Génesis
Génesis
Génesis
Éxodo: El nacimiento y vida de Moisés desde su marcha de Egipto con el pueblo hebreo, el
origen de los mandamientos y la marcha del pueblo de Dios hasta su nuevo hogar.
Levítico: Una serie de leyes y normas que se deben seguir en los rituales y que deben ser
cumplidas por los sacerdotes.
Deuteronomio: Narra el fin de la vida de Moisés y el encuentro del pueblo de Dios con la
su nuevo hogar.
Los libros del Antiguo Testamento
A la hora de abordar una clasificación de los libros de la Biblia debemos tener en cuenta sus dos
grandes partes, siendo el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, ocurriendo en el Antiguo
Testamento la creación del mundo y la vida del pueblo hebreo hasta la llegada de Jesús, y en el
Nuevo Testamento la vida de Jesús y su posterior importancia.
El Antiguo Testamento contiene 39 libros distintos, los cuales se suelen dividir en una clasificación
determinada que vamos a comentar a continuación.
Pentateuco
Es la forma en la que se denomina a los primeros 5 libros de la Biblia, siendo atribuidos a Moisés y
narrando los primeros momentos del cristianismo. Los 5 libros que forman el Pentateuco son los
siguientes:
Libros históricos
Los libros históricos son aquellos libros de la Biblia que cuentan la historia desde la muerte de
Moisés hasta la revolución macabea en contra de los helenistas. Estos libres tienen un gran valor
histórico, tratando temas sobre el pueblo hebrero que nos sirven para conocer eventos históricos
muy importantes. Son muchos los libros que conforman esta clase, por lo que debemos
nombrarlos a continuación:
Josué
Jueces
Rut
Samuel
Reyes
Crónicas
Esdras
Nehemías
Ester
Macabeos
Libros sapiensales
Son los libros que se encuentran entre los históricos y los escritos por los profetas y que reciben
su nombre por su gran contenido espiritual, los cuales estaban formados por los siguientes:
Job
Salmos
Proverbios
Eclesiastés
Cantares
Libros proféticos
Son todos aquellos libros religiosos escritos por los profetas y que se suelen dividir en dos,
aquellos escritos por los llamados profetas mayores y aquellos escritos por los profetas menores.
Los libros proféticos son los siguientes:
Isaías
Jeremías
Lamentacias
Baruc
Ezequiel
Daniel
Oseas
Joel
Amós
Abdías
Jonás
Miqueas
Nahum
Habacuc
Sofonías
Ageo
Zacarías
Malaquías
Nuevo Testamento
Para continuar con esta lección sobre la clasificación de los libros de la Biblia, debemos hablar
sobre la segunda parte del libro sagrado, siendo este el llamado Nuevo Testamento. En esta
segunda parte es donde se trata la vida de Jesús y las primeras décadas de existencia del
cristianismo.
Existen distintas formas de dividir esta parte, pero por norma general se llama a los primeros
textos Evangelios, siendo relatos de los apóstoles muy diferentes al resto de textos. En total el
Nuevo Testamento esta formado por 27 libros, aunque algunas religiones no toman a todos como
canónicos, por lo que en ocasiones vemos mencionados tan solo 22 libros.
Los primeros textos son los Evangelios, siendo los textos que narran la vida de Jesús desde
la vista de cuatro personas diferentes, encontrándose en estos algunos de los momentos
más importantes de la vida de Jesús.
Tras esto encontramos a los Hechos de los Apóstoles, siendo un libro que narra la
fundación de la Iglesia cristiana y su expansión por el Imperio Romano.
Tras esto encontramos a las epístolas, siendo cartas escritas por figuras relevantes del
cristianismo que cuyo receptor debía ser el pueblo cristiano en general.
Por último esta el libro llamado Apocalipsis o Revelaciones, siendo un libro profético
donde se habla del fin del mundo, explicando como llegara este según la visión cristiana.
