, cuyos comentarios me permitieron pensar y elaborar mejor
algunas cuestiones.

Diánoia, volumen L, número 54 (mayo 2005): pp. 55–73.


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de ellos que son conceptuales.1 Tener una creencia o un pensamiento con


un contenido supone, por parte del sujeto de la creencia, la posesión y el
dominio de los conceptos involucrados en dicho contenido. Juan no puede
creer o pensar que a es F si no posee los conceptos de a y de F.
Lo que está en discusión es la existencia de modos no conceptuales de
representarse el mundo. Se discute la legitimidad de la noción misma de
contenido no conceptual. Dicho de otra manera, la pregunta sobre la que
gira el debate es la siguiente: ¿es posible para un organismo encontrarse
en estados mentales con contenido representacional aun cuando dicho or-
ganismo carezca de los conceptos requeridos para especificar el modo en
que ese contenido representa el mundo?
No pretendo discutir acá la noción de contenido de un estado mental,
sea de un estado de creencia, de deseo, de experiencia perceptual, etc. Ad-
mitiré, como suele hacerse en el ámbito de este debate, que sostener que
un estado mental tiene contenido es decir que representa el mundo como
si fuera de una determinada manera o, en otras palabras, que tiene condi-
ciones bajo las cuales representa al mundo correctamente. El contenido es,
pues, la manera en que se presenta al sujeto una situación en el mundo, un
estado de cosas, un aspecto del entorno y, así, el mundo se hace accesible
para el sujeto, permitiéndole dar respuestas conductuales adecuadas a ese
medio.
La postulación de contenidos no conceptuales se encuentra defendida
en los escritos de Gareth Evans (1981, 1982),2 José Luis Bermúdez (1995,
1998), Fred Dreske (1995), Christopher Peacocke (1992, 1998a, 2001a
y 2001b), Michel Tye (1995) y en algunos artículos de Martin Davies,
Richard Schantz y Andrew Woodfield, entre otros. Mind and World (1994)
abre propiamente el debate; en esta obra, John McDowell presenta su tesis
conceptualista argumentando en contra del punto de vista de Evans. Bill
Brewer (1999) y D.W. Hamlyn (1994) sostienen también puntos de vista
conceptualistas.
Los conceptualistas afirman que el ámbito de contenidos representacio-
nales que puede atribuirse a una criatura está determinado o limitado por
los conceptos que esa criatura posee. Toda representación es conceptual.
Los no conceptualistas, en cambio, suponen que no todos los estados
mentales representacionales tienen contenido conceptual. Hay buenas ra-
zones, sostienen, para pensar que algunos estados representacionales po-
seen contenido no conceptual; esto es, no involucran conceptos. Más aún,
admiten no sólo que una criatura puede encontrarse en un determinado
1 Stalnaker es una excepción. En 1998 argumenta a favor de la tesis de que aun los conte-

nidos de los estados de creencia son no conceptuales.


2 Evans fue el que introdujo la noción de contenidos no conceptuales en el ámbito de

la filosofía analítica y lo hizo en relación con su teoría de la referencia de las expresiones


demostrativas.

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estado con contenido representacional careciendo de los conceptos per-


tinentes, sino que, además, puede hallarse en ese estado careciendo en
absoluto de capacidades conceptuales.
A mi modo de ver, el interés que este debate ha despertado en los úl-
timos años, desde que Evans acuñara en 1982 la expresión “contenido no
conceptual”, se debe, en gran parte, al hecho de que la noción de contenido
no conceptual compete a diversos ámbitos de la filosofía y de la psicología.
Está vinculada estrechamente a cuestiones de filosofía de la mente, tales
como la naturaleza de la intencionalidad, la individuación de contenidos
mentales, la filosofía de la percepción y del conocimiento. Nociones impor-
tantes de la filosofía del lenguaje, como significado y referencia, están tam-
bién relacionadas con la noción de contenido no conceptual, en particular
en la obra de Evans, en la que la noción de contenido no conceptual surge
en conexión con la naturaleza de las expresiones indexicales y su relación
con procesos informativos. La naturaleza de los conceptos y su posesión y
adquisición son temas que naturalmente surgen en conexión con la noción
de contenido no conceptual. Se asocia también con temas propios de la
psicología del desarrollo, de la psicología animal y, en gran medida, de
la psicología cognitiva. La naturaleza de nuestras experiencias perceptua-
les, tanto en sus aspectos psicológicos como en los fenomenológicos y epis-
temológicos, tal vez sea uno de los temas más discutidos en el interior del
debate. La relación entre la percepción humana y la animal, el papel de las
percepciones en los procesos cognitivos, sobre todo en la justificación de
creencias, y los procesos cognitivos subpersonales constituyen otras de las
cuestiones asociadas con la noción de contenido no conceptual y que han
dado lugar, y lo siguen dando, a discusiones en el ámbito de la polémica
que nos ocupa. A lo largo de este trabajo se pondrán de manifiesto algunas
de las vinculaciones, si bien no todas, que se acaban de mencionar.

II
Las razones a las que apelan los no conceptualistas a la hora de postular
contenidos no conceptuales son de diversa índole. Algunas son de orden
epistemológico; se sostiene, por ejemplo, que sólo apelando a contenidos
no conceptuales, en particular a contenidos no conceptuales de experien-
cias perceptivas, es posible justificar nuestros conceptos y creencias empí-
ricos sin incurrir en alguna forma de circularidad.3
Otra de las motivaciones a la que suele recurrirse apela a la naturaleza
fenoménica de la experiencia perceptual. La discriminación de matices que
se presenta en la percepción excede los límites del repertorio conceptual

