Estados Mentales, Contenidos y Conceptos
Estados Mentales, Contenidos y Conceptos
Estados Mentales, Contenidos y Conceptos
N ORA S TIGOL
Departamento de Filosofía
Universidad de Buenos Aires
[email protected]
Abstract: The aim of this paper is to introduce the present debate between conceptu-
alists and non-conceptualists in today’s philosophy of mind, in relation to the content
of mental states. The debate deals with the issue of the existence of non-conceptual
modes of representing the world. The subject under discussion is the non-concep-
tual features of the contents of certain mental states. The polemic is carried on mainly
in three different domains: the one of representative states in creatures lacking con-
ceptual abilities; the one of subpersonal states in information processing, and the one
of perceptual experiences. I introduce and discuss the non-conceptual content notion
and its legitimacy in these three domains.
Key words: representation, non-conceptual content, perception, subpersonal states
I
El debate entre teorías conceptualistas y no-conceptualistas se ha instalado
hoy en el ámbito de la filosofía de la mente. La distinción entre contenidos
conceptuales y no conceptuales constituye el punto central del debate. La
cuestión que se discute es el carácter no conceptual de los contenidos de
cierto tipo de estados mentales, en particular de experiencias perceptua-
les y de estados subdoxásticos. En general, respecto de los contenidos de
estados de actitudes proposicionales no parece haber desacuerdo: se dice
Versiones anteriores de este trabajo fueron leídas en las XIV Jornadas de Epistemología
II
Las razones a las que apelan los no conceptualistas a la hora de postular
contenidos no conceptuales son de diversa índole. Algunas son de orden
epistemológico; se sostiene, por ejemplo, que sólo apelando a contenidos
no conceptuales, en particular a contenidos no conceptuales de experien-
cias perceptivas, es posible justificar nuestros conceptos y creencias empí-
ricos sin incurrir en alguna forma de circularidad.3
Otra de las motivaciones a la que suele recurrirse apela a la naturaleza
fenoménica de la experiencia perceptual. La discriminación de matices que
se presenta en la percepción excede los límites del repertorio conceptual
del sujeto que percibe; las creencias no tienen ni pueden tener, se sostiene,
la riqueza y la fineza de grano propias de las experiencias perceptivas.4
La necesidad de explicar conductas, especialmente de organismos a los
que no parece apropiado reconocerles capacidades conceptuales, es otra de
las razones que se alegan a la hora de postular contenidos no conceptuales.
En efecto, cómo dar cuenta de conductas adecuadas al entorno, se afirma,
sino atribuyéndoles a sus agentes algún tipo de representación del entorno
aun cuando dichos agentes no dispongan de capacidades conceptuales.
La preocupación por evitar el relativismo perceptual5 constituye también
una razón en defensa del contenido no conceptual de la experiencia per-
ceptiva; dicho de otra manera, se trata de dar cuenta de la intuición de
que dos sujetos con diferentes repertorios conceptuales, enfrentados a una
misma escena, perciben —en algún sentido— “lo mismo”. El contenido no
conceptual explicaría las semejanzas entre ambas percepciones; la diver-
sidad de conceptos, en cambio, explicaría las diferencias. Una intuición
análoga se da en relación con un mismo sujeto antes y después de la ad-
quisición de un concepto. No parece haber una ruptura cualitativa entre
nuestra representación de una determinada situación en el mundo antes y
después de haber adquirido un determinado concepto.
Algunos filósofos argumentaron a favor del contenido no conceptual
de la percepción a partir del análisis de ciertas experiencias perceptivas
ilusorias y francamente excepcionales. Así, por ejemplo, Tim Crane (1988)
consideró el fenómeno que llamó ilusión de la cascada (waterfall illusion)
que se produce cuando el sujeto que percibe fija por unos instantes su
mirada sobre una caída de agua e inmediatamente después, al detener la
visión sobre un objeto fijo, percibirá a éste como si estuviera moviéndose en
la dirección opuesta a la de la caída del agua. Dada la contradicción que se
manifiesta en este tipo de percepciones (el objeto fijo es percibido como si
estuviera en movimiento) y dado el hecho de que, según se afirma, no hay
contradicciones de este tipo a nivel de contenidos conceptuales, se sigue,
entonces, de acuerdo con Crane, que el contenido de la percepción no es
conceptual.
