El Pensar y La Acción

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EL PENSAR Y LA ACCIÓN

Cuando uno observa el tránsito de las hormigas por el pavimento de una calle durante un rato
largo, descubre que la idea de uniformidad que pesa sobre ellas no es tan exacta: hay muchas
que, en efecto, fluyen y refluyen por el canal de una grieta para ponerse a salvo de los
pisotones mortales; pero hay otras que súbitamente cambian de rumbo, aunque luego
retomen su dirección inicial, y otras más que parecen errar desconcertadas por media
banqueta, pues alejadas del sendero van de un lado a otro sin que resulte claro el aporte de
esa vagancia para el beneficio del hormiguero. Sólo el promedio y la mirada esquemática
hacen que las hormigas vayan y vengan a través de una imaginaria línea, pues la verdad corren
f armando una trenza de caminos, una trenza que incluso podría calificarse de relativamente
despeinada. De cualquier manera, el hormiguero está por encima de lo que haga cada
hormiga: la participación individual no compromete el funcionamiento del todo. Las hormigas
forman "sociedades" ahistóricas o, al menos, su organización es más o menos la misma en
cualquier lugar y desde hace muchísimo tiempo Cuando uno observa el tránsito de los seres
humanos por una calle populosa nota que no es tan diametralmente distinto del que ofrecen
las hormigas: los seres humanos desfilamos uniformados por el atuendo y los modales de
época; vamos y venimos encauzados por ese uno del que habla Heidegger: por el así se hace,
el así se piensa, el así se juzga que constituyen el tono dominante: los usos y costumbres, las
leyes, las creencias que damos por sentadas y que nos hacen parecer tan semejantes unos a
otros, tan en pos de lo mismo, como si todos estuviésemos enrumbados en una misma
dirección. Frente a este espectáculo, la idea de libertad y, por consiguiente, de diversidad que
pesa sobre nosotros tampoco parece tan exacta. Sólo hay que ver las filas que se forman en los
cines, en las paradas de autobuses, en las cajas registradoras de los supermercados, en
cualquier lugar donde la gente se reúne, para advertir la masificación; esa masificación que en
nuestro tiempo llega al paroxismo cuando millones de gargantas desgarradas gritan al unísono:
"¡Goool!"

Un porcentaje enorme de los seres humanos, hoy como siempre, no compromete el


funcionamiento social; una cantidad inmensa de individuos no alteran nada: cumplen con su
función y reproducen el estado de cosas: producen, consumen y se reproducen, en una
palabra, viven. En medio de ellos -de entre ellos- surgen algunos individuos que se destacan;
son los que tropiezan y se enzarzan contra el así se hace, el así se piensa y el así se juzga; son
quienes quieren hacer otra cosa, quienes se atreven a pensar por su cuenta y a juzgar con
criterios propios. Son los que aportan, los que cuestionan, los que inventan, los que reprueban,
los que no están de acuerdo; son quienes con sus actos rompen el estatismo del
funcionamiento social y desencadenan la historia. En suma, son aquellos gracias a los cuales la
sociedad humana se distingue de los hormigueros.