3 Retomaré este argumento en la sección VII.

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del sujeto que percibe; las creencias no tienen ni pueden tener, se sostiene,
la riqueza y la fineza de grano propias de las experiencias perceptivas.4
La necesidad de explicar conductas, especialmente de organismos a los
que no parece apropiado reconocerles capacidades conceptuales, es otra de
las razones que se alegan a la hora de postular contenidos no conceptuales.
En efecto, cómo dar cuenta de conductas adecuadas al entorno, se afirma,
sino atribuyéndoles a sus agentes algún tipo de representación del entorno
aun cuando dichos agentes no dispongan de capacidades conceptuales.
La preocupación por evitar el relativismo perceptual5 constituye también
una razón en defensa del contenido no conceptual de la experiencia per-
ceptiva; dicho de otra manera, se trata de dar cuenta de la intuición de
que dos sujetos con diferentes repertorios conceptuales, enfrentados a una
misma escena, perciben —en algún sentido— “lo mismo”. El contenido no
conceptual explicaría las semejanzas entre ambas percepciones; la diver-
sidad de conceptos, en cambio, explicaría las diferencias. Una intuición
análoga se da en relación con un mismo sujeto antes y después de la ad-
quisición de un concepto. No parece haber una ruptura cualitativa entre
nuestra representación de una determinada situación en el mundo antes y
después de haber adquirido un determinado concepto.
Algunos filósofos argumentaron a favor del contenido no conceptual
de la percepción a partir del análisis de ciertas experiencias perceptivas
ilusorias y francamente excepcionales. Así, por ejemplo, Tim Crane (1988)
consideró el fenómeno que llamó ilusión de la cascada (waterfall illusion)
que se produce cuando el sujeto que percibe fija por unos instantes su
mirada sobre una caída de agua e inmediatamente después, al detener la
visión sobre un objeto fijo, percibirá a éste como si estuviera moviéndose en
la dirección opuesta a la de la caída del agua. Dada la contradicción que se
manifiesta en este tipo de percepciones (el objeto fijo es percibido como si
estuviera en movimiento) y dado el hecho de que, según se afirma, no hay
contradicciones de este tipo a nivel de contenidos conceptuales, se sigue,
entonces, de acuerdo con Crane, que el contenido de la percepción no es
conceptual.
Todas estas consideraciones han dado origen a nuevas líneas de contro-
versia dentro del debate general.

III
Suelen reconocerse tres dominios de estados cognitivos en los cuales resul-
ta legítimo hacer referencia a contenidos no conceptuales. Ellos son: esta-
dos representacionales en criaturas u organismos sin capacidades concep-
4 Retomaré este argumento en la sección VIII.
5 Crane (1992, p. 136) utiliza esta expresión.

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tuales, experiencias perceptuales conscientes y estados computacionales de


procesamiento de información (estados subpersonales o subdoxásticos).
Conceptualistas y no conceptualistas coinciden en reconocer que estos
tres tipos de estados, al igual que los estados de actitudes proposicionales,
involucran contenidos representacionales. El carácter representacional de
todos ellos no está en discusión, al menos entre los protagonistas del de-
bate. En cambio, difieren en la manera de concebir cómo esos contenidos
representan el mundo. Desde el punto de vista conceptualista, esos con-
tenidos son siempre conceptuales, es decir, requieren que el sujeto posea
los conceptos involucrados en el contenido en cuestión. Los defensores de
la teoría no conceptualista, en cambio, argumentan que estados en cria-
turas con carencia de recursos conceptuales, estados computacionales de
procesamiento de información y estados perceptivos, aun siendo estados
representacionales como lo son las creencias, representan el mundo de una
manera diferente: su contenido es no conceptual, no se requiere que el su-
jeto posea conceptos relativos a las partes que constituyen el contenido.

IV
Quiero hacer aquí un breve comentario acerca del carácter representacio-
nal de la percepción. M.G.F. Martin (1994, p. 464) denomina teoría inten-
cional de la percepción a aquella que atribuye contenidos representacionales
a los estados perceptuales. Esta teoría resulta ser una alternativa a la teo-
ría de los datos sensoriales dominante en buena parte del siglo XX; recor-
demos brevemente las tesis principales de esta última. Hay cierto tipo de
entidades, las llamadas sense data o datos de los sentidos, que constituyen
los únicos objetos inmediatos de la percepción. Su existencia y naturaleza
cualitativa dependen del conocimiento directo por parte del sujeto que los
percibe. Según este punto de vista, el carácter fenoménico de la experiencia
perceptual puede ser descrito en términos completamente independientes
de cómo sea, de hecho, el mundo. Lo que importa es cómo éste se le apare-
ce al sujeto de la percepción. Lo que importa, en definitiva, son los rasgos
fenoménicos (sensoriales) de la percepción. Si bien algunos teóricos de
los datos sensoriales han aceptado que las experiencias perceptivas poseen
también un contenido, no lo conciben en términos representacionales, sino
en términos puramente sensoriales/fenoménicos.
Admitida esta teoría de la percepción como fundamento del conoci-
miento empírico, resulta dificultoso, o más bien imposible, explicar cómo
podrían adquirirse creencias correctas acerca del mundo externo que per-
mitieran, además, explicar nuestras acciones sobre él. Parece que sólo po-
demos explicar por qué las creencias perceptuales de un individuo poseen
el contenido que tienen y por qué sus acciones las realiza de la manera
en que las hace si podemos establecer algún tipo de correspondencia entre

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el contenido de la percepción y el de la creencia. Sólo el primero puede


justificar al segundo.
A diferencia de la teoría de los datos sensoriales, la teoría intencional
de la percepción sostiene que los objetos de conocimiento no son datos de
los sentidos sino los objetos mismos del mundo externo que conocemos en
virtud del contenido representacional de nuestra experiencia. A diferencia
de los datos de los sentidos, el contenido intencional de la percepción no es
independiente del mundo; por el contrario, presenta a éste como si fuera de
cierta manera y, en este sentido, puede decirse que es evaluable normativa-
mente, esto es, determina las condiciones bajo las cuales la experiencia es
verídica o no lo es. Así, el contenido intencional de nuestras percepciones
resulta adecuado para explicar el contenido verídico de nuestras creencias
y para controlar nuestras acciones sobre el mundo. Por otra parte, una
teoría intencional de la percepción en estos términos resulta, a mi juicio,
independiente de la afirmación o negación de la presencia de rasgos feno-
ménicos (qualia) que acompañan al contenido representacional.