Todas estas consideraciones han dado origen a nuevas líneas de contro-
versia dentro del debate general.
III
Suelen reconocerse tres dominios de estados cognitivos en los cuales resul-
ta legítimo hacer referencia a contenidos no conceptuales. Ellos son: esta-
dos representacionales en criaturas u organismos sin capacidades concep-
4 Retomaré este argumento en la sección VIII.
5 Crane (1992, p. 136) utiliza esta expresión.
IV
Quiero hacer aquí un breve comentario acerca del carácter representacio-
nal de la percepción. M.G.F. Martin (1994, p. 464) denomina teoría inten-
cional de la percepción a aquella que atribuye contenidos representacionales
a los estados perceptuales. Esta teoría resulta ser una alternativa a la teo-
ría de los datos sensoriales dominante en buena parte del siglo XX; recor-
demos brevemente las tesis principales de esta última. Hay cierto tipo de
entidades, las llamadas sense data o datos de los sentidos, que constituyen
los únicos objetos inmediatos de la percepción. Su existencia y naturaleza
cualitativa dependen del conocimiento directo por parte del sujeto que los
percibe. Según este punto de vista, el carácter fenoménico de la experiencia
perceptual puede ser descrito en términos completamente independientes
de cómo sea, de hecho, el mundo. Lo que importa es cómo éste se le apare-
ce al sujeto de la percepción. Lo que importa, en definitiva, son los rasgos
fenoménicos (sensoriales) de la percepción. Si bien algunos teóricos de
los datos sensoriales han aceptado que las experiencias perceptivas poseen
también un contenido, no lo conciben en términos representacionales, sino
en términos puramente sensoriales/fenoménicos.
Admitida esta teoría de la percepción como fundamento del conoci-
miento empírico, resulta dificultoso, o más bien imposible, explicar cómo
podrían adquirirse creencias correctas acerca del mundo externo que per-
mitieran, además, explicar nuestras acciones sobre él. Parece que sólo po-
demos explicar por qué las creencias perceptuales de un individuo poseen
el contenido que tienen y por qué sus acciones las realiza de la manera
en que las hace si podemos establecer algún tipo de correspondencia entre
V
En esta sección examinaré la noción de contenido no conceptual y seña-
laré algunas dificultades que, a mi juicio, presenta. Se trata, como dice
Bermúdez, de una noción esencialmente contrastativa (o, si se quiere, una
noción negativa); esto es, su significado depende de la manera en que se
elucide la noción de contenido conceptual, y esto, a su vez, depende en
gran medida de cómo se analice la noción misma de concepto. Siguiendo
el llamado principio de dependencia propuesto por Peacocke (1992, p. 5), 6
una teoría de los conceptos debe ser una teoría de la posesión de con-
ceptos. Así, preguntar acerca de la naturaleza de los conceptos no es sino
preguntar acerca de cuáles son las condiciones o criterios de posesión de
conceptos. En este sentido, pueden admitirse diversas posiciones; desde
aquellas para las cuales poseer el concepto X no es más que tener cierta
habilidad discriminatoria que permita distinguir los X de los no X, hasta
aquellas, mucho más exigentes, para las cuales poseer un concepto invo-
lucra una serie de habilidades cognitivas generalmente asociadas con ha-
bilidades lingüísticas. De la primera variante, menos exigente y más laxa,
se sigue con facilidad, en contra del no conceptualista, que todo contenido
representacional es conceptual. No sólo los seres humanos, sino también
los animales no humanos que manifiestan conductas adecuadas al medio
poseerían capacidades conceptuales. En efecto, todos ellos parecen poder
puede haber nada más en la naturaleza de un concepto que aquello que está determinado por
una correcta explicación de lo que es poseer el concepto.”
ceptuales en esos organismos. Una vez más dependerá de qué se entienda por capacidades
conceptuales. En principio tiendo a pensar que carecen de tales capacidades, al menos en un
sentido interesante de posesión de conceptos.
11 Alguien podría argumentar en este punto que habría una tercera respuesta: los animales
VI
Reconocido al menos un ámbito en el cual resulta legítimo admitir estados
con contenido no conceptual, como dije más arriba, la cuestión es ahora si
éste es el único dominio en el que es lícito reconocer estados representacio-
nales cuyos contenidos sean no conceptuales. O, tal vez, ¿sólo los organis-
mos que no poseen conceptos pueden encontrarse en estados con conteni-
do no conceptual?; ¿qué sucede con los humanos normales?, ¿pueden los
contenidos de algunos de nuestros estados mentales ser no conceptuales?