Una vez explicado los distintos libros del Nuevo Testamento debemos enumerarlos uno a uno,
para así tener una lista con todos los libros. Por todo ello, los libros que forman el llamado Nuevo
Testamento son los siguientes:
Evangelio de Mateo
Evangelio de Marcos
Evangelio de Lucas
Evangelio de Juan
Hechos
Romanos
Corintios
Gálatas
Efesios
Filipenses
Colosenses
Tesalonicenses
Timoteo
Tito
Filemon
Hebreos
Santiago
Pedro
Juan
Judas
Apocalipsis
El compendio, llamado Biblia, se logró en el año 384 dC, por la iglesia católica, y salvo algunas
mutilaciones sufridas por allá del 1820 (donde le quitaron los libros llamados deuterocanónicos), la
Biblia es sólo utilizada, como texto sagrado, por los cristianos (católicos -romanos, ortodoxos,
coptos-, protestantes -con sus miles de variantes-, y judíos mesiánicos)
El antiguo testamento (entero o en parte), también es utilizado por el judaísmo rabínico (pero no
sé le puede llamar Biblia)
El Islam, también le da cierta autoridad a la Biblia, pero no la trata como texto sagrado, pues
asegura que los judíos y cristianos la pervirtieron.
todas las versiones católicas y protestantes de la Biblia coinciden en muchas cosas: en la mayoría
de los libros que contienen y sustancialmente en el sentido de los textos.
(1) En cuanto al número de los libros (el canon): como ya hemos indicado en el capítulo anterior,
las versiones católicas de la Biblia tienen siete libros más que las versiones protestantes; son los
libros que nosotros llamamos “deuterocanónicos” del Antiguo Testamento y ellos llaman
“apócrifos” (1 y 2 Macabeos, Tobías, Judit, Baruc, Sabiduría, y Eclesiástico o Sirácida). En cambio,
aceptan los 27 libros del Nuevo Testamento, aunque a siete de ellos los llaman
“deuterocanónicos”. El motivo es que Lucero, en el momento de su separación de Roma, rechazó
el “canon alejandrino” que contiene la lista de los 46 libros de la traducción de los “Setenta”
(traducción al griego realizada en Alejandría de Egipto del hebreo al griego), adhiriéndose al
“canon judío de Palestina” (los libros escritos en hebreo) que contiene 39 libros1.
En torno a los años 90-100 d.C., algunos líderes judíos se reunieron para tratar el tema del canon
(conocido como el canon de Palestina) quitando los siete libros, pretendiendo volver al canon
hebreo, y distinguirse así de los cristianos; pensaban que lo que no fue escrito en hebreo, no era
inspirado (aunque Eclesiástico y 1 Macabeos estaban originalmente escritos en hebreo y arameo);
las discusiones siguieron por muchos años, con mucho desacuerdo entre los diferentes grupos y
sectas judíos. Los saduceos solamente confiaban en la Torá, los fariseos no podían decidir sobre
Ester, Cantares y Eclesiastés. Solamente en el segundo siglo, los fariseos decidieron 39 libros. San
Pablo, utilizaba la versión de los Setenta, y cuando los autores del Nuevo Testamento citan algo
del Antiguo Testamento, lo citan según la traducción griega de los Setenta el 86% de las veces. Los
descubrimientos de Qumran, en pleno siglo XX, ha mostrado que grupos judíos leían y usaban los
libros “deuterocanónicos” (al menos se han encontrado los libros de Tobías, y Ben Sira o
Eclesiástico).
Lutero y los demás reformadores, rechazaron los siete libros que nosotros llamamos
deuterocanónicos (y ellos “apocrifos”) dando origen a la Biblia Protestante; también calificó de
deuterocanónicos a varios libros del Nuevo Testamento, considerándolos de menor autoridad, sin
embargo no los quitó, pues sostenía que, aunque no son iguales a las Sagradas Escrituras, son
útiles y buenos para leer2. La Biblia de Zurich, traducida por Zwinglio y otros (1527-29), incluía los
libros deuterocanónicos como útiles aunque los relegaba al último volumen y no los consideraba
canónicos; algo parecido hizo la Biblia Olivetana, prologada por Calvino, en 1534-35. En 1615, el
arzobispo anglicano de Cantebury, proclamó una ley que llevaba un castigo de un año de cárcel,
para cualquier persona que publicara la Biblia sin los siete libros deuterocanónicos, ya que la
versión original de la King James (la más famosa de las versiones inglesas) los tenía; pero fue
precisamente en Inglaterra, donde fue creciendo la oposición a estos libros, y en 1827 la “Sociedad
Británica y Extranjera de la Biblia” los omitió completamente en su Biblia. Luego, otras editoriales
hicieron lo mismo.