V
En esta sección examinaré la noción de contenido no conceptual y seña-
laré algunas dificultades que, a mi juicio, presenta. Se trata, como dice
Bermúdez, de una noción esencialmente contrastativa (o, si se quiere, una
noción negativa); esto es, su significado depende de la manera en que se
elucide la noción de contenido conceptual, y esto, a su vez, depende en
gran medida de cómo se analice la noción misma de concepto. Siguiendo
el llamado principio de dependencia propuesto por Peacocke (1992, p. 5), 6
una teoría de los conceptos debe ser una teoría de la posesión de con-
ceptos. Así, preguntar acerca de la naturaleza de los conceptos no es sino
preguntar acerca de cuáles son las condiciones o criterios de posesión de
conceptos. En este sentido, pueden admitirse diversas posiciones; desde
aquellas para las cuales poseer el concepto X no es más que tener cierta
habilidad discriminatoria que permita distinguir los X de los no X, hasta
aquellas, mucho más exigentes, para las cuales poseer un concepto invo-
lucra una serie de habilidades cognitivas generalmente asociadas con ha-
bilidades lingüísticas. De la primera variante, menos exigente y más laxa,
se sigue con facilidad, en contra del no conceptualista, que todo contenido
representacional es conceptual. No sólo los seres humanos, sino también
los animales no humanos que manifiestan conductas adecuadas al medio
poseerían capacidades conceptuales. En efecto, todos ellos parecen poder

6 Peacocke (1992, p. 5) expresa el principio de dependencia en los siguientes términos: “No

puede haber nada más en la naturaleza de un concepto que aquello que está determinado por
una correcta explicación de lo que es poseer el concepto.”

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discriminar —en algún sentido— objetos en el mundo y adecuar sus con-


ductas a ellos.
Dominar un concepto se concibe, otras veces, en términos conductuales.
De este modo, poseer un concepto implica actuar o estar dispuesto a actuar
de una determinada manera, dadas ciertas circunstancias.
Respecto de la variante más exigente, suelen proponerse, como dije,
ciertas habilidades cognitivas que funcionan como criterios o condiciones
de posesión de conceptos. La expresión lingüística se menciona como uno
de estos criterios. Dominar un concepto es saber manipular un término;
si es posible para un sujeto expresar lingüísticamente el contenido repre-
sentacional de su estado mental, dicho contenido es, sin duda, conceptual.
De aquí se sigue, como afirma el principio de prioridad (Bermúdez 1995,
p. 342), que criaturas no lingüísticas no poseen habilidades conceptuales.
Otro criterio que suele proponerse se relaciona con nuestras habilida-
des inferenciales. Dominar un concepto involucra ubicarlo en una red in-
ferencial, es decir, hacer ciertas inferencias o estar dispuesto a hacerlas o a
aceptarlas como justificadas, entre proposiciones en las que esos conceptos
aparecen.
El carácter consciente, o el ser accesible a la conciencia, es otro criterio,
enlazado con los anteriores, que suele ofrecerse a la hora de explicar la
posesión de un concepto. Puede adscribirse la posesión de un concepto X
a aquella criatura que es actual o potencialmente consciente de hallarse en
un estado mental cuyo contenido involucra X.
Una vez establecido un criterio de posesión de conceptos, podría afir-
marse que un sujeto se encuentra en un estado con contenido conceptual
si posee ciertos conceptos, y, en contraposición, un sujeto se encuentra en
un estado con contenido no conceptual si no posee concepto alguno o,
más débilmente, si no posee determinados conceptos. Pero, en este último
caso, es lícito preguntarse a qué conceptos nos estamos refiriendo. Es fre-
cuente afirmar que un organismo se encuentra en un estado mental con
contenido no conceptual cuando carece de los conceptos requeridos para
especificar canónicamente dicho contenido. Así, Crane (1992, p. 143) ofrece
la siguiente definición de contenido no conceptual: “Para cualquier estado
con contenido S, S tiene contenido no conceptual P si y solo si el hecho de
que un sujeto X se encuentre en S no implica que X posea los conceptos
que canónicamente caracterizan a P.”
La cuestión, a mi juicio, es cómo entender la noción de “conceptos que
caracterizan canónicamente un contenido o conceptos requeridos para espe-
cificar canónicamente un contenido”.
Adrian Cussins (1990) ofrece una manera de hacerlo:7 propone pen-
sar la caracterización canónica de un contenido en términos relativos a
7 El punto que sigue se lo debo a Manuel García-Carpintero en comunicación personal y

que luego expuso en el Coloquio Sadaf/2003.

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una teoría.8 Según Cussins, hay conceptos que caracterizan esencialmente