Veamos qué sucede en el dominio de los estados computacionales de
procesamiento de información. Colin McGinn utilizó la expresión contenido
subpersonal para referirse al contenido de estos estados y lo definió en los
siguientes términos: “es el tipo de contenido que los científicos cognitivos
atribuyen habitualmente a los sistemas de procesamiento de información
de los cuales el sujeto no tiene conciencia: por ejemplo, los módulos visua-
les investigados por Marr” (1989, p. 163).
Stephen Stich (1978), por su parte, acuñó la expresión “estados sub-
doxásticos” para aludir a esos mismos estados. Bajo esa expresión se in-
cluye, escribe Stich, “una colección heterogénea de estados psicológicos
que desempeñan un papel en las proximidades de la historia causal de las
creencias, aunque no son ellos mismos creencias” (1978, p. 499). Stich se
propuso justificar una distinción intuitiva —en su opinión— entre estados
de actitudes proposicionales, en particular de creencia, y estados que, si
bien no son creencias, son mecanismos cognitivos (procesos cerebrales de
tipo causal) que subyacen a la formación de esas creencias. En ese artículo,
Stich presenta como rasgos propios de los estados subdoxásticos precisa-
mente la negación o ausencia de aquellas características que, como dije,
suelen presentarse como condiciones de la posesión de conceptos. Me re-
fiero a la integración inferencial y a la accesibilidad a la conciencia. La
no accesibilidad a la conciencia13 y el aislamiento inferencial son, según
Stich, las características que distinguen los estados subdoxásticos de los de
12Veáse, por ejemplo, Evans 1982, cap. 5. Volveré sobre esta cuestión en la sección VII.
13Inaccesibilidad a la conciencia no debe entenderse aquí como una consecuencia de ciertos
obstáculos tales como represión psicológica o daño cerebral que podrían bloquear el camino
VII
En esta sección consideraré uno de los argumentos que suele esgrimirse a
la hora de postular la existencia de contenidos no conceptuales; me refiero
al argumento relacionado con la necesidad de justificar nuestras creencias
acerca del mundo sin incurrir en fundamentaciones circulares.
La idea central es que sólo apelando a contenidos no conceptuales, en
particular a aquellos de experiencias perceptivas, es posible justificar nues-
tros conceptos y creencias empíricos sin incurrir en alguna forma de cir-
cularidad, que resultaría de fundamentar esos conceptos y creencias sobre
la base de otros conceptos y de otras creencias. Eludir la circularidad a la
hora de justificar creencias sólo es posible, afirman los no conceptualistas,
en la medida en que podamos anclar el contenido conceptual de nuestras
creencias en un nivel de contenido no conceptual.
Este argumento se apoya en dos presupuestos que la mayoría de los filó-
sofos admite. Por una parte se reconoce la independencia de la percepción
respecto de la creencia,14 y, por otra, se afirma el papel justificatorio de la
primera en relación con la segunda. Se dice de las percepciones que son el
hacia la conciencia. Los estados subdoxásticos son el tipo de estados o procesos mentales que
son inaccesibles, por principio, a la conciencia.
14 Suelen considerarse las ilusiones perceptivas a la hora de argumentar a favor de la inde-
la relación entre una sensación y una creencia no puede ser lógica, ya que las
sensaciones no son creencias. . . ¿Qué tipo de relación es, pues, esa relación?
La respuesta es obvia: la relación es causal. Las sensaciones causan creencia
y en este sentido son los fundamentos o bases para las creencias. Una expli-
cación causal de una creencia no muestra cómo o por qué una creencia está
justificada. (1986, p. 307)
16 La idea central del argumento de Peacocke en contra del principio de autonomía es que
sólo pueden atribuirse contenidos no conceptuales a organismos que poseen alguna forma,
aunque sea rudimentaria y primitiva, de conceptualización del entorno, de sí mismo y de su
propia ubicación y posición en el medio.