Estos libros no fueron añadidos durante el Concilio de Trento, como creen algunos protestantes,
pues Lutero los había rechazado del canon precisamente porque estaban en el canon
comúnmente admitido (aunque algunos discutieran su valor canónico), pero él consideraba que
no debían estar al no haber sido escritos originalmente en hebreo. Trento define de modo
definitivo el canon, pero no hace aceptar libros que hasta el momento se rechazaban. De hecho,
los manuscritos más antiguos (anteriores mil años a Trento), contienen los deuterocanónicos; y
salvo el Codex Vaticanus, el más antiguo texto griego del Antiguo Testamento (en el que no están
los libros de Macabeos), todos los demás manuscritos contienen los siete libros del Antiguo
Testamento llamados deuterocanónicos.
(2) El segundo tema es el de las versiones, es decir, las traducciones de la Biblia. Desde un primer
momento, los reformadores no se contentaron con distinguir el canon protestante del católico
sino que se dedicaron a hacer traducciones de la Biblia a las lenguas modernas.
Sabemos que los textos originales de la Biblia han sido escritos en hebreo/arameo (la mayoría de
los libros del Antiguo Testamento) y en griego (los libros del Antiguo Testamento que se conocen
como deuterocanónicos, aunque algunos de los así denominados son traducciones del hebreo; los
escritos del Nuevo Testamento, aunque se discute si algunos de éstos no son en realidad
traducciones al griego de un texto original en hebreo o arameo). Hubo traducciones desde
tiempos antiguos, como lo demuestra la versión al griego de los Setenta (versión griega de los
libros inspirados judíos, nuestro Antiguo Testamento), o la de Aquila, prosélito judío (en torno al
130 d.C.), la de Símmaco (fines del siglo II). Orígenes hizo una de las obras más monumentales de
la antigüedad, conocida como Hexapla Biblia porque el texto estaba dispuesto en seis columnas
que comprendían: el texto consonántico hebreo en caracteres hebreos, el hebreo trascrito en
caracteres griegos, la versión de Aquila, la de Símmaco, el texto tradicional de los Setenta y la
versión de Teodoción. Hubo traducciones al siríaco (el Diatessaron de Taciano, la Biblia Vetus
Syriaca, la Biblia Peshitta, etc.), al copto (la forma más reciente de la lengua egipcia), al etiópico.
San Jerónimo hizo una traducción al latín de toda la Biblia, asesorándose por maestros judíos para
su traducción de los textos hebreos, conocida como Vulgata. Mientras el mundo occidental
cristiano se manejó en griego como lengua franca, y luego en latín, el uso de los textos bíblicos en
estas lenguas no ofreció dificultad; pero con la formación de las lenguas romances y el desuso del
latín por parte del vulgo, el texto latino de la Biblia se hizo ininteligible. Desde entonces,
comenzaron a aparecer versiones en lenguas vulgares.
Corren sobre este tema, dos afirmaciones erróneas. La primera es que quienes comenzaron la
labor de traducir y divulgar la Biblia en las lenguas vulgares o romances, o modernas, fueron los
reformadores protestantes; la segunda: que éste fue un fenómeno propio de ambientes
protestantes, pues la Iglesia católica prohibía a sus fieles la lectura de la Biblia. Las dos
afirmaciones son históricamente falsas y no hace falta más que remitirse a los hechos históricos
para corregirlas.