un determinado contenido y esto depende de lo que una teoría reconoce
como esencial en ese contenido. Así, dice Cussins a título de ejemplo, en
la teoría del número, la especificación canónica del número nueve no es
“el número de planetas”, sino “nueve” (1990, p. 426), o la caracterización
canónica de un partido de fútbol, en la Asociación de Fútbol, debe hacerse
“en términos de las nociones que se utilizan en las reglas del juego y no en
términos de los modelos de interrupción temporales en el campo de juego”
(1990, p. 425).
Por otra parte, carecer del concepto requerido para especificar canónica-
mente aquello que se percibe, por ejemplo, no parece implicar la carencia
total de conceptos. En efecto, parece ser cierto que puedo percibir un lémur
aun careciendo del concepto específico de lémur; posiblemente porque ca-
rezco de la teoría acerca de estos animales; pero, en cambio, es posible
que posea el concepto de mamífero, o el más general de animal, o aun
de ser vivo. Puedo no tener idea de qué es aquello que estoy percibiendo,
excepto tal vez la idea de que estoy percibiendo algo. Así tendré, al menos,
el concepto de algo o, si se quiere, de objeto. Se trataría, entonces, de
carencia de conceptos específicos (signifique esto lo que signifique) y no
de carencia de conceptos tout court.
Habría, en mi opinión, dos maneras de definir “contenido no concep-
tual”. Siguiendo a Cussins, podría definirse como un contenido que no in-
volucra, por parte del sujeto, el dominio de los conceptos requeridos para su
especificación canónica (aunque el sujeto podría tener otros conceptos), o
como un contenido que no requiere por parte del sujeto la posesión de nin-
gún tipo de conceptos en absoluto. En mi opinión, si se admite la propuesta
de Cussins, la observación de Manuel García-Carpintero9 es acertada cuan-
do dice que muchos contenidos que hasta los más entusiastas defensores
del contenido no conceptual reconocerían como conceptuales resultarían
ser no conceptuales. En efecto, pocas personas poseen los conceptos que
una teoría podría elaborar a propósito de un determinado contenido. Po-
cos de nosotros tenemos una teoría acerca del oro, lejos estamos de saber
cuál es su estructura esencial; sin embargo, muchos de nosotros creemos
que el oro es un metal precioso, y si tenemos esa creencia, parece cierto
—tanto para conceptualistas como para no conceptualistas— que posee-

8 En rigor, Cussins se refiere a propiedades y a modos de categorización canónica de pro-

piedades y no de contenidos. En efecto, comienza por introducir y definir las nociones de


propiedades conceptuales y no conceptuales. Luego, sobre esta base, define contenidos con-
ceptuales y contenidos no conceptuales; los primeros en términos de propiedades conceptua-
les y los no conceptuales en términos de propiedades no conceptuales. De modo que no me
parece que altere sustancialmente su propuesta al hablar de contenidos y no de propiedades,
al menos en el punto que acá me interesa.
9 Comunicación personal.

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mos el concepto de oro y de metal precioso y que, sin duda, el contenido


de esa creencia es conceptual.
Si se admite la segunda alternativa —que el sujeto carece completamen-
te de conceptos—, entonces, el no conceptualista debería reconocer esta-
dos con contenido no conceptual sólo en aquellos organismos —animales y
niños muy pequeños— incapaces de poseer conceptos, incluso algunos tan
generales como el concepto de algo o de un objeto en general. Organismos,
podríamos decir, sin capacidades conceptuales.10 Vale la pena recordar que
una de las razones a las que suele apelarse a la hora de afirmar estados con
contenido no conceptual es, precisamente, la de dar cuenta de capacidades
representacionales que expliquen la adecuación de conductas en los ani-
males no humanos que, se supone, carecen de toda capacidad conceptual.
La llamada tesis de la autonomía (Peacocke 1992, pp. 90 y ss.) recoge
precisamente esta cuestión: afirma la autonomía del contenido no concep-
tual respecto del conceptual; sostiene que es posible, aun para una criatu-
ra que careciera completamente de conceptos, encontrarse en estados con
contenido no conceptual, esto es, estados con contenido representacional
aunque no conceptual. Sostener esta tesis es un modo de dar cuenta de las
capacidades representacionales de organismos para los cuales no parece
apropiado reconocerles capacidades conceptuales. Negar este principio su-
pondría o bien admitir que los animales no humanos poseen también capa-
cidades conceptuales, o bien negar que sus conductas se adecuan al medio
(esto es, que sean representacionales). Ambas cosas, a mi juicio, resultan
poco intuitivas. Ni los animales poseen conceptos —en algún sentido más o
menos interesante de poseer conceptos— ni son incapaces de representarse
el mundo y conducirse adecuadamente en él.11 Sin pronunciarme acerca
de temas que competen a la psicología del desarrollo, creo que lo que se
dice con relación a los animales no humanos podría decirse legítimamente
con relación a niños muy pequeños que no hayan desarrollado aún sus
capacidades conceptuales.
De este modo, habría, al menos, un ámbito en el que resultaría legíti-
mo admitir estados con contenido no conceptual: el ámbito de los estados
10 Tal vez podría discutirse la cuestión acerca de la presencia o no de capacidades con-

ceptuales en esos organismos. Una vez más dependerá de qué se entienda por capacidades
conceptuales. En principio tiendo a pensar que carecen de tales capacidades, al menos en un
sentido interesante de posesión de conceptos.
11 Alguien podría argumentar en este punto que habría una tercera respuesta: los animales

no humanos adecuarían sus conductas al medio porque estarían programados genéticamente


de tal modo que serían capaces de responder a determinados estímulos externos aun cuando
fueran incapaces de cualquier tipo de contenido representacional, tal vez de forma similar a
como los girasoles “adecuan sus conductas” al medio al girar hacia el sol. No voy a explorar
aquí esta posibilidad que, por otra parte, no me parece convincente. Prefiero pensar las con-
ductas animales en términos de conductas intencionales, en algún sentido de intencionales, y
no como conductas meramente mecánicas.