17 No puedo entrar en lo que esgrime Peacocke en contra de su punto de vista anterior. La
idea es básicamente la siguiente: las concepciones implícitas que él defiende en “Implicit Con-
ceptions, Understanding and Rationality” (1998b) para explicar las condiciones de posesión
de conceptos violan el requisito de circularidad. López de Sa (2003), por su parte, defiende,
en contra de Peacocke, la tesis de que las concepciones implícitas admitidas por Peacocke
pueden acomodarse perfectamente bien en la posición sostenida por él mismo en 1992 sin
necesidad de abandonar el requisito de circularidad.
VII
En esta sección abordaré uno de los argumentos al que con frecuencia se
recurre para postular el carácter no conceptual de nuestros estados percep-
tivos. Tal argumento se sustenta en consideraciones acerca de la naturaleza
fenoménica de las percepciones. La discriminación de matices que se pre-
senta en la percepción, se dice, excede los límites del repertorio conceptual
del sujeto que percibe; las creencias, en cambio, no tienen ni pueden tener
la riqueza y fineza propias de las percepciones. Una experiencia perceptual
no está restringida en su espectro de posibles matices por los conceptos que
el que percibe puede tener. No poseemos, sostiene el no conceptualista,
tantos conceptos como colores, formas, sonidos, texturas, etc., que somos
capaces de discriminar en nuestra experiencia perceptual del mundo.
Al respecto, el conceptualista tiene algunas réplicas que hacer. En pri-
mer lugar, podría objetar que el argumento sólo muestra que la percepción
es, en todo caso, parcialmente no conceptual. Del hecho de que no tenga-
mos suficientes conceptos como para abarcar todos los detalles del entorno
que se nos ofrecen en la percepción no se sigue que todas sus partes sean
no conceptuales, sino sólo algunos aspectos de ella, justamente aquellos
que quedan fuera de nuestra red conceptual. Sin embargo, el conceptua-
lista no parece estar dispuesto a aceptar ninguna forma de representación
no conceptual. Si esto es así, entonces, estará obligado, como veremos, a
ensayar algún tipo de estrategia para dar cuenta de la riqueza de matices
que se nos da en la experiencia perceptiva.
En segundo lugar, el conceptualista podría preguntarse cuál es el límite
de nuestro repertorio conceptual; por qué suponer de antemano que no
todos los aspectos y detalles presentes en la percepción puedan tener sus
correspondientes conceptos El argumento no conceptualista parece, a los
ojos conceptualistas, presuponer una noción estrecha de repertorio concep-
tual, según la cual los conceptos quedan restringidos a aquellos expresables
de manera lingüística. Este matiz de color que percibo o es rojo o es na-
ranja o es borravino o, si no, queda fuera de mi repertorio conceptual, es
no conceptual.
La estrategia conceptualista más frecuente y más elaborada en el intento
por acomodar la fineza de grano de la percepción en un nivel conceptual
consiste en apelar a conceptos demostrativos del tipo “este matiz que percibo
aquí y ahora” acompañados por gestos ostensivos.
McDowell, uno de los más destacados defensores de esta estrategia,
escribe:
que nuestros conceptos pueden captar colores no menos finamente que como
ellos se nos presentan en la experiencia? En el transcurrir [in the throes] de
una experiencia que trasciende putativamente nuestros poderes conceptuales
[ ] podemos dar expresión a un concepto que es exactamente tan fino de
grano como la experiencia, emitiendo una frase del tipo “este matiz” en la
que el demostrativo aprovecha la presencia de la muestra. (McDowell 1994,
pp. 56–57)
18 Bermúdez, recordando una noción central de Bertrand Russell en The Analysis of Mind,
IX
A modo de conclusión: he pretendido presentar el debate entre conceptua-
listas y no conceptualistas señalando sus puntos en común y en especial
sus divergencias. Examiné la noción central en torno de la cual gira el
debate —la noción de contenido no conceptual— y analicé algunas de las
consideraciones a las que suele apelarse cuando se afirma la posibilidad
de estados representacionales con contenido no conceptual. Creo que esas
consideraciones constituyen razones persuasivas —como intenté mostrar—
para concluir que, en realidad, hay tal cosa como estados intencionales que
no requieren, por parte del organismo que se encuentra en ellos, la pose-
sión de conceptos. Estados representacionales en criaturas sin capacidades
conceptuales, estados computacionales de procesamiento de información y
experiencias perceptuales conscientes o aspectos de ellas resultan ser ejem-
plos de tales estados.
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