Es falsa, ante todo, la acusación (que es fácil de oír en ambientes protestantes) de que fueron los
reformadores (principalmente Lutero) quienes por vez primera volcaron la Sagrada Escritura a las
lenguas modernas. Escriben Tuya y Salguero: “Mucho antes de que Lutero iniciase la reforma
protestante, existían numerosas versiones de la Biblia en las lenguas vulgares de muy diversos
países. Según el P. A. Vaccari, entre los años 1450 y 1500 se cuentan unas 125 ediciones diferentes
de la Biblia4, lo que demuestra cuán extendida estaba su lectura. En España, se leía la Sagrada
Escritura en romance ya antes de Alfonso X el Sabio (1252-1284). En Alemania, se hizo una versión
en 1466, de la que aparecieron 15 ediciones antes del año 1500. La primera edición en lengua
vulgar italiana, se publicó en Venecia el año 1471, de la que se conocen nueve ediciones antes de .
1500. En Francia, también se hizo una traducción el año 1477, que tuvo tres ediciones antes del
año 1500”5
Es igualmente incorrecta la afirmación de que la Iglesia prohibió a sus fieles la lectura de la Biblia
(o al menos la lectura de la misma en lenguas modernas). La misma profusión de versiones que
acabamos de mencionar, atestigua la extensión del uso de la Biblia (incluso en versiones de
lenguas vulgares) antes de la Reforma protestante. El Concilio de Trento, a raíz de que los
protestantes atentaron contra la integridad de la Sagrada Escritura y contra la interpretación
auténtica de la Iglesia (por ejemplo, en cuanto a las afirmaciones sobre la justificación), estableció
normas de lectura que preservaran de falsas interpretaciones. Pero no existe ninguna normativa
canónica del Concilio tridentino que prohíba las versiones en lenguas vulgares y menos su lectura.
Atestigua esto Pío XII: “No prohíbe el concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fieles de
Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares,
y eso aun tomándolas de los textos originales”6. Existieron, sí, prohibiciones locales, como las del
concilio de Tolosa (1229), la de Tarragona (1233), el sínodo de Oxford (del año 1408); el motivo era
la falta de autorización de las versiones cuestionadas y en algunos casos, el uso que hacían de ellas
algunas sectas (como el caso de Tolosa que tiene relación con el problema de los albigenses).
Hay que reconocer, sin embargo, que en ambientes de la Reforma se dio un impulso particular a
las versiones en lenguas vulgares modernas. Tal vez la más antigua y notable, sea la versión de
Lucero, quien publicó en alemán el Nuevo Testamento en 1522 y el Antiguo entre 1523 y 1534. La
más famosa de las versiones inglesas es la King James Version (de 1611), revisada sucesivamente
en varias oportunidades. En castellano, la primera versión de la Biblia completa hecha por un
protestante es la de Casiodoro de Reina (publicada en Basilea en 1569); en 1602 Cipriano de
Valera la retocó y (según dice) cotejó la versión de Casiodoro con otras versiones, reeditándola. Es
la más conocida de las versiones protestantes castellanas (conocida como Reina-Valera). Sobre
esta versión, ha escrito una magnífica reseña el eminente Marcelino Menéndez Pelayo en su
Historia de los Heterodoxos7. Cito algunos párrafos de este crítico, por ser esta versión, la más
común entre nosotros y por ser la autoridad de Menéndez Pelayo indiscutible en este punto8:
“Esta Biblia es rarísima; llámasela comúnmente del Oso por el emblema o alegoría de la portada.
Tiene año (1569), pero no lugar de impresión ni nombre del traductor; sólo sus iniciales C. R. al fin
del prólogo (1858). , Doce años invirtió Casiodoro en su traslación, aunque como trabajo filológico
no es el suyo ninguna maravilla. Sabía poco hebreo, y se valió de la traducción latina de Santes
Pagnino (muy afamada por lo literal), recurriendo a la verdad hebraica sólo en casos dudosos. De
la Vulgata hizo poca cuenta, pero mucha de la Ferrariense9 ‘no tanto por haber acertado más que
las otras... cuanto por darnos la natural y primera significación de los vocablos hebreos y las
diferencias de los tiempos de los verbos’, aunque la tacha de tener grandes yerros, introducidos
por los judíos en odio a Cristo, especialmente en las profecías mesiánicas, y de haber dejado
muchas cosas ininteligibles o ambiguas. En cuanto a Casiodoro, aunque él mismo confiesa que ‘la
erudición y noticia de las lenguas no ha sido ni es la que quisiéramos’, y le habilitaba sólo para
entender y cotejar los diversos pareceres de los intérpretes, procuró ceñirse al texto sin quitar
nada, como no fuera algún artículo o repetición de verbo cuya falta no menoscabara la entereza
del sentido, ni añadir cosa alguna sin marcarla de distinta letra que el texto común o encerrarla
entre vírgulas.