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representacionales en criaturas que carecieran completamente de concep-


tos, incluso de los más generales. Aquí el no conceptualista suele dar un
paso más y afirmar que los animales no humanos, siendo criaturas percep-
tivas, son, como nosotros, capaces de representarse el mundo, de recoger
información acerca de él y de utilizarla para el control de sus conductas,
aunque carecen de capacidades conceptuales. Si esto es así, entonces, sos-
tienen, debe haber un dominio común de estados representacionales no
conceptuales que compartimos con ellos.12

VI
Reconocido al menos un ámbito en el cual resulta legítimo admitir estados
con contenido no conceptual, como dije más arriba, la cuestión es ahora si
éste es el único dominio en el que es lícito reconocer estados representacio-
nales cuyos contenidos sean no conceptuales. O, tal vez, ¿sólo los organis-
mos que no poseen conceptos pueden encontrarse en estados con conteni-
do no conceptual?; ¿qué sucede con los humanos normales?, ¿pueden los
contenidos de algunos de nuestros estados mentales ser no conceptuales?
Veamos qué sucede en el dominio de los estados computacionales de
procesamiento de información. Colin McGinn utilizó la expresión contenido
subpersonal para referirse al contenido de estos estados y lo definió en los
siguientes términos: “es el tipo de contenido que los científicos cognitivos
atribuyen habitualmente a los sistemas de procesamiento de información
de los cuales el sujeto no tiene conciencia: por ejemplo, los módulos visua-
les investigados por Marr” (1989, p. 163).
Stephen Stich (1978), por su parte, acuñó la expresión “estados sub-
doxásticos” para aludir a esos mismos estados. Bajo esa expresión se in-
cluye, escribe Stich, “una colección heterogénea de estados psicológicos
que desempeñan un papel en las proximidades de la historia causal de las
creencias, aunque no son ellos mismos creencias” (1978, p. 499). Stich se
propuso justificar una distinción intuitiva —en su opinión— entre estados
de actitudes proposicionales, en particular de creencia, y estados que, si
bien no son creencias, son mecanismos cognitivos (procesos cerebrales de
tipo causal) que subyacen a la formación de esas creencias. En ese artículo,
Stich presenta como rasgos propios de los estados subdoxásticos precisa-
mente la negación o ausencia de aquellas características que, como dije,
suelen presentarse como condiciones de la posesión de conceptos. Me re-
fiero a la integración inferencial y a la accesibilidad a la conciencia. La
no accesibilidad a la conciencia13 y el aislamiento inferencial son, según
Stich, las características que distinguen los estados subdoxásticos de los de
12Veáse, por ejemplo, Evans 1982, cap. 5. Volveré sobre esta cuestión en la sección VII.
13Inaccesibilidad a la conciencia no debe entenderse aquí como una consecuencia de ciertos
obstáculos tales como represión psicológica o daño cerebral que podrían bloquear el camino

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creencia. Así, esos rasgos explicarían, además, el carácter no conceptual


del contenido de estos estados. Ejemplos paradigmáticos de ellos son los
estados psicológicos que representan o almacenan información acerca de
las reglas o principios de la gramática chomskiana y los estados involucra-
dos en los procesos de la visión propuestos por D. Marr.
No voy a detenerme aquí ni en las razones a las que apelan las ciencias
cognitivas en relación con la postulación de los estados subdoxásticos ni
en el carácter representacional de los mismos; sólo quiero agregar que, en
mi opinión, es en este ámbito donde los no conceptualistas están mejor
posicionados. En efecto, resulta claramente intuitivo el hecho de que, aun
cuando el hablante competente pueda aplicar con corrección las reglas de
la gramática en su conducta lingüística, no por ello tendrá los conceptos
asociados a tales reglas, los conceptos que utilizaría, por ejemplo, el lin-
güista o el psicólogo para explicar esa conducta o para atribuir al sujeto
un estado psicológico con un determinado contenido. Del mismo modo,
percibir el mundo no requiere por parte del sujeto poseer los conceptos
involucrados en la teoría de la percepción propuesta por Marr.

VII
En esta sección consideraré uno de los argumentos que suele esgrimirse a
la hora de postular la existencia de contenidos no conceptuales; me refiero
al argumento relacionado con la necesidad de justificar nuestras creencias
acerca del mundo sin incurrir en fundamentaciones circulares.
La idea central es que sólo apelando a contenidos no conceptuales, en
particular a aquellos de experiencias perceptivas, es posible justificar nues-
tros conceptos y creencias empíricos sin incurrir en alguna forma de cir-
cularidad, que resultaría de fundamentar esos conceptos y creencias sobre
la base de otros conceptos y de otras creencias. Eludir la circularidad a la
hora de justificar creencias sólo es posible, afirman los no conceptualistas,
en la medida en que podamos anclar el contenido conceptual de nuestras
creencias en un nivel de contenido no conceptual.
Este argumento se apoya en dos presupuestos que la mayoría de los filó-
sofos admite. Por una parte se reconoce la independencia de la percepción
respecto de la creencia,14 y, por otra, se afirma el papel justificatorio de la
primera en relación con la segunda. Se dice de las percepciones que son el
hacia la conciencia. Los estados subdoxásticos son el tipo de estados o procesos mentales que
son inaccesibles, por principio, a la conciencia.
14 Suelen considerarse las ilusiones perceptivas a la hora de argumentar a favor de la inde-

pendencia de la percepción respecto de la creencia. Continuamos sufriendo una ilusión aun


cuando tengamos la creencia de que las cosas no son tal como parecen. Por ejemplo, en la
ilusión Müller-Lyer, nos sigue pareciendo una línea más larga que la otra pese a que sabemos
que ambas tienen la misma longitud. Veánse, por ejemplo, Evans 1982, p. 123, y Crane 1992,
p. 150.