La contribución de estos individuos puede ser de grano de arena o de alto impacto; puede
contribuir a un proceso que lentamente construya un cambio o de golpe partir en dos la
historia. Para el caso es . igual: graduales o instantáneos son quienes pos1b1htan que la
organización humana se aparte de los hormigueros y de las colmenas. . Si se considera este
hecho se produce una mod1ficac10n radical de la impresión que se tiene del individuo
actualmente, pues, contra lo que suele creerse, en la sociedad humana sí cuentan los
md1v1duos que deambulan extraviados, quienes se aventuran en el desconcierto y traen al
mundo su nota disonante. Los demás son los que no cuentan, pesan Y su peso es esa inercia de
fuerza colosal que las mas de las veces surge victoriosa, como surgen v1ctonosos los
huracanes o los terremotos; porque ellos, los hombres hormiga, encarnan la fuerza de la
naturaleza que tiende a perseverar en sí misma . ' a repetirse uno y otra vez como si su
propósito fuese la conquista de la perpetuidad y, sin embargo, aunque pesan mucho, no han
conseguido sofocar hasta la extinción al individuo. Seguimos siendo, como lo demuestra la
historia, seres históricos. Esta diferencia entre las hormigas y los seres humanos es la que
determina que términos como "acción", "conducta", "praxis" se empleen en sentido estricto
sólo para nosotros y sólo en un sentido laxo convengan para las hormigas: las hormigas no
actúan; hacen, y aunque hagan frenéticamente su hacer no es propiamente una "acción".
¿Qué distingue la acción humana del hervidero hormigueante de las hormigas? Hegel dio la
gran clave cuando, en sus Lecciones de .filosofia de la historia, propuso que lo característico de
la acción humana es la negación del impulso espontáneo, la negación de la reacción inmediata
que ordena el instinto. ¿Qué es lo que impide que salgamos disparados en la dirección que
ordenan los instintos?, ¿qué es lo que media, lo que retarda a la reacción para volverla acción
propiamente dicha?, o en pocas palabras: ¿qué es lo que nos da nuestra diferencia con las
hormigas y nos convierte en seres humanos? La posibilidad de sustraernos al impulso
inmediato al que están encadenados todos los demás seres, la posibilidad de escapar de esa
fuerza que tira sin excusa a la piedra hacia el centro de la tierra, a la hormiga hacia el
hormiguero y al tigre contra su presa. La base, el fundamento de esa posibilidad es para Hegel
la negatividad, pero podría llamarse también libertad, historicidad, o como se quisiera, el
nombre es lo de menos; lo importante es descifrar: ¿qué es lo que retarda la reacción para que
se vuelva acción?, 0 mejor aún, ¿qué es la acción? L La acción es la reacción retardada por el
pensamiento : Pero, entonces, ¿qué es el pensamiento que permite este cambio ontológico
por el que surge lo humano? El pensamiento es la representación del mundo en la conciencia,
o sea, la duplicación del mundo; porque un mundo es el que está afuera (si es que está), y
otro, ese mundo portátil que sólo existe en nuestra conciencia, la llamada manifestación
fenoménica o el mundo que emerge inteligible gracias al lenguaje: actuamos porque lo
hacemos no en el mundo donde están las hormigas, sino en el mundo de nuestro
pensamiento; no como las hormigas siendo uno con el mundo, sino en nuestro mundo que es
otro respecto del mundo de afuera. La negatividad es posible porque el mundo que aparece
con nuestro pensar es de hecho la negación de ese mundo de afuera. Actuamos porque lo
hacemos desde la holgura de nuestro mundo. Y ¿por qué es diferente nuestro mundo del
mundo de las hormigas? Porque en el nuestro las cosas aparecen bajo la luz de los valores
revestidas de sentido: nuestro mundo es un mundo con significado. Para la hormigas el mundo
no significa, ellas y todo son parte de lo mismo. Si se tiene en cuenta que el mundo para los
seres humanos es el que aparece en el pensamiento, resulta absurda la dicotomía entre actuar
y pensar, pues sólo hay acción propiamente diccha y no mera reacción, porque actuamos
como los cirujanos que operan teniendo ante ellos no . al paciente, sino la representación
viltual del paciente en la pantalla. Por ello la acción humana, por muy espontanea que sea,
cuenta siempre con alguna idea, con alguna representación fruto del pensar Que esa idea
pueda y deba afinarse, pensarse mucho antes de actuar, es absolutamente recomendable en
función de las consecuencias del acto, pero lo mucho o poco que se piensa no afecta el hecho
de que sea una acción, pues s1 es acc10n siempre es ya una reacción retardada por el pensar.
Se le puede dar muchas o pocas vueltas al asunto, _ pero la "vuelta" decisiva está ya dada: no
acclamos ) espontáneamente, sino de acuerdo con una idea o un pensamiento por vagos que
sean. Así, mientras que la hormiga es una con el mundo y ante ella no aparece ninguna opción,
n ¡ es responsable de lo que "hace", pues en su caso se trata de una mera reacción, nosotros,
en cambio, por movemos en un mundo de representaciones de significados, de valores, no
reaccionamos más bien elegimos algún curso de acción y por ello sí somos responsables de los
resultados. Somos responsables, es decir, culpables, pues sólo por nuestros muy particulares
actos aparecen en el mundo de afuera esos determinados resultados. Ésta es la individualidad
de que no gozan las hormigas: cada miembro del hormiguero es intercambiable por otro,
ninguna hormiga cuenta, todas pesan. La culpabilidad, la responsabilidad la individualidad, la
libertad son sólo términos distintos para referin1os a la misma cosa, a sus distintos ángulos,
esa cosa es el pensar, porque el pensar es lo que nos permite . distinguimos del mundo '
distinguimos el mundo: proyectar en . él significados valores ' ' camimos: opciones; no
reaccionar sino accionar hacer. ' . Decir que somos seres pensantes equivale a decir que somos
libres; pero ¿libres en qué sentido? Libres de proyectar significados y valores sobre el mundo,
libres incluso por intentar alcanzarlos; ero) no libres de lograrlos, o sea, somos, como ha dicho
Sartre, libres de ser, mas no necesariamente libres de hacer.

La libertad ontológica, o de ser, no es garantrn de que habremos de alcanzar el éxito, ni


siquiera en esa modalidad raquítica en la que la reflex1on y la prudencia nos atemperan y nos
inducen a desear lo que depende tan sólo de nosotros, pues nosotros mismos somos parte de
ese mundo que regularmente no colabora. Ser libre ontológicamente es algo tan exiguo que
sólo significa poder desearlo todo, ya que incluso podemos, budista º .
sc�o�enhauerianamente, desear no desear y m siquieraa este deseo, que parece ser de
nuestra competencia exclusiva, es por fuerza alcanzable. y por otro lado, el enjambre de
factores que provocan el resultado efectivo es tan compleJO de nuestra intención, ese
comienzo de realizacion con el que contribuimos, se vuelve tan debil en la urdimbre de
factores que muy rara vez alcanzamos el éxito y si éste sucede, es casi seguro que no dependió
de nosotros. Y, sin embargo, somos responsables, pues la libertad , para desear nos conde que
solo nos sirve un mal negocio ser libes a ser culpables de todo; es no somos uno con 1 ' pe d ro
as reglas son claras: el uno como . pues entre el mundo 0 as hormigas, Y nosotros se d h
producto de la una holgura pensar y en consecuencia es obra de nosotros.

Podría argüirse que no porque por naturales somos responsables, somos animales el deseo,
que el deseo es a es que padecen de nuestro ser y t una parte de la cuota fatal de nuestro ser
entonces, salir libres de culpa aligerados por la irresponsabilidad· pero no es posible porque el
deseo no es natural. El deseo tambien es resultado de pensar. El deceo a la variedad sólo hay
deseo no es anterior el deseo aparece porque y deseo cuando hay diversidad; buenos movem
de valores pro ectado . os en un mundo todo fuera indiierent s, de sentidos proyectados: si , e,
nosotros com 1 h . senamos también m· d·c. , o as orm1gas, 11erentes · per 1 la
representación del d ' o a inovemos en al movernos en el m mu d n o que produce el pensar,
un o con sentido el pensar, todo resurge d1· .c. . d que produce ·d 1erencia 0 y e d. s1 . ªd la
que despierta el deseo. Somos nosotros vemos deseables los obje

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