Estas ediciones son, ya de una o pocas palabras que aclaran el sentido, ya de variantes,
especialmente en Job, en los Salmos, en los libros de Salomón y en las historias de Tobías y Judit.
De la versión siríaca del Nuevo Testamento confiesa que no pudo aprovecharse porque salió aquel
mismo año, cuando ya estaba impresa la suya. Conservó en el texto la voz Jehová, aunque nunca la
pronuncien los hebreos. Usa los nombres concierto, pacto, alianza, para designar lo que los
Setenta y la Vulgata llaman Testamento y se defiende en el prólogo de haber usado por primera
vez en castellano los nombres reptil y escultura, que en la Ferrariense son removilla y doladizo. Y
procuró retener todas las formas hebraicas que conciertan con las españolas. Llenó la obra de
notas marginales, que son interpretaciones o declaraciones de palabras. Las anotaciones de
doctrina las reservó para imprimirlas aparte o ponerlas en otra edición (...) Como hecha en el
mejor tiempo de la lengua castellana, excede mucho la versión de Casiodoro, bajo tal aspecto, a la
moderna de Torres Amat y a la desdichadísima del P. Scío (...)
Cipriano de Valera (...) escribía con donaire y soltura (...) Los veinte años que dice que empleó en
preparar su Biblia deben ser ponderación e hipérbole andaluza, porque su trabajo en realidad se
concretó a tomar la Biblia de Casiodoro de Reina y reimprimirla con algunas enmiendas y notas
que ni quitan ni ponen mucho. Tampoco he de negar que, en general, mejoró el trabajo de su
predecesor (...) En cuanto a la traducción, el mismo Cipriano confiesa que siguió palabra por
palabra la de Casiodoro, cotejándola con otras interpretaciones en diversas lenguas y quitando lo
añadido por los Setenta o por la Vulgata que no se halle en el texto hebreo; lo cual principalmente
acontece en los Proverbios de Salomón. Y a esto, a alguna que otra nota añadida, que se indica
con diversa letra que las del traductor antiguo, y a algún retoque en el lenguaje se reduce toda la
labor de Valera, que, sin embargo, pone su nombre, y calla el de Casiodoro, en la portada”.
He querido alargarme un poco en estas expresiones, pues creo que debe notarse el mérito
literario de muchas de las primeras versiones protestantes de la Biblia. Podremos discutir las
traducciones de algunos pasajes en concreto, pero no se puede poner en duda el valor de la obra
en su conjunto (en cuanto a la versión literaria se refiere). Son conocidas las reiteradas
ponderaciones que –entre nosotros– hace Leonardo Castellani de la versión inglesa King James.
No se puede decir lo mismo de las versiones de la Biblia divulgadas por los Testigos de Jehová.
Dice el P. Petrino en su estudio sobre el uso de la Biblia por parte de esta secta: “La versión
jehovista de la Sagrada Escritura ha llamado la atención de todos los estudiosos que no dudan en
denunciar sus falsedades y notar sus divergencias con respecto de los textos bíblicos
auténticos”10. Y cita a continuación las palabras de A. Hoekema: “La Traducción del Nuevo Mundo
no es una traducción objetiva de la Biblia en inglés moderno, sino una traducción falsificada en la
cual muchas de las enseñanzas de la Sociedad Wachtower han sido fraudulentamente
introducidas”11. Los Testigos de Jehová introducen en el texto, por tanto, grandes cambios que no
son simples cuestiones lexicográficas sino alteraciones del texto bíblico original. A pesar de que
diga seguir las ediciones críticas de R. Kittel y Westcott y Hort, en realidad se separa y las ignora
cuando se ve comprometida la “doctrina” de la secta.