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66 NORA STIGOL

tipo de cosas que funcionan como razones —en un sentido epistémico— de


nuestras creencias, creo que p sobre la base de haber visto, oído, etc., p. Si
el propósito es evitar regresos y si, además, la percepción ha de ser prueba
justificatoria de nuestras creencias empíricas, entonces, el contenido de las
percepciones debe ser no conceptual.
La propuesta de Peacocke (1992, principalmente el capítulo 3) es uno
de los desarrollos más completos de esta estrategia, aunque no en el len-
guaje de justificación de creencias, sino en el lenguaje de condiciones de
posesión de conceptos. En ese texto, Peacocke expone la noción de conte-
nido no conceptual con el objeto de explicar en qué consiste poseer ciertos
conceptos. De acuerdo con el principio de dependencia que Peacocke sos-
tiene en A Study of Concepts, no hay nada más en la naturaleza de un
concepto que lo que está determinado por una correcta explicación de las
condiciones de su posesión, y una correcta explicación de esas condiciones
involucra dilucidar adecuadamente la capacidad del sujeto para tener ac-
titudes proposicionales con contenidos conceptuales. Es en relación con
estas condiciones que Peacocke sostiene el requisito de no circularidad
(non-circularity constraint). Esas condiciones deben ser especificables de
un modo que respeten el requisito en cuestión.
En su capítulo 3, Peacocke 1992 presenta una teoría del contenido
no conceptual —una de las más elaboradas teorías del contenido no con-
ceptual— en términos de la noción de contenido-escenario. Esta noción,
dice Peacocke (1992, pp. 66–67), ofrece un recurso promisorio para fun-
damentar una jerarquía de familias de conceptos, especialmente empíricos,
de una manera no circular. El contenido-escenario junto con lo que Pea-
cocke llama “protoproposiciones” constituyen el tipo más básico de con-
tenido representacional de la experiencia perceptiva, para cuya posesión
no se requiere, por parte del sujeto que percibe, el dominio de aquellos
conceptos a los que echaríamos mano a la hora de describir el escenario o
de atribuir al sujeto un determinado contenido perceptual. La idea de Pea-
cocke es que el contenido no conceptual de la percepción puede ser dado
especificando un tipo espacial o escenario, esto es, un conjunto de modos
de completar (filling out) el espacio en torno al sujeto con propiedades
tales como texturas, colores, formas, etc., en relación con un origen que
depende de la posición que ocupa el sujeto (su cuerpo) y ejes o direcciones
a partir de tal origen. Encontrarse en un estado con un contenido-escenario
no implica que el sujeto que percibe posea los conceptos involucrados en
la caracterización de dicho contenido. Y es por esto, precisamente, que el
contendio-escenario es un tipo de contenido no conceptual adecuado para
fundar sobre él contenidos conceptuales.
Quiero señalar brevemente algunas cuestiones. En primer lugar, algu-
nos filósofos han rechazado la idea de que las percepciones justifiquen y
ofrezcan razones de nuestras creencias acerca del mundo. Donald Davidson

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ESTADOS MENTALES , CONTENIDOS Y CONCEPTOS 67

(1986), por ejemplo, ha sostenido que la relación de justificación sólo se


da entre creencias, sólo las creencias pueden justificar creencias. En sus
palabras: “Nada puede contar como una razón para sostener una creencia
excepto otra creencia” (1986, p. 307). Pensar que justificar no es sino una
relación entre creencias es confundir, dice Davidson, justificar con causar.

la relación entre una sensación y una creencia no puede ser lógica, ya que las
sensaciones no son creencias. . . ¿Qué tipo de relación es, pues, esa relación?
La respuesta es obvia: la relación es causal. Las sensaciones causan creencia
y en este sentido son los fundamentos o bases para las creencias. Una expli-
cación causal de una creencia no muestra cómo o por qué una creencia está
justificada. (1986, p. 307)

En segundo lugar, una estrategia basada también en la necesidad de dar


razones que justifiquen creencias es invocada por un conceptualista como
McDocwell para sostener precisamente la tesis contraria, es decir, para
afirmar el carácter conceptual de la percepción. En opinión de McDocwell,
el contenido de la experiencia perceptiva debe ser conceptual si ha de ser
capaz de servir como evidencia para las creencias. A juicio de McDocwell,
un estado mental que carezca de contenido conceptual no puede ofrecer
razones para una creencia que es ella misma esencialmente conceptual.
Estados que no involucran conceptos quedan fuera del “espacio de razones”
y, por lo tanto, no constituyen razones.
La tercera cuestión se relaciona estrictamente con la propuesta de Pea-
cocke. En mi opinión,15 Peacocke no es consecuente en su caracterización
del contenido-escenario, ni tampoco lo es respecto de la exigencia de no
circularidad, al menos no en el contexto de A Study of Concepts. En efecto,
él ha argumentado cuidadosamente a favor del carácter no conceptual y
fundante del escenario y, sin embargo, a lo largo del mismo capítulo parece
desdibujar la distinción conceptual/no conceptual y debilitar la exigencia
de no circularidad. La distinción se desdibuja, a mi modo de ver, cuando
argumenta en contra de la tesis o principio de autonomía —principio que,
como dije antes, afirma el carácter autónomo del contenido no conceptual
respecto del conceptual—. En ese texto, Peacocke sostiene que el principio
de autonomía no es válido, puesto que el contenido no conceptual no es
autónomo, sino que sólo puede ser explicado con referencia a sus relacio-
nes con contenidos conceptuales. En sus palabras:

el contenido no conceptual no se encuentra en un nivel cuya naturaleza sea


completamente explicable sin referencia al contenido conceptual. Es más bien
un tipo de contenido que aunque no conceptual, no puede ser explicado ex-
cepto, en parte, con referencia a sus relaciones con ciertos contenidos con-
ceptuales primitivos [  ]. En el nivel más básico, contenido conceptual y no
15 Veáse también Sedivy 1996.

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68 NORA STIGOL

conceptual deben ser elucidados simultáneamente. Los elementos más básicos


[  ] forman un holismo local. (Peacocke 1992, pp. 90–91)

A mi juicio, un holismo local entre contenidos conceptuales y no concep-


tuales debilita la exigencia de no circularidad. Una cuestión que, sin duda,
merece ser discutida, pero que no puedo abordar aquí es, precisamente, en
qué medida una elucidación holista acerca de posesión y fundamentación
de conceptos podría (o no) resultar más apropiada que la que estamos
revisando.16
Debo señalar que, en escritos posteriores, Peacocke se aparta de la posi-
ción sostenida en A Study of Concepts. Así, en 1998b abandona el requisito
de no circularidad, y en 2001a y 2002 rechaza sus propios argumentos en
contra del principio de autonomía. Abandonado el requisito de no circulari-
dad como argumento central a favor del contenido no conceptual, Peacocke
apela a otras razones. Ahora son consideraciones relativas a aspectos de la
cognición animal y su relación con la nuestra que lo llevan a defender la
idea de que, en efecto, hay contenidos no conceptuales.17
Hay, sostiene Peacoke en 2001a, un dominio común de estados repre-
sentacionales no conceptuales que nosotros (los humanos) compartimos
con los animales no humanos. Así, escribe:

Para mí, la razón fundamental [para reconocer el contenido representacional


no conceptual] descansa en la necesidad de describir correctamente la super-
posición entre la percepción humana y la de algunos animales no lingüísticos.
La superposición de contenido no es una mera cuestión de analogía [  ]. Es
literalmente la misma propiedad representacional que las dos experiencias po-
seen, aun si la experiencia humana tiene, además, contenidos representaciona-
les más ricos. Si bien los animales inferiores no tienen estados con contenido
conceptual, aunque algunos de sus estados perceptuales tienen contenidos en
común con las percepciones humanas, se sigue que algún contenido represen-
tacional perceptual es no conceptual. (Peacocke 2001a, pp. 613–614)

16 La idea central del argumento de Peacocke en contra del principio de autonomía es que

sólo pueden atribuirse contenidos no conceptuales a organismos que poseen alguna forma,
aunque sea rudimentaria y primitiva, de conceptualización del entorno, de sí mismo y de su
propia ubicación y posición en el medio.
17 No puedo entrar en lo que esgrime Peacocke en contra de su punto de vista anterior. La

idea es básicamente la siguiente: las concepciones implícitas que él defiende en “Implicit Con-
ceptions, Understanding and Rationality” (1998b) para explicar las condiciones de posesión
de conceptos violan el requisito de circularidad. López de Sa (2003), por su parte, defiende,
en contra de Peacocke, la tesis de que las concepciones implícitas admitidas por Peacocke
pueden acomodarse perfectamente bien en la posición sostenida por él mismo en 1992 sin
necesidad de abandonar el requisito de circularidad.

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ESTADOS MENTALES , CONTENIDOS Y CONCEPTOS 69

VII
En esta sección abordaré uno de los argumentos al que con frecuencia se
recurre para postular el carácter no conceptual de nuestros estados percep-
tivos. Tal argumento se sustenta en consideraciones acerca de la naturaleza
fenoménica de las percepciones. La discriminación de matices que se pre-
senta en la percepción, se dice, excede los límites del repertorio conceptual
del sujeto que percibe; las creencias, en cambio, no tienen ni pueden tener
la riqueza y fineza propias de las percepciones. Una experiencia perceptual
no está restringida en su espectro de posibles matices por los conceptos que
el que percibe puede tener. No poseemos, sostiene el no conceptualista,
tantos conceptos como colores, formas, sonidos, texturas, etc., que somos
capaces de discriminar en nuestra experiencia perceptual del mundo.
Al respecto, el conceptualista tiene algunas réplicas que hacer. En pri-
mer lugar, podría objetar que el argumento sólo muestra que la percepción
es, en todo caso, parcialmente no conceptual. Del hecho de que no tenga-
mos suficientes conceptos como para abarcar todos los detalles del entorno
que se nos ofrecen en la percepción no se sigue que todas sus partes sean
no conceptuales, sino sólo algunos aspectos de ella, justamente aquellos
que quedan fuera de nuestra red conceptual. Sin embargo, el conceptua-
lista no parece estar dispuesto a aceptar ninguna forma de representación
no conceptual. Si esto es así, entonces, estará obligado, como veremos, a
ensayar algún tipo de estrategia para dar cuenta de la riqueza de matices
que se nos da en la experiencia perceptiva.
En segundo lugar, el conceptualista podría preguntarse cuál es el límite
de nuestro repertorio conceptual; por qué suponer de antemano que no
todos los aspectos y detalles presentes en la percepción puedan tener sus
correspondientes conceptos El argumento no conceptualista parece, a los
ojos conceptualistas, presuponer una noción estrecha de repertorio concep-
tual, según la cual los conceptos quedan restringidos a aquellos expresables
de manera lingüística. Este matiz de color que percibo o es rojo o es na-
ranja o es borravino o, si no, queda fuera de mi repertorio conceptual, es
no conceptual.
La estrategia conceptualista más frecuente y más elaborada en el intento
por acomodar la fineza de grano de la percepción en un nivel conceptual
consiste en apelar a conceptos demostrativos del tipo “este matiz que percibo
aquí y ahora” acompañados por gestos ostensivos.
McDowell, uno de los más destacados defensores de esta estrategia,
escribe:

Es posible adquirir el concepto de un matiz de color, y de hecho la mayoría


de nosotros lo hace. ¿Por qué no decir, entonces, que estamos equipados para
recibir en nuestro pensamiento conceptual matices de colores con la misma
fineza con la que ellos se presentan en nuestra experiencia visual, de modo

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70 NORA STIGOL

que nuestros conceptos pueden captar colores no menos finamente que como
ellos se nos presentan en la experiencia? En el transcurrir [in the throes] de
una experiencia que trasciende putativamente nuestros poderes conceptuales
[  ] podemos dar expresión a un concepto que es exactamente tan fino de
grano como la experiencia, emitiendo una frase del tipo “este matiz” en la
que el demostrativo aprovecha la presencia de la muestra. (McDowell 1994,
pp. 56–57)