Para mayor confusión de muchos incautos, también los mormones (o Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los últimos días) usa también la Biblia (junto a otros libros reconocidos por ellos como
sagrados: el Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios y La Perla de Gran Precio). Ellos definen la
Biblia como la historia de los tratos de Dios con los pueblos del Continente Oriental (Palestina,
Egipto, etc.), mientras que el Libro de Mormón sería la historia de los tratos de Dios con los
pueblos antiguos del Continente Occidental (las Américas)12. Los mormones enseñan
expresamente que la Biblia no es el único libro revelado/inspirado13. Su fundador, J. Smith, usó
originalmente la King James Version (en el Libro de Mormón se han contado hasta 27.000 palabras
o frases tomadas literalmente de esa edición). Sin embargo, la mayoría de las doctrinas enseñadas
por mormones, tienen un sentido completamente distinto del bíblico, y constituyen una negación
de las verdades no sólo católicas sino cristianas; así el dios de los mormones es pura materia, puro
hombre, visible, no eterno, no es creador, no es omnipresente ni perfecto, ni único, etc.14
(3) Finalmente, una característica general de las ediciones de la Biblia no católicas, es la ausencia
de notas explicativas, mientras que las Biblias católicas tienen notas (algunas más, otras menos).
Las notas no son esenciales, ciertamente, ni forman parte de la Revelación, ni son inspiradas. Pero
son muy útiles, y, en algunos casos, muy convenientes. Son indicaciones, explicaciones,
comentarios o simplemente referencias a otros pasajes en que, el mismo tema sobre el que se
hace la nota, vuelve a aparecer con un sentido más claro. No hay que poner las manos en el fuego
por las notas de muchas ediciones católicas de la Biblia, las cuales pueden contener errores o ser
tendenciosas (como ocurre, por ejemplo, con las notas de la llamada Biblia Latinoamericana).
Otras, en cambio, son magníficas, como la edición de la Biblia de L. Cl. Fillion, de 1887 (conozco la
4ª edición en ocho tomos de 1903, con texto en latín y notas en francés), o entre nosotros, la
valiosa versión de J. Straubinger (primera versión católica americana hecha sobre los textos
primitivos)15, cuyas notas constituyen pequeños artículos que destacan las ideas fundamentales
de la Biblia, mostrando su aplicación en la vida, al igual que procuran mostrar la armonía que
existe entre los dos Testamentos y la coincidencia de los pasajes paralelos, para que el lector tenga
siempre a la vista la unidad viva de las Escrituras desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
En nuestros días (primeros años del siglo XXI) está realizando una importante obra el Prof. Scott
Hahn, publicando una nueva edición de la Revised Standard Version pero con subsidios a pie de
página, que ofrecen al fiel lector de la Biblia, concordancias bíblicas, notas exegéticas a los
principales versículos, y notas teológicas importantes (unas que relacionan el contenido y la
unidad de la Escritura mostrando cómo pasajes del Antiguo Testamento iluminan los misterios del
Nuevo Testamento; otras tomadas de la tradición viviente de la Iglesia –santos Padres,
magisterio–, poniendo en relieve los sentidos espirituales de la Escritura en continuidad con la
gran tradición eclesiástica, y otras que subrayan “la analogía de la fe”, mostrando cómo los
misterios de la fe se iluminan unos a otros poniendo de relieve la coherencia y unidad de los
dogmas definidos y la infalible interpretación de la Iglesia). De vez en cuando también se
intercalan breves análisis de términos bíblicos, y temas exegéticos de interés para el lector y el
estudioso (como cuándo celebró Jesús la Última Cena, y otros). 16
Las Biblias protestantes carecen de notas por una cuestión lógica: el principio de libre examen.