Así, los conceptos demostrativos dependen esencialmente del acaecer


efectivo de la experiencia, sólo pueden ser usados mientras dura la expe-
riencia. El gesto ostensivo requerido por el demostrativo reclama la presen-
cia, aquí y ahora, de la muestra. Esta dependencia —el mismo McDowell lo
advierte— sugiere dudas acerca del carácter conceptual de estos demostra-
tivos. En efecto, señalar el matiz en cuestión y emitir la frase “este matiz”
no parece ser suficiente, en realidad, para afirmar que, de hecho, el sujeto
ha puesto en juego una genuina capacidad conceptual. A diferencia de una
expresión demostrativa que sólo puede darse en presencia de una muestra
particular, la capacidad conceptual requiere no sólo identificar ostensiva-
mente, sino también reidentificar ese determinado matiz de color. Así, se
requiere que el sujeto de la percepción haya adquirido la capacidad de re-
conocimiento de similitudes en el entorno, de reconocer ese mismo matiz
en ocasiones futuras y de pensar y referirse a él en su ausencia. Es probable
que, una vez desarrolladas estas capacidades, el sujeto adquiera un nuevo
concepto y, tal vez, además, acuñe una nueva expresión lingüística para
nombrarlo. En palabras de McDowell:

En presencia de la muestra original, “este matiz” puede dar expresión al con-


cepto de ese matiz; lo que asegura que es un concepto [  ] es que la capacidad
asociada pueda persistir en el futuro, aunque sólo sea por un corto periodo, y
que habiendo persistido, pueda también ser usado en relación con lo pasado,
aunque sólo respecto del pasado reciente. Lo que está en juego aquí es una
capacidad de reconocimiento. . . (McDocwell 1994, p. 57)

Quiero señalar tres dificultades que, a mi juicio, presenta la propuesta


conceptualista al dar cuenta de la fineza de grano propia de la experien-
cia perceptual. La primera se relaciona con la noción misma de concepto
demostrativo. La introducción por parte de los conceptualistas de concep-
tos demostrativos pretende recoger la riqueza de matices singulares que
se nos ofrece en la experiencia perceptiva; si esto es así, me pregunto si
no es, acaso, requisito de un concepto que éste tenga un cierto grado de
generalidad del que, precisamente, carecen los conceptos demostrativos, ya
que pretenden recoger matices singulares.
En segundo lugar, es discutible, y de hecho se ha discutido, el carácter
conceptual de la capacidad de reconocimiento. ¿Es esa capacidad de re-

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ESTADOS MENTALES , CONTENIDOS Y CONCEPTOS 71

conocimiento una capacidad conceptual? Otra vez aquí depende de cómo


analicemos la noción de capacidad conceptual. Si el conceptualista podía
objetar a su oponente el presuponer una noción estrecha de repertorio con-
ceptual, como ya vimos, él, por el contrario, presupondría una noción exce-
sivamente amplia. Las capacidades de discriminar, de reconocer similitudes
y de reidentificar objetos parecen ser más bien habilidades perceptivas co-
munes a animales no humanos y a seres humanos. Tal vez sean capacidades
más básicas sobre las que se desarrollaría luego nuestra capacidad concep-
tual. Parece difícil, en efecto, entender cómo funciona nuestra capacidad de
clasificar objetos bajo conceptos sin habilidades previas de discriminación,
de reconocimiento de similitudes y de reindentificación de objetos dados
en la percepción. Pero ¿por qué suponer estas habilidades como si ellas
mismas fueran conceptuales?18
Veamos la tercera dificultad. Concedamos que hay conceptos demos-
trativos del tipo mencionado y que la capacidad de reconocimiento es de
naturaleza conceptual. Aun así, ¿resulta entonces legítima la respuesta con-
ceptualista al problema que nos ocupa a propósito de la riqueza de la expe-
riencia perceptual? A mi modo de ver no lo es. Nuevamente aquí importa
recordar que los conceptos demostrativos y la capacidad de reconocimien-
to dependen esencialmente del acaecer efectivo de la experiencia, están
disponibles para el sujeto a partir de ese estado perceptual, contamos con
ellos porque hemos tenido esa determinada experiencia, son posteriores
a ella. Si esto es así, me parece que aquí se produce un círculo o, al menos,
cierta tensión. En efecto, el conceptualista sostiene que el hecho de tener
la experiencia explica la posesión del concepto; pero, al mismo tiempo,
debe decir —dada su tesis básica— que la experiencia no es posible sin la
posesión previa de ese concepto. La experiencia perceptiva que un sujeto
es capaz de tener, sostiene esa tesis, está determinada por los conceptos
que él mismo posee; percibir un objeto O requiere tener el concepto O.19
Si, como he tratado de argumentar, la estrategia conceptualista no logra
su propósito de dar cuenta adecuadamente de todos los aspectos involu-
crados en el contenido representacional de la percepción, entonces, creo
que es legítimo admitir que ciertos elementos de ella —matices de gra-
no fino— quedan fuera de nuestro repertorio conceptual y así constituyen
componentes no conceptuales del contenido.

18 Bermúdez, recordando una noción central de Bertrand Russell en The Analysis of Mind,

se refiere a estas habilidades no conceptuales en términos de un “sentimiento no analizable


de familiaridad”. Veáse Bermúdez 1998, pp. 182 y ss.
19 Heck (2000) presenta una objeción a la tesis de McDocwell en relación con los conceptos

demostrativos en términos similares a la que yo estoy sosteniendo aquí.

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72 NORA STIGOL

IX
A modo de conclusión: he pretendido presentar el debate entre conceptua-
listas y no conceptualistas señalando sus puntos en común y en especial
sus divergencias. Examiné la noción central en torno de la cual gira el
debate —la noción de contenido no conceptual— y analicé algunas de las
consideraciones a las que suele apelarse cuando se afirma la posibilidad
de estados representacionales con contenido no conceptual. Creo que esas
consideraciones constituyen razones persuasivas —como intenté mostrar—
para concluir que, en realidad, hay tal cosa como estados intencionales que
no requieren, por parte del organismo que se encuentra en ellos, la pose-
sión de conceptos. Estados representacionales en criaturas sin capacidades
conceptuales, estados computacionales de procesamiento de información y
experiencias perceptuales conscientes o aspectos de ellas resultan ser ejem-
plos de tales estados.

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Recibido el 27 de febrero de 2004; aceptado el 1 de febrero de 2005.

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