Cada fiel debe interpretar la Biblia de acuerdo a lo que le inspire el Espíritu Santo. No hay lugar
para un magisterio que tenga por objeto la explicación de la Sagrada Escritura. Toda nota
explicativa coartaría esta libertad de interpretación. Sin embargo, éste es un principio
aparentemente respetado por el protestantismo; en la realidad, la ausencia de notas respeta a
medias la libertad individual, puesto que: (a) por un lado, toda versión de la Biblia en otra lengua
que no sea la original implica de suyo una interpretación; puede verse al respecto la versión griega
del Nuevo Testamento preparada por los protestantes Nestle y Aland, para observar las distintas
variantes de algunos pasajes y vocablos17; el traductor debe elegir entre variantes y, en muchos
casos, interpretar un texto. A modo de ejemplo, podemos observar (tomando sólo las versiones
españolas de Reina-Valera) diferencias (mínimas, pero diferencias al fin y al cabo):
• El versículo de Lucas 1,28 es traducido por la versión Reina-Valera Actualizada (1989): “Cuando
entró a donde ella estaba, dijo: –¡Te saludo, muy favorecida! El Señor está contigo”. Omite las
palabras “bendita tú entre las mujeres”, las cuales aparecen, en cambio, en la versión Reina-Valera
(de 1909), en la Reina-Valera Revisada (1960) y la Reina-Valera Actualizada (1995).
• El versículo de Mateo 16,18 aparece en la Reina-Valera de 1909 como “tú eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi iglesia”; pero en lugar de piedra aparece “roca” en las versiones Reina-
Valera Actualizada (1989), Reina-Valera Revisada (1960) y Reina-Valera Actualizada (1995). El
cambio es importante, porque está detrás la discusión de la relación entre el nombre de Pedro y la
“piedra” sobre la que se edifica la Iglesia de Jesucristo; la relación entre los términos arameos
“Cefas-cefas” usados por el Señor queda en evidencia en la traducción “Pedro-piedra” y no tanto
cuando se traduce “Pedro-roca” (de todos modos, llegado el caso se puede explicar bien).
• En Juan 6,56, Jesús dice “Ésta es mi sarka”. Las cuatro versiones que venimos mencionando
(Reina-Valera, 1909; Reina-Valera Actualizada, 1989, Reina-Valera Revisada, 1960; Reina-Valera
Actualizada, 1995) traducen “carne” (al igual que las versiones católicas); pero de hecho el término
griego “sark”, admite otras acepciones como carne, cuerpo físico, naturaleza humana,
descendencia terrena (como por ejemplo la usa san Pablo en Ro 9,8). Los traductores han hecho
una interpretación (correcta) inclinándose, como más exacta, por la palabra “carne”18. En Lc 1,32
aparece dôsei, de dídômi, que si bien significa dar, garantizar, permitir, colocar, establecer, pagar,
producir, causar, confiar, ofrecer, infligir (como castigo), etc., es traducido en todas las versiones
como “dar” (“el Señor Dios le dará”). Etc.
Se podrían multiplicar los ejemplos. Algunas variantes son mínimas, otras no tanto, pero
demuestran que el traductor es un “intérprete”, y no puede ser de otro modo.
El principio del libre examen es también el principio de la estricta mudez. Si no hay magisterio
pontificio ni episcopal, ni tradición válida, entonces tampoco debería haber pastores-predicadores
(una fuente de ingresos que muchos pastores no dejarán escapar tan fácilmente, aunque tengan
que gambetearse a Lutero –hasta cierto punto, pues tampoco Lutero lo respetó), ni deberían
existir las universidades de teología, ni las escuela de Biblia (que deberían limitarse a ser escuelas
de lenguas), etc. Pero esto no lo van a admitir, porque cada perro defiende su hueso, aunque
enseñe (para los demás) que los huesos no se comen.
Referencias:
1 No nos ocupamos en este libro directamente de la situación de las iglesias orientales cismáticas
(se puede consultar el tema, por ejemplo, en James Turro y Raymond Brown, Canonicidad, en
Comentario Bíblico San Jerónimo, Ediciones Cristiandad, Madrid 1972, Tomo V, p. 73-74). Baste
decir que, con ciertas variantes, se impuso la influencia de la versión de los Setenta con el canon
completo. Jugie ha demostrado que la iglesia bizantina, desde sus comienzos hasta la Edad Media,
aceptó los libros deuterocanónicos; no hay noticias de disputas entre latinos y griegos sobre el
canon. Recién después de la reforma protestante y por influencia de ella entre los griegos
cismáticos surgen dudas y las opiniones se hacen fluctuantes, pero dentro de todo, en la mayoría
de las ediciones aparecen la mayoría de estos libros.
2 Cf, James Turro y Raymond Brown, Canonicidad, en Comentario Bíblico San Jerónimo, Ediciones
Cristiandad, Madrid 1972, Tomo V, p. 71.
3 Así dicen: “(...) tal como por su espíritu o fuerza activa Dios otorgó a ciertos cristianos
discernimiento de expresiones inspiradas, también pudo guiar al cuerpo gobernante de la
congregación cristiana para discernir qué escritos inspirados tenían que incluirse en el canon de las
Sagradas Escrituras” (Sociedad Torre de Guardia, “Ayuda para entender la Biblia”, New York 1987,
p. 797; cf. Juan D. Petrino, La lectura de la Sagrada Escritura bajo el régimen de la Organización de
los Testigos de Jehová. El uso de la Biblia en el ‘Salón del Reino’, Tesis doctoral, Università San
Tommaso d’Aquino, Roma 1989, p. 136).
4 Cf. A. Vaccari, Lettura della Bibbia alla vigilia della Riforma Protestante: CivCatt 3 (1933) 313-325;
429-450; Id., Bibbia e Bibbie: CivCatt (1937,2) 231-243.
5 Tuya-Salguero, Introducción a la Biblia, op.cit., I, pp. 579-580.
6 Pío XII, Enc. Divino afflante Spiritu, Enchiridon Biblicum, n. 549.
7 En la versión Emecé Editores, Buenos Aires 1945, tomo V, cap. X, III y VI.
8 Entresaco sólo algunos párrafos de los capítulos indicados en la nota anterior. Vale la pena,
incluso para un protestante, leer completo el texto del autor.
9 Se refiere Menéndez Pelayo a la versión judía en castellano conocida como Biblia de Ferrara.
10 Petrino, J.D., op. cit, p. 144; en nota al pie indica una variada bibliografía como los estudios de
Aveta-Palmieri, Carrera, Clark, etc. Remito a su obra.
11 Hoeckema, A., The Four Major Cults, Michigan 1963, p. 242; Petrino, op.cit, p. 145.
12 Cf. Antonio Colom, S.J., ¿Teología? Mormona (Exposición y refutación), Fe Católica Ediciones,
Madrid 1976; Montefrío, Los Mormones, Fe Católica Ediciones, Madrid 1971, Ernesto Bravo, S.J.,
Los Mormones, en: AA.VV. (CELAM), Las Sectas en América Latina, Claretiana, Bs.As. 1989, pp.
39ss.
13 Se puede leer expresamente en “El libro de Mormón”, 2 Nefi, 29,10: “no por tener una Biblia
debéis suponer que contiene todas mis palabras; ni tampoco debéis suponer que no he hecho
escribir otras más”.
14 Pueden leerse las citas correspondientes en los lugares citados más arriba sobre la doctrina
mormona.
15 Hay una edición reciente en tomo único: La Santa Biblia, Fundación Santa Ana, La Plata 2001.
16 La edición (en curso) está siendo publicada en forma de cuadernillos por Ignatius Press; Hahn
ha trabajado en colaboración con Curtis Mitch.
17 La famosa edición del “Novum Testamentum Graece”, de Nestle y Aland, editado por Deutsche
Bibelgesellschaft Suttgart, con numerosas ediciones, tiene a pie de cada página las numerosas
variantes de algunas palabras que se encuentran en los antiguos códices; los editores han debido
elegir por las variantes más seguras, lo que exige un trabajo de interpretación. Esta edición puede
conseguirse tanto en librerías católicas como protestantes, como en la “American Bible Society”,
de New York (1865 Broadway).
18 Uso para estos análisis gramaticales: Barclay M. Newman, A Concise Greek-English Dictionary of
the New Testament, United Bible Societies 1971 (UBS), Deutsche Bibelgesellschaft (German Bible
Society), Stuttgart